El Reino de Dios en medio de nosotros y dentro de nosotros
- 16 Noviembre 2017
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(ZENIT – 15 Nov. 2017).- “La misa es oración”, ha dicho el Papa Francisco, y la oración es, “ante todo, diálogo, relación personal con Dios”, ha recordado.
El Papa ha impartido esta mañana, 15 de noviembre de 2017, en la audiencia general, la segunda catequesis sobre la Santa Misa, nuevo ciclo que comenzó la semana pasada.
En esta catequesis, el Santo Padre reflexiona sobre la misa como “oración” y ha explicado que la misa es la oración por excelencia, la más alta, la más sublime, y al mismo tiempo la más “concreta”, y ha aclarado: “porque es el encuentro de amor con Dios a través de su Palabra y del Cuerpo y la Sangre de Jesús. Es un encuentro con el Señor”.
Asimismo, el Papa ha explicado la importancia del silencio en la misa: “Rezar, como cualquier diálogo verdadero, es también saber permanecer en silencio”, y ha añadido que llegar antes de tiempo a la eucaristía, puede ser una ocasión para “prepararse al diálogo. Es el momento de recogerse en el corazón para prepararse al encuentro con Jesús”.
A continuación, sigue el texto completo de la catequesis pronunciada por el Papa Francisco en la audiencia general, publicada por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas: ¡buenos días!
Continuamos con las catequesis sobre la santa misa. Para entender la belleza de la celebración eucarística me gustaría comenzar con un aspecto muy simple: La misa es oración, de hecho, es la oración por excelencia, la más alta, la más sublime, y al mismo tiempo la más “concreta”. Porque es el encuentro de amor con Dios a través de su Palabra y del Cuerpo y la Sangre de Jesús. Es un encuentro con el Señor.
Pero, primero, tenemos que responder una pregunta. ¿Qué es la oración realmente? En primer lugar es ante todo diálogo, relación personal con Dios. Y el hombre ha sido creado como un ser en relación personal con Dios que halla su relación plena únicamente en el encuentro con su Creador. El camino de la vida es hacia el encuentro definitivo con el Señor.
El Libro de Génesis afirma que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, que es Padre Hijo y Espíritu Santo, una relación perfecta de amor que es unidad. De esto podemos entender que todos nosotros hemos sido creados para entrar en una relación perfecta de amor, en un entregarse y recibirse continuo para encontrar así la plenitud de nuestro ser.
Cuando Moisés, frente a la zarza ardiente, recibe la llamada de Dios, le pregunta cuál es su nombre, y ¿Qué responde Dios? : “Yo soy el que soy” (Éxodo 3:14). Esta expresión, en su sentido original, expresa presencia y favor, y, de hecho, inmediatamente después Dios añade: “El Señor, el Dios de vuestros padres, Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob” (v. 15). Así también Cristo cuando llama a sus discípulos, los llama para que estén con Él .Esta es, pues, la gracia más grande: poder experimentar que la misa, la eucaristía es el momento privilegiado para estar con Jesús, y a través de Él, con Dios y con los hermanos.
Rezar, como cualquier diálogo verdadero, es también saber permanecer en silencio, -en los diálogos hay momentos de silencio-, en silencio con Jesús. Y cuando vamos a misa, a lo mejor llegamos cinco minutos antes y empezamos a charlar con el que está al lado. Pero no es el momento de charlar: es el momento del silencio para prepararse al diálogo. Es el momento de recogerse en el corazón para prepararse al encuentro con Jesús. ¡El silencio es tan importante! Acordaos de lo que dije la semana pasada: no vamos a un espectáculo, vamos al encuentro con el Señor y el silencio nos prepara y nos acompaña. Permanecer en silencio junto con Jesús. Y del silencio misterioso de Dios brota su Palabra que resuena en nuestro corazón. Jesús mismo nos enseña cómo es realmente posible “estar” con el Padre y nos lo demuestra con su oración. Los Evangelios nos muestran a Jesús que se retira en lugares apartados para orar; los discípulos, al ver esta relación íntima con el Padre, sienten el deseo de participar y le preguntan: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11, 1). Lo hemos escuchado en la lectura antes del principio de la audiencia. Jesús responde que lo primero que se necesita para orar es saber decir “Padre”. Prestemos atención: si yo no soy capaz de decir “Padre” a Dios, no soy capaz de rezar. Tenemos que aprender a decir “Padre”, es decir, a ponernos en su presencia con una confianza filial. Pero para aprender, debemos reconocer humildemente que necesitamos que nos instruyan y decir con sencillez: Señor, enséñame a rezar.
Este es el primer punto: ser humilde, reconocerse hijo, reposar en el Padre, fiarse de Él. Para entrar en el Reino de los Cielos, es necesario hacerse pequeños como niños. En el sentido de que los niños saben fiarse, saben que alguien se preocupará de ellos, de lo que comerán, de lo que se pondrán, etc. (ver Mt 6: 25-32). Esta es la primera actitud: fiarse y confiar, como el niño con sus padres; saber que Dios se acuerda de ti, te cuida, a ti, a mí, a todos.
La segunda predisposición, que también es propia de los niños, es dejarse sorprender. El niño siempre hace mil preguntas porque quiere descubrir el mundo; y se maravilla incluso de las cosas pequeñas porque todo es nuevo para él. Para entrar en el Reino de los Cielos, hay que dejarse sorprender. En nuestra relación con el Señor, en la oración, -pregunto- ¿Nos dejamos maravillar o pensamos que la oración es hablar con Dios como hacen los loros? No; es fiarse, es abrir el corazón para dejarse maravillar. ¿Nos dejamos sorprender por Dios que es siempre el Dios de las sorpresas? Porque el encuentro con el Señor es siempre un encuentro vivo, no es un encuentro de museo. Es un encuentro vivo y nosotros vamos a misa, no a un museo. Vamos a un encuentro vivo con el Señor.
En el Evangelio se habla de un tal Nicodemo (Jn 3, 1-2), un hombre anciano, una autoridad en Israel, que va donde Jesús para conocerlo; y el Señor le habla de la necesidad de “nacer de lo alto” (véase vers. 3). Pero, ¿qué significa? ¿Se puede “renacer”? Volver a tener el gusto, la alegría, la maravilla de la vida, ¿es posible incluso frente a tantas tragedias? Esta es una pregunta fundamental de nuestra fe y este es el deseo de todo verdadero creyente: el deseo de renacer, la alegría de comenzar de nuevo. ¿Tenemos este deseo? ¿Cada uno de nosotros quiere renacer siempre para encontrar al Señor? ¿Vosotros tenéis este deseo? Efectivamente, se puede perder fácilmente porque, debido a tantas actividades, a tantos proyectos que realizar , al final nos queda poco tiempo y perdemos de vista lo que es fundamental: nuestra vida del corazón, nuestra vida espiritual, nuestra vida que es encuentro con el Señor en la oración.
En verdad, el Señor nos sorprende mostrándonos que Él también nos ama en nuestras debilidades. “Jesucristo […] es víctima de propiciación por nuestros pecados; no solo por los nuestros sino también por los del mundo entero (1 Jn 2: 2). Este don, fuente de verdadero consuelo, -pero el Señor siempre nos perdona- esto consuela, es un verdadero consuelo, es un don que se nos da a través de la Eucaristía, ese banquete nupcial donde el Esposo se encuentra con nuestra fragilidad, ¿Puedo decir que cuando comulgo en misa, el Señor se encuentra con mi fragilidad? Sí; ¡podemos decirlo porque es verdad! El Señor se encuentra con nuestra fragilidad para llevarnos de vuelta a la primera llamada:. La de ser a imagen y semejanza de Dios Este es el ambiente de la Eucaristía, esta es la oración.
