El Reino de Dios
- 31 Octubre 2017
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Evangelio según San Lucas 13,18-21.
Jesús dijo entonces: "¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo?
Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas".
Dijo también: "¿Con qué podré comparar el Reino de Dios?
Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa".
Alonso Rodríguez, Santo
Religioso, 31 de octubre
Religioso
Martirologio Romano: En Palma, Mallorca, España, san Alonso Rodríguez, que al perder a su esposa e hijos entró como religioso en la Orden de la Compañía de Jesús y estuvo como portero del colegio de aquella ciudad durante largos años, mostrando una gran humildad, obediencia y constancia en una vida penitente. († 1617)
Fecha de canonización: 15 de enero de 1888, por el Papa León XIII.
Breve Biografía
Estaba un día enfermo y le llevó el enfermero la comida a la cama con un mandato de parte del Padre Superior: «que se coma todo el plato». Cuando regresa el enfermero, le encuentra deshaciendo el plato y comiéndolo pulverizado. El santo se impuso a sí mismo una obediencia ciega; se exigió a sí mismo tanto que uno de los padres le dijo un buen día «que obedecía a lo asno».
Nació en Segovia en el año 1533, segundo de los once hijos del matrimonio formado por Diego Rodríguez y María Gómez que vivían del comercio de paños.
Su niñez y juventud estuvieron ligadas a la Compañía de Jesús.
A la muerte de su padre se encarga de sacar adelante el negocio familiar, pero su incompetencia es notable para el negocio de los paños.
Contrae matrimonio con María Juárez con quien tiene dos hijos. Pero la mala fortuna parece que le persigue: muere uno de sus hijos y su mujer y el negocio va de mal en peor; luego fallece su otro hijo y su madre. Alonso se ha quedado solo.
Se produce entonces una crisis fuerte que resuelve con confesión general y con el deseo de comenzar una nueva vida tomando un impresionante ritmo interior de trato con Dios y que mantiene por seis años. Cede a sus hermanos sus bienes y marcha a Valencia en 1569 con el propósito de ingresar en la Compañía; pero no contaba con insalvables obstáculos: su edad, la falta de estudios y escasa salud.
Trabaja entonces en comercio y de ayo.
Por fin es admitido en el Colegio Monte Sión en el año 1571; desde el año 1572 ocupa el cargo de portero hasta el 1610 que hacen casi cuarenta años.
Es considerado en la Compañía como modelo para los hermanos legos por su ejercicio permanente para lograr auténtica familiaridad con Dios, por su obediencia absoluta y por su amor y deseo de tribulación.
Este humilde y santo portero fue durante su vida un foco radiante de espiritualidad de la que se beneficiaron tanto los superiores que le trataron como los novicios con los que tuvo contacto; un ejemplo representativo está en San Pedro Claver, el apóstol de los esclavos.
Con sus cartas ejerce un verdadero magisterio. Su lenguaje es sencillo y el popular de la época, pero logra páginas de singular belleza al tratar temas de mayor entusiasmo. La santidad que describe en sus escritos no es aprendida en los libros, es fruto de su experiencia espiritual.
Fue canonizado por el papa León XIII junto con san Pedro Claver.
Autor: Isabel Orellana Vilches
Fuente: Zenit.org
Este santo portero del convento mallorquino de Montesión de los padres jesuitas, nació en Segovia, España, el 25 de julio de 1531. Fue el tercero de los once hijos habidos en el matrimonio compuesto por Diego Rodríguez y María Gómez de Alvarado, prósperos comerciantes de paños. La característica principal de su niñez fue su amor a la Virgen, con la que mantuvo celestiales coloquios. Siempre mostró una devoción singular por el misterio de la Inmaculada, y rezaba el Oficio Parvo dedicado a Ella. Comenzó a formarse con los padres franciscanos, pero a los 10 años escuchó predicar al beato jesuita Pedro Fabro, que entabló una entrañable relación con toda su familia, y se ocupó de prepararle para su primera comunión.
A los 14 años se hallaba estudiando con los jesuitas de Alcalá cuando murió su padre y tuvo que regresar para ayudar a su madre en los asuntos de la familia. Luego quedó solo al frente de la gestión de los negocios, una misión para la que realmente no tenía cualidades, y se casó con María Juárez, hija de un acomodado ganadero. Se afincaron en Segovia y fueron viniendo los hijos. Pero los perdió a todos. La niña murió nada más nacer; luego lo hizo su esposa al dar a luz a un niño. Por si fuera poco, un año más tarde, falleció su madre y, a continuación, su último hijo. Ya no tenía nada. Al haber vendido su negocio con anterioridad, convivió junto a dos hermanas solteras y aprendió a dialogar con Dios. Ellas le ayudaron en este difícil momento que atravesó abrumado por sus pecados a los que culpaba de tantas tragedias.
