¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?

Evangelio según San Lucas 11,5-13. 

Jesús dijo a sus discípulos:

"Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle', y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'. 

Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. 

También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. 

Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. 

¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? 

¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? 

Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!". 

Nuestra Señora del Pilar  

«Tú permaneces como la columna que guiaba y sostenía al pueblo en el desierto». María, asentada en el pilar de su basílica.  

Desde el siglo noveno, la piedad de los reyes y el pueblo entero para Nuestra Señora del Pilar.

Señalada su fiesta por el Papa Clemente XII en el día 12 de octubre, los destellos de ese bendito Pilar irradiaron hasta el otro extremo del océano Atlántico, a donde en un 12 de octubre llegaba a bordo de las carabelas descubridoras, capitaneadas no en vano por la nao Santa María, «la luz de la fe».  

Cuando Pío XII, el 14 de febrero de 1958, concedía a todas las iglesias de España, Ibero América y Filipinas «la misa propia de la Bienaventurada Virgen María del Pilar», abrazaba en un lazo de hermandad de fe a un rosario de pueblos nuevos y viejos para que, con la unidad de un mismo idioma castellano, felicitaran una vez más a María «porque el Poderoso ha hecho grandes obras por ella» y le rogaran su intercesión para «permanecer firmes en la fe y generosos en el amor.

Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022), monje griego 
Himnos, nº 29 

«¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»

¿De dónde vienes? ¿Cómo penetras, 
quiero decir en el interior de mi celda, 
cerrada por todas partes? 
Esto es, efectivamente, extraño, 
sobrepasa la palabra y el pensamiento. 
Pero ¡que tú vengas a mí, 
de repente todo entero y brilles, 
que te dejes ver en forma luminosa, 
como la luna en su plena luz, 
esto me deja sin poder pensar 
y sin voz, Dios mío! 
Sé muy bien que tú eres 
el que ha venido para alumbrar 
a los que están sentados en las tinieblas (Lc 1,79), 
y estoy estupefacto, me quedo 
sin sentido y sin palabras, 
al ver una extraña maravilla 
que sobrepasa a toda la creación, 
a toda la naturaleza y a todas las palabras... 

¿Cómo Dios está fuera del universo 
por esencia y por naturaleza, 
por poder y  por gloria 
y cómo habita también en todas partes y en todos, 
pero de una manera especial en sus santos? 
¿Cómo levanta su tabernáculo en ellos 
de manera consciente y substancialmente, 
él que está totalmente más allá de la sustancia? 
¿Cómo está contenido en sus entrañas, 
el que contiene toda la creación? 
¿Cómo brilla en su corazón, 
este corazón carnal y grueso? 
¿Cómo está en el interior de éste, 
cómo está fuera de todo, 
y él mismo llena todas las cosas? 
¿Cómo, día y noche, 
brilla sin ser visto? 

Dime ¿es que el espíritu del hombre 
puede concebir estos misterio 
o podrá expresarlos? 
¡Ciertamente no! un ángel no  podría, 
ni un arcángel, explicártelo; 
serían incapaces 
de exponerte todo ello con palabras. 
Es pues sólo el Espíritu de Dios, porque es divino, 
quien conoce estos misterios y 
sólo él los sabe porque sólo él 
comparte la naturaleza, el trono y la eternidad 
con el Hijo y el Padre. 
Es, pues, a aquellos en quien el Espíritu resplandecerá 
y a quienes se unirá liberalmente 
que lo enseña todo de manera inexpresable... 
Es como un ciego: si ve, 
ve inmediatamente la luz 
y seguidamente toda la creación 
que está en la luz, ¡oh maravilla! 
De la misma manera, el que ha sido iluminado 
por el divino Espíritu en su alma, 
inmediatamente entra en comunión con la luz 
y contempla la luz, 
la luz de Dios, Dios verdaderamente, 
que también se lo enseña todo, 
o mejor, lo que Dios decide, 
todo lo que decide y lo que quiere. 
A los que iluminará con su iluminación 
les concede ver lo que está dentro de a luz divina.

