“Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre”
- 21 Febrero 2016
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Escuchar sólo a Jesús
La escena es considerada tradicionalmente como «la transfiguración de Jesús». No es posible reconstruir con certeza la experiencia que dio origen a este sorprendente relato, solo sabemos que los evangelistas le dan gran importancia pues, según su relato, es una experiencia que deja entrever algo de la verdadera identidad de Jesús.
En un primer momento, el relato destaca la transformación de su rostro y, aunque vienen a conversar con él Moisés y Elías, tal vez como representantes de la ley y los profetas respectivamente, solo el rostro de Jesús permanece transfigurado y resplandeciente en el centro de la escena.
Al parecer, los discípulos no captan el contenido profundo de lo que están viviendo, pues Pedro dice a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Coloca a Jesús en el mismo plano y al mismo nivel que a los dos grandes personajes bíblicos. A cada uno su tienda. Jesús no ocupa todavía un lugar central y absoluto en su corazón.
La voz de Dios le va a corregir, revelando la verdadera identidad de Jesús: «Este es mi Hijo, el escogido», el que tiene el rostro transfigurado. No ha de ser confundido con los de Moisés o Elías, que están apagados. «Escuchadle a él». A nadie más. Su Palabra es la única decisiva. Las demás nos han de llevar hasta él.
Es urgente recuperar en la Iglesia actual la importancia decisiva que tuvo en sus comienzos la experiencia de escuchar en el seno de las comunidades cristianas el relato de Jesús recogido en los evangelios. Estos cuatro escritos constituyen para los cristianos una obra única que no hemos de equiparar al resto de los libros bíblicos.
Hay algo que solo en ellos podemos encontrar: el impacto causado por Jesús a los primeros que se sintieron atraídos por él y le siguieron. Los evangelios no son libros didácticos que exponen doctrina académica sobre Jesús. Tampoco biografías redactadas para informar con detalle sobre su trayectoria histórica. Son «relatos de conversión» que invitan al cambio, al seguimiento a Jesús y a la identificación con su proyecto.
Por eso piden ser escuchados en actitud de conversión. Y en esa actitud han de ser leídos, predicados, meditados y guardados en el corazón de cada creyente y de cada comunidad. Una comunidad cristiana que sabe escuchar cada domingo el relato evangélico de Jesús en actitud de conversión, comienza a transformarse. No tiene la Iglesia un potencial más vigoroso de renovación que el que se encierra en estos cuatro pequeños libros.
2 Cuaresma - C
(Lucas 9,28-36)
José Antonio Pagola
TIEMPO DE CUARESMA
AÑO DE LA MISERICORDIA
“En efecto, ya se trate de cumplir los mandamientos o de tolerar las adversidades, nunca debe dejar de resonar en nuestros oídos la palabra pronunciada por el Padre: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto; escuchadle” (San León Magno).
II DOMINGO DE CUARESMA: LA IDENTIDAD
(Gén 15, 5-12.17-18; Sal 26; Fip 3,17-4,1; Lc 9, 28b-36)
El secreto de la vida de Jesús es la relación con su Padre Dios, manifestado en el Monte Alto, con la declaración: “Este es mi Hijo, el amado”. El mosaico del Monte Tabor representa la Transfiguración de Jesús, quien se reviste de luz, al mismo tiempo que anticipa su Pasión, clara alusión al Misterio Pascual.
Texto bíblico: Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz, desde la nube decía: -«Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
El papa Francisco alude al Misterio Pascual: “En la muerte y resurrección de Jesucristo, Dios hace evidente este amor, que es capaz incluso de destruir el pecado de los hombres. Dejarse reconciliar con Dios es posible por medio del misterio pascual y de la mediación de la Iglesia”.
Pensamiento: Vivimos una Pascua continua y sucesiva. La experiencia de debilidad y de misericordia nos permite gustar la muerte y la vida; la oscuridad y la luz; el peso y la liberación de nuestras culpas.
ORACIÓN: No hemos recibido un espíritu de siervos, para recaer en el temor. Este mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos también heredero, coherederos con Cristo, herederos de Dios.
PROPUESTA
No te olvides nunca de que Dios te reconoce, en Jesucristo, como su propio hijo, a quien siempre puedes acudir e invocar como Padre. Dice el texto evangélico: ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?» (Lc 11, 11-13).
Transfiguración. Dios no tiene rostro, su rostro son los hombres
Dom 2 cuaresma, Ciclo C. Lc 9, 28-36. Este evangelio (Lc 9, 28-36) recuerda el signo de Jesús en el monte (el Tabor de la vida), cara a cara, ante Dios y ante sus tres amigos, revelando así su rostro ante ellos. Quiere que le vean, que todos le veamos (con Moisés y Elías), descubriendo así el rostro del Dios invisible en el rostro de los hombres, para compartir con ellos vida y conversación.
El evangelio de Marcos insiste en el campo de color y fulgor de los vestidos de Jesús, como si no se atreviera a ponernos ante su figura.
Por el contrario, el evangelio de Lucas insiste en su rostro. Su misma cara cambia, se ilumina y aparece como revelación de Dios.
