El cumplimiento de la Ley

Evangelio según San Mateo 5,17-19. 

Jesús dijo a sus discípulos: 
«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. 
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. 
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.» 

San Antonio de Padua

San Antonio de Padua, presbítero y doctor de la Iglesia

Memoria de san Antonio, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Portugal, primero fue canónigo regular y después entró en la Orden recién fundada de los Hermanos Menores, para propagar la fe entre los pueblos de África, pero se dedicó a predicar por Italia y Francia, donde atrajo a muchos a la verdadera fe. Escribió sermones notables por su doctrina y estilo, y por mandato de san Francisco enseñó teología a los hermanos, hasta que en Padua descansó en el Señor.

A pesar de que Antonio era de nacionalidad portuguesa y había nacido en Lisboa, adquirió el apellido por el que lo conoce el mundo, de la ciudad italiana de Padua, donde vivió hasta su muerte y donde todavía se veneran sus reliquias. 

Vino al mundo en 1195 y en la pila bautismal se le llamó Fernando, nombre éste que cambió por el de Antonio al ingresar en la Orden de Frailes Menores, por devoción al gran patriarca de los monjes y patrono titular de la capilla en que recibió el hábito franciscano.

Sus padres, jóvenes miembros de la nobleza de Portugal, dejaron que los clérigos de la Catedral de Lisboa se encargaran de impartir los primeros conocimientos al niño, pero cuando éste llegó a la edad de quince años, fue puesto al cuidado de los canónigos regulares de San Agustín, que tenían su casa cerca de la ciudad. Dos años después, obtuvo permiso para ser trasladado al priorato de Coimbra, por entonces capital de Portugal, a fin de evitar las distracciones que le causaban las constantes visitas de sus amistades. Una vez en Coimbra, se dedicó por entero a la plegaria y el estudio; gracias a su extraordinaria memoria retentiva, llegó a adquirir, en poco tiempo, los más amplios conocimientos sobre la Biblia. En el año de 1220, el rey Don Pedro de Portugal regresó de una expedición a Marruecos y trajo consigo las reliquias de los santos frailes franciscanos que, poco tiempo antes, habían obtenido allá un glorioso martirio. Fernando, que por entonces había pasado ocho años en Coimbra, se sintió profundamente conmovido a la vista de aquellos despojos y, al mismo tiempo, nació en lo íntimo de su corazón el anhelo de dar la vida por Cristo. Comprendió al punto que, como canónigo regular, nunca llegaría a realizar su aspiración y, desde aquel momento, buscó ansiosamente una oportunidad de poner en práctica sus deseos. La ocasión se presentó poco después, cuando algunos frailes franciscanos llegaron a hospedarse en el convento de la Santa Cruz, donde estaba Fernando; éste les abrió su corazón y fue tan empeñosa su insistencia, que a principios de 1221, se le admitió en la orden.

Casi inmediatamente después, se le autorizó para embarcar hacia Marruecos a fin de predicar el Evangelio a los moros. Pero no bien llegó a aquellas tierras donde pensaba conquistar la gloria, cuando fue atacado por una grave enfermedad que le dejó postrado e incapacitado durante varios meses y, a fin de cuentas, fue necesario devolverlo a Europa. La nave en que se embarcó, empujada por vientos contrarios, se desvió de la ruta y Fray Antonio se encontró en Messina, la capital de Sicilia. Con grandes penalidades, viajó desde la isla a la ciudad de Asís donde, según le habían informado sus hermanos en Sicilia, iba a llevarse a cabo un capítulo general. Aquella fue la gran asamblea de 1221, el último de los capítulos que admitió la participación de todos los miembros de la orden; estuvo presidido por el hermano Elías como vicario general y san Francisco, sentado a sus pies, estaba presente. Indudablemente que aquella reunión impresionó hondamente al joven fraile portugués.

