Todos los que han sido llamados en mi nombre

El Espíritu de Jesús

Jesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Llevaban mucho tiempo sintiendo la lejanía de Dios. Los cielos estaban «cerrados». Una especie de muro invisible parecía impedir la comunicación de Dios con su pueblo. Nadie era capaz de escuchar su voz. Ya no había profetas. Nadie hablaba impulsado por su Espíritu.

Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado. Ya no le preocupaban los problemas de Israel. ¿Por qué permanecía oculto? ¿Por qué estaba tan lejos? Seguramente muchos recordaban la ardiente oración de un antiguo profeta que rezaba así a Dios: «Ojalá rasgaras el cielo y bajases».

Los primeros que escucharon el evangelio de Marcos tuvieron que quedar sorprendidos. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. Se llamaba Jesús y venía de Nazaret.

Ese Espíritu que desciende sobre él es el aliento de Dios, que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la vida, a curarla y hacerla más humana. Los primeros cristianos no quisieron ser confundidos con los discípulos del Bautista. Ellos se sentían bautizados por Jesús, no con agua, sino con su Espíritu.

Sin ese Espíritu, todo se apaga en el cristianismo. La confianza en Dios desaparece, la fe se debilita. Jesús queda reducido a un personaje del pasado, el Evangelio se convierte en letra muerta, el amor se enfría y la Iglesia no pasa de ser una institución religiosa más.

Sin el Espíritu de Jesús, la libertad se ahoga, la alegría se apaga, la celebración se convierte en costumbre, la comunión se resquebraja. Sin el Espíritu, la misión se olvida, la esperanza muere, los miedos crecen, el seguimiento a Jesús termina en mediocridad religiosa.

Nuestro mayor problema es el olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Es un error pretender lograr con organización, trabajo, devociones o estrategias pastorales lo que solo puede nacer del Espíritu. Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús.

No hemos de engañarnos. Si no nos dejamos reavivar y recrear por ese Espíritu, los cristianos no tenemos nada importante que aportar a la sociedad actual, tan vacía de interioridad, tan incapacitada para el amor solidario y tan necesitada de esperanza.

Bautismo del Señor – B
(Marcos 1,7-11)
7 de enero 2018

EPIFANÍAS

Piedra que guarda virtud al cantero
Pluma que espera del poeta el verso
Pan en las manos del padre en la mesa,
Agua que espera la sed del sediento

Vibra armonía la cuerda en los dedos
Tabla, cual lienzo, sostiene el icono,
Queda extasiado de amor el que reza.
Cantan las voces en coros al cielo.

Ama la madre al niño en su pecho.
Rostro que espera la vuelta del hijo.
Tiempo pasado en vela en invierno,
Por ver si la lluvia rompe en tempero.

Ofrenda creyente los pies en sendero,
Manos alzadas orantes por todos,
Diestra tendida sin decir el nombre.
Horas de escucha los ojos atentos.

Sube a lo alto la ofrenda de incienso
En la ternura con el ser enfermo.
Brota en el campo el trigo sembrado
Ya no hay vacío en el tiempo desierto.

El Todopoderoso, hombre se ha hecho,
Ha dejado su Luz en el pesebre.
A la materia llena de energía,
Y ha remecido de esplendor el heno.

¡Es verdad que el mundo fue hecho bueno!
La luz se apodera en noche cerrada,
Todo es estrella que guía al portal,
¡Canta Epifanías el universo!

6 de enero, 2018

El Bautismo orienta nuestra vida

Entre los muchos cuadros de pintura religiosa dedicados al Bautismo de Jesucristo, hay dos de artistas de referencia de la escuela española: uno del Greco, en el Museo del Prado, y otro de Murillo, en la Catedral de Sevilla. Este domingo celebramos la festividad del Bautismo del Señor, y deseo iniciar este comentario fijándome en estas obras de arte.

La del Greco es un cuadro de más de tres metros de altura, dimensiones propias no tanto para sus figuras estilizadas, sino para una doble composición: en la mitad inferior se representa a Jesús siendo bautizado por Juan en el Jordán y en la superior, a Dios Padre rodeado de la corte angélica contemplando la escena, con el Espíritu Santo en forma de paloma entre las dos mitades.

En el de Murillo, impera la sobriedad: Jesús aparece en actitud humilde, bajando la cabeza, ante un Juan sorprendido que no se encuentra digno. En efecto, Juan dirá que su bautismo es de agua, pero que «otro vendrá que es más poderoso que yo; él os bautizará en el fuego y el Espíritu Santo.»

Cada vez que he administrado o presenciado un bautismo pienso que el Cielo se conmueve al hacerse realidad la recepción de este primer sacramento. La Iglesia lo administra en nombre de la Santísima Trinidad como abriendo la puerta al camino que Dios mismo nos marcó para alcanzar la felicidad en la tierra y luego la vida eterna.

