De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia

Evangelio según San Juan 1,1-18. 


Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. 
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". 
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.


Te Deum Laudamus - Accion de Gracias

Himno de alabanza


A ti Dios, primeras palabras del cántico es uno de los primeros himnos cristianos, tradicional de acción de gracias.
Suele ser entonado en momentos de celebración. El himno es utilizado por la Iglesia Católica Romana, en el Oficio de las Lecturas encuadrado en la Liturgia de las Horas. También se suele entonar en las Misas celebradas en ocasiones especiales como en las ceremonias de canonización, la ordenación de presbíteros, etc. Los Cardenales lo entonan tras la elección de un Papa.

Compuesto originalmente en latín, el nombre se debe a que así empieza su primer verso. Se suele denominar también como "Himno Ambrosiano", pues se atribuye a San Ambrosio de Milán, aunque una leyenda indica que lo compusieron en común, inspirados por el Espíritu Santo, San Agustín de Hipona y San Ambrosio. Cuando, en el año 387, San Agustín recibió el Bautismo de manos de San Ambrosio -sigue diciendo la leyenda-, Ambrosio entonó este himno y Agustín iba respondiendo a sus versos.



A Ti, oh Dios,te alabamos,

a Ti, Señor,te reconocemos.

A Ti, eterno Padre,

te venera toda la creación.



Los ángeles todos, los cielos

y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines

te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,

Dios del universo.



Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.

A Ti te ensalza

el glorioso coro de los apóstoles,

la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.



A Ti la Iglesia santa,

extendida por toda la tierra,

te aclama:

Padre de inmensa majestad,

Hijo único y verdadero, digno de adoración,

Espíritu Santo, Defensor.



Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Tú eres el Hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre,

aceptaste la condición humana

sin desdeñar el seno de la Virgen.



Tú, rotas las cadenas de la muerte,

abriste a los creyentes el Reino de los Cielos.
Tú sentado a la derecha de Dios

en la gloria del Padre.

Creemos que un día

has de venir como juez.



Te rogamos, pues,

que vengas en ayuda de tus siervos,

a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la Gloria eterna

nos asociemos a tus santos.



Salva a tu pueblo, Señor,

y bendice tu heredad.

Sé su pastor

y ensálzalo eternamente.



Día tras día te bendecimos

y alabamos tu nombre para siempre,

por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día

guardarnos del pecado.



Ten piedad de nosotros, Señor,

ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor,

venga sobre nosotros,

como lo esperamos de Tí.



En Tí, Señor, confié,

no me veré defraudado para siempre.


San León Magno (¿-c. 461), papa y doctor de la Iglesia 


1er sermón para la Natividad del Señor; PL 59,190


«Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros»

Hoy, queridos hermanos, ha nacido nuestro Salvador: alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad, y nos infunde la alegría de la eternidad prometida. Nadie tiene por qué sentirse alejado de la participación de semejante gozo, a todos es común la razón para el júbilo: porque nuestro Señor, destructor del pecado y de la muerte..., ha venido para liberarnos a todos. Que se alegre el santo, puesto que se acerca a la victoria. Alégrese el pecador, puesto que se le invita al perdón. Anímese el gentil, ya que se le llama a la vida. Pues, al cumplirse la plenitud de los tiempos, establecidos por los inescrutables y supremos designios divinos, asumió la naturaleza del género humano para reconciliarla con su Creador... 

      

El Verbo, la Palabra de Dios, que es Dios, Hijo de Dios, «que estaba junto a Dios en el principio, por quien se hizo todo y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho», se hizo hombre para liberar al hombre de una muerte eterna. Se abajó hasta tomar nuestra pobre condición sin que disminuyera su majestad. Permaneciendo el que era y asumiendo lo que no era, unió nuestra condición de esclavos a su condición de ser igual a Dios Padre... La majestad se revistió de humildad, la fuerza de debilidad, la eternidad de mortalidad: verdadero Dios y verdadero hombre, en la unidad de un solo Señor «el único mediador entre Dios y los hombres» (1Tm 2,5)... 

      


Demos, pues, gracias a Dios, hermanos muy amados, a Dios Padre, por su Hijo, en el Espíritu Santo. Porque en su gran misericordia y amor hacia nosotros, se compadeció de nosotros. En Cristo nos ha devuelto la vida, queriendo que en él seamos una nueva creación, una nueva obra de sus manos (Ef 2,4-5; 2C 5,17)... Reconoce, cristiano, tu dignidad.

