Amor de Dios y del prójimo

Evangelio según San Marcos 12,28b-34. 

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?».Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos". El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios". Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. 

Santa Catalina de Suecia

Abadesa (c.a. 1331-1381)  A Catalina de Suecia o de Vadstena nació alrededor del año1331 del matrimonio formado por el príncipe Ulf Gudmarsson y Brigitta Birgesdotter; fue la cuarta de ocho hermanos. La educaron, como era frecuente en la época, al calor del monasterio; en este caso lo hicieron las monjas de Riseberga.

Contrajo matrimonio con el buen conde Egar Lyderson van Kyren y ambos influyeron muy positivamente en los ambientes nobles plagados de costumbres frívolas y profanas.   En el año 1373, muere en Roma Brígida y Catalina da sepultura provisional en la Ciudad Eterna al cadáver de su madre en la iglesia de san Lorenzo. El traslado del cuerpo en cortejo fúnebre hasta Suecia es una continua actividad misionera por donde pasa. Catalina habla de la misericordia de Dios que espera siempre la conversión de los pecadores; va contando las revelaciones y predicciones que Dios hizo a su santa madre.

Söderkoping es el lugar patrio que recibe la procesión en 1374 como si fuera un acto triunfal. Se relatan conversiones y milagros que se suceden hasta depositar los restos en el monasterio de Vadstena, donde entra y se queda Catalina, practicando la regla que vivió durante veinticinco años con su madre.   Un segundo viaje a Roma durará cinco años; tendrá como meta la puesta en marcha del proceso de canonización de la futura santa Brígida y la aprobación de la Orden del Santísimo Salvador. A su regreso a Vadstena, muere el 24 de marzo de 1381.

Oremos  
Tú, Señor, que concediste a Santa Catalina el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también à nosotros, por intercesión de esta santa, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

Calendario  de  Fiestas Marianas: Víspera de la Anunciación instituída por Gregorio  II.

San Cesáreo de Arlés (470-543), monje y obispo Sermones 22-25

Amor de Dios y del prójimo

Si tienes amor, posees a Dios, y si posees a Dios ¿qué te falta? ¿Qué posee el rico si le falta el amor? ¿Qué le falta al pobre si tiene amor? A lo mejor tú piensas que aquel que tiene sus arcas llenas de oro es rico... Te equivocas, porque el que es rico de verdad es aquel en quien Dios tiene su morada. ¿Qué podrás ignorar de las Escrituras si el amor, es decir: Dios, ha comenzado a poseerte? ¿Qué obra buena no serás capaz de realizar si tienes a Dios en tu corazón, la fuente de todo bien? ¿Qué adversario has de temer si tienes a Dios como rey dentro de ti?... 

Aprendamos, pues, hermanos queridísimos, a amar a Dios de todo corazón, y comencemos por amar a todos los hombres como a nosotros mismos. Si lo hacemos, ningún conflicto, ningún motivo de disputa, ningún proceso judicial nos podrá separar, ni a nosotros mismos ni a nuestros prójimos, del amor de Dios. Ama a todos los hombres de todo corazón, y haz lo que quieras. Ama a los justos porque ya son buenos, pero pide por ellos para que sean aún mejores. Ama a los injustos porque son hombres, pero detesta lo que hacen mal y desea de todo corazón que Dios en su misericordia los convierta a la bondad.

El que no está conmigo, está contra mí.
Reflexión del evangelio de la misa del Jueves 23 de Marzo de 2017

Jesús se enfrenta a sus contemporáneos que han endurecido el corazón y no son capaces de descubrir la mano de Dios en las acciones de Jesús.

Santo Toribio de Mogrovejo

Jeremías 7,23-28: “Éste es el pueblo que no escuchó la voz del Señor, su Dios”
Salmo 94: “Señor, que no seamos sordos a tu voz”
San Lucas 11,14-23: “El que no está conmigo, está contra mí”

¡Qué acusación tan tremenda nos lanza hoy  Jeremías! El pueblo de Dios, el que ha sido escogido sobre todos los pueblos, al que ha acompañado en su caminar, al que ha tomado de la mano, ahora no es capaz de escuchar su voz. Caminan dándole la espalda y se dejan llevar por su corazón obstinado. “Ya no existe fidelidad en Israel”, termina diciéndole Dios al profeta. Como si quisiera recoger estas mismas palabras hechas realidad, Jesús se enfrenta a sus contemporáneos que han endurecido el corazón y no son capaces de descubrir la mano de Dios en las acciones de Jesús. La expulsión de un espíritu mudo (es decir la sanación de un mudo) es la ocasión para que sus enemigos expresen sus resentimientos y endurezcan el corazón. 

