“Felices ustedes, los que ahora lloran”
- 10 Septiembre 2014
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Por su obra 'De parte de los pobres'
Gustavo Gutiérrez gana el Premio Capri San Michele
El Premio Capri San Michele es uno de los más importantes en Italia sobre ensayo
José Manuel Vidal, 09 de septiembre de 2014 a las 16:53
Gustavo Gutiérrez y Müller
Con la llegada de Francisco "la teología de la liberación no podía quedarse mucho tiempo en la sombra donde ha estado relegada desde hace años"
El libro "De parte de los pobres", escrito por el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, uno de los padres de la teología de la liberación, junto al cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller fue galardonado con el Premio Capri San Michele en su 31 edición.
El Premio Capri San Michele, uno de los más importantes en Italia sobre ensayo, se entregará el próximo 27 de septiembre en la localidad de Anacapri (sur de Italia).
El premio especial del jurado fue para el subdirector de la sala de prensa del Vaticano,Angelo Scelzo, con su libro sobre comunicación religiosa "La penna di Pietro".
El libro del peruano Gustavo Gutiérrez y del cardenal Müller, cuyo título completo es "De parte de los pobres, teología de la liberación, teología de la Iglesia" fue publicado en 2004 en Alemania y en septiembre de 2013 se lanzó su edición en italiano.
El volumen recibió un importante espacio tras su publicación en el diario vaticano "El Osservatore Romano" en un artículo de Ugo Sartorio en el que explicaba que con la llegada de Francisco "la teología de la liberación no podía quedarse mucho tiempo en la sombra donde ha estado relegada desde hace años".
Incluso el papa argentino recibió el pasado septiembre a Gustavo Gutiérrez en una audiencia privada en su residencia, la Casa Santa Marta.(RD/Agencias)
Evangelio según San Lucas 6,20-26.
Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»
Beato Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara
Meditaciones sobre los Evangelios relativos a 15 virtudes, Nazaret 1897-98; nº 15
“Felices ustedes, los que ahora lloran”
Confiemos, esperemos, nosotros todos que lloramos, que derramamos lágrimas inocentes; esperemos, si lloramos los dolores de nuestro cuerpo o de nuestra alma: nos sirven de purgatorio, Dios se sirve de eso para […] que levantemos los ojos hacia él, nos purifiquemos y santifiquemos.
Confiemos todavía más si lloramos los dolores de otros, porque esta caridad nos es inspirada por Dios y le agrada; confiemos también si lloramos nuestros pecados, porque esta compunción la pone Dios mismo en nuestras almas. Confiemos todavía más si lloremos con un corazón puro los pecados de otros, porque este amor por la gloria de Dios y la santificación de las almas nos son inspiradas por Dios y esto es una gracia.
Confiemos, si lloramos por el deseo de ver a Dios y el dolor pode estar separados de Él; porque este deseo amoroso es obra de Dios en nosotros. ¡Confiemos también si lloramos solamente porque amamos, sin desear ni temer nada, queriendo plenamente todo lo que Dios quiere y queriendo sólo esto, la dicha de su gloria, sufriendo de sus sufrimientos pasados, llorando unas veces de compasión por el recuerdo de su Pasión, y otras de alegría con el pensamiento de su Ascensión y de su gloria, y otras simplemente de emoción porque le amamos hasta morir de amor!
Oh Jesús dulcísimo, hazme llorar por todo esto; hazme derramar todas las lágrimas que manifiesten mi amor hacia ti, por ti y para ti. Amén.
San Nicolás de Tolentino -
San Nicolás de Tolentino, religioso presbítero
En Tolentino, del Piceno, san Nicolás, presbítero, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, el cual, fraile de rigurosa penitencia y oración asidua, severo consigo y comprensivo con los demás, se autoimponía muchas veces la penitencia de otros. Nació en Sant´Angelo in Pontano, Italia, en 1245. Sus padres, que durante años esperaban descendencia, en el transcurso de una peregrinación a Bari prometieron que si lograban ser bendecidos por Dios con ella en el caso de que fuese un varón lo consagrarían a san Nicolás, titular de la ciudad. Y así lo hicieron atribuyéndole la pronta concepción de ese hijo tan deseado. El pequeño Nicolás creció dando muestras de la bondad y amabilidad que, junto a su desprendimiento y sensibilidad por los necesitados, caracterizaría su vida entera. Y es que el sensible y piadoso muchacho solía atender personalmente a los pobres que llegaban a su casa pidiendo ayuda. Los primeros conocimientos se los proporcionó el sacerdote en su localidad natal.
