«Dolido de su obstinación»

Evangelio según San Marcos 3,1-6. 

Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: "Ven y colócate aquí delante". Y les dijo: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada. 

Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él. 

Santa Prisca de Roma

Santa Prisca de Roma, mártir
En Roma, conmemoración de santa Prisca, bajo cuyo nombre fue dedicada la basílica edificada en la colina del Aventino.

Grandes son la confusión y la incertidumbre a propósito de la santa conmemorada en este día con el nombre de Prisca. Por una parte, es indudable que sus «Actas», que datan a lo más del siglo X, carecen de valor histórico, ya que se trata de una simple reproducción del martirio legendario de santa Tatiana, con ligeras modificaciones. Por otra parte, es indudable que, por lo menos en Roma, se tributaba culto desde épocas muy remotas a una santa llamada Prisca o Priscila. Casi todas las relaciones la mencionan como mártir e indican que su tumba se halla en las catacumbas de Priscila, en la Vía Salaria. Además existe en el Aventino una iglesia dedicada a Santa Prisca. Dicha iglesia da su título a un cardenal. Del siglo IV al VIII, el nombre era «titulus S. Priscae», pero hacia el año 800, empezó a llamarse «titulus Aquilae et Priscae». Este último nombre se refiere evidentemente a Aquila y su esposa, Prisca, de quienes el Nuevo Testamento habla más de una vez, en relación con San Pablo (por ej. Rm 16,3). Sin embargo, el Martirologio Romano conmemora a Aquila y Prisca el 8 de julio y les sitúa en Asia Menor. Se han hecho muchas conjeturas para resolver el problema; en particular se ha hecho notar que Prisca era uno de los nombres favoritos de la familia de los Acilios Glabriones, y que el nombre latino "Aquila" se escribe en griego "Akúlas". Pero hasta el presente, no se ha llegado a ninguna solución.

Su iglesia en Roma, es una de las más primitivas. El cuerpo de la joven estaría enterrado en las catacumbas de Priscila. El año de 499 que menciona el Martirologio Romano no se refiere a la vida y martirio de santa Prisca sino a que esa fecha es el primer testimonio cierto de la dedicación de la iglesia a la santa, por lo que su muerte es necesariamente anterior, pero pudo haber sido siglos antes.

Acta Sanctorum, 18 de enero; Marucchi, en Nuovo Bulletino di archeol. crist., vol. XIV (1908), pp. 5 ss; Duchesne, Liber Pontificalis, vols. I, pp. 501, 517 y II,201; Pío Franchi de Cavalieri, en Romische Quartalschrift, 1903, p. 223 y De Rossi, Roma Sotterranea, vol. I, p. 176. Cuadro: bautismo de Santa Prisca por San Pedro, de Passignano (c. 1600), Roma, Iglesia de Santa Prisca.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Santa Faustina Kowalska (1905-1938), religiosa Diario, § 72

«Dolido de su obstinación»

Jesús, Verdad eterna, vida nuestra, te suplico y mendigo tu misericordia para los pobres pecadores. Dulcísimo Corazón de mi Señor, lleno de piedad y misericordia inefable, te suplico para los pobres pecadores. Oh Corazón sacratísimo, fuente de misericordia cuyos rayos de gracias inconcebibles se extienden sobre todo el género humano, te lo suplico, da luz a los pobres pecadores. Oh Jesús, acuérdate de tu amarga Pasión y no permitas que se pierdan las almas rescatadas con el precio de tu sangre santísima.   

Jesús, cuando contemplo el don de tu sangre, me gozo de su inestimable valor, porque una sola gota hubiera sido suficiente para salvar a todos los pecadores. Aunque el pecado sea un abismo de mal y de ingratitud, el precio que has pagado por nosotros es sin medida –y es por ello que cada alma puede confiar en la Pas0ión del Señor y poner toda su esperanza en su misericordia. Dios no negará a nadie su misericordia. El cielo y la tierra pueden cambiar, pero la misericordia del Señor jamás se agotará (cf Mt 24,35). Oh, cómo arde de gozo mi corazón cuando veo, oh mi Jesús, tu inconcebible bondad. Deseo hacer llegar a todos los pecadores a tus pies para que alaben tu amor infinito por siglos sin fin.