Lo acusan precisamente de ser aliado del mal, cuando su ojos se cierran y no alcanzan a ver toda la liberación que está realizando. ¿Es posible tener el corazón tan aturdido que no se dan cuenta? Lo es. Al igual que el pueblo de Israel que no es capaz de corresponder al amor infinito de Dios, los contemporáneos de Jesús, también cierran el corazón y no son capaces de escuchar los sonidos del Reino. No valen ni las explicaciones ni las llamadas que continuamente hace el Maestro. Ellos se han cerrado en su egoísmo y no son capaces de escuchar. No pueden percibir que la curación es por el poder de Dios, ni son capaces de detectar la presencia del Reino. Se dicen seguidores del Señor, pero actúan bajo sus propios instintos y buscan  sólo su provecho. Así, en lugar de convertirse en constructores del Reino, se convierten en opositores de su acción salvífica. Se hacen enemigos porque están destruyendo la obra de Jesús. Muy al contrario de otros amantes de la paz y de la justicia, que sin siquiera conocer a Jesús, luchan por el bien y por la verdad. Ellos, junto con Jesús, están construyendo el Reino. Habría que revisarnos si nosotros que nos decimos sus discípulos no nos estamos oponiendo muchas veces con nuestras obras mezquinas a la construcción del Reino. Recordemos las palabras de Jesús: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.

Un suspiro me hablaría tanto.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
¿Por qué vengo a rezar?, ¿por qué me encuentro aquí? Las razones son tan conocidas como desconocidas –unas las conozco yo, otras sólo Tú. No conozco qué obrarás en mi alma, pero puedo estar seguro de que será algo grande. Heme aquí. Quiero estar.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
"Escucha"… ¿Escuchas a Dios?, ¿dónde lo escuchas? Puedo escucharlo en mi interior. Hay una voz, puedo llamarla así, que se llama consciencia. También puedo llamarle Dios. Porque, ¿quién es el que me lleva hacia lugares altos, sino sólo el que está en lo alto? Si quiero llamarlo reflexión, llamarlo especulación o genialidad, lo cierto es que siempre en mi interior hay algo que me lleva a trascender. Ése eres Tú. Lo sepa o no. Pero, ¿lo escucho?

Señor, poco sé escuchar y, ¡cómo me deleito en acariciar mis pensamientos! Es agradable de verdad pensar que tengo la razón, que ya me encuentro bien; que no hay necesidad de cambiar algo, que ya lo he comprendido todo; que con mi mente abarco suficientemente cuanto veo y cuanto vivo. Y, sin embargo, ¡qué lejos estoy de la verdad! Pero no lo veo y quizá incluso ni lo creo. Tan dentro en mí, tan profundo en mí me encuentro; y al mismo tiempo tan afuera. Pues si estuviese verdaderamente dentro, algo distinto me hablaría y  no sería mi voz sino la de alguien más.

Si yo aprendiera este arte, incluso un suspiro me hablaría tanto... Pero es que a veces ni los gritos o los llantos me interpelan. Ni la palabra de los pobres, ni la palabra de los santos, ni la palabra de Dios. Y aun ahora me cuesta pensar que todavía deba escuchar más. ¿No soy ya lo suficientemente bueno? Quizás no. Tal vez no, Señor. Al menos tal vez…

Si abriese un poco los ojos, si agudizase un poco más mi oído, alcanzaría a percibir algo más grande aún por alcanzar. Pero la decisión es mía. El recorrido es nuestro. El don ya está ofrecido por tu gracia. Ahora es necesario el receptor.

"Escucha Israel". "Escucha".

