Amar a Dios, al prójimo y a sí mismo

Evangelio según San Mateo 22,34-40. 

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: 
"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?". 
Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. 
Este es el más grande y el primer mandamiento. 
El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 
De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas". 

San José de Calasanz, presbítero y fundador

San José de Calasanz, presbítero, que promovió escuelas populares para la formación de los niños y adolescentes en el amor y en la sabiduría del Evangelio, y fundó en Roma la Orden de Clérigos Regulares de las Escuelas Pías (escolapios).

José era el menor de los cinco hijos de Pedro Calasanz y María Gastón. Nació en 1556, en el castillo de su padre, cerca de Peralta de la Sal, en Aragón. Estudió humanidades en Estadilla, donde sus compañeros se burlaban continuamente de su virtud y de su fidelidad en el cumplimiento de sus deberes religiosos. Su padre deseaba que fuese militar; pero José tenía otros planes y logró persuadirle de que le dejase ir a estudiar en la Universidad de Lérida, donde se doctoró en leyes antes de trasladarse a Valencia. Se cuenta que salió de ahí para huír de una joven pariente suya, que le sometió a una tentación semejante a la que muchos siglos antes había sufrido otro José en la corte del faraón. En la Universidad de Alcalá prosiguió sus estudios de teología y, en 1583, fue ordenado sacerdote, a los veintiocho años de edad. Pronto se extendió la fama de la sabiduría y bondad del P. José; más tarde, el obispo de Urgel le nombró vicario general de la provincia de Trempe. Tuvo ahí mucho éxito que aumentó cuando fue enviado a la región de la diócesis más próxima a los Pirineos, es decir, a Andorra, de la que el obispo de Urgel era a la vez «Pastor y Soberano», un título que conserva hasta la actualidad. Esa región solitaria e inaccesible se hallaba en un estado lamentable de decadencia moral y religiosa. San José visitó hasta el último rincón, tratando de renovar en el clero el sentido de sus responsabilidades y obligaciones. Después volvió a Trempe, donde estuvo hasta que fue nombrado vicario general de toda la diócesis. Pero desde tiempo atrás, José se sentía llamado a una tarea muy diferente. Así pues, resolvió renunciar u su oficio y beneficios, repartió su patrimonio entre sus hermanas y los pobres (guardando para sí lo necesario) y dotó varias instituciones de caridad. En 1592, salió de España con rumbo a Roma.

En la Ciudad Eterna encontró a un antiguo amigo de Alcalá, Ascanio Colonna, que era ya cardenal. El santo estuvo cinco años bajo la protección de los Colonna. Durante la peste de 1595, se distinguió por su generosidad y valor, porfiando con su amigo Camilo de Lelis por ver quién de los dos se entregaba más ardientemente al cuidado de los enfermos y moribundos. Sin embargo, José no perdía de vista el proyecto que le había movido a ir a Roma, a saber: el problema de la instrucción de los niños huérfanos y abandonados, que tan urgentemente necesitaban que alguien se ocupase de ellos. Para entonces, el santo ya se había hecho miembro de la cofradía de la Doctrina Cristiana, que tenía por finalidad instruir a los niños y a los adultos los domingos y días de fiesta. En esa forma, el P. José pudo ver con sus propios ojos la miseria e ignorancia en que vivían los niños. Pronto se convenció de que no bastaba con ofrecer un poco de instrucción una vez por semana y de que hacía falta establecer escuelas gratuitas. Empezó, pues, por persuadir a los directores de las escuelas parroquiales de que admitiesen gratuitamente a algunos alumnos pobres, pero resultaba imposible resolver el problema, sin elevar los salarios de los profesores, y el Senado Romano se negó a proporcionar fondos para ello. El santo acudió a los jesuitas y a los dominicos, pero los miembros de ambas órdenes estaban ya tan cargados de trabajo, que no podían soñar en ampliar aún más sus actividades. El P. José llegó a la conclusión de que Dios quería que él se ocupase personalmente del problema y tratase de resolverlo solo. El párroco de Santa Dorotea, Antonio Brendani, puso a disposición del santo dos habitaciones y sus propios servicios; otros dos sacerdotes se ofrecieron a colaborar en la empresa y, en noviembre de 1597, se inauguró una escuela gratuita.

Al cabo de una semana, había ya cien alumnos y el número creció rápidamente. El fundador hubo de comprometerse a pagar profesores escogidos entre los clérigos que carecían de beneficio. En 1599, San José consiguió una nueva casa para la escuela y obtuvo del cardenal Ascanio Colonna permiso para vivir en ella con los otros profesores. José actuaba como superior de la pequeña comunidad. En los dos años siguientes, el número de alumnos llegó a setecientos y, en 1602, la escuela tuvo que mudarse de nuevo a una casa más espaciosa, contigua a la iglesia de Sant'Andrea della Valle. Un día en que el P. José colgaba una campana en el patio, se cayó de la escalera y se rompió una pierna: a resultas del accidente quedó cojo y sufrió durante el resto de su vida. Clemente VIII hizo un préstamo a la escuela y los personajes de importancia empezaron a enviar a sus hijos a ella, lo cual provocó violentas críticas de parte de los profesores de las escuelas parroquiales y de algunas otras personas. Cuando las acusaciones llegaron a oídos del Pontífice, éste pidió a los cardenales Antoniani y Baronio que visitasen la escuela por sorpresa. Así se hizo y los informes de los prelados fueron tan buenos, que Clemente VIII tomó la escuela bajo su protección. La visita volvió a repetirse en circunstancias semejantes durante el pontificado de Paulo V, quien duplicó la pensión de la escuela. Pero esas dificultades no eran más que el comienzo de las persecuciones de que San José de Calasanz sería objeto durante toda su vida. No obstante, continuó el crecimiento y prosperidad de la obra. En 1611, el santo compró para la escuela un «palazzo» próximo a la iglesia de San Pantaleón. Había ya cerca de mil alumnos, entre los que se contaba cierto número de judíos, a quienes el santo abría las puertas y trataba con suma bondad. Poco a poco se inauguraron otras escuelas; en 1621, la Santa Sede aprobó la nueva congregación religiosa de enseñanza, y san José fue nombrado superior general. Las preocupaciones del superiorato no apartaron al santo de la más estricta observancia ni del cuidado de los menesterosos, de los enfermos y de todos aquellos a quienes podía prestar alguna ayuda. Por entonces, llegó a Roma con su esposa un inglés llamado Tomás Cocket, quien había quedado fuera de la ley en Inglaterra por haber abjurado del protestantismo. El santo le ayudó cuanto pudo, y el Papa, siguiendo su ejemplo, asignó una pensión a los refugiados. La congregación se extendió en los diez años siguientes en Italia y en el Imperio. 

