Que se alegren los cielos y regocije la tierra...ante el Señor que viene
- 02 Diciembre 2017
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- 02 Diciembre 2017
Evangelio según San Lucas 21,34-36.
Jesús dijo a sus discípulos:
"Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Bibiana (Viviana), Santa
Mártir, 2 de diciembre
Martirologio Romano: En Roma, santa Bibiana, mártir, a quien el papa san Simplicio dedicó una basílica en el Esquilino (s. inc.).
Etimologicamente: Bibiana = "aquella que vive", es de origen latino.
Breve Biografía
Ya se menciona en el Liber Pontificalis el culto a la mártir Bibiana cuando se afirma en él que el Papa Simplicio (468 - 473) le dedicó una basílica. Restaurada en el siglo XVII por el infatigable papa Urbano VIII quien con su pasión renacentista, además de salvar un monumento antiguo, quiso dejar un testimonio litúrgico del hallazgo incluyendo en el calendario de la Iglesia universal la fiesta de Santa Bibiana en el día 2 de Diciembre. La basílica tiene tres naves divididas por ocho columnas antiguas y contiene una escultura graciosa de la Santa esculpida por Bernini. Está situada cerca de la vía férrea, da nombre al túnel por donde se ésta se cruza —Arcos de Santa Bibiana— se halla próxima a la Stazione Termini.
¿Quién fue Santa Bibiana?
Bernini, todo arte, la representa con los instrumentos del martirio que le dieron la Vida: la columna donde fue flagelada, los azotes, la corona del martirio y la sonrisa en su cara. Pero todo ello, con ser verdadero, es cosa común y aplicable a la mayor parte de los mártires cristianos en la Roma pagana, por lo que es decir mucho y, al mismo tiempo, nada acerca de un personaje concreto.
El relato de las actas no es fiable. Las actas de los mártires que comienzan a proliferar y los escritos aún más tardíos del martirio no son dignos de crédito histórico por las añadiduras apócrifas y contradicciones que contienen. Incluso los datos que se mencionan, como hacer responsable de su martirio al emperador Juliano el Apóstata, adolecen de un pronunciado desinterés cronológico. La leyenda de nuestra santa que relata pormenorizadamente su martirio es una novela ejemplar que aplica un esquema general romano.
Pero es cierto que Santa Bibiana existió y que fue mártir. Posiblemente también existieron su madre Dafrosa y su hermana Demetria cuyos sarcófagos intactos se descubrieron debajo de los dos vasos de vidrio con inscripciones que conservaban las reliquias de la Santa. La historia se remonta como más remoto documento al papa Simplicio que se sitúa en el siglo V. La veneración de esta mártir es anterior al ese dato. Y por ello no está lejos de la verdad histórica la afirmación de que vivió santa Bibiana a finales del siglo III, antes incluso de lo que cantan las actas.
Es, pues, Bibiana una santa de la que poco sabemos por los documentos que pueden aducirse con valoración histórica cierta. Conocemos su existencia y la entrega colmada, definitiva, que de su vida hizo a Dios, dándole un sí apoteósico con el martirio. Todo lo demás ¿qué importa? Al fin y al cabo, las piedras talladas, papiros, pellejos, papeles y datos informáticos en donde pueda constar la historia más completa de cualquier santo no son más que raspar en la corteza sin alcanzar jamás ese núcleo personal de la relación entre el santo —la santa en nuestro caso— y Dios. Lo que consta en los archivos nos puede llevar al reconocimiento de sus virtudes, pero la reciprocidad de amores entre redimido y Redentor es un misterio siempre escondido para la historia y patente sólo cabe Dios.
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Homilía sobre el salmo 95, 14-15, CCL 39, 1351-1353)
“Que se alegren los cielos y regocije la tierra...ante el Señor que viene” (Sal 96)
“Que griten de júbilo los árboles del bosque” (Sal 96,12). El Señor ha venido una primera vez para juzgar la tierra. Encontrará saltando de gozo a aquellos que han creído en su primera venida, “porque viene”. Aunque tú seas injusto ¿el juez no será justo? Porque tu eres un mentiroso ¿la verdad no será verídica? Si quieres hallar un juez misericordioso, sé tú misericordioso antes de que venga. Perdona si te han ofendido, da de los bienes que posees en abundancia.
Y ¿de qué darás sino de lo que has recibido? Si dieras de tus bienes serías generoso. Pero como das de lo que has recibido del Señor, no haces otra que cosa que restituir. “¿Qué tienes que no hayas recibido?” (1Cor 4,7). Estos son los sacrificios agradables a Dios: misericordia, humildad, agradecimiento, paz, caridad. Si aportamos estos dones, esperaremos con tranquilidad la llegada del juez “que viene a juzgar la tierra: gobernará el mundo con justicia, a las naciones con fidelidad” (Sal 96,13).
¿Embotado o despierto?
