Si quieres, puedes
- 11 Febrero 2018
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Amigo de los excluidos
Jesús era muy sensible al sufrimiento de quienes encontraba en su camino, marginados por la sociedad, olvidados por la religión o rechazados por los sectores que se consideraban superiores moral o religiosamente.
Es algo que le sale de dentro. Sabe que Dios no discrimina a nadie. No rechaza ni excomulga. No es solo de los buenos. A todos acoge y bendice. Jesús tenía la costumbre de levantarse de madrugada para orar. En cierta ocasión desvela cómo contempla el amanecer: «Dios hace salir su sol sobre buenos y malos». Así es él.
Por eso a veces reclama con fuerza que cesen todas las condenas: «No juzguéis y no seréis juzgados». Otras, narra una pequeña parábola para pedir que nadie se dedique a «separar el trigo y la cizaña», como si fuera el juez supremo de todos.
Pero lo más admirable es su actuación. El rasgo más original y provocativo de Jesús fue su costumbre de comer con pecadores, prostitutas y gentes indeseables. El hecho es insólito. Nunca se había visto en Israel a alguien con fama de «hombre de Dios» comiendo y bebiendo animadamente con pecadores.
Los dirigentes religiosos más respetables no lo pudieron soportar. Su reacción fue agresiva: «Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de pecadores». Jesús no se defendió. Era cierto, pues en lo más íntimo de su ser sentía un respeto grande y una amistad conmovedora hacia los rechazados por la sociedad o la religión.
Marcos recoge en su relato la curación de un leproso para destacar esa predilección de Jesús por los excluidos. Jesús está atravesando una región solitaria. De pronto se le acerca un leproso. No viene acompañado por nadie. Vive en la soledad. Lleva en su piel la marca de su exclusión. Las leyes lo condenan a vivir apartado de todos. Es un ser impuro.
De rodillas, el leproso hace a Jesús una súplica humilde. Se siente sucio. No le habla de enfermedad. Solo quiere verse limpio de todo estigma: «Si quieres, puedes limpiarme». Jesús se conmueve al ver a sus pies a aquel ser humano desfigurado por la enfermedad y el abandono de todos. Aquel hombre representa la soledad y la desesperación de tantos estigmatizados. Jesús «extiende su mano» buscando el contacto con su piel, «lo toca» y le dice: «Quiero, queda limpio».
Siempre que discriminamos desde nuestra supuesta superioridad moral a diferentes grupos humanos (vagabundos, prostitutas, toxicómanos, psicóticos, inmigrantes, homosexuales...) y los excluimos de la convivencia negándoles nuestra acogida nos estamos alejando gravemente de Jesús.
Bienaventurada Virgen María de Lourdes
Nuestra Señora la Bienaventurada Virgen María de Lourdes. Cuatro años después de la proclamación de su Inmaculada Concepción, la Santísima Virgen se apareció en repetidas ocasiones a la humilde joven santa María Bernarda Soubirous en los montes Pirineos, junto al río Gave, en la gruta de Massabielle, cerca de la población de Lourdes, en Francia, y, desde entonces, aquel lugar es frecuentado por muchos cristianos, que acuden devotamente a rezar.
El 11 de febrero de 1858, tres niñas: Bernadette Soubirous, de catorce años, su hermana Marie-Toinette, de once y su amiga Jeanne Abadie, de doce, salieron de su casa en Lourdes para recoger leña. Para llegar a un lugar a orillas del río Gave, donde les habían dicho que encontrarían ramas secas en abundancia, tenían que pasar ante una gruta natural abierta en los peñascos de Massabielle que bordeaban el cauce del río, después de cruzar un arroyo, cuya corriente movía la rueda de un molino. Las dos niñas más pequeñas vadearon el arroyo dando chillidos, porque el agua estaba muy fría. Bernadette, que a diferencia de sus compañeras, usaba medias en razón de su delicada salud -sufría de asma-, no se atrevía a imitarlas. Sin embargo, cuando las otras dos se negaron a ayudarla a pasar, comenzó a quitarse las medias. En eso estaba, cuando oyó a su lado el ruido de un murmullo, como el que produce un ráfaga de viento. Levantó la cabeza y comprobó que los arbolillos de la otra orilla estaban quietos; sólo que le pareció advertir un leve movimiento en las malezas que crecían ante la gruta, muy cerca de ella, al otro lado del arroyo. Se desentendió del asunto, acabó de quitarse las medias y, ya iba a meter un pie en el agua, cuando el susurro se repitió. Aquella vez se quedó mirando fijamente hacia la gruta y vio agitarse con fuerza las ramas de las zarzas, pero además, en un nicho dentro de la cueva, detrás y encima de las ramas, estaba la figura de «una joven vestida de blanco, no más alta que yo, saludándome con ligeras inclinaciones de la cabeza», como dijo más tarde Bernadette. La aparición era muy hermosa: la joven vestía túnica blanca, ceñida por una banda azul y llevaba un largo rosario colgado del brazo. Al verla, le pareció que hacía signos como invitándola a orar; Bernadette se arrodilló, extrajo de la bolsa su rosario y comenzó a recitarlo; entonces, la aparición tomó también el rosario en sus manos y empezó a pasar las cuentas, rezando, pero sin mover los labios. No se hablaron, pero al terminar los cinco misterios, la figura sonrió y, retrocediendo hacia las sombras de la gruta, desapareció. Las otras dos niñas regresaron de recoger la leña y se echaron a reír al ver de rodillas a Bernadette. Jeanne le reprochó que no las hubiese ayudado a recoger ramas secas y luego se encaramó a las rocas, corriendo hacia el otro lado de la gruta; pero Marie-Toinette se acercó a su hermana: «Tú estás como asustada, le dijo. ¿Viste algo que te dio miedo?». Bernadette se lo contó todo, mediante la promesa de que no lo repetiría a nadie; sin embargo, Toinette se lo dijo a su madre tan pronto como regresaron a casa. La señora Soubirous interrogó a Bernadette:
-Te engañaste, chiquilla -le dijo-. Debes haber visto una piedra.
