Dar buenos frutos

Evangelio según San Mateo 7,15-20. 

Jesús dijo a sus discípulos: 
Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 
Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? 
Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. 
Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. 
Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. 
Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán. 

San Ireneo de Lyon, obispo

Memoria de san Ireneo, obispo, que, como atestigua san Jerónimo, de niño fue discípulo de san Policarpo de Esmirna y custodió con fidelidad la memoria de los tiempos apostólicos. Ordenado presbítero en Lyon, fue el sucesor del obispo san Potino y, según cuenta la tradición, murió coronado por un glorioso martirio. Debatió en muchas ocasiones acerca del respeto a la tradición apostólica y, en defensa de la fe católica, publicó un célebre tratado contra la herejía.

Las obras literarias de san Ireneo le han valido la dignidad de figurar prominentemente entre los Padres de la Iglesia, ya que sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para exponer y refutar los errores de los gnósticos y salvar así a la fe católica del grave peligro que corrió de contaminarse y corromperse por las insidiosas doctrinas de aquellos herejes.

Nada se sabe sobre su familia. Probablemente nació alrededor del año 135, en alguna de aquellas provincias marítimas del Asia Menor, donde todavía se conservaba con cariño el recuerdo de los Apóstoles entre los numerosos cristianos. Sin duda que recibió una educación muy esmerada y liberal, ya que sumaba a sus profundos conocimientos de las Sagradas Escrituras, una completa familiaridad con la literatura y la filosofía de los griegos. Tuvo además, el inestimable privilegio de sentarse entre algunos de los hombres que habían conocido a los Apóstoles y a sus primeros discípulos, para escuchar sus pláticas. Entre éstos, figuraba san Policarpo, quien ejerció una gran influencia en la vida de Ireneo. Por cierto, que fue tan profunda la impresión que en éste produjo el santo obispo de Esmirna que, muchos años después, como confesaba a un amigo, podía describir con lujo de detalles, el aspecto de san Policarpo, las inflexiones de su voz y cada una de las palabras que pronunciaba para relatar sus entrevistas con san Juan, el Evangelista, y otros que conocieron al Señor, o para exponer la doctrina que habían aprendido de ellos. San Gregorio de Tours afirma que fue san Policarpo quien envió a Ireneo como misionero a las Galias, pero no hay pruebas para sostener esa afirmación.

Desde tiempos muy remotos, existían las relaciones comerciales entre los puertos del Asia Menor y el de Marsella y, en el siglo segundo de nuestra era, los traficantes levantinos transportaban regularmente las mercancías por el Ródano arriba, hasta la ciudad de Lyon que, en consecuencia, se convirtió en el principal mercado de Europa occidental y en la villa más populosa de las Galias. Junto con los mercaderes asiáticos, muchos de los cuales se establecieron en Lyon, venían sus sacerdotes y misioneros que portaron la palabra del Evangelio a los galos paganos y fundaron una vigorosa iglesia local. A aquella iglesia llegó san Ireneo para servirla como sacerdote, bajo la jurisdicción de su primer obispo, san Potino, que también era oriental, y ahí se quedó hasta su muerte.

La buena opinión que tenían sobre él sus hermanos en religión, se puso en evidencia el año de 177, cuando se le despachó a Roma con una delicadísima misión. Fue después del estallido de la terrible persecución de Marco Aurelio, cuando ya muchos de los jefes del cristianismo en Lyon se hallaban prisioneros. Su cautiverio, por otra parte, no les impidió mantener su interés por los fieles cristianos del Asia Menor. Conscientes de la simpatía y la admiración que despertaba entre la cristiandad su situación de confesores en inminente peligro de muerte, enviaron al papa san Eleuterio, por conducto de Ireneo, «la más piadosa y ortodoxa de las cartas», con una apelación al Pontífice «en nombre de la unidad y de la paz de la Iglesia», para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia. Asimismo, recomendaban al portador de la misiva, es decir, a Ireneo, como a un sacerdote «animado por un celo vehemente para dar testimonio de Cristo» y un amante de la paz, como lo indicaba su nombre (efectivamente, «ireneo» significa «pacífico»).

