Dar buenos frutos

Evangelio según San Mateo 7,15-20. 

Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán. 

San Tomás Moro

Santos Juan Fisher y Tomás Moro, mártires

San Juan Fisher, obispo, y santo Tomás Moro, mártires, que, por haberse opuesto al rey Enrique VIII en la controversia sobre su matrimonio y sobre la primacía del Romano Pontífice, fueron encarcelados en la Torre de Londres, en Inglaterra.

Juan Fisher, obispo de Rochester, varón conocido por su erudición y por la dignidad de su vida, por mandato del rey fue decapitado este día frente a la cárcel, y Tomás Moro, padre de familia de vida integérrima y presidente del consejo real, por mantenerse fiel a la Iglesia católica murió el día 6 de julio, uniéndose así al martirio del obispo.

San Juan Fisher, obispo, (1469 - 1535) y  Santo Tomás Moro, seglar, (1477 - 1535), mártires.  

Juan Fisher nació el año 1469; fue hijo de un modesto mercero de Beberly, en el condado de York (Inglaterra); estudió teología en Canbridge, fue ordenado presbítero, por privilegio, cuando solo contaba veintidós años, y a los treinta y cinco ya era Vicecanciller de la Universidad.  

Consumado humanista, fundó los Colleges de Cristo y de san Juan, amplió bibliotecas y fundó cátedras con la ayuda de Lady Margaret, madre de Enrique VII.

Erasmo llegó a afirmar que no había en el país «hombre más culto, ni obispo más santo».   Fue nombrado obispo de Rochester en el año 1504, cargo que ejerció con una vida llena de austeridad y de entrega pastoral, visitando con frecuencia a los fieles de su grey. Se mostró como decidido apologista antiprotestante.    

Mantuvo una postura firme y clara ante los proyectos de Enrique VIII sobre su anulación matrimonial, defendiendo la validez y la indisolubilidad del contraído con la reina Catalina de Aragón. Miembro de la Cámara de los Lores, arremete contra ciertas medidas anticlericales y hace añadir una cláusula fatalmente restrictiva al nombramiento de Enrique VIII como Cabeza de la Iglesia en Inglaterra.  

Su actitud le llevó a estar dos veces en la cárcel, a sufrir atentados e intentos de asesinato y a soportar bajas calumnias.  Por su negativa a prestar el juramento de Supremacía, se le encarceló en la Torre de Londres, le despojaron de su título episcopal y declararon a Rochester «sede vacante».  

Tomás Moro nació el año 1477, y completó sus estudios en Oxford; se casó y tuvo un hijo y tres hijas. Ocupó el cargo de Canciller del reino. Intimo compañero y amigo personal del rey Enrique VIII, abogado distinguido, notable humanista de gran cultura, amigo de Erasmo, cariñoso padre de familia, caballero simpático por su buen humor y, además católico fervoroso.  

Cuando vio que era incompatible con su religión el juramento de sumisión a Enrique como cabeza de la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión, intentando vivir una vida tranquila con su familia, sin más complicaciones. Pero fue apresado y metido en la Torre de Londres. A todos los esfuerzos de sus amigos para convencerle de que debía prestar su juramento contestó sencillamente que no podía reconciliarlo con su conciencia.   Cuando su propia mujer le insiste a hacerlo por lo que ella juzgaba que era bien para su casa, le contestó: «¿Cuántos años crees que podría vivir en mi casa?» «Por lo menos veinte, porque no eres viejo», le dijo ella. «Muy mala ganga, puesto que quieres que cambie por veinte años toda la eternidad». Escribió varias obras sobre el arte de gobernar y en defensa de la religión.  

Ambos, por haberse opuesto al rey Enrique VIII en la cuestión de su pretendida anulación de matrimonio, fueron decapitados el año 1535: Juan Fisher el día 22 de Junio, Tomás Moro el día 6 de Julio, después de quince meses de cárcel donde escribió «Diálogo en tiempo de tribulación». El obispo Juan Fisher, mientras estaba en la cárcel, fue designado cardenal por el Papa Pablo III

Oremos  
Señor, tú que has querido que el martirio sea el supremo testimonio de la fe, concédenos, por la intercesión de los santos Juan Fisher y Tomás Moro, ratificar con nuestra vida la fe que profesamos con nuestros labios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad No hay amor más grande

Dar buenos frutos

Si alguien siente que Dios le pide comprometerse en la reforma la sociedad, eso es una cuestión entre él y Dios. Todos debemos servir a Dios allí donde nos sintamos llamados. Personalmente me siento llamada a servir a los individuos, a amar a cada ser humano. Nunca pienso en términos de masas o de grupos, sino siempre en las personas. Si pensara en las multitudes, no empezaría nunca nada; es la persona la que cuenta para mí; creo en los encuentros cara a cara. 

