Él hace caer la lluvia sobre justos e injustos
- 24 Febrero 2018
- 24 Febrero 2018
- 24 Febrero 2018
Evangelio según San Mateo 5,43-48.
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
San Jerónimo (347-420), sacerdote, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia
«Comentario de la Epístola a los Gálatas» (Trad. ©Evangelizo.org)
«Amor al prójimo: apoyo mutuo y bondad; extraer del manantial de la Bondad divina»
«Por tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe.» (Ga 6:10). El tiempo presente, el del curso de la vida, es el tiempo de siembra. Durante esta vida, podemos sembrar lo que queramos. Cuando esta vida se acabe, se nos quitará el tiempo de actuar. Es por eso que el Salvador dice: «Trabajen mientras sea de día. La noche vendrá, y nadie podrá trabajar más» (Jn 9:4).
Que estemos enfermos o en buena salud, que seamos humildes o poderosos, pobres o ricos, que estemos hambrientos o saciados, hagamos todo en el nombre del Señor, con paciencia y ecuanimidad. Entonces se cumplirá en nosotros lo que dice la Escritura: «en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rm 8:28). La ira misma, la pasión, la ofensa recibida que exige ser vengada, se convierten, para mí, si me domino, si conservo el silencio por Dios, si a través cada dolorosa inyección y bajo la presión de los vicios, pienso en Dios que me mira desde arriba, en múltiples ocasiones de triunfo.
No digamos, cuando hacemos donaciones: esto es para un amigo, a este lo ignoro; este otro tiene derecho a recibir, este debe ser menospreciado. Imitemos nuestro Padre, «que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5:45). La fuente de su Bondad está abierta a todos. Esclavo u hombre libre, plebeyo o rey, rico y pobre, todos beben igualmente. La lámpara encendida en la casa ilumina a todos sin distinción.
San Juan el Evangelista al final de su vida, cuando no podía más expresar su pensamiento por medio de un discurso continuo, no decía otras palabras que estas: «Mis niñitos, ámense los unos a los otros» (Jn 13:34). Al final, sus discípulos le dijeron: « ¿Maestro, porque nos dices siempre esto?» Juan respondió por esta sentencia digna de él: «Porque es el precepto del Señor; que solamente lo cumplamos, y eso basta»
San Modesto de Tréveris, obispo
En Tréveris, en la Galia Bélgica, san Modesto, obispo.
Modesto fue el XIX obispo de la sede de Tréveris, en la segunda mitad del siglo V. La ciudad no tenía aun para esa época el esplendor que alcanzó más tarde, cuando llegó a ser sede del imperio, lo que lamentablemente significa que tenemos sobre estas épocas y su gente muchos menos datos.
El nombre de Modesto aparece celebrado en todos los martirologios históricos, en la misma fecha, y en casi todos ellos acompañado del calificativo de "confesor", lo que suele indicar que sufrió por la fe, sin llegar al martirio. No sabemos en qué consistieron tales sufrimientos; los bolandistas sugieren que la época que le tocó vivir, es decir, la del rey Childerico y la de su hijo Clodoveo I debía haber sido muy complicada para un obispo cristiano, antes de la conversión de este último rey, sobre todo como obispo de una ciudad de la importancia estratégica de Tréveris, sometida a la presión de los barbaros, y sin la defensa de la casa reinante. Es, por supuesto, una interpretación históricamente viable, aunque no podemos menos que aceptarla como hipótesis, sin que sepamos qué sufrimientos concretos tuvo que atravesar.
El Martirologio Galicano trae una versión larga de su elogio, donde dice que "gobernó la Iglesia [de Tréveris] en tiempos del papa Gelasio, con gran santidad, e irradiando el fulgor de su sabiduría, contuvo a los ricos en el ejercicio de la piedad, no menos que ayudó a los pobres con su consejo, recondujo a la senda a los descarriados y a todos invitó al buen obrar con sus sabios escritos, e inflamó con el ejemplo de su admirable virtud. Una vez lleno de gracia divina, voló a recoger su premio." naturalmente, es imposible saber cuánto de este texto describe la vida concreta de san Modesto, y cuánto son ditirambos propios del género martirológico, y por tanto le caben a casi todos los santos obispos de la historia.