Santo Evangelio según San Lucas 21,34-36. Sábado XXXIV del tiempo ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
¡Oh María, prepara mi corazón para recibir a tu Hijo! Tú que eres inmaculada, purifica mi corazón de todo odio, rencor o envidia. Tú que eres humilde, muéstrame el remedio para mi soberbia y vanidad. Tú que eres Reina del cielo y esclava del Señor, libera mi corazón de los apegos que me apartan de Dios y enséñame a servirle con amor y entrega como tú. Así sea.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio de hoy se mueve entre dos advertencias de Cristo: "No se os embote la mente." "Estad siempre despiertos." Son como dos señales en el camino del Adviento. Para poder avanzar seguros hacia Belén, debemos seguir estas dos indicaciones.
Adviento es un tiempo para"pulir" el corazón y quitar todo lo que quita finura. Por el contrario, un corazón que vive entre vicios, placeres o agobios no es libre para amar a Dios. Preguntémonos hoy, en esta oración: ¿Hay algo en mi corazón que lo pueda embotar? ¿Me dejo esclavizar por algún vicio o mal hábito, por el criterio del placer y la comodidad, por angustias y preocupaciones innecesarias? ¡Ahora es el tiempo para dejar eso atrás!
Adviento es un tiempo para "mantenernos despiertos". Jesús vendrá de noche, y sólo lo van a recibir aquellos que, como los pastores, se encuentren en vela. Es decir, aquellos que tienen los ojos bien abiertos ante la acción de Dios. No podemos caer dormidos en lo superficial, en el ritmo del mundo. La oración constante -como ésta misma que estamos haciendo- es un ejercicio para despertar el sentido sobrenatural de fe y escuchar a Dios que habla en la noche y en el silencio…
Como cristianos, queremos evitar los vicios y vivir de manera sobrenatural, no sólo ahora sino todo el año. Pero no podemos sólo con nuestras fuerzas. Por eso Cristo nos dice también que estemos "pidiendo fuerza."Es Él mismo quien nos mantiene en pie ante su presencia y nos ayuda a luchar cada día. Precisamente para eso vino al mundo.
Y tiene el valor de hacerse preguntas sobre la verdad y muchas cosas. Debemos aprender a desafiar el presente. Una vida espiritual sana genera jóvenes despiertos, que ante algunas cosas que hoy nos propone esta cultura -"normal" dicen, puede ser, no sé...- se pregunten: "¿Esto es normal o esto no es normal?
(Discurso de S.S. Francisco, 27 de mayo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy pondré todas mis preocupaciones en las manos de Dios, rezando la jaculatoria: "¡Ven, Señor Jesús!".
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿QUÉ HARÍA CRISTO EN MI LUGAR?
Me ha costado. Pero, poco a poco, me voy llenando de una confianza esplendida en Dios y su voluntad.
Me ha costado. Pero, poco a poco, me voy llenando de una confianza esplendida en Dios y su voluntad. Y es que no es fácil vivir el Evangelio: amar al que no te ama, perdonar al que te hace daño, confiar en las promesas de Dios, aprender a vivir en sus manos amorosas.
La verdad es que con mis fuerzas, jamás podría. Por eso creo que “todo” es gracia de Dios...
Jesús, sabiendo cómo somos, nos dejó este consejo maravilloso, para fortalecer nuestras vidas:
“Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.» (Mc 14,38)
Pienso mucho en cuánto me falta la oración.
Hace poco una persona amable, en apariencia, se me acercó para conversar. Al final, cuando me despedía, y estaba desprevenido, lanzó una palabra hiriente, sonriendo de satisfacción. Fue un momento extraño. Perdoné sin comprender. Y es que para perdonar, basta amar.
La gracia de Dios te ayuda a no perder la serenidad, mirar con ojos compasivos, tener caridad con todos. Y pedir perdón tan pronto podamos por nuestros errores.
Recordé aquello que una vez leí:
“Cuando hablamos mal de una persona, o lo indisponemos ante otros, es como lanzarle un dardo envenenado al corazón. Pero ese dardo, antes de llegar a tu victima, primero atraviesa el corazón amable de Dios”.
En situaciones así, me encanta recordar este pensamiento de san Alberto Hurtado: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”.
Me parece que la respuesta es: Amar. Perdonar. Devolver bien por mal.
Una vez, un desconocido telefoneó a mi casa. Respondí y empezó a decir malas palabras y a ofender. Con calma, empecé a rezar en voz alta, mientras él hablaba:
“Dios te salve María, llena eres de gracia…”
La persona al escuchar mi oración se detuvo. Titubeó.
“Ehh… No sabía… perdone, perdone…” y colgó.
El amor todo lo puede. Y todo lo da.
Terapia espiritual en 3 pasos para enfrentar la depresión
En las grandes crisis existenciales sólo existe una tabla de salvación para no ahogarse en el mar de la depresión... ¡La terapia espiritual!
Caminar hacia la depresión siempre lleva a la destrucción.