Alberto Magno, Santo
Memoria Litúrgica, 15 de noviembre
Obispo de Regensburgo, Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: San Alberto, llamado «Magno», obispo y doctor de la Iglesia, que ingresó en la Orden de Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino, uniendo maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona, desde la cual se esforzó asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, aunque al cabo de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores, y murió santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica († 1280)
Fecha de beatificación: 1622 por el Papa Gregorio XV
Fecha de canonización: 16 de diciembre de 1931 por el Papa Pío XI
Breve Biografía
Alberto nació en Lauingen, Baviera, a inicios del siglo XIII. A los 16 años se trasladó a Padua para cursar sus estudios universitarios. Fue allí donde conoció al superior general de los dominicos, el beato Jordán de Sajonia, que lo encauzó hacia la vida religiosa.
En el año 1229, vistió el hábito de los frailes predicadores y fue enviado a Colonia, en donde se encontraba la escuela más importante de la Orden. Enseñó en Hildesheim, Friburgo, Ratisbona, Estrasburgo, Colonia y París. Era tal la concurrencia de alumnos a sus clases, que se vio obligado a enseñar en la plaza pública, que todavía hoy lleva su nombre. Entre sus discípulos destaca Santo Tomás de Aquino, de quien san Alberto dijo: “Cuando el buey muja, sus mujidos se oirán en todo el orbe”. Con ellos, la escolástica alcanzó la plena madurez.
Elegido superior provincial de Alemania, abandonó la cátedra parisiense para estar constantemente presente entre las comunidades que se le habían confiado. Recorría a pie las regiones alemanas, mendigando alimento y hospedaje. Posteriormente fue nombrado obispo de Ratisbona y a pesar de su elevada dignidad, supo dar ejemplo de un total desapego de los bienes terrenos. “En sus cajones no había ningún centavo, ni una gota de vino en la botella, ni un puñado de trigo en su granero”.
Dirigió la diócesis durante dos años.
Posteriormente solicitó la renuncia a su alto cargo, y regresó a la vida común del convento y a la enseñanza en la universidad de Colonia. Para prepararse a la muerte, hizo construir su tumba ante la cual todos los días rezaba el Oficio de difuntos. Murió en Colonia el 15 de noviembre de 1280. Fue canonizado en 1931 y declarado patrono de los científicos. Mereció el título de “Magno” y de “Doctor Universal”.
Si quieres saber más de la vida de Alberto Magno consulta
Evangelio según San Lucas 17,20-25.
Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: 'Está aquí' o 'Está allí'. Porque el Reino de Dios está entre ustedes".
Jesús dijo después a sus discípulos: "Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán.
Les dirán: 'Está aquí' o 'Está allí', pero no corran a buscarlo.
Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.
Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación."
Santa Inés de Asís, virgen
En Asís, población de Umbría, en el convento de san Damián, santa Inés, virgen, que en la flor de la juventud, siguiendo a su hermana santa Clara, se abrazó de todo corazón a la pobreza, bajo la dirección de san Francisco.
Cuando santa Clara abandonó la casa paterna para hacerse monja bajo la dirección de su hermano san Francisco, su hermana Inés, que tenía entonces quince años, fue a reunirse con ella en el convento de las benedictinas de Sant'Angelo di Panzo, donde Clara estuvo algún tiempo. En la «Crónica de los Veinticuatro Generales» hay un relato muy detallado sobre la forma brutal con que los parientes de santa Inés trataron de hacerla volver atrás, así como de los milagros que sostuvieron a la santa y obligaron a sus parientes a dejarla en paz. Sin embargo, la bula de canonización de santa Clara, escrita por Alejandro IV, no dice una palabra sobre ello. San Francisco concedió el hábito a Inés y la envió con su hermana a San Damián. Ocho años más tarde, cuando san Francisco fundó el convento de Monticello, en Florencia. Inés fue elegida abadesa. Según se dice, supervisó desde allí las fundaciones de Mántua, Venecia, Padua y otras más. Bajo la sabia dirección de santa Inés, el convento de Monticello llegó a ser casi tan famoso como el de San Damián. La santa apoyó ardientemente a su hermana en su larga lucha para obtener el privilegio de la pobreza absoluta. En agosto de 1253, santa Inés fue a acompañar a santa Clara en sus últimos momentos y se dice que ésta predijo entonces que su hermana la seguiría en breve. Lo cierto es que Santa Inés murió el 16 de noviembre del mismo año y fue sepultada en San Damián. En 1260, sus reliquias fueron trasladadas junto con las de su hermana a la nueva iglesia de Santa Clara de Asís. Dios glorificó el sepulcro de Inés con repetidos milagros. Benedicto XIV concedió a los franciscanos el privilegio de celebrar su fiesta. Se conserva todavía una conmovedora carta que santa Inés escribió a santa Clara en 1219, poco después de haberse trasladado de San Damián a Monticello.
Acerca del artículo de la Chronica XXIV Generalium, cf. Analecta Franciscana, vol. III (1897), pp. 173-182. También se habla varias veces de Santa Inés en los primeros volúmenes de los Annales Ordinis Minorum de Wadding. Naturalmente se habla de la santa en todas las vidas de su hermana, como, por ejemplo, en la de Locatelli. Véase León, Auréole Séraphique (trad. ingl), vol. IV, pp. 66-70. En el Directorio Franciscano puede consultarse fragmentos del escrito de Clara Augusta Lainati, O.S.C., «Santa Clara de Asís. Apuntes biográficos de Santa Inés de Asís», y otros escritos sobre la santa, donde se citan, y reproducen en algunos casos, los escasos materiales biográficos disponibles.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Santa Margarita de Escocia, reina
Santa Margarita, nacida en Hungría y casada con Malcolm III, rey de Escocia, que dio a luz ocho hijos, y fue sumamente solícita por el bien del reino y de la Iglesia; a la oración y a los ayunos añadía la generosidad para con los pobres, dando así un óptimo ejemplo como esposa, madre y reina.
Margarita era una de las hijas de Eduardo d'Outremer («El Exilado»), pariente muy cercano de Eduardo el Confesor, y hermana del príncipe Edgardo. Este último, cuando huía de las acechanzas de Guillermo el Conquistador, se refugió junto con su hermana, en la corte del rey Malcolm Canmore, en Escocia. Una vez allí, Margarita, tan hermosa como buena y recatada, cautivó el corazón de Malcolm y, en el año de 1070, cuando ella tenía veinticuatro años de edad, se casó con el rey en el castillo de Dunfermline. Aquel matrimonio atrajo muchos beneficios para Malcolm y para Escocia. El rey era un hombre rudo e inculto, pero de buena disposición, y Margarita, atenida a la gran influencia que ejercía sobre él, suavizó su carácter, educó sus modales y le convirtió en uno de los monarcas más virtuosos de cuantos ocuparon el trono de Escocia. Gracias a aquella admirable mujer, las metas del reino fueron, desde entonces, establecer la religión cristiana y hacer felices a los súbditos. «Ella incitaba al monarca a realizar las obras de justicia, caridad, misericordia y otras virtudes», escribió un antiguo autor, «y en todas ellas, por la gracia divina, consiguió que él realizara sus piadosos deseos. Porque el rey presentía que Cristo se hallaba en el corazón de su reina y siempre estaba dispuesto a seguir sus consejos». Así fue por cierto, ya que no sólo dejó en manos de la reina la total administración de los asuntos domésticos, sino que continuamente la consultaba en los asuntos de Estado.
