Ámense los unos a los otros

Evangelio según San Juan 15,9-17. 

Jesús dijo a sus discípulos: 

«Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. 

Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 

Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.» 

Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado. 

No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. 
Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. 

Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. 

No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. 

Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»

San Pedro Nolasco

«Este redentor de cautivos, fundador de la Orden de Santa María de la Merced consagró su vida a liberar a los cristianos y él mismo fue apresado en Argelia en una de las expediciones que llevaba a cabo con este objetivo»

Natural de Barcelona, España nació hacia 1180. Sus padres debían poseer tierras en zonas colindantes a la capital. Y él crecería en ese privilegiado entorno junto a un monasterio románico, hasta que huérfano de padre a los 15 años, con la aquiescencia materna, repartió sus bienes. En edad de contraer matrimonio se arrodilló ante la Virgen de Montserrat y le ofreció su vida dando la espalda a mundanas vanidades. La época histórica en la que discurría su quehacer, con el dominio musulmán sobre las costas en todo su apogeo, trajo consigo el destierro de miles de cristianos a África. Eran personas cruelmente maltratadas y angustiadas por un yugo injusto que llevó a muchas a renegar de su fe pensando que Dios las había abandonado. Pedro tomó conciencia de la tragedia que encierra la esclavitud. Y en 1203 ya estaba implicado como benefactor de los pobres según consta en documento escrito que lo menciona como «responsable de la limosna de los cautivos». Precisamente ese año tuvo lugar en Valencia la primera «redención de cautivos». El santo rescató con sus propios medios a unos 300. Cuando se le agotó el dinero, formó grupos para recaudar la «limosna para los cautivos». Y al quedar clausurada esta vía de ayuda, pensó ingresar en alguna orden religiosa o trasladarse al desierto.

Hubo dos hitos significativos de carácter sobrenatural que marcaron su trayectoria espiritual y apostólica. En 1203 en un sueño se vio transportado al atrio de un espléndido palacio donde existía un frondoso olivo. Dos venerables ancianos le encomendaron su tutela. A ellos siguieron los furibundos ataques de otros dos hombres que se cebaron en las ramas y el fruto. En medio de la lucha observó que de la rama cercenada brotaba otra más esplendorosa, y otro tanto acontecía con el fruto. Desvanecida la visión, quiso interpretarla. Esta experiencia, a decir de los cronistas, pudo ofrecer dos perspectivas. En la primera, el atrio sería el mundo; la oliva, la Iglesia, y los agresores, los enemigos de la fe representados en las cohortes de prisioneros que se asfixiaban bajo las cadenas de la cautividad. Al rescatarlos, él liberaría a la Iglesia de su opresión. En otra lectura se habrían invertido los símbolos; tendrían nueva y simple matización. El atrio sería la Iglesia y la oliva la Orden que iba a fundar: un alborear para los que se hallaban presos. A esta convicción le habría conducido la Santísima Virgen, a quien Pedro se encomendaba buscando luz para clarificar su devenir y la voluntad divina que pudiera encerrar este hecho.

Así las cosas, y este fue el segundo hito, la noche del 1 al 2 de agosto de 1218 se le apareció la Virgen. Iba vestida con el hábito blanco característico de los mercedarios. Movido por Ella, el 10 del mismo mes y año creó la orden de Santa María de la Merced para la redención de cautivos en la catedral de Barcelona. Fue un acto emotivo, de honda significación, que tuvo lugar ante la presencia del monarca Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou.

Éste fue quien impuso al santo y a los doce primeros integrantes de la fundación la túnica blanca con todos sus elementos inspirada en la que llevó María. La nueva realidad eclesial, que anteriormente había sido laica, fue dotada con un cuarto voto, el de liberar esclavos, que se añadió a los clásicos de pobreza, castidad y obediencia. Les comprometía a entregar la propia vida a imagen del Redentor. En los inicios de la instauración de su obra Pedro no estuvo solo; contó con el inapreciable consejo y ayuda de san Raimundo de Peñafort. En ese momento, las circunstancias propiciaban la labor de estos nuevos redentores. El hospital barcelonés de Santa Eulalia era cobijo de indigentes y cautivos que regresaban de tierras moriscas sin medios para sobrevivir. Y en ese establecimiento, asignado a los mercedarios por el rey aragonés, comenzaron su excelsa labor. Cada rescatado tenía la obligación de participar durante un tiempo en la redención de nuevos cautivos. También reemplazar al esclavo ocupando su lugar, siempre que su fe estuviese en peligro y no tuviesen dinero para rescatarlo.