El Papa Francisco ha querido que valoremos este sacramento que muchos recibimos de pequeños. Nos invita a preguntar a nuestros padres el día que lo recibimos, y si no es posible establecer así el dato, inquirirlo en los archivos parroquiales. Es un día muy importante en nuestra vida, porque nos orientó hacia el futuro.

Como señala también el Papa, esta orientación tiene algún parentesco con el hecho de que durante muchos siglos las iglesias estaban orientadas hacia el este. Se entraba en los templos por la fachada que miraba a poniente, y allí se encontraban los catecúmenos; una vez recibidos, con el bautismo, entraban en el templo y avanzaban hacia el altar en dirección a oriente. El significado de esta orientación es claro: en poniente se da el ocaso, momento del día en que la luz deja paso a las tinieblas, mientras que en oriente amanece la aurora del nuevo día, la luz de nuestra vida.

Recordemos el bautismo, nuestra orientación hacia Jesucristo y, si alguna vez hemos perdido el camino, volvamos hacia él, hacia esta luz definitiva.

"SI NO LA SABES, PREGUNTA AL ABUELO, A LA ABUELA, AL PADRINO, A LA MADRINA"
El Papa pregunta: "¿Sabes cuál es la fecha de tu bautismo?"
"Esa fecha tenemos que tenerla siempre en la memoria...Es la fiesta del gran perdón"

José Manuel Vidal, 07 de enero de 2018 a las 11:41

El Papa en la ventana, en Navidad

Dios mantiene la promesa de hacerse cargo de la suerte del ser humano y Jesús es el signo tangible y definitivo

(José M. Vidal).-Ángelus papal en el día del bautismo del Señor. Tras haber bautizado a 34 niños en la capilla Sixtina, el Papa Francisco pregunta varias veces a la gente si recuerda la fecha de su bautismo. Porque es una fecha importante, "la fiesta del gran perdón". E invita a los que no la recuerden a preguntársela a sus padres, abuelos, padrinos y demás familiares. Para teerla siempre presente.

Algunas frases de la catequesis

"La fiesta del bautismo nos invita a pensar en el nuestro"

"El del Jordán era un bautismo de penitencia"

"Comprendemos la gran humildad de Jesús"

"En fila con los penitentes, mezclado con ellos, para ser bautizado"

"Cuánta humildad tiene Jesús"

"Superación de todo lo que aleja de Dios"

"Dios mantiene la promesa de hacerse cargo de la suerte del ser humano y Jesús es el signo tangible y definitivo"

"El se hace cargo de todos nosotros"

"El Espíritu Santo, que había operado desde el principio de la creación...baja en plenitud sobre Jesús, para darle la fuerza de cumplir su misión en el mundo"

"El Espíritu es el artífice del bautismo de Jesús...y del nuestro"

"El impulsa nuestra vida por el sendero de la caridad"

"Es el don que el Padre nos hace el día de nuestro bautismo"

"Hace resonar la palabra reveladora del Padre"

"La fiesta dle bautismo invita a los cristianos a hacer memoria de su baustismo"

"La mayoría fuimos bautizados de niños"

"¿Conocéis la fecha de vuestro bautismo? ¿El día en que fuísteis bautizados?"

"Si no la sabéis, reguntad al abuelo, a la abuela, al padrino...la fecha. Y esa fecha tenemos que tenerla siempre en la memoria...Es la fiesta del gran perdón...No se olviden...¿Cuál es la fecha de mi bautismo?"

Algunas frases del saludo papal tras el ángelus

"Os aludo a todos"

"Tuve la alegría de bautizar algunos niños:34"

"Sobre ellos y sobre todos los niños recién bautizados invoco la materna protección de la madre de Dios" "Que crezcan como discípulos del Señor"

"No olvidéis: ¿Cuál es la fecha de mi bautismo? ¿Qué día fui bautizado?"

Este domingo celebramos la festividad del Bautismo del Señor, y deseo iniciar este comentario fijándome en estas obras de arte.

La del Greco es un cuadro de más de tres metros de altura, dimensiones propias no tanto para sus figuras estilizadas, sino para una doble composición: en la mitad inferior se representa a Jesús siendo bautizado por Juan en el Jordán y en la superior, a Dios Padre rodeado de la corte angélica contemplando la escena, con el Espíritu Santo en forma de paloma entre las dos mitades.

En el de Murillo, impera la sobriedad: Jesús aparece en actitud humilde, bajando la cabeza, ante un Juan sorprendido que no se encuentra digno. En efecto, Juan dirá que su bautismo es de agua, pero que «otro vendrá que es más poderoso que yo; él os bautizará en el fuego y el Espíritu Santo.»

Cada vez que he administrado o presenciado un bautismo pienso que el Cielo se conmueve al hacerse realidad la recepción de este primer sacramento. La Iglesia lo administra en nombre de la Santísima Trinidad como abriendo la puerta al camino que Dios mismo nos marcó para alcanzar la felicidad en la tierra y luego la vida eterna.