Margarita hizo tanto bien a su marido como a su patria adoptiva, donde dio impulso a las artes de la civilización y alentó la educación y la religión. Escocia era víctima de la ignorancia y de muchos abusos y desórdenes, tanto entre los sacerdotes como entre los laicos; pero la reina organizó y convocó a sínodos que tomaron medidas para acabar con aquellos males. Ella misma estuvo presente en aquellas reuniones y tomó parte en los debates. Se impuso la obligación de celebrar los domingos, los días de fiesta y los ayunos. A todos se les recomendó que se unieran en la comunión pascual y se prohibieron estrictamente muchas prácticas escandalosas, como la simonía, la usura y el incesto. Santa Margarita se esforzó constantemente para obtener buenos sacerdotes y maestros para todas las regiones del país y formó una especie de asociación de costura entre las damas de la corte, a fin de proveer de vestiduras y ornamentos a las iglesias. Junto con su esposo, fundó y edificó varias iglesias, entre las que destaca, por su grandiosidad, la de Dunfermline, dedicada a la Santísima Trinidad.
Dios bendijo a los reyes con seis varones y dos hijas, a quienes su madre educó con escrupuloso cuidado; ella misma los instruyó en la fe cristiana y, ni por un momento dejó de vigilar sus estudios. Su hija Matilde se casó después con Enrique I de Inglaterra y pasó a la historia con el sobrenombre de «Good Queen Maud» («la buena reina Maud», por este matrimonio, la actual Casa Real Británica desciende de los reyes de Wessex y de Inglaterra, anteriores a la conquista), mientras que tres de sus hijos, Edgardo, Alejandro y David, ocuparon sucesivamente el trono de Escocia; al último de los nombrados se le veneraba localmente como santo. Los cuidados y la solicitud de Margarita se prodigaban entre los servidores de palacio, en el mismo grado que entre su propia familia. Y todavía, a pesar de los asuntos de Estado y las obligaciones domésticas que debía atender, mantenía su espíritu en total desprendimiento de las cosas de este mundo y enteramente recogido en Dios. En su vida privada, observaba una extrema austeridad: comía frugalmente y, a fin de que le quedara tiempo para sus devociones, se lo robaba al sueño. Cada año observaba dos cuaresmas: una en la fecha correspondiente y la otra antes de la Navidad. En esas ocasiones, dejaba el lecho a la media noche y asistía a la iglesia para oír los maitines; a menudo, el rey la acompañaba. Al regreso a palacio, lavaba los pies a seis pobres y les daba limosnas. También durante el día empleaba algunas horas en la oración y sobre todo, en la lectura de las Sagradas Escrituras. El librito en que leía los Evangelios, cayó en cierta ocasión al río; pero no quedó dañado en lo más mínimo, aparte de una mancha de agua en la cubierta; ese mismo volumen se conserva todavía entre los tesoros más preciados de la Biblioteca Bodleiana en Oxford. Quizá la mayor virtud de la reina Margarita era su amor hacia los pobres. Con frecuencia salía a visitar a los enfermos y los cuidaba y limpiaba con sus propias manos. Hizo que se construyeran posadas para los peregrinos y rescató a innumerables cautivos, sobre todo a los de nacionalidad inglesa. Siempre que aparecía en público, lo hacía rodeada por mendigos y ninguno de ellos quedaba sin una generosa recompensa. Nunca llegó a sentarse a la mesa, sin haber dado de comer antes a nueve niños huérfanos y a veinticuatro adultos. Muchas veces, especialmente durante el Adviento y la Cuaresma, el rey y la reina invitaban a comer en palacio a trescientos pobres y ellos mismos los atendían, a veces de rodillas, y con platos y cubiertos semejantes a los que usaban en su propia mesa.
En 1093, el rey Guillermo Rufus tomó por sorpresa el castillo de Alnwick y pasó por la espada a toda la guarnición. En el curso de la contienda que siguió a aquel suceso, el rey Malcolm fue muerto a traición y su hijo Eduardo pereció asesinado. Por aquel entonces, la reina Margarita yacía en su lecho de muerte. Al enterarse del asesinato de su marido, quedó embargada por una profunda tristeza y, entre lágrimas, dijo a los que estaban con ella: «Tal vez en este día haya caído sobre Escocia la mayor desgracia en mucho tiempo». Cuando su hijo Edgardo regresó del campo de batalla de Alnwick, ella, en su desvarío, le preguntó cómo estaban su padre y su hermano. Temeroso de que las malas noticias pudiesen afectarle, Edgardo repuso que se hallaban bien. Entonces, la reina exclamó con voz fuerte: «¡Ya sé lo que ha pasado!». Después alzó las manos hacia el cielo y murmuró: «Te doy gracias, Dios Todopoderoso, porque al mandarme tan grandes aflicciones en la última hora de mi vida, Tú me purificas de mis culpas. Así lo espero de Tu misericordia». Poco después, repitió una y otra vez estas palabras: «¡0h, Señor mío Jesucristo, que por tu muerte diste vida al mundo, líbrame de todo mal!». El 16 de noviembre de 1093, cuatro días después de muerto su marido, Margarita pasó a mejor vida, a los cuarenta y siete años de edad. Fue sepultada en la iglesia de la abadía de Dunfermline, que ella y su marido habían fundado. Santa Margarita fue canonizada en 1250 y se la nombró patrona de Escocia en 1673.
Las bellas memorias de santa Margarita, que probablemente debemos a Turgot, prior de Durham y posteriormente obispo de Saint Andrews, quien conoció bien a la reina, puesto que, durante toda su vida oyó sus confesiones, nos hacen una inspirada descripción de la influencia que ejerció sobre la ruda corte escocesa. Al hablarnos sobre su constante preocupación por tener bien provistas a las iglesias con manteles y ornamentos para los altares y vestiduras para los sacerdotes, dice:
Aquellas labores se confiaban a ciertas mujeres de noble linaje y comprobada virtud, que fueran dignas de tomar parte en los servicios de la reina. A ningún hombre se le permitía el acceso al lugar donde cosían las mujeres, a menos que la propia reina llevase un acompañante en sus ocasionales visitas. Entre las damas no había envidias ni rivalidades, y ninguna se permitía familiaridades o ligerezas con los hombres; todo esto, porque la reina unía a la dulzura de su carácter un estricto sentido del deber y, aun dentro de su severidad, era tan gentil, que todos cuanto la rodeaban, hombres o mujeres, llegaban instintivamente a amarla, al tiempo que la temían, y por temerla, la amaban. Así sucedía que, cuando ella estaba presente, nadie se atrevía a levantar la voz para pronunciar una palabra dura y mucho menos a hacer algún acto desagradable. Hasta en su mismo contento había cierta gravedad, y su cólera era majestuosa. Ante ella, el contento no se expresaba jamás en carcajadas, ni el disgusto llegaba a convertirse en furia. Algunas veces señalaba las faltas de los demás -siempre las suyas-, con esa aceptable severidad atemperada por la justicia que el Salmista nos recomienda usar siempre, al decirnos: «Encolerízate, pero no llegues a pecar». Todas las acciones de su vida estaban reglamentadas por el equilibrio de la más gentil de las discreciones, cualidad ésta que ponía un sello distintivo sobre cada una de sus virtudes. Al hablar, su conversación estaba sazonada con la sal de su sabiduría; al callar, su silencio estaba lleno de buenos pensamientos. Su porte y su aspecto exterior correspondían de manera tan cabal a la firme serenidad de su carácter, que bastaba verla para sentir que estaba hecha para llevar una vida de virtud. En resumen, puedo decir que cada palabra que pronunciaba, cada acción que realizaba, parecía demostrar que la reina meditaba en las cosas del cielo.