El cumplimiento de aquel encargo, que lo ausentaba de Lyon, explica por qué Ireneo no fue llamado a compartir el martirio de san Potino y sus compañeros y ni siquiera lo presenció. No sabemos cuánto tiempo permaneció en Roma, pero tan pronto como regresó a Lyon, ocupó la sede episcopal que había dejado vacante san Potino. Ya por entonces había terminado la persecución y los veinte o más años de su episcopado fueron de relativa paz. Las informaciones sobre sus actividades son escasas, pero es evidente que, además de sus deberes puramente pastorales, trabajó intensamente en la evangelización de su comarca y las adyacentes. Al parecer, fue él quien envió a los santos Félix, Fortunato y Aquileo, como misioneros a Valence, y a los santos Ferrucio y Ferreolo, a Besançon. Para indicar hasta qué punto se había identificado con su rebaño, basta con decir que hablaba corrientemente el celta en vez del griego, que era su lengua madre.

La propagación del gnosticismo en las Galias y el daño que causaba en las filas del cristianismo, inspiraron en el obispo Ireneo el anhelo de exponer los errores de esa doctrina para combatirla. Comenzó por estudiar sus dogmas, lo que ya de por sí era una tarea muy difícil, puesto que cada uno de los gnósticos parecía sentirse inclinado a introducir nuevas versiones propias en la doctrina. Afortunadamente, san Ireneo era «un investigador minucioso e infatigable en todos los campos del saber», como nos dice Tertuliano, y, por consiguiente, salvó aquel escollo sin mayores tropiezos y hasta con cierto gusto. Una vez empapado en las ideas del adversario, se puso a escribir un tratado en cinco libros, en cuya primera parte expuso completamente las doctrinas internas de las diversas sectas para contradecirlas después con las enseñanzas de los Apóstoles y los textos de las Sagradas Escrituras.

Hay un buen ejemplo sobre el método de combate que siguió, en la parte donde trata el punto doctrinal de los gnósticos de que el mundo visible fue creado, conservado y gobernado por seres angelicales y no por Dios, quien seguirá eternamente desligado del mundo, superior, indiferente y sin participación alguna en las actividades del Pleroma (el mundo espiritual invisible). Ireneo expone la teoría, la desarrolla hasta llegar a su conclusión lógica y, por medio de una eficaz «reductio ad absurdum», procede a demostrar su falsedad. Ireneo expresa la verdadera doctrina cristiana sobre la estrecha relación entre Dios y el mundo que Él creó, en los siguientes términos: «El Padre está por encima de todo y Él es la cabeza de Cristo; pero a través del Verbo se hicieron todas las cosas y Él mismo es el jefe de la Iglesia, en tanto que Su Espíritu se halla en todos nosotros; es Él esa agua viva que el Señor da a los que creen en Él y le aman porque saben que hay un Padre por encima de todas las cosas, a través de todas las cosas y en todas las cosas».

Ireneo se preocupa más por convertir que por confundir y, por lo tanto, escribe con estudiada moderación y cortesía, pero de vez en cuando, se le escapan comentarios humorísticos. Al referirse, por ejemplo, a la actitud de los recién «iniciados» en el gnosticismo, dice: «Tan pronto como un hombre se deja atrapar en sus "caminos de salvación", se da tanta importancia y se hincha de vanidad a tal extremo, que ya no se imagina estar en el cielo o en la tierra, sino haber pasado a las regiones del Pleroma y, con el porte majestuoso de un gallo, se pavonea ante nosotros, como si acabase de abrazar a su ángel». Ireneo estaba firmemente convencido de que gran parte del atractivo del gnosticismo, se hallaba en el velo de misterio con que gustaba de envolverse y, de hecho, había tomado la determinación de «desenmascarar a la zorra», como él mismo lo dice, Y por cierto que lo consiguió: sus obras, escritas en griego, pero traducidas al latín casi en seguida, circularon ampliamente y no tardaron en asestar el golpe de muerte a los gnósticos del siglo segundo. Por lo menos, de entonces en adelante, dejaron de constituir una seria amenaza para la Iglesia y la fe católicas.

Trece o catorce años después de haber viajado a Roma con la carta para el papa Eleuterio, fue de nuevo Ireneo el mediador entre un grupo de cristianos del Asia Menor y el Pontífice. En vista de que los cuartodecimanos se negaban a celebrar la Pascua de acuerdo con la costumbre occidental, el papa Víctor III los había excomulgado y, en consecuencia, existía el peligro de un cisma. Ireneo intervino en su favor. En una carta bellamente escrita que dirigió al Papa, le suplicaba que levantase el castigo y señalaba que sus defendidos no eran realmente culpables, sino que se aferraban a una costumbre tradicional y que, una diferencia de opinión sobre el mismo punto, no había impedido que el papa Aniceto y san Policarpo permaneciesen en amable comunión. El resultado de su embajada fue el restablecimiento de las buenas relaciones entre las dos partes y de una paz que no se quebrantó. Después del Concilio de Nicea, en 325, los cuartodecimanos acataron voluntariamente el uso romano, sin ninguna presión por parte de la Santa Sede.