Cristo quiere una piedad auténtica
Marcos 3, 1-6. II Miércoles de Tiempo Ordinario. Ciclo A,

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias, Señor, por tu amor. Permíteme corresponder a tu donación total con una entrega de mí mismo. Enséñame a amarte cada día más y mejor. Haz que te ame con un amor real, concreto, hecho obras. Dame tu gracia para mostrarte un amor así este día. Así sea.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Existe un riesgo muy alto cuando se toma la religión en serio. Ésta puede convertirse en una lista de deberes y prohibiciones, sin nada más allá de la regla: no hacerse ídolos, ir a misa los domingos, no matar, no mentir, guardarse de la impureza, no molestar a nadie... Acciones o límites verdaderos y que ayudan, pero que se pueden cumplir con los ojos cerrados. Es decir, «cumplo» el tercer mandamiento, da igual lo que mande, tanto si significa ir a misa el domingo como si pidiera llevar un paraguas en los días soleados… Es necesario ver más profundo, ir al porqué de esto y aquello. En el fondo, cada mandamiento nos ofrece un bien concreto, una manera específica de amar. La religión o piedad corre el riesgo de quedarse inmadura. Entonces se seca mucho antes de producir frutos.

La piedad madura nos llama a un amor cada vez más pleno. Ciertamente, el primer lugar lo tiene el amor a Dios, «amarás a Dios sobre todas las cosas». Pero todo amor es una realidad abierta: el amor es como un perfume, que se difunde en todas direcciones. Por eso brota una consecuencia del amor a Dios: «amarás a tu prójimo como a ti mismo». El amor auténtico hacia una persona nos lleva a amar lo mismo que ella ama. Por eso, la piedad auténtica y el amor maduro nos impulsan a buscar el bien de los demás. Ya lo decía san Juan: «En esto hemos conocido qué es el amor: en que él dio su vida por nosotros. Así que también nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que posee bienes materiales, ve que su hermano está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede residir en él el amor de Dios?» (1 Jn 3, 16-17) ¡Seamos cristianos auténticos! ¡Vivamos un amor abierto a Dios y a los demás!

«Jesús hizo algo “peor”, algo que irritó aún más a los hipócritas y soberbios que lo estaban vigilando porque buscaban alguna excusa para atraparlo. Curó la mano atrofiada de un hombre. La mano, ese signo tan fuerte del obrar, del trabajo. Jesús le devolvió a ese hombre la capacidad de trabajar y con eso le devolvió la dignidad. Cuántas manos atrofiadas, cuantas personas privadas de la dignidad del trabajo, porque los hipócritas para defender sistemas injustos, se oponen a que sean sanadas. A veces pienso que cuando ustedes, los pobres organizados, se inventan su propio trabajo, creando una cooperativa, recuperando una fábrica quebrada, reciclando el descarte de la sociedad de consumo, enfrentando las inclemencias del tiempo para vender en una plaza, reclamando una parcela de tierra para cultivar y alimentar a los hambrientos, cuando hacen esto están imitando a Jesús porque buscan sanar, aunque sea un poquito, aunque sea precariamente, esa atrofia del sistema socioeconómico imperante que es el desempleo.»