Acta Sanctorum, junio, vol. V, debe consultarse, lo mismo que una excelente traducción del mismo al inglés, hecha por Fr. W. Forbes-Leith (1884). El resto del material nos lo proporcionan cronistas como Guillermo de Malmesbury y Simeón de Durham: la mayoría de estas crónicas han sido resumidas con provecho por Freeman, en Norman Conquest. Se encontrará un interesante relato sobre la historia de sus reliquias, en Dictionary of National Biography, vol. XXXVI. Hay modernas biografías de Santa Margarita, como la de S. Cowan (1911) , L. Menzies (1925), J. R. Barnett (1926) y otras.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
oración:
Señor Dios nuestro, que hiciste de santa Margarita de Escocia un modelo admirable de caridad para con los pobres, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo su ejemplo, seamos nosotros fiel reflejo de tu bondad entre los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén
San Juan Casiano (c. 360-435), fundador de la Abadía de Marsella Conferencia 1, SC 42
El Reino de Dios en medio de nosotros y dentro de nosotros
Según nuestro juicio, sería una impureza apartarnos, ni que fuera por un momento, de la contemplación de Cristo. Cuando nuestra atención se ha desviado en algo de este divino objeto, volvamos a él los ojos de nuestro corazón y conduzcamos la dirección de nuestra mirada interior hacia él. Todo yace en le santuario profundo del alma. Cuando el diablo ha sido expulsado de allí y los vicios ya no tienen poder en ella, se establece en nosotros el Reino de Dios. Pero, el “Reino de Dios”, dice el evangelista, no viene de manera ostentosa que se pueda percibir con los ojos... En verdad, el Reino de Dios está dentro de vosotros. (cf Lc 17,20-21)
En nosotros no pueden habitar a la vez el conocimiento y la ignorancia de la verdad, el amor al vicio y a la virtud. Por lo tanto, somos nosotros quienes damos el poder sobre nuestra corazón o al demonio o a Cristo.
El apóstol, a su vez, describe así la naturaleza de este Reino: “Porque el reino de Dios no consiste en lo que se come o en lo que se bebe; consiste en la fuerza salvadora, en la paz y la alegría que proceden del Espíritu Santo.” (Rm 14,17) Si, pues, el Reino de Dios está dentro de nosotros mismos, y si consiste en la justicia, la paz y la alegría, todos los que viven practicando estas virtudes están, sin duda, en el Reino de Dios... Levantemos la mirada de nuestra alma hacia el Reino que es gozo sin fin.
Santo Evangelio según San Lucas 17,20-25. Jueves XXXII del tiempo ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dios mío, concédeme la gracia de poder ser dócil a tu palabra, para que germine desde lo más profundo de mi corazón.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy el Evangelio nos invita a escuchar la respuesta de Jesús sobre el reino de los cielos, respuesta que ha sido dada por la curiosidad de saber "cuándo iba a llegar el reino de Dios".Ahora es momento de preguntar cuántas veces en mi vida han surgido preguntas que he dirigido a Dios como, por ejemplo: ¿Hasta cuándo…? ¿Por qué…?,entre otras, que, en el fondo, lo que le digo es: "cuándo vendrás a instaurar tu reino?"
Jesús con una mirada paternal me ve a los ojos y dice: Ya estoy en tu corazón, basta que hagas silencio y escuches cuando te hablo desde lo más íntimo de tu corazón. Jesús mismo muestra que el camino para reconocerle, no es fácil, pero que está al alcance de quien quiere encontrarse con Él y su reino.
Dios es cercano, su Reino está cerca: el Señor no desea que lo teman como a un soberano poderoso y distante, no quiere quedarse en un trono en el cielo o en los libros de historia, sino que quiere sumirse en nuestros avatares de cada día para caminar con nosotros. Pensando en el don de un milenio abundante de fe, es bello sobre todo agradecer a Dios, que ha caminado con vuestro pueblo, llevándolo de la mano, como un papá con su niño, y acompañándolo en tantas situaciones. Es lo que siempre estamos llamados a hacer, también como Iglesia: escuchar, comprometernos y hacernos cercanos, compartiendo las alegrías y las fatigas de la gente, de manera que se transmita el Evangelio de la manera más coherente y que produce mayor fruto: por irradiación positiva, a través de la transparencia de vida.
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de julio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré que el día sea agradable para las personas con quienes me encuentre, llevándoles palabras de aliento.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El reino de Dios
Homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta
El Papa Francisco pide valentía para hacer crecer el Reino de Dios
Por: Redacción | Fuente: ACI Prensa/ 31 de Octubre 2017
Durante la Misa celebrada en la Casa Santa Marta, en el Vaticano, el Papa Francisco pidió a la Iglesia valentía para hacer crecer el Reino de Dios, servirse de la esperanza, aunque parezca pequeña, para sembrar la semilla del Espíritu Santo.
“La esperanza es la que nos da la plenitud –explicó–, la esperanza de salir de nuestra cárcel, de nuestras limitaciones, de nuestra esclavitud, de la corrupción y llegar a la gloria. El camino hacia la plenitud es un camino de esperanza, y la esperanza es un regalo del Espíritu. Es justamente el Espíritu Santo el que, dentro de nosotros, nos proporciona algo grandioso: la liberación, la gran alegría. Por eso Jesús dice: ‘Del interior de una semilla de mostaza, de ese grano pequeño, surge una fuerza que genera un crecimiento inimaginable’”.
Esa fuerza “es el Espíritu Santo que habita en nosotros y que da esperanza”. Francisco explicó que esa fuerza interior, esa esperanza “crece en nosotros no por medio del proselitismo, sino mediante la fuerza del Espíritu Santo”.
En este sentido, el Santo Padre animó a los miembros de la Iglesia a dejar que crezca esa semilla con la fuerza del Espíritu, pues “muchas veces vemos que se prefiere una pastoral de conservación en vez de dejar que crezca el Reino de Dios. Para que el Reino crezca se necesita valentía, la valentía de dejar que crezca el grano y de mezclar la levadura”.
El Pontífice animó a no tener miedo a ensuciarse las manos a la hora de sembrar la semilla del Reino de Dios. “¡Ay de aquellos que predican el Reino de Dios con la intención de no ensuciarse las manos! Esos son custodios de museos: prefieren las cosas bellas antes que el gesto de sembrar y mezclar para que la fuerza crezca”.
Ese es el mensaje de Pablo en la carta a los Romanos: “esa tensión que va de la esclavitud del pecado a la plenitud de la gloria. La esperanza es la que va adelante, la esperanza no decepciona. A veces la esperanza puede parecer pequeña, como también parece pequeño el grano del que surge un gran árbol o la levadura que hace crecer”.
“La esperanza es la virtud más humilde”, explicó el Papa, y concluyó insistiendo en la valentía necesaria para “hacer crecer el Reino de Dios”.
¿Qué debe hacer un católico con las cadenas de oración de Whatsapp?
¿Qué hacer cuando el mensaje incluye condiciones a cumplir para "que Dios nos oiga"?
Desde hace algunos años es común recibir a través de Whatsapp las conocidas “cadenas de oración”, que exhortan a reenviar un mensaje a todos los contactos en un cierto periodo de tiempo con el fin de recibir una bendición de Dios y evitar “un castigo”.