-No, repuso la niña; era una jovencita y tenía un rostro muy bello.
La madre llegó a la conclusión de que tal vez sería un alma del purgatorio y prohibió a su hija que volviese a la gruta. Los dos días siguientes Bernadette se quedó en casa, pero numerosos chiquillos de la vecindad que se habían enterado del suceso, la importunaron para que regresara al lugar. La señora Soubirous, exasperada, mandó a su hija a que pidiera consejo al padre Pomian, quien no le hizo caso; entonces, la señora recomendó a Bernadette que hablara con su padre y éste, después de algunas vacilaciones, la autorizó a que fuera. Varias niñas emprendieron el camino de la gruta, llevando una botella con agua bendita y, al llegar, todas se arrodillaron a rezar el Rosario. Cuando iban en el tercer misterio, «la misma joven blanca se hizo presente en el mismo lugar de antes», para decirlo con las propias palabras de Bernadette: «¡Ahí está!, le dije a la que estaba más cerca de mí y le puse el brazo sobre los hombros señalando a la joven blanca, pero ella no vio nada». Otra niña, llamada Marie Hillot, le dio el agua bendita y, levantándose, arrojó algunas gotas hacia la visión; la figura sonrió e hizo la señal de la cruz. Bernadette le habló: «Si vienes de parte de Dios, acércate».
La figura avanzó un paso. En aquel momento, Jeanne Abadie con otras niñas trepó a las peñas de la gruta y lanzó una piedra que fue a caer a los pies de Bernadette. La visión desapareció. Pero Bernadette volvió a arrodillarse y permaneció inmóvil, como en un trance, con los ojos fijos en la gruta. Sus compañeras no pudieron moverla. Con dificultad, el molinero Nicolás y su mujer, levantaron en vilo a la chiquilla, y la llevaron por la pendiente hasta el molino, donde repentinamente volvió en sí y se echó a llorar amargamente. Pronto se reunieron ahí muchas gentes y la madre de Bernadette comenzó a regañar a su hija, con lo cual todos se retiraron discretamente y regresaron a Lourdes. Ninguno de cuantos conocían a Bernadette, ni siquiera las monjas que le enseñaban el catecismo, creyeron lo que decía. Algunos opinaron que lo que había visto era un ánima del purgatorio.
La tercera aparición tuvo lugar el 18 de febrero, cuando una dama llamada Millet y su hija, que era de la Congregación de las Hijas de María, se llevaron a Bernadette hasta la gruta, una mañana muy temprano. Traían consigo una vela bendita, pluma y tinta. Las tres se arrodillaron a rezar y, cuando Bernadette murmuró que ahí estaba al figura, la hija de madame Millet le entregó pluma, papel y tinta.
-Si vienes de parte de Dios, por favor dime lo que quieres; si no, vete -dijo Bernadette.
Como la Señora se limitó a sonreír, la niña, agregó alargando el papel y la pluma:
-por favor ten a bien escribir tu nombre y lo que quieres.
Entonces, la aparición habló por primera vez utilizando el «patois» (dialecto) de Lourdes:
-No hay necesidad de que escriba lo que tengo que decir. ¿Quieres tener la amabilidad de venir aquí todos los días durante una quincena?
Después de una pausa añadió:
-No prometo hacerte feliz en esta vida, pero sí en la otra.
Y elevándose hacia el techo de la gruta, desapareció. El domingo 21 de febrero, gran número de personas la acompañó a la gruta, incluyendo el Dr. Dozous, un médico escéptico que tomó el pulso y examinó la respiración de la niña durante el trance. La aparición habló de nuevo: «Orarás a Dios por los pecadores», recomendó.
