Una Iglesia despierta

Jesús está en Jerusalén, sentado en el monte de los Olivos, mirando hacia el Templo y conversando confidencialmente con cuatro discípulos: Pedro, Santiago, Juan y Andrés. Los ve preocupados por saber cuándo llegará el final de los tiempos. A él, por el contrario, le preocupa cómo vivirán sus seguidores cuando ya no lo tengan entre ellos.

Por eso, una vez más, les descubre su inquietud: «Mirad, vivid despiertos». Después, dejando de lado el lenguaje terrorífico de los visionarios apocalípticos, les cuenta una pequeña parábola que ha pasado casi inadvertida entre los cristianos.

«Un señor se fue de viaje y dejó su casa». Pero, antes de ausentarse, «confió a cada uno de sus criados su tarea». Al despedirse solo les insistió en una cosa: «Vigilad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa». Que, cuando venga, no os encuentre dormidos.

El relato sugiere que los seguidores de Jesús formarán una familia. La Iglesia será «la casa de Jesús» que sustituirá a «la casa de Israel». En ella, todos son servidores. No hay señores. Todos vivirán esperando al único Señor de la casa: Jesús, el Cristo. No lo han de olvidar jamás.

En la casa de Jesús nadie ha de permanecer pasivo. Nadie se ha de sentir excluido, sin responsabilidad alguna. Todos somos necesarios. Todos tenemos alguna misión confiada por él. Todos estamos llamados a contribuir a la gran tarea de vivir como Jesús. Él vivió siempre dedicado a servir al reino de Dios.

Los años irán pasando. ¿Se mantendrá vivo el espíritu de Jesús entre los suyos? ¿Seguirán recordando su estilo servicial a los más necesitados y desvalidos? ¿Le seguirán por el camino abierto por él? Su gran preocupación es que su Iglesia se duerma.

Por eso les insiste hasta tres veces: «Vivid despiertos». No es una recomendación a los cuatro discípulos que le están escuchando, sino un mandato a los creyentes de todos los tiempos: «Lo que os digo a vosotros os lo digo a todos: velad».

El rasgo más generalizado de los cristianos que no han abandonado la Iglesia es seguramente la pasividad. Durante siglos hemos educado a los fieles para la sumisión y la obediencia. En la casa de Jesús, solo una minoría se siente hoy con alguna responsabilidad eclesial.

Ha llegado el momento de reaccionar. No podemos seguir aumentando aún más la distancia entre «los que mandan» y «los que obedecen». Es pecado promover el desafecto, la mutua exclusión o la pasividad. Jesús nos quería ver a todos despiertos, activos, colaborando con lucidez y responsabilidad en su proyecto del reino de Dios. Domingo 1 Adviento – B (Marcos 13,33-37)

3 de diciembre 2017

I DOMINGO DE ADVIENTO

INTRODUCCIÓN

Este tiempo nos llama a la esperanza y a renovar nuestra mirada sobre la realidad. Nos invita a la hermosa tarea de cooperar con el Creador para lograr el clima adecuado que haga posible experimentar la visita de nuestro Dios.
En muchas casas surgirá como un microcosmos idílico a la hora de colocar el belén o de adornar el árbol de Navidad. La ciudad se ilumina, y la Palabra de Dios nos invita a observar los signos más esperanzadores.

Me propongo considerar cada día de Adviento un texto que nos llame a contemplar la naturaleza, a respetar la casa ajardinada que dispuso el Hacedor de todo para disfrute de la humanidad, como adelanto de su venida al mundo.

TEXTO BÍBLICO
“Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa” (Sal 79).

TEXTO MÍSTICO
“Oh bosques y espesuras,/ Plantadas por mano del Amado,/ Oh prado de verduras,/ De flores esmaltado,/ Decid si por vosotros ha pasado” (Sam Juan de la Cruz, Cántico Espiritual 4).

TEXTO PONTIFICIO
«Alabado seas, mi Señor », cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos” (Francisco, Laudato Sí 1).

EL ABETO
Entre los árboles del bosque, el protagonista de la Navidad es el abeto. La Biblia lo considera árbol digno que ofrece su madera para la casa de Dios.

“Hizo construir la entrada del santuario con puertas de madera de acebuche. Lo mismo hizo para la puerta de la nave, con montantes de madera de acebuche de cuatro laterales y dos puertas de madera de abeto; las dos planchas de cada puerta se hallaban redondeadas. Esculpió querubines, palmeras, capullos de flores abiertos y aplicó oro sobre los relieves.

Finalmente construyó el patio interior, con tres hileras de piedra tallada y una de tablones de cedro (1Re 6, 31-36).

