Dar gloria a Dios
- 15 Noviembre 2017
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Evangelio según San Lucas 17,11-19.
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.
Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia
y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!".
Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta
y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?
¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?".
Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".
San Alberto Magno, obispo y doctor de la Iglesia
San Alberto, llamado «Magno», obispo y doctor de la Iglesia, que ingresó en la Orden de Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino, uniendo maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona, desde la cual se esforzó asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, aunque al cabo de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores, y murió santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica.
Fueron los propios contemporáneos de san Alberto quienes le dieron el título de «Magno». Por la profundidad y amplitud de sus conocimientos solían llamarle también «el Doctor Universal» y decían que «sus conocimientos en todos los campos son casi divinos, de suerte que merece que le llamemos la maravilla y el milagro de nuestra época». Aun el monje Roger Bacon le consideraba como «una autoridad» y calificaba sus obras de «fuentes originales». El hecho de haber sido el maestro de santo Tomás de Aquino contribuyó también a la fama de san Alberto; pero sus contemporáneos, lo mismo que la posteridad, le han juzgado como un hombre grande por sí mismo. Alberto era de origen suabo. Pertenecía a la familia Bollstädt; nació en el castillo de Lauingen, a orillas del Danubio, en 1206. Lo único que sabemos sobre su juventud, es que estudió en la Universidad de Padua. En 1222, el beato Jordán de Sajonia, segundo maestro general de la orden de Santo Domingo, escribía desde Padua a la beata Diana de Andelo, que estaba en Bolonia, anunciándole que había admitido en la orden a diez postulantes, «y dos de ellos son hijos de condes alemanes».
Uno era Alberto. Un tío suyo, que vivía en Padua, había tratado de impedir que ingresase en la orden de Santo Domingo, pero la influencia del beato Jordán había sido más fuerte que la suya. Cuando el conde de Bollstädt se enteró de que su hijo vestía el hábito de los frailes mendicantes, se enfureció sobremanera y habló de sacarlo por la fuerza de la orden. Pero los superiores de Alberto le enviaron discretamente a otro convento, y la cosa paró ahí. Probablemente se trataba del convento de Colonia, ya que allí enseñaba Alberto en 1228. Más tarde, fue prefecto de estudios y profesor en Hildesheim, Friburgo de Brisgovia y Estrasburgo. Cuando volvió a Colonia, era ya famoso en toda la provincia alemana. Como París era entonces el centro intelectual de Europa occidental, Alberto pasó allí algunos años como maestro subordinado, hasta que obtuvo el grado de profesor. En 1248, los dominicos determinaron abrir una nueva Universidad («studia generalia») en Colonia y nombraron rector a san Alberto. Desde entonces hasta 1252, tuvo entre sus discípulos a un joven fraile llamado Tomás de Aquino.
En aquella época, la filosofía comprendía las principales ramas del saber humano accesibles a la razón natural: la lógica, la metafísica, las matemáticas, la ética y las ciencias naturales. Entre los escritos de san Alberto, que forman una colección de treinta y ocho volúmenes in-quarto, hay obras sobre todas esas materias, por no decir nada de los sermones y de los tratados bíblicos y teológicos. La figura de san Alberto y la de Roger Bacon se destacan en el campo de las ciencias naturales, cuya finalidad, según dice el santo, consiste en «investigar las causas que operan en la naturaleza». Algunos autores llegan incluso a decir que san Alberto contribuyó aún más que Bacon al desarrollo de la ciencia. En efecto, fue una autoridad en física, geografía, astronomía, mineralogía, alquimia (es decir, química) y biología, por lo cual nada tiene de sorprendente que la leyenda le haya atribuido poderes mágicos. En sus tratados de botánica y fisiología animal, su capacidad de observación le permitió disipar leyendas como la del águila, la cual, según Plinio, envolvía sus huevos en una piel de zorra y los ponía a incubar al sol. También han sido muy alabadas las observaciones geográficas del santo, ya que hizo mapas de las principales cadenas montañosas de Europa, explicó la influencia de la latitud sobre el clima y, en su excelente descripción física de la tierra, demostró por un argumento muy complicado que era redonda. Pero el principal mérito científico de san Alberto no reside en esto, sino en que, al caer en la cuenta de la autonomía de la filosofía y del uso que se podía hacer de la filosofía aristotélica para ordenar la teología, reescribió, por decirlo así, las obras del filósofo para hacerlas aceptables a los ojos de los críticos cristianos. Por otra parte, aplicó el método y los principios aristotélicos al estudio de la teología, por lo que fue el iniciador del sistema escolástico, que su discípulo Tomás de Aquino había de perfeccionar. Así pues, fue san Alberto el principal creador del «sistema predilecto de la Iglesia». El reunió y seleccionó los materiales, echó los fundamentos y santo Tomás construyó el edificio.
