Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho

Evangelio según San Lucas 1,26-38. 


El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". 
El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". 
María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.

San Tarasio

San Tarasio, (en griego: Ταράσιος), (c. 730–25 de febrero de 806) fue patriarca de Constantinopla desde el 25 de diciembre de 784 hasta su muerte en 806.

Tarasio nació y murió en Constantinopla. Hijo de un juez de alto rango, desde su infancia tuvo relación con otras familias importantes, como la del último patriarca, Focio. Tarasio desarrolló una carrera en la administración seglar y pasó a ser secretario imperial (asekretis). En este cargo, como mostró simpatías tanto por los Iconodulas como por la obediencia a las órdenes imperiales, la emperatriz Irene le nombró patriarca en 784, aunque en aquel tiempo era seglar. Sin embargo, como todos los bizantinos educados, estaba muy versado en teología. Para poder ser nombrado patrirca Tarasio fue ordenado apresuradamente sacerdote.

En 784 participó en el Concilio de Nicea, convocado para tratar la controversia iconoclasta. Mientras duraron las deliberaciones se produjeron varios tumultos. Finalmente se condenó la iconoclasia y se afirmó oficialmente la veneración de las imágenes.
 


CARTA APOSTÓLICA  DUODECIMUM SAECULUM
DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II  A LOS OBISPOS DE LA IGLESIA CATÓLICA AL CUMPLIRSE EL XII CENTENARIO DEL II CONCILIO DE NICEA

CARTA APOSTÓLICA  DUODECIMUM SAECULUM
DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II

Calendario de Fiestas Marianas: Solemnidad de la Anunciación

Santa Clara (1193-1252), monja franciscana 
Carta 3 a Santa Inés de Praga, 18-26 (trad. Escritos de Santa Clara de Asís – Directorio franciscano)

La morada de Dios

Adhiérete a su Madre dulcísima, que engendró tal Hijo, a quien los cielos no podían contener, y ella, sin embargo, lo acogió en el pequeño claustro de su sagrado útero y lo llevó en su seno de doncella. 

      

¿Quién no aborrecerá las insidias del enemigo del género humano, el cual, mediante el fausto de glorias momentáneas y falaces, trata de reducir a la nada lo que es mayor que el cielo? En efecto, resulta evidente que, por la gracia de Dios, la más digna de las criaturas, el alma del hombre fiel, es mayor que el cielo, ya que los cielos y las demás criaturas no pueden contener al Creador, y sola el alma fiel es su morada y su sede, y esto solamente por la caridad, de la que carecen los impíos, como dice la Verdad: El que me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré, y vendremos a él, y moraremos en él (Jn 14,21.23). 

  

Por consiguiente, así como la gloriosa Virgen de las vírgenes lo llevó materialmente, así también tú, siguiendo sus huellas, ante todo las de la humildad y pobreza, siempre puedes, sin duda alguna, llevarlo espiritualmente en tu cuerpo casto y virginal, conteniendo a Aquel que os contiene a ti y a todas las cosas, poseyendo aquello que, incluso en comparación con las demás posesiones de este mundo, que son pasajeras, poseerás más fuertemente.

La Anunciación del Ángel a la Virgen María

Solemnidad. En el año 2016 esta solemnidad de celebra el 4 de abril por caer el 25 de marzo en Viernes Santo


Martirologio RomanoSolemnidad de la Anunciación del Señor, cuando, en la ciudad de Nazaret, el ángel del Señor anunció a María: Concebirás y darás a luz un hijo, y se llamará Hijo del Altísimo. María contestó: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y así, llegada la plenitud de los tiempos, el que era antes de los siglos el Unigénito Hijo de Dios, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, se encarnó por obra del Espíritu Santo de María, la Virgen, y se hizo hombre.



La última fase de toda la apoteosis salvadora comenzó en Nazaret. Hubo intervenciones angélicas y sencillez asombrosa. Era la virgen o pártenos del Isaías viejo la destinataria del mensaje. Todo acabó en consuelo esperanzador para la humanidad que seguía en sus despistes crónicos e incurables. Los anawin tuvieron razones para hacer fiesta y dejarse por un día de ayunos; se había entrado en la recta final.



