FELIZ CUMPLEAÑOS PAPA FRANCISCO
- 17 Diciembre 2017
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EL PAPA FRANCISCO CUMPLE ESTE DOMINGO 81 AÑOS: SU VIDA EN LAS PANTALLAS
Por sus películas y documentales le conoceréis
El interés de los productores internacionales en la vida de Bergoglio no conoce límites
C.D./RPP, 16 de diciembre de 2017 a las 22:03
El Papa Francisco en el cine y en la televisiónAgencias
El cortometraje 'Francisco: el Papa del Nuevo Mundo' muestra a un hombre sencillo que busca llevar el mensaje de Cristo a todos
(C.D./RPP).- Tras celebrar el pasado día 13 el 48 aniversario de su ordenación sacerdotal, el Papa Francisco cumple 81 años este domingo 17. RD celebra su aniversario trayendo al recuerdo las adaptaciones cinematográficas y televisivas más memorables de la vida del hombre que llegó a ser el primer Papa "del fin del mundo". Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el primer Papa latinoamericano, tomando el nombre de Francisco, el 13 de marzo de 2013, después de la inesperada renuncia de Benedicto XVI. Tras su elección, Francisco fue el tema principal de los medios de comunicación de todo el mundo durante ese año. Todos querían saber quién era ese cardenal jesuita, arzobispo de Buenos Aires, que había sido elegido para guiar a la Iglesia católica. La necesidad de conocer a Francisco y su vida antes de ser el Vicario de Cristo llevó a productoras internacionales a realizar documentales, películas y hasta series de televisión. En 2013, y a siete meses desde su elección, el cortometraje Francisco: el Papa del Nuevo Mundo quiso dar respuesta a la interrogante. Durante 51 minutos, el documental grabado en Argentina y producido por la Sociedad Católica Caballeros de Colón, narra detalles de su vida, mediante entrevistas a sus amigos de la infancia, sacerdotes y otras personas cercanas a él durante su trabajo pastoral en Buenos Aires y Córdoba. El cortometraje muestra a un hombre sencillo que busca llevar el mensaje de Cristo a todos. En palabras del sacerdote José María di Paola, el Santo Padre basa su servicio en la ayuda a los más necesitados.
El Papa de las Américas se estrenó en mayo de 2013 y traza el perfil del Papa Francisco a través de entrevistas, entre las que destaca una realizada a su hermana menor, María Elena Bergoglio, contando anécdotas de su infancia que marcaron su camino pastoral. La famosa History Channel también le dedicó un episodio titulado El Papa del Fin del Mundo, haciendo alusión al primer mensaje de Francisco tras ser electo. En el cortometraje, se menciona además la relación de este Papa con las profecías de Malaquías que hablan sobre el Armagedón y la llegada del jefe de la Iglesia católica número 112.
En el cine, la película Francisco: el padre Jorge, estrenada en 2015 y protagonizada por Darío Grandinetti, intenta sintetizar la vida de Jorge Mario Bergoglio en 90 minutos. Además de los documentales y cintas, el tema Francisco también ha llegado a las series de televisión. Llámame Francisco, título original de Netflix y disponible desde diciembre de 2017, es protagonizado por el actor argentino Rodrigo de la Serna. En cuatro capítulos se narra la historia de su santidad desde su juventud hasta su nombramiento como obispo de Roma. Que no sorprenda que en los próximos años, Francisco sea el tema central de otros proyectos audiovisuales. Por lo pronto, el portal Deadline filtró que el actor de Juego de Tronos Jonathan Pryce protagonizaría la cinta El Papa, que sería distribuida por Netflix y que contaría la historia de Jorge Mario Bergoglio desde la renuncia de Benedicto XVI.
Abrirnos a Dios
La fe se ha convertido para muchos en una experiencia problemática. No saben exactamente lo que les ha sucedido estos años, pero una cosa es clara: ya no volverán a creer en lo que creyeron de niños. De todo aquello solo quedan algunas creencias de perfil bastante borroso. Cada uno se ha ido construyendo su propio mundo interior, sin poder evitar muchas veces graves incertidumbres e interrogantes.
La mayoría de estas personas hace su «recorrido religioso» de forma solitaria y casi secreta. ¿Con quién van a hablar de estas cosas? No hay guías ni puntos de referencia. Cada uno actúa como puede en estas cuestiones que afectan a lo más profundo del ser humano. Muchos no saben si lo que les sucede es normal o inquietante.
Los estudios del profesor de Atlanta James Fowler sobre el desarrollo de la fe pueden ayudar a no pocos a entender mejor su propio recorrido. Al mismo tiempo arrojan luz sobre las etapas que ha de seguir la persona para estructurar su «universo de sentido».
En los primeros estadios de la vida, el niño va asumiendo sin reflexión las creencias y valores que se le proponen. Su fe no es todavía una decisión personal. El niño va estableciendo lo que es verdadero o falso, bueno o malo, a partir de lo que le enseñan desde fuera.