¿Cuidas tu entorno? ¿Amas la naturaleza?

La Inmaculada Concepción de la Virgen María

Hoy, primer domingo de Adviento, iniciamos un nuevo año litúrgico, un nuevo camino del Pueblo de Dios con Jesucristo y acompañados de María. Ella nos enseña a esperar la venida de su Hijo. Es el momento de dejarnos guiar por María.

La Virgen aparece en la penumbra del Adviento como la flor más luminosa que nos da esperanza. El Adviento es el tiempo mariano por excelencia. En este sentido, en el inicio de este tiempo litúrgico celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción, en la que el pueblo cristiano celebra que María fue preservada de cualquier mancha de pecado original y enriquecida con la plenitud de la gracia desde el primer momento de su concepción. El año 1854, el papa Pío IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción fundamentándose en la fe de la Iglesia sobre este misterio mariano.

María fue Inmaculada porque se convertiría en madre del Hijo de Dios. El Espíritu Santo fue enviado para santificar su seno, para disponerlo a acoger al Hijo. San Sofronio, obispo, decía a María en un sermón: «Realmente eres bendita entre todas las mujeres, ya que si por naturaleza fuiste mujer, en verdad te convertiste en madre de Dios.» Para ser la Madre del Salvador, María fue «dotada con unos dones a la medida de una misión tan importante” (cf. LG 56). María fue guiada en todo momento por la gracia de Dios.

La figura de María de Nazaret toma un relieve especial en el corazón del Adviento. Ella ha acogido la Palabra en su corazón de virgen y en su seno maternal, la Palabra que se ha hecho carne de salvación. Realmente, María es el arca de la nueva y eterna alianza. Desde entonces, Dios es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros.

En esta celebración y en este tiempo de Adviento todos somos invitados a fijar nuestra mirada sobre la humildad, sobre el espíritu generoso de servicio y sobre la exquisita caridad de santa María. Y somos espontáneamente inclinados a sumergirnos en la dulzura inefable de aquellos nueve meses en que María fue sagrario vivo de la esperanza, hecha ya presencia en ella.

El poeta Joan Maragall lo expresó bellamente en su poesía La nit de la Puríssima, en la que dice:

Aquesta nit és bé una nit divina.
La Puríssima, del cel
va baixant per aquest blau que ella il·lumina,
deixant més resplendors en cada estel.

Per la nit de desembre ella davalla,
i l’aire se tempera, i el món calla.
Davalla silenciosa…
Ai, quina nit més clara i més formosa!

En efecto, Dios quiso que la Inmaculada fuera bella ante sus ojos y perfecta ante los hombres. Pero quiso esto sin que dejara de ser una mujer, sin quitar nada a su feminidad; al contrario, sublimando su amor, su delicadeza, su sensibilidad y su entrega generosa a los demás. El papa Pablo VI decía al filósofo cristiano Jean Guitton: “En María se realiza la intención divina de hacer del ser humano el reflejo, la imagen, la fotografía, la semejanza de Dios”. Cuando las mujeres, las esposas y las madres se miran en María, realizan adecuadamente su gran vocación, como la realizó ella.

Que de la mano de María podamos aprovechar este tiempo de Adviento para disponernos interiormente a acoger a Dios que se hace presente en nuestras vidas.

† Cardenal Juan José Omella Arzobispo de Barcelona

San Gregorio de Nisa (c. 335-395), monje, obispo Sermones sobre el Cántico de los Cánticos, número 11

«Velad por tanto, ya que no sabéis cuándo el dueño de la casa regresará»

Este es uno de los grandes preceptos del Señor: el que sus discípulos sacudan como el polvo todo lo que es terrestre, para dejarse llevar por un gran impulso hacia el cielo. Él nos exhorta a vencer el sueño, a buscar las realidades de arriba (Col 3:1), a mantener sin cesar nuestro espíritu alerta, a expulsar de nuestros ojos el adormecimiento seductor. Me refiero a ese letargo y a esa somnolencia que conducen el hombre al error y le forjan imágenes de sueños: honor, riqueza, poder, grandeza, placer, éxito, ganancia o prestigio. 

Para olvidar tales fantasías, el Señor nos pide que superemos ese pesado sueño: no dejemos escapar lo real por una búsqueda desenfrenada de la nada. Él nos llama a que velemos: «Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas» (Lc 12:35). La luz que resplandece nuestros ojos ahuyenta el sueño, el cinturón que ciñe nuestra cintura mantiene nuestro cuerpo alerta, expresa un esfuerzo que no tolera ninguna torpeza. 