Nuestros actos transparentan la plenitud de nuestro corazón: según es mi comportamiento con este leproso, según es mi comportamiento con este agonizante, según me comporto con este SDF. A veces es más difícil trabajar con los vagabundos que con los moribundos de nuestros hospicios, porque estos últimos están apaciguados ante la expectativa de que pronto se encontrarán con Dios. Podemos  acercarnos al enfermo, al leproso y estar convencidos que tocamos al cuerpo de Cristo. Pero cuando se trata de un borracho que chilla, es más difícil pensar que estamos delante de Jesús escondido en él. ¡Cuán puras y amorosas deben estar nuestras manos para hacer llegar a estos seres la compasión! 

Ver a Jesús en la persona espiritualmente más pobre  requiere un corazón puro. Cuanto más desfigurada esté la imagen de Dios en una persona, tanto más grandes deben ser la fe y la veneración en nuestra búsqueda del rostro de Jesús y nuestro ministerio de amor cerca de él... Hagámoslo con un sentimiento de profundo reconocimiento y piedad. Según el carácter repugnante del trabajo a realizar, será la medida del amor y el gozo de servir.

Los falsos profetas

Tiempo Ordinario

Mateo 7, 15-20. Tiempo Ordinario. Dar fruto es comunicar a los demás una fe que hemos recibido como un don.

Oración introductoria
Jesús, ilumina mi oración para salir de ella fortalecido, dispuesto a dar los frutos buenos que debo producir. Para perseverar y ser fiel en mi vocación necesito de tu gracia, de tu luz.

Petición
Señor, ayúdame a descubrir lo que me impide crecer más en el amor.

Meditación del Papa Benedicto XVI
La verdadera caridad consiste en amar tanto a los amigos como a los enemigos, añade: "Si uno adolece de esta virtud, pierde todo bien que tiene, es privado del talento recibido y es arrojado fuera, a las tinieblas". ¡Queridos hermanos, acojamos la invitación a la vigilancia, a la que tantas veces nos llaman las Escrituras! Es la actitud de quien sabe que el Señor volverá y querrá ver en nosotros los frutos de su amor. La caridad es el bien fundamental que nadie puede dejar de hacer fructificar y sin el cual todo otro don es vano. Si Jesús nos ha amado hasta el punto de dar su vida por nosotros, ¿cómo podríamos no amar a Dios con todas nuestras fuerzas y amarnos de verdadero corazón los unos a los otros? Sólo practicando la caridad, también nosotros podremos participar en la alegría del Señor. Que la Virgen María sea nuestra maestra de laboriosa y alegre vigilancia en el camino hacia el encuentro con Dios. 

Benedicto XVI, 13 de noviembre de 2011.

Reflexión
Vivimos en un mundo frenético en sus comunicaciones, y en buena parte de sus actividades laborales y comerciales. Donde se valora quien produce más y se margina a quien no alcanza los ratings de ventas.

Donde la competencia profesional se evalúa constante e implacablemente y se contabiliza con avaricia los resultados. En donde se busca sólo a personas que encabecen proyectos de éxito, etc. La lógica evangélica es, si cabe, más comprometedora.

Para ser un buen discípulo, no basta emplearse a fondo, como lo haríamos al ocupar un cargo de responsabilidad en una empresa hoy en día. No basta siquiera ser original, presentar de manera nueva, atrayente o asequible el mensaje, el producto o el servicio. Aun poniendo en juego todas las dotes humanas de que disponemos, hemos de partir de la base que en todo ello sólo somos instrumentos en las manos de Dios. Porque dar fruto es comunicar a los demás una experiencia, una fe que hemos recibido como un don. Es darla no como quien comparte algo que tiene en "posesión", porque la fe no se posee y es sólo de Dios.

