¿Has venido a acabar con nosotros?
- 09 Enero 2018
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Evangelio según San Marcos 1,21b-28.
Jesús entró a Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar.
Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar:
"¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios".
Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre".
El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.
Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!".
Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
San Adriano de Canterbury
En Canterbury, en Inglaterra, san Adriano, abad, el cual, nacido en África, desde Nápoles viajó a Inglaterra, donde, muy preparado en ciencias eclesiásticas y civiles, educó egregiamente a gran número de discípulos.
San Adrián había nacido en Africa. Era abad de Nérida, cerca de Nápoles, cuando el papa san Vitaliano, a la muerte de san Adeodato, arzobispo de Canterbury, le escogió por su ciencia y virtud para instruir a la nación inglesa, aún joven en la fe. El humilde siervo de Dios trató de declinar la elección, recomendando a san Teodoro de Tarso para el cargo, pero se mostró dispuesto a compartir los trabajos de la misión. El Papa accedió a sus súplicas y le nombró asistente y consejero del nuevo obispo, en lo cual san Adriano convino gustosamente.
San Teodoro le nombró abad del monasterio de San Pedro y San Pablo de Canterbury, que más tarde había de llamarse San Agustín, donde nuestro santo enseñó el griego, el latín, la ciencia de los Padres y, sobre todo, la virtud. Bajo Adrián y Teodoro, la influencia de la escuela monástica de Canterbury se extendió enormemente. San Aldelmo acudió a ella desde Wessex, Oftforo desde Whitby, y otros estudiantes desde Irlanda. Era una escuela de Derecho Romano y de Ciencias eclesiásticas. Beda refiere que los discípulos de san Adrián conocían bastante bien el griego y hablaban el latín como el inglés. San Adrián ilustró el país con su doctrina y el ejemplo de su vida, durante treinta y nueve años. Murió el 9 de enero del año 710.
Goscelino de Canterbury nos ha dejado una narración muy interesante del descubrimiento en el 1091 de los restos de san Adrián, que se hallaban incorruptos y despedían una suave fragancia; las recientes excavaciones confirman ese relato.
Sobre el descubrimiento de los restos, ver Migne, PL., vol. CIV, cc. 36-38, y Archaeologia Cantiana (1917), vol. XXXII, p. 18. La tumba de San Adrián se hizo famosa por los milagros en ella obrados, según nos dice Goscelino, citado por Guillermo de Malmesbury y por Capgrave. El nombre de nuestro santo se encuentra en los calendarios ingleses. Acta Sanctorum, 9 de enero, que reproduce algunos pasajes de Beda y de Capgrave; y Biblioteca Hagiográfica Latina, de los Bollandistas, n. 558.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Oremos
Tú, Señor, que concediste a San Adrián el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.
Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de la Clemencia o la Misericordia de Absam, cerca de Innsbruck, Austria (1797).
Catecismo de la Iglesia Católica § 2851-2854
«¿Has venido a acabar con nosotros?»
«Y líbranos del mal»: En esta petición del Padrenuestro, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El «diablo» [dia-bolos] es aquel que «se atraviesa» en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo. «Homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), «Satanás, el seductor del mundo» (Ap 12,9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota, toda la creación entera será «liberada del pecado y de la muerte» (Pleg Eucarística IV). «Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos hijos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno» (1Jn 5,18-19)...
La victoria sobre el «príncipe de este mundo» (Jn 14,30) se adquirió de una vez por todas en la hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte por darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo ha sido «echado abajo» (Jn 12,31). «El se lanza en persecución de la Mujer» pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, «llena de gracia» del Espíritu Santo es librada del pecado y de la corrupción de la muerte... «Entonces, despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos» (Ap 12, 13.17). Por eso el Espíritu y la Iglesia oran: «Ven, Señor Jesús» (Ap 22, 17.20), ya que su venida nos librará del Maligno.
Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de todos los males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo. Orando así, anticipa en la humildad de la fe la recapitulación de todos y de todo en Aquel que «tiene las llaves de la Muerte y del Hades», «el Dueño de todo, Aquel que es, que era y que ha de venir» (Ap 1,18.8).