La iconografía de la Anunciación es, por copiosa, innumerable: Tanto pintores del Renacimiento como el veneciano Pennacchi la ponen en silla de oro y vestida de seda y brocado, dejando al pueblo en difusa lontananza. Gabriel suele aparecer con alas extendidas y también con frecuencia está presente el búcaro con azucenas, símbolo de pureza. Devotas y finas quedaron las pinturas del Giotto y Fra Angélico, de Leonardo da Vinci, de fray Lippi, de Cosa, de Sandro Botticelli, de Ferrer Bassa, de Van Eyck, de Matthias Grünewald, y de tantos más.



Pero probablemente sólo había gallinas picoteando al sol y grito de chiquillos juguetones, estancia oscura o patio quizá con un brocal de pozo; quizá, ajenos a la escena, estaba un perro tumbado a la sombra o un gato disfrutaba con su aseo individual; sólo dice el texto bíblico que "el ángel entró donde ella estaba".



Debió narrar la escena la misma María a san Lucas, el evangelista que la refiere en momento de intimidad.



Así fue como lo dijo Gabriel: "Salve, llena de gracia, el Señor es contigo". Aquel doncel refulgente, hecho de claridad celeste, debió conmoverla; por eso intervino "No temas, María, porque has hallado gracia ante de Dios; concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo a quien pon-drás por nombre Jesús. Éste será grande: se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará por los siglos sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin". La objeción la puso María con toda claridad: "¿Cómo será esto, pues no conozco varón?" No hacía falta que se entendiera todo; sólo era precisa la disposición interior. "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá será llamado santo, Hijo de Dios".


Luego vino la comunicación del milagro operado en la anciana y estéril Isabel que gesta en su sexto mes, porque "para Dios ninguna cosa es imposible".



Fiesta de Jesús que se encarnó -que no es ponerse rojo, sino que tomó carne y alma de hombre-; el Verbo eterno entró en ese momento histórico y en ese lugar geográfico determinado, ocultando su inmensidad.



Fiesta de la Virgen, que fue la que dijo "Hágase en mí según tu palabra". El "sí" de Santa María al irrepetible prodigio trascendental que depende de su aceptación, porque Dios no quiere hacerse hombre sin que su madre humana acepte libremente la maternidad.



Fiesta de los hombres por la solución del problema mayor. La humanidad, tan habituada a la larguísima serie de claudicaciones, cobardías, blasfemias, suciedad, idolatría, pecado y lodo donde se suelen revolcar los hombres, esperaba anhelante el aplastamiento de la cabeza de la serpiente.



Los retazos esperanzados de los profetas en la lenta y secular espera habían dejado de ser promesa y olían ya a cumplimiento al concebir del Espíritu Santo, justo nueve meses antes de la Navidad.



¡Cómo no! Cada uno puede poner imaginación en la escena narrada y contemplarla a su gusto; así lo hicieron los artistas que las plasmaron con arte, según les pareció.



Consulta también: La encarnación del Verbo de Jesús Martí Ballester
 
María, la esclava del Señor

San Lucas 1, 26-38. Anunciación del Señor


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

¡Dios te salve, llena de gracia, María! Hoy me pongo bajo tu manto. Enséñame a ser un hijo que se parezca a ti en la fe, en la esperanza, en el amor. Muéstrame a tu Hijo, Jesucristo, pues en Él está el Reino, la paz, la justicia y la Vida. Amén.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

"La virgen se llamaba María". El evento más grande de la historia comienza del modo más pequeño. Una jovencita es elegida en un pueblo a las orillas de un país que está sometido a un imperio. Dios envía su ángel a una casa humilde, y allí decide iniciar la redención del mundo entero.