(Discurso de S.S. Francisco, 5 de noviembre de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pondré en práctica la caridad con mis palabras, hablando bien de los demás.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El Papa, Ganswein y el guarda suizo en el aula

"La comunión y la reconciliación entre los cristianos son posibles"
El Papa ante la Semana de la Unidad: "Miramos más lo que nos une que lo que nos divide"
"Cuando las cosas se tornan oscuras, más oración, y habrá más esperanza"

José Manuel Vidal, 18 de enero de 2017 a las 10:40

En esta Semana oración que hoy iniciamos pidamos insistentemente al Padre por la unidad de todos los cristianos

(José M. Vidal).- El Papa Francisco lanzó un canto a la esperanza, incluso o sobre todo "cuando las cosas se tornan oscuras", y a la unidad de los cristianos. Porque "el amor de Dios nos impulsa a la reconciliación", sobre todo si "miramos más lo que nos une que lo que nos divide".

Lectura del libro del profeta Jonás.

Algunas frases de la catequesis del Papa
"Entre los profetas de Israel, una figura un poco anómala"
"Se trata del profeta Jonás"
"Parábola portadora de una gran enseñanza: la de la misericordia de Dios que perdona"
"Jonás es un profeta en salida, que Dios envía a Nínive"
"Nínive era el enemigo a destruir, no a salvar"
"Por eso, el profeta huye, en vez de dedicarse a su misión"
"Huye lejos. Nínive estaba en la zona de Irak y él huye a España"
"Ante el peligro de la muerte, la esperanza se plasma en oración"
"El instintivo horror de morir desvela la confianza en el Dios de la vida"
"Con la sonrisa indulgente de un Padre, Dios responde benevolamente"
"La muerte puede convertirse, como para San Francisco de Asís, nuestra hermana muerte"
"Que el Señor nos haga comprender esto: el vínculo entre la oración y la eseranza"
"Cuando las cosas se tornan oscuras, más oración y habrá más esperanza"

Texto íntegro del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:

Hoy el profeta Jonás nos invita a reflexionar sobre el vínculo entre esperanza y oración. Jonás es enviado a Nínive, ciudad enemiga de Israel y por tanto indigna de la misericordia de Dios, para predicar su conversión. Jonás no lo entiende y huye.
En el barco encontrará a unos paganos que al verse en peligro por una tempestad se ponen a rezar e invitan al profeta a unirse a ellos. Ante la muerte, el hombre reconoce su fragilidad y se abre a Dios con una oración llena de esperanza. Jonás asume su responsabilidad y se sacrifica para que los paganos se salven. En ellos se opera un milagro aún más grande: gracias a esta experiencia de muerte logran encontrar al Dios de la vida, transformándose su oración en una acción de gracias.
Más tarde, el rey de Nínive tras oír la predicación de Jonás, se confía a la misericordia divina y llama a todos a la oración y a la penitencia, salvando así la ciudad.

***

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. En la oración, nuestra esperanza no se ve defraudada. En esta Semana oración que hoy iniciamos pidamos insistentemente al Padre por la unidad de todos los cristianos. Que Dios los bendiga.

Saludo del Papa en alemán
"Miramos más lo que nos une que lo que nos divide"
"En Europa, hilo verde de la esperanza"
"Comunión y reconciliación son posibles"

Saludo del Papa en italiano
"Hoy se inicia la Semana de Oración por la Unidad de los cristianos"
"Rezad para que todos los cristianos lleguen a ser una única familia

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la Sagrada Escritura, entre los profetas de Israel, resalta una figura un poco anómala, un profeta que trata de escaparse de la llamada del Señor rechazando en ponerse al servicio al plan divino de salvación. Se trata del profeta Jonás, de quien se narra la historia en un pequeño libro de sólo cuatro capítulos, una especie de parábola que contiene una gran enseñanza, aquella de la misericordia de Dios que perdona.

Jonás es un profeta "en salida" - pero también un profeta en fuga -, es un profeta en salida que Dios invita ir "a las periferias", a Nínive, para convertir a los habitantes de aquella gran ciudad. Pero Nínive, para un israelita como Jonás, representa una realidad peligrosa, el enemigo que ponía en peligro a la misma Jerusalén, y por lo tanto de destruir, no cierto para salvar. Por eso, cuando Dios envía a Jonás a predicar en aquella ciudad, el profeta, que conoce la bondad del Señor y su deseo de perdonar, trata de escapar a su misión y huye.