En una de las expediciones realizadas por Pedro Nolasco a Argelia para liberar a cristianos fue hecho prisionero, pero finalmente consiguió la libertad.

Fue un hombre de oración, humilde, generoso, lleno de fe y entrañas de misericordia, fiel observante de la regla, entregado, con gran visión y celo apostólico. A ello se unían sus ansias de morir por Cristo. Éste ímpetu, junto a su fe, propiciaron la existencia de la rama mercedaria femenina.

La materializó con la anuencia de María de Cervelló, luego canonizada, joven natural de Barcelona a la que supo transmitir el espíritu que animaba la Orden instituida por él y de la que fue superior general. Diecisiete fundaciones extendidas por Cataluña, Aragón, Valencia, Mallorca y Carbona dan idea también de su amor a Cristo y a sus semejantes. Con el generoso grupo de seglares que se implicaron en la admirable tarea de auxiliar no solo a los cautivos sino de prestar asistencia a pobres, enfermos y peregrinos, creó una fraternidad. El rey Jaime I, al que acompañó en la conquista de Mallorca y Valencia, le donó el monasterio de El Puig. En 1235 Gregorio IX emitió la bula «Devotionis vestrae» confirmando su obra. Fue agraciado con éxtasis y dones de profecía y milagros. Cuenta la tradición que hubiera deseado venerar las reliquias de san Pedro en Roma, peregrinación que no pudo efectuar. En su desconsuelo, éste se le apareció en sueños durante tres noches consecutivas diciéndole: «vengo a verte porque tú no puedes ir a visitarme». En la última, mientras Pedro Nolasco oraba de rodillas, vio al apóstol crucificado, cabeza abajo. Le instó a no dejar España donde florecía su excelsa labor. Murió el 6 de mayo de 1245 pronunciando el Salmo 76: «Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y esclavizados». Urbano VIII lo canonizó el 30 de septiembre de 1628.

Una alegría diferente

No es fácil la alegría. Los momentos de auténtica felicidad parecen pequeños paréntesis en medio de una existencia de donde brotan constantemente el dolor, la inquietud y la insatisfacción.

El misterio de la verdadera alegría es algo extraño para muchos hombres y mujeres. Todavía saben quizá reír a carcajadas, pero han olvidado lo que es una sonrisa gozosa, nacida de lo más hondo del ser. Tienen casi todo, pero nada les satisface de verdad. Están rodeados de objetos valiosos y prácticos, pero apenas saben nada de amor y amistad. Corren por la vida absorbidos por mil tareas y preocupaciones, pero han olvidado que estamos hechos para la alegría.

Por eso, algo se despierta en nosotros cuando escuchamos las palabras de Jesús: os he hablado «para que participéis de mi gozo, y vuestro gozo sea completo». Nuestra alegría es frágil, pequeña y está siempre amenazada. Pero algo grande se nos promete. Poder compartir la alegría misma de Jesús. Su alegría puede ser la nuestra.

El pensamiento de Jesús es claro. Si no hay amor, no hay vida. No hay comunicación con él. No hay experiencia del Padre. Si falta el amor en nuestra vida, no queda más que vacío y ausencia de Dios. Podemos hablar de Dios, imaginarlo, pero no experimentarlo como fuente de gozo verdadero. Entonces el vacío se llena de dioses falsos que toman el puesto del Padre, pero que no pueden hacer brotar en nosotros el verdadero gozo que nuestro corazón anhela.

Quizá los cristianos de hoy pensamos poco en la alegría de Jesús y no hemos aprendido a «disfrutar» de la vida, siguiendo sus pasos. Sus llamadas a buscar la felicidad verdadera se han perdido en el vacío tal vez porque seguimos obstinados en pensar que el camino más seguro de encontrarla es el que pasa por el poder, el dinero o el sexo. La alegría de Jesús es la de quien vive con una confianza limpia e incondicional en el Padre. La alegría del que sabe acoger la vida con agradecimiento. La alegría del que ha descubierto que la existencia entera es gracia.