Se desconoce la fecha de la muerte de san Ireneo, aunque por regla general, se establece hacia el año 202. De acuerdo con una tradición posterior, se afirma que fue martirizado, pero no es probable ni hay evidencia alguna sobre el particular. Los restos mortales de san Ireneo, como lo indica Gregorio de Tours, fueron sepultados en una cripta, bajo el altar de la que entonces se llamaba iglesia de San Juan, pero más adelante, llevó el nombre de San Ireneo. Esta tumba o santuario fue destruido por los calvinistas en 1562 y, al parecer, desaparecieron hasta los últimos vestigios de sus reliquias. Es digno de observarse que, si bien la fiesta de san Ireneo se celebra desde tiempos muy antiguos en el Oriente (el 23 de agosto), sólo a partir de 1922 se ha observado en la iglesia de Occidente.

El tratado contra los gnósticos ha llegado hasta nosotros completo en su versión latina y, en fechas posteriores, se descubrió la existencia de otro escrito suyo: la exposición de la predicación apostólica, traducida al armenio. A pesar de que el resto de sus obras desapareció, bastan los dos trabajos mencionados para suministrar todos los elementos de un sistema completo de teología cristiana. No ha llegado hasta nosotros nada que pueda llamarse una biografía de la época sobre san Ireneo, pero hay, en cambio, abundante literatura en torno al importante papel que desempeñó como testigo de las antiguas tradiciones y como maestro de las creencias ortodoxas.

En 1904 se despertó enorme interés general, a raiz del descubrimiento de la versión armenia de un escrito sobre el cual sólo se conocía el título hasta entonces: Prueba de la Predicación Apostólica. Se trata, sobre todo de una comparación de las profecías del Antiguo Testamento y de ese escrito, no se obtienen informaciones nuevas en relación con el espíritu y los pensamientos del autor. Sobre la teología de Ireneo puede consultarse con provecho la Patrología de Quasten (Tomo I). Entre las catequesis de los miércoles que SS Benedicto XVI dedicó a los Padres de la Iglesia, la del 28 de marzo del 2007 está referida a la figura y el pensamiento de Ireneo de Lyon.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Oremos  

Señor, tú que quisiste que el obispo san Ireneo hiciera triunfar la verdadera doctrina y lograra afianzar la paz de tu Iglesia, haz que nosotros, renovados, por su intercesión, en la fe y en la caridad, nos esforcemos siempre en fomentar la unidad y la concordia entre los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Juan Taulero (c. 1300-1361), dominico en Estrasburgo Sermón 7

Dar buenos frutos

En un viñedo, se remueve la tierra que hay alrededor de los pies de la vid y se escardan las malas hierbas. También el hombre debe escardarse, tan profundamente atento debe estar a lo que pudiera haber todavía en él de esas hierbas y arrancarlas desde el fondo de su ser, para  que el Sol divino pueda acercársele de manera más inmediata y billar en él. Si tú dejas que la fuerza de lo alto haga su obra..., el sol llega a ser esplendoroso, lanza sus rayos ardientes sobre los frutos y les hace ser cada vez más transparentes. Su dulzura es cada vez mayor, la piel que los envuelve es cada vez más delgada. Los obstáculos que se interponen llegan a ser, finalmente, tan tenues que reciben sin cesar los toques divinos de muy cerca. Tan a menudo y de inmediato que uno se gira hacia él, se encuentra siempre en el interior del brillante divino Sol con mucho más esplendor que todos los soles que jamás han brillado sobre el firmamento. Y así en el hombre todo es deificado hasta el punto que no siente, ni gusta, ni conoce nada en verdad más que Dios, con un conocimiento fundamental, y este conocimiento sobrepasa en mucho el modo de conocer de nuestra razón. 

Finalmente se arrancan también las hojas de los sarmientos para que el sol pueda llegar sobre los frutos sin encontrar obstáculo alguno. E igualmente pasa con los hombres: todo lo que hace de intermediario, cae y todo lo reciben de manera inmediata. Caen las oraciones, las representaciones de los santos, las prácticas de devoción, los ejercicios. Ahora bien, que el hombre se guarde mucho de rechazar estas prácticas antes que caigan por sí mismas. Cuando se llega a este grado, el fruto resulta tan indeciblemente dulce que ningún razonamiento puede comprenderlo... Ya no se es más que uno con la dulzura divina, de forma que nuestro ser está totalmente penetrado del Ser divino en el que el hombre se pierde como una gota de agua en un gran barril de vino... En este estado las buenas intenciones, la humildad, no son sino una simplicidad, un misterio tan esencialmente suave que apenas se llega a tomar conciencia de ello.

