«Yo estoy allí, en medio de ellos»
- 16 Agosto 2017
- 16 Agosto 2017
- 16 Agosto 2017
Evangelio según San Mateo 18,15-20.
Jesús dijo a sus discipulos:
Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.
Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.
Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.
San Roque Enfermero
San Roque, peregrino
fecha: 16 de agosto
†: c. 1379 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Lombardía, san Roque, que, nacido en Montpellier, en el Languedoc, adquirió fama de santidad con su piadosa peregrinación por toda Italia curando a los afectados por la peste.
patronazgo: patrono de varias ciudades europeas, de los prisioneros, enfermos, hospitales, enfermeros, médicos, cirujanos, farmacéuticos, agricultores, jardineros, carpinteros, sepultureros, marchantes de arte; protector contra la peste, el cólera, la rabia, los accidentes, y dolores de pie, piernas y rodillas
Enfermero. Año 1378. Roque significa: "Fuerte como roca". Este santo se ha hecho famoso en el mundo por los grandes favores que consigue a favor de pobres y enfermos. Su popularidad ha sido verdaderamente extraordinaria cuando a pueblos o regiones han llegado pestes o epidemias, porque consigue librar de la enfermedad y del contagio a muchísimos de los que se encomiendan a él.
San Roque nació en Montpellier, de una familia sumamente rica. Muertos sus padres, él vendió todas sus posesiones, repartió el dinero entre los pobres y se fue como un pobre peregrino hacia Roma a visitar santuarios. Y en ese tiempo estalló la peste de tifo y las gentes se morían por montones por todas partes. Roque se dedicó entonces a atender a los más abandonados. A muchos logró conseguirles la curación con sólo hacerles la señal de la Santa Cruz sobre su frente. A muchísimos ayudó a bien morir, y él mismo les hacía la sepultura, porque nadie se atrevía a acercárseles por temor al contagio. Con todos practicaba la más exquisita caridad.
Así llegó hasta Roma, y en esa ciudad se dedicó a atender a los más peligrosos de los apestados. La gente decía al verlo: "Ahí va el santo". Y un día mientras atendía a un enfermo grave, se sintió también él contagiado de la enfermedad. Su cuerpo se llenó de manchas negras y de úlceras. Para no ser molesto a nadie, se retiró a un bosque solitario, y en el sitio donde él se refugió, ahí nació un aljibe de agua cristalina, con la cual se refrescaba.
Y sucedió que un perro de una casa importante de la ciudad empezó a tomar cada día un pan de la mesa de su amo e irse al bosque a llevárselo a Roque. Después de varios días de repetirse el hecho, al dueño le entró curiosidad, y siguió los pasos del perro, hasta que encontró al pobre llaguiento, en el bosque. Entonces se llevó a Roque a su casa y lo curó de sus llagas y enfermedades. Apenas se sintió curado dispuso el santo volver a su ciudad de Montpellier. Pero al llegar a la ciudad, que estaba en guerra, los militares lo confundieron con un espía y lo encarcelaron.
Y así estuvo 5 años en la prisión, consolando a los demás prisioneros y ofreciendo sus penas y humillaciones por la salvación de las almas. Y un 15 de agosto, del año 1378, fiesta de la Asunción de la Virgen Santísima, murió como un santo. Al prepararlo para echarlo al ataúd descubrieron en su pecho una señal de la cruz que su padre le había trazado de pequeñito y se dieron cuenta de que era hijo del que había sido gobernador de la ciudad.
Toda la gente de Montpellier acudió a sus funerales, y desde entonces empezó a conseguir de Dios admirables milagros y no ha dejado de conseguirlos por montones en tantos siglos. Lo pintan con su bastón y sombrero de peregrino, señalando con la mano una de sus llagas y con su perro al lado, ofreciéndole el pan.
