Acumulemos los tesoros eternos

Evangelio según San Lucas 16,1-8.

Jesús decía a sus discípulos: 

"Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. 

Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'. 

El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. 

¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'. 

Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'. 

'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'. 

Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo:

'Toma tu recibo y anota trescientos'. 

Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz." 

San León Magno

San León I, elegido obispo de Roma en el año 440 y muerto el 461, fue un Papa de momentos de crisis. Tenía un espíritu suficientemente magnánimo como para hacerles frente.   Resistió con igual energía e inteligencia el peligro de las invasiones de los bárbaros como el de la herejía monofisita, que ponía en peligro la fe de la Iglesia en el misterio de la Encarnación. Si bien acertó a alejar la amenaza de Atila que pesaba sobre Italia (452), hubo de asistir, sin embargo, tres años más tarde, al saqueo de Roma por los vándalos (455).   Ahora bien, en el momento en que tenía que atender a las necesidades materiales de su pueblo, había de formular también la fe recibida de los Apóstoles con respecto a la persona de Jesús. El Concilio de Calcedonia ratificó por aclamación su doctrina: «Pedro ha hablado por boca de León», exclamaron los Padres (451)   Pero la fe no es una pura especulación. De ahí que San León recuerde a su pueblo, a lo largo del año, las consecuencias que supuso para la vida del cristiano la Encarnación: «Reconoce, cristiano, tu dignidad.

Recuerda de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro».   Es admirable que unas oraciones litúrgicas, unos sermones y cartas compuestos en medio de tantas dificultades resuman tal serenidad.

El secreto de semejante paz y dominio hay que buscarlo en el amor y la fe que animaban a León Magno: fe en Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, y amor a Aquel que es Hijo de Dios e hijo de María; fe en sus promesas, cuya depositaria es la Iglesia en la persona del sucesor de Pedro, y amor hacia esa misma Iglesia, que sigue siendo gobernada por la segura mano de Pedro.

Oremos 

Señor, tú que nos ha prometido que las fuerzas del mal nunca prevalecerán contra la Iglesia, cimentada sobre la roca de Pedro, haz que, por la intercesión del Papa San León Magno, tu pueblo permanezca siempre firme en la verdad y goce de una paz estable y verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Juan María Vianney (1786-1859), presbítero, cura de Ars  Pensamientos escogidos del Santo Cura de Ars

Acumulemos los tesoros eternos

El mundo pasa, y pasamos con él. Los reyes, los emperadores, todo se va. Nos abalanzamos en la eternidad de donde no regresamos más. No se trata más que de una sola cosa: salvar nuestra pobre alma. Los santos no estaban apegados a los bienes de la tierra; soñaban solo con los del cielo. Las personas del mundo, al contrario, no piensan más que en el presente. 

Hay que actuar como los reyes. Cuando van a ser destronados, envían sus tesoros hacia adelante; sus tesoros los esperan. Del mismo modo un buen cristiano envía todas sus buenas obras a la puerta del cielo. 

La tierra es un puente para atravesar el agua, no sirve más que para sostener nuestros pies. Estamos en este mundo pero no somos de este mundo, puesto que decimos todos los días «Padre Nuestro que estas en el cielo». Debemos entonces esperar nuestra recompensa para cuando estemos «en nuestro hogar» en la casa del Padre. 

Una astucia cristiana

Santo Evangelio según San Lucas 16, 1-8. Viernes XXXI del tiempo ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Oh Jesús, amigo del alma, alimenta con tu palabra a tu hijo tan necesitado de Ti. Que el Evangelio se convierta en una fuente de inspiración para mi vida y la regla que ordene mi obrar y sentir.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

"El amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido." Ciertamente, Jesús, no estás alabando un acto deshonesto del administrador, lo que admiras en él es su forma de conseguir "amigos". Al administrador le correspondía parte de las ganancias y él decide invertirlas en aquellos que le pueden ayudar a asegurar un "futuro". Es inteligente, es astuto.