¡Como el sentido de esta imagen es claro! Ceñir la cintura de templanza, es vivir en la luz de una conciencia pura. La lámpara encendida de la franqueza ilumina el rostro, hace brillar la verdad, mantiene el alma despierta, la hace impermeable a la falsedad y extranjera a la futilidad de nuestros pobres sueños. Vivamos según la exigencia de Cristo y compartiremos la vida de los ángeles. En efecto, es a ellos a quien nos une en su precepto: «sed como ésos que esperan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle en cuanto llegue y llame» (Lc 12:36). Son ellos quienes están sentados cerca de las puertas del cielo, velando, que el Rey de gloria (Sal 23:7) pase a su regreso de la boda. 

San Francisco Javier, religioso presbítero 

Por medio de una de las naves, Francisco Javier escribió desde allí varias cartas. Una de ellas iba dirigida a Pereira, a quien el santo decía: «Si hay alguien que merezca que Dios le premie en esta empresa, sois vos. Y a vos se deberá su éxito». En seguida, describía las medidas que había tomado: con mucha dificultad y pagando generosamente, había conseguido que un mercader chino se comprometiese a desembarcarle de noche en Cantón, no sin exigirle que jurase que no revelaría su nombre a nadie. En tanto que llegaba la ocasión de realizar el proyecto, Javier cayó enfermo. Como sólo quedaba uno de los navíos portugueses, el santo se encontró en la miseria. En su última carta escribió: «Hace mucho tiempo que no tenía tan pocas ganas de vivir como ahora». El mercader chino no volvió a presentarse. El 21 de noviembre, el santo se vio atacado por una fiebre y se refugió en el navío. Pero el movimiento del mar le hizo daño, de suerte que al día siguiente pidió que le transportasen de nuevo a tierra. En el navío predominaban los hombres de Don Alvaro de Ataide, los cuales, temiendo ofender a éste, dejaron a Javier en la playa, expuesto al terrible viento del norte. Un compasivo comerciante portugués le condujo a su cabaña, tan maltrecha, que el viento se colaba por las rendijas. Ahí estuvo Francisco Javier recostado, consumido por la fiebre. Sus amigos le hicieron algunas sangrías, sin éxito alguno. Entre los espasmos del delirio, el santo oraba constantemente. Poco a poco, se fue debilitando. El sábado 3 de diciembre, según escribió Antonio, «viendo que estaba moribundo, le puse en la mano un cirio encendido. Poco después, entregó el alma a su Creador y Señor con gran paz y reposo, pronunciando el nombre de Jesús». San Francisco Javier tenía entonces cuarenta y seis años y había pasado once en el Oriente. Fue sepultado el domingo por la tarde. Al entierro asistieron Antonio, un portugués y dos esclavos (el fiel Antonio describió los últimos días del santo, en una carta a Manuel Teixeira, el cual la publicó en su biografía del santo). 

Uno de los tripulantes del navío había aconsejado que se llenase de barro el féretro para poder trasladar más tarde los restos. Diez semanas después, se procedió a abrir la tumba. Al quitar el barro del rostro, los presentes descubrieron que se conservaba perfectamente fresco y que no había perdido el color; también el resto del cuerpo estaba incorrupto y sólo olía a barro. El cuerpo fue trasladado a Malaca, donde todos salieron a recibirlo con gran gozo, excepto Don Alvaro de Ataide. Al fin del año, fue trasladado a Goa, donde los médicos comprobaron que se hallaba incorrupto. Allí reposa todavía, en la iglesia del Buen Jesús. Francisco Javier fue canonizado en 1622, al mismo tiempo que Ignacio de Loyola, Teresa de Avila, Felipe Neri e Isidro el Labrador.

El Papa Pío X nombró a San Francisco Javier como Patrono de todos los misioneros porque fue sin duda uno de los misioneros más grandes que han existido, siendo llamado con justa razón el "gigante de la historia de las misiones"

San Francisco Empezó a ser misionero a los 35 años y murió de sólo 46. En once años recorrió la India (país inmenso), el Japón y varios países más. Su deseo de ir a Japón era tan grande que exclamaba: "si no consigo barco, iré nadando". Fue un verdadero héroe misional.

El santo nació cerca de Pamplona (España) en el castillo de Javier, en el año 1506. Fue enviado a estudiar a la Universidad de París, y estando allí conoció a San Ignacio de Loyola con quien estableció una sólida y bonita amistad. San Ignacio le repetía constantemente la famosa frase de Jesucristo: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?" y fue justamente esta amistad y las frecuentes pláticas e intensas oraciones lo que transformó por completo a San Francisco Javier, quien fue uno de los siete primeros religiosos con los cuales San Ignacio fundó la Compañía de Jesús o Comunidad de Padres Jesuitas.

