Estamos subiendo a Jerusalén
- 15 Marzo 2017
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Evangelio según San Mateo 20,17-28.
Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo:
"Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará". Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
Luisa de Marillac, Santa
Patrona de la Asistencia Social, 15 de marzo
Fundadora, con San Vicente de Paúl,
de la Hijas de la Caridad.
Martirologio Romano: En París, en Francia, santa Luisa de Marillac, viuda, que con el ejemplo formó el Instituto de Hermanas de la Caridad para ayuda de los necesitados, completando así la obra delineada por san Vicente de Paúl († 1660).
Fecha de canonización: 11 de marzo de 1934 por el Papa Pío XI
Etimológicamente: Luisa = Aquella que es famoso en la guerra, es de origen germánico.
Breve Biografía
Nació en París en 1591, Hija de Louis de Marillac, señor de Ferrieres. Perdió a su madre desde temprana edad, pero tuvo una buena educación, gracias, en parte, a los monjes de Poissy, a cuyos cuidados fue confiada por un tiempo, y en parte, a la instrucción personal de su propio padre, que murió cuando ella tenía poco más de quince años. Luisa había deseado hacerse hermana capuchina, pero el que entonces era su confesor, capuchino él mismo, la disuadió de ello a causa de su endeble salud. Finalmente se le encontró un esposo digno: Antonio Le Gras, hombre que parecía destinado a una distinguida carrera y que ella aceptó. Tuvieron un hijo. En el período en que Antonio estuvo gravemente enfermo, ella lo cuidó con esmero y completa dedicación.. Desgraciadamente, Luisa sucumbió a la tentación de considerar esta enfermedad como un castigo por no haber mostrado su agradecimiento a Dios, que la colmaba de bendiciones, y estas angustias de conciencia fueron motivos de largos períodos de dudas y aridez espiritual. Tuvo, sin embargo, la buena fortuna de conocer a San Francisco de Sales, quien pasó algunos meses en París, durante el año 1619. De él recibió la dirección más sabia y comprensiva. Pero París no era el lugar del santo.
Un poco antes de la muerte de su esposo, Luisa hizo voto de no contraer matrimonio de nuevo y dedicarse totalmente al servicio de Dios. Después, tuvo una extraña visión espiritual en la que sintió disipadas sus dudas y comprendió que había sido escogida para llevar a cabo una gran obra en el futuro, bajo la guía de un director a quien ella no conocía aun. Antonio Le Gras murió en 1625. Pero ya para entonces Luisa había conocido a "Monsieur Vicente", quien mostró al principio cierta renuncia en ser su confesor, pero al fin consintió. San Vicente en aquel tiempo estaba organizando sus "Conferencias de Caridad", con el objeto de remediar la espantosa miseria que existía entre la gente del campo, para ello necesitaba una buena organización y un gran numero de cooperadores. La supervisión y la dirección de alguien que infundiera absoluto respeto y que tuviera, a la vez, el tacto suficiente para ganarse los corazones y mostrarles el buen camino con su ejemplo.
A medida que fue conociendo más profundamente a "Mademoiselle Le Gras", San Vicente descubrió que tenía a la mano el preciso instrumento que necesitaba.
Era una mujer decidida y valiente, dotada de clara inteligencia y una maravillosa constancia, a pesar de la debilidad de salud y, quizás lo más importante de todo, tenía la virtud de olvidarse completamente de si misma por el bien de los demás. Tan pronto como San Vicente le habló de sus propósitos, Luisa comprendió que se trataba de una obra para la gloria de Dios. Quizás nunca existió una obra religiosa tan grande o tan firme, llevada a cabo con menos sensacionalismo, que la fundación de la sociedad, que fue conocida como "Hijas de la Caridad" y que se ha ganado el respeto de los hombres de la más diversas creencias en todas partes del mundo. Solamente después de cinco años de trato personal con Mlle. Le Gras, Monsieur Vicente, que siempre tenía paciencia para esperar la oportunidad enviada por Dios, mandó a esta dama devota, en mayo de 1629, a hacer lo que podríamos llamar una visita a "La Caridad" de Montmirail. Esta fue la precursora de muchas misiones similares y, a pesar de la mala salud de la señorita, tomada muy en cuenta por San Vicente, ella no retrocedió ante las molestias y sacrificios.