En 1630, ingresó en la congregación en Nápoles un sacerdote de unos cuarenta años de edad, llamado Mario Sozzi, quien hizo la profesión a su debido tiempo. Durante varios años, la perversa conducta de dicho sacerdote fue una rémora para sus hermanos. Habiendo conseguido cierta influencia en el Santo Oficio, el P. Sozzi se las ingenió para obtener el puesto de provincial de los Clérigos Regulares de las Escuelas Cristianas en Toscana, con poderes extraordinarios e independencia total del superior general. Su gobierno de la provincia, caprichoso y malévolo, puso en mala situación al P. José ante las autoridades romanas.

No contento con ello, el P. Sozzi le denunció al Santo Oficio. El cardenal Cesarini, protector de la congregación, mandó confiscar todas las cartas y papeles del P. Sozzi para reivindicar al santo; pero entre los papeles del P. Sozzi había algunos documentos del Santo Oficio, el cual, incitado por Sozzi, le mandó arrestar y conducir por las calles de Roma como un malhechor. San José compareció ante los asesores, y sólo se salvó de la prisión gracias a la intevención del cardenal Cesarini. Pero el P. Sozzi quedó impune y siguió buscando la manera de apoderarse del gobierno de la congregación, haciendo valer que el santo estaba ya muy anciano y achacoso para gobernar. Finalmente, logró que el P. José fuese suspendido del generalato y que se nombrase un visitador apostólico que le era favorable. El P. Sozzi y el visitador se apoderaron prácticamente del mando y sometieron al fundador al trato más injusto y humillante que se pueda imaginar. El desorden que reinaba en la congregación era tal, que los súbditos leales no conseguían convencer de la verdad a las autoridades eclesiásticas. 

A fines de 1643, murió el P. Sozzi y le sucedió en el gobierno el P. Cherubini, quien siguió la misma política. San José soportó esas pruebas con maravillosa paciencia, urgiendo a sus hermanos a obedecer a la autoridad «de facto». En cierta ocasión, llegó hasta ofrecer refugio al P. Cherubini, contra el que se habían rebelado los sacerdotes más jóvenes, indignados por su conducta. La Santa Sede había nombrado desde hacía algún tiempo una comisión de cardenales para estudiar el asunto y, en 1645, restituyó finalmente al santo el puesto de superior general. La noticia llenó de gozo a la mayor parte de los religiosos; pero los descontentos, apoyados por una pariente del Papa, apelaron nuevamente al Pontífice. La suerte les favoreció y, en 1646, un breve de Inocencio X redujo la Congregación de los Clérigos Regulares de las Escuelas Cristianas a la categoría de simple asociación sujeta a los obispos de las respectivas diócesis. Así, a los noventa años de edad, el santo tuvo la pena de ver desmoronarse aparentemente su obra, por autoridad de la Santa Sede, a la que tanto amaba, y de verse humillado a los ojos del mundo. Cuando se enteró de la noticia, murmuró simplemente las palabras de Job: «Dios me lo dio, Dios me lo quitó. ¡Bendito sea!»

El P. Cherubiui fue encargado de la tarea de redactar las nuevas reglas y constituciones. Pero unos cuantos meses después, los auditores de la Rota comprobaron los cargos que se habían hecho contra él de malversación de fondos del Colegio Nazareno, del que era rector. El P. Cherubini salió de Roma en desgracia. Volvió al año siguiente, arrepentido del papel que había desempeñado en la conspiración contra san José y murió en brazos de éste. San José de Calasanz murió pocos meses después, el 25 de agosto de 1648 y fue sepultado en la iglesia de San Pantaleón. Tenía entonces noventa y dos años. A nadie escapa la semejanza de la vida de san José con la de san Alfonso María de Ligorio. Durante los días turbulentos de la historia de la fundación de los redentoristas, san Alfonso solía consolarse leyendo la vida de san José de Calasanz.

Este último fue canonizado en 1767, seis años antes de la muerte de Alban Butler, quien sólo le consagró un breve artículo. En él le calificaba de «segundo Job, perpetuo milagro de fortaleza». El cardenal Lambertini, que más tarde fue Papa con el nombre de Benedicto XIV, empleó la misma comparación ante la Sagrada Congregación de Ritos, en 1728. El fracaso de la obra de san José fue sólo aparente. La supresión de la congregación despertó oposición y protestas en varias ciudades; en 1656, se concedió a los Clérigos Regulares de las Escuelas Cristianas la profesión de votos simples y, en 1669, se aprobó de nuevo la congregación. Los hijos de San José de Calasanz (comúnmente llamados escolapios) se hallan actualmente establecidos en varias partes del mundo. 

