Lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios

Evangelio según San Lucas 16,9-15. 


Jesús decía a sus discípulos: 
"Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. 
El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. 
Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? 
Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? 
Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero". 
Los fariseos, que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús. 
El les dijo: "Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios."

San Martín de Tours

San Martín de Tours, obispo

Memoria de san Martín, obispo, en el día de su sepultura. Nacido en Panonia, de padres gentiles, siendo soldado en las Galias y aún catecúmeno, cubrió con su manto a Cristo en la persona de un pobre, y luego, recibido el bautismo, dejó las armas e hizo vida monástica en un cenobio fundado por él mismo en Ligugé, bajo la dirección de san Hilario de Poitiers. Después, ordenado sacerdote y elegido obispo de Tours, teniendo ante sus ojos el ejemplo del buen pastor, fundó en distintos pueblos otros monasterios y pa

El gran san Martín, gloria de las Galias y lumbrera de la Iglesia de Occidente en el siglo IV, nació en Sabaria de Panonia, en la actual Hungría. Sus padres, que eran paganos, fueron más tarde a establecerse a Pavía. Su padre era un oficial del ejército, que había empezado como soldado raso. Es curioso notar que san Martín ha pasado a la historia como «santo militar». Como era hijo de un veterano, a los quince años, tuvo que alistarse en el ejército contra su voluntad. Aunque no era todavía cristiano bautizado, vivió algunos años más como monje que como soldado. Cuando se hallaba acuartelado en Amiens, tuvo lugar el incidente que ha hecho tan famoso al santo en la historia y en el arte. Un día de un invierno muy crudo, se encontró en la puerta de la ciudad con un pobre hombre casi desnudo, que temblaba de frío y pedía limosna a los transeúntes. Viendo Martín que las gentes ignoraban al infeliz mendigo, pensó que Dios le ofrecía la oportunidad de socorrerle; pero, como lo único que llevaba eran sus armas y su uniforme, sacó su espada, partió su manto en dos y regaló una de las mitades al mendigo, guardando la otra para sí. Algunos de los presentes se burlaron al verle vestido en forma tan ridícula, pero otros quedaron avergonzados de no haber socorrido al mendigo. Esa noche, Martín vio en sueños a Jesucristo vestido con el trozo del manto que había regalado al mendigo y oyó que le decía: «Martín, aunque sólo eres catecúmeno, me cubriste con tu manto». Sulpicio Severo, discípulo y biógrafo del santo, afirma que Martín se había hecho catecúmeno a los diez años por iniciativa propia, y que, en cuanto tuvo la visión que acabamos de describir, «voló a recibir el bautismo». Sin embargo, no abandonó inmediatamente el ejército. Pero después de la invasión de los bárbaros, cuando se presentó ante su general Julián César con sus compañeros para recibir su parte del botín, se negó a aceptarla y le dijo: «Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame en adelante servir a Jesucristo. Reparte el botín entre los que van a seguir luchando; yo soy soldado de Jesucristo y no me es lícito combatir». El general se enfureció y le acusó de cobardía. Martín replicó que estaba dispuesto a marchar al día siguiente a la batalla en primera fila y sin armas en el nombre de Jesucristo. Julián César le mandó encarcelar, pero pronto se llegó a un armisticio con el enemigo, y Martín fue dado de baja en el ejército. Inmediatamente se dirigió a Poitiers, dondesan Hilario era obispo, y el santo doctor le acogió gozosamente entre sus discípulos (Sobre este punto, la narración de Sulpicio Severo ofrece considerables dificultades cronológicas).

Una noche, mientras dormía, recibió Martín la orden de partir a su patria. Cruzó los Alpes, donde logró escapar de unos bandoleros en forma extraordinaria, llegó a Panonia y allí convirtió a su madre y a algunos otros parientes y amigos, pero su padre persistió en la infidelidad. En la Iliria se opuso con tal celo a los arrianos, que fue flagelado públicamente y expulsado de la región. En Italia se enteró de que los arrianos triunfaban también en la Galias y habían desterrado a san Hilario, de suerte que se quedó en Milán. Pero el obispo arriano, Auxencio, le expulsó de la ciudad. Entonces, el santo se retiró, con un sacerdote, a la isla de Gallinaria, en el Golfo de Génova, y ahí permaneció hasta que san Hilario pudo volver a Poitiers, el año 360. Como Martín se sintiese llamado a la soledad, san Hilario le cedió unas tierras en el actual Ligugé. Pronto fueron a reunirse con él otros ermitaños. La comunidad (según la tradición, fue la primera comunidad monástica de las Galias) se convirtió, con el tiempo, en un gran monasterio que existió hasta 1607; en 1852, lo ocuparon los benedictinos de Solesmes. San Martín pasó allí diez años, dirigiendo a sus discípulos y predicando en la región, donde se le atribuyeron muchos milagros. Hacía el año 371, los habitantes de Tours decidieron elegirle obispo. Como él se negase a aceptar el cargo, los habitantes de Tours le llamaron con el pretexto de que fuese a asistir a un enfermo y aprovecharon la ocasión para llevarle por la fuerza a la iglesia. Algunos de los obispos a quienes se había convocado para la elección, arguyeron que la apariencia humilde e insignificante de Martín le hacía inepto para el cargo, pero el pueblo y el clero no hicieron caso de tal objeción.