Puede que el ejemplo y educación que recibió de sus padres, junto con la cercana presencia de los ermitaños agustinos, despertara en él una temprana vocación, porque a los 12 años ingresó en el convento como «oblato». Su idea no era recibir únicamente esa formación que completaría con creces la que pudo darle el bondadoso clérigo, sino que albergaba el sueño de ser agustino. A los 15 años inició el noviciado, y en 1261 profesó. En 1269 fue ordenado sacerdote por el obispo san Benito de Cíngoli. Después ejerció su misión pastoral en distintos puntos de la región de Las Marcas durante seis años. Pero sus superiores seguramente preocupados por su débil salud, viendo que ni siquiera le ayudaba en su restablecimiento la misión que le encomendaron de maestro de novicios que no exigía continuos desplazamientos, en 1275 determinaron enviarle a Tolentino donde permaneció el resto de su vida.
Fue un hombre de gran austeridad; es la característica que se subraya unánimemente cuando se configura su trayectoria espiritual. Su ascetismo, forjado en el fecundo aprendizaje que había tenido previamente en conventos herederos de la genuina tradición eremítica, estaba signado por la mortificación y el ayuno. Aparte de la frugalidad de su comida, y la radicalidad de su pobreza –mantenía un solo hábito que remendaba cuando era preciso, dormía poco y en condiciones no aptas precisamente para el rácano descanso y menos para una persona corpulenta como él: en un saco, con una piedra como almohada y cubriéndose solo con su propio manto–, no desestimaba todo lo que podía ayudarle a conquistar la perfección. Es decir, que estas asperezas penitenciales y las disciplinas físicas que también se aplicaba no sustituían a la donación de sí mismo. Se esforzaba en ofrendarse, como hacía por ejemplo, con su criterio. Así, aunque no le agradaba la carne, cuando el superior le recomendaba su ingesta por el bien de su salud, se doblegaba humildemente. De todos modos, con una lógica que excede a la ofrecida por textos científicos, en lo que a su bienestar concernía solía poner en duda la preeminencia del valor nutricional de la carne frente al de las hortalizas. No tenía duda de que si Dios quería para él una fortaleza física que estaba lejos de poseer, la ingesta de verduras le habría servido. Se cuenta que, en una ocasión, teniendo en el plato dos sabrosas perdices asadas, Nicolás les ordenó: «Seguid vuestro camino». Y, al parecer, las aves emprendieron instantáneo vuelo.
Al margen de estas anécdotas, tal como se puso de relieve en el proceso de su canonización, fue un hombre obediente y fiel, efectuando lo que se le indicaba con prontitud y alegría; una persona dócil, sensible, entrañable, cercana, disponible, comprensiva, exquisita siempre en su trato que disfrutaba viendo gozar a los demás en el día a día. Era lo que cabía esperar de una persona como él que dedicaba a la oración 15 horas diarias. El resto del tiempo lo repartía en tareas apostólicas, confesión, lectura, meditación, asistencia al refectorio, al rezo del oficio divino…, y algún pequeño momento solaz en el recreo comunitario. ¡La multiplicación del tiempo, como se aprecia frecuentemente en esta sección de ZENIT, es otra gracia que reciben los santos! La continua presencia de Dios en él explica la profunda e incontenible emoción que sentía ante la Eucaristía, hecho que muchas personas pudieron constatar alguna vez, y también los favores extraordinarios que recibió, así como los numerosos milagros que obró. Su apostolado estuvo caracterizado por la dulzura y la amabilidad, rubricado por su admirable caridad. De ella sabían bien cercanos y lejanos, y de forma especial los enfermos y pobres a los que asistía sirviéndose de un bastón cuando ya no tenía fuerzas para deambular por sí mismo, así como los penitentes que se confesaban con él –casi toda la ciudad lo hacía–, y las tantas personas que le acogían con gusto en sus domicilios cuando los visitaba. Ésta era otra de las actividades apostólicas de Nicolás por la que sentía particular debilidad. En una visión contempló el purgatorio después del fallecimiento de un religioso que hallándose en él, rogó sus oraciones. Sus penitencias y súplicas por él y por otros que purgaban sus penas, fueron escuchadas. De ahí que se le considere abogado de las almas del purgatorio. Su muerte se la anunció una estrella que apareció persistentemente durante varias jornadas, apuntando primeramente a su localidad natal y situándose después en Tolentino, justo encima del convento. Un religioso venerable, al que consultó, descifró su significado: «La estrella es símbolo de tu santidad. En el sitio donde se detiene se abrirá pronto una tumba; es tu tumba, que será bendecida en todo el mundo como manantial de prodigios, gracias y favores celestiales». La estrella le siguió unos días hasta que el 10 de septiembre de 1305, invocando a María por la que tuvo desde niño gran devoción, y contemplando el preciado lignum crucis, falleció. Sus últimas palabras dirigidas a la comunidad habían sido: «Mis amados hermanos; mi conciencia no me reprocha nada; pero no por eso me siento justificado».Eugenio IV lo canonizó el 1 de febrero de 1446.