La Santísima Virgen María, Reina de la Hispanidad

María quiso estar presente en el nacimiento espiritual de España a las orillas del rio Ebro y también quiso acudir al bautismo de América

España, unidad de fe y espíritu en América.

Queridos hermanos,  la condenada del Concilio de Trento de  la idea protestante de la Justificación, que ponía la salvación del hombre sólo en los méritos de Cristo sin que el hombre pudiera poner nada de su parte, salvó no sólo  la verdad católica sino  la misma verdad humana, en el sentido  de que con nuestros propios esfuerzos, dado el auxilio divino, alcanzamos la victoria del bien en Dios y por Dios.

El fatalismo protestante, ante cuyo propio  destino el hombre nada puede hacer,  llevó a los protestantes  a una falsa fe, de forma tal que  nada necesitaban de nadie, ni de los santos; tampoco les llevó a preocuparse de los otros; de ahí que en los siglos XVI y XVII no quedasen protestantes misioneros. ¿Para qué? Si uno cree que la justificación se debe sólo  a los méritos de nuestro Señor Jesucristo, ya poco o nada es lo que tiene que hacer un misionero. Su propio sacrificio por los demás carece de eficacia; su propio esfuerzo no sirve para nada; desdeñaron la colaboración del hombre en la Obra de Redención.

Todo lo contrario en el catolicismo, y muy en particular en la genuina y  católica España del siglo XVI, cuyos teólogos  y religiosos concebían la religión como un combate –como así es en verdad-, donde la victoria depende del propio esfuerzo. Estas son palabras de Santa Teresa de Jesús: Todos los que  militáis debajo de esta bandera, ya no durmáis, ya no durmáis, que no hay paz sobre la tierra. Este acento militar que movía a la gran fundadora, sacudía a la España católica de aquel tiempo, y de otros venideros, dando lugar al movimiento misionero más espectacular jamás conocido en la historia de la Humanidad. Esta acción misionera consistió en enseñar a todos los hombres de la tierra, a todos los del mundo conocido y los de las zonas hasta entonces ignoradas, que, si querían, podían salvarse, y que su elección no dependía sino de su fe y su voluntad.

La España católica incorporó a la civilización cristiana a todas las razas que estuvieron bajo su influencia, pues la verdadera unidad moral es sólo la que dimana de un Padre común y de un divino Hermano y Redentor, Jesucristo. Y, justamente, esta hermandad divina, y no un vago sentimiento de fraternidad universal, fue lo que impuso a la España católica y misionera su posición igualitaria y universalista. He aquí la gran unidad en Cristo, que fue obra española en general y de sus Órdenes religiosas en particular; en la que reyes, obispos, legisladores, magistrados, soldados y encomenderos, sacerdotes y seglares, todos a una, contribuyeron a la gran obra de la Hispanidad.

La Virgen María, testigo amoroso de la piedad y espíritu misionero.

Los españoles llevaron a América  la devoción a las Vírgenes de sus patrias chicas, y en las nuevas tierras descubiertas surgían abundantes las Pilares, Begoñas, Covadongas, Guadalupes y “Morenetas”. Pero la Virgen quiso hacer más por la joven América. En 1531, diez años después que Hernán Cortés se posicionara en la ciudad de Méjico, apenas llegado a ella su primer Obispo, el franciscano Juan de Zumárraga, la Santísima Virgen se dignó aparecer a un nativo americano, un indio azteca recién convertido, llamado Juan Diego. Yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive, le dijo la Madre del Cielo. Y le mandó acudir al Obispo para pedirle que se alzara un templo en el lugar de la aparición. La historia ya es conocida.

Como María quiso estar presente en el nacimiento espiritual de España a las orillas del rio Ebro, también quiso acudir al bautismo de América. El monte Tepeyac es el Pilar de América, y Méjico su Zaragoza. Aquí, en España,  dejó como prenda y recuerdo una columna; allí, una graciosa pintura. Por eso el Pilar y Guadalupe patrocinan los dos ramales de la estirpe, el de Europa y el de América, y son los símbolos espirituales de la Hispanidad, así como los baluartes de su fe y de su piedad.

