Tratad a los demás como queréis que ellos os traten

Evangelio según San Mateo 7,6.12-14. 

No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos. 
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas. 
Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. 
Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran. 

San Josemaría Escrivá de Balaguer

San Josemaría Escrivá de Balaguer, presbítero y fundador

En Roma, san Josemaría Escrivá de Balaguer, presbítero, fundador del Opus Dei y de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.

Josemaría Escrivá de Balaguer nace en Barbastro (España), el 9 de enero de 1902, segundo de los seis hijos que tuvieron José Escrivá y María Dolores Albás. Sus padres, fervientes católicos, le llevaron a la pila bautismal el día 13 del mismo mes y año, y le transmitieron -en primer lugar, con su vida ejemplar- los fundamentos de la fe y las virtudes cristianas: el amor a la Confesión y a la Comunión frecuentes, el recurso confiado a la oración, la devoción a la Virgen Santísima, la ayuda a los más necesitados. 

El San Josemaría crece como un niño alegre, despierto y sencillo, travieso, buen estudiante, inteligente y observador. Tenía mucho cariño a su madre y una gran confianza y amistad con su padre, quien le invitaba a que con libertad le abriese el corazón y le contase sus preocupaciones, estando siempre disponible para responder a sus consultas con afecto y prudencia. Muy pronto, el Señor comienza a templar su alma en la forja del dolor: entre 1910 y 1913 mueren sus tres hermanas más pequeñas, y en 1914 la familia experimenta, además, la ruina económica. En 1915, los Escrivá se trasladan a Logroño, donde el padre ha encontrado un empleo que le permitirá sostener modestamente a los suyos. 

En el invierno de 1917-18 tiene lugar un hecho que influirá decisivamente en el futuro de Josemaría Escrivá: durante las Navidades, cae una intensa nevada sobre la ciudad, y un día ve en el suelo las huellas heladas de unos pies sobre la nieve; son las pisadas de un religioso carmelita que caminaba descalzo. Entonces, se pregunta: -Si otros hacen tantos sacrificios por Dios y por el prójimo, ¿no voy a ser yo capaz de ofrecerle algo?

De este modo, surge en su alma una inquietud divina: Comencé a barruntar el Amor, a darme cuenta de que el corazón me pedía algo grande y que fuese amor. Sin saber aún con precisión qué le pide el Señor, decide hacerse sacerdote, porque piensa que de ese modo estará más disponible para cumplir la voluntad divina. 

Terminado el Bachillerato, comienza los estudios eclesiásticos en el Seminario de Logroño y, en 1920, se incorpora al de Zaragoza, en cuya Universidad Pontificia completará su formación previa al sacerdocio. En la capital aragonesa cursa también -por sugerencia de su padre y con permiso de los superiores eclesiásticos- la carrera universitaria de Derecho. Su carácter generoso y alegre, su sencillez y serenidad hacen que sea muy querido entre sus compañeros. Su esmero en la vida de piedad, en la disciplina y en el estudio sirve de ejemplo a todos los seminaristas, y en 1922, cuando sólo tenía veinte años, el Arzobispo de Zaragoza le nombra Inspector del Seminario.

Durante aquel periodo transcurre muchas horas rezando ante el Señor Sacramentado -enraizando hondamente su vida interior en la Eucaristía- y acude diariamente a la Basílica del Pilar, para pedir a la Virgen que Dios le muestre qué quiere de él: Desde que sentí aquellos barruntos de amor de Dios -afirmaba el 2 de octubre de 1968-, dentro de mi poquedad busqué realizar lo que El esperaba de este pobre instrumento. (...) Y, entre aquellas ansias, rezaba, rezaba, rezaba en oración continua. No cesaba de repetir: Domine, ut sit!, Domine, ut videam!, como el pobrecito del Evangelio, que clama porque Dios lo puede todo. ¡Señor, que vea! ¡Señor, que sea! Y también repetía, (...) lleno de confianza hacia mi Madre del Cielo: Domina, ut sit!, Domina, ut videam! La Santísima Virgen siempre me ha ayudado a descubrir los deseos de su Hijo. 