Hay un momento en la vida en el que, quizás afortunadamente, a cada persona le llegan problemas que no logrará solucionar ni con dinero, ni con amistades influyentes, ni con brillantes cualidades personales, y ante esos tremendos problemas sólo existe una tabla de salvación para no ahogarse en el mar de la depresión y de la desesperanza: la terapia espiritual. Esto cura todo lo que la naturaleza no logra remediar. Los demás remedios resultan todos ineficaces en casos graves, muy frecuentes en la actualidad, por cierto.
Un universitario exclamaba: "Yo ya no necesito de Dios ni de la religión".
Este tipo de ideas trae una penosa consecuencia: que la mayoría de la gente cuenta ahora con muy pocas reservas espirituales de las cuales poder disponer en un tiempo de congoja mental, emocional o física. Y ese gigantesco vacío de Dios que hay en la gente actual complica seriamente sus problemas y dificulta inmensamente su curación.
El papá de este Joven, un profesional muy equilibrado y curtido en las luchas de la vida, le respondió: "No digas «YA no necesito de Dios y la religión»" ¿Por qué mejor no dices: «me parece que TODAVÍA no descubro que los necesito?» Porque en la vida te llegarán problemas tales que, si Dios no te echa una mano, perecerás apabullado por ellos, y ningún ser humano, ni tu estabilidad económica, ni siquiera tu miseria, serán capaz de librarte de sofocante peso".
A continuación se exponen 3 recomendaciones para dejar atrás la depresión con un enfoque espiritual
1.- Sigue el camino sobrenatural.
La dimensión natural es seguir el camino que indica la propia naturaleza, pero existen otros dos caminos: la dimensión preternatural, que es el camino a la destrucción, pero la dimensión sobrenatural es el camino al Creador.
Si una persona me hiere, el camino natural es perder la confianza y cuidarse de nuevas agresiones, el camino preternatural es odiar y vengarse, pero el camino sobrenatural es, además de perdonar, ofrecer el perdón y hacer oración y ayuno por la persona que nos hirió para que también ella crezca.
2.- Hazte acompañar en tu caminar espiritual
Dice el dicho: Dime con quien andas, y te diré quién eres. Una de las más graves tragedias de nuestro tiempo es que los ignorantes espirituales instalados en los colegios, universidades, periódicos, televisión, cine y demás medios de comunicación han hecho un lavado cerebral tan desastroso a nuestra gente, que muchas personas han llegado a imaginarse que son simplemente animales, sin dimensión espiritual o sobrenatural, destinados a vivir gorditos y bien atendidos en esta vida, como pollitos en el gallinero con clima controlado y televisión por cable, o como unos gorilas con bolsas de marca y vestuario de moda, o quizás, como unos perritos acomodados con la mejor tecnología y los mejores estudios, sin proyección hacia la eternidad ni deberes para con un Dios Creador y Juez.
Así que lo que debes hacer es conseguir un guía espiritual, si no tienes uno al alcance, puedes por lo menos, leer la vida de los Santos.
3.- Sirve a los demás.
En la dimensión espiritual, el vacío siempre invita al desastre. Por eso cuando se está vacío de Jesús y de principios espirituales se va camino del fracaso, aun cuando es un camino rodeado de comodidades o incluso de carencias, esto no es lo que marca la diferencia.
En una ocasión, recomendaba a un estudiante que sirviera a otros para aliviar su tristeza, y como respuesta me decía: le hablaré a mi padre para que me consiga un puesto de practicante en una empresa, y, como no se mucho de mi carrera todavía, así aprenderé y tendré mejores oportunidades aunque no me paguen. ¡Qué lejos estaba de servir! El servir significa darse a los demás, dar tu tiempo en una casa hogar de niños; compartir lo que dejas de comer cuando ayunas, con un indigente (que bien conoces, porque hay miles); participar en la limpieza de tu casa…
Y recuerda siempre, que ¡la depresión se asusta cuando te acercas a los sacramentos!
VISITA LA CASA MADRE TERESA Y LA IGLESIA DEL SANTO ROSARIO
Al Papa se le encoge el corazón ante los niños huérfanos de Bangladesh
Previno del peligro de las divisiones en el seno de las comunidades católicas y del mal que hacen "los chismes"
Francisco, con un niño huérfano en Bangladesh
A la hora de dirigirse a los sacerdotes, religiosas y religiosos, seminaristas y novicias, Francisco sustituyó el discurso que había preparado para improvisar una charla en español, que fue traducida al inglés
- El Papa pide a la comunidad internacional "inmediata asistencia material al Bangladesh" para acoger a los rohingya
- El Papa viaja a Bangladesh con un mensaje de "reconciliación, perdón y paz"
El papa Francisco dedicó su último día en Bangladesh a visitar la Casa Madre Teresa y la Iglesia del Santo Rosario, dos ejemplos de la actividad de la Iglesia católica en el país y donde se acoge a los mas necesitados, a enfermos y a niños huérfanos.
Francisco dejó atrás la parte política y de diálogo interreligioso de ese viaje, además de la cuestión de los rohinya - la minoría musulmana perseguida en Birmania y que ha huido masivamente hacia Bangladesh - para dedicarse hoy a los más necesitados.
