¿Vino Jesús a dividir las familias?

Me escribe un amigo a propósito del evangelio del pasado domingo, XX del tiempo ordinario, año C (Lucas 12, 49-57), en el que Jesús dice que ha venido a traer división en una misma familia, y me pide encarecidamente que se lo explique, si puedo. Confieso que también a mí se me hace difícil este pasaje, y he pensado que mi solución tal vez interesaría a mis comunicantes de Religión Digital, y quizás les sugeriría otra solución mejor que la que ahora propongo.

La respuesta más fácil sería que, en este y otros lugares evangélicos, se trata de exageraciones propias del lenguaje oriental. Pero esta escapatoria podría llevar a minimizar la exigencia del radicalismo evangélico. No podemos rebajar la exigencia del evangelio.

Jesús dice que para seguirle a medias, más vale no seguirle; véase la doble parábola del remiendo sin tundir en un vestido viejo i el vino nuevo en odres viejos (Mateo 9,16-17 y paralelos) o la doble parábola del que quiso edificar una torre y no calculó lo gastos, o el rey que salió al encuentro de un ejército enemigo, sin mirar si tenía tropas suficientes (Lucas 14,28-33).

No hay que rebajar la exigencia del evangelio, repito, pero hay que asegurarse de que se ha entendido en la dirección correcta, que en el lenguaje metafórico y expresivo de Jesús no siempre es la que señala la acepción literal o material de las palabras; esto sería un fundamentalismo nefasto. Por ejemplo, nadie toma al pie de la letra lo de cortarse una mano que te escandaliza, o no llamar padre a nadie en la tierra (ni siquiera al “padre espiritual”).

Dicen a veces que la mentalidad hebrea (que es el substrato de los evangelios) no tiene capacidad para ideas abstractas. No es así; lo que pasa es que suele expresarlas con realidades concretas. Por ejemplo, para referirse al “mal”, dice “el malo”.

Tiende a personificar conceptos o valores abstractos. Así entiendo yo los “malos” y los “enemigos” que los salmos quieren hacernos odiar. Jesús enseña que hay criterios, valores, filosofías de la vida, que son incompatibles con el Reino de Dios que él predica, y para enseñar que hemos de rechazarlos los personifica.

Puede darse tal incompatibilidad aun con realidades muy metidas en nuestras vidas y en nuestro modo de pensar, como si fueran parientes o amigos, o una propia mano u ojo, y con ellos hay que “cortar por lo sano”. La sociedad que nos rodea es en muchos aspectos enemiga de la fe, y el creyente ha de navegar contra corriente, sin dejarse arrastrar por el ambiente mundano, materialista.

Yo diría que esto es lo que Jesús quiere inculcarnos cuando nos exige romper con todo lo opuesto a la fe cristiana, aunque sean cosas, valores o criterios que tenemos muy metidos en nuestras vidas, y que vemos aceptados a nuestro alrededor, incluso a nuestro lado.

No nos exige romper con personas, sino con criterios de ciertas personas, aunque no quita que en alguna ocasión no tengamos más remedio que romper con alguna persona o grupo, porque se hace prácticamente imposible la convivencia pacífica. Es la famosa regla de san Agustín: “Odiar el pecado, amar al pecador”.

XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO LA UNIVERSALIDAD

Quizá este mes de agosto, tiempo en el que muchos viajamos y salimos de nuestro lugar habitual de residencia, es momento propicio para hacer una observación esperanzadora, al comprobar la diversidad de orígenes de las personas con las que se entabla relación y que expresan los mismos sentimientos religiosos.

Estos días estamos haciendo el Camino de Santiago, y es precisamente en su travesía donde de manera privilegiada se pueden intercambiar saludos con peregrinos procedentes de otros pueblos y naciones.

Justamente este domingo los “Amigos de Buenafuente” hacemos la invocación al Apóstol Santiago, momento de gran emoción, en el que veremos con nuestros ojos cumplirse la profecía que hoy se proclama como primera lectura: “Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua (…). Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos”.

El salmista rubrica la visión de Isaías y nos invita a entonar un himno de alabanza, junto con todos los creyentes del mundo, e incluso con quienes de buena voluntad viven en el respeto a la creación, y aman la paz: “Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos”.

