Ser luz del mundo porque hemos recibido la luz del mundo

El Papa recuerda, como lo hizo en la JMJ, la Bienaventuranzas

"El cristianismo es una religión práctica: no para pensarla sino para practicarla"
Francisco: "Bienaventurados los que perdonan, misericordiosos. ¡Porque todos somos un ejército de perdonados!"
El Papa vuelve a recordar que las Bienaventuranzas y Mateo 25 son el carnet de identidad del cristiano

El mundo de los chismes. Esta gente que chismea no trabaja por la paz, es enemiga de la paz. No son bienaventurados

(RV).-En su homilía de la Misa matutina, en la Capilla de la Casa de Santa Marta, el Papa Bergoglio hizo hincapié en lo que nos enseña Jesús en las Bienaventuranzas y en dar de comer a los que tienen hambre, de beber a los que tienen sed... Este lunes, al día siguiente de su histórica iniciativa ‘Invocación por la paz', celebrada en los jardines vaticanos.

Señalando que Jesús nos indica el programa de vida, la identidad de los cristianos, yendo contracorriente con respecto a lo que se ‘suele hacer en el mundo'. Felices, Bienaventurados los pobres. Una vez más, el Papa recordó que cuando el corazón es rico, está tan satisfecho que ya no hay lugar para la Palabra de Dios. Los que lloran, porque serán consolados:

«Pero el mundo nos dice: la alegría, la felicidad, la diversión, eso es lo lindo de la vida. E ignora, mira hacia otro lado cuando hay problemas de enfermedad, problemas de dolor en la familia. El mundo no quiere llorar, prefiere ignorar las situaciones dolorosas, taparlas. Sólo la persona que ve las cosas como son y llora en su corazón es feliz y será consolada. El consuelo de Jesús, no el del mundo. Bienaventurados los mansos en este mundo que desde el comienzo es un mundo de guerras, un mundo donde se pelea por todas partes, donde en todo lugar hay odio. Y Jesús dice: nada de guerras, nada de odio, paz, mansedumbre».

Si soy manso en la vida, pensarán que soy un necio, que piensen lo que quieran, señaló el Obispo de Roma, añadiendo luego que los mansos heredarán la Tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados, recordó también, refiriéndose asimismo a las injusticias, tantas injusticias, que son producto de la corrupción, de los compinches de la corrupción, de la política del negocio por encima de todo. Y Jesús nos recuerda que son Bienaventurados los que luchan contra estas injusticias. Bienaventurados los misericordiosos, los que comprenden los errores de los demás, Jesús no nos dice Bienaventurados los que se vengan:

«Bienaventurados los que perdonan, misericordiosos. ¡Porque todos somos un ejército de perdonados! Y por ello es Bienaventurado el que va por ese camino del perdón. Bienaventurados los que tienen el corazón puro, sencillo, puro sin malezas, un corazón que sabe amar con esa pureza tan linda. Bienaventurados los que trabajan por la paz. ¡Pero es tan común entre nosotros ser trabajadores por guerras o al menos trabajadores de malentendidos! Cuando oigo algo de éste y voy y se lo digo, con una versión ampliada ... El mundo de los chismes. Esta gente que chismea no trabaja por la paz, es enemiga de la paz. No son bienaventurados».

Jesús nos presenta las Bienaventuranzas y nos da también otras indicaciones, que encontramos en el capítulo 25 del Evangelio «tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver», volvió a recordar el Obispo de Roma:

«Pocas palabras, palabras sencillas pero prácticas para todos, porque el cristianismo es una religión práctica: no para pensarla sino para practicarla. Hoy, si tienen un poco de tiempo en casa, tomen el Evangelio, el Evangelio de Mateo, capítulo quinto, al comienzo están estas Bienaventuranzas; en el capítulo 25 las otras. Les hará bien leerlo, una, dos, tres veces. Pero leer esto, que es el programa de santidad. ¡Que el Señor nos de la gracia de comprender este mensaje suyo!»