El 27 de noviembre de 1924 fallece don José Escrivá, víctima de un síncope repentino. El 28 de marzo de 1925, Josemaría es ordenado sacerdote por Mons. Miguel de los Santos Díaz Gómara, en la iglesia del Seminario de San Carlos de Zaragoza, y dos días después celebra su primera Misa solemne en la Santa Capilla de la Basílica del Pilar; el 31 de ese mismo mes, se traslada a Perdiguera, un pequeño pueblo de campesinos, donde ha sido nombrado regente auxiliar en la parroquia.

El 2 de octubre de 1928 nace el Opus Dei. San Josemaría está realizando unos días de retiro espiritual, y mientras medita los apuntes de las mociones interiores recibidas de Dios en los últimos años, de repente ve -es el término con que describirá siempre la experiencia fundacional- la misión que el Señor quiere confiarle: abrir en la Iglesia un nuevo camino vocacional, dirigido a difundir la búsqueda de la santidad y la realización del apostolado mediante la santificación del trabajo ordinario en medio del mundo sin cambiar de estado. Pocos meses después, el 14 de febrero de 1930, el Señor le hace entender que el Opus Dei debe extenderse también entre las mujeres.

Desde este momento, San Josemaría se entrega en cuerpo y alma al cumplimiento de su misión fundacional: promover entre hombres y mujeres de todos los ámbitos de la sociedad un compromiso personal de seguimiento de Cristo, de amor al prójimo, de búsqueda de la santidad en la vida cotidiana. No se considera un innovador ni un reformador, pues está convencido de que Jesucristo es la eterna novedad y de que el Espíritu Santo rejuvenece continuamente la Iglesia, a cuyo servicio ha suscitado Dios el Opus Dei. Sabedor de que la tarea que le ha sido encomendada es de carácter sobrenatural, hunde los cimientos de su labor en la oración, en la penitencia, en la conciencia gozosa de la filiación divina, en el trabajo infatigable. Comienzan a seguirle personas de todas las condiciones sociales y, en particular, grupos de universitarios, en quienes despierta un afán sincero de servir a sus hermanos los hombres, encendiéndolos en el deseo de poner a Cristo en la entraña de todas las actividades humanas mediante un trabajo santificado, santificante y santificador. Éste es el fin que asignará a las iniciativas de los fieles del Opus Dei: elevar hacia Dios, con la ayuda de la gracia, cada una de las realidades creadas, para que Cristo reine en todos y en todo; conocer a Jesucristo; hacerlo conocer; llevarlo a todos los sitios. Se comprende así que pudiera exclamar: Se han abierto los caminos divinos de la tierra.

El Opus Dei está dando sus primeros pasos cuando, en 1936, estalla la guerra civil española. En Madrid arrecia la violencia antirreligiosa, pero don Josemaría, a pesar de los riesgos, se prodiga heroicamente en la oración, en la penitencia y en el apostolado. Es una época de sufrimiento para la Iglesia; pero también son años de crecimiento espiritual y apostólico y de fortalecimiento de la esperanza.

En 1939, terminado el conflicto, el Fundador del Opus Dei puede dar nuevo impulso a su labor apostólica por toda la geografía peninsular, y moviliza especialmente a muchos jóvenes universitarios para que lleven a Cristo a todos los ambientes y descubran la grandeza de su vocación cristiana. Al mismo tiempo se extiende su fama de santidad: muchos Obispos le invitan a predicar cursos de retiro al clero y a los laicos de las organizaciones católicas. Análogas peticiones le llegan de los superiores de diversas órdenes religiosas, y él accede siempre.

En 1943, por una nueva gracia fundacional que recibe durante la celebración de la Misa, nace -dentro del Opus Dei- la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, en la que se podrán incardinar los sacerdotes que proceden de los fieles laicos del Opus Dei. La plena pertenencia de fieles laicos y de sacerdotes al Opus Dei, así como la orgánica cooperación de unos y otros en sus apostolados, es un rasgo propio del carisma fundacional, que la Iglesia ha confirmado en 1982, al determinar su definitiva configuración jurídica como Prelatura personal. El 25 de junio de 1944 tres ingenieros -entre ellos Álvaro del Portillo, futuro sucesor del Fundador en la dirección del Opus Dei- reciben la ordenación sacerdotal. En lo sucesivo, serán casi un millar los laicos del Opus Dei que San Josemaría llevará al sacerdocio. 