Más adelante, el individuo acepta las creencias, prácticas y doctrinas de manera más reflexionada, pero siempre tal como están definidas por el grupo, la tradición o las autoridades religiosas. No se le ocurre dudar seriamente de nada. Todo es digno de fe, todo es seguro.
La crisis llega más tarde. El individuo toma conciencia de que la fe ha de ser libre y personal. Ya no se siente obligado a creer de modo tan incondicional en lo que enseña la Iglesia. Poco a poco comienza a relativizar ciertas cosas y a seleccionar otras. Su mundo religioso se modifica y hasta se resquebraja. No todo responde a un deseo de autenticidad mayor. Está también la frivolidad y las incoherencias.
Todo puede quedar ahí. Pero el individuo puede también seguir ahondando en su universo interior. Si se abre sinceramente a Dios y lo busca en lo más profundo de su ser, puede brotar una fe nueva. El amor de Dios, creído y acogido con humildad, da un sentido más hondo a todo. La persona conoce una coherencia interior más armoniosa. Las dudas no son un obstáculo. El individuo intuye ahora el valor último que encierran prácticas y símbolos antes criticados. Se despierta de nuevo la comunicación con Dios. La persona vive en comunión con todo lo bueno que hay en el mundo y se siente llamada a amar y proteger la vida.Lo decisivo es siempre hacer en nosotros un lugar real a la experiencia de Dios. De ahí la importancia de escuchar la llamada del profeta: «Preparad el camino del Señor». Este camino hemos de abrirlo en lo íntimo de nuestro corazón. Domingo 3 Adviento – B (Juan 1,6-8.19-28) 17 de diciembre 2017 José Antonio Pagola
III DOMINGO DE ADVIENTO
MONICIÓN
Dentro de las imágenes utilizadas por los profetas para anunciar los tiempos mesiánicos, no solo se halla la enumeración de diferentes especies de árboles que vuelven a poblar el desierto que ha originado el pecado y lo convierten en el espacio frondoso del Edén, sino que también aparecen las flores y los aromas extraídos de las resinas de los árboles.
Al igual que el Creador dispone el jardín primero para colocar en medio al hombre y a la mujer, así imaginan las Escrituras que sucederá también cuando venga el Mesías. Pero será el mismo Salvador quien restaure la Creación.
Si miramos a los Evangelios, al inicio de su vida pública Jesús aparece tentado en el desierto, como lo fueron los primeros padres. Pero si la desobediencia volvió el Paraíso en desierto, la obediencia convirtió el desierto en huerto, y el huerto, en jardín. Y en la mañana de Pascua Jesucristo ofrecerá a su Padre la nueva creación.
TEXTO BÍBLICO
“Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos”.
TEXTOS MÍSTICO
Quedéme y olvidéme,/ el rostro recliné sobre el Amado,/ cesó todo y dejéme,/ dejando mi cuidado/ entre las azucenas olvidado (San Juan de la Cruz, Noche Oscura 8).
TEXTO PONTIFICIO
“Es importante leer los textos bíblicos en su con¬texto, con una hermenéutica adecuada, y recordar que nos invitan a « labrar y cuidar » el jardín del mundo (cf. Gn 2,15). Mientras « labrar » significa cultivar, arar o trabajar, « cuidar » significa pro¬teger, custodiar, preservar, guardar, vigilar” (Francisco, LS 67).
ÁLOE
“Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido/ con óleo de alegría más que a tus compañeros;/ mirra y áloe y casia son todos tus vestidos” (Sal 45).
¿Sientes la fragancia de la santidad? ¿La buscas? ¿Detrás de qué aromas caminas?
Evangelio según San Juan 1,6-8.19-28.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién eres tú?".
El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: "Yo no soy el Mesías".
"¿Quién eres, entonces?", le preguntaron: "¿Eres Elías?". Juan dijo: "No". "¿Eres el Profeta?". "Tampoco", respondió.
Ellos insistieron: "¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?".
Y él les dijo: "Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías".
Algunos de los enviados eran fariseos,
y volvieron a preguntarle: "¿Por qué bautizas, entonces, si tu no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?".
Juan respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen:
él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia".
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
Liturgia latina
Antífonas del Magníficat de los días 17 al 23 de diciembre
“Al día siguiente, Juan vio a Jesús, que se acercaba a Él, y dijo: “....A éste me refería yo cuando dije: -Detrás de mí viene uno que ha sido colocado delante de mí, porque existía antes que yo.-“ (Jn 1, 29-30)
-Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación.
-Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a liberarnos con el poder de tu brazo.
-Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más.
-Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
-Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
-Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra.
-Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
(Ref. bíblicas: Dt 8,5; Prov 8,22s; Hb 1,4; Ex 20; Is 11,10; 52,15; 22,22; 42,7; Lc 1,78; Mal 3,20; Ag 2,7Vulg; Is 28,16; Ef 2,14; Gn 2,5; Is 7,14)
Santo Evangelio según San Juan 1, 6-8.19-28. Domingo III de Adviento. Ciclo B.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de poder irradiar con mi vida tu gran amor. Que en mí siempre te vean a Ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
En la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Juan es enviado "para dar testimonio de la luz, para que por él todos creyeran. No era la luz, sino el que debía de dar testimonio de la luz". Ésta es nuestra tarea como hijos de Dios, ponernos delante del sol de amor y dejar que su luz se refleje en nosotros; así como la luna, refleja la luz del sol. Que cada vez que me vean, puedan ver a Dios en mí. Que pueda ser un vivo reflejo de su amor.
¿Qué hacer para irradiar a Dios? Para irradiar a Dios, debemos tener un encuentro íntimo con Él, por eso Juan se fue primero al desierto. "Por eso voy a llevarla al desierto y le hablaré al corazón" (Os. 2,16), es en el desierto donde el alma mejor se puede encontrar con Dios. Necesitamos en nuestra vida el silencio y soledad para poder escuchar la voz de Dios. Él siempre nos está hablando, pero muchas veces no lo escuchamos por el ruido que llevamos dentro.
Que mi vida sea ese desierto donde me pueda encontrar con Dios. El encuentro íntimo con el sol del amor, hará que su luz me ilumine. La luna ilumina más, cuando se encuentra directamente de frente al sol. Nuestro encuentro con el sol, nuestra vida de silencio, se da en el contacto directo con Cristo Eucaristía. Si la Eucaristía me irradia amor, debo de irradiar amor. Si me irradia paz, debo de irradiar paz. Si me irradia alegría, debo de irradiar alegría. Que mi vida sea siempre, irradiar a Dios.
¿Qué es lo que la Iglesia necesita hoy? Testigos, mártires, es decir, santos de todos los días, los de la vida ordinaria llevada adelante con la coherencia, pero también de quienes tienen el valor de ser testigos hasta el final, hasta la muerte. Todos son la sangre viva de la Iglesia. Son ellos los que llevan la Iglesia hacia adelante, los testigos; los que prueban que Jesús ha resucitado, y dan testimonio con la coherencia de vida y con el Espíritu Santo que han recibido como don.
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de abril de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una visita a Cristo Eucaristía, pidiéndole la gracia de ser un fiel reflejo de su amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Jesucristo, la gran noticia de Dios
Cómo comunicar, a través de la evangelización, la gran noticia del encuentro personal con Jesucristo para lograr la renovación personal y de la Iglesia.
Ser cristiano es ser apóstol, tener una misión. El apostolado cristiano, la evangelización, consiste en contarle al mundo nuestro encuentro personal con Jesucristo: comunicar (ante todo con la coherencia de nuestra vida) esta buena noticia, la gran noticia, la mejor noticia para cada persona y para la humanidad.
¿Y cuál es esta noticia? Que Dios no sólo nos ha hablado en su creación, en el mundo que nos rodea, y también en las Escrituras; sino que nos ha enviado a su Hijo para liberarnos del pecado y, por medio de la Eucaristía, darnos una vida plena. Esto nos hace testigos y anunciadores del Evangelio.
Jesucristo, buena noticia de Dios
Jesucristo, Evangelio de Dios para el hombre. Así se titula el primer capítulo del Documento de trabajo para el sínodo sobre la nueva evangelización. Evangelio quiere decir eso, “buena noticia”. Y Jesús es la buena noticia para el hombre porque es el gran “sí” que Dios ha pronunciado a todo lo nuestro. Dios Padre ha querido que Su Hijo, su único Hijo, se hiciera hombre, compartiera nuestra tierra y nuestra vida: tuviera una familia, un trabajo, se relacionara con los que le rodeaban, tuviese amigos, discípulos más tarde. En su vida, tal como la describen los Evangelios, encontramos respuesta a nuestros anhelos e inquietudes, trabajos, tareas y penas.
¿Y cómo comunicar esa gran noticia? Ante todo con la coherencia de nuestra conducta, también con las palabras que transmiten a otros nuestra experiencia, con los argumentos que explican por qué la fe da sentido a nuestro vivir. Los cristianos no podemos dejar de dar testimonio de este encuentro con Jesús que nos transforma, también a cada uno de nosotros, en mensajes vivos de esta “buena noticia” para quienes nos rodean.
No se trata sólo de una “información” fría y objetiva, sino de una “comunicación” en el sentido más profundo de la palabra: acción que pone en “comunión”, que une, al hacer participar de este mensaje que trae la verdadera felicidad cuando se vive auténticamente.
Las curaciones de Jesús y su atención a todos (preferiblemente a los pobres y necesitados) son signo de que “Dios es amor”, y que el amor es la única fuerza capaz de renovarnos por dentro y renovar, como consecuencia, todas las cosas.