Durante su fuga, el profeta entra en contacto con algunos paganos, los marineros del navío en el cual se había embarcado para alejarse de Dios y de su misión. Y huye lejos, porque Nínive estaba en la zona de Irak y él huye a España, huye en serio. Y es justamente el comportamiento de estos hombres, como después será el de los habitantes de Nínive, que nos permite hoy reflexionar un poco sobre la esperanza que, ante el peligro y la muerte, se expresa en oración.

De hecho, durante la travesía en el mar, se desata una fuerte tormenta, y Jonás baja a la bodega del barco y se queda dormido. Los marineros en cambio, viéndose perdidos, «invocaron cada uno a su dios», eran paganos (Jon 1,5). El capitán de la nave despertó a Jonás diciéndole: «¿Qué haces aquí dormido? Levántate e invoca a tu dios. Tal vez ese dios se acuerde de nosotros, para que no perezcamos» (Jon 1,6).

La reacción de estos "paganos" es la justa reacción ante la muerte, ante el peligro; porque es entonces que el hombre tiene la completa experiencia de la propia fragilidad y de la necesidad de salvación. El instintivo horror de morir revela la necesidad de esperar en el Dios de la vida. «Tal vez Dios se acuerde de nosotros, para que no perezcamos»: son las palabras de la esperanza que se convierte en oración, aquella suplica llena de angustia que sale de los labios del hombre ante un inminente peligro de muerte.

Con demasiada facilidad despreciamos el dirigirnos a Dios en la necesidad como si fuera solo una oración interesada, y por ello imperfecta. Pero Dios conoce nuestra debilidad, sabe que nos recordamos de Él para pedir ayuda, y con la sonrisa indulgente de un padre, Dios responde afectuosamente.

Cuando Jonás, reconociendo sus propias responsabilidades, se hace arrojar al mar para salvar a sus compañeros de viaje, la tempestad se calma. La muerte inminente ha llevado a aquellos hombres paganos a la oración, ha hecho también que el profeta, no obstante todo, viviera su propia vocación al servicio de los demás aceptando sacrificarse por ellos, y ahora conduce a los sobrevivientes al reconocimiento del verdadero Señor y a la alabanza.

Los marineros, que habían orado por miedo dirigiéndose a sus dioses, ahora, con sincero temor del Señor, reconocen al verdadero Dios y ofrecen sacrificios y elevan votos. La esperanza, que les había llevado a orar para no morir, se revela aún más potente y obra en una realidad que va más allá de cuanto ellos esperaban: no solo no perecen en la tempestad, sino se abren al reconocimiento del verdadero y único Señor del cielo y de la tierra.

Sucesivamente, también los habitantes de Nínive, ante la perspectiva de ser destruidos, oraran, impulsados por la esperanza en el perdón de Dios. Harán penitencia, invocaran al Señor y se convertirán a Él, empezando por el rey, que, como el capitán del barco, da voz a la esperanza diciendo: «Tal vez Dios se vuelva atrás y se arrepienta, [...] de manera que no perezcamos» (Jon 3,9). También para ellos, como para la tripulación en la tormenta, haber enfrentado la muerte y haber salido vivos los ha llevado a la verdad.

Así, bajo la misericordia divina, y todavía más a la luz del misterio pascual, la muerte puede convertirse, como ha sido para San Francisco de Asís, en "nuestra hermana muerte" y representar, para todo hombre y para cada uno de nosotros, la sorprendente ocasión para conocer la esperanza y encontrar al Señor. Que el Señor nos haga entender esto, la relación entre oración y esperanza. La oración te lleva adelante en la esperanza y cuando las cosas se vuelven oscuras, más oración. Y habrá más esperanza. Gracias.

La salvación se decide en la práctica
Los primeros para Dios son con frecuencia los últimos para los hombres. Porque Dios no juzga según las apariencias, sino que ve en el corazón.