Jesús nos sube al monte y se transfigura (se desnuda y reviste de gloria), nos muestra su rostro, para que le veamos, le miremos, de forma que sepamos quién es, y podamos dialogar con él. Pues bien, ese rostro de Dios que se ilumina en Jesús sobre la montaña se despliega y encarna para los cristianos en el rostro de cada uno de los hombres que están necesitados.
De esa forma Jesús, identifica la estética (belleza del rostro) con la ética: Nos lleva a descubrir el rostro del otros, acogerle y dialogar con él. Así lo mostrará esta postal de domingo que tiene una introducción (los textos) y dos partes:
1- El relato, lectura de los textos. Jesús nos sube a su monte para que descubramos su rostro y podamos dialogar con él, en admiración, belleza y compromiso de seguimiento evangélico.
2. La llamada del rostro. Retomando el motivo del num. 500 de “Imágenes de la fe”, donde he presentado al Dios que no tiene rostro, porque se revela en el rostro del hombre, quiero mostrar que la “estética cristiana” se identifica con la ética: Descubrir a Dios en el rostro de los demás, dejarnos interpelar por cada uno de ellos (enfermo, encarcelado, extranjero), pues ellos son en Cristo (sobre el Tabor de la historia) la belleza y presencia suprema de Dios.
Buen domingo a todos, con la portada de Imágenes de la fe 500 (1. 2. 2016) y una imagen tomada de Cerezo Barredo.
INTRODUCCIÓN. UN TEXTO EN DOS FORMAS
Aquel Monte (según la tradición es el Tabor) era buen sitio, lugar alto de experiencia radical, para desnudarse ante Dios y descubrir los problemas de la humanidad, para sentirlos, para asumirlos y cambiar…
Textos:
Marcos 9, 2-4: Y seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, les subió a solas a un monte muy alto y fue transformado (metamorfosis) ante ellos. Y sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún batanero del mundo podría blanquearlos. Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.
Lucas 9, 28b-30: (Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió). En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió (se transfiguró), sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo (camino de entrega), que iba a consumar en Jerusalén.
Marcos y Mateo hablan de trans-formación (metamorfosis de los vestidos de Jesús).
Lucas habla de trans-figuración (cambio de figura) del rostro de Jesús.
1. UN RELATO RICO EN SIMBOLISMO
1. Y seis días después…
Posiblemente alude al Día de Dios (sábado o domingo), pasados seis días de la escena anterior que en el evangelio de Marcos era la de Cesárea de Felipe, con la “confesión” de Pedro y la revelación de Jesús (el camino de dar la vida por el Reino). Ha pasado la semana de los días de la creación, llega el día séptimo de la meta-morfosis de la Iglesia.
Ha pasado el tiempo de los equilibrios de poder, los seis días de esta iglesia “gregoriana”, ajustada a los tiempos del mundo; es la hora del cambio en la montaña. Si ella no se transfigura radicalmente, si no sube al Monte de Dios y se renueva corre el riesgo de acabar y morir. Hoy es tiempo bueno, el sexto día
2. Tomando a solas a Pedro, Santiago y Juan les subió a un monte muy alto.
Estos tres (Pedro, Santiago, Juan) son signo de la Iglesia de Jesús, su grupo de intimidad, compendio de todos los creyentes. Ellos son en especial el signo de una Iglesia dominante, llamada a cambiar, descubriendo la señal de la presencia de Dios en Jesús.
Es como si les hiciera “ascender” con él (con el verbo anapherei, en griego), a un monte (horos, sin artículo, a cualquier monte). Desde la perspectiva de Cesárea de Filipo, donde ha estado Jesús, debería ser el Hermón, el monte más alto de la gran cordillera, entre Galilea, Fenicia y Siria. Pero, desde la perspectiva de Galilea (donde parece que el pasaje quiere situarnos), puede y debe tratarse, simbólicamente, del Monte Tabor, lugar de la gran batalla del libro de los Jueces 4, 1.
Jesús tiene que subir (hacer subir) a todos, para que seamos de otras forma. Que tomemos distancia para ser lo que somos, que nos alejemos de los problemas e intrigas inmediatas; que se sitúen ante el frío y el calor de Dios, a pleno campo, llevando con ellos los problemas del mundo, no para quedarse en el monte, sino para detenerse un momento, descubrir mejor el misterio, y ponerse al servicio de los pobres del mundo.
3. Y fue transfigurando ante ellos (cambió su rostro).
La palabra clave del relato de Marcos 9 y Mt 17 metemorphôze (fue transfigurado o metamorfoseado por Dios, en pasivo divino) ante ellos. Se trata de un término que es casi técnico en griego (e incluso en latín) y que evoca las transfiguraciones o cambios de figura que asumen (padecen) los dioses y seres divinos, tomando diversas formas para presentarse y actuar, como sabe Ovidio (Las Metamorfosis), escrita el año 7 d.C.
