Lo cogieron, lo echaron fuera de la vid y lo mataron

Evangelio según San Mateo 21,33-43.45-46. 

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: 

«Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. 

Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. 

Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. 

El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. 

Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo". 

Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". 

Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. 

Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?». 

Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.» 

Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos? 

Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.» 

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. 

Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta. 

Santa Inés de Bohemia, virgen y fundadora

En Praga, de Bohemia, santa Inés, abadesa, hija del rey Ottokar, que tras haber renunciado a nupcias reales, y deseosa de desposarse con Jesucristo, abrazó la Regla de santa Clara en el monasterio edificado por ella misma, donde quiso observar la pobreza conforme a la Regla.

Inés de Praga o de  Bohemia renunció pronto al porvenir que le brindaba su real ascendencia,  para el que la venían preparando desde su infancia, y prefirió  consagrarse totalmente a Dios y al servicio de los pobres y enfermos, siguiendo  el camino evangélico abierto por Santa Clara de Asís; de la  correspondencia entre las dos santas conservamos cuatro cartas de Clara a  Inés que nos revelan la grandeza mística y humana de sus  vidas.

Inés, hija de Premysl Otakar I, rey  de Bohemia, y de la reina Constancia, hermana de Andrés I, rey de  Hungría, nació en Praga en el año 1211. Desde la infancia,  independientemente de su voluntad, se vio implicada en proyectos de matrimonio  por especulaciones políticas y conveniencias dinásticas. A la  edad de tres años fue encomendada a los cuidados de la duquesa de  Silesia, Santa Eduvigis, que la acogió en el monasterio de las monjas  cistercienses de Trzebnica y le enseñó los primeros rudimentos de  la fe cristiana. A la edad de seis años la llevaron de nuevo a Praga y  la encomendaron a las monjas premonstratenses de Doksany para su  instrucción. En 1220, prometida en matrimonio a Enrique VII, hijo del  emperador Federico II, fue llevada a la corte del duque de Austria, donde  vivió hasta el año 1225, manteniéndose siempre fiel a los  deberes de la vida cristiana.

Rescindido el pacto de matrimonio,  volvió a Praga, donde se dedicó a una vida de oración  más intensa y a obras de caridad; después de madura  reflexión decidió consagrar a Dios su virginidad. Llegaron a la  Corte de Praga otras propuestas de matrimonio para Inés. El Papa  Gregorio IX, a quien Inés había pedido protección,  intervino reconociendo su propósito de virginidad y desde entonces  Inés adquirió para siempre la libertad y la felicidad de  consagrarse a Dios.

A través de los Hermanos Menores,  que iban a Praga como predicadores itinerantes, conoció la vida  espiritual que llevaba en Asís la virgen Clara, según el  espíritu de San Francisco. Quedó fascinada y decidió  seguir su ejemplo. Con sus propios bienes fundó en Praga entre 1232 y  1233 el hospital de San Francisco y el instituto de los Crucíferos para  que lo dirigieran. Al mismo tiempo fundó el monasterio de San Francisco  para las «Hermanas Pobres» o «Damianitas», donde ella misma  ingresó el día de Pentecostés del año 1234.

Profesó los votos de castidad,  pobreza y obediencia, plenamente consciente de los valores eternos de estos  consejos evangélicos, y se dedicó a practicarlos con fervorosa  fidelidad, durante toda su vida. La virginidad por el Reino de los cielos  siguió siendo siempre el elemento fundamental de su espiritualidad,  implicando toda la profunda afectividad de su persona en la consagración  del amor indiviso y esponsal a Cristo. El espíritu de pobreza, que ya la  había inducido a distribuir sus bienes a los pobres, la llevó a  renunciar totalmente a la propiedad de los bienes de la tierra para seguir a  Cristo pobre en la Orden de las «Hermanas Pobres». El espíritu  de obediencia la condujo a conformar siempre su voluntad con la de Dios, que  descubría en el Evangelio del Señor y en la Regla de vida que la  Iglesia le había dado.