10 de septiembre 2014 Miércoles XXIII 1 Co 7, 25-31
La lectura de hoy nos puede dar la impresión de que Pablo es un conservador y además de una ingenuidad imposible, porque dice, entre otras cosas: «Yo creo que en la situación presente, lo mejor es que cada uno se quede tal como se encuentra ... Desde ahora, quienes tienen esposa deben vivir como si no tuvieran, los que lloran como si nada les hiciera llorar, los que están contentos, como si nada los alegrase ... »Ciertamente, que si leemos este texto fuera de contexto nos lo puede parecer, pero Pablo llama: la prioridad es Jesús resucitado, de ahí que termine el texto de hoy: «Este mundo que vemos con los ojos pasa pronto.» ¿Qué sensación te produce que este mundo que vivos pasa pronto? Señor, sé siempre para mí el que da sentido a toda mi vida.
Las vacaciones de la familia Martínez -Un sueño al estilo de una parábola-
Como tantas familias de nuestras ciudades y pueblos este año la familia Martínez no hace vacaciones fuera de casa. El padre está sin trabajo desde hace cuatro años, y no cobra ningún subsidio. Cada día hace la limpieza de la casa, está mucho rato en la cocina, lava los platos, escucha la televisión y cuando está de buen humor -no es muy frecuentemente sale a caminar con algún antiguo compañero de trabajo que vive una situación similar. Ahora ya no va a hacer la cola para encontrar trabajo, está agotado y lo pone de muy mal humor.
La madre limpieza algunas casas del centro de la ciudad y los domingos cuida de dos personas mayores. Muchos días se siente agotada, pero es la que hace entrar dinero a la familia. Le cuesta sobrevivir en esta situación y de vez en cuando se puede desahogar con su madre o con alguna amiga de hace algunos años.
Montse es la hija mayor y la Rosa la pequeña. Montse hace la colada y trata de estar fuera de casa el mayor tiempo posible. La Rosa roza cada día los platos y sale a jugar al parque todo lo que puede.
Muchas noches cuando todos duermen el Señor pasa por la casa de los Martínez, los mira uno a uno y los besa en la frente.
"Quiero mucho esta gente. Los padres lo pasan mal. Apenas pueden llenar la despensa cada día. ¿Con qué constancia han superado la situación.
Hace tres meses estaban mal, me hacían sufrir y estaba indignado de las leyes de este país.
Estoy en absoluto desacuerdo con una economía tan injusta. Hay unas leyes que sólo favorecen a los ricos. Nunca tienen suficiente.
Han dejado toda moral y han establecido la religión del dinero.
La madre, qué mujer! Ella aguanta la situación, me alegra que se pueda desahogar con su madre y con sus amigas. Son gente de coraje.
Me gustaría que en su parroquia pudieran encontrar apoyo y esperanza. De hecho es gente más cristiana de lo que ella misma piensa. Las hijas van haciendo, forman parte de una generación que me preocupa bastante. "
Antes de partir el Señor deja un escrito pegado en el espejo del lavabo que dice: UNA IGLESIA POBRE PARA LOS POBRES.