San Alberto escribió durante sus largos años de enseñanza y no dejó de hacerlo cuando se dedicó a otras actividades. Como rector del «Studium» de Colonia, se distinguió por su talento práctico, de suerte que de todas partes le llamaban a arreglar las dificultades administrativas y de otro orden. En 1254, fue nombrado provincial en Alemania. Dos años más tarde, con su alto cargo asistió al capítulo general de la orden en París, donde se prohibió a los dominicos que aceptasen que en las universidades se les diese el título de «maestro» o «doctor» o cualquier otro tratamiento que no fuera el de su propio nombre. Para entonces, ya se llamaba a san Alberto «el doctor universal», y el prestigio de que gozaba había provocado la envidia de los profesores laicos contra los dominicos. En vista de esa dificultad, que había costado a santo Tomás y a san Buenaventura un retraso en la obtención del doctorado, san Alberto fue a Italia a defender a las órdenes mendicantes contra los ataques de que eran objeto en París y otras ciudades. Guillermo de Saint-Amour se había hecho eco de dichos ataques en su panfleto «Sobre los peligros de la época actual». Durante su estancia en Roma, san Alberto desempeñó el cargo de maestro del sacro palacio, es decir, de teólogo y canonista personal del Papa. Por entonces, predicó en las diversas iglesias de la ciudad. En 1260, la Santa Sede le ordenó aceptar el gobierno de la sede de Regensburgo, la cual, según se le informó, era «un caos, tanto en lo espiritual como en lo material». San Alberto fue obispo de Regensburgo menos de dos años, pues el papa Urbano IV aceptó su renuncia, pero en ese breve período hizo mucho por remediar los problemas de su diócesis. Desgraciadamente, los intereses creados y la persistencia de ciertos abusos no permitieron al santo terminar la obra comenzada. Para gran gozo del maestro general de los dominicos, Humberto de Romanos, que había tratado en vano de impedir que Alejandro le consagrase obispo, san Alberto volvió al «Studium» de Colonia. Pero al año siguiente, el santo recibió la orden de colaborar en la predicación de la Cruzada en Alemania con el franciscano Bertoldo de Ratisbona. Una vez terminada esa tarea, san Alberto volvió a Colonia, donde pudo dedicarse a escribir y enseñar hasta 1274, cuando se le mandó asistir al Concilio Ecuménico de Lyon. En vísperas de partir, se enteró de la muerte de su querido discípulo, santo Tomás de Aquino (según se dice, lo supo por revelación divina). A pesar de esta impresión y de su avanzada edad, san Alberto tomó parte muy activa en el Concilio, ya que, junto con el beato Pedro de Tarentaise (luego Inocencio V) y Guillermo de Moerbeke, trabajó ardientemente por la reunión de los griegos, apoyando con toda su influencia la causa de la paz y de la reconciliación.
Probablemente, la última aparición que hizo en público tuvo lugar tres años más tarde, cuando el obispo de París, Esteban Tempier, y otros personajes, atacaron violentamente ciertos escritos de santo Tomás. San Alberto partió apresuradamente a París para defender la doctrina de su difunto discípulo, que coincidía en muchos puntos con la suya, y propuso a la Universidad que le diese la oportunidad de responder personalmente a los ataques; pero ni aun así consiguió evitar que se condenasen en París ciertos puntos. En 1278, cuando dictaba una clase, le falló súbitamente la memoria.