Tras la clausura, los hermanos regresaron a los puestos que se les habían señalado, y Antonio fue a hacerse cargo de la solitaria ermita de San Paolo, cerca de Forli. Hasta ahora se discute el punto de si, por aquel entonces, Antonio era o no era sacerdote; pero lo positivo es que nadie ha puesto en tela de juicio los extraordinarios dones intelectuales y espirituales del joven y enfermizo fraile que nunca hablaba de sí mismo. Cuando no se le veía entregado a la oración en la capilla o en la cueva donde vivía, estaba al servicio de los otros frailes, ocupado sobre todo en la limpieza de los platos y cacharros, después del almuerzo comunal. 

Mas no estaban destinadas a permanecer ocultas las claras luces de su intelecto. Sucedió que al celebrarse una ordenación en Forli, los candidatos franciscanos y dominicos se reunieron en el convento de los Frailes Menores de aquella ciudad. Seguramente a causa de algún malentendido, ninguno de los dominicos había acudido ya preparado a pronunciar la acostumbrada alocución durante la ceremonia y, como ninguno de los franciscanos se sentía capaz de llenar la brecha, se ordenó a san Antonio, ahí presente, que fuese a hablar y que dijese lo que el Espíritu Santo le inspirara. El joven obedeció sin chistar y, desde que abrió la boca hasta que terminó su improvisado discurso, todos los presentes le escucharon como arrobados, embargados por la emoción y por el asombro, a causa de la elocuencia, el fervor y la sabiduría de que hizo gala el orador. En cuanto el ministro provincial tuvo noticias sobre los talentos desplegados por el joven fraile portugués, lo mandó llamar a su solitaria ermita y lo envió a predicar en varias partes de la Romagna, una región que, por entonces, abarcaba toda la Lombardía.

En un momento, Antonio pasó de la oscuridad a la luz de la fama y obtuvo, sobre todo, resonantes éxitos en la conversión de los herejes, que abundaban en el norte de Italia, y que, en muchos casos, eran hombres de cierta posición y educación, a los que se podía llegar con argumentos razonables y ejemplos tomados de las Sagradas Escrituras. Además de la misión de predicador, se le dio el cargo de lector en teología entre sus hermanos. Aquella fue la primera vez que un miembro de la Orden Franciscana cumplía con aquella función. En una carta que, por lo general, se considera como perteneciente a san Francisco, se confirma este nombramiento con las siguientes palabras: «Al muy amado hermano Antonio, el hermano Francisco le saluda en Jesucristo. Me complace en extremo que seas tú el que lea la sagrada teología a los frailes, siempre que esos estudios no afecten al santo espíritu de plegaria y devoción que está de acuerdo con nuestra regla». Sin embargo, se advirtió cada vez con mayor claridad que, la verdadera misión del hermano Antonio estaba en el pulpito. Por cierto que poseía todas las cualidades del predicador: ciencia, elocuencia, un gran poder de persuasión, un ardiente celo por el bien de las almas y una voz sonora y bien timbrada que llegaba muy lejos. Por otra parte, se afirmaba que estaba dotado con el poder de obrar milagros y, a pesar de que era de corta estatura y con cierta inclinación a la corpulencia, poseía una personalidad extraordinariamente atractiva, casi magnética. A veces, bastaba su presencia para que los pecadores cayesen de rodillas a sus pies; parecía que de su persona irradiaba la santidad. A donde quiera que iba, las gentes le seguían en tropel para escucharle, y con eso había para que los criminales empedernidos, los indiferentes y los herejes, pidiesen confesión.

Las gentes cerraban sus tiendas, oficinas y talleres para asistir a sus sermones; muchas veces sucedió que algunas mujeres salieron antes del alba o permanecieron toda la noche en la iglesia, para conseguir un lugar cerca del pulpito. Con frecuencia, las iglesias eran insuficientes para contener a los enormes auditorios y, para que nadie dejara de oírle, a menudo predicaba en las plazas públicas y en los mercados.

