Justicia y mansedumbre

Evangelio según San Juan 8,1-11. 

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 

Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?". Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante". 

San Juan Brittos

Siendo muy joven, pidió ser admitido en la Comunidad de los Padres Jesuitas. En los estudios del seminario brilló por su gran inteligencia y por su dedicación total a la preparación para el sacerdocio, y luego de su ordenación, recibió del rey y, de muy altas personalidades, la peticiónde quedarse en Portugal.

Sin embargo, el santo deseando imitar a San Francisco Javier pidió y obtuvo ser enviado como misionero a la India, y con 16 compañeros emprendió el larguísimo viaje por mar.    Desde 1673 hasta 1693, por veinte años estuvo misionando incansablemente en la India. Y fue tanto el entusiasmo con el cual se dedicó a las actividades misioneras que lo nombraron superior de las Misiones de la India.    Logró ganarse la simpatía de todas las clases sociales, y obtuvo notables éxitos espirituales en toda clase de personas.

Los sacerdotes paganos de estas tierras eran muy fanáticos y atacaban sin piedad a San Juan y a sus cristianos; muchas veces lo echaron a la cárcel y le hicieron padecer feroces torturas.  El 4 de febrero de 1693 un gran gentío se reunió para ver la ejecución del santo misionero, a quien se le acusaba de enseñar doctrinas que no eran las de los sacerdotes de los dioses de ese país. El gobernador estuvo varias horas demorando la sentencia porque sentía miedo de ordenar semejante crimen. Pero al fin movido por los fanáticos enemigos del cristianismo mandó que le cortaran la cabeza.

Oremos
Proclamamos, Señor, tu poder y humildemente te pedimos que, así como concediste a San Juan Brittos ser fiel imitador de la pasión de Cristo, así nos otorgues a nosotros que la fortaleza que manifestó en su martirio sea sostén de nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Calendario  de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de Sichem (474)

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Tratado 33 sobre S. Juan, 4-6 ; CCL 36, 308 (Federación Agustiniana Española; trad. Miguel Fuertes Lanero y José Anoz Gutiérrez, rev.)

Justicia y mansedumbre

Los fariseos dijeron entre ellos acerca de Jesús: «Se le tiene por veraz, parece apacible; hay que buscarle una intriga respecto a la justicia; presentémosle una mujer sorprendida en adulterio, digamos qué está preceptuado sobre ella en la Ley» (…) ¿Qué, pues, respondió el Señor Jesús? ¿Qué respondió la Verdad (Jn 14,6)? ¿Qué respondió la Sabiduría (1Co 1,24)? ¿Qué respondió la Justicia misma, contra la que se preparaba la intriga? Para no parecer que hablaba contra la Ley, no dijo: «No sea apedreada». Por otra parte, ni hablar de decir «Sea apedreada», pues vino no a perder lo que había encontrado, sino a «buscar lo que estaba perdido» (Lc 19,10). ¿Qué respondió, pues? ¡Ved qué respuesta tan llena de justicia, tan llena de mansedumbre y verdad! El que de vosotros está sin pecado, afirma, contra ella tire el primero una piedra. 

¡Oh respuesta de sabiduría! ¡Cómo les hizo entrar dentro de sí mismos! Fuera, en efecto, inventaban intrigas, por dentro no se escudriñaban a sí mismos; veían a la adúltera, no se examinaban a sí mismos. (…) Habéis oído, fariseos; habéis oído, doctores de la Ley, al custodio de la Ley; pero aún no habéis entendido que él es el Legislador. ¿Qué otra cosa os da a entender cuando escribe en la tierra con el dedo? Por cierto, el dedo de Dios escribió la Ley, pero a causa de los duros fue escrita en piedra (Ex 31,18; 34,1). Ahora el Señor escribía ya en la tierra, porque buscaba fruto. (…) Cada uno de vosotros considérese a sí mismo, entre en sí mismo, ascienda al tribunal de su mente (…).Cada uno, al poner la atención en sí mismo, se encuentra pecador. Así de claro. Dejadla, pues, ir o a una con ella afrontad el castigo de la Ley. (…) 



Ésta es la voz de la Justicia: «Castíguese a la pecadora, pero no por pecadores; cúmplase la Ley, pero no por prevaricadores de la Ley». (…) Ellos, heridos por esa Justicia como por un dardo grande cual una viga, tras mirarse a sí mismos y hallarse reos, «se retiraron todos uno tras otro».