En 1633, fue necesario establecer una especie de centro de entrenamiento o noviciado, en la calle que entonces se conocía como Fosses-Saint-Victor. Ahí estaba la vieja casona que Le Gras había alquilado para sí misma después de la muerte de su esposo, donde dio hospitalidad a las primeras candidatas que fueron aceptadas para el servicio de los pobres y enfermos; cuatro sencillas personas cuyos verdaderos nombres quedaron en el anonimato. Estas, con Luisa como directora, formaron el grano de mostaza que ha crecido hasta convertirse en la organización mundialmente conocida como Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Su expansión fue rápida. Pronto se hizo evidente que convendría tener alguna regla de vida y alguna garantía de estabilidad. Desde hacía tiempo, Luisa había querido ligarse a este servicio con voto, pero San Vicente, siempre prudente y en espera de una clara manifestación de la voluntad de Dios, había contenido su ardor. Pero en 1634, el deseo de la santa se cumplió. San Vicente tenía completa confianza en su hija espiritual y fue ella misma la que redactó una especie de regla de vida que deberían seguir los miembros de la asociación. La sustancia de este documento forma la médula de la observancia religiosa de las Hermanas de la Caridad Aunque éste fue un gran paso hacia adelante, el reconocimiento de las Hermanas de la Caridad como un instituto de monjas, estaba todavía lejos.
En la actualidad, la blanca cofia y el hábito azul al que sus hijas han permanecido fieles durante cerca de 300 años, llaman inmediatamente la atención en cualquier muchedumbre. Este hábito es tan sólo la copia de los trajes que antaño usaban las campesinas. San Vicente, enemigo de toda pretensión, se opuso a que sus hijas reclamaran siquiera una distinción en sus vestidos para imponer ese respeto que provoca el hábito religioso.
No fue sino hasta 1642, cuando permitió a cuatro miembros de su institución hacer votos anuales de pobreza, castidad y obediencia y, solamente 13 años después, obtuvo en Roma la formal aprobación del instituto y colocó a las hermanas definitivamente bajo la dirección de la propia congregación de San Vicente. Mientras tanto, las buenas obras de las hijas de la caridad se habían multiplicado aceleradamente. En el desarrollo de todas estas obras, Mlle. Le Gras soportaba la parte más pesada de la carga. Había dado un maravilloso ejemplo en Angers, al hacerse cargo de un hospital terriblemente descuidado. El esfuerzo había sido tan grande, que a pesar de la ayuda enorme que le prestaron sus colaboradores, sufrió una severa postración que fue diagnosticada erróneamente, como un caso de fiebre infecciosa. En París había cuidado con esmero a los afectados durante una epidemia y, a pesar de su delicada constitución, había soportado la prueba. Los frecuentes viajes, impuestos por sus obligaciones, habrían puesto a prueba la resistencia de un ser más robusto; pero ella estaba siempre a la mano cuando se la requería, llena de entusiasmo y creando a su alrededor una atmósfera de gozo y de paz. Como sabemos por sus cartas a San Vicente y a otros, solamente dos cosas le preocupaban: una era el respeto y veneración con que se le acogía en sus visitas; la otra era la ansiedad por el bienestar espiritual de su hijo Miguel.
En el año de 1660, San Vicente contaba ochenta años y estaba ya muy débil. La santa habría dado cualquier cosa por ver una vez más a su amado padre, pero este consuelo le fue negado. Sin embargo, su alma estaba en paz; el trabajo de su vida había sido maravillosamente bendecido y ella se sacrificó sin queja alguna, diciendo a las que la rodeaban que era feliz de poder ofrecer a Dios esta última privación. La preocupación de sus últimos días fue la de siempre, como lo dijo a sus abatidas hermanas: "Sed empeñosas en el servicio de los pobres... amad a los pobres, honradlos, hijas mías, y honraréis al mismo Cristo". Santa Luisa de Marillac murió el 15 de marzo de 1660; y San Vicente la siguió al cielo tan sólo seis meses después. Fue canonizada en 1934.
Oración
¡Oh gloriosa santa Luisa de Marillac!
esposa fiel, madre modelo.
formadora de catequistas,
maestras y enfermeras,
ven en nuestra ayuda y alcanza del Señor:
socorro a los pobres,
alivio a los enfermos,
protección a los desamparados,
caridad a los ricos,
conversión a los pecadores,
vitalidad a nuestra Iglesia,
y paz a nuestro pueblo.
Cuida nuestro hogar y cuanto hay en él.