Francisco en la audiencia
Francisco agradece a la marina italiana la labor de rescate a inmigrantes
Papa: "Para cambiar el mundo, hay que hacer el bien sin esperar nada a cambio"
"La regla de la hospitalidad es sagrada: que nunca falte un plato y una cama para el que lo necesita"
José Manuel Vidal, 10 de septiembre de 2014 a las 10:03
"La misericordia de la Iglesia supera todo muro, toda barrera, la misericordia cambia el corazón y la vida"
Audiencia y catequesis papal en torno al pasaje del Juicio final, uno de los textos programáticos del cristianismo: las obras de misericordia. Porque son "lo esencial del Evangelio" y una de las claves del pontificado de Francisco. Porque, "para cambiar el mundo, hay que hacer el bien sin esperar nada a cambio" y practicar la "sagrada regla de la hospitalidad", para que "no falte nunca un plato y una cama para el que lo necesita".
Evangelio de Mateo, con el pasaje del juicio final: "El rey dirá a los sentados a su derecha: Venid benditos de mi Padre al reino preparado para vosotros desde los comienzos del mundo. Porque tuve hambre y me dístéis de comer, tuve sed y me dístéis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme".
Algunas frases del discurso del Papa
"La Iglesia es madre y nos hace crecer con la luz y la fuerza de la Palabra de Dios y nos indica el camino de la salvación"
"Hoy quiero subrayar un aspecto participar de la acción educativa de nuestra madre la Iglesia: que nos enseña las obras de misericordia"
"Un buen educador apunta a lo esencial, no se pierde en los detalles"
"Y lo esencial, según el Evangelio, es la misericordia"
"Dios se hizo hombre para salvarnos, para darnos su misericordia"
"Sed misericordiosos como vuestro Padre"
"La Iglesia tiene que repetir lo mismo a sus hijos: Sed misericordiosos"
"La Iglesia no da lecciones teóricas sobre el amor y la misericordia, no difunde en el mundo una filosofía..."
"El cristianismo es todo esto, pero la madre Iglesia, como Jesús, enseña con el ejemplo y las palabras sirven para iluminar el significado de sus gestos"
"Lo hace con el ejemplo de tantos santos y santas, que hicieron esto de modo ejemplar y de tantísimos papás y mamás que enseñan a sus hijos que todo lo que nos sobra a nosotros es para los que le falta lo necesario"
"Sagrada la regla de la hospitalidad: que nunca falte un plato y una cama para el que lo necesita"
Y cuenta una anécdota de la "otra diócesis": Una madre con tres hijos pequeñitos está comiendo con sus pequeños un bistec con patatas fritas. Llaman a la puerta y era un mendigo que pedía comida. Le dice la madre: qué hacemos. Se lo damos, se lo damos, dicen los niños. ¿Cogemos la mitad de vuestro bistec, entonces? No, eso, no. Y la madre contestar: Hay que dar de lo vuestro. Coge la mitad del plato de cada hijo y se lo da al pobre.
"Enseñar a los hijos a compartir sus cosas con los que lo necesitan"
"La misericordia de la Iglesia supera todo muro, toda barrera"
"La misericordia cambia el corazón y la vida"
Cita el ejemplo de la Madre Teresa, que acompaña a los moribundos.
"Madre Teresa le daba el a rivederci a los moribundos y allí le esperan para abrirle la puerta del cielo"
"No basta amar a los que nos aman, no basta hacer el bien al que nos hace el bien"
"Para cambiar el mundo, hay que hacer el bien a quien no es capaz de agradecérnoslo"
"Hacer el bien sin esperar nada a cambio"
"¿Cuánto hemos pagado por nuestra redención"
"¡Qué bello es vivir en la madre Iglesia, que nos enseña estas cosas, que nos enseñó Jesús"
"Ella nos enseña la vía de la misericordia, que es la vía de la vida"
Texto íntegro del saludo del Papa en español
Queridos hermanos:
Un aspecto particular de la maternidad de la Iglesia es que ella nos educa a través de las obras de misericordia. Como buena madre y educadora, ella se fija en lo que es esencial; y lo esencial, según el Evangelio, es la misericordia. Pero la enseñanza de la Iglesia no es algo meramente teórico, no da lecciones, sino que se transmite con el ejemplo. Ella nos ofrece el ejemplo de los santos, pero también el de tantos hombres y mujeres sencillos.
