En medio de la noche

Encender una fe gastada

La primera generación cristiana vivió convencida de que Jesús, el Señor resucitado, volvería muy pronto lleno de vida. No fue así. Poco a poco, los seguidores de Jesús se tuvieron que preparar para una larga espera.

No es difícil imaginar las preguntas que se despertaron entre ellos. ¿Cómo mantener vivo el espíritu de los comienzos? ¿Cómo vivir despiertos mientras llega el Señor? ¿Cómo alimentar la fe sin dejar que se apague? Un relato de Jesús sobre lo sucedido en una boda les ayudaba a pensar la respuesta.

Diez jóvenes, amigas de la novia, encienden sus lámparas y se preparan para recibir al esposo. Cuando, al caer el sol, llegue el novio a tomar consigo a la esposa, los acompañarán a ambos en el cortejo que los llevará hasta la casa del esposo, donde se celebrará el banquete nupcial.

Hay un detalle que el narrador quiere destacar desde el comienzo. Entre las jóvenes hay cinco "pensatas" y previsoras que toman consigo aceite para alimentar sus lámparas a medida que se vaya consumiendo la llama. Las otras cinco son unas "necias" y descuidadas que se olvidan de tomar aceite, con el riesgo de que se les apaguen las lámparas.

Pronto descubrirán su error. El esposo se retrasa y no llega hasta medianoche. Cuando se oye la llamada a recibirlo, las sensatas alimentan con su aceite la llama de sus lámparas y acompañan al esposo hasta entrar con él en la fiesta. Las necias no saben sino lamentarse: "Que se nos apagan las lámparas". Ocupadas en adquirir aceite, llegan al banquete cuando la puerta está cerrada. Demasiado tarde.

Muchos comentaristas tratan de buscar un significado secreto al símbolo del aceite. ¿Está Jesús hablando del fervor espiritual, del amor, de la gracia bautismal...? Tal vez es más sencillo recordar su gran deseo: "Yo he venido a traer fuego a la tierra, ¿y qué he de querer sino que se encienda?". ¿Hay algo que pueda encender más nuestra fe que el contacto vivo con Jesús?

¿No es una insensatez pretender conservar una fe gastada sin reavivarla con el fuego de Jesús? ¿No es una contradicción creernos cristianos sin conocer su proyecto ni sentirnos atraídos por su estilo de vida?

Necesitamos urgentemente una calidad nueva en nuestra relación con él. Cuidar todo lo que nos ayude a centrar nuestra vida en su persona. No gastar energías en lo que nos distrae o desvía de su Evangelio. Encender cada domingo nuestra fe rumiando sus palabras y comulgando vitalmente con él. Nadie puede transformar nuestras comunidades como Jesús.

32 Tiempo ordinario - A
(Mateo 25,1-13) 12 de noviembre 2017

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “A”
(Sab 6,12-16; Sal 62; 1Tes 4, 13-18; Mt 25, 1-13)

TEXTOS EVANGÉLICO
“A medianoche se oyó una voz: «¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!»”

TEXTOS SAPIENCIAL
Radiante e inmarcesible es la sabiduría; fácilmente la ven los que la aman y la encuentran los que la buscan. Quien temprano la busca no se fatigará, pues a su puerta la hallará sentada.

TEXTO SÁLMICO
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agotada, sin agua.

TEXTO PATRÍSTICO
¡Cuán dichosos son los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentra en vela! Feliz aquella vigilia en la cual se espera al mismo Dios y Creador del universo, que todo lo llena y todo lo supera. ¡Ojalá se dignara el Señor despertarme del sueño de mi desidia, a mí, que, aun siendo vil, soy su siervo! (San Columbano)

TEXTO MÍSTICO
“En la noche dichosa,/ en secreto, que nadie me veía,/ ni yo miraba cosa,/ sin otra luz ni guía/ sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guiaba/ más cierta que la luz del mediodía, /adonde me esperaba/
quien yo bien me sabía,/en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que me guiaste!,/¡oh noche amable más que el alborada!,/¡oh noche que juntaste/ amado con amada,/amada en el amado transformada! (San Juan de la Cruz, poesías).

CONSIDERACIÓN
No es neutra la circunstancia temporal que señalan los textos. Es la hora pascual por excelencia. Los acontecimientos pascuales, la experiencia de luz que supera la noche, la oscuridad y la tentación se ubican a medianoche, a la madrugada o al alba.
¡Qué distinto es levantarse por causa de una relación amiga, que hacerlo sin saber para qué! ¡Qué distinto es vivir con el horizonte de la esperanza de consumir los días sin ella!

Evangelio según San Mateo 25,1-13. 

Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. 
Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. 
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, 
mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. 
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. 
Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'. 
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. 
Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'. 
Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'. 
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. 
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos', 
pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'. 
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora. 

San Josafat de Polotsk

Saber más cosas a propósito de los Santos del día

San Josafat, obispo y mártir

Memoria de san Josafat (Juan) Kuncewicz, obispo de Polotsk, en Rutenia, y mártir, que con ardor incesante impulsó a su pueblo hacia la unidad católica, cultivó con piadosa dedicación el rito bizantino-eslavo en Witebsk, que entonces estaba bajo la jurisdicción de Polonia, y, cruelmente perseguido por una chusma enemiga, murió por la unidad de la Iglesia y la defensa de la verdad católica.

En octubre de 1595, el metropolitano de los ortodoxos disidentes de Kiev y otros cinco obispos, que representaban a millones de rutenos (hoy ucranios), hallándose reunidos en Brest-Litovsk, ciudad de Lituania, decidieron someterse a la Sede Romana. Las controversias a que ello dio lugar, provocaron excesos y violencias deplorables.