Ellos no sabían dialogar, no sabían dialogar con Dios, porque no sabían orar y escuchar la voz del Señor, y no sabían hablar con los demás. Solamente interpretaban como era la ley para hacerla más precisa, y estaban cerrados a los signos de Dios en la historia, se cerraron a su pueblo. Estaban cerrados y la falta de diálogo, y el cierre del corazón, les llevó a no obedecer a Dios. Este es el drama de estos doctores de Israel, de estos teólogos del pueblo de Dios: no sabían escuchar, no sabían dialogar. El diálogo se hace con Dios y con los demás.

(Homilía de S.S. Francisco, 16 de abril de 2015, en santa Marta).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Escucharé con atención a las personas.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Jesús, la mejor opción en la vida
Viernes tercera semana Cuaresma. A veces nuestras decisiones nos llevan por otros caminos.

La Escritura habla constantemente de la presencia de Dios como el único, como el primero en el corazón del pueblo de Israel, y usa la imagen del escuchar, del oír para indicar precisamente esta relación entre Dios y su pueblo.

Cuando a Jesús le preguntan ¿cuál es el primero de todos los mandamientos?, para responder Jesús emplea las palabras de una oración que los israelitas rezan todas las mañanas: "Escucha Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor, no tendrás otro Dios delante de ti".

Dentro del camino de la Cuaresma -que es el camino de conversión del corazón-, la escucha, el llegar a oír, el ser capaces de recibir la Palabra de Dios en el corazón es un elemento fundamental que se mezcla en nuestro interior con el elemento central del juicio, que es nuestra conciencia.

El profeta Oseas decía: "Ya no tendré más ídolos en mí". Es necesario aprender a no tener más ídolos en nosotros; hacer que nuestra conciencia se vea plena y solamente iluminada por Dios nuestro Señor, que ningún otro ídolo marque el camino de nuestra conciencia. Podría ser que en nuestra vida, en ese camino de aprendizaje personal, no tomásemos como criterio de comportamiento a Dios nuestro Señor, sino como dirá el Profeta Oseas: "a las obras de nuestras manos". Y Dios dice: "No vuelvas a llamar Dios tuyo a las obras de tus manos; no vuelvas a hacer que tu Dios sean las obras de tus manos". Abre tu conciencia, abre tu corazón a ese Dios que se convierte en tu alma en el único Señor.

Sin embargo, cada vez que entramos en nosotros mismos, cada vez que tenemos que tomar decisiones de tipo moral en nuestra vida, cada vez que tenemos que ilustrar nuestra existencia, nos encontramos como «dios nuestro» a la obras de nuestras manos: a nuestro juicio y a nuestro criterio. Cuántas veces no hacemos de nuestro criterio la única luz que ilumina nuestro comportamiento, y aunque sabemos que es posible que Dios piense de una forma diferente, continuamos actuando con las obras de nuestras manos como si fueran Dios, continuamos teniendo ídolos dentro de nuestro corazón.

La Cuaresma es este camino de preparación hacia el encuentro con Jesucristo nuestro Señor resucitado, que, vencedor del pecado y de la muerte, se nos presenta como el único Señor de nuestro corazón. La preparación cuaresmal nos tiene que llevar a hacer de nuestra conciencia un campo abierto, sometido, totalmente puesto a la luz de Dios.

A veces nuestras decisiones nos llevan por otros caminos, ¿qué podemos hacer para que nuestra conciencia realmente sea y se encuentre sólo con Dios en el propio interior? Recordemos el ejemplo tan sencillo de una cultura de tipo agrícola que nos da la Escritura: "Volverán a vivir bajo mi sombra". Dios como la sombra que en los momentos de calor da serenidad, da paz, da sosiego al alma. Dios como el árbol a cuya sombra tenemos que vivir.

Tenemos que darnos cuenta de que esta ruptura interior, que se produce con todos los ídolos, con todas las obras de nuestras manos, con todos los criterios prefabricados, con todos los criterios que nosotros hemos construido para nuestra conveniencia personal, acaban chocando con el salmo: "Yo soy tu Dios, escúchame". Él es nuestro Dios, ¿escuchamos a nuestro Dios? ¿Hasta qué punto realmente somos capaces de escuchar y no simplemente de oír? ¿Hasta qué punto hacemos de la palabra de Dios algo que se acoge en nuestro corazón, algo que se recibe en nuestro corazón? Nunca olvidemos que de la escucha se pasa al amor y de la acogida se pasa a la identificación.