Ante este tipo de oraciones que circulan por Internet, ¿qué es lo que debe hacer un católico?
El sacerdote mexicano, P. Sergio Román, explicó cómo responder a estas cadenas en un artículo publicado en el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (SIAME).
¿Qué hacer?
“En primer lugar, lo que debemos hacer es recordar que Dios no puso condiciones a la hora de invitar a sus discípulos a orar, por lo que lo recomendable es borrar el texto, aunque quien nos lo haya enviado sea nuestro mejor amigo. ¿Y no pasa nada? ¡Absolutamente nada! No se preocupen”, indicó.
En segundo lugar, el presbítero sostuvo que se puede “aprovechar este tipo de cadenas como un recordatorio para orar por las muchas necesidades del mundo”, sin embargo, no se puede “dejar de señalar que intrínsecamente son malas, y no deben hacerse ni seguirse, porque presentan una imagen equivocada y supersticiosa de Dios”.
En tercer lugar, tener una legítima la devoción a Jesús, a la Virgen y a los santos, porque “de esa manera estarían haciendo una propaganda buena que serviría para instruir a otras personas y para animarlas a compartir su devoción”.
Razones por las cuales las cadenas NO son recomendables
Causan molestias
Si bien que estas cadenas son hechas por “personas de buena fe que piensan que de ese modo ayudarán a fomentar la devoción a algún santo”, el P. Román asegura que “lo único que hacen es causar molestias a sus contactos, sobre todo a aquellos que, por ignorancia, se dejan esclavizar por las cadenas”.
Fomentan supersticiones
Fomentan la superstición al hacer creer que las gracias divinas dependen de la repetición sin sentido de una acción que no tiene ninguna importancia, sostiene el presbítero.
Se asemejan a la magia o brujería
“Las cadenas rayan en la magia o en la brujería, que atribuye a las cosas el poder que solo Dios tiene y que considera que hay fórmulas infalibles para obligar a Dios a hacer nuestros caprichos”, concluyó el P. Román.
Nota de Catholic.net: Los mismos criterios se aplican a cadenas de oración difundidas por medio de otras redes sociales.
El Magnetismo de la Verdad - de bautista a católica
Nació en una familia protestante y su amor por la Verdad la llevó a emprender el camino a casa
Por: Noel Culbertson | Fuente: CHNetwork.org
La Iglesia Católica nunca estuvo en mi radar. No tenía ni odio o malicia contra ella, tan sólo era aquella típica ignorancia y apatía americana con respecto a ella. Pero todos los caminos conducen a Roma, al igual que muchos, yo estaba en ella mucho antes de ser consciente de ello. Estábamos felices en nuestra congregación Bautista, involucrados en el ministerio, el estudio de la Biblia, y rodeado de maravillosos amigos cristianos, pero de alguna manera fuimos atraídos por la gran novia de Cristo. Como dice G. K. Chesterton: "Ha llegado demasiado cerca de la verdad, y se ha olvidado de que la verdad es un imán, con los poderes de atracción y repulsión".
Fui la segunda de cuatro niños en un hogar cristiano maravilloso. Mis padres tuvieron poderosas experiencias de conversión evangélica en la escuela secundaria, mi padre venía de un pasado en la Ciencia Cristiana y mi mamá de un pasado nominalmente católico. No puedo recordar un momento en el que el estudio de las Escrituras no fuera parte de nuestra cotidiana vida familiar. Cantamos el alfabeto griego cuando niños, teníamos estudios bíblicos en familia, y asistía a la iglesia regularmente. Mi papá tenía un amor voraz de las Escrituras. Estudió historia judía, trazó los relatos del Evangelio en orden cronológico, e incluso -por diversión- tradujo el Nuevo Testamento del griego. Nuestra familia siempre estuvo involucrada en ministerios en nuestra iglesia Bautista en el sur de California. Yo tenía un don para la memorización que ganó a una chica torpe una buena cantidad de atención en el Awana (un programa de memorización de versículos de la Biblia para los niños). Para cuando estaba en el sexto grado, había memorizado cientos de versículos de la Biblia.
Durante mis años de escuela secundaria, participé en un viaje misionero a través de nueve países de Europa. Era aún ingenua y no era consciente de que el punto central del viaje fue para "salvar" los católicos. Nuestros líderes hablaban de todas las personas en Europa que van a la iglesia todas las semanas, pero no tienen ninguna relación personal con Jesús. Yo conocía un montón de gente en mi propia congregación bautista que encajaba en esa descripción, así que no le di importancia. Recorrimos Europa compartiendo nuestras cuatro leyes espirituales, a menudo delante de catedrales que luego visitaríamos.
Al año siguiente nuestra familia se mudó al Estado de Washington y empecé a trabajar en un campamento cristiano cercano. (Yo tenía gran afecto por este ministerio porque mi papá había encontrado a Cristo en un campamento cristiano). Trabajamos con varias denominaciones cristianas y vimos muchas vidas encendidas por el mensaje del evangelio. Teníamos oración diaria con el staff y en mi tiempo libre trabajé con los jóvenes de secundaria y enseñé en la escuela dominical a los niños de kindergarten. Estuve constantemente involucrada en actividades ministeriales.
Un compromiso y noticias inesperadas
A principios de 1999, empecé a salir con Stan, quien había asistido a la universidad cristiana con mi hermana. Medio año más tarde estábamos planeando nuestra boda. Nos íbamos a casar justo después de que regresara de su próximo despliegue de seis meses con la Marina de los Estados Unidos. Sin embargo, seis semanas antes de que se desplegara, en una cita médica por un asunto no relacionado, descubrí que estaba embarazada. Me quedé conmocionada, avergonzada y humillada. ¿Cómo pude dejar que esto pasara? ¿Qué pensaría la gente? Había defraudado a mis padres y a tantos otros que me miraban como un testigo de la fe. En ese momento la tentación irrumpió en mi mente:"Podrías abortar, y nadie lo sabría". Fue un pensamiento sorprendente para alguien que era inflexiblemente provida, pero fue una tentación vertiginosa en mi momento de humillación. Sabía que tenía que decirle a alguien que "lo hiciera real" y que disolviera la tentación a la luz de la verdad. Stan estaría en el trabajo otras seis horas, sin posibilidad de contactar con él. Fui a la casa de mi hermana (su esposo también era miembro del personal de nuestra iglesia bautista), y le pregunté si podíamos hablar. Inmediatamente después de contarle todo a mi hermana, el poder de la tentación desapareció. Unas horas más tarde, hablé con Stan, y en los días siguientes él habló con mis padres y con nuestro pastor, yo escribí una carta al personal del campamento confesándome arrepentida de nuestro pecado y pidiéndoles perdón. Fue una experiencia extraordinaria del poder de confesar los pecados a alguien con cierta autoridad para otorgar el perdón - de exponer y arrepentirnos de nuestras faltas en voz alta y así recibir la gracia y libertad de Dios a través de esa confesión. Dos semanas después nos casamos. Dos semanas antes de que Stan sea desplegado nuevamente. Regresó después de seis meses y dos semanas más tarde nació nuestra primera hermosa hija.
