Id al mundo entero y proclamad la Buena Noticia a toda la creación

Evangelio según San Juan 20,24-29. 

Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 

Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". 

Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". 

Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". 

Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". 

Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!". 

San León II

En Roma, en la basílica de San Pedro, san León II, papa, conocedor tanto de la lengua griega como de la latina, amante de la pobreza y de los pobres, que acogió las decisiones del Tercer Concilio de Constantinopla.

San León, que era originario de Sicilia, fue elegido para suceder al papa san Agatón a principios del año 681. Su breve pontificado ha pasado a la historia sobre todo porque fue él quien confirmó las actas del sexto Concilio ecuménico (Constantinopla III), que había condenado a los monotelitas y censurado al papa Honorio I por no haberse mostrado suficientemente firme respecto de esos herejes. Los monotelitas afirmaban que hay en Cristo una sola voluntad, en vez de distinguir la voluntad divina y la humana, «...sin división, sin conmutación, sin separación, sin confusión, según la enseñanza de los Santos Padres; y dos voluntades, no contrarias -¡Dios nos libre!-, como dijeron los impíos herejes, sino que su voluntad humana sigue a su voluntad divina y omnipotente, sin oponérsele ni combatirla, antes bien, enteramente sometida a ella» (Constantinopla III, Dz. 291).

San León mandó trasladar las reliquias de numerosos mártires de las catacumbas a la capilla que había construido con ese fin. Mons. Duchesne ha demostrado que san León construyó también la iglesia de «San Jorge in Velabro», que fue la iglesia titular del cardenal Newman. El Liber Pontificalis alaba el celo que San León demostró como maestro y predicador, así como su caridad con los necesitados. Era un predicador elocuente y un músico muy hábil. El Liber Pontificalis hace notar que el santo Pontífice conocía a la perfección el griego y el latín; pero eso era algo normal entre los sicilicianos del siglo VII.

Casi todos los datos que poseemos sobre san León II proceden del Liber Pontificalis (ed. Duchesne, vol. I, pp. 359-362). Para conocer sobre la cuestión del papa Honorio y el conflicto monotelita puede leerse un artículo sencillo en la «Cronología de los Papas», de Mathieu-Rosay (tr. castellana, Rialp, 1990)

Basilio de Seleucia (¿-c. 468), obispo 
Sermón para la Resurrección, 1-4

“Id al mundo entero y proclamad la Buena Noticia a toda la creación”

“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos con la señal de los clavos”. Me buscabas cuando no estaba aquí; aprovéchate ahora. Conozco tu deseo a pesar de tu silencio. Antes de que me lo digas, sé lo que piensas. Te he oído hablar y, aunque invisible, estaba junto a ti, junto a tus dudas, sin dejarme ver; te he hecho esperar para percibir mejor tu impaciencia. “Mete tu dedo en la señal de mis clavos. Mete tu mano en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”.

Tomás le toca y desaparece toda su desconfianza; lleno de una fe sincera y de todo el amor que debe a Dios, exclama: “¡Señor mío y Dios mío!”. Y el Señor le dice: “¿Por qué me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”. Tomás, lleva la buena nueva de mi resurrección a los que no me han visto. Arrastra a toda la tierra a creer en lo que no ven, en tu palabra. Recorre pueblos y ciudades lejanas. Enséñales a llevar sobre sus hombros, no las armas, sino la cruz. No ceses de anunciarme: creerán y me adorarán. No exigirán otras pruebas. Diles que son llamados por la gracia, y tú, contempla su fe: “¡Dichosos, en verdad, los que crean sin haber visto!”. 

Este es el ejército seducido por el Señor; estos son los hijos de la piscina bautismal, las obras de la gracia, la cosecha del Espíritu. Han seguido a Cristo sin haberle visto, le han buscado y han creído. Le han reconocido con los ojos de la fe, no con los del cuerpo. No han puesto su dedo en las marcas de los clavos, sino que se han unido a su cruz y han abrazado sus sufrimientos. No han visto el costado abierto del Señor, pero por la gracia han llegado a ser miembros de su cuerpo y han hecho suya su palabra: “¡Dichosos los que crean sin haber visto!”.