Éste es el camino que tenemos que llevar si queremos estar viviendo según el primero de los mandamientos y si queremos escuchar de los labios de Jesús las palabras que le dice al escriba: "No estás lejos del reino de Dios". Solamente cuando el hombre y la mujer son capaces de hacer de la palabra de Dios en su corazón la única luz, y cuando hacer la única luz se concreta a una escucha, a un amor identificado con nuestro Señor, es cuando realmente nuestra vida empieza a encontrarse próxima al reino de Dios. Mientras nosotros sigamos teniendo los ídolos de nuestras manos dentro del corazón, estaremos encontrarnos alejados del reino de Dios, aunque nosotros pensemos que estamos cerca.

En nuestra conciencia la voz de Dios tiene que ser la luz auténtica que nos acerca a su Reino. Siempre que recibamos la Eucaristía, no nos quedemos simplemente con el hermoso sentimiento de: "¡qué cerca estás de mí, Señor!". Busquemos, pidamos que la Eucaristía se convierta en nuestro corazón en la luz que va transformando, que va rompiendo, que va separando del alma los ídolos, y que va haciendo de Dios el único criterio de juicio de nuestros comportamientos.

Solamente así podremos escuchar en nuestro corazón esas palabras tan prometedoras del profeta Oseas "Seré para Israel como el rocío; mi pueblo florecerá como el lirio, hundirá profundamente sus raíces. Como el álamo y sus renuevos se propagarán; su esplendor será como el del olivo y tendrá la fragancia de los cedros del Líbano. Volverán a vivir bajo mi sombra." Que la luz de Dios nuestro Señor sea la sombra a la cual toda nuestra vida crece, en la cual toda nuestra vida se realiza en plenitud.
 
El católico que olvida la Palabra de Dios se vuelve un católico ateo.
Misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta

Cuando no nos paramos a escuchar la voz del Señor terminamos por alejarnos, nos alejamos de Él, le damos la espalda. Y si no escuchamos la voz del Señor, escuchamos otras voces

En la Misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta el jueves, el Papa Francisco advirtió del peligro que corren los católicos que dan la espalda a la Palabra de Dios. “Pueden perder el sentido de la fidelidad y convertirse en católicos paganos, en católicos ateos”.

“Cuando no nos paramos a escuchar la voz del Señor terminamos por alejarnos, nos alejamos de Él, le damos la espalda. Y si no escuchamos la voz del Señor, escuchamos otras voces”. “Nos volvemos sordos, sordos a la Palabra de Dios”, explicó.

Por ello, el Santo Padre invitó a “detenemos un poco y mirar hacia nuestro corazón. Veremos cuántas veces tenemos cerrados los oídos y cuántas veces nos volvemos sordos”.
El Pontífice subrayó la importancia de identificar ese problema en el alma de cada uno, para evitar terminar dando la espalda a Dios y caer en la idolatría. “Cuando un pueblo, una comunidad, también una comunidad cristiana, una parroquia, una diócesis, cierra los oídos y se vuelve sorda a la Palabra del Señor, busca otras voces, otros señores y va a terminar con los ídolos, los ídolos del mundo, de la mundanidad, que la sociedad ofrece. Se aleja del Dios vivo”.

En definitiva, “el corazón se vuelve más duro, más cerrado en sí mismo. Duro e incapaz de recibir nada”.
Estas dos cosas, no escuchar la Palabra de Dios y tener el corazón endurecido y cerrado en sí mismo, nos hacen cerrarnos a la fidelidad. Se pierde el sentido de la fidelidad”.

Como consecuencia, “nos convertimos en católicos infieles, en católicos paganos o, todavía peor, en católicos ateos, porque no tenemos como referencia de amor al Dios viviente. No escuchar y dar la espalda a Dios nos lleva por el camino de la infidelidad”.