Murió a fines del siglo V, en el 484 posiblemente, aunque hay dataciones en el 490 y en el 499. Según algunos testimonios, sus reliquias fueron enterradas en al iglesia de San Euquerio, en la misma ciudad, donde de hecho se conserva hasta hoy el relicario, aunque hay ciertas dudas sobre su autenticidad.
Acta Sanctorum, febrero III, 463-4, Duchesne, Fastes Episcopaux, III, 37.
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El pastor de Tréveris trabaja y se desvive por los fieles de Jesucristo, allá por el siglo V. Lo presentan los escritos narradores de su vida adornado con todas las virtudes que debe llevar consigo un obispo.
Modesto es un buen obispo que se encuentra con un pueblo invadido y su población asolada por los reyes francos Merboco y Quildeberto. A su gente le pasa lo que suele suceder como consecuencia del desastre de las guerras.
Se refugia en la oración; allí gime en la presencia de Dios, pidiendo y suplicando que aplaque su ira. Apoya el ruego con generosa penitencia; llora los pecados de su pueblo y ayuna.
Lo que parecía imposible se realiza. Hay un cambio entre los fieles que supo ganar con paciencia y amabilidad. Ahora es el pueblo quien busca a su obispo porque quiere gustar más de los misterios de la fe. Ya estuvieron sobrado tiempo siendo rudos, ignorantes y groseros.
Murió el 24 de febrero del año 486.
Oremos
Señor, luz de los fieles y pastor de las almas, tú que elegiste a San Modesto para que, en la Iglesia apacentara tus ovejas con su palabra y las iluminara con su ejemplo, te pedimos que, por su intercesión, nos conceda perseverar en la fe que Él nos enseñó con su palabra y seguir el camino que nos mostró con su ejemplo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
La plaga en Roma termina después que el Papa encabeza una procesión con la pintura de Nuestra Señora hecha por San Lucas.
Mirar desde Dios
Santo Evangelio según San Mateo 5, 43-48. Sábado I de Cuaresma.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias por llamarme siempre para encontrarme contigo. Quiero venir hacia Ti y escuchar tu palabra. Y también hablarte. Quiero que sepas cómo me encuentro. Quiero que sepas, de mi voz, un poco de mí.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Esta doctrina es más que solo un sentimiento. Esta doctrina mira a lo más profundo de los corazones. Solamente en esta doctrina puedo confiar en que tengo un valor que jamás perderé. Aunque fuera el más pecador, la persona más imperfecta, aquella que jamás alcanza lo que busca o desea, incluso así, mi valor no cambia. Dios me creó. Me dotó de una dignidad. Soy imagen y semejanza suya. Y así lo es cada mujer y cada hombre.
En esto consiste el mandamiento: en aprender a mirar el corazón. ¿No sería hermoso un lugar en que todos miráramos el corazón del otro? Entonces no habría desconfianzas constantes, prejuicios, opiniones falsas. No es verdad que toda opinión es aceptable. A veces podemos de verdad equivocarnos sobre nuestro prójimo. Jesús nos mandó, por ello, amar también a quienes consideraríamos nuestros enemigos. Y ésos pueden ser tan simplemente aquellas personas que no nos simpatizan. Cuántas veces odio a alguien o critico a alguien por tan sólo su modo de ‘ser’ incluso cuando en esencia no es malo.
Hoy entrenaré una vez más mi mirada. Buscaré mirar desde Dios. Desde Aquél que a todos ama. Desde Aquél que me ama también a mí -a pesar de mis defectos, pero también con mis muchas cualidades. Así también, toda mujer y todo hombre ¡tienen tanto de bueno! Enséñame, Señor, a mirar así como Tú.
