¡El que tenga oídos, que oiga!

Evangelio según San Mateo 13,1-9. 

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. 
Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. 
Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar. 
Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. 
Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; 
pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. 
Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. 
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. 
¡El que tenga oídos, que oiga!". 

Santos Joaquín y Ana

Santos Ana y Joaquín, padres de la B.V. María

Memoria de san Joaquín y santa Ana, padres de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, cuyos nombres se conservaron gracias a la tradición de los cristianos.

San Pedro Damian decía que era una curiosidad vana y culpable tratar de averiguar lo que los Evangelistas no escribieron y ponía precisamente como ejemplo la curiosidad acerca de los padres de la Santísima Virgen. Los únicos escritos que pretenden poseer algunos datos sobre los padres de María son apócrifos, como el «Protoevangelio de Santiago», que -a pesar de su nombre- no tiene nada de la autenticidad de la Sagrada Escritura. En realidad no poseemos ningún dato cierto sobre ellos, pero no es ilícito aceptar las piadosas creencias procedentes de los apócrifos cuando no se oponen a las verdades ciertas. 

Aunque la primera redacción del apócrifo de Santiago es muy antigua, no se trata de un documento fidedigno. El protoevangelio cuenta que los parientes de Joaquín se burlaban de él porque no tenía hijos. Entonces, el santo se retiró cuarenta días al desierto a orar y ayunar, en tanto que Ana «se quejaba en dos quejas y se lamentaba en dos lamentaciones» (por su esterilidad y por haberse quedado sin marido). Cuando Ana se hallaba sentada orando bajo un laurel, un ángel se le apareció y le dijo: «Ana, el Señor ha escuchado tu oración: concebirás y darás a luz. Del fruto de tu vientre se hablará en todo el mundo». Ana respondió: «Vive Dios que consagraré el fruto de mi vientre, hombre o mujer, a Dios mi Señor y que le servirá todos los días de su vida».

El ángel se apareció también a san Joaquín. A su debido tiempo, nació María, quien sería un día la Madre de Dios. Hagamos notar que esta narración se parece mucho a la de la concepción y el nacimiento de Samuel, cuya madre se llamaba también Ana (1Reyes 1). Los primeros Padres de la Iglesia oriental veían en ello un paralelismo. En realidad, se puede hablar de paralelismo entre la narración de la concepción de Samuel y la de San Juan Bautista, pero en el caso presente la semejanza es tal, que se trata claramente de una imitación. 

Sin embargo, el culto a santa Ana se difundió desde la antigüedad: la mejor prueba es que en Constantinopla, ya a mediados del siglo VI, el emperador Justiniano le dedicó un santuario. En Santa María la Antigua hay dos frescos que representan a Santa Ana y datan del siglo VIII. Su nombre aparece también destacadamente en una lista de reliquias que pertenecían a san Angel de Pescheria y sabemos que el papa san León III (795-816), regaló a la iglesia de Santa María la Mayor un ornamento en el que estaban bordadas la escena de la Anunciación y las figuras de san Joaquín y santa Ana.

En Apt, en la Provenza, se guardan supuestas reliquias de santa Ana, sin embargo las pruebas históricas en favor de la autenticidad más bien muestran que carecen absolutamente de valor. La verdad es que antes de mediar el siglo XIV, el culto de santa Ana no era muy popular en Occidente, pero un siglo más tarde se popularizó enormemente, e incluso Lutero lo ridiculizó con acritud y atacó en particular la costumbre de representar juntos á Jesús, María y Ana, como una especie de trinidad.

En 1382, Urbano VI publicó el primer decreto pontificio referente a Santa Ana; por él concedía la celebración de la fiesta de la santa a los obispos de Inglaterra exclusivamente, como se lo habían pedido algunos ingleses. Muy probablemente la ocasión de dicho decreto fue el matrimonio del rey Ricardo II con Ana de Bohemia, que tuvo lugar en ese año. La fiesta fue extendida a toda la Iglesia de Occidente recién en 1584, y sólo desde ese tiempo comenzó en Occidente el culto a san Joaquín. 