Los biógrafos del santo han aprovechado bien los documentos de los procesos de beatificación y canonización. Tal es particularmente el caso de la biografía italiana del siglo XVIII. Probablemente, la primera biografía detallada fue la que escribió el P. Mussesti (escolapio) para información del Papa Alejandro VII, menos de veinte años después de la muerte del santo. De entonces acá, se han publicado numerosas biografías en italiano, francés, español y alemán. Citaremos entre ellas las de Timon-David (1883), Tommaseo (1898), Casanovas y Sanz (1904) , Heidenreich (1907) , Giovanozzi (1930) y Santoloci (1948) . Véase también Heimbucher, Order und Kongregationen der Kat. Kirche, vol. III, pp. 287-296; y Pastor, Geschichte der Päpste, sobre todo vol. XI, pp. 431-433.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Oremos  

Dios nuestro, que adornaste a san José de Calasanz con una gran caridad y abnegación, para que entregara su vida a la enseñanza y educación de la juventud y la niñez, concédenos que, así como veneramos en él a un maestro de sabiduría, así también imitemos  su total entrega al servicio de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Antonio de Padua (1195-1231), franciscano, doctor de la Iglesia Sermones para el domingo y las fiestas

Amar a Dios, al prójimo y a sí mismo

Ámate tal cual Aquel que te ha amado te ha hecho. Despréciate tal como tú te has hecho. Sométete a Aquel que está por encima de ti. Desprecia lo que está por debajo de ti. Ámate de la misma manera que te ha amado Aquel que se entregó por ti. Despréciate  por haber despreciado eso que Dios ha hecho y ha amado en ti... 

¿Quieres tener siempre a Dios en tu espíritu? Mírate tal como Dios te ha hecho. No busques ser otro que tú mismo, no quieras ser otro que ese que Dios te ha hecho. De esta manera tendrás siempre a Dios en tu espíritu.

El Papa Francisco, en su videomensaje

El Papa envía un videomensaje a los presos de Ezeiza, con quienes habla semanalmente
Francisco pide que la prisión no sea "un instrumento de tortura"
"La vida -ustedes lo saben- es un regalo, pero un regalo que hay que conquistarlo cada día"

Jesús Bastante, 24 de agosto de 2017 a las 17:43

Para que la pena sea fecunda debe tener un horizonte de esperanza, de lo contrario, queda encerrada en sí misma y es solamente un instrumento de tortura, no es fecunda

(Jesús Bastante).- "La vida -ustedes lo saben- es un regalo, pero un regalo que hay que conquistarlo cada día". Francisco envió un videomensaje a los estudiantes del complejo penitenciario federal de Ezeiza, en Argentina, lugar al que el Papa llama cada domingo, y donde mantiene relación con algunos reclusos.

Francisco dirige su mensaje a los participantes en 'UBA XXII', un Programa de la Universidad de Buenos Aires, dependiente de la Secretaría de Asuntos Académicos, que dicta carreras de grado con modalidad presencial y actividades de Extensión en establecimientos del Servicio Penitenciario Federal.

Tiene por finalidad garantizar el acceso a la formación universitaria curricular y extra curricular de personas que se encuentran privadas de su libertad. Se trata de un programa que ayuda a la reinserción social de los detenidos y que influye en la tasa de reincidencia.

En su mensaje, Bergoglio muestra su alegría por la existencia de dicho centro, "un espacio de trabajo, de cultura, de progreso, es un signo de humanidad". Las palabras del Papa coinciden con la apertura de un taller de música en el centro, que califica de "un aliento de vida".

La vida, añade el Papa, es un regalo. "Nos lo regalan pero tenemos que conquistarlo cada día. Tenemos que conquistarlo en cada paso de la vida. Un regalo que no es fácil conservarlo", apunta.

"Ánimo cada día. Dificultades a montones, todos las tenemos, pero ese regalo lo cuidamos y lo hacemos progresar, lo cuidamos y lo hacemos florecer", subraya el Pontífice, quien constata que "los internos están pagando una pena, una pena por un error cometido. Pero no olvidemos que para que la pena sea fecunda debe tener un horizonte de esperanza, de lo contrario, queda encerrada en sí misma y es solamente un instrumento de tortura, no es fecunda".

En este punto, el Papa clamó por la "esperanza de reinserción social" y la necesidad de una capacitación que les permita "mirar al futuro". "Con este nuevo taller de música están mirando a la reinserción social, ya ahora se están reinsertando con los estudios, con la Universidad de Buenos Aires, están mirando a la reinserción social. Es una pena con esperanza, una pena con horizonte", añadió. "Vuelvo a decir, problemas hay y los habrá, pero el horizonte es más grande que los problemas, la esperanza supera todos los problemas".

Texto del videomensaje del Papa Francisco:

Mis amigos que forman parte del Centro de estudiantes universitarios de Ezeiza, un cordial saludo, un saludo que evoque esas llamadas dominicales que hago al penal. Estoy al tanto de todas vuestras actividades y me da mucha alegría la existencia de este espacio, un espacio de trabajo, de cultura, de progreso, es un signo de humanidad. Y no podría existir si entre ustedes no hubiera personas de tanta sensibilidad humana, entre los internos, los agentes del servicio penitenciario, directivos, jueces, miembros de la Universidad de Buenos Aires y los estudiantes. Gracias. 

Ahora un paso más. Impulsaron la apertura del Taller de música. Quiero agradecer a todos los que ayudaron en esta iniciativa: al señor jefe Claudio Segura, al director señor Alejandro González, al apoyo y el aval de la Universidad de Buenos Aires y del Poder Judicial y, sobre todo, a los secretarios de Casación, Luis y Víctor y a los internos a cargo del Centro de estudiantes - Marcelino, Guille, Edo- que los conozco por teléfono. Gracias por todo lo que han hecho. 