Su gran anhelo era poder misionar y convertir a la gran nación china. Pero en ese lugar estaba prohibida la entrada a los blancos de Europa. Al fin consiguió que el capitán de un barco lo llevara a la isla desierta de San Cian, a 100 kilómetros de Hong - Kong, pero allí lo dejaron abandonado, se enfermó y consumido por la fiebre, murió el 3 de diciembre de 1552, pronunciando el nombre de Jesús, la edad de 46 años.

Años más tarde, sus compañeros de la congregación quisieron llevar sus restos a Goa, y encontraron su cuerpo incorrupto, conservándose así hasta nuestros días. San Francisco Javier fue declarado santo por el Sumo Pontífice en 1622 junto con Santa Teresa, San Ignacio, San Felipe y San Isidro.

Oremos

Señor, Dios nuestro, que quisiste que numerosos pueblos llegaran a conocerte por medio de la predicación de San Francisco Javier, concede à todos los bautizados un gran celo por la propagación de la fe, para que así tu Iglesia pueda alegrarse de ver aumentados sus hijos en todo el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Francisco Javier, Santo

Memoria Litúrgica, 3 de diciembre

Sacerdote misionero Jesuita

Martirologio Romano: Memoria de san Francisco Javier, presbítero de la Compañía de Jesús, evangelizador de la India, el cual, nacido en Navarra, fue uno de los primeros compañeros de san Ignacio que, movido por el ardor de dilatar el Evangelio, anunció diligentemente a Cristo a innumerables pueblos en la India, en las Molucas y otras islas, y después en el Japón, convirtiendo a muchos a la fe. Murió en la isla de San Xon, en China, consumido por la enfermedad y los trabajos (1552).

Etimologícamente: Francisco = "el abanderado", es de origen germano.
Javier = "aquel que vive en casa nueva", es de origen eusquera (lengua autóctona hablada en el País Vasco).

Fecha de beatificación:: 25 de octubre de 1619 por S.S. Paulo V

Fecha de canonización: 12 de marzo de 1622 por S.S. Gregorio XV

Breve Biografía

Francisco de Jasu y Xavier (nacido en el castillo de Xavier, en España, en 1506), correspondiendo a las esperanzas de sus padres, se graduó en la famosa universidad de París. En estos años tuvo la fortuna de vivir codo a codo, compartiendo inclusive la habitación de la pensión, con Pedro Fabro, que será como él jesuita y luego beato, y con un extraño estudiante, ya bastante entrado en años para sentarse en los bancos de escuela, llamado Ignacio de Loyola.

Ignacio comprendió muy bien esa alma: “Un corazón tan grande y un alma tan noble” -le dijo- “no pueden contentarse con los efímeros honores terrenos. Tu ambición debe ser la gloria que brilla eternamente”. El día de la Asunción de 1534, en la cripta de la iglesia de Montmartre, Francisco Javier, Ignacio de Loyola y otros cinco compañeros se consagraron a Dios haciendo voto de absoluta pobreza, y resolvieron ir a Tierra Santa para comenzar desde allí su obra misionera, poniéndose a la total dependencia del Papa.

Ordenados sacerdotes en Venecia y abandonada la perspectiva de la Tierra Santa, emprendieron camino hacia Roma, en donde Francisco colaboró con Ignacio en la redacción de las Constituciones de la Compañía de Jesús. Sin embargo, fue a los 35 años de edad cuando comenzó su gran aventura misionera. Por invitación del rey de Portugal, fue escogido como misionero y delegado pontificio para las colonias portuguesas en las Indias Orientales. Goa fue el centro de su intensísima actividad misionera, que se irradió por un área tan vasta que hoy sería excepcional aun con los actuales medios de comunicación social: en diez años recorrió India, Malasia, las Molucas y las islas en estado todavía salvaje. “Si no encuentro una barca, iré nadando” decía Francisco, y luego comentaba: “Si en esas islas hubiera minas de oro, los cristianos se precipitarían allá. Pero no hay sino almas para salvar”.

Después de cuatro años de actividad misionera en estas islas, separado del mundo civilizado, se embarcó en una rústica barca hacia el Japón, en donde, entre dificultades inmensas, formó el primer centro de cristianos. Su celo no conocía descansos: desde Japón ya miraba hacia China. Se embarcó nuevamente, llegó a Singapur y estuvo a 150 kilómetros de Cantón, el gran puerto chino. En la isla de Shangchuan, en espera de una embarcación que lo llevara a China, cayó gravemente enfermo. Murió a orillas del mar el 3 de diciembre de 1552, a los 46 años de edad.