Trabajó junto con santa Clara para  obtener la aprobación de una Regla nueva y propia que, después de  confiada espera, recibió y profesó con absoluta fidelidad.  Constituida, poco después de la profesión, abadesa del  monasterio, conservó esta función durante toda la vida y la  ejerció con humildad, sabiduría y celo, considerándose  siempre como «la hermana mayor». La admiración que  suscitó Inés cuando se difundió por Europa la noticia de  su ingreso en el monasterio creció con los años. Se admiraba  especialmente el ardor de su caridad para con Dios y para con el  prójimo, el fervor con el que adoraba el misterio eucarístico y  la cruz del Señor, así como la devoción filial a la Virgen  María, contemplada en el misterio de la Anunciación. Amó a  la Iglesia, implorando para sus hijos los dones de la perseverancia en la fe y  la solidaridad cristiana. Se hizo colaboradora de los Romanos  Pontífices, que para el bien de la Iglesia solicitaban sus oraciones y  su mediación ante los reyes de Bohemia, sus familiares. Amó a su  patria, a la que benefició con las obras de caridad individuales y  sociales y con la sabiduría de sus consejos, encaminados siempre a  evitar conflictos y a promover la fidelidad a la religión cristiana de  los padres. En los últimos años  soportó inalterable los dolores que la afligieron a ella, a la familia  real, al monasterio y a la patria. Murió santamente en su monasterio el  2 de marzo de 1282. El culto tributado desde su muerte y a lo largo de los  siglos a la Venerable Inés de Bohemia, tuvo el reconocimiento  apostólico con el Decreto aprobado por el Papa Pío IX el 28 de  noviembre de 1874. La proclamó Santa el papa Juan Pablo II el 12 de  noviembre de 1989.

Oremos
Señor todopoderoso y eterno, que nos has  dado como ejemplo para imitar la vida de la Santa Inés de  Praga,  concédenos también que su valiosa intercesión venga siempre en nuestra  ayuda. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia La Viña mística, cap. 3, § 5-10

“Lo cogieron, lo echaron fuera de la vid y lo mataron”

"Yo soy la vid verdadera" dice a Jesús (Jn 15,1)… Cavamos zanjas alrededor de esta vid, es decir cavamos trampas con astucia. Cuando se conspira para hacer caer a alguien en una trampa, es como si caváramos un hoyo delante de él. Por eso se lamenta diciendo: "Cavaron una fosa delante mío" (Sal. 56,7)… Veamos un ejemplo de estas trampas: "Trajeron a una mujer adúltera "ante el Señor Jesús" diciendo: ' Moisés nos ordenó lapidar a estas mujeres. ¿Y tú, qué dices? ' " (Jn 8,3s)… Y otro: "¿Está permitido, sí o no, pagarle el impuesto al emperador?" (Mt 22,17)…

Pero descubrieron que estas trampas no perjudicaban la vid; al contrario, cavando estas fosas, ellos mismos cayeron dentro de ellas (Sal. 56,7)… Y siguieron cavando: no sólo las manos y los pies (Sal. 21,17), sino que perforaron su costado con una lanza (Jn 19,34) y pusieron al descubierto el interior de este corazón santo, que había sido herido por la lanza del amor. En el cántico de su amor, el Esposo dijo: "Heriste mi corazón, mi hermana, mi esposa" (Cant 4,9 tipos de Vulg). Señor Jesús, tu corazón ha quedado herido por amor a tu esposa, tu amiga, tu hermana. ¿Era necesario que tus enemigos lo hirieran más? ¿Qué hacéis, enemigos? ¿No sabíais que este corazón del Señor Jesús, golpeado, ya estaba muerto, desgarrado, y no podía padecer más por otro sufrimiento? El corazón del Esposo, del Señor Jesús, ya había recibido la herida del amor, la muerte del amor. ¿Qué otra muerte podría alcanzarlo?... Los mártires también se ríen cuando se les amenaza, se regocijan cuando se les golpea, triunfan cuando se les mata. ¿Por qué? Porque ya murieron por amor en su corazón, "muertos al pecado" (Rm 6,2) y en el mundo…

El corazón de Jesús fue herido y murió por nosotros; la muerte física triunfó un instante, pero fue vencida para siempre. Ha sido aniquilada cuando Cristo resucitó de entre los muertos, porque "sobre Él la muerte no tiene ningún poder" (Rm 6,9).

Cristo al centro

Santo Evangelio según San Mateo 21, 33-43. 45-46. Viernes II de Cuarresma.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

"¡Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, hagan conocer entre los pueblos sus proezas; canten al Señor con instrumentos musicales, pregonen todas sus maravillas!

¡Gloríense en su santo Nombre, alégrense los que buscan al Señor!