Reconocer y llorar las propias debilidades

Santo Evangelio según San Juan 20,24-29. Festividad de Santo Tomás Apóstol.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Me pongo en tu presencia, Señor Jesús. Quiero escuchar aquello que quieres comunicarme en este momento de oración. Abre mi mente a tu voz. Permíteme dejar a un lado todo aquello que no seas Tú.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Tomás, al igual que el resto de los doce, esperaban un Mesías terrenal, un rey que lograría unir al pueblo para restablecer el poderío Israel.

Sin embargo, el plan de Dios era más grande. Jesús enseñó que su reino comienza aquí en la tierra como un reino espiritual que cada quien debe conquistar por medio de la fe y la gracia de Dios. Será después de esta vida que se nos entregará en plenitud.

Tomás hoy se nos presenta como modelo de quien da el paso al nuevo reino. Si bien se había resistido en creer en el testimonio de los demás, ahora Jesús le ofrece su costado para que, introduciendo su mano, supere su incredulidad y haga una experiencia personal de Cristo Resucitado.

Cuántas veces nosotros, al igual que Tomás, nos resistimos a creer porque tenemos la idea de un reino hecho a nuestra medida. Jesús, que es manso y humilde de corazón, sale a encontrarnos para abrirnos los ojos de la fe y purificar nuestra limitada visión de las cosas.

"En su duda y su afán de entender —y también un poco terco—, este discípulo se nos asemeja un poco, y hasta nos resulta simpático. Sin saberlo, nos hace un gran regalo: nos acerca a Dios, porque Dios no se oculta a quien lo busca. Jesús le mostró sus llagas gloriosas, le hizo tocar con la mano la ternura infinita de Dios, los signos vivos de lo que ha sufrido por amor a los hombres. Para nosotros, los discípulos, es muy importante poner la humanidad en contacto con la carne del Señor, es decir, llevarle a él, con confianza y total sinceridad, hasta el fondo, lo que somos. Jesús, como dijo a santa Faustina, se alegra de que hablemos de todo, no se cansa de nuestras vidas, que ya conoce; espera que la compartamos, incluso que le contemos cada día lo que nos ha pasado."
(Homilía de S.S. Francisco, 30 de julio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pensar que Cristo está conmigo aun en las cosas contradictorias y difíciles que se me presenten el día de hoy.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Dios no se resigna a perder a Tomás...a nadie
Dios y Personajes Biblia

Vamos a contemplar la figura de Santo Tomás a la luz de ese amor de Dios, hoy que celebramos su fiesta. 

El Apóstol llamado Tomás en los Evangelios (Mt 10, 3; Mc 3,18, Lc 6,15) es apodado "Dídimo" que significa "gemelo" (Jn 11,16). Entra casi en el Evangelio de una forma silenciosa. Sus primeras palabras afirman en una ocasión su deseo de morir con Jesús (Jn 11, 16).

Posteriormente se manifiesta con un estilo racionalista ante las palabras de Jesús, asombrándose de cómo se puede conocer un camino, no sabiendo a dónde se va (Jn 14,4). Finalmente conocemos su incredulidad ante el hecho de la Resurrección ( Jn 20, 24-29) y su presencia en la aparición de Jesús en el lago de Tiberíades (Jn 2, 1-14).

Tras la Ascensión lo contemplamos en Jerusalén con los demás apóstoles. La tradición le asigna como actividad misionera Persia y la India. La ciudad hindú de Calamina, donde se supone que murió, no ha sido identificada. Santo Tomás murió mártir Sus restos fueron traslados a Edesa.

Vamos a contemplar la figura de Sto. Tomás a la luz de ese amor de Dios que siempre persigue al hombre para que se salve y llegue al conocimiento de la verdad. Es una de las formas más bellas de ver la misericordia divina.

Dios siempre persigue al hombre cuando éste se sale del camino del amor y de la verdad que él le ofrece. La misericordia no es tanto una actitud pasiva de Dios, siempre dispuesto a perdonar, cuanto una acción de Dios positiva consistente en buscar la oveja perdida una y otra vez. El Evangelio está lleno de imágenes bellísimas de este estilo de Dios. Desde el buen Pastor que abandona el rebaño a buen recaudo para ir a buscar a la oveja perdida, hasta ese Cristo que providencialmente se hace presente siempre allí donde alguien le necesita, la realidad es que Dios persigue al hombre una y otra vez ofreciéndole su Corazón abierto para que vuelva.