Es Jesús quien de manera provocativa dice a su pueblo: “Vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios”. Estas palabras molestaron mucho a los contemporáneos del Maestro de Nazaret, y cabe que también sean una llamada de atención para quienes hemos heredado la fe cristiana y sin embargo vivimos con menos radicalidad que los peregrinos de países sin tantas raíces apostólicas.

El autor de la Carta a los Hebreo apela a la necesidad de la corrección para despertarnos de la posible inercia. Uno de los frutos que se perciben cuando se ve a otros vivir la fe es el estímulo de la sana emulación. ¡Ojalá que el tiempo de vacaciones se esté convirtiendo en el mejor ejercicio de salir de nosotros mismos, de enriquecimiento cultural, y de estímulo para vivir con mayor coherencia nuestra pertenencia a Jesucristo!

Al declinar el mes de agosto, no perdamos la ocasión de impregnarnos de universalidad, para que durante el tiempo de trabajo en nuestros lugares habituales, no perezcamos por pérdida de horizonte, y la memoria del testimonio de tantos creyentes, como ha sucedido en la JMJ de Cracovia, nos estimule a permanecer gozosos en la fidelidad al Evangelio.

Pío X, Santo CCLVII Papa, 21 de agosto

Martirologio Romano: Memoria del papa san Pío X, que fue sucesivamente sacerdote con cargo parroquial, obispo de Mantua y después patriarca de Venecia. Finalmente, elegido Sumo Pontífice, adoptó una forma de gobierno dirigida a instaurar todas las cosas en Cristo, que llevó a cabo con sencillez de ánimo, pobreza y fortaleza, promoviendo entre los fieles la vida cristiana por la participación en la Eucaristía, la dignidad de la sagrada liturgia y la integridad de la doctrina (1914).

Etimología: Pío = piadoso. Viene de la lengua latina.

Breve Biografía
Giuseppe Melchiorre Sarto, quien luego sería el Papa Pío X nació el 2 de Junio de 1835 en Riese, provincia de Treviso, en Venecia. Sus padres fueron Giovanni Battista Sarto y Margarita Sanson. Su padre fue un cartero y murió en 1852, pero su madre vivió para ver a su hijo llegar a Cardenal. Luego de terminar sus estudios elementales, recibió clases privadas de latín por parte del arcipreste de su pueblo, Don Tito Fusarini, después de lo cual estudió durante cuatro años en el gimnasio de Castelfranco Veneto, caminando de ida y vuelta diariamente.

En 1850 recibió la tonsura de manos del Obispo de Treviso y obtuvo una beca de la Diócesis de Treviso para estudiar en el seminario de Padua, donde terminó sus estudios filosóficos, teológicos y de los clásicos con honores. Fue ordenado sacerdote en 1858, y durante nueve años fue capellán de Tómbolo, teniendo que asumir muchas de las funciones del párroco, puesto que éste ya era anciano e inválido. Buscó perfeccionar su conocimiento de la teología a través de un estudio asiduo de Santo Tomás y el derecho canónico; al mismo tiempo estableció una escuela nocturna para la educación de los adultos, y siendo él mismo un ferviente predicador, constantemente era invitado a ejercer este ministerio en otros pueblos.

En 1867 fue nombrado arcipreste de Salzano, un importante municipio de la Diócesis de Treviso, en donde restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y mantenimiento del hospital con sus propios medios, en congruencia con su habitual generosidad hacia los pobres; especialmente se distinguió por su abnegación durante una epidemia de cólera que afectó a la región. Mostró una gran solicitud por la instrucción religiosa de los adultos. En 1875 creó un reglamento para la catedral de Treviso; ocupó varios cargos, entre ellos, el de director espiritual y rector del seminario, examinador del clero y vicario general; más aún, hizo posible que los estudiantes de escuelas públicas recibieran instrucción religiosa. En 1878, a la muerte del Obispo Zanelli, fue elegido vicario capitular. El 10 de Noviembre de 1884 fue nombrado Obispo de Mantua, en ese entonces una sede muy problemática, y fue consagrado el 20 de Noviembre. Su principal preocupación en su nuevo cargo fue la formación del clero en el seminario, donde, por varios años, enseñó teología dogmática y, durante un año, teología moral. Deseaba seguir el método y la teología de Santo Tomás, y a muchos de los estudiantes más pobres les regaló copias de la “Summa Theologica”; a la vez, cultivó el Canto Gregoriano en compañía de los seminaristas. La administración temporal de la sede le impuso grandes sacrificios. En 1887 celebró un sínodo diocesano. Mediante su asistencia en el confesionario, dio ejemplo de celo pastoral. La Organización Católica de Italia, conocida entonces como la “Opera dei Congressi”, encontró en él a un celoso propagandista desde su ministerio en Salzano.