Cuando hablamos de "enemigos" no tenemos que pensar en quién sabe qué personas diferentes y alejadas de nosotros; hablamos también de nosotros mismos, que podemos entrar en conflicto con nuestro prójimo, a veces con nuestros familiares. ¡Cuántas enemistadas en las familias, cuántas! Pensemos esto. Enemigos son también aquellos que hablan mal de nosotros, que nos calumnian y nos tratan injustamente. Y no es fácil digerir esto. A todos ellos estamos llamados a responder con el bien, que también tiene sus estrategias, inspiradas en el amor. (Homilía de S.S. Francisco, 19 de febrero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy entrenaré mi mirada cristiana. Aquella que mira el corazón con aprecio y caridad aún aquellos que no me agrada algo de su persona o manera de actuar.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Amar no según el amor, sino según la conveniencia
Sábado primera semana Cuaresma. Amar a costa de uno mismo, el auténtico amor es capaz de romper los propios egoísmos.
La generosidad es una de las virtudes fundamentales del cristiano. La generosidad es la virtud que nos caracteriza en nuestra imitación de Cristo, en nuestro camino de identificación con Él. Esto es porque la generosidad no es simplemente una virtud que nace del corazón que quiere dar a los demás, sino la auténtica generosidad nace de un corazón que quiere amar a los demás. No puede haber generosidad sin amor, como tampoco puede haber amor sin generosidad. Es imposible deslindar, es imposible separar estas dos virtudes.
¿Qué amor puede existir en quien no quiera darse? ¿Y qué don auténtico puede existir sin amor? Esta unión, esta intimidad tan estrecha entre la generosidad y la misericordia, entre la generosidad y el amor, la vemos clarísimamente reflejada en el corazón de nuestro Señor, en el amor que Dios tiene para cada uno de nosotros, y en la forma en que Jesucristo se vuelca sobre cada una de nuestras vidas dándonos a cada uno todo lo que necesitamos, todo lo que nos es conveniente para nuestro crecimiento espiritual.
Este darse de Cristo lo hace nuestro Señor a costa de Él mismo. Como diría San Pablo: "Bien saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hiciesen ricos con su pobreza". Ésta es la clave verdadera del auténtico amor y de la auténtica generosidad: el hacerlo a costa de uno.
En el fondo, podríamos pensar que esto es algo negativo o que es algo que no nos conviene. ¡Cómo voy yo a entregarme a costa mía! ¡Cómo voy yo a darme o a amar a costa mía! Sin embargo, es imposible amar si no es a costa de uno, porque el auténtico amor es el amor que es capaz de ir quebrando los propios egoísmos, de ir rompiendo la búsqueda de sí mismo, de ir disgregando aquellas estructuras que únicamente se preocupan por uno mismo. ¡Qué diferente es la vida, qué diferente se ve todo cuando en nuestra existencia no nos buscamos a nosotros y cuando buscamos verdadera y únicamente a Dios nuestro Señor! ¡Cómo cambian las prioridades, cómo cambia el entendimiento que tenemos de toda la realidad y, sobre todo, cómo aprendemos a no conformarnos con amar poquito!
Esto es lo que nuestro Señor nos dice en el Evangelio: "Antiguamente se decía: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo". Esto es amar poquito, amar con medida, amar sin darse totalmente a todos los demás. Podríamos nosotros también ser así: personas que aman no según el amor, sino según sus conveniencias; no según la entrega, sino según los propios intereses. Cuando Cristo dice: "Si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso también los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso también los paganos?", lo que nos está diciendo: ¿no hacen eso también aquellos a los que solamente les interesa la conveniencia o el dinero? Te doy, porque me diste; te amo porque me amaste.
El cristiano tiene que aprender a abrir su corazón verdaderamente a todos los que lo rodean, y entonces, las prioridades cambian: ya no me preocupo si esto me interesa o no; la única preocupación que acabo por tener es si me estoy entregando totalmente o me estoy entregando a medias; si estoy dándome, incluso a costa de mí mismo, o estoy dándome calculándome a mí mismo. En el fondo, estos dos modelos que aparecen son aquellos que, o siguen a Cristo, o se siguen a sí mismos. Ser perfectos no es, necesariamente, ser perfeccionistas. Ser perfectos significa ser capaces de llevar hasta el final, hasta todas las consecuencias el amor que Dios ha depositado en nuestro corazón. Ser perfecto no es terminar todas las cosas hasta el último detalle; ser perfecto es amar sin ninguna medida, sin ningún límite, llegar hasta el final consigo mismo en el amor.