El lenguaje que todos entienden
Evangelio según San Marcos 1, 21-28. Martes I de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Vengo ante Ti para hablar con la confianza de un amigo, con una mirada de un hijo hacia su madre, con los ánimos de un hermano para jugar con su hermano querido. Quiero hablar contigo incluso si ahora me encuentro como un hijo que busca el perdón de un padre o como un enamorado que pide, mendiga y espera el amor que pudo haber perdido. Esté como esté, hoy quiero hablar contigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Es tan sencillo cómo habla Cristo pero ¿por qué nos suele sorprender cuando no le entendemos?
Si Cristo ha entrado en nuestra vida y no comprendemos es porque no hemos acabado de asimilar lo que nos ha querido enseñar.
Podemos pensar según la lógica humana. Por esto es tan complicado para los sabios de este mundo entender la ley del amor. Cuando no entendemos el porqué de la alegría y del dolor, del gozo y del sufrimiento, es porque pensamos con la sabiduría terrenal sin ponernos en un plano sobrenatural; a este nivel sobrenatural todo tiene respuesta, todo tiene lógica, pero nunca según los criterios humanos.
He aquí que, cuando nos ponemos a amar sin medida, algunos se sorprenden de este nuevo poder, un poder que se fundamenta en el servicio, un poder que Dios mismo respalda. El amor es el lenguaje que todos pueden entender por su sencillez.
Pensemos. ¿De qué nos gloriamos? De nuestra sabiduría… de nuestro poder… de nuestras capacidades… ¿Qué somos y qué llegaremos a ser con esta lógica? Son muchas preguntas que se responden con sencillez: Las enseñanzas de Dios se hunden en los cimientos del amor. ¿Quién puede comprenderlo? ¿Quién pude vivirlo?
Jesús es diferente de los maestros de su tiempo: por ejemplo Jesús no abrió una escuela dedicada al estudio de la Ley, sino que sale para predicar y enseñar por todas partes: en las sinagogas, por las calles, en las casas, siempre moviéndose. Jesús también es distinto de Juan el Bautista, quien proclama el juicio inminente de Dios, mientras que Jesús anuncia su perdón de Padre.
(Homilía de S.S. Francisco, 24 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy examinaré con sinceridad si pienso según los parámetros humanos o los divinos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Jesús un comunicador a tiempo completo
Victor Manuel Pérez habla de los recursos empleados por Jesús para dirigir adecuadamente su mensaje a todo público.
Quienes tenemos la responsabilidad de comunicar siempre nos preguntamos ¿cómo transmitir mejor nuestro mensaje?
Esta pregunta requiere una mayor reflexión cuando el mensaje se trata del evangelio ¿cómo proclamar hoy el mensaje de Jesús? En una sociedad enmarcada por antivalores, por la presión del stress, por el consumismo desmedido, ¿cómo construir un mensaje de salvación, de fe, de esperanza y de caridad? Vamos a identificar en Jesús algunas ideas que nos pueden ayudar.
Situarnos en medio del pueblo y de su historia, es decir, comprender la realidad de nuestra sociedad.
Jesús utilizó un lenguaje directo, apropiado, cargado de una simbología propia de la cotidianidad en la cual creció y vivió; un código acorde con el público al cual dirige su mensaje.
Son las parábolas ejemplo de ésta facilidad que tenía para adaptar su lenguaje sin perder la esencia de su mensaje. Jesús vivió todas las costumbres y actividades de su época, enseñanzas recibidas de sus padres, y en especial su madre, quienes lo instruyeron en la realidad de su contexto histórico. La utilización de las metáforas para sus parábolas surgen de la realidad cotidiana de su época (Willam, 1994). Un mensaje de una gran sencillez; pero a la vez de una gran profundidad doctrinal.
Un mensaje que está dirigido al corazón y a la mente de los hombres de su época y que trasciende al hombre de hoy.