Evangelización, llamada a la santidad y conversión
Por eso la invitación a “creer en el amor”, que se manifiesta en Cristo, es el núcleo de la fe cristiana, que se traduce en la búsqueda de la santidad. Y todo ello requiere la conversión: mirar hacia Dios que es donde está nuestra vida y nuestro futuro. Por eso la evangelización (el apostolado cristiano), la llamada a la santidad y la conversión son tres realidades que en su relación fructuosa y recíproca vivifican a los cristianos (cf. Instrumento de trabajo, n. 24).
La unión con Cristo y la vida en él conducen a evangelizar. La tarea de la Iglesia, evangelizada y evangelizadora, consiste en profundizar en su conocimiento de Cristo y anunciar y transmitir el Evangelio (el conocimiento que posee, y renueva día tras día, de Cristo y la unión con él). Y eso lo hace con la fuerza del Espíritu Santo: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (exhort. apostólica Evangelii nuntiandi, n. 14).
Ayudar a todos a encontrar a Cristo en la fe es el objetivo primario de la evangelización. Por eso, “allí donde, como Iglesia, ‘damos a los hombres sólo conocimientos, habilidades, capacidades técnicas e instrumentos, les damos demasiado poco’ (Benedicto XVI, Homilía en Múnich, 10-IX-2006)”.
Cabe notar que, en este documento de trabajo para el próximo sínodo, el término “evangelización” se toma en un sentido muy amplio, equivalente a todo lo que la Iglesia hace por el hombre. El Evangelio, es don para cada hombre y todo lo que es del hombre.
La evangelización comprende tanto la dimensión física (la compasión por las necesidades materiales, las enfermedades y los sufrimientos), como la espiritual (la liberación del pecado). Los santos son los que han recorrido este camino con diversos medios y métodos, obras e instituciones, que consideraron adecuadas en su tiempo. Fueron creativos en sus vidas para llevar a Cristo a sus contemporáneos. Hoy, muchos cristianos siguen esas trazas abiertas por los santos y continúan siendo en ellas testigos de Cristo. Para acertar en la transmisión de la alegría de la fe a los hombres y mujeres de hoy, todos los cristianos han de ser creativos, en donde quiera que se encuentren situados: en medio de los quehaceres del mundo o en la vida religiosa. A veces –y no son pocos ya en el tercer milenio- con su martirio, que da credibilidad al testimonio.
Evangelizar es abrir a una vida plena
Con todo, no faltan falsas convicciones que se oponen a la evangelización. Algunos sostienen que supone limitar la libertad, de modo que bastaría ayudar a las personas a ser mejores o más fieles a su propia religión, o incluso simplemente a trabajar por la justicia y la paz, máxime teniendo en cuenta que cabe la salvación fuera de los márgenes visibles de la Iglesia (cf. Instrumento de trabajo, n. 35; Congregación para la Doctrina de la fe, Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización, 3-XII-2007, n. 3).
Sin embargo así se olvidaría que en Jesucristo está el verdadero rostro de Dios y en la Iglesia la plenitud de la verdad y de los medios de salvación. De ahí el derecho de toda persona a ser evangelizada y el deber de evangelizar que tiene la Iglesia (después de ser continuamente evangelizada) y también cada bautizado.
Quizá los hombres puedan salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si no les anunciamos el Evangelio. Pero esto no nos exime de preguntarnos: “¿Podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza (…), o por ideas falsas omitimos anunciarlo?” (Evangelii nuntiandi, n. 80).
Renovación personal y renovación de la Iglesia
Además, anunciar el Evangelio (el apostolado o la misión cristiana), siendo una tarea y un deber personal, nunca es una empresa puramente individual y solitaria, ni puede centrarse en determinadas estrategias de selección de los destinatarios (cf. Instrumento de trabajo, n. 39); sino que es una actividad cristiana y espiritual en el marco de la comunidad eclesial, abierta sinceramente a todos.
Cuando los cristianos acercamos a Dios a nuestros amigos, parientes, colegas, conocidos, etc., no dejamos al margen nuestra familia, la familia de Jesús que es la Iglesia. Al contrario, les hablamos también de ella, porque ella es (debe ser en cada época y en cada lugar) nuestro cuerpo, nuestro hogar, la madre que nos ha engendrado y nos educa en el amor y la belleza. Y cada uno hemos de ser, desde este cuerpo vivo, vida para otros.
Por eso el sínodo está llamado a promover la reflexión, en cada caso, sobre “la capacidad de la Iglesia de configurarse como real comunidad, como verdadera fraternidad, como cuerpo y no como una empresa” (Ibid.). Así se plantea la relación íntima entre evangelización y renovación de la Iglesia.
¿Cómo contribuir a esta renovación? En el punto de partida está la renovación personal, cada uno en su propio lugar, con los “talentos” (materiales o espirituales) que hemos recibido, en el contexto de la vida familiar, profesional y social, en el horizonte de este ser miembros del cuerpo vivo de la Iglesia en el mundo.
La mayoría de los bautizados no son “eclesiásticos”, pero todos son Iglesia, y el término (del griego Ecclesía) quiere decir “vocación de muchos”: todos llamados, todos responsables de la nueva evangelización, de comunicar esta gran noticia que transforma nuestra vida.