Pero la vida se extingue tristemente en nosotros si la guardamos para nosotros solos, sin acertar a regalarla. La alegría de Jesús no consiste en disfrutar egoístamente de la vida. Es la alegría de quien da viday sabe crear las condiciones necesarias para que crezca y se desarrolle de manera cada vez más digna y más sana. He aquí una de las enseñanzas clave del Evangelio. Solo es feliz quien hace un mundo más feliz. Solo conoce la alegría quien sabe regalarla. Solo vive quien hace vivir. Domingo 6 Pascua – B (Juan 15,9-17) 6 de mayo 2018

VI DOMINGO DE PASCUA
(Act 10, 25-26.34-35.44-48; Sal 97; 1Jn 4, 7-10; Jn 15, 9-17)

AMIGOS DE DIOS

Cuando los Misioneros de la Misericordia fuimos recibidos por el papa Francisco el 10 de abril último, aguardábamos sus palabras con la certeza de que serían iluminadoras, como lo fueron el día en que recibimos el nombramiento, en febrero de 2016. Esta vez, el Papa partió en su discurso de un texto del profeta Isaías: “El Señor consuela a su pueblo y tiene misericordia de sus pobres. Sion dijo: "El Señor me ha abandonado, el Señor me ha olvidado". ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido"(Is 49.8.13-15).

Si en el Antiguo Testamento encontramos una declaración de amor tan entrañable, qué no significará la declaración de Jesús, el Hijo amado de Dios, en el Evangelio: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.”

Santa Teresa dice en una ocasión a sus monjas: “No os pido que hagáis muchas lucubraciones. No os pido más que le miréis”.

Hoy es suficiente dejarse decir las palabras que Jesús dirige a los suyos: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.”

He tenido ocasión de leer alguna de las meditaciones de los ejercicios que el P. José Tolentino ha dirigido este año al Papa y a la Curia, y me ha impresionado la exégesis que hace del diálogo de Jesús con la samaritana. El vicedecano de la Universidad Católica de Lisboa interpreta la imagen de Jesús, sentado sobre el pozo de Jacob, como la de un mendicante que solicita a la mujer: “Dame de beber”. Y comienza su meditación: “Sorprendido de nuevo”, “Sorprendido una vez más”.

Y al leer hoy la declaración de Jesús: “No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido”, me vienen a la memoria las palabras que nos dirigió Mons. Patrón, secretario de la Congregación para el Clero, a los Misioneros de la Misericordia de lengua española. Él partió de la actitud del asombro: “El asombro, pienso debe ser la primera perspectiva desde donde consideremos “el pecado y la misericordia en la vida sacerdotal”.

Cada uno de nosotros ha sido llamado por “pura misericordia” por el “Señor de la misericordia”. No en virtud de sus méritos u obras; y en muchas ocasiones a pesar de las situaciones de pecado en las que algunos lamentablemente nos pudimos encontrar y desde las cuales fuimos rescatados.”

Sorpréndete: Tú eres llamado amigo por Jesús. A ti se te declara el amor de Dios. Déjate amar, déjate curar, déjate perdonar, y no mires atrás.

Sumergirse en el amor; VI Domingo de Pascua

Es el primero, principal y único mandamiento. ¿Cómo lo estamos cumpliendo? ¿Nos distinguimos los cristianos por saber amar?

Lecturas:

Hechos de los Apóstoles 10, 25-26. 34-35, 44-48: “El don del Espíritu también se ha derramado sobre los paganos”.

Salmo 97: “El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. Aleluya”.

I San Juan 4, 7-10: “Dios es amor”.

San Juan 15, 9-17: “Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos”. 

Vero, esa  joven atada a una silla de ruedas por la poliomielitis infantil, me narra una historia de dolor y abandono, no conoció a sus padres y ha crecido en un orfanatorio. Después ha estudiado y poco a poco va saliendo adelante. Al narrar esta serie de desventuras, lo hace con una sonrisa y no pierde el buen humor. Tiene esperanzas y va buscando trabajos para sentirse realizada, aunque sus dolores a veces se lo impiden. Le pregunté: “¿Cómo le haces para nunca  perder tu sonrisa y estar siempre contenta?”.  Sin perder la sonrisa responde rápidamente: “Es que estoy segura de que Jesús me ama. Lo puedo sentir y es lo que me sostiene”. Y se aleja sonriendo y tratando de ayudar a quienes como ella siguen atadas a una silla pero están liberadas por el amor de Jesús.