En el consistorio secreto celebrado en Junio de 1893, León XIII lo creó Cardenal, con el título de San Bernardo de las Termas; y en el consistorio público, tres días más tarde, fue preconizado Patriarca de Venecia, conservando mientras tanto el título de Administrador Apostólico de Mantua. El Cardenal Sarto fue obligado a esperar dieciocho meses, antes de tomar posesión de su nueva diócesis, debido a que el gobierno italiano se negaba a otorgar el exequatur, reclamando que el derecho de nominación había sido ejercido por el Emperador de Austria. Este asunto fue tratado con amargura en periódicos y panfletos; el Gobierno, a manera de represalia, rehusó extender el exequatur a los otros obispos que fueron nombrados durante este tiempo, por lo que el número de sedes vacantes creció a treinta. Finalmente, el ministro Crispi, habiendo regresado al poder, y la Santa Sede, habiendo elevado la misión de Eritrea a la categoría de Prefectura Apostólica en atención a los Capuchinos Italianos, motivaron al Gobierno a retractarse de su posición original. Esta oposición no fue causada por ninguna objeción contra la persona de Sarto. En Venecia el cardenal encontró un estado de cosas mucho mejor que el que había hallado en Mantua. También allí puso gran atención en el seminario, donde logró establecer la facultad de derecho canónico. En 1898 celebró el sínodo diocesano. Promovió el uso del Canto Gregoriano y fue gran benefactor de Lorenzo Perosi; favoreció el trabajo social, especialmente los bancos en las parroquias rurales; se dio cuenta de los peligros que entrañaban ciertas doctrinas y conductas de algunos Cristiano-Demócratas y se opuso enérgicamente a ellas. El Congreso Eucarístico Internacional de 1897, en el centenario de San Gerardo Sagredo (1900), la bendición de la primera piedra del nuevo campanario de San Marcos y la capilla conmemorativa en el Monte Grappa (1901) fueron eventos que dejaron una profunda impresión en él y en su gente. A la muerte de León XIII, los cardenales se reunieron en cónclave y, después de varias votaciones, Giuseppe Sarto fue elegido el 4 de Agosto al obtener 55 de 60 votos posibles. Su coronación tuvo lugar el siguiente Domingo, 9 de Agosto de 1903.

En su primera Encíclica, deseando revelar hasta cierto punto su programa de trabajo, mencionó el que sería el lema de su pontificado: “instaurare omnia in Christo” (Ef 1,10). En consecuencia, su mayor atención giró siempre sobre la defensa de los intereses de la Iglesia. Pero ante todo, sus esfuerzos también se dirigieron a promover la piedad entre los fieles, y a fomentar la recepción frecuente de la Sagrada Comunión, y, si era posible, hacerla diariamente (Decr. S. Congr. Concil., 20 de Diciembre, 1905), dispensando a los enfermos de la obligación de ayunar para poder recibir la Sagrada Comunión dos veces al mes, o incluso más (Decr. S. Congr. Rit., 7 de Diciembre, 1906). Finalmente, mediante el Decreto “Quam Singulari” (15 de Agosto, 1910), recomendó que la Primera Comunión en los niños no se demorara demasiado tiempo después de que alcanzaran la edad de la discreción. Fue por deseo suyo que el Congreso Eucarístico de 1905 se celebró en Roma, mientras que aumentó la solemnidad de los congresos Eucarísticos posteriores mediante el envío de cardenales legados. El quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción fue una ocasión que supo aprovechar para impulsar la devoción a María (Encíclica “Ad illum diem”, Febrero 2,1904); y el Congreso Mariano junto con la coronación de la imagen de la Inmaculada Concepción en el coro de la Basílica de San Pedro fueron una digna culminación de la solemnidad. Fuera como simple capellán, como obispo, y como patriarca, Giuseppe Sarto fue siempre un promotor de la música sacra; como Papa publicó, el 22 de Noviembre de 1903, un Motu Proprio sobre música sacra en las iglesias, y, al mismo tiempo, ordenó que el auténtico Canto Gregoriano se utilizara en todas partes, mientras dispuso que los libros de cantos se imprimieran con el tipo de fuente del Vaticano bajo la supervisión de una comisión especial. En la Encíclica “Acerbo nimis” (Abril 15, 1905), planteó la necesidad de que la instrucción catequética no se limitara a los niños, sino que también fuera dirigida hacia los adultos, dando para ello reglas detalladas, especialmente en lo referente a escuelas adecuadas para la impartición de la instrucción religiosa a los estudiantes de escuelas públicas, y aun de universidades. Promovió la publicación de un nuevo catecismo para la Diócesis de Roma.