"¿TENDRÁ TIEMPO FRANCISCO PARA COMPLETAR SU PRIMAVERA?"
Los 81 años del Papa del Evangelio
"Está activando una Iglesia desclericalizada, sinodal y corresponsable"
José Manuel Vidal, 17 de diciembre de 2017 a las 10:46
El Papa sopla las velas de un pastel de cumpleaños
Cuestiona los cimientos del poder político-económico-financiero mundial, aporta consuelo a los empobrecidos y señala el camino de la esperanza a los que sufren
(José M. Vidal).- Hace cuatro años y 9 meses que llegó al solio pontificio. Para darle a la Iglesia un baño de Evangelio. Para volver a las fuentes, para recuperar las raíces. Para regresar al estilo de la Iglesia primitiva, en la que distinguían a los cristianos por el 'mirad cómo se aman'. Francisco está colocando primero, ante todo y sobre todo, el Evangelio y, después, la doctrina. Primero, la misericordia, la ternura y los pobres.
Una tarea casi ciclópea, porque el polvo de los siglos acumulado en la Iglesia es mucho. Y las resistencias a los cambios, enormes en una institución pesada y paquidérmica. ¿Tendrá tiempo Francisco para completar su primavera? Hoy, 17 de diciembre, el Papa cumple 81 años. Una edad avanzada, aunque, por ahora, no se le conocen grandes achaques y mantiene una frenética actividad.
En cualquier caso, la Iglesia y el mundo asisten atónitos a un "milagro", que, a pesar de inesperado, ha cuajado ya en la Iglesia y en el mundo. El prodigio lleva el nombre de Francisco y el lema del también Francisco, el santo de Asís: "Repara mi Iglesia". En estos pocos años, el Papa ha transformado una institución hundida, humillada y denostada, en un referente mundial de misericordia y esperanza. Algunos dicen que los milagros no existen. Pero aquí y ahora, ante nuestros ojos, se está cumpliendo uno de los mayores: la primavera floreciente de la vieja Iglesia católica.
En el Concilio, la Iglesia se puso al día y dejó de condenar al mundo, para salir a las calles, dar esperanza a los pobres y escrutar atentamente los signos de los tiempos. Ese 'aggiornamento', iniciado por Juan XXIII, lo consolidó Pablo VI y tuvo la coda de 33 días de Juan Pablo I, el 'Papa de la sonrisa' o el 'Papa meteorito'. Su sucesor, Juan Pablo II, tuvo miedo del riesgo que corría una institución demasiado encarnada y dedicó su largo pontificado a 'congelar' el espíritu conciliar. Con la coda, esta vez más larga, de los 8 años de Benedicto XVI.
En total, 35 años de involución de una institución, que se encerró en sí misma y en sus seguridades doctrinales, miró al mundo como un enemigo y se convirtió en una "fortaleza asediada". Con un cisma silencioso de riadas de fieles que se fueron, sin dar portazos, camino de la indiferencia y hastiados de la imagen de poder y arrogancia que transmitía. Una institución encastillada en las "verdades innegociables", desde las que anatematizaba a sus oponentes, y con una casta clerical que tendía abiertamente al funcionariado. Y, además, señalada con el dedo social por mor de la lacra de la pederastia.
Algunos la llamaban la Iglesia de las tres P (puta, potente y paranoica). Tanto era su descrédito que estuvo a punto de hundirse por completo, al menos en Occidente, arrastrada por los vientos de la secularización y por su propia y errada estrategia comunicativa y de presencia social. La salvó la histórica renuncia de Benedicto XVI, sin fuerzas para gobernar, y la llegada del 'Papa del fin del mundo'.
La Iglesia necesitaba con urgencia un Papa libre y decidido. Incluso, desconcertante. Necesitaba un hombre tan apasionado por el Evangelio que echase por tierra siglos de papado imperial. Necesitaba un líder que desconcertase profundamente a los que, por la inercia de los siglos, están acostumbrados a ver en el Sumo Pontífice un rey absoluto, dotado de mando y de poder sagrado, que es la máxima encarnación del poder.
El autor de esa hazaña (con la ayuda del Espíritu Santo, para los creyentes) es Francisco, un Papa que se cree el Evangelio de Jesús, que lo vive, y que está convencido de que puede seguir dando sentido a la vida de los hombres. Su programa para la Iglesia y para el mundo es un retorno a las fuentes, un regreso a los orígenes, a aquella época de los primeros cristianos, en la que la gente, al verlos, decía: "¡Mirad cómo se aman!". Ese amor vivido y contagiado hizo crecer como la espuma a la Iglesia primitiva.
Bergoglio sabe que la Iglesia sólo puede atraer de nuevo a las masas (tanto a los alejados de siempre como a los que se han ido a engrosar las filas de la indiferencia) con autenticidad y ternura. Recuperando el mensaje primigenio de Jesús de Nazaret y haciendo que los que se dicen sus seguidores lo vivan con honradez. Volver a los orígenes y a la dinámica del seguimiento. Convertir a los católicos serios y tristes del cumplimiento (cumplo y miento) en seguidores alegres y entusiastas del Nazareno, que acogía a todos, pero sentía una predilección especial por los más pobres.