San Martín siguió viviendo como hasta entonces. Al principio, fijó su residencia en una celda de las cercanías de la iglesia, pero como los visitantes le interrumpiesen constantemente, acabó por retirarse a lo que fue más tarde la famosa abadía de Marmoutier. El sitio, que estaba entonces desierto, tenía por un lado un abrupto acantilado y por el otro, un afluente del Loira. Al poco tiempo, habían ya ido a reunirse con san Martín ochenta monjes y no pocas personas de alta dignidad. La piedad, los milagros y la celosa predicación del santo, hicieron decaer el paganismo en Tours y en toda la región. San Martín destruyó muchos templos, árboles sagrados y otros objetos venerados por los paganos. En cierta ocasión, después de demoler un templo, mandó derribar también un pino que se erguía junto a él. El sumo sacerdote y otros paganos aceptaron derribarlo por sí mismos, con la condición de que el santo, que tanta confianza tenía en el Dios que predicaba, aceptase colocarse junto al árbol en el sitio que ellos determinasen. Martín accedió y los paganos le ataron al tronco. Cuando estaba a punto de caer sobre él, el santo hizo la señal de la cruz y el tronco se desvió. En otra ocasión, cuando demolía un templo en Antun, un hombre le atacó, espada en mano. El santo le presentó el pecho, pero el hombre perdió el equilibrio, cayó de espaldas y quedó tan aterrorizado, que pidió perdón al obispo. Sulpicio Severo narra éstos y otros hechos milagrosos, algunos de los cuales son tan extraordinarios, que el propio Sulpicio Severo dice que, ya en su época, no faltaban «hombres malvados, degenerados y perversos» que se negaban a creerlos. El mismo autor refiere algunas de las revelaciones, visiones y profecías con que Dios favoreció a san Martín. Todos los años, solía el santo visitar las parroquias más lejanas de su diócesis, viajando a pie, a lomo de asno o en barca. Según su biógrafo, extendió su apostolado desde la Turena hasta Chartres, París, Antun, Sens y Vienne, donde curó de una enfermedad de los ojos a san Paulino de Nola. En cierta ocasión en que un tiránico oficial imperial llamado Aviciano llegó a Tours con un grupo de prisioneros y se disponía a torturarlos al día siguiente, san Martín partió apresuradamente de Marmoutier para interceder por ellos. Llegó cerca de la medianoche e inmediatamente fue a ver a Aviciano, a quien no dejó en paz sino hasta que perdonó a los prisioneros.

En tanto que san Martín conquistaba almas para Cristo y extendía pacíficamente su Reino, los priscilianistas, que constituían una secta gnóstico-maniquea fundada por Prisciliano, empezaron a turbar la paz en las Galias y en España. Prisciliano apeló al emperador Máximo la sentencia del sínodo de Burdeos (348), pero Itacio, obispo de Ossanova, atacó furiosamente al hereje y aconsejó al emperador que le condenase a muerte. Ni san Ambrosio de Milán ni san Martín, estuvieron de acuerdo con la actitud de Itacio, quien no sólo pedía la muerte de un hombre, sino que además mezclaba al emperador en los asuntos de la jurisdicción de la Iglesia. San Martín exhortó a Máximo a no condenar a muerte a los culpables, diciéndoles que bastaba con declarar que eran herejes y estaban excomulgados por los obispos. Pero Itacio, en vez de aceptar el parecer de san Martín, le acusó de estar complicado en la herejía. Sulpicio Severo comenta a este propósito que esa era la táctica que Itacio solía emplear contra todos aquéllos que llevaban una vida demasiado ascética para su gusto. Máximo prometió, por respeto a san Martín, que no derramaría la sangre de los acusados; pero, una vez que el santo obispo partió de Tréveris, el emperador acabó por ceder y dejó en manos del prefecto Evodio la decisión final. Evodio, por su parte, viendo que Prisciliano y algunos otros eran realmente culpables de algunos de los cargos que se les hacían, los mandó decapitar. San Martín volvió más tarde a Tréveris a interceder tanto por los priscilianistas españoles, que estaban bajo la amenaza de una sangrienta persecución, como por dos partidarios del difunto emperador Graciano. Eso le puso en una situación muy difícil, en la que le pareció justificado mantener la comunión con el partido de Itacio, pero más tarde tuvo ciertas dudas sobre si se había mostrado demasiado suave al proceder así (san Siricio, papa, censuró tanto al emperador como a Itacio por su actitud en el asunto de los priscilianistas. Fue ésa la primera sentencia capital que se impuso por herejía, y el resultado fue que el priscilianismo se difundió por España).