La Iglesia nos enseña a dar de comer y beber a los que tienen hambre y sed; vestir al que está desnudo. Nos enseña a estar cerca del enfermo, ya sea en un hospital, en una residencia o en la propia casa. Nos enseña a visitar al encarcelado, mirándolo en su humanidad, pues sólo la misericordia puede cambiar el corazón y hacer que una persona vuelva a insertarse en la sociedad. Por último, la Iglesia nos enseña también a estar cerca del abandonado o del que muere solo.
Ahora bien, no basta con amar sólo al que nos ama. Para cambiar el mundo es necesario hacer el bien a quien no puede darnos nada a cambio, como Dios Padre hizo con nosotros entregándonos a Jesús.
***
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España, México, Colombia, Perú, Chile, Argentina y otros países latinoamericanos. Les animo a agradecer al Señor que nos haya dado a la Iglesia como madre, y a recorrer con generosidad el camino de la misericordia. Muchas gracias y que Dios los bendiga.
Saludo en árabe
"La Iglesia afronta el odio con el amor, derrota la violencia con el perdón; responde a las armas con la oración".
"El Señor recompense vuestra fidelidad, os infunda coraje en la lucha contra las fuerzas del Maligno y abra los ojos de los que están cegados por el mal, para que pronto vean la luz de la verdad y se arrepientan de los errores cometidos"
Saludo en italiano
Recuerda a San Pio X
Saluda a los marinos de la operación Mare Nostrum y "su admirable obra en favor de tantos hermanos que buscan la esperanza. Gracias, muchas gracias"
Próximo viernes, memoria del Santísimo nombre de María. "Rezadle, sobre todo en el momento de la cruz y del sufrimiento"
Texto completo de la catequesis papal
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En nuestro itinerario de catequesis sobre la Iglesia, estamos considerando que la Iglesia es madre. La vez pasada hemos subrayado cómo la Iglesia nos hace crecer y con la luz y la fuerza de la Palabra de Dios, nos indica el camino de la salvación y nos defiende del mal. Hoy quisiera subrayar un aspecto particular de esta acción educativa de nuestra madre Iglesia, es decir, cómo ella nos enseña las obras de misericordia.
Un buen educador se concentra en lo esencial. No se pierde en los detalles sino que quiere transmitir lo que verdaderamente cuenta, para que el hijo o el alumno encuentren el sentido y la alegría de vivir. Es la verdad. Y lo esencial, según el Evangelio, es la misericordia. Lo esencial del Evangelio es la misericordia. Dios ha enviado su hijo, Dios se ha hecho hombre para salvarnos, es decir, para darnos su misericordia. Los dice claramente Jesús, resumiendo su enseñanza para los discípulos. "Sean misericordiosos, como el Padre vuestro es misericordioso" (Lc, 6,36). ¿Puede existir un cristiano que no se misericordioso? No. El cristiano necesariamente debe ser misericordioso, porque esto es el centro del Evangelio. Y fiel a esta enseñanza, la Iglesia no puede más que repetir la misma cosa a sus hijos: "Sean misericordiosos", como lo es el Padre y como lo ha sido Jesús. Misericordia.
Y entonces, la Iglesia se comporta como Jesús. No nos da lecciones teóricas sobre el amor, sobre la misericordia. No difunde en el mundo una filosofía, una vía de sabiduría...Cierto, el Cristianismo también es todo esto, pero como consecuencia, como reflejo. La madre Iglesia, como Jesús, enseña con el ejemplo, y las palabras sirven para iluminar el significado de sus gestos.