El pasaje de la vid, reflexionado el domingo pasado, sigue resonando en mi corazón y hoy Jesús me ofrece más elementos de esta comparación. Cada palabra nos ayuda a confrontar la vida diaria y mostrar nuestro crecimiento espiritual. Pero traigo como clavada en mi mente la expresión de Jesús: “Permanezcan en mí”, que se repite como un estribillo. Mentalmente contemplo las ramas de una vid y me imagino toda la vida y dinamismo que llevan por dentro. Exteriormente parecen impasibles e inmóviles; pero en su interior ¡cuánta vida tienen! Cómo reciben la savia que brota de la raíz, se alimentan de ella y la hacen circular para generar nueva vida. La raíz a su vez también recibe energía desde las ramas y las hojas. Un incesante movimiento desde el tronco hasta la última ramita y viceversa. Y parece que no pasa nada, no hay escándalo, no hay ruido, pero sí una actividad que da mucha vida. Es el ejemplo más bello para el verdadero discípulo de Jesús: recibir su vida, fortalecerse, llenarse de ella y siempre continuar transmitiéndola. Frente a los hermanos se adopta una bella actitud: dar y recibir como lo hacemos de parte Jesús. ¿Cómo es mi permanecer con Jesús? ¿Un estático y cómodo situarme en la Iglesia, en la sociedad y en la comunidad? ¿Recibo y doy vida?

Aunque esta idea ya bastaría para un fuerte compromiso, Jesús amplía mucho más nuestro horizonte y nos lanza en una nueva perspectiva: el amor. Pero, ¿qué es el amor? En días de devaluación de muchas cosas, hay una que sobresale por su gran caída y confusión: el amor. Está tan devaluado que a cualquier cosa se le llama amor, aunque no tenga nada que ver con un verdadero amor: al sexo, al compañerismo, a la atracción, a la necesidad, etc. Jesús nos enseña lo que es el verdadero amor: “dar la vida por sus amigos”. No es solamente el sentirse a gusto, que en un momento pasa; no es la atracción, que puede convertirse en hastío; no es la necesidad de alguien o el miedo a la soledad. Es buscar la felicidad del otro.

Jesús se pone como modelo de amor: “ámense como yo los he amado” y nos ha amado cuando aún no lo conocíamos, cuando vivíamos en pecado; y nos ha amado a pesar de nuestras traiciones e infidelidades. No es el amor condicionado de padres y novios: “Si de veras me quieres, tienes que hacer mi capricho…” o “Si no haces lo que yo digo, ya no te quiero…” No, es amar a la otra persona y buscar su felicidad. Si de verdad amáramos, no se terminarían tantas amistades por un simple enojo; no se dividirían las familias porque los hijos se sienten solos o sus padres no saben cómo acercarse a ellos; no se divorciarían tan fácil las parejas tan sólo porque no es el otro como ellos esperaban. El verdadero amor va mucho más allá y Jesús nos enseña todo el valor que tiene. Es el primero, principal y único mandamiento. ¿Cómo lo estamos cumpliendo? ¿Nos distinguimos los cristianos por saber amar?

 Las palabras de Jesús son una fuerte inspiración y presentan no sólo su programa de vida y una motivación para cada uno de nosotros, sino nos explican toda su actividad,  su abajamiento, su cruz y su resurrección: “Como el Padre me ama, así los amo yo”. Nos revelan el secreto y motivo último que ha impulsado y guiado toda su vida. Un gran circuito que comienza con el amor del Padre, que continúa con el mismo Jesús, nos abraza a nosotros con su amor, nos impulsa a amarnos los unos a los otros y nuevamente al  ámbito amoroso  del Padre. 

Es mandamiento, es cierto, pero mucho más que mandamiento es experiencia de sentirse amado y no poder ahogar dentro de nosotros mismos esa fuerza que inspira y da el mismo Jesús. Muy lejos de los amores egoístas e interesados en que nos movemos ordinariamente los humanos. Debemos sumergirnos en este gran amor, que no crea servidores, que no esclaviza, que libera y da vida.