Pero Él nos ha concedido comunicar nuestra vivencia, conscientes que Dios añadirá la parte que le corresponde. Se requiere dejarse guiar por el Espíritu Santo, y sobretodo humildad y confianza, para estar más pendientes de Dios y de su voluntad, que de nosotros mismos. Nuestras virtudes y capacidades, así como nuestros defectos y limitaciones, son también parte de ese plan de Dios. Por sus frutos los reconoceréis... es la llamada colaborar en la obra de Dios si nos prestamos con decisión y humildad.

Propósito. Consentiré sólo buenos pensamientos y deseos y desecharé todo lo que me aleje del amor de Dios.

Diálogo con Cristo. Jesús, quiero vivir siempre bajo tu cuidado exigente, pero amoroso. No puedo dar fruto viviendo mediocremente. Ayúdame a crecer en la generosidad, en la prontitud, en la autenticidad, que nunca consienta el egoísmo o doblez. Sé que esto es difícil, por eso te pido tu gracia, para rectificar hoy todo aquello que me aleja de Ti.

Abrirte una rendija
La fe

Sólo me hace falta permitir, que mi tiempo ya no sea mío, y empezar a descubrir un mundo maravilloso de amor sin límites.

Lo sé por tu Palabra: amas al hombre. A ese hijo tuyo que tantas veces te ha negado. A ese ser débil y frágil que promete ser honesto y no lo cumple. A esa creatura que piensa, sueña, ama, y sucumbe ante el egoísmo, el placer, el dinero.

¿Por qué buscas al hijo rebelde? ¿Por qué abres puertas para que pueda encontrarte quien te ha rechazado tantas veces? ¿Por qué esperas a quien vive envuelto en autoengaños de poder y de soberbia?

Me cuesta entender esa paciencia infinita de tu Corazón. Dios, si no fueras tan bueno, hace ya mucho tiempo que nos habrías abandonado a nuestra suerte.

Sin embargo, sigues tras mis huellas. Esperas a que te abra una rendija, una pequeña grieta en mi alma.

Si algún día dejo de lado mis miedos, mis avaricias, mis complejos; si, tal vez en este momento, permito que tu Palabra limpie la sangre de mis heridas, empezaré a descubrir un mundo maravilloso de amor sin límites, de servicio alegre, de esperanza filial.

Sólo me hace falta abrirte una rendija. Permitir, por un momento, que mi tiempo ya no sea mío, para dejarte decirme, al oído, tu gran sueño: ven a casa, hijo mío, y celebremos juntos un banquete de perdón, de paz, de alegría plena...

Las etapas de la vida célibe
Ser vírgenes no es cuestión de mantenimiento, sino de conquista permanente

“Es claro que la opción por el celibato no se hace de una vez por todas; en efecto, ser vírgenes no es cuestión de mantenimiento, sino de conquista permanente”.

Amadeo Cencini

Cuando hablamos de las etapas del desarrollo, en la vida consagrada, no estamos queriendo decir que sean etapas que forzosamente se tengan que vivir o recorrer de la misma manera cada uno de los consagrados y consagradas, ya que cada uno podría decir que ha vivido un recorrido especial en su vida célibe.

Etapa 1: Amor joven; un deseo que nace
El amor joven es igual a pasión, sentimientos intensos y arrolladores, siempre seguro y firme, por lo tanto sincero, es u amor fresco, vital, también un poco ingenuo e idealista y puede ser por tanto en ocasiones poco fiable. Pero es importante que este amor exista y se de, no sólo en las relaciones de matrimonio, sino también en la elección a la vida consagrada, ya que esta decisión no debe de estar impulsada solamente por motivos teológicos o éticos sino también por un impulso a algo bello, bueno y verdadero, por eso es necesario que las personas cuando inician en la vida religiosa conozcan que hay un nexo natural y constitutivo entre vocación religiosa o sacerdotal y madurez afectiva, hay que entender la vocación a la vida consagrada más que como una llamada a servir como una llamada a amar y que debe de fundar su motivación en abrazar un estado de vida en una propuesta de amor totalmente libre y gratuita.

Etapa 2: Amor adulto; un deseo con fuerte oposición
Se considera a esta etapa un momento de consolidación. Pero como toda consolidación es necesario para ello la prueba. Sin prueba no puede haber ninguna dinámica de crecimiento.