En una visión vislumbró el gozo del cielo y se arrepintió de su vida pasada. Se centró en la oración convirtiéndose en un severo penitente; confesaba y comulgaba todas las semanas. Se planteó ser jesuita, pero tenía en su contra la edad, una frágil salud y falta de formación. Luís de Santander, rector del colegio que los jesuitas tenían en Segovia, no le disuadió formalmente. Pero sí le recomendó que prosiguiese estudiando.Por eso, en 1569 se trasladó a Valencia. Comenzó a cursar latín con vías a una posible ordenación sacerdotal costeándose los gastos con su trabajo en casa de una marquesa. Hubo un momento en que había tenido que mendigar. No sin cierto pudor, que tuvo que vencer, estudiaba junto a unos niños. Luego fue en pos de un ermitaño que entabló amistad con él y quiso disuadirle de su empeño de ser jesuita. Vio que estaba sucumbiendo a una tentación y lo dejó. Regresó a Valencia, dejando nuevamente en suspenso sus estudios, para iniciar otro intento de ingreso en la Compañía. Se puso a merced del P. Santander, quien le hizo ver que hasta ese momento parecía seguir sus dictados y no los de Dios. Entonces Alonso respondió: "Os prometo que jamás en mi vida volveré a hacer mi propia voluntad. Haced de mí lo que queráis". Con ayuda del religioso acometió el sueño que le guiaba de ser jesuita, aunque no pudiera ser sacerdote. La negativa de quienes dilucidaban qué hacer con él estaba en el aire, cuando el superior P. Antonio Cordesses terció rotundo: "Recibámoslo para santo".
En 1571 fue aceptado como "hermano lego" por el provincial y tras finalizar el noviciado partió a Palma de Mallorca. Le encomendaron la portería del colegio de Montesión y desempeñó esta misión durante casi cuarenta años, hasta que sus fuerzas se lo impidieron. Nadie podría haber imaginado que el ángel de bondad que franqueaba la puerta a todos, viendo en ellos a Cristo, sufría aridez, era escrupuloso y padecía violentas tentaciones contra la castidad de las que en alguna ocasión le rescató la Virgen. "En las tentaciones he sido más de doscientas veces mártir", reconocía.Experimentaba desolación y el mero hecho de meditar le generaba muchos dolores. Es como si los sufrimientos y mortificaciones que realizaba desde hacía años no dieran su fruto. "El demonio –afirmaba– es un gran bachiller". Pero no se desesperó, ni se desanimó. Haciendo acopio de paciencia seguía perseverando y sirviendo humildemente en la misión que tenía: abrir la puerta. Y al final experimentó una intensísima presencia de Jesús y de María que le colmaban de místicos consuelos.
En 1585 profesó los últimos votos. En 1604 inició sus Memorias autobiográficas a demanda de sus superiores que culminó en 1616. Su obediencia seguía intacta. Cuando, cumplidos más de 70 años y hallándose muy enfermo, para probar su virtud lo destinaron a la India, automáticamente se dirigió a la puerta diciendo: "Tengo orden de partir a las Indias", ante lo cual el superior intervino, de lo contrario se habría ido. Así era su obediencia y disposición, tan literal que asombraba. Humildemente decía que "obedecía a lo asno". Y el juicio de sus hermanos era: "Este hermano no es un hombre, sino un ángel". Nunca reparó en la actitud de aquellos a los que abría la puerta, que no siempre era correcta, y les entregaba lo mejor de sí: "Es que a Jesús que se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación". Cuando escuchaba el sonido de la campana, profería un gozoso: "¡Ya voy, Señor!". Y engarzaba sus jornadas de trabajo y oración cincelando a conciencia en su corazón una hermosa filigrana de caridad con la que íntimamente coronaba a quienes pasaban por el convento: "Allí viene el humilde. Ahí, el obediente. Allá viene el que jamás se enoja. Ese es el que vive en viva fe. Viene el de gran pobreza. Ese es prudente. Hacia acá viene el piadoso".
Tan intensa llegó a ser la presencia continua de Dios para él, que era de todo punto imposible alejarlo por un momento de sí, como una vez le sugirió su superior para dejar descansar su mente, cuando ya era de avanzada edad.Estuvo adornado de diversos carismas, entre otros, visiones, discernimiento y milagros. Falleció el 31 de octubre de 1617. León XII lo beatificó el 25 de mayo de 1825. León XIII lo canonizó el 15 de enero de 1888. Ese día era elevado a los altares junto a Juan Berchamns, y Pedro Claver uno de sus dilectos discípulos.