La misericordia divina, -un atributo precioso de Dios-, se convierte así en esa larga persecución de Dios al hombre a lo largo de toda la vida por medio de innumerables gracias que respetan indudablemente la libertad del hombre. No se resigna a perder a nadie. Dios no abandona a nadie, a no ser que alguien le abandone a él.

Desde el momento en que Dios crea a cualquier ser humano, esa persona se convierte en objeto inmediato del amor de Dios. A partir de ahí Dios se hace garante de un compromiso destinado a lograr, respetando la libertad humana, la salvación del hombre. Jamás desiste Dios de este compromiso, suceda lo que suceda y pase lo que pase. Es tal el amor de Dios hacia el hombre que, aun rechazado, olvidado, abandonado, blasfemado, Dios sigue llamando a las puertas del corazón una y otra vez, hasta el último momento de la vida. Este comportamiento divino se encierra en una palabra: "alianza". Dios ha hecho una alianza de amor con el hombre que él siempre respetará.

Desgraciadamente el hombre con frecuencia toma a broma este amor de Dios. Cree que la misericordia divina consiste en burlarse del amor de Dios que siempre terminará perdonando, incluso sin que medie la petición de perdón. Así muchos seres humanos juegan inconscientemente a lo largo de la vida con la misericordia divina, olvidándose de aquellas palabras de S. Pablo: "Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación". En esta actitud se da un equívoco de fondo. Nada tiene que ver la Misericordia infinita de Dios con la certeza de que el hombre va a estar dispuesto a pedir perdón un día. La Misericordia divina siempre estará asegurada; no así la petición de perdón del hombre. La Misericordia divina necesita la actitud humilde del hombre que reconoce su mentira, su equivocación, su deslealtad al amor de Dios.

A pesar de los pecados cometidos, una y otra vez, nunca hay motivo o razón para dudar de la Misericordia divina. El amor de Dios es más grande que nuestros pecados, por terribles que fueran. Ahí tenemos a Pedro, a Zaqueo, a la mujer adúltera, a tantas personas pecadoras con quienes Cristo se encontró. Nunca encontraron en él el reproche amargo, el rechazo cruel, la crítica amarga. Al revés, todos los pecadores, que reconocieron su pecado, encontraron en Cristo el perdón, el aliento, el ánimo, la esperanza que tanto les ayudó a encontrar el camino de la paz y del bien. No deja de tener un significado muy consolador esa imagen del Crucificado, en la que Cristo, clavado en la Cruz, tiene los brazos abiertos para siempre, convirtiéndose así en la imagen de ese Dios que siempre espera, que siempre acoge, que siempre abraza.

8 claves para permanecer en presencia de Dios

Lo importante es la pureza de intención que tengas, ese deseo auténtico de unirte a Dios, de decirle “aquí estoy”

Existen muchas maneras de buscar la unión con Dios. Sin querer acabar toda la espiritualidad en este artículo, les comparto 8 acciones que nos ayudarán a buscar a Dios en lo cotidiano y a unirnos a Él sea donde sea o hagamos lo que hagamos.

La clave de lectura de estos consejos está en la intención, es decir, en un corazón que quiere corresponder a Dios, en ese deseo de acercarse a Él y ofrecerle lo que tiene, aunque sean solo dos minutos. Verás que tu vida “rutinaria” irá cambiando, que Dios irá permeando tus costumbres. Estarás dejándote moldear por Dios.

Meditación

Hablar de meditación puede asustar incluso a los más veteranos en la vida espiritual. Y es que no hablamos de yoga, reiki o similares, aquí hablamos de la oración, el diálogo entre dos personas en la unidad del amor. Es como cuando hablas con tu papá o tu mamá, pero esto es con Dios. Sí, es un diálogo. Pero no necesitas muchas palabras, basta abrirle el corazón al Señor que ya sabe lo que te sucede. Hablamos principalmente de cinco tipos de oración: bendición, adoración, petición e intercesión, acción de gracias y alabanza. Te recomiendo que dediques unos 30 minutos al día para esto. De preferencia por la mañana, antes de hacer cualquier otra cosa, así permeas todo tu ser y hacer de Dios. ¡Este será tu momento para Él! Lo importante es saberte buscado, esperado, amado por Él. ¡Ahh!, también deberás aceptar los momentos de silencio de Dios: cuando no te habla y parece alejarse, esas ocasiones son las mejores para unirse a Él con fe verdadera.

«Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mateo 6,6).

Santo Rosario

Cuando el hombre está contento y agradecido suele ofrecer rosas a la “mujer más hermosa del mundo” (su madre o su esposa). El rosario es lo mismo pero con nuestra Madre del Cielo, la Santísima Virgen María. A diario podemos ofrecerle nuestras oraciones como un ramo de flores que luego ella lleva a su Hijo Jesucristo. De esta forma la Madre intercede por sus hijos. Es un alago, una caricia, una sonrisa que se eleva al Cielo y nos acerca muchísimas gracias. Ese es el santo rosario. Se me ponen los pelos de punta al solo pensar en cuántos murieron con su rosario en la mano, dando la vida por Jesús a través de la intercesión de María. Cuántos otros sufrieron persecuciones y allí estaban rezando un misterio tras otro. Cuántos más se vieron libres de las ataduras del demonio al solo pronunciar el Inmaculado nombre de María.

«No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Él será grande, será llamado Hijo de Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la descendencia de Jacob por siempre y su reino no tendrá fin» (Lucas 1, 30-33).

Lectura Espiritual

Consiste en leer un libro espiritual durante 15 o 30 minutos al día. Puede ser la vida de un santo, los escritos del papa, libros sobre la oración, los sacramentos, etc,. Siempre que sea una lectura “espiritual”. Esta práctica no sustituye la lectura diaria de la Biblia que incluso podemos hacer en la meditación de la mañana, pero si será una gran oportunidad de abrir tu mirada a la obra espiritual de la Iglesia. Debes tener cuidado con los libros de apariencia espiritual pero que al final terminan por confundirte más. Fíjate si está aprobado por un obispo o por el Papa. Que sea de alguna editorial católica o tenga buenas referencias bibliográficas. Te aseguro que haciendo esto poco a poco irás conociendo más a Jesús, a la Iglesia, a los santos, etc,.

«Porque la palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta lo más profundo del ser y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreros 4, 12).

Ángelus

Esta oración data del s. XIII. Es una muy breve oración que recuerda los tres grandes misterios de la Santísima Virgen María: el anuncio que hace el ángel a María de que sería Madre del Salvador, el «Sí» de María a Dios y a su plan redentor, y la Encarnación del Hijo de Dios. Se reza tres veces al día: una por la mañana (puede ser después de la meditación), otra a las 12 en punto (mediodía), y otra por la tarde (luego del rosario).Haciendo esta oración con fe nos unimos a los cristianos que en el mundo elevan sus plegarias a Dios. No olvides que recordar los misterios de la vida de la Santísima Virgen nos va centrando en lo verdaderamente importante, en Jesús, y es que es inevitable que la Madre nos lleve a su Hijo.

«Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces: -Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme?… ¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lucas 1, 42-43.45).

Visita Eucarística

Es breve y muy fácil de hacer. Cuando pasas por una iglesia y no dispones sino de 3 minutos, esto es perfecto para tí. Entras a la capilla y haces un acto de fe, visitas al Señor Jesús Sacramentado. Aquí puedes decirle lo que desees, por ejemplo: «Aquí estoy, Señor, paso muy rápido a verte sólo para decirte gracias…». San Francisco cada vez que entraba en una iglesia decía: «Te alabamos, Santísimo Señor Jesucristo, aquí y en todas las iglesias del mundo, pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo». Es sencillo. ¡Cuántas veces pasamos de largo al ver una capilla! No se trata tampoco de detenerte en cada capilla que veas, sobre todo si vives en Roma o España donde hay muchas iglesias, sino de buscar estar con Dios, ocupar tu tiempo con Él aunque sea breve. En caso de que no puedas ir a una iglesia, puedes detenerte un momento y unirte a Dios con una “comunión espiritual”, diciéndole a Dios: «Señor, te amo, quiero recibirte a Tí Sacramentado, pero no pudiendo hacerlo ahora, te recibo espiritualmente en mi corazón». Esto sí que renueva tu día, sobre todo en momentos de dificultad.

«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed… La voluntad de mi Padre es que todos los que vean al Hijo y crean en él tengan vida eterna, y yo los resucitaré en el último día» (Juan 6, 35.40).