Misa de los 25 años de obispo de Bergoglio

"Dicen que somos la gerontocracia de la Iglesia. Una burla. Somos abuelos"
El Papa, a los cardenales: "Somos abuelos llamados a soñar y transmitir nuestros sueños a la juventud"
"A nosotros, hoy, el Señor, nos dice lo mismo que a Abraham: Levántate, mira y espera"

José Manuel Vidal, 27 de junio de 2017 a las 09:22

Que el Señor nos de la gracia de ser abuelos, de soñar y transmitir este sueno a nuestros nietos, que tanto lo necesitan

(José M. Vidal).- Rodeado de los cardenales, el Papa Francisco celebra, en la capilla paulina, el 25 aniversario de su ordenación episcopal. En una homilía improvisada y emotiva, Bergoglio negó que los cardenales sean "la gerontocracia de la Iglesia" y los calificó "de abuelos, llamados a soñar" y transmitir sus sueños a los jóvenes. Sigiiendo el triple mandado del Señor a Abraham: 'Levántate, mira y espera'.

Entre los cardenales presentes, los que trabajan en la Curia y algunos residenciales o eméritos, como el cardenal Sistach, arzobispo emérito de Barcelona, el cardenal Porras, el cardenal Damasceno o el cardenal Rocha, arzobispo de Brasilia.

En sus palabras de saludo, el cardenal Sodano recuerda que fue consagrado obispo, hace 25 años, por el cardenal Quarracino y proclama: 

"Le aseguramos nuestra cercanía y nuestra oración...Usted no necesita decirnos, como el apóstol Pablo, 'dadme un lugar en vuestro corazón', porque usted tiene siempre un puesto en nuestro corazón"

"Santo Padre, adelante en nombre del Señor"

Algunas frases de la homilía del Papa

"En la primera lectura, el diálogo entre Dios y Abrahám"

"Encontramos tres imperativos: levántate, mira y espera"

"Los mandatos que signan el camino que debe recorrer Abraham e, incluso, la actitud interior"

"Levántate, camina, no te quedes quieto, tienes una misión y tienes que hacerla en camino. No permanecer sentado. Levántate. En pie"

"El simbolo de esto es la tienda"

"Nunca se construyó una casa. Sólo construyó un altar, para adorar a Dios"

"Con la tienda, levántate"

"Mira, segundo imperativo. Levanta los ojos...Mira, mira al horizonte. No construir muros. Mira siempre y sigue adelante"

"Es la mística del horizonte que siempre que se va más adelante más se aleja el horizonte"

 

"El tercer imperativo: espera"

"El heredero saldrá de ti. Espera. Dicho a un hombre que no podía tener heredero. De ti. Y tu herencia será como el polvo de la tierra"

"Un poco más adelante, levanta la mirada y mira al cielo y cuenta las estrellas, si lo consigues. Así será tu descendencia"

"Y Abraham creyente y el Señor lo acreditó como justicia en la fe de Abraham".

"La esperanza es puro horizonte"

"Cuando Abraham fue llamado había más o menos nuestra edad. Estaba a punto de jubilarse, reposar...Recomenzó a esa edad"

"Un hombre anciano, con el peso de la vejez, con una vejez que aporta dolor, enfermedades...Como si fuese un jovencito: levántate y camina, mira y espera"

"Esta palabra de Dios es también para nosotros, que tenemos una edad como la de Abraham..."

"A nosotros, hoy, el Señor, nos dice lo mismo: Levántate, mira y espera"

"Nos dice que no cerremos nuestra historia. Que nuestra historia está abierta todavía. Abierta hasta el final. Con una misión, que se escribe con estos tres mandatos"

"Algunos que no nos quieren bien, dicen que nosotros somos la gerontocracia de la Iglesia. Es una burla. No saben lo que dicen. No somos gerontes. Somos abuelos. Somos abuelos. Y si no lo sentimos, pidamos la gracia. Abuelos a los que nuestros nietos miran. Abuelos que tenemos que darles sentido a sus vidas con nuestra experiencia"

 

"Abuelos no cerrados por la melanclía de nuestra historia, sino abiertos...Levántate, mira y espera...Esto se llama soñar"

"Somos abuelos llamados a soñar y dar nuestro sueño a la juventud de hoy que lo necesitan"

"Ellos cogerán de nosotros la fuerza para profetiozar y seguir adelante"

"Como Simeón y Ana, dons abuelos, pero con una gran capacidad de soñar"

"Y tramsmitieron sus sueños a José, a María, a la gente..."