Santa Catalina Labouré

Santa Catalina Labouré, virgen

En París, también en Francia, santa Catalina Labouré, virgen de las Hijas de la Caridad, que de manera singular honró a la Inmaculada y brilló por su sencillez, caridad y paciencia.

Zoe Labouré, hija de un campesino de Fain-les-Moutiers, nació en 1806. Fue la única de una numerosa familia que no asistió a la escuela y no aprendió a leer ni a escribir. Cuando su madre murió, Zoe tenía ocho años. Algún tiempo después, su hermana mayor, Luisa, ingresó en el instituto de las Hermanas de la Caridad, de suerte que Zoe quedó encargada de hacer casa a su padre. A eso de los catorce años, la joven se sintió también llamada a la vida religiosa. Su padre se opuso un tanto; pero finalmente, en 1830, Zoe consiguió ingresar en la casa que tenían las hermanas de la caridad de San Vicente de Paúl en Chatillon-sur-Seine. En religión tomó el nombre de Catalina. Al terminar el postulantado, fue enviada al convento de París (rue du Bac), a donde llegó cuatro días antes de que las reliquias de san Vicente fuesen trasladadas de Notre-Dame a la iglesia de los lazaristas en la calle de Sevres. Al atardecer del día de esa fiesta, tuvo lugar la primera de las extraordinarias visiones que tuvo Catalina Labouré, pero no fue aquélla la más importantes, y transcurrieron tres meses desde entonces para que se iniciara la serie de tres apariciones trascendentales que habrían de dar fama mundial al nombre de la hermana. A eso de las 11.30 de la noche del 18 de julio de 1830, la hermana Catalina despertó sobresaltada y se encontró ante «un niño resplandeciente» que la invitaba a seguirle con un gesto de su mano. El niño la condujo a la capilla de las monjas donde la aguardaba la Santísima Virgen. La entrevista se prolongó durante dos horas y, según se supo más tarde, en el curso de la misma, la Madre de Dios le advirtió que la tenía destinada a una tarea muy difícil y le reveló ciertos sucesos futuros, como la muerte violenta de un arzobispo de París que habría de ocurrir, como ocurrió en efecto, cuarenta años más tarde (Mons. Darboy, en 1871).

La segunda aparición tuvo lugar el 27 de noviembre, cuando Nuestra Señora se manifestó a Catalina en la misma capilla. En aquella ocasión, la Madre de Dios no habló, pero en cambio se apareció inmóvil y resplandeciente, como la figura de una estampa. Parecía estar dentro de un gran círculo luminoso, de pie sobre una esfera; tenía las manos extendidas hacia abajo, y de sus palmas irradiaban rayos de luz. En torno a la figura de la Virgen aparecía la siguiente inscripción: «¡Oh, María, concebida sin pecado, rogad por nosotros que recurrimos a vos¡», En un momento dado, la imagen pareció darse la vuelta y, en el reverso apareció una «M» coronada por una cruz y con dos corazones debajo, uno ceñido por una corona de espinas y el otro traspasado por una espada. En el mismo momento, Catalina creyó oír una voz que le mandaba acuñar una medalla con aquella imagen y aquellos símbolos. La misma voz prometía que, cuantos portasen la medalla con devoción, recibirían grandes gracias por la intercesión de la Madre de Dios. La visión se repitió al mes siguiente y en varias ocasiones más, hasta el mes de septiembre de 1831. La hermana Catalina refirió todo a su confesor, el P. Aladel, quien investigó cuidadosamente el asunto y, convencido de su autenticidad, obtuvo del arzobispo de París, Mons. de Quélen, el permiso de acuñar la medalla. En junio de 1832, quedaron listos los primeros 1500 ejemplares de la que se conoció desde entonces como la medalla «milagrosa». Según parece, ese nombre se le dio a causa de las circunstancias maravillosas de su origen, más que a milagros relacionados con ella. En seis años, se vendieron 130.000 ejemplares de la «Noticia histórica de los orígenes y efectos de la Medalla Milagrosa», obra del P. Aladel, publicada en 1834 y que fue traducida a varios idiomas, incluso al chino. En 1836, el arzobispo de París instituyó una investigación canónica sobre las visiones. Pero la hermana Catalina no compareció ante los miembros de la comisión. Las precauciones que la santa había tomado para permanecer ignorada, la promesa que había arrancado al P. Aladel de no revelar su nombre a nadie, el secreto absoluto que había guardado sobre las visiones, excepto ante su confesor y su repugnancia a comparecer ante las autoridades eclesiásticas, explican por qué los miembros de la comisión no hablaron con ella. El tribunal tomó en consideración las circunstancias, el carácter de la visionaria, la prudencia y buen juicio del P. Aladel y falló en favor de la autenticidad de las visiones. La popularidad de la medalla creció rápidamente, sobre todo a partir de la conversión de Alfonso Ratisbonne en 1842. Era éste un judio alsaciano que había aceptado, sin entusiasmo alguno, llevar la medalla y más tarde, tuvo una aparición de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en la iglesia de Sant'Andrea delle Trate, de Roma. En seguida, recibió el bautismo y posteriormente se ordenó sacerdote y fundó la congregación religiosa de los Padres y las Hermanas de Sión. También se hizo una investigación canónica sobre la visión de Alfonso Ratisbonne.