Es un aliento de vida esto que está sucediendo en el penal entre ustedes. Y la vida -ustedes lo saben- es un regalo, pero un regalo que hay que conquistarlo cada día. Nos lo regalan pero tenemos que conquistarlo cada día. Tenemos que conquistarlo en cada paso de la vida. Un regalo que no es fácil conservarlo. Ánimo cada día. Dificultades a montones, todos las tenemos, pero ese regalo lo cuidamos y lo hacemos progresar, lo cuidamos y lo hacemos florecer. 

Los internos están pagando una pena, una pena por un error cometido. Pero no olvidemos que para que la pena sea fecunda debe tener un horizonte de esperanza, de lo contrario, queda encerrada en sí misma y es solamente un instrumento de tortura, no es fecunda. Pena con esperanza, entonces es fecunda. Esperanza de reinserción social, y para eso, capacitación social, mirando al futuro, y esto es lo que están haciendo ustedes. Con este nuevo taller de música están mirando a la reinserción social, ya ahora se están reinsertando con los estudios, con la Universidad de Buenos Aires, están mirando a la reinserción social. Es una pena con esperanza, una pena con horizonte. Vuelvo a decir, problemas hay y los habrá, pero el horizonte es más grande que los problemas, la esperanza supera todos los problemas. 

Queridos amigos, rezo por ustedes, los tengo cerca al corazón, les pido que no se olviden de hacerlo por mí. Que Dios los bendiga y adelante, siempre con una sonrisa. Hasta el próximo llamado.

La liturgia - Holycouncil.org

“La reforma litúrgica es irreversible”, advierte el Papa Francisco
"La liturgia es ‘popular’ y no clerical, es una acción para el pueblo, pero también del pueblo"
El Pontífice aboga por una liturgia "inclusiva y no exclusia, promotora de comunión entre todos"

Jesús Bastante, 24 de agosto de 2017 a las 15:53

La Iglesia está viva, si formando un solo ser viviente con Cristo, es portadora de vida, es materna, es misionera, sale al encuentro del prójimo, solícita para servir sin perseguir poderes mundanos que la hacen estéril

(RV).- "La Iglesia está viva, si formando un solo ser viviente con Cristo, es portadora de vida, es materna, es misionera, sale al encuentro del prójimo, solícita para servir sin perseguir poderes mundanos que la hacen estéril", es la exhortación del Papa Francisco a los participantes en la 68° Semana Litúrgica Nacional, organizado por el Centro de Acción Litúrgica (CAL) de Italia, a quienes recibió en Audiencia este 24 de agosto, en el Aula Pablo VI del Vaticano.

En su discurso, el Santo Padre recordó que, el Centro de Acción Litúrgica este año cumple 70 años de fundación, y que este arco de tiempo es un periodo en el cual, en la historia de la Iglesia y, en particular, en el de la liturgia, han sucedido eventos sustanciales y no superficiales como el Concilio Vaticano II y la Reforma Litúrgica que de ella ha surgido. Eventos, señaló el Pontífice, que no han florecido espontáneamente, sino que han sido preparados largamente. Desde los cambios introducidos por San Pío X a la liturgia, hasta el Concilio Vaticano II y la promulgación de la Constitución Sacrosanctum Concilium (SC), como así también, los libros litúrgicos promulgados por el Beato Pablo VI.

"Y hoy todavía hay mucho que hacer en esta dirección - afirmó el Papa - en particular redescubriendo los motivos de las decisiones realizadas con la reforma litúrgica, superando lecturas infundadas y superficiales, recepciones parciales y prácticas que la desfiguran. No se trata de repensar la reforma revisando las opciones - precisó el Pontífice - cuanto de conocer mejor las razones subyacentes, incluso por medio de los documentos históricos, como también de interiorizar los principios inspiradores y de observar la disciplina que la rige".

Después de haber recorrido la memoria histórica del movimiento litúrgico, el Papa Francisco reflexionó sobre algunos aspectos de la liturgia a la luz del tema elegido para la 68° Semana Litúrgica Nacional: "Una liturgia viva para una Iglesia viva".

"La liturgia es viva en razón de la presencia viva de Aquel que muriendo ha destruido la muerte y resucitando nos ha devuelto la vida. Sin la presencia real del misterio de Cristo - afirmó el Papa - no existe ninguna vitalidad litúrgica. Lo que define la liturgia es de hecho la actuación, en los santos signos, del sacerdocio de Jesucristo, es decir, la entrega de su vida hasta extender sus brazos en la cruz, sacerdocio hecho presente en modo constante a través de los ritos y las oraciones, máximamente en su Cuerpo y Sangre, pero también en la persona del sacerdote, en la proclamación de la Palabra de Dios, en la asamblea congregada en oración en su nombre".

Por su naturaleza, señaló el Papa Francisco, la liturgia es vida para todo el pueblo de Dios, de hecho, dijo, es "popular" y no clerical, ya que es una acción para el pueblo y del pueblo.

"La liturgia es vida para el entero pueblo de la Iglesia. Por su naturaleza - puntualizó el Papa - la liturgia es de hecho ‘popular' y no clerical, siguiendo la etimología, es una acción para el pueblo, pero también del pueblo. Como lo recuerdan tantas oraciones litúrgicas, es la acción que Dios mismo realiza en favor de su pueblo, pero también es la acción del pueblo que escucha a Dios que habla y responde alabándolo, invocándolo, acogiendo la inagotable fuente de vida y de misericordia que fluye en los santos signos".

Esta dimensión "popular" de la liturgia, afirmó el Santo Padre, nos recuerda que es inclusiva y no exclusiva, promotora de comunión entre todos, sin homologar los diferentes carismas y vocaciones en la Iglesia, cuerpo de Cristo.