Homenaje al primer "Papa párroco"

Roma recuerda a Pío X en el centenario de su muerte
"Fue un Papa que amó a los pobres, a los que daba todo lo que poseía"

Redacción, 09 de junio de 2014 a las 16:33

Nunca dejó de preocuparse por todo lo que pudiera mejorar vida de los obreros

El Vaticano ha presentado esta mañana los estudios promovidos por el Pontificio Comité de las Ciencias históricas con motivo delcentenario de la muerte de San Pío X(1914-2014) para profundizar en su figura y entender su pontificado.

El presidente del Pontifico Comité de las Ciencias, padre Bernard Ardura ha destacado que Pio X fue el primer Papa de la edad contemporánea que provenía de un ambiente "campesino y popular" y recorrió todas las etapas pastorales "de capellán a Papa".

Durante su intervención en la sala de prensa del Vaticano, Ardura ha resaltado que las líneas guía del pontificado de San Pío X "en el campo social y eclesial" estaban dotadas por un "realismo pastoral" que pretendía renovar "la vida cristiana".

Para ello, según ha explicado, "movilizó a los párrocos y a los grupos de Acción católica, multiplicó las reuniones de comités y organizó la prensa católica". Por otro lado, ha resaltado que, a pesar de estar en desacuerdo con el "socialismo y el liberalismo", fue un Papa que "amó a los pobres, a los que daba todo lo que poseía", al tiempo que ha reseñado que "nunca dejó de preocuparse por todo lo que pudiera mejorar vida de los obreros". Por su parte, el profesor Alejandro Mario Dieguez, que trabajaba en el Archivo Secreto Vaticano, ha comentado que Pio X ha pasado a la historia por su "diálogo catequista" que promovió "la clase campesina". Además, ha señalado que es el primer Papa que fue también "párroco", al tiempo que ha destacado que revolucionó en "clave pastoral" las diócesis italianas y la propia Curia romana. Dieguez ha explicado que gracias a la publicación de las fuentes de archivo-- con 4 volúmenes a cargo del Archivo Vaticano--, a estudios sistemáticos y a convenios de estudio se ha podido recuperar al "Pio X de la historia, y no el del mito" recomponiendo "la compleja y fascinante personalidad de este pontífice". Las sesiones de estudio que tendrán lugar el jueves 12 de junio en Roma llevan por título "San Pío X, un Papa reformador ante los desafíos del nuevo siglo".

Evangelio según San Mateo 5,13-16. 

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. 

Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo. 

San Rafael Arnaiz Barón (1911-1938), monje trapense español 
Escritos Espirituales, 12/04/1938

Ser luz del mundo porque hemos recibido la luz del mundo (Cf Jn 8,12)

Busqué la «verdad» y no la hallé;  busqué la caridad y sólo vi en los hombres algunas chispitas que no llenaron mi corazón sediento de ella; busqué la paz y vi que no hay paz en la tierra. Ya la ilusión pasó; pasó suavemente, sin darme cuenta; el Señor que es quien me engañó para llevarme hacia sí, me abrió los ojos, ahora ¡qué feliz soy! “¿Qué buscas entre los hombres?, me dice. ¿Qué buscas en la tierra en la que eres peregrino? ¿Qué paz es la que deseas?”  ¡Qué bueno es el Señor.,.; ahora ya veo claramente que en Dios está la verdadera paz;  que en Jesús está la verdadera caridad; que Cristo es la única Verdad..

Ya que me has dado luz para ver y comprender, dame, Señor, un corazón muy grande, muy grande para amar a esos hombres que son hijos tuyos, hermanos míos, en los cuales mi enorme soberbia veía faltas, y en cambio no me veía a mí mismo. ¿Si al último de ellos le hubieras dado lo que a mi?. Mas Tú lo haces todo bien. Mi alma llora sus antiguas manías, sus antiguas costumbres; ya no busca la perfección en el hombre;  ya no llora el no encontrar “donde descansar” ( Mt 8,20) . Ya lo tiene todo. Tú, mi Dios, eres el que llena mi alma; Tú mi alegría; Tú mi paz y mi sosiego. Tú, Señor, eres mi refugio, mi fortaleza, mi vida, mi luz, mi consuelo, mi única Verdad y mi único Amor. ¡Soy feliz, lo tengo todo!

