La liberación de los cautivos
- 05 Julio 2017
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Evangelio según San Mateo 8,28-34.
Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino.
Y comenzaron a gritar: "¿Que quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?"
A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo.
Los demonios suplicaron a Jesús: "Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara".
El les dijo: "Vayan". Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron.
Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados.
Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.
San Antonio María Zaccaría
Nació en Cremona en el año1502, precisamente en la Italia septentrional, situada en la región de Lombardía, junto al río Po, sede episcopal, con su imponente catedral románica, construida entre 1107 y 1490 que posee en sus paredes interiores frescos de Boccaccio Boccaccino.
La madre de Antonio María, Antonieta Pescaroli, enviudó pronto y no quiso contraer nuevas nupcias para dedicarse enteramente a la educación de su hijo. De ella aprendió virtudes y escuchó consejos; sobre todo, se trataba del trato con la Virgen, del respeto a la Eucaristía; aprendió el valor de la pureza y vivió con dignidad la virtud de la pobreza.
Sólo once años de vida presbiteral, pero Dios quiso que fuera fecunda. Ve como una necesidad imperiosa transmitir a los hombres de su época -metida hasta los huesos en la exaltación de los valores humanos y en la exaltación de la razón- la ceguera que comporta la fe y la locura de la cruz.
Y a ello va a dedicar sin escatimar esfuerzos su existencia. La contemplación de la pasión y muerte del Señor, el amor a la Eucaristía y la adoración continua al Santísimo Sacramento serán el eje de su actividad apostólica renovadora. Fundó en Milán la asociación que recibe el nombre de Clérigos de la Congregación de san Pablo, aunque popularmente se les conocerá luego por los "barnabitas", tomando el nombre de la sede definitiva a partir del año 1545, y que fue aprobada por el papa Clemente VII en el año 1533.
Tuvo por colaboradores de primera hora al sacerdote Bartolomé Ferrari y al laico Jacobo Morigia, quienes, animados por el espíritu del fundador y queriendo imitar a san Pablo, mueven y remueven a la gente haciéndose notar pronto en Milán por su austeridad y espíritu de mortificación.
A la actividad que desarrollan la califican de "excentricidad", a la doctrina que exponen "herejía" e "hipocresía" a su estilo de vida. Los ánimos se encrespan bastante y los que están descontentos denuncian a la nueva criatura que acaba de nacer en la Iglesia ante las autoridades de Cremona; menos mal que aquello les valió para que el papa Paulo III los tomara bajo la jurisdicción directa de la Santa Sede. Y llega su labor al mundo de los seglares, de los laicos.
Consciente por propia experiencia personal de la importancia que tiene para trasformar el mundo la vida cristiana, laboriosa y honesta de la familia, hizo una tercera fundación para los casados que, con formación seria intelectual y recia en lo ascético, se capacitaran para transmitir, como por ósmosis, el espíritu cristiano a la sociedad por medio de la institución familiar.
Las "Cuarenta horas" de adoración continuada al Santísimo Sacramento, y el recuerdo de la Pasión y muerte del Señor al toque de campanas del medio día son costumbres seculares cristianas que tienen su origen o se potenciaron por la actividad del santo que tenía apellido de profeta. Murió en Cremona el 5 de Julio de 1539 y lo canonizó León XIII, en 1890.
Oremos
Concédenos, Señor, aquel sublime conocimiento de Cristo que tan abundantemente otorgaste a San Antonio María Zacaría, y que, penetrados como él lo estuvo del espíritu del apóstol San Pablo, anunciemos infatigablemente el mensaje de salvación a todos los fieles de la Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre la palabra “cementerio” y la cruz
“La liberación de los cautivos”
En este día, Jesucristo ha penetrado como vencedor en los abismos del infierno. En este día, Jesús “rompió las puertas de bronce, e hizo trizas los cerrojos de hierro”, como lo dice Isaías (45,2). Prestad atención a estas dos expresiones. No dice que ha “abierto” las puertas de bronce ni que las ha quitado, sino que las “rompió”, para dar a entender que ya no habrá prisión, para decir que Jesús ha aniquilado el lugar de los cautivos. Una prisión donde ya no hay puertas ni cerrojos no puede retener a los prisioneros. Las puertas que Cristo ha roto ¿quién las podría restablecer? Los cerrojos que el ha hecho trizas ¿quién los podría restaurar?