San Wolfgango de Ratisbona, monje y obispo
En Ratisbona, en el territorio de Baviera, san Wolfgango, obispo, que, después de ser maestro de escuela y haber profesado como monje, fue elevado a la sede episcopal, desde donde reinstauró la disciplina del clero, y mientras visitaba la región de Pupping descansó en el Señor.
San Wolfgang, que pertenecía a una familia suaba, nació hacia el año 930. Sus padres le enviaron muy joven a la abadía de Reichenau, en una isla del Lago de Constanza, que era entonces un floreciente centro del saber. Allí se hizo amigo de un joven de la nobleza, llamado Enrique, hermano de Poppón, el obispo de Wurzburg. Este útlimo había fundado una escuela en su ciudad episcopal, y Enrique convenció a Wolfgang de que se trasladase con él a dicha escuela. La inteligencia de que dio muestras el joven suabo, despertó entre sus compañeros la admiración y la envidia. El año 956, Enrique fue elegido arzobispo de Tréveris. Se llevó a Wolfgang a su arquidiócesis y le nombró profesor en la escuela de su catedral. En Tréveris Wolfgang cayó bajo la influencia de un monje muy dinámico, llamado Ramuoldo, y secundó con gran entusiasmo los esfuerzos de Enrique por promover la religión en la arquidiócesis. Enrique murió el año 964. Wolfgang se hizo entonces benedictino en un monasterio de Einsiedeln, cuyo abad era un inglés llamado Gregorio. El abad cayó pronto en la cuenta de que las cualidades de Wolfgang eran todavía mayores que su fama y le nombró director de la escuela del monasterio. San Ulrico, obispo de Augsburgo, le confirió la ordenación sacerdotal. Ello despertó el celo misionero de Wolfgang, quien partió a evangelizar a los magiares de Panonia. La empresa no tuvo el éxito que merecía. Por entonces, el emperador Otón II se enteró de que el santo era una persona idónea para ocupar la sede de Regensburg (Ratisbona), que estaba vacante. Inmediatamente le mandó llamar a Frankfurt y le confirió el beneficio temporal, por más que Wolfgang le rogó que le dejase volver a su monasterio. La consagración episcopal tuvo lugar en Regensburg, en la Navidad del año 972.
San Wolfgang no abandonó jamás el hábito monacal y en la práctica de su ministerio episcopal mantuvo las austeridades de la vida conventual. Lo primero que hizo, una vez que se estableció en su diócesis, fue emprender la reforma del clero y de los monasterios, especialmente de dos conventos de monjas poco edificantes. Una de las principales rentas de la sede procedía de la abadía de San Emmeram de Regensburg.
Hasta entonces había dependido del obispo, y los resultados habían sido tan malos como en otros casos análogos. Wolfgang le devolvió la autonomía y confió su gobierno a Ramuoldo, a quien mandó llamar de Tréveris. El santo era incansable en la predicación, y su intenso espíritu de oración confería una eficacia especial a su palabra. Cumplió con gran fidelidad y vigilancia todas sus obligaciones episcopales durante los veintidós años que ocupó la sede. Se refieren varios milagros obrados por él y su generosidad con los pobres llegó a ser proverbial. En una ocasión en que escaseaba el vino, ciertos sacerdotes ignorantes empezaron a emplear agua en vez de vino en la misa; naturalmente, eso horrorizó al santo obispo, quien distribuyó el vino de su propia bodega por toda la diócesis.
Durante algún tiempo, san Wolfgang abandonó el gobierno de su diócesis y se retiró a la soledad; pero unos cazadores descubrieron su retiro y le obligaron a volver a Regensburg. Como quiera que fuese, la vocación monacal del santo no le impidió cumplir con sus obligaciones seculares, ya que asistió a varias dietas imperiales y acompañó al emperador en una campaña a Francia. San Wolfgang cedió una parte de Bohemia, que pertenecía a su diócesis, para que se fundase una nueva, cuya sede se estableció en Praga. El duque Enrique de Baviera tenía gran veneración por el santo y le confió la educación de su hijo Enrique, quien fue más tarde emperador y santo canonizado. En el curso de un viaje por el Danubio, rumbo a Austria, San Wolfgang cayó enfermo y falleció en la pequeña población de Puppingen, no lejos de Linz. Fue canonizado en 1052. Su fiesta se celebra en muchas diócesis de Europa Central y en las casas de los canónigos regulares de Letrán, ya que San Wolfgang restableció entre su clero la vida canonical.