Preguntas y conceptos insatisfechos
Con el paso de los años nos mantuvimos muy involucrados en nuestra congregación bautista. Yo dirigí el ministerio de mujeres, Stan era diácono, y teníamos un estudio bíblico semanal en nuestra casa. Una semana en nuestra clase de escuela dominical para adultos, en la cual estábamos discutiendo la Parábola del Sembrador (Mateo 13:3-23), Stan preguntó acerca de la semilla que cayó en tierra rocosa. Mencionó que sonaba como si se refiriera a alguien que había sido salvado, "recibió la palabra con gozo", pero luego "se aleja" o pierde su salvación. Ahora, si usted quisiera ver una habitación llena de bautistas "una vez salvados - siempre salvados" que se vuelven contra usted, esta es una buena manera de hacerlo. En el camino a casa esa tarde, reflexionamos sobre la reacción hostil a lo que parecía ser un relato bíblico bastante claro. Pero entonces no estábamos realmente dispuestos a apostar nuestra salvación eterna por una corazonada, así que el incidente cayó como una semilla en nuestro camino rocoso.
En nuestro estudio bíblico en casa estábamos revisando el Libro de los Hechos de los Apóstoles. Cada semana, Stan y yo leíamos un capítulo, investigábamos a todos los mejores comentaristas que podíamos encontrar, y luego lo discutíamos con nuestro grupo de estudio bíblico. Se volvió más desconcertante cuantos más comentaristas leíamos. Cada uno de ellos tenía una visión diferente de los pasajes, y no sólo reflexiones personales, sino a menudo puntos de vista teológicos opuestos. ¿Cómo podíamos estar seguros de que estábamos leyendo las interpretaciones correctas? Por supuesto, habíamos estado escogiendo con cuál convenir en base a nuestra comprensión de las Escrituras, pero estos comentaristas tenían años de estudio a sus espaldas y aún así tenían docenas de puntos de vista diferentes sobre cómo debían interpretarse los pasajes. ¿Cómo podían los fieles creyentes, que no estaban dispuestos a dedicar varias horas cada día al estudio, saber cuál era la interpretación correcta? Luego vinieron los Hechos 15 y el Concilio de Jerusalén.
Hechos de los Apóstoles es un retrato de la Iglesia primitiva en acción y como protestantes siempre tratamos de regresar a una auténtica experiencia de la Iglesia primitiva. Pero al estudiar la Iglesia primitiva en el Libro de los Hechos, no se parecía mucho a mi experiencia bautista. Se reunieron en consejo y hablaron con autoridad a todas las otras iglesias sobre temas de fe. ¿Dónde estaba eso en mi denominación? No teníamos consejos, ni tampoco teníamos la capacidad de definir con autoridad asuntos de fe y moral. Una vez más, estas nociones inquietantes permanecieron como semillas en nuestro camino mientras navegábamos una vida ocupada con fe, los niños y un montón de despliegues de Stan.
Un Sorprendente Anuncio
En el 2003, mi papá anunció, para horror de mi mamá y sorpresa de nuestros amigos bautistas, que después de varios años de estudios iba a entrar en la Iglesia Católica. Esto desgarró a mi mamá, devastó a nuestro pastor que había estado muy cerca de mi papá, y conmocionó a las congregaciones a las que mi padre había enseñado a menudo a través de los años. Para mí, no parecía la gran tragedia que otros pensaban que era. Mi papá estudió más que nadie que yo haya conocido. Hizo preguntas que perturbó a pastores y profesores del seminario en su búsqueda de conocer a Cristo. Por algunos años él se había estado reuniendo con un par de sacerdotes, ellos le habían dirigido a más fuentes y respuestas de las que él podría haber encontrado en su vida. Había crecido profundamente en oración con la ayuda de estos sacerdotes carmelitas. La Iglesia Católica parecía ser muy adecuada para alguien como mi papá, que estudió tanto. Lo veía más como una preferencia personal, que todos éramos cristianos -la gente que amaba la Biblia era bautista, los que se sentían atraídos por el ritual y el estudio eran católicos, los que eran carismáticos eran pentecostales, etc-. Por respeto a la lucha que mi mamá tenía con respecto a su conversión, mi papá compartía muy pocos detalles (a menos de que se lo pidiéramos directamente) de esa conversión con nosotros,. Debe haber sido un tiempo de terrible soledad para él.
Varios años más tarde, después de escuchar una noticia sobre el Papa Benedicto XVI y la anticoncepción, y sabiendo que no se podía tomar la palabra de los medios de comunicación sobre la enseñanza de cualquier denominación como algo real, le pregunté a mi papá sobre el trato de la Iglesia Católica con la anticoncepción. Yo sabía muy poco sobre esto, sólo que ellos enseñaban algo en contra del uso de anticonceptivos. La breve explicación de mi papá sobre el razonamiento de la Iglesia fue sorprendentemente razonable. Pero lo que más me impresionó fue que cada denominación protestante había tenido la misma enseñanza que la Iglesia Católica sobre la anticoncepción hasta 1930, después, cada denominación cambió su enseñanza. Nunca había escuchado nada de esto en nuestra historia denominacional. Para los bautistas el tema no era un problema; era simplemente un hecho dado que la gente siempre había usado cualquier forma de anticoncepción que desearan sin oponerse a ninguna enseñanza de la fe. Era otra semilla en nuestro camino.
Influencia católica
A principios de 2010, durante nuestro séptimo despliegue de la Marina, yo estaba acompañando a una excursión del grado escolar de mi hija. Estaba con Janet, una madre de familia a la que no había conocido anteriormente. Durante toda la excursión Janet y yo hablamos sobre religión, el estado espiritual de la nación, y todos los temas generalmente desaprobados en una conversación educada. Nos llevamos bien y hablamos durante varias horas después de que terminó la excursión. Unas semanas más me encontré con Janet y su familia en la ferretería y ella mencionó que pensaba que mi papá asistía a su iglesia. Yo le pregunté:"Oh, ¿tú vas a Santa Cecilia?" Era también su parroquia y me preguntaron qué pensaba de que mi papá fuera católico. Dije que me parecía que me parecía bien, y que estaba feliz por él. Luego me preguntó qué pensaba mi mamá de ello. Le dije:"Bueno... ha sido muy difícil para ella" (Mi papá había sido católico por unos siete años). Ella recomendó un libro de un ex ministro protestante que se había convertido al catolicismo. Debido a que el libro se refería a cómo la esposa del ex ministro luchó con su conversión, Janet pensaba que podría ser de ayuda para mi mamá. Le di las gracias y terminé mis diligencias.
Más o menos un mes después Stan regresó del extranjero, y estábamos preparados para pasar un poco de tiempo con la familia en un viaje por carretera a varios parques nacionales. Unos días antes de nuestro viaje, mientras conducía por la ciudad, decidí pasar por la parroquia católica para preguntarles dónde podría encontrar aquel libro que Janet me había recomendado. Nunca había visto una librería católica (o un sacerdote o una monja). Cuando llegué, las puertas estaban cerradas, pero noté que alguien movía cajas por los lados del edificio. Caminé para preguntarle si sabía dónde podía encontrar el libro. Ella dijo que no tenía una copia del libro, pero que tenía un CD de la conversión del mismo autor si me interesaba. (Yo había planeado leer el libro antes de decidir si se lo debía dar a mi mamá. Sabía qué tipo de tormenta de fuego podría seguir si le daba un libro católico, especialmente si ella pensaba que en realidad venía de mi papá). La señora de la parroquia estaba limpiando su oficina y me preguntó si me interesaría algún otro CD. Le dije que sí, y ella me dio más de 30 CDs y un Buscador del Catecismo. Le di las gracias y me fui a casa.