Por ello, la liturgia dijo el Papa, es vida y no una idea por entender. Es una acción que transforma el modo de pensar y de comportarse, es fuente de vida y de luz para nuestro camino de fe.

"La liturgia es vida y no una idea por entender. De hecho, nos lleva a vivir una experiencia transformadora del modo de pensar y de comportarse, y no enriquece el propio bagaje cultural de las ideas de Dios. El culto litúrgico no es sobre todo una doctrina por comprender, o un rito por realizar; es naturalmente también esto, pero de otro modo, es esencialmente diverso: es una fuente de vida y de luz para nuestro camino de fe".

Antes de concluir su discurso, el Papa Francisco invitó a los responsables del Centro de Acción Litúrgica a proseguir en fidelidad a la inspiración original de servir a la oración del pueblo santo de Dios. "Es una tarea que todavía hoy les pido - dijo el Papa - de ayudar a los ministros ordenados, como a los demás ministros, los cantores, los artistas, los músicos, a cooperar para que la liturgia sea fuente y culmen de la vitalidad de la Iglesia".

Un cambio de 180º y en camino de la libertad

Santo Evangelio según San Mateo 22,34-40. Viernes XX del Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

La vida es un instante comparado con la eternidad. Quiero detenerme en este frenesí para estar contigo, Jesús, Amigo mío. Quiero poner toda mi vida aquí y quiero comenzar de nuevo. Comenzaré a caminar contigo, a tu lado. Muchas veces soy yo quien camino solo, pienso que puedo llevar toda la carga por mí mismo y me doy cuenta que no puedo, que necesito de Ti.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

"Como a ti mismo" Es interesante darnos cuenta que Jesús nos pide amar al prójimo como a nosotros. ¿Qué es lo que podemos aprender de esto? No es casualidad sino algo muy importante. En el orden de estos mandamientos está la paz y la libertad. Lo primero es amar a Dios, pero para amar a Dios hay que darse cuenta de todo el amor que hemos recibido de Él. El Papa Benedicto XVI nos decía que el ser cristiano nace de una experiencia profunda. Es necesario aprender a ver la propia vida e historia como un regalo de un Dios, que es Padre, Hermano y Amigo.

Sólo cuando uno se da cuenta del amor recibido y del cariño con el cual lo ve Dios, cuando uno se da cuenta que Dios es un Ser personal que nos ama tal cual somos, es cuando todo cambia. Cuando sentimos que alguien nos mira con amor, nuestra vida da un giro de 180º.

Al mismo tiempo, al sentirme amado me doy cuenta que soy un regalo para los demás, que mi historia, con sus más y con sus menos, es un camino marcado por el amor. En fin, que mi historia y todo lo que soy es algo amable, es algo que he de valorar y he de mirar con alegría. Dios me ha creado, me ha formado, me ha mandado a una familia… Es en este momento cuando entiendo quetodo lo que soy, con toda mi historia, es un tesoro, del mismo modo el otro es un tesoro para mí, es un regalo. En una palabra, es mi hermano. A veces podrá tener muchos defectos, pero es mi hermano y lo amo. Somos hijos del mismo Padre y hemos sido llevados de la mano con todo el amor. Cuando hago la experiencia de un Dios Padre y del prójimo como hermano,alcanzo la paz.

Y el Nuevo Testamento nos enseña que el pleno cumplimiento de la justicia es amar al prójimo como a sí mismo. Cuando nosotros seguimos, con la gracia de Dios, este mandamiento, ¡cómo cambian las cosas! ¡Porque cambiamos nosotros! Esa persona, ese pueblo, que vemos como enemigo, en realidad tiene mi mismo rostro, mi mismo corazón, mi misma alma. Tenemos el mismo Padre en el cielo. Entonces, la verdadera justicia es hacer a esa persona, a ese pueblo, lo que me gustaría que me hiciesen a mí, a mi pueblo.

(Homilía de S.S. Francisco, 6 de junio de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy visitaré algún familiar o conocido que esté solo o triste. Voy a llevarle algún detalle que le pueda alegrar y, si es prudente, lo invitaré a rezar conmigo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Luis IX, Santo
Memoria Litúrgica, 25 de agosto

Rey de Francia

Martirologio Romano: San Luis IX, rey de Francia, que, tanto en tiempo de paz como durante la guerra para defensa de los cristianos, se distinguió por su fe activa, su justicia en el gobierno, el amor a los pobres y la paciencia en las situaciones adversas. Tuvo once hijos en su matrimonio, a los que educó de una manera inmejorable y piadosa, y gastó sus bienes, fuerzas y su misma vida en la adoración de la Cruz, la Corona y el sepulcro del Señor, hasta que, contagiado de peste, murió en el campamento de Túnez, en la costa de África del Norte (1270).

Etimología: Luis = guerrero ilustre. Viene de la lengua alemana.

Fecha de canonización: El Papa Bonifacio VIII lo canonizo en el año 1297

Breve Biografía
San Luis, rey de Francia, es, ante todo, una Santo cuya figura angélica impresionaba a todos con sólo su presencia. Vive en una época de grandes heroísmos cristianos, que él supo aprovechar en medio de los esplendores de la corte para ser un dechado perfecto de todas las virtudes. Nace en Poissy el 25 de abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su padre, Luis VIII, es coronado rey de los franceses bajo la regencia de su madre, la española Doña Blanca de Castilla. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra, para santos y fieles discípulos del Señor. Las madres, las dos princesas hijas del rey Alfonso VIII de Castilla, y los hijos, los santos reyes San Luis y San Fernando.