"Esto es lo que hoy el Señor nos pide a nosotros: ser abuelos. Tener la vitalidad de dar a los jóvemes, que lo están esperando, darles nuestro mejor. Ellos esperan nuestra experiencia, nuestros sueños positivos, para llevar adelante la profecía y el trabajo"

"Que el Señor nos de la gracia de ser abuelos, de soñar y transmitir este sueno a nuestros nietos, que tanto lo necesitan"

 

Saludo final

"Gracias a todos vosotros. A las palabras del cardenal decano y al nuevo vicedecano..."

"Pidiendo perdón por mis pecados, por la perseverancia en la fe, en la esperanza y en la caridad"

"Gracias por esta compañía fraterna y pido al Señor que os bendiga y os acompañe en el servicio a la Iglesia. Muchas gracias"

Texto completo de la homilía del Papa

En la primera Lectura hemos escuchado como continúa el diálogo entre Dios y Abram, aquel diálogo que comenzó con aquel "Vete. Vete de tu tierra..." (Gén 12,1). Y en esta continuación del diálogo, encontramos tres imperativos: "¡Levántate!", "¡Mira!" "¡Espera!" Tres imperativos que marcan el camino que debe recorrer Abram y también el modo de hacer, la actitud interior: levántate, mira, espera.

"¡Levántate!" Levántate, camina, no estés detenido. Tú tienes un deber, tú tienes una misión y debes cumplirla en camino. No permanezcas sentado: levántate, en pie. Y Abram comenzó a caminar. En camino, siempre. Y el símbolo de esto es la tienda. Dice el Libro del Génesis que Abram andaba con la tienda y cuando se detenía tenía la tienda. Abram jamás hizo una casa para sí mismo, mientras existía este imperativo: "¡Levántate!" Solamente construyó un altar: la única cosa. Para adorar a Aquel que le ordenaba levantarse, estar en camino, con la tienda. "¡Levántate!"

"¡Mira!" Segundo imperativo. "Alza ahora tus ojos y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y hacia el sur, y hacia el oriente y hacia el occidente". (Gén 13,14). Mira. Mira el horizonte, no construyas muros. Mira siempre. Y sigue adelante. Y la mística del horizonte es que cuanto más se va adelante, el horizonte está siempre más lejos. Ir más allá con la mirada, ir más allá, adelante, caminando pero hacia el horizonte.

Tercer imperativo: "¡Espera!" Está ese diálogo hermoso: "Tú me has dado tanto, pero el heredero será este doméstico" - "El heredero saldrá de ti, nacerá de ti. ¡Espera! (cfr. Gén 15,3-4). Y esto, dicho a un hombre que no podía tener herencia, ya sea por su edad que por la esterilidad de la esposa. Pero será "de ti". Y tu herencia - de ti - será "como el polvo de la tierra. Si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada". (Gén 13,16). Y un poco más adelante: "Mira ahora los cielos y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Así será tu descendencia". Y Abram creyó y el Señor se lo contó por justicia (cfr Gén 15,5-6). En la fe de Abram inicia aquella justicia que Paolo mencionará más adelante en la explicación de la justificación. "¡Levántate! ¡Mira!" - el horizonte, nada de muros, el horizonte - "¡Espera!" Y la esperanza es sin muros, es puro horizonte.

Pero cuando Abram fue llamado, tenía más o menos nuestra edad: estaba por pensionarse, por jubilarse para descansarse... Comenzó a aquella edad. Un hombre anciano, con el peso de la vejez, aquella vejez que trae los dolores, las enfermedades... Pero tú, como si fueras un jovencito, ¡levántate, ve, ve! Como si fueras un scout: ¡ve! Mira y espera. Y esta Palabra de Dios es también para nosotros, que tenemos una edad que es como aquella de Abram... más o menos. Hay algunos jóvenes aquí, pero la mayoría de nosotros tiene esta edad. Y a nosotros el Señor hoy nos dice lo mismo: "¡Levántate, mira, espera!" Nos dice que no es la hora de encerrar nuestra vida, que no cerremos nuestra historia, que no resumamos nuestra historia. El Señor nos dice que nuestra historia está abierta todavía: está abierta hasta el final, está abierta con una misión. Y con estos tres imperativos nos indica la misión: "¡Levántate!" "¡Mira!" "¡Espera!