Santo Ángel de Portugal

Los ángeles, que son parte del mundo invisible, extienden  la acción creadora de Dios, viviendo totalmente dedicadas a la alabanza y el servicio de Dios.
La inteligencia humana no puede expresar la naturaleza espiritual de estas criaturas. Su misión, sin embargo, es conocido a través de la Biblia, que en muchos pasajes, da testimonio acerca de la existencia de los Ángeles. En Portugal, la devoción al Ángel de la Guardia es demasiado antigua. Sin embargo, aumentan con la participación especial del Ángel, en la visita de la Virgen María en Fátima a los tres pastorcitos. Pío XII introdujo esta celebración en el calendario litúrgico portugués.

POTENCIADOR DE SABORES

Reyes 17, 7-16; Sal 4, 2-3. 4-5. 6bc-8; Mateo 5, 13-16

En un documento de principios del cristianismo, la Epístola a Diogneto, se dice de los cristianos que son como “el alma del mundo”. Y escribía nuestro autor: «El alma ama a la carne y a los miembros que la aborrecen, y los cristianos aman también a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero ella es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos están detenidos en el mundo. (…) El alma maltratada en comidas y bebidas se mejora; lo mismo los cristianos, castigados de muerte cada día, se multiplican más y más. Tal es el puesto que Dios les señaló y no les es lícito desertar de él». Me parece que se trata de un buen comentario al Evangelio de hoy. Jesús, que es “la Luz del mundo”, ha hecho a los cristianos partícipes de su propia luz. No sólo nos ha iluminado, sino que nos ha constituido en lámpara para el mundo. La unión de Dios con el hombre es tan grande que nos transforma en Él (divinización).

El cristiano, luz del mundo, no puede guardarse los dones recibidos para Él, sino que debe ejercerlos de manera que iluminen a los demás (testimonio). Todo ello con una finalidad: “Para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.” Con estas palabras Jesús señala que para que la luz irradiada por los cristianos sea auténtica, ésta ha de remitir siempre a Dios.

Siempre me ha emocionado la costumbre que tienen algunos pobres. Cuando reciben la limosna te dicen “que Dios le bendiga”. En esas palabras se ve cómo trascienden la acción humana para ver en Dios el origen de todo bien. ¡Qué bueno sería que fuéramos capaces de referir todas nuestras buenas acciones a Dios! Sin darnos cuenta, cada vez que nos movemos por vanidad o nos enorgullecemos de nuestras buenas obras, oscurecemos un tanto la luz que Dios ha encendido en nosotros. El ejercicio de la caridad es el que hace que nuestra fe resulte luminosa. Basta recordar el testimonio de la beata Teresa de Calcuta, quien cuidando a los menesterosos y atendiendo a los agonizantes les descubría, a través de su rostro, la belleza de la misericordia de Dios. La fe sin caridad es lúgubre, de ahí que en las imágenes que se nos conservan de los santos detectemos muchas veces un resplandor que no sabemos definir: es la caridad.

La imagen de la sal también nos indica que el cristianismo potencia todo lo humano. En la cocina sirve para saborear mejor los alimentos. Una comida sosa puede hasta resultar desagradable por muy buena que sea la materia prima. Esta imagen nos ayuda a comprender cómo toda la realidad, y singularmente cada hombre, está ordenado a Jesucristo. El encuentro con el Señor no supone ningún menoscabo de nuestra felicidad. La experiencia nos enseña cómo la vida con Jesús se hace más intensa y feliz. Con la Virgen María podemos decir: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”. Porque la fe aporta luz y alegría a la vida. Jesús nos exhorta hoy a saber manifestarlo a los demás.