¿Cuál fue el resultado de la eficaz y providencialísima intervención de la Virgen en la evangelización prodigiosa de tantos pueblos? Que aquellas razas se convirtieran en devotísimas naciones marianas, que ardiesen en amor a la Madre de Dios, siguiendo las huellas de sus progenitores. Las almas sencillas de los nativos aprendieron en seguida de la boca de los  misioneros el nombre sagrado de María; vieron a los misioneros elevar preciosos monumentos a aquella Virgen hermosa, Madre de Dios. Se acostumbraron a llamar a sus ríos y a sus montes –bautizados hasta entonces profanamente- con las invocaciones de la  nueva Reina, y no se avergonzaban de manifestar externamente la tierna devoción que profesaban a aquella Virgen Santa.  Los sencillos indios aprendieron a invocar y amar a la Reina del Cielo; honraban quizá a la Madre sin conocer al Hijo; pero pronto les llevará con sus dulces y maternales inspiraciones, a la luz de Jesucristo y a la purificación de sus almas en las aguas del Bautismo.

¡Cuántos templos americanos dedicados a María! Basílicas magníficas, devotos santuarios y piadosas ermitas, cuya construcción fue ejecutada ya, en muchos casos, en el siglo XVI. ¿Qué nación de la América hispana no cuenta con docenas de fecundos centros de devoción mariana? La lista de países abarca a todas las naciones de habla hispana.

La Virgen Santísima fue el providencial instrumento elegido por los designios del Padre Celestial para dar y presentaros a su preciosos Hijo al mundo, para ser Madre y Reina de los Apóstoles, que por todas partes habían de propagar sus doctrinas; para conculcar para siempre las herejías, y hasta para intervenir prodigiosamente en todos los tiempos, donde quiera que fuera necesario, para la  implantación, la consolidación y defensa de la santa fe católica. (Pío XII, en el 50 aniversario de la coronación de Nuestra Señora de Guadalupe, 12-X-1945).

Nuestra Señora del Pilar

Fiesta Litúrgica, 12 de octubre

Advocación Mariana

Martirologio Romano: Fiesta de Nuestra Señora del Pilar. Según una venerada tradición, la Santísima Virgen María se manifestó en Zaragoza sobre una columna o pilar, signo visible de su presencia. Esta tradición encontró su expresión cultual en la misa y en el Oficio que, para toda España, decretó el papa Clemente XII.

Etimológicamente Pilar = “columna”. Viene de la lengua latina.

Breve Semblanza

Este nombre, uno de los más abundantes en España tiene un origen curioso. Fue la misma Virgen María la que se apareció al apóstol Santiago que estaba desanimado mientras evangelizaba la patria española.

Se le apareció en carne mortal cuando, junto al Ebro, y sentado en una piedra o pila quería llegar hasta otros lugares predicando la Buena Nueva del Evangelio.

Santiago llevaba inscritas en su corazón las últimas recomendaciones de Jesús:"Id por todo el mundo predicando el Evangelio y bautizando a la gente en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".

Con el paso del tiempo, los zaragozanos le hicieron una inmensa y preciosa basílica levantada en su honor en el primer milenio, aunque haya sufrido muchas reformas arquitectónicas.

Hay que tener en cuenta que España ha sufrido muchas invasiones, pero es seguro que ya existía en la época de los Visigodos.

Dicen que la misma Virgen le dejó una imagen como recuerdo del inolvidable encuentro. Y el mandato de que le construyera allí un templo.

Según dice la Tradición, esto sucedía en el año 40. Científicamente no está nada comprobado a nivel de papeles. Sin embargo, el testimonio vivo de tantos miles y miles de personas que van en peregrinación a este santo lugar mariano, demuestran fehacientemente que la fe no viene del aire sino de personas que, generación tras generación, viven su devoción a la Virgen de forma continuada.

Juntamente con el sepulcro de Santiago en Galicia y el Pilar de Zaragoza son dos polos de espiritualidad palpable en España y con proyección a todo el universo.

Hoy es la fiesta nacional en España y también el día de la Hispanidad. Las banderas de las naciones sudamericanas llenan este lugar. En la misa de hoy se leen estas palabras:"La devoción al Pilar tiene una gran repercusión en Iberoamérica, cuyas naciones celebran la fiesta del descubrimiento de América en este día".