Para todos nosotros, que tenemos una vocación cristiana dentro de la Iglesia, se nos presenta el interrogante de si estamos siendo perfeccionistas o perfectos; si estamos llegando hasta el final o estamos calculando; si estamos amando a los que nos aman o estamos entregándonos a costa de nosotros mismos.
Estas preguntas, que en nuestro corazón tenemos que atrevernos a hacer, son las preguntas que nos llevan a la felicidad y a corresponder a Dios como Padre nuestro, y, por el contrario, son preguntas que, si no las respondemos adecuadamente, nos llevan a la frustración interior, a la amargura interior; nos llevan a un amor partido y, por lo tanto, a un amor que no satisface el alma.
Pidámosle a Jesucristo que nos ayude a no fragmentar nuestro corazón, que nos ayude a no calcular nuestra entrega, que nos ayude a no ponernos a nosotros mismos como prioridad fundamental de nuestro don a los demás. Que nuestra única meta sea la de ser perfectos, es decir, la de amar como Cristo nos ama a nosotros.
¿Qué es un retiro espiritual?
Soledad, sosiego, silencio, serenidad. Vida interior...Un verdadero encuentro con Dios.
¿De qué se trata?
Hacer unos Ejercicios Espirituales, un Curso de retiro, es una manera eficacísima de acercarse a Dios, una oportunidad estupenda para tratarle con paz, con mayor intensidad. Conocerle y conocernos con la luz que El nos da, de modo que ese conocimiento influya en nuestra vida, mejorándola, amando más a Dios y al prójimo. Muchas veces será el inicio de una sincera conversión.
Hay momentos en la vida en que es necesario pararse; épocas en las que hay un nuevo despertar, en las que surgen -con la fuerza de la primera vez-, pasiones e iniciativas, afanes nobles que necesitan un cauce; periodos en que las necesidades espirituales se agudizan, y se mira la vida cara a Dios, y uno se plantea las grandes cuestiones de todos los tiempos: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Cuál es nuestro origen? ¿Cuál es nuestro fin? ¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?
Muchas veces vamos por la vida como a galope. Más que ir nosotros, nos traen y nos llevan las cosas, las situaciones, las circunstancias. ¡Siempre con prisas! ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Para quién trabajo de esta manera?… ¡Que se detenga el mundo un par de días! ¡Necesito pensar! Pues bien, en cierto sentido un Curso de retiro hace realidad ese “milagro”.
En muchas ocasiones nos limitamos a actuar como dice San Josemaría Escrivá en el nº 837 de Camino: “¡Galopar, galopar!…¡Hacer, hacer!… Fiebre, locura de moverse… Maravillosos edificios materiales…
Espiritualmente: tablas de cajón, percalinas, cartones repintados… ¡galopar!, ¡hacer! —Y mucha gente corriendo: ir y venir.
Es que trabajan con vistas al momento de ahora: “están” siempre “en presente”. —Tú… has de ver las cosas con ojos de eternidad, “teniendo en presente” el final y el pasado… Quietud. —Paz. —Vida intensa dentro de ti. Sin galopar, sin la locura de cambiar de sitio, desde el lugar que en la vida te corresponde, como una poderosa máquina de electricidad espiritual, ¡a cuántos darás luz y energía!…, sin perder tu vigor y tu luz.”
La paz de unos días de retiro sirve para pensar con calma en lo importante, y poner un poco de orden en las ideas. Familia, trabajo, vida cristiana, amistades… ¿Está cada cosa en su sitio? ¿Tengo que redimensionar algún aspecto de mi vida?
Soledad, sosiego, silencio, serenidad. Vida interior
Buscar la soledad es una constante en la historia de la espiritualidad, porque en la soledad acontece con más facilidad el encuentro del alma con Dios.
“Siempre empiezo a rezar en silencio, porque es en el silencio del corazón donde habla Dios. Dios es amigo del silencio: necesitamos escuchar a Dios, porque lo que importa no es lo que nosotros le decimos, sino lo que El nos dice y nos transmite” (Beata Madre Teresa de Calcuta. Camino de sencillez).