El gran defensor de la unidad cristiana, cuya fiesta celebramos hoy, derramó su sangre por la causa que defendía y fue el protomártir de la reunión de la cristiandad. Pero en la fecha que acabamos de citar, era todavía niño, ya que había nacido en 1580 o 1584 en Vladimir de Volhinia. Su nombre de bautismo era Juan. Su padre, que era un católico de buena familia, puso a estudiar a su hijo en la escuela de su pueblo natal. Después Juan entró a trabajar como aprendiz en una tienda de Vilna, pero en vista de que el comercio no le interesaba mayormente, empleaba sus tiempos libres aprendiendo el eslavo eclesiástico para comprender mejor los divinos oficios y poder recitar diariamente una parte del largo oficio bizantino. Juan conoció por entonces a Pedro Arcudius, rector del colegio oriental de Vilna, así como a los jesuitas Valentín Fabricio y Gregorio Gruzevsky, quienes se interesaron por él y le alentaron a seguir adelante. Al principio, el amo de Juan no veía con muy buenos ojos sus inquietudes religiosas; pero el joven supo cumplir tan bien con sus obligaciones, que el comerciante acabó por ofrecerle que se asociase con él y tomase por esposa a una de sus hijas. Juan rehusó ambas proposiciones, pues estaba decidido a hacerse monje. Efectivamente, en 1604, ingresó en el monasterio de la Santísima Trinidad de Vilna. El santo indujo también a seguir su ejemplo a José Benjamín Rutsky, un hombre muy culto, convertido del calvinismo, a quien el papa Clemente VIII había mandado abrazar, contra su voluntad, el rito bizantino. Los dos jóvenes monjes empezaron juntos a trazar planes para promover la unión y reformar la observancia en los monasterios rutenos. Juan Kunsevich, quien desde entonces se llamó Josafat, recibió el diaconado, después el sacerdocio y pronto adquirió gran fama por sus sermones sobre la unión con Roma. Su vida personal era muy austera, ya que añadía a las penitencias acostumbradas en las reglas monásticas del Oriente, otras mortificaciones tan severas, que en más de una ocasión le merecieron las críticas aun de los monjes más ascéticos.

En el proceso de beatificación el burgomaestre de Vilna declaró que «no había en el pueblo ningún religioso más bueno que el P. Josafat». Como el abad del monasterio de la Santísima Trinidad manifestara su tendencia al separatismo, Juan fue elegido para sustituirle y, bajo su gobierno, el monasterio se repobló. Ello movió a sus superiores a retirarle del estudio de los Padres orientales para que fundase otros monasterios en Polonia. En 1614, Rutsky fue elegido metropolitano de Kiev, y Josafat le sucedió en el cargo de abad de Vilna. Cuando el nuevo metropolitano fue a tomar posesión de su catedral, Juan le acompañó en el viaje y aprovechó la ocasión para visitar el famoso monasterio de las Cuevas de Kiev. Pero la comunidad de dicho monasterio, que se componía de más de 200 monjes, estaba relajada, y el reformador católico estuvo a punto de ser arrojado al Dnieper. Aunque sus esfuerzos por hacer volver a la unidad a la comunidad fracasaron, su ejemplo y sus exhortaciones consiguieron hacer cambiar un tanto la actitud de los monjes y situarlos en un plano de buena voluntad.

El arzobispo de Polotsk era entonces un hombre ya muy anciano que favorecía a los disidentes. En 1617, el P. Josafat fue consagrado obispo de Vitebsk, con derecho de sucesión a la sede de Polotsk. Pocos meses después murió el anciano arzobispo. Así pues, Josafat se halló al frente de una eparquía tan extensa como poco fervorosa. Los que practicaban más a fondo la religión se inclinaban al cisma, pues temían que Roma interfiriese en forma arbitraria con sus ritos y costumbres. Las iglesias estaban en ruinas y se hallaban en manos de los laicos. Muchos miembros del clero secular habían contraído matrimonio dos y hasta tres veces (según el derecho canónico oriental, un hombre casado puede ordenarse sacerdote, pero, si queda viudo, no puede contraer matrimonio otra vez; tampoco puede casarse si era soltero en el momento de recibir el sacerdocio), y la vida monástica estaba en decadencia. Josafat pidió ayuda a algunos de sus hermanos de Vilna y emprendió la tarea: reunió sínodos en las ciudades principales, publicó e impuso un texto de catecismo, redactó una serie de ordenaciones sobre la conducta del clero y combatió la interferencia de los «señores» en los asuntos de las iglesias locales.

A todo ello añadió el ejemplo de su vida, su celo en la instrucción, la predicación, la administración de sacramentos y la visita a los pobres, a los enfermos, a los prisioneros y a las aldeas más remotas. Hacia 1620, prácticamente toda la eparquía era ya sólidamente católica, el orden estaba restaurado y el ejemplo de aquel puñado de hombres buenos había producido un renacimiento de la vida cristiana. Pero en ese mismo año se instituyó en el territorio afectado por el tratado de la Unión de Brest que mencionamos al inicio, la jerarquía de obispos disidentes. Un tal Melecio Smotritsky fue nombrado arzobispo de Polotsk y se dedicó enérgicamente a destruir la obra del arzobispo católico, propagando que Josafat se había «convertido al latinismo», que iba a obligar a sus fieles a seguir su ejemplo, y que el catolicismo no era la forma tradicional del cristianismo ruteno. Cuando Melecio empezó a esparcir esos rumores, san Josafat se hallaba en Varsovia. Al volver a su diócesis, se encontró con que, aunque su ciudad episcopal seguía siéndole fiel, ciertos territorios de la eparquía comenzaban a vacilar, pues un monje llamado Silvestre había conseguido ganar las poblaciones de Vitebsk, Mogilev y Orcha para la causa de Smotritsky. La nobleza y casi todo el pueblo estaban por la unión; pero san Josafat no pudo hacer nada en las tres poblaciones que acabamos de mencionar. Cuando el rey de Polonia proclamó un decreto afirmando que Josafat era el único arzobispo legítimo de Polotsk, se prdujeron desórdenes no sólo en Vitebsk, sino en la misma Vilna. El decreto fue leído públicamente en presencia del santo, y éste estuvo a punto de perder la vida.

