Vengan a parte a un lugar solitario, para descansar un poco
- 22 Julio 2018
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Evangelio según San Marcos 6,30-34.
Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Fiesta de santa María Magdalena
Santa María Magdalena, santa del NT
Memoria de santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de siete demonios, se convirtió en su discípula, siguiéndole hasta el monte Calvario, y en la mañana de Pascua mereció ser la primera en ver al Salvador retornado de la muerte y llevar a los otros discípulos el anuncio de la resurrección.
Catequesis, historia y leyenda se entremezclan en este personaje de María Magdalena, e incluso quien nunca ha oído hablar del Evangelio, ha escuchado su nombre. Aunque es un personaje relevante dentro de los evangelios, si alguien pretendiera trazar hoy una semblanza de la Magdalena, no podría dar la espalda a las muchas leyendas, porque son ellas las que más han configurado la lectura del personaje, comenzando por las dificultades para definir a quién estamos verdaderamente celebrando, o, dicho de otro modo: cuántas María Magdalena hay. Hay tres personajes a los que le caben rasgos de la que celebramos hoy como María Magdalena:
-En Lucas 7,37-50 se habla de una «pecadora pública» que unge a Jesús con perfume, lava sus pies con lágrimas y los seca con sus cabellos. Es, me atrevería a decir, una de las parábolas del perdón más conmovedoras de cuantas trae San Lucas, si es que es posible establecer un «ranking». De esta pecadora no se dice el nombre en ningún momento, y la escena no está localizada sino «en casa de un fariseo», sin que se especifique de ninguna manera dónde ocurre; es verdad que la última localización fue la ciudad de Naín, pero entre esa escena y la de la pecadora parece haber pasado tiempo, el suficiente para que Jesús utilice la resurrección de un muerto como signo del reino en la respuesta a los mensajeros de Juan.
-En el mismo Lucas, 8,2, se menciona por primera vez a María Magdalena -a la que se supone conocida- como una mujer de la que Jesús hizo salir siete demonios. «Magdalena» la identifica como del poblado de Magdala, actual Mejdal, una aldea en la costa del Mar de Galilea, no mencionada en otras partes de la Biblia. Forma parte también del grupo de mujeres (en número indeterminado, aunque identifica a tres) que anuncia a los apóstoles y discípulos la resurrección (Lc 24,10). Esta misma María Magdalena aparece mencionada en los otros tres evangelios: en Mateo 27-28 también como testigo de la muerte y resurrección, junto con otras mujeres; lo mismo en Marcos 15-16; también en Juan aparece asociada al anuncio de la resurrección, pero con la importante variación de que es la única que está allí, no entre otras mujeres, además de que sostiene el impactante diálogo con Jesús resucitado, a quien confunde con el jardinero (Jn 20,1-18). María (aunque nunca llamada Magdalena) es también el nombre de una de las hermanas de Lázaro, de quien la otra es Marta. Es la hermana «contemplativa», a tenor de la escena de Lucas 10,38-42 (si es que estas dos hermanas son las mismas Marta y María hermanas de Lázaro, que es lo que se considera habitualmente). Esta María, en Juan 12,3, unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos. Esta escena se considera normalmente la misma que la llamada «unción en Betania» (Mt 26,6-13; Mc 14,3-9), aunque debe tenerse presente que en la escena tal como la cuentan los sinópticos la mujer que unge a Jesús no se supone conocida.
Con estos tres referentes la tradición interpretativa ha hecho distintas combinaciones:
En las iglesias orientales (incluyendo la católica), no se condsidera que las tres sean la misma, sino que en la fecha de hoy se celebra a María «la del jarrón de alabastro», es decir, la anónima primera de la lista, a la que eventualmente se identifica, pero no siempre, con María Magdalena, mientras que «María de Betania» (es decir, la hermana de Lázaro y Marta) se celebra en otras fechas (4 de octubre los ortodoxos, 22 de octubre los armenios); también el nuevo Martirologio Romano distingue a esta María de Betania de las otras dos (es decir, la Magdalena y la anónima) y la celebra el 29 de julio, junto con Lázaro y Marta, fecha en la que antes celebrábamos sólo a Marta.