Cuando los príncipes de la tierra dejan en libertad a los detenidos por medio de cartas de amnistía, dejan intactas las puertas y los guardias de la prisión, para demostrar a los que son liberados que pueden volver a entrar en ella, ellos mismos u otros. Cristo no actúa así. Rompiendo las puertas de bronce, Cristo da testimonio de que ya no existe la cautividad ni la muerte.
¿Por qué puertas de “bronce”?... Porque la muerte es implacable, inflexible, dura como el diamante. Nunca, durante todos los siglos antes de Cristo, ninguno de sus cautivos pudo escaparse de la muerte, hasta el día en que el Soberano del cielo descendió en el abismo para arrancarle a la muerte sus víctimas.
Santo Evangelio según San Mateo 8,28-34. XIII Miércoles de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey Nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Te amo, Señor, fortaleza mía, roca mía, castillo mío, mi libertador. En Ti confiaré, eres mi escudo y la fuerza de mi corazón.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La gente le suplicó que se fuera de su territorio… Ante lo sobrenatural es una reacción normal el asombro y un cierto miedo, pues sentimos que perdemos el control de la situación. Pero esto sólo se debe a que nuestras seguridades están puestas en cosas materiales, e incluso en nosotros mismos.
Es por ello que cuando Dios toca a nuestra vida, en lugar de abrirle las puertas de nuestro corazón, las cerramos e ignoramos su llamada, pues no queremos perder el aparente control de nuestras vidas. De hecho, muchas personas consideran que jamás serán santas porque no quieren cambiar su personalidad, como si Dios les fuera a quitar la riqueza personal que tienen y los convirtiera en santos de vitrina aburridos y sin vida.
No, Dios no quita nada, al contrario, nos lo da todo. Él quiere la mejor versión de nosotros mismos. No nos empobrece llenarnos de Dios, al contrario, tenemos a la misma fuente de la riqueza dentro de nosotros. Ser santo es ser la mejor versión de nosotros mismos, la más rica, la más alegre, la más feliz.
Ayúdanos, Señor, a derribar las barreras psicológicas y espirituales que nos impiden poder optar totalmente por Ti.
"¿Soy un cristiano que quiere todas las seguridades o soy un cristiano que arriesga? ¿Soy un cristiano cerrado o un cristiano de horizontes, de esperanza? ¿Cómo va mi esperanza? ¿Mi corazón está anclado en el horizonte, yo estoy agarrado a la cuerda y creo también en los momentos feos? ¿Y en los momentos feos soy capaz de soportar porque sé que Dios no decepciona, sé que la esperanza no decepciona? ¿Cómo soy yo? ¿Cómo es mi vida de fe? ¿Es una vida de horizontes, de esperanza, de valor, de ir adelante, o una vida tibia que ni siquiera sabe soportar los momentos feos?".
(Papa Francisco, 17 de enero de 2017, en santa Marta)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una visita a la Santísima Virgen pidiéndole que me quite todo miedo a Dios y que me enseñe a verlo como ese Padre providente que sólo busca la felicidad de sus hijos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El demonio ha conseguido realizar su mejor maniobra: hacer que se dude de su existencia.
En el Evangelio solemos oír relatos de la expulsión de demonios por Jesús. Tal vez, este hecho nos suena a nosotros un poco raro. Porque el estar poseído por un demonio nos parece algo exclusivo de aquellos tiempos. Sin embargo sucede también en nuestros días, aunque sea poco frecuente.
Pero el problema de fondo para el hombre de hoy es la pregunta, si el demonio como persona existe o no. Resulta que el hombre moderno e incluso el cristiano moderno apenas creen en el demonio. Éste ha conseguido realizar, en nuestros días, su mejor maniobra: hacer que se dude de su existencia.
Queremos, por eso, ahora reflexionar un poco sobre el diablo y su actuar en el mundo y en nuestra vida.
Los habitantes del infierno buscan, contrarrestar el poder y dominio de Dios. Y porque no les es dado enfrentarse directa-mente con Dios, lo hacen indirectamente. Tratan de arrebatarle su creatura preferida de la tierra: el hombre.
Así cada uno de nosotros es un campo de lucha en que se enfrentan el bien y el mal, las fuerzas divinas y las fuerzas diabólicas.
¿Quién negaría tal realidad? Nadie de nosotros va a ser tan ingenuo de creerse fuera de esa lucha permanente. Cada uno de nosotros experimenta esta tensión, este conflicto en su propio cuerpo y en su propia alma. Nos damos cuenta de que un ser fuerte obra en nosotros y nos quiere imponer su voluntad, y que necesitamos a otro más fuerte para liberarnos.
