Cristo nos llama a escoger el camino que conduce a su Reino

Evangelio según San Mateo 23,13-22. 

"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran. 

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes! 

¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: 'Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale'! 

¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro? 

Ustedes dicen también: 'Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar'. 
¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda? 

Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él. 

Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita. 
Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él. 

San Agustin de Hipona

San Agustín de Hipona, obispo y doctor de la Iglesia

Memoria de san Agustín, obispo y doctor eximio de la Iglesia, que, convertido a la fe católica después de una adolescencia inquieta por los principios doctrinales y las costumbres, fue bautizado en Milán por san Ambrosio y, vuelto a su patria, llevó con algunos amigos una vida ascética y entregada al estudio de las Sagradas Escrituras. Elegido después obispo de Hipona, en la actual Argelia, durante treinta y cuatro años fue maestro de su grey, a la que instruyó con sermones y numerosos escritos, con los cuales también combatió valientemente los errores de su tiempo y expuso con sabiduría la recta fe.

San Agustín ha sido uno de los santos más famosos de la Iglesia católica. Después de Jesucristo y de San Pablo es difícil encontrar un líder espiritual que haya logrado ejercer mayor influencia entre los católicos que este enorme santo.

Su inteligencia era sencillamente asombrosa, su facilidad de palabra ha sido celebrada por todos los países. De los 400 sermones que dejo escritos, han sacado y seguirán sacando material precioso para sus enseñanzas, los maestros de religión de todos los tiempos.    Cuando Agustín se convirtió al catolicismo escribió el libro Confesiones, que lo ha hecho famoso en todo el mundo.

Su lectura ha sido la delicia de millones de lectores en muchos países por muchos siglos. El comentaba que a la gente le agrada leer este escrito por gozan leyendo de los defectos ajenos, pero no se esmeran en corregir los propios. La lectura de "Las Confesiones de San Agustín" ha convertido a muchos pecadores. Por ejemplo Santa Teresa cambio radicalmente de comportamiento al leer esas páginas.   Cuando joven tuvo una grave enfermedad y ante el temor de la muerte se hizo instruir en la religión católica y se propuso hacerse bautizar.

Pero apenas recobro la salud se le olvidaron sus buenos propósitos y siguió siendo pagano. Más tarde criticara fuertemente a los que dejan para bautizarse cuando ya son bastante mayores, para poder seguir pecando.   Luego leyó una obra que le hizo un gran bien y fue el "Hortensio" de Cicerón. Este precioso libro lo convenció de que cada cual vale más por lo que es y por lo que piensa que por lo que tiene.    Pero luego sucedió que tuvo un retroceso en su espiritualidad. Ingreso a la secta de los Maniqueos, que decía que este mundo lo había hecho el diablo y enseñaban un montón de errores absurdos.

Luego se fue a vivir en unión libre con una muchacha y de ella tuvo un hijo al cual llamo Adeodato ( que significa : Dios me lo ha dado)   Luego leyó las obras del sabio filosofo Platón y se dio cuenta de que la persona humana vale muchísimo más por su espíritu que por su cuerpo y que lo que más debe uno esmerarse en formar es su espíritu y su mente. Estas lecturas del sabio Platón le fueron inmensamente provechosas y lo van a guiar después durante toda su existencia.

Se dedico a leer la Santa Biblia y se desilusiono, ya que le pareció demasiado sencilla y sin estilo literario, como los libros mundanos. Y dejo por un tiempo de leerla. Después dirá, suspirando de tristeza : "Porque la leía con orgullo y por aparecer sabio, por eso no me agradaba. Porque yo en esas páginas no buscaba santidad, sino vanidad por eso me desagradaba su lectura. ¡ Oh sabiduría siempre antigua y siempre nueva. Cuan tarde te he conocido!".

Al volver al África fue ordenado sacerdote y el obispo Valerio de Hipona, que tenía mucha dificultad para hablar, lo nombró su predicador. Y pronto empezó a deslumbrar con sus maravillosos sermones. Predicaba tan hermoso, que nadie por ahí, había escuchado hablar a alguien así, a gente escuchaba hasta por tres horas seguidas sin cansarse. Los temas de sus sermones, eran todos sacados de la santa Biblia, pero con un modo tan agradable y sabio que la gente se entusiasmaba.