¡Recurran al Señor, busquen constantemente su rostro; recuerden las maravillas que Él obró, sus portentos y los juicios de su boca!" (Del Salmo 105)

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús "era tenido por un profeta". Sus palabras no sólo llevaban autoridad y sabiduría; hay algo en ellas que abre los ojos a un horizonte "profético". Nos habla de los proyectos de Dios.

Miremos por un momento desde la perspectiva de Dios: Él es el viñador que sueña con una tierra fecunda. Trabaja día tras día, con sudor, con calores, con cansancios para preparar el campo. Siembra con gran ilusión cada una de las vides, las protege de plagas, les proporciona el agua que necesitan, y espera algún día verlas llenas de vida y de frutos.

Pero esta parábola tiene también un lado trágico. Los trabajadores, por un lado, tienen un corazón encerrado en sí mismos. Ellos sólo buscan una buena ganancia, llevarse algo de la vendimia, y si pueden, incluso la herencia de aquel viñador. Por otro lado, vemos también a los fariseos y sumos sacerdotes que no reconocen en estas palabras el mensaje de lo que Dios ve en sus elegidos. Su corazón está cerrado por el odio, y ya no distingue ni siquiera una historia de amor.

Jesús, sin embargo, era aún más que un profeta. Él es el heredero de la viña, aquél que murió en manos de los que tenían un corazón cerrado. Más aún; en la realidad, Él mismo ofrece su vida justamente por los de corazón duro: "No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". Para conquistarnos, Él lo da todo. Todo. No pensó siquiera en salvar su vida; ¿cómo podremos pagar un amor tan grande? Pero esto sólo lo ven quienes tienen el corazón abierto.

Hay solo un impedimento frente a la voluntad tenaz y tierna de Dios: nuestra arrogancia y nuestra presunción, ¡que se convierte en ocasiones en violencia! Frente a estas actitudes y donde no se producen frutos, la palabra de Dios conserva todo su poder de reproche y advertencia: "se os quitará el reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos". La urgencia de responder con frutos de bien a la llamada del Señor, que nos llama a convertirnos en su viña, nos ayuda a entender qué hay de nuevo y de original en la fe cristiana. Esta no es tanto la suma de preceptos y de normas morales como, ante todo, una propuesta de amor que Dios, a través de Jesús hizo y continúa haciendo a la humanidad. Es una invitación a entrar en esta historia de amor, convirtiéndose en una viña vivaz y abierta, rica de frutos y de esperanza para todos.

(Ángelus de S.S. Francisco, 8 de octubre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy visitaré alguna capilla, orando algunos minutos en acción de gracias por lo que Cristo hizo por mí en la cruz.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Voluntad y libertad orientadas a Dios

Viernes segunda semana Cuaresma. Que la Cuaresma sea un camino de conversión y orientación de nuestra voluntad hacia Dios.

"Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron"

En estas palabras con las cuales Jesucristo cierra la acción de los viñadores sobre el hijo y, sobre todo, lo que el dueño de la viña había proyectado respecto a este terreno, también está encerrando qué es lo que sucede en los corazones de los viñadores.

Los viñadores homicidas no solamente es una parábola de la crueldad de los hombres para con Dios y para lo que el Señor nos va pidiendo a todos nosotros, sino que también es un reclamo al corazón del hombre, a nuestra libertad y a nuestra voluntad para que también nos preguntemos si en nosotros puede haber esta misma intención de homicidio.

Nos podría sonar como algo extraño, algo lejano, algo apartado de nosotros, pero tenemos que cuestionarnos con mucha claridad para ver si efectivamente esta voluntad de no darle a Dios lo que de Dios es, es algo alejado de nosotros, o si por el contrario, es voluntad nuestra el dar siempre a Dios lo que de Dios es.

Todo el problema de estos viñadores homicidas no nace de una crueldad con respecto a los enviados; porque los viñadores homicidas son conscientes de que los enviados no son sino una parte del contrato que se había hecho con el dueño de la viña. El problema de los viñadores homicidas es que quieren quedarse con la herencia. Una voluntad torcida, una voluntad totalmente pervertida es la que va a hacer que los viñadores se conviertan de arrendatarios en homicidas.