Su primera etapa fue la Casa Madre Teresa de Tejgaon, la más pequeña de las gestionadas por las Misioneras de la Caridad y donde se alojaba la santa de Calcuta cuando viajaba al cercano Bangladesh.
Sus moradoras ayudan a huérfanos, discapacitados mentales y físicos y cuenta con cerca de un centenar de camas para los más necesitados.
También visitó una pequeña exposicióndedicada a la madre Teresa de Calcuta, fundadora de las hermanas de la Caridad y que fue declarada santa el año pasado tras un rápido proceso de canonización tan solo 19 años después de su muerte.
El pontífice argentino hizo una visita privada a ese pequeño centro donde le esperaban algunos niños y enfermos y entró en las dos pequeñas salas donde están hospitalizados algunos de ellos deteniéndose con cada persona para una bendición.
Después caminó a la Iglesia del Santo Rosario, donde se reunió con los religiosos y religiosas del país, que le recibieron con fuertes aplausos y gran entusiasmo, sobre todo entre las monjas.
Tras el encuentro hizo una breve parada para una oración en el cementeriodonde están enterrados muchos de los religiosos católicos de este país y esparció agua bendita entre las tumbas.
Prosiguió su recorrido por este complejo del "Santo Rosario", que cuenta también con dos centros educativos y un orfanato, y entró en la antigua iglesia del Santo Rosario, de fachada color azul.
Dentro de la Iglesia le esperaban algunos de los huérfanos que viven en este lugar, a los que el papa les pidió que rezaran todas las noches antes de irse a dormir y que rezasen por él.
Con un encuentro esta tarde con jóvenes en la Universidad de Notre Dame concluirá su visita a Bangladesh. (RD/Efe)
El papa Francisco en Bangladesh
El Papa insta a los obispos de Bangladesh a valorar los carismas de los laicos
En el encuentro que mantuvo con los Obispos de Bangladesh, el Papa Francisco exhortó a prestar atención a las necesidades de los jóvenes, de cara al Sínodo que reflexionará sobre ellos en el Vaticano en 2019, y valorar los carismas de los laicos.
El Papa pidió a los prelados asegurar “que los candidatos estén bien formados para comunicar a los demás, y en particular a sus propios contemporáneos, la riqueza de la fe”. “En un espíritu de comunión que une a las generaciones, ayudadlos a llevar adelante con alegría y entusiasmo el trabajo que otros han comenzado, sabiendo que algún día a ellos mismos les tocará, a su vez, transmitirlo”.
Por otro lado, pidió mantener “una cercanía pastoral cada vez mayor hacia los fieles laicos” puesto que “es necesario promover su participación efectiva en la vida de vuestras Iglesias particulares, a través de las estructuras canónicas que permiten escuchar sus voces y apreciar sus experiencias”.
“Reconoced y valorad los carismas de los laicos y laicas, y animadlos a poner sus dones al servicio de la Iglesia y de la sociedad en su conjunto”, afirmó.
En su segundo día en Bangladesh, el Papa Francisco se reunió con la Primera Ministra del país, Shekh Hasina, en la Nunciatura que se encuentra situada en la ciudad de Daca. Después, se trasladó hasta el Arzobispado para visitar la catedral.
Una vez en ella, el Pontífice fue acogido por el Cardenal Patrick D’Rozario, Arzobispo de Daca. Allí bendijo las placas conmemorativas de las visitas papales de Pablo VI en 1970, Juan Pablo II en 1986 y la suya propia. También las placas de dos nuevos edificios para los ancianos y los sacerdotes.
A continuación, saludó a 20 miembros del Comité Organizador de la visita y entró en la catedral acogidospor el párroco, un sacerdote y una religiosa. En la catedral estuvieron presentes unas 700 personas, entre ellas algunos benefactores a los que el Pontífice saludó y bendijo.
Francisco también oró durante unos segundos en silencio delante de la Capilla del Santísimo, y ya fuera de la iglesia, rezó en la tumba de los tres obispos precedentes.
Por último, caminó hasta la casa de los sacerdotes ancianos, en el complejo del Arzobispado, donde se celebró este encuentro con los Obispos de Bangladesh.
Al hablar de la acción social de la Iglesia en aquel país, dio las gracias a los que “trabajan silenciosamente para apoyar a las familias cristianas en su misión de dar cada día testimonio del amor reconciliador del Señor y de dar a conocer su poder redentor”.
La “actual crisis de los refugiados” también ocupó parte de su intervención. En Santo Padre manifestó que “aún queda mucho por hacer” y señaló que “la inspiración para sus obras de asistencia a los necesitados debe ser siempre esa caridad pastoral que sabe reconocer en seguida las heridas humanas y que responde con generosidad a cada uno personalmente”.
Para el Papa también es de suma importancia el respeto entre las diversas religiones del país, por lo que les instó a trabajar “tenazmente en construir puentes y en fomentar el diálogo, ya que estos esfuerzos no sólo facilitan la comunicación entre los diferentes grupos religiosos, sino que también despiertan las energías espirituales necesarias para la construcción de una nación unida, justa y en paz”.