Fue canonizado el 12 de marzo de 1622 junto con Ignacio de Loyola, Felipe Neri,Teresa de Jesús y el santo de Madrid, Isidro. ¡Buen grupo formado por cuarteto español y solista italiano!

Es patrono de las misiones en Oriente y comparte el patronato universal de las misiones católicas con Teresa de Lisieux.

Novena a la Virgen de Guadalupe

Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (3 al 11 de diciembre)

Puesto de rodillas delante de María Santísima, hecha la Señal de la Cruz, se dice el siguiente:

Acto de Contrición

"Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Propongo enmendarme y confesarme a su tiempo y ofrezco cuanto hiciere en satisfacción de mis pecados, y confío por vuestra bondad y misericordia infinita, que me perdonaréis y me daréis gracia para nunca más pecar. Así lo espero por intercesión de mi Madre, nuestra Señora la Virgen de Guadalupe. Amén. "
Hágase la petición: …
Récese cuatro Salves en memoria de las cuatro apariciones y luego se reza la oración de cada día.

Primer Día 
"¡Oh Santísima Señora de Guadalupe! Esa corona con que ciñes tus sagradas sienes publica que eres Reina del Universo. Lo eres, Señora, pues como Hija, como Madre y como Esposa del Altísimo tienes absoluto poder y justísimo derecho sobre todas las criaturas.

Siendo esto así, yo también soy tuyo; también pertenezco a ti por mil títulos; pero no me contento con ser tuyo por tan alta jurisdicción que tienes sobre todos; quiero ser tuyo por otro título más, esto es, por elección de mi voluntad.

Ved que, aquí postrado delante del trono de tu Majestad, te elijo por mi Reina y mi Señora, y con este motivo quiero doblar el señorío y dominio que tienes sobre mí; quiero depender de ti y quiero que los designios que tiene de mí la Providencia divina, pasen por tus manos. Dispón de mí como te agrade; los sucesos y lances de mi vida quiero que todos corran por tu cuenta. Confío en tu benignidad, que todos se enderezarán al bien de mi alma y honra y gloria de aquel Señor que tanto complace al mundo. Amén.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.

Segundo Día
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué bien se conoce que eres Abogada nuestra en el tribunal de Dios, pues esas hermosísimas manos que jamás dejan de beneficiarnos las juntas ante el pecho en ademán de quien suplica y ruega, dándonos con esto a ver que desde el trono de gloria como Reina de los Ángeles y hombres haces también oficio de abogada, rogando y procurando a favor nuestro.
¿Con qué afectos de reconocimiento y gratitud podré pagar tanta fineza? Siendo que no hay en todo mi corazón suficiente caudal para pagarlo.
A ti recurro para que me enriquezcas con los dones preciosos de una caridad ardiente y fervorosa, de una humildad profunda y de una obediencia pronta al Señor.
Esfuerza tus súplicas, multiplica tus ruegos, y no ceses de pedir al Todopoderoso me haga suyo y me conceda ir a darte las gracias por el feliz éxito de tu intermediación en la gloria. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.

Tercer Día
¡Oh Santísima Virgen María de Guadalupe! ¡Qué puedo creer al verte cercada de los rayos del sol, sino que estás íntimamente unida al Sol de la Divinidad, que no hay en tu casa ninguna cosa que no sea luz, que no sea gracia y que no sea santidad!
¡Qué puedo creer sino que estás anegada en el piélago de las divinas perfecciones y atributos, y que Dios te tiene siempre en su Corazón! Sea para bien, Señora, tan alta felicidad.
Yo, entre tanto, arrebatado del gozo que ello me causa, me presento delante del trono de tu soberanía, suplicándote te dignes enviar uno de tus ardientes rayos hacia mi corazón: ilumina con su luz mi entendimiento; enciende con su luz mi voluntad; haz que acabe yo de persuadirme de que vivo engañado todo el tiempo que no empleo en amarte ti y en amar a mi Dios: haz que acabe de persuadirme que me engaño miserablemente cuando amo alguna cosa que no sea mi Dios y cuando no te amo a Ti por Dios. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.

Cuarto Día ¡Oh Santísima María de Guadalupe! Si un ángel del cielo tiene por honra tan grande suya estar a tus pies y que en prueba de su gozo abre los brazos y extiende las alas para formar con ellas repisa a tu Majestad, ¿qué deberé yo hacer para manifestar mi veneración a tu persona, no ya la cabeza, ni los brazos, sino mi corazón y mi alma para santificándola con tus divinas plantas se haga trono digno de tu soberanía?
Dígnate, Señora, de admitir este obsequio; no lo desprecies por indigno a tu soberanía, pues el mérito que le falta por mi miseria y pobreza lo recompenso con la buena voluntad y deseo
Entra a registrar mi corazón y verás que no lo mueven otras alas sino las del deseo de ser tuyo y el temor de ofender a tu Hijo divinísimo. Forma trono de mi corazón, y ya no se envilecerá dándole entrada a la culpa y haciéndose esclavo del demonio. Haz que no vivan en él sino Jesús y María. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.