Que San Roque bendito nos libre de enfermedades, epidemias y contagios del cuerpo y del alma. Amén
Oremos
Señor, protege a tu pueblo con incansable bondad, y, por la intercesión de San Roque, líbranos de toda enfermedad del alma y del cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Oh glorioso san Roque, que por tu ardiente amor a Jesús has abandonado riquezas y honores y has buscado la humillación, enséñame a ser humilde ante Dios y los hombres. Alcánzame la gracia de apreciar en su debido valor las riquezas y los honores de la vida para que no sean para mi lazos de eterna perdición. Líbrame de toda enfermedad corporal. Alcánzame el favor que te pido si es para honra tuya, gloria de Dios y salvación de mi alma. Amén.
San Efrén (c. 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia Himno inédito
«Yo estoy allí, en medio de ellos»
El que celebra solo en el corazón del desierto,
él mismo es una asamblea numerosa.
Si dos se unen para celebrar entre las rocas,
millares y miríadas están allí presentes.
Si son tres los que se juntan,hay un cuarto entre ellos.
Si hay seis o siete, doce mil millares se han juntado.
Si se ponen en fila, llenan el firmamento de oración.
Si son crucificados sobre la roca, y señalados con una cruz de luz,
se ha fundado la Iglesia.
Si están reunidos,
el Espíritu planea sobre sus cabezas.
Y cuando terminan su oración,
el Señor se levanta y sirve a sus siervos (Lc 12,37; Jn 13,4).
Sobre el combate espiritual
La vida del alma está llena de aventuras
En el combate espiritual lo más importante es tener siempre presente la meta: el Amor
La vida del alma está llena de aventuras. El corazón que ha descubierto el Amor de Dios y ha sido rescatado por la misericordia sigue en medio de una batalla del espíritu.
En el combate espiritual lo más importante es tener siempre presente la meta: el Amor. El recuerdo de la ternura de Dios enciende un fuego que impulsa a la batalla.
Luego, existen numerosos consejos ofrecidos por tantos hermanos nuestros a lo largo de los siglos. Vale la pena tenerlos presentes para que su voz nos acompañe en la lucha.
Podemos recordar, entre muchos, a Evagrio Póntico, san Juan Clímaco, san Doroteo de Gaza, santa Ángela de Foligno, santa Catalina de Siena, san Juan de Ávila, santa Teresa de Jesús, san Pedro de Alcántara, san Juan de la Cruz, san Francisco de Sales, el beato Eugenio María del Niño Jesús.
De entre tantos consejos, fijamos una ágil mirada en dos: la humildad y la cercanía a la luz.
Quien es humilde reconoce fácilmente su debilidad. Evita las ocasiones de peligro. Tiene ese buen temor de Dios que le lleva a desconfiar de sí mismo y a poner toda su confianza en Dios.
Quien es humilde no se hunde ante una caída. Confiesa su pecado, llora por lo que ha hecho, e inmediatamente se pone en camino para pedir perdón a Dios Padre en el sacramento de la Penitencia.
La cercanía a la luz consiste en quitar del corazón cualquier tiniebla que nos impida llamar al pecado por su nombre. Es una actitud que no deja espacio a excusas o autoengaños, de forma que huye de la mentira.
Esa cercanía a la luz surge cuando tomamos el Evangelio y permitimos que Cristo nos hable. Su Palabra denuncia las tinieblas y los sofismas que nos apartan de la verdad, y nos lanza al camino del bien y del amor.
Esa cercanía a la luz nos lleva a pedir consejo, a abrir el alma a un buen director espiritual o al confesor, para desenmascarar trampas del enemigo y para identificar y acoger lo que viene de Dios.
El combate espiritual dura toda nuestra vida. Alguno tal vez siente el cansancio, sobre todo ante derrotas que desconciertan y abaten. Pero si hay humildad, iremos a una iglesia y repetiremos palabras que llegan al corazón de Dios: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" (Lc 18,13).
Santo Evangelio según San Mateo 18, 15-20. Miércoles XIX de Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Nos ponemos en tu presencia Espíritu Santo, Ilumínanos con tu luz, abre nuestros corazones.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Qué importante es el tema de la corrección fraterna, pero qué delicado. Es muy fácil ver los fallos y debilidades de los demás, pero nos cuesta tanto ver y aceptar los propios. El Evangelio de hoy nos hace una llamada en primer lugar a examinar nuestra propia vida y a ordenarla, porque pretender corregir a otros cuando uno se encuentra en un estado de comodidad, poco esforzado en trabajar por la propia santificación, podría resultar contraproducente.