El Papa Francisco ha querido que valoremos este sacramento que muchos recibimos de pequeños. Nos invita a preguntar a nuestros padres el día que lo recibimos, y si no es posible establecer así el dato, inquirirlo en los archivos parroquiales. Es un día muy importante en nuestra vida, porque nos orientó hacia el futuro.

Como señala también el Papa, esta orientación tiene algún parentesco con el hecho de que durante muchos siglos las iglesias estaban orientadas hacia el este. Se entraba en los templos por la fachada que miraba a poniente, y allí se encontraban los catecúmenos; una vez recibidos, con el bautismo, entraban en el templo y avanzaban hacia el altar en dirección a oriente. El significado de esta orientación es claro: en poniente se da el ocaso, momento del día en que la luz deja paso a las tinieblas, mientras que en oriente amanece la aurora del nuevo día, la luz de nuestra vida.

Recordemos el bautismo, nuestra orientación hacia Jesucristo y, si alguna vez hemos perdido el camino, volvamos hacia él, hacia esta luz definitiva.

Evangelio según San Marcos 1,14-20. 

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: 

"El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia". 

Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. 

Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". 

Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. 

Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, 

y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron. 

San Lorenzo Giustiniani, obispo

En la ciudad de Venecia, san Lorenzo Giustiniani, obispo, que ilustró a esta Iglesia con la doctrina de la sabiduría eterna.

El beato Juan XXIII, que fue patriarca de Venecia al igual que Lorenzo, tomó a éste como ejemplo de buen gobierno y modelo para su pontificado. Nació en Venecia el 1 de julio de 1381 al inicio del Renacimiento. Sus padres pertenecían a la nobleza. Bernardo, su progenitor, falleció siendo Lorenzo un niño, y su madre se ocupó de la educación de él y de sus hermanos. Muy bien lo hizo Querina, llenando el acontecer de sus hijos con sumas muestras de piedad. En Lorenzo vio plasmados signos preclaros de virtud que eran ya atisbos de la santidad a la que tempranamente se sintió llamado. Con todo, la buena madre pensó en casarlo convenientemente, aunque los planes de Lorenzo eran diametralmente opuestos.

Alrededor de sus 20 años perseguía con celo todo lo que condujera a la ciencia y amor de Dios. Gran penitente se caracterizaba por sus severas mortificaciones efectuadas en un estado de oración continua, al punto que su madre temía por su salud. Lorenzo se trasladó a san Giorgio in Alga, donde un tío suyo era canónigo, y sus sabios consejos le dieron luz para discernir entre la oferta del mundo y su renuncia al mismo por amor a Dios. Afrontó valientemente la propuesta que le hizo su tío de sopesar ambas opciones: «¿Tengo el valor de despreciar estos deleites para aceptar una vida de penitencia y mortificación?». Mirando al crucifijo, no tuvo dudas: «Tú, ¡oh Señor! eres mi esperanza. En Ti encontraré el árbol de la fortaleza y el consuelo».

En Alga tuvo la fortuna de hallar a otros jóvenes, pertenecientes también a la nobleza, con los que compartió sus ideales y forma ejemplar de vida. Uno de ellos sería el futuro pontífice Eugenio IV. En 1404 fundaron la Congregación de san Giorgio de canónigos seculares. El joven, nacido en buena cuna, tomó el hatillo y se dispuso a recorrer de punta a punta la ciudad, pidiendo limosna para los pobres, sin excluir las puertas de su casa materna. Puso todo su esfuerzo en derrocar sus hábitos como el de la autojustificación y disculpa cuando era reconvenido por algo que juzgaba injusto; para ello se mordía los labios, hasta que venció su tendencia. Sería modélico también por su humildad. Fue un gran predicador y confesor. Entre otros favores, como el éxtasis, tuvo el don de lágrimas que no podía contener cuando oficiaba la Santa Misa. Sabedor de sus virtudes, Gregorio XII le encomendó el priorato de san Agustín de Vicenza a cuyo frente estuvo hasta 1409 fecha en la que fue elegido prior de la Congregación que había fundado. En 1423 dio heroico testimonio prestando auxilio y consuelo a los damnificados por la epidemia de peste. Al año siguiente fue designado general de su Orden.

En 1443 fue nombrado arzobispo de Castello por el papa Eugenio IV y continuó dando ejemplo de piedad y de caridad, asistiendo de forma particular a los pobres, amén de emprender una fecunda reforma. En 1451 Nicolás V lo nombró patriarca de Venecia (a su pesar, porque hubiese deseado no ejercer un cargo para el que no se sentía dotado) y en su ejercicio pastoral prosiguió con la misma característica: austeridad de vida sellada por la caridad, paciencia, sabiduría y celo apostólico. Ni se arredró por las acusaciones y críticas que recibió, ni aceptó halagos de ningún tipo. La gente en masa iba a escucharle, a pedirle consejo, y él dispensaba a manos llenas bienes materiales (más bien en especies, para que no malgastaran el dinero), y espirituales.