Biografía de Wolfgang, escrita por Othlo en Acta Sanctorum, nov., vol. II, pte. I. Otto Háfner con el título de Der hl. Wolfgang, ein Stern des X. Jahrhunderts (1930); también el estudio arqueológico de J. A. Endres, Beiträge zur Kunst und Kulturgeschichte des mittelalterlichen Regensburgs.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022), monje griego Himno 17
El Reino de Dios
Te mostraré claramente que es aquí abajo adonde debes recibir plenamente el Reino de los cielos, si quieres penetrar en él también después de tu muerte. Escucha a Dios que te habla en parábolas « ¿Con qué comparar el Reino de los Cielos? Es semejante, escucha bien, al grano de mostaza que tomó un hombre y lo tiró en su jardín, y éste creció y, en verdad, se convirtió en un gran árbol.» Ese grano, es el Reino de los Cielos, es la gracia del Espíritu divino, y el jardín, es el corazón de cada hombre, allí adonde el que lo recibió esconde el Espíritu al fondo de sí mismo, en los repliegues de sus entrañas, para que nadie pueda verlo. Y lo guarda con todo su cuidado para que crezca, para que se convierta en un árbol y se levante hacia el cielo.
Entonces, si tú dices: «No es aquí abajo, pero es después de la muerte que recibirán el Reino de los Cielos todos aquellos que lo habrán deseado con fervor», trastornas las palabras del Salvador nuestro Dios. Y si tú no tomas el grano, ese grano de mostaza, como él lo ha dicho, si tú no lo tiras en tu jardín, permaneces totalmente estéril. ¿En qué otro momento, sino ahora, recibirás la semilla?
Aquí abajo es que recibes las arras, dice el Maestro; aquí abajo, recibes el sello. Desde aquí abajo enciende tu lámpara. Si eres prudente, es aquí abajo que me convierto para ti en la perla (Mt 13:45), es aquí abajo que soy tu trigo, y como un grano de mostaza. Es aquí abajo que me convierto para ti en levadura y que hago crecer la masa. Es aquí abajo que yo soy para ti como el agua y me convierto en el fuego suavizante. Es aquí abajo que me convierto en tu ropa y tu comida y toda tu bebida, si tú lo deseas. Es eso lo que dice el Maestro. « Si de esta manera, desde aquí abajo me reconoces, allá también me poseerás inefablemente, y me convertiré en todo para ti.»
Jesucristo ¿sintió miedo y tristeza?.
Cristo, en cuanto Hombre tuvo verdadera pasibilidad, el mismo Evangelio lo atestigua
Pregunta:
Padre: Siempre me he preguntado si Jesús (siendo Dios), sintió tristeza y miedo. En caso de responder que sí, ¿cómo se explica esto?
Respuesta:
Estimado:
Jesucristo no sólo es verdadero Dios sino también verdadero Hombre. En cuanto Hombre su cuerpo tuvo verdadera pasibilidad, por lo cual no podían faltarle las pasiones; el mismo Evangelio lo atestigua: Con gran deseo he deseado comer esta Pascua con vosotros (Lc 22, 15); Mi alma está triste hasta la muerte (Mt 26, 38), y muchos otros pasajes.
Sin embargo, las pasiones de Cristo, a diferencia de las del resto de los hombres, estuvieron exentas de todo desorden y subordinadas a la razón, porque en Él no había pecado original, ni siquiera posibilidad de pecar (o sea, impecabilidad). Por eso los teólogos designan a las pasiones de Cristo con un término particular: propasiones, queriendo significar con esto que son irreprensibles. Santo Tomás precisa que las pasiones de Cristo difieren de las nuestras porque nunca pudieron incitar al mal, ni influir negativamente en manera alguna sobre la razón y sobre la voluntad.
Por tanto, “propasiones” son las pasiones sensitivas de la Humanidad de Cristo (como el amor, el deseo, la esperanza, el temor, la tristeza, etc.), que son, por sí mismas, parte integrante de la naturaleza humana (funciones propias del apetito sensitivo concupiscible e irascible).
Para entender esta peculiaridad recordemos que las pasiones sometidas a la razón son fuerzas vivas que nos inclinan al bien de nuestra naturaleza; debido al pecado original las pasiones de todo descendiente de Adán se alzan en rebeldía hasta el punto de ofuscar la razón y debilitar la libre voluntad; sin embargo, esta rebelión no quita la libertad y la responsabilidad de los actos propios, como pretendía Lutero (por eso, contra él, el Concilio de Trento definió que la concupiscencia proviene del pecado y excita al pecado pero no es pecado por sí misma ni puede dañar a quien resiste con la gracia de Dios).