Esa infidelidad, ¿cómo se llena? Se llena de una forma de confusión, no se sabe dónde está Dios o dónde no está, se confunde a Dios con el diablo”. Puso como ejemplo de ello el pasaje del Evangelio en el que “a Jesús, que hace milagros, que hace tantas cosas por la salvación de las personas, le dicen: ‘Y esto lo hace porque es un hijo del diablo. Lo hace por el poder de Belzebú”.

“Esa es la blasfemia –continuó Francisco–. La blasfemia es la palabra final de ese proceso que comienza con no escuchar, que endurece el corazón, que lleva a la confusión, que te hace olvidar la fidelidad y, finalmente, lleva a la blasfemia”.

Por ello, el Papa invitó a coger una Biblia y preguntarse: “¿Me está hablando a mí? ¿Mi corazón se ha endurecido? ¿Me he alejado del Señor? ¿He perdido la fidelidad al Señor y vivo con los ídolos que me ofrece la mundanidad de cada día?”.


Papa Francisco aprueba 4 causas de canonización
La Iglesia contará así con 36 nuevos nombres en el canon de los santos

El 23 de marzo de 2017 el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a Su Eminencia el cardenal Angelo Amato, S.D.B., Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Durante dicha audiencia, el Santo Padre ha aprobado los decretos de sendos milagros obrado por Dios por intercesión de los Beatos Ángel de Acri y los Beatos Jacinta y Francisco Martos; también aprobó los votos favorables de la Sesión Ordinaria de cardenales y obispos miembros de la Congregación para la canonización de los siguientes beatos:

Cristóbal, Antonio y Juan, niños mártires, asesinados por odio a la fe en México en 1529.

Andrés de Soveral y Ambrosio Francisco Ferro, sacerdotes diocesanos, y Mateo Moreira, laico, y 27 compañeros mártires, asesinados por odio a la fe en Brasil el 16 de julio de 1645 y el 3 de octubre de 1645.

Ángel de Acri
Sacerdote Capuchino que supo llegar al corazón de las pobres gentes, campesinos y pastores en su mayoría, que malvivían trabajando de sol a sol, mientras los beneficios iban a parar a los señores. Les hablaba del amor de Dios con un mensaje sencillo, comprensible, despojado de retóricas y artificios, en conformidad con el espíritu franciscano. Obtuvo muchas conversiones. Fueron treinta y ocho años los que pasó predicando cuaresmas, ejercicios espirituales, misiones populares, etc., por muchas regiones de Italia, pasando por encima de penalidades y contratiempos. No se amilanaba a la hora de defender a los débiles. Denunciaba con pasión los abusos que cometían contra ellos lesionando sus derechos esenciales, y reclamaba a las autoridades civiles y a miembros de la nobleza el trato justo que merecían. Fue un gran confesor y pacificador. En el púlpito no le temblaba el pulso a la hora de condenar la gravedad de la conducta de los pecadores, aunque en el confesionario acogía a los penitentes con misericordia y piedad.

Fue beatificado en 1825 por el Papa León XII.

Los Pastorcillos de Fátima

El Beato Francisco Marto -nacido el 11 de junio de 1908 y muerto el 4 de abril de 1919-, y la Beata Jacinta Marto -nacida el 11 de marzo de 1910 y muerta el 20 de febrero de 1920- fueron testigos de las apariciones de la Virgen en Portugal en 1917.

Los hermanos Francisco y Jacinta fueron beatificados en el año 2000 por el Papa San Juan Pablo II.

El milagro que permitirá la canonización de ambos pastorcitos es la curación de un niño brasileño.

Ellos, junto con su prima Lucía, fueron testigos de las apariciones de la Virgen María en Cova de Iría, en Fátima, entre mayo y octubre de 1917. Francisco tenía nueve años, Jacinta siete y Lucía diez.

En total, la Virgen se les apareció 6 veces. En la tercera aparición, el 13 de julio, la Virgen les reveló el Secreto de Fátima. Según las crónicas, Lucía se puso pálida y gritó de miedo llamando a la Virgen por su nombre. Hubo un trueno, y la visión terminó.
Durante el período de tiempo en que se produjeron las apariciones, los tres niños tuvieron que hacer frente a las incomprensiones de sus familias y vecinos, y a la persecución del gobierno portugués, profundamente anticlerical. Pero aceptaron esas dificultades con fe y valentía: “Si nos matan, no importa. Vamos al cielo”, decían.