Fueron años intensos de oración, trabajo y estudio. Escribió diversos tratados de ascesis, el último «Los grados de perfección» a sus 74 años. Al concluirlo le asaltó una grave enfermedad, y se negó a admitir un trato especial: «¿Disponéis ese lecho de plumas para mí?». Y al saber que así era, replicó: «¡No! Eso no debe ser así ... Mi Señor fue recostado sobre un madero duro y basto. ¿No recordáis que san Martín, en sus últimos momentos, afirmó que un cristiano debe morir envuelto en telas burdas y sobre un lecho de cenizas?». Y tendido sobre un jergón de paja, bendijo a la multitud que se acercó a visitarle. Falleció el 8 de enero de 1456. Fue canonizado por Alejandro VIII el 16 de octubre de 1690.

Oremos

Señor, tú que colocaste a San Lorenzo Giustiniani en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora del Pronto Socorro, Nueva Orleans, Luisiana (1809).

San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208), obispo, teólogo y mártir Contra las herejías, 4 14

“Todos los que han sido llamados en mi nombre"

El Padre nos recomienda vivir en seguimiento del Verbo, no porque tuviera necesidad de nuestro servicio sino para procurarnos la salvación. Porque, seguir al Salvador es tener parte en la salvación, como seguir a la luz es tener parte en la luz. No son los hombres los que hacen resplandecer la luz sino que son ellos los iluminados, los que resplandecen por la luz. Los hombres nada pueden añadir a la luz, sino que la luz los ilumina y los enriquece.

Lo mismo ocurre con el servicio que rendimos a Dios. Dios no tiene necesidad de nuestro servicio y nada le añade a su gloria. Pero aquellos que le sirven y le siguen reciben de Dios la vida, la incorruptibilidad y la gloria eterna. Si Dios invita a los hombres a vivir en su servicio, es para poder otorgarnos sus beneficios, ya que él es bueno y misericordioso con todos. Dios no necesita nada; en cambio el hombre necesita de la comunión con Dios. La gloria del hombre consiste en perseverar en el servicio de Dios. 

Por esto dijo el Señor a los apóstoles: “No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os elegí a vosotros.” (Jn 15,16) Con ello indica que no somos nosotros los que le glorificamos con nuestro servicio, sino que por haber seguido al Hijo de Dios, somos glorificados por él... Es de ellos de quien dice Dios por boca de Isaías: “Desde Oriente traeré a tu estirpe, te reuniré desde Occidente... haz venir a mis hijos desde lejos, y a mis hijas del extremo de la tierra, a todos los que llevan mi nombre, a los que creé para mi gloria” (Is 43,6-7).   

LA MÍSTICA DEL TIEMPO ORDINARIO

Las celebraciones recientes de la Navidad y Año Nuevo, nos ha regalado las claves para vivir cada día la belleza de lo doméstico y cotidiano.

Te ofrezco, para este tiempo nuevo, unos auxilios con los que te podrás ayudar en el camino. Con los apoyos de la luz de la fe y de la Palabra afrontamos este tiempo, el más largo del año.

La cotidianidad, la vida laboral, la convivencia humana, las circunstancias adversas, los acontecimientos sociales pueden producir cansancio, desánimo, violencia, rupturas.

EQUIPAMIENTO PARA LA ANDADURA

El auxilio de la misericordia y del perdón sacramental es un recurso amoroso, que permite comenzar de nuevo cada día, sin el peso de la mala memoria.

La Eucaristía es el pan del desierto, el alimento de los hijos de Dios. La Eucaristía es necesidad para los cristianos, quien pueda participar en ella cada día tiene un don especial.

Nunca, y hoy menos, se puede vivir la fe en solitario. Cada uno debe buscar la forma de compartir la fe. Los espacios comunitarios ayudan para mantener la fidelidad.
Recordar lo vivido en los momentos de luz ha sido sabiduría de los que han acertado en el camino.

Saber esperar es una consigna de los santos. “Con la paciencia todo se alcanza”. Dios merece confianza.

La oración es una posibilidad de respirar la fe y de vivir como creyentes, la relación con Jesús amigo.

El tiempo ordinario permite valorar el silencio, la soledad, la intimidad, lo permanente, lo doméstico.
La vida ordinaria profetiza lo eterno, por ser el tiempo más duradero, y la fe en lo eterno deja saborear cada instante.

No son fórmulas, sino deseos. No son recetas, sino indicaciones. No son atavismos, sino propuestas. En todo caso, hay una verdad que acabamos de celebrar: que Dios se ha hecho compañero de camino en el Emmanuel. ¡Feliz Tiempo Ordinario!

Mirar a Cristo.