A mí, Señor, me has confiado la administración de muchas cosas: mi familia, mis amigos, mis talentos… sin embargo, no siempre los trato bien ni aprovecho todo lo que me has dado; malgasto tus dones. A veces, ni siquiera me doy cuenta de que están ahí, me ciego, y me preocupo sólo por disfrutar mi vida. No soy lo suficientemente astuto para asegurar el futuro que realmente importa: LA ETERNIDAD.

Todo lo que me das me debe ayudar a ir a Ti. Enséñame, Jesús, a utilizar bien tus dones.

Existe, sin embargo, una astucia cristiana de hacer las cosas con picardía, pero no con el espíritu del mundo: hacer las cosas honestamente. Y esto es bueno. Es lo que dice Jesús cuando invita a ser astutos como serpientes y simples como las palomas: poner juntas estas dos dimensiones es una gracia del Espíritu Santo, una gracia que debemos pedir. También hoy hay muchos de estos estafadores, corruptos... A mí me impresiona ver cómo la corrupción está extendida por todas partes.

(Homilía de S.S. Francisco, 18 de septiembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, voy a agradecer al Señor por mi familia, mis amigos, mis talentos.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Astucia de la serpiente: Virtud evangélica.
Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.

Él no le negará al apóstol verdaderamente humilde y desprendido, si es necesario, hasta luces carismáticas y sobrenaturales para discernir los verdaderos y los falsos amigos de la Iglesia.

Son innumerables los temas en que Nuestro Señor recomienda insistentemente la prudencia, inculcando así a los fieles que no sean de una candidez ciega y peligrosa, sino que hagan que su cordura coexista con un amor vivaz y diligente de los dones de Dios; tan vivaz y tan diligente que el fiel pueda discernir, entre mil falsos ropajes, a los enemigos que los quieren robar.

Veamos un texto.

“Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 15-20).

Este texto es un pequeño tratado de argucia. (virtud evangélica de la astucia serpentina). Comienza por afirmar que tendremos enfrente no sólo adversarios de visera erguida, sino a falsos amigos, y que por lo tanto nuestros ojos se deben volver vigilantes no sólo contra los lobos que se aproximan a nosotros con la piel a la vista, sino también contra las ovejas, a fin de ver si en alguna no descubriremos, bajo la blanca lana, el pelaje pelirrojo y mal disimulado de algún lobo astuto. Esto quiere decir, en otros términos, que el católico debe tener un espíritu ágil y penetrante, siempre atento contra las apariencias, que sólo entrega su confianza a quien demuestre, después de un examen meticuloso y sagaz, que es oveja auténtica.

Los fieles deben ser sagaces, máxime los dirigentes católicos

¿Pero cómo discernir la falsa oveja de la verdadera? “Por sus frutos se conocerán los falsos profetas”. Nuestro Señor afirma con ello que debemos tener el hábito de analizar atentamente las doctrinas y acciones del prójimo, a fin de que conozcamos esos frutos según su verdadero valor y precavernos contra ellos cuando sean malos.

Para todos los fieles esta obligación es importante, pues el rechazo a las falsas doctrinas y a las seducciones de los amigos que nos arrastran al mal o que nos retienen en la mediocridad es un deber. Pero para los dirigentes, a los que incumbe a título mucho más grave vigilar por sí y vigilar por los demás e impedir, por su argucia y vigilancia, que permanezcan entre los fieles o suban a cargos de gran responsabilidad hombres eventualmente afiliados a doctrinas o sectas hostiles a la Iglesia, este deber es mucho mayor.