“Cuando los líderes religiosos se pronuncian con una sola voz contra la violencia, que pretende hacerse pasar por religión, y tratan de reemplazar la cultura del conflicto con la cultura del encuentro, acuden a las raíces espirituales más profundas de sus diversas tradiciones”, concluyó.
¿Se salvan las personas de otras religiones?
Así como Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, así también la Iglesia es el medio único de salvación
Pregunta:
¿Se pueden salvar los que no pertenecen a la Iglesia? Respecto de la Salvación, que implica estar en comunión con Dios, que pasa con nuestros hermanos de otras religiones, sectas y demás; como ser musulmanes, judíos, budistas, hinduistas, protestantes, Testigos de Jehová, etc. Si no reconocen a Jesucristo como Dios, ¿podrán estar en comunión con El y compartir la vida eterna? ¿Quien se va a condenar? Esteban
¿Hay salvación fuera de la Iglesia? Elena
Los que no conocen a Dios o nunca les predicaron; ¿se condenan? ¿no hay salvación para ellos? Julián.
Respuesta:
Estimados:
La enseñanza de la Iglesia es que ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’. Pero debemos entender muy bien esta afirmación para no darle un sentido equívoco.
Podemos resumir la enseñanza de la Iglesia diciendo lo siguiente: ‘Así como Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, así también la Iglesia es el medio universal y único de salvación. Ningún hombre puede pues salvarse sin pertenecer a ella, ya sea con toda realidad, ya sea cuando menos por su disposición profunda’.
La doctrina de la Iglesia debe unificar al mismo tiempo varias verdades, que son:
a) que Dios quiere realmente la salvación de todos los hombres;
b) que la Iglesia es el único sacramento de salvación, y que es necesario pertenecer a ella para poder salvarse;
c) que no hay sin embargo dos Iglesias, universal pero invisible una, y visible pero limitada la otra, sino que en la tierra existe solamente una misma y única Iglesia, a la vez visible e invisible. mística e institucional.
Intentemos explicar este misterio:
La Iglesia, único sacramento de la salvación
‘Así como Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, así también la Iglesia es el medio universal y único de salvación. Ningún hombre puede pues salvarse sin pertenecer a ella, ya sea con toda realidad, ya sea cuando menos por su disposición profunda (‘reapse vel voto’)’.
Esta tésis es de fe, según el magisterio ordinario y universal de la Iglesia confirmado por varias declaraciones, solemnes, en particular la del IV concilio de Letrán (1215): ‘existe una sola Iglesia, la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual absolutamente nadie (nullus omnino) se salva’ (Dz 430). Y la del concilio de Florencia (Dz 714). Véanse asimismo los textos de Inocencio III (Dz 423), de Bonifacio VIII en la bula Unam Sanctam (Dz 468), de Clemente VI (Dz 570 b), de Benedicto XIV (Dz 1473), de Pío IX (Dz 1647, 1677), de León XIII (Dz 1955), de Pío XII en su encíclica Mystici corporis (Dz 2286-2288), del Santo Oficio en su carta de 8 de agosto de 1949 al arzobispo de Boston a propósito del asunto Feeney (Dz 3866-3872). Resumiendo y recogiendo toda esta doctrina tradicional, el concilio Vaticano II reafirma, a su vez, ‘que esta Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación. En efecto, sólo Cristo es mediador y camino de salvación. y se hace presente a todos nosotros en su cuerpo que es la Iglesia’ (L. Gent., 14).
La fe de la Iglesia tocante a la necesidad del papel por ella desempeñado, le llega de la Escritura a través de la tradición.
a) El fundamento de la Sagrada Escritura
Una doble serie de afirmaciones jalona todo el Nuevo Testamento:
Cristo es la única fuente de salvación, el único lugar de encuentro entre Dios y los hombres. Así, bajo formas diversas: Act 4, 11-12; Rom 10, 1-14; Lc 12, 8-10; Jn 14, 1-6, etc.
En la comunicación de la salvación a los hombres, Cristo y la Iglesia forman una sola cosa: la negativa a seguir a la Iglesia equivale a una negativa a seguir a Cristo, del mismo modo que rechazar a Cristo equivale a rechazar al Padre (Lc 10, 16: ‘Quien a vosotros escucha, a mi me escucha; y quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia; pero quien me desprecia a mí, desprecia a aquel que me envió'; o también: Jn 3, 5; 13, 20: Mt 18, 17; Mc 16, 16; Gál 1. 8; Tit 3, 10; 2 Jn 10, 11, etc..).