En medio de las dificultades de la regencia supo Doña Blanca infundir en el tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde, pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. «Hijo -le venía diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».

Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX, el 5 de abril de 1234. Ya rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza. Ella sería la compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los peldaños de la santidad.

En lo humano, el reinado de San Luis se tiene como uno de los más ejemplares y completos de la historia. Su obra favorita, las Cruzadas, son una muestra de su ideal de caballero cristiano, llevado hasta las últimas consecuencias del sacrificio y de la abnegación. Por otra parte, tanto en la política interior como en la exterior San Luis ajustó su conducta a las normas más estrictas de la moral cristiana. Tenía la noción de que el gobierno es más un deber que un derecho; de aquí que todas sus actividades obedecieran solamente a esta idea: el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus súbditos.

Desde el principio de su reinado San Luis lucha para que haya paz entre todos, pueblos y nobleza. Todos los días administra justicia personalmente, atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. Desde 1247 comisiones especiales fueron encargadas de recorrer el país con objeto de enterarse de las más pequeñas diferencias. Como resultado de tales informaciones fueron las grandes ordenanzas de 1254, que establecieron un compendio de obligaciones para todos los súbditos del reino.

El reflejo de estas ideas, tanto en Francia como en los países vecinos, dio a San Luis fama de bueno y justiciero, y a él recurrían a veces en demanda de ayuda y de consejo. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y de Raimundo de Tolosa, a los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra. San Luis combate contra ellos y derrota a los ingleses en Saintes (22 de julio de 1242). Cuando llegó la hora de dictar condiciones de paz el vencedor desplegó su caridad y misericordia. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus privilegios y posesiones. Si esto hizo con los suyos, aún extremó más su generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento garantizara mejor la paz entre los dos Estados.

Padre de su pueblo y sembrador de paz y de justicia, serán los títulos que más han de brillar en la corona humana de San Luis, rey. Exquisito en su trato, éste lo extiende, sobre todo, en sus relaciones con el Papa y con la Iglesia. Cuando por Europa arreciaba la lucha entre el emperador Federico II y el Papa por causa de las investiduras y regalías, San Luis asume el papel de mediador, defendiendo en las situaciones más difíciles a la Iglesia. En su reino apoya siempre sus intereses, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que se entregaban algunos clérigos, coordinando de este modo los derechos que como rey tenía sobre su pueblo con los deberes de fiel cristiano, devoto de la Silla de San Pedro y de la Jerarquía. Para hacer más eficaz el progreso de la religión en sus Estados se dedica a proteger las iglesias y los sacerdotes. Lucha denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y hace por que desaparezca la herejía entre los fieles, para lo que implanta la Inquisición romana, favoreciéndola con sus leyes y decisiones.

Personalmente da un gran ejemplo de piedad y devoción ante su pueblo en las fiestas y ceremonias religiosas. En este sentido fueron muy celebradas las grandes solemnidades que llevó a cabo, en ocasión de recibir en su palacio la corona de espinas, que con su propio dinero había desempeñado del poder de los venecianos, que de este modo la habían conseguido del empobrecido emperador del Imperio griego, Balduino II. En 1238 la hace llevar con toda pompa a París y construye para ella, en su propio palacio, una esplendorosa capilla, que de entonces tomó el nombre de Capilla Santa, a la que fue adornando después con una serie de valiosas reliquias entre las que sobresalen una buena porción del santo madero de la cruz y el hierro de la lanza con que fue atravesado el costado del Señor.

A todo ello añadía nuestro Santo una vida admirable de penitencia y de sacrificios. Tenía una predilección especial para los pobres y desamparados, a quienes sentaba muchas veces a su mesa, les daba él mismo la comida y les lavaba con frecuencia los pies, a semejanza del Maestro. Por su cuenta recorre los hospitales y reparte limosnas, se viste de cilicio y castiga su cuerpo con duros cilicios y disciplinas. Se pasa grandes ratos en la oración, y en este espíritu, como antes hiciera con él su madre, Doña Blanca, va educando también a sus hijos, cumpliendo de modo admirable sus deberes de padre, de rey y de cristiano.

Sólo le quedaba a San Luis testimoniar de un modo público y solemne el gran amor que tenía para con nuestro Señor, y esto le impulsa a alistarse en una de aquellas Cruzadas, llenas de fe y de heroísmo, donde los cristianos de entonces iban a luchar por su Dios contra sus enemigos, con ocasión de rescatar los Santos Lugares de Jerusalén. A San Luis le cabe la gloria de haber dirigido las dos últimas Cruzadas en unos años en que ya había decaído mucho el sentido noble de estas empresas, y que él vigoriza de nuevo dándoles el sello primitivo de la cruz y del sacrificio.

En un tiempo en que estaban muy apurados los cristianos del Oriente el papa Inocencio IV tuvo la suerte de ver en Francia al mejor de los reyes, en quien podía confiar para organizar en su socorro una nueva empresa. San Luis, que tenía pena de no amar bastante a Cristo crucificado y de no sufrir bastante por Él, se muestra cuando le llega la hora, como un magnífico soldado de su causa. Desde este momento va a vivir siempre con la vista clavada en el Santo Sepulcro, y morirá murmurando: «Jerusalén».

En cuanto a los anteriores esfuerzos para rescatar los Santos Lugares, había fracasado, o poco menos, la Cruzada de Teobaldo IV, conde de Champagne y rey de Navarra, emprendida en 1239-1240. Tampoco la de Ricardo de Cornuailles, en 1240-1241, había obtenido otra cosa que la liberación de algunos centenares de prisioneros.