Poco después de la muerte de san Francisco, el hermano Antonio fue llamado, probablemente con la intención de nombrarle ministro provincial de la Emilia o la Romagna. En relación con la actitud que asumió el santo en las disensiones que surgieron en el seno de la orden, los modernos historiadores no dan crédito a la leyenda de que fue Antonio quien encabezó el movimiento de oposición al hermano Elías y a cualquier desviación de la regla original; esos historiadores señalan que el propio puesto de lector en teología, creado para él, era ya una innovación. Más bien parece que, en aquella ocasión, el santo actuó como un enviado del capítulo general del 1226 ante el Papa, Gregorio IX, para exponerle las cuestiones que hubiesen surgido, a fin de que el Pontífice manifestara su decisión. En aquella oportunidad, Antonio obtuvo del Papa la autorización para dejar su puesto de lector y dedicarse exclusivamente a la predicación. El Pontífice tenía una elevada opinión sobre el hermano Antonio, a quien cierta vez llamó «el Arca de los Testamentos», por los extraordinarios conocimientos que tenía de las Sagradas Escrituras. 

Desde aquel momento, el lugar de residencia de San Antonio fue Padua, una ciudad donde anteriormente había trabajado, donde todos le amaban y veneraban y donde, en mayor grado que en cualquier otra parte, tuvo el privilegio de ver los abundantísimos frutos de su ministerio. Porque no solamente escuchaban sus sermones multitudes enormes, sino que éstos obtuvieron una muy amplia y general reforma de conducta. Las ancestrales disputas familiares se arreglaron definitivamente, los prisioneros quedaron en libertad y muchos de los que habían obtenido ganancias ilícitas las restituyeron, a veces en público, dejando títulos y dineros a los pies de san Antonio, para que éste los devolviera a sus legítimos dueños. Para beneficio de los pobres, denunció y combatió el muy ampliamente practicado vicio de la usura y luchó para que las autoridades aprobasen la ley que eximía de la pena de prisión a los deudores que se manifestasen dispuestos a desprenderse de sus posesiones para pagar a sus acreedores. Se dice que también se enfrentó abiertamente con el violento duque Eccelino para exigirle que dejase en libertad a ciertos ciudadanos de Verona que el duque había encarcelado. A pesar de que no consiguió realizar sus propósitos en favor de los presos, su actitud nos demuestra el respeto y la veneración de que gozaba, ya que se afirma que el duque le escuchó con paciencia y se le permitió partir, sin que nadie le molestara.

Después de predicar una serie de sermones durante la primavera de 1231, la salud de san Antonio comenzó a resentirse y se retiró a descansar, con otros dos frailes, a los bosques de Camposampiero. Bien pronto se dio cuenta de que sus días estaban contados y entonces pidió que le llevasen a Padua. No llegó vivo más que a los aledaños de la ciudad. El 13 de junio de 1231, en la habitación particular del capellán de las Clarisas Pobres de Arcella recibió los últimos sacramentos y pasó a recibir su recompensa en la vida eterna. Al morir tenía tan sólo treinta y cinco años de edad. Durante sus funerales se produjeron extraordinarias demostraciones de la honda veneración que se le tenía. Los paduanos han considerado siempre sus reliquias como el tesoro más preciado. San Antonio fue canonizado antes de que hubiese transcurrido un año desde su muerte; en esa ocasión, el Papa Gregorio IX pronunció la antífona «O doctor optime» en su honor y, de esta manera, se anticipó en siete siglos a la fecha del año 1946, cuando el Papa Pío XII declaró a san Antonio «Doctor de la Iglesia».