¡Ay de los dirigentes en que un sentido falso de candidez haga amortecer el ejercicio continuo de la vigilancia a su alrededor! Por su desidia, perderán a un mayor número de almas de lo que hacen muchos adversarios declarados del catolicismo. Incumbidos de hacer multiplicar los talentos, bajo la dirección de la Jerarquía, ellos no se limitarían sin embargo a enterrar el tesoro, sino permitirían por su “buena fe” que él cayera en manos de los ladrones. Si Nuestro Señor fue tan severo con el siervo que no hizo rendir el talento, ¿qué le haría a quien estuviera durmiendo mientras entraba el ladrón?

«Vendrán muchos en mi nombre… y engañarán a muchos»

Pero pasemos a otro texto.

“Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles” (Mt 10, 16-18).

En general, se tiene la impresión de que este texto es una advertencia exclusivamente aplicable a los tiempos de persecución religiosa declarada, ya que sólo se refiere a la citación ante tribunales, gobernadores y reyes, y a la flagelación en sinagogas. En vista de lo que ocurre en el mundo, sería el caso de preguntar si existe un sólo país, hoy en día, en que se pueda tener la seguridad que, de un momento a otro, no se estará en tal situación.

De cualquier manera, también sería errado suponer que Nuestro Señor sólo recomienda tan gran prudencia frente a peligros ostensiblemente graves, y que de modo habitual un dirigente puede renunciar cómodamente a la astucia de la serpiente y cultivar apenas la candidez de la paloma. En efecto, siempre que está en juego la salvación de un alma, está en juego un valor infinito, porque por la salvación de cada alma fue derramada la sangre de Jesucristo. Un alma es un tesoro mayor que el sol, y su pérdida es un mal mucho más grave que los dolores físicos o morales que podamos sufrir, atados a la columna de la flagelación o en el banquillo de los reos.

Así, el dirigente tiene la obligación absoluta de tener los ojos atentos y penetrantes como los de la serpiente, al discernir todas las posibles tentativas de infiltración en las filas católicas, así como cualquier riesgo en que la salvación de las almas pueda estar expuesta en el sector a él confiado.

A este propósito es muy oportuna la citación de este texto.

“Jesús les respondió y dijo: Estad atentos a que nadie os engañe, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: «Yo soy el Mesías», y engañarán a muchos” (Mt 24, 4-5).

Es un error suponer que el único riesgo al que puedan estar expuestos los ambientes católicos consiste en la infiltración de ideas nítidamente erróneas. Así como el Anticristo intentará mostrarse como el Cristo verdadero, las doctrinas erróneas querrán disfrazar sus principios con apariencias de verdad, revistiéndolos dolosamente de un supuesto aval de la Iglesia, y así preconizar una complacencia, una transigencia, una tolerancia que constituye una rampa resbaladiza por donde fácilmente se desliza, poco a poco y casi sin percibirlo, hasta el pecado.

Existen almas tibias que tienen una verdadera pasión de situarse en los confines de la ortodoxia, a caballo sobre el muro que las separa de la herejía, y ahí sonreírle al mal sin abandonar el bien —o, más bien, sonreírle al bien sin abandonar el mal. Lamentablemente se crea con todo ello, muchas veces, un ambiente en que el sensus Christi desaparece por completo, y en que apenas los rótulos conservan apariencia católica. Contra ello el dirigente debe ser vigilante, perspicaz, sagaz, previsor, infatigablemente minucioso en sus observaciones, siempre acordándose de que no todo lo que ciertos libros o ciertos consejeros pregonan como católico lo es en realidad. “Estad atentos para que nadie os engañe. Vendrán muchos en mi nombre diciendo: «Yo soy», y engañarán a muchos” (Mc 13, 5-6).
«Se meterán entre vosotros lobos rapaces»

Otro texto digno de nota es éste:

“Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre” (Jn 2, 23-25).