Cuando alguien nos corrige, es edificante si viene de alguien que sabemos que hace oración, que su vida nos habla de Dios. En cambio, cuando nos corrige alguien que es pronto en juzgar a los demás, que le gusta vivir de apariencias, etc., entonces nos molestan sus observaciones sobre nuestra vida.
Cuando hemos trabajado un tiempo prolongado en identificar nuestra vida en el día a día con Jesucristo, nuestra vida de oración es activa y vemos que nuestros actos buscan expresar la caridad del Señor, entonces puede ser que Dios se valga de nosotros para querer hacer ver a otros sus faltas. Sólo en la unión al Señor la corrección fraterna es fructífera.
Un aspecto que se deberá cuidar de manera particular es la vida fraterna en comunidad. La cual es alimentada por la oración comunitaria, por la lectura orante de la Palabra, por la participación activa en los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación, por el diálogo fraterno y por la comunicación sincera entre sus miembros, por la corrección fraterna, por la misericordia hacia el hermano o la hermana que peca, por la "condivisión" de responsabilidades. Todo esto acompañado por un elocuente y alegre testimonio de vida simple junto a los pobres y por una misión que privilegie las periferias existenciales.
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de enero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Trataré de no juzgar a aquellas personas que me cuestan, antes bien, pediré a Dios que me muestre aquello que no está de acuerdo con el cristiano que me llama a ser.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El Evangelio, con sus mandatos y sus consejos, nos advierte continuamente de que la vida es el tiempo de la acción
"Cuando veáis una desviación en un hermano vuestro, un error que pueda significar un peligro para su alma o una rémora para su eficacia, habladle con claridad. Y os lo agradecerá."
San Josemaría Escrivá, 29-IX-1957.
Una cuestión de leal caridad
Hay un fragmento del Evangelio de San Mateo (18, 15), el que se refiere a la obligación de la corrección fraterna, que no se puede leer sin experimentar una cierta sensación como de sorpresa y de pena. Pues oímos allí, en efecto, cómo la voz amable de Cristo nos impone un deber que muy rara vez se cumple en nuestros días, que tan ávidos están, sin embargo, de franqueza y de sinceridad, y que incluso parecen deseosos de asumir la franqueza y la sinceridad como características suyas, propias e inconfundibles. Y no es que el deber de la corrección fraterna alcance su fuerza y ahonde sus raíces en la virtud de la sinceridad; sino que, aun cuando la virtud de la sinceridad, como la de la honestidad, contribuye con algo propio a la práctica de dicho precepto evangélico, éste se funda directamente sobre la caridad.
Pues, precisamente a la luz de la caridad, llega la voz de Cristo a sernos perfectamente comprensible, y dicho precepto evangélico se nos aparece en toda su grandeza. Es menester amar al prójimo y quererle bien, querer su bien, sobre todo su bien eterno: por esto no permanecemos indiferentes, ni nos encogemos de hombros ante alguien que está en peligro, que no haya tomado el camino justo o que no sea como debería y como podría ser; también por esto, por ejemplo, nos guardamos bien de «dejarlo correr» cuando vemos que alguien, en el círculo de nuestros familiares o conocidos, está a punto de romper, o quizá ha roto ya el orden y la armonía de la caridad. En ésta, como en tantas ocasiones semejantes, es precisamente la palabra de Cristo la que nos obliga a no "dejarlo correr". Pues El, en efecto, nos dice. "...Ve y corrígelo a solas. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano." Y su mandato tiene la profundidad de las cosas sencillas, la fresca inmediatez de los programas concretos.