Después de la misa mayor, Bernadette fue a visitar al procurador imperial, J. V. Dutour quien la interrogó detenidamente para llegar a la conclusión de que la chiquilla era sincera, pero estaba obsesionada. Después de las vísperas, el comisario de policía, Dominic Jacomet, mandó a buscarla y la sometió a un interrogatorio muy severo, y la despidió más tarde con la advertencia de que debía mantenerse lejos de la gruta o atenerse a las consecuencias. Aquellos funcionarios consideraban que la conducta de la chiquilla perturbaba el orden público, y además habían observado que los terrenos donde estaba situada la gruta ofrecían muy pocas seguridades a las grandes muchedumbres que iban a reunirse ahí. El día 22, Bernadette fue a la gruta, a pesar de la prohibición. Había allí un pequeño grupo de ciudadanos y dos gendarmes; pero la aparición no se produjo. El mismo día, el P. Pomian, confesor de Bernadette, declaró que si el procurador Dutour, máxima autoridad en el lugar, no había prohibido a la joven que se acercara a la gruta, ésta podía ir cuando quisiera. A las seis de la mañana del día 23, Bernadette llegó al lugar y ya se encontraba allí una multitud de doscientas personas. Aquella vez vio de nuevo la aparición y cayó en un trance que duró casi una hora. Al otro día, la multitud había aumentado a cuatrocientas o quinientas personas, y de nuevo Bernadette tuvo una hora de éxtasis cuando la aparición se manifestó. Pero se negó a revelar cualquier cosa que la Señora hubiese dicho. El jueves 25, después de rezar un misterio del Rosario, Bernadette comenzó a avanzar de rodillas por la pendiente que ascendía a la cueva, apartando suavemente el follaje. Al llegar al fondo de la gruta, dio media vuelta sin levantarse y avanzó en sentido contrario; después se detuvo a mirar inquisitivamente hacia el nicho, se puso en pie y caminó hacia el lado izquierdo de la cavidad. Hay dos nichos en la gruta: uno a mayor altura que el otro (en aquel se encuentra actualmente la imagen de Nuestra Señora) y una especie de túnel entre los dos. La figura apareció en distintos lugares; el 25 de febrero y el 25 de marzo, las dos ocasiones más importantes, la aparición estaba en la abertura inferior del túnel, al nivel del suelo, según afirmá el P. Martindale. Lo que la propia Bernadette relata es esto:
-Ve a beber en la fuente y lávate en sus aguas -le dijo la Señora.
Como Bernadette no sabía que hubiese una fuente en las peñas de la cueva, se volvió para acercarse al río. Pero entonces, la Señora volvió a hablar para explicarle. «Ella misma señaló con el dedo -dijo la joven-, para mostrarme dónde estaba la fuente; caminé hacia allí; pero sólo pude hallar un charquito de agua sucia; metí las manos, pero no pude coger agua suficiente para beber. Comencé a escarbar y salió agua, pero turbia. Por tres veces la saqué con las manos y la arrojé fuera; después ya podía beberse».
Las gentes vieron que la niña se inclinaba y, al erguirse, tenía la cara sucia con lodo. De nuevo se inclinó y se diría que estaba mordisqueando las hojas de una planta. Instantes después, se enderezó y comenzó a andar hacia Lourdes. Al principio, la gente se mostró despectiva y hasta burlona, pero algo más tarde, aquel mismo día, todos quedaron asombrados al ver que había brotado un manantial de agua turbia en la gruta y su corriente desembocaba en el Gave. Antes de una semana, el manantial estaba produciendo 27.000 galones (unos 100.000 litros) diarios, como sigue haciéndolo hasta hoy. El 26 de febrero, ochocientos testigos vieron a Bernadette, en trance, arrastrándose por la pendiente de la gruta, inclinándose con frecuencia para besar el suelo y haciendo señas, como si invitara a los demás a imitarla. La aparición había aconsejado que se hiciera penitencia (aquel día del año 1858, fecha en que se reconoció como manantial la fuente que había surgido de la gruta, era el segundo viernes de Cuaresma y el Evangelio de la misa se refería a la piscina de aguas curativas que se hallaba frente a la Puerta de las Ovejas, en Jerusalén -Juan 5,1-15-).
Las visiones del 27 y el 28 siguieron el curso de costumbre, aunque la muchedumbre creció. Bernadette se inclinó repetidas veces para besar el suelo, y las gentes la imitaron. Por la tarde del 28, la llevaron ante un magistrado quien le hizo las mismas advertencias. Para el l de marzo, el número de espectadores había aumentado a 1000 y, por primera vez, un sacerdote estaba presente. El señor cura de Lourdes y los cuatro párrocos, habían declarado que ellos no tenían nada que ver con la gruta de Massabielle, pero el abad Dézirat procedía de distritos lejanos y no estaba bajo la jurisdicción de Lourdes. Este sacerdote se mostró muy impresionado. Aquel día tuvo lugar una curación en el manantial, pero no se dio la noticia hasta meses después. El 2 de marzo, a las 7 de la mañana, estaban presentes 1700 personas cuando Bernadette vio la aparición por décima tercera vez. En aquella oportunidad, la Señora le rogó que hiciera saber a los clérigos su deseo de que se construyera una capilla y se realizara una procesión. Bernadette fue a ver al señor cura, quién la recibió fríamente, la despidió con palabras bruscas y dio a entender a los funcionarios civiles que él personalmente desaprobaba toda la cuestión de las apariciones.