La misericordia, motor del cambio
La opción preferencial por los pobres de la Teología de la Liberación despojada de cualquier resabio marxista. Los pobres y los empobrecidos como corazón del Evangelio, como núcleo de la fe en la teoría y en la praxis, y no como un mero apéndice. El Evangelio y, por ende, la Iglesia, como motor del cambio social. Y una Teología del Pueblo, que coloca la misericordia como su motor.
Desde esa base y en nombre del Evangelio, el Papa se permite criticar el sistema que crea iniquidad, que extiende "la cultura del descarte", que coloca al dios-dinero en el centro y, por lo tanto, escupe hacia las cunetas de la vida a amplias capas de la población, privadas de trabajo, para poder llevar el pan a casa, y de dignidad como personas.
Un duro alegato que, en tiempos de crisis, cuestiona los cimientos del poder político-económico-financiero mundial, aporta consuelo a los empobrecidos y señala el camino de la esperanza a los que sufren. Con hondo pesar de los pocos que lo tienen todo y con profunda satisfacción de los desheredados del mundo. Sean o no católicos. Porque la voz del Papa se ha vuelto planetaria, en alas de su consolidada autoridad moral e influencia global. Bergoglio es, sin duda alguna, el hombre más querido y más escuchado del mundo.
Para poder predicar hacia afuera, Francisco sabe que tiene que dar trigo, ser creíble hacia adentro. Y no sólo como persona, sino como jefe supremo de la Iglesia católica. Y es aquí donde encuentra más resistencias. Las entretelas de la vieja institución chirrían expuestas al sol del Evangelio. Porque lo que el Papa propone es un cambio de vida personal y de tendencia eclesial. Pasar de la doctrina al Evangelio. Optar por la lógica del "deseo de salvar a los perdidos" frente a la del "miedo de perder a los salvados", que imperaba hasta ahora.
Un cambio profundo, brusco, hondo, que pasa no sólo por la tan cacareada reforma de la Curia (que también), sino por el cambio del corazón. Una conversión (metanoia). Lo explica así de claro el cardenal panameño, de origen español, José Luis Lacunza: "El objetivo no debería ser realizar sólo una reforma cosmética, sino ir al fondo y llevar a cabo una conversión pastoral, que pasa por entender la Iglesia no como un fin en sí misma sino como un instrumento para hacer el Evangelio creíble y aceptable".
La medicina de la misericordia
De una Iglesia aduana a otra "hospital de campaña". Para acoger a los malheridos de la vida y a los expulsados por la propia institución. Francisco quiere abrir las puertas de par en par a los Zaqueos de nuestro tiempo, personas rechazadas por los de dentro y por los de fuera, en base simplemente a leyes y doctrinas. Una Iglesia madre, con los brazos siempre abiertos y que sólo aplique la medicina de la misericordia, que es "el látigo de Jesús". Una Iglesia, por supuesto, desclericalizada, sinodal y corresponsable. Donde sea realmente verdad que "Iglesia somos todos" y no sólo los curas, los obispos, los frailes y las monjas. Una Iglesia comunión y pueblo de Dios, donde los laicos dejen ya de ser "clase de tropa". Y una Iglesia que predique con el ejemplo. Por eso el Papa es el primero que intenta hacer lo que dice. Que predica y da trigo. Que no exige a los demás lo que él no hace primero. Que no quiere obispos-príncipes y él fue el primero en abandonar el palacio pontificio, renunciar a coches de gama alta y vivir austeramente en la residencia sacerdotal de Santa Marta. El Papa engancha a la gente, porque es un testigo creíble y, además, porque habla el lenguaje de la gente. Ha hecho pasar la forma de hablar de los Papas del arabesco al tú a tú. No necesita intérpretes. Habla clarito y sin pelos en la lengua. Papa-párroco del mundo, que se hace entender por sus fieles, sin necesidad de intermediarios. En un "magisterio continuo", del que sus homilías diarias en la Casa Santa Marta son el corazón estratégico del pontificado.
Con las antenas puestas en el Evangelio y en el pueblo (vox populi, vox Dei), Francisco se ha convertido, en pocos años, en el personaje más relevante, influyente y popular del planeta. Con capacidad de decisión y protagonismo diplomático internacional. Un "Papa hecho pueblo", como se dice del pronto santo y ya beato, monseñor Romero.
Decidido a echar una mano para construir un mundo mejor y, para dar primero ejemplo, en el seno de su propia casa, Francisco va a cambiar la Iglesia cueste lo que cueste y pese a quien le pese.
En su primavera no cabe marcha atrás. A los altos eclesiásticos reticentes sólo le caben tres opciones: subirse al carro de la primavera, dejar que pase en silencio y al acecho, o verse arrastrados por ella. Porque nadie puede parar la primavera en primavera. Y menos si viene en alas del Espíritu de Dios.