En el libro de Isaías del Antiguo Testamento se anuncia la reunión de todas las naciones, lenguas y razas en un solo pueblo elegido. En el Nuevo Testamento, Jesús dice a sus paisanos que vendrán extranjeros del norte y del Sur, de Oriente y Occidente, para sentarse a la mesa del Reino de Dios.
Esta universalidad de la salvación de Dios nos deja todavía sin saber nada acerca del número de los que se salvarán. Nos basta con saber que Dios llama a todos, que la puerta que conduce al Reino es estrecha y puede cerrarse en cualquier momento. Lo único importante es la conversión al Evangelio. Todo lo demás es simple curiosidad que nos distrae peligrosamente.

El Evangelio es salvación para los que lo escuchan responsablemente, sean o no descendientes de Abrahán o católicos desde su nacimiento. Escuchar responsablemente el Evangelio es vivirlo, practicarlo en la vida de cada día.

Y esto no es nada fácil. Por eso dice Jesús que la puerta es estrecha y que sólo los que se esfuerzan entraran por ella en el Reino de Dios. No basta con escuchar sermones o ir a misa todos los domingos. No son las prácticas piadosas las que nos van a salvar. Todo esto tiene su valor, pero sólo cuando nos ayuda y anima a vivir nuestra fe en la vida de cada día: en nuestra vida personal y familiar, nuestra vida social y profesional, nuestra vida política...

El último día, el Señor reconocerá sólo a aquellos que ahora y aquí lo reconocen en los hombres. Reconocer a Jesús en los hombres, es reconocer la dignidad de cada ser humano, respetar sus derechos, tener en cuenta sus necesidades y, sobre todo, solidarizarse con los pobres, los marginados, los oprimidos. Cualquier cosa que hagamos a uno de estos, al Señor mismo se lo estamos haciendo.

“Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”. Llegará el gran Día del juicio, y entonces vendrá la sorpresa implacablemente sobre muchos que se creyeron los verdaderos cristianos.

Y estos, que se tuvieron a sí mismos por los primeros, dirán: “Señor, ábrenos”. Y el Señor les contestará: “No sé quienes sois”. Y ellos comenzarán a decir: “Hemos comido tu pan y bebido tu sangre, tu Evangelio se ha predicado en nuestras iglesias.”

Pero el recuerdo de todas estas prácticas religiosas no servirá de nada si no va acompañando de la prueba verdaderamente decisiva en el juicio: del amor a los demás, sobre todo a los necesitados.

Llegará el gran Día del juicio, y entonces vendrá felizmente la sorpresa sobre muchos hombres de oriente y occidente, del norte y del sur. Son los que practicaron en el mundo el mensaje cristiano del amor.

Por eso, el Señor les abrirá la puerta, los sentará a su mesa y les dirá: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui peregrino, y me acogisteis...”
Los primeros para Dios son con frecuencia los últimos para los hombres. Porque Dios no juzga según las apariencias, sino que ve en el corazón.

Hay un cristianismo oficial que es bueno cuando expresa auténticamente en palabras y obras las actitudes de la fe, la esperanza y el amor pero que es vana hipocresía cuando no es así.
En cambio, hay otro cristianismo sin nombre, anónimo, que no se expresa en ritos y palabras, pero que realiza en la vida el mensaje de Cristo.
La verdad cristiana es eminentemente práctica. Consiste en la conversión del hombre hacia un orden nuevo, en el que habita la justicia, la paz, la fraternidad y el amor. Los hombres que trabajan por estos valores, se salvarán y ascenderán a los primeros puestos.
Queridos hermanos, esforcémonos para que Dios nos encuentre también entre ellos y nos deje entrar en su Reino celestial.

Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo vivo mi cristianismo durante la semana?
2. ¿Qué acciones hago en pro de los necesitados?
3. ¿Se nota mi cristianismo en mi ambiente laboral, familiar…?