Y sucedió que al morir Valerio, el obispo, el pueblo lo aclamo como nuevo obispo y tuvo que aceptar. en adelante será un obispo modelo, un padre bondadoso para todos. Vivirá con sus sacerdotes en una amable comunidad sacerdotal donde todos se sentirán hermanos. El pueblo siempre sabia que la casa del obispo Agustín siempre estará abierta para los que necesitan ayuda espiritual o material.

Será gran predicador invitado por los obispos y sacerdotes de comunidades vecinas y escritor de libros bellísimos que han sido y serán la delicia de los católicos que quieran progresar en la santidad. El tenía la rara cualidad de hacerse amar por todos.    Había en el norte de África unos herejes llamados Donatistas, que enseñaba que la Iglesia no debe perdonar a los pecadores y que como católicos solamente deben ser admitidos los totalmente puros ( pero ellos no tenían ningún reparo en asesinar a quienes se oponían en sus doctrinas ) Agustín se les opuso con sus elocuentes sermones y brillantísimos escritos, y ellos no eran capaces de responderles a sus razones y argumentos.

Al fin el Santo logró llevar a cabo una reunión en Cartago con todos los obispos católicos de la región y todos los jefes de los Donatistas y allí los católicos dirigidos por nuestro santo derrotaron totalmente en todas las discusiones a los herejes, restos fueron abandonados por la mayor parte de sus seguidores, y la secta se fue acabando poco a poco.

Vino enseguida otro hereje muy peligroso. Un tal Pelagio, que enseñaba que para ser santo no hacía falta recibir gracias o ayudas de Dios, sino que uno mismo por su propia cuenta y propios esfuerzos logra llegar a la santidad. Agustín que sabía por triste experiencia que por 32 años había tratado de ser bueno por sus propios esfuerzos y que lo único que había logrado era ser malo, se le opuso con sus predicaciones y sus libros y escribió un formidable tratado de "La Gracia", el cual prueba que nadie puede ser bueno, ni santo, si Dios no le envía gracias ni ayudas especiales para serlo, en este tratado tan lleno de sabiduría, se han basado después de los siglos, los teólogos de la Iglesia católica para enseñar acerca de la gracia.

Cuando Roma fue saqueada y casi destruida por los bárbaros de Genserico, los antiguos paganos habían dicho que todos estos males habían llegado por haber dejado de rezar a los antiguos dioses paganos y por haber llegado la religión católica. Agustín escribió entonces un nuevo libro, el más famoso después de las Confesiones, "La Ciudad de Dios" ( empleó 13 años redactándolo ).

Allí defiende poderosamente a la religión católica y demuestra que las cosas que suceden, aunque a primera vista son para nuestro mal, están todas en un plan que Dios hizo en favor nuestro que al final veremos que era para nuestro bien. ( Como dice San Pablo: "Todo sucede para bien de los que aman a Dios") .   En el año 430 el santo empezó a sentir continuas fiebres y se dio cuenta de que la muerte lo iba alcanzar, tenía 72 años y cumplía 40 años de ser fervoroso católico, su fama de sabio, de santo y de amable pastor era inmensa.Los bárbaros atacaban su ciudad de Hipona para destruirla, y el murió antes de que la ciudad cayera en manos de semejantes criminales. A quién le preguntaba que si no sentía temor de morir, el les contestaba : "Quien ama a Cristo, no debe temer miedo de encontrarse con El". Pidió que escribieran sus salmos preferidos en grandes carteles dentro de su habitación para irlos leyendo continuamente ( él en sus sermones, había explicado los salmos ) durante su enfermedad curó un enfermo, con solo colocarle las manos en la cabeza y varías personas que estaban poseídas por malos espíritus quedaron libres ( San Posidio, el obispo que lo acompaño hasta sus últimos días, escribió después su biografía ).