Para oír la voz de Dios se necesita un ambiente apropiado. Un clima de silencio, de recogimiento interior, que facilite el diálogo personal con El. Hablarle y escucharle. Eso es la oración. Y en ese ambiente, podemos preguntarnos sobre el sentido de nuestra vida, y preguntárselo a Dios, que es quien nos la ha dado.
Retirarnos algunos días a un lugar solitario, para descubrir los valores del espíritu y ejercitarlos más en nuestra vida. Para ahondar hasta llegar a las raíces de lo que somos, de la grandeza y dignidad de ser y sabernos hijos de Dios. Para meditar sobre nuestro destino eterno. “Distraerte. —¡Necesitas distraerte!…, abriendo mucho tus ojos para que entren bien las imágenes de las cosas, o cerrándolos casi, por exigencias de tu miopía…
¡Ciérralos del todo!: ten vida interior, y verás, con color y relieve insospechados, las maravillas de un mundo mejor, de un mundo nuevo: y tratarás a Dios…, y conocerás tu miseria…, y te endiosarás… con un endiosamiento que, al acercarte a tu Padre, te hará más hermano de tus hermanos los hombres.” (San Josemaría Escrivá, Camino, nº 283).
Pegas y excusas
Sin cesar aparecerán razonadas pegas y excusas para dilatar, o no hacer un Curso de retiro: “sería estupendo, lo reconozco, pero…” “no es que no quiera hacerlo, es que…” Siempre habrá algo urgente que nos impida encontrar tiempo para lo importante. Y unos días de retiro –procura que sean cada año- son muy importantes para tu vida. Las mayores dificultades son la pereza, no querer rectificar y evitar enfrentarse consigo mismo.
Piensa..¿No sientes que a tu vida -tan llena de ciertas cosas- le falta sentido? Querrías cambiar y, ¿no sabes cómo? Haz un Curso de retiro.
Meditaciones y charlas
El Curso de retiro consta de distintos actos de piedad, -charlas, meditaciones, etc.- y de muchos momentos de silencio dedicados al examen personal y a la oración.
En las meditaciones y charlas se suelen recordar las verdades fundamentales de la fe y de la moral cristiana, -de acuerdo con lo que el Magisterio de la Iglesia ha declarado doctrina segura-, para que nos lo apliquemos y mejoremos personalmente. Se procura que descubramos a Dios que se nos da a conocer en medio del trabajo, en la vida familiar o social, por la calle… que nos invita a participar de su felicidad, y que pide nuestra correspondencia.
En el Curso de retiro no se plantean temas discutibles. Por eso no vamos para opinar o a hacer debates; vamos a aprovechar el tiempo, a aprender y a adquirir la doctrina cierta, en la que se fundamenta la vida espiritual y de la que se desprenden los criterios prácticos de conducta.
Es posible que, en alguna ocasión necesitemos tratar con mayor detenimiento algún aspecto de las meditaciones o charlas, o que tengamos alguna duda que nos interese aclarar. Entonces, para no distraer la atención de los demás, con sencillez, podemos acudir en privado al sacerdote o a alguna de las personas encargadas de atender el Curso de retiro.
Santa Misa y Sacramento de la Reconciliación
En el Curso de retiro se celebra diariamente la Santa Misa, y tenemos la oportunidad de recibir al Señor. La Santa Misa es lo más importante en la vida de un cristiano; es “el centro y la raíz de la vida interior”. Porque es el mismo Sacrificio de la Cruz. Cuando se celebra una Misa, se hace presente lo que sucedió en el Calvario, aunque de una manera incruenta –sin derramamiento de sangre- y misteriosa.
Para vivir esta aventura estupenda de tanta intimidad con el Señor –lo tocamos, lo comemos, nos “endiosamos” al recibirle-, hay que estar en gracia, haber conseguido antes el perdón de nuestros pecados. Este es otro de los grandes dones que el Señor nos hace en el Curso de retiro.