Dar gracias

No todos tenemos los mismos dones y talentos, y por eso los frutos de nuestra vida son también diferentes. Estas diferencias no nos hacen, sin embargo, mejores o peores personas a los ojos de Dios. Los dones o talentos que tenemos son sólo eso, regalos. Y la gratitud es la única respuesta válida ante el regalo.

La gratitud es contraria a la naturaleza competitiva de nuestra cultura. Desde la infancia, se nos enseña a compararnos con los demás en términos de talento o belleza. Los tests de inteligencia • Inteligencia, las clasificaciones, las evaluaciones... continuamente nos comparamos con los demás en una escala determinada. En nuestra cultura, la comparación constante puede llevar a muchas personas a un sentimiento de inferioridad. Por tanto, el hombre del que Jesús expulsó una legión de demonios, a ojos nuestros sería mucho menos valorado por Jesús que los discípulos que decidieron seguirlo. Con estos condicionantes, la actitud cristiana de la gratitud y la aceptación de los dones no es nada fácil. Necesitamos orar con regularidad y agradecer a Dios todo lo que somos. Necesitamos descubrir en la oración que somos la niña de los ojos de Dios, seamos como seamos. Una vez, un ejercitando sintió íntimamente que Jesús le decía: "No amo a nadie como te quiero a ti, pero no te quiero más que a nadie". Esta fue una experiencia consoladora para él y lo dejó profundamente agradecido. Él no tenía ninguna base para hacer juicios comparativos sobre su valor a los ojos de Jesús. Qué gran alivio y libertad poder creer que Jesús no hace comparaciones, sino que nos ama tal como somos, y quiere lo mejor para cada uno de nosotros.

¿Qué tenemos que pedir en la oración?

Después de la fiesta de la venida del Espíritu Santo parece oportuno escoger un texto de la Escritura que nos aclare un poco la función del Espíritu en la vida de oración. En el espléndido capítulo 8 de la carta de San Pablo a los Romanos encontramos que el Apóstol dice: "El Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad, porque no sabemos cómo orar en modo conveniente pero el Espíritu Santo intercede con gemidos inenarrables" (Rom 8, 26).

Reconocer nuestra debilidad en la oración

"El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad". El Señor sabe que somos débiles y esta debilidad se manifiesta cuando sobre todo nos ponemos a orar. Debilidad que viene de una imaginación desbordante que no nos deja concentrarnos en un solo punto; debilidad que procede de nuestra falta de voluntad para dejar de lado las preocupaciones y las inquietudes; debilidad moral que nos hace sentirnos mal ante el Señor por haberle ofendido; debilidad psicológica, esa tibieza espiritual que no se empeña con seriedad en avanzar en el servicio de Dios; debilidad de las pasiones de sensualidad y soberbia que nos agitan y nos impidan ponernos en el recto camino del cielo.

Qué pedir al orar

La debilidad en la oración se manifiesta en no saber cómo tenemos que orar, qué tenemos que pedir, cuáles son nuestras necesidades y las necesidades de los demás. Nos falta un conocimiento de nosotros mismos lo suficientemente claro como para saber cuál nuestro defecto principal o pasión dominante. No nos asuste esto: es la condición humana. Así ha sido la vida de muchos santos. San Claudio La Colombière sólo después de muchos años de vida espiritual descubrió cuál era su pasión dominante. Somos seres desconocidos para nosotros, ¡cuánto más es el Espíritu Santo un gran desconocido!