Alguien que no nos quiere dice que somos la gerontocracia de la Iglesia. Es una mofa del destino. No entiende lo que dice. No somos ancianos: somos abuelos. Y si no sentimos esto, debemos pedir la gracia de sentirlo. Abuelos a los cuales nuestros nietos miran. Abuelos que deben darles un sentido de la vida, con nuestra experiencia. Abuelos no encerrados en la melancolía de nuestra historia, sino abiertos para dar esto. Y para nosotros, este "levántate, mira, espera" se llama "soñar". Nosotros somos abuelos llamados a soñar y a dar nuestro sueño a la juventud de hoy: lo necesitan. Porque ellos tomarán de nuestros sueños la fuerza para profetizar y llevar adelante su deber.

Me viene en mente aquel pasaje del Evangelio de Lucas (2,21-38), de Simón y Ana: dos abuelos. Pero ¡cuánta capacidad de soñar tenían estos dos! Y todo este sueño lo contaron a San José, a la Virgen, a la gente... Y Ana iba hablando de aquí para allá y decía: "¡Es Él, es Él!" Y contaba el sueño de su vida. Y esto es lo que hoy el Señor nos pide: que seamos abuelos. Que tengamos la vitalidad de dar a los jóvenes, porque los jóvenes lo esperan de nosotros. Que no nos cerremos, que demos lo mejor de nosotros: ellos esperan de nuestra experiencia, de nuestros sueños positivos para llevar adelante la profecía y el trabajo.

Pido al Señor para que nos dé a todos nosotros esta gracia. También para aquellos que todavía no son abuelos: vemos el presidente de los obispos del Brasil: es un jovencito, ¡pero llegarás! La gracia de ser abuelos, la gracia de soñar, y dar este sueño a nuestros jóvenes: lo necesitan.

Ovejas con piel de lobo

Santo Evangelio según San Mateo 7, 15-20. XII Miércoles de Tiempo Ordinario.

Por: H. Rubén Tornero, LC | Fuente: www.missionkits.org 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, hoy quiero adorarte y bendecirte. Tú eres lo mejor que tengo en mi vida. Gracias, por ser tal y como eres. Eres maravilloso, Jesús, ¿quién puede comparase a Ti? Me has amado hasta el extremo, me has amado como nadie podrá jamás hacerlo. No merezco tanto amor… No lo merezco, pero lo necesito. No me abandones jamás. Te amo y te agradezco todo el amor que me tienes. Te suplico que en este momento de encuentro personal contigo, me des la gracia de experimentar un poco más el inmenso amor que me tienes, de tal manera que, no pueda sino amarte más y ser un reflejo de tu amor para los que me rodean.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy Jesús me pones en guardia contra los falsos profetas, esos falsos pastores que me llaman a una vida más fácil y cómoda, pero que al final no me llena ni me da la felicidad verdadera. Son muchos los lobos con piel de oveja, Jesús… ¡y también las ovejas con piel de lobo!

Hoy quieres hacerme ver que existen ovejas, personas que me rodean, hijos tuyos cuyo corazón ha sido endurecido por el dolor y el sufrimiento. Muchos de ellos han sufrido una enfermedad, la pérdida de un ser querido, las injusticias de los hombres o los malos ejemplos de los que nos llamamos cristianos. Han endurecido su corazón, lo han cerrado a Ti, Buen Pastor, muchas veces por mi culpa. Cada día son más, Jesús, esas ovejas con piel de lobo…y cada vez menos los que piden por ellas.

Jesús, te pido por esas personas que por mi culpa, por mi mal ejemplo, se han alejado de Ti. Quiero levantar esta oración por todos aquellos hermanos míos por quienes normalmente no pido.

Hoy, en lugar de levantar mi dedo para acusarlos, quiero levantar mi corazón a Ti para interceder por ellos. Te pido perdón por ellos… y también por mí, pues probablemente algunos, por mi mal ejemplo, otros por mi mal trato, y todos por mi indiferencia culpable y mi silencio cómplice, se han alejado de Ti.

¡Perdóname, Jesús! Ven, Buen Pastor, y reina sobre mí. Transforma mi corazón. Dame un corazón como el tuyo, lleno de misericordia y de amor. Hazme un instrumento de tu amor y tu misericordia. Amén.

"El pueblo siguió a Jesús porque Él enseñaba con autoridad y no como los escribas. La gente percibe cuando un sacerdote, un obispo, un catequista, un cristiano tiene esa coherencia que les da la autoridad. Jesús advierte a sus discípulos sobre los falsos profetas. Cómo discernir dónde están los verdaderos profetas y dónde están los 'pseudoprofetas', dónde están los verdaderos predicadores del Evangelio y dónde los que predican un Evangelio que no es Evangelio. Tres palabras claves para entender esto: hablar, actuar y escuchar. "No todos los que me dicen 'Señor, Señor', entrarán en el Reino de los Cielo"."