Dos últimas características de este amor de Jesús: nos lleva a una alegría plena y nos ha elegido gratuitamente. Quizás los cristianos hemos pensado muy poco en la alegría de Jesús, pero es una de las señales de su presencia en nosotros. La alegría es la sonrisa de Dios en nuestras vidas. Es muy triste que se identifique a cristianos con rostros marchitos, personas aburridas y aguafiestas. El cristiano debe tener la mayor alegría en su corazón al reconocerse amado por Jesús. Pero este amor, no es en base a los propios méritos, Jesús nos lo otorga gratuitamente y Él nos ha elegido a nosotros. Somos sus preferidos. Por eso la extensión de ese amor debería nacer espontánea: el amor a los hermanos. Y no el amor color de rosa, sino el amor del compromiso y de la entrega, el amor fiel. Es bellísimo este pasaje y ojalá, más que estudiarlo, en este día lo viviéramos en presencia de Jesús. Lo dialogáramos en íntimo coloquio con Él. Abriéramos nuestro corazón y nos dejáramos amar.

Dios, Padre nuestro, que en Jesús de Nazaret, nuestro hermano, nos has manifestado tu amor, gratuito y universal, concédenos experimentar este gran amor y hacerlo vida a favor de nuestros hermanos. Amén.

"EL AMOR SE REALIZA EN LA VIDA DE TODOS LOS DÍAS, EN LAS ACCIONES, EN LAS ACTITUDES...ES CONCRETO"
Francisco invita a "decir no a la violencia y a la venganza" en Centroáfrica, pais que "llevo en el corazón"

"El Evangelio de hoy presenta la consigna de Jesús: "Permaneced en mi amor"

José Manuel Vidal, 06 de mayo de 2018 a las 12:27

Papa, en la ventana

El amor de Cristo no es un sentimiento superficial, es una actitud fundamental del corazón, que se manifiesta en vivir como Él quiere

(José M. Vidal).- En el regina coeli, el Papa Francisco tuvo un recuerdo especial para la República Centroafricana, "país que visité y que llevo en el corazón", para invitar a sus ciudadanos a "decir no a la violencia y a la venganza" y "construir juntos la paz". En la catequesis, recordó que "el amor es concreto" y se plasma en "la vida de todos los días" y no como algo "rerservado a los momentos excepcionales".

Algunas frases de la catequesis del Papa

"La Palabra de Dios sigue indicándonos estilos de vida coherentes para ser la comunidad del Resucitado"

"El Evangelio de hoy presenta la consigna de Jesús: "Permaneced en mi amor"

"Para que nuestro amor no pierda su audacia"

"Intentando no separarnos de Él con el egoísmo y con el pecado" "El amor de Cristo no es un sentimiento superficial, es una actitud fundamental del corazón, que se manifiesta en vivir como Él quiere"

"El amor se realiza en la vida de todos los días, en las acciones, en las actitudes...De lo contrario, son sólo palabras, palabras, palabras. El amor es concreto""¿Cómo hacer para que este amor que el Señor resucitado nos da pueda ser compartido por otros?"

"Amar al que encuentro en mi camino... el que me impulsa a salir de mis intereses y de mis seguridades...el que me invita a hacer un trecho del camino juntos" "Comenzando por los que me están cerca en la familia, en el trabajo en la escuela...""Este amor no se puede reservar a momentos excepcionales"

"Cuidar los ancianos, por ejemplo" "La vida debe ser siempre tutelada y amada desde la concepción hasta la muerte. Esto es amor"

Sacerdote asesinado en la RCA

Algunas frases del Papa en los saludos tras el regina coeli

"Ayer, en Aquisgrán fue proclamada beata Clara Fey...damos gracias a Dios por esta excelente testigo del Evangelio"

"Invito a rezar por la población de la República Centroafricana, país que tuve la alegría de visitar y que llevo en el corazón. y donde los días pasados hubo graves violencias con numerosos muertos y heridos, entre ellos un sacerdote. Que el Señor, por intercesión de la Virgen, ayude a todos a decir no a la violencia y a la venganza, para construir juntos la paz"

Saluda a los peregrinos de Oviedo, Eslovquia, a los monaguillos de Berna, a los nueve guardias suizos y a sus familiares, a la asociación Meter, fieles de Piacenza, y a los neocatecumenales..."Gracias por vuetro trabajo de evangelización, gracias".

Para ser buenos amigos de Jesús

Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos. ¡Ojalá pudiera tener más discípulos y amigos de verdad! ¿Ya lo eres tú?

Del santo Evangelio según san Juan 15, 9-17

Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.