En el Oriente se celebra desde fecha muy antigua la fiesta de san Joaquín y santa Ana el 9 de septiembre. Pero en Occidente, puesto que no había tradición al respecto, las fechas fueron variables, y sólo en 1913 se fijó el 16 de agosto como día de la fiesta de san Joaquín. Sin embargo, los benedictinos y algunos católicos de Oriente celebraban juntos a san Joaquín y santa Ana el 26 de julio, fecha que el nuevo martirologio adoptó para toda la Iglesia.

El Protoevangelio de Santiago es conocido con diversos nombres, y su texto puede leerse en muchas ediciones actuales, incluso populares; una traducción confiable se contiene en «Los Evangelios apócrifos», BAC (2009). Una obra completa sobre santa Ana y su devoción es la del P. B. Kleinschmidt, Die heilige Anna (1930). El presente artículo fusiona (con algunos retoques) los del Butler-Guinea correspondientes a santa Ana del 26 de julio y a san Joaquín del 9 de agosto

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Oremos  

Inclinad el oído, venid a mí : escuchadme y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpétua, la promesa que aseguré a David... «Isaías 55, 3    

Señor, Dios de nuestros padres, tú concediste a san Joaquín y a santa Ana la gracia de traer a este mundo a la Madre de tu Hijo; concédenos, por la plegaria de estos santos, la salvación que has prometido a tu pueblo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén .

San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia 
Homilía sobre Lázaro, 2

«¡El que tenga oídos, que oiga!»

Un sembrador se fue a echar la semilla y una parte cayó al borde del camino, pero vinieron las aves y se la comieron, otra parte cayó en tierra buena. Tres partes se perdieron, una sola fructificó. Pero el sembrador no cesó de cultivar el campo. Le basta que una parte se conserve para no dejar su trabajo. En este momento es imposible que el grano que yo echo en  medio de un auditorio tan numeroso deje de germinar. Si no todos escuchan, una tercera parte sí que escucha. Si no es una tercera parte será una décima. Si incluso no llega a una décima parte, si hay uno sólo que escucha en esta asamblea numerosa, no dejaré de hablar. 

No es pequeña cosa la salvación de una sola oveja. El Buen Pastor dejó las noventa y nueve para correr tras la oveja descarriada. (Lc 15,4) No podría despreciar a ninguna. Incluso si no hubiera más que uno que escucha, siempre sería un ser humano, un ser tan querido por Dios. Aunque fuera un esclavo, no lo despreciaría, porque busco el valor personal y no la condición social, busco al hombre. Aunque no hubiera más que uno, siempre sería el hombre, aquel por quien fueron creados el sol, el aire, los manantiales y el mar, enviados los profetas, dada la Ley. Por el ser humano, el Hijo único de Dios se hizo hombre. Mi Señor se inmoló, su sangre ha sido derramada por el hombre y yo ¿sería capaz de menospreciar a quien fuera?... 

No, no dejaré de sembrar la palabra aunque nadie escuchara. Soy médico, ofrezco mis remedios. Tengo que enseñar, tengo que instruir porque está escrito: «Te he constituido centinela de Israel.» (Ez 3,17)

Para dar fruto: dejarse amar

Santo Evangelio según San Mateo 13, 1-9. XVI Miércoles de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey Nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Toca mi alma, Señor; renuévame por dentro; no permitas que siga en el fango de la indiferencia espiritual; enciende mi corazón de amor por Ti para que sea capaz de buscar tu rostro en mis hermanos.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuántas veces hemos escuchado este pasaje y sabemos con certeza que podremos ser algunos de los tres terrenos que no dan frutos que permanecen, pero no aquel terreno de tierra buena que da frutos al treinta, al sesenta y al cien por ciento. Pero esto, ¿se debe a una verdadera humildad, o a una falsa imagen de nosotros mismos cargada de autoconfianza y desconfianza en el poder de Dios?