San Martín tuvo una revelación acerca de su muerte y la predijo a sus discípulos, los cuales le rogaron con lágrimas en los ojos que no los abandonase. Entonces el santo oró así: «Señor, si tu pueblo me necesita todavía, estoy dispuesto a seguir trabajando. Que se haga tu voluntad». Cuando le sobrecogió la última enfermedad, san Martín se hallaba en un rincón remoto de su diócesis. Murió el 8 de noviembre del año 397. El 11 de noviembre es el día en que fue sepultado en Tours. Su sucesor, san Bricio, construyó una capilla sobre su sepulcro; más tarde, fue sustituida por una magnífica basílica. La Revolución Francesa destruyó la siguiente basílica que se construyó allí. La actual iglesia se levanta en el sitio en que se hallaba el santuario saqueado por los hugonotes en 1562. Hasta esa fecha, la peregrinación a la tumba de san Martín era una de las más populares de Europa. En Francia hay muchas iglesias dedicadas a san Martín y lo mismo sucede en otros países. La más antigua iglesia de Inglaterra lleva el nombre de este santo: se trata de una iglesia en las afueras de Canterbury, y Beda dice que fue la primera que se construyó durante la ocupación romana. De ser cierto esto, debió tener otro nombre al principio, y recibió el de san Martín cuando san Agustín y sus monjes tomaron posesión de ella. Un historiador ha contado en Francia 3.667 parroquias dedicadas a él y 487 pueblos que llevan su nombre. Un buen número hay también en Alemania, Italia y España.

La literatura y la iconografía sobre el santo es inmensa. La fuente principal, sin embargo, es Simplicio Severo, quien visitó a san Martín en Tours, y cuyos relatos son mucho más importantes que cualquiera de los documentos posteriores. Cuando murió san Martín, Sulpicio ya había terminado su biografía. Algún tiempo después, revisó su obra e introdujo en ella el texto de tres largas cartas que había escrito en el intervalo; en la última de ellas describía la muerte y los funerales del santo. Entre tanto, había escrito también una crónica general, en cuyo capítulo 50 del libro II trata de la actuación de san Martín en la controversia priscilianista. Finalmente, el año 404 compuso un diálogo con algunos otros materiales, donde compara a san Martín con los ascetas primitivos y cuenta algunas anécdotas. Casi un siglo y medio después de la muerte de san Martín, su sucesor en la sede de Tours, san Gregorio, hizo otra importante contribución a la historia de su venerado predecesor. Desgraciadamente, las cronologías de Sulpicio y de Gregorio son diferentes con frecuencia. En la literatura el personaje de san Martín está muy presente, y en particular seguramente recordarán los de tradición hispana el fragmento del Quijote en el que el héroe explica a Sancho el caso de la capa:
«Descubrió [una talla] el hombre, y pareció ser la de San Martín puesto a caballo, que partía la capa con el pobre; y apenas la hubo visto don Quijote, cuando dijo:
-Este caballero también fue de los aventureros cristianos, y creo que fue más liberal que valiente, como lo puedes echar de ver, Sancho, en que está partiendo la capa con el pobre y le da la mitad; y sin duda debía de ser entonces invierno, que, si no, él se la diera toda, según era de caritativo.
-No debió de ser eso -dijo Sancho-, sino que se debió de atener al refrán que dicen: que para dar y tener, seso es menester.»
(2ª parte, Cap LVIII)

Aunque es patrono de muchos oficios y muchas ciudades, e incluso san Gregorio de Tours lo proclama como «patrono especial del mundo entero», me gustaría contar la anécdota de uno solo de esos patronazgos, el de la ciudad de Buenos Aires: dice una antigua tradición que a poco de fundar la ciudad (por segunda vez) en 1580, se reunieron los miembros del Cabildo para la elección del patrono. La suerte recayó en san Martín de Tours, pero algunos vecinos se opusieron por ser francés -preferían mnás bien uno español- así que repitieron la elección, y volvió a recaer en san Martín de Tours, y aun una tercera vez, y volvió a salir el mismo papel, por lo que dedujeron que se trataba de la voluntad de Dios que el santo francés fuera el patrono de tan hispánica ciudad. Lo cierto es que muchos lugares en la historia de la ciudad aluden a san Martín no por el Gral. Don José de San Martín, libertador patrio, sino por el santo patrono.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

El influjo de San Martín fue decisivo para la evangelización de la zona de Francia que se extiende al sur del Loira: Toulouse, Poitou, Saintonge, Auvernia y Berry, y aun para la de París.