En Occidente, san Gregorio Magno identificó a las tres mujeres en una sola, y ésa es la tradición que ha primado durante siglos entre nosotros. Sin embargo no todos los Padres estuvieron de acuerdo con eso, san Agustín y san Jerónimo, por ejemplo, no indican que se trate de la misma mujer; sin embargo san Agustín opina (en «La concordancia de los Evangelios», cap 2) que María de Betania y la pecadora anónima de Lucas 7 sí son la misma mujer. En la actualidad es preferible admitir -desde el punto de vista del relato bíblico- que se trata de tres personas distintas: a dos de ellas las celebramos en el santoral, y una tercera queda sin celebración: a María de Betania, como ya he dicho, el 29 de julio, y a María de Magdala, hoy. Claramente el elogio del Martirologio Romano de hoy explicita no más que lo que puede atribuirse a María la de Magdala: de ella el Señor expulsó siete demonios, y fue la que anunció la resurrección a los apóstoles y discípulos. La anónima pecadora pública de Lucas 7 -que bien puede ser un personaje parabólico- ha quedado sin entrada en el Martirologio actual. Debe tenerse presente, de todos modos, que la iconografía y la leyenda no tienen distinguidos a los personajes, y por tanto presentarán a una con los rasgos de la otra. Así, lo primero que «sabemos» sobre la Magdalena es que era prostituta. La verdad es que de ninguna de todas estas mujeres mencionadas se dice que haya sido prostituta, pero si a alguna le cabe el mote es a la anónima «pecadora pública» de Lucas 7, más que a la Magdalena; siempre teniendo en cuenta que la prostitución no es el único pecado público posible, podría haber estado casada con un publicano, por ejemplo, o ser rea de cualquier otro pecado público...
La «leyenda áurea» se hace eco de una tradición medieval completamente espuria, pero que sin embargo la encontraremos refleajada en la literatura y en el cine hasta la actualidad: María Magdalena habría sido la prometida de Juan; cuando éste sigue a Jesús, ella, «...despechada al verse abandonada por su prometido, se entregó a todos los vicios. Pero, como no convenía que la vocación de san Juan fuese la ocasión de la condenación de María Magdalena, Nuestro Señor la movió misericordiosamente a la penitencia.
Y, dado que María Magdalena había hecho de la carne su mayor deleite, Cristo le concedió sobre todos los dones el don del amor a Dios, que es el mayor deleite espiritual» (Leyenda áurea, fragmento citado en Butler).
La alegoría, prolífico método de interpretación bíblica que consigue armonizar todo con todo, fue ampliamente utilizada para poder compaginar los tres personajes en uno solo, así, para san Gregorio Magno (y para otros autores): «¿Qué se entiende por siete demonios, sino todos los vicios? Pues como en siete días se presenta todo el tiempo, así el número siete representa la universalidad. María tuvo siete demonios, porque había cometido toda clase de pecados.» (Homilía sobre los evangelios, 33, citada en Catena Áurea a Lc 8,3), con lo cual, como se ve, se termina pudiendo convertir una endemoniada en una pecadora pública...
De María Magdalena sólo sabemos que había estado endemoniada y Jesús le practicó exorcismo, escena que no se nos cuenta; el hecho, claro, no tiene nada de especial: Jesús practicó, según leemos en los evangelios, muchos exorcismos, e incluso en algún caso echó muchos demonios al mismo tiempo (ver el caso de «Legión», en Mc 5, uno de los más curiosos exorcismos de Jesús); si preferimos una interpretación más «naturalista», hablar de que «expulsó de ella siete demonios» supone que era víctima de una enfermedad muy grave.
En todo caso su papel en los evangelios no está centrado en su época anterior al discipulado -como en la tradición posterior, que desplaza el centro de interés hacia su estado de pecado o de prostitución, en la versión identificada tradicional, claro-, sino en el especial papel que cumple como discípula: anunciar la resurrección. Es verdad que en los tres sinópticos esa función no es exclusiva de ella, pero de ella puede decirse, al menos, que es identificada fehacientemente:
-Mateo 28.1: «Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.»