Oremos  Renueva, Señor, en tu Iglesia aquel espíritu que, con tanta abundancia, otorgaste al obispo San Agustín, para que también nosotros tengamos sed de ti, única fuente de la verdadera sabiduría, y en ti, único manantial del verdadero amor, encuentre descanso nuestro corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Epístola llamada de Bernabé (c. 130) §19

Cristo nos llama a escoger el camino que conduce a su Reino (Mt 7,13)

Existen dos caminos de enseñanza y de acción: el de la luz y el de las tinieblas. La lejanía es grande entre estos dos caminos. Sobre uno están apostados los ángeles de Dios, portadores de luz, sobre el otro los ángeles de Satán... 

El camino de la luz es este: el que quiere andar por él hasta el fin señalado se esmera en su tarea. El conocimiento que nos ha sido dado para dirigirnos por este camino es: amarás al que te ha creado, temerás al que te ha modelado, glorificarás al que te ha rescatado de la muerte, serás sencillo de corazón y rico de espíritu. No andarás con aquellos que pisan el camino de la muerte... No te elevarás por encima de los demás, sino que serás siempre humilde. No te gloriarás en nada, no tramarás malas intenciones  contra tu prójimo... No harás acepción de personas al corregir sus faltas. Serás dulce y pacífico, y temerás ante las palabras que has escuchado. No guardarás rencor a tu hermano. 

No te preguntarás por lo que el día de mañana te reserva. No invocarás el nombre del Señor en vano; amarás a tu prójimo más que a tu vida. No practicarás el aborto, y no harás morir al recién nacido... Acogerás los acontecimientos de tu vida como beneficios, sabiendo que nada pasa fuera de Dios...

Lo compartirás todo con tu prójimo, sin que nada digas que es de tu propiedad (He 4,32). Porque si ponéis en común los bienes incorruptibles, cuanto más los que perecen... Hasta el fin odiarás al mal... Juzgarás con equidad. No crearás la división, sino que establecerás la paz reconciliando a los adversarios entre sí. Confesarás tus pecados. No vendrás a la oración con una conciencia mala.

Dios ama también a los fariseos

Santo Evangelio según San Mateo 23,13-22. Lunes XXI del Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, gracias por este momento que me regalas para poder estar en tu presencia. Te suplico que me ayudes a creer en Ti. Aumenta mi fe. Dame una fe viva, operante y luminosa capaz de transformar mi corazón y mi entorno. Aumenta mi confianza. Dame la gracia de esperar siempre en Ti sin desfallecer, de modo que pueda tener la certeza de que todo lo que me pasa, aunque muchas veces no lo entienda, Tú lo permites para darme lo que más necesito en cada momento. Aumenta mi amor. Concédeme la gracia de experimentar tu eterno amor por mí y que este amor me mueva a hacer que los demás también te conozcan y te amen. Gracias, Jesús. Ayúdame a escuchar con el corazón lo que quieres decirme hoy.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy, Jesús, diriges palabras muy fuertes contra los fariseos. Los llamas hipócritas, ciegos e insensatos. Parecería que son los malos de la película, los villanos del evangelio; y sin embargo, son tus hijos… ¡Y los amas!

Me resulta difícil entender que amas a todos infinitamente, pero a cada uno de diverso modo. Mi amor es limitado. El escucharte denunciar a los fariseos, me parece más una iracunda sentencia de juez que un amoroso regaño de papá. Seguramente no les gustó el regaño, pero Tú sabías que lo necesitaban, al igual que la mamá del niño enfermo le da la medicina aunque a éste no le guste.

Lo mismo pasa con los fariseos: cuando los corriges, no quieres fastidiarlos, sino mostrarles que los amas tanto, que estás dispuesto a sacrificarlo todo con tal de salvarlos.

Y tantas veces haces conmigo lo mismo. Mandas situaciones que no entiendo, eventos que me hacen sufrir, y yo, en lugar de verlos como muestras de tu amor, como la medicina de la que sacarás un bien para mí, me quejo tanto y pierdo de vista el inmenso amor que me tienes.

Perdóname, Jesús. Te agradezco de corazón todo. Lo que me ha parecido bueno y lo que no. Confío en que todo lo has hecho por mi bien, aunque no siempre lo entienda. Dame la gracia de aceptar todo lo que Tú me quieras dar y de darme cuenta que nunca es tarde para amarte.