El canciller de Lituania, León Sapieha, que era católico, temeroso de los resultados políticos de la inquietud general, prestó oídos a los rumores esparcidos por los disidentes que, fuera de Polonia, acusaban a san Josafat de haber sido el causante de los desórdenes con su política. Así pues, en 1622, Sapieha escribió al santo acusándole de emplear la violencia para mantener la unión, de exponer al reino al peligro de una invasión de los cosacos saporoshzky por sembrar la discordia entre el pueblo, de haber clausurado por la fuerza ciertas iglesias no católicas y de otras cosas por el estilo. Las acusaciones eran demasiado generales y los testimonios ad hoc proporcionados por ambas partes sólo sirvieron para demostrar la injusticia del proceso. Lo único que se podía reprochar realmente al santo, era haber pedido el auxilio del brazo secular para recobrar la iglesia de Mogilev, de la que se habían apoderado los disidentes. El arzobispo tuvo que hacer frente también a la oposición, las críticas y la falta de comprensión de algunos católicos. Está fuera de duda que una de las causas de la facilidad con que una parte del pueblo había vuelto al cisma, era la firme disciplina y el rigor moral que el renacimiento católico había impuesto. Desgraciadamente, san Josafat no encontró entre los obispos latinos de Polonia el apoyo que merecía en tal empresa, porque mantuvo valientemente el derecho del clero y de los ritos bizantinos a que se los considerase en Roma en pie de igualdad con los latinos. El santo mantuvo su lucha con la misma tenacidad y valentía.

En octubre de 1623, sabedor de que Vitebsk era todavía el centro de la oposición, decidió ir allá personalmente. Sus amigos no lograron disuadirle ni convencerle de que llevase una escolta militar. «Si Dios me juzga digno de merecer el martirio, no temo morir», respondió san Josafat. Así pues, durante dos semanas predicó en las iglesias de Vitebsk y visitó a los fieles sin distinción alguna. Sus enemigos le amenazaban continuamente y provocaban a sus acompañantes para poder asesinarle aprovechando el desorden. El día de la fiesta de san Demetrio, una chusma enfurecida rodeó al mártir, el cual les dijo: «Sé que queréis matarme y que me acecháis en todas partes: en las calles, en los puentes, en los caminos, en la plaza central. Pero yo estoy entre vosotros como vuestro pastor y quiero que sepáis que me consideraría muy feliz de dar la vida por vosotros. Estoy pronto a morir por la sagrada unión, por la supremacía de San Pedro y del Romano Pontífice».

Smotritsky, que era quien fomentaba la agitación, sólo pretendía probablemente obligar al santo a salir de la ciudad. Pero sus partidarios, que eran más exaltados, empezaron a tramar una conspiración para asesinar a Josafat el 12 de noviembre, a no ser que se excusase ante ellos por haber empleado antes la violencia. Un sacerdote llamado Elías fue el encargado de penetrar en el patio de la casa del arzobispo e insultar a sus criados por su religión y al amo a quien servían. Como la escena se repitiese varias veces, san Josafat dio permiso a sus criados de arrestar al sacerdote, si volvía a presentarse. En la mañana del 12 de noviembre, cuando el arzobispo se dirigía a la iglesia para el rezo del oficio de la aurora, Elías le salió al encuentro y comenzó a insultarle. El santo dio entonces permiso a su diácono para que mandase encerrar al agresor en un aposento de la casa. Eso era precisamente lo que deseaban sus enemigos. Al punto, echaron a vuelo las campanas, y la multitud empezó a clamar que se pusiese en libertad a Elías y se castigase al arzobispo. Después del oficio, san Josafat volvió a su casa y devolvió la libertad a Elías, no sin antes haberle amonestado. A pesar de ello, el pueblo penetró en la casa, exigiendo la muerte de Josafat y golpeando a sus criados. El santo salió al encuentro de la turba y preguntó: «¿Por qué golpeáis a mis criados, hijos míos? Si tenéis algo contra mí, aquí estoy; dejadlos a ellos en paz» (inútil recalcar cuánto se parecen estas palabras a las que pronunció santo Tomás Becket en una ocasión semejante). La chusma comenzó entonces a gritar: «¡Muera el Papista!», y san Josafat cayó atravesado por una alabarda y herido por una bala. Su cuerpo fue arrastrado por las calles y arrojado al río Divna.

San Josafat Kunsevich fue canonizado en 1867. Fue el primer santo de la Iglesia de Oriente canonizado con proceso formal de la Sagrada Congregación de Ritos. Quince años más tarde, León XIII fijó el 14 de noviembre como fecha de la celebración de su fiesta en toda la Iglesia de Occidente, aunque con la última reforma del calendario fue puesta en el 12, que le es más propio.