Pues bien, este mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad y gime en nuestro interior con gemidos inenarrables. Nuestro corazón es teatro de la presencia de Dios y también de esta acción del Espíritu que gime en él. La oración es un gemido del Espíritu en nosotros. Dejemos que el Espíritu haga su obra en nosotros. No apaguemos su voz. Dejémonos conducir por Él. Cuando la oración no vaya lo bien que desearíamos, cuando todavía hay mucho de tiniebla en nuestro interior, apelemos al Dulce Huésped del alma y digámosle que nosotros le dejamos hacer su obra en nosotros. Esto no es mera pasividad. Tenemos que ser activos en lo que está en nuestro poder y voluntad. Pero en aquella parte de nuestro ser en donde no logramos ser dueños de nosotros mismos, dejemos que el Espíritu realice su obra admirable e invoquémoslo con fe confiada: "¡Ven Espíritu Santo! ¡Llena mi alma de tu presencia e infunde en ella el fuego de tu amor!".

Ustedes son la luz del mundo

Mateo 5, 13-16. Tiempo Ordinario. El que lleva la luz de la fe no puede ir con la cabeza agachada.

Oración introductoria 

Dios mío, me has llamado a la santidad. Ilumina mi mente y mi corazón en esta oración para descubrir dónde se encuentra la verdadera felicidad, sólo ésta quiero desear y no las burdas imitaciones que me ofrece el mundo. 

Petición 

Señor, te pido que deje entrar tu luz a mi conciencia para ser sal que ilumine y dé sabor a la vida de los demás. 

Meditación del Papa Francisco 

¿Qué es la sal en la vida de un cristiano, cuál es la sal que nos dio Jesús? La sal que nos da el Señor es la sal de la fe, de la esperanza y de la caridad. Pero hay que tener cuidado de que esta sal, que hemos recibido de la certeza de que Jesús murió y resucitó para salvarnos, no pierda su sabor, que no pierda su fuerza. Esta sal no es para conservarla, porque si la sal se conserva en un frasco no consigue nada, no sirve. 

La sal tiene sentido cuando se da para condimentar las cosas. También creo que la sal guardada en un frasco, con la humedad, pierde fuerza y no sirve. La sal que hemos recibido es para darla, es para condimentar, está para ofrecerla. Lo contrario la vuelve insípida y no sirve. Debemos pedirle al Señor no ser cristianos con sal pero sin sabor, con sal guardada en un frasco. Pero la sal también tiene otra característica especial: cuando la sal se utiliza bien, no se siente el sabor de la sal... ¡No se siente! Se siente el sabor de cada comida: la sal ayuda a que el sabor de aquella comida sea mejor, se conserve más, sea más buena, más sabrosa. ¡Esta es la originalidad cristiana!

Cuando predicamos la fe, con esta sal, los que reciben el anuncio, lo reciben a su manera, como para las comidas. Y así, cada uno, con sus propias peculiaridades, recibe la sal y esta se vuelve mejor» (S.S. Francisco, 23 de mayo de 2013, homilía en Santa Marta). . 

Reflexión 

¡Cuántas veces ponemos sal a los alimentos para darles más sabor! Jesucristo usa los hechos de la vida común para darnos una enseñanza. En esta ocasión, Jesús habla con comparaciones a sus seguidores. Los compara con la sal y con la luz. 

Ser sal es dar sabor, es cambiar el gusto a las cosas que normalmente pasan o que no podemos evitar, como el dolor físico o moral. Cosas que a veces hasta nos hunden en un vacío de amargura tan desabrido como la sal que ha perdido su sabor. Darle sabor a la vida es cambiar el vinagre en vino dulce. 

Cuando el sufrimiento nos aflige debemos ponerle un poco de esa sal que cambia ese mal rato en algo mejor. La sal es el amor. Sólo el amor tiene las cualidades de la sal que da sabor a nuestras angustias más íntimas. El amor pone sabor a todo. Amor que es la característica del cristiano.

Amor que se traduce en caridad, perdón, servicialidad con mi prójimo. 

La luz y la oscuridad nunca se juntan, es imposible unir el día con la noche. Debemos ser para los demás, alzándonos del polvo de la tierra que son la concupiscencia de la carne y la soberbia del espíritu. Debemos levantar la antorcha de luz, nuestra fe. Sin miedo, orgullosos de ser cristianos. El que lleva la luz de la fe no puede ir con la cabeza agachada, sino con una sonrisa en el rostro. La alegría de ser sal y ser luz para el mundo está en Cristo que murió y resucitó por cada uno de nosotros. 