Como obispo, su principal preocupación había sido la formación del clero, y de acuerdo con este propósito, una Encíclica dirigida al Episcopado Italiano (Julio 28, 1906) hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia que era una amenaza para la disciplina eclesiástica. En beneficio de los seminarios italianos, ordenó que fueran visitados regularmente por los obispos, y promulgó un nuevo programa de estudios que había estado en uso en el Seminario Romano. Por otra parte, como las diócesis del Centro y Sur de Italia eran tan pequeñas que sus seminarios respectivos no podían prosperar, Pío X estableció el seminario regional, que es común para las sedes de una región dada; en consecuencia, muchos seminarios, pequeños y deficientes, fueron cerrados.

Para una mayor eficacia en la asistencia a las almas, a través de un Decreto de la Sagrada Congregación del Consistorio (Agosto 20, 1910), promulgó instrucciones concernientes a la remoción de párrocos como un acto administrativo, cuando tal procedimiento requería de graves circunstancias que podían no constituir una causa canónica para la destitución. Con motivo de la celebración del jubileo de su ordenación sacerdotal, dirigió una carta llena de afecto y prudentes consejos a todo el clero. Por un Decreto reciente (Noviembre 18, 1910), el clero había sido impedido de tomar parte en la administración temporal de organizaciones sociales, lo cual era causa frecuente de graves dificultades.

Pero por sobre todas las cosas, la principal preocupación del Papa era la pureza de la fe. En varias ocasiones, como en la Encíclica con respecto al centenario de San Gregorio Magno, Pío X resaltaba los peligros de ciertos métodos teológicos nuevos, los cuales, basándose en el Agnosticismo y el Immanentismo, por fuerza suprimían la doctrina de la fe de sus enseñanzas de una verdad objetiva, absoluta e inmutable, y más aun cuando estos métodos se asociaban con una crítica subversiva de las Sagradas Escrituras y de los orígenes del Cristianismo.

Por esta razón, en 1907, publicó el Decreto “Lamentabili” (llamado también el Syllabus de Pío X), en el que sesenta y cinco proposiciones modernistas fueron condenadas. La mayor parte de estas se referían a las Sagradas Escrituras, su inspiración y la doctrina de Jesús y los Apóstoles, mientras otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos, la primacía del Obispo de Roma. Inmediatamente después de eso, el 8 de Septiembre de 1907, apareció la famosa Encíclica “Pascendi”, que exponía y condenaba el sistema del Modernismo. Este documento hace énfasis sobre el peligro del Modernismo en relación con la filosofía, apologética, exégesis, historia, liturgia y disciplina, y muestra la contradicción entre esa innovación y la fe tradicional; y, finalmente, establece reglas por las cuales combatir eficazmente las perniciosas doctrinas en cuestión. Entre las medidas sugeridas cabe señalar el establecimiento de un cuerpo oficial de “censores” de libros y la creación de un “Comité de Vigilancia”. Posteriormente, mediante el Motu Proprio “Sacrorum Antistitum”, Pío X llamó la atención en los interdictos de la Encíclica y las disposiciones que habían sido establecidas previamente bajo el pontificado de León XIII sobre la predicación, y sancionó que todos aquellos que ejercieran el sagrado ministerio o quienes enseñaran en institutos eclesiásticos, así como canónigos, superiores del clero regular, y aquellos que servían en oficinas eclesiásticas, deberían tomar un juramento en el que se comprometían a rechazar los errores que eran denunciados en la Encíclica o en el Decreto “Lamentabili”. Pío X retomó este asunto vital en otras ocasiones, especialmente en las Encíclicas que fueron escritas en conmemoración de San Anselmo (Abril 21, 1909) y de San Carlos Borromeo (Junio 23, 1910), en la segunda de las cuales el Modernismo Reformista fue especialmente condenado. Como el estudio de la Biblia es, a la vez, el área más importante y más peligrosa de la teología, Pío X deseaba fundar en Roma un centro especial para esos estudios, que les diera la garantía inmediata de una ortodoxia incuestionable y un valor científico; en consecuencia, y con el apoyo de todo el mundo católico, se estableció el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, bajo la dirección de los jesuitas.