Unos días después salimos a nuestro viaje por carretera. En la primera noche, después de que los niños se durmieron, exploramos el CD de la conversión. Estábamos estupefactos. ¿Cómo pudimos perdernos todo esto? En cada parada de descanso revisábamos nuestras Biblias para confirmar que todos estos versículos estaban realmente allí. Leímos pasajes tales como Mateo 16:13-20, Juan 6, Isaías 22:22-23, Juan 20:23,1 Timoteo 3:15. Por supuesto que estaban allí, algunos los había memorizado en mis días de la AWANA, pero ahora todos se reunían y tenían un lugar. Eran como cilindros en una cerradura, no se presionaba nada para encajar, sino que se montaba la cerradura y se abría la puerta. Era como si me hubieran dado las respuestas a cada pregunta sobre la fe que nunca había pensado hacer y sin embargo sentí que debí haber pensado en hacerlas hace años.
La revelación más profunda para mí fue que, de acuerdo a las Escrituras, Cristo claramente fundó una Iglesia y ella tenía Su autoridad y protección (Mateo 16:13-20). Jesús le concedió a Pedro el poder de atar y desatar en la tierra y en el cielo. Como sabemos que nada impuro puede entrar en el cielo, sabemos que cualquier cosa que esta Iglesia -fundada sobre Pedro- ate en la tierra no sería y no podría ser contraria a Cristo. Entonces cuando Jesús dice que las puertas del infierno no prevalecerán contra esta Iglesia, Él da Su palabra de que esta Iglesia sería especialmente protegida. Si esto era cierto, entonces significaba que Cristo había fundado una Iglesia y ella todavía estaba presente hoy en día, no de una manera mística, sino real y visible. A través de mi propia experiencia, quedó muy claro que las denominaciones luchan con la unidad porque carecen de autoridad. Alguien que no está de acuerdo con las interpretaciones bíblicas del pastor puede simplemente separarse y comenzar otra iglesia, y a menudo lo hacen. Pero aquí la Iglesia Católica se sostiene con autoridad dada por Cristo, como lo ha hecho durante dos mil años, guiada y protegida por el Espíritu Santo. Si esta afirmación es cierta, era yo quien tenía que ponerme en sintonía con la Iglesia y no al revés. La evidencia bíblica, especialmente en los asuntos de la autoridad de la Iglesia, la presencia real de Cristo en la Eucaristía (Juan 6), y la necesidad de fe y obras en vez de sólo fe (Santiago 2:14-24) fue asombrosa. Al final de nuestro viaje por carretera habíamos escuchado más de 30 horas de enseñanza católica y pasamos incontables horas sumergidos en las Escrituras.
Cuando llegamos a casa, obtuvimos tantos libros católicos como pudimos, incluyendo varios sobre los primeros Padres de la Iglesia de quienes nunca habíamos oído, y empezamos a leer. Estudiamos la Biblia con nuevos ojos, habiendo quitado los lentes bautistas que no sabíamos que teníamos. Continuamos estudiando durante meses con una convicción creciente de que la Iglesia Católica era realmente lo que ella decía ser -una, santa, católica y apostólica- pero aún no habíamos asistido a misa. Después de algunas conversaciones decidimos una fecha para asistir a nuestra primera Misa, con la intención de seguir yendo a nuestra iglesia bautista. En los meses venideros paulatinamente podríamos ir asistiendo a otras misas, la intención era disminuir el impacto en la comunidad bautista de la que yo había sido parte por casi 18 años.
Entonces le dije a mi mamá que estábamos considerando volvernos católicos. Siempre habíamos estado cerca y por lo general hablábamos todos los días. Ella me acompañó en todas mis consultas médicas prenatales cuando Stan estaba desplegado en alguna misión e incluso íbamos juntas a comprar los víveres. Pero cuando le dije lo que estábamos considerando, se quedó sin palabras, silencio que pronto se convirtió en histeria. Después de esto, ya no podía hablarme sin llorar, lágrimas que a menudo eran acompañadas de gritos. Incluso fue a terapia psicológica por lo que ella veía como una traición absoluta.
Naves en llamas
El 1 de agosto de 2010 asistimos a nuestra primera Misa. Stan, sabiendo lo difícil que sería para nuestra familia una conversión, oró por orientación divina. En la Misa escuchamos oraciones, respuestas y lecturas todas sacadas de las Escrituras. El salmo responsorial sonó como si me hablara directamente:"Si hoy oyes su voz, no endurezcas tu corazón" En su homilía el sacerdote habló de Cortez y sus hombres llegando a América. Se encontraron con tantas dificultades que los hombres querían regresar a sus hogares donde estarían seguros y confortables. Sin embargo, Cortez quemó los barcos y los hombres tuvieron que avanzar para completar la misión para la que habían sido escogidos. Me incliné hacia Stan y le dije:"Creo que nuestros barcos están en llamas"; luego vino la consagración y vimos como personas de todas las edades, razas y estatus social recibían a Cristo. La habitación literalmente se llenó de Cristo. Me volví hacia Stan de nuevo y esta vez había lágrimas en su cara. Este comandante de la Marina no pudo hablar de ello durante varias semanas sin que se sintiera conmovido hasta las lágrimas. Todo lo que habíamos estado estudiando era ahora palpable y real. Nunca regresamos a la iglesia bautista. En cuestión de días, la vida y las amistades que teníamos antes se quedaron en un repentino silencio. En la soledad de aquellos días nos zambullimos profundamente en las Escrituras y en la enseñanza católica. Fui presentado a escritores católicos como Fulton Sheen, Karl Keating, Frank Sheed, el Papa Juan Pablo II, y especialmente G. K. Chesterton que se convertiría en uno de mis guías joviales y geniales en mi camino de conversión.
Un par de días después de nuestra primera Misa, un miembro de la parroquia nos habló de una conferencia católica en un pueblo cercano el fin de semana siguiente. Ese viernes por la tarde llegamos temprano a la conferencia y terminamos cenando con Tim Staples de Catholic Answers, quien fue uno de los oradores. Triplicamos el número de misas a las que habíamos asistido hasta la fecha, rezamos nuestro primer Rosario (muy incómodamente), y nos conectamos con una serie de recursos para nuestro peregrinar. También nos encontramos con un viejo amigo que, después de recuperarse de su conmoción al vernos en una conferencia católica, se ofreció a traernos más CDs y libros. A la semana siguiente, dejó docenas de CDs, así como el conjunto de tres volúmenes de los escritos de los primeros Padres y mucho más.
Lucha con la Autoridad
Las principales cuestiones teológicas con las que luché fueron que Cristo realmente fundó una Iglesia visible con Su autoridad y, de ser así, seguía existiendo en la actualidad. Siendo bautista, los versículos bíblicos que nunca había notado me impresionaron especialmente, particularmente Mateo 16:13-20 y 1 Timoteo 3:15. En mi estudio de las Escrituras a lo largo de los años había enfocado gran parte de mi estudio en las epístolas de Pablo más que en los Evangelios. Creo que esto se debe a que ocurrieron después de la Resurrección; por lo tanto, eran más relevantes para la vida cristiana. Al estudiar la fe católica, empezaba a ver lo poco que había considerado las palabras de Jesús en relación con la estructura de mi fe como bautista. Siempre había creído que la Iglesia era un Cuerpo Místico invisible de todos los creyentes que tenían una relación personal con Cristo, no una Iglesia visible con una jerarquía. Leyendo Mateo 16, parecía claro que Cristo le dio una autoridad particular a Pedro y a la Iglesia que él dirigiría. Si Jesús dijo:"todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo", entonces todo lo que Pedro atara en esta Iglesia tendría que ser infalible o haría a Cristo un mentiroso.