El 3 de marzo fue un día de grandes desilusiones y desprecios para Bernadette. A las 4000 personas que habían acudido, tuvo que confesarles su fracaso, porque la Señora no había aparecido; pero aquel mismo día, cuando la mayoría de los espectadores habían partido, volvió a la gruta, vio a la aparición y entró en trance durante corto tiempo. El 4 de marzo, ante miles de espectadores, volvió a tener la visión, entró en trance, pero no hubo novedades. Habían transcurrido catorce días y la Señora no volvió a aparecer; pero el 25 de marzo -día de la Virgen- Bernadette visitó la gruta entre las cuatro y las cinco de la madrugada, la Señora apareció y le dijo que se acercara. Bernadette le pidió entonces: «¿Quieres tener la bondad de decirme quién eres?» La aparición sonrió sin responder nada. La niña repitió la pregunta dos veces más y entonces la Señora juntó las manos, levantó la vista al cielo y respondió en patois:«Que soy era Inmaculada Conceptiou», «Yo soy la Inmaculada Concepción». Después siguió hablando: «Deseo que se me construya aquí una capilla». Bernadette replicó: «Ya les he dicho lo que tú quieres, pero ellos piden un milagro como prueba de tu deseo». La Señora volvió a sonreír y, sin agregar una palabra, se desvaneció a la vista de Bernadette.
La penúltima de las apariciones tuvo lugar el 7 de abril; una muchedumbre de 1200 a 1300 personas vio a Bernadette en trance durante tres cuartos de hora. El Dr. Dozous estaba a su lado y constató que la niña alzaba las manos con los dedos entrelazados y las ponía sobre la llama de la vela que ardía frente a ella. Observó que la llama acariciaba sus dedos y se filtraba entre ellos, sin que la niña pareciera darse cuenta. No sólo era insensible al dolor, sino que los tejidos de su piel no fueron afectados por el fuego, ni le quedó cicatriz alguna. Cuando volvió en sí del trance, el doctor acercó la vela encendida a la mano izquierda de la niña y ésta la retiró de prisa, exclamando: «¡Me quema!» Debe admitirse, sin embargo que el padre Cross en su «Histoire de Notre-Dame de Lourdes» (I, 494-499) da razones que desacreditan esta declaración. De todas maneras, la comisión episcopal que examinó e informó las pruebas de las apariciones, no la tomó muy en cuenta. La décima octava y última aparición, ocurrió el 16 de julio, fiesta de Nuestra Señora del Carmen. Ya para entonces, la gruta estaba cercada para que el público no se aproximara y Bernadette no podía ver más que la parte superior del nicho por encima de las bardas y desde la orilla opuesta del río Gave; sin embargo, la figura no parecía más alejada que las otras veces. Después de aquella fecha, Bernadette Soubirous nunca volvió a tener visiones de la Santísima Virgen durante los veintiún años que aún vivió. A nadie más que a ella se le otorgó el privilegio de esas visiones.
Conviene agregar unas palabras, a manera de comentario, sobre dos puntos relacionados con las apariciones de la Santísima Virgen en Lourdes: algunos críticos hostiles trataron de hacer creer que las manifestaciones sobrenaturales habían sido organizadas por el clero, desde Roma, con el propósito de que se confirmara y se popularizara el Dogma de la Inmaculada Concepción que, apenas cuatro años antes, había sido definido por el papa Pío IX. Puede comprobarse lo erróneo de esas críticas, recordando que fueron los informes de los testigos, recogidos por las autoridades locales y sometidos a la atención de la Prefectura del Departamento de Lourdes y al Ministerio del Interior de Francia, los que dieron pie a la historia, sin que el clero o la Iglesia se mezclara para nada en las supuestas apariciones, hasta que la fe las arraigó profundamente en el pueblo y ocurrió la extraña coincidencia del nacimiento de un manantial en la gruta y las gentes comenzaron a llegar allí por miles, desde todos los alrededores. Tampoco es posible que nadie llegue a creer sinceramente que las autoridades de la Iglesia, trataron de popularizar (como se afirmó) un Dogma aprobado por el Vaticano, «recurriendo a la imaginación y a la superstición de las masas» y para colmo, organizaran el fraude en una remota aldea perdida en los Pirineos, a cien kilómetros de la línea férrea más próxima. Además, todos los actos en la vida subsecuente de Bernadette, la pequeña «impostora» que habría servido de instrumento a algún astuto eclesiástico, desmienten categóricamente tal hipótesis. La muchacha no volvió a tener visiones; nunca se le ocurrió adornar con nuevos detalles el relato que hizo desde un principio; jamás demostró sentirse complacida o halagada por la atención que se le dispensaba y nunca obtuvo alguna ganancia pecuniaria por ello. Rehuyendo el cebo de la fama y la popularidad y conservando la sencillez de una niña, Bernadette ingresó a una orden religiosa de hermanas enfermeras, en 1886, a la edad de veintidós años. Hizo el noviciado en Nevers, lejos de Lourdes, y allí se quedó doce años, hasta su muerte; no tomó parte en ninguna de las grandes obras de construcción en torno a la gruta, ni en las ceremonias de la consagración de la basílica.