Amén
Beato Tito Brandsma (1881-1942), carmelita holandés, mártir La mística del sufrimiento
El mismo Jesús se declaró cabeza del Cuerpo místico del que nosotros somos los miembros. Él es la vid; nosotros los sarmientos (Jn 15,5). Se extendió sobre la prensa y se puso a pisarlo; nos dio así el vino para que bebiéndolo, pudiéramos vivir de su vida y compartir sus sufrimientos. "El que quiera hacer mi voluntad, que tome cada día su cruz. El que me sigue tiene la luz de la vida. Soy el camino. Os di ejemplo con el fin de que vosotros también hagáis, lo que yo hice por vosotros " (Lc 9,23; Jn 8,12; 14,6; 13,15). Y como sus discípulos no comprendían, que su camino debía ser un camino de sufrimiento, se lo explicaba diciendo: "¿No hacía falta que Cristo sufriera todo esto para entrar en su gloria?" (Lc 24,26)
Entonces el corazón de los discípulos ardía en su interior (v. 32). La Palabra de Dios los inflamaba. Y cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos, como una llama divina, para abrasarlos (Hch. 2), se sentían felices de sufrir desprecio y persecución (Hch. 5,41), porque así se parecían al que los había precedido en el camino del sufrimiento. Los profetas ya habían anunciado este camino de sufrimiento de Cristo, y los discípulos comprendían por fin que no lo había evitado. De la cena al suplicio de la cruz, pobreza y falta de comprensión fueron su heredad. Había pasado su vida enseñándoles a los hombres que la mirada de Dios en el sufrimiento, la pobreza, la incomprensión humana, es diferente de la loca sabiduría del mundo (1Co 1,20)... En la cruz está la salvación. En la cruz está la victoria. Dios lo quiso así.
Cada instante, un regalo
San Mateo 20, 17-28. II Miércoles de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, tuyo soy, para Ti nací, ¿qué quieres de mí? Quiero cumplir tu voluntad en cada momento de mi vida. Tal vez, como tus apóstoles, soy débil y no soy capaz de darte todo. Conozco bien que soy una creatura de barro. Por eso vengo a ponerme delante de Ti, para que seas Tú quien me indique qué es lo que quieres de mí. Yo soy capaz de hacer grandes y heroicas promesas, pero necesito que llenes mi corazón de amor para poder darte con totalidad mi vida.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús, ¿cómo vivías con tus discípulos? Quiero contemplar, por un instante esos momentos tan familiares y tan profundos. A veces puedo pensar que eras una persona infatigable, pero ¿cómo eras? Tú, eras el maestro y sin embargo te veo en la última cena lavando los pies de tus discípulos, y dejando a Juan recostarse en tu pecho… y no me es difícil imaginar las largas caminatas, llenas de cordialidad. Puedo pensar, en la paciencia que tendrías al escuchar a tus discípulos y sin duda te reirías, internamente, de la valentía de la madre de los Zebedeos ante tal petición… en fin, no dudo que más que un Señor, serías un gran Amigo.
Y hoy, al arrodillarme delante de la cruz y ver que diste tu vida por mí, veo algo más que una imagen fría, veo a un Dios, a un amigo que lo dio todo por mí, hasta la última gota. Sé que estás aquí para ser mi amigo. Es verdad que mis sentidos no te perciben, pero al igual que tus discípulos puedo gozar de este rato de oración, puedo escucharte, puedo descansar en tu pecho, en tu corazón y gozar de este momento. Te abro mi corazón y te pido ser santo. Sí, es un poco atrevida la petición y no sé si soy capaz de compartir tu sufrimiento, pero Tú has dicho que tocásemos a la puerta y para eso estoy aquí.
Te amo, Jesús, con todo mi corazón, con la sencillez de un niño y estoy aquí para pasar un rato con mi mejor amigo, con el auténtico amigo. No quiero hacer grandes cosas sino quiero vivir cada instante con pasión, hasta la más mínima cosa, pues cada instante es un regalo de tu amor.
Un corazón tibio se encierra en una vida perezosa y sofoca el fuego del amor. El que es tibio vive para satisfacer sus comodidades, que nunca son suficientes, y de ese modo nunca está contento; poco a poco termina por conformarse con una vida mediocre. El tibio reserva a Dios y a los demás algunos “porcentajes” de su tiempo y de su corazón, sin exagerar nunca, sino más bien buscando siempre recortar.[…] Hay una segunda tentación en la que se puede caer, no por ser pasivos, sino por ser “demasiado activos”: es la de pensar como dueños, de trabajar sólo para ganar prestigio y llegar a ser alguien. Entonces, el servicio se convierte en un medio y no en un fin, porque el fin es ahora el prestigio, después vendrá el poder, el querer ser grandes. “Entre vosotros -nos recuerda Jesús a todos- no será así: el que quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor”. Así se edifica y se embellece la Iglesia.
(Homilía de S.S. Francisco, 2 de octubre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a vivir con especial alegría, pues la vida del cristiano es un servir con alegría a ejemplo de Jesús.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Abrir nuestro corazón al don de Dios
Miércoles segunda semana Cuaresma. Pidámosle a Cristo nos conceda abrir nuestro corazón al don de Dios, y nos permita abrir el nuestro para ser don de Dios para los demás.