Según la leyenda, que no se basa en testimonios suficientemente sólidos, el santo contó a sus oyentes que, cuando era joven en la vida religiosa, el desaliento le había hecho pensar en volver al mundo, pero la Santísima Virgen se le apareció en sueños y le prometió que, si perseveraba, ella le alcanzaría la gracia necesaria para llevar a cabo sus estudios. También le vaticinó que, en su ancianidad, volvería nuevamente a desfallecer su intelingencia y que ésa sería la señal de que su muerte estaba próxima. Como quiera que fuese, san Alberto perdió casi enteramente la memoria y la agudeza de entendimiento. Dos años después, murió apaciblemente, sin que hubiese padecido antes enfermedad alguna, cuando se hallaba sentado conversando con sus hermanos en Colonia. Era el 15 de noviembre de 1280.
Alguien ha dicho: «Aunque en las obras de Alberto hay frecuentes indicios de que llevaba una vida de gran santidad, los hay también de que, en cuanto empuñaba la pluma, perdía ese olvido de sí mismo que caracteriza a Santo Tomás. Para sentirnos frente a un candidato a la canonización, es preciso esperar a que Alberto deje la pluma y exprese con lágrimas lo más íntimo de su pensamiento». Este acceso gradual a las alturas de la santidad, refleja la lentitud con que san Alberto llegó a la gloria de los altares. En efecto, no fue beatificado sino hasta 1622, y aunque se le veneraba ya mucho, especialmente en Alemania, la canonización se hizo esperar todavía. En 1872 y en 1927, los obispos alemanes pidieron a la Santa Sede su canonización, pero al parecer, fracasaron. Finalmente, el 16 de diciembre de 1931, Pío XI, en una carta decretal, proclamó a Alberto Magno Doctor de la Iglesia, lo que equivalía a la canonización e imponía a toda la Iglesia de Occidente la obligación de celebrar su fiesta. San Alberto, según dijo el Sumo Pontífice, «poseyó en el más alto grado cl don raro y divino del espíritu científico ... Es exactamente el tipo de santo que puede inspirar a nuestra época, que busca con tantas ansias la paz y tiene tanta esperanza en sus descubrimientos científicos». San Alberto es el patrono de los estudiantes de ciencias naturales.
Vida de san Francisco de Asís llamada “Compilación de Perusia” (c. 1311)
“Dar gloria a Dios”
Dos años antes de su muerte, el bienaventurado Francisco, estaba ya muy enfermo, sobre todo de los ojos, lo que le hacía sufrir mucho… Estuvo más de cincuenta días sin poder soportar, durante el día la luz del sol, ni durante la noche la claridad del fuego. Constantemente permanecía en la oscuridad en el interior de la casa, en su celda… Una noche, en la que reflexionaba sobre las tribulaciones que soportaba, tuvo lástima de sí mismo y dijo interiormente: “¡Señor, ayúdame en mis enfermedades a fin de que tenga la paciencia suficiente para soportarlas!” Y, de repente, oyó una voz interior: “Dime, hermano, si para compensar tus sufrimientos y tribulaciones te dieran un inmenso y precioso tesoro…, ¿no te alegrarías?... Alégrate, pues, y gózate en tus enfermedades y tribulaciones: desde ahora vive en paz como si ya compartieras mi Reino.”
El día siguiente dijo a sus compañeros…: “Dios me ha dado una gracia y bendición tan grandes que, en su misericordia, se ha dignado asegurarme a mi, su pobre e indigno servidor que estoy viviendo todavía aquí abajo, que un día compartiría su Reino. Es por esta razón, para su gloria, para mi consolación y para la edificación del prójimo que voy a componer una nueva “Alabanza al Señor” por sus criaturas. Cada día éstas no sirven para nuestras necesidades; sin ellas no podríamos vivir y, sin embargo, es a través de ellas que el género humano ofende mucho al Creador. También cada día nos olvidamos de un beneficio tan grande no alabando, como es debido, al Creador y Dispensador de todos estos dones”…
A estas “Alabanzas al Señor” que empiezan así: “Altísimo, Omnipotente y buen Señor”, les llamó “Cántico del hermano Sol”. En efecto, es la más bella de todas las criaturas, la que, de manera más apropiada, se compara a Dios. Y decía: “A la salida del sol todo hombre debería alabar a Dios por haber creado este astro que durante el día da a los ojos la luz; al atardecer, cuando la noche llega, todo hombre debería alabar a Dios por esta otra criatura, nuestro hermano el fuego, el cual permite a nuestros ojos que, en medio de las tinieblas, podamos ver con claridad. Todos somos como ciegos, y es por estas dos criaturas que Dios nos da la luz. Es por eso que, por estas criaturas y por las demás que nos sirven cada día, debemos alabar particularmente a su glorioso Creador.”