“Credo” antes de dormir

Esto debe ser lo que más cuesta, si es así, vas por buen camino. Cuando llega la noche lo único que uno desea es acostarse y dormir, así que ofrecerle cinco minutos a Dios para rezar el “Credo” será un sacrificio. Este acto de desprendimiento de sí mismo Dios lo ve, tenlo por seguro. Costará más al principio, luego formarás el hábito y te será de gran gusto. Rezar el “Credo” antes de dormir será una ayuda clave incluso frente a las tentaciones: conectarte a Internet hasta la madrugada, ver pornografía o visitar sitios inadecuados, responder mensajes durante horas, etc. Confía tu sueño a Dios, haz la señal de la cruz y dile al Señor: «Sálvanos, Señor, despiertos; protégenos mientras dormimos para que velemos con Cristo y descansemos en paz».

«Sepan que el Señor me ha mostrado su amor. El Señor me escucha cuando lo invoco… Me acuesto tranquilo y en seguida me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces descansar en paz» (Salmo 4, 4.9).

Via Crucis (viernes)

Esta práctica es de gran ayuda, como todas las anteriores pero especialmente, para centrarte en el misterio pascual de Jesucristo. Recorrer las catorce estaciones te ayudará a sobrellevar la cruz por muy pesada que sea, a unirte al sufrimiento de Nuestro Señor, a encomendar a tantas personas que pasan por momentos difíciles. Luego de varias veces vas descubriendo la estación que más te ayuda, en la cual necesitas profundizar más. Cuando llegas a la estación número quince, que es la Resurreción del Señor, agradece a Dios por tu vida, por tu familia, por todo lo que te ha dado; precisamente es allí donde todo calvario triunfa en la vida nueva. Las heridas sanan. Es hermoso pensar en esto: caminamos con Jesús en esta vida, llevamos nuestra cruz, pero nuestros pasos no son estériles, son semillas de fe para otros, son luz en las tinieblas, son la sal de la tierra. Nuestro caminar es fecundo, ¡atrévete a darle un sentido cristiano a tu vida!

«Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la conservará» (Mateo 16, 24-25).

Jaculatorias

La palabra jaculatoria viene del latín «iaculum» que significa lanza. El término se ha usado en el deporte con la variante “jabalina”. En la vida espiritual las jaculatorias son pequeñas frases que se repiten durante el día, sobre todo en momentos difíciles, para unirnos a Dios. Imagínate que son pequeñas flechas de luz que se lanzan al cielo, donde cada frase es una breve oración que llega directo a Dios. Pueden ser: «Jesús, en tí confío», «Señor, tú sabes que te amo», «Haz de mí un instrumento de tu paz», «Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo», etc. Versículos bíblicos, invocaciones, pedacitos de oraciones, una frase de fe. Aquí tu mismo puedes crearlas, lo importante es repetir constantemente esta frase, de manera que se haga vida, y brote de allí una esperanza o una luz en medio de las tinieblas.

«Que la palabra está cerca de tí; en tu boca y en tu corazón. Pues bien, ésta es la palabra de fe que nosotros anunciamos… Cuando se cree con el corazón actúa la fuerza salvadora de Dios, y cuando se proclama con la boca se obtiene la salvación» (Romanos 8, 10).

Estos consejos no deben ser entendidos en una visión matemática. No significa que mientras más actos hagas, más cerca estás de Dios. Lo que importa es la pureza de intención que tengas, ese deseo auténtico de unirte a Dios, de decirle “aquí estoy”. Una vez comprendido lo anterior estamos listos para cambiar de vida, haciéndola más espiritual, más cercana a Dios. Antes de terminar es necesario que conozcas una máxima muy cierta: «El que no avanza en la vida espiritual, retrocede». No es lo mismo unirte a Dios que no unirte a Él. Tu vida espiritual sin la oración no sigue igual, al contrario, vas retrocediendo, porque el mundo es como un río correntoso, y nosotros vamos contracorriente, cualquier descuido o parada te hará caer en la corriente. Sin caer en angustias o desalientos, debemos luchar para que Cristo reine en mi vida y luego en la sociedad.

Termino con San Pío de Pietrelcina que decía: «Ora, ten fe y no te preocupes».