Francisco, en Mirandola

Francisco visita el Duomo de la localidad, una de las más afectadas por el terremoto de 2012
El Papa, a los habitantes de Mirandola: "No cedais al desaliento ante las dificultades que aún permanecen"
"Dios es siempre amoroso incluso en las pruebas más duras", subraya Bergoglio en su último acto en Carpi

Jesús Bastante, 02 de abril de 2017 a las 17:16

Pienso en las dificultades que han sufrido: los daños de las casas, las actividades productivas, las Iglesias y otros monumentos, símbolo de la espiritualidad y de la civilización de un pueblo

(J. Bastante/RV).- Después del encuentro privado con sacerdotes, religiosos y seminaristas de Carpi, el Papa se despidió de los fieles de la zona con una visita a Mirandola, una de las zonas más afectadas por el terremoto de 2012. Después de encontrarse con bomberos y responsables de Protección Civil, Bergoglio depositó un ramo de flores ante el altar del Duomo, aún en reconstrucción.

"No cedais al desaliento ante las dificultades que aún permanecen", fue el mensaje central de Francisco antes de regresar a Roma. El Santo Padre fue recibido por Maino Benatti, alcalde de Mirandola y por Don Flavio Segalina, Párroco de la Catedral. En medio de un escenario donde aún se perciben los daños que el fuerte tamblor causó en las estructuras materiales, el Obispo de Roma dirigió unas emotivas palabras de agradecimiento y de ánimo a todos los allí presentes, familias, enfermos, ancianos y niños sacudidos por esta tragedia.

"Sé bien cuánto el terremoto ha afectado el patrimonio humano y cultural de esta tierra", expresó Francisco. "Pienso en las dificultades que han sufrido: los daños de las casas, las actividades productivas, las Iglesias y otros monumentos, símbolo de la espiritualidad y de la civilización de un pueblo. Pero pienso sobre todo en las heridas internas: el sufrimiento de aquellos que han perdido a sus seres queridos y de quienes han visto dispersarse los sacrificios de una vida entera", añadió el Papa.

Ante este lamentable incidente en el que fallecieron tantas personas, el Sucesor de Pedro tuvo palabras de ánimo y de esperanza para las familias que perdieron a sus seres queridos y también sus hogares. "Ustedes se han esforzado en afrontar con espíritu evangélico la precaria situación causada por el terremoto, reconociendo y aceptando en los hechos dolorosos la misteriosa presencia de un Padre que es siempre amoroso, incluso en las pruebas más duras", dijo Francisco expresando asimismo, su deseo de que "nunca decaiga la fuerza de ánimo, la esperanza y los dotes de laboriosidad que caracterizan a este pueblo y que sobre todo permanezca intacta su intención de no ceder al desaliento ante las dificultades que aún permanecen".

Tras finalizar sus palabras, el Santo Padre se trasladó a la parroquia de San Giacomo Roncole donde rindió homenaje con una ofrenda floral en el monumento que recuerda a las víctimas del terremoto y se despidió de las autoridades presentes, poniéndose en marcha de regreso al Vaticano.