Fuimos liberados ya el día de nuestro bautismo. Pero el demonio -volvió a nosotros y lo dejamos entrar de nuevo, por medio de nuestros pecados.
La gran obra del diablo es el pecado. Él es el “padre del pecado”. La realidad del mal - que lleva a los hombres a matar, robar y engañar; que hace triunfar al injusto y sufrir al justo.
Que vuelve egoístas a los que tienen ya demasiado y lleva a la desesperación a los marginados - todo esto y mucho más es su obra, bien presente y actual en nuestro mundo.
Realmente, el hombre no vive solo su destino. Es incapaz de ser absolutamente independiente. O se entrega a Dios o es encadenado por el demonio. Tanto en el bien como en el mal, no somos nosotros los que vivimos: es Cristo o Satanás el que vive y triunfa en nosotros. ¡O somos hijos de Dios o somos hijos del diablo!
Jesucristo choca, desde el comienzo de su misión, con esta potencia del mal increíblemente activa y extendida por el mundo. Por todas partes Jesús la descubre, la expulsa, la destrona. En este contexto debemos ver también los textos del Evangelio. En el centro de los textos no está el poseído por el demonio, sino Cristo mismo. En Él debe fijarse nuestra mirada.
Porque nosotros mismos no lograremos soltar-nos del poder del demonio. Con nuestras propias fuerzas no podremos vencer el mal dentro de nosotros. Es necesario que Cristo nos fortalezca en nuestra lucha diaria contra el enemigo. Es necesario que Cristo nos libere, paso a paso, de su poder destructor. También María, la vencedora del diablo, ha de ayudarnos en ello.
Como Cristo procedió en el Evangelio con los poseídos, así quiere expulsar la injusticia, la mentira, el odio y todo el mal de esta tierra. Quiere en nosotros y por nosotros crear un mundo nuevo mejor, renovar la faz de la tierra. Quiere construir una Nación de Dios, donde reinan la verdad, la justicia y el amor.
Queridos hermanos, también nosotros seremos, un día, totalmente libres de la influencia del maligno. Será en el día feliz de nuestro encuentro final con Dios, de nuestra vuelta a la Casa del Padre.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Creo realmente en la acción del demonio?
2. ¿Soy consciente de la lucha que se libra en mi interior?
3. ¿Conozco mi punto débil, que es donde más me ataca el demonio?
Novena a los Santos Luis y Zelia Martin
Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (4 al 12 de julio)
Oración inicial:
Dios de eterno amor, nos has dado en los esposos Luis y Zelia de Martín un hermoso ejemplo de santidad vivida en el matrimonio. Los dos conservaron su fe y su esperanza en medio de los trabajos y dificultades de la vida, y educaron a sus hijos para que llegaran a ser santos. Te pedimos nos concedas vivir la vocación matrimonial como ellos y poder llevar al Cielo a todas nuestras familias. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Oración final:
Dios, Padre nuestro, te damos gracias por habernos dado a Luis Martin y a su esposa Zelia. En la unidad y fidelidad del matrimonio nos ofrecieron el testimonio de una vida cristiana ejemplar, cumpliendo las tareas cotidianas según el espíritu del Evangelio. Educando a una familia numerosa, a través de pruebas, muertes y sufrimientos, manifestaron su confianza en Ti y aceptaron generosamente tu Voluntad. Concédenos matrimonios tan santos como ellos para que sean luz en el mundo de hoy. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
DÍA PRIMERO: La persona de Luis Martín.
Nacido el año 1823 en Burdeos (Francia), fue educado en ambientes militares debido a la profesión de su padre, lo cual le hizo ser un hombre muy disciplinado. Eligió como profesión el no arte de la relojería, y cuando se vio en la necesidad de elegir entre la vocación matrimonial o la religiosa, escogió ésta. Llegó al monasterio de los cartujos en Suiza y el Prior lo recibió con agrado, pues la mirada de este joven tenía gran pureza y fervor. Pero al comprobar que no sabía latín, lo invitó a volver a su casa y terminar estos estudios. Así lo hizo Luis Martín, pero como no se vio muy animado por el Prior, se dio cuenta de que esa no era su vocación y se fue a París a perfeccionar su profesión. En 1850 instala su taller de relojería en Alencón, en la casa de sus padres, y combina su trabajo con una vida de gran piedad, a la espera de que Dios le hiciera ver la escogida para su matrimonio, aquella persona con la cual poder ser santo.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.