Apenas vislumbró el fin de la guerra mundial, San Josemaría comienza a preparar el trabajo apostólico en otros países, porque -insistía- quiere Jesús su Obra desde el primer momento con entraña universal, católica. En 1946 se traslada a Roma, con el fin de preparar el reconocimiento pontificio del Opus Dei. El 24 de febrero de 1947, Pío XII concede el decretum laudis; y el 16 de junio de 1950, la aprobación definitiva. A partir de esta fecha, también pueden ser admitidos como Cooperadores del Opus Dei hombres y mujeres no católicos y aun no cristianos, que ayuden con su trabajo, su limosna y su oración a las labores apostólicas.

Estaba profundamente convencido de que para alcanzar la santidad en el trabajo cotidiano, es preciso esforzarse para ser alma de oración, alma de profunda vida interior. Cuando se vive de este modo, todo es oración, todo puede y debe llevarnos a Dios, alimentando ese trato continuo con Él, de la mañana a la noche. Todo trabajo puede ser oración, y todo trabajo, que es oración, es apostolado. 

La raíz de la prodigiosa fecundidad de su ministerio se encuentra precisamente en la ardiente vida interior que hace dSan Josemaría un contemplativo en medio del mundo: una vida interior alimentada por la oración y los sacramentos, que se manifiesta en el amor apasionado a la Eucaristía, en la profundidad con que vive la Misa como el centro y la raíz de su propia vida, en la tierna devoción a la Virgen María, a San José y a los Ángeles Custodios; en la fidelidad a la Iglesia y al Papa. 

El 26 de junio de 1975, a mediodía, San Josemaría muere en su habitación de trabajo, a consecuencia de un paro cardiaco, a los pies de un cuadro de la Santísima Virgen a la que dirige su última mirada. Las obras de espiritualidad de Mons. Escrivá de Balaguer (Camino, Santo Rosario, Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, Amigos de Dios, La Iglesia, nuestra Madre, Via Crucis, Surco, Forja) se han difundido en millones de ejemplares. 

fuente: Vaticano

Oremos

Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Josemaría Escrivá Balaguer, para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, juntos con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Vicente de Paúl (1581-1660), presbítero, fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad 
Conversación del 4/5/1659

«Tratad a los demás como queréis que ellos os traten»

¿Cuál es el primer acto de caridad? ¿Cómo actúa un corazón animado por ella? ¿Qué es lo que sale de él, a diferencia de un hombre que no la posee? No es más que hacer el bien a cada uno tal como nosotros, razonablemente, quisiéramos que nos lo hicieran; en esto consiste, precisamente, la caridad. ¿Es verdad que hago a mi prójimo lo que deseo de él?  ¡Ah! es para hacer un gran examen...

Fijémonos en el Hijo de Dios: ¡qué corazón lleno de caridad, qué llama de amor! ¡Oh Jesús mío! Dinos un poco, si quieres, qué es lo que desde el cielo te ha hecho bajar hasta nosotros para venir a sufrir la maldición de la tierra, con tantas persecuciones y tormentos que en ella has sufrido? ¡Oh Salvador, oh fuente del amor, humillado hasta nosotros, hasta sufrir un suplicio infame, quién ha amado más al prójimo que tu? Tú, por nosotros, has venido exponiéndote a todas nuestras miserias, a tomar la forma de pecador, a llevar una vida de sufrimiento, y a padecer una muerte vergonzosa. ¿Hay un amor semejante al tuyo?...  Tan sólo Nuestro Señor es capaz de enamorarse así de las criaturas, de dejar el trono de su Padre para venir y tomar un cuerpo sujeto a las miserias.

Y ¿por qué? Para que, a través de su ejemplo y su palabra, quedara establecida entre nosotros la caridad hacia el prójimo... Oh amigos míos, si tuviéramos un poco de este amor, ¿podríamos quedarnos con los brazos cruzados?... ¡Oh no! La caridad no puede permanecer ociosa; nos mueve a la salvación y a la consolación de nuestros hermanos.

La puerta estrecha

Santo Evangelio según San Mateo 7, 6. 12-14. Martes XII de Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos. Que por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 7, 6. 12-14

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No den a los perros las cosas santas ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes y los despedacen.

Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. En esto se resumen la ley y los profetas.

Entren por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y amplio el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por él. Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que conduce a la vida, y qué pocos son los que lo encuentran!".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuando se piensa en un ejemplo de puerta estrecha lo primero que se nos viene a la mente es el ejemplo de una persona que intenta bajar de peso, el de un atleta que debe de tener un régimen vital para alcanzar sus metas, o un músico virtuoso. Está claro que no son metas alcanzables de la noche a la mañana, no es una cosa que, por arte de magia, de forma innata o por los avances tecnológicos podamos alcanzar. Es evidente que aquello que más cuesta, no cuesta dinero; lo que más cuesta es un ejército de pretextos que constantemente nos ataca, que inicia por el batallón de cobijas, se sigue la artillería de mensajes de texto, videos, internet, películas… se acaban las municiones cuando llega el compañero, profesora u otro individuo que nos cae gordo y, por si no fuera poco, el enemigo se refugia detrás de los escudos de nuestro egoísmo, sin contar las bombas nucleares de la pornografía, la drogadicción… en fin, parece batalla perdida.

Pero Tú me confortas, Señor, y no solo eso, sino que Tú tomas muchas de mis batallas. Donde pienso que no voy a poder realmente hacer frente a todas las contrariedades del mundo eres Tú quien se carga el peso, pero es un peso que siempre se lleva compartido, y que entre más veces se comparta, más ligero se va haciendo y más ancha se hace la puerta.

Dios mismo abre más el camino para quienes van acompañados, y ya que la vida es dura, ayudémonos los unos a los otros para ensancharnos el camino que Dios nos pone para que volvamos a Él.

Jesús hoy nos ofrece, una vez más, una apremiante invitación a dirigirnos hacia Él, a pasar el umbral de la puerta de la vida plena, reconciliada y feliz. Él nos espera a cada uno de nosotros, cualquiera que sea el pecado que hayamos cometido, para abrazarnos, para ofrecernos su perdón. Solo Él puede transformar nuestro corazón, solo Él puede dar un sentido pleno a nuestra existencia, donándonos la verdadera alegría. Entrando por la puerta de Jesús, la puerta de la fe y del Evangelio, nosotros podremos salir de los comportamientos mundanos, de los malos hábitos, de los egoísmos y de la cerrazón. Cuando hay contacto con el amor y la misericordia de Dios, hay un auténtico cambio. Y nuestra vida es iluminada por la luz del Espíritu Santo: ¡una luz inextinguible!
(Homilía de S.S. Francisco, 21 de agosto de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ver los problemas que sufren los demás para vivir la fe, comprenderlos y acompañarlos a superar sus dificultades.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¡Entrad por la puerta estrecha!

Para entrar en el cielo no basta haber comido y bebido a la mesa de Cristo, sino haber cumplido sus mandamientos

Del santo Evangelio según san Lucas 13, 22-30
Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Y os responderá: "No sé de dónde sois." Entonces empezaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas"; y os volverá a decir: "No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!" «Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. «Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».

Meditación del Papa
Durante su última subida a Jerusalén, uno le pregunta: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?". Y Jesús le responde: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán". ¿Qué significa esta "puerta estrecha"? ¿Por qué muchos no logran entrar por ella? ¿Acaso se trata de un paso reservado sólo a algunos elegidos? [...] El mensaje de Cristo va precisamente en la dirección opuesta: todos pueden entrar en la vida, pero para todos la puerta es "estrecha". No hay privilegiados. El paso a la vida eterna está abierto para todos, pero es "estrecho" porque es exigente, requiere esfuerzo, abnegación, mortificación del propio egoísmo. [...] Queridos hermanos y hermanas, si también nosotros queremos pasar por la puerta estrecha, debemos esforzarnos por ser pequeños, es decir, humildes de corazón como Jesús, como María, Madre suya y nuestra. Ella fue la primera que, siguiendo a su Hijo, recorrió el camino de la cruz y fue elevada a la gloria del cielo, como recordamos hace algunos días. El pueblo cristiano la invoca como Ianua caeli, Puerta del cielo. Pidámosle que, en nuestras opciones diarias, nos guíe por el camino que conduce a la "puerta del cielo" (Benedicto XVI, 26 de agosto de 2007).