Santo Evangelio según San Marcos 1, 14-20. Lunes I de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, hoy vengo ante Ti para encontrarme contigo. Quiero estar atento para escuchar lo que me quieres decir. Eres mi Creador y mi Padre. Tú sabes cuánto te necesito y cuánto quiero seguirte. Ayúdame porque yo solo nada puedo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¡Dios es una persona! No es una especie de niebla que se mueve alrededor de nosotros sin saber lo que es, ¡no! Dios es una persona que está constantemente pasando por la orilla del mar que llamamos vida. Jesús nos está viendo y nos invita a ir con Él.

Dios hace una invitación personal. Dios todopoderoso camina y va hacia donde estamos para pedir. Nos pide que vayamos con Él, que estemos con Él, y espera nuestra repuesta para seguir caminando, espera nuestro sí para ser su discípulo.

Los apóstoles nos dan un ejemplo de cómo debemos responderle a Jesús. No es un sí que se queda en palabras, incluso no vemos el sí de ellos, vemos el sí de la acción. Porque se le responde a Cristo con un sí de amor, nuestra repuesta no ha de ser una palabra sino un amar.

Solamente este sí de amor es posible darlo cuando nos encontramos con Él, cuando lo vemos pasando por nuestra vida diciéndonos "Venid conmigo", porque sólo con el encuentro con Él podemos ser sus discípulos; sólo con el encuentro con Cristo podemos ser discípulos del Amor que regala amor.

Veamos a ese mendigante de amor y empecemos a amarle, digamos un sí real, un sí que sobrepasa las palabras y llega a ser amor, para que sean dos personas las que caminan en la orilla del mar que llamamos vida.

Pensemos en tantos hijos e hijas de vuestro pueblo: en los mártires, que han hecho resplandecer la fuerza inerme del Evangelio; en las personas sencillas y también extraordinarias que han sabido dar testimonio del amor del Señor en medio de grandes pruebas; en los anunciadores mansos y fuertes de la misericordia, como san Juan Pablo II y santa Faustina. A través de estos "canales" de su amor, el Señor ha hecho llegar dones inestimables a toda la Iglesia y a toda la humanidad.

(Homilía de S.S. Francisco, 28 de julio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pensaré qué quiere Dios de mí, hoy y esforzarme por hacer su voluntad.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.Amén.

Venid conmigo

En Mi tienes solucionados todos los problemas que la vida te pueda traer.

Jesús, un desconocido del mundo hasta ese momento, se manifiesta al mundo con decisión, con valentía, con coraje, con entusiasmo. Ha salido de las aguas del Jordán, se ha dedicado durante cuarenta días a la oración y la penitencia, y ahora se lanza por los poblados de la Galilea, proclamando el mensaje que trae del Cielo:

- ¡Se ha cumplido el tiempo, el Reino de Dios está cerca, convertíos y creed en el Evangelio!

Las gentes empiezan a seguir al joven Maestro de Nazaret, que se conmueve con los males que sufre el pueblo. Cura a los enfermos, perdona a los pecadores, ama con ternura, comprende a todos. Pero pronto se da cuenta de que el trabajo va a ser mucho, de que solo no va a poder hacer gran cosa, y, sobre todo, piensa en la gran idea que desde el principio tiene muy metida en la mente:

- Esto no puede ser llamarada que prende y pronto se apaga. Ha de quedar una institución estable. El Reino de Dios, para llegar a todo el mundo, ha de contar con algo permanente. Una Iglesia, mi Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios... Esto requiere colaboradores. Hombres capaces y generosos, emprendedores, a los cuales pueda confiar yo mi propia misión y de quienes pueda fiarme del todo.

Con este pensamiento fijo, un día está junto a la ribera del Lago. Allí encuentra a unos compañeros ya conocidos. Pero, igual que le siguen, continúan sin embargo en sus labores ordinarias. Desde hoy van a cambiar las cosas:
- Oye, Simón; y tú también, Andrés; dejad la barca y las redes, y seguidme.
Un poco más adelante, ve a los otros dos hermanos:
- Juan..., Santiago. Venid conmigo.
Y los dos, sin dudar un instante:
- Padre, nos vamos con el maestro de Nazaret.
Así de sencillo todo, pero todo también cargado de enseñanzas y con una generosidad, una prontitud y una fidelidad que serán ejemplo inmortal en la Iglesia.
Si analizamos las palabras de esa primera y elemental predicación de Jesús, vemos que contienen en semilla todo el mensaje de Dios.
-¡El tiempo se ha cumplido!

¿Sabemos lo que esto significa? Dios, que es Fiel, cumple su promesa. ¡A olvidarse de todo lo pasado! Ahora, hay que atenerse a la gran oportunidad que brinda Dios. El tiempo se va a dividir en antes de Cristo y después de Cristo. Y el tiempo de Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre. No esperamos nuevos mesías ni otro salvador alguno. Quien no está con Cristo, se pone contra Cristo y se juega su salvación. ¡O se vive el cristianismo en su totalidad, o se equivoca uno lastimosamente! Dios ha dicho su última palabra en Jesucristo. Por eso Jesús nos apremia:

- Mirad que el Reino de Dios está ya encima.
¡Y tan encima! Un día nos dirá Jesús a todos: -Que nadie busque por ahí el Reino de Dios, porque el Reino está dentro de vosotros.