Nuestra vida no es simplemente una serie de circunstancias, una serie de días que van pasando uno detrás de otro, sino que todos los días de nuestra vida son un don de Dios, no sólo para nosotros, sino sobre todo un don de Dios para los demás, para aquellos que viven con nosotros. Un don de Dios que requiere, por parte nuestra, reconocerlo y hacernos conscientes de que efectivamente es un regalo de Dios. Y permitir, como consecuencia, que en nuestro corazón haya un espíritu agradecido por el hecho de ser un don de Dios.
En la historia de la Iglesia, Dios nuestro Señor ha ido dando dones constantemente, y a veces Él se prodiga de una forma particular en algunas circunstancias, por lo demás muy normales, muy corrientes, pero que se convierten de modo muy especial en don de Dios para sus hermanos. Es Él quien decide dar hombres y mujeres a su Iglesia que ayuden a los demás a caminar, que ayuden a los demás a encontrarse más profundamente con Cristo; es Él quien decide hacer de nuestras vidas un don para los demás.
Ciertamente que esto requiere, por parte de quien toma conciencia de ser un don de Dios para los demás, una correspondencia. No basta con decir “yo me entrego a los demás”, “yo soy un don de Dios para los demás”, es necesario, también, estar conscientes de lo que por nuestra parte esto va a suponer. A veces podemos convivir con el don de Dios y no ser conscientes de que lo tenemos a nuestro lado y no ser conscientes de que Dios está junto a nosotros. Podemos estar conviviendo con el don de Dios y no reconocerlo.
Algo así les había pasado a Santiago y a Juan, los hijos de Zebedeo. A pesar de llevar ya tiempo con nuestro Señor, no habían captado el don de Dios. Tanto es así que, justamente después que Cristo les habla de pasión, de muerte y de resurrección, acompañados de su madre, llegan y le dicen a Jesús: “Queremos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Cuando Jesús está hablando de renuncia, de entrega, de sacrificio, de redención, ellos le hablan a Cristo de dignidades, de cargos y de honores.
¡Qué misterio es el hecho de que se puede convivir con el don de Dios y, sin embargo, no reconocerlo! Nuestra vida puede ser una vida semejante a la de los hijos de Zebedeo, que tenían el don de Dios más grande —Cristo nuestro Señor—, y no lo habían reconocido.
El don de Dios, el Hijo de Dios caminaba con ellos, comía con ellos, dormía con ellos, les hablaba, les enseñaba, y ¡no lo habían reconocido! Es necesario tener los ojos abiertos y el corazón dispuesto a acoger el don de Dios, porque nos damos cuenta de que, no solamente Juan y Santiago no habían captado nada del don de Dios que era Cristo para sus vidas, tampoco nosotros mismos, muchas veces, lo hemos captado.
En este Evangelio encontramos una serie de características que tiene que tener nuestro corazón para ser capaz de reconocer el don de Dios: En primer lugar, estar dispuestos a servir a los demás; en segundo lugar, estar dispuestos a beber el cáliz del Señor, y en tercer lugar, estar dispuestos a ir con Cristo, como corredentores, por el bien de los demás.
Corredentor, compañero y servidor son las características del corazón que está dispuesto a reconocer el don de Dios y del corazón que está dispuesto a ser don de Dios para nuestros hermanos. A nosotros, entonces, nos correspondería preguntarnos: ¿Soy yo también corredentor? ¿Tomo yo como mía la misión de la Iglesia, la misión de Cristo, que es salvar a los hombres? ¿Soy compañero de Cristo, es decir, lo tengo frecuentemente en mi corazón, bebo su cáliz, comparto con Él todo? ¿Su vida es mi vida, sus intereses los míos, sus inquietudes las mías? ¿Soy servidor de los demás? ¿Estoy dispuesto a ser de los que sirven, de los que ayudan, de los que colaboran, de los que cooperan, de los que se entregan, de los que dan sin esperar necesariamente una recompensa?
Así como el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate de muchos, ¿tenemos nosotros la conciencia de que éste debe ser el retrato de nuestra vida: corredentores, compañeros y servidores de Cristo? Esta conciencia, que nos convierte en don de Dios para los demás, es la que nos convierte en colaboradores, en ayuda y en camino de Dios para nuestros hermanos los hombres.
No soñemos pensando que simplemente porque los criterios del Evangelio más o menos se nos emparejen y estemos de acuerdo con ellos, ya por eso tenemos claro el don de Dios. Si no eres con Cristo corredentor, si no eres capaz de beber su cáliz y si no eres con Cristo servidor de tus hermanos, serás lo que seas, pero no me digas que has encontrado el don de Dios, porque te estás engañando.
Cuando el Señor nos llama a la fe cristiana, es para llenarnos de cosas cotidianas y normales, como es cada una de nuestras vidas. En lo cotidiano está el don, no tenemos que buscar cosas extraordinarias ni milagros ni cosas raras.