El martirio del santo produjo como resultado inmediato un movimiento en favor de la unidad católica. Desgraciadamente, la controversia se prolongó con una violencia muy poco edificante, y los disidentes tuvieron también un mártir, el abad Anastasio de Brest, quien fue ejecutado en 1648. Por otra parte, el arzobispo Melecio Smotritsky se reconcilió más tarde con la Santa Sede. La gran reunión rutena existió, con altos y bajos, hasta que, después de la repartición de Polonia, los soberanos rusos obligaron por la fuerza a los rutenos católicos a unirse con la Iglesia Ortodoxa de Rusia, Los pocos que no lo hicieron, han visto repetirse la historia en nuestros días, como lo recuerda la encíclica Orientales omnes, que Pío XII publicó en 1946, con motivo del 350 aniversario de la Unión de Brest. En el oficio de lecturas del santo se recoge un fragmento de SS Pío XI en la encíclica Ecclesiam Dei, de 1923, donde el Papa afirma que san Josafat fue «el hombre más eminente y destacado entre los eslavos de rito oriental, ya que difícilmente encontraríamos a otro que haya contribuido a la gloria y provecho de la Iglesia más que éste, su pastor y apóstol, principalmente cuando derramó su sangre por la unidad de la santa Iglesia.»

En 1874, Dom Alphonse Guépin publicó dos gruesos volúmenes en octavo, de más de mil páginas, titulados Saint Josaphat, archevéque martyr, et l'Eglise grecque unie en Pologne. El autor habla en el prefacio de las fuentes de su obra. En particular, da las gracias al P. J. Martynov por haber puesto a su disposición una copia del proceso de beatificación y cierto número de documentos copiados de los archivos romanos. También cita una vasta colección de documentos reunidos por el monje basiliano Pablo Szymansky y habla de otra gran biblioteca de manuscritos del mismo tipo, reunida por el obispo Naruszewicz para sus investigaciones hitsóricas. Dom Guépin pudo disponer de todo ese material y supo emplearlo con tal tino, que la mayoría de los escritores occidentales que han escrito después de él sobre el tema, se basan en sus investigaciones. Sin embargo, hay que mencionar también los utilísimos panfletos del P. G. Hofmann (Orientalai Christiana, nn. 6 y 12). La noticia de la muerte de san Josafat se difundió rápidamente por toda Europa. En el Museo Británico se conserva una copia de un panfleto publicado en 1625, en Sevilla, con el título de Relación verdadera de la muerte y martirio de ... Josafat. Véase también 0. Kozanewyc, Leben des hl. Josaphat (1931) ;, y la revista Roma e l'Oriente, vol. X (1920), pp. 27-34. San Josafat y el metropolitano Rutsky fueron los iniciadores del movimiento monástico ruteno que se convirtió, más tarde, en la orden de San Basilio; por ello, desde 1932, dichos monjes recibieron el nombre oficial de Basilianos de San Josafat.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Nace en Vladimir de Volhinia por el año 1580 de padres ortodoxos; se convirtió a la fe católica e ingresó en la Orden de san Basilio. 
Ordenado sacerdote en el rito bizantino en 1609. Ordenado obispo de Vitebsk 1617, meses mas tarde, Arzobispo de Polotzk, Lituania.
Trabajó infatigablemente por la unidad de la Iglesia. Perseguido a muerte por sus enemigos, sufrió el martirio el año 1623.

Protomártir de la re-unificación de la cristiandad.Canonizado en 1867.                                               

San Josafat
Basilica de S. Josafat, Milwauke 

En Octubre de 1595, el metropolitano de los ortodoxos disidentes de Kiev y otros cinco obispos, que representaban a millones de rutenos (hoy llamados ucranios), hallándose reunidos en Brest-Litovsk, ciudad de Lituania, decidieron someterse al Papa y estar en comunión con la Iglesia católica. Se trata de la histórica Unión de Brest. Esta unificación dio lugar a grandes controversias llegándose hasta la violencia. San Josafat por aquel tiempo era muy jovencito, pero aquellos eventos tendrían un profundo impacto en su vida ya que el mismo daría su vida por la unidad de la Iglesia.

Su nombre de bautismo era Juan Kunsevich. Su padre, que era un católico de buena familia, puso a su hijo en la escuela de su pueblo natal. Después Juan entró a trabajar como aprendiz en una tienda de Vilna, pero en vista de que el comercio no estaba en su corazón, empleaba sus tiempos libres aprendiendo el eslavo eclesiástico para comprender mejor los divinos oficios y poder recitar diariamente el oficio bizantino. Juan conoció por entones a Pedro Arcudius, rector del colegio oriental de Vilna, así como a los jesuitas Valentín Fabricio y Gregorio Gruzevsky, quienes se interesaron por él y le alentaron a seguir adelante. Al principio, el amo de Juan no veía con muy buenos ojos sus inquietudes religiosas, pero el joven supo cumplir tan bien con sus obligaciones, que el comerciante acabó por ofrecerle que se asociase con él y tomase por esposa a una de sus hijas. Juan rehusó ambas proposiciones, pues estaba decidido a hacerse monje.

En 1601 ingresó en el monasterio de la Santísima Trinidad de Vilna. El santo indujo también a seguir su ejemplo a José Benjamín Rutsky, un hombre muy culto, convertido del calvinismo. Los dos jóvenes monjes empezaron juntos a trazar planes para promover la unión y reformar la observancia en los monasterios rutenos. Desde entonces se llamó Josafat, recibió el diaconado, después el sacerdocio y pronto adquirió fama por sus sermones sobre la unión con Roma.

Su vida personal era muy austera, ya que añadía a las penitencias acostumbradas en las reglas monásticas del oriente, otras mortificaciones tan severas, que en más de una ocasión le criticaron los mismos monjes. En el proceso de beatificación el burgomaestre de Vilna declaró que "no había en el pueblo ningún religioso más bueno que el P. Josafat."