Como ya hemos dicho, Jesucristo estuvo exento del aspecto desordenado de las pasiones en razón de que no tuvo ni la más mínima sombra del pecado.
Explicaba este adorable misterio el Beato Dom Columba Marmion, en uno de sus más célebres escritos: “El Hijo de Dios se hizo carne; continuó siendo lo que era, pero se unió a una Naturaleza humana, completa como la nuestra, íntegra en su esencia, con todas sus propiedades naturales; Cristo nació, como todos nosotros, de una mujer (Gál 4,4), pertenece auténticamente a nuestra raza. Con frecuencia se llama en el Evangelio El Hijo del Hombre; Ojos de carne le vieron, y manos humanas le tocaron (1Jn 1,1). Y aun el día siguiente de su resurrección gloriosa, hace experimentar al apóstol incrédulo la realidad de su naturaleza humana: Palpad y ved, porque los espíritus no tienen carne ni huesos como veis que yo tengo (Lc 24,39). Tiene, como nosotros, un alma creada directamente por Dios; un cuerpo formado en las entrañas de la Virgen; una inteligencia que conoce, una voluntad que ama y elige; todas las facultades que nosotros tenemos: la memoria, la imaginación; tiene pasiones, en el sentido filosófico, elevado y noble de la palabra, en un sentido que excluye todo desorden y toda flaqueza; pero estas pasiones se hallan en Él enteramente sometidas a la razón, sin que puedan ponerse en movimiento sin un acto de su voluntad [La Teología las llama propasiones, a fin de indicar con este término especial su carácter de trascendencia y de pureza.]. Su naturaleza humana es, pues, del todo semejante a la nuestra, a la de sus hermanos, dice San Pablo: Era preciso que se asemejase en todo a sus hermanos (Hb 2,17), excepto en el pecado (ib. 4,15), Jesús no conoció ni el pecado ni nada de lo que es fuente o consecuencia del pecado: la ignorancia, el error, la enfermedad, cosas todas indignas de su perfección, de su sabiduría, de su dignidad y de su divinidad.
Pero nuestro Divino Salvador quiso padecer durante su vida mortal nuestras flaquezas; todas las que eran compatibles con su santidad. El Evangelio nos lo muestra claramente, nada hay en la naturaleza del hombre que Jesús no haya santificado. Nuestros trabajos, nuestros padecimientos, nuestras lágrimas, todo lo ha hecho suyo. Miradle en Nazaret: durante treinta años pasa su vida en un trabajo oscuro de artesano, hasta el punto de que cuando comienza a predicar, sus compatriotas se admiran porque nunca le han conocido más que como hijo del carpintero: ¿De dónde le vienen a éste todas estas cosas? ¿Acaso no es hijo de un carpintero? (Mt 13,55-56). Nuestro Señor quiso sentir el hambre como nosotros, después de haber ayunado en el desierto, tuvo hambre (ib. 4,2). Padeció también la sed: ¿Acaso no pidió de beber a la samaritana? (Jn 4,7), ¿acaso no exclamó en la cruz: Tengo sed (Jn 19,28)? Experimentó como nosotros la fatiga; los largos viajes a través de Palestina fatigaban sus miembros, cuando junto al pozo de Jacob pidió agua para calmar su sed, San Juan nos dice que estaba fatigado. Era la hora de mediodía, después de haber caminado largo tiempo, se sienta rendido al margen del pozo (ib. 4,6). Así, pues, según lo hace notar San Agustín en el admirable comentario que nos dejó de esta escena evangélica: ‘El que es la fuerza misma de Dios se halla abrumado de cansancio’. El sueño cerró sus párpados; dormía en la nave cuando se levantó la tempestad: Él en cambio dormía (Mt 8,24), y dormía verdaderamente, de tal manera que sus discípulos, temiendo que los tragasen las olas furiosas, tuvieron necesidad de despertarlo. Lloró sobre Jerusalén su patria a la que amaba a pesar de su ingratitud; el pensamiento de los desastres que después de su muerte habían de venir sobre ella le arranca lágrimas amargas y frases llenas de aflicción: ¡Si tú conocieses por lo menos en este día lo que puede atraerte la paz! (Lc 19,41 y ss.).