Otro aspecto es el carácter preferencial por los marginados. Es el público por excelencia de su mensaje. Era escuchado por una gran diversidad de personas; pero su intención apuntaba a públicos muy concretos: “Bienaventurados los pobres de espíritu... los mansos... los que lloran... los que tienen hambre y sed de justicia... los misericordiosos... los limpios de corazón... los que trabajan por la paz... los perseguidos por causa de la justicia... Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa” (Mt, 5, 3-11)
Su cercanía y actitud con las personas es otro componente que debemos destacar. Jesús sabe escuchar, observar, contemplar y penetrar en lo profundo de los corazones. Escuchó a todas las personas que se le acercaban: a los discípulos, a sus amigos, a los niños, a los soldados, a los cobradores de impuestos, a las prostitutas, a los enfermos, a los que ostentaban el poder político, a los que representaban el poder religioso, al ladrón, en definitiva todo aquel que tuvo un contacto con Jesús encontró un solo mensaje, pero con palabras acordes a su entendimiento y a la voluntad de su mente y alma.
Un mensaje que respetaba la libertad. Jesús era un hombre de diálogo. No importa el tiempo. Él se encontraba con el prójimo y utilizaba el tiempo necesario para dialogar. Cuando leemos los evangelios descubrimos encuentros muy importantes en los cuales Jesús mantenía un diálogo tranquilo, sereno, de una gran escucha y al mismo tiempo de una seguridad en su doctrina y en su mensaje.
Una correcta selección de los canales de comunicación es otra de sus características (Aguirre).
No sólo es la correcta selección de sus palabras, de sus gestos y de sus actos; él sabía seleccionar los espacios para comunicar su mensaje. Su primera predicación la realiza en la sinagoga (Lc 4, 16-30); y seguiría predicando desde lugares en los cuales podía ser escuchado, incluyendo otros territorios: “También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios” (Lc 4, 43).
La Buena Nueva la enseñó utilizando paralelamente otros signos del Reino de los Cielos, los milagros. Otra forma de comunicar el mensaje que avalaba su predicación. En especial la enseñanza correspondiente a la fe, condición necesaria para alcanzar la sanación: “¡Animo!, hija, tu fe te ha salvado” (Mt 9,22). Jesús es ejemplo de su palabra y quienes están a su alrededor lo conocen por su predicación, sus obras y su testimonio.
En definitiva la misión que Jesús encomienda a sus discípulos es comunicar: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20). Pero la comunicación de Jesús es un signo de comunión porque además de transmitir la Buena Noticia con sentimiento, con verdad, con sabiduría, “se entrega Él mismo como Palabra viva” (Aguirre: 132).
La gracia de la compasión
El Papa Francisco condena el bullying en las escuelas: “Es obra de Satanás”
En su homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta este lunes 8 de enero, el Papa Francisco condenó el maltrato a los más débiles, y en especial la violencia en las escuelas, el llamado bullying.
El Santo Padre señaló que el bullying, como toda violencia contra los más débiles, “es obra de Satanás”, es “una de las manchas del pecado original”, “porque agredir al débil es obra del diablo”.
En su homilía, el Santo Padre comentó la primera lectura del día, del primer libro de Samuel, en la que se cuenta la historia de los padres del profeta: Elcaná y Ana. Elcaná tenía dos mujeres: Ana y Fenina. Fenina tenía dos hijos, mientras que Ana era estéril. Fenina, en vez de consolar a Ana trataba de humillarla en toda ocasión.
El Pontífice llamó la atención sobre que esta situación se repite en varias partes de la Biblia. “Yo me pregunto: ¿qué hay dentro de estas personas? ¿Qué es lo que hay dentro de nosotros que nos lleva a despreciar, a maltratar, a burlarse de los más débiles?”.
“Se puede comprender que uno se enfrente a otro que es más fuerte: puede ser la envidia lo que te lleva a ello… ¿Pero con los más débiles? ¿Qué es lo que hay dentro de nosotros que nos lleva a ello? Es algo habitual, como si tuviese la necesidad de despreciar a los demás para sentirme seguro. Es como una necesidad…”.
Señaló que incluso entre los niños ocurre esto, y compartió un recuerdo de infancia, cuando en su barrio vivía una mujer que sufría una enfermedad mental que la llevaba a caminar sin parar por la calle durante todo el día. Las mujeres trataban de ayudarla dándole comedia, pero los niños la seguían para divertirse a su costa. “¡Cuánta maldad también en los niños que les lleva a tomarla con los más débiles!”.