Pidámosle a Cristo que nos conceda abrir nuestro corazón al don de Dios, pero también pidámosle que nos permita abrir nuestro corazón para que también nosotros, corredentores, compañeros y servidores, sepamos ser don de Dios para los demás.
El Papa: El camino de conversión cuaresmal pide hacer el bien concretamente
Alejarse del mal, aprender a hacer el bien y dejarse llevar adelante por el Señor es el camino de conversión cuaresmal.
Alejarse del mal, aprender a hacer el bien y dejarse llevar adelante por el Señor es el camino de conversión cuaresmal. Lo indicó el papa Francisco en su homilía de la misa celebrada este martes en la Residencia Santa Marta. Y precisó que “Convertirse no es ir donde una hada que con la varita mágica nos convierte” sino que se manifiesta en “cosas concretas”.
Francisco reflexionó acerca de las palabras del profeta Isaías en la Primera Lectura del día. “Cada uno de nosotros, cada día, hace algo malo”, y por eso dijo es necesario “no acostumbrarse a vivir en medio de las cosas malas” y alejarse de lo que “envenena el alma” y la hace pequeña, y aprender a hacer el bien.
Y si bien reconoció que “no es fácil hacer el bien. Debemos aprenderlo siempre. Y Él nos enseña. Pero aprendan. Como los niños. En el camino de la vida, de la vida cristiana, se aprende todos los días. Se debe aprender todos los días a hacer algo, a ser mejores que el día anterior. Aprender.
“Alejarse del mal y aprender a hacer el bien: esta es la regla de la conversión, porque convertirse no es ir donde una hada que con la varita mágica nos convierte. ¡No! Es un camino”.
Por tanto es necesario coraje para alejarse y humildad para aprender a hacer el bien, que se ejerce con hechos concretos:
“Él, el Señor, aquí dice tres cosas concretas, aunque hay tantas otras: busquen la justicia, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan la causa de la viuda… Cosas concretas. Se aprende a hacer el bien con cosas concretas, no con palabras. Con hechos… Por esto Jesús, en el Evangelio que hemos escuchado, reprocha a esta clase dirigente del pueblo de Israel, porque “dicen y no hacen”, no conocen lo concreto. Y si no existe lo concreto, no puede existir la conversión”.
El Santo Padre exhortó: “Aléjense del mal, aprendan a hacer el bien. ‘Ánimo, levántate, ven, hablemos y sigamos adelante’. – ‘Pero, yo tengo tantos pecados’, – ‘No te preocupes. Si tus pecados fueran como escarlata, se volverían blancos como la nieve’.Este es el camino de la conversión cuaresmal. Simple. Es un Padre que habla, es un Padre que nos quiere, nos quiere mucho. Y nos acompaña en este camino de conversión. Sólo nos pide que seamos humildes. Jesús les dice a los dirigentes: ‘El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado’”, dijo. El Señor es capaz de “hacer este milagro”, es decir, “cambiarnos”, no de un día para el otro, sino en el camino: “Es un Padre que habla, es un Padre que nos quiere, nos ama. Y nos acompaña en este camino de conversión. Sólo pide de nosotros que seamos humildes. Jesús dice a los dirigentes: “El que se ensalce, será humillado y el que se humille será ensalzado”. El Obispo de Roma concluyó su homilía señalando cuál es “el camino de la conversión cuaresmal”: Alejarse del mal, aprender a hacer el bien, levantarse e ir con Él. Entonces todos nuestros pecados serán perdonados”.
Nueva evidencia histórica derriba leyenda negra sobre Pío XII
Esta información constituye una razón más para derribar la leyenda negra sobre el Papa Pío XII
Una reciente investigación dada a conocer recientemente reveló que muchos de los lugares que acogieron a judíos durante la persecución nazi en la Segunda Guerra Mundial eran instituciones de la Iglesia Católica.
Esta información constituye una razón más para derribar la leyenda negra sobre el Papa Pío XII a quien algunos acusan de antisemita y “cómplice” de Hitler cuando en realidad ayudó a salvar a unos 800 mil judíos
Según informó el Catholic Herald, la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, un instituto de investigación histórica, se dedica actualmente a buscar los lugares que acogieron a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial para colocarles una placa conmemorativa como gesto de gratitud por su labor de rescate. A estos lugares los denomina “Casas de Vida”.
El presidente de la Fundación, Eduardo Eurnekian, indicó que “para nuestra sorpresa, nos enteramos que la gran mayoría de Casas de Vida eran instituciones relacionadas con la Iglesia Católica, que incluían conventos, monasterios, internados, hospitales, etc.”.
A la fecha el instituto ha localizado más de 500 “Casas de Vida” en Italia, Francia, Hungría, Bélgica y Polonia.