Resulta una lástima el poco aprecio que hoy se hace de estas palabras del Señor. Al no estar convencidos muchos del tesoro que les ha confiado Dios, juegan con la gracia --vida de Dios en el alma-- y buscan solucionar sus asuntos sin contar con Jesucristo, que sigue diciendo impávido:

- ¡Creed en el Evangelio! ¡Creedme a mí! Yo soy el único que os dice la verdad. En el Evangelio, en mi Evangelio, tenéis solucionados todos los problemas que la vida os pueda traer. En el Evangelio hallaréis la verdad. En el Evangelio me hallaréis a mí, pues por él os seguiré hablando siempre.
Abrazando el Evangelio --la Buena Nueva de Dios-- se aseguran todos la salvación de sus almas.
Jesús podría añadirnos ahora una reflexión muy oportuna, y nos diría:

- ¿Por qué no hacéis todos como Pedro y Andrés, como Juan y Santiago? ¿Pensáis que eran unos pobretones que no dejaban nada?... No; no eran tan pobres. Eran patronos de barca y redes y tenían empleados a sueldo. Para entonces, y en las costumbres de mi pueblo, eran unos trabajadores acomodados. Pero, ¡qué hombres y qué muchachos tan estupendos! No se lo pensaron un momento, y en un momento también me hice yo con unos amigos y unos colaboradores de primera.
Pero, más que lo mucho o poco que dejaban, se me dieron a mí con una generosidad sin medida. No pusieron trabas de ninguna clase. Dieron un vuelco total a sus vidas --¡aquello sí que fue conversión!--, fueron después unos continuadores míos extraordinarios en la evangelización, y yo me he encargado de hacer imperecedera su memoria en el mundo y de colocarlos en lo más encumbrado de mi Cielo.

Así nos podría seguir hablando Jesús. ¡Y cuántas cosas que nos iría diciendo!...
¡Señor Jesucristo! El mundo tiene muchas veces miedo de ti. Piensa que le vas a robar la felicidad con tus exigencias. Y no se da cuenta el mundo de que tu mensaje es la Buena Nueva. Una noticia tan buena como es la salvación. Nosotros creemos. Nosotros te aceptamos. Nosotros, como aquellos primeros amigos, los pescadores del Lago, te decimos que sí, que sólo Tú mereces la adhesión de la mente, el amor del corazón y la entrega de la vida....

¿Qué es la felicidad?

¿Cuál es nuestra idea de la felicidad? ¿Existe realmente?

¿Qué es la felicidad? ¿Dónde está? ¿Cómo se consigue? La humanidad ha estado detrás de estas preguntas desde el despertar de la vida del hombre, como especie y como individuo. De ahí que la mayoría de nuestras decisiones -si no todas- vienen dictadas por un anhelo profundo de felicidad, ya sea inmediata: diversión; o de largo plazo: realización personal. Al respecto, el Papa Francisco usa un ejemplo bastante simple: Si yo debo hacer las tareas del colegio y no las hago y me escapo…es una elección equivocada. Y esa elección será divertida, pero no te dará alegría”.

Existen 4 tipos de felicidad. El primero es el Placer. Éste nos da una sensación de felicidad inmediata y efímera. Es una experiencia fundamentalmente sensorial que puede ser satisfecha con cosas materiales y que se encuentran netamente en el exterior.

El segundo tipo es la felicidad Ego-comparativa, es decir, la ilusión de felicidad que te da el saberte o creerte mejor que los demás o por lo menos que la gente te perciba como mejor: el ya conocido efecto Facebook.

Ciertamente, estos 2 primeros tipos de felicidad son los que las empresas, la publicidad, redes sociales y en general, la sociedad nos vende. Y en realidad, tenemos que estar conscientes que son modelos defectuosos -en extremo- de felicidad, puesto que son en esencia transitorios y vacíos. Ya son varios los ejemplos de gente exitosa, con fama y dinero que encontraron el placer y la complacencia de creerse superiores y que terminaron deprimidos, sumidos en la droga, quitándose la vida. Para la Iglesia, sin embargo, esto no resulta extraño pues ya nos ha sido revelado que: “Nuestro deseo natural de felicidad es de origen divino. Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el Único que lo puede satisfacer”. (CIC 1718).