En este relato tan suscinto ha sido imposible describir o discutir algunos de los muchos milagros atribuidos al santo; pero ya sea que los hiciera o no, durante su vida en este mundo, lo que verdaderamente le ha otorgado el título de "milagroso san Antonio" es la interminable lista de favores y beneficios que ha obtenido del cielo para sus devotos, desde el momento de su muerte. Por regla general, a partir del siglo XVII, se ha representado a san Antonio con el Niño Jesús en los brazos; ello se debe a un suceso que tuvo mucha difusión y que ocurrió cuando san Antonio estaba de visita en la casa de un amigo. En un momento dado, éste se asomó por la ventana y vio al santo que contemplaba, arrobado, a un niño hermosísimo y resplandeciente que sostenía en sus brazos. En las representaciones anteriores al siglo XVII aparece san Antonio sin otro distintivo que un libro, símbolo de su sabiduría respecto a las Sagradas Escrituras. En ocasiones se le representó con un lirio en las manos y también junto a una mula que, según la leyenda, se arrodilló ante el Santísimo Sacramento que mostraba el santo; la actitud de la mula fue el motivo para que su dueño, un campesino escéptico, creyese en la presencia real. San Antonio es el patrón de los pobres y, ciertas limosnas especiales que se dan para obtener su intercesión se llaman «pan de san Antonio»; esta tradición comenzó a practicarse en 1890. No hay ninguna explicación satisfactoria sobre el motivo por el que se le invoca para encontrar los objetos perdidos, pero es muy posible que esa devoción esté relacionada con un suceso que se relata entre los milagros, en la "Chronica XXIV Generalium" (No. 21): un novicio huyó del convento y se llevó un valioso salterio que utilizaba san Antonio; el santo oró para que fuese recuperado su libro y, al instante, el novicio fugitivo se vio ante una aparición terrible y amenazante que le obligó a regresar al convento y devolver el libro.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Oremos

Dios todopoderoso y eterno, que diste a tu pueblo un predicador insigne del Evangelio en San Antonio de Padua, y un intercesor eficaz que lo asistiera en sus dificultades, concédenos, por su intercesión, que seamos fieles a las enseñanzas del Evangelio y que contemos con tu ayuda en todas las adversidades. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Catecismo de la Iglesia Católica 
§ 577-581

El cumplimiento de la Ley

Al comienzo del Sermón de la Montaña, Jesús hace una advertencia solemne presentando la Ley dada por Dios en el Sinaí con ocasión de la Primera Alianza, a la luz de la gracia de la Nueva Alianza: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he veniso a abolir sino a dar cumplimiento”…

Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto el más grande en el Reino de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su totalidad hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras. Incluso es el único en poderlo hacer perfectamente… El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo (Gal 4,4). En Jesús la Ley ya no aparece gravada en tablas de piedra sino “en el fondo del corazón” (Jr 31,33) del Siervo, quien , por “aportar fielmente el derecho” (Is 42,3), se ha convertido en “la Alianza del pueblo” (Is 42,6). Jesús cumplió la Ley hasta tomar sobre sí mismo “la maldición de la Ley” (Gal 3,13) en la que habían incurrido los que no “practican todos los preceptos de la Ley” (Gal 3,10) porque, ha intervenido su muerte para remisión de las transgresiones de la Primera Alianza” (Heb 9,15)… 

Jesús “enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mt 7,29). La misma Palabra de Dios, que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en Él se hace oír de nuevo en el monte de las Bienaventuranzas: Esta palabra n o revoca la Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su interpretación definitiva: “Habéis oído también que se dijo a los antepasados,… pero yo os digo” (Mt 5,33-34). Con esta misma autoridad divina , desaprueba ciertas “tradiciones humanas” (Mc 7,8) de los fariseos que “anulan la Palabra de Dios” (Mc 7,13).

¡No lo pongas de cabeza ni le quites al niño!

Las supersticiones y San Antonio de Padua 

Cada 13 de junio, se celebra la fiesta de San Antonio de Padua, a quien por tradición se le invoca para pedir un buen esposo o esposa, sin embargo también hay personas que le atribuyen a su imagen poderes que no tiene.

Si usted es de las personas que pone “de cabeza” cualquier imagen de este santo como una manera de obligarlo a conseguir novio o novia; si realiza ofrendas con 13 monedas el día de su fiesta; si escribe cartas detallando las cualidades que quiere para su futura pareja u otros rituales similares; debe saber que está cayendo en la superstición y posiblemente en idolatría.

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) en el numeral 2111 explica que la superstición es "una desviación del culto debido al Dios verdadero”, por ejemplo, cuando le otorgamos una importancia de cierto modo “mágica” a ciertas prácticas legítimas o necesarias como son las oraciones o los sacramentales.