DÍA SEGUNDO: La persona de Zelia Guerín.
Nacida el año 1831 en Alencon (Francia), fue educada en un ambiente de piedad pero demasiado austera y seca. Zelia dirá después que su infancia fue triste como un “lienzo mortuorio”. Un ejemplo significativo fue que jamás en su niñez le compró su mamá una muñeca, a pesar de lo mucho que lo deseaba. Al terminar la secundaria sintió la vocación religiosa y se dirigió a las Hermanas de San Vicente de Paúl; pero la superiora la disuadió a causa de su salud. Es entonces cuando, desilusionada, hizo esta oración: “Dios mío, ya que no soy digna de ser tu esposa, me casaré para cumplir tu Santa Voluntad. Entonces, te ruego darme muchos hijos y que todos te sean consagrados”. Y por inspiración de la Virgen María, se dedicó a la costura y puso su propio taller en Alencon. No le gustaban las mundanidades y rechazó incluso viajes a París. Ella sabía que Dios le tenía reservado el escogido para la vida de santidad que deseaba.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.
DÍA TERCERO: Noviazgo y matrimonio.
Una de las clientes más asiduas del taller de Zelia era la mamá de Luis Martín; y esta señora, prendada de las muchas virtudes de la joven, rezaba mucho para que ambos se pudieran conocer y casar. Un día, Zelia pasaba por el puente de San Leonardo y se cruzó con un hombre joven, lleno de dignidad, y se impresionó. Una voz interior le susurró que “Este es el hombre que preparé para ti”. Se trataba de Luis Martín. Entretanto, y por la intervención de la madre de Luis, los dos jóvenes se conocieron y no tardaron en apreciarse y amarse. A los tres meses de conocerse ya eran novios, y se casaron el 13 de Julio de 1858 en una ceremonia de gran sencillez e intimidad. Luis le hizo saber a Zelia sus deseos de santidad, de ser como San José y la Virgen María, y ella aceptó la invitación renunciando a su deseo de tener muchos hijos.
Pero después de varios meses de vida casta en común, un sacerdote amigo de ellos se enteró de esto y les hizo ver que su santidad matrimonial estaba precisamente en lo contrario, y les animó a ser santos en la generosidad. Ambos lo entendieron y se dedicaron a cumplir la Voluntad de Dios en la procreación generosa para tener hijos santos y que fueran consagrados a Dios. Nuestro Señor les bendijo con nueve hijos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.
DÍA CUARTO: Los hijos.
Aceptar una familia numerosa era, en aquellos tiempos como en los actuales, una vocación al heroísmo; y los esposos Martín no se echaron para atrás frente a esta perspectiva. Tenían profunda fe en que los hijos son un don de Dios y que El los ayudaría a sacarlos adelante. Los hijos nacían y ellos los acogían como una bendición del Cielo. Luego, se las arreglaban para alimentarlos, vestirlos, educarlos y prepararlos para enfrentar la vida, lo cual requería mucho esfuerzo y sacrificio, pero a la vez era la fuente de su alegría. En las cartas de Zelia se percibe la alegría de ser madre. No tenía miedo de los embarazos. Lo manifiesta claramente cuando al saber que una mujer había tenido trillizos, dijo: “¡Oh, feliz madre... si yo tuviera aunque fuera mellizos! Pero no conoceré esa felicidad. Me gustan los niños hasta la locura. Es tan lindo dedicarse a los niñitos”. Después de cada nacimiento, Zelia hacía la siguiente oración: “Señor, concédeme la gracia de que este niño te sea consagrado y que nada venga a empañar la pureza de su alma. Si ha de perderse, prefiero que Tú te lo lleves enseguida”. También supieron de la cruz y el dolor por los hijos... sobre todo el más grande: verlos morir. De los nueve hijos se le murieron cuatro. Nos cuenta Zelia en una carta cómo fue el fallecimiento de su primera hija, Elena, a los cinco años de edad, por causa de una enfermedad que duró solo un día: “Yo la miraba tristemente, sus ojos estaban sin vida. Y me largué a llorar... Entonces ella me rodeó con sus bracitos y me consoló, y todo el día no dejaba de repetir: 'mi pobre mamacita, que ha llorado'. A la noche, tras tomar su medicina, su cabecita cayó sobre mis hombros y sus ojos se cerraron... El dolor profundo embargó mi corazón. Luego, la ofrecimos al Señor...”