Explicó que “hoy lo vemos continuamente en las escuelas, con el fenómeno del bullying, agredir al débil: ‘porque tú eres gordo’, o ‘porque tu eres así, o eres extranjero, o eres negro, por esto…’. Agredir, agredir… Los niños, los chicos… También los niños. Esto significa que hay algo dentro de nosotros que nos lleva a esto. A la agresión del débil. Y creo que esto es una de las manchas del pecado original. Es una obra de Satanás”.
“Del mismo modo que, cuando tenemos el deseo de hacer una buena obra, una obra de caridad, decimos que ‘es el Espíritu Santo el que me inspira a hacerlo’, cuando sentimos dentro de nosotros ese deseo de agredir al débil, no hay duda: es el diablo. Porque es una obra del diablo agredir al débil”.
El Papa finalizó su homilía pidiendo al Dios “que nos de la gracia de la compasión”.
Eulogio de Córdoba, Santo
Memoria Litúrgica, 9 de enero
Presbítero y Mártir
Martirologio Romano: En Córdoba, en la región de Andalucía, en Hispania, san Eulogio, presbítero y mártir, degollado por su preclara confesión de Cristo. Su memoria litúrgica se celebra el 9 de enero († 859).
Etimológicamente: Eulogio = Aquel que habla bien.
Breve Biografía
Dicen que San Eulogio es la mayor gloria de España en el siglo noveno. Vivió en la ciudad de Córdoba, que estaba ocupada por los musulmanes o mahometanos, los cuales solamente permitían ir a misa a los que pagaban un impuesto especial por cada vez que fueran al templo, y castigaban con pena de muerte al que hablara en público de Jesucristo, fuera del templo.
Nació el año 800 de una familia que se conservaba fervientemente católica en medio de la apostasía general cuando la mayoría de los católicos había abandonado la fe por miedo al gobierno musulmán. Este santo será el que logrará renovar el fervor por la religión católica en su ciudad y los alrededores.
Su abuelo, que se llamaba también Eulogio, lo enseñó desde pequeño a que cada vez que el reloj de la torre daba las horas, dijera una pequeña oración, por ejemplo: "Dios mío, ven en mi auxilio, Señor, ven a prisa a socorrerme".
Tuvo por maestro a uno de los más grandes sabios de su tiempo, al famoso Esperaindeo, el cual lo formó muy bien en filosofía y otras ciencias. Como compañeros de estudios tuvo a Pablo Alvarez, el cual fue siempre su gran amigo y escribió más tarde la vida de San Eulogio con todos los detalles que logró ir coleccionado.
Su biógrafo lo describe así en su juventud: "Era muy piadoso y muy mortificado. Sobresalía en todas las ciencias, pero especialmente en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía y siempre se mostraba muy respetuoso con las opiniones de los otros, y lo que no fuera contra la Ley de Dios o la moral, no lo contradecía jamás. Su trato era tan agradable que se ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él. Su descanso preferido era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales. Los monjes le tenían tan grande estima que lo llamaban como consultor cuando tenían que redactar los Reglamentos de sus conventos. Esto le dio ocasión de visitar y conocer muy bien un gran número de casas religiosas en España".
Ordenado de sacerdote se fue a trabajar con un grupo de sacerdotes y pronto empezó a sobresalir por su gran elocuencia al predicar, y por el buen ejemplo de su santa conducta. Dice su biógrafo: "Su mayor afán era tratar de agradar cada día más y más a Dios y dominar las pasiones de su cuerpo". Decía confidencialmente: "Tengo miedo a mis malas obras. Mis pecados me atormentan. Veo su monstruosidad. Medito frecuentemente en el juicio que me espera, y me siento merecedor de fuertes castigos. Apenas me atrevo a mirar el cielo, abrumado por el peso de mi conciencia".
Eulogio era un gran lector y por todas partes iba buscando y consiguiendo nuevos libros para leer él y prestar a sus amigos. Logró obtener las obras de San Agustín y de varios otros grandes sabios de la antigüedad (cosa que era dificilísimo en esos tiempos en que los libros se copiaban a mano, y casi nadie sabía leer ni escribir) y nunca se guardaba para él solo los conocimientos que adquiría. Trataba de hacerlos llegar al mayor número posible de amigos y discípulos. Todos los creyentes de Córdoba, especialmente sacerdotes y religiosos se fueron reuniendo alrededor de Eulogio.