Tomás, Santo Apóstol, 3 de julio

Apóstol

Martirologio Romano: Fiesta de santo Tomás, apóstol, quien, al anunciarle los otros discípulos que Jesús había resucitado, no lo creyó, pero cuando Jesús le mostró su costado traspasado por la lanza y le dijo que pusiera su mano en él, exclamó: «Señor mío y Dios mío». Y con esta fe que experimentó es tradición que llevó la palabra del Evangelio a los pueblos de la India.

Etimológicamente: Tomás = "gemelo", viene del arameo

Breve Semblanza

La tradición antigua dice que Santo Tomás Apóstol fue martirizado en la India el 3 de julio del año 72. Parece que en los últimos años de su vida estuvo evangelizando en Persia y en la India, y que allí sufrió el martirio.

De este apóstol narra el santo evangelio tres episodios.

El primero sucede cuando Jesús se dirige por última vez a Jerusalem, donde según lo anunciado, será atormentado y lo matarán.

En este momento los discípulos sienten un impresionante temor acerca de los graves sucesos que pueden suceder y dicen a Jesús: "Los judíos quieren matarte y ¿vuelves allá?. Y es entonces cuando interviene Tomás, llamado Dídimo (en este tiempo muchas personas de Israel tenían dos nombres: uno en hebreo y otro en griego. Así por ej. Pedro en griego y Cefás en hebreo). Tomás, es nombre hebreo. En griego se dice "Dídimo", que significa lo mismo: el gemelo.

Cuenta San Juan (Jn. 11,16) "Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también nosotros y muramos con Él". Aquí el apóstol demuestra su admirable valor. Un escritor llegó a decir que en esto Tomás no demostró solamente "una fe esperanzada, sino una desesperación leal". O sea: él estaba seguro de una cosa: sucediera lo que sucediera, por grave y terrible que fuera, no quería abandonar a Jesús. El valor no significa no tener temor. Si no experimentáramos miedo y temor, resultaría muy fácil hacer cualquier heroísmo. El verdadero valor se demuestra cuando se está seguro de que puede suceder lo peor, sentirse lleno de temores y terrores y sin embargo arriesgarse a hacer lo que se tiene que hacer. Y eso fue lo que hizo Tomás aquel día. Nadie tiene porque sentirse avergonzado de tener miedo y pavor, pero lo que sí nos debe avergonzar totalmente es el que a causa del temor dejemos de hacer lo que la conciencia nos dice que sí debemos hacer, Santo Tomás nos sirva de ejemplo.

La segunda intervención: 

Sucedió en la Última Cena. Jesús les dijo a los apóstoles: "A donde Yo voy, ya sabéis el camino". Y Tomás le respondió: "Señor: no sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn. 14, 15). Los apóstoles no lograban entender el camino por el cual debía transitar Jesús, porque ese camino era el de la Cruz. En ese momento ellos eran incapaces de comprender esto tan doloroso. Y entre los apóstoles había uno que jamás podía decir que entendía algo que no lograba comprender. Ese hombre era Tomás. Era demasiado sincero, y tomaba las cosas muy en serio, para decir externamente aquello que su interior no aceptaba. Tenía que estar seguro. De manera que le expresó a Jesús sus dudas y su incapacidad para entender aquello que Él les estaba diciendo.

Admirable respuesta:

Y lo maravilloso es que la pregunta de un hombre que dudaba obtuvo una de las respuestas más formidables del Hijo de Dios. Uno de las más importantes afirmaciones que hizo Jesús en toda su vida. Nadie en la religión debe avergonzarse de preguntar y buscar respuestas acerca de aquello que no entiende, porque hay una verdad sorprendente y bendita: todo el que busca encuentra.

Le dijo Jesús: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" Ciertos santos como por ejemplo el Padre Alberione, Fundador de los Padres Paulinos, eligieron esta frase para meditarla todos los días de su vida. Porque es demasiado importante como para que se nos pueda olvidar. Esta hermosa frase nos admira y nos emociona a nosotros, pero mucho más debió impresionar a los que la escucharon por primera vez.

En esta respuesta Jesús habla de tres cosas supremamente importantes para todo israelita: el Camino, la Verdad y la Vida. Para ellos el encontrar el verdadero camino para llegar a la santidad, y lograr tener la verdad y conseguir la vida verdadera, eran cosas extraordinariamente importantes.