Mensaje del Santo Padre dirigido a las poblaciones afectadas por el terremoto
Queridos hermanos y hermanas,

En esta ciudad, que todavía tiene visibles los signos de una prueba muy difícil, deseo abrazar a ustedes y a los habitantes de las demás localidades azotadas por el terremoto de mayo de 2012. Ya, mi querido predecesor, Benedicto XVI, pocas semanas después del incidente vino a este territorio para traer solidaridad junto con su propia fortaleza y la de toda la Comunidad eclesial. Hoy, estoy entre ustedes para reafirmar el afecto de toda la Iglesia y para dar testimonio a cada uno, de mi cercanía y mi ánimo para el camino que todavía queda por hacer en la reconstrucción. Extiendo un cordial saludo al Pastor de esta Diócesis, Monseñor Francesco Cavina, al Párroco y demás sacerdotes, al alcalde y al resto de autoridades. Renuevo mi agradecimiento a los voluntarios de Protección Civil y a los que han participado en diversos niveles en las actividades de reconstrucción de las estructuras y recuperación de la vida comunitaria.

Sé bien cuánto el terremoto ha afectado el patrimonio humano y cultural de esta tierra. Pienso en las dificultades que han sufrido: los daños de las casas, las actividades productivas, las Iglesias y otros monumentos, llenos de historia y arte y símbolo de la espiritualidad y de la civilización de un pueblo. Pero pienso sobre todo en las heridas internas: el sufrimiento de aquellos que han perdido a sus seres queridos y de quienes han visto dispersarse los sacrificios de una vida entera. En los días sucesivos al terremoto, se despertó una gran admiración en todo el testimonio de dignidad e ingenio que han demostrado ustedes. Se han esforzado en afrontar con espíritu evangélico la precaria situación causada por el terremoto, reconociendo y aceptando en los hechos dolorosos la misteriosa presencia de un Padre que es siempre amoroso, incluso en las pruebas más duras.

Mi deseo es que nunca decaiga la fuerza de ánimo, la esperanza y los dotes de laboriosidad que los caracterizan. Que permanezca intacta su intención de no ceder al desaliento ante las dificultades que aún permanecen. De hecho, se ha logrado mucho en el trabajo de reconstrucción, pero es más importante aún que se mantenga un decisivo empeño por recuperar también los centros históricos: son los lugares de la memoria histórica y son espacios esenciales de la vida social y eclesial. Estoy seguro de que no faltará la buena voluntad por parte de todos los actores involucrados, para garantizar la rápida realización de estos trabajos necesarios para el bien común.

Delante de esta Catedral, símbolo de la fe y la tradición de este territorio gravemente dañado por el seísmo, elevo con ustedes al Señor una ferviente oración por las víctimas del terremoto, por sus familias y por todos los que todavía viven en situaciones precarias. Que el Señor haga sentir a cada uno su apoyo y consuelo.

Queridos hermanos y hermanas, dentro de dos semanas celebraremos la Pascua de Resurrección. Que la fuerza del Señor resucitado mantenga el empeño de ustedes en completar la reconstrucción y anime sus esperanzas, que la Virgen María y los santos patronos obtengan del Señor la fortaleza para las personas que todavía sufren por esta prueba, otorgando luz y fuerza a las mentes y los corazones para que pronto puedan cumplirse las expectativas de todos. Les agradezco y les imparto de corazón a ustedes aquí reunidos y a la población entera, mi Bendición.

Vi en ti una mujer
Juan 8, 1-11, V Lunes de Cuaresma, Ciclo A y B

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, regálame un corazón como el tuyo, que lleve todas tus palabras, sentimientos e ilusiones hasta lo más profundo de mi ser.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Mujer, ¿alguna vez alguien te vio con los ojos con que yo te miro hoy? La boca, las obras, las miradas hablan de lo que abunda en el corazón. Unos vieron en ti un objeto, otros vieron una pecadora, yo vi una mujer. Vi una persona.

En mi corazón sobreabunda un deseo por ver felices a todos los hombres y a todas las mujeres. Cuando los miro no lo hago con rencor. Me compadezco. Algunas veces me alegro, otras, no lo quisiera, me entristezco. Padre, perdónalos. Tantas veces no saben lo que hacen. Te pido, Padre, mantenlos en mí; que no se pierda ninguno.