Sin duda que la fe en Jesucristo había avanzado por las vías romanas desde los tiempos de San Ireneo (finales del siglo II), pero el cristianismo apenas si había alcanzado más que a las ciudades, cuando Martín, un soldado húngaro convertido, se une a la escuela de San Hilario (339) y funda en Ligugé, cerca de Poitiers, el primer monasterio de todo Occidente (360).

Martín había de ser el apóstol de la campiña galo-romana.   Antes de recibir el bautismo, había compartido ya sus vestiduras con un mendigo en Amiens; una vez convertido al cristianismo, no le fue posible quedar indiferente ante la pobreza esencial de los campesinos, a quienes nadie había hablado todavía de Cristo. Consagrado obispo de Tours (372), reunió de nuevo en torno a sí a algunos compañeros deseosos de vivir como hombres de oración, aun cuando quiso convertir a sus monjes en misioneros. El monasterio de Marmoutiers, a la entrada de Tours, se convirtió en un verdadero centro de evangelización. El obispo daba, por lo demás, ejemplo por sí mismo, siempre itinerante anunciando el evangelio, arrancando los árboles sagrados y destruyendo los ídolos. Murió en Candes, no lejos de Tours el 397, v su culto se extendió por toda la Galia desde el siglo V.

Oremos

Renueva, Señor, en nosotros las maravillas de tu gracia, para que, al celebrar hoy la memoria de San Martín de Tours, obispo, que te glorificó, tanto con su vida como con su muerte, nos sintamos de tal modo fortalecidos, que ni la vida ni la muerte puedan separarnos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen

San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia Comentario moral del Libro de Job, 34

«Ningún criado puede servir a dos señores»

Querer depositar su esperanza y su confianza en bienes pasajeros, es querer poner cimientos en una corriente de agua. Todo pasa; Dios permanece. Apegarse a lo transitorio es desprenderse de lo permanente. ¿Quién pues, si es arrastrado por los torbellinos agitados de una rápida corriente puede permanecer fijo en su lugar pese a ese torrente agitado? Si queremos evitar ser arrastrados por la corriente, debemos huir a todo lo que fluye, sino el objeto de nuestro amor nos forzará a llegar a lo que precisamente queremos evitar. El que se apega a los bienes transitorios seguramente será arrastrado allí adonde derivan las cosas hacia las cuales se aferra. 

  

    La primer cosa por hacer es guardarse de amar los bienes materiales, la segunda, es no poner toda su confianza en los bienes que nos han sido confiados para utilizar, y no para gozar. El alma que se apega a los bienes pasajeros pierde rápidamente su propia estabilidad. El curso de la vida actual trae consigo lo que lleva, y es una loca ilusión, para aquel que es arrastrado por esta corriente querer permanecer de pie.

Podemos tocar la eternidad

Santo Evangelio según San Lucas 16, 9-15. Sábado XXXI del tiempo ordinario.



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, te pido el regalo de crecer en la caridad; de crecer en el interés de amar, de imitarte. Confío en tu ayuda. Confío en tu presencia. Confío en que me acompañas en cada momento.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El mensaje de Jesús no es un mensaje terreno. Sin embargo, su mensaje sigue estando dirigido hacia los hombres de la Tierra. Vivimos en el mundo y aquí vino Dios a hacerse hombre. No vino a revelarnos una doctrina humana, sino una divina. Una doctrina que va más allá de todo lo creado, pero sin excluirlo. Una doctrina que, desde aquí, nos lleva hacia Él. Una doctrina que nos enseña un "amo" nuevo. No externo, ajeno o extraño a nosotros, sino uno que puede vivir en nosotros. Un mensaje que podemos "encarnar" en cada instante. Uno que, aunque no es terrenal, tiene su eficacia en el corazón de cada hombre y mujer aquí y ahora.

Podemos vivir llenos de ilusión este mensaje. Jesús nos lo muestra: este mensaje no es solo para disfrutarlo en la vida futura, lo podemos vivir desde ahora. No tenemos que esperar a llegar al cielo para saber qué es la bondad. No tenemos que esperar al cielo para poder experimentar el amor. No tenemos que esperar llegar al cielo para poder apreciar la belleza.

En cada instante podemos tocar la eternidad. Cristo nos ofrece su ayuda para poder alcanzarlo. Nos acompaña. Nos regala la libertad para poder quererlo. Viviremos la plenitud en el cielo, pero ya en la tierra podemos descubrirla. El polvo y la ceniza dejarán de ser nuestros amos. Dios se convertirá en el único motivo de nuestro corazón.