San Josep Manyanet i Vives, 17 de diciembre
Profeta de la Sagrada Familia
San Josep Manyanet I Vives
«Profeta de la Sagrada Familia. Fue un incansable apóstol que extendió en España, puntos diversos de Europa y de América el amor que le profesó. Es impulsor del templo expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona, obra de Gaudí»
El «evangelio de la familia» tuvo en él a su más insigne difusor. Hoy continúa alumbrando con sus enseñanzas a una sociedad que necesita modelos preclaros para caminar, y especialmente a quienes se han comprometido con un proyecto de vida en común.
Es posible que haber nacido en el seno de una familia numerosa y creyente influyese en su acontecer marcándole con un amor singular a la Sagrada Familia. Nació el 7 de enero de 1833 en Tremp, Lleida, España. Su madre, artífice de su amor a María, siguió la bellísima tradición de consagrarle a la Virgen bajo la advocación de Valldeflors, a la que se honraba en la localidad porque era su patrona. Sintiendo la llamada al sacerdocio recibió formación en Barbastro primeramente, y luego en seminarios de Lleida y Urgell costeándose él mismo los estudios con su trabajo. Virtuoso hombre de oración, devoto de la Eucaristía, prudente y sensible, con encomiable espíritu de servicio, después de ser ordenado sacerdote el 9 de abril de 1859 fue de impagable ayuda para el prelado de Urgell que lo tuvo a su lado durante doce años. Fue su secretario particular, mayordomo, vicesecretario de cámara, secretario de visita pastoral y también se ocupó de la biblioteca del seminario.
En esos años de ejercicio pastoral en la Seu d’Urgell acrecentó su convicción de que la familia es el pilar de la sociedad. Porque ciertamente los valores que se aprenden en ella en gran medida condicionan el resto de la vida; es clave en la educación y enseña el modo de afrontar las vicisitudes y contingencias que se van presentando. «Los primeros y principales educadores de la tierna juventud deben ser los propios padres».
La paternidad tenía para él tal valor que no dudaba en calificarla «como un sacerdocio». Y «el principal cuidado de los padres de familia es aprender y saber gobernar su casa en el servicio de Dios» […]. «La casa y la familia fundadas sin la bendición de Dios no pueden vivir en buena paz y armonía cristianas». Si el devenir de un hogar está anclado en el modelo que ofrece la Sagrada Familia los frutos no se hacen esperar. Josep fue consciente de que la sociedad precisaba este referente inequívoco. «La Sagrada Familia debe ser el modelo de todas las demás familias, si desean paz en la tierra y aspiran a la eterna felicidad». Decía también que «el mundo es como una familia cuyo Padre es Dios».
Tomó conciencia de la importancia de tutelar de forma exquisita la educación dirigida a niños y a jóvenes; sería un semillero de gracias vertidas en la sociedad a través de ellos. De modo que, con este objetivo evangelizador, puso en marcha en 1864 los Hijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Y diez años más tarde fundó las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret. Al emprender su obra, pensaba, sobre todo, en ese colectivo infantil y juvenil que no tenía recursos económicos: «Los ricos tienen colegios para educar a sus hijos; hagamos colegios para educar e instruir a los hijos de los obreros». Estaba convencido de que «los padres prefieren más dejar al hijo sabio que rico de bienes temporales».
En medio de conflictos políticos sufrió persecución y clausura de uno de sus centros, pero continuó su labor sin arredrarse. Durante cuatro décadas, marcadas por intensa actividad, se mantuvo al frente de sus hijos e hijas. Bajo su amparo y tutela se multiplicaron escuelas, colegios, talleres y vías diversas de apostolado en distintos puntos de España, que luego se extendieron a parte de Europa y América. Viéndole trabajar con tanto ahínco, lleno de fe y esperanza, escribiendo textos dirigidos a difundir la devoción por la Sagrada Familia, era difícil adivinar que todo ello procedía de un hombre de frágil salud que, además, debía hacer frente a numerosos contratiempos que le salían al paso. Pero así era. En su costado tenía lo que él solía denominar «las misericordias del Señor», unas llagas abiertas que es fácil imaginar lo que debieron suponer de padecimientos durante los últimos 16 años de su vida.
Fue un ejemplo de fortaleza y fidelidad. Se distinguió también por su predicación. Mantuvo viva hasta el fin la urgencia por difundir lo que Juan Pablo II denominó «evangelio de la familia», diseminado en numerosas obras dirigidas a sus hijos, a los escolares que se formaban en los centros regidos por ellos y a las familias. Entre otras, fue autor de La Escuela de Nazaret, Casa de la Sagrada Familia (de carácter autobiográfico), Preciosa joya de familia y El espíritu de la Sagrada Familia. Impulsó la revista Sagrada Familia y la construcción del templo expiatorio dedicado a ella en Barcelona, obra monumental del genial arquitecto y siervo de Dios, Antoni Gaudí.