Lloró a la muerte de su amigo Lázaro como nosotros lloramos por aquellos a quienes amamos, hasta el punto de que los judíos testigos de este espectáculo se decían: Ved cómo le amaba (Jn 11,36). Cristo derramaba lágrimas, no sólo porque convenía, sino porque tenía conmovido el corazón; lloraba a su amigo, y sus lágrimas brotaban del fondo de su alma. Varias veces se dice también en el Evangelio que su corazón estaba conmovido por la compasión (Lc 7,13; Mc 8,2; Mt 15,32). ¿Qué más? Experimentó también sentimientos de tristeza, de tedio, de temor (Mc 14,33; Mt 26,37).
En su agonía cuando estaba en el Huerto de los Olivos su alma quedó abrumada por la tristeza (Mt 26,38) y la angustia penetró en ella hasta el punto de hacerle lanzar grandes gritos (Hb 5,7). Todas las injurias, todos los golpes, todos los salivazos, todas las afrentas que llovieron sobre Él durante su Pasión, le hicieron padecer inmensamente; las burlas, los insultos, no le dejaban insensible, por el contrario, cuanto más perfecta era su naturaleza, más delicada y más grande era su sensibilidad. Vióse abismada en el dolor. En fin, después de haber tomado sobre sí todas nuestras debilidades, después de haberse mostrado verdaderamente hombre y semejante a nosotros en todas las cosas, quiso padecer la muerte como los demás hijos de Adán: E inclinada la cabeza entregó su espíritu (Jn 19,30).
Vemos, pues, que Jesucristo es nuestro modelo como Hijo de Dios y como Hijo del hombre al mismo tiempo. Pero lo es sobre todo como Hijo de Dios: esta condición de hijo de Dios es lo que en Él hay de radical y fundamental; en eso ante todo debemos parecernos a Él”[2].
Bibliografía:
Dom Columba Marmion, Jesucristo, vida del alma, Ed. Gratis Date (esp. cap. “Jesucristo, modelo único de toda perfección. Causa exemplaris”);
Santo Evangelio según San Lucas 13,18-21. Martes XXX del tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te doy las gracias por todos los beneficios que me has regalado a lo largo de toda mi vida, en especial, por este momento que me das para estar en intimidad contigo.
Aumenta mi fe. Dame una fe operante y luminosa capaz de testimoniar el gran amor que me tienes.
Dame una confianza capaz de abandonar toda mi vida en tus manos de modo que puedas actuar en mí y a través de mí con total libertad.
Aumenta mi amor. Haz que mi corazón se inflame de tal manera con el fuego de tu amor, que no sepa ser sino instrumento por el cual todos los hombres que me miren, vean en mí un reflejo tuyo, una chispa de tu hoguera eterna. Amén.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús, hoy me dices que tu Reino es como un grano de mostaza o un poco de levadura. Me haces ver que algo tan pequeño puede llegar a tener efectos tan grandes. Así es tu Reino. Comienza por algo que a mis ojos parece tan minúsculo, pero que tiene la fuerza para cambiar el entorno. Me invitas a valorar, una vez más, el poder de lo pequeño.
Una sonrisa, un gesto de caridad y cariño, una palabra de aliento pueden ser el comienzo de la conversión de un alma. ¡Y al contrario! Un mal trato de parte de los que nos llamamos cristianos puede alejar a una persona de tu amor. Mi ayuda o mi resistencia a tu Reino no son indiferentes.
¡Qué confianza has tenido, Jesús, en mí al confiarme algo tan importante para Ti!
Muchas veces puedo pensar que son inútiles todos mis esfuerzos por extender tu Reinado, pues no veo grandes frutos de manera inmediata. Se me olvida que, aunque es el hombre quien siembra, eres Tú quien hace crecer y dar fruto.
Ayúdame, Jesús. Tú me has llamado a colaborar en la extensión de tu Reino. Quiero corresponder con generosidad a tu invitación. Perdóname si con mi mal ejemplo he hecho que alguien se aleje de Ti. Dame la gracia de valorar los pequeños detalles. Gracias por todo, Jesús.
Jesús habla de dos cosas de la vida cotidiana: la levadura no se mantiene levadura, porque al final se estropea; se mezcla con la harina, está en camino y hace el pan; y de la misma manera la semilla no permanece semilla: muere y da vida al árbol. Entonces: la levadura y la semilla están en camino para "hacer" algo. Y también el reino es así. Levadura y semilla mueren. La levadura ya no es levadura: se mezcla con la harina y se convierte en pan para todos, comida para todos. La semilla ya no será semilla: será árbol y se convierte en casa para todos, para los pájaros...