Reflexión
El hombre es un ser curioso por naturaleza. Todos queremos saber más y más, y el horizonte de nuestros conocimientos es ilimitado. Recuerdo que, cuando iniciaba mis estudios de filosofía, hace ya muchos años, la primera cosa que me sorprendió fue escuchar que el origen de la filosofía era, precisamente, la curiosidad del hombre, su capacidad de admirarse y de preguntarse sobre el porqué de las cosas. El mismo vocablo "curiosidad" viene del latín, cur, y significa por qué.

Pero yo creo que nuestra curiosidad se agudiza aún más cuando se trata de algo que nos atañe en primera persona o que se refiere a la vida y a la gente que nos rodea. Nos encantaría saber, si nos fuera posible, qué nos deparará el futuro o cuál será el destino de nuestra existencia.

Seguramente por esta misma tendencia de nuestra naturaleza, siempre ha estado tentado el hombre de recurrir a la astrología, a la magia y a las diversas artes adivinatorias, así como también al espiritismo y al contacto con el mundo de los muertos –supuesto o real— para tratar de conocer el propio futuro o la suerte ajena.

Sin embargo, este conocimiento es un misterio velado y vedado para el hombre. El poeta latino Horacio, aun siendo pagano, se atrevió a condenar esta pretensión en una de sus famosas odas: "Tu ne quaesieris, scire nefas, quem mihi quem tibi, finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios temptaris números" escribía a una de sus amigas en el libro primero de sus "Carmina". Traducido al castellano, sería mas o menos así:No pretendas tú, ¡oh Leucónoe!, conocer qué fin (destino) nos darán los dioses a ti y a mí, pues nos está vedado; ni lo intentes recurriendo a los cálculos de los astrólogos. Como sea, lo mejor es padecerlo, ya sea que Júpiter te conceda muchos inviernos o que éste sea el último... Mira, mientras hablamos, se nos escapa el ambicionado tiempo. Mejor, aprovecha bien el día presente y no seas demasiado crédula del mañana. Por supuesto que nuestro poeta hacía esta recomendación a su amiga Leucónoe desde su filosofía epicúrea: "Carpe diem!", le decía. "¡Aprovecha el presente día!". Bien entendido, es un sabio consejo, con tal que se eviten los abusos en los que con frecuencia caían los seguidores de la doctrina de Epicuro.

En el Evangelio de hoy encontramos el mismo tema. Pero con una visión totalmente cristiana. "Señor, ¿serán muchos los que se salven?" –preguntan los discípulos a nuestro Señor-. Aquí está la eterna curiosidad del hombre por la suerte propia y la ajena. Se trata, nada menos, del destino final y eterno que tocará a cada uno de nosotros. Es una pregunta ligada íntimamente al misterio de la predestinación, que siempre y en todas las épocas de la historia, tanto ha inquietado a filósofos, teólogos, pensadores, e incluso a la gente común y corriente.

"¿Serán pocos los que se salven?". A nosotros nos gustaría recibir algún "adelanto" de los que se van a salvar y de los que se van a perder.

Incluso muchas veces nos hemos preguntado, no con poca curiosidad, si algunos personajes de la historia que, a nuestro juicio, han sido pérfidos, se habrán salvado...

Pero Jesús no satisface la curiosidad de sus oyentes. A nadie le es permitido conocer el propio futuro ni el de los demás. Aparte de innecesario, resulta totalmente inútil preguntarlo. ¿Qué nos ganamos con ello? Lo mejor es conducir nuestra vida coherentemente, como Dios se espera de nosotros. Y la respuesta del Señor va, precisamente, en esta otra dirección: "Esforzaos, más bien –les dice— en entrar por la puerta estrecha". En vez de indagar, en vano, el propio destino, es mucho más sano y prudente tratar de vivir de una manera digna para hacernos merecedores, al final de nuestra existencia, de ese grandísimo bien que todos anhelamos alcanzar: la vida eterna y bienaventurada.