Las riquezas son buenas cuando se ponen al servicio del prójimo, de lo contrario son inicuas. Por tanto, el dinero debe servir, en vez de gobernar. Es un principio clave: el dinero debe servir en vez de gobernar. El dinero es sólo un instrumento técnico de intermediación, de comparación de valores y derechos, de cumplimiento de las obligaciones y de ahorro. Como toda técnica, el dinero no tiene un valor neutro, sino que adquiere valor según la finalidad y las circunstancias en que se usa.
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de noviembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy viviré con la actitud de amar en cada instante a Dios y, en Dios, a los demás.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Pobres riquezas y ricas pobrezas


Meditación sobre las enseñanzas de Jesús sobre la verdadera riqueza



Entre las muchas enseñanzas de Jesucristo que podemos meditar a partir de los Evangelios, (por ejemplo el de san Marcos 10, 17-30), es palpable esa evidente disparidad de criterios, acerca de la verdadera riqueza, entre Jesús y el joven rico que le abordó en ese relato. Aquel hombre, que con su mejor buena voluntad pregunta al Señor por lo que debe hacer para conseguir la vida eterna.



Notemos, para empezar, que lo que parece en un primer momento una excelente disposición, por su parte –llamando a Jesús "Maestro bueno" y postrándose ante Él– es, sin embargo, un tanto aparente. De hecho, esos gestos y esas palabras iniciales que deberían manifestar un lógico sometimiento a Jesús, no se mantienen cuando el Señor le indica lo que en concreto debe hacer para conseguir la vida eterna. Parece que este hombre desiste de su sumisión al Salvador, ya no lo considera Bueno, cuando no le agrada lo que Jesús le propone.



Si nos fijamos en la escena, contemplamos a un hombre de esos que podríamos decir que lo tienen todo en la vida. Tenía muchas posesiones, afirma el evangelista, y, sin embargo, reconoce también que aún no tiene lo verdaderamente importante. Así lo manifiesta con toda franqueza, pues, corriendo se arrodilla ante Jesús suplicante y reconociéndose necesitado. Sus riquezas parece que les saben a poco, sus muchas posesiones no son capaces de colmar sus deseos.



¡Qué razonable es, por tanto, la respuesta del Maestro! Animándole a desprenderse de sus posesiones, le confirma en lo que ya estaba notando, y por eso se decidió a acudir a Cristo: que todo aquello con lo que pretendía llenar su vida, no tenía de suyo capacidad para satisfacerle. Estaba ocupado, afanado, en unos bienes tan pequeños, que por muchos que fueran, serían siempre insuficientes para él.

Sin embargo, las posesiones –muy numerosas, posiblemente– ocupaban casi completamente sus afanes, su interés: su cabeza y su corazón. Era, por eso, imposible que pusiera de verdad sus capacidades al servicio de la vida eterna que pretendía lograr, manteniéndolas en la práctica empeñadas en sus cosas. Aquel hombre rico, porque tenía muchas posesiones, estaba condenado a sentirse pobre, insatisfecho, por no querer desprenderse de lo que, siendo atractivo de suyo, también y ante todo le quitaba libertad.



Jesús le aconseja, en efecto, que se quede libre de lo que le ocupa, para entregarse a bienes mayores: tendrás un tesoro en el cielo, le dice. Con tal ofrecimiento, le manifiesta Jesús que Él es efectivamente el Maestro bueno, como había presumido el hombre hacía un instante. Ningún otro, si no sólo Cristo, podía ofrecerle una riqueza de tanto valor. Pero la bondad del Señor, que es infinita, no quiere violentar la libertad de nadie, y el que parecía dispuesto a todo decide no confiar en esa bondad, aunque la había proclamado un momento antes.



Sin duda, fue muy consciente de su incoherencia, y por eso no soportó la mirada de Jesús, a pesar de que le había contemplado con inmenso cariño: quedó prendado de él, dice el evangelista. La ruptura interior se manifiesta en su rostro, pues, se marchó triste. El apego a sus cosas ganó, en aquella ocasión, la batalla a su generosidad y a la confianza que Jesús reclamaba. Podemos pensar que tenía tan en primer término las posesiones, que es incapaz de advertir el valor inigualable de proyecto vital que Jesús le ofrece. Pues, además de haberle prometido un tesoro para el cielo, le otorga el inmenso privilegio de poder seguirle y participar de su divina misión. Hubiera sido otro de los Apóstoles, pues, como a los demás le dijo: ven y sígueme.