Hay que actuar con diligencia
Las páginas de la Sagrada Escritura nos enseñan que antaño Dios se servía de los profetas, almas llenas de fortaleza y de caridad, para advertir a los hombres, incluso a los soberanos, de que estaban fuera de su camino. ¡Y con cuánta fidelidad y caridad supieron los profetas vivir y cumplir el deber de la corrección fraterna! Piensa: en nuestros tiempos, ¿es quizá obra menos urgente de misericordia espiritual el advertir al que se equivoca, el enseñar al hermano que no sabe? Casi parece como si esas palabras del Señor: "Ve y corrígelo", ni siquiera rozasen hoy la conciencia del que vislumbra a su alrededor, a su lado, el mal, un mal que podría ser evitado. Pues para muchos de nosotros, hoy -¿lo ves?- el "vecino" no es ya el prójimo y "el otro" no es todavía el hermano.
Y, sin embargo, tú lo sabes, cuando encuentra un corazón fiel y deseoso del bien propio y del ajeno, la palabra de Cristo penetra en el alma como una espada que pide ser empuñada, que requiere y exige poderosamente la acción. "Ve y corrígelo": el Evangelio, con sus mandatos y sus consejos, nos advierte continuamente de que la vida es el tiempo de la acción -tempus agendi-, y nos invita a no poner tiempo por medio (ese tiempo que concedemos a nuestra pereza y a nuestro egoísmo) entre la idea serenamente madurada en nuestro juicio y nuestro propósito, y la acción que ha de cumplirla.
No se trata de un problema personal
Puede suceder que ese precepto de Cristo, a alguno, le suene a ofensa, por esa exquisita y a veces excesiva sensibilidad hacia la libertad y hacia la dignidad de nuestros semejantes que el espíritu de la época ha contribuido a formar en las conciencias de los cristianos. Pues, efectivamente, el Señor, al instruirnos sobre el deber de la corrección fraterna, nos manda corregir, o sea decir cara a cara a una persona algo que viene haciendo y que no está bien hacer. Y decírselo no como quien, teniendo que cumplir un encargo desagradable, se escuda graciosamente tras la amable expresión de que ambasciator non porta pena, y con toda su actitud pide excusa y comprensión, y casi compasion; sino con sentido de personal responsabilidad asumiendo como propias todas las responsabilidades y también todas las contrariedades que de la corrección puedan derivar para sí y para el otro. Ya por esta simple consideración podemos darnos cuenta de que el cumplimiento de tal precepto evangélico supera en mucho lo que es el plano del espíritu del mundo, de las convenciones sociales y de la misma amistad que esté fundada sobre criterios exclusivamente humanos.
Y es obvio que no se trata -porque entonces no habríamos superado ese plano, sino que estaríamos precisamente por debajo de él- de agredir a alguien con malas palabras y con peores modales, porque, pongamos, por ejemplo, haya hecho o dicho algo que nos ha molestado, o simplemente haya lesionado lo que nosotros llamamos "nuestros intereses", esos intereses enmascarados otras veces bajo la ambiciosa expresión de nuestro "buen nombre". No se trata de esto, evidentemente: obrar así no es practicar el deber evangélico de la correcclón fraterna, sino alentar las querellas del amor propio, autorizar el espíritu de venganza, y faltar por lo general, más o menos gravemente, a la caridad.
El miedo a no contristar
Quien vive con espíritu cristiano el precepto de la corrección fraterna, no piensa en aquel momento en sí mismo, sino en el otro que se ha convertido para él, por eso mismo, en hermano. En ese momento, no tiene presentes sus intereses personales o su buen nombre, sino los verdaderos intereses y el buen nombre del otro. En aquel instante, ha dejado, ciertamente, a un lado muchas cosas, pero ante todo su amor propio. Ha dejado de pensar en sí para estar totalmente absorbido por la preocupacion del otro y por la del camino que el otro ha de recorrer hasta unirse con el Señor. Si nos fuese dado ver el alma de aquel que, siguiendo la palabra de Cristo, cumple el deber de la corrección fraterna, quedaríamos conquistados por la grandeza y por la armonía de los sentimientos que en aquel momento ocupan su corazón, cuando se dispone a satisfacer el dulce mandato de la caridad fraterna. En aquel alma podríamos leer la firme delicadeza de la caridad, la limpia profundidad de una amistad que no retrocede ante un deber que ha de cumplirse, y la fortaleza cristiana, que es sólida virtud cardinal.