El informe de la comisión y el del arzobispo de París, se usaron a fondo en el proceso de beatificación de Catalina Labouré, sobre cuya vida personal se sabe muy poco. Sus superiores la calificaron de «más o menos insignificante, realista y poco imaginativa, fría y casi apática». Desde 1831 hasta su muerte, ocurrida el 3I de diciembre de 1876, la santa vivió sin hacerse notar en el convento de Enghien-Reuilly, donde ejerció los cargos de portera, encargada del gallinero y encargada del cuidado de los ancianos del hospicio. Ocho meses antes de su muerte, Catalina reveló a su superiora, la Madre Dufes, las gracias extraordinarias que había recibido. Todo el pueblo se volcó en sus funerales. Poco después, un niño de once años, inválido de nacimiento, fue curado instantáneamente en el sepulcro de la santa. Catalina Labouré fue canonizada en 1947.

Se ha escrito mucho sobre Catalina y la Medalla Milagrosa. Probablemente la biografía más conocida es la del P. E. Crapez. Mencionemos también la biografía del P. E. Cassinari. Anterior a éstas es la obra de Lady Georgiana Fullerton, Life and Visions of a Sister of Charity (1880).

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Y habitó entre nosotros.

Juan 1, 1-18, VII día de la Octava de Navidad, Ciclo A.


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Con sencillez de niño quiero venir a Ti. Me pongo en tus manos, para simplemente orar, hablar a tu corazón, escucharte, mi Jesús, mi Dios.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

No hay nada que cause más desazón a la naturaleza, que aquello que no cumple el fin para el que existe. De toda cosa que existe en el mundo, y que no alcanza su realización, puede decirse con mucho dolor, que falló en su existir. Así, una planta que no realiza fotosíntesis, falla de alguna manera en su existencia. Un animal que no perpetúa su especie, falla de alguna manera en su existencia. Un instrumento que no desempeña su función, falla de alguna manera en su existencia.

Por otro lado, todo aquello que alcanza su fin, aquello para lo cual existe, enriquece verdaderamente la creación. Así, la planta nutre el suelo, el animal continúa su especie, el instrumento sirve a una función mecánica. Cada uno se realiza según lo que es.

Ante esta realidad aparentemente tan banal, surge una pregunta existencial en el ser humano, ¿qué debo yo hacer para alcanzar mi realización?Delante de este misterio me asalta la duda, de si soy siquiera capaz de realizarme. Ahora bien, si existo es porque tengo un fin, por tanto puedo realizarme verdaderamente. La pregunta es entonces descubrir el cómo, para lo cual primero debo descubrir quién soy.

¿Quién soy yo? Incógnita de cuya solución depende toda mi vida. Por un lado encuentro en mí aspectos en común con las demás especies: las plantas, los animales; pero por otro me descubro superior a todas ellas. Me encuentro dotado de intelecto y voluntad, con los que puedo razonar y obrar con libertad y por los cuales tiendo hacia a la verdad y al bien. Descubro en mí una identidad distinta a la de toda otra creatura de este mundo: soy persona.