Quinto Día
¿Qué correspondía a quien es un cielo por su hermosura, sino uno lleno de estrellas? ¿Con qué podía adornarse una belleza toda celestial, sino con los brillos de unas virtudes tan lúcidas y tan resplandecientes como las tuyas?
Bendita mil veces la mano de aquel Dios que supo unir en ti hermosura tan peregrina con pureza tan realzada, y gala tan brillante y rica con humildad tan apacible. Yo quedo, Señora, absorto de hermosura tan amable, y quisiera que mis ojos se fijaran siempre en ti para que mi corazón no se dejara arrastrar en otro afecto que no sea el amor tuyo.
No podré lograr este deseo si esos resplandecientes astros con que estás adornada no infunden una ardiente y fervorosa caridad, para que ame de todo corazón y con todas mis fuerzas a mi Dios, y después de mi Dios a Ti, como objeto digno de que lo amemos todos. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.

Sexto Día
¡Oh Santísima Virgen María de Guadalupe! ¡Qué bien dice a tu soberanía ese tapete que la luna forma a tus sagradas plantas! Hollaste con invicta planta las vanidades del mundo, y quedando superior a todo lo creado jamás padeciste el menguante de la más ligera imperfección: antes de tu primer instante estuviste llena de gracia.

Miserable de mí, Señora, que no sabiéndome mantener en los propósitos que hago, no tengo estabilidad en la virtud y sólo soy constante en mis viciosas costumbres.

Duélete de mí, Madre amorosa y tierna; ya que soy como la luna en mi inconstancia, sea como la luna que está a tus pies, esto es, firme siempre en tu devoción y amor, para no padecer los menguantes de la culpa. Haz que esté yo siempre a tus plantas por el amor y la devoción, y ya no temeré los menguantes del pecado sino que procuraré darme de lleno a mis obligaciones, detestando de corazón todo lo que es ofensa de mi Dios. Amén.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.

Séptimo Día
¡Oh Santísima Virgen María de Guadalupe! Nada, nada veo en perfecciones de que te dotó el Señor a tu alma inocentísima. Ese lienzo grosero y despreciable; ese pobre pero feliz ayate en que se ve estampada tu singular belleza, dan claro a conocer la profundísima humildad que le sirvió de cabeza y fundamento a tu asombrosa santidad.
No te desdeñaste de tomar la pobre tilma de Juan Diego, para que en ella estampase tu rostro, que es encanto de los ángeles, maravilla de los hombres y admiración de todo el universo. Pues, ¿cómo no he de esperar yo de tu benignidad, que la miseria y pobreza de mi alma no sean embarazo para que estampes en ella tu imagen graciosísima?
Yo te ofrezco las telas de mi corazón. Tómalo, Señora, en tus manos y no lo dejes jamás, pues mi deseo es que no se emplee en otra cosa que en amarte y amar a Dios. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.

Octavo Día
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué misteriosa y qué acertada estuvo la mano del Artífice Supremo, bordando tu vestido con esa orla de oro finísimo que le sirve de guarnición! Aludió sin duda a aquel finísimo oro de la caridad y del amor de Dios con que fueron enriquecidas tus acciones. Y ¿quién duda, Señora, que esa tu encendida caridad y amor de Dios estuvo siempre acompañada del amor al prójimo y que no, por verte triunfante en la patria celestial, te has olvidado de nosotros?
Abre el seno de tus piedades a quien es tan miserable; dale la mano a quien caído te invoca para levantarse; tráete la gloria de haber encontrado en mí una misericordia proporcionada, más que todas, a tu compasión y misericordia. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.

Noveno Día
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¿Qué cosa habrá imposible para ti, cuando multiplicando los prodigios, ni la tosquedad ni la grosería del ayate le sirven de embarazo para formar tan primoroso tu retrato, ni la voracidad del tiempo en más de cuatro siglos ha sido capaz de destrozarle ni borrarle?
¡Qué motivo tan fuerte es este para alentar mi confianza y suplicarte que abriendo el seno de tus piedades, acordándote del amplio poder que te dio la Divina Omnipotencia del Señor, para favorecer a los mortales, te dignes estampar en mi alma la imagen del Altísimo que han borrado mis culpas!
No embarco a tu piedad la grosería de mis perversas costumbres, dígnate sólo mirarme, y ya con esto alentaré mis esperanzas; porque yo no puedo creer que si me miras no se conmuevan tus entrañas sobre el miserable de mí. Mi única esperanza, después de Jesús, eres tú, Sagrada Virgen María. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.