¡Pobre mujer! Es grande el pecado de los hombres… pero en el principio no era así. Entre hombre y mujer no había sino sólo amor puro. Un amor vinculado por Dios. Pero hoy te veo, mujer, en peligro y te quiero salvar. Te amo y mira cuán verdadero es mi amor; no como el de muchos hombres. Verdadero es mi amor. Eres de verdad una persona, aun cuando el pecado te haya podido manchar.

¿Nadie te ha condenado?Tampoco yo te condeno. Puedes irte pero nunca más te apartes. Ése es mi deseo.

Queridos hermanos y hermanas, esa mujer nos representa a todos nosotros, que somos pecadores, es decir adúlteros ante Dios, traidores a su fidelidad. Y su experiencia representa la voluntad de Dios para cada uno de nosotros: no nuestra condena, sino nuestra salvación a través de Jesús. Él es la gracia que salva del pecado y de la muerte. Él ha escrito en la tierra, en el polvo del que está hecho cada ser humano, la sentencia de Dios: "No quiero que tu mueras, sino que tú vivas"

(Homilía de S.S. Francisco, 13 de marzo de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscaré un obrar concreto para ayudar a una persona que se encuentre en una situación semejante a la de esta mujer en el Evangelio.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo

Lunes quinta semana de Cuaresma. Cristo nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.

El camino de conversión, que es la Cuaresma, tiene como todo camino, un inicio; y como todo camino, tiene también un final. La Cuaresma se enfrenta en esta semana con su última semana. El Domingo de Ramos, que es cuando celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén, estaremos celebrando también el momento en el cual termina la Cuaresma para dar inicio a la Semana Santa. En ese momento podríamos simplemente quedarnos con la idea de haber dicho: una Cuaresma más que pasó por nuestra vida, cuarenta días más. O preguntarnos: ¿Cómo aproveché este camino? ¿Realmente le saqué fruto a toda esta Cuaresma, o la Cuaresma se me fue, como se me van tantas otras cosas?

La liturgia, en el salmo responsorial, nos habla de un sentimiento que tendría que estar presente en nuestro corazón: “Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”. Todos sabemos que la Cuaresma es un llamamiento muy serio a la conversión, es una llamada muy exigente a transformar la vida; no la podemos dejar igual después de la Cuaresma. Nosotros podríamos asustarnos al ver el programa de conversión que se nos propone y al darnos cuenta de lo que significa convertir la propia personalidad, convertir los propios sentimientos, convertir la propia inteligencia, convertir la propia voluntad, cambiar totalmente la propia existencia.

Esta conversión se nos podría hacer un camino tan impracticable, una cumbre tan elevada, que en el corazón puede llegar a aparecer el miedo. Un miedo que nos hace incapaces de poder transformar nuestra vida, un miedo que, incluso, nos puede hacer rebeldes contra las mismas necesidades de transformación, y entonces quedarnos, a la hora de la hora, con el miedo, con la rebeldía y sin la transformación.

¡Qué serio es esto!, porque puede ser que nuestra vida se nos esté yendo como agua entre los dedos y no terminar de afianzar la transformación que nosotros necesitamos llevar a cabo en nuestra alma, y no terminar de consolidar en nuestra alma la exigencia de una auténtica transformación cristiana.

¡Cuántas Cuaresmas hemos vivido! ¡Cuántos llamados a la conversión! Cuántas veces hemos escuchado el “arrepiéntete” y, sin embargo, ¿dónde estamos en este camino? Creo que el Evangelio de hoy podría ser para todos nosotros algo muy significativo, porque Jesucristo nos habla de cómo todos tenemos esa presencia, de una forma o de otra, del alejamiento de Dios: el pecado en nuestro corazón.

El episodio de la mujer adúltera es un episodio en el cual Jesucristo se encuentra no tanto con la realidad del pecado, cuanto con la visión que el hombre tiene del propio pecado. Por una parte están los acusadores, los hombres que dicen: “Esta mujer es adúltera y por lo tanto debe ser condenada a muerte por lapidación”. Por otra parte está la mujer que, evidentemente, también está en pecado.