¡Qué grande es María! Y curiosamente es grande porque es pequeña, pues deja espacio en su corazón para Dios. No vive llena de sí misma; no sabemos qué proyectos tenía, fuera de su matrimonio con José y de su propósito de virginidad; el Evangelio no nos dice cuáles eran sus habilidades, ni su experiencia en el trabajo, ni sus áreas de interés, nada… Todo lo que María era hasta entonces se convirtió en una ofrenda a Dios. Se lo dio todo, y tomó lo que el Señor le pedía: ser la Madre de Dios.

Tras el momento de la Anunciación, María comenzó un camino de fe. Sabía que sería madre, y que su Hijo sería grande. Los detalles, sin embargo, estaban todavía ocultos: ¿Cómo evitar un malentendido con su esposo? ¿Acaso viviría como madre soltera? ¿Quién se encargaría entonces de dar sustento al niño? ¿Cómo lograría su Hijo llegar a ser de importancia en Israel, viniendo de un hogar tan lejano y pobre? ¿Era posible que alguien reinara en ese rincón dominado por los romanos? Y aun así, María confía. Todo estaba en las manos de Dios, Él se encargaría de que las cosas fueran saliendo, paso a paso…

Gracias, María, por vivir abierta de par en par a la Voluntad de Dios. Con tu obediencia hemos recibido a Jesús, nuestro Salvador. Enséñame, madre, a ser atento como tú a los mensajes de Dios. Ayúdame a poner su Voluntad en el primer lugar de mis planes y acciones. Acompáñame en el camino, que avance siempre con fe y por la fe. Que en este día y todos los días pueda repetir tu oración: "Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".

En el "sí" de María está el “sí” de toda la historia de la salvación y ahí comienza el último "sí" del hombre y de Dios: ahí Dios recrea, como en el principio con un "sí" hizo el mundo y el hombre, esa hermosa creación: con este “sí” yo vengo para hacer tu voluntad, y de una manera más maravillosa recrea el mundo, nos recrea a todos nosotros. Es el "sí" de Dios que nos santifica, que nos hacer ir hacia adelante en Jesucristo. Por eso, hoy es el día justo para dar gracias al Señor y preguntarnos: ¿soy hombre o mujer del "sí" o soy hombre o mujer del "no"? O ¿soy hombre o mujer que miro un poco hacia otro lado, para no responder? Que el Señor nos dé la gracia de entrar en este camino de hombres y mujeres que han sido capaces de decir el "sí".
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de abril de 2016, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscaré hoy rezar al menos un misterio del rosario, pidiendo por las vocaciones a la vida consagrada.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
 
Cristo que nos llama a la conversión del espíritu

Sábado tercera semana Cuaresma. ¿Qué esfuerzo he hecho para que Cristo sea el centro de mi vida? 



La experiencia de buscar convertir nuestro corazón a Dios, que es a lo que nos invita constantemente la Cuaresma, nace necesariamente de la experiencia que nosotros tengamos de Dios nuestro Señor. La experiencia del retorno a Dios, la experiencia de un corazón que se vuelve otra vez a nuestro Señor nace de un corazón que experimenta auténticamente a Dios. No puede nacer de un corazón que simplemente contempla sus pecados, ni del que simplemente ve el mal que ha hecho; tiene que nacer de un corazón que descubre la presencia misteriosa de Dios en la propia vida.



Durante la Cuaresma muchas veces escuchamos: “tienes que hacer sacrificios”. Pero la pregunta fundamental sería si estás experimentando más a Dios nuestro Señor, si te estás acercando más a Él.



En la tradición de la Iglesia, la práctica del Vía Crucis —que la Iglesia recomienda diariamente durante la Cuaresma y que no es otra cosa sino el recorrer mentalmente las catorce estaciones que recuerdan los pasos de nuestro Señor desde que es condenado por Pilatos, hasta el sepulcro—, necesariamente tiene que llevarnos hacia el interior de nosotros mismos, hacia la experiencia que nosotros tengamos de Jesucristo nuestro Señor.