Teniendo esto en cuenta, llegamos al tercer y cuarto tipo de felicidad: Contributiva y Trascendental, respectivamente. La felicidad contributiva es aquella que sentimos al hacer algo por alguien y marcar la diferencia en su vida. Desde grandes acciones, como aquellas que hacen los misioneros en lugares alejados o el hacer voluntariado en tu comunidad, hasta “pequeños” actos de misericordia: visitar al enfermo, dar buen consejo al que lo necesita, entre otros, generan en nosotros un sentido mucho más profundo y concreto de felicidad puesto que va más allá de nosotros mismos. El último y probablemente más sublime tipo de felicidad es la trascendental. Ésta tiene que ver con anhelos más elevados y que venimos buscando, conscientemente o no, desde que somos niños: Verdad, Justicia, Belleza, Amor y sensación de Hogar. En efecto, éstos últimos son mucho más difíciles de encontrar, pero su sola búsqueda es ya motivo de alegría.

“Claramente, vivir el Evangelio -con todos los desafíos que eso representa, pero ayudados por la gracia- es un camino a la felicidad plena pues nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana […] ni en ninguna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo amor”. (CIC 1723). El beato John Henry Newman, nacido en Inglaterra en el siglo XIX, escribe al respecto con palabras que tienen la frescura de hoy:

El dinero es el ídolo de nuestro tiempo. A él rinde homenaje instintivo la multitud, la masa de los hombres. Estos miden la dicha según la fortuna y, según la fortuna, la honorabilidad […] Todo esto se debe a la convicción […] de que con la riqueza se puede todo. La riqueza, por tanto, es uno de los ídolos de nuestros días, y la notoriedad es otro […] La notoriedad, el hecho de ser reconocido y de hacer ruido en el mundo (lo que podría llamarse una fama de prensa), ha llegado a ser considerada como un bien en sí mismo, un bien soberano, un objeto de verdadera veneración.

Al leer estas líneas, es imposible no pensar en tantos participantes de reality shows y otras “celebridades” que hoy día en nuestros países están dispuestos a cualquier cosa y ser protagonistas de cualquier escándalo con tal de tener un poco de prensa, de fama, de atención que viene suscitada por esta sed instintiva de felicidad. Más aún, si pensamos en ejemplos más cercanos, seremos capaces de identificar a amigos e incluso a nosotros mismos compartiendo cosas privadas y/o fuera de lugar en nuestras redes sociales solamente para tener un “like” más o un “retweet” que al fin y al cabo se traduce en la búsqueda de sentirnos aceptados y reconocidos. ¿Es que acaso estas actitudes no reflejan un anhelo insondable del amor de Dios y de la felicidad que su saciedad significaría?

San Agustín supo reconocer esta ansia de felicidad cuando se preguntaba: “¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Es porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz. Haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de Ti (Confesiones, 10, 20, 29).

En el evangelio, camino hacia la felicidad plena, las bienaventuranzas ocupan el centro de la predicación de Jesús. Esto no es una mera coincidencia pues mediante el sermón de la montaña, Jesús quiere iluminar nuestra búsqueda de la felicidad con la paradoja de las bienaventuranzas. En ellas se invierten los criterios del mundo pues se ven las cosas en la perspectiva correcta, esto es, desde la escala de valores de Dios. Precisamente, los que según los criterios del mundo son considerados pobres y perdidos son los realmente felices: Jesús llama dichosos a los que tienen espíritu de pobre, no porque seamos juzgados por nuestro estatus socioeconómico pues sabemos que hay pobres con espíritu de avaricia. Sino que Jesús los llama felices porque habrán encontrado que su felicidad no está en lo material, en la satisfacción de sus placeres ni en creerse mejor que lo demás. Aquellos con espíritu de pobre son dichosos puesto que habrán encontrado su felicidad en la solidaridad, la ayuda a los demás y en el caminar al lado de su Salvador. Y aunque muchas de las promesas de las bienaventuranzas parecen comenzar en el más allá, «cuando el hombre empieza a mirar y a vivir a través de Dios, entonces ¡ya ahora! algo de lo que está por venir está presente»”.

Benedicto XVI

Para terminar podemosafirmar que el primer paso para encontrar la felicidad es saber qué tipo de plenitud estoy buscando. Escuchemos a Santo Tomás de Aquino que ya nos da la respuesta: “Solo Dios sacia”.

El bautismo ¿en el nombre de quien?

La frase: en el nombre de Jesús, no es una referencia a alguna fórmula bautismal, sino es una referencia a la autoridad por la cual se confiere el sacramento. 

Varios grupos evangélicos unicitarios -rechazan el dogma de la Santísima Trinidad- afirman que el bautismo debe ser en el nombre de Jesucristo, esto no lo dicen estudiando conceptos teológicos ni antropológicos, ni mucho menos algo de historia, sino para afirmar que ellos son la iglesia primitiva y engañar a los demás, para ello usan el Libro de los Hechos donde se menciona el bautismo en el nombre de Jesucristo, ahora pasemos a explicar por que se menciona así.