Él mismo lo hacía con todo su corazón, tanto enfermo como sano, y gustosamente invitaba a los demás a cantar la gloria del Señor. Cuando estuvo abatido por la enfermedad, a menudo entonaba este cántico y hacía que lo terminaran sus compañeros; de esta manera, considerando la gloria del Señor, se olvidaba de la violencia de sus dolores y males. Es así como se comportó hasta el día de su muerte.
Santo Evangelio según San Lucas 17,11-19. Miércoles XXXII del tiempo ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, una vez más vengo a estar contigo. Estoy en tu presencia. Tú que hiciste las enormes montañas, los inmensos mares, los millones de estrellas, has pensado en mí, en este momento, desde toda la eternidad. Quieres que estemos juntos…¡quieres que viva cada segundo de mi vida con la certeza de que nunca me abandonas! Aumenta mi fe en Ti, Jesús, mi confianza y amor. Recibe mi corazón que hoy viene a estar contigo y dame la gracia de escuchar lo que Tú quieres decirme. Amén.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Muy querida alma:
¿Dónde estás? En muchas ocasiones has venido a pedirme salud para un familiar enfermo o para ti mismo, la solución de un problema o mi ayuda para superar alguna dificultad… ¡y en tan pocas has regresado para agradecerme!
Todas las veces que me pediste algo, te escuché. Nunca tuve oídos sordos para Ti. Nisiquiera cuando me preguntaste - ¡o me reclamaste! - por qué no te escuchaba ni te daba lo que me pedías.... ¡Claro que te escuché! Te amo y mis entrañas se conmueven en lo más profundo de mí cada vez que me hablas. Nunca he dejado de escucharte. Siempre te he dado lo que necesitabas…¡incluso cuando no me lo pedías! Sé que te resulta difícil entender… no te pido que lo hagas… te pido que confíes en Mí.
Ni una sola vez he dejado de darte lo que necesitabas…soy Dios y yo te creé, algo he de saber sobre lo que necesitas, ¿no? Lo que pasa es que cuando te ha parecido que mi gracia no llegaba, es porque tú esperabas lo que querías… pero yo siempre te he dado lo que necesitabas…y tantas veces no han sido lo mismo. Lo sé, pero quiero que seas realmente feliz - ¡no sabes cuánto! - y he estado dispuesto a ir contra tu deseo, pero nunca contra ti.
Soy como una mamá que le da verduras a su hijo enfermo cuando éste quiere dulces… no es que los dulces sean malos…¡son deliciosos!, pero no es lo que necesita el niño para sanar. Y si el niño se empeña en pedir dulces y su mamá no se los da, ¿no podríamos decir que la mamá quiere más que el niño mismo la salud de éste?
Tantas veces me has pedido cosas muy buenas, pero que no eran lo que necesitabas para ser plenamente feliz. ¡Quiero tu felicidad!, ¡y a veces más que tú mismo! Te pido que confíes en mí y que vengas a agradecerme…no porque me hagas un favor, sino porque así me das la oportunidad de darte más cosas... igual que al leproso: regresó para agradecerme su curación del cuerpo y se fue también salvado ("vete, tu fe te ha salvado").
Ven, por favor. Te amo y quiero colmarte de mi amor y de mis regalos.
Ven. Aquí te espero.
Att. Jesús.