Tras las apariciones, los tres pastorcitos siguieron su vida normal, hasta la muerte de Francisco y Jacinta.
Francisco mostró un espíritu de amor y reparación para con Dios ofendido, a pesar de su vida tan corta. Su gran preocupación era “consolar a Nuestro Señor”. Pasaba horas pensando en Dios, por lo que siempre fue considerado como un contemplativo.

Su precoz vocación de eremita fue reconocida en el decreto de heroicidad de virtudes, según el cual después de las apariciones “se escondía detrás de los árboles para rezar solo; otras veces subía a los lugares más elevados y solitarios y ahí se entregaba a la oración tan intensamente que no oía las voces de los que lo llamaban”.

La vida de Jacinta se caracterizó por el Espíritu de sacrificio, el amor al Corazón de María, al Santo Padre y a los pecadores. Llevada por la preocupación de la salvación de los pecadores y del desagravio al Corazón Inmaculado de María, de todo ofrecía un sacrificio a Dios.

Los Niños Mártires de Tlaxcala
Fueron beatificados el 6 de mayo de 1990, en la Basílica de Guadalupe de Ciudad de México, por San Juan Pablo II. Para la canonización no será necesario un milagro dado el voto positivo de los cardenales miembros de la Congregación para la Causa de los Santos y su aprobación por el Santo Padre Francisco.

Cristóbal, Antonio y Juan, mártires, que alegres dieron su asentimiento a la fe cristiana en tiempo de la primera evangelización de América.

El primero nacido en Atlihuetzía, Tlaxcala aproximadamente en 1515 era el hijo mayor y el predilecto de Acxotécatl -el cacique principal-. Cristóbal aprendía mucho de la doctrina cristiana al escuchar a los frailes franciscanos así que pidió el bautismo el cual le fue administrado días después. Tras bautizarse, exhortó a su padre y a su familia para que dejaran la embriaguez y la adoración de ídolos, causando la ira de su progenitor quien decidió quitarle la vida, así que lo tomo de los cabellos, lo tiro al suelo y le dio crueles golpes con un grueso palo de encina y luego mandó a que lo arrojaran a una hoguera.

Antonio y Juan nacieron el en pueblo de Tizatlán, entonces parte del señorío de Tlaxcala. Educados primero por franciscanos y luego por dominicos, los niños recolectaron ídolos en poblados de la región para luego destruirlos. Los pobladores de la región los sorprendieron y mataron a ambos niños con palos.

30 Mártires Brasileños

Fueron los primeros mártires en tierra brasileña, asesinados por calvinistas holandeses instalados en Brasil en esos días; fueron beatificados por San Juan Pablo II el 5 de marzo de 2000.

Sus martirios ocurrieron entre el 16 de julio y el 3 de octubre de 1645. En la primera fecha Andrés de Soveral, presbítero de la Compañia de Jesús, Domingo Carvalho junto a un grupo de fieles fueron cruelmente asesinados durante la celebración eucarística en la ciudad de Cunhaú, cerca de Natal, estado de Río Grande do Norte.

Menos de tres meses después, en Uruaçu, también cerca de Natal, Ambrosio Francisco Ferro, presbítero, Mateo Moreira, laico, y compañeros mártires fueron asesinados por holandeses, calvinistas de religión, quienes eran acompañados por un pastor protestante que les ofreció la vida a quienes apostataban, todos los que se resistieron a esta oferta fueron bárbaramente sacrificados.

Este grupo de mártires, de manera similar a los Niños Mártires de Tlaxcala, serán canonizados sin necesidad de la comprobación de un milagro obrado por su intercesión.

Las fechas en que se realizarán las ceremonias de canonización aún no han sido determinadas.

¿Está mal ir con mis amigos a la playa en Semana Santa?
Como católicos debemos discernir si podrremos participar bien en las celebraciones litúrgicas y estar dispuestos a vivir esa semana como se debe

Semana Santa es sinónimo de vacaciones para muchos. No es la excepción que como católicos nos veamos en la disyuntiva de si irnos o no a la playa, todo por la complicación de no poder participar bien en las celebraciones litúrgicas y estar dispuestos a vivirla como se debe.