Una necesidad sentida durante mucho fue la de codificar la Ley Canónica, y con la intención de llevarla a cabo, el 19 de Marzo de 1904, Pío X creó una congregación especial de cardenales, de la que Gasparri, convertido en cardenal, sería el secretario. Las más eminentes autoridades en derecho canónico de todo el mundo, colaboraron en la formación del nuevo código, algunas de cuyas prescripciones ya habían sido publicadas, como por ejemplo, las modificaciones a la ley del Concilio de Trento en lo referente a los matrimonios secretos, las nuevas reglas para las relaciones diocesanas y para las visitas episcopales ad limina, y la nueva organización de la Curia Romana (Constitución “Sapienti Consilio”, Junio 29, 1908). Anteriormente, las Congregaciones para las Reliquias e Indulgencias y de Disciplina habían sido suprimidas, mientras que la Secretaría de Asuntos Menores había sido unida a la Secretaría de Estado. La característica del nuevo reglamento es la completa separación de los aspectos judiciales de los administrativos; mientras que las funciones de algunos departamentos habían sido determinadas con mayor precisión y sus trabajos más equilibrados. Las oficinas de la Curia se dividieron en Tribunales (3), Congregaciones (11), y Oficinas (5). Con respecto a los primeros, el Tribunal de Signatura (constituido exclusivamente por cardenales) y el de la Rota fueron revividos; al Tribunal de la Penitenciaría le fueron dejados únicamente los casos del fuero interno (conciencia). Las Congregaciones permanecieron casi como estaban al principio, con la excepción de que una sección especial fue agregada al Santo Oficio de la Inquisición para las indulgencias; la Congregación de Obispos y Regulares recibió el nombre de Congregación de Religiosos y tendría que tratar únicamente los asuntos de las congregaciones religiosas, mientras los asuntos del clero secular serían derivados a la Congregación del Consistorio o a la del Concilio; de este último fueron retirados los casos matrimoniales, los cuales serían ahora enviados a los tribunales o a la recientemente creada Congregación de los Sacramentos. La Congregación del Consistorio aumentó grandemente su importancia debido a que tendría que decidir sobre cuestiones que eran competencia de las otras Congregaciones. La Congregación de Propaganda perdió mucho de su territorio en Europa y América, donde las condiciones religiosas habían comenzado a estabilizarse. Al mismo tiempo, fueron publicadas las reglas y regulaciones para empleados, y aquellas para los diferentes departamentos. Otra Constitución reciente presenta una relación de las sedes suburbicarias.

La jerarquía Católica incrementó grandemente su número durante los primeros años del pontificado de Pío X, en los que se crearon veintiocho nuevas diócesis, la mayoría en los Estados Unidos, Brasil y las Islas Filipinas; también una abadía nullius, 16 vicariatos Apostólicos y 15 prefecturas Apostólicas.

León XIII llevó la cuestión social dentro del ámbito de la actividad eclesial; Pío X también deseó que la Iglesia cooperara, o, mejor aún, desempeñara un papel de liderazgo en la solución de la cuestión social; sus puntos de vista en esta materia fueron formulados en un syllabus de diecinueve proposiciones, tomadas de diferentes Encíclicas y otras Actas de León XIII, y publicadas en un Motu Proprio (Diciembre 18, 1903), especialmente para la orientación en Italia, donde la cuestión social era un asunto espinoso a principios de su pontificado. Buscó especialmente reprimir ciertas tendencias que se inclinaban hacia el Socialismo y promovían un espíritu de insubordinación a la autoridad eclesiástica.