Santo Tomás de Aquino señala en la Suma Teológica que la superstición se presenta cuando "se ofrece culto divino a quien no se debe, o a quien se debe, pero de un modo impropio".

Con relación a los sacramentales y oraciones, se cae en superstición cuando se confía en la materialidad del acto sin la necesaria disposición interior. Es decir, cuando en vez de valorar un objeto religioso por lo que representa se le atribuye un poder que no tiene. 

Es supersticioso, por ejemplo, quien lleva un escapulario pero no guarda en su corazón fidelidad a la Virgen María sino que piensa que por solo el hecho de llevarlo se salvará. O quien piensa que es una imagen o un santo el que puede obrar un milagro.

Recordemos que la Santísima Virgen y los santos no hacen milagros, sino que es por intercesión de ellos que Dios puede obrar un milagro en nosotros y en nuestras vidas.

El CIC en el numeral 956 dice que “por el hecho que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra... Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad”.

El Compendio del CIC señala que la superstición se puede expresar también "bajo las formas de adivinación, magia, brujería y espiritismo" (numeral 444).

Es cierto que la superstición puede llevar a la idolatría y a distintas formas de adivinación y magia. El Catecismo se refiere a la idolatría como una tentación constante de la fe que “consiste en divinizar lo que no es Dios”, es decir, divinizar alguna imagen o algún santo y colocarlos en el lugar que le pertenece “al único Señorío de Dios”.

San Antonio nació en Portugal en 1195 y se le conoce con el apelativo de Padua porque en esa ciudad italiana fue donde murió (1231) y se veneran sus reliquias. Se dice que cierto día, mientras oraba, se le apareció el niño Jesús.

San Buenaventura decía: "Acude con confianza a Antonio, que hace milagros, y él te conseguirá lo que buscas". León XIII lo llamó "el santo de todo el mundo" porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes.

Mandamientos de Jesús

Santo Evangelio según San Mateo 5, 17-19. Miércoles X de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Sagrada familia de Nazaret, haz que en nuestros hogares reine la paz.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Señor, parece que no has venido a quitarme el peso que tanto me cuesta, el peso de unos preceptos que muchas veces puedo considerar arcaicos, pasados de moda, que no responden a las necesidades del hombre. Sin embargo, no es así. Al ir viviendo cada uno de los mandamientos me voy dando cuenta que no se trata de una tarea que no sepa hacer, o de un peso insoportable, sino que muchas veces quiero hacer lo que se me pega la gana; incluso me quedo cumpliendo, sí, pero me quedo en lo mínimo indispensable, no soy capaz de darme más allá de lo que se me pide.

Es entonces cuando entras Tú y me mueves, me mandas a ir más allá de lo mínimo indispensable. Eso es el verdadero cristianismo, el que me permite llegar a los confines de la tierra, el que me permite hacer tantas cosas, el que me enseña que no debo de dejar pasar ni la más mínima oportunidad para amar… eso es, amar. Ésa es la respuesta a la llamada de Cristo, ése es el modo en que Cristo mismo me enseña a darlo todo. Cuántas madres veo, empezando por la mía, que se desviven por dar lo mejor a sus hijos; qué corazón no es capaz de conmoverse al sentir la caricia de un niño pequeño, más aún si es un hermanito o cualquier familiar pequeño; cómo no conmoverme cuando un niño le da un beso a sus papás, cuando los papás juegan con sus hijos…

En tantos casos no hay reglas, sólo el amor de la familia que me lleva a hacer lo que sea por los demás. Es a partir de este amor que el hombre sabe ver la ley, no como algo impuesto, sino como una forma de darle perfección.

Jesús partiendo de los mandamientos, intenta recuperar el sentido verdadero de la ley para llevarlo a su plenitud. Jesús pide siempre algo más generoso, porque el amor es más generoso que la letra, que la letra de la ley. Este trabajo de perfeccionamiento no sirve sólo para cumplir la ley, sino que es un trabajo de sanación del corazón. Hay un camino de sanación de un corazón herido por el pecado original. Y es un camino propuesto a todos, porque todos nosotros tenemos el corazón herido por el pecado, todos. Y ya que Jesús recomienda ser perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial, para asemejar al Padre, para ser verdaderos hijos, tenemos que seguir justo este camino de sanación.