Oración introductoria

Señor, hoy que se celebra a tu Madre, en la advocación de la Virgen de Fátima, me acerco a Ti en esta oración, necesito tu luz para a descubrir tu amor. Nunca dejes que me «acostumbre» a una vida de oración tibia, pasiva, egocéntrica. Ayúdame a mantenerme, como María, en plena comunión contigo.

Petición

Jesús, dame la gracia de amarte del mismo modo como te amo María, en la oración, la entrega y las obras.

Meditación

Cómo puede un joven ser fiel a la fe cristiana y seguir aspirando a grandes ideales en la sociedad actual? En el evangelio que hemos escuchado, Jesús nos da una respuesta a esta importante cuestión: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor". Sí, queridos amigos, Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. No somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios. Permanecer en su amor significa entonces vivir arraigados en la fe, porque la fe no es la simple aceptación de unas verdades abstractas, sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios.

Si permanecéis en el amor de Cristo, arraigados en la fe, encontraréis, aun en medio de contrariedades y sufrimientos, la raíz del gozo y la alegría. La fe no se opone a vuestros ideales más altos, al contrario, los exalta y perfecciona. Queridos jóvenes, no os conforméis con menos que la Verdad y el Amor, no os conforméis con menos que Cristo. Benedicto XVI, 20 de agosto de 2011.

Reflexión

El pasaje evangélico de este domingo es una perfecta continuación de la semana pasada. No sólo en cuanto al tema, sino también en los versículos de la liturgia.

Hace ocho días, el Evangelio nos ofrecía para nuestra meditación la bella alegoría de la Vid y los sarmientos (Jn 15, 1-8). Y hoy la Iglesia nos presenta la aplicación de ese discurso: cómo podemos vivir unidos a Cristo para ser buenos sarmientos y buenos amigos suyos (Jn 15, 9-17).

"Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Permaneced en mi amor", nos dice nuestro Señor. Al meditar en la alegoría de la Vid, sentíamos la necesidad apremiante de permanecer unidos a Jesús para tener vida y para llevar frutos de eternidad. Y ahora el Señor nos va a mostrar el camino: "Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor" (Jn 15,10). El modo de vivir unidos a Él es por medio del amor. Pero un amor hecho obras, real y operante. Un amor de puras palabras o discursos bonitos es un amor platónico y vacío por dentro. Un amor de puros sentimientos, propósitos y buenas intenciones es falso, engañoso y estéril. No es real. Es una farsa y una pantomima. Ya lo decían nuestros abuelos con una expresión muy plástica: "El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones". No bastan los "quisieras" para ser buenos cristianos y verdaderos discípulos del Señor. Se necesita un "quiero" rotundo, operante y con todas sus consecuencias.

Se cuenta que, en una ocasión, le preguntó la hermanita pequeña a santo Tomás de Aquino, cuando todavía éste era muy joven: "Oye, Tomás, ¿qué tengo yo que hacer para ser santa?".

Ella esperaba una respuesta muy complicada y profunda; pero el santo le respondió: "Hermanita, para ser santa basta querer". Querer. Pero quererlo de verdad; o sea, poniendo todos los medios para lograrlo, con la ayuda de Dios; que las obras y los comportamientos respalden y confirmen luego nuestros propósitos. La sabiduría popular lo ha condensado en la conocidísima sentencia: "Obras son amores..., que no buenas razones". Y "del dicho al hecho, hay mucho trecho". ¡Tenemos que acortar ese trecho para mostrarle al Señor que de verdad le amamos con las obras! Así lo hizo Él: "lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor". Sólo así construiremos nuestra casa sobre roca, y no sobre arenas movedizas (Mt 7, 21-27).

Pero el Señor nos concreta aún más el camino. Si cumplimos sus mandamientos -nos dice- permanecermos en su amor. ¿Y cuáles son sus mandamientos? "Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado". ¡La caridad hacia el prójimo!

Durante su vida pública nos dijo muchísimas veces que "el primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos", y que no había un mandamiento mayor que éste (Mc 12, 29-31). La caridad es el centro de las bienaventuranzas y de toda su doctrina: "Por eso, cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos, porque en esto consiste toda la Ley y los Profetas"(Mt 7,12). En esto resume toda su enseñanza. Y no sólo nos lo dijo con su predicación, sino que así nos lo demostró con sus obras: siempre amando, sirviendo, curando, perdonando, acercando a los hombres a Dios, predicando el amor con sus palabras y, sobre todo, con sus actitudes y comportamientos hacia todas las personas. "Pasó haciendo el bien" resumió san Pedro la vida del Señor (Hech 10,38).