Aquí se muestra claramente que, entre las manifestaciones a veces entusiasta que la Santa Iglesia pueda suscitar, debemos aprovechar todos nuestros recursos para discernir lo que puede haber de inconsistente o de fallido. Ése fue el ejemplo del Maestro. Él no le negará al apóstol verdaderamente humilde y desprendido, si es necesario, hasta luces carismáticas y sobrenaturales para discernir los verdaderos y los falsos amigos de la Iglesia. En efecto, Jesucristo, que nos dio la expresa recomendación de ser vigilantes, no nos negará las gracias necesarias para ello.

“Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que Él adquirió con la sangre de su propio Hijo. Yo sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos rapaces, que no tendrán piedad del rebaño” (Hch 20, 28-29).

A fin de no prolongar demasiado esta exposición, citamos sólo algunos textos más:

El propio San Pedro dio este otro consejo:

“Así pues, queridos míos, ya que estáis prevenidos, estad en guardia para que no os arrastre el error de esa gente sin principios ni decaiga vuestra firmeza. Por el contrario, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. A él [sea dada] la gloria ahora y hasta el día eterno. Amén” (2 Pe 3, 17-18).

Y no se juzgue que sólo un espíritu naturalmente inclinado a la desconfianza puede practicar siempre tal vigilancia. En San Marcos leemos:

“Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!” (13, 37). San Juan aconseja con solicitud amorosa: “Hijos míos, que nadie os engañe” (1 Jn 3, 7).

Juan Pablo I es declarado Venerable

Es el primer paso hacia su beatificación y canonización de quien fue pontífice durante 33 días en 1978

El  8 de noviembre de 2017 el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a Su Eminencia el cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Durante la audiencia, el Sumo Pontífice autorizó a la misma Congregación a promulgar el Decreto relativo a las virtudes heroicas del Siervo de Dios Juan Pablo  I (Albino Luciani), Sumo Pontífice; nacido el 17 de octubre de 1912 en Forno di Canale, hoy Canale d'Agordo (Italia) y fallecido  el 28 de septiembre de 1978 en el Palacio Apostólico en el Vaticano.

La decisión fue prevista tras el voto unánime con el que la Congregación para las Causas de los Santos había reconocido esta misma semana sus virtudes heroicas, en seguimiento al también unánime parecer de su comisión de teólogos.

De esta forma quedaba concluida la fase romana de la causa de canonización abierta en marzo de 2008, recogida en una Positio sobre la heroicidad de sus virtudes y su fama de santidad de casi cuatro mil páginas. El siguiente paso para la beatificación es que la Santa Sede reconozca al menos un milagro obtenido por su intercesión.

Breve Semblanza

Albino Luciani nació el 7 de octubre de 1912 en Forno di Canale, en la región del Véneto, y fue ordenado sacerdote el 7 de julio de 1935. Trabajó como vicario parroquial en Agordo, luego como profesor de religión allí, y en 1937 fue nombrado subdirector del seminario de Belluno. Tras licenciarse en Teología por la Gregoriana en 1947, fue ascendiendo en la diócesis (procanciller, provicario y vicario general), hasta que en 1958 San Juan XXIII lo designó obispo de Vittorio Veneto. Participó en el Concilio Vaticano II, y en 1969 el Beato Pablo VI lo promovió a Patriarca de Venecia, uno de los tradicionales viveros de Papas. En 1973 recibió la púpura cardenalicia, y aunque no figuraba entre los papables en el cónclave posterior a la muerte del Papa Montini, tampoco fue una sorpresa absoluta como la que esperaba a la Iglesia pocas semanas después con la llegada a la Santa Sede del cardenal de Cracovia.

Se le ha llamado "el Papa de la Sonrisa" por el contraste que supuso su rostro alegre con el gesto normalmente más adusto de su predecesor. Pero es algo más que eso. Era ya conocido como un pastor muy próximo a los fieles y que había inaugurado formas de comunicación poco habituales con los cristianos.

Su libro Ilustrísimos Señores, convertido en best seller tras su designación como Papa, consistente en una serie de cartas a personajes variados, reales y ficticios (de Charles Dickens a Santa Teresa de Ávila, pasando por Pinocho, por citar solo algunos), que le servían para introducir cuestiones de actualidad, de fe y de moral.