Como dijera el eclesiástico: «Hijo, si te acercas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme, y no te angusties en tiempo de adversidad» (Eclo 2,1). El problema no esta en la prueba misma sino en la manera en que esta sea enfrentada. Sobre todo la prueba afectiva que se presenta sobre todo en esta etapa. En gran parte debido a que la mayoría de los consagrados y consagradas se encuentran alrededor de los treinta años.

Etapa 3: Amor maduro; deseo liberado
Hay un dicho hindú que dice: “Hasta los veinte años uno aprende, entre los veinte y los cuarenta se hace; hacia los cuarenta empieza a buscarse a sí mismo”
Esta es una etapa de renacimiento, contrario a lo que se ha pensado que la crisis de los cuarenta es un tiempo de angustia, se vive mejor esta etapa cuando se tiene una visión más madura de la misma.
La crisis de los cuarenta esta marcada por dos cosas importantes:
• Cambio en el sentido del tiempo, el cual se quiere aprovechar más y se siente que ya no se puede perder en nada que no valga la pena.
• El miedo a morir, que tiene varios significados.
1. Cambio de imagen
a. En relación con uno mismo
b. En relación con Dios
El reto clave en esta etapa es una segunda conversión que se puede buscar de la siguiente forma:
a) Fidelidad de Dios y descentramiento del yo.
b) Fe de enlace y de consolidación

Etapa 4: Amor hasta el fin; deseo realizado
Es evidente que el cuerpo envejece antes que la mente y el corazón y que a muchas personas les cuesta trabajo enfrentarse a la ancianidad, si esto pasa en general es normal que a muchos célibes también les ocurra.

Es un tiempo entonces en donde se vive sobre todo la sabiduría del anciano, la cual esta marcada por los siguientes momentos:


• Tiempo de amor: Donde hay amor esta la prueba más grande de que un corazón virgen no puede envejecer.
• Edad de la transparencia: En oriente se ve al conocimiento como la unión entre la inteligencia y el corazón, eso es lo que se busca en esta etapa de la vida. Que exista una integración de las etapas pasadas a través de la memoria que lleven a una persona virgen a hacer y elaborar una síntesis de su vida que refleje a Dios a los demás y que sobre todo le de respuestas a su propia existencia.

El Papa posa con los refugiados

"Antes de acostarme, rezo esta breve oración: 'Señor, si quieres, puedes purificarme'"
El Papa se rodea de refugiados y proclama: "¡Son nuestros hermanos!"

"Jesús nos enseña a no temer tocar al pobre y al excluido, porque en ellos está Él"

José Manuel Vidal, 22 de junio de 2016 a las 10:24

Hoy me acompañan estos chicos. Muchos piensan que fuese mejor para ellos que se quedasen en sus tierras. Pero allí sufrían tanto. Son nuestros refugiados, nuestros hermanos

(José M. Vidal).- Audiencia papal en una plaza a rebosar, como siempre, y a dos días de la visita de Francisco a Armenia, acompañado de un grupo de refugiados, a los que hizo sentar a su lado. Y enus catequesis proclamó: "¡Son nuestros hermanos!". También confesó que todas las noches, antes de acostarse, reza cinco padrenuestros y esta breve oración: "Señor, si quieres, puedes purificarme".

El Papa dedica mucho tiempo (casi una hora)a saludar a la gente, a su gente, a su pueblo. Y mientras recorre, en papamóvil, los pasillos de la Plaza de San Pedro, besa a los nilos, bendice, interactúa con todos, lanza sus ya clásicos gestos de alegría y escucha todo tipo de frases y alusiones. Desde los nombres de los países a frases sobre el fútbol y, sobre todo, vivas al Papa, a Francisco, al padre Jorge.

Hoy ha subido al papamóvil, para que le acompañen en su recorrido a tres niños y se detuvo, especialmente, con una anciana, a la que le regaló un rosario.

Al final del recorrido, un grupo de refugiados de color, con su pancarta, se acercó al Papa que, al instante, decidió que le acompañasen por la escalinata y se sentasen a su lado en la tarima desde la que el Papa pronuncia su catequesis y la bendición. Un Papa rodeado de refugiados. Todo un gesto, que dice más que mil palabras. Una sorpresa más de un Francisco que no deja jamás de sorprendernos con gestos evangélicos.