La caridad es el núcleo de la Buena Nueva, de todo el Evangelio. Éste es SU mandamiento nuevo, el signo distintivo por el que todos reconocerían a sus discípulos (Jn 13, 34-35).

Y es tan fundamental este precepto del amor al prójimo que ésta será la principal materia del juicio final: "En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40). San Juan de la Cruz, comentando este pasaje, afirma con cierto aire de poesía: "En el atardecer de la vida, seremos juzgados sobre el amor."

Propósito

Nuestro Señor afirma que "nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando... Y esto os mando: que os améis unos a otros". Ésta es la respuesta que el Señor nos da: practicar con generosidad el amor sincero y desinteresado hacia nuestros prójimos.

Aquí está, pues, el secreto para ser buenos sarmientos de la Vid, para ser auténticos amigos de Jesús. ¡Ojalá pudiera tener más discípulos y amigos de verdad! ¿Ya lo eres tú?

El ser humano no pierde su dignidad con la enfermedad o la vejez

La enfermedad o la vejez no afecta en lo más mínimo la dignidad de la persona humana, a cuyo servicio debe estar siempre la medicina

Por: Juan Pablo II | Fuente: Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud sobre «Los cuidados paliativos» 

El ser humano no pierde su dignidad con la enfermedad o la vejez

«La medicina se pone siempre al servicio de la vida», afirma Juan Pablo II. Constató que la enfermedad o la vejez no afecta en lo más mínimo la dignidad de la persona humana, a cuyo servicio debe estar siempre la medicina.

«La medicina se pone siempre al servicio de la vida --afirmó--. Incluso cuando sabe que no puede vencer una grave patología, se esfuerza por aliviar los sufrimientos».

«Trabajar con pasión para ayudar al paciente en todas las situaciones significa tomar conciencia de la dignidad inalienable de cada ser humano, incluso en las condiciones extremas del estadio terminal», constató el Santo Padre en el discurso que entregó en italiano dirigido a personal sanitario, agentes de pastoral, expertos en bioética, teólogos, etc.

«El sufrimiento, la vejez, el estado de inconsciencia, la inminencia de la muerte no disminuyen la intrínseca dignidad de la persona, creada a imagen de Dios», indicó el pontífice.

«Entre los dramas causados por una ética que pretende establecer quién puede vivir y quién puede morir, está el de la eutanasia», reconoció.

«Aunque esté motivada por sentimientos de una malentendida compasión o de una malentendida dignidad que hay que preservar, la eutanasia en vez de rescatar a la persona del sufrimiento, la suprime», aclaró.

«Por el contrario, la verdadera compasión promueve todos los esfuerzos razonables a favor de la curación del paciente. Al mismo tiempo, ayuda a detenerse cuando toda intervención deja de ser útil para alcanzar ese fin».

De hecho, aclaró, «el rechazo del ensañamiento terapéutico no es un rechazo del paciente y de su vida».

«La decisión eventual de no emprender o de interrumpir una terapia se considera éticamente correcta cuando ésta resulte ineficaz o claramente desproporcionada respecto a los fines de sostener la vida o la recuperación de la salud», indicó el Santo Padre.

«El rechazo del ensañamiento terapéutico, por lo tanto, es expresión del respeto que en todo momento se debe al paciente», subrayó.

El Papa alentó la adecuada utilización de cuidados paliativos, como los analgésicos, así como la formación a todos los niveles de personal en este sentido.

Los atentados contra la vida constituyen una de las preocupaciones que más inquietan al Papa, como también lo demuestra el mensaje que ha enviado a la Asociación de Médicos Católicos Italianos, que están celebrando su Congreso Nacional en Bari, publicado este viernes por la Sala de Prensa del Vaticano.

Recordando los principios éticos que fundamentan el Juramento de Hipócrates, la misiva pontificia señala «no existen vidas indignas de ser vividas; no hay sufrimientos, por muy penosos que sean, que puedan justificar la supresión de una vida; no existen razones, por mayores que sean, que favorezcan la "creación" de seres humanos destinados a ser utilizados y destruidos».                  

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