Pero nuestro Señor nos alerta y nos pone en guardia. Ciertamente, no todos se salvarán, por desgracia. "Muchos intentarán entrar –en el cielo, por supuesto— y no podrán". Entonces, los que se queden fuera, comenzarán a llamar a la puerta y a gritar: "¡Señor, ábrenos!". Es muy dramática la escena que Jesús pinta en este cuadro. Aquellos que supuestamente habían sido sus compañeros de viaje y sus amigos, le dirán: "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas". Era de esperarse que, como antiguos comensales de Jesús, Él los conocería y los recibiría con los brazos abiertos en la gloria. Pero no siempre sucede así. ¡Qué tragedia cuando, llenos de confusión, escuchen la sentencia de Cristo: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados"!

Para entrar en el cielo no basta haber comido y bebido a la mesa de Cristo, sino haber cumplido sus mandamientos. "No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el Reino de los cielos –nos recuerda Jesús por boca de san Mateo- sino el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos”. Cuánta sabiduría contiene el refrán popular, que reza: “obras son amores, que no buenas razones”. Por eso, el consejo de Cristo: “¡Entrad por la puerta estrecha!".

La basílica de la Natividad, en Belén, tiene una puerta lateral, muy baja y pequeña. Las puertas principales se cerraron a cal y canto en los tiempos de las Cruzadas para evitar las profanaciones de los musulmanes, que irrumpían en la basílica armados y a caballo. Y así se dejó la puerta de ingreso, que quedó como un verdadero símbolo: el que quiera entrar a adorar al Niño Dios, tiene que agachar la cabeza e inclinarse, en señal de humildad y de abajamiento.

Educar y Transformar

El Papa Francisco pide una educación católica que globalice la esperanza

En un discurso ante los participantes en el encuentro “Educar y Transformar”, promovido por a Fundación Gravissimum Educationis, el Papa Francisco hizo un llamado a la comunidad educativa católica a “globalizar la esperanza”.

“Sólo cambiando la educación se puede cambiar el mundo”, aseguró el Santo Padre. “Para hacer esto quisiera proponeros algunas sugerencias”.

1- “En primer lugar, ‘hacer red’. Hacer red significa reunir las instituciones escolares y universitarias para potenciar la iniciativa educativa y de investigación, enriqueciéndose de los puntos de fuerza de cada uno para ser más eficaces a nivel intelectual y cultural”.

Además, “hacer red también significa poner en común los saberes, las ciencias y las disciplinas para afrontar los desafíos complejos con la inter-disciplina y la trans-disciplina”.

Por otro lado, “hacer red significa crear lugares de encuentro y de diálogo en el interior de las instituciones educativas y promoverlas a los de fuera, con ciudadanos provenientes de otras culturas, de otras tradiciones, de religiones diferentes, para que el humanismo cristiano contemple la condición universal de la humanidad de hoy”

Por último, el Papa señaló que “hacer red significa también hacer de la escuela una comunidad educadora en la cual los docentes y los estudiantes no estén vinculados únicamente por el plano didáctico, sino también por un programa de vida y de experiencia capaz de educar a la reciprocidad entre generaciones diferentes”.

2- En segundo lugar, el Pontífice afirmó que la educación también está llamada “a no dejarse robar la esperanza”.

“Estamos llamados a no perder la esperanza porque debemos dar esperanza al mundo global de hoy. ‘Globalizar la esperanza’ y ‘sostener las esperanzas de la globalización’ son compromisos fundamentales de la misión de la educación católica”.

En este sentido, indicó que “una globalización sin esperanza y sin visión está expuesta al condicionamiento de los intereses económicos, con frecuencia distantes de una correcta concepción del bien común, y produce fácilmente tensiones sociales, conflictos económicos, abusos de poder”.

“Debemos dar un alma al mundo global por medio de una formación intelectual y moral que sepa favorecer las cosas buenas que tiene la globalización y corregir las negativas”.

3- A continuación, Francisco detalló tres criterios esenciales para que proyectos educativos sean eficaces: identidad, calidad y bien común.

“La identidad exige coherencia y continuidad con la misión de las escuelas, de la universidad y de los centros de investigación nacidos, promovidos y acompañados por la Iglesia y abiertos a todos. Dichos valores son fundamentales para insertarse en el camino trazado por la civilización cristiana y la misión evangelizadora de la Iglesia”.

Por otra parte, “la calidad es el faro seguro para iluminar toda iniciativa de estudio, de investigación y de educación”.