(Cf Homilía de S.S. Francisco, 14 de junio de 2016, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Examinar como he dejado de honrar a mis padres y remediarlo de modo concreto.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Jesús y la ley

¿En qué consiste la conversión que anuncia Jesús? ¿Desea únicamente que la vieja ley de Moisés se cumpla mejor?

Jesús se presenta en el mundo predicando la conversión. Pero, ¿en qué consiste la conversión que anuncia? ¿Desea únicamente que la vieja ley de Moisés se cumpla mejor? ¿Trata de retocarla o adaptarla en detalle? ¿O propone, más bien, la liberación de la ley, creando algo radicalmente distinto?

La respuesta a estas preguntas no es tan simple como suele creerse y decirse. Porque la libertad evangélica no puede interpretarse como puro subjetivismo, no puede someterse al capricho personal de cada uno.

Para entenderlo tenemos que ver un momento el sentido y espíritu de la ley judía. La ley de Moisés reflejaba el sentir de Dios y expresaba sus designios divinos. Por eso se inspiraba en la obediencia a Yahvé. Y esa actitud de obediencia sumisa era para el pueblo fuente de luz y bienestar.

Pero resulta que ya desde el comienzo se registraron dos graves desviaciones de este espíritu:

La primera con relación al concepto de Dios: esa obediencia se debía, para los judíos, a un Dios - terror, a un Dios siempre amenazante, extremadamente justiciero.

La segunda desviación fue el desmesurado culto a la norma, que llevó a la pura aceptación externa de las normas legales, sin encuentro interior con Dios.

Los profetas intentaron mitigar estos dos peligros insistiendo en la obediencia del corazón. Pero en la época de Jesús dominaba la religión del terror y el culto al formalismo legal. A eso se agregaba el incumplimiento de la ley en gran parte del pueblo, decepcionado de una religión que le ataba, más que acercarle a su Dios.

En esta situación, ¿cual es la postura de Jesús ante la ley? ¿Es un conservador, un liberal, un radical? No es ninguna de las tres cosas, y es las tres cosas a la vez.

Parece ser un conservador en su conducta y en su doctrina, cumple fielmente con los preceptos y ritos de la ley.

Pero, junto a esto, vemos a Jesús a veces ante la ley como un liberal: está transgrediendo con mucha libertad sus preceptos (p.ej. del sábado, o de las purificaciones rituales antes de las comidas).

Y Jesús es, al mismo tiempo, un radical. No viene a abolir la ley. Viene a darle plenitud, viene a darle su verdadero sentido, su madurez. La ley del Sinaí es para Él sagrada: es el alimento de su vida. Pero le quita todo la inhumano y todo lo que no es de Dios en ella. Rescata todo la positivo y puro y le da un nuevo espíritu. Y en eso consiste su radicalismo: porque cambiar el espíritu con que se vive una ley es mucho más revolucionaria que cambiar una ley por otra.

¿Y como hace esto? Cambiando, ante todo, el concepto de Dios. Pasando del Dios - terror al Dios - AMOR y manifestando que el eje central de toda ley tiene que ser ese amor. Porque al amor de Dios ya no se puede responder con el simple cumplimiento, sino con otro amor, con una fe hecha vida.

Así Jesús, en la ley, introduce tres cambios fundamentales: la personaliza, la relativiza, la radicaliza.

1. La personaliza. Se pone Él en lugar de la ley. El cumplimiento de la ley es Cristo, dice San Pablo en la carta a los Romanos (10,4). Cumplir la ley ya no será cumplir gestos, sino amarle, participar de su vida. Cristo es la ley del cristiano, como el amado es la ley del amante. Cuando dos se amen, entre ellos no hay ley, el amor sustituye a toda ley.