(Homilía de S.S. Francisco, 25 de junio de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a darle algunos minutos de mi tiempo a un mendigo de la calle.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Falsos mesías, falsos profetas

Se levantarán falsos mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error

Por: Varios | Fuente: Revista Cristiandad 

Etimológicamente, la palabra "mesías" procede del término hebreo mashiah, que deriva a su vez de la raíz mâshah, que significa "ungir". El mesías es aquel que ha sido ungido. Por eso con frecuencia se le llama "el Ungido de Yahvé".

Dicho de otro modo, ese ser excepcional en el sentido estricto de la palabra, es radicalmente diferente al profeta. El Divino actúa no sólo en lo que dice, sino en su ser. Como dice Henri Desroche: "a diferencia del profeta, que sólo reivindica una misión recibida de Dios, la mesianidad implica un vínculo de identificación mayor con Dios (...). Si el profeta está unido a Dios por un vínculo electivo, el mesías está unido a Dios por un vínculo nativo".

Puesto que el mesías es el Ungido de Dios, ¿cómo abordaremos el mesianismo? LaEncyclopedia of Social Sciences define el artículo "mesianismo" como "esencialmente la creencia religiosa en la venida de un Redentor que podrá fin al orden actual de las cosas de forma universal o bien para un grupo aislado, e instaurará un orden nuevo hecho de justicia y felicidad". Se habrá comprendido que el mesianismo promete la venida de un enviado de Dios llamado a restablecer la justicia en la tierra y a establecer una edad de oro edénica.

Resulta mucho más difícil proclamarse mesías que declarase profeta o jefe de secta. Al contrario de lo que sucede con el simple líder carismático, el mesías debe demostrar constantemente su impregnación divina. Por eso proliferan en la actualidad los milagros y abunda el teatro. El falso mesías necesita decorado, puesta en escena. Reivindica un estatuto evidentemente privilegiado: el del hombre divinizado.

Los católicos creemos, sostenemos y afirmamos que Jesucristo es el Hijo de Dios. "Cristo" procede del término griego christos, que significa "ungido". Jesús es, pues, el Ungido de Dios. Es además el Hijo de María Santísima y San José y es descendiente directo del rey David. Pero es mucho más que eso, la Trinidad implica que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un mismo y único Dios. Cristo es Dios hecho hombre, Dios verdadero, al tiempo que Hombre verdadero.

Los católicos no esperamos a Jesús físicamente en persona antes del Juicio Final, y no debemos confiar en quien se dice su emisario, o dice ser Él mismo, o quien lo ha enviado, trayendo un mensaje diferente y/o contradictorio al revelado durante Su vida en la tierra.

Muy diferentes son las Apariciones y los Mensajes que el Señor y la Virgen han ido dando y dan todavía a la humanidad como advertencias, guías y ayudas, y que en nada contradicen la Revelación original que es la base de nuestra Fe.

Desde esta perspectiva, y con la base de nuestra firme convicción en esas Verdades, nos dedicaremos a comentar aquí las características principales de aquellas personas que por distintos motivos han querido ser conocidas como los mesías que traerían la era dorada de la que hablamos en un principio.

Falsos mesías:

Sun Myung Moon 

Se considera a sí mismo el segundo advenimiento mesiánico y dice que la misión de Jesús fue un fracaso no previsto

Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 28 de junio de 2017

El cristiano es contracorriente por fidelidad a la lógica del Reino de Dios y a un estilo de vida basado en las indicaciones de Jesús

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 28 Jun. 2017).- El papa Francisco prosiguió en la audiencia de este miércoles con el ciclo de catequesis sobre la esperanza. Señaló que

los cristianos son hombres y mujeres contracorriente, no por un espíritu polémico, sino por fidelidad a la lógica del Reino de Dios, que es una lógica de esperanza, y se traduce en el estilo de vida basado en las indicaciones de Jesús.

A continuación el Texto completo de la catequesis

«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy reflexionamos sobre la esperanza cristiana como fuerza de los mártires. Cuando, en el Evangelio, Jesús envía a sus discípulos en misión, no los ilusiona con quimeras de fácil suceso; al contrario, les advierte claramente que el anuncio del Reino de Dios implica siempre una oposición.