No es, ciertamente, pequeña la riqueza que promete Dios a cuantos deciden serle fieles. Además, aunque sea necesario no poner como primer objetivo de la vida los bienes materiales, no se trata tanto de una renuncia cuanto de una condición para mantener la libertad, y así poder optar a la gran dignidad de ser apóstol y recibir luego el tesoro del Cielo.
Santa María, nuestra Madre, nos anima con su ejemplo: Reina en el Cielo y, en la tierra, feliz como nadie por que en Ella se fijó el Señor

11 de noviembre de 2017 en Madrid, beatificación de 60 mártires paúles

Son 24 sacerdotes y 16 hermanos vicencianos, 5 sacerdotes diocesanos, 2 hijas de la Caridad y 13 laicos



El 11 de noviembre de 2017, en el Palacio de Vistalegre de Madrid, se beatificará a 60 paúles o vicencianos (laicos, consagradas, religiosos y sacerdotes).

La Familia Vicenciana ha preparado varias actividades para estos días, entre las que figuran una vigilia de oración el día 10 en la basílica de La Milagrosa;representaciones de los musicales 'Sandalias de viento' y 'El primer paso'; proyecciones de la película 'Red de Libertad' (sobre la religiosa de la Caridad Helena Studler que salvó a 2.000 personas de campos nazis), una comida de confraternización y una Misa de acción de gracias el día 12 en la catedral de la Almudena, presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.

Los nuevos mártires son 40 misioneros paúles -24 sacerdotes y 16 hermanos-, dos hijas de la Caridad, 13 laicos de las asociaciones vicencianas y cinco sacerdotes diocesanos de Murcia, asesores de esas asociaciones.


Los mártires de los años 30, la Virgen de la Medalla Milagrosa y San Vicente de Paúl

Laicos devotos de la Virgen Milagrosa


De todos ellos, 39 eran de Madrid: 14 misioneros y seis laicos del barrio de Chamberí, padres de familia y miembros de la Asociación Caballeros de la Virgen Milagrosa; diez misioneros de la Casa Misión de Atocha; seis pertenecían a la Casa Noviciado de Hortaleza; tres a la Casa Misión de Valdemoro y uno a la pequeña comunidad de la calle Fernández de la Hoz.

Los otros 21 fueron asesinados en Cataluña, Valencia y Murcia. Mártires en Barcelona fueron tres misioneros paúles y dos hijas de la Caridad; otro misionero paúl fue asesinado en Gerona; en Valencia, dos misioneros paúles y un joven hijo de María; en Murcia, un misionero paúl, cinco sacerdotes diocesanos y seis laicos hijos de María de la Medalla Milagrosa.

Con estos 60 ascenderían a 1.875 los santos y beatos mártires, con nombres y apellidos, ya en los altares a causa de la persecución religiosa contra los católicos españoles en los años 30 realizada por anarquistas, comunistas y extremistas de izquierda radical.



Una congregación fértil


El cardenal Osoro ha destacado que "este grupo de mártires tenía como arma solo el amor de Jesucristo y la utilizaron hasta entregar su vida". "La cruz es la imagen más bella que podemos tener para recomponer la convivencia entre los hombres. Estos mártires lo hicieron así y damos gracias a Dios por ellos", subrayó en un encuentro reciente.



La familia vicenciana fue fundada en 1617 por San Vicente de Paúl en Francia. Losmisioneros paúles son unos 3.500 en 86 países; las hijas de la Caridad son unas 16.000 en 95 países. La Sociedad San Vicente de Paúl (www.ssvp.es) de ayuda a los necesitados cuenta con unos 800.000 socios en 150 países, y 2.000 voluntarios en España. Las Juventudes Marianas cuentan con unos 200.000 miembros a nivel mundial (www.jmve.org).


Martín de Tours, Santo


Conocido también como San Martín Caballero


Memoria Litúrgica, 11 de noviembre 



Obispo

Martirologio Romano: Memoria de san Martín, obispo, en el día de su sepultura. Nació de padres paganos en Panonia, en el territorio de la actual Hungría, y llamado al servicio militar en Francia, cuando todavía era catecúmeno cubrió con su capa al mismo Cristo transformado en el semblante de un pobre. Recibido el bautismo, dejó las armas y llevó en Ligugé vida monástica en un cenobio por él fundado, bajo la dirección de san Hilario de Poitiers. Ordenado sacerdote y elegido obispo de Tours, manifestó en sí el modelo del buen pastor, fundando otros monasterios y parroquias en los pueblos, instruyendo y reconciliando al clero y evangelizando a los campesinos, hasta que en Candes regresó al Señor († c. 397).

Breve Biografía

Martín de Tours es uno de aquellos hombres que han hecho hablar de sí a muchas generaciones por haber sido protagonista de episodios aptos para despertar la fantasía popular. Es frecuente la narración del episodio de San Martín que, cabalgando envuelto en su amplio manto de guardia imperial, encontró a un pobre que tiritaba de frío, con gesto generoso cortó su manto y le dio la mitad al pobre. Por la noche, en sueños, vio a Jesús envuelto en la mitad de su manto, sonriéndole agradecido.