Hoy el Padre Seba nos da unos muy buenos consejos para saber discernir qué es lo mejor para aprovechar bien este tiempo de gracia que nos ofrece el Señor y vivir con Él su Pasión y Resurrección.

La anticoncepción ¿es pecado grave?
El Magisterio de la Iglesia ha enseñado de modo uniforme que la anticoncepción es siempre materia de pecado grave ¿Por qué?

Pregunta:
Al confesarme, un sacerdote me dijo que la anticoncepción es pecado grave. En el momento no me animé a preguntarle si siempre era pecado mortal, o en algún caso era sólo pecado venial. ¿Podría Usted contestarme?

Respuesta:
Estimado:
Debo responderle que el Magisterio de la Iglesia -desde la Encíclica Casti connubii, de Pío XI, pasando por el Concilio Vaticano II y Pablo VI, hasta los diversos documentos de Juan Pablo II- ha enseñado de modo uniforme que la anticoncepción es siempre materia de pecado grave.

Tenga en cuenta, para entender esto, que materia grave de pecado se consideran aquellos valores fundamentales de la persona que están protegidos por los diez mandamientos (precisamente por su importancia para la perfección de la persona humana, es decir, para que la persona alcance los fines que la perfeccionan)[1].

El Magisterio de la Iglesia, pues, enseña que la anticoncepción es materia de pecado grave al afirmar que: 1º en el acto conyugal están en juego valores importantes, y 2º que los anticonceptivos ponen seriamente en peligro tales valores.

En este sentido, la Gaudium et spes presenta el acto conyugal como la expresión privilegiada y típicamente propia del amor conyugal y, a su vez, dice que el amor conyugal está constitucionalmente ordenado a la transmisión de la vida, o procreación[2]. Amor yvida son, por consiguiente, los valores centrales que están en juego en el amor conyugal. Y esos valores son evidentemente de suma importancia.

Pablo VI expresa substancialmente lo mismo poniendo de relieve los ‘significados’ del acto conyugal y fundando las exigencias éticas en el principio de la inseparabilidad de los dos significados que encierra en su estructura el acto, es decir, el significado unitivo y el procreador: ‘Esta doctrina… está fundada sobre la inseparable conexión… entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador… Efectivamente, el acto conyugal, por su íntima estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace aptos para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer. Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad'[3]. El mismo Papa también señalaba la totalidad y la fecundidad entre las cualidades esenciales e indispensables que debe tener el amor para ser auténticamente conyugal. En efecto, la totalidad no permite exclusiones o reservas de ninguna clase; y la fecundidad es una orientación hacia la vida por transmitir[4].

En esta línea, Juan Pablo II, en la Familiaris Consortio llega a afirmar que ‘la donación física total sería un engaño si no fuese signo y fruto de una donación en la que está presente toda la persona…; si la persona se reservase algo… ya no se donaría totalmente'[5].

Teniendo estas expresiones en cuenta, puede luego el mismo Juan Pablo II, al tocar el tema de la anticoncepción, enumerar todos los valores que quedan destruidos por la anticoncepción: ‘Cuando los esposos, mediante el recurso a la anticoncepción, separan estos dos significados que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer y en el dinamismo de su comunión sexual, se comportan como ‘árbitros’ del designio divino y ‘manipulan’ y envilecen la sexualidad humana, y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor de donación ‘total’. Así, al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, la anticoncepción impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal'[6].

Quedan claramente enumerados los valores que la anticoncepción compromete objetivamente:
1º La no aceptación, por parte de los cónyuges, de su misión de ‘ministros’ y ‘colaboradores’ de Dios en la transmisión de la vida.
2º La pretensión de convertirse en ‘árbitros’ del designio divino.
3º El envilecimiento de la sexualidad humana y, por tanto, de la propia persona y de la del cónyuge.
4º La falsificación del lenguaje sexual hasta hacerlo objetivamente contradictorio.
5º La eliminación de toda referencia al valor ‘vida’.
6º La herida mortal (‘falsificación de la verdad interior’) del amor conyugal mismo.