Que no nos suene muy lejano esto, que no nos suene muy apartado de nosotros, que por el contrario, sea para nosotros una pregunta: ¿En qué nos va convirtiendo nuestra voluntad?, ¿qué es lo que va haciendo de nosotros?, ¿qué es lo que va realizando en nuestra vida? Ése es el punto más importante, el punto más serio en el cual nuestra existencia puede torcerse o encaminarse hacia Dios nuestro Señor.

¿Nuestra voluntad y nuestra libertad hacia dónde y hacia qué están orientadas? ¿Hacia dónde estamos orientando nuestra voluntad? ¿Hacia lo que Dios quiere, hacia el ser capaces de dar los frutos que Dios nos está pidiendo? ¿O estamos orientando nuestra voluntad hacia el quedarnos injustamente con la herencia? Es una disyuntiva que se nos presenta todos los días y que va forjando nuestra personalidad, porque de esa disyuntiva va a acabar dependiendo el que nosotros vivamos de una forma coherente o incoherente con lo que Dios nuestro Señor nos va pidiendo.

Cuántas veces —y de esto somos generalmente muy conscientes—, Dios nuestro Señor pide ciertos cambios de comportamiento en nuestra alma, que son los frutos. Cuántas veces, Dios nuestro Señor pide que le devolvamos en la medida en la que Él nos ha dado.

Y si Dios fue el que hizo todo: Él es el que cavó, rodeó la cerca, construyó la torre y plantó la viña, a nosotros nos toca simplemente trabajar la viña del Señor. Si a Dios no le regresamos lo que nos dio, estamos como esos viñadores: quedándonos o queriéndonos quedar con la herencia. Lo cual, a la hora de la hora, no es sino un deseo en sí mismo frustrado, vano e inútil.

Está en nuestra voluntad el decidirnos por dar a Dios lo que es de Dios o quedarnos nosotros con lo que es de Dios. Para eso tenemos que estar revisando constantemente nuestra voluntad; revisando si nuestras obras, nuestras reacciones, nuestros deseos, son auténticamente cristianos, o si por el contrario, son simplemente manifestaciones de un deseo que quizá no está todavía orientado a Dios nuestro Señor.

Los viñadores habían trabajado no para el dueño de la viña, sino para ellos mismos. A los viñadores no les importaba el fruto del dueño de la viña, les importaba el fruto para ellos. Nuestra vida, ¿para qué trabaja?

Cuando se nos presentan cuestionamientos, preguntas, inquietudes, ¿a quién le damos los frutos? ¿A Dios? ¿O se los damos a nuestro egoísmo, a nuestro afán de autonomía o a nuestro afán de manejar las cosas como a nosotros nos gusta manejarlas?

Ciertamente que nos damos cuenta de que no está bien. No es que nuestra inteligencia se ciegue, pero nuestra voluntad pasa por alto todo esto. Como la voluntad de los viñadores pasó por alto el hecho de que el hijo era el dueño de la herencia. Esa frase tan llena de cinismo: “Venid, éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia”, encierra muchas veces el mecanismo de nuestra voluntad que, iluminada por la inteligencia, descubre perfectamente a quién le pertenecen las cosas, de quién es la vida, de quién es el tiempo, de quién son nuestras cualidades. Descubre perfectamente que determinada reacción no es todo lo cristiana que debría ser; descubre perfectamente que determinado comportamiento no está respondiendo adecuadamente a lo que Dios le pide, pero usa este mismo mecanismo: “Éste es el heredero. Vamos a matarlo y a quedarnos con la herencia”.

Esto es pavoroso cuando aparece en el alma, porque indica la absoluta perversión de la voluntad. Cómo nos puede extrañar después, que en nuestra vida haya comportamientos negativos, comportamientos que difieren de la voluntad de Dios, cuando ese mecanismo está funcionando con una relativa frecuencia en nosotros; cuando nuestra voluntad no ha sido capaz de purificarse para ser capaz de romper, de quebrar ese mecanismo en nuestra alma; cuando cada vez que vemos al heredero lo queremos matar para quedarnos con la herencia.

Tenemos que ser muy inteligentes para descubrir en nuestra voluntad que ese mecanismo está funcionando. Pero tenemos que ser también muy firmes y constantes en nuestra purificación personal para ir eliminando, una y otra vez, ese mecanismo de nuestra voluntad. Mecanismo que nos lleva siempre, y de una manera ineludible, a la más tremenda de las desgracias, que es perdernos a nosotros mismos.

“Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores”. Para lo que tú existes como viñador es para trabajar el viñedo. Y Dios quitará el viñedo a esos viñadores. ¡Qué tremendo es correr en vano! ¡Qué tremendo es vivir en vano! ¡Qué tremendo es ver pasar los días, pasar los años, ver cómo el calendario va corriendo por nuestra vida y no haber todavía dejado de correr en vano!

Ojalá que esta Cuaresma sea para nosotros un momento de particular iluminación por parte del Espíritu Santo para que, efectivamente, descubramos dónde y en qué estamos corriendo en vano, dónde y en qué nuestra voluntad todavía no es capaz de superar el mecanismo de viñador homicida. ¿Por qué, cuando vemos perfectamente quién es el heredero, en nuestro interior todavía aparece el interés por arrebatarle la herencia y quedarnos nosotros con ella? Como cristianos, como miembros de la Iglesia no podemos seguir jugando con el Dueño de la viña.

¡Qué importante es que nos iluminemos para poder iluminar; que nos aclaremos para poder aclarar; que nos purifiquemos para poder purificar! Hagamos de esta Cuaresma un camino de conversión y de orientación de nuestra voluntad hacia Dios nuestro Señor para que Él y solamente Él, sea el que se lleve los frutos de nuestra viña.

La salvación radica en Cristo

El Vaticano reafirma que la salvación de Cristo se recibe en la Iglesia

Frente al individualismo imperante en la sociedad de hoy que defiende que el hombre, con sus propias fuerzas, se basta para salvarse a sí mismo, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha querido recordar que la salvación radica en Cristo.

Mediante una carta dirigida a los Obispos de la Iglesia Católica que, con el título de “Placuit Deo” trata sobre algunos aspectos de la salvación cristiana, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha señalado también que “el lugar donde recibimos la salvación es la Iglesia”.

No obstante, en la carta, aprobada por el Papa Francisco el pasado 16 de febrero, se llama a “un diálogo sincero y constructivo con creyentes de otras religiones, en la confianza de que Dios puede conducir a la salvación en Cristo a todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia”.

En este sentido, durante la presentación de la carta a la prensa, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons. Luis Francisco Ladaria Ferrer, negó que esta carta contradiga a la Constitución Apostólica “Lumen Gentium”, o que supongo regresar a lo anterior a lo establecido por el Concilio Vaticano II. Más bien, se trata de una confirmación de lo dicho en la “Lumen Gentium”.

La carta “Placuit Deo” pretende contrarrestar el auge de dos viejas herejías, el pelagianismo y el gnosticismo, cuyos preceptos se está extendiendo en el mundo de hoy al amparo de la cultura del individualismo imperante.

En la carta se señala la tendencia al individualismo del mundo de hoy que difunde la visión del hombre “como un ser cuya realización depende únicamente de su fuerza”, y, por lo tanto, la figura de Cristo no se contempla como “aquel que transforma la condición humana”, sino como “un modelo que inspira acciones generosas, con sus palabras y gestos”.

Fruto de este individualismo, también se extiende “la visión de una salvación meramente interior, la cual tal vez suscite una fuerte convicción personal, o un sentimiento intenso, de estar unidos a Dios, pero no llega a asumir, sanar y renovar nuestras relaciones con los demás y con el mundo creado”.

Estas dos desviaciones son un reflejo de dichas viejas herejías: el pelagianismo y el gnosticismo. En este sentido, la carta afirma que, en la actualidad, “prolifera una especia de neo-pelagianismo para el cual el individuo, radicalmente autónomo, pretende salvarse a sí mismo, sin reconocer que depende, en lo más profundo de su ser, de Dios y de los demás”.

También prolifera “un cierto neo-gnosticismo” que “presenta una salvación meramente interior, encerrada en el subjetivismo”.

“Frente a estas tendencias, la presente Carta desea reafirmar que la salvación consiste en nuestra unión con Cristo, quien, con su Encarnación, vida, muerte y resurrección, ha generado un nuevo orden de relaciones con el Padre y entre los hombres, y nos ha introducido en este orden gracias al don de su Espíritu, para que podamos unirnos al Padre como hijos en el Hijo, y convertirnos en un solo cuerpo en el ‘primogénito entre muchos hermanos’”.