El deber de la corrección fraterna nos recuerda que no siempre el miedo de desagradar a los demás es cosa buena. Por desgracia, es grande el número de los que, por no desagradar o por no impresionar a alguien que está viviendo sus últimos días y los últimos momentos de su existencia terrena, le callan su estado real, haciéndole así un mal de incalculables dimensiones. Pero todavía es más elevado el número de los que ven a sus amigos en el error o en el pecado, o a punto de caer en uno o en otro, y permanecen mudos, y no mueven un dedo para evitarles estos males. ¿Concederíamos a quienes de tal modo se portasen con nosotros, el título de amigos? Ciertamente, no. Y, sin embargo, suelen hacerlo para no desagradarnos. "Por no desagradar" se pueden ocasionar así a los amigos -a nuestro próimo- auténticos males; podemos hacernos responsables de graves culpas, a las cuales convendría en muchas ocasiones el nombre de complicidad. Y esto, por no hablar ya del hecho de que, a menudo, cuando nos "dispensamos" de la corrección por creer que los otros -nuestros amigos- se disgustarían al sentirse hacer por nosotros, honrada y delicadamente, una sincera advertencia, formulamos sobre ellos un juicio que ciertamente no les honra, y que, por lo común, no es un juicio cristiano.
La discreción que no debe faltar
La obligación de la corrección fraterna se ha de cumplir en determinadas formas y circunstancias. El Señor, en efecto, nos manda: "Ve y corrígelo", pero concreta luego que "a solas".
Es fascinante este aviso, esta invitación a la delicadeza, al tacto, a la amistad. Trae inmediatamente a nuestra mente muchas virtudes cristianas: ante todo la caridad, que es la que nos mueve a hablar, la virtud que desata o frena las lenguas, según las circunstancias; luego, la prudencia cristiana, que ha sido justamente llamada, con imagen moderna y eficaz, el "consejo de administración de la caridad"; la humildad, que enseña, quizá más que cualquier otra virtud, a encontrar la palabra justa y el modo que no ofende, al recordarnos que también nosotros necesitaremos de muchas advertencias; la fortaleza de ánimo y la honestidad, por las cuales se reconoce al hombre verdadero y al cristiano auténtico. "A solas", he ahí un secreto para el bien, una prueba de amistad sincera, un seguro de fidelidad y de lealtad.
Hablar es una cosa, murmurar otra. Murmurar, es decir, hablar mal de una persona con otros, o contar a otros el mal que, a nuestro juicio, hace una determinada persona, es faltar a la caridad y, a menudo, a la justicia. Pero hacer notar a esa persona el mal que hace, advertir delicadamente a aquel hermano nuestro para que se corrija, es observar el precepto del Señor y cumplir un acto de caridad, ofreciendo una prueba de amistad verdadera y cristiana. Cuando estemos a punto de murmurar de alguien, tratemos, con la gracia de Dios, de contenernos, formulando el propósito de advertir a aquella persona, si es verdaderamente el caso, conforme a los criterios que deben presidir siempre la moralidad de nuestras acciones.
Es necesario a la vez saber escuchar
Pero al deber de hablar corresponde, naturalmente, la obligación de escuchar. Quien no escucha se priva voluntariamente de esta ayuda, deja caducar un derecho suyo determinado: es decir, el derecho, fundado sobre la caridad, de ser advertido, de ser corregido, de ser, en definitiva, eficazmente ayudado. ¡Qué triste es no escuchar, y ser conocidos de todos como personas a las cuales nada se puede decir, como cristianos -de nombre, tan sólo- que rechazan con soberbia toda ayuda de los demás! El amor propio nos separa, nos distancia de los demás; nos establece en la soledad. Nos reduce a aquella trágica condición, tan tristemente deplorada por las Escrituras: Vae soli, qui cum ceiderit non habet sublevantem se; ¡infeliz del que está solo, porque cuando caiga no encontrará quien lo levante!