En el resguardo más profundo de mi ser, encuentro siempre en mí un deseo de trascender, de ser feliz hasta la eternidad. Y me pregunto si habré de conocer un día el nombre de este bien, de esta verdad, de esta belleza. Me viene entonces revelada una gran luz,

«y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros».
«Hay otros que caminan pero no saben dónde van: son errantes en la vida cristiana, vagabundos. Su vida es un dar vueltas, por aquí y por allá, y, así, pierden la belleza de acercarse a Jesús en la vida de Jesús. Pierden el camino porque dan muchas vueltas, y muchas veces este dar vueltas, dar vueltas errantes, los conduce a una vida sin salida: dar demasiadas vueltas se convierte en un laberinto y luego no saben cómo salir. Así, al final, pierden la llamada de Jesús, no tienen brújula para salir y dan vueltas, dan vueltas, buscan.»
(Homilía de S.S. Francisco, 3 de mayo de 2016, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Un propósito, un compromiso, una actitud, para este nuevo año que comienza.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

Un año nuevo está por comenzar...


¿Qué pasó con aquellos deseos que brotaron en nuestro corazón al terminar de oír las doce campanadas y nos hicieron decir: 



El sábado sonarán las campanas en el reloj...



Las 12. Las 12 de la noche.



Parece que los meses del año que termina, con sus días y sus horas se columpian en cada una de ellas... Doce meses, doce campanadas. El año se va. El año 2016 se acaba. Se esfuman los doce meses como en un conjuro de tiempo y eternidad. Los tuvimos en nuestras manos paro ya no volverán.



Fueron instantes nuestros, únicos e irrepetibles, vividos dentro de nuestro libre albedrío, hora tras hora y ahora se van, perdiéndose en la noche última del año. La noche vieja.



El poeta dice:



El indivisible tiempo

lo hemos dividido en años
y así decimos que pasa
cuando nosotros pasamos. 



Así es, decimos que el tiempo se va cuando somos nosotros los que nos vamos. Decimos que el tiempo corre, que el tiempo vuela, pero los que corremos, los que volamos sobre el tiempo somos nosotros. El tiempo siempre está, el tiempo ni tiene tiempo, ni es joven ni viejo, nosotros si.



Las 12. Noche Vieja. Un año nuevo está por comenzar.



Las 12 horas del 31 de diciembre de 2016... ¿Qué hicimos con estos trescientos sesenta y cinco días? ¿Qué dijimos, qué pensamos una noche como esta pero del año pasado? ¡Cuántos planes, cuántas promesas, cuántos propósitos! ¿Somos los mismos de aquella noche de otras muchas noches o sentimos que fuimos limando las aristas de nuestro carácter, rellenando "baches" en los que caíamos una y otra vez, quitando obstáculos, que quizá amábamos pero que nos hacían tropezar en nuestro plan de ser mejores como seres humanos en nuestra plenitud y dignidad? ¿Qué pasó con aquellos deseos vehementes que brotaron en nuestro corazón al terminar de oír las doce campanadas y nos hicieron decir: "¡Ahora sí, este año nuevo sí!



Poco a poco se nos fueron aminorando las fuerzas, el entusiasmo, y llegó esa desgana o indiferencia por las cosas. La bruma de la rutina nos envolvió en sus días grises y nos heló el corazón y el coraje.



O no fue así... y sentimos que sí ha habido un cambio positivo. Que el sol del amor nos arropa y podemos repartir el calor que hay en nuestra alma a los demás. Que estamos en pie de lucha, que las 12 campanadas resuenan en nuestro corazón como el tañer de las campanas de la ermita invitándonos a orar.



Que cada campanada se un:
Perdón y gracias, Dios mío, me estás regalando otro año para crecer en la fe y en el amor a Ti y a los demás. El tiempo pasado está en Tus manos , el que comienza en las mías, pero quiero que Tu me acompañes a vivirlo!.



Y con el año que se va y el nuevo que comienza, en esta Noche Vieja, la más vieja del año, recordamos al poeta que nos dice:



Un año más, no mires con desvelo
l
a carrera veloz del tiempo alado

que un año más en la virtud pasado

un paso es más que te aproxima al cielo.



Y siguiendo con los versos terminaremos esta pequeña reflexión con uno que una noche como esta me inspiro:



Esta noche es "noche-vieja"
y yo hago un alto en mi camino,

sentada bajo la luna

abro mi alforja y la miro.

¿Qué es lo que tengo en ella?

Oro y plata:-Te lo cambio

por la sonrisa de un niño.



Quiero caminar descalza

por lo prados con rocío
quiero soltar mis amarras

y extender libre mis alas

y sentir mi poderío.



Poderío y libertad

olvidando el claro-oscuro

de ambiciones que esclavizan

tan pesadas como un yugo.