Por último, “no puede faltar el objetivo del bien común. El bien común es de difícil definición en nuestras sociedades marcadas por la convivencia de ciudadanos,grupos y pueblos de culturas, tradiciones y creencias diferentes. Es necesario ampliar los horizontes del bien común, educar a todos en la pertenencia a la familia humana”.

Pelayo (Paio) de Córdoba, Santo

Memoria Litúrgica, 26 de junio

Mártir

Martirologio Romano: San Pelagio (o Pelayo), mártir, que a los trece años, por querer conservar su fe en Cristo y su castidad ante las costumbres deshonestas de Abd ar-Rahmán III, califa de los musulmanes, consumó en Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, su glorioso martirio, al ser despedazado con tenazas ( 925).

Breve Biografía

Nació en (* Albeos, Crecente (España), en el 911. Murió el 26 de junio de 925 en Córdoba.

Fue un cristiano martirizado durante el califato de Abderramán III, y canonizado posteriormente por la Iglesia Católica, como ejemplo de la virtud de la castidad juvenil frente a la homosexualidad. Su día en el santoral católico es el 26 de junio.

Su martirio, descrito truculentamente en el santoral, fue por despedazamiento o desmembramiento mediante tenazas de hierro. Tras la batalla de Valdejunquera (920), muchos cristianos del Reino de León fueron llevados prisioneros a Córdoba, entre los que estaban él y su tío, Hermigio, obispo de Tuy. Éste es liberado con el fin de reunir el rescate, mientras que Pelayo queda en calidad de rehén.

Se dice que el califa Abderramán III le requirió contactos sexuales, a los que se negó, lo que provocó su tortura y muerte.

Su hagiografía refleja que durante los cuatro años que pasó en Córdoba en calidad de rehén, sin que el rescate fuera pagado por su tío obispo, el muchacho destacó por su inteligencia y su fe, haciendo proselitismo de Cristo, insistiendo en que esta actividad fue la que provocó que fuera tentado por Abderramán III para convertirse al islamismo, lo que él rechazó con vehemencia:

"Si, oh rey, soy cristiano. Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada. No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo aunque no lo quieras".

El martirio en defensa de su fe justifica su canonización.

Enseguida pasó a recibir culto. A partir del siglo XI, en que los reinos cristianos intervenían en la política interior de los reinos de taifas, muchos santos cristianos fueron trasladados al norte, y este fue lo que ocurrió con sus restos: primero a León y luego al monasterio benedictino de Oviedo que lleva su nombre (y que no debe confundirse con el de Don Pelayo, el primer rey de Asturias).

San Pelayo es el santo patrón de: Seminario Menor de Tuy (provincia de Pontevedra, España); Villanueva Matamala (provincia de Burgos, España); Castro-Urdiales (Burgos, España) y de Zarauz (Guipúzcoa, País Vasco, España).

Prestigiosa revista científica advierte: Abstinencia y Fidelidad detienen la transmisión del VIH-SIDA

Aclaran por qué las campañas publicitarias y programas de educación sexual deben incorporar más datos de la ciencia y menos sofismas o pseudo argumentos serviles a ideologías

Esta semana Chile ha estado en el «vórtice» de las noticias internacionales por un grave problema de salud pública que alcanza ribetes de escándalo en ese país sudamericano. La transmisión del VIH-SIDA ha crecido allí un 96% en el período 2010 a 2017, según revela informe presentado por el médico infectólogo Dr. Alejandro Afani del Hospital Clínico de la Universidad de Chile y refrendado por ONU SIDA.

Las cifras que no habían sido sinceradas por el anterior gobierno de Michelle Bachelet, revelan que los principales afectados por este desastre son los «jóvenes entre 15 a 25 años de edad», informó Afani.

Es evidente que en Chile han fracasado las estrategias de educación y prevención. Al respecto, los doctores Chika Edward Uzoigwe (MRCS) y Luis Carlos Sánchez Franco de Reino Unido aportan soluciones con su publicación «Abstinence in HIV prevention: science and sophistry» en la prestigiosa revista The Lancet.  Advierten cuál es la información veraz que se debe entregar a los ciudadanos en cualesquier país, para prevenir efectivamente la transmisión del VIH-SIDA. Y sorprende la evidente coincidencia de la verdad científica con las orientaciones pastorales que la Iglesia (considerando su doctrina moral) propone sobre esta materia.