En el año 850 estalló la persecución contra los católicos de Córdoba. El gobierno musulmán mandó asesinar a un sacerdote y luego a un comerciante católico. Los creyentes más fervorosos se presentaron ante el alcalde de la ciudad para protestar por estas injusticias, y declarar que reconocían como jefe de su religión a Jesucristo y no a Mahoma. Enseguida los mandaron torturar y los hicieron degollar. Murieron jóvenes y viejos, en gran número. Algunos católicos que en otro tiempo habían renegado de la fe por temor, ahora repararon su falta de valor y se presentaron ante los perseguidores y murieron mártires.
Algunos más flojos decían que no había que proclamar en público las creencias, pero San Eulogio se puso al frente de los más fervorosos y escribió un libro titulado "Memorial de los mártires", en el cual narra y elogia con entusiasmo el martirio de los que murieron por proclamar su fe en Jesucristo.
A dos jóvenes católicas las llevaron a la cárcel y las amenazaron con terribles deshonras si no renegaban de su fe. Las dos estaban muy desanimadas. Lo supo San Eulogio y compuso para ellas un precioso librito: "Documento martirial", y les aseguró que el Espíritu Santo les concedería un valor que ellas nunca habían imaginado tener y que no les permitiría perder su honor. Las dos jóvenes proclamaron valientemente su fe en Jesucristo y le escribieron al santo que en el cielo rogarían por él y por los católicos de Córdoba para que no desmayaran de su fe. Fueron martirizada y pasaron gloriosamente de esta vida a la eternidad feliz.
El gobierno musulmán mandó a Eulogio a la cárcel y él aprovechó esos meses para dedicarse a meditar, rezar y estudiar. Al fin logra salir de la cárcel, pero encuentra que el gobierno ha destruido los templos, ha acabado con la escuela donde él enseñaba y que sigue persiguiendo a los que creen en Jesús.
Eulogio tiene que pasar diez años huyendo de sitio en sitio, por la ciudad y por los campos. Pero va recogiendo los datos de los cristianos que van siendo martirizados y los va publicando, en su "Memorial de los mártires".
En el año 858 murió el Arzobispo de Toledo y los sacerdotes y los fieles eligieron a Eulogio para ser el nuevo Arzobispo. Pero el gobierno se opuso. Algo más glorioso le esperaba en seguida: el martirio.
Había en Córdoba una joven llamada Lucrecia, hija de mahometanos, que deseaba vivir como católica, pero la ley se lo prohibía y quería hacerla vivir como musulmana. Entonces ella huyó de su casa y ayudada por Eulogio se refugió en casa de católicos. Pero la policía descubrió dónde estaba y el juez decretó pena de muerte para ella y para Eulogio.
Llevado nuestro santo al más alto tribunal de la ciudad, uno de los fiscales le dijo: "Que el pueblo ignorante se deje matar por proclamar su fe, lo comprendemos. Pero Tú, el más sabio y apreciado de todos los cristianos de la ciudad, no debes ira sí a la muerte. Te aconsejo que te retractes de tu religión, y así salvarás tu vida". A lo cual Eulogio respondió: "Ah, si supieses los inmensos premios que nos esperan a los que proclamamos nuestra fe en Cristo, no sólo no me dirías que debo dejar mi religión, sino que tu dejarías a Mahoma y empezarías a creer en Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último momento quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo".
Un soldado le abofeteó la mejilla derecha y nuestro santo le presentó la mejilla izquierda y fue nuevamente abofeteado. Luego lo llevaron al lugar de suplicio y le cortaron la cabeza. Poco después martirizaron también a Santa Lucrecia.
San Eulogio: ¡Consíguenos un gran entusiasmo por nuestra religión!.
La presencia de la Santísima Trinidad en la Santa Misa
La Eucaristía es el lugar privilegiado de presencia de la Santísima Trinidad.
El misterio de la Santísima Trinidad está más presente de lo que nos imaginamos, en cada una de nuestras oraciones, ahí estamos invocando al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Y un lugar privilegiado de la presencia de la Santísima Trinidad es en la santa Eucaristía. Hoy te quiero resaltar 4 momentos particulares.