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.
DÍA QUINTO: La educación de los hijos.
“Nuestra madre -dice Celina- se preocupaba activamente de nuestra educación. Yo recuerdo que nos ayudaba a hacer las oraciones de la mañana y de la noche. Vigilaba constantemente sobre nosotras, alejando la sombra del mal. Nos enseñaba a obedecer por amor, para dar gusto a Jesús, haciendo pequeños sacrificios. Cuidaba nuestra imagen, quería que fuéramos decentes, usando los vestidos por debajo de las rodillas. Reprimía en nosotras la menor tendencia defectuosa. Y le gustaba vernos alegres y animosas, e incluso se divertía gustosa con nosotras, con el riesgo de tener que prolongar su jornada de trabajo hasta pasada la medianoche”.
Cuando María salió del internado, no quiso buscarle amistades mundanas y se negó a dejarla participar en pequeñas estas bailables. Y no dejaba de enseñar a las hijas a practicar la caridad con los desdichados y a respetarlos.
Se veían frecuentemente pobres en su casa, a los cuales ella daba alimentos y vestidos. El día de la Primera Comunión de Leonia, quiso vestir de blanco a una niña pobre y hacerle participar de la comida familiar en un lugar de honor.
“Papá no permitía una palabra grosera -nos cuenta Celina-. Era implacablemente prohibida. En la mesa exigía una postura correcta, y no le gustaban las muecas o tonterías semejantes. En la comida, no nos dejaba ser regodeonas, y nos decía: “Cuando no se come la sopa, no hay segundo”. Nos enseñaba a no postergar para mañana lo que se debía hacer hoy y a ser puntuales. No soportaba que nos endeudáramos. Deseaba vernos siempre ocupadas, buscando desarrollar nuestros talentos. Si no teníamos buenas notas mostraba su descontento y teníamos pena de causarle tristeza”.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.
DÍA SEXTO: Amor conyugal.
“La unión de mis padres -dirá una de sus hijas- era perfecta, incluso si ocurría que sobre un punto sus opiniones eran diferentes. Nuestra madre tenía para con mi padre tanta admiración como cariño, y lo dejaba ejercer plenamente una autoridad verdaderamente patriarcal. Mis hermanas afirmaron varias veces que su unión era sin falla, y los escritos de mi madre dan testimonio de esto”. Las cartas que Zelia escribe a su marido están llenas de afecto amoroso; dice que no puede vivir lejos de él, y las terminaba a menudo con frases como ésta, el eco de sus sentimientos: “Tu esposa que te ama más que a su vida”. Y le escribirá a una de sus hijas, Paulina, lo siguiente: “Tu padre me comprende siempre y me consuela de la mejor manera, pues tiene los mismos gustos míos. Nuestro cariño recíproco aumenta día a día, nuestros sentimientos están siempre al unísono, y es para mí el consuelo y el apoyo”.
La enfermedad y muerte de Zelia los unió, si cabe, aún más, y Luis fue el soporte firme y seguro para la esposa, pese a tener destrozado el corazón por el dolor. Zelia no quería contar su gravedad para no preocuparlo a él, y él no quería mostrar su dolor para no preocuparla a ella. Pero las hijas lo veían y lo percibían, y se amaban tanto que hizo exclamar a su hija Teresita: “Dios nos regaló unos padres más dignos del Cielo que de la tierra”. Tras la muerte de Zelia, Luis siempre la nombraba ante las hijas como “su santa madre”. En ellos dos se hicieron realidad las palabras del consentimiento matrimonial: fueron fieles en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, en lo favorable y lo adverso, hasta que la muerte... los unió más.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.
DÍA SÉPTIMO: Vida de fe y piedad.