Josafat, al notar quesu superior, Samuel, el abad del monasterio de la Santísima Trinidad, manifestaba  tendencia a separarse de Roma, se lo advirtió a sus superiores. El arzobispo de Kiev sustituyó a Samuel por Josafat.  Bajo su gobierno, el monasterio se repobló. Ello movió a sus superiores a retirarle del estudio de los Padres orientales para que fundase otros monasterios en Polonia.

En 1614, Rutsky fue elegido metropolitano de Kiev y Josafat Ie sucedió en el cargo de abad de Vilna. Cuando el nuevo metropolitano fue a tomar posesión de su catedral, Juan le acompañó en el viaje y aprovechó la ocasión para visitar el famoso monasterio de las Cuevas de Kiev. Pero la comunidad de dicho monasterio, que se componía de más de 200 monjes, estaba relajada y el reformador católico estuvo a punto de ser arrojado al río Dnieper. Aunque sus esfuerzos por hacer volver a la unidad a la comunidad fracasaron, su ejemplo y sus exhortaciones consiguieron hacer cambiar un tanto la actitud de los monjes.

Obispo ejemplar
En 1617, el P. Josafat fue consagrado obispo de Vitebsk con derecho de sucesión a la sede de Polotsk. Pocos meses después murió el anciano arzobispo de esa sede y Josafat se halló al frente de una eparquía  extensa pero poco fervorosa. Muchos se inclinaban al cisma porque temían que Roma interfiriese en sus ritos y costumbres. Las iglesias estaban en ruinas y se hallabanmanos de los laicos. Muchos miembros del clero secular habían contraído matrimonio, algunos varias veces. La vida monástica estaba en decadencia. Josafat pidió ayuda a algunos de sus hermanos de Vilna y emprendió la tarea: reunió sínodos en las ciudades principales, publicó e impuso un texto de catecismo, redactó una serie de ordenaciones sobre la conducta del clero y combatió la interferencia de los "señores" en los asuntos de las iglesias locales. A todo ello añadió el ejemplo de su vida, su celo en la instrucción, la predicación, la administración de sacramentos y la visita a los pobres, a los enfermos, a los prisioneros y a las aldeas más remotas.

Hacia 1620, prácticamente toda la eparquía era ya sólidamente católica, el orden estaba restaurado y el ejemplo de aquel puñado de hombres buenos había producido un renacimiento de la vida cristiana. Pero en ese mismo año, disidentes en la región que se había unido a Roma, establecieron obispos paralelos, contrarios a Roma. Así, un tal Melecio Smotritsky fue nombrado arzobispo de Polotsk, sede de San Josafat, y se dedicó enérgicamente a destruir la obra del arzobispo católico, diciendo que Josafat se había "convertido al latinismo", que iba a obligar a sus fieles a seguir su ejemplo y que el catolicismo no era la forma tradicional del cristianismo ruteno. La nobleza y la mayoría del pueblo estaban por la unión, pero habían zonas disidentes. Un monje llamado Silvestre Smotritsky recorrió las poblaciones de Vitebsk, Mogilev y Orchasublevando a la gente contra el catolicismo. Cuando el rey de Polonia proclamó un decreto afirmando que Josafat era el único arzobispo legítimo de Polotsk, se produjeron desórdenes no sólo en Vitebsk, sino en la misma Vilna. El decreto fue leído públicamente en presencia del santo y éste estuvo a punto de perder la vida.

El canciller de Lituania, León Sapieha, que era católico, temeroso de los resultados políticos de la inquietud general, prestó oídos a los rumores esparcidos por los disidentes que, fuera de Polonia, acusaban a San Josafat de haber sido el causante de los desórdenes con su política. Así pues, en 1622, Sapieha escribió al santo acusándole de emplear la violencia para mantener la unión, de exponer el reino al peligro de una invasión de los cosacos, de sembrar la discordia entre el pueblo, de haber clausurado por la fuerza ciertas iglesias no católicas y de otras cosas por el estilo. Tan solo era cierto que Josafat había pedido el auxilio del gobierno para recobrar la iglesia de Mogilev, de la que se habían apoderado los disidentes. El arzobispo tuvo que hacer frente también a la oposición, las críticas y la falta de comprensión de algunos católicos. Una de las razones por la que que una parte del pueblo fácilmente se dejó llevar por las falsas acusaciones era para evitar la disciplina y las exigencias morales del renacimiento católico.

En octubre de 1623, sabedor de que Vitebsk era todavía el centro de la oposición, decidió ir allá personalmente. Sus amigos no lograron disuadirle ni convencerle de que llevase una escolta militar. "Si Dios me juzga digno de merecer el martirio, no temo morir'", respondió San Josafat. Así pues, durante dos semanas predicó en las iglesias de Vitebsk y visitó a los fieles sin distinción alguna. Sus enemigos le amenazaban continuamente y provocaban a sus acompañantes para poder asesinarle aprovechando el desorden. El día de la fiesta de San Demetrio, una turba enfurecida rodeó al mártir, el cual les dijo: 

"Sé que queréis matarme y que me acecháis en todas partes: en las calles, en los puentes, en los caminos, en la plaza central. Pero yo estoy entre vosotros como vuestro pastor y quiero que sepáis que me consideraría muy feliz de dar la vida por vosotros. Estoy pronto a morir por la sagrada unión, por la 
supremacía de San Pedro y del Romano Pontífice."