Qué fuerte es el hecho de que Jesús se atreva a cuestionar la legitimidad que tienen todos esos hombres de castigar a esa mujer, cuando ellos mismos están en pecado. Sin embargo, todos ellos iban a convertirse en jueces y en ejecutores de una ley, pensando que actuaban con plena justicia, como si el pecado no estuviese en ellos. Y Jesús desenmascara, con la habilidad y sencillez que a Él le caracteriza, la capacidad que tenemos los hombres en nuestro interior de torcer las cosas para creernos justos cuando no lo somos, cuando ni siquiera hemos rozado la capacidad de conversión que tenemos. De creernos limpios cuando, a lo mejor, ni siquiera hemos tocado un poco el misterio de nuestra auténtica conversión interior.

Este relato del Evangelio del domingo nos habla de un Jesús que nos llama, que nos invita a atrevernos a sumergirnos en la realidad de nuestra conversión: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. No dice que la mujer ha hecho bien, simplemente les pregunta si se han dado cuenta de cuál es la justicia, la santidad que hay en cada una de sus almas: primero dense cuenta de esto y luego pónganse a pensar si pueden tirarle piedras a alguien que está en pecado. “Antes de ver la paja del ojo ajeno, quita la viga que hay en el tuyo”.

La conversión supone la valentía de profundizar dentro de la propia alma. La conversión supone la valentía de entrar al propio corazón, como Jesús entra dentro del alma de estos hombres para que se den cuenta que todos tienen pecado, que ninguno de ellos puede llegar a tirar ni siquiera una piedra. Pero, muchas veces, lo que nos acaba pasando cuando rozamos el misterio de la conversión de nuestra alma, cuando tocamos el misterio de que tenemos que transformar comportamientos, afectos, actitudes, criterios, pensamientos, juicios, es que nos da miedo y nos echamos para atrás y preferimos no tenerlo delante de los ojos.

¿Quién se atrevería a bajar hasta lo más profundo del propio corazón si no es acompañado de Dios nuestro Señor? ¿Quién se atrevería a tocar lo tremendo de las propias infidelidades, de los propios egoísmos, de todo lo que uno es en su vida, si no es acompañado por Dios? La pregunta más importante sería: ¿Ya has sido capaz de bajar, acompañado de Dios nuestro Señor, a lo profundo de tu corazón? ¿Ya has sido capaz de tocar el fondo de tu vida para verdaderamente poder convertirte?

¡Cuántos esfuerzos de conversión hemos hecho a lo largo de nuestra vida! Cuántas veces hemos intentado transformarnos, y no lo hemos logrado, porque nunca hemos bajado hasta el fondo de nuestra alma, porque nunca nos hemos atrevido a tomar a Jesús de la mano y permitirle que nos cure. Como el médico que, para poder curar nuestra enfermedad, tiene que llegar a la raíz de la misma, no puede conformarse simplemente con aplicar una cura superficial.

Ojalá que si en esta Cuaresma no hemos todavía transformado muchas cosas y seguimos teniendo egoísmos, perezas, flojeras, miedos y tantas otras cosas, por lo menos hayamos conseguido la gracia, el don de Dios, de permitirle bajar con nosotros hasta el fondo de nuestro corazón, para que desde ahí, Él empiece a sanarnos, Él empiece a transformarnos, Él empiece a cambiarnos. “Aunque atraviese por cañadas oscuras nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”.

¡Cuántas veces lo más oscuro de nuestras vidas es nuestro corazón! No oscuro porque esté muy manchado, sino oscuro porque ha sido poco iluminado; porque preferimos dejar las cosas como están para no tener que cambiar algunas actitudes. Hemos de entrar y tocar con sinceridad el fondo de nuestro corazón para que Cristo nos quite los miedos que nos impiden llegar hasta el fondo, para así poder transformar verdadera y cristianamente toda nuestra vida.