(Homilía de S.S. Francisco, 25 de octubre de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré dar una palabra de aliento y una sonrisa a quien lo necesite.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristianismo con mostaza por favor
El cristianismo se sirve solo. O se vive como es o no es cristianismo
Ciertamente una hamburguesa sabe mejor con mostaza, ketchup y alguna salsa recién inventada. Una tarta con relleno de chocolate o mermelada o grageas multicolores es más atractiva. Un café con azúcar y unas gotas de leche se agradece.
Es muy probable que a la mayoría de nosotros, de pequeños, no nos gustaban los filetes de hígado cuando a mamá se le ocurría la feliz idea: "Hoy comemos hígado y todos nos lo tendremos que comer". Conozco a una persona que a sus muchos años, todavía, no puede ver el hígado. Ahora simplemente no lo come. Pero de niño tuvo que hacerlo por decreto maternal. Más le valía. ¿Cómo lo lograba? Primero agotaba los recursos más tradicionales: dárselo al perro a escondidas, dejarlo debajo de la mesa, trasladarlo de trozo en trozo al plato del hermano más cercano... Pero todas estas técnicas eran rápidamente desactivadas por su eficaz madre. Así que tenía que enfrentarse con el problema. Solución: muy sencillo, gracias a su afición a la mostaza, untaba medio tarro de esta sustancia sobre el filete. Así conseguía neutralizar aproximadamente un 85% de aquel horrible sabor hepático.
Pero todas estas técnicas de aliñamiento, más o menos válidas en el campo culinario, fallan cuando queremos aplicarlas al cristianismo. Una hamburguesa con mostaza sabe mejor, pero cristianismo con mostaza deja de ser cristianismo. Lo mismo si le untas nocilla o le agregas leche desnatada.
El Evangelio te pide amar a Dios sobre todas las cosas. "Bien. Sí. Sobre todas las cosas menos sobre mi juguete preferido". O sea, cristianismo con ketchup.
El Evangelio te pide tomar la cruz. "Bien, de acuerdo, pero pásame un buen cojín para el hombro, contrátame tres ayudantes fieles para que la carguen por mí, y que la cruz sea de la madera más ligera del mercado". O sea, cristianismo con azúcar.
El Evangelio te dice que los limpios de corazón son los que verán a Dios. "Bien pero no es para tanto, tranquilo, no hay que ser exagerado, si todo el mundo lo hace no tiene que estar tan mal". O sea, cristianismo con miel silvestre.
El Evangelio te pide amar a tu enemigo. "Sí. Estoy de acuerdo. Sólo a este desgraciado lo odiaré toda mi vida". O sea, cristianismo con mayonesa.
El Evangelio te pide perdonar setenta veces siete. "Bien pero a este no. Es que es un caso especial. Lo que me hizo es imperdonable". O sea, cristianismo con leche condensada.
El Evangelio te pide desapegarte de tus posesiones. "Sí. Lo que pasa es que estamos en el siglo del consumismo, y por lo mismo tengo que comprar y comprar, da igual si no lo necesito". O sea, cristianismo con tomate.
El Evangelio te invita a la oración. "Sí, es importante, pero no hay tiempo, ¿no ves que soy una persona muy ocupada? El tiempo libre debe ser más bien para un café, un cigarro, una fiesta". O sea, cristianismo con relleno sabor chocolate.
El Evangelio te pide interrumpir tu camino para curar al que está tirado en la calle. "Lo sé. Pero hoy en día es peligroso. No sabes lo que puede pasar. Igual le ayudas y luego no te agradece." Cristianismo con leche descremada y un poco de mermelada.
El Evangelio te pide fidelidad. "Bien pero uno debe tener sus propias ideas, yo comparto muchas cosas de las que dice Jesús, pero no estoy de acuerdo en algunos puntos de la moral." O sea, cristianismo con grageas multicolores.
El Evangelio te dice que estás de paso, que la vida es un soplo, que la aproveches minuto a minuto. "Sí, bien, pero tampoco hay que amargarse, hay que aprovechar la vida haciendo lo que a uno le gusta, no sabes lo bien que yo me llevo con la pereza." O sea, cristianismo con mostaza. ¡Cristianismo con mostaza por favor!
A su Evangelio,
Cristo no le puso ketchup ni mayonesa ni tomate.
Él no le agregó azúcar ni miel silvestre ni grageas multicolores.
Él no lo cubrió con un relleno sabor chocolate ni mermelada.
Él no le añadió leche condensada ni descremada.
Cristo no neutralizó su Evangelio con mostaza.
El cristianismo se sirve solo. O se vive como es o no es cristianismo.
Halloween ¿Un católico puede disfrazarse y participar?