“Mis padres tenían una vida de profunda piedad -comenta una de las hijas-. Cada mañana se les veía a los dos en la Misa de las 5h30 de la mañana donde juntos recibían la Santa Comunión; lo mismo el Domingo, donde nos reuníamos para ir a Misa y rezar Vísperas, y no les preocupaba tener que interrumpir visitas u otras ocupaciones con tal de no faltar y llegar puntuales. Mamá fue a Misa durante toda su enfermedad, a veces prácticamente arrastrándose, y sólo dejó de ir cuando ya no podía más”. Seguían al pie de la letra los mandamientos de la Iglesia, y hasta evitaban comprar en Domingo y hacer viajes. Se preocupaban de aliviar las penas de las almas del Purgatorio haciendo celebrar Misas para los difuntos. El amor a la Iglesia los llevaba a cooperar con la obra de la propagación de la fe, por la cual hacían generosas ofrendas. Igualmente se preocupaban de la caridad con los pobres y ayudaban diariamente a los necesitados, tanto en forma económica como espiritual, orientándolos hacia Dios. Para atraer las almas a Dios,
Zelia contaba primero con la eficacia de la gracia que pedía en la oración. Su arma personal era la irradiación de su bondad y alegría, que desarmaba a la gente. Asistían a todas las manifestaciones públicas de la fe católica, y se indignaban cuando veían los esfuerzos de la masonería para desacreditar con falsedades la fe y la actividad de la Iglesia. Su gran deseo era dar un hijo sacerdote al Señor y que fuera misionero. Dios les cumplió su deseo de una forma singular: haciendo que su última hija, Teresita, fuese proclamada Patrona de las Misiones. Vivían en el mundo, pero no eran del mundo: nos cuenta su hija María que la mamá siempre decía: “La verdadera felicidad no es de este mundo: uno pierde su vida buscándola aquí. Jamás el corazón que busca algo fuera de Dios queda satisfecho”. Decepcionada de los bienes de la tierra, se compadecía de los que se aferran a las cosas del mundo. Ella contaba que una señora a la cual quería mucho, después de haberse casado con hombre de buena posición, ya no la miró más; y decía: “Esto me desprende cada vez más del mundo, tan falso, y no quiero apegarme a nadie más que a Dios y a mi familia” . El alma ardiente de Zelia exclamaba con frecuencia: “¡Dios mío, qué triste una casa sin religión!”.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.
DÍA OCTAVO: El trabajo.
Los dos trabajaban duro tanto en el taller de relojería como en el de los encajes. Los clientes amaban a los dos cónyuges ya que siempre eran atendidos con amabilidad y honestidad y eran cumplidores estrictos de la Ley. Pese a que el día domingo era el mejor para los negocios, no abrían al público para dar ese día a Dios y a la familia. Ambos se ayudaban en la contabilidad, en las compras de material, en las entregas a los clientes... Todo se hacía en total colaboración, con orden, honradez y conciencia profesional. Además, la asistencia a Misa cada mañana les enseñaba a centrar en Dios todo su deber de estado y a transformarlo en auténtica oración. Esta honradez, esta conciencia profesional dio sus frutos de prosperidad y aportó lo necesario para el hogar. La felicidad de esta familia no dependía de los bienes materiales; estos eran un medio para asegurar a sus hijos una buena educación. Pero sabían que la mejor educación es la que se da en la casa, y eso no se consigue con dinero, sino con fe y amor. Y eso les sobraba. Además, en el presupuesto estaba contemplada la parte de los pobres y también otras obras de misericordia. Por otro lado, si bien el derroche le repugnaba, no restringía gastos cuando estaba por medio el bien espiritual de las hijas. Decía: “El dinero no es nada cuando se trata de la santificación y la perfección de un alma”. Y no dudaba en mandar a sus hijas a retiros o charlas espirituales que tanto bien les hacían. Zelia era muy activa, y podía llevar a la vez su negocio, los trabajos hogareños, la atención al marido, el cuidado de las hijas, la contabilidad, etc. Ponía su confianza en Dios, y así podía con todo.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.
DÍA NOVENO: La Virgen María.
La familia Martín tenía una gran devoción a la Santísima Virgen, en especial a una imagen que Luis había recibido como regalo cuando aún estaba soltero. Zelia le contaba a su hermano que “tengo motivos para tener confianza en la Santísima Virgen, pues he recibido de Ella favores que solamente yo conozco”. Por eso, la estatua de la Inmaculada -aquella que iba a sonreír a Teresita y lograr el milagro de su curación-, estaba rodeada de honor. A los pies de esta Virgen la Sra. Martín hacía rezar a sus hijas. Toda la familia asistía al mes de María en la Iglesia, y Zelia lo hacía igualmente en la casa. El día 8 de Diciembre era la primera en levantarse y acudir a la Iglesia, prendía una vela a los pies de la Virgen y le contaba todos sus deseos.