Invocación inicial
Toda Santa Misa no podemos iniciarla si no es invocando a la Santísima Trinidad, de hecho el sacerdote la inicia diciendo “en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu”.Es decir que la Eucaristía ya desde el inicio está presente la Santísima Trinidad.
Epíclesis consecratoria
Epíclesis significa literalmente invocación sobre. En el vocabulario litúrgico, la epíclesis, que acontece una vez finalizado el canto del Sanctus, es la invocación del Espíritu Santo, sobre las ofrendas, “de manera que sean para nosotros el cuerpo y la sangre de Jesucristo, nuestro Señor” (plegaria eucarística II), es decir que en ese momento se pide al Padre que envíe su Espíritu Santo para que convierta el pan y vino en el Cuerpo y Sangre de Jesús. Para que nos entendamos, esto sucede cuando el sacerdote impone ambas manos sobre las ofrendas. Ahí es un lugar privilegiado en donde está presente la Santísima Trinidad.
Doxología final
La palabra “doxología” viene del griego “doxa”, que significa “gloria”. Doxología, por tanto, significa glorificación. Esta sucede en el momento en el que el sacerdote toma el Cuerpo y Sangre de Jesús (ya no son “pan y vino”), y lo presenta a Dios, diciendo:“Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre Omnipotente, en la Unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”, y el pueblo responde “Amén”. Si vemos, ahí está presente la Trinidad: al Padre se ofrece, lo que se ofrece es el Hijo por medio del Espíritu Santo.
Bendición final
Así como la Eucaristía inicia invocando a la Santísima Trinidad, también esta concluye con la invocación a la Santísima Trinidad. En la bendición final se bendice al pueblo diciendo “y la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y les acompañe siempre”. Acá le estamos pidiendo a la Santísima Trinidad que acompañe y bendiga a cada uno de los presentes.
Como vemos, la Eucaristía es el lugar privilegiado de presencia de la Santísima Trinidad. Es oportuno que sepamos descubrir su presencia, y que los momentos antes mencionados los vivamos aún con más reverencia, sabiendo que estamos invocando al misterio más grande y más sublime, el de la Santísima Trinidad.
¿Qué es la felicidad?
¿Cuál es nuestra idea de la felicidad? ¿Existe realmente?
¿Qué es la felicidad? ¿Dónde está? ¿Cómo se consigue? La humanidad ha estado detrás de estas preguntas desde el despertar de la vida del hombre, como especie y como individuo. De ahí que la mayoría de nuestras decisiones -si no todas- vienen dictadas por un anhelo profundo de felicidad, ya sea inmediata: diversión; o de largo plazo: realización personal. Al respecto, el Papa Francisco usa un ejemplo bastante simple: “Si yo debo hacer las tareas del colegio y no las hago y me escapo…es una elección equivocada. Y esa elección será divertida, pero no te dará alegría”.
Existen 4 tipos de felicidad. El primero es el Placer. Éste nos da una sensación de felicidad inmediata y efímera. Es una experiencia fundamentalmente sensorial que puede ser satisfecha con cosas materiales y que se encuentran netamente en el exterior.
El segundo tipo es la felicidad Ego-comparativa, es decir, la ilusión de felicidad que te da el saberte o creerte mejor que los demás o por lo menos que la gente te perciba como mejor: el ya conocido efecto Facebook.
Ciertamente, estos 2 primeros tipos de felicidad son los que las empresas, la publicidad, redes sociales y en general, la sociedad nos vende. Y en realidad, tenemos que estar conscientes que son modelos defectuosos -en extremo- de felicidad, puesto que son en esencia transitorios y vacíos. Ya son varios los ejemplos de gente exitosa, con fama y dinero que encontraron el placer y la complacencia de creerse superiores y que terminaron deprimidos, sumidos en la droga, quitándose la vida. Para la Iglesia, sin embargo, esto no resulta extraño pues ya nos ha sido revelado que: “Nuestro deseo natural de felicidad es de origen divino. Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el Único que lo puede satisfacer”. (CIC 1718).