Esta noche es "noche vieja"

tengo el alma transparente,

cuando llegue el año nuevo
que me encuentre en la vereda

como quién vuelve a nacer,

sin sandalias ,sin alforja,

con la piel limpia de luna

las estrellas en mi pelo
y cantando el "aleluya".



Esta noche es noche vieja,

y yo tengo el alma nueva...

¡quién lo pudiera creer!



María, la mejor nota musical salida de las manos de Dios

María ha tocado la mejor nota salida de la lira de Dios, cuando acepta convertirse en la Madre Dios, cuando recibe a su Hijo en su corazón. 


Llega al año nuevo con amplias expectaciones de paz, de justicia, de libertad, de alegría y en progreso para todos los hombres en el que esté incluido cada uno de ellos. Tenemos derecho a mirar con confianza el futuro porque estamos en las manos de Dios. Y los que conocen, dicen que en una orquesta sinfónica, no hay nadie tan importante como el primer violín, al que se refieren todos los instrumentos de la orquesta, siendo el primer aliado del director.


Así me imagino la llegada del nuevo año, con el mejor director de orquesta que pudiéramos tener a mano, el artista, el artífice de nuestra vida, de nuestra paz y de nuestro amor. Es nuestro Dios, y a María la imagino precisamente como el primer violín, porque ella con su vida entera ha tocado la mejor nota musical que podría salir de las manos de Dios, y nos invita a unirnos a esta gran orquesta de nuestro mundo, tocando la mejor melodía, la que ella nos ha enseñado cerca de su Hijo Jesús.


Para los que se empeñan en imaginarse a la Iglesia como una sociedad aún machista en nuestro mundo, el hecho de que coloque a una mujer en el lugar de honor al principio del año, ya nos da idea de lo contrario, del deseo de la Iglesia de que la mujer ocupe el lugar que le corresponde en el concierto de la Creación precisamente al lado del hombre, caminando juntos en la vida, como pareja, hasta hacer precisamente de la pareja humana un símbolo del amor de Dios a los hombres y su compromiso con ellos, de contribuir a su paz, a su alegría y a su salvación.


María ha tocado, pues, la mejor nota salida de la lira de Dios, cuando acepta convertirse en la Madre Dios, cuando recibe a su Hijo en su corazón y con toda su persona, hasta albergar en su misma entraña al que sería el Salvador de todos los hombres, y sigue acompañando a todos los hermanos de Cristo hasta llegar a ser la gran familia de los hijos de Dios en camino al Reino de los cielos. Bienvenido el nuevo año, pero de la Mano de María, Madre del Señor.


Y no queda espacio sino para señalar apenas que el Papa Benedicto XVI ha querido señalar para este día de la Jornada Mundial por la paz, a los jóvenes, como destinatarios de su mensaje, cuando invita a la familia y a todas las instituciones públicas y privadas a educar a los jóvenes en la justicia, en la paz y en la libertad. El documento que nos regala el Papa para este día, es precioso, pero sólo me limito a transcribir dos párrafos dedicados a los jóvenes, invitando a que posteriormente puedan conocer el documento completo:
"Queridos jóvenes, vosotros sois un don precioso para la sociedad. No os dejéis vencer por el desánimo ante las dificultades y no os entreguéis a las falsas soluciones, que con frecuencia se presentan como el camino más fácil para superar los problemas. No tengáis miedo de comprometeros, de hacer frente al esfuerzo y al sacrificio, de elegir los caminos que requieren fidelidad y constancia, humildad y dedicación. Vivid con confianza vuestra juventud y esos profundos deseos de felicidad, verdad, belleza y amor verdadero que experimentáis. Vivid con intensidad esta etapa de vuestra vida tan rica y llena de entusiasmo. Sed conscientes de que vosotros sois un ejemplo y estímulo para los adultos, y lo seréis cuanto más os esforcéis por superar las injusticias y la corrupción, cuanto más deseéis un futuro mejor y os comprometáis en construirlo. Sed conscientes de vuestras capacidades y nunca os encerréis en vosotros mismos, sino sabed trabajar por un futuro más luminoso para todos. Nunca estáis solos. La Iglesia confía en vosotros, os sigue, os anima y desea ofreceros lo que tiene de más valor: la posibilidad de levantar los ojos hacia Dios, de encontrar a Jesucristo, Aquel que es la justicia y la paz"
 
Para comenzar el Nuevo Año dando gracias a Dios

Oraciones para bendecir el año que concluye y poner en manos de Dios el que inicia


Finaliza el 2016 y el nuevo año se asoma ya en la puerta de la esquina. Es ocasión para hacer un balance sobre el tiempo que culmina, los logros, las metas cumplidas, lo que está por mejorar... pero qué mejor manera de iniciar el 2017 dando gracias a Dios por todos los momentos vividos durante el año, sean buenos y no tan buenos.