Asimismo, se señala que “la salvación completa de la persona no consiste en las cosas que el hombre podría obtener por sí mismo, como la posesión o el bienestar material, la ciencia o la técnica, el poder o la influencia sobre los demás, la buena reputación o la autocomplacencia”.

Más bien, la salvación, y en definitiva la felicidad que busca todo ser humano, radica en “la comunión con Dios”, a la que el mismo Dios “nos ha destinado”, “y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Él”.

“La salvación que la fe nos anuncia no concierne solo a nuestra interioridad, sino a nuestro ser integral. Es la persona completa, de hecho, en cuerpo y alma, que ha sido creada por el amor de Dios a su imagen y semejanza, y está llamada a vivir en comunión con Él”.

La carta pone de manifiesto que las curaciones de Jesús son reflejo del carácter integral de la salvación divina. El mismo sacrificio de Cristo por el que “expía los pecados y permanece siempre vivo para interceder a nuestro favor”, “muestra la falta de fundamento de la perspectiva individualista”.

“En resumen, Cristo es Salvador porque ha asumido nuestra humanidad integral y vivió una vida humana plena, en comunión con el Padre y con los hermanos. La salvación consiste en incorporarnos a nosotros mismos en su vida, recibiendo su Espíritu”.

En el título 5 de la carta se subraya que “el lugar donde recibimos la salvación traída por Jesús es la Iglesia”. “Comprender esta mediación salvífica de la Iglesia es una ayuda esencial para superar cualquier tendencia reduccionista”.

“La salvación que Dios nos ofrece, de hecho, no se consigue sólo con las fuerzas individuales, como indica el neo-pelagianismo, sino a través de las relaciones que surgen del Hijo de Dios encarnado y que forman la comunión de la Iglesia”.

La Iglesia también desmonta la mentira de la salvación puramente interior defendida por la visión neo-gnóstica, ya que “nos introduce en las relaciones concretas que el mismo Jesús vivió”.

“La fe confiesa, por el contrario, que somos salvados por el bautismo, que nos da el carácter indeleble de pertenencia a Cristo y a la Iglesia, del cual deriva la transformación de nuestro modo concreto de vivir las relaciones con Dios, con los hombres y con la creación”.

Finalmente, en el título conclusivo de la carta, se insiste en que “la salvación del hombre se realizará solamente cuando, después de haber conquistado al último enemigo, la muerte”. Entonces, “participaremos plenamente en la gloria de Jesús resucitado, que llevará a plenitud nuestra relación con Dios, con los hermanos y con toda la creación”.

“La salvación integral del alma y del cuerpo es el destino final al que Dios llama a todos los hombres”, concluye.

Benedicto XVI

Un día como hoy hace 5 años Benedicto XVI se despidió como Sumo Pontífice

Tras anunciar su retiro el 11 de febrero de 2013, el hoy Papa emérito Benedicto XVI hizo efectiva su renuncia el 28 de febrero de ese año, al trasladarse del Palacio Pontificio del Vaticano a Castel Gandolfo.

El 28 de febrero de 2013 a las 5:07 p.m. (hora local),Benedicto XVI abandonó el Vaticano en helicóptero con destino a Castel Gandolfo. Desde el balcón de la residencia de verano de los pontífices, el que había sidoPapa durante ocho años, se dirigió a las personas congregadas en la plaza para decirles: "Soy simplemente un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinaje en esta tierra".

Concluido su traslado a Castel Gandolfo, y cerradas las puertas del recinto, comenzó la Sede Vacante.

En Castel Gandolfo vivió durante dos meses, mientras se realizaban las adaptaciones oportunas en la que iba a ser su nueva residencia, en el antiguo monasterio “Mater Eclesiae”.

No obstante, durante esos 62 días, no estuvo solo. De hecho, las primeras imágenes “robadas” del Pontífice lo mostraban paseando por los jardines junto a su secretario personal, Mons. Georg Gänswein.

Además recibió algunas visitas, como la de su sucesor el Papa Francisco, quien fue a Castel Gandolfo el 23 de marzo. Ese día, las primeras imágenes de ambos abrazándose delante del helicóptero y rezando en la capilla arrodillados en el mismo banco dieron la vuelta al mundo.