Con la Confesión bien hecha, Cristo perdona los pecados. Cuanto mejor se confiesa uno, más gracia recibe y más se aproxima a El. Y acercarnos a Dios es encontrar la alegría y la paz. Por eso es muy importante aprovechar el sosiego y el recogimiento interior de esos días, para preparar y hacer una buena Confesión.
Visita al Santísimo y exposición con el Santísimo
En el retiro, se hace la Visita al Santísimo. Consiste en devolverle con todo cariño, esa visita que El antes hizo a nuestra alma, cuando le recibimos en la Comunión. Es un detalle de delicadeza humana y sobrenatural.
La ceremonia de la exposición con el Santísimo es sencilla y solemne, y mueve mucho a la piedad.
Además de la estación a Jesús Sacramentado, se cantan diversos himnos, p.ej. Pange lingua (¡Canta, oh lengua!), Tantum ergo (Veneremos, pues) y Laudate (Alabad al Señor), cánticos antiquísimos y llenos de significado. Se termina con unos actos de desagravio a Dios y a sus santos.
Lectura espiritual, Vía Crucis y trato con María
Aprovecha el Curso de retiro para conocer mejor a Jesucristo, y así poder tratarle y quererle más. ¿Cómo? Ayudándote, en los ratos libres, de algún libro sobre su vida; o haciendo lectura meditada de los Evangelios, o del Catecismo de la Iglesia Católica.
Durante el Curso de retiro hará mucho bien a tu alma, dedicar todos los días algún rato a hacer el Via Crucis. Recorrer la vía dolorosa hacia el Calvario junto a Jesús, nos da la oportunidad de contemplar los dolores físicos y morales del Señor y, verlos como lo que realmente son, fruto de nuestros pecados, de los tuyos y de los míos. San Pablo lo explica con claridad cuando dice que cada vez que el cristiano peca, renueva la Pasión de Cristo. Por esta razón, la devoción del Vía Crucis nos ayuda a arrepentirnos de nuestros pecados, a pedirle perdón y a desear no volver a actualizar sus sufrimientos.
Busca modos personales para tratar a la Virgen. Es propio de buenos hijos querer mucho a su Madre, y demostrárselo con detalles de cariño. Algunos son tradición antiquísima de la Iglesia: como el rezo del Angelus y la Salve. Entre las oraciones y devociones que son más gratas a la Virgen, el rezo del Santo Rosario es, quizá, la más popular.
Hacer examen. Sinceridad. Propósitos de cambio
En el retiro te ayudará asistir a las meditaciones, charlas, lectura, etc., pero no basta con participar en estos actos, sino que lo fundamental y prioritario estará en examinar la conducta y la conciencia: repasar nuestra vida reciente y pasada, con relación a Dios y al prójimo.
El encuentro con Dios en esos días, consiste esencialmente en una sincera y profunda apertura del alma, que muestra la situación de la propia vida, la fe y la confianza en Jesucristo, el arrepentimiento de las culpas, la rectificación de la vida y las necesidades que agobian o pesan.
Porque no es suficiente no desear ofender a Dios, sino que tenemos que llegar a quererle como se quieren los amigos de verdad. Si faltase la sinceridad, desaparecería la posibilidad misma de la intimidad con Jesús, que no puede hacer nada con la doblez, con quien se oculta, con aquella persona que no quiere abrirle de par en par su interioridad.
“Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida.” (S. Agustín, Las Confesiones).
Véncete, y trata de aprovechar bien los días de retiro, y vendrán los frutos: propósitos de cambio -grandes o pequeños- en algún aspecto de tu vida. Y con la gracia de Dios -y también, si queremos, con la ayuda del sacerdote- cambiar lo que haya que cambiar; mejorar lo que haya que mejorar.
Después vendrá la vida ordinaria, en la que tendremos que poner por obra, luchando, lo que con la gracia de Dios hemos visto durante esos días.
Ella nos hace recordar las palabras del Maestro divino: "Si no hicieres penitencia, todos pereceréis" (Lc 13,3)
Desde los principios del Cristianismo la "Cuaresma marcó para los cristianos un tiempo de gracia, oración, penitencia y ayuno, a fin de obtener la conversión". Ella nos hace recordar las palabras del Maestro divino: "Si no hicieres penitencia, todos pereceréis" (Lc 13,3).