En concreto Uzoigwe y Sánchez cuestionan toda afirmación que desconozca o niegue la efectividad de la abstinencia y fidelidad para detener la transmisión del VIH-SIDA. «Este enfoque -señalan en The Lancet- es potencialmente peligroso y antiético. Es importante no mezclar la eficacia del mensaje con la capacidad de persuasión del mensajero. La evidencia es incuestionable: la abstinencia y la fidelidad reducen la transmisión del VIH».

Como fuente los científicos de Reino Unido citan entre otras, las conclusiones del Centro para el Control de Enfermedades del Gobierno de los Estados Unidos (US CDC. HIV/AIDS: prevention)

Con absoluta claridad los investigadores reiteran la responsabilidad ética, legal y política en esta materia de las autoridades. Esto, señalan, involucra considerar la verdad objetiva: «Un principio fundamental de la prevención de enfermedades en epidemiología es la prevención de riesgos. El hecho de que este mensaje no parezca ni popular ni agradable no puede justificar que… no elogien la veracidad de este mensaje. De hecho, debería alentar -a todos quienes participan en la promoción de la atención de la salud- a reevaluar la manera en que se transmite el mensaje».

Al momento de salvar vidas, señalan en The Lancet, no se trata de si el mensaje es «popular o impopular», puntualizan. El desafío ético y moral que se plantea entonces es lograr comunicar con efectividad la verdad: que sólo la Abstinencia y la Fidelidad logran detener la transmisión del VIH-SIDA, otras enfermedades de transmisión sexual o embarazos no deseados. Lograr que esta verdad sea acogida, valorada y genere adhesión en la comunidad es el desafío.

Acompañamiento y voz de la Iglesia

En el mundo son miembros de la Iglesia Católica y organizaciones vinculadas a ella quienes históricamente han liderado la acogida y acompañamiento de personas que viven con VIH-SIDA. Desde que los científicos identificaron al Virus de la Inmunodeficiencia Humana como responsable de la destrucción del sistema de defensas que causa el SIDA, los Papas han advertido la importancia de formar a niños y jóvenes en una sexualidad que proteja efectivamente la vida.

Así el año 2016, en horas previas a celebrar la Jornada Mundial del SIDA, Papa Francisco señaló que «el mapa mundial del SIDA es un espejo del mapa mundial de la pobreza» y exhortó luego a que «todos adopten comportamientos responsables para prevenir una mayor difusión de esta enfermedad». En concreto esos «comportamientos responsables» se refieren a educar en el amor a la castidad, la abstinencia  antes del matrimonio y la fidelidad marital;  propuestas por la Iglesia como expresiones sanas y trascendentes de la sexualidad humana.

 El propio científico Luc Montagnier, a quien se atribuye el descubrimiento del VIH ha respaldado los planteamientos de la Iglesia al declarar: “Los remedios de la medicina no son suficientes… En particular, es necesaria la educación de la juventud frente al riesgo de la promiscuidad sexual, y prevenirla” (Montagnier, AIDS: natura del virus, en Aa. Vv., Vivere: perché? L’AIDS, Acts of the Fourth International Conference organized by the Pontifical Council for Health Pastoral Care, Ciudad del Vaticano, 13-15 de noviembre de 1989, en Dolentium Hominum 5, 1990)

 ¿Y el condón?

Para quienes no siendo católicos y conociendo que viven con el Virus de la Inmunodeficiencia Humana en sus cuerpos (o que podrían estar portándolo) y que deciden mantener una vida sexual activa, el condón suele ser su única opción. Pero es importante que se informen…

Según indican todos los estudios el condón no es 100% efectivo. Lo reconoce la propia FDA de Estados Unidos (pulse y lea en el párrafo tercero: «Condoms are not 100% safe…»).

Comentando las cifras, famosa es la frase de la Dra. Helen Singer-Kaplan «Confiar en los preservativos es coquetear con la muerte» en el libro The Real Truth about Women and AIDS (Universidad de Cornell).

Parece un error trágico-maligno entonces, apostar a reducir la tasa de transmisión del VIH con campañas que privilegian solo el uso del condón.

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