O bien todos estos textos nada quieren decir, o bien significan claramente que, fuera de Cristo y de su Iglesia, no existe salvación posible para el hombre. Así, pues, aun cuando no figure en ellos bajo su formulación explícita, el axioma ‘fuera de la Iglesia, no hay salvación’ se remonta en su sustancia al Evangelio mismo. El concilio Vaticano II lo advierte con exactitud: ‘Al enseñarnos explícitamente la necesidad de la fe y del bautismo (Mc 16, 16; Jn 3, 5), confirmó (Cristo) al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia misma’ (L. Gent., 14).
b) El axioma ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’
La fórmula ‘fuera de la Iglesia, no hay salvación’ aparece por primera vez en san Cipriano y en Orígenes en torno al año 250. La encontramos ininterrumpidamente en los padres, tal cual, o con ligeras variantes, o traducida también en imágenes como la del arca de Noé u otras equivalentes. La encontramos también en los teólogos y en los documentos oficiales del magisterio, los más importantes de los cuales han sido ya indicados antes.
Por poco que se reflexione, se advertirá claramente que es esencial a la Iglesia ser única. En caso contrario, no sería ya la esposa del único Mediador y su cuerpo, el sacramento de la comunión universal entre Dios y los hombres. Cuando la Iglesia afirma esta unicidad como una exigencia de su fe, no reivindica pues celosamente unos derechos y unos privilegios cediendo a una tentación de imperialismo espiritual, sino que da testimonio de la misión que ella ha recibido con respecto a la humanidad. Su exclusivismo es sencillamente otro nombre de su fidelidad y de su caridad universal. Admitir una pluralidad de Iglesias equivaldría a no admitir ninguna, a rechazar la noción misma de Iglesia.
El sentido y el alcance del axioma ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’
¿Cómo, pues, interpretar correctamente este axioma? Para responder a la cuestión así planteada, examinaremos brevemente lo que a este respecto nos dicen el Nuevo Testamento y la tradición de la Iglesia.
a) El Nuevo Testamento
Lo que el Nuevo Testamento condena es, esencialmente, la negación de la verdad, y no la ignorancia pura y simple. Véase, en particular: Jn 3, 19; Mt 22, 8-9; cf. 1 Jn 4, 7.
Nunca afirma que sea suficiente invocar a Cristo o afiliarse a su Iglesia para poder salvarse. Hasta dice explícitamente lo contrario: Mt 13, 41-42; 22, 12-14; 25, 41; 1 Cor 13, 2; Gál 5, 6; Sant 2, 14; Lc 13, 9.
No excluye en parte alguna una pertenencia a Cristo y a la Iglesia simplemente latente, pero ya salvífica. Varios indicios, sin ser absolutamente perentorios, orientan incluso en este sentido. Así, por ejemplo, las palabras de Cristo a propósito de Abraham, que ‘ha visto su día’ (Jn 8,56). O aquellas que transcribe Mc 9,38-40: ‘quien no está contra nosotros, está con nosotros’, palabras que equilibran que de algún modo el ‘quien no está conmigo, está contra mí’. Véase asimismo: Jn 1, 9; Mt 2, 1; 8, 10; 15, 28; 25, 34s; 1 Jn 4. 7.
b) La Tradición de la Iglesia
Algunos Padres tuvieron una posición muy estricta; como San Fulgencio de Ruspe (siglo VI): ‘No cabe la menor duda de que no sólo todos los paganos, sino también todos los judíos, todos los herejes y cismáticos que mueren fuera de la Iglesia católica, irán al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles’.
Pero otros, sin embargo, matizan más las cosas y admiten la idea de una posible buena fe; así san Agustín, quien, siquiera de un modo disperso, distingue entre lo que un día se llamará el hereje de buena fe o hereje simplemente material, y el hereje formal. ‘Aquel, escribe, que defiende su opinión, aunque sea errónea y perversa, sin animosidad pertinaz, sobre todo cuando dicha opinión no es fruto de su audaz presunción, sino herencia de unos progenitores seducidos y arrastrados por el error; si busca la verdad escrupulosamente, pronto a abrazarla en cuanto la conozca, no debe ser clasificado entre los herejes’ (Epistola 43,1). San Ambrosio se había manifestado más explícitamente aún a propósito del emperador Valentiniano II, asesinado antes de haber recibido el bautismo que tanto deseaba: Ambrosio no puede imaginar que no haya recibido la gracia. Escribe: ‘¿No habrá, pues, recibido la gracia que deseaba, que él había pedido? Evidentemente, si la ha pedido, la ha recibido’ (De obitu Valentiniani, 51; PL 16, 1374; Rouët de Journel, 1328).
A partir de santo Tomás, la distinción entre las diferentes clases de ignorancia se hará clásica: voluntaria e involuntaria, vencible e invencible.
El tema de la necesidad de la Iglesia para la salvación se planteó de nuevo con los grandes descubrimientos. Las discusiones entre teólogos fueron muy enconadas.
Finalizado el siglo XVIII, el ‘liberalismo’ y el indiferentismo religioso provocaron una viva oposición a nuestro axioma. Son conocidas las brutales palabras de Rousseau: ‘Todo el que se atreve a decir que ‘fuera de la Iglesia, no hay salvación’, debe ser expulsado del Estado’ (Contrato social, IV, 8). El moralismo pietista de Kant y ‘la religión de la conciencia’ influyeron en idéntico sentido.