Tenemos que ir al fondo de nuestra alma para ahí ver la profundidad que tiene Dios en nosotros, para ver si ya ha conseguido enraizar, enlazarse con nosotros, porque solamente así llegamos a la auténtica conversión del corazón. Al ver lo que Cristo pasó por mí, en su camino a la cruz, tengo que preguntarme: ¿Qué he hecho yo para convertir mi corazón a Cristo? ¿Qué esfuerzo he hecho para que mi corazón lo ponga a Él como el centro de mi vida?



Frecuentemente oímos: “es que la vida espiritual es muy costosa”; “es que seguir a Cristo es muy costoso”; “es que ser un auténtico cristiano es muy costoso”. Yo me pregunto, ¿qué vale más, lo que a mí me cuesta o lo que yo gano convirtiéndome a Cristo? Merece la pena todo el esfuerzo interior por reordenar mi espíritu, por poner mis valores en su lugar, por ser capaz de cambiar algunos de mis comportamientos, incluso el uso de mi tiempo, la eficacia de mi testimonio cristiano, convirtiéndome a Cristo, porque con eso gano.



 

A la persona humana le bastan pequeños detalles para entrar en penitencia, para entrar en conversión, para entrar dentro de sí misma, pero podría ser que ante la dificultad, ante los problemas, ante las luchas interiores o exteriores nosotros no lográramos encontrarnos con Cristo.



Nosotros, que tenemos a Jesucristo todos los días si queremos en la Eucaristía; nosotros, que tenemos a Jesucristo si queremos en su Palabra en el Evangelio; nosotros, que tenemos a Jesucristo todos los días en la oración, podemos dejarlo pasar y poner otros valores por encima de Cristo. ¡Qué serio es esto, y cómo tiene que hacer que nuestro corazón descubra al auténtico Jesucristo!



Dirá Jesucristo: “¿De qué te sirve ganar todo el mundo, si pierdes tu alma? ¿Qué podrás dar tú a cambio de tu alma?” Es cuestión de ver hacia dónde estamos orientando nuestra alma; es cuestión de ver hacia dónde estamos poniendo nuestra intención y nuestra vida para luego aplicarlo a nuestras realidades cotidianas: aplicarlo a nuestra vida conyugal, a nuestra vida familiar, a nuestra vida social; aplicarlo a mi esfuerzo por el crecimiento interior en la oración, aplicarlo a mi esfuerzo por enraizar en mi vida las virtudes.



Cuando en esta Cuaresma escuchemos en nuestros oídos la voz de Cristo que nos llama a la conversión del espíritu, pidámosle que sea Él quien nos ayude a convertir el corazón, a transformar nuestra vida, a reordenar nuestra persona a una auténtica conversión del corazón, a una auténtica vuelta a Dios, a una auténtica experiencia de nuestro Señor.


José Álvarez-Benavides y de la Torre y 114 compañeros

Mártires de España

Sin fecha de memoria litúrgica grupal (memorias individuales

)

El papa Francisco recibió, el 14 de 2016, al prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, cardenal Angelo Amato, y autorizó la promulgación del decreto papal que reconoce el martirio y permitirá beatificar a José Álvarez-Benavides y de la Torre y de otros 114 compañeros asesinados por «odio a la fe» entre 1936 y 1939, una causa promovida por la diócesis de Almería, donde fueron asesinados, aunque mucho de ellos eran clérigos traidos prisioneros desde otras zonas de Andalucía.

Fecha de beatificación: 25 de marzo de 2017, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Breve Semblanza

A la cabeza de los mártires está el Siervo de Dios D. José Álvarez-Benavides y de la Torre, hijo de Faustino Álvarez-Benavides Díaz y María del Mar de la Torre y del Moral; nacido en Málaga, por haber sido trasladado a esa ciudad su padre, fue un malagueño accidental. Vuelta la familia a Almería, en 1876, estudió dos cursos en el Instituto de Almería e ingresó en 1778 en el Seminario Conciliar de San Indalecio de la ciudad almeriense, sobresaliendo notablemente entre sus compañeros por su despierta inteligencia.Obtuvo el doctorado en teología, fue catedrático de Latín y de Retórica en el Seminario de Almería y vicerrector del mismo. En 1893 obtuvo la canonjía aneja al cargo de archivero en la Catedral almeriense y, en 1927, fue nombrado deán de la misma.