-Marcos 16,1: «Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle.» (bien es verdad que, como veremos, Marcos conoce una tradición ligada de manera exclusiva a la Magdalena)
-Lucas 24,1.10: «El primer día de la semana, muy de mañana, fueron [las mujeres] al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. [...] Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que
estaban con ellas.».
Juan, en cambio, se ciñe a una tradición que tiene a María Magdalena como centro de la escena: «El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro.» (20,1). No es todavía ésta la escena en la que Jesús dialoga con ella, sino que ella anuncia a los discípulos la tumba vacía (no todavía la resurrección), Juan 20,2; luego Pedro y Juan verifican ese anuncio y comprenden que se trata de la resurrección (20,9), y recién después se produce la aparición de Jesús resucitado a María Magdalena (Jn 20,11ss). Como se ve, el orden de la información sigue un cuidadoso plan catequético: evidencia de la tumba vacía (signo); penetración espiritual en la resurrección (significado), de la mano de los apóstoles; búsqueda del Señor, revelación (por parte de Jesús), reconocimiento (por parte de María). Estas etapas no pueden mezclarse, ni están dispuestas al azar.
San Marcos también conoce la tradición de la aparición exclusiva a María Magdalena, y la consigna en 16,9 («Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios.») pero no elabora la escena con la profundidad catequística y el detalle con que lo hace Juan.
Cabría preguntarse por qué María Magdalena tiene tanta importancia en el evangelio de San Juan. Quizás fue un personaje prominente de la comunidad que rodeó al surgimiento de ese evangelio. De hecho alguna tradición (pero hay que tomar esas tradiciones siempre con pinzas) asegura que fue a vivir a Éfeso con Juan y la Virgen, siempre dando por supuesto, como ocurre con todas las tradiciones de los siglos II y III, que el autor del evangelio de Juan es el mismo que el apóstol Juan y que el Discípulo Amado y que por lo tanto la Virgen fue a vivir como «madre donada en la cruz» del apóstol Juan. Aunque no puedan tomarse estas tradiciones como recuerdos exactos de hechos históricos, posiblemente la localización en Éfeso ayude a entender al especial vinculación de María Magdalena y el evangelio Joánico, una de cuyas etapas tuvo, según afirman los estudiosos, su centro en la ciudad de Éfeso. Según la tradición oriental, allí habría muerto la santa.
La escena del reconocimiento del resucitado, protagonizada por María Magdalena y que sólo detalla extensamente Juan, es especialmente bella, difícil resistirse a leerla una vez más:
«Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les respondió: "Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto." Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Le dice Jesús: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré."
Jesús le dice: "María." Ella se vuelve y le dice en hebreo: "Rabbuní" - que quiere decir: "Maestro" -.
Dícele Jesús: "No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios."
Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.» (20,11-18)
El «no me toques» es una de las frases que más tinta ha hecho correr en los comentarios, desde interpretaciones literarias, a alegóricas y moralizantes; el sentido literal más obvio parece que es el que expresa san Juan Crisóstomo: «Esta mujer quería tratar todavía al Señor como antes de su pasión, y preocupada con el gozo no comprendía el admirable cambio operado en la humanidad de Jesús resucitado»; sin embargo, algún otro sentido menos obvio debe esconder la escena, puesto que, ni siquiera en el contexto del evangelio de Juan, se niega a los discípulos que lo puedan tocar resucitado, e incluso Jesús invita a Tomás a que lo haga para verificar su identidad.