Que ésta sea la gracia principal que hayamos adquirido en esta Cuaresma en la que el Señor, una vez más, nos ha llamado a la conversión y, sobre todo, nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.
 
¿Qué misión tiene el Ángel de la Guarda sobre cada hombre?
Los ángeles custodios libran constantemente a sus protegidos de innumerables males y peligros, así del alma como del cuerpo

Pregunta:
Cuando uno muere y su alma esta en el purgatorio ¿allí también lo acompaña su ángel de la guarda o éste sólo está presente mientras está vivo? ¿Qué opinión tiene la doctrina católica al respecto?

Respuesta:
Estimado: La existencia de los ángeles “es una verdad de nuestra fe; el testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición”[1].  Como sabemos el término ángel designa, como dice San Agustín, “no la naturaleza de estos seres, sino su oficio. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel”[2]. “Ángel”, proviene del latín angelus, y este del griego a,ggeloj, que significa “mensajero”.  En los textos inspirados repetidas veces se insinúa o se supone que esta “misión” de los ángeles protectores está vinculada a personas particulares, con carácter permanente y personal; lo cual equivale a insinuar la “custodia angélica” sobre los hombres. Algunos teólogos defendieron incluso que es de fe la existencia de los “ángeles custodios” (por ejemplo, Catarino); pero la opinión más común en teología es que es de fe la existencia de los ángeles en general, y la de los ángeles guardianes sólo es enseñanza “católica”, aunque claramente insinuada en la Revelación.

Así pueden entenderse algunos textos del Antiguo Testamento, como los de Gén 48,16; Ex 23,23 (Yo mandaré a un ángel ante ti para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto. Obedécele y escucha su voz, no le resistas…); Baruc 2,2; Sal 98,11, etc. También se encuentra en el Nuevo Testamento, sobre todo en la afirmación de Nuestro Señor refiriéndose a los niños: Sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre (Mt 18,10). Incluso hay textos que parecen indicar “ángeles custodios” de las colectividades o personas morales, como reinos, ejércitos, comunidades, iglesias y naciones; así, por ejemplo, los capítulos 1 y 2 del Apocalipsis hablan de los siete ángeles que custodian las siete iglesias, como si cada uno estuviese destinado a guardar una de ellas.

Como principales efectos de la guarda de nuestros ángeles custodios se enumeran los siguientes:

1º Los ángeles custodios libran constantemente a sus protegidos de innumerables males y peligros, así del alma como del cuerpo: Que el ángel que me ha librado de todo mal –dijo Israel a su hijo José– bendiga a éstos niños (Gn 48,16).

2º Sujetan a los demonios para que no nos hagan todo el mal que ellos desearían hacernos: recuérdese la historia de Tobías. Excitan de continuo en nuestras almas pensamientos santos y consejos saludables (por ej., Gén 16 y 18; Act 5.8.10).

3º Llevan ante Dios nuestras oraciones, no porque Dios, omnisciente, necesite de esto para conocerlas, sino para que las oiga benignamente, e imploran por sí mismos los auxilios divinos de que nos ven necesitados, cuando a lo mejor nosotros ni siquiera percibimos que los necesitamos (cf. Tob 3 y 12; Act 10).

4º Iluminan nuestros entendimientos, proporcionándonos las verdades de modo más fácil de comprender mediante el influjo que pueden ejercer directamente en nuestros sentidos interiores y exteriores.

5º Nos asisten particularmente en la hora de la muerte, cuando más los necesitamos.

6º Es opinión piadosa de muchos teólogos que los ángeles custodios respectivos acompañan las almas de sus protegidos o custodiados al purgatorio o al cielo después que éstos mueren, como acompañaban las de los antiguos patriarcas al seno de Abraham; efectivamente, en la recomendación del alma después de la muerte de los fieles cantaba la Iglesia: “Salid a su encuentro, ángeles del Señor, recibiendo su alma, poniéndola en presencia del Altísimo…; Que los ángeles te lleven al seno de Abraham”.