Por si usted no lo sabía, muchísimas culturas en el mundo utilizan una especie de baño sagrado, o sea bautismo, por ejemplo:

El agua se utilizaba como símbolo de purificación en muchas religiones desde fechas muy lejanas. En el mundo antiguo, las aguas del Ganges en India, del Éufrates en Babilonia, y del Nilo en Egipto se utilizaban para baños sagrados.

El baño sagrado era también conocido en cultos mistéricos helénos. La ley judía establecía la utilización del agua como limpieza ritual (Lev. 11,25-40; 15,5-7); y Elisha ordenó al dirigente sirio Naaman que se sumergiera en el río Jordán para ser limpiado de lepra.

Antes del siglo I d.C., se pedía a los conversos al judaísmo que se bañaran (o bautizaran) ellos mismos como signo de aceptación de la alianza (tebilath gerim).

Algunos de los profetas consideraron más tarde que los exiliados judíos que volvían a casa cruzarían el río Jordán y serían rociados con su agua para ser limpiados de sus pecados antes del establecimiento del reino de Dios (Ez. 36,25).
En esta tradición, el contemporáneo de más edad que Jesús, Juan Bautista, urgió a los judíos a bautizarse en el Jordán para la remisión de sus pecados (Mc. 1,4).

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Por tanto el bautismo no es un ritual solo cristiano, cuando el escritor del Libro de los Hechos (San Lucas) menciona el bautismo en "nombre de Jesucristo" no lo hace mencionando la fórmula bautismal, sino que intenta diferenciar el bautismo cristiano del bautismo de las demás culturas, (entre ellos el bautismo de Juan el bautista), indicando que se lo hace con la autoridad otorgada por Jesús a sus apóstoles.

La frase "en el nombre de Jesús" o "en el nombre del Señor Jesús" no es una referencia a alguna fórmula bautismal, sino es una referencia a la autoridad. Es similar a un policía diciendo: "¡Deténgase en el nombre de la Ley!". Entendemos que en el "nombre de la Ley" significa con la autoridad con que la Ley ha revestido a ese policía. Sucede lo mismo con el bautismo "en el nombre de Jesús". Bautizar en el nombre de Jesús es bautizar en la autoridad de Jesús.

En realidad "en el nombre de Jesucristo" no es fórmula bautismal, sino aquello que se acaba de mencionar, ¿por qué? Por que si fuera fórmula bautismal seria expresado siempre de una sola manera en todos los casos del Libro de los Hechos, y vemos que no es así:

HECH 2,38…en el nombre de Jesucristo
HECH 8,16…en el nombre de Jesús
HECH 10,48…en el nombre del Señor Jesús
HECH 19,5…en el nombre del Señor Jesús

Los hermanos que hacen uso de esta supuesta fórmula bautismal, mencionan el siguiente texto:

HECH 4,12…Por que no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres por el que podamos ser salvos

Esta bien, pero aquí no menciona nada en absoluto sobre el bautismo. Cuando Jesús hace un mandato, no hay por que cambiar nada en absoluto, el dijo:

Mt 28,19… por tanto, ir y hacer discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Y esa es la forma correcta de bautizar: la que nos enseñó Jesus.

¿Que dice la historia?

Según los escritos apostólicos de los primeros siglos, el bautismo no era un mero acto simbólico de arrepentimiento o conversión, entre los principales documentos encontramos la Didajé o Didaché del siglo I y San Ireneo del siglo II, pero veamos que dicen:

Didajé Cáp. VII…En cuanto al bautismo, he aquí como hay que administrarle: Después de haber enseñado los anteriores preceptos (evangelizar), bautizad en el agua viva, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Si no pudiere ser en el agua viva,(por inmersión) puedes utilizar otra; si no pudieres hacerlo con agua fría, puedes servirte de agua caliente; si no tuvieres a mano ni una ni otra, echa tres veces agua sobre la cabeza, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Antes del bautismo, debe procurarse que el que lo administra, el que va a ser bautizado, y otras personas, si pudiere ser, ayunen.

Este documento apostólico del siglo I en el año 60, representaba para los primeros cristianos lo que hoy conocemos como el catecismo de la iglesia, en este tramo extraído se nota que no era necesario por inmersión, y se utiliza también el método de aspersión, también menciona que de ser posible ayunen antes del bautismo así como el presbítero (sacerdote) y claro un niño no puede ayunar, por eso es "si pudieren".

Este documento también con esto nos hace ver que las sectas unicitarias no son la restauración de la iglesia primitiva, como ellos afirman.
San Ireneo (Siglo II): "He aquí lo que nos asegura la Fe, tal como los presbíteros, discípulos de los apóstoles nos la transmitieron. Lo primero de todo, recomienda que nos acordemos de que hemos recibido el bautismo para el perdón de los pecados en el nombre del Padre y en el nombre de Jesucristo y del Espíritu Santo"

Vemos claramente que la Iglesia primitiva practicaba el bautismo con la misma fórmula que seguimos usando, en nuestros días, aquellos que cumplimos con lo que Jesús nos ordena hacer.

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