Martín, hijo de un tribuno romano, nació en Sabaria, en Panonia, hacia el 315. A los quince años ya vestía el uniforme militar. El episodio del manto hay que colocarlo en este periodo, porque a los 18 años recibió el bautismo y abandonó la milicia para seguir a San Hilario de Poitiers, su maestro. Después de un breve noviciado de vida eremítica en la Isle Galinaria, Martín fundo dos monasterios: Ligugé, el más antiguo de Europa, y Marmoutier, que se convertiría en un gran centro de vida religiosa.



Después del paréntesis contemplativo, siguió el activo: Martín, elegido obispo de Tours, se convirtió en el grande evangelizador de Francia. Había sido, como se dice, soldado sin quererlo, monje por elección y obispo por deber. En los 27 años de vida episcopal se ganó el amor entusiasta de los pobres, de los necesitados y de cuantos sufrían injusticias, pero no era bien visto por los de su clero que querían vivir tranquilamente. De hecho fue acusado por un sacerdote llamado Bricio. Su respuesta fue proverbial: “¿Si Cristo soportó a Judas, por qué no debería yo soportar a Bricio?”



Murió el 8 de noviembre del 397 en Candes, durante una visita pastoral. Sus funerales, que tuvieron lugar tres días después, fueron una verdadera apoteosis; en ese día, el 11, se conmemora su memoria. Se puede considerar como el primer santo no mártir con fiesta litúrgica. Esa fecha quedó también como punto de referencia en los contratos de arrendamientos, de terrenos, de compraventas, en el mundo agrícola: “el nuevo vino se bebe en San Martín”, se dice todavía hoy en muchas regiones de Italia y de Francia.
La mitad del manto que – según la leyenda – San Martín compartió con el pobre de Amiens, se conserva celosamente en una capilla. Al custodio de la capilla se llama “capellán”, sin ser lo, porque es el protector de la “capa” del Obispo de Tours.



Exorcista ofrece 3 consejos para afrontar las asechanzas del demonio

El P. Vincent Lampert, exorcista de la Arquidiócesis de Indianápolis, nos da tres consejos para protegerse de las asechanzas del demonio




El demonio siempre tienta a la gente para que peque, por ello el Apóstol San Pablo afirma en su carta a los Efesios que la batalla no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra “los soberanos del mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio”.

Ante esta situación y en entrevista concedida al National Catholic Register, el P. Vincent Lampert, exorcista de la Arquidiócesis de Indianápolis, dio tres consejos para protegerse de las asechanzas del demonio.

1.- Hacer las “cosas básicas”

El P. Lampert indicó que cuando la gente le pide ayuda contra los ataques del demonio, él les sugiere hacer las “cosas básicas”. “Si son católicos, les digo que oren, se confiesen y vayan a Misa”, resalta.

El exorcista comentó que la gente suele considerar estas cosas como actos rutinarios y alegan que no son efectivos.

“Me miran como si estuviera loco, pero si les digo que agarren un gato por la cola y que le den vueltas alrededor de sus cabezas a medianoche lo harían. La gente cree que deben hacer algo extraordinario, pero en realidad las cosas más ordinarias son las que construyen gracias y dan protección”.

“Si un católico reza, va a Misa y recibe los sacramentos, el diablo da la vuelta y se va”, enfatizó.

2.- Saber que el poder está en la fe y no en los objetos

El exorcista explicó que el crucifijo, las medallas, el agua bendita y otros sacramentales católicos tienen un poder de protección, pero lo que realmente los hace poderosos es la fe, no el objeto en sí mismo. “Sin ella no pueden hacer mucho”, dijo.
Asimismo, el sacerdote advirtió sobre usar estos sacramentales como amuletos para la “buena suerte”. En una ocasión, recordó, un conductor le dijo que la imagen que tenía de un ángel guardián los iba a proteger. Él respondió: “no, ese pedazo de metal no te va a proteger. Solo si te recuerda que Dios envía ángeles para protegerte”.

El P. Lampert recordó el relato del Evangelio sobre la vez que Jesús fue a Nazaret, su ciudad natal, y no pudo realizar allí ningún milagro porque la gente no tenía fe. Sin embargo, otras personas se curaron porque tenían fe. Un ejemplo es la hemorroísa que pensó que con solo tocar el manto de Cristo se sanaría. Y así fue.

3.- Estar en una comunidad de fe

El P. Vincent Lampert comentó que muchas personas pertenecientes a diferentes confesiones no católicas se acercan a pedirle ayuda. “Yo los ayudo si vienen con alguien de su misma Iglesia. Necesito saber si están conectados a una comunidad de fe y si alguien continuará con ellos”, indicó.