Pero esta no es una pura simbólica pagana en el sentido negativo, sino una experiencia universal. Toda la realidad es una “metamorfosis” incesante de aquello que existe, dentro del continuo sagrado de la realidad, donde dioses y hombres se vinculan (sin diferencia esencial). Jesús aparece así como fuente de metamorfosis, de gran mutación mesiánica, desde el monte de su revelación.
4. Oración, presencia: un rostro diferente
Así lo ha destacado el evangelio de Lc (9, 29). El posible cambio en los vestidos resulta secundario. Lo que importa es la oración, el encuentro en profundidad con Dios y con los otros… Éste es el cambio radical, que se expresa en los ojos, a través de la mirada.
Ni Marcos ni Mateo dicen nada del cambio del rostro de Jesús, sólo se fija en sus vestidos, que se vuelven blancos, es decir, de color de cielo (cf. Ap 3, 18; 19, 14). De esa manera siguen la tradición del Antiguo Testamento, por ejemplo en Is 6, 1, donde se dice que el profeta vio a Dios, pero sólo se
Lc 9, 29 habla, en cambio, del cambio del rostro de Jesús, a quien ve, por su propio rostro, como Señal de Dios, en gesto de oración. (a) No habla de metamorfosis, quizá por las implicaciones paganas del término… (b) Pero insiste en su oración y en su rostro, su prosôpon, que es el signo de Dios, su presencia activa partes (como la mirada, cf. Ap 2, 18; 3, 18), sino que
5. Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.
Se les aparecieron a ellos (a los tres videntes), no a Jesús. Ellos representan la identidad de Israel, es decir, la Ley (Moisés) y la profecía (Elías), vinculadas en su raíz y señalando que el camino de Jesús, rechazado por otros como peligroso para la identidad y esperanza israelita, cumple en realidad esa esperanza.
La Iglesia debe asumir el testimonio de Moisés y Elías, aprendiendo con ellos lo que implica el camino fuerte de las transformaciones. La Iglesia sigue siendo Iglesia de Moisés, que sale de Egipto y se enfrenta con Dios en el Horeb. Sigue siendo la Iglesia de Elías, que va a la montaña a pedir ayuda a Dios, pero que escucha la palabra más alta: ¡Vuelve, empieza de nuevo!
6. Deben hablar de la forma de entregar la vida al servicio de los pobres. Las autoridades oficiales y sagradas de Jerusalén van a condenar a Jesús en nombre de Dios (cf. Mc 8,31). Pues bien, ese mismo Dios le avala, llamándole su Hijo, y diciéndole que siga, con Moisés y Elías. Lucas nos dice que Jesús estaba conversando con Moisés y Elías (êsan synlalountes: estaban dialogando) del camino de Éxodo que deben realizar (ellos, la Iglesia)… Éste ha de ser el camino del diálogo cristiano: Un camino de vida, es decir, de entrega de la vida (de renuncia de poderes, de afirmación de evangelio), pues sólo muriendo se resucita. Éste es el camino de metamorfosis de la Iglesia, representada en los Cardenales, que deben subir al monte de Dios, para aprender a morir, para morir de verdad… Sólo así podrán escuchar la gran Palabra de Dios que les dice: ¡Éste es mi Hijo!
7. Sigue la conversación de Jesús con Moisés y Elías y con sus discípulos
Esa conversación es el motivo central y meta de la escena: Hablan del camino que lleva a Jerusalén, de la experiencia de Dios en la vida de los hombres. Al llegar aquí dejo el tema bíblico estrictamente dicho, que podrá verse en un comentario de Lucas y paso a la visión directa de Dios en el rostro concreto de los hombres, y en la conversación con ellos.
3. TRANSFIGURACIÓN. EL ROSTRO DE JESÚS
(Texto tomado en parte No harás imagen de Dios..., de Imágenes de la fe 500, febrero 2016)
La tradición de la Iglesia Oriental ha sabido siempre que Jesús es el rostro de Dios, insistiendo así en el gran icono de la transfiguración, leído desde la perspectiva de Lucas, como revelación del rostro de Cristo.
1. Estética cristiana, una “ética” del rostro
Oponiéndose al mensaje y camino de Jesús, los sacerdotes del templo, colaborando para ello con los soldados del César, decidieron condenarle a muerte, porque les parecía que ese Jesús era opuesto al Orden Sagrado del templo de Jerusalén (y de la misma Roma, imagen política de Dios). Pues bien, de forma paradójica y profunda, los seguidores de Jesús (cristianos) descubrieron y contemplaron la belleza más alta en la vida del mismo Jesús, confesando que Dios le había resucitado, viéndole así como Icono de Dios, imagen humana del misterio, arte supremo (cf. 2 Cor 4, 4; Col 1, 15).