Viendo su quehacer en conjunto, se aprecia el afán de Josep por llevar a todos el amor a Jesús, María y José mostrándolos al mundo como ejemplo a imitar. Y el nombre de los tres fue el que brotó de sus labios cuando le llegó la suprema hora el 17 de diciembre de 1901. Quienes le rodeaban le oyeron decir por última vez lo que tantas veces había expresado: «Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía», jaculatoria que incontables familias han enseñado a recitar a sus hijos desde niños para que la rezaran poco antes de conciliar el sueño. Juan Pablo II lo beatificó el 25 de noviembre de 1984 y él mismo lo canonizó el 16 de mayo de 2004.
FRANCISCO CELEBRA SU 81 CUMPLEAÑOS CON LOS NIÑOS DEL DISPENSARIO SANTA MARTA
"Si quitamos a Jesús, ¿qué es la Navidad? Una fiesta vacía. Jesús es la verdadera Navidad"
"Un cristiano que encuentra a Jesús no puede ser un profeta de desventura, sino un testigo de la alegría"
Jesús Bastante, 17 de diciembre de 2017 a las 12:34
Francisco, hoy, durante el AngelusRD
Cuando recen en sus casas, delante del pesebre con sus familiares, déjense atraer por la ternura de Jesús niño, nacido pobre y frágil en medio de nosotros. Esta es la verdadera Navidad
(Jesús Bastante).- "Feliz cumpleaños, Papa Francisco". Un inmenso cartel presidía la plaza de San Pedro antes del comienzo del Angelus. Decenas de miles de fieles, muchos de ellos niños (con sus Jesusitos del pesebre, pues hoy era el día de la bendición de estas figuras), quisieron acompañar a Bergoglio en su 81 cumpleaños.
Antes del Angelus, el Papa quiso celebrar su onomástica con los niños del Dispensario de Santa Marta, que le regalaron villancicos, canciones y una 'torta' especial: una pizza margarita de tres metros de diámetro preparada para la ocasión por un maestro pizzero napolitano.
Tras pedir a los pequeños que no se olviden de sonreír, de hablar con sus abuelos y de escuchar la voz de Dios, Francisco salió al balcón de la plaza de San Pedro. Desde hacía varios minutos, los chicos ensayaban felicitaciones por su cumpleaños. El Papa, feliz, sonrió y saludó a todos.
En su reflexión sobre este tercer domingo de Adviento, Francisco invitó a "recibir al Espíritu" mediante tres actitudes: "La alegría constante, la alegría perseverante y la continua acción de gracias".
"Permaneced siempre alegres, también cuando las cosas no van según nuestros deseos", pidió el Papa. "Conservad la paz", porque "las angustias, dificultades y sufrimientos atraviesan la vida de cada uno, todos las conocemos. Muchas veces, la realidad es tan inhóspita y árida como el desierto".
Pero, también, "nuestra alegría se basa en una certeza: el desierto está habitado. En medio de nosotros, hay uno que no conocemos. Se trata de Jesús, el enviado del Padre, que viene a traer el anuncio feliz a los pobres, a proclamar la liberad de los esclavos y a promulgar la gracia del Señor", reclamó Francisco. Y es que la misión de Jesús "es liberarnos del pecado y de la esclavitud personal y social que esto produce".
La alegría, añadió el Santo Padre, se basa en la oración perseverante." San Pablo pide que recemos ininterrumpidamente", ya que "por medio de la oración podemos entrar en una relación estable con el Señor, la fuente de la alegría". "La alegría del cristiano no se compra: viene de la fe y del encuentro con Jesucristo, razón de nuestra felicidad".
"Cuando más estamos en Cristo, tanto más reencontraremos la serenidad interior", aseguró el Papa. "Por ello, el cristiano, habiendo encontrado a Jesús, no puede ser un profeta de desventura, sino un testigo y heraldo de la alegría".
Finalmente, la acción de gracias, el reconocimiento del amor de Dios. "Él es muy generoso con nosotros, y estamos invitados a reconocer sus beneficios, viviendo en un incesante agradecimiento", señaló el Papa. "Alegría, oración y gratitud", gritó Francisco, pidiendo, hasta en tres ocasiones, que todos lo repitieran.
Tras el rezo del Angelus, el Papa pidió la liberación de las seis hermanas del Corazón Eucarístico de Cristo desaparecidas en Nigeria desde hace ya un mes, y saludó a los niños venidos de toda Italia para la bendición de los niños Jesús del pesebre. Y se fijó en un cartel, que rezaba 'Siempre hay un lugar para ti'.
"Cuando recen en sus casas, delante del pesebre con sus familiares, déjense atraer por la ternura de Jesús niño, nacido pobre y frágil en medio de nosotros. Esta es la verdadera Navidad. Si quitamos a Jesús, ¿qué es la Navidad? Una fiesta vacía. Jesús es la verdadera Navidad".