La madre Iglesia nos enseña a dar de comer y dar de beber a quien tiene hambre y sed, a vestir a quien está desnudo. Y ¿cómo lo hace? Lo hace con el ejemplo de tantos santos y santas que han hecho esto en modo ejemplar: pero lo hace también con el ejemplo de tantísimos papás y mamás, que enseñan a sus hijos que lo que nos sobra, es para quien no tiene lo necesario. Es importante saber esto. En las familias cristianas más simples ha sido siempre sagrada la regla de la hospitalidad: no falta nunca un plato y una cama para quien tiene necesidad. Una vez, una mamá me contaba, en la otra diócesis, que quería enseñar esto a sus hijos y les decía que hay que ayudar y dar de comer a quien tiene hambre. Tenía tres hijos, Y un día en el almuerzo - el papá estaba afuera, en el trabajo - ella estaba con los tres hijos, chiquitos: siete, cinco y cuatro años, más o menos. Y llaman a la puerta y estaba un señor que pedía de comer. Y la mamá le dijo: "espera un momento". Entró y les dijo a los hijos: "hay un señor allí que pide de comer ¿qué hacemos? ¡Le damos mamá, le damos! Cada uno tenía en el plato un bife con papas fritas. Y "le damos, le damos"... Muy bien. Tomemos la mitad de cada uno de ustedes y le demos la mitad del bife de cada uno de ustedes. "¡Ah, no mamá, así no va! Es así, tú debes dar de lo tuyo. Y así, esta mamá, enseñó a los hijos a dar de comer de lo propio. Éste es un hermoso ejemplo que a mí me ha ayudado tanto. "Pero, no me sobra nada..." Pero ¡da de lo tuyo! Así nos enseña la madre Iglesia. Y ustedes, tantas mamás que está aquí: saben que es lo que tienen que hacer para enseñar a sus hijos para que ellos compartan sus cosas con el que tiene necesidad.
La madre Iglesia enseña a estar cerca de quien está enfermo. ¡Cuántos santos han servido a Jesús en este modo! Y cuántos simples hombres y mujeres, cada día, ponen en práctica esta obra de misericordia en una habitación de hospital, o en una casa de reposo, o en la propia casa, asistiendo a una persona enferma.
La madre Iglesia enseña a estar cerca de quien está en la cárcel. "Pero padre, no, esto es peligroso, es gente mala". ¡Pero cada uno de nosotros es capaz! Escuchen bien esto: cada uno de nosotros es capaz de hacer lo mismo que ha hecho aquel hombre o aquella mujer que están en la cárcel. Todos tenemos la capacidad de pecar y de hacer lo mismo, de equivocarnos en la vida. ¡No es más malo de ti o de mí!
La misericordia supera todo muro, toda barrera y te lleva a buscar siempre el rostro del hombre, de la persona, y es la misericordia que cambia el corazón y la vida que puede regenerar una persona y permitirle de integrarse de nuevo en la sociedad.
La madre Iglesia enseña a estar cerca de quien está abandonado y muere solo. Es lo que ha hecho la beata Teresa por las calles de Calcuta; es lo que han hecho y hacen tantos cristianos que no tienen miedo de apretar la mano a quien está por dejar este mundo. Y también aquí, la misericordia dona la paz a quien parte y a quien se queda, haciéndonos sentir que Dios es más grande que la muerte y que permaneciendo en Él, también la última separación es un "hasta pronto". Lo había entendido bien esto la beata Teresa. Pero le decían: "Madre, esto es perder el tiempo". Y ella encontraba gente moribunda por la calle, gente a la cual los ratones de la calle le comenzaban a comer el cuerpo. Y ella, los llevaba a casa para que murieran limpios, tranquilos, acariciados, en paz. ¡Ella les daba el "hasta pronto" a todos ellos, eh! Y tantos hombres y mujeres, como ella, han hecho esto. ¡Los esperan, allí en la puerta, para abrirles la puerta del Cielo! Ayudar a la gente a morir bien, en paz.
Queridos hermanos y hermanas, así Iglesia es la madre, enseñando a sus hijos las obras de misericordia. Ella ha aprendido de Jesús este camino, ha aprendido que esto es lo esencial para la salvación. No basta amar a quien nos ama. Jesús dice que esto lo hacen los paganos. No basta hacer el bien a quien nos hace el bien. Para cambiar el mundo y mejorarlo, es necesario hacer el bien a quien no está en condiciones de correspondernos, como ha hecho el Padre con nosotros, donándonos a Jesús. Pero ¿cuánto hemos pagado nosotros por nuestra redención? ¡Nada! ¡Todo gratis! Hacer el bien sin esperar otra cosa en cambio, así, en contracambio. Así ha hecho el Padre con nosotros y nosotros debemos hacer lo mismo. ¡Haz el bien y sigue adelante! ¡Qué hermoso es vivir en la Iglesia, en nuestra madre Iglesia que nos enseña estas cosas que nos ha enseñado Jesús!
Demos gracias al Señor, que nos da la gracia de tener como madre a la Iglesia, ella, que nos enseña el camino de la misericordia, que es el camino de la vida. Demos gracias al Señor.
¿Para qué hacer la señal de la cruz?