‒ La tradición bíblica sabía que Adán-Eva era imagen de Dios (cf. Gen 1, 26-28), cuya gloria fulgía en Moisés, que ocultaba su rostro con un velo, para no deslumbrar a quienes le miraban (2 Cor 3, 13; cf. Ex 34, 33-35). Pues bien, superando esa limitación de Moisés (que ocultaba el rostro) y culminando lo esbozado en Adán-Eva, Jesús resucitado aparece como el hombre verdadero, imagen plena de Dios, encarnación de su bondad/belleza, de manera que podemos mirarle sin velo. En el rostro de un hombre concreto, se expresa y despliega así la belleza de Dios (cf. Jn 1, 1-18; 1 Cor 15, 45; 2 Cor 3, 18-4…), de forma que en él y con él todos los hombres y mujeres son (somos) rosto y presencia (imagen) concreta de Dios.
‒ La estética cristiana consiste por tanto en descubrir la gloria de Dios en el rostro y vida de un ser humano (Cristo), varón o mujer, para mirarle cara a cara y venerarle en gozo y gloria, acompañándole (acogiéndole, ayudándole) en concreto, en gesto de responsabilidad, de acogida. Desaparecen o quedan en muy segundo plano las mediaciones de imágenes y cantos, creaciones sacrales o políticas: la belleza suprema de Dios es la vida de los hombres, en especial de los pobres, y el arte más alto la entrega a favor de ellos.
2. No hay imagen de Dios, cada rostro humano es Dios en persona. Los cristianos saben que no pueden fabricarse imágenes externas, idolátricas, de Dios o de los hombres, pues sólo los hombres concretos, que viven y aman, sufren y mueren (como Jesús), son signo y presencia de Dios en la historia. Desde aquí se abre un camino nuevo de estética, fundada en el rostro que se comunica, que llama y espera, dialogando con otros humanos.
-- Los judíos ponían de relieve la trascendencia de Dios, pero de un modo general, que no podía concretarse del todo en la historia de unos hombres concretos, en apertura al conjunto de la humanidad.
‒- Los cristianos, en cambio, han descubierto la belleza de Dios en la vida y entrega, el amor y presencia de un hombre concreto, Jesús, que es sabiduría, justificación, santidad y redención de Dios, que nos capacita para dialogar y comunicarnos de un modo universal y concreto (cf. 1 Cor 1, 30).
– Palabra hecha carne. El Dios que se encarna en el rostro (cuerpo entero, mirada) del hombre es Palabra hecha carne, en conversación e historia (cf. Jn 1, 1.14). Jesús, rostro de Dios, es fuente y verdad de diálogo entre y para todos los hombres y mujeres, vinculando así los dos aspectos centrales de la realidad. (1) Dios se revela en la presencia y mirada del hombre, al servicio del Reino. (2) Cada ser humano que se abre y ama a los demás es imagen (signo y presencia plena) de Dios.
‒ Belleza y responsabilidad de la vida humana. Sólo habrá una forma central de belleza cristiana: Dios que se revela allí donde los hombres dialogan y se aman. El canon del arte es según eso la “medida” humana: no es bella en sí la ley (judaísmo rabínico), ni el culto sacrificial, ni la riqueza de los grandes edificios, ni el poder o dinero, sino los mismos hombres que puede expresarse sin hipocresía ni velo, en verdad y experiencia de misterio. Ésta es una belleza ética: Sólo podemos contemplar el rostro de alguien allí donde le acogemos en amor, allí donde le recibimos y compartimos con él el diálogo de la vida.
3. La estética de Jesús es una ética de intimidad y comunicación, de acogida y compromiso por los otros. Esta es la experiencia de Jesús, principio de comunión concreta entre los hombres, hermosura suprema. La belleza se identifica por tanto con la misma vida personal humana, en camino de amor y encuentro mutuo, no para evadirnos de la muerte (como querían los griegos), sino para descubrir en ella, por amor a los demás (en Jesús crucificado), la presencia y belleza del Dios que (nos) resucita. Así descubrimos en la base de la vida humana, en Cristo, un misterio de veneración y gozo, un estallido de belleza: ¡Cielo y tierra se encuentran reflejados en su mismo rostro humano, en los ojos que miran diciendo su palabra y esperando una respuesta! Por eso, no es preciso perderse en experiencias imaginarias de mundos exteriores. La expresión suprema de Dios es siempre el hombre: la belleza es el rostro que mira y admira, que ama y que llama, que pregunta y responde.
–‒ Surge así una estética del rostro (individualidad histórica y comunicación). Jesús no quiere conducirnos hacia mundos ideales de belleza eterna (lejos de la humanidad concreta), ni a experiencias “superiores” de inmersión cósmica. La belleza es el mismo ser humano, a quien Jesús ofrece su ayuda humanizadora (milagros), a quien abre un camino de experiencia y comunicación de amor concreto.
‒ Todo rostro humano es presencia de Dios. Por eso, allí donde se representa en su verdad y belleza concreta (no en evasión idealista), viene a revelarse el mismo ser divino. Por eso, el rostro en imagen (el iconos pintados de Jesús icono real) no puede sustituir nunca el rostro físico, histórico, de los hombres y mujeres concretos, es decir, el encuentro personal con él, a través de los hombres sus hermanos, en amor de belleza carnal (es decir, de palabra encarnado; cf. Jn 1, 14), que se concreta de un modo muy preciso en el gesto de ayuda a los más pobres (cf. Mt 25, 31-46).