Recobran la salud mientras van de camino, después de haber obedecido a la palabra de Jesús. Entonces, llenos de alegría, se presentan a los sacerdotes, y luego cada uno se irá por su propio camino, olvidándose del Donador, es decir del Padre, que los ha curado a través de Jesús, su Hijo hecho hombre.
Sólo uno es la excepción: un samaritano, un extranjero que vive en las fronteras del pueblo elegido, casi un pagano. Este hombre no se conforma con haber obtenido la salud a través de su propia fe, sino que hace que su curación sea plena, regresando para manifestar su gratitud por el don recibido, reconociendo que Jesús es el verdadero Sacerdote que, después de haberlo levantado y salvado, puede ponerlo en camino y recibirlo entre sus discípulos.
(Homilía de S.S. Francisco, 9 de octubre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré una visita a Jesús Eucaristía para agradecerle por todo lo que me ha dado.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Si aprendemos a agradecer, nos daremos cuenta que en nuestro corazón aumenta el deseo de servir, es decir de donarse.
Hoy puede tener más sentido la frase: en vida hermano, en vida... después de la experiencia.
Siempre suele suceder así, que vamos aprendiendo en el camino, y que hay que estar despierto para que nuestros prejuicios o nuestras ocupaciones no nos permitan pasar de largo frente a quien nos esta pidiendo un "te quiero", o simplemente deseando que alguien lo valore.. para poder dar más.
Es verdaderamente una fortuna... desear estar despierto aún cuando las cosas no van como uno desearía.. lo importante es saber dar gracias. Vivir en gratuidad... porque todo es regalo, todo es don.
Un periódico italiano comentaba que el Papa Benedicto XVI, es el Papa de las gracias, porque a todos les da las gracias, a los gendarmes que lo custodian, a su secretario, al que le abre la puerta, a la que le pasa un vaso de agua... ¡que maravilla! Si aprendemos a dar las gracias, creo que nos cambiaría la vida y hasta los estados de ánimo... ¡recibimos tanto y damos tan poco!
Se nos regala un nuevo día, se nos regala las manos con estos dedos que teclean mis ideas y las van esculpiendo en la pantalla de la computadora y mis palabras como huellas llevan una dirección... son para alguien. Se nos regala la tecnología y en cada instante un poco de aire para seguir viviendo, se me regala la fe y la esperanza sin mérito alguno. Y bien se que doy muy poco, por eso tengo deseos de agradecer.
Gracias, sería una nueva palabra que podíamos agregar a nuestro diccionario diario. Pero no solo decirlo, es necesario que esa palabra nazca del silencio, después de tomar conciencia que somos consentidos de Dios, que se nos regala Él mismo en cada Eucaristía, en cada Evangelio.
Es curioso... pero también Dios nos da las gracias, porque nos bendice (bien dice), porque habla bien de nosotros y cuando damos gracias se multiplican las bendiciones y tenemos más para repartir y regalando lo que Dios nos da, más crecemos, somos más cristianos, somos más divinos.
Si aprendemos a agradecer, nos daremos cuenta que en nuestro corazón aumenta el deseo de servir, es decir de donarse. Decir gracias a cada regalo nos conduce a la paz y a la alegría y es que en el mundo siempre hay más bien que mal, hay mas personas buenas que malas y a nosotros Dios nos ha rodeado de personas maravillosas.
Es cierto que tenemos heridas... pero son buenas. Yo mismo soy una persona herida que busca bálsamo para sus heridas y solo en la gratuidad va uno encontrando la alegría siempre nueva del que se encuentra con la sorpresa del regalo.
Ser conciente de que hoy puedo caminar... ¡cómo lo he de agradecer! Darme cuenta que puedo ver... ¡cuánto he de agradecer! Darme cuenta que puedo oír... Todo es regalo, todo tiene su encanto, todo tiene su sorpresa.
Porque el amor hace nueva todas las cosas, el amor hace eterno el instante y es desde ahí donde puedo agradecer.
Gracias, la palabra puede no decirnos nada... pero unida a nuestra existencia puede decirlo todo porque toda nuestra vida será justamente eso "una acción de gracias" después de todo la misma Eucaristía es eso... "ACCIÓN DE GRACIAS".