Ante el cuestionamiento el P. Fortea precisó que “la respuesta no es simple”.
A pocos horas de que en diversos países comiencen las celebraciones por Halloween, el famoso teólogo español y experto en demonología, P. José Antonio Fortea, se pronunció sobre si los fieles católicos pueden o no participar en las fiestas, disfrazarse y pedir dulces.
En diálogo con ACI Prensa, el P. Fortea precisó que “la respuesta no es simple”.
“En sí misma, la celebración de esta fiesta tal como era hace cien años, doscientos años, no tenía nada de malo, y mucho menos en una sociedad tan cristiana como era la norteamericana hace 50 años se reducía a disfrazarse y a visitar las casas, nada más”.
En esa época, dijo, “los disfraces eran muy inocentes y bondadosos. Uno se disfrazaba de zanahoria, otro de sheriff, otro de bombero, no había nada de malo”.
Sin embargo, precisó, “lo que pasa es que hace ya unos decenios, esta fiesta empezó poco a poco a tomar unos aspectos más relativos a la brujería, a cosa de tipo escabroso, y los disfraces ya no eran disfraces inocentes –uno de piloto y otro de médico–, sino que cada vez eran disfraces más sangrientos, que tenían que ver con logore o con la brujería”.
El gore es un género de cine que abunda en imágenes sangrientas y el sufrimiento físico extremo.
“Entonces sí que ha habido una evolución de esta fiesta que ha sido muy negativa”, señaló el sacerdote, y advirtió que en Halloween “cada vez más lo que tiene que ver con la brujería va cobrando preponderancia”.
Pero que los niños se disfracen en Halloween, dijo, “no podemos decir taxativamente que es demoniaco, porque hay padres que realmente creen en Jesús, buenos católicos, que se limitan a poner un buen disfraz a su hijo, a una pequeña celebración en el colegio y ya está”.
“Hay que usar el sentido común”, dijo, y recordó que una madre perteneciente al Opus Dei le hizo la misma consulta.
“Está en un colegio de Madrid. Simplemente van a hacer una fiesta en el colegio, su hija tiene 6 años, todos se van a disfrazar de algo. Me decía: ¿hay algún problema en que mi hija de 6 años se disfrace de algo?”.
Para el P. Fortea, la madre, “aunque tiene el derecho de negarse a ello, tampoco vería yo algún problema en una cosa tan inocente”.
“Claro, hay otros casos en los que el disfraz es tremendamente monstruoso, lleno de sangre, de vísceras, de cicatrices, eso es desagradable, eso no lo veo moralmente neutro”, precisó.
A esta situación, el sacerdote añade que “la fiesta de Halloween los medios de comunicación cada vez más están derivándola hacia la brujería”.
“Yo creo que el sentido común nos hace ver que la fiesta de Halloween hoy por hoy sigue unos derroteros muy negativos, que no sabemos dónde van a acabar”.
“Pero si una madre quiere no destacarse y que su hija lleve un disfraz, yo no lo vería tampoco eso negativo”, dijo, pidiendo una vez más recurrir al “sentido común”.
¿Las películas de terror atraen demonios?
Consultado por si las películas de terror pueden provocar actividad demoniaca, el teólogo español precisó que “yo hablaría más bien de lo pecaminoso más que de los demonios, porque los demonios están en torno a nosotros, vienen de vez en cuando, nos tientan. Pero no están siempre en cada momento a nuestro lado”.
“Todo lo que es pecado los atrae, pero todo pecado, sea del tipo que sea”.
El P. Fortea indicó que “sí que hay películas que son verdaderamente desagradables, porque son gore, son películas que cualquier persona normal no puede sentir más que desagrado”.
“Y esto es lo que desde hace tiempo cada vez más gente siente atracción por la sangre y las vísceras y cuanto más espantosas sean las escenas, más disfrutan. Es algo social, aquí no vale para solucionar el problema con que alguien dé un sermón”.
El sacerdote lamentó que “es una sociedad la que va derivando hacia allí”.
“Yo creo que al final los que creemos en el Evangelio debemos intentar llevar una vida lo más acorde a lo que es lo natural, lo que Jesús quiere. Pero desgraciadamente nuestra capacidad, en la mayoría de los países, para influir en el camino que lleva es limitada y cada vez va siendo más limitada”.
“Pero hay que dejarlo claro: hay películas que, por su contenido sangriento, su carácter tan antinatural, tan lesivo de la dignidad que tiene la naturaleza humana, no deberían ser vistas. Y ciertamente podemos entrar en lo que es pecado”, advirtió.