Esos cuarenta días que preceden a la Semana Santa, son colocados por la Iglesia para que cada uno de nosotros se prepare para la mayor de todas las Solemnidades litúrgicas del año, la Pascua, la gran celebración de la Resurrección de Jesús, la victoria de Él y nuestra sobre el Mal, sobre el pecado, sobre la muerte y sobre el infierno.
La Carta apostólica del Papa Pablo VI, aprobando las Normas Universales del Año 0 Litúrgico y el nuevo Calendario Romano general, dice, en el n. 28: "El tiempo de la Cuaresma va de Miércoles de Cenizas hasta la Misa en la Cena del Señor (Jueves Santo, a la tarde), inclusive".
Jesús está presente en la Liturgia
La celebración litúrgica no es mero recuerdo del pasado, algo que ocurrió con Jesús y pasó, no. Jesús está presente en la Liturgia. El Catecismo dice que: "Por la liturgia, Cristo, nuestro redentor y sumo sacerdote, continúa en su Iglesia, con ella y por ella, la obra de nuestra redención." (§1069). Esto es, por la Liturgia de la Iglesia Él continúa salvándonos, especialmente por los Sacramentos, y hace tornar presente nuestra redención.
Pero, para que el cristiano pueda beneficiarse de esa celebración precisa estar preparado, con el alma purificada y el corazón sediento de Dios. La Iglesia recomienda sobre todo que vivamos aquello que ella llama de "remedios contra el pecado" (ayuno, limosna y oración), que Jesús recomendó en el Sermón de la Montaña (Mt 6, 1-8) y que la Iglesia nos coloca delante de los ojos ya el Miércoles de Cenizas, en la apertura de la Cuaresma.
Meta de la Cuaresma
La meta de la Cuaresma es la expiación de los pecados; pues ellos son la lepra del alma. No existe nada peor que el pecado para el hombre, la Iglesia y el mundo.
Todos los ejercicios de piedad e de mortificación tienen como objetivo librarnos del pecado.
El ayuno fortalece el espíritu y la voluntad para que las pasiones desordenadas, especialmente aquellas que se refieren al cuerpo (gula, lujuria, pereza), no dominen nuestra vida y nuestra conducta. La limosna socorre al pobre necesitado y produce en nosotros el desapego y el despojamiento de los bienes terrenales; esto nos ayuda a vencer la ganancia y el apego al dinero.
La oración fortalece el alma en el combate contra el pecado. Jesús recomendó en la noche de su agonía: "Vigilad y orad, el espíritu es fuerte pero la carne es débil". La Palabra de Dios nos enseña:
"Es buena la oración acompañada del ayuno y dar limosna vale más que juntar tesoros de oro, porque la limosna libra de la muerte, y es la que borra los pecados, y hace encontrar la misericordia y la vida eterna" (Tb 12, 8-9).
"El agua apaga el fuego ardiente, y la limosna resiste a los pecados" (Eclo 3,33). "Encierra la limosna en el seno del pobre, y ella rogará por ti para librarte de todo el mal" (Eclo 29,15).
Jesús enseñó: "Es necesario orar siempre sin jamás dejar de hacerlo" (Lc 18,1b); "Vigilad y orad para que no entréis en tentación" (Mt 26,41a); "Pedid y se os dará" (Mt 7,7). Y San Pablo recomendó: "Orad sin cesar" (I Ts 5,17).
Cuaresma es, pues, tiempo de rompimiento total con el pecado. Algunos piensan que no tienen pecado, se juzgan irreprensibles, como aquel fariseo de la parábola que despreciaba al pobre publicano (Lc 18,10 ss); pero en verdad, muchas veces no perciben los propios pecados por causa de una consciencia malformada que acaba encubriéndolos. Para no caer en este error tenemos que comparar nuestra vida con aquellos que fueron los modelos de santidad: Cristo y los Santos.
Así podemos prepararnos para el Banquete pascual glorioso, encontrándose con el Señor resucitado y glorioso con el alma renovada en su amor.