He aquí por qué el Señor, después de haber sancionado como obligatoria la corrección fraterna, añade: "Si te escucha, habrás ganado a tu hermano." Pues, en efecto, es muy cierto que del escuchar en estas circunstaneias surge siempre una viva y cristiana amistad, o se consolida y se hace todavía más profunda y auténtica la amistad ya existente. Las advertencias escuchadas, aceptadas y agradecidas son siempre vínculos de unión para toda amistad que se levante al nivel de la amistad cristiana. Ganar y ser ganados de este modo por los demás significa hacer sentir el soplo del espíritu evangélico en nuestras relaciones y en nuestras amistades.
Pregunta para el examen
Si escuchamos a los demás cuando vengan a nosotros movidos por ese espíritu evangelico, por esa caridad cristiana, ejercitaremos, sobre todo, la virtud de la humildad, pues ninguna otra virtud dispone la mente como ésta para conocer la verdad y el corazón para recibir la paz. Y con la verdad y con la paz nos será más fácil enderezar, con la ayuda de Dios, nuestros senderos, y allanar el camino de nuestra vida moral. De tales disposiciones interiores aflorará muy pronto un sentimiento de viva gratitud hacia aquel hermano nuestro que toma tan a pecho nuestros problemas y la rectitud de nuestra vida; con lo que surgirán nuevos vínculos para una nueva amistad, hecha de leal sinceridad y de gratitud cordial.
Añadamos, pues, a la lista de las preguntas que acostumbremos a dirigirnos a la hora de nuestro cotidiano examen de conciencia, una que nos interrogue sobre el deber de la corrección fraterna. Y pongamos nuestras amistades, para que sean siempre más verdaderas y cristianas, al cobijo de este dulce mandato del Señor.
Maravilloso y curioso acontecimiento en un día de fiesta mariano
Las serpientes de Cefalonia visitan icono mariano griego ortodoxo
Cada año, en los días anteriores a la fiesta de la Asunción de la Virgen María, docenas de serpientes llegan hasta un monasterio ortodoxo en Grecia para “venerar” a la Virgen María.
Es un hecho que sucede desde hace cientos de años. Estas serpientes negras aparecen en la isla de Kefalonia y llegan al monasterio entre el 5 de agosto, cuando se celebra la fiesta ortodoxa de la dormición de la Theotokos (Madre de Dios), hasta el día 15; que coincide con la fiesta católica de la Asunción de la Virgen.
De acuerdo a la tradición, este inusual hecho de las serpientes comenzó en 1705, cuando las monjas del monasterio estaban a punto de ser atacadas por piratas.
La historia cuenta que las monjas rezaban fervorosamente a la Virgen María, pidiéndole que las convirtiera en serpientes para evitar ser capturadas. Otras versiones indican que las monjas rezaban para que el monasterio se infestara con serpientes para asustar a los atacantes.
Desde entonces, las pequeñas serpientes negras aparecen cada año antes de la fiesta mariana y se dirigen hasta las paredes y las entradas de la iglesia para “venerar” el ícono de plata conocido como la Panagia Fidoussa o Virgen de las Serpientes.
Algunas de estas serpientes poseen una cruz en la cabeza, lo que añade un dato más a la leyenda: están marcadas por este importante símbolo cristiano.
En años recientes los peregrinos que llegan hasta la iglesia llevan las serpientes en jarras y bolsas para evitar que sean arrolladas por los automovilistas.
Estas serpientes, que suelen ser agresivas, son particularmente dóciles durante estos días, cuando son recibidas en la iglesia para diversas oraciones y servicios litúrgicos; y desaparecen de la isla completamente hasta la fiesta del año siguiente.
Los años en los que las serpientes no aparecieron fueron los de la Segunda Guerra Mundial y 1953, cuando hubo un fuerte terremoto. Cuando no se ven en la isla, los locales toman esto como un mal presagio.
Cada año, la isla celebra a la Theotokos y se celebra un festival de las serpientes.