Como resultado del aumento constante de divergencias, la “Opera dei Congressi”, la asociación Católica más grande de Italia, fue disuelta. No obstante, inmediatamente después la Encíclica “Il fermo proposito” (Junio 11, 1905) provocó la formación de una nueva organización, constituida por tres grandes uniones, la Popular, la Económica y la Electoral. La firmeza de Pío X logró la eliminación de, por lo menos, los elementos más discrepantes, posibilitando, ahora sí, una verdadera acción social Católica, aunque subsistieron algunas fricciones. El deseo de Pío X es que la clase trabajadora sea abiertamente Católica, como lo expresó en una memorable carta dirigida al Conde Medolago-Albani. También en Francia, el Sillon, después de un origen prometedor, había dado un giro que lo acercaba a la ortodoxia del extremismo democrático social; y los peligros de esta relación fueron expuestos en la Encíclica “Notre charge apostolique” (Agosto 25, 1910), en la cual los Sillonistas fueron conminados a mantener sus organizaciones bajo la autoridad de los obispos.

En sus relaciones con los Gobiernos, el pontificado de Pío X tuvo que mantener luchas dolorosas. En Francia el papa heredó disputas y amenazas. La cuestión “Nobis nominavit” fue resuelta con la condescendencia del papa; pero en lo referente al nombramiento de obispos propuestos por el Gobierno, la visita del presidente al Rey de Italia, con la consiguiente nota de protesta, y la remoción de dos obispos franceses, deseada por la Santa Sede, se convirtieron en pretextos del Gobierno en París para el rompimiento de las relaciones diplomáticas con la Corte de Roma. Mientras tanto la ley de Separación ya había sido preparada, despojando a la Iglesia de Francia y prescribiendo, además, una constitución para la misma , la cual, si bien no era abiertamente contraria a su naturaleza, por lo menos entrañaba grandes peligros para ella. Pío X, sin prestar atención a los consejos oportunistas de quienes tenían una visión corta de la situación, rechazó firmemente consentir en la formación de las asociaciones cultuales. La separación trajo cierta libertad a la Iglesia de Francia, especialmente en materia de la elección de sus pastores. Pío X, sin buscar represalias, todavía reconoció el derecho francés de protectorado sobre los Católicos en el Este. Algunos párrafos de la Encíclica “Editae Saepe”, escrita en ocasión del centenario de San Carlos Borromeo, fueron mal interpretadas por los Protestantes, especialmente en Alemania, por lo que Pío X elaboró una declaración refutándolos, sin menoscabo a la autoridad de su alto cargo. En ese tiempo (Diciembre, 1910), se temían complicaciones en España, así como la separación y persecución en Portugal, para lo cual Pío X ya había tomado las medidas oportunas. El Gobierno de Turquía envió un embajador ante el Papa. Las relaciones entre la Santa Sede y las repúblicas de América Latina eran buenas. Las delegaciones en Chile y la República Argentina fueron elevadas a la categoría de internunciaturas, y se envió un Delegado Apostólico a Centroamérica.

Naturalmente, la solicitud de Pío X se extendió a su propia estancia, realizando un gran trabajo de restauración en el Vaticano; por ejemplo, en las habitaciones del cardenal-secretario de Estado, el nuevo palacio para los empleados, una nueva galería de pinturas, la Specola, etc. Finalmente, no debemos olvidar su generosa caridad en las calamidades públicas: durante los grandes terremotos de Calabria, pidió la ayuda de todos los Católicos del mundo, logrando reunir, al momento del último sismo, aproximadamente 7’000,000 de francos, que sirvieron para cubrir las necesidades de quienes fueron afectados y para la construcción de iglesias, escuelas, etc. Su caridad no fue menor en ocasión de la erupción del Vesubio y de otros desastres fuera de Italia (Portugal e Irlanda). En pocos años, Pío X obtuvo resultados magníficos y duraderos en interés de conservar la doctrina y disciplina Católicas, aún enfrentando grandes dificultades de todo tipo. Hasta los no Católicos reconocen su espíritu apostólico, su fortaleza de carácter, la precisión de sus decisiones y su búsqueda de un programa claro y explícito.