Teniendo esto en cuenta, llegamos al tercer y cuarto tipo de felicidad: Contributiva y Trascendental, respectivamente. La felicidad contributiva es aquella que sentimos al hacer algo por alguien y marcar la diferencia en su vida. Desde grandes acciones, como aquellas que hacen los misioneros en lugares alejados o el hacer voluntariado en tu comunidad, hasta “pequeños” actos de misericordia: visitar al enfermo, dar buen consejo al que lo necesita, entre otros, generan en nosotros un sentido mucho más profundo y concreto de felicidad puesto que va más allá de nosotros mismos. El último y probablemente más sublime tipo de felicidad es la trascendental. Ésta tiene que ver con anhelos más elevados y que venimos buscando, conscientemente o no, desde que somos niños: Verdad, Justicia, Belleza, Amor y sensación de Hogar. En efecto, éstos últimos son mucho más difíciles de encontrar, pero su sola búsqueda es ya motivo de alegría.
“Claramente, vivir el Evangelio -con todos los desafíos que eso representa, pero ayudados por la gracia- es un camino a la felicidad plena pues nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana […] ni en ninguna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo amor”. (CIC 1723). El beato John Henry Newman, nacido en Inglaterra en el siglo XIX, escribe al respecto con palabras que tienen la frescura de hoy:
El dinero es el ídolo de nuestro tiempo. A él rinde homenaje instintivo la multitud, la masa de los hombres. Estos miden la dicha según la fortuna y, según la fortuna, la honorabilidad […] Todo esto se debe a la convicción […] de que con la riqueza se puede todo. La riqueza, por tanto, es uno de los ídolos de nuestros días, y la notoriedad es otro […] La notoriedad, el hecho de ser reconocido y de hacer ruido en el mundo (lo que podría llamarse una fama de prensa), ha llegado a ser considerada como un bien en sí mismo, un bien soberano, un objeto de verdadera veneración.
Al leer estas líneas, es imposible no pensar en tantos participantes de reality shows y otras “celebridades” que hoy día en nuestros países están dispuestos a cualquier cosa y ser protagonistas de cualquier escándalo con tal de tener un poco de prensa, de fama, de atención que viene suscitada por esta sed instintiva de felicidad. Más aún, si pensamos en ejemplos más cercanos, seremos capaces de identificar a amigos e incluso a nosotros mismos compartiendo cosas privadas y/o fuera de lugar en nuestras redes sociales solamente para tener un “like” más o un “retweet” que al fin y al cabo se traduce en la búsqueda de sentirnos aceptados y reconocidos. ¿Es que acaso estas actitudes no reflejan un anhelo insondable del amor de Dios y de la felicidad que su saciedad significaría?
San Agustín supo reconocer esta ansia de felicidad cuando se preguntaba: “¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Es porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz. Haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de Ti” (Confesiones, 10, 20, 29).
En el evangelio, camino hacia la felicidad plena, las bienaventuranzas ocupan el centro de la predicación de Jesús. Esto no es una mera coincidencia pues mediante el sermón de la montaña, Jesús quiere iluminar nuestra búsqueda de la felicidad con la paradoja de las bienaventuranzas. En ellas se invierten los criterios del mundo pues se ven las cosas en la perspectiva correcta, esto es, desde la escala de valores de Dios. Precisamente, los que según los criterios del mundo son considerados pobres y perdidos son los realmente felices: Jesús llama dichosos a los que tienen espíritu de pobre, no porque seamos juzgados por nuestro estatus socioeconómico pues sabemos que hay pobres con espíritu de avaricia. Sino que Jesús los llama felices porque habrán encontrado que su felicidad no está en lo material, en la satisfacción de sus placeres ni en creerse mejor que lo demás. Aquellos con espíritu de pobre son dichosos puesto que habrán encontrado su felicidad en la solidaridad, la ayuda a los demás y en el caminar al lado de su Salvador. Y aunque muchas de las promesas de las bienaventuranzas parecen comenzar en el más allá, «cuando el hombre empieza a mirar y a vivir a través de Dios, entonces ¡ya ahora! algo de lo que está por venir está presente»”.
Benedicto XVI
Para terminar podemosafirmar que el primer paso para encontrar la felicidad es saber qué tipo de plenitud estoy buscando. Escuchemos a Santo Tomás de Aquino que ya nos da la respuesta: “Solo Dios sacia”.