Y usa incluso una expresión extrema: «Serán odiados – odiados – por todos a causa de mi Nombre». Los cristianos aman, pero no siempre son amados. Desde el inicio Jesús nos pone ante esta realidad: en una medida más o menos fuerte, la confesión de la fe se da en un clima de hostilidad.

Los cristianos son pues hombres y mujeres ‘contracorriente’. Es normal: porque el mundo está marcado por el pecado, que se manifiesta en diversas formas de egoísmo y de injusticia, quien sigue a Cristo camina en dirección contraria. No por un espíritu polémico, sino por fidelidad a la lógica del Reino de Dios, que es una lógica de esperanza, y se traduce en el estilo de vida basado en las indicaciones de Jesús.

Y la primera indicación es la pobreza. Cuando Jesús envía a sus discípulos en misión, parece que pone más atención en el ‘despojarlos’ que en el ‘vestirlos’. De hecho, un cristiano que no es humilde y pobre, desapegado de las riquezas y del poder y sobre todo desapegado de sí, no se asemeja a Jesús.

El cristiano recorre su camino en este mundo con lo esencial para el camino, pero con el corazón lleno de amor. La verdadera derrota para él o para ella es caer en la tentación de la venganza y de la violencia, respondiendo al mal con el mal.

Jesús dice: ‘Yo los envío como a ovejas en medio de lobos’. Por lo tanto, sin fauces, sin garras, sin armas. El cristiano deberá ser más bien prudente, a veces también astuto: estas son virtudes aceptadas por la lógica evangélica. Pero la violencia jamás. Para derrotar al mal, no se puede compartir los métodos del mal.

La única fuerza del cristiano es el Evangelio. En los momentos de dificultad, se debe creer que Jesús está delante de nosotros, y no cesa de acompañar a sus discípulos. La persecución no es una contradicción al Evangelio, sino que forma parte de este: si han perseguido a nuestro Maestro, ¿Cómo podemos esperar que nos sea eximida la lucha?

Pero, en medio a la tormenta, el cristiano no debe perder la esperanza, pensando de haber sido abandonado. Jesús conforta a los suyos diciendo: ‘Ustedes tienen contados todos sus cabellos’. Para decir que ningún sufrimiento del hombre, ni siquiera el más pequeño y escondido, es invisible a los ojos de Dios. Dios ve, y seguramente protege; y donará su rescate.

De hecho, existe en medio de nosotros Alguien que es más fuerte que el mal, más fuerte que las mafias, que los oscuros engaños, de quien lucra sobre la piel de los desesperados, de quien aplasta a los demás con prepotencia… Alguien que escucha desde siempre la voz de la sangre de Abel que grita desde la tierra.

Los cristianos deben pues encontrarse siempre del ‘otro lado’ del mundo, aquel elegido por Dios: no perseguidores, sino perseguidos; no arrogantes, sino humildes; no vendedores de humo, sino subyugados a la verdad; no impostores, sino honestos.

Esta fidelidad al estilo de Jesús –que es un estilo de esperanza– hasta la muerte, será llamada por los primeros cristianos con un nombre bellísimo: “martirio”, que significa “testimonio”.

Habían tantas otras posibilidades, ofrecidas por el vocabulario: se podía llamar heroísmo, abnegación, sacrificio de sí. En cambio, los cristianos de los primeros tiempos los han llamado con un nombre que perfuma de seguidores.

Los mártires no viven para sí, no combaten para afirmar sus propias ideas, y aceptan deber morir sólo por fidelidad al Evangelio. El martirio no es ni siquiera el ideal supremo de la vida cristiana, porque sobre ello está la caridad, es decir, el amor hacia Dios y hacia el prójimo.

Lo dice bien el Apóstol Pablo en el himno a la caridad, es decir el amor hacia Dios y hacia el prójimo. Lo dice bien el Apóstol Pablo en el himno a la caridad: ‘Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada’. Disgusta a los cristianos la idea que los terroristas suicidas puedan ser llamados “mártires”: no hay nada en su fin que pueda asemejarse a la actitud de los hijos de Dios.

A veces, leyendo las historias de tantos mártires de ayer y hoy –que son más de los mártires de los primeros tiempos– nos quedamos sorprendidos ante la fortaleza con la cual han enfrentado la prueba. Esta fortaleza es signo de la gran esperanza que los animaba: la esperanza cierta que nada y nadie los podía separar del amor de Dios donado en Jesucristo.

Que Dios nos done siempre la fuerza de ser sus testigos. Nos done vivir la esperanza cristiana sobre todo en el martirio escondido de hacer bien y con amor nuestros deberes de cada día. Gracias».

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