7º Créese también piadosamente que los ángeles custodios atienden las oraciones suplicatorias dirigidas por los fieles a las almas de sus custodiados cuando éstas se encuentran todavía en el purgatorio “en estado  no de socorrer, sino de ser socorridas”[3]; de hecho, las súplicas hechas a las almas del purgatorio se dice que son de las más efectivas.
8º Por último, acompañarán eternamente en el cielo a sus custodiados que consigan la salvación “no para protegerlos, sino para reinar con ellos”[4] y “para ejercer sobre ellos algunos ministerios de iluminación”[5].

6 cosas que tal vez no sabías de la muerte de San Juan Pablo II
En el XII aniversario de su ingreso a la Casa del Padre

Este domingo, 2 de abril de 2017, se cumplen 12 años del fallecimiento de San Juan Pablo II, el Papa peregrino que viajó por el mundo y se convirtió en uno de los líderes más influyentes del siglo XX.

El Pontífice permaneció en la Cátedra de San Pedro 26 años y 5 meses, siendo el suyo el tercer pontificado más largo en los más de 2.000 años de historia de la Iglesia.

San Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005 a las 21:37 horas, la noche previa al Domingo de la Divina Misericordia que él mismo instituyó y de la que fue muy devoto.

Pocos minutos después, Mons. Leonardo Sandri, que entonces era el Sustituto de la Secretaría de Estado de la Santa Sede (en la actualidad es Cardenal Prefecto para la Congregación de las Iglesias Orientales), anunció la noticia a las miles de personas congregadas en la Plaza de San Pedro y al resto del mundo, que seguía las últimas horas del Pontífice a través de los medios de comunicación.

Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje al papa polaco, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la Basílica de San Pedro.

Aquí 6 cosas que tal vez no sabías sobre su muerte.

1. Murió de un colapso cardiocirculatorio
San Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005 a las 09:37 p.m., hora de Roma, a causa de un “choque séptico con colapso cardiocirculatorio debido a una infección, ya detectada, de vías urinarias”. Así lo detalló un exhaustivo informe sobre su agonía y muerte realizado en el Vaticano.
Durante la última semana de vida recibió comida procesada a través de un tubo nasal. Los doctores decían que los problemas en la ingesta de alimentos y en la respiración del Papa de 84 años, eran consecuencia de la enfermedad de Parkinson.

2. Su funeral duplicó la población de Roma
A su funeral asistieron 75 jefes de estado, incluyendo presidentes, príncipes, entre otras autoridades. La población de Roma se duplicó durante ese evento y los asistentes esperaron más de 24 horas para verlo en cuerpo presente.
Cuando la Plaza de San Pedro estuvo al tope de su capacidad, todo quedó completamente en silencio.

3. Sus últimas palabras fueron en polaco
El informe del Vaticano precisa que seis horas antes de su muerte, Juan Pablo dijo en polaco, “con una voz muy débil y con palabras murmuradas, 'Déjame ir a la casa del Padre'”.

El diario La Repubblica de Roma citó a un sacerdote polaco, Jarek Cielecki, diciendo que el Papa murió “un instante” después de pronunciar con gran esfuerzo la palabra “amén”.

4. Escuchaba la oración de los fieles días antes de su muerte
Miles de fieles se reunieron para orar en voz alta y hacer vigilia en la Plaza de San Pedro en los días previos a su muerte.
El entonces Arzobispo de Cracovia y Secretario Personal de Juan Pablo II durante más de 40 años, Cardenal Stanislaw Dziwisz, aseguró que el Papa escuchaba las oraciones de la multitud.

5. Sumamente enfermo dio una última bendición desde su ventana
Tras su fallido y conmovedor intento de dar la bendición “Urbi et Orbi” el último Domingo de Pascua de 2005, el cual arrancó los aplausos y el llanto de los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Juan Pablo II –que después de su segunda hospitalización sufría “déficit nutricional y marcada debilidad”– volvió a asomarse a la ventana de su habitación el miércoles 30 de marzo para dar la bendición.
Este nuevo intento tampoco tuvo éxito. Aquella comparecencia “fue la última estación pública de su doloroso Vía Crucis”, dice el documento vaticano.