En segundo lugar, es necesario llamar la atención hacia un hecho muy notable que confirma el carácter único y sobrenatural de las visiones de Bernadette. Durante sus prolongadas visitas a la gruta, mientras permanecía en trance, con los ojos fijos en la aparición que ella veía tan claramente, diciéndole cosas que hacían llorar de emoción a los campesinos que la observaban, nadie pretendió nunca haber visto lo que ella contemplaba. No hubo una alucinación colectiva, ni escenas de desorden, ni extravagancias, gritos, contorsiones o cualquiera otra muestra de exaltación. En cambio, cuando la serie de visiones de Bernadette había concluido, comenzaron a aparecer por todas partes falsas visionarias que hacían demostraciones repugnantes. Los informes que envió el comisario de la policía a la prefectura sobre este particular son muy claros. Algunas de las visionarias eran jóvenes realmente piadosas y de buena conducta, sobre todo María Courrech, criada del alcalde, reconocida por todos como una joven buena. Marie tuvo visiones desde abril hasta diciembre del mismo año y mucha gente le creyó, pero la diferencia entre sus arrobamientos y los de Bernadette era muy marcada. El P. Cross publicó el testimonio de un testigo intachable sobre las extravagancias de Marie. Si llegaron a producirse semejantes aberraciones en mujeres de buena disposición y preparación, ya puede imaginarse el lector lo que harían otras muchachas indiferentes e ignorantes, así como los chiquillos que, para imitar a sus mayores, comenzaron también a tener visiones. Los piadosos ciudadanos de Lourdes y los campesinos de las aldeas vecinas, enteramente convencidos de que las primeras apariciones en la gruta fueron auténticas, estaban dispuestos a ofrecer a cualquiera de sus vástagos como receptáculos de inspiración divina. No hay duda de que, a veces, esos niños quedaron en estado de arrobamiento y hasta hubo algunos que verdaderamente tuvieron alucionaciones. En cuanto a los «visionarios» adultos, aparte de los mencionados, sólo se puede decir que casi todos hicieron exhibiciones de fenómenos extraños y repulsivos, convulsiones histéricas, gestos, contorsiones, etc., y, por supuesto, en todos esos casos había razones para sospechar que se trataba de una impostura deliberada.
L.J.M. Cross, Histoire de Notre-Dame de Lourdes (1901), 3 vols. Histoire exact des apparitions de N. D. de Lourdes, de P. H. Petitot (1935).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Nuestra Señora de Lourdes
Memoria Litúrgica, 11 de febrero
Advocación Mariana
Martirologio Romano: Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes. Cuatro años después de la proclamación de su Inmaculada Concepción, la Santísima Virgen se apareció en repetidas ocasiones a la humilde joven santa María Bernarda Soubirous en los montes Pirineos, junto al río Gave, en la gruta de Massabielle, de la población de Lourdes, y desde entonces aquel lugar es frecuentado por muchos cristianos, que acuden devotamente a rezar.
Breve Reseña
Bernardita de Soubirous fue la elegida por Dios para ser testigo y mensajera de tan extraordinaria iniciativa del Creador. La Madre de Jesús, nuestra Madre también, supo como siempre enamorar a las multitudes y convocar a los pueblos de las naciones alrededor de la majestuosa imagen que de Ella se difundió.
Lourdes ha sido fuente de sanación física para mucha gente, y quizás ha sido este el milagro más visible que Dios ha realizado para confirmar y sostener la fe en la obra. Pero sin dudas que la sanación espiritual, la conversión de las almas, ha sido el fruto más extraordinario que las generaciones han manifestado como evidencia de la potencia de los actos de Dios en esta tierra.
Bernardita fue también instrumento de confirmación del Dogma de la Inmaculada Concepción, para alegría de los que amamos la pureza de María, reconocida de este modo en las propias palabras de la Reina del Cielo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Hoy, después de 150 años, las palabras de María resuenan en nuestros oídos con la misma fuerza, como un cristal puro que resuena y sacude con su timbre los tímpanos del mundo.
Gloria a Dios por Su Amor manifestado en regalo tan extraordinario. Nuestra Señora de Lourdes renueve nuestros corazones y nuestras mentes, para que emerja sonriente y esplendorosa nuestra propia conversión.
www.reinadelcielo.org
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Las dos veces que he visitado Lourdes, mi alma se ha sentido feliz. Con una felicidad que sobrepasa todos los límites de lo espiritual y trascendente.
He visitado todo lo ha habido y por haber en la gruta de las apariciones. Incluso un antiguo alumno, que pasa allá sus vacaciones haciendo el bien a la gente como camillero, me ha contado que ha visto con sus propios ojos los milagros maravillosos que hace cada día la Madre de Dios.
Fue el 11 de febrero cuando la Virgen se le apareció a Bernardita, una joven de 14 años en la gruta de Massabielle. Vio una nube dorada y a la Virgen vestida de blanco con un rosario en la mano.
Esta aparición se repitió 18 veces. El 25 de febrero fue cuando la chica escarbó en el suelo y salió un manantial de agua. Le dijo la Virgen que levantaran un templo y que rezara el rosario por los pecadores.
Comenzó a acudir mucha gente. Las autoridades eclesiásticas, comenzando por el párroco, no le daban crédito a la joven.
Era impensable que a su edad y dada su falta de cultura, supiera algo acerca del misterio del dogma de la Inmaculada Concepción, declarado así por el Papa Pío IX en 1854.