Francisco, en el Angelus de hoy

El Papa reza por las víctimas del "sangriento atentado" en Turquía y reclama de nuevo la paz
"La puerta de la misericordia de Dios está siempre abierta de par en par para todos"
"Dios no hace preferencias, acoge siempre a todos sin distinciones", asegura Bergoglio

Jesús Bastante, 21 de agosto de 2016 a las 12:28

No es una cuestión de número, de saber cuántas personas se salvarán, sino de que todos sepan cuál es el camino que lleva a la salvación

(Jesús Bastante).- "Nuestra vida no es un juego ni una telenovela; nuestra vida es seria y el objetivo al que llegar es importante: la salvación eterna". El Papa Francisco abordó el "camino de la salvación" que llega por la "puerta estrecha". Una puerta que no está cerrada a nadie, pero que precisa que dejemos fuera nuestros pecados, miedos y orgullos. "La puerta de la misericordia de Dios está siempre abierta de par en par para todos", aseguró el Pontífice.

En su alocucón, Bergoglio explicó a los fieles que esa imagen de la "puerta" es una metáfora en la que Jesús mismo es la "puerta" que nos conduce "a la comunión con el Padre". "No es una cuestión de número, de saber cuántas personas se salvarán, sino de que todos sepan cuál es el camino que lleva a la salvación", y será allí donde se encontrará "el amor y la protección".
"Todo camino -improvisó el Papa- tiene que tener una puerta. ¿Pero cómo es esa puerta? ¿Dónde está? ¿Quién es la puerta? Jesús es la puerta". Y es que "Jesús nos conduce a la comunión con el Padre", porque es allí "donde encontramos amor, comprensión y protección".

¿Por qué es una puerta estrecha? "No porque sea una puerta opresiva, sino porque constriñe nuestro egoísmo y nuestros miedos, y se abre a todos los que nos reconozcamos pecadores, necesitados de su perdón.

Por eso es estrecha", añadió el Papa.

"La puerta de la Misericordia de Dios es estrecha, pero siempre está abierta para todos. Dios no hace preferencias, acoge siempre a todos sin distinciones. Una puerta es estrecha para ocultar nuestro orgullo y nuestro miedo", y abierta a "un flujo incesante de misericordia, que abate toda barrera, abre sorprendentes vías de luz y de paz. La puerta es estrecha pero está siempre abierta", porque "Jesús nos llama a la vida abierta, plena y feliz".

Jesús nos espera, no importa "cualquier pecado que hayamos cometido", para "abrazarnos, ofrecernos su perdón. El solo puede transformar nuestro corazón, dar sentido pleno a nuestra existencia, dándonos la verdadera alegría. Entrando por la puerta de Jesús, la puerta de la fe y del Evangelio, no podremos tener miedo de los egoísmos la usura, la mundanidad. Cuando entras en contacto con el amor y la misericordia de Dios, nuestra vida se ilumina con la lucha del espíritu, una lucha inextingible".

Como viene siendo habitual, el Papa se detuvo y pidió a los fieles meditar, en silencio "sobre las cosas que hay dentro de mí y que me impiden atravesar la puerta: mi orgullo, mi soberbia, mis pecados... y pensemos en la otra puerta, abierta por la misericordia de Dios, que del otro lado nos espera para darnos el perdón".

"El Señor nos da tanta oportunidades para entrar por la puerta de la salvación", recalcó Bergoglio, quien añadió que "no valen discursos académicos sobre la salvación", como "aquel que preguntó a Jesús sobre "cuanto se salvarán". "Tenemos que aprovechar las ocasiones de salvación".

Después de la oración del Ángelus, Francisco recordó y rezó por las víctimas del "sangriento atentado" ocurrido en Turquía este sábado en el que han muertos decenas de personas. El Papa rezó un Ave María por ellos y pidió "el don de la paz para todos".

Después saludó a los peregrinos italianos y a diferentes grupos de fieles llegados de diversos países del mundo como la Asociación Santísimo Redentor de Manfredonia y a los jóvenes del comedor de Cáritas Roma.