6. “Concelebró” una Misa en su agonía
El informe del Vaticano detalló que los ojos de Juan Pablo II estaban prácticamente cerrados durante una Misa celebrada al pie de su cama en la tarde del 31 de marzo de 2005.

“Pero en el momento de la consagración, débilmente levantó su mano derecha dos veces, es decir, cuando se eleva el pan y el vino. Hizo un gesto indicando que estaba tratando de golpear su pecho durante la recitación de la oración del Cordero de Dios”.

Ese día el Cardenal Marian Jaworski, amigo íntimo desde que ambos eran jóvenes sacerdotes en Polonia, le administró el sacramento de la unción de los enfermos.

Si mexicanos construyen muro de Trump serían traidores a la patria, dice Arzobispado

Prácticamente, unirse a un proyecto que es una grave afrenta a la dignidad, es darse un balazo en el pie

El semanario Desde la Fe, de la Arquidiócesis Primada de México, advirtió que aquellos empresarios mexicanos que participen en la construcción del muro fronterizo con Estados Unidos “deberían ser considerados como traidores a la patria”.

En su editorial del 26 de marzo, titulado “Traición a la patria”, el semanario católico señaló que “cualquier empresa con intenciones de inversión en el muro del fanático Trump sería inmoral, pero sobre todo, sus accionistas y dueños deberían ser considerados como traidores a la patria”.

Desde la campaña electoral que lo llevó a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump ofreció construir un “gran muro a lo largo de la frontera sur”, y aseguró que “México pagará por el muro”.
Este muro, según Trump, ayudaría a combatir la inmigración ilegal desde México hacia Estados Unidos.

En 2016, las autoridades estadounidenses detuvieron a más de 415 mil inmigrantes ilegales en la frontera con México. El 46.4% de los arrestados eran mexicanos.

Desde la Fe señaló que “mientras los meses transcurren, las políticas migratorias de Donald Trump se enfrentan a la realidad. Fue fácil la demagogia en campaña, pero las acciones, en la práctica, se tornan difíciles ante la notable oposición de la sociedad civil, iglesias y activistas, quienes se enfrentan a un gobierno errático cuyas promesas no son de sencilla consolidación”.

“Trump asignó un presupuesto de dos mil millones de dólares para la construcción del muro, el cual debe reunir características sólidas de infraestructura y de suave estética para esconder, bajo la pintura y las luces, el odio, la mutilación y la división”, señaló el semanario.

Para la publicación católica, “lo lamentable es que, de este lado de la frontera, haya mexicanos listos para colaborar con un proyecto fanático que aniquila la buena relación en el concierto de dos naciones que comparten una frontera común”.

“No se trata de dos o tres, sino de más de 500 empresas las que buscan obtener buenas tajadas económicas. Para ellas, el fin justifica los medios”, criticó, y lamentó además que las autoridades mexicanas “no han mostrado firmeza contra estos empresarios”.

Para la publicación de la Arquidiócesis Primada de México, quienes aseguran que construir el muro es un “inalienable derecho” de Estados Unidos “son esos mismos miopes los que no alcanzan a ver que el muro es una franca amenaza que vulnera las relaciones y la paz social”.

“Recordemos que, en nombre de la ideología, naciones y continentes enteros quedaron divididos, sumiendo a miles en la incertidumbre. La única voz imperante fue la de las armas, los balazos, la represión y el asesinato legal para todo aquel que se atreviera a cruzar una frontera en busca de libertad”.

Desde la Fe aseguró que las empresas mexicanas que se sumen al proyecto de Trump alimentarán “todas esas formas de discriminación que a lo largo de la historia han sometido a millones de seres humanos. Prácticamente, unirse a un proyecto que es una grave afrenta a la dignidad, es darse un balazo en el pie”.

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