‒ Pero no es un rostro para ser mirado y dejado en la montaña lejana o en la vitrina de una religión separada de la vida, sino para ser acogido y amado, en gesto diálogo. Reconocer a Dios en el rostro del otro es iniciar con él un camino de transformación y ayuda, de servicio mutuo.
A la luz de la gloria por la sombra de la cruz
Lucas 9, 28-36. 2o. Domingo de Cuaresma Ciclo C. Nuestro Señor concede a sus apóstoles la gracia de contemplar su rostro transfigurado, para confirmarlos en su fe y que no desfallezcan.
por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
Oración introductoria
Señor, me acerco a Ti con fe, una gran confianza y mucho amor. Quiero subir contigo a la montaña de la oración para contemplarte e iluminar interiormente mi vida. Pido a la Virgen María, mi guía en el camino de la fe, que me ayude a vivir esta experiencia.
Petición
Jesucristo, dame la gracia de encontrarte íntimamente para dejar atrás, en esta Cuaresma, todo lo que me aparte de Ti.
Meditación del Papa Francisco
En este segundo domingo de cuaresma, la iglesia nos indica la finalidad de este itinerario de conversión, o sea la participación a la gloria de Cristo, en quien resplandece su rostro de Siervo obediente, muerto y resucitado por nosotros.
La página evangélica nos cuenta el evento de la Transfiguración, que se coloca en el ápice del ministerio público de Jesús. Él está en camino hacia Jerusalén, donde se cumplirán las profecías del "Siervo de Dios" y se consumará su sacrificio redentor. Las multitudes no entienden esto, y delante a la perspectiva de un Mesías que contradice expectativas terrenas que ellos tienen, lo han abandonado. [...]
Y Jesús es el Hijo que se hizo Servidor, enviado al mundo para realizar a través de la cruz el proyecto de la salvación, para salvarnos a todos nosotros. Su plena adhesión a la voluntad del Padre, vuelve su humanidad transparente a la gloria de Dios, que es el Amor. Jesús se revela así, como la imagen perfecta del Padre, la irradiación de su gloria.[...]
Con Pedro, Jacobo y Juan, subimos también nosotros hoy, en el monte de la Transfiguración y nos detenemos en contemplación del rostro de Jesús, para recoger el mensaje y aplicarlo en nuestra vida; para que también nosotros podamos ser transfigurados por el amor.
En realidad el amor es capaz de transfigurar todo, el amor transfigura todo. ¿Creemos en esto? (S.S. Francisco, Angelus, 1 de marzo de 2015).
Reflexión
Dentro de los Museos vaticanos, en Roma, se encuentra una de las obras maestras del arte universal: La Transfiguración, pintura realizada por Rafael el año 1517, y expuesta actualmente en la Pinacoteca vaticana. En la parte superior de este hermoso cuadro, la luz parece atraer la blanca figura de Cristo hacia el cielo, mientras las nubes son arrastradas por un viento de tempestad; y sobre la cima del monte Tabor los apóstoles Pedro, Santiago y Juan quedan encandilados por la luz fulgurante de Cristo.
¡Qué impresionante debió haber sido aquel momento dichoso en el que Jesús mostró la gloria de su divinidad a sus apóstoles predilectos! Lucas nos dice que Jesús subió a un monte a orar. Y mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, y sus vestidos se volvieron blancos y resplandecientes. Mateo añade un detalle significativo.
Dice que el rostro de Jesús se volvió brillante, más hermoso que el sol y blanco como la luz. El sol, y sobre todo la luz, aparecen con frecuencia en las Sagradas Escrituras, y siempre en un contexto de revelación y de teofanía. Es decir, son indicio y reflejo de la presencia divina.
Además, Mateo y Marcos, para expresarnos el misterio sorprendente de este momento, usan un verbo muy fuerte y expresivo. Dicen que Jesús se metamorfoseó; y este vocablo griego indica un cambio de forma, de aspecto, de figura. Es el mismo término que emplea san Pablo para describir nuestra futura resurrección, y significa una transformación profunda, un estado superior al de la tierra, una gloria celestial.
Martín Descalzo comenta: fue como si Jesús hubiera desatado al Dios que era y al que tenía velado y contenido en su humanidad. Su alma de hombre, unida a la divinidad, deborda en este momento e ilumina todo su cuerpo. Si a un hombre es capaz de transformarlo una alegría, ¿qué no sería aquella tremenda fuerza interior que Jesús contenía para no cegar a cuantos le rodeaban?. Tiene razón. Era como si nuestro Señor dejara en este momento explotar toda la potencia y el esplendor de su gloria divina para mostrar la verdadera realidad de su Persona. ¡Debió haber sido algo sumamente impresionante!
Podemos hablar no sólo de un éxtasis de Cristo, sino muchísimo más que eso: era la manifestación radiante de su auténtica naturaleza y condición divina, la irradiación de la gloria de Dios como afirma la carta a los Hebreos y la impronta de su sustancia (Hb 1, 3).