Ante la invasión de los mogoles, unos 10.000 kharezmitas vinieron a ponerse al servicio del sultán de Egipto y en septiembre de 1244 arrebataron la ciudad de Jerusalén a los cristianos. Conmovido el papa Inocencio IV, exhortó a los reyes y pueblos en el concilio de Lyón a tomar la cruz, pero sólo el monarca francés escuchó la voz del Vicario de Cristo.

Luis IX, lleno de fe, se entrevista con el Papa en Cluny (noviembre de 1245) y, mientras Inocencio IV envía embajadas de paz a los tártaros mogoles, el rey apresta una buena flota contra los turcos. El 12 de junio de 1248 sale de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen 40.000 hombres y 2.800 caballos.

El 17 de septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los cruzados. Allí pasan el invierno, pero pronto les atacan la peste y demás enfermedades. El 15 de mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. «Con el escudo al cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua hasta el sobaco», San Luis, saltando de la nave, arremetió contra los sarracenos. Pronto era dueño de Damieta (7 de junio de 1249). El sultán propone la paz, pero el santo rey no se la concede, aconsejado de sus hermanos. En Damieta espera el ejército durante seis meses, mientras se les van uniendo nuevos refuerzos, y al fin, en vez de atacar a Alejandría, se decide a internarse más al interior para avanzar contra El Cairo. La vanguardia, mandada por el conde Roberto de Artois, se adelanta temerariamente por las calles de un pueblecillo llamado Mansurah, siendo aniquilada casi totalmente, muriendo allí mismo el hermano de San Luis (8 de febrero de 1250). El rey tuvo que reaccionar fuertemente y al fin logra vencer en duros encuentros a los infieles. Pero éstos se habían apoderado de los caminos y de los canales en el delta del Nilo, y cuando el ejército, atacado del escorbuto, del hambre y de las continuas incursiones del enemigo, decidió, por fin, retirarse otra vez a Damieta, se vio sorprendido por los sarracenos, que degollaron a muchísimos cristianos, cogiendo preso al mismo rey, a su hermano Carlos de Anjou, a Alfonso de Poitiers y a los principales caballeros (6 de abril).

Era la ocasión para mostrar el gran temple de alma de San Luis. En medio de su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una suprema resignación. Hasta sus mismos enemigos le admiran y no pueden menos de tratarle con deferencia. Obtenida poco después la libertad, que con harta pena para el Santo llevaba consigo la renuncia de Damieta, San Luis desembarca en San Juan de Acre con el resto de su ejército. Cuatro años se quedó en Palestina fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando con profunda piedad y devoción a los Santos Lugares de Nazaret, Monte Tabor y Caná. Sólo en 1254, cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.

A su vuelta es recibido con amor y devoción por su pueblo. Sigue administrando justicia por sí mismo, hace desaparecer los combates judiciarios, persigue el duelo y favorece cada vez más a la Iglesia. Sigue teniendo un interés especial por los religiosos, especialmente por los franciscanos y dominicos. Conversa con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, visita los monasterios y no pocas veces hace en ellos oración, como un monje más de la casa.

Sin embargo, la idea de Jerusalén seguía permaneciendo viva en el corazón y en el ideal del Santo. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa, pocas esperanzas les iban quedando ya a los cristianos de Oriente. Los mamelucos les molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. Por si fuera poco, en 1261 había caído a su vez el Imperio Latino, que años antes fundaran los occidentales en Constantinopla. En Palestina dominaba entonces el feroz Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con los cristianos. El papa Clemente IV instaba por una nueva Cruzada. Y de nuevo San Luis, ayudado esta vez por su hermano, el rey de Sicilia, Carlos de Anjou, el rey Teobaldo II de Navarra, por su otro hermano Roberto de Artois, sus tres hijos y gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los infieles.

En esta ocasión, en vez de dirigirse directamente al Oriente, las naves hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. Tal vez obedeciera esto a ciertas noticias que habían llegado a oídos del Santo de parte de algunos misioneros de aquellas tierras. En un convento de dominicos de Túnez parece que éstos mantenían buenas relaciones con el sultán, el cual hizo saber a San Luis que estaba dispuesto a recibir la fe cristiana. El Santo llegó a confiarse de estas promesas, esperando encontrar con ello una ayuda valiosa para el avance que proyectaba hacer hacia Egipto y Palestina.

Pero todo iba a quedar en un lamentable engaño que iba a ser fatal para el ejército del rey. El 4 de julio de 1270 zarpó la flota de Aguas Muertas y el 17 se apoderaba San Luis de la antigua Cartago y de su castillo. Sólo entonces empezaron los ataques violentos de los sarracenos.

El mayor enemigo fue la peste, ocasionada por el calor, la putrefacción del agua y de los alimentos. Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles. El 3 de agosto muere el segundo hijo del rey, Juan Tristán, cuatro días más tarde el legado pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo San Luis, que, como siempre, se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de reinado.

Pocas horas más tarde arribaban las naves de Carlos de Anjou, que asumió la dirección de la empresa. El cuerpo del santo rey fue trasladado primeramente a Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio, de París. Desde este momento iba a servir de grande veneración y piedad para todo su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1297, era solemnemente canonizado por Su Santidad el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).

El Encuentro Mundial de las Familias 2018, será en la ‘Sylicon Valley’ de Europa

El arzobispo Diarmuid Martin presentó el programa oficial

El Arzobispo De Dublín, Diarmuid Martin, En La Sala De Prensa De La Santa Sede (Foto ZENIT Cc)

(ZENIT – Roma, 25 Ago. 2017).- El Encuentro Mundial de las Familias 2018, que se realizará en Dublín, capital de Irlanda, del 22 al 26 de agosto próximos, es en la “Sylicon Valley” de Europa, donde tienen la sede central algunas de la mayores empresas tecnológicas del mundo, como Facebook, Google, Twitter y otras.