Propósito 

Ser el primero en disculparme u ofrecer una solución en alguna discusión que se presente. 

Diálogo con Cristo 

Jesús, me llamas a ser la sal y la luz para los demás, esto implica que mi testimonio de vida, palabras y acciones deben ser un reflejo de tu amor, de tu misericordia infinita. Tu gracia es la fuente para la felicidad. Ayúdame, Señor, a guiarme en todo por el Espíritu Santo, para que Él sea quien edifique, en mí, al auténtico testigo de tu amor. 

La gente que ama mucho sonríe fácilmente, porque la sonrisa es, ante todo, una gran fidelidad a sí mismo. Y atención porque se habla de sonrisa y no de risa. "Mayor felicidad hay en dar que en recibir" (Hch 20, 35). 

Cristo nos invita... desde la montaña.

Si quieres ser feliz, siembra hoy para cosechar mañana; lucha hoy, para triunfar en el futuro; sacrifícate ahora para recibir los frutos después.

En el Sermón de la Montaña, Cristo desborda su corazón, revela los misterios del Reino. Nos da a conocer la sabiduría de Dios y la clave de la felicidad: sembrar con paciencia para recoger los frutos llegado el tiempo, pagar el precio justo. 

Es impresionante cómo ha ido cambiando nuestro mundo y con qué rapidez. Para los hombres de hace medio siglo, sería una verdadera fantasía el pensar en la informática, tan avanzada y al alcance de todos. Nuestros bisabuelos nunca se imaginaron los nuevos artefactos de guerra tan sofisticados, tan precisos. Jamás soñaron con nuestros medios de transporte tan seguros y veloces... 

Los hombres de hace cincuenta o sesenta años sabían que si alguien quería una buena cosecha, tendría que trabajar muy duro durante todo el otoño y pasarse la primavera escardando sus campos. El alfarero, el zapatero, el herrero, todos ellos tenían muy bien sabido que si querían producir más, les hacían falta más horas de trabajo, más mano de obra... 

Nosotros, con nuestra tecnología, nos hemos acostumbrado a lo automático, a lo fácil, lo cómodo. A encender la televisión desde la cama con un botón, a abrir la puerta de casa desde el coche, a viajar cómodamente con la visa... pagando después. 

A la gente de nuestra época se le atrae así. Si quieren vendernos algo, que sea rápidamente y sin complicaciones. 

Si algo ha de producirnos comodidad, alegría, felicidad, placer, tiene que ser al instante, sin tardar. Si se oprime el botón, es para que el trabajo quede listo en un momento. No queremos trabajos sin frutos inmediatos. Queremos la mayor cantidad de bienes con el menor esfuerzo. Es la moda. 

Y sin embargo, Cristo, desde la montaña, usa un vocabulario completamente opuesto: Si quieres ser feliz, siembra hoy para cosechar mañana; lucha hoy, para triunfar en el futuro; sacrifícate ahora para recibir los frutos después. 

Cristo nos propone abandonarnos a nosotros mismos para seguir su Evangelio. No consentir a las pasiones. No ser tan delicados. Aguantar y ser firmes ante el sufrimiento. Ser generosos y aceptar el dolor por amor a Él, como un medio seguro para conseguir la ansiada felicidad. El Reino de los cielos no se consigue con palancas y botones sino con sacrificio y amor a Cristo. 

Nuestra misma sociedad puede explicarnos muy bien lo que Cristo nos invita a hacer desde la montaña. La vida actualmente es muy cara, muy difícil. Hay que pagar por todo. Nada se regala. También nuestra felicidad tiene un precio: pisar las mismas huellas de Cristo. Aunque más de una vez nuestros pies sangren. 

Señor, quiero desde hoy trabajar con paciencia y generosidad, sembrar sin prisas, para alcanzar con mi sacrificio la verdadera felicidad. 

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