Toda la vida como un don.. pero es cierto que hay que pasar por la experiencia de la ausencia del don para darse cuenta del valor de la presencia, es necesario, vivir la ausencia del don, para ser conciente de que nada nos corresponde como mérito, que he correspondido muy poco para lo mucho que se me ha dado.
Vivir la gratuidad puede cambiar nuestra vida y nuestra manera de ver la vida... y no lo digo como una "auto-ayuda" sino como la realidad misma de la existencia que veo dibujada en la existencia de Cristo y en su oración: "gracias padre porque así te ha parecido bien" o en la misma actitud de Job: "si de Dios recibimos los bienes porque no hemos de aceptar los males".
Dios nos quiere libres y un corazón agradecido no está atado a la criatura porque bien sabe que no es dueño sino solo administrador de todos los bienes que Dios le ha querido compartir.... y hemos de dar gracias también por nuestras limitaciones que nos hacen vivir en la realidad humana y no angelical y que nos permite vivir en humildad, sabiendo que no merecemos sino que todo se nos da por amor.
Y es verdad que Dios no se entrega a nosotros en pedazos sino que se da totalmente y a pesar de nuestras miserias el sigue hablando bien de nosotros y nos sigue bendiciendo...
Por todo lo anterior que bueno que hoy tengo la oportunidad de decir gracias, por compartir así como soy sin ese afán de llenar expectativas... sin ese afán de perfeccionista ni con la inquietud del "deber ser." Simplemente ser y ser lo que se es.
Que nuestra vida sea Eucarística y al final sea una acción de gracias y podamos dejar está vida con estás palabras: "gracias Padre porque así te pareció bien... "
Qué mayor alegría que recibir los regalos, viviendo cada día como algo totalmente nuevo. Vendrán otros 6 de febrero... vendrán otras horas, pero este día jamás se volvera a repetir... hoy es totalmente nuevo.... por eso hoy quiero que este día sea para tí y para mi... un motivo para decir GRACIAS y sentir muy dentro de nuestro corazón la alegría de saber dar gracias.
Nuestro mayor problema hoy es vivir en una superficialidad, separados de lo profundamente esencial.
Se habla a veces de manera tan superficial sobre las cuestiones más importantes de la vida, y se opina con tal ignorancia sobre la religión, que ahora se hace necesario aclarar, incluso, las cosas más elementales como el ¿qué significa creer en Dios?
A los cristianos de hoy nos toca vivir en un mundo en el que muchos hombres han desplazado a Dios de su vida y viven como si Dios no existiera; bastantes incluso niegan explícitamente su existencia. La increencia, la indiferencia, el ateísmo, nos rodean y acechan nuestra vida de fe.
Cuando una persona habla “desde fuera”, sin conocer por experiencia personal lo que es creer en Dios, piensa: Creo que Dios existe, pero no lo puedo asegurar. Sin embargo, para el que vive desde la fe, creer en Dios es otra cosa. Cuando el creyente dice a Dios “yo creo en Ti”, está diciendo: “No estoy solo, Tú estás en mi origen y en mi destino último; Tú me conoces y me amas; no me dejarás nunca abandonado, en Ti apoyo mi existencia; nada ni nadie podrá separarme de tu amor y comprensión”.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice “Por su revelación, «Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía» (DV 2). La respuesta adecuada a esta invitación es la fe.
Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela (cf. DV 5). La sagrada Escritura llama «obediencia de la fe» a esta respuesta del hombre a Dios que revela”.
Entonces, la fe es la respuesta del hombre a la revelación divina. Dios ha querido comunicarse a sí mismo, darse a conocer, para invitar a los hombres a participar de la vida divina. A través de la mediación de la Iglesia, la revelación divina llega a nosotros. En el creer se manifiestan la confianza, la obediencia y la entrega. Esto lo podemos ver reflejado en los grandes personajes de la Sagrada Escritura. Como en Abraham, que al escuchar lo que Dios le pedía lo puso en práctica, en la Virgen María que igualmente escucha y obedece.