El mismo Papa le dio el nombre de Basílica al templo levantado en honor de las apariciones. Estas, por fin, fueron declaradas auténticas y no pura fantasía de una adolescente ignorante.
¿Cuál es la síntesis del mensaje de Lourdes?
En primer lugar, se trata de un acto de gratitud por la definición del dogma, que se había declarado oficialmente cuatro años antes. En segundo lugar, exaltar la pobreza y la humildad, virtudes eminentemente cristianas. En tercer lugar, la importancia de la Cruz como camino para ser feliz aquí y en el más allá. Y en cuarto lugar, la clave para llevar una vida cristiana auténtica, es la oración, sintetizada en el rezo del santo rosario.
Pero lo importante, además de las curaciones físicas, es que todo el mundo sale curado en lo espiritual, siempre y cuando se vaya de buena fe.
¡Felicidades a las Lourdes!
Consulta también: La aparición de Nuestra Señora de Lourdes
Visita Gruta del Santuario de Lourdes por medio de la Webcam en donde podrás también depositar tu intención de oración, a los pies de Nuestra Señora
VI DOMINGO DEL T.O.
(Lev 13, 1-2. 44-46; Sal 31; 1 Co 10, 31-11, 1; Mc 1, 40-45)
COMENTARIO
He nacido en un pueblo donde hasta hace poco existía el sanatorio nacional de enfermos de lepra. Conozco bien las reacciones sociales, las suspicacias, hipersensibilidades, estigmas, prevenciones y miedos que surgían, sobre todo al principio, ante el asentamiento en el lugar de cerca de cuatrocientos enfermos.
La Biblia ha tipificado la lepra como maldición divina por el riesgo de contagio y por las secuelas terribles cuando se da como progresiva. Gracias a la medicina, hoy se controla el proceso de la enfermedad.
Las Sagradas Escrituras nos describen la legislación mosaica, que imperaba en Israel sobre estos enfermos. Como se les expulsaba de la ciudad, eran personas marginales. A los leprosos se les obligaba a vestir de forma harapienta, iban desgreñados y se les imponía tocar la campanilla a su paso para que en ningún caso nadie pudiera acercarse a ellos.
En este contexto cultural y religioso está ambientada la sobrecogedora escena que describe el Evangelio: un enfermo de lepra cruza todas las barreras y llega hasta Jesús, se postra ante Él y le pide la curación.
La reacción natural habría sido alejarse de ese hombre, y en cualquier caso, si Jesús deseaba curarlo, podría haberlo hecho con su palabra. Si al criado del centurión romano lo curó a distancia, cuánto más podría haberlo curado con tan solo decir una palabra estando presente el necesitado.
Lo sorprendente es que alargue su mano, toque al enfermo y lo cure. Este contacto físico contaminó al Nazareno, y desde entonces, dice el Evangelio, ya no podía entrar en ningún pueblo.
Jesús dice en varias ocasiones que ha venido a curar, a sanar, a perdonar, pero no imaginábamos que su opción por el hombre tuviera una implicación tan solidaria y arriesgada que lo llevara al extremo de hacerse marginal.
El profeta dirá: “Que Él tomo nuestros pecados y cargó con ellos. Lo tuvimos por leproso, desechado, varón de dolores”. Ante esta escena brota del corazón: “Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: “Confesaré al Señor mi culpa” y tú perdonaste mi culpa y mi pecado”.
Hoy coincide con esta lectura, providencialmente, el aniversario de las apariciones de la Virgen en Lourdes, lugar de sanación física y espiritual. ¡Cómo necesitamos el contacto con la Palabra del Señor para superar nuestros estigmas! Pero también tenemos la llamada de acercarnos a quienes padecen marginación por diversas causas, para que sientan la mano alargada de la bondad de Dios.
EL TEÓLOGO ABOGA POR "REPENSAR, REFORMAR Y REVIVIR LA IGLESIA"
José Arregi: "Hacía muchos años que no escuchábamos a un Papa profeta como éste"
"Este Papa tiene muchos enemigos y abogados: los primeros le hacen daño, los segundos no le ayudan"
José Arregi, 11 de febrero de 2018 a las 10:29
El Papa Francisco, decidido por la reforma de la Iglesia
¿Bastan el ritmo y el programa de sus reformas? ¿Basta ser una buena persona o un buen cristiano para ser un buen papa? ¿O basta ser un buen papa para reformar la Iglesia?
(José Arregi).- El 29 de diciembre de 2017, en una alocución dirigida a la Asociación de teólogos italianos, el papa Francisco los invitó a "repensar la Iglesia para que sea conforme al Evangelio que debe anunciar", y a "repensar los grandes temas de la fe cristiana dentro de una cultura en profunda mutación". Esas palabras me confortaron y me hicieron vibrar una vez más. Solo soy, ahora más que nunca, un humilde amateur de la teología, pero eso quise y eso quiero: repensar la Iglesia con todas sus estructuras desde el evangelio de Jesús, que no fue cristiano ni fundó ninguna Iglesia, y repensar el cristianismo con todos sus dogmas desde la mutación cultural que nos ha tocado vivir. Repensar, reformar y revivir. Por eso me llegan al alma tantas veces las palabras de este papa, con su tino jesuita y su simplicidad franciscana. Y por eso me permito a veces decir con libertad lo que sigo echando de menos en él. Un papa evangélico como Francisco no se merece enemigos, pero tampoco necesita abogados. Y salta a la vista que tiene muchos enemigos y abogados: los primeros le hacen daño, y los segundos no le ayudan. Así pues, desde mi más profunda simpatía, formularé mis dudas, cuando van a cumplirse 5 años de pontificado -cinco años son hoy muchísimos-: ¿Bastan el ritmo y el programa de sus reformas? ¿Basta ser una buena persona o un buen cristiano para ser un buen papa? ¿O basta ser un buen papa para reformar la Iglesia?