He aventurado en algunas ocasiones la hipótesis de lectura (pero debe tomarse exclusivamente como eso, como una hipótesis de lectura que debe ser desarrollada con cuidado, para no imponerle a Juan sentidos que no haya pretendido), que el «no me toques» puede relacionarse tipológicamente con el «ni lo toquéis» que agrega la mujer del Génesis al mandato de Dios (Gn 3,3). Podría tratarse de una inversión irónica: así como con el «ni lo toquéis» la mujer se distancia de la captación profunda del mandato divino y convierte al fruto en un objeto tabú, así en esta escena es el propio Dios quien «agrega» el «no toques», hasta que se consume la totalidad del camino de salvación abierto en Génesis. Vuelvo a repetir que no hay en esto más que la indicación de una hipótesis de lectura, sugerida además por la ubicación de las dos escenas en un huerto. María Magdalena se constituiría así en una de las «contrafiguras» (antitypoi) de Eva.
Para finalizar, aunque no merezca el más mínimo crédito, no puede dejar de mencionarse la tradición que hace a María Magdalena (junto con Marta y Lázaro, supuesta la identificación de la que hablaba al inicio) evangelizadora del sur de la Galia (Provenza), donde pasó los últimos treinta años de su vida, y donde habría finalmente muerto, no sin antes ser trasladada milagrosamente desde la caverna de Sainte Baume, donde vivía, a la capilla de San Maximino para recibir los últimos sacramentos. En palabras del Butler:
«La primera mención del viaje de María Magdalena a la Provenza data del siglo XI, a propósito de las pretendidas reliquias de la santa que se hallaban en la abadía de Vézelay, en Borgoña. Pero la leyenda no tomó su forma definitiva sino hasta el siglo XIII, en la Provenza. A partir de 1279, empezó a afirmarse que las reliquias de Santa María Magdalena se hallaban en Vézelay, en el convento dominicano de Saint-Maximin. Todavía en la actualidad es muy popular la peregrinación a dicho convento y a La Sainte Baume. Pero las investigaciones modernas, especialmente las que llevó a cabo Mons. Duchesne, han demostrado que no se pueden considerar como auténticos ni las reliquias, ni el viaje de los amigos del Señor a Marsella. Así pues, a pesar de los clamores de la tradición local francesa, hay que confesar que se trata de una fábula.» (Butler-Guinea, tomo III, pág. 170).
San Beda el Venerable (c. 673-735), monje benedictino, doctor de la Iglesia Comentario del Evangelio de Marcos
«Vengan a parte a un lugar solitario, para descansar un poco» (Trad. ©Evangelizo.org)
«Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado». Los apóstoles no están solos…, hay otros discípulos de Jesús y algunos discípulos de Juan Bautista…«Jesús les dice: ‘vengan a parte a un lugar solitario, para descansar un poco’». Para hacer comprender cuanto era necesario de dar un descanso a los discípulos, el evangelista prosigue diciendo: «Y es que los que iban y venían eran tantos que no les quedaba tiempo ni para comer». Este cansancio de los que enseñaban tanto como el ardor de los que se dejaban instruir, muestra aquí cuan feliz se era en aquél tiempo.
¡Si solamente la providencia de Dios hiciera lo mismo en nuestra época, y que una gran multitud de fieles se precipitara alrededor de los ministros de su Palabra para escucharlos, incluso sin dejarles el tiempo de retomar sus fuerzas!...si se les reclamara a tiempo y a destiempo la palabra de fe, se quemarían del deseo de meditar los preceptos de Dios y de ponerlos en práctica sin cesar, de manera que sus actos no desmentirían sus enseñanzas.
«Así que se fueron en la barca, a parte, a un lugar solitario»…las personas los siguieron. Rápidamente se dirigieron al desierto, pero no sentados sobre burros o en vehículos de cualquier tipo, pero a pie. Por este esfuerzo personal mostraron cuanto cuidado tenían de su salvación. Jesús, a su vez, acogía a las personas cansadas. Como salvador y médico lleno de poder y de bondad, instruyó a los ignorantes, sanó a los enfermos y alimentó a los hambrientos, manifestando así la gran alegría que le procura el amor de los creyentes.
Marcos describe con todo detalle la situación. Jesús se dirige en barca con sus discípulos hacia un lugar tranquilo y retirado. Quiere escucharlos con calma, pues han vuelto cansados de su primera correría evangelizadora y desean compartir su experiencia con el Profeta que los ha enviado.