Mirar, vigilar y hacer.

Santo Evangelio según San Marcos 13,33-37. I Domingo de Adviento. Ciclo B

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Concédeme la gracia, Señor,de tener un corazón dócil a tu voluntad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

A pocos días de la solemnidad de la Inmaculada concepción de María, el evangelio de hoy nos invita a "mirar, vigilar y hacer".

Mirar: las maravillas que Dios ha creado para nosotros, todo lo bueno que hemos vivido en nuestra familia y grupo de amigos. Esos momentos de alegría que hemos compartido, momentos difíciles en que lloramos, nos encontramos solos, tristes; pero siempre ha habido alguien que nos ha consolado, nos ha animado a seguir adelante y por lo que hemos comprendido que no estamos solos.

Vigilar:

  1. Cada detalle de nuestra vida de gracia, los detalles en nuestra familia, en nuestra vida de esposas (os), como hijas (os), como hermanas (os), o como novias (os).
  2. Que el fuego de amor, que existe, arda cada día más.

Los detalles en nuestra vida de padre, madre, en nuestro trabajo, en nuestra vida de hija (o) en nuestra vida de estudiante, para que la ligereza, la superficialidad no entren en nuestra vida.

Hacer:

  1. Con amor y responsabilidad nuestra parte y un poco más en nuestra vida.
  2. Sonreír y dar lo mejor de nosotros. Como papá o mamá guía, acompañemos a nuestras hijas (os), sin juzgarles - sabemos que muchas veces tomarán decisiones no muy acertadas. Como hijas (os) seamos amigas (os) de nuestros padres, apoyémoslos, abrasémoslos y hagamos que sientan nuestro amor.

Y, sobre todo, busquemos estar con Dios, quien sabe que somos débiles pero siempre nos espera con los brazos abiertos.

La revolución verdadera consiste únicamente en mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno. Y ¿qué puede salvarnos sino el amor?
(Cf Discurso de S.S Benedicto XVI, 20 de agosto 2005).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Señor, dame la gracia de imitar a la Santísima Virgen María quien te miraba con amor, vigilaba su vida de gracia y hacia siempre tu voluntad.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré por y con amor todas mis actividades del día.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

PIDE QUE HONDURAS "SUPERE DE FORMA PACÍFICA EL ACTUAL MOMENTO DE DIFICULTAD"
El Papa lleva en el corazón a los pueblos "nobles y sonrientes" de Myanmar y Bangladesh
"El Señor me concedió encontrar aquellas poblaciones y ser edificado por ellas"

José Manuel Vidal, 03 de diciembre de 2017 a las 11:52

El Papa en la ventana en Navidad

RELIGIÓN | VATICANO

Tener una mirada de comprensión, para reconocer las miserias y pobrezas del invididuo y de la sociedad y las riquezas escondidas en las pequeñas cosas de todos los días

(José M. Vidal).- Recién aterrizado de su vibrante visita a Myanmar y Bangladesh y con el corazón dolorido por el drama de los rohingya, que le hizo llorar, el Papa Francisco vuelve a la cátedra de la ventana. Para invitar a la vigilancia propia del Adviento, dar las gracias a los pueblos "nobles y sonrientes" de Myanmar y Bangladesh, y pedir por Honduras "para que supere de forma pacífica el actual momento de dificultad".

Algunas frases de la catequesis del Papa

"Hoy iniciamos el camino del Adviento, que culminará en la Navidad"

"Es el tiempo que nos es dado para acoger el Señor, que viene a nuestro encuentro"

"También para verificar nuestro deseo de Dios"

"Eñ Señor viene siempre que estemos dispuestos a recibirlo"

"Y vendrá al final de los tiempos"

"Debemos estar siempre vigilantes"

"Jesús nos dice: 'No sabéis cuando es el momento'"

"No dejarse llevar por la distracción ni por la superficialidad"

"La persona atenta se dirige, pues, al mundo, intentando constrastar la indiferencia"

"Tener una mirada de comprensión, para reconocer las miserias y pobrezas del invididuo y de la sociedad y las riquezas escondidas en las pequeñas cosas de todos los días"

"No dejarse vencer por el sueño de la desilusión o de la falta de esperanza"

"Rechazar las vanidades del mundo"

"También nosotros somos infieles, a veces, a la llamada del Señor"

"Buscamos la felicidad en otra parte"

"Atentos y vigilantes, presupuestos para no alejarse de las vías del Señor"

"Atentos y vigilantes son las condiciones para permitir a Dios irrumpir en nuestra existencia"