Lo indicó Mons. Diarmuid Martin, arzobispo de Dublín, al presentar el pasado lunes el programa de preparación del Encuentro Mundial de las Familias instituido por el papa san Juan Pablo II en 1994 y que el año próximo se realizará en santuario mariano de Knock, el mayor de Irlanda. También señaló que la web del evento es: www.worldmeeting2018.ie

En declaraciones a Radio Vaticano, Mons Martin aseguró que a nivel eclesiástico y laical se manifiesta una participación extraordinaria a la preparación del evento,  que estas reuniones contaron con “representantes de las 26 diócesis de Irlanda, con familias que llegaron desde las diversas diócesis y con todos los obispos que se encuentran en el país”.

Mons. Martin precisó que la preparación está centrada en lo que el Papa ha solicitado: “ayudar a las familias a reflexionar sobre los varios temas citados en la Amoris Laetitia”.

Indicó también, que el centro de conferencias en el que se realizará el encuentro, “es casi una pequeña aldea”, en la que las familias podrán participar de diversas actividades, momentos de fe, grupos de trabajo, encuentros para las familias presentes e iniciativas de entretenimiento.

Además cada día será posible tener un programa para los niños y para los jóvenes, a lo que se añaden los encuentros multimedia sobre los temas tratados en la Encíclica, entre ellos el impacto de la tecnología en la vida familiar.

CONTRA TERRORISMO, FAMILIA

+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo de San Cristóbal de Las Casas

VER

Desconcierto, desesperación, rabia, angustia, miedo, son algunas de las reacciones ante los actos de terrorismo, los recientes en Barcelona y los anteriores en otras partes del mundo, más los que pueden venir en otros lugares. No sería extraño que en la mira estén Italia, El Vaticano y otros países. Y la pregunta que todos nos hacemos: ¿Por qué sucede esto? ¿De quién es la culpa, de quién la responsabilidad?

Podemos culpar a la incapacidad de los gobiernos, de las policías, de los sistemas de seguridad, de los ejércitos. En cada país tendrán que analizar si pueden hacer mucho más para proteger a la sociedad. Sin embargo, por más tecnologías que se usen para detectar a los terroristas, siempre estamos expuestos a sus crímenes sanguinarios.

Yo sostengo que una de las raíces profundas de la desorientación ideológica y del apasionamiento desalmado y destructor de muchos jóvenes, que puede llevar al terrorismo, es la falta de una familia bien integrada y con una fe cimentada, que se expresa en el respeto a los demás.

El terrorismo, sin embargo, tiene muchos rostros. Son terroristas los narcotraficantes, que asesinan a quien no colabora con ellos; no les importa nada ni nadie. Son terroristas los secuestradores, que destruyen vidas sólo por obtener un dinero que no se han ganado con su trabajo honrado. Son terroristas los violadores de mujeres y de niños, porque matan la vida, la alegría, la paz y la esperanza. Son terroristas los jóvenes alcoholizados y drogados, porque son el espanto de la vecindad, el dolor y la incertidumbre de sus padres. Son terroristas los comunicadores que difunden noticias sin fundamento y erosionan la fama de alguien. Son terroristas los gobernantes que se imponen con amenazas de cárcel y de extinción a sus enemigos políticos.

Todos estos terroristas, y muchos otros, no han gozado de una bonita familia, de un padre justo, honesto, presente, trabajador, solidario con los demás; ni de una madre cercana, confiable, cariñosa, comprensiva. Cuando se tiene una familia integrada, normalmente los hijos crecen sanos de cuerpo y alma No hace falta ser ricos. Con el trabajo de cada día, se educan para trabajar y ganarse el sustento con responsabilidad.

PENSAR

Dice el Papa Francisco en Amoris laetitia“La familia podría ser el lugar de la prevención y de la contención, pero la sociedad y la política no terminan de percatarse de que una familia en riesgo pierde la capacidad de reacción para ayudar a sus miembros. Notamos las graves consecuencias de esta ruptura en familias destrozadas, hijos desarraigados, ancianos abandonados, niños huérfanos de padres vivos, adolescentes y jóvenes desorientados y sin reglas” (51).

“Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos” (52).

“En varios países, la legislación facilita el avance de una multiplicidad de alternativas, de manera que un matrimonio con notas de exclusividad, indisolubilidad y apertura a la vida termina apareciendo como una oferta anticuada entre muchas otras. Avanza en muchos países una deconstrucción jurídica de la familia que tiende a adoptar formas basadas casi exclusivamente en el paradigma de la autonomía de la voluntad. Si bien es legítimo y justo que se rechacen viejas formas de familia «tradicional», caracterizadas por el autoritarismo e incluso por la violencia, esto no debería llevar al desprecio del matrimonio sino al redescubrimiento de su verdadero sentido y a su renovación. La fuerza de la familia reside esencialmente en su capacidad de amar y enseñar a amar. Por muy herida que pueda estar una familia, esta puede crecer gracias al amor” (53).

ACTUAR

Demos a la familia un lugar prioritario. Cuando haya problemas entre los esposos, que no sea su primera alternativa la separación. Dialoguen, aclaren las cosas, sean humildes para reconocer sus errores, pedir perdón y perdonar. Eviten la violencia física, psíquica y verbal. Dediquen tiempo a sus hijos, escúchenlos, compréndanlos, oriéntenlos, no dejen de darles buenos consejos, aunque pareciera que de momento no hacen caso; a su tiempo, reconocerán lo justo de sus indicaciones. Acérquense a Dios, quien no es una carga, sino quien les ayuda a llevar las cargas de la vida. Acerquen a sus hijos a la Iglesia, para que les ayude en su tarea de educarlos en el buen camino. Dios no es enemigo, sino amigo y padre de la humanidad.

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