¡Cómo habrá impactado esta revelación de Cristo a sus apóstoles! Tanto que los tres evangelios sinópticos nos refieren unánimemente que estaban aterrados, ante la contemplación de esta gloria y belleza sin igual. Y Pedro, fuera de sí o sea, literalmente, extasiado, pues eso significa esta palabra en griego exclama: ¡Maestro, qué hermoso es estarnos aquí!. ¡Claro! Era como estar en el cielo, ni más ni menos.
Sin embargo, puede resultarnos un poco paradójico que la Iglesia nos presente este pasaje evangélico dentro de la Cuaresma, en un período de penitencia, de sacrificio y de austeridad. Mucho más lógico sería que nos lo ofreciera en el período de Pascua, por ejemplo. Pero no. Y tiene mucho sentido. Me explico brevemente.
En el Tabor aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús. ¿Sabemos, acaso, el tema de sus conversaciones? Por fortuna, Lucas nos lo refiere: hablaban de su muerte de Jesús, por supuesto que había de cumplirse en Jerusalén. Pero, ¿no estaba Cristo revelándose ahora en toda su gloria? Y entonces, ¿por qué tenía que hablar precisamente de su muerte en estos momentos? ¿Por qué no hablaba de cosas más agradables y positivas?
Porque para Cristo, su máxima gloria debía llegar a través de la Cruz. Y cuando habla de su Pasión, constantemente habla de su glorificación (Jn 7,39; 12,23; 13,31-32; 17,1). Su triunfo definitivo vendrá en el Calvario: Yo, cuando sea exaltado de la tierra, atraeré a todos hacia mí (Jn 12,32). Su muerte en el Gólgota era, para Él, sinónimo de glorificación y exaltación. ¡Otra de esas locuras y paradojas desconcertantes de Jesús! Éste es su lenguaje. Un lenguaje divino que sólo puede ser comprendido y acogido por la fe y el amor. No hay vuelta de hoja. Y si nosotros queremos ser auténticos cristianos cristianos a fondo y no de fachada tenemos que ir por este camino. Nuestro Señor concede a sus apóstoles la gracia de contemplar su rostro transfigurado en el Tabor para confirmarlos en su fe y para que no desfallezcan ni se escandalicen cuando vean su rostro desfigurado en la Cruz. La pasión y el dolor son camino de gloria y de resurrección.
Propósito
Visitar a Cristo en la Eucaristía y pedirle el don de conocerlo y amarlo mejor.
Diálogo con Cristo
Señor, que no soñemos nosotros con triunfos fáciles, con una vida de placeres y de glorias mundanas. A la luz de la gloria del cielo hemos de llegar a través del camino, muchas veces oscuro y penoso, de la cruz. Pero si vamos por esta senda, ¡vamos con paso seguro! Ahora compartimos tus sufrimientos en la cruz. Pero, cuando llegue aquel día bendito de nuestra propia transfiguración, nuestra dicha y nuestra gloria será casi infinita. De momento, tenemos que llorar y lamentarnos, pero de nuevo volverás a nosotros y nos llevarás contigo, y nuestra tristeza se convertirá en gozo. Y entonces, en aquel día ya sin noche y sin ocaso, nadie será capaz de quitarnos nuestra alegría
San Pedro Damiani – 21 de febrero
«Este doctor de la Iglesia, obispo y cardenal de Ostia, entendió que la ofrenda de sus tendencias dominantes serían más efectivas espiritualmente que los instrumentos penitenciales que se aplicaba como castigo»
La penitencia, el ayuno de las pasiones, tiene en la vida santa una expresión concreta. Todo aquel que aspira a la perfección sabe, porque así lo indicó Cristo, que no puede alcanzarla si no está dispuesto a negarse a sí mismo. Ahora bien, durante siglos en la historia de la ascética las penitencias físicas tenían gran ascendente sobre otras opciones expiatorias. Sin embargo, la virulencia con la que muchos hombres y mujeres se aplicaron cilicios y disciplinas varias, no siempre dio los resultados que cabría esperar. Pedro Damiani, que inició una vía purgativa alentada por la mortificación física, se percató después del alcance de esa entrega cotidiana que conllevan los heroicos y silenciosos sacrificios, siempre lacerantes, pero llenos de bendiciones. Nació en Ravena, Italia, en 1007. Pertenecía a una familia numerosa y pobre. Fue el último de los hijos y perdió a sus padres prematuramente. Entonces quedó a cargo de uno de sus hermanos, que le trató con inusitada dureza. Apenas sabía caminar y ya estaba cuidando puercos. Pero otro de sus hermanos, Damián, era arcipreste de Ravena y se ocupó de su formación. Cursó estudios en Faenza y en Parma con gran aprovechamiento, bajo su atenta mirada. Impresionado y agradecido por el trato fraternal que recibió, Pedro incorporó el nombre de pila de aquél al suyo; de ahí proviene Damiani. Acostumbrado a la rudeza de la vida, que sufrió tan tempranamente, la austeridad fue su gran aliada cuando determinó abandonar el mundo exterior ingresando en el convento de Fonte Avellana, donde residía una comunidad de ermitaños.