Martirio
Smotritsky, fomentador de la agitación, probablemente solo pretendía obligar al santo a salir de la ciudad. Pero sus partidarios empezaron a tramar una conspiración para asesinar a Josafat el 12 de noviembre, a no ser que se excusase ante ellos por haber empleado la violencia. Un sacerdote llamado Elías fue el encargado de penetrar en el patio de la casa del arzobispo e insultar a sus criados por su religión y al amo 
a quien servían. Como la escena se repitiese varias veces, San Josafat dio permiso a sus criados de arrestar al sacerdote, si volvía a presentarse. En la mañana del 12 de noviembre, cuando el arzobispo se dirigía a la iglesia para el rezo del oficio de la aurora, Elías le salió al encuentro y comenzó a insultarle. El santo dio entonces permiso a su diácono para que mandase encerrar al agresor en un aposento de la casa. Eso era precisamente lo que deseaban sus enemigos que buscaban pretexto para atacarle. Al punto, echaron a vuelo las campanas, y la multitud empezó a clamar que se pusiese en libertad a Elías y se castigase al arzobispo. Después del oficio, San Josafat volvió a su casa y devolvió la libertad a Elías, no sin antes haberle amonestado. A pesar de ello, el pueblo penetró en la casa, exigiendo la muerte de Josafat y golpeando a sus criados. El santo salió al encuentro de la turba y preguntó: "¿Por qué golpeáis a mis criados, hijos míos?   Si tenéis algo contra mí, aquí estoy; dejadlos a ellos en paz." (Palabras muy parecidas a las de Santo Tomás Becket en ocasión semejante). La turba comenzó entonces a gritar: "¡Muera el Papista!", y San Josafat cayó atravesado por una alabarda y herido por una bala. Su cuerpo fue arrastrado por las calles y arrojado al río Divna.

El martirio del santo produjo como resultado inmediato un movimiento en favor de la unidad católica. Desgraciadamente, la controversia se prolongó con violencia y los disidentes tuvieron también un mártir, el abad Anastasio de Brest, quien fue ejecutado en 1648. Por otra parte, el arzobispo Melecio Smotritsky se reconcilió más tarde con la Santa Sede.

La gran reunión rutena existió, con altos y bajos, hasta que, después de la repartición de Polonia, los soberanos rusos obligaron por la fuerza a los rutenos católicos a unirse con la Iglesia Ortodoxa de Rusia. El  comunismo favoreció la opresión de la fe católica. Hoy como ayer es necesaria la intercesión y el ejemplo de San Josafat a favor de la unión en la verdad y el amor.

San Josafat Kunsevich fue canonizado en 1867 por el Papa Pío IX. Fue el primer santo de la Iglesia de oriente canonizado con proceso formal de la Sagrada Congregación de Ritos. Quince años más tarde, León XIII fijó el 14 de noviembre como fecha de la celebración de su fiesta en toda la Iglesia de occidente. La reforma litúrgica movió la fiesta al 12 de noviembre.

El Papa Pío XI declaró a San Josafat Patrón de la Reunión entre Ortodoxos y Católicos el 12 de noviembre de 1923, III centenario de su martirio.

El 25 de Noviembre de 1963, durante el Concilio Vaticano II y por petición del Papa Juan XXIII, quién estaba muy interesado en la unidad, el cuerpo de San Josafat finalmente encontró su descanso en el altar de San Basilio en la Basílica de San Pedro.

Bibliografía: 
-Vida de los Santos 
de Butler, Vol IV.

 San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia Sermón 93

“En medio de la noche”

Las diez vírgenes querían ir todas a recibir al Esposo. ¿Qué significa recibir al esposo? Es ir a su encuentro de todo corazón, vivir esperándolo. Pero tardó en venir, y todas se durmieron.....¿Qué significan estas palabras? Hay un sueño al que nadie puede escaparse. Os acordáis de las palabras del apóstol Pablo: “No queremos, hermanos, que ignoréis la suerte de los que duermen el sueño de la muerte” (1Tim 2,12).... Todas se durmieron. ¿Pensáis que la virgen prudente puede escapar de la muerte? No, tanto las prudentes como las necias deben pasar por el sueño de la muerte... 

“A medianoche se oyó un grito: Ya está ahí el esposo, salid a su encuentro” (Mt 25,6). ¿Qué decir? Es el momento que nadie piensa, que nadie espera... Vendrá en el momento en que menos pensáis. ¿Por qué viene de este modo? Porque, dice él, “No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder.” (Hch 1,7) “El día del Señor”, dice Pablo, “vendrá como un ladrón en plena noche.” (1Tim 5,2) Vigilad, pues, durante la noche para que no os sorprenda el ladrón. Porque, queriendo o sin querer, el sueño de la muerte llegará necesariamente. 

Y no obstante, todo esto llegará cuando se oiga un grito en medio de la noche. Este grito es lo que el apóstol Pablo dice: “En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la trompeta, porque la trompeta sonará, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados.” (1Cor 15,52) Después de este grito que resonará en medio de la noche: “Llega el esposo” ¿qué pasa? ". Todas se levantaron"(Mt 25,7ss).

Aceite de esperanza; XXXII Domingo Ordinario
Reflexión del evangelio de la misa del Domingo 12 de noviembre 2017

¿Aguardo con ilusión y esperanza la Venida del Señor o estoy adormilado y frustrado?

Lecturas:

Sabiduría 6, 12-16: “Encuentran la sabiduría aquellos que la buscan”

Salmo 62: “Señor, mi alma tiene sed de ti”

I Tesalonicenses 4, 13-18: “A los que mueren con Jesús, Dios los llevará con Él”

San Mateo 25, 1-13: “Ya viene el esposo, salgan a su encuentro”

Bastó una pequeña chispa para que todo volara por los aires. Simón, siempre alegre y confiado, siempre positivo y dicharachero, se había acostumbrado a “jugar” con fuego, fabricando preciosos castillos, atronadoras bombas, vistosos toritos, coloridos “cuetes”… “No le tengo miedo a la lumbre”. Así, descuidadamente, manipulaba los diferentes materiales para artísticamente asombrar a todos en cada fiesta. Pero bastó un pequeño descuido y su modesta casa explotó  y quedó completamente destruida. Heridos, un muerto y mucho dolor quedó en la familia. Él, quemado en casi todo su cuerpo, trata de reponerse física y emocionalmente en el camastro de un hospital. “La confianza mata”, me comenta al platicarme el suceso y tratando de esbozar una sonrisa, que queda en un mueca de dolor.