En sus viajes por el desierto sabían muy bien que si equivocaban el camino estaban irremediablemente perdidos, pero que si lograban viajar por el camino seguro, llegarían a su destino. Pero Jesús no sólo anuncia que les mostrará a sus discípulos cuál es el camino a seguir, sino que declara que Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida.

Notable diferencia: Si le preguntamos al alguien que sabe muy bien: ¿Dónde queda el hospital principal? Puede decirnos: siga 200 metros hacia el norte y 300 hacia occidente y luego suba 15 metros... Quizás logremos llegar. Quizás no. Pero si en vez de darnos eso respuesta nos dice: "Sígame, que yo voy para allá", entonces sí que vamos a llegar con toda seguridad. Es lo que hizo Jesús: No sólo nos dijo cual era el camino para llegar a la Eterna Feliz, sino que afirma solemnemente: "Yo voy para allá, síganme, que yo soy el Camino para llegar con toda seguridad". Y añade: Nadie viene al Padre sino por Mí: "O sea: que para no equivocarnos, lo mejor será siempre ser amigos de Jesús y seguir sus santos ejemplos y obedecer sus mandatos. Ese será nuestro camino, y la Verdad nos conseguirá la Vida Eterna".

El hecho más famoso de Tomás

Los creyentes recordamos siempre al apóstol Santo Tomás por su famosa duda acerca de Jesús resucitado y su admirable profesión de fe cuando vio a Cristo glorioso.

Dice San Juan (Jn. 20, 24) "En la primera aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". El les contestó: "si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su constado, no creeré". Ocho días después estaban los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presento Jesús y dijo a Tomás: "Acerca tu dedo: aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente". Tomás le contestó: "Señor mío y Dios mío". Jesús le dijo: "Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen sin ver".

Parece que Tomás era pesimista por naturaleza. No le cabía la menor duda de que amaba a Jesús y se sentía muy apesadumbrado por su pasión y muerte. Quizás porque quería sufrir a solas la inmensa pena que experimentaba por la muerte de su amigo, se había retirado por un poco de tiempo del grupo. De manera que cuando Jesús se apareció la primera vez, Tomás no estaba con los demás apóstoles. Y cuando los otros le contaron que el Señor había resucitado, aquella noticia le pareció demasiado hermosa para que fuera cierta.

Tomás cometió un error al apartarse del grupo. Nadie está peor informado que el que está ausente. Separarse del grupo de los creyentes es exponerse a graves fallas y dudas de fe. Pero él tenía una gran cualidad: se negaba a creer sin más ni más, sin estar convencido, y a decir que sí creía, lo que en realidad no creía. El no apagaba las dudas diciendo que no quería tratar de ese tema. No, nunca iba a recitar el credo un loro. No era de esos que repiten maquinalmente lo que jamás han pensado y en lo que no creen. Quería estar seguro de su fe.

Y Tomás tenía otra virtud: que cuando se convencía de sus creencias las seguía hasta el final, con todas sus consecuencias. Por eso hizo es bellísima profesión de fe "Señor mío y Dios mío", y por eso se fue después a propagar el evangelio, hasta morir martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia: "Dichosos serán los que crean sin ver".

Novena a San Benito

Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (2 al 10 de julio)

Oración preparatoria para todos los días

Te saludamos con filial afecto, oh glorioso Padre San Benito, obrador de maravillas, cooperador de Cristo en la obra de salvación de las almas. ¡Oh Patriarca de los monjes! Mira desde el cielo la viña que plantó tu mano. Multiplica el número de tu hijos, y santifícalos. Protege de un modo especial a cuantos nos ponemos con filial cariño bajo tu amparo y filial protección. Ruega por los enfermos, por los tentados, por los afligidos, por los pobres, y por nosotros que te somos devotos. Alcánzanos a todos una muerte tranquila y santa como la tuya. Aparta de nosotros en aquella hora suprema las asechanzas del enemigo, y aliéntanos con tu dulce presencia. Ahora consíguenos la gracia especial que te pedimos en esta novena...

Rezar a continuación la oración del día que corresponda:

DÍA PRIMERO

¡Oh glorioso San Benito, que desde tu infancia reconociste la vanidad del mundo y únicamente deseaste los bienes eternos! Alcánzanos un vivo deseo del cielo y que recordemos frecuentemente a Dios, nuestro último fin, y hacia Él ordenemos toda nuestra vida para que en todo Él sea glorificado.