Pero empezaré por reconocerlo con mucho gusto y gratitud: hacía muchos años que no escuchábamos a un papa profeta como éste, que olvida de repente las viejas obsesiones de la ortodoxia, la sexualidad, la indiferencia religiosa y el relativismo moral, y pronuncia palabras en las que late el corazón liberador del Evangelio; palabras nuevas llenas de aire limpio, de agua fresca; palabras fuertes que denuncian el neoliberalismo financiero que eleva murallas y cierra fronteras, que lo domina todo con su "economía que mata"; palabras que reclaman una "valiente revolución cultural" y llaman a la Iglesia a no ser aduana, sino puesto de socorro para los heridos; palabras que proclaman que la causa de la Tierra y de los pobres es la misma causa. Creo en el poder de su palabra para que la justicia y la paz se abracen en la Tierra, y podamos vivir todos. Y eso es lo esencial para la Iglesia, para el cristianismo, para cualquier religión, no lo pongo en duda. Pero ¿cómo podrá la Iglesia responder a su misión o cómo podrá anunciar el aire y la liberación de Jesús, si no se reforman profundamente todas sus estructuras anacrónicas -empezando por el mismo papado-, sus doctrinas obsoletas, sus lenguajes trasnochados? Pues ahí, a mi modo de ver, el papa Francisco se queda corto, muy corto, lo digo con pena. Repensar y reformar la Iglesia exige mucho más. Baste un ejemplo. En su encuentro con los obispos de Chile durante su reciente viaje a ese país, el papa Francisco les pidió que cuiden de que sus seminaristas de modo que éstos renuncien "a la tentación de cualquier forma de clericalismo". Oportuna alerta, a la vista de lo que pasa. Pero justo en la frase siguiente añadía: "El sacerdote es ministro de Jesucristo". "Sacerdote ministerial", varón y célibe, representante de Cristo cabeza, único habilitado para absolver pecados y presidir la eucaristía, gracias a la ordenación recibida del obispo, sucesor de los apóstoles elegidos por Jesús: pura teología clerical que rebaja al laico, y a todas las mujeres de golpe, a un rango inferior. Pues bien, con esa teología que divide la Iglesia será imposible evitar el clericalismo, por mucho que se empeñen -los clérigos- en "promocionar a los laicos", siempre subordinados, e incluso asciendan a alguna mujer hasta el cardenalato (no sacerdotal, claro está), y se plantee, como acaba de sugerir la Santa Sede, la ordenación de algunos ‘viri probati', varones casados de edad avanzada y de virtud probada, para poner remedio a situaciones de "emergencia sacramental" por falta de sacerdotes. Mientras no se invierta y democratice desde la base el modelo de Iglesia y se derogue el papado, mientras siga vigente el mismo Derecho Canónico y persista la misma teología dogmática, todo seguirá o volverá a ser igual, por mucho que el papa Francisco sea una excelente persona, un cristiano ejemplar y un buen papa o un papa bueno, que lo es.
Si quieres puedes curarme
Sabes que quiere y sabes que puede; por eso de un momento a otro sentirás sanos tu cuerpo y tu alma si tienes fe.
Esta breve y sincera oración quería decir muchas cosas a Jesús: "¿Qué te cuesta, qué le cuesta a quien ha creado un mundo de la nada curar un cuerpo enfermo?"
Hoy te presentas ante Él con el cuerpo y el alma enfermos: Eres la impotencia suplicante de rodillas ante el que lo puede todo. Si quieres... ¿Querrás? ¿Tendrás que pensar mucho si devuelves la salud a un desgraciado? ¿Puede tu amor resistir que un alma salida de tus manos en un gesto de amor, se pierda para siempre? ¿Querrás? ¿Puedes curarme?
Más que decírselo a Él, que lo sabe muy bien, debes decirlo y gritarlo a ti mismo, para estar cada vez más seguro de que puede, de que no le cuesta. Si te piden fe, di que la tienes; no tienes salud pero tienes fe, toda la que necesita el milagro para hacerse realidad, pero auméntala hasta que se convierta en un grano de mostaza; entonces moverás montañas.
Si quieres, puedes curarme. Sabes que quiere y sabes que puede; por eso de un momento a otro sentirás sanos tu cuerpo y tu alma. Quiero, queda limpio" esas palabras anhela tu alma.
Y quedó curado el leproso. Así quieres quedar tú curado, el otro leproso del alma. Quieres sentirte limpio y puro, sentir tu alma de niño, como cuando salió de sus manos un día que te amó infinitamente.