El Papa bendice desde la ventana
Confía a la Virgen los que sufren por desastres naturales o conflictos sociales
Francisco: "María nos trae la capacidad de la misericordia, de entender al otro, de sostenernos mutuamente"
"Nos trae una nueva capacidad de atravesar con fe los momentos más difíciles"
C.D./RV, 15 de agosto de 2017 a las 13:09
Le pedimos a la Virgen que vele por nosotros, que nos apoye, que podamos tener una fe fuerte, alegre y compasiva, que nos ayude a ser santos
(Cameron Doody).- Un deseo especial del Papa Francisco hoy, en su catequesis previa al ángelus en la fiesta de la Asunción, para todos los hogares del mundo. Que reine en ellos el mismo "ambiente de alegría y comunión" que reinaba en la casa de Isabel y Zacarías tras la visita de María, la cual se cuenta en el Evangelio de hoy. "Portando a Jesús, María nos trae una nueva alegría, llena de significado", ha recordado el pontífice, antes de confiar a la Virgen "las angustias y los dolores" de los que sufren hoy por desastres naturales o conflictos sociales.
Algunas frases de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, solemnidad de la Santísima Virgen María, el Evangelio nos presenta a la joven de Nazaret, que habiendo recibido el anuncio del Ángel, se fue con prisas para estar cerca de Isabel
María oye de su boca las palabras que vinieron a formar la oración de "Ave María": 'Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre'
El don más grande que María ofrece a Isabel -y al mundo- es Jesús, que ya vive en ella
María vive ya no sólo por la fe y por la esperanza, al igual que muchas mujeres del Antiguo Testamento
En la Virgen, Jesús tomó carne humana para su misión de salvación
En la casa de Isabel y su esposo Zacarías, donde antes reinaba la tristeza por la falta de hijos, ahora existe la alegría de un bebé en camino: un niño que se convertirá en el gran Juan Bautista, precursor del Mesías
Y cuando llega María, la alegría brota de los corazones y los desborda, porque la presencia invisible pero real de Jesús llena todo de sentido: la vida, la familia, la salvación de la gente ... ¡todo!
Esta alegría completa se expresa con la voz de María en la hermosa oración que el Evangelio de Lucas nos ha trasmitido, que se llama el Magnificat
Es un canto de alabanza a Dios, que hace grandes cosas a través de las personas humildes, desconocidas para el mundo, como la misma María, o su esposo José, o como era también el lugar donde vivían, Nazarét
El Magníficat canta sobre el Dios misericordioso y fiel, que cumple su plan de salvación con los más pequeños y los pobres, con los que tienen fe en él, que confían en su palabra, como María
En esta casa [la de Isabel], la venida de Jesús a través de María no sólo ha creado un ambiente de alegría y comunión fraterna, sino también un ambiente de fe que lleva a la esperanza, a la oración, a la alabanza
Nos gustaría que todo esto sucediera hoy día en nuestros hogares
Nos gustaría que la celebración de Santa María de la Asunción nos llevara a nosotros, a nuestras familias, a nuestras comunidades, este inmenso don, la única gracia que hay que pedir siempre, antes y por encima de las otras gracias... ¡la gracia que es Jesucristo!
Portando a Jesús, María nos trae una nueva alegría, llena de significado
Nos trae una nueva capacidad de atravesar con fe los momentos más dolorosos y difíciles
Nos trae la capacidad de la misericordia, del perdón, de entender al otro, de sostenernos mutuamente
María es un modelo de virtud y fe
Al contemplar su asunción hoy al cielo, la realización final de su viaje terrenal, le damos las gracias porque siempre nos precede en la peregrinación de la vida y la fe
Le pedimos que vele por nosotros, que nos apoye, que podamos tener una fe fuerte, alegre y compasiva, que nos ayude a ser santos
Algunas frases de su saludo
A María, Reina de la Paz, que hoy contemplamos en la gloria celestial, quiero confiar una vez más las angustias y los dolores de los pueblos en muchas partes del mundo que están sufriendo debido a los desastres naturales, disturbios o conflictos sociales
¡Que reciban a nuestra Madre celestial para su consuelo y para un futuro de paz y armonía!
¡Os saludo a todos, romanos y peregrinos de diferentes países!
En particular, saludo a los jóvenes de Mira (Venecia) y la Asociación de Don Bosco de Noci
Gracias por venir. Les deseo un buen día de la Asunción, y, por favor, no se olviden de rezar por mí.
¡Buena comida y adiós!