San Benito, ruega por nosotros. Tres Avemarías. Concluir con la oración final.

DÍA SEGUNDO

¡Oh glorioso San Benito, humilde de corazón, que supiste desdeñar las alabanzas de los hombres! Alcánzanos la humildad, tú que amaste a Dios sobre todas las cosas y le entregaste sin reservas tu corazón, consíguenos también el amor de Dios. San Benito, ruega por nosotros. Tres Avemarías. Concluir con la oración final.

DÍA TERCERO

¡Oh glorioso San Benito, que consagraste tus labios a la oración y cantaste noche y día las alabanzas divinas! Alcánzanos el espíritu de oración. Tú, que cual lirio entre espinas, guardaste una castidad angelical por medio de la humildad, de la vigilancia continua, de la oración y de la mortificación de los sentidos, consíguenos el don de la pureza. San Benito, ruega por nosotros. Tres Avemarías. Concluir con la oración final.

DÍA CUARTO

¡Oh glorioso San Benito que venciste al demonio y triunfaste de sus engaños! Alcánzanos la gracia de resistir sus sugestiones y de huir de toda ocasión de pecado. Tú que enseñando una vida austera, de renuncia y trabajo, aborreciste la ociosidad, inspíranos amor al trabajo y a la abnegación de nosotros mismo para seguir a Cristo. San Benito, ruega por nosotros. Tres Avemarías. Concluir con la oración final.

DÍA QUINTO

¡Oh glorioso San Benito, que amaste el silencio, y no abriste la boca jamás a palabras ligeras e impuras, a quejas, murmuraciones, y a juicios contra el amor al prójimo! Alcánzanos la gracia de no decir jamás palabras impuras y contra la caridad, a perdonar y guardar nuestra lengua de todo pecado. San Benito, ruega por nosotros. Tres Avemarías. Concluir con la oración final.

DÍA SEXTO

¡Oh glorioso San Benito, que fuiste blanco de persecuciones y guardaste la paz de tu alma por medio de la dulzura de la paciencia! Alcánzanos el don de la paciencia y la gracia de perdonar las ofensas, tú que perdonaste a los que atentaron contra tu vida y te expulsaron de tu país, y que misericordiosamente pediste al Señor les perdonara, llorando su ceguera y terrible fin. San Benito, ruega por nosotros. Tres Avemarías.Concluir con la oración final.

DÍA SÉPTIMO

¡Oh glorioso San Benito, que animado por un ardiente celo para asistir al prójimo en sus necesidades, instruiste a los ignorantes, socorriste a los pobres, curaste a los enfermos, resucitaste a los muertos, libraste a los cautivos del demonio y de sus pasiones, consolaste a los afligidos y convertiste a los pecadores! Consíguenos la gracia de amar al prójimo y de hacer con él las obras de misericordia. San Benito, ruega por nosotros. Tres Avemarías. Concluir con la oración final.

DÍA OCTAVO

¡Oh glorioso San Benito, que inundaste de consuelo el corazón de tu hermana Santa Escolástica, llenándolo del amor de Dios y de las bienaventuranzas del cielo! Concédenos la gracia de santificar nuestros afectos más queridos. San Benito, ruega por nosotros. Tres Avemarías. Concluir con la oración final.

DÍA NOVENO

¡Oh glorioso San Benito, cuya alma en tu dichosa muerte, fue elevada al cielo en medio de ángeles y santos, siendo consolados tus discípulos por la revelación de tu gloria! Concédenos del Señor, la gracia de la perseverancia final, de una buena muerte y de tu asistencia e intercesión en nuestro último día. San Benito, ruega por nosotros. Tres Avemarías. Concluir con la oración final.

Oración final para todos los días

¡Oh glorioso San Benito, que desde el cielo eres padre piadoso para nosotros tus devotos! Tu gran poder ante Dios se reconoce hoy, más que nunca, gracias a la medalla que viene honrada con tu nombre, por la multitud de prodigios y favores que por su medio Dios nos ofrece. Ruega por todos los que acudimos a ti. Alcánzanos del Señor, todas la gracias que nos son necesarias durante esta vida y especialmente la gracia por la cual hacemos esta novena. San Benito, ruega por nosotros.

Concluir con un Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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