Cuando hacemos la señal de la cruz, estamos diciendo: que Dios Padre Creador esté conmigo.
La señal de la cruz sirve para:
· Hacer un acto de oración, contemplando por unos segundos a Cristo Redentor y así avivar nuestra fe en Jesucristo, como quien alimenta la hoguera echando leña al fuego: "Mirarán al que traspasaron" (Jn 19,37) "Cuando haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos a mí" (Jn 12,32)
· Recordar que Cristo murió por nosotros, hacer memoria del gran amor que Dios nos ha tenido y que lo llevó al extremo con su muerte en la cruz (Jn 13,1) "Pues la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros". (Rom 5, 8) "Cristo nos amó y se entregó por nosotros" (Ef 5,2) "Se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil 2,8)· Hacer un acto de conversión interior y decirle a Jesús: soy tu discípulo, quiero vivir como a ti te agrada, quiero cargar con mi propia cruz: "Si alguno quiere venir en pos de mí. niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame." (Mt 16,24)· Dar testimonio de nuestra fe, declarar que somos cristianos, miembros de su cuerpo místico, seguidores del que dio su vida por nosotros en una cruz y resucitó de entre los muertos. "En cuanto a mí, no quiero sentirme orgulloso más que de la cruz de Cristo Jesús, nuestro Señor. Por él el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo." Gál 6,14.· Predicar que Cristo es Salvador y que hay que morir para tener vida.· Alabar al Hijo de Dios: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre" (Filipenses 2, 11)· Pedir la protección de Cristo en medio de las tentaciones, los retos, los peligros, las dificultades y las asechanzas del demonio. Jesucristo venció el pecado con su muerte en la cruz.
· Tomar fuerza: "Fijaos en aquel que soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo." (Hebreos 12,2-3) "Poned los ojos en el Crucificado y se os hará todo poco" (Santa Teresa de Jesús).
· Ofrecer a Dios nuestro ser, nuestras pertenencias y nuestras actividades, como Cristo ofreció su vida al Padre por nuestra salvación. Hacer la señal de la cruz es decirle: Jesús, quiero hacer esto contigo y por amor a ti.
· Ofrecer nuestros sufrimientos y renuncias a Jesucristo, abrazar nuestra cruz con amor: "El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí" (Mt 10,38) "La cruz abrazada es la menos pesada" (Santa Teresa)
· Agradecer las bendiciones de Dios y las abundantes y continuas muestras de su amor.
· Celebrar la victoria del perdón y la misericordia, como quien alza un estandarte como signo de victoria: "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna" (Juan 3, 14-15)
· Bendecir: cuando hacemos sobre otro la señal de la cruz le estamos diciendo: que Dios Padre Creador esté contigo, que Dios Hijo Redentor te salve, que Dios Espíritu Santo Consolador te santifique.
¿Cuándo hacer la señal de la cruz?
Tertuliano (160 a 220 d.C.) escribió: "En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al prender nuestras velas, al acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos, marcamos nuestras frentes con el signo de la cruz."
Cualquier momento es buen momento para hacer la señal de la cruz.
· Los sacramentos y los actos de oración comienzan y terminan con la señal de la cruz. También es buena costumbre persignarse antes de escuchar la Sagrada Escritura. Esto es lo que hacemos durante la liturgia de la santa misa, antes de la proclamación del Evangelio, cuando mientras trazamos la señal de la cruz sobre nuestra frente, labios y pecho repetimos en silencio dentro de nuestro corazón: "Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro".
· Al ofrecer el día al levantarte o cualquier actividad: una reunión, un proyecto, un partido.
· Al agradecer a Dios un beneficio, la jornada que comienza, los alimentos, la primera venta del día, el salario, la cosecha, la conquista de la cumbre, una entrevista exitosa, un examen con buenos resultados, un diagnóstico favorable.
· Al encomendarse y ponerse en manos de Dios: cuando emprendes un viaje, cuando comienzas un partido de fútbol o un baño en el mar, cuando recibes una noticia difícil de digerir, antes de una empresa compleja, de una cita importante, de entrar a una cirugía o de pronunciar unas palabras en público.
· Al bendecir a Dios y reconocer su presencia en un templo, en un acontecimiento, en una persona o un hermoso espectáculo de la naturaleza
· Al pedir la protección de la Trinidad ante el peligro, las tentaciones y las dificultades.