2. Jesús, en segundo lugar, relativiza la ley. Esta se vuelve esclavizadora cuando se la convierte en absoluto. Y Jesús somete la ley al "relativismo" del amor. La ley es confirmada o suspendida según sirva a la maduración o al encadenamiento del hombre. Para Jesús, la ley no es algo absoluto. Absoluto es sólo Dios.

3. Además, Jesús la radicaliza. Es necesario subrayar esto, porque hay quienes piensan que relativizar la ley es implantar el libertinaje. Pero esto sólo sucede cuando, en lugar de la ley, se coloca el capricho. Sin embargo, cuando la ley es sustituida por la fe y la caridad, todo se hace más arduo, más radical. La fe va mucho más allá que la obediencia legal; la caridad es mucho más exigente que el simple cumplimiento. Porque la ley indica de dónde no se puede pasar, y el evangelio hasta dónde hay que llegar: hasta ser perfectos, hasta lo imposible.
De este modo, Jesús ni recorta ni suaviza la ley, sino la lleva hasta sus limites, hasta la locura, hasta la entrega total. Pide algo que el hombre nunca podrá alcanzar por si solo y para lo que necesitará inevitablemente la ayuda y gracia de Dios.

En el Sinaí, Dios había pedido a los hombres que llegaran hasta donde pudieran. Pero Jesús, en el monte de las bienaventuranzas, lanzó una consigna más radical, más difícil, más cristiana: llega hasta donde no puedas. Es decir: aquí estoy yo, con mi gracia, para que juntos lleguemos hasta lo humanamente imposible e insoñable. Es así como Jesús da plenitud a la ley judía. Es así como Jesús nos trae una ley mejor, una ley más alta. Trae el evangelio, trae su amor y su redención.

Queridos hermanos, aprovechemos este tiempo de conversión, para ir perfeccionándonos e ir creciendo en amor, entrega y santidad. Y pidámosle a la Virgen María que nos ayude regalándonos la gracia de la transformación interior. Así podremos avanzar un poco más en nuestro largo caminar hacia la meta: ser perfectos como es perfecto nuestro Padre Celestial.

Mediante ella, la Virgen quiere acompañarnos, fortalecernos, para que podamos avanzar y madurar hacia un amor maduro y perfecto.

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

"EL MAYOR PELIGRO DE LA VIDA ES LA MEDIOCRIDAD Y LA PUSILANIMIDAD"
El Papa pide que el Campeonato mundial de fútbol favorezca "la solidaridad y la paz entre las naciones"

"La verdad de los propios límites es una verdad rechazada con trágicas consecuencias"

José Manuel Vidal, 13 de junio de 2018 a las 10:50

El Papa, acompañado de niños, en la audiencia

Hoy es la fiesta de San ntonio de Pádua, doctor de la Iglesia y patrón de los pobres. Él nos enseñe la belleza del amor sincero y gratuito

(José M. Vidal).- El Papa Francisco aprovecha el pasaje evangélico del joven rico, para invitar a los jóvenes a ser audaces y a evitar "la mediocridad y la pusilanimidad". También saluda como un "evento que trasciende fronteras de culturas y religiones" al próximo Campeonato del Mundo de Fútbol y pide que favoreza "la,solidaridad y la paz entre las naciones" Antes de comenzar la audiencia y después del consabido recorrido entre la multitud, que lo aclama, el Papa se acerca a un grupo de niños y les invita a acompañarle en el estrado, a su lado, durante la audiencia. Pero les advierte, que tienen que estar sentados y que la ceremonia es larga. Y los chavales asienten, encantados y se sientan en el suelo, a su lado, que vuelve a preguntarles: "¿Estáis bien?"

Evangelio de Marcos:

"Cuando Jesús estaba ya para irse, un hombre llegó corriendo y se postró delante de él.

-Maestro bueno -le preguntó-, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?

Jesús le contestó: -¿Por qué me llamas bueno? -respondió Jesús-. Nadie es bueno sino solo Dios. 19 Ya sabes los mandamientos: "No mates, no cometas adulterio, no robes, no presentes falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre". -Maestro -dijo el hombre-, todo eso lo he cumplido desde que era joven.