La reacción de la Iglesia ha sido clara y muy significativa. Es doble:
-Por una parte, rechaza categóricamente todo indiferentismo cuyo principio entrañe la negación del misterio de salvación del que es ella servidora. Véase, en este sentido: la encíclica Mirari vos de Gregorio XVI (Dz l613ss), la alocución de Pío IX de 9 de diciembre de 1854 (Dz 1646ss), la encíclica Quanto conficiamur moerore (10 de agosto de 1863; Dz 1677) de este mismo papa, el Syllabus (Prop. 16 y 17; Dz 1716-1717), etc. Se mantiene, pues, con firmeza el principio tradicional: ‘Fuera de la Iglesia, no hay salvación’
-Por otra parte, la condenación implicada en este axioma no apunta jamás a las personas mismas. Aun cuando el principio se formule de un modo absoluto en los textos relativos a las demás sociedades religiosas, abunda sin embargo en precisiones y en crecientes matices cuando se trata de textos referentes a la salvación efectiva de las personas que no están en contacto visible e institucional con la Iglesia. Pío IX es el primero que introduce explícitamente la consideración de la buena fe en su exposición de una doctrina tradicional ‘fuera de la Iglesia, no hay salvacion’ (Singulari quadam, 9 de diciembre de 1854, Dz 1646-1647, véase también Quanto conficiamur, 10 de agosto de 1863, Dz l677). Idéntico espíritu encontramos en León XIII (Satis cognitum) 17 y en Pío X (E Supremi Apostolatus).
El concilio Vaticano II, en la Constitución Lumen Gentium, matiza la aplicación de este principio a las diferentes categorías humanas sobre la base de una distinción mucho más clara de los diversos casos posibles: cristianos no católicos, judíos, musulmanes y adoradores del Dios único, y aquellos, en fin, que ‘buscan todavía en sombras e imágenes al Dios que desconocen’ (L.G., 16).
Ya la encíclica Mystici corporis había preparado este progreso al mencionar explícitamente a ‘quienes por cierto deseo o aspiración inconsciente están ordenados al cuerpo místico’ (Dz 3821 y CEDP, t. I. p. 1057), idea recogida y precisada por la carta del Santo Oficio (8 de agosto de 1949) relativa al asunto Feeney (Dz 3866-3873 [32 ed.]).
c) Conclusión
A la luz de estos últimos documentos, cabe resumir así la tradición de la Iglesia:
1º Es de fe que ‘la Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación’ (L. Gent.. 14).
2º ‘No podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, se negasen sin embargo a entrar o a perseverar en ella’ (L.G., 14).
3º En razón del vínculo que une a Cristo con la Iglesia, nadie puede salvarse, es decir, vivir con Cristo, sin estar de un modo u otro en comunión con la Iglesia.
4º En la aplicación de este principio a las diferentes personas, hay que tener en cuenta las circunstancias y posibilidades efectivas de cada uno. ‘Por esto, para que una persona alcance su salvación eterna, no siempre se requiere que esté de hecho incorporada a la Iglesia a título de miembro, pero si debe estar unido a ella siquiera un deseo o aspiración’ (carta del Santo Oficio al arzobispo de Boston, 8 de agosto de 1949. DS 3870).
5º ‘Incluso no siempre es necesario que esta aspiración sea explicita. En caso de ignorancia invencible, una simple aspiración implícita’ (ibid.) o inconsciente puede ser suficiente, si traduce ‘la disposición de una voluntad que quiere conformarse a la de Dios’ (ibid.). O, dicho de otro modo, esa aspiración debe expresar realmente la oposición de la vida de uno, por cuanto no puede tratarse de una especie de salvación de segunda categoría. Ese deseo debe estar asimismo animado por la caridad perfecta, implicando pues un acto de fe sobrenatural.
¿Cómo concebir psicológicamente este deseo implícito? El concilio Vaticano II habla de ‘aquellos que, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo la influencia de la gracia, en cumplir con obras su voluntad conocida mediante el juicio de la conciencia, pueden alcanzar la salvación eterna’. Y con más audacia aún: ‘Incluso a aquellos que sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios, y se esfuerzan, no sin la gracia divina, en llevar una vida recta, tampoco a ellos niega la divina Providencia los auxilios necesarios para la salvación’ (L.G., 16; cf. Gaudium et spes, 22, 5).
En todos estos textos se advierte una insistencia en los dos puntos siguientes:
-Se hace referencia a la orientación global de una vida: ‘hay que esforzarse en cumplir con obras su voluntad'; ‘hay que esforzarse en llevar una vida recta’.
-Todo esto no puede llevarse a cabo y tener un efecto ‘salvífico’ como no sea bajo la influencia de la gracia. Y sabemos precisamente que, aun cuando algunos hombres puedan dar la impresión de que están lejos – o quizá lo estén de hecho – de Dios, él en cambio no está lejos de nadie. ‘puesto que él da a todos la vida, la inspiración y todas las cosas (Act 17, 25-28), y quiere, como Salvador, que todos los hombres se salven (1 Tim 2, 5)’ (L. Gen t., 16).