La eternidad no será aburrida
Meditación del Papa Francisco sobre un tema que a algunos cristianos parece preocupar

Hace pocos días un joven amigo me preguntaba si alabar al Señor eternamente en el Cielo no sería algo muy aburrido, aunque ya le contesté en ese momento, creo oportuno recordar lo que el Papa nos decía hace ya algún tiempo sobre este tema en una de sus homilías en Santa Marta:

Son muchos los cristianos que no conocen la alegría. Si aprendieran a salir de sí mismos y a dar gracias a Dios, "comprenderían realmente esa alegría que nos hace libres". Este fue el núcleo de la homilía del Papa Francisco en la celebración eucarística del 31 de mayo de 2013, fiesta de la Visitación en aquel año."Las dos lecturas del día -apuntó el Pontífice refiriéndose a Sofonías (3, 14-18) y al Evangelio de Lucas (1, 39-56)- nos hablan de alegría, de gozo: "alégrate, grita de alegría", dice Sofonías. Gritar de alegría. ¡Es fuerte esto! "El Señor está contigo"; no temas; "no dejes caer los brazos". El Señor es poderoso; se alegrará por ti". Y en el relato evangélico, la alegría caracteriza la visita de María a Isabel.

El Papa se fijó en ese "salto del niño en el seno de Isabel", revelado por ésta a María: "He aquí que en cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno"."Todo es alegría. Pero nosotros cristianos -indicó el Obispo de Roma- no estamos muy acostumbrados a hablar de alegría, de gozo. Creo que muchas veces nos gustan más los lamentos. ¿Qué es la alegría? La clave para comprender esta alegría es lo que dice el Evangelio: "Isabel fue colmada de Espíritu Santo". Es el Espíritu Santo quien nos da la alegría". El Papa habló de otro aspecto de la alegría que nos viene del Espíritu. "Pensemos -dijo- en ese momento en el que la Virgen y san José llevaron a Jesús al templo para cumplir la Ley". Estaban también allí dos ancianos; pero el Evangelio no dice que estos fueron allí para cumplir la Ley, sino más bien impulsados por la "fuerza del Espíritu Santo. El Espíritu les condujo al templo". De modo que, ante Jesús, "hacen una oración de alabanza: éste es el Mesías, ¡bendito sea al Señor! Y hacen también una liturgia espontánea de alegría". Es la fidelidad madurada durante tantos años de espera del Espíritu Santo lo que hace que "este Espíritu venga y les dé la alegría".

"Es precisamente el Espíritu quien nos guía. Él es el autor de la alegría, el creador de la alegría. Y esta alegría en el Espíritu nos da la verdadera libertad cristiana. Sin alegría, nosotros, cristianos, no podemos llegar a ser libres. Nos convertimos en esclavos de nuestras tristezas", constató; en cambio, la alegría cristiana deriva precisamente de la alabanza a Dios. "¿Qué es este alabar a Dios?", se preguntó el Papa. "Alabarle a Él gratuitamente, como es gratuita la gracia que Él nos da" fue su respuesta. Y "la eternidad será esto: alabar a Dios. Pero esto no será aburrido, será bellísimo. Esta alegría nos hace libres".

El Papa concluyó con una observación: "Es precisamente la Virgen quien trae las alegrías. La Iglesia la llama causa de nuestra alegría, causa nostrae letitiae. ¿Por qué? Porque trae nuestra alegría más grande, trae a Jesús. Y trayendo a Jesús hace que "este niño salte de alegría en el seno de la madre". Ella trae a Jesús. Ella con su oración hace que el Espíritu Santo irrumpa. Irrumpe ese día de Pentecostés; estaba allí. Debemos rezar a la Virgen para que al traer a Jesús nos dé la gracia de la alegría, de la libertad; nos dé la gracia de alabar, de hacer oración de alabanza gratuita, porque Él es digno de alabanza, siempre".

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