La perseverancia en la oración

El cristiano debe orar y orar con fe

Sin fe a quien orar. Sin fe para qué orar. Y sin orar cómo mantener la fe; pero con la oración renace la fe como en primavera echan brotes los árboles y se entreabren los capullos.

1. Iniciamos hoy la Eucaristía orando con la antífona de entrada: "Inclina el oído y escucha mis palabras, guárdame como a las niñas de tus ojos; a la sombra de tus alas escóndeme" (Salmo 16, 6). Pidiéndole a Dios que nos guarde con el cuidado y la delicadeza con que cuidamos las pupilas de nuestros propios ojos.

Comenzamos pues, orando en el día de la ORACIÓN.

Cuando Amalec atacó a los israelitas en Rafidín, Moisés mandó a Josué que con unos hombres de Israel se defendieran mientras él permanecía en la cima del monte con el bastón maravilloso en la mano.

Mientras Moisés tenía la mano con el bastón en alto, vencía Israel. Si la bajaba, vencía Amalec. Aarón y Jur colocaron una piedra para que Moisés se sentara, mientras uno y otro le sostenían los brazos en alto (Éxodo 17, 8).

Escena emocionante que nos alienta a ayudar a los hombres y a las mujeres a quienes Dios ha llamado para que oren por el pueblo, para facilitarles su misión imprescindible si queremos que el mundo no perezca.

2. Reproduzcamos la escena: Josué y sus hombres empuñan las armas. Moisés con las manos alzadas y con la vara milagrosa levantada, suplica. Aarón y Jur, solícitos, facilitan la acción implorante de Moisés. Pero el autor de la victoria es Dios. Este es un acontecimiento de salvación, en el cual, como entonces, el que lo puede hacer todo, quiere necesitar ayudantes.

Moisés orante es figura de la Iglesia en acto de súplica, de alabanza maravillada, de gratitud, de ternura de esposa, de amor filial. La Iglesia debe orar.

El ministerio de intercesión de la Iglesia es insustituible. Si la Iglesia deja de orar el mundo perderá el equilibrio, irá cayendo y va cayendo. Porque así como Moisés es figura de la Iglesia, del pueblo de Dios salvado, Amalec es la figura del mal, de la injusticia, de la opresión de los pobres, de la esclavitud y pérdida de todas las libertades.

Si se deja la oración avanzan las dudas, reina la confusión sobre los valores, se pierde el norte y se ofusca la mente, el hombre ya no sabe dónde está, ni a dónde va, se olvida de que es criatura, y quiere erigirse en su propio dios, o convertir en dioses a las criaturas.

3. Amalec es el juez injusto, que ni teme a Dios ni a los hombres, vencido por la oración constante de la pobre viuda, que, porque era pobre, no podía sobornar al juez, a quien no le importaba ni Dios, ni los hombres, ni la justicia, sino su provecho y medro personal. Pero lo que no pudo por su desvalimiento, la infeliz viuda, lo consiguió por su insistencia.

4. De todas las opresiones del mundo es en parte, responsable la Iglesia, desde el Papa hasta el último niño candoroso de primera comunión. Por eso hay que cultivar y estimular la oración de la Iglesia, y en lugar preeminente, la oración de los hombres de Dios, de los consagrados, las consagradas, que son nuevos Moisés. Pero también de las familias.

Hay que fomentar la oración en familia, al comienzo del trabajo, antes y después de comer. A veces se siente vergüenza de hacerlo, porque nos parece que eso indica debilidad y como menos hombría y, sobre todo, menos modernidad y de progreso. Parece que el hombre ha de crecer a costa de Dios. Como si el recurso a Dios testificara la debilidad y minusvalía del hombre, cuando es lo contrario.

En la unión con Dios, que la oración establece, es el hombre el que sale ganando, como quien se une a un sabio, o a un rico poderoso. Se hacen de la misma opinión y gozan de sus riquezas y poder. De los primeros cristianos en Roma, decían los paganos: "son hombres que oran". "¿Saben orar nuestros cristianos hoy?". Es una pregunta que se hacía ya Pablo VI, angustiado.