La hija Celina nos cuenta una situación especial: “Después de la muerte de nuestra hermanita Elena, de cinco años, mi madre se reprochaba amargamente no haberla llevado a confesar una falta leve que había cometido, temiendo que la expíe en el Purgatorio. Sucedió que, cuando estaba en oración delante de la Virgen confiándole esta angustia, una voz celestial le susurró con dulzura infinita: 'Está aquí, cerca de mí'. Con esta respuesta de la divina Madre, una alegría inexpresable eliminó su angustia”.
Era devotísima del rezo diario del Santo Rosario -todavía se conserva el rosario con el que ella rezaba-, y supo inculcar en sus hijas este amor tierno a la Madre del Cielo. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.
¿Es lícito experimentar nuevas drogas en un enfermo?
Principios generales sobre el delicado tema de la experimentación sobre seres humanos
Pregunta:
Tengo un amigo enfermo de Sida. Los médicos que lo atienden le ofrecieron probar un tratamiento del cual todavía no se tienen muchas seguridades y no se conocen todos los efectos secundarios. ¿Es lícito que él se preste a esto? Gracias por su orientación.
Respuesta:
Estimado:
Para responder a su consulta debemos recordar los principios generales sobre el delicado tema de la experimentación sobre seres humanos.
¿Qué es experimentación clínica?
Por experimentación clínica se entiende el conjunto de aquellos actos que se realizan sobre el hombre para verificar la validez de cada nuevo acto médico, ya sea con la finalidad preventiva, de diagnóstico o curativa, ya sea con el fin de adquirir conocimientos fisiopatológicos. Por tanto, se pueden distinguir dos especies fundamentales: la experimentación terapéutica y la de investigación científica. ¿Qué podría justificar este tipo de investigación? [1]
Ante todo, se invoca el interés de la ciencia médica. Intentar aumentar la ciencia no es problema moral mientras no lesione el derecho de otro y no viole ninguna regla moral de valor absoluto (en caso contrario, aunque se intente y se persiga con razón el aumento de los conocimientos, este método no sería moralmente admisible).
Se aduce también el interés del paciente en que descubran nuevos métodos para curar su enfermedad. También esto tiene sus límites ya que el paciente no es dueño absoluto de sí mismo, ni de su cuerpo, ni de su espíritu. No puede, por tanto, disponer libremente de sí mismo como a él le plazca. El posee el derecho del ‘uso’, limitado por la finalidad natural de las facultades y de las fuerzas de su naturaleza humana. El paciente no tiene, por lo tanto, derecho a comprometer su integridad física y psíquica en experiencias o investigaciones médicas cuando estas intervenciones entrañen en sí, o como consecuencia de ellas, destrucciones, mutilaciones, heridas o peligros serios. Además, debe observar la jerarquía de los valores, en tanto en cuanto las reglas de la moral lo exijan (así, por ejemplo, el hombre no puede permitir actos médicos que, sin duda, suprimen pesadas taras o enfermedades físicas o psíquicas, pero suponen al mismo tiempo una abolición permanente o una disminución considerable y duradera de la libertad).
Finalmente se invoca el interés de la comunidad. Pero también esto tiene sus límites: «El hombre, dice Pío XII, en su ser personal, no está subordinado, en fin de cuentas, a la utilidad de la sociedad, sino, por el contrario, la comunidad es para el hombre».
Condiciones para la licita experimentación
Teniendo en cuenta estos límites pueden establecerse ciertas condiciones para la licitud de la experimentación clínica, es decir, sobre el hombre [2]:
1º Ante todo, se exige seriedad: la investigación y la experimentación deben tenerobjetivos serios. Se debe excluir, por tanto, la experimentación motivada por la simple curiosidad, sin perspectivas de aplicación terapéutica. Es claro que exponer a daños o riesgos la vida o la salud por motivos inconsistentes no puede consentirse.
2º Luego, la experimentación sobre el hombre debe ser precedida por la experimentación en los seres inferiores al hombre, salvo que esto resulte imposible. Pío XII decía: «es una ley evidente que la aplicación de nuevos métodos al hombre vivo deben estar precedidos de la investigación sobre el cadáver o el modelo de estudio o de experimentación sobre animal», siempre que este procedimiento no resulte imposible, insuficiente o prácticamente irrealizable.