Poco más de un mes después, Benedicto XVI regresó al Vaticano donde le esperaba Francisco para darle la bienvenida. A partir de entonces, Benedicto XVI comenzó una nueva vida en el monasterio 'Mater Ecclesiae' junto a las cuatro 'memores Domini' (Rossella, Loredana, Carmela y Cristina), las laicas consagradas de Comunión y Liberación que le asisten desde entonces y el prefecto de la Casa Pontificia y secretario particular del Papa emérito, Mons. Georg Gänswein.

Pero desde que vive en el Vaticano, Joseph Ratzinger también ha hecho alguna escapada a la que había sido su casa durante los meses de verano y las semanas posteriores a su renuncia, durante las cuales recorrió los jardines junto a Mons. Gänswein, rezó el rosario y asistió a un concierto de piano.

Benedicto XVI en buena forma

Aunque en las primeras imágenes que se difundieron tras su renuncia, se le vio que usaba bastón y que se movía con dificultad, él mismo se ha encargado durante los meses sucesivos de dejar claro que se encuentra "muy bien". Así se lo aseguró al actor italiano Lino Banfi cuando mantuvo un encuentro con él en el monasterio Mater Eclesiae, ocasión en la que también le indicó que "toca el piano, lee, estudia y reza".

En octubre de 2017, Mons. Gänswein desmintió los rumores surgidos en Facebook que afirmaban que Benedicto XVI estaba al borde de la muerte.

“Una vida de retiro y oración”

Por su parte, el catedrático de Teología pastoral del Pontificio Instituto Pastoral 'Redemptor Hominis' de la Universidad Pontificia Lateranense, el P. Paolo Asolan, ha destacado en declaraciones a Europa Press que ya en la larga entrevista que concedió al periodista italiano Vittorio Messori, se podía divisar cómo entendía Benedicto XVI "una vida de retiro y de oración".

Asolan afirma que el sentido de "esconderse del mundo" tiene para el Obispo Emérito de Roma un valor "apostólico y pastoral" y su opción por la vida monástica pretende ofrecer y mejorar la "misión y la vida de la Iglesia".

El catedrático está convencido de que Ratzinger puede "ayudar a toda la Iglesia a interpretar correctamente su gesto".

Francisco visita a Benedicto antes de cada viaje

A mediados de 2014, el Prefecto de la Casa Pontificia, Mons. Georg Gaenswein, reveló que antes de cualquier viaje internacional, el Papa Francisco visita a Benedicto XVI, un gesto que muestra la buena relación que existe entre ambos y cómo el actual Pontífice lleva adelante la visión de su predecesor.

El 14 de febrero del 2015, Benedicto XVI asistió a la creación de 20 nuevos cardenales por parte del Papa Francisco, y el 8 de diciembre del mismo año fue el primer peregrino que cruzó la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en la inauguración del Año Santo de la Misericordia.

Asimismo, el 28 de junio de 2016 Benedicto XVI tuvo unas emotivas palabras hacia su sucesor. Durante el 65° aniversario de ordenación sacerdotal del Papa Francisco, el Papa emérito afirmó que “su bondad, desde el primer día de la elección, en cada momento de mi vida aquí, me emociona, me lleva de verdad, interiormente”.

“Más que en los Jardines Vaticanos con su belleza, Su bondad es el lugar en el que habito: me siento protegido”, añadió.

Benedicto XVI cuatro años después

El pasado 11 de febrero, al cumplirse cuatro años de la renuncia de Benedicto XVI al Pontificado, el P. Federico Lombardi, exvocero del Vaticano, afirmó que el Papa alemán vive en oración y con extrema discreción su servicio de acompañamiento a la Iglesia y de solidaridad con su sucesor, el Papa Francisco.

El sacerdote jesuita, que se desempeñó como Director de la Sala de Prensa durante el Pontificado de Benedicto XVI, dijo que si bien las fuerzas físicas de Joseph Ratzinger se han debilitado debido a su edad, “aquellas mentales y espirituales son perfectas”.

“Verdaderamente es muy lindo tener al Papa emérito que reza por la Iglesia, por su Sucesor. Es una presencia que sentimos. Sabemos que él está y si bien no lo vemos con frecuencia, cuando lo vemos estamos todos muy contentos, porque lo queremos. Por tanto, lo sentimos como una presencia que nos acompaña, que nos consuela y nos tranquiliza”, afirmó el sacerdote, actual presidente de la Fundación Joseph Ratzinger.

PAXTV.ORG