Según informó la fundación en su sitio web, uno de los últimos lugares católicos en ser reconocidos como “Casa de Vida” ha sido el Collegio San Giuseppe Instituto De Merode en Roma el 14 de febrero. Este lugar abrió sus puertas clandestinamente a los judíos y les proporcionó alimentos y medicinas hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
Actualmente la fundación está enfocada en encontrar más de estos lugares de acogida en Italia.
En un artículo publicado en el Catholic Herald, se estima que solo en la ciudad de Roma cerca de 4,500 judíos encontraron refugio en iglesias, conventos, monasterios e internados. Durante el tiempo en que sucedió todo esto, el Papa era Pío XII.
Cuando aún era Cardenal, Eugenio Pacelli ya había tenido gestos de ayuda hacia los judíos. En 1937 el Papa Pío XI publicó la encíclica “Mit Brennender Sorge” (Con ardiente inquietud) escrita en alemán donde condenó el nazismo. Pacelli, su secretario, lo ayudó a redactarla.
Cuatro años después, el Purpurado negoció el acuerdo entre la Santa Sede y Alemania para garantizar la libertad religiosa de los católicos en el país.
Al contrario de lo que afirma la leyenda negra en torno al Cardenal Pacelli, los nazis lo llamaban “el amante de los judíos” y lo odiaban tanto que quisieron evitar que fuera elegido Papa en 1939.
Para entonces, el Purpurado ya había hecho más de 50 protestas contra la política nazi. Incluso ayudó a obtener la libertad de un músico judío llamado Ossip Gabrilowitsch que huyó a Estados Unidos y años más tarde se convirtió al catolicismo.
Tras la muerte de Pío XI, el Cardenal Pacelli fue elegido Sucesor de San Pedro y tomó el nombre de Pío XII.
Siendo Papa, incrementó sus actividades de ayuda a los judíos. Se estima que con su obra se lograron salvar unos 800 mil. El Santo Padre los escondía en el Vaticano, sobre todo en Castel Gandolfo, la residencia estival de los Papas.
Llegó a ceder su propia cama para que mujeres judías dieran a luz allí. En total nacieron 42 niños y muchos de ellos fueron llamados Eugenio como acción de gracias a la ayuda del Papa.
También entregó a Israel Zolli, el entonces gran rabino de Roma, un considerable aporte en oro para completar los 50 kilos que los nazis le pidieron entregar a los judíos, algo que no evitó una gran redada en la que volvió a esconder a muchos.
Este y otros gestos hicieron que el rabino se convirtiera al catolicismo, bautizándose con el nombre de Eugenio.
La protección de Pío XII a los judíos y su firmeza moral hicieron que los nazis idearan un plan para secuestrarlo en 1944 cuando el régimen había ocupado Roma. Sin embargo nunca pudieron realizarlo.
El origen de la leyenda negra
Un ex espía de la KGB, Ion Mihai Pacepa, denunció en un artículo publicado en elNational Review Online que el Kremlin y la inteligencia rusa armaron un plan llamado “Asiento 12” para destruir la autoridad moral de la Iglesia Católica en la década de 1960.
Pacepa indicó que el principal objetivo era el Papa Pío XII debido a que había fallecido hacía dos años y, como decía el entonces Presidente de Rusia, Nikita Khrushchev, “los muertos no pueden defenderse”.
Pacepa contó que la KGB “quería presentarlo como un antisemita que había alentado el holocausto de Hitler”. Para lograrlo le pidieron modificar algunos documentos originales del Vaticano.
El espía rumano envió cientos de documentos a la KGB relacionados con Pío XII. Sin embargo, no encontró ninguno que incriminara al Papa, por lo cual los alteró.
Estos documentos fueron la base para la obra de teatro “El Vicario” escrita y publicada en 1963 por el alemán Rolf Hochhuth. En ella se presenta a Pío XII como un Papa partidario de los nazis e indiferente al holocausto judío. La obra llegó a traducirse a 20 idiomas.
"Hoy en día, mucha gente que nunca escuchó de ‘El Vicario’ está sinceramente convencida de que Pío XII fue un hombre frío y despiadado que odiaba a los judíos y que ayudó a Hitler a eliminarlos", manifestó Pacepa.
En 1964, el Papa Pablo VI ordenó hacer una investigación sobre la conducta de Pío XII en la Segunda Guerra Mundial. Esta demostró que tanto el Pontífice como la Iglesia Católica ayudaron mucho a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1999 el autor John Cornwell publicó su libro “El Papa de Hitler”, que también defiende la tesis de que Pío XII era antisemita.
En una entrevista concedida al diario español la Vanguardia, el Papa Francisco, lamentó que se haya generado una concepción errada sobre Pío XII y que se le “haya tirado encima de todo” al Pontífice que ayudó a salvar unos 800 mil judíos del holocausto perpetrado por los nazis.