VÍDEO HOMENAJE DEL VATICANO
Cinco años de la histórica renuncia de Benedicto XVI
"Un gesto de valentía y humildad"
Vatican News, 11 de febrero de 2018 a las 08:09
Momento de la renuncia de Benedicto XVIAgencias
Siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005,
(Vatican News).- La noticia de la renuncia de Benedicto XVI el 11 de febrero de 2013, tomó a todos por sorpresa marcando para siempre la historia de la Iglesia, con un gesto de valentía y humildad por parte del actual Papa emérito. Se cumplen 5 años de aquel día, y aún resuenan sus palabras pronunciadas en latín al colegio cardenalicio, expresando su renuncia al ministerio de Obispo de Roma: «Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice».
"NINGUNA ENFERMEDAD ES CAUSA DE IMPUREZA", PROCLAMA EN EL ANGELUS
El Papa advierte de las "enfermedades del corazón: la soberbia, el egoísmo, la corrupción"
Francisco se inscribe telemáticamente en la Jornada Mundial de la Juventud de Panamá 2019
Jesús Bastante, 11 de febrero de 2018 a las 12:32
Francisco, hoy, en el ángelus
"Jesús toca al leproso, lo que estaba prohibido por la ley de Moisés, porque significaba ser contagiado también en el espíritu, esto es, hacerse impuro. Pero en este caso, el 'contagio' va de Jesús al leproso, para donarle la purificación
(Jesús Bastante).- Jornada Mundial del Enfermo. El Papa, acompañado por dos jóvenes representantes de la JMJ de Panamá, recuerda especialmente a "los enfermos que, en todas partes del mundo, además de la falta de salud, a menudo sufren soledad y marginación". Durante el Angelus, en el que Francisco reflexionó sobre el encuentro entre Jesús y el leproso, Bergoglio quiso dejar claro que "ninguna enfermedad es causa de impureza".
En su reflexión, el Papa presentó a Jesús como "el verdadero médico de los cuerpos y las almas", y recordó cómo la lepra, en tiempos de Cristo, era una patología "considerada una grave impureza, que comportaba la separación del leproso de la comunidad". Entonces -como en nuestro tiempo ha sucedido con los enfermos de SIDA o ébola-, "hacían sentir al enfermo impuro ante Dios".
Por eso, la petición del leproso a Jesús es 'Si quieres, puedes purificarme'. "Y Jesús siente compasión", recordó el Papa, quien destacó que "no se entiende la obra de Jesús, no se entiende a Cristo mismo si no se entra en su corazón, lleno de misericordia". Es esto "lo que impulsa a extender la mano al enfermo de lepra y decirle 'Te quiero, quedas purificado'".
Esa es la actitud de Jesús, la actitud del Evangelio. "Jesús toca al leproso, lo que estaba prohibido por la ley de Moisés, porque significaba ser contagiado también en el espíritu, esto es, hacerse impuro. Pero en este caso, el 'contagio' va de Jesús al leproso, para donarle la purificación".
De hecho, añadió Francisco, "más allá de la compasión y la misericordia, admiramos la audacia de Jesús, que se no se preocupa del contagio o las prescripciones, sino que se mueve por la voluntad de liberar a ese hombre de la maldición que le oprime".
"Ninguna enfermedad es causa de impureza", aclaró el Papa. "Ciertamente, la enfermedad involucra a toda la persona, pero de ningún modo impide o prohibe su relación con Dios". Al contrario, "una persona enferma puede estar más unida a Dios". "El pecado sí nos hace impuros: el egoísmo, la soberbia, la corrupción. Estas son enfermedades del corazón, que necesitan ser purificada".
En ese momento, pidió un tiempo de silencio, en el que todos repitieran las palabras del leproso a Jesús: "Si quieres, puedes purificarme". Porque Jesús "puede sanar también nuestras heridas interiores. Con su infinita misericordia, puede darnos la esperanza y la paz del corazón".
En sus saludos después del Angelus, el Papa se hizo acompañar por dos jóvenes para anunciar que se habían abierto las inscripciones para la JMJ de Panamá. "También yo me inscribo, por medio de internet, con estos jóvenes a esta jornada". Y así lo hizo, invitando a todos los jóvenes del mundo a "vivir este evento con fe y entusiasmo".
En sus saludos, Francisco recordó como el 15 de febrero "millones de hombres y mujeres celebran el Año Lunar". A ellos, y a todos, invitó a "orar por el don d ella paz, tesoro precioso por conseguir, con compasión y alentía". "Saludo a la comunidad congoleña de Roma, y me uno a su oración por la paz en la República Democrática del Congo", culminó el Papa. "Recuerdo que esta intención será particularmente presente en la jornada de oración y ayuno que he convocado para el 23 de febrero".
Finalmente, el Papa dirigió su recuerdo a aquellos enfermos que viven su mal en soledad, y sin ayudas. "Que la Santísima Virgen ayude a cada uno a sabe cómo prestar una atención concreta y de apoyo" encontrar consuelo en cuerpo y espíritu, gracias a la atención médica adecuada y la caridad fraterna que sabe cómo prestar una atención concreta y de apoyo".