Si reflexionamos con profundidad, ¿quién es el verdadero artífice de la santidad? El Espíritu Santo evidentemente. Es por ello que primero que nada tenemos que creer que Él puede y quiere transformar nuestras vidas. Porque si bien es cierto que necesita de nuestra colaboración, esa colaboración corresponde al uno por ciento del camino de santidad que Dios tiene destinado para nosotros. El otro noventa y nueve por ciento lo pone ÉL. Por ello es más un abandonarse en Dios que hacer muchas cosas y poner muchos medios humanos.

Enséñanos, Señor, que el verdadero camino hacia Ti es el amor. Ese amor que consiste en dejarse amar por Ti y que todo lo demás se da por añadidura.

"El verdadero amor es amar y dejarme amar. Es más difícil dejarse amar que amar. Por eso es tan difícil llegar al amor perfecto de Dios. Porque podemos amarlo, pero lo importante es dejarnos amar por él. El verdadero amor es abrirse a ese amor que está primero, y que nos provoca una sorpresa. Si ustedes tienen solo toda la información, estás cerrado a la sorpresa. El amor te abre a la sorpresa. El amor siempre es una sorpresa, porque supone un diálogo entre dos: entre el que ama y el que es amado. Y a Dios decimos que es el Dios de las sorpresas, porque él siempre nos amó primero, y nos espera con una sorpresa. Dios nos sorprende. Dejémonos sorprender por Dios."

(Mensaje de SS Francisco, 18 de enero de 2015)

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscaré una persona que considere, prudente, espiritual y sabia, y le pediré que sea mi director espiritual. Y si ya tengo uno, buscaré hacer un programa de vida que me ayude a dejarme amar por Dios, a dejarme sorprender por su amor.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Los abuelos: si no existieran, deberíamos inventarlos

El próximo 26 de julio la Iglesia celebra la memoria de san Joaquín y santa Ana, padres de la Virgen María. En el siglo II surgió la tradición que dice que los padres de la Virgen María se llamaban Joaquín y Ana, y a partir de ahí surgieron diversas versiones sobre su vida. Sin entrar ahora en el contenido concreto de estas tradiciones, el hecho es que en este día de julio recordamos al padre y a la madre de santa María, dos personajes que fueron los abuelos de Jesús y que, como fieles israelitas, esperaban que las promesas de Dios se cumplieran. Ellos seguramente educaron a María en esta misma esperanza y recibieron con gran alegría la noticia que su hija sería la elegida para acoger al hijo de Dios.

Resulta curioso que, aunque naturalmente en las tradiciones los dos nombres van siempre unidos, parece que en la devoción popular Ana siempre ha ido por delante de su esposo Joaquín. En Barcelona tenemos una muestra de ello en el hecho de que una de las más antiguas y céntricas parroquias de la ciudad tiene como titular precisamente a santa Ana.

¿Quién no recuerda a sus abuelos? Hasta hace poco, ellos desarrollaban un papel importante en la vida y en el crecimiento de la familia. Incluso en edad avanzada, vivían con sus hijos, nietos y a veces también bisnietos. Eran los testimonios de una historia personal y comunitaria que se hacía presente en sus recuerdos y en su sabiduría.

En la actualidad, la situación de los abuelos se ha visto afectada por los cambios que se están produciendo en la vida de las familias. Los ancianos, a menudo, se sienten o son considerados como una carga para la familia, hecho que les lleva a vivir solos o en residencias, con todas las consecuencias que se derivan de esta realidad. A veces, ante separaciones conyugales especialmente conflictivas, incluso se llega a impedir a los ancianos mantener la relación con sus nietos. Y no son pocos los abuelos que sufren por este hecho.

En cambio, en ocasiones, por la calle y en el transporte público, me complace observar a abuelos y abuelas que acompañan a sus nietos. Algunos abuelos, con sentido del humor, dicen que su profesión actual es hacer de canguro... Esto me consuela mucho. Los abuelos son un tesoro que deberían disfrutar las nuevas generaciones; ellos son los grandes transmisores de la fe a sus nietos. San Pablo escribe a Timoteo, su hijo espiritual y fiel discípulo, recordándole la fe que aprendió de su madre y de su abuela: «Evoco el recuerdo de tu fe sincera, la que arraigó primero en tu abuela Loide y en tu madre Eunice, y estoy seguro que también en ti». (2 Tm 1,5)

¡Cuántos cristianos y cristianas han recibido la fe gracias al testimonio y al anuncio de sus abuelos! De mi estancia como misionero en África recuerdo el gran respeto a los abuelos que tenían muchas de esas culturas. Miremos de no perder este valor también tan nuestro. Que san Joaquín y santa Ana intercedan ante Dios por nuestros abuelos y para que sepamos reconocer, valorar y agradecer el bien que representan para nosotros y para nuestra sociedad.