La mano del Papa que acaricia a una anciana
"Que nuestro amor no sea una telenovela, sino un amor sincero y fuerte"
El Papa dice que los políticos están obligados a proporcionar trabajo a todos
Asegura que los empresarios que cierran por motivos oscuros "comenten pecado gravísimo"
José Manuel Vidal, 15 de marzo de 2017 a las 10:26
En este tiempo de cuaresma, los invito a que, alegres en la esperanza, reaviven en sus corazones el amor que han recibido de Dios
(José M. Vidal).- Audiencia de los míercoles en la plaza de San Pedro en una mañana soleada. El Papa Francisco explica en su catequesis en qué consiste amar sin hipocresía y que "la caridad es, ante todo un regalo" e invita a que "nuestro amor no sea una telenovela". En su saludo a los trabajadores italianos, pide a los políticos que garanticen "la dignidad del trabajo" y dice que los empresarios que cierran por motivos oscuros "cometen un pecado gravísimo".
Lectura de la carta a los Romanos: "Que vuestra caridad no sea una farsa. Aborreced lo malo y apegaos a lo bueno...Amaros los unos a los otros con afecto fraterno...No seáis descuidados. En el espíritu, manteneros ardientes. Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os mantenga alegres...Sed asiduos en la oración...Practicad la hospitalidad"
Algunas frases de la catequesis del Papa
"Sabemos bien que el gran mandamiento que nos dejó el Señor es el de amar"
"Somos llamados al amor, a la caridad"
"Ésta es nuestra vocación más alta, nuestra vocación por excelencia"
"El que ama tiene la alegría de la esperanza"
"Riesgo de que nuestra caridad sea hipócrita, que nuestro amor sea hipócrita"
"Que nuestro amor no sea una telenovela, sino un amor sincero y fuerte"
"¡Cuántos amores interesados hay!"
"Detrás de todo esto hay una idea falsa: Si amamos es porque somos buenos"
"La caridad es, ante todo, una gracia, un regalo"
"Poder amar es un don de Dios, que debemos pedir"
"Pablo nos invita a reconocer que somos pecadores"
"El Señor abre ante nosotros una vía de liberación y de salvación"
"Ser instrumentos de la caridad de Dios"
"Reavivar la esperanza"
"Por nosotros mismos no somos capaces de amar verdaderamente"
"Apreciar las cosas simples y sencillas de todos los días"
"Amar a los demás como los ama Dios"
"El secreto para ser alegres en la esperanza"
"El amor de Dios no disminuye"
Texto íntegro del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
En la Catequesis de hoy, san Pablo nos recuerda que el secreto para mantenernos alegres en la esperanza es reavivar en nuestros corazones el amor de Dios.
Todos somos pecadores, pero el Señor, que es rico en misericordia, abre ante nosotros una vía de libertad y de salvación, que es la posibilidad de vivir el mandamiento del amor, dejándonos guiar por el corazón del Resucitado.
Vivir y actuar el mandamiento del amor es un don de la gracia de Dios; por eso, cuando amamos, hay que evitar caer en la hipocresía de buscar nuestros propios intereses, y también en la idea falsa de pensar que si amamos es sólo mérito nuestro.
La auténtica caridad nace del encuentro personal con el rostro misericordioso de Jesús, y nos lleva al encuentro sincero con los hermanos. Sólo de esta forma podremos mantenernos alegres en la esperanza, pues sabemos que a pesar de nuestras debilidades y fallos, y hasta en los momentos más difíciles, el amor de Dios nunca nos abandona, y nos impulsa a compartir con nuestros hermanos todo lo que cada día recibimos de él.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. En este tiempo de cuaresma, los invito a que, alegres en la esperanza, reaviven en sus corazones el amor que han recibido de Dios y lo compartan con todos los hombres con obras de caridad sincera. Que Dios los bendiga.
Saludo del Papa en italiano: El Papa saluda a los trabajadores de la empresa 'Sky Italia', les muestra su apoyo e improvisa sobre el trabajo, la dignidad y los empresarios sin escrúpulos:
"El trabajo nos da dignidad. Los responsables de los pueblos, los dirigentes tienen la obligación de hacer que todos los hombres y mujeres puedan trabajar y levantar la frente y mirar a la cara a los demás, con dignidad. Los que, por maniobras económicas, para hacer negocios sucios cierran fábricas o empresas y dejan sin trabajo a los demás, éstas personas cometen un pecado gravísimo"
Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Sabemos bien que el gran mandamiento que nos ha dejado el Señor Jesús es aquel de amar: amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente y amar al prójimo como a nosotros mismos (Cfr. Mt 22,37-39). Es decir, estamos llamados al amor, a la caridad y esta es nuestra vocación más alta, nuestra vocación por excelencia; y a esa está ligada también la alegría de la esperanza cristiana. Quien ama tiene la alegría de la esperanza, de llegar a encontrar el gran amor que es el Señor.