La brevedad de su pontificado dejó inédita la orientación general que habría adquirido de prolongarse en el tiempo. Pero no quiere decir que no influyese en el inmediato futuro. Para los cardenales que acababan de elegirlo fue un shock. Elcardenal Joseph Ratzinger se preguntó así: “¿Cuál es la voluntad de Dios con respecto a nosotros en este momento? Estábamos convencidos de que la elección se había hecho en correspondencia con la voluntad de Dios, no simplemente de una forma humana… y si había muerto después de un mes de resultar elegido de acuerdo con la voluntad de Dios, era que Dios tenía algo que decirnos”. Según el cardenal William Baum (1926-2015), arzobispo de Washington, también había en ese fallecimiento súbito "un mensaje del Señor para enseñarnos algo", y de esa forma el cónclave subsiguiente fue "intensamente devoto" y "más profundamente espiritual" que el anterior. Se interpretó, concluía el futuro Benedicto XVI, que se abría "la posibilidad de llevar a cabo algo nuevo". Y así fue.

Con informaciónn de Vatican.va y Religión en Libertad.

¿Y cuál es el fundamento de la Iglesia?: ¡Es Jesucristo!

Papa Francisco: Edificar la Iglesia, custodiar la Iglesia y purificar la Iglesia

En el día en que la Iglesia celebra la dedicación de la basílica de San Juan de Letrán, Catedral de Roma y primera Basílica de la iglesia en ser construida, el Papa Francisco resaltó, durante la Misa celebrada en la Casa Santa Marta, la necesidad de “edificar la Iglesia, custodiar la Iglesia y purificar la Iglesia”.

En su homilía, el Santo Padre señaló que para edificar la Iglesia es necesario identificar su fundamento. “¿Y cuál es el fundamento de la Iglesia?: ¡Es Jesucristo!”.

“Él es la piedra angular de este edificio. Sin Jesucristo no hay Iglesia. ¿Por qué? –se preguntó– Porque sin Él no hay fundamento. Y, pensemos en una iglesia material, si construimos una iglesia sin fundamento, ¿qué ocurre? Se derrumba. Se derrumba toda. Si Jesucristo no está vivo en la Iglesia, la Iglesia se derrumba”.

Por otro lado, “¿nosotros qué somos?”, se preguntó. “Nosotros somos las piedras vivas de ese edificio”. Señaló que esas piedras son todas diferentes, “y esa es la riqueza de la Iglesia. Cada uno de nosotros contribuye a la construcción con los dones que Dios nos ha dado. No podemos pensar en una Iglesia uniforme: eso no es Iglesia”.

A continuación, se preguntó: “¿Quién custodia la Iglesia?: el Espíritu de Dios que vive en nosotros”. “Los cristianos de hoy saben quién es Jesucristo y saben quién es el Padre porque rezan el Padre Nuestro. Pero cuando les hablas del Espíritu Santo dicen: ‘Sí, sí, la paloma’, y ahí se quedan. Pero el Espíritu Santo es la vida de la Iglesia, es tu vida, mi vida. Somos templo del Espíritu Santo y debemos custodiarlo”.

“El Espíritu Santo es el que produce armonía en nosotros y en la Iglesia. Él es la armonía de este edificio”, subrayó.

Finalmente, el Papa Francisco habló sobre purificar la Iglesia. “Todos somos pecadores –recordó–, todos. Si alguno de vosotros no lo es, que levante la mano, porque sería una interesante curiosidad. Todos lo somos. Y por ello debemos purificarnos continuamente. Y también purificar la comunidad: la comunidad diocesana, la comunidad cristiana, la comunidad universal de la Iglesia”. “De ese modo, se puede hacer crecer”, concluyó.

PAXTV.ORG