El propósito de Jesús queda frustrado. La gente descubre su intención y se le adelanta corriendo por la orilla. Cuando llegan al lugar, se encuentran con una multitud venida de todas las aldeas del entorno. ¿Cómo reaccionará Jesús?
Marcos describe gráficamente su actuación: los discípulos han de aprender cómo han de tratar a la gente; en las comunidades cristianas se ha de recordar cómo era Jesús con esas personas perdidas en el anonimato, de las que nadie se preocupa. «Al desembarcar, Jesús vio un gran gentío, sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas».
Lo primero que destaca el evangelista es la mirada de Jesús. No se irrita porque hayan interrumpido sus planes. Los mira detenidamente y se conmueve. Nunca le molesta la gente. Su corazón intuye la desorientación y el abandono en que se encuentran los campesinos de aquellas aldeas.
En la Iglesia hemos de aprender a mirar a la gente como la miraba Jesús: captando el sufrimiento, la soledad, el desconcierto o el abandono que sufren muchos. La compasión no brota de la atención a las normas o el recuerdo de nuestras obligaciones. Se despierta en nosotros cuando miramos atentamente a los que sufren.
Desde esa mirada, Jesús descubre la necesidad más profunda de aquellas gentes: andan «como ovejas sin pastor». La enseñanza que reciben de los letrados de la Ley no les ofrece el alimento que necesitan. Viven sin que nadie cuide realmente de ellas. No tienen un pastor que las guíe y las defienda.
Movido por su compasión, Jesús «se pone a enseñarles muchas cosas». Con calma, sin prisas, se dedica pacientemente a enseñarles la Buena Noticia de Dios. No lo hace por obligación. No piensa en sí mismo. Les comunica la Palabra de Dios, conmovido por la necesidad que tienen de un pastor.
No podemos permanecer indiferentes ante tanta gente que, dentro de nuestras comunidades cristianas, anda buscando un alimento más sólido que el que recibe. No hemos de aceptar como normal la desorientación religiosa dentro de la Iglesia. Hemos de reaccionar de manera lúcida y responsable. No pocos cristianos buscan ser mejor alimentados. Necesitan pastores que les transmitan el mensaje de Jesús.
José Antonio Pagola Domingo 16 Tiempo ordinario - B (Marcos 6,30-34.) 22 de julio 2018
XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Jer 23, 1-6; Sal 22; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30-34)
COMENTARIO
Sin duda que las lecturas de hoy son una llamada para quienes tenemos el ministerio de pastorear a los fieles. Y cabe que nos surjan pensamientos un tanto críticos, por la distancia que se da entre lo que nos pide la Palabra y lo que somos. El pueblo de Dios tiene derecho a exigir de sus pastores el testimonio ejemplar de ser reflejo del Buen Pastor. Sin embargo, solo Jesús es quien merece nuestra adhesión, y en quien poner nuestra confianza.
Los textos se pueden leer de forma moralista, y ser motivo de desafección a la Iglesia, por quienes en ella no somos coherentes. Pero esta lectura sería de horizonte muy corto, cuando quien nos invita a todos es Jesús: -«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
La profecía adelanta la Providencia divina de proveernos de Aquel que será nuestro modelo, revelación suprema del amor de Dios: “Suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro”.
Dios no deja de cumplir su promesa, y aunque quienes estamos en medio de la comunidad como servidores del Evangelio no lleguemos a ser lo que debiéramos, Jesucristo no nos defrauda. “Por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz”.
El salmista nos ofrece la experiencia de confianza, y hasta de abandono. No solo porque nos acontezca lo que deseamos, sino porque quien nos cuida sabe dónde llevarnos, con mano suave. “El Señor es mi pastor, nada me falta”.
Tendremos razón en la posible desafección por el mal ejemplo de algunos pastores, pero si nos acompaña la fe, siempre tendremos a quien nos conduce a fuentes tranquilas, y repara nuestras fuerzas.