El exorcista explicó que el ministerio de exorcismo y liberación implica un cuidado pastoral especial y es necesario que la persona crea y tenga fe.

“La mitad de la gente que viene a verme no tiene fe. Ellos quieren los beneficios de estas prácticas pero no quieren comprometerse con Cristo (...) Si ellos no invitan al Espíritu Santo a sus vidas y desarrollan una relación con Cristo, la situación empeorará. En caridad les digo que se vayan”, explicó.


¿Cuál es el problema de los libros de Anthony de Mello?

El 24 de junio de 1998, la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó una Notificación declarando que las obras del jesuita indio (ya fallecido) Anthony de Mello son “incompatibles con la fe católica


Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org 



Pregunta:

Estimado Padre, yo he sido un asiduo lector de los libros del Padre Anthony de Mello. Por esta razón me ha sorprendido leer en algunos medios que estos han sido censurados por el Vaticano. Quisiera saber si esto es verdad y el motivo de esta prohibición. Gracias por su respuesta.

Respuesta:

Estimado amigo:

Debo decir que efectivamente, el 24 de junio de 1998, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó una “Notificación”, acompañada de “Nota ilustrativa… sobre los escritos del Padre Anthony de Mello”[1]. El documento referido declara que las obras del jesuita indio (ya fallecido) Anthony de Mello son “incompatibles con la fe católica”. Según señala el documento, en sus obras, el P. de Mello “sustituye la revelación acontecida en Cristo con una intuición de Dios sin forma ni imágenes, hasta llegar a hablar de Dios como de un vacío puro”. “Para ver a Dios hacía solamente falta mirar directamente el mundo. Nada podía decirse sobre Dios; lo único que podemos saber de El es que es incognoscible. Ponerse el problema de su existencia sería ya un sinsentido”.

La notificación de la Congregación para la Doctrina de la Fe, viene acompañada con un documento explicativo de seis páginas en las que detalladamente se citan las obras más famosas del P. de Mello y se las contrasta con las enseñanzas de la Iglesia, dejando así en evidencia su incompatibilidad. Entre los principales errores del sacerdote indio, autor de obras como El Canto de la Rana, El Canto de los Pájaros y muchas otras distribuidas masivamente por algunas editoriales católicas, que se señalan en la Nota ilustrativa, hay que destacar:

            1) Su teoría de la contemplación como autoconciencia es, por lo menos, ambigua.
            2) Equipara la noción de la revelación cristiana y la de Lao-Tse, con una cierta preferencia por este último.
            3) Tiene afirmaciones sobre Dios que ignoran, si no niegan explícitamente, su carácter personal y lo reducen a una vaga realidad cósmica omnipresente. Se proclama un Dios impersonal.
            4) Ironiza y critica con frecuencia todo intento de lenguaje acerca de Dios.
            5) Afirma que la Biblia no nos da a conocer a Dios.
            6) Diluye la filiación divina de Jesús en la filiación divina de los hombres. Jesús es un maestro entre tantos.
            7) Reduce la presencia de Jesús en la Eucaristía a un mero símbolo.
            8) Parece afirmar que el ser del hombre está llamado a la disolución, como la de la sal en el agua.
            9) Enseña que el mal no es más que ignorancia y falta de iluminación. Es más llega a afirmar que “no hay nada bueno ni malo, sino que el pensamiento lo hace tal”.

Y se podrían seguir señalando errores.

Por estos motivos el Magisterio ha considerado un deber declarar que estas enseñanzas no sólo son incompatibles con la fe católica sino que  pueden causar grave daño a quienes las leen o usan para meditar.

Es sabido que muchas obras de De Mello se han convertido en best sellers, incluso fuera del ambiente católico. Su mensaje, según sus críticos proporciona un conjunto de aforismos atractivos aunque no coherentes entre sí, que responden más bien a una espiritualidad sin Dios más correspondiente con el movimiento de la New Age que con la doctrina de la Iglesia. Hay que señalar que de Mello jamás apoyó o suscribió explícitamente la corriente New Age. Pero sí ha ocurrido que numerosas librerías y sitios Internet New Age ofrecen las obras, pasajes o conferencias del sacerdote como cosas propias de este pensamiento.

Como puede verse, estamos muy lejos de la fe cristiana. Se entiende que esta notificación imponga como un deber moral y una consecuencia lógica que las obras del Padre de Mello sean retiradas por las editoriales y librerías católicas. No se pide con esto ninguna cosa extraordinaria sino sólo un importante acto de coherencia.

[1] Esta notificación lleva fecha del 14 de junio de 1998. Se puede encontrar en L’Osservatore Romano, 28 de agosto de 1998, p. 5-6.

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