Lectura del pasaje del Evangelio de Lucas sobre la curación de un leproso. "Señor, si quieres, puedes limpiarme".



Algunas frases de la catequesis del Papa
"El leproso no solo quiere ser curado, sino purificado, resanado en el cuerpo y en el corazón"
"La lepra era considerada una maldición de Dios"
"Alejados de Dios y de los hombres. Triste vida la de esta gente leprosa"
"El leproso no se resigna ni a la enfermedad ni a la exclusión"
"Esta fe es la fuerza que le permitió romper cualquier convención y buscar el encuentro con Jesús"
"Con Jesús bastan pocas palabras"
"Os haré una confidencia personal. La noche, antes de acostarme, rezo esta breve oración: 'Señor, si quieres, puedes purificarme'. Y rezo cinco padrenuestros por las cinco llagas de Jesús, porque Jesús nos purificó con sus cinco llagas. Lo podéis hacer también vosotros en vuestras casas".
"Jesús extiende la mano y lo toca"
"Ante un pobre, a menudo no lo tocamos. Le ofrecemos la moneda, pero evitamos tocarlo y olvidamos que ése es el cuerpo de Cristo"
"Jesús nos enseña a no temer tocar al pobre y al excluido, porque en ellos está Él"
"Tocar al pobre nos limpia de nuestra hipocresía"
"Tocar a los excluidos"
"Hoy me acompañan estos chicos. Muchos piensan que fuese mejor para ellos que se quedasen en sus tierras. Pero allí sufrían tanto. Son nuestros refugiados. Pero muchos los consideran excluidos. Por favor, son nuestros hermanos"
"El cristiano no excluye a nadie".
"Pensemos en nuestras miserias"
"¡Cuántas veces las cubrimos con la hipocresía de los buenas maneras!"
"Todas las noches, antes de acostaros, decir: 'Señor, si quieres, puedes purificarme'. Digámoslo ahora todos juntos tres veces: Señor, si quieres, puedes purificarme".

 

Texto completo de la catequesis
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

"Señor, si quieres, puedes purificarme!" (Lc 5, 12): Es la petición que hemos escuchado dirigir a Jesús por un leproso. Este hombre no pide solamente ser sanado, sino ser "purificado", es decir, resanado integralmente, en el cuerpo y en el corazón. De hecho, la lepra era considerada una forma de maldición de Dios, de impureza profunda. El leproso tenía que estar lejos de todos, no podía acceder al templo ni a ningún servicio divino. Lejos de Dios y lejos de los hombres. Triste vida hacía esta gente.

A pesar de eso, ese leproso no se resigna ni a la enfermedad ni a las disposiciones que hacen de él un excluido. Para llegar a Jesús, no temió infringir la ley y entrar en la ciudad, cosa que no tenía que hacer, que era prohibido, y cuando lo encontró "se postró ante él y le rogó: ‘Señor, si quieres, puedes purificarme'".

¡Todo lo que este hombre considerado impuro hace y dice es expresión de su fe! Reconoce el poder de Jesús: está seguro que tiene el poder de sanarlo o que todo depende de su voluntad. Esta fe es la fuerza que le han permitido romper toda convicción y buscar el encuentro con Jesús, arrodillándose delante de Él y llamarlo ‘Señor'.

La súplica del leproso muestra que cuando nos presentamos a Jesús no es necesario hacer largos discursos. Bastan pocas palabras, siempre y cuando estén acompañadas por la plena confianza en su omnipotencia y en su bondad. Confiarse a la voluntad de Dios significa de hecho entrar en su infinita misericordia.

Aquí hago una confidencia personal: por la noche, antes de ir a la cama, rezo esta breve oración: "Señor si quieres puedes purificarme" y rezo cinco Padre Nuestro, uno por cada llaga de Jesús, porque Jesús nos ha purificado con las llagas. Esto lo hago yo, y lo pueden hacer también todos en su casa. Y decir: "Señor, si quieres puedes purificarme". Pensar en las llagas de Jesús y decir un Padre Nuestro por cada una. Y Jesús nos escucha siempre.