Cardenal Juan José Omella  Arzobispo de Barcelona

Los 7 acuerdos del amor que protegen y relanzan tu matrimonio
Decisiones exigentes... pero que nos ponen en la buena dirección

El matrimonio implica un compromiso firme por mejorar la relación evitando rencores y daño

El psicólogo Doug Weiss, norteamericano, director del centro de consejería familiar Heart to Heart (www.drdougweiss.com), es el autor de varios libros de ayuda para la vida matrimonial, entre ellos The 7 Love Agreements (Los 7 acuerdos del amor) en el que propone a los matrimonios tomarse en serio su relación y apostar por ella con fuerza tomando el firme propósito de cumplir con siete acuerdos básicos que los protegeran de la ruptura y del desamor.

Weiss los presenta así: "Estos siete acuerdos os abrirán a una mayor intimidad entre vosotros y con Dios. Estos acuerdos de amor no garantizan resultado inmediatos, pero nos lanzan en un proceso de mejorar la relación. El proceso funciona mejor cuando esposa y esposo optan juntos por ellos. Pero un cónyuge por su cuenta puede hacer estos acuerdos por si solo como una forma de acercarse más a su pareja. Estos acuerdos de amor no son promesas para hacer una sola vez en la vida. Como seres humanos, tenemos que ser pacientes y amables. Es mejor repasarlos y renovarlos frecuentemente. Día a día construirán amor verdadero e intimidad".

Los 7 acuerdos del amor

1. Fidelidad: Seré fiel a mi cónyuge siempre, en toda circunstancia

2. Paciencia: No intentaré cambiar las cosas de mi cónyuge que no me gustan, pero yo sí modificaré aquellos de mis hábitos que molestan a mi cónyuge

3. Perdón: Cuando haya ofendido a mi pareja, rápidamente pediré perdón. Y yo perdonaré sus ofensas en mi corazón incluso antes de que me lo pida.

4. Servicio: Me anticiparé a las necesidades emocionales, espirituales, físicas y materiales de mi cónyuge y haré todo lo que pueda para satisfacerlas.

5. Respeto: No hablaré ni actuaré de formas que pongan en ridículo o avergüencen a mi cónyuge.

6. Amabilidad: Seré amable con mi pareja, eliminando cualquier rasgo de acritud en mi comportamiento y palabras

7. Celebración: Apreciaré los dones de mi pareja y sus atributos y los celebraré personalmente y también públicamente.

"Cuando entiendes los acuerdos de amor, te das cuenta de que puedes tomar decisiones de corazón que te orientan a actuar de forma más cristiana con tu esposo o esposa", explica Doug Weiss.

Pueden parecer objetivos muy ambiciosos, muy elevados, pero Weiss explica que "al menos, al intentarlo, irás en la dirección correcta". 

Un ejemplo: en vez de un grito, una nota cariñosa

Pone un ejemplo de como un marido puede ser amable y paciente.

Quizá su esposa está hablando por teléfono con su hermana mientras es la hora de acostar a los niños y estos se portan mal porque quieren que venga mamá como es habitual. En vez de gritar o poner la mirada de "cuelga de una vez el teléfono" puede pasarle una nota con una expresión suave: "tus hijos te quieren para sus abrazos especiales de buenas noches".

Él no opta por regañarla a ella, y ella no responderá molesta con un "aguántate un rato y encárgate de ellos".

Más allá de los casos concretos, que cambiarán de casa en casa, la clave está en empezar un camino decidido de amar intencionalmente. "Empezarás a encontrar formas de mejorar, y eso dará una dinámica nueva a tu matrimonio".

PAXTV.ORG