5. Pero no basta rezar, hay que rezar con fe, "si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá y se trasladaría; nada os sería imposible" (Mt 17,19). "Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" (Lucas 18, 1). Jesús veía lo difícil que es mantener esa fe viva, esa confianza en Dios Padre que vela por nosotros, y por eso enseñó esta parábola, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse.

La oración pues, está en función de la fe. Orar para tener fe. Y tener fe para orar. Lo importante es la fe, que respira por la oración. Si la fe no respira, se muere. La crisis de la oración es consecuencia de la crisis de fe, y la falta de fe produce el decaimiento en la oración. Sin fe, a quién orar, para qué orar.

6. Si creemos en la humanidad y en la divinidad verdaderas de Jesús, que es nuestro Salvador, que nos introduce en la fe, en el conocimiento de Dios y de su adoración, hacemos nuestra oración confiada en su nombre, y es escuchada por su reverencia. Y lo primero que conseguirá la oración humilde y perseverante y tenaz, será nuestra conversión, y nuestra entrega al amor, a la bondad, a la paz y a la justicia.

Porque no dirigimos nuestra oración a un Dios tapagujeros, que alimenta la teoría de la alienación, sino a un Padre que nos transforma en hijos y que nos hace semejantes a Él en su compromiso con el mundo y con los hombres, y nos participa su misericordia, su amor y su justicia. La oración, al convertirnos, transforma el mundo de selvático en humano, y de humano lo hace divino.

Así se comienza la mejora del mundo por donde debe comenzar: por el cambio del corazón de la persona, que es lo que está más a nuestro alcance, pero es lo más difícil, porque cambiar de costumbres es morir. Y se prefiere más hacer planes y proyectos y pronunciar discursos y escribir libros, que cambiar de vida porque es más comprometedor. Si se comienza la casa por el tejado, nunca habrá casa.

La oración nos conduce al detalle de calzarnos unas zapatillas de paño, antes de pretender cubrir el planeta de moqueta. Lo que Santa Teresa diría: “hacer castillos en el aire”.

7. Cuando me pregunto quién vendrá a ayudarme en la tribulación, y en el combate para ser mejor, escucho al salmista: "Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?, el auxilio me viene del Señor, que es un guardián que no duerme ni reposa, y no permitirá que resbalen nuestros pies" (Salmo 120).

8. Después de haber sido enseñados por la sagrada Escritura, reprendidos, corregidos y educados por ella (2 Timoteo 3,14), como Palabra de Dios viva y eficaz, que juzga los deseos e intenciones del corazón (Hebreos 4,12), ofreceremos el santo Sacrificio de la muerte y resurrección de Jesús al Padre, y comeremos su cuerpo para su glorificación y nuestro provecho y de toda la santa Iglesia.

¿Cómo motivar a niños a rezar el Rosario?

¿Qué estrategias usó nuestra Sra. de Fátima para lograr que esos tres niños rezaran el Rosario cada día con devoción?

A lo largo de los años he intentado animar a mis hijos a rezar el Rosario con una mezcla de éxitos y fracasos, y por tanto admiro a las madres que me dicen que rezan el Rosario todas las noches en familia y también la labor de la Armada Blanca. Uno podría pensar que quizá es demasiado pedir a niños pequeños rezar el Rosario todos los días, pero eso es precisamente lo que hizo la Santísima Virgen María cuando se apareció a tres pastorcillos en Fátima. Cuando empezaron sus apariciones el 13 de mayo de 1917, Lucía tenía 10 años, Francisco 8 años, y Jacinta solo 7 años y no se pasaban todo el día en la iglesia.

¿Qué estrategias usó nuestra Sra. de Fátima para lograr que esos tres niños rezaran el Rosario cada día con devoción?

1) Dar ejemplo de cómo rezar, hasta antes de mencionar el Rosario.