Jesús es profundamente tocado por este hombre. El Evangelio de Marcos subraya que "Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: ‘Lo quiero, queda purificado'"(1,41). El gesto de Jesús acompaña sus palabras y hace más explícita la enseñanza. Contra la disposición de la Ley de Moisés, que prohibía acercarse a un leproso (cfr Lv 13,45-46), Jesús, contra la prescripción, extiende la mano e incluso lo toca.

¡Cuántas veces encontramos a un pobre que viene a nuestro encuentro! Podemos ser incluso generosos, podemos tener compasión, pero normalmente no lo tocamos. Le damos una moneda, pero evitamos tocar la mano, la tiramos ahí. ¡Y olvidamos que eso es el cuerpo de Cristo! Jesús nos enseña a no tener miedo de tocar al pobre y excluido, porque Él está en ellos.

Tocar al pobre puede purificarnos de la hipocresía e inquietarnos por su condición. Tocar a los excluidos. Hoy me acompañan aquí estos chicos. Muchos piensan de ellos que sería mejor que se hubieran quedado en su tierra, pero allí sufrían mucho. Son nuestros refugiados. Pero muchos les consideran excluidos. Por favor, son nuestros hermanos. El cristiano no excluye a nadie, da sitio a todos, deja venir a todos.

Después de haber sanado al leproso, Jesús le pide que no hable con nadie, pero le dice: "Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio" (v. 14).

Esta disposición de Jesús muestra al menos tres cosas. La primera: la gracia que actúa en nosotros no busca el sensacionalismo. Normalmente esta se mueve con discreción y sin clamor. Para medicar nuestras heridas y guiarnos en el camino de la santidad, esta trabaja modelando con paciencia nuestro corazón sobre el Corazón del Señor, para asumir cada vez más los pensamientos y los sentimientos.

La segunda: haciendo verificar oficialmente la sanación a los sacerdotes y celebrando un sacrificio expiatorio, el leproso es readmitido en la comunidad de los creyentes y en la vida social. Su reintegro contempla la sanación. ¡Como él mismo había suplicado, ahora está completamente purificado! Finalmente, presentándose a los sacerdotes el leproso les da testimonio sobre Jesús y su autoridad mesiánica. La fuerza de la compasión con la que Jesús ha sanado al leproso ha llevado la fe de este hombre a abrirse a la misión. Era un excluido ahora es uno de nosotros.

Pensemos en nosotros, en nuestras miserias. Cada uno tiene la propia, pensemos con sinceridad. ¡Cuántas veces las cubrimos con la hipocresía de las "buenas maneras"! Y precisamente entonces es necesario estar solos, ponerse de rodillas delante de Dios y rezar: "Señor, si quieres, puedes purificarme". Y es necesario hacerlo, hacerlo antes de ir a la cama, todas las noches. Y ahora hacemos esta bonita oración: ‘Señor si quieres, puedes purificarme'. Todos juntos, tres veces, todos: ‘Señor, si quieres, puedes purificarme. Señor, si quieres, puedes purificarme. Señor, si quieres, puedes purificarme'. Gracias".

Texto completo del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:

La súplica que el leproso dirige a Jesús: «Señor si quieres puedes limpiarme», manifiesta el deseo profundo del hombre de una auténtica purificación que lo una a Dios y lo integre en la comunidad. Esta petición, fruto de la fe y de la confianza en Dios, encuentra la respuesta en la acción y en los gestos de Jesús, que, sintiendo compasión, se acerca, lo toca y le dice: «Quiero queda limpio».

Jesús nunca permanece indiferente a la oración hecha con humildad y con confianza y, rechazando todos los prejuicios humanos, se muestra cercano para enseñarnos que no tenemos que tener miedo de acercarnos y tocar al pobre y al excluido, porque en ellos está el mismo Cristo. La acción de Jesús no busca el sensacionalismo, sino que cura con amor nuestras heridas, modelando pacientemente nuestro corazón conforme al suyo. El gesto mesiánico Jesús culmina con la inclusión del leproso en la comunidad de los creyentes y en la vida social: así se llega a la plena curación, que además convierte al sanado en testigo y anunciador de la misericordia de Dios.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que movidos por la humildad y la confianza de la petición del leproso, nos sintamos todos necesitados de la sanación del Señor, y aprendamos a acercarnos al pobre y al excluido reconociendo en ellos al mismo Cristo. Muchas gracias.

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