El Apóstol Pablo, en el pasaje de la Carta a los Romanos que hemos apenas escuchado, nos pone en guardia: existe el riesgo que nuestra caridad sea hipócrita, que nuestro amor sea hipócrita. Entonces nos debemos preguntar: ¿Cuándo sucede esto, esta hipocresía? Y ¿Cómo podemos estar seguros de que nuestro amor sea sincero, que nuestra caridad sea auténtica? ¿De no aparentar de hacer caridad o que nuestro amor no sea una telenovela? Amor sincero, fuerte. La hipocresía puede introducirse en todas partes, también en nuestro modo de amar. Esto se verifica cuando nuestro amor es un amor interesado, motivado por intereses personales; y cuantos amores interesados existen... cuando los servicios caritativos en los cuales parece que nos donamos son realizados para mostrarnos a nosotros mismos o para sentirnos satisfechos: "pero, qué bueno que soy", ¿no?: esto es hipocresía; o aún más, cuando buscamos cosas que tienen "visibilidad" para hacer alarde de nuestra inteligencia o de nuestras capacidades. Detrás de todo esto existe una idea falsa, engañosa, es decir que, si amamos, es porque nosotros somos buenos; como si la caridad fuera una creación del hombre, un producto de nuestro corazón. La caridad, en cambio, es sobre todo una gracia, un regalo; poder amar es un don de Dios, y debemos pedirlo. Y Él lo da gustoso, si nosotros se lo pedimos. La caridad es una gracia: no consiste en el hacer ver lo que nosotros somos, sino en aquello que el Señor nos dona y que nosotros libremente acogemos; y no se puede expresar en el encuentro con los demás si antes no es generada en el encuentro con el rostro humilde y misericordioso de Jesús.
Pablo nos invita a reconocer que somos pecadores, y que también nuestro modo de amar está marcado por el pecado. Al mismo tiempo, pero, se hace mensajero de un anuncio nuevo, un anuncio de esperanza: el Señor abre ante nosotros una vía de liberación, una vía de salvación. Es la posibilidad de vivir también nosotros el gran mandamiento del amor, de convertirnos en instrumentos de la caridad de Dios. Y esto sucede cuando nos dejamos sanar y renovar el corazón por Cristo resucitado.
El Señor resucitado que vive entre nosotros, que vive con nosotros es capaz de sanar nuestro corazón: lo hace, si nosotros lo pedimos. Es Él quien nos permite, a pesar de nuestra pequeñez y pobreza, experimentar la compasión del Padre y celebrar las maravillas de su amor. Y entonces se entiende que todo aquello que podemos vivir y hacer por los hermanos no es otra cosa que la respuesta a lo que Dios ha hecho y continúa a hacer por nosotros. Es más, es Dios mismo que, habitando en nuestro corazón y en nuestra vida, continúa a hacerse cercano y a servir a todos aquellos que encontramos cada día en nuestro camino, empezando por los últimos y los más necesitados en los cuales Él en primer lugar se reconoce.
El Apóstol Pablo, entonces, con estas palabras no quiere reprocharnos, sino mejor dicho animarnos y reavivar en nosotros la esperanza. De hecho, todos tenemos la experiencia de no vivir a plenitud o como deberíamos el mandamiento del amor. Pero también esta es una gracia, porque nos hace comprender que por nosotros mismos no somos capaces de amar verdaderamente: tenemos necesidad de que el Señor renueve continuamente este don en nuestro corazón, a través de la experiencia de su infinita misericordia.
Y entonces sí que volveremos a apreciar las cosas pequeñas, las cosas sencillas, ordinarias; que volveremos a apreciar todas estas cosas pequeñas de todos los días y seremos capaces de amar a los demás como los ama Dios, queriendo su bien, es decir, que sean santos, amigos de Dios; y estaremos contentos por la posibilidad de hacernos cercanos a quien es pobre y humilde, como Jesús hace con cada uno de nosotros cuando nos alejamos de Él, de inclinarnos a los pies de los hermanos, como Él, Buen Samaritano, hace con cada uno de nosotros, con su compasión y su perdón.
Queridos hermanos, lo que el Apóstol Pablo nos ha recordado es el secreto para estar - uso sus palabras - es el secreto para estar "alegres en la esperanza" (Rom 12,12): alegres en la esperanza. La alegría de la esperanza, para que sepamos que en toda circunstancia, incluso en las más adversa, y también a través de nuestros fracasos, el amor de Dios no disminuye. Y entonces, con el corazón visitado y habitado por su gracia y por su fidelidad, vivamos en la gozosa esperanza de intercambiar con los hermanos, en lo poco que podamos, lo mucho que recibimos cada día de Él. Gracias.