El ‘no’ a la vida -dice Lino Ciccone- que el uso de un anticonceptivo grita con su misma denominación, se presenta así también, y ante todo, como un ‘no a Dios’. Y recuerda el modo en que lo advirtió Pablo VI en la Humanae vitae: ‘Un acto de amor recíproco que prejuzgue la disponibilidad a transmitir la vida que Dios creador, según particulares leyes, ha puesto en él, está en contradicción con el designio constitutivo del matrimonio y con la voluntad del Autor de la vida. Usar este don divino destruyendo su significado y su finalidad, aun sólo parcialmente, es contradecir la naturaleza del hombre y de la mujer y sus más íntimas relaciones, y por lo mismo es contradecir también el plan de Dios y su voluntad'[7].

Juan Pablo II no duda en decir que la dignidad de la persona queda radicalmente en peligro en el comportamiento anticonceptivo porque en la persona, que tiene como ‘constitución fundamental’ el dominio de sí, se aplica el modelo propio de la relación con las cosas, que es una relación de dominio, privando así al hombre ‘de la subjetividad que le es propia’ y haciendo de él ‘un objeto de manipulación'[8].
Se aplica aquí, por tanto, el principio del Magisterio que dice: ‘El orden moral de la sexualidad comporta para la vida humana valores tan elevados que toda violación directa de este orden es objetivamente grave'[9].

Que la anticoncepción constituye una violación directa del orden moral de la sexualidad es una enseñanza inequívoca y constante del Magisterio, dado que la califica como ‘intrínsecamente malo'[10].

Se pueden hallar más confirmaciones de la gravedad moral objetiva de la anticoncepción prestando atención a algunas características que ese comportamiento ha asumido en nuestro tiempo.

La anticoncepción, al extenderse, ha originado lo que Juan Pablo II llama ‘conjura contra la vida'[11]. Una conjura, prosigue el Papa, ‘que ve implicadas incluso a instituciones internacionales, dedicadas a alentar y programar auténticas campañas de difusión de la anticoncepción, la esterilización y el aborto'[12].

La difusión en las masas de la anticoncepción ha sido el primer paso de un camino de muerte. De allí ha derivado pronto una vasta ‘mentalidad anticonceptiva’ es decir, una amplia actitud de rechazo de todo hijo no querido, abriendo así el camino a una gran aceptación social de la esterilización y del aborto. A su vez, esto está constituyendo la premisa para la aceptación social de la eutanasia y de su legitimación jurídica.

La anticoncepción en nuestro mundo contemporáneo ha desempeñado y desempeña un papel muy importante en el desarrollo de la asoladora ‘cultura de la muerte’, cuyas víctimas se cuentan por decenas de millones cada año. Una cultura que, además, envilece la sexualidad humana y desvirtúa el amor incluso en su forma más sublime, como es el amor materno, cuando confiere a la madre el absurdo derecho de matar al niño que lleva en su seno.
Los cónyuges que eligen la anticoncepción, lo sepan o no, contribuyen a consolidar y potenciar en su fuente esa cultura. se entiende de esta manera el juicio negativo del Magisterio.
 
Bibliografía para profundizar:

Lino Ciccone, En el Magisterio universal de la Iglesia, ¿la anticoncepción es considerada materia grave o leve de pecado? (L’OR, 24/01/97, pp. 9-10).

Lino Ciccone, Humanae vitae. Analisi e commento, Ed. Internazionali, s/f.
Pontificio Consejo para la Familia, Vademecum para los Confesores sobre algunos temas de moral conyugal, 1997.

Fuentes, Miguel, La ‘Humanae vitae’ de Pablo VI: esencia de un documento profético, Diálogo 21 (1998), 101-117.
[1] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1858 y 2072.
[2] Cf. Gaudium et spes, nn. 49 y 50.
[3] Humanae vitae, n. 12.
[4] Cf. Ibid., n. 9.
[5] Familiaris consortio, n. 11.
[6] Ibid., n. 32.
[7] Humanae vitae, n. 13.
[8] Juan Pablo II, L’OR, 26/08/84, p. 3.
[9] Congregación para la Doctrina de la Fe, Persona humana, n. 10.
[10] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2370.
[11] Evangelium Vitae, 12, 17.
[12] Ibid., 17.

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