La divina Providencia alumbró sus reflexiones con la presencia inesperada de dos benedictinos que pertenecían al convento y que dieron respuesta satisfactoria a sus preguntas respecto a la forma de vida que llevaban. Experimentando con fuerza las tentaciones de la carne, no dudó en defenderse de los ataques del maligno arrancándose de las garras del pecado con duras mortificaciones.
En conformidad con las costumbres de la época colocó debajo de su camisa un cilicio, se azotaba y ayunaba. Su cuerpo no estaba hecho a esta clase de durezas tan intensas y sintió el peso de su debilidad. Comprendió entonces que las penitencias deben ser otras, entendiendo que debía tener paciencia y cumplir los afanes del día a día, estudiando y trabajando con denuedo. La severidad que se infligía, se tornaba misericordia e indulgencia con los demás, siempre atendiendo a la vivencia de la caridad. Había aprendido de su experiencia y enseñó a otros a que luchasen por el Reino de Dios; esa era su mejor y más fecunda penitencia en lugar de castigar su organismo. Se dedicó a estudiar las Sagradas Escrituras con tanto empeño que fue designado para suceder al abad, y en contra de su voluntad, ya que en manera alguna deseaba esa misión, la asumió en 1043. De su fecunda pluma surgieron textos dirigidos a los ermitaños. Señaló los deberes de clérigos y monjes, abordando también temas morales y disciplinares. Decía: «Es imposible restaurar la disciplina una vez que ésta decae; si nosotros, por negligencia, dejamos caer en desuso las reglas, las generaciones futuras no podrán volver a la primitiva observancia. Guardémonos de incurrir en semejante culpa y transmitamos fielmente a nuestros sucesores el legado de nuestros predecesores». Es autor del Libro Gomorriano (por Gomorra), con el que quiso contrarrestar el poderoso influjo de las costumbres licenciosas de su tiempo. «Este mundo —escribió en esta obra—se hunde cada día de tal suerte en la corrupción, que todas las clases sociales están podridas. No hay pudor, ni decencia, ni religión; el brillante tropel de las santas virtudes ha huido de nosotros. Todos buscan su interés; están devorados por el apetito insaciable de los bienes de la tierra. El fin del mundo se acerca, y ellos no cesan de pecar. Hierven las olas furiosas del orgullo, y la lujuria levanta una tempestad general. El orden del matrimonio está confundido, y los cristianos viven como judíos. Todos, grandes y pequeños, están enredados en la concupiscencia, nadie tiene vergüenza del sacrilegio, del perjurio, de la lujuria, y el mundo es un abismo de envidia y de hediondez». Promovió la comunión con la Sede Apostólica. Es conocida su actividad en contra de la simonía, frecuente en la época, que proporcionaba a la Iglesia gobernantes indignos de su oficio. Vivió austeramente hasta el final de su existencia. Huyendo del ocio como de la peste, cuando no se hallaba en la oración o estaba absorto en el trabajo, fabricaba utensilios diversos. Fundó otras cinco comunidades de ermitaños fomentando entre los monjes el espíritu de retiro, caridad y humildad. Además, estuvo al servicio de la Iglesia. Fue designado obispo y cardenal de Ostia en 1057. Su última misión fue solventar el controvertido asunto que implicaba al arzobispo de Ravena por indicación del papa Alejandro II. Aquél había sido excomulgado por sus atrocidades. Cuando llegó para entrevistarse con él, el arzobispo había muerto. Pero convirtió a sus cómplices, a quienes impuso la debida penitencia. En febrero de 1072 al regresar a Roma contrajo una fiebre de tal calibre que a los ocho días se produjo su muerte. En estos postreros instantes le acompañaron un grupo de monjes que residía en un monasterio establecido en una zona circundante a Faenza, que recitaron los maitines alrededor de su lecho. León XIII lo canonizó el año 1823, y él mismo lo declaró doctor de la Iglesia en 1828.
El Papa en el ángelus exhorta a abolir la pena de muerte
El papa Francisco al concluir la oración del ángelus realizada este segundo domingo de cuaresma, desde la ventana de su estudio que da a la Plaza de San Pedro, deseó que el congreso internacional que inicia mañana lunes en Roma pueda dar un nuevo impulso al empeño para la abolición de la pena de muerte. Se trata de congreso que lleva por título: “Por un mundo sin pena de muerte”, el cual es promovido por la Comunidad de San Egidio. Como “una señal de esperanza” fue calificada por el Santo Padre, el hecho de que en la opinión pública gane cada vez más consenso la idea de abolir la pena de muerte “incluso como instrumento de legítima defensa social”. Porque de hecho “las sociedades modernas tienen la posibilidad de reprimir eficazmente el crimen sin quitar definitivamente a quien lo cometió la posibilidad de redimirse” dijo. Un problema aseguró el pontífice latinoamericano, que “va encuadrado en la óptica de una justicia penal que sea cada vez más conforme a la dignidad del hombre y al designio del Dios para el hombre y la sociedad”. Porque explicó, “el mandamiento ‘no matarás’, tiene valor absoluto y se refiere sea al culpable que al inocente”. Partiendo de esta premisa el Pontífice señaló que el Jubileo Extraordinario de la Misericordia es una “ocasión propicia para promover en el mundo formas cada vez más maduras de respeto de la vida y de la dignidad de cada persona”. Porque incluso el criminal tiene el “derecho inviolable a la vida, don de Dios”. El papa Francisco hizo así “un llamado a la conciencia de los gobernantes”, para “que se llegue a un consenso internacional para abolir al pena de muerte”. Y propuso a quienes entre ellos son católicos que cumplan un gesto de coraje y ejemplar: “que ninguna condena sea aplicada en este Año Santo de la Misericordia”.