¿Cómo hacer entender la importancia del Reino y la urgencia de estar atentos a su llegada? Una fiesta de bodas es un tema de los favoritos de Jesús. Entiende el Reino de los Cielos siempre como la plenitud del amor y como la participación de la alegría. Y no es difícil imaginarnos que esa boda podría significar los desposorios del Dios Amante con su pueblo, la novia esperada. Siempre Jesús hablándonos del amor y siempre invitándonos a la participación de esa fiesta plena.

Pero esta parábola además entra en el ambiente de la polémica y de la provocación. Jesús sigue recriminando a los escribas y fariseos su inconstancia y falta de coherencia en la búsqueda de Dios. Ellos que habían sido invitados los primeros, ellos que tenían en sus manos las lámparas encendidas, ahora se ven rechazados porque no han tenido en sus lámparas el aceite de la fe, de la misericordia y de la fraternidad. Se han olvidado de lo más importante y se han llenado sólo de apariencias y de vanagloria. A muchos estudiosos les llama la atención que no se recrimine a las vírgenes prudentes su egoísmo al no querer dar un poco de su aceite a las que carecían de él. La llamada y la respuesta tienen primeramente un sentido personal. Dios nos llama a su amor de una manera tan personal, tan concreta, que nadie puede responder por nosotros. La respuesta no sólo debe ser de un momento sino siempre será actual y actualizada. Como el amor, no basta haber dicho alguna vez “te quiero”, se debe manifestar en palabras y obras a cada momento. Ese es el pecado de los fariseos: creerse ya salvados. ¿Será también nuestro pecado?

El discípulo es el hombre de la alerta y la espera. Al describirnos el Reino de Dios como una de las fiestas más alegres y participativas, quedar excluidos es perder lo más importante. El relato de las vírgenes nos mete en un ambiente de crisis que los oyentes captarían fácilmente como una llamada de atención para no perder la oportunidad de participar en la gran fiesta del Reino. En estos relatos de la Venida del Hijo siempre encontramos una doble intención: contemplan al mismo tiempo el presente y el futuro: “estén atentos, vigilen, no saben a qué hora va a venir…” pero con una mirada al futuro. La futura venida compromete la vida actual. Es hoy cuando se preparan los cambios del mañana. La actualidad engendra el futuro. La lectura de los textos de este domingo requiere esta doble atención. Jesús vendrá: mantengamos los ojos fijos en esta venida; pero también Jesús viene hoy: estemos atentos y preparados para acogerlo. Para San Mateo, estar preparado significa escuchar y poner en práctica las palabras de Jesús hoy. Significa estar siempre renovando “el aceite” del amor y del servicio. ¡Qué diferente de las actitudes altaneras de seguridad que a veces manifestamos! El aceite del amor de Jesús es siempre inquietud, siempre es búsqueda y es siempre atención. Se puede llegar al cansancio y quedarse dormidos, pero no se permite el adormilamiento ni la pasividad. No se permiten la indiferencia ni la dejadez.

¿Por qué condenar a las jóvenes adormiladas si estuvieron  esperando toda la noche? Parecería culpa del novio que retrasa su llegada, pero no es actitud evangélica calcular y acomodarse a situaciones sin la presencia del Señor. El peligro es doble, por una parte despreocuparse y darse a la buena vida, porque el Señor tarda; o por la otra, no tener la paciencia para esperar su venida. La vigilancia ha de ser continua. El amor, el servicio y la entrega no se improvisan, son actitudes que se asumen de por vida y nadie puede “llenar” nuestro corazón con el amor ajeno. Ya la primera lectura nos ponía en estado de búsqueda e inquietud para encontrarnos con la sabiduría.  Y se pedía un corazón digno de dejarse encontrar por ella, más que alcanzarla con las propias fuerzas, pues ella se encuentra sentada a la puerta de quien la busca sinceramente. Es muy bella esta descripción paradójica que nos hace el libro de la Sabiduría del encuentro del hombre y Dios; del hombre que vaga y se desvela por Quien ya lo ha encontrado,  y del hombre que encuentra a Aquel  que no cesa de buscarlo. Cuando nos estacionamos, cuando nos sentimos satisfechos y llenos de nosotros mismos, cuando nos saturamos de nuestros propios aceites, nadie puede llenar nuestros vacíos. Nos quedamos como lámparas inútiles, oscuras e inservibles, como lámparas sin luz.

Quien quiera encontrar en la parábola intenciones de infundir miedos y angustias, estará muy equivocado. La parábola nos propone la dinámica del encuentro festivo en el banquete de bodas. Hemos de abrirnos a la realidad del Dios de Jesús: un Dios alegre, que prepara un banquete para recibirnos, capaz de comprender nuestros cansancios, nuestros sueños y nuestras debilidades.  Quiere que nuestra felicidad sea siempre más grande en nuestro corazón y que la compartamos en la fiesta universal. Quien deja seca su lámpara o la llena de egoísmo, se autoexcluye él mismo de la fiesta.  No temamos las fatigas, el sueño, la frustración que siempre se dan en nuestras comunidades. Aprendamos a vivir en una espera vigilante, con el aceite del amor y del servicio en nuestras lámparas, con la ilusión dinámica de encontrarnos con el Señor. ¿Cuántas veces me dejo llevar por la indiferencia y la apatía? ¿Aguardo con ilusión y esperanza la Venida del Señor o estoy adormilado y frustrado? ¿En qué cosas prácticas de amor y servicio manifiesto que estoy esperando al Señor?