Las disimulaciones son vergonzosas, siempre; son hipócritas, porque hay una hipocresía hacia los demás. A los doctores de la ley el Señor dice: "hipócritas". Pero, hay otra hipocresía: afrontar a nosotros mismos, es decir cuando yo creo ser otra cosa distinta de lo que soy, creo que no necesito sanación, no necesito apoyo; creo que no estoy hecho de barro, que tengo un tesoro "mío". Y esto es el camino, es el camino hacia la vanidad, la soberbia, la autorreferencialidad de los que no sintiéndose de barro, buscan la salvación, la plenitud de si mismos. No se debe olvidar nunca por ello, que es la potencia de Dios lo que nos salva.

(Homilía de S.S. Francisco, 16 de junio de 2017, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a aceptar de buena gana las pequeñas dificultades del día.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Quién soy para ti? XXI Domingo Ordinario
Reflexión del evangelio de la misa del Domingo 27 de agosto 2017

Hoy Jesús nos pregunta, al mismo tiempo amoroso y exigente: “y para ti ¿quién soy Yo?” ¿Que le respondes?

Lecturas:

Isaías 22, 19-23: “Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro”

Salmo 137: “Señor, tu amor perdura eternamente”

Romanos 11, 33-36: “Todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por Él y todo está orientado hacia Él”

San Mateo 16, 13-20: “Tú eres Pedro y Yo te daré las llaves del Reino de los cielos”

Emocionada, con la mano temblorosa, se diría que con cariño, la joven arquitecta comenzó la ardua tarea de quitar capas y capas de pintura de todo tipo que ocultaban la belleza de los retablos del vetusto convento. “¿Cómo pueden ocultar una obra de arte detrás de estas plastas horribles?”. No sé si predominaba en ella la excitación del insospechado descubrimiento que surgía ante sus ojos, o la indignación por la falta de respeto y de cultura de quienes a través de los siglos habían convertido el convento en escuela, prisión, muladar y quién sabe cuántos destinos más a lo que para ella era una joya de la arquitectura y del arte. “Una obra de arte escondida en medio de un pueblo que no sabe apreciarla y la ha destruido con sus afanes de modernidad, actualización o simple respuesta a sus necesidades”. ¿Con Cristo no nos ha pasado algo semejante?

Recuerdo que cierto día, a un ciudadano de Florencia le expresaban toda la admiración por la ciudad, el arte, sus museos, la academia, etc., y él respondía con un tono de desenfado. “Los de lejos son los que les interesan esas obras. Ustedes han visitado más los museos que los que vivimos aquí” y enumeraba con indiferencia los sitios reconocidos internacionalmente pero que él nunca ha visitado. “Los tenemos aquí pero no los conocemos”. Y esta experiencia se repite en cada lugar: los que tienen la riqueza son quienes menos la aprecian. Me parece que a los católicos con Jesús nos pasa igual. Estamos tan acostumbrados a tenerlo toda la vida que no le damos ninguna importancia y no nos dejamos impactar por Él, por su vida, por su pensamiento, por su ejemplo. Pasa a ser como un vecino de toda la vida, relativamente cercano pero sin profundizar en su amistad. Lo vamos ocultando entre capas de egoísmo, indiferencia y apatía. Está con nosotros pero no lo reconocemos.

A mitad del camino de su vida pública, Jesús hace un alto para cuestionar a sus discípulos sobre el significado de su obra y su persona  para cada uno de ellos. Lanza la pregunta sobre lo que opina la gente. "Juan el Bautista”, es la primera respuesta. Pero Juan, a pesar de ser un hombre valiente, coherente y honrado, no es el Mesías. “Elías, Jeremías o uno de los profetas”, son profetas, personajes que tuvieron una influencia decisiva para la historia del pueblo de Israel, pero que no son el Mesías. A Cristo se le compara, se le admira, se le ponen adjetivos, pero para saber quién es, se necesita tener una experiencia personal con Él, descubrirlo, comprometerse con Él.