El 13 de septiembre de 1936 fue asesinado en el pozo de Cantavieja, en el paraje llamado de la Contraviesa, en el término municipal de Tahal.

De gran cultura histórica, empezó una "Historia de Almería" y un Episcopologio que no pudo acabar. Confeccionó un “Índice alfabético por materias de los fondos del Archivo” (1908) bastante completo que ha ayudado a muchos historiadores posteriores que acuden a este archivo. Donó gran parte de su biblioteca personal y archivo a la Catedral y al Seminario. En el archivo catedralicio se conservan tres legajos, bajo el título de "Papeles de Benavides", con apuntes, sermones, noticias históricas, fotografías..., que aún no se han clasificado convenientemente.



El Deán José Álvarez-Benavides está acompañado por 94 clérigos (sacerdotes diocesanos y algunos franciscanos y operarios diocesanos) y 20 seglares, de los cuales dos son mujeres.

De entre los clérigos podemos nombrar a modo ilustrativo a tres párrocos que murieron juntos:

José Gómez Matarín era párroco de Íllar, de gran piedad mariana y eucarística, y no dejó ninguna posesión material. Se refugió unas semanas en un cortijo en la Sierra de Montenegro, junto con el párroco Ángel Noguera, pero fue detenido en agosto de 1936 y llevado al barco-prisión Astoy Mendi. Sus restos descansan en el Valle de los Caídos.

Ángel Noguera Gallegos nació en una familia pobre, con un padre enfermo, y le fue difícil perseverar en el seminario de Granada. Párroco de Alboloduy, dedicaba mucho tiempo a confesar, atendía a los pobres y era muy devoto de la Virgen. Le quemaron la iglesia el 24 de julio de 1936. Los milicianos le dieron 24 horas para abandonar el pueblo, y se escondió con José Gómez Matarín en un cortijo la Sierra de Montenegro, pero finalmente acabaron arrestados. Pasó por la cárcel de los milicianos en el Convento de las Adoratrices y por el barco prisión Astoy Mendi. Su hermana reconoció su cadáver en el Pozo de la Lagarta.

Eduardo Romero Cortés era párroco de Bentarique desde 1911, volcado en la catequesis y los pobres. Apresado el 12 de agosto de 1936, pasó por las mismas cárceles que Noguera y fue asesinado (como los dos anteriores y otros 15) en la noche del 30 al 31 de agosto en el Pozo de la Lagarta tras torturas y vejaciones. Los colocaban al borde del pozo, les disparaban y caían hasta el fondo. Luego les arrojaban piedras y cal viva para evitar que alguno sobreviviera.

En este grupo encontramos también la gitanilla Emilia Fernández Rodríguez, nacida y bautizada en la parroquia de Santa María de Tíjola el 13 de abril de 1914 y fallecida el 25 de enero de 1939, a los 23 años, en la cárcel de Gachas Colorás de la ciudad de Almería. Fue detenida para cumplir condena de seis años, junto a su esposo, por negarse éste último a ir a la guerra.

En aquella cárcel de mujeres un grupo de presas rezaban a escondidas el rosario. Ella le pide a sus compañeras le enseñen a rezar el rosario.

Dolores del Olmo fue la que hizo de catequista y le enseñó a rezarlo. Los responsables de la cárcel se enteran de las reuniones e interrogan a Emilia, pero ella no cede ante las presiones porque habría represalias y la recluyen en una celda de aislamiento, abandonada a su suerte. Dio luz a una niña y por la debilidad que tuvo en esos días de aislamiento al final falleció. La enterraron en el cementerio de Almería en una fosa común.

De esta forma, este homenaje se rendirá a personas que murieron por vivir su fe y el Papa ha pensado que ya era momento para que sean beatificados como merecen. Historias de personas que forman parte de esta provincia almeriense y que han dejado su huella en la religión practicada en Almería.

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