El santo padre Francisco rezó este domingo la oración del ángelus desde la ventana de su estudio que da hacia la plaza de San Pedro, en donde miles de fieles y peregrinos le esperaban. Y recordó que la salvación es lo principal en nuestra vida. Señaló también que puerta del cielo es estrecha porque debemos contener nuestro orgullo, si bien la puerta de la Misericordia es Jesús y está siempre enteramente abierta para todos. Invitó durante sus palabras a mantener unos instantes de silencio para interrogarnos sobre qué nos impide entrar por esa puerta. Y subrayó que Jesús nos espera, a cada uno de nosotros, cualquier pecado hayamos cometido, para abrazarnos y para ofrecernos su perdón. Y que esta puerta es una ocasión que no debemos desperdiciar.

A continuación el texto
«Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
La página del evangelio de hoy nos exhorta a meditar sobre el tema de la salvación. El evangelista Lucas cuenta que Jesús está en viaje hacia Jerusalén y durante el recorrido se le acerca un tal que le pplantea esta pregunta: “¿Señor, son pocos los que se salvan?”.

Jesús no da una respuesta directa, pero desplaza el debate a otro plano, con un lenguaje sugestivo: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán”.

Con la imagen de la puerta, Èl quiere hacer entender a quienes le escuchan que no es cuestión de números, no importa saber cuantos se salvan, sino que lo importante es que todos sepan cuál es el camino que conduce a la salvación, la puerta.

Y tal recorrido prevé que se cruce una puerta. Pero dónde está la puerta, quién es la puerta? Jesús mismo es la puerta. Nos los dice Él en el evangelio de San Juan. Él nos conduce a la comunión con el Padre, donde encontramos amor, comprensión y protección. ¿Pero por qué esta puerta es angosta?, nos podemos preguntar.

Es una puerta angosta no porque sea opresora, sino porque pide restringir y contener nuestro orgullo y nuestro miedo, para abrirnos con a Él con corazón humilde y confiado, reconociéndonos pecadores, necesitados de su perdón. Por esto es estrecha, para contener nuestro orgullo, y es necesario.

¡La puerta de la Misericordia es Dios y está siempre, enteramente abierta para todos! Estrecha porque es necesario contener nuestro orgullo, amplia porque siempre abierta.

Dios no hace preferencias, sino que recibe a todos sin distinción. Y la salvación que Él nos da es un flujo incesante de misericordia que derrumba todas las barreras y abre sorprendentes perspectivas de luz y de paz.

Hoy Jesús nos dirige, una vez más, una insistente invitación para ir hacia Él, para cruzar la puerta de la vida plena, reconciliada y feliz. Él nos espera, a cada uno de nosotros, cualquier pecado hayamos cometido, para abrazarnos, para ofrecernos su perdón. Solamente Él puede transformar mi corazón. Solamente Él puede dar sentido plena a nuestra existencia, donándolos la verdadera alegría.
Entrando por la puerta de Jesús, la puerta de la fe y del Evangelio, nosotros podremos salir de las actitudes mundanas, de las malas costumbres, de los egoísmos y de nuestro estar cerrados.

Cuando hay un contacto con el amor y la misericordia de Dios hay un cambio auténtico. Y nuestra vida es iluminada por la luz del Espíritu Santo: ¡una luz inextinguible!

El Señor nos ofrece muchas ocasiones para salvarnos y entrar a través de la puerta de la salvación. Esta puerta es una ocasión que no debemos desperdiciar: no debemos hacer discursos académicos sobre la salvación, como el del tal que se dirigió a Jesús, sino que debemos aferrar las ocasiones de salvación. Porque en un determinado momento “el patrón de la casa se levantará y cerrará la puerta”, como nos ha recordado el Evangelio.

Pero si Dios es bueno y nos ama, ¿por qué cierra la puerta? Porque nuestra vida no es un videojuego o una telenovela; nuestra vida es seria y el objetivo importante que debemos alcanzar es la salvación eterna.

A la Virgen María, Puerta del Cielo, le pedimos que nos ayude a no perder las ocasiones que el Señor nos ofrece para cruzar la puerta de la fe y así entrar en un camino ancho: es el camino de la salvación, capaz de recibir a todos quienes se dejan abrazar por el amor. Es el amor que salva, el amor que ya en la tierra es fuente de bienaventuranza de quienes, en la mansedumbre, en la paciencia y en la justicia se olvidan de sí mismos y se dan a los otros, especialmente a los más débiles».

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