Compartimos a continuación varias oraciones para bendecir el año que concluye y poner en manos de Dios el que inicia. Te recomendamos realizarlas en familia frente el pesebre o, si lo prefieres, ante la presencia real de Jesús Eucaristía, en el Santísimo Sacramento o tras la celebración de la Misa de año nuevo.

Oración de Acción de Gracias para el año que termina

Gracias Señor por todo cuanto me diste en el año que termina. Gracias por los días de sol y los nublados tristes por las tardes tranquilas y las noches oscuras. Gracias por lo que nos prestaste y luego nos pediste. Gracias señor por la sonrisa amable y por la mano amiga, por el amor y todo lo hermoso, por todo lo dulce, por las flores y las estrellas, por la existencia de los niños y de las personas buenas. Gracias por la soledad y por el trabajo, por las inquietudes y las dificultades, por las lágrimas, por todo lo que nos acercó a ti. Gracias por habernos conservado la vida, por habernos dado techo, abrigo y sustento. Amén.

Fe para mirarte en todo. Esperanza para no desfallecer

¿Qué traerá el año que comienza? ¡Lo que Tú quieras; Señor! Te pido Fe para mirarte en todo. Esperanza para no desfallecer. Caridad perfecta en todo lo que haga, piense y quiera. Dame paciencia y humildad. Dame desprendimiento y un olvido total de mí mismo. Dame, Señor, lo que Tú sabes me conviene y yo no sé pedir. ¡Que pueda yo amarte cada vez más; y hacerte amar por los que me rodean! ¡Que sea yo grande en lo pequeño! ¡Que siempre tenga el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activas, el pie dispuesto!

Derrama, Señor tus gracias sobre todos los que quiero. Mi amor abarca el mundo y aunque yo soy muy pequeño, sé que todo lo colmas con tu bondad inmensa. Amén

Pongo en tus manos Señor el año que comienza

Tú, Padre amoroso, que velas por mí y estás por encima de los límites del tiempo y del espacio, sabes lo que necesitaré en este año que inicia. Me abandono a tu misericordia, a tu providencia. Que sea lo que Tú dispongas, Señor.

Aumenta mi fe, que sea capaz de descubrir tu presencia a mi lado. No permitas que nada me separe de Ti. Dame fortaleza y perseverancia en las pruebas, y ayúdame cada día a recordar que nunca sucederá nada que Tú y yo juntos, no podamos superar.

Líbrame de la indiferencia. Hazme sensible a las necesidades de los demás, y muéveme no sólo a orar, a interceder por ellos, sino a realizar acciones concretas en beneficio suyo.

Ayúdame a no ser avaro ni desperdiciado con mi tiempo, con mis dones. Enséñame a darme a los demás, a comprender que sólo vale la pena lo que se hace por los demás. Enséñame a salir de mí mismo para ir al encuentro de mis hermanos, sin prejuicios, sin retórica. Simplemente como Tú, con la mano extendida y el corazón abierto. Pero líbrame de la vanidad, de creerme bueno, de sentirme satisfecho. No dejes que me paralice la inercia, el orgullo, la complacencia. No dejes de inquietarme, de ponerme en movimiento, de lanzarme contigo a construir tu reino de paz, amor y justicia.

Enséñame a mantenerme sencillo y alegre, a ser verdaderamente testigo tuyo en mi mundo. Ayúdame a desprenderme de todo lo que me estorba para seguirte, líbrame de lo que me hace tropezar, de lo que me pesa: de mis rencores, mis egoísmos, mis orgullos, mis miserias, mis apegos.

Enséñame a ser paciente, comprensivo, dulce, a perdonar a los otros, a acogerlos en mi corazón. Enséñame a amar como amas Tú.

Quiero descubrirte en cada día de este año que empieza, y ayudar a que otros te descubran también. Señor, que cuando me busquen a mí, te encuentren siempre a Ti. Amén.

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