Jesús lo miró con amor y añadió:

-Una sola cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.

Algunas frases de la catequesis del Papa

"Hoy es la fiesta de San Antonio de Pádua. ¿Quién se llama Antonio? Un aplauso a todos los Antonios y Antonias"

"Hoy iniciamos un nuevo intinerario, con el tema de los mandamientos de Dios"

"Para introducirlo, el encuentro entre Jesús y un joven arrodillado, que le pide cómo poder heredar la vida etrna"

"Una pregunta sobre el deseo de una vida plena e infinita"

"¡Cuántos jóvenes intentan vivir y se destruyen corriendo detrás de las cosas efímeras!"

"Nuestro peor enemigo no son los problemas concretos. El mayor peligro de la vida es la mediocridad y la pusilanimidad"

"¿Un joven mediocre es un joven con futuro o no? No oigo. No, no crece, no tendrá éxito"

"La pusilanimidad: los que tienen miedo de todo"

"Humildad, fuerza y nada de mediocridad ni pusilanimidad"

"Hay que vivir no vegetar. Los mediocres vegetan"

"En vuestras casas, cuando se ve un joven sentado todo el día, sus padres creen que está enfermo y lo llevan al médico"

"La vida del joven es la sana inquietud" "¿Dónde ira la humaniad con jóvenes quietos y no inquietos?"

"Aquel joven busca más, está inquieto" "¿Cómo se pasa de la juventud a la madurez? Cuando se comienzan a aceptar los propios límites"

"Cuando se relativiza y se toma conciencia de lo que falta"

"La verdad rechazada con trágicas consecuencias: la verdad de los propios límites"

"Dejarlo todo, para seguir al Señor"

"El reto es encontrar el original de la vida, no una copia"

"Es triste encotrarse con cristianos enanos, con el corazón enpequeñcido"

Texto íntegro del saludo del Papa en español Queridos hermanos:

Comenzamos hoy una nueva serie de catequesis dedicada a los mandamientos. Nos sirve de introducción el diálogo de Jesús con aquel hombre que se acercó a preguntarle lo que tenía que hacer para heredar la vida eterna. En su pregunta latía el deseo de una vida plena, auténtica. Jesús le responde indicándole el camino del cumplimiento de los mandamientos. Pero él, a pesar de que cumple los mandamientos desde pequeño, siente que le sigue faltando algo. Así, mediante un proceso pedagógico, Jesús lleva a esa persona a reconocer sus propios límites para que confíe en él, el Hijo de Dios, el único que puede dar una vida plena. El hombre debía convencerse de que ya no puede vivir de sí mismo, de sus propias obras, de sus propios bienes; es necesario que lo deje todo para seguir al Señor, porque Él es la vida plena, el amor verdadero y la riqueza auténtica. En estas catequesis intentaremos ver cada uno de los mandamientos como esa puerta que el Padre celeste ha abierto para conducirnos a la vida verdadera, dejando que Jesús nos tome de la mano y nos ayude a atravesarla.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina. De modo particular, saludo a los profesores y alumnos del Seminario Menor de Madrid. Pidamos a la Virgen María que obtenga para nosotros la gracia de volver a descubrir y revivir los diez mandamientos como un camino de amor que nos llevará a la vida verdadera, que es Cristo. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias

Saludo en italiano

"Mañana comenzarán los Campeonatos Mundiales de Fútbol en Rusia. Deseo enviar mi cordial saludo a los jugadores y a los organizadores, asi como a los que seguirán a través de los medios de comunicación este evento que supera toda frontera. Pueda esta importante manifestación deportiva convertirse en ocasión de encuentro, diálogo y fraternidad entre culturas y religiones diversas, favoreciendo la solidaridad y la paz entre las naciones"

"Hoy es la fiesta de San ntonio de Pádua, doctor de la Iglesia y patrón de los pobres. Él nos enseñe la belleza del amor sincero y gratuito; sólo amando como él amó, nadie alrededor de vosotros se setirá marginado y, al mismo tiempo, vosotros seréis cada vez más fuertes en las pruebas de la vida"

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