Le creemos a Dios. La fe se fundamenta, en la autoridad de Dios que se revela a sí mismo, Dios ni se engaña ni nos engaña, su autoridad es la autoridad de la Verdad. Creemos a Dios y creemos en Dios, porque Él constituye el centro y el contenido de la fe. La revelación divina nos da a conocer, ante todo, el Misterio que es Dios, en el cual el hombre encuentra la salvación.
Por eso, para creer, lo decisivo no son las “pruebas” a favor o en contra de la existencia de Dios, sino la postura interior que uno adopta ante el misterio último de la vida. Nuestro mayor problema hoy es no vivir desde el fondo de nuestro ser. Vivimos por lo general, en una superficialidad, separados de lo profundamente esencial.
DA LAS GRACIAS AL BUQUE CANTABRIA, QUE AYUDA A LOS EMIGRANTES EN EL MAR
Francisco: "El silencio nos prepara y nos acompaña para el encuentro con el Señor en la misa"
"Cuando vamos a la misa, no vamos a un museo, sino a un encuentro vivo con el Señor"
José Manuel Vidal, 15 de noviembre de 2017 a las 10:30
El Papa intercambia su capelo
¿Puedo decir que, cuando comulgo en misa, el Señor encuentra mi fragilidad? Sí
(José M. Vidal).- En la audiencia de los miércoles, el Papa Francisco recuerda que la misa es la oración más sublime y que orar "no es hablar con Dios como papagallos" y exige prepararse "con el silencio". Porque ir a misa "no es ir a un museo". En los saludos, Bergoglio da las gracias a la tripulación del buque español Cantabria, que ayuda a los emigrantes en el Mediterráneo.
Entre los asistentes a la audiencia, el cardenal Blázquez, arzobispo de Valladolid, que, en el saludo al Papa, le comenta algo al Papa, con cara de preocupación y durante más timpo de lo habitual en este tipo de saludos públicos
Lectura del Evangelio de Lucas: "Uno de sus discípulos le dijo: 'Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a los suyos. El les dijo, cuando oréis decid: 'Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino,perdónanos nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en tentación".
Algunas frases de la catequesis del Papa
"Seguimos con la catequesis sobre la misa"
"La misa es oración. Es la oración más sublime"
"Es el encuentro de amor con Dios, mediante su Palabra y el cuerpo y sangre de Jesús"
"¿Qué es realmente la oración? Ante todo, diálogo, relación personal con Dios"
"La gracia mayor es poder expirimentar que la misa es el momento privilegiado para estar con Jesús, con Dios y con los hermanos"
"Rezar es también saber permanecer en silencio"
"En silencio, junto a Jesús"
"A veces, cuando vamos a misa, llegamos cinco minutos antes y charlamos con los que están al lado. No es el momento de hablar, sino del silencio, para prepararse. Momento de recogerse en el corazón, para prepararse al encuentro con Jesús. El silencio es muy importante. No vamos a un espectáculo. Vamos al encuentro con el Señor"
"Lo primero para aprender a rezar es saber decir 'Padre'"
"Si no soy capaz de llamar Padre a Dios no soy capaz de rezar"
"Tenemos que aprender a decir Padre"
"Dios se recuerda de ti y de todos"
"La segunda predisposición es dejarse sorprender"
"Hay que dejarse maravillar"
"¿En la oración, nos dejamos maravillar o pensamos que la oración es hablar con Dios como los papagallos?"
"Cuando vamos a la misa, no vamos a un museo, sino a un encuetro vivo con el Señor"
"El deseo de renacer. La alegría de recomenzar. ¿Tenemos este deseo?"
"El Señor nos ama incluso en nuestras debilidades"
"El Señor nos perdona siempre y esto consuela"
"¿Puedo decir que, cuando comulgo en misa, el Señor encuentra mi fragilidad? Sí"
"Éste es el ambiente de la eucaristía. Ésta es la oración. Gracias".