Diez doncellas, cinco lámparas, un esposo
Santo Evangelio según San Mateo 25, 1-13. Domingo XXXII del tiempo ordinario. Ciclo A.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

"¡Oh fuente del eterno amor! ¿Qué puedo decir de Ti? ¿Cómo podría olvidarme de Ti? Tú te has dignado acordarte de mí; después de que me arruiné y perecí, tuviste misericordia de mí, más allá de toda esperanza. Y, más allá de cualquier mérito me ofreciste tu amistad. ¿Qué podré darte a cambio por tal beneficio? ¿Acaso es gran cosa que te sirva a Ti? En verdad, Tú eres digno de todo servicio, de todo honor y de una eterna alabanza. Tú eres mi Señor y yo soy un pobre siervo tuyo, que quiere servirte con todas sus fuerzas. Éste es mi deseo y ésta es mi voluntad. Dígnate de suplir con tu gracia lo que a mí me falte. Amén." (Tomás de Kempis, La imitación de Cristo)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Mientras esperamos las bodas definitivas al final de los tiempos, somos como esas doncellas. No sólo diez personas, sino millones y millones de bautizados en todo el mundo se han apuntado en la lista de invitados. Pero no todas las doncellas de la parábola entran en la fiesta, y, del mismo modo, no todos los cristianos entrarán al cielo. Una verdad dura, pero cierta. ¿Qué tenemos que hacer, entonces?

A todos les gusta sumarse a cosas bellas y esperanzadoras. Pero no a todos les dura la ilusión más de una semana o un mes. No todos pasan las horas oscuras de aburrimiento, dificultad o persecución. Las lámparas necesitan un alimento constante. El que quiere mantenerse en vela debe asegurarse de que el fuego continúa ardiendo. Renovar constantemente la fe, la esperanza y la caridad.

Llenar la lámpara de aceite, significa llenar el corazón de amor por Cristo, el esposo. Significa, por ejemplo, ofrecer las diversas actividades de nuestra jornada: "Dios mío, estas horas de trabajo son por amor a Ti, para darte gloria con mi esfuerzo y para extender tu Reino con mi ejemplo."

El Esposo nos va a buscar durante el día con un sinfín de bendiciones. Pero sólo podremos recibirlas si nos mantenemos con la mente y con la intención orientadas hacia Él.

Muchas veces Jesús en sus predicaciones nos advierte que debemos ser vigilantes, velar, quedar en espera. Vigilar porque vosotros no conocéis la hora en la que vendrá el hijo del hombre. La vigilancia debe ser preparada en función de la venida del Señor, subrayando el "prepararse": es el caso de las diez siervas, las prudentes y las que no eran prudentes, no estaban preparadas. Las primeras tenían todo preparado, también el aceite de las lámparas; las segundas estaban allí a la buena, sin pensar estar preparadas. Vigilad, por tanto, es la sugerencia de Jesús, lo hace aconsejando la oración, la vigilancia para no caer en tentación.

(Homilía de S.S. Francisco, 13 de octubre de 2017, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy ofreceré a Dios mi trabajo o estudio en varios momentos del día, por medio de alguna sencilla oración.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

"UN DÍA SERÁ EL ÚLTIMO. SI FUESE HOY, ¿CÓMO ESTOY PREPARADO?"
El Papa recuerda a los mártires vicencianos como "testigos ejemplares del Evangelio"
Francisco recuerda que "la fe inspira la caridad y la caridad custodia la fe"

(José M. Vidal).- Desde la cátedra de la ventana, el Papa Francisco invita a los fieles a estar preparados para el encuentro con Cristo, como las vírgenes sensatas. Con la lámpara de la fe y el aceita de las buenas obras. En los saludos, recuerda la beatificación ayer, en Madrid, de los 60 mártires vicencianos, a los que califica de "testigos ejemplares de Cristo y del Evangelio".

Algunas frases de la catequesis papal

"Este domingo el Evangelio nos indica la condición para entrar en el Reino del cielo, con la parábola de las diez vírgenes"

"Cinco vírgenes sensatas y cinco necias"

"¿Qué quiere enseñarnos Jesús con esta prábola? Que tenemos que estar preparados para el encuentro con Él"

"Velar no significa sólo no dormir, sino estar preparado"

"Se trata de no esperar al último momento de nuestra vida, para colaborar con la gracia de Dios"

"Un día será el último. Si fuese hoy, ¿cómo estoy preparado o preparada?"

"La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida. El aceite, símbolo de la caridad que alimenta y hace creíble la lucha de la fe"

"Si hacemos el bien, con gestos de amor al prójimo en dificultad, podemos estar tranquilos, esperando la venida del Esposo"

"El sueño de la muerte no nos da miedo, porque tenemos lámparas con el aceite de las buenas obras". "La fe inspira la caridad y la caridad custodia la fe"

"¡Qué nuestra lámpara resplandezca ya aquí!"

Saludos del Papa tras el ángelus

"Ayer, en Madrid, fueron proclamados beatos 60 márttires vicencianos...sacerdotes, novicios y laicos. Todos fueron asesinados por odio a la fe...durante la guerra civil española. Demos gracias a Dios por el gran don de este testimonio ejemplar de Cristo y del Evangelio".

Un grupo de neocatecumenales, tras recibir el saludo del Papa, le contesta con el canto del Aleluya, que el Papa escucha, agradecido.

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