"María Santísima nos guíe"

Texto completo de la alocución del Papa antes del rezo del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy comenzamos el camino de Adviento, que culminará en la Navidad. El Adviento es el tiempo que se nos da para acoger al Señor que viene a nuestro encuentro, para verificar nuestro deseo de Dios, para mirar hacia adelante y prepararnos para el regreso de Cristo. Él regresará a nosotros en la fiesta de Navidad, cuando conmemoraremos su venida histórica en la humildad de la condición humana; pero Él viene dentro de nosotros cada vez que estamos dispuestos a recibirlo, y vendrá de nuevo al final de los tiempos «para juzgar a los vivos y los muertos». Por eso debemos estar siempre prevenidos y esperar al Señor con la esperanza de encontrarlo. La liturgia de hoy nos introduce precisamente en el sugestivo tema de la vigilia y de la espera.

En el Evangelio (Mc 13,33-37) Jesús nos exhorta a estar atentos y a velar, para estar listos para recibirlo en el momento de su regreso. Nos dice: «Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo [...] para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo». (vv. 33-36).

La persona que está atenta es la que, en el ruido del mundo, no se deja llevar por la distracción o la superficialidad, sino vive en modo pleno y consciente, con una preocupación dirigida en primer lugar a los demás. Con esta actitud somos conscientes de las lágrimas y las necesidades del prójimo, y podemos captar también las capacidades y cualidades humanas y espirituales.

La persona atenta se dirige luego también al mundo, tratando de contrarrestar la indiferencia y la crueldad en él, y alegrándose de los tesoros de belleza que también existen y que deben ser custodiados. Se trata de tener una mirada de comprensión para reconocer tanto las miserias y las pobrezas de los individuos y de la sociedad, tanto la riqueza escondida en las pequeñas cosas de cada día, precisamente allí donde el Señor nos ha colocado.

La persona vigilante es aquella que acoge la invitación a velar, es decir, a no dejarse abrumar por el sueño del desánimo, la falta de esperanza, la decepción; y al mismo tiempo rechaza la solicitud de las tantas vanidades de las que desborda el mundo y detrás de las cuales, a veces, se sacrifican tiempo y serenidad personal y familiar.

Es la experiencia dolorosa del pueblo de Israel, narrada por el profeta Isaías: Dios parecía haber dejado vagar su pueblo, lejos de sus caminos (cf. 63.17), pero esto era el resultado de la infidelidad del mismo pueblo (cf. 64,4b). También nosotros nos encontramos a menudo en esta situación de infidelidad a la llamada del Señor: Él nos muestra el camino bueno, el camino de la fe y el amor, pero nosotros buscamos la felicidad en otra parte.

Ser atentos y vigilantes son los presupuestos para no seguir "vagando lejos de los caminos del Señor", perdidos en nuestros pecados y nuestras infidelidades; son las condiciones para permitir a Dios irrumpir en nuestras vidas, para restituirle significado y valor con su presencia llena de bondad y de ternura. María Santísima, modelo de espera de Dios e ícono de vigilancia, nos guíe hacia su Hijo Jesús, reavivando nuestro amor por él.

Saludos del Papa después del ángelus

"Esta noche he regresado del viaje apostólico a Myanmar y Bangladesh. Agradezco a todos los que me han acompañado con la oración, y los invito a unirse a mi acción de gracias al Señor, que me ha permitido encontrar a esas poblaciones, en particular las comunidades católicas, y a ser edificado por su testimonio. rostros extenuados por la vida, pero nobles y sonrientes. Los tengo a todos en mi corazón y en oración"

"En mi oración recuerdo especialmente al pueblo de Honduras para que pueda superar de forma pacífica el actual momento de dificultad"

Encuentro Con Los Jesuitas En Bangladesh © @Antoniospadaro

(ZENIT – 2 Dic. 2017).- El Papa Francisco se ha encontrado con 16 jesuitas en Bangladesh, en Dhaka, el viernes, 1 de diciembre 2017, indica el padre jesuita Antonio Spadaro, director de la Civiltà Cattolica, quien participó en el encuentro, junto con el traductor del Santo Padre.

Los jesuitas se sentaron en círculo alrededor del Papa y le hicieron preguntas. En la reunión surgieron preguntas, respuestas, reflexiones, humor, recuerdos, perspectivas de futuro, y sesión de fotos, narra el padre Antonio Spadaro, autor de las fotografías.

Vemos en las fotos al Papa Francisco particularmente sonriente y relajado, e incluso estallando en carcajadas. Una reunión fraternal después de “días difíciles”, como dijo el cardenal Charles Bo en Myanmar.

 

 

 

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