“Todos los cristianos y hombres de buena voluntad -concluyó el Papa- están llamados hoy a trabajar para abolir la pena de muerte”, pero también para “mejorar las condiciones de las cárceles, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de su libertad.
El Papa muestra la misericordina
El Papa distribuye de nuevo la 'misericordina plus', una medicina espiritual
Francisco pide "la abolición de la pena de muerte"
"El viaje que he realizado a México fue una experiencia de transfiguración"
José Manuel Vidal, 21 de febrero de 2016 a las 11:35
El no matarás tiene valor absoluto, tanto para los inocentes como para los culpables. También el criminal mantiene el inviolable derecho a la vida"
(José M. Vidal).- Desde la cátedra de la ventana, el Papa Francisco ha vuelto a recetar la 'misericordina', la medicina para el mundo de hoy. En su alocución, recordó su viaje a México y su encuentro con el "querido hermano Cirilo" en Cuba, al tiempo que pedía la "abolición de la pena de muerte", al menos durante este año de la misericordia.
Algunas frases del discurso papal
"El viaje que he realizado a México fue para todos nosotros una experiencia de transfiguración"
"El Señor nos mostró la luz de su gloria, a través del cuerpo de su Iglesia, de su pueblo santo que vive en aquella tierra. Un cuerpo herido, oprimido, despreciado y violado en su dignidad"
"Encuentros llenos de luz de la fe que transfigura el rostro"
"El corazón del peregrinaje fue el santuario de la virgen de Guadalupe"
"Me he dejado mirar por aquella que lleva en sus ojos las miradas de todos sus hijos y recoge los dolores por la violencia y los asesinatos de tanta pobre gente"
"Guadalupe es el santuario mariano más frecuentado del mundo"
"La herencia del Señor a México: custodiar la diversidad y manifestar la armonía de la fe común"
"He ido a confirmar en el fe al puelbo mexicano y me he dejado confirmar por él"
"Ejemplo luminoso de lo que digo fue dado por las familias, que me acogieron con alegría, como mensajero de Cristo"
"Doy gracias a Dios y a la Virgen de Guadalupe por el don de este peregrinaje"
"Gracias al presidente de México...y a mis hermanos en el episcopado"
"En Cuba, el encuentro del papa y el Patriarca de Moscú, el querido hermano Cirilo"
"Un encuentro tan deseado incluso por mis predecesores"
"Este evento es una luz profética de resurrección"
"Que la Virgen nos guíe en el camino de la amistad y de la unidad"
"El Patriarca me regaló un icono de la Virgen de Kazán. Recemos juntos un avemaría"
Saludos después del ángelus
"Mañana, convenio por un mundo sin pena de muerte, promovido por San Egidio. Empeño por la abolición de la pena capital"
"Hay cada vez mayor oposición contra la pena de muerte. Reprimir eficazmente el crimen sin acabar con la vida de los criminales"
"Una justicia penal siempre cada vez más conforme con la dignidad del hombre y abierta a la esperanza de la reinserción"
"El no matarás tiene valor absoluto, tanto para los inocentes como para los culpables"
"También el criminal mantiene el inviolable derecho a la vida"
"Llamo a la conciencia de los gobernantes, para que se llegue a un consenso internacional para la abolición de la pena de muerte. Y los que de entre ellos sean católicos, que cumplan el gesto valiente de que ninguna condena a muerte se realice durante este año de la misericordia"
"Trabajar no sólo por la abolición de la pena d emuerte, sino trabajar por la mejora de las condiciones carcelarias"
Saluda a los fieles de Sevilla, Cádiz y Ceuta, entre otros.
"El centro de la Cuaresma es la misericordia. He pensado regalarles una medicina espiritual, llamada misericordina"
"Ya lo hicimos una vez. Pero ésta es de mejor calidad. Una mesericordina plus".
"La distribuirán los voluntarios, entre los cuales están los probres y sin techo"
"Ayuda espiritual, para difundir el amor, el perdóm y la fraternida
Las cajitas de la ‘medicina espiritual', que distribuyeron en la Plaza de San Pedro distribuyeron gratuitamente los sin techo, voluntarios y religiosos, contienen una explicación en tres lenguas: italiano, español e inglés, para conocer la posología y detalles de este medicamento.
También contiene la «coronilla de la Divina Misericordia», con 59 grageas, y la imagen de Jesús Misericordioso.