Entonces empecé a leer algunos de los primeros Padres de quienes nunca antes había oído hablar, comencé a estudiar mi estudio de la Iglesia, y empecé a estudiar cómo creía, pensaba y enseñaba la Iglesia en los primeros siglos. No tenía ni idea de que existían escritos de los discípulos de los Apóstoles. Fue igualmente chocante leer lo que tenían que decir sobre la autoridad y la estructura de la Iglesia. San Ignacio de Antioquía, discípulo del Apóstol Juan, dijo en el año 107 d. de J. C.:"Todos vosotros debéis seguir al obispo como Jesucristo sigue el Padre. Sigan también al presbiterio como a los apóstoles. En cuanto a los diáconos, reverenciadlos como al mandamiento de Dios. Que nadie sin el obispo haga nada de lo que atañe a la Iglesia. Sólo aquella eucaristía ha de ser tenida por válida que se hace por el obispo o por quien tiene autorización de él. Por doquier aparezca el obispo, ahí esté el pueblo; lo mismo que donde quiera que Jesucristo está también está la Iglesia Católica". Me convencí de que la Biblia y los primeros relatos del cristianismo en el mundo eran profundamente católicos, no bautistas, en su estructura.
- a quien conocí en la excursión, y su esposo se convirtieron en nuestros patrocinadores a través del proceso del Rito de Iniciación Cristiana para Adultos (RCIA por sus siglas en inglés). Fue maravilloso estar unidos en la fe en la Iglesia Católica con mi padre. Es difícil expresar con palabras la emocionante y aterradora aventura de la conversión. Chesterton lo describe así: "Es imposible ser justo con la Iglesia católica. Basta con dejar de hacer fuerza contra ella para sentir el tirón, basta con dejar de gritarle que se calle para comenzar a oír lo que dice con placer. Y basta con empezar a ser justo para encariñarse con ella. Pero cuando ese sentimiento ha superado un cierto punto, comienza a adoptar la trágica y amenazadora grandeza de un gran romance". Nuestra familia entró a la Iglesia Católica en la Misa de la Vigilia Pascual en abril de 2011. Todos recibimos el Sacramento del Bautismo, la Confirmada y nuestra primera Eucaristía esa noche.
Alegrías y Penas
Los años que han seguido han sido de un gran y creciente amor con Cristo y Su Iglesia. Han incluido los momentos más dolorosos y alegres de mi vida. Apenas ocho meses después de que fuimos recibidos en la Iglesia, mi papá cayó gravemente enfermo y necesitaría un trasplante para sobrevivir. Diez días después de eso, mi mamá estaba conduciendo y sus manos soltaron el volante. Unas semanas después se sometió a una cirugía cerebral por un tumor cerebral terminal. Mis dos padres se mudaron a nuestra casa donde los cuidamos. El Señor me proporcionó un tiempo poderoso de sanación y reconciliación con mi mamá durante esos meses. Una vez -después de una de nuestras largas charlas- mi mamá dijo:"Sé que estás experimentando a Cristo en la Iglesia Católica... No sé por qué Dios haría eso". El camino hacia la meta fue largo para mi mamá, y ambas nos divertimos de su fase final. En septiembre de 2012, perdí a mis dos padres con sólo tres semanas de diferencia. Mientras veía a mis padres recibir los últimos ritos mientras morían, vi que los sacramentos de la Iglesia derramaban la gracia de Dios sobre ellos. Mi madre había sido bautizada y confirmada católica, pero había estado asistiendo a las iglesias bautistas desde que tenía 18 años. El día antes de su muerte, un párroco vino y la ungió. No había palabras para expresar el pesar en mi corazón mientras la Iglesia militante y triunfante oraba junto con nosotros. Fue un momento en que el velo entre la tierra y el cielo era tan delgado que casi se podía ver a través de él. Al año siguiente, mi abuelo de 84 años fue bautizado y entró en la Iglesia Católica.
La Navidad después de la muerte de mis padres asistimos a la Misa de medianoche, seguida por la fiesta de San Esteban Mártir el 26 de diciembre. Me sorprendió de nuevo que incluso el calendario de la Iglesia abarque la experiencia humana de la fe. Experimentamos la cima del gozo en el nacimiento de Cristo, inmediatamente seguido de las profundidades del dolor por la muerte del primer mártir. Nuestras vidas son un compendio de fiestas y ayunos, pero ninguno de los dos son en vano. Ambos se mantienen vigilantes en nuestras vidas. Dios obra en ambos según el bien para los que están en Cristo Jesús. Él dirige nuestros caminos a través de la alegría y el dolor con Su palabra y Su persona en los sacramentos para sostenernos. En su gran misericordia, Cristo dirigió nuestro camino a Roma.
Para resumir mi experiencia hasta la fecha, una última frase de Chesterton:"Sé que el catolicismo es demasiado grande para mí, y aún no he explorado sus hermosas y tremendas verdades. Pero sé que [el protestantismo] es demasiado pequeño para mí; yo no podía volver a meterme en esa aburrida seguridad luego de que he echar un vistazo a la vertiginosa visión de la libertad".
Noel Culbertson forma parte de la parroquia católica de Santa Cecilia, donde es voluntaria en el programa RCIA y en varios ministerios parroquiales. Ella y su esposo, Stan, viven en la isla de Camano, en el estado de Washington, donde están educando a sus dos hijas adolescentes. Artículo publicado originalmente en CHNetwork.org
GREENPEACE LO COLOCA EN UN MURAL DE UNA CAMPAÑA ANTI-CONTAMINACIÓN
El Papa 'pide' la prohibición gradual de automóviles diésel en Roma
Francisco aparece en la pintura con un cartel que reza: "¡Aire limpio ya!"
Redacción, 16 de noviembre de 2017 a las 12:08
El Papa Francisco, retratado por Greenpeace Agencias
Greenpeace denuncia que las emisiones de dióxido de nitrógeno de los autos diésel son responsables de más de 17.000 muertes prematuras solo en Italia
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(C.D./Agencias).- Puede que no lo diga en persona, pero el mensaje coincide plenamente con sus preocupaciones. Francisco, Papa del medio ambiente, ha aparecido en una calle de Roma 'pidiendo' que se den pasos ya para reducir la contaminación del aire causado por los coches, como uno de los protagonistas de una nueva campaña de Greenpeace.
Así, el pontífice ha sido retratado en un mural de street art de la ONG, que pide la prohibición gradual de automóviles diésel en la capital y otras grandes ciudades de Italia, explicó este martes dicha organización defensora del medio ambiente en un comunicado.
El mural colocado en el barrio de Borgo Pio, cerca del Vaticano, retrata al pontífice con un barbijo para protegerse de la contaminación y un cartel en la mano que dice "¡Aire limpio ya!" ("Clean air now!", en inglés).
La obra fue realizada por Tvboy, un artista callejero italiano que reside en Barcelona y que llamó la atención en mayo cuando pintó un mural del Papa besándose en la boca con el presidente estadounidense, Donald Trump, quien a su vez fue retratado como un diablo.
Greenpeace denuncia que las emisiones de dióxido de nitrógeno de los autos diésel son responsables de más de 17.000 muertes prematuras solo en Italia.
El ex futbolista italiano Francesco Totti, el director de cine Federico Fellini y los protagonistas de la película "La Dolce Vita", Marcello Mastroianni y Anita Ekberg, también aparecen en la campaña de la organización no gubernamental en murales donde se los ve con mascarillas.