Saludo en español
"Saludo especialmente a la tripulación del buque Cantabria, que presta sus servicios en el Mediterráneo en favor de los emigrantes. Gracias, gracias por lo que hacen. Muchas gracias"
Saludo en italiano
Saluda a los Frailes Menores Capuchinos
Saluda a las organización de los enfermos con diabetes y la banda musical de Reggio-Calabria: "Después, quiero escucharos"
Texto íntegro del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy, reflexionamos sobre otro aspecto de la Eucaristía, que es la oración. Rezar es ante todo un diálogo, una relación personal. El hombre ha sido creado para este encuentro con Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, relación perfecta de amor y unidad.
Jesús enseña a sus discípulos a rezar con la oración del "Padre nuestro" y con ella los introduce en el diálogo sincero y sencillo con Dios, animándolos a ir creando en ellos una conciencia filial, sabiendo decir "Padre". También a nosotros nos invita a permanecer con Él, siendo la Eucaristía ese momento privilegiado de unión con Dios y los hermanos.
"Vivir" en esa presencia supone dialogar en silencio, y para ello debemos tener la humildad de reconocernos pequeños, como el niño en brazos de su padre, confiando que todo lo recibimos de sus manos amorosas. Además, se necesita esa capacidad de asombro, como la tienen los más pequeños, para reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas, que nos llena de alegría y esperanza para comenzar de nuevo: Dios nos ama a pesar de nuestras debilidades y nos invita al banquete nupcial en el que el Esposo encuentra nuestra fragilidad y la sana, para devolvernos a la unidad originaria de lo que somos: hijos de Dios.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a la tripulación del Buque Cantabria que presta su servicio en el Mediterráneo en favor de los inmigrantes. Saludo también a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Los animo a acercarse a la Eucaristía para estar con el Señor, para sentarse a su lado y compartir con Él nuestra vida, escuchando su Palabra que hace arder nuestro corazón.
Audiencia general: “Rezar es ante todo un diálogo, una relación personal”
2ª catequesis del Papa Francisco sobre la Santa Misa
Audiencia General 15/11/2107. Captura De Pantalla CTV
(ZENIT – 15 Nov. 2017).- “Rezar es ante todo un diálogo, una relación personal”. En la catequesis de hoy, el Papa Francisco ha reflexionado sobre otro aspecto de la Misa, la oración.
Resumen de la catequesis en español, ofrecida por el Santo Padre en la audiencia general de esta mañana, 15 de noviembre de 2017, en la plaza de San Pedro.
El Papa ha señalado que el hombre “fue creado para este encuentro con Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, relación perfecta de amor y unidad” y ha recordado que la Eucaristía es un “momento privilegiado de unión con Dios y los hermanos”.
Francisco ha indicado que Jesús enseña a sus discípulos a rezar con la oración del “Padre nuestro” y con ella nos introduce en el diálogo sincero y sencillo con Dios, animándolos a ir creando en ellos una conciencia filial, sabiendo decir “Padre”.
Así, el Santo Padre ha dicho que “vivir” en esa presencia supone dialogar en silencio, y para ello debemos tener la humildad de reconocernos pequeños, “como el niño en brazos de su padre, confiando que todo lo recibimos de sus manos amorosas”.
El Papa ha expresado que se necesita esa “capacidad de asombro”, como la tienen los más pequeños –ha dicho– para reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas, que nos llena de alegría y esperanza para comenzar de nuevo: “Dios nos ama a pesar de nuestras debilidades, nos invita al banquete nupcial en el que el Esposo encuentra nuestra fragilidad y la sana, para devolvernos a la unidad originaria de lo que somos: hijos de Dios”.
El Papa ha saludado a los peregrinos de habla española, en especial, a los procedentes de España y de América Latina, y les ha animado a “acercarse a la Eucaristía para estar con el Señor, para sentarse a su lado y compartir con Él nuestra vida, escuchando su Palabra que hace arder nuestro corazón”.
A la audiencia de hoy han asistido miles de peregrinos de Italia y de otros países. En concreto, de España han participado la tripulación del buque Cantabria, que presta su servicio en el Mediterráneo en favor de los inmigrantes, y peregrinos de Jerez de la Frontera, Provenzana (Cataluña), Torremolinos, Valencia, y Cenicero (La Rioja).
Asimismo, han asistido a la audiencia visitantes de Argentina y de México, en particular de Mazatlán, Guadalajara y Oaxaca.