Antes de las apariciones de la Virgen, Dios mandó al Ángel de Portugal para decirles a los niños: “¡Orad conmigo!”. Les dio ejemplo y les enseñó simples oraciones, asegurándoles: “Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas”. Cuando les encontró no rezando al aparecerse a ellos la segunda vez, les exhortó: “¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho!” y les reveló: “Los corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia”. En su 3ª. aparición, les demuestra la Presencia del Señor en el Santísimo Sacramento, postrándose ante Él. Ya les demuestra la necesidad de la oración y la actitud que deberían de tener, como podemos hacer los padres con nuestros hijos desde su infancia.

2) Insistir amablemente.

En cada una de sus seis apariciones en Fátima, la Santísima Virgen María repite su petición de que los pastorcillos recen el Rosario todos los días y que continúen a hacerlo. Si la Virgen María no se contentó con decirlo una vez, no deberíamos de desanimarnos si hemos de insistir con cariño una y otra vez para que nuestros hijos tomen la costumbre de rezar el Rosario todos los días.

3) Demostrar que nos importa.

La Virgen se mostró a veces triste, apelando a la compasión de los pastorcillos. Explica Lucía: “Delante de la palma de la mano derecha de nuestra Señora estaba un corazón rodeado de espinas que parecían clavarse en él. Entendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que quería reparación.” (2ª. Aparición Virgen) Añade también que en su última aparición a los pastorcillos, la Ssma. Virgen María “tomando aspecto más triste dijo: -‘Que no se ofenda más a Dios Nuestro Señor, que ya es muy ofendido.” Si de verdad nos importa la oración, los niños se darán cuenta de ello.

4) Recordarles la necesidad de reparación para evitar el infierno.

A veces podríamos pensar que hablar sobre el infierno y sobre los pecados podría asustar demasiado a los niños, pero la Santísima Virgen María no se anduvo con rodeos y hasta les mostró una visión del infierno en su tercera aparición, pidiéndoles: “Cuando recéis el rosario, decid después de cada misterio: ‘Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, especialmente las más necesitadas’”. En su cuarta aparición insistió: “Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, porque muchas almas van al infierno por no tener quien se sacrifique y rece por ellas". Si la más tierna de las Madres no les evitó a los pastorcillos pensar en el infierno, tampoco deberíamos de tener miedo de hacerlo con nuestros hijos, por su bien.

5) Recordarles que el esfuerzo será premiado.

La Virgen motivó a los pastorcillos también revelándoles lo que podrían obtener rezando el Rosario. En su primera aparición dijo que Francisco iría al Cielo, “pero tiene que rezar antes muchos rosarios” y les animó a todos: “Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra". Dio el mismo fin en su tercera aparición, añadiendo además que se rezara para impedir mayores castigos. En sus cuartas y quintas apariciones prometió hasta la cura física de algunos enfermos. Les alentó con recompensa inmediata, apareciéndose su segunda y tercera vez tras el rezo del Rosario. Para que no se desanimaran, les aseguró: “Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará” (3ª. Aparición).

La Iglesia Católica anima de la misma forma a los fieles, concediendo indulgencia plenaria al rezo del Rosario en la iglesia o en familia, según el “Manual de Indulgencias de la Penitenciaría Apostólica” (1986) bajo las condiciones usuales indicadas en las“Normas sobre las indulgencias” [Si no se cumplen las condiciones, la indulgencia es parcial]:

“1. Basta el rezo de sólo una tercera parte del rosario: pero las cinco decenas deben rezarse seguidas.
2. A la oración vocal hay que añadir la piadosa meditación de los misterios.
3. En el rezo público, los misterios deben enriquecerse de acuerdo con la costumbre admitida en cada lugar; en el rezo privado, basta con que el fiel cristiano junte a la oración vocal la meditación de los misterios. (48)”

De esta forma concreta los fieles están asegurados de que sus oraciones hacen una gran diferencia a sí mismos o a las almas en el Purgatorio (a quienes se les puede aplicar las indulgencias obtenidas). El mismo Señor concedió a la Iglesia por medio de sus apóstoles este poder como administradora de gracia: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos” (Juan 20, 23).

Confiemos, pues, en los consejos de la Virgen María de rezar el Rosario todos los días y también en el poder de su intercesión ante el Señor.

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