De ahí surge la pregunta de Cristo para Pedro y para cada uno de nosotros. No se puede afirmar que Cristo es un profeta, que habla en nombre de Dios, y quedarse tan tranquilos, porque Cristo es el Profeta, la Palabra de Dios hecha carne, que se mete en nuestra vida, que la transforma y la cambia, que nos hace ver el mundo de forma diferente. Pero si no escuchamos la Palabra, hablaremos de ideologías y no de vivencias. Pedro afirma que Cristo es el Mesías, pero tiene que adentrarse en todo lo que significa ser “mesías” al estilo de Jesús: no viene a destruir, sino a dar vida; no viene a ser servido, sino a servir; no viene a poner en el pedestal a Israel, sino a construir la fraternidad de todos los pueblos, y esto lo hace por el camino de la pequeñez, de la entrega, de la muerte y la resurrección.

Cuando Pedro hace la preciosa confesión, que brota del corazón: “Tú eres el Hijo de Dios vivo”, no se imagina todo lo que esta frase encierra; lo harán después en su reflexión las comunidades cristianas. Es Dios que, tomando carne, asume nuestra condición y comparte nuestro destino. Siendo Dios se hace uno de los nuestros para darnos vida y salvación. Él comparte nuestra vida pero quiere hacernos compartir su vida en un maravilloso intercambio.

Pero si nosotros cerramos nuestro corazón, si no nos abrimos a toda la riqueza de este intercambio, nos quedaremos vacíos, a pesar de estar tan cerca de Él. Quedará sepultado detrás de imágenes más o menos hermosas, pero no la persona viva que toca, que seduce y enamora. Por eso hoy resuena para cada uno de nosotros la pregunta, al mismo tiempo amorosa y exigente, de Jesús: “y para ti ¿quién soy Yo?”. Es la pregunta del enamorado queriendo mirar el corazón de la persona amada, es un reclamo de amor. ¿Qué le respondemos al Señor? ¿Cómo es nuestra relación personal con Él? ¿Tenemos diálogo con Él, le damos tiempo, lo tomamos en serio?

Limpiar el rostro de Cristo, descubrir sus rasgos de amor, dejarse seducir por su persona y por su Reino será de vital importancia para cada uno de nosotros. Hoy es una oportunidad para retomar nuestra relación con Jesús y adentrarnos en su amor  y en su proyecto. No tengamos miedo y dejémonos cuestionar sobre nuestro amor y nuestra vida. El Papa Benedicto al iniciar su Pontificado nos decía: “¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!… Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada – de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera… ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí: abran, abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida”.

Dios Padre, que te has hecho presente de un modo inefable en el amor extremo que nuestro hermano Jesús ha vivido; haz que, como Él mismo quiso, viviendo su palabra, su ejemplo y su amistad, encontremos el camino hacia la realización de tu voluntad y la construcción del Reino de la Vida y del Amor. Amén.

La campaña «Papá, Mamá y los Niños» reunió más de un millón de firmas en toda Europa

En defensa de la familia según la ley natural

La Iniciativa Ciudadana Europea en defensa del matrimonio y la familia ha logrado reunir un millón de firmas. Es fruto de una campaña denominada ‘Papá, Mamá y los Niños’ que se inició hace un año en todos los países de la Unión Europea.

En España ha coordinado la recogida de firmas la asociación HazteOir.org. Su presidente, Ignacio Arsuaga, cree que «se trata de una magnífica oportunidad para promover la familia como una realidad natural basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer».

La iniciativa, que será trasladada a la Comisión Europea como establece la legislación comunitaria, solicita un Reglamento que defina el matrimonio como unión entre un hombre y una mujer y la familia como institución basada en el matrimonio y, en su caso, los hijos.

La campaña ‘Papá, Mamá y los Niños’, está en plena consonancia con las sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 24 de noviembre  y de 9 de junio de 2016.

En ellas se afirma que definir el matrimonio como unión entre un hombre y una mujer no es discriminatorio, que ningún Estado miembro de la Unión está obligado a redefinir la institución del matrimonio y que no existe derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo.

 «Ahora la Comisión Europea», concluye Ignacio Arsuaga, «tiene una gran oportunidad para demostrar si quiere aplicar los valores democráticos y los derechos humanosteniendo en cuenta la voz de un millón de ciudadanos que alzan la voz a favor de la familia y de la dignidad humana».

La Iniciativa Ciudadana Europea –ECI, por sus siglas en inglés– es un mecanismo de participación previsto en el Tratado de la Unión, y es equivalente a las iniciativas legislativas populares o el derecho de petición en los sistemas democráticos.

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