3º Se debe contar con el consentimiento del paciente: porque el médico no tiene más derecho que el que le da el paciente. Hay que distinguir distintos casos de pacientes [3]:
a) Experimentación sobre enfermos. Cuando se trata de experimentación confinalidad terapéutica(con un fármaco que ha recibido las garantías de inocuidad en la experimentación de laboratorio, obteniendo la licencia para emplearlo sobre el hombre, aunque todavía no ha sido convalidado definitivamente su uso sobre el hombre mismo) el médico puede emplearlo incluso sin ulteriores consentimientos específicos, basándose en el consentimiento dado en el momento en que el paciente se ha confiado a ese hospital o a ese médico concreto.
Con finalidad de investigación. Si en cambio no viene aplicado principalmente por el bien del paciente sino para convalidar el fármaco en sí o en beneficio del investigador, entonces debe ser precedido por investigaciones de inocuidad, licencias para emplearlo sobre el hombre, y con el consentimiento informado del paciente.
En cambio, cuando el empleo de un fármaco o de un método todavía no convalidado (definitivamente experimentado) representa la última chance para un extremo intento por salvar la vida de un paciente, el carácter experimental coincide con el terapéutico porque tal fármaco representa la única terapia posible. El consentimiento puede suponerse implícito y tácitamente concedido en la voluntad general del paciente y de los parientes cuando quieren que se haga todo lo posible para salvar la vida del paciente. Así, por ejemplo, hizo Pasteur al emplear la vacuna contra la rabia en un niño no recuperable.
b) Personas incapaces de consentimiento(como los discapacitados, enfermos mentales, moribundos y también los niños y menores de edad): la inviolabilidad de la vida y la no-disponibilidad de sus vidas y cuerpos no cambia. No pueden ser objeto de investigaciones y experimentaciones que requieran el consentimiento informado. Para ellos sólo es lícita la experimentación terapéutica, tal como la hemos señalado en el punto anterior.
c) Personas voluntarias y sanas. Sería válido aplicando el principio de solidaridad social, pero con precisas condiciones: 1º con el consentimiento libre, informado y explícito del voluntario; 2º el riesgo a que se expone el voluntario no puede y no debe superar la barrera de la vida y de la integridad sustancial; 3º respetando la ley de proporcionalidad entre los riesgos y las ventajas (quedan excluidas las experimentaciones por simple curiosidad); 4º el experto debe mantenerse en condiciones de interrumpir la experimentación en cualquier momento, ya sea si el voluntario retira el consentimiento o si se presentasen riesgos imprevistos; 5º debe quedar excluida cualquier circunstancia degradante o inmoral y toda intención deshonesta, con o sin consentimiento del sujeto sobre el que hace la experimentación.
d) Sobre el mismo investigador. Valen los mismos principios que para la experimentación sobre voluntarios sanos. Debe añadirse como condición que se prevea la presencia de otra persona para atender a cualquier riesgo imprevisto.
e) Sobre detenidos. Siguen en pie los límites de la vida y de la integridad sustancial. Puede ofrecerse, a cambio del voluntariado en la experimentación, gratificaciones sobre las condenas, pero siempre y cuando sea bien informado y sin ningún tipo de engaño.
f) Sobre embriones y fetos humanos: «La investigación y la experimentación en embriones y fetos humanos están sujetas a las normas éticas válidas para el niño ya nacido y para cada sujeto humano. En particular la investigación, o sea, la observación de un determinado fenómeno durante el embarazo, puede ser permitida sólo cuando haya certeza moral de no causar daño ni a la vida ni a la integridad del niño que va a nacer, ni a la de la madre; y con la condición de que los padres hayan acordado su consentimiento.
La experimentación, en cambio, es aprobada sólo si los objetivos son claramente terapéuticos por carencia de otros tratamientos posibles. Ninguna finalidad, aunque noble en sí misma (como la previsión de una utilidad para la ciencia, para otros seres humanos o para la sociedad) puede en algún modo justificar la experimentación en embriones o fetos humanos vivos, viables o no, en el seno materno o fuera de él. El consentimiento informado, normalmente requerido para la experimentación clínica en el adulto, no puede ser concedido por los padres, los cuales no tienen el poder de disponer ni de la integridad física ni de la vida del niño que va a nacer. Por otra parte, la experimentación en embriones o fetos comporta siempre el riesgo (y la mayoría de las veces la previsión cierta) de un daño a su integridad física o directamente de su muerte. Usar el embrión humano, o el feto, como objeto o instrumento de experimentación, representa un delito contra su dignidad de seres humanos».