Consecuencia: la mediación universal de la Iglesia y los grados de pertenencia a la Iglesia
a) La mediación universal de la Iglesia
Por ser la iglesia en el mundo el sacramento universal de la salvación, toda gracia llega a través de ella y toda gracia tiende hacia ella.
Toda gracia llega a través de la iglesia: No solamente el camino normal previsto por Cristo para comunicar su vida es el canal de los sacramentos, sino que además, siendo como es la Iglesia ‘Jesucristo difundido y comunicado’, según palabras de Bossuet, toda participación en la vida de Cristo será eclesial, aun en el caso de que sus beneficiarios no tengan conciencia de ello, ya que no existen dos especies de una misma vida cristiana, supuestamente distintas en razón de la pertenencia o no pertenencia a la Iglesia. Concretamente, dicha mediación se ejerce de dos maneras sobre todo:
-En virtud de los sacramentos, y de la eucaristía en particular. En la economía de la salvación, la misa y la cruz son dos misterios inseparables: ‘Sin la cruz, la misa sería una ceremonia vacía. Pero, sin la misa, la cruz sería una fuente sellada’ (Montcheuil).
-En virtud de las restantes plegarias y sacrificios ofrecidos por la iglesia. La encíclica Mystici corporis insiste varias veces en el papel maternal que la Iglesia desempeña con respecto al conjunto de la humanidad.
Toda gracia tiende hacia la Iglesia: Más cierto aún es que toda gracia ordena necesariamente a quien la recibe hacia la Iglesia, para que pertenezca a ella cada vez más y mejor. Cristo, escribía Isaac de Stella, ‘es un esposo humilde y fiel’, todo lo que hace, lo hace pues para su esposa. Esta fidelidad forma parte de su misterio. ‘Adondequiera que vaya ahora, a la derecha del Padre o al fondo de las almas, sigue siendo siempre el Cristo de su Iglesia y de Pedro, y los primeros momentos de su entrada en no importa qué corazón, las primeras acometidas de su gracia, que no descansa nunca y en parte alguna, serán asimismo los primeros pasos de su venida a la Iglesia’ (Mersch).
b) Los grados de pertenencia a la Iglesia
La cuestión de la pertenencia a la Iglesia no es más que una aplicación de todo lo que acaba de decirse. Dos grandes principios deben tomarse aquí en cuenta:
‘Están plenamente incorporados a la sociedad de la iglesia quienes, poseyendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitución y todos los medios de salvación establecidos en ella. y en su cuerpo visible están unidos con Cristo, el cual la rige por medio del soberano pontífice y los obispos, por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno y comunión eclesiástica’ (Lumen gentium, 14). El mismo documento añade a continuación:
-esta ‘incorporación’ a la Iglesia no asegura la salvación a quien, no perseverando en la caridad, permanece en el seno de la Iglesia sólo en cuerpo, y no en corazón;
-esta situación sobrenatural de los hijos de la Iglesia ‘debe atribuirse no a sus méritos, sino a una gracia singular de Cristo’.
También añade: ‘los catecúmenos que, movidos por el Espíritu Santo, solicitan con voluntad expresa ser incorporados a la Iglesia, por este mismo deseo ya están vinculados a ella y la madre Iglesia los abraza con amor y solicitud como suyos’ (L.G., 14).
Aun sin estar plenamente incorporado a la iglesia, es posible, sin embargo, estar unido a ella y, en este sentido, pertenecer a ella de algún modo. El concilio Vaticano II habla explícitamente de un vínculo por el que están unidos a la Iglesia todos aquellos que, aun sin estar plenamente incorporados a ella, pertenecen sin embargo a ella de algún modo (L.G., 15-16; Decreto sobre el ecumenismo, 3 y 4). Hay, pues, una pertenencia en sentido amplio (en esta última, es preciso establecer una distinción entre aquellos que admiten el Evangelio y ‘se honran con el bello nombre de cristianos’, algunos de los cuales están unidos a la Iglesia por vínculos sacramentales muy fuertes -cf. L.G. 15-, y aquellos otros que, no habiendo recibido todavía el Evangelio, están simplemente ‘ordenados al pueblo de Dios’ -ibid., 16-). Tal es la razón de que, para mejor definir y caracterizar estos diferentes casos, procedan algunos teólogos a enumerar las tres categorías siguientes:
-la incorporación plena (o pertenencia en sentido fuerte), incorporación que supone las tres condiciones clásicas recogidas por el Concilio (profesión de fe cristiana, vida sacramental, comunión con la jerarquía de la Iglesia);
-una pertenencia en sentido amplio o incompleta, caso de faltar uno o dos de los elementos antes citados;
-un cierto vinculo con la Iglesia, que ni siquiera cabe calificarlo como pertenencia, cuando no se da ninguna de las tres condiciones.