Muchos quizá están en sus días de descanso, momento propicio de personalizar la invitación que hace Jesús a sus discípulos, de retirarse a unos días de oración y de tranquilidad, para poder volver a la tarea
Convivir como Jesús; XVI Domingo Ordinario
Una vez iniciado el trabajo apostólico se entra en una especie de torbellino que nos lleva a buscar más y más actividad.
Lecturas:
Jeremías 23, 1-6: “Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores”
Salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me faltará”
Efesios 2, 13-18: “Cristo es nuestra paz; él ha hecho de los judíos y de los no judíos un solo pueblo”
San Marcos 6, 30-34: “Andaban como ovejas sin pastor”
En nuestro mundo de comunicación, la soledad y el aislamiento son llagas dolorosas que nos aquejan y transtornan. No tenemos tiempo para nuestros familiares, no tenemos tiempo para nuestros amigos y no tenemos tiempo para Dios. Así nuestro corazón se queda árido, triste, abandonado, porque quien no se comunica, se ahoga en su propio egoísmo.
Contentos y entusiasmados regresan los Doce de la misión. Fueron días de actividad, de predicación, de sanar enfermos, y ahora regresan eufóricos, queriendo continuar la misión. Hay tantas cosas que hacer que no se debe perder el tiempo. Una vez iniciado el trabajo apostólico se entra en una especie de torbellino que los lleva a buscar más y más actividad. Su alegría y entusiasmo es inmenso. Sin embargo, Jesús los llama y los invita a un momento de intimidad y cercanía, un momento de descanso y compartir. Es muy importante el trabajo y la misión pero es más importante la persona. Se necesita retornar a las fuentes que dan energía; si no, terminarán secándose, agotándose y serán una campana hueca, que sólo sigue resonando pero que no tiene vida. La disponibilidad para entregar la vida no anula el derecho y la obligación de cuidar que la propia fuente no se gaste en un activismo sin alma que, en vez de liberar las energías, las consume y las agota. La propuesta de Jesús es el silencio, la compañía cercana, el diálogo. El estar en presencia de Jesús, la oración, el encuentro con Él, nos restituye fuerzas, nos alienta y restablece. ¡La oración no es tiempo perdido!
Esta cercanía y humanidad de Jesús nos debe hacer reflexionar a todos los que de alguna manera tenemos el oficio de pastor: sacerdotes, maestros, líderes, autoridades, padres de familia, responsables de grupos. Admiremos e imitemos la cercanía que Él tiene con sus discípulos. No rehúye el trabajo, no es irresponsable, pero sabe que está en relación con personas y no con máquinas. Es triste mirar la forma como vivimos y convivimos: yuxtapuestos pero no relacionados; cada quien metido en su mundo. La televisión, el celular, la compu, todo es para relacionarse y acaba aislándonos. En el trabajo, en la familia, en las oficinas, en todos los lugares, nos hemos despersonalizado y no contamos como individuos. Recuerdo las palabras de una esposa a su atormentado y frenético marido: “¿Qué te pasa? Está bien que te preocupes de las cosas, pero no son las cosas que nos hacen felices. Métete bien en la cabeza que tenemos necesidad de ti, no de las cosas. ¿Para qué las querríamos si tú no estás con nosotros?”. Pero hemos dado tanta importancia a las cosas, que parecería que tienen más valor que las personas. Vivimos juntos pero en soledad. Admiro mucho a esas personas que son capaces de establecer una relación muy personal con quienes están a su lado, que los toman en cuenta, que los hacen sentir valiosos. Así lo hace Jesús. Nosotros siempre tenemos prisa, corremos sin saber a dónde y “no tenemos tiempo” para atender con calma a los otros.
Cristo no tiene el corazón duro e insensible, aunque había querido estar a solas con sus discípulos, su corazón se compadece para atender a las multitudes que lo buscan como ovejas sin pastor. Es la otra enseñanza de Jesús: no podemos ni debemos vivir con el corazón cerrado. Necesitamos abrir las ventanas, las de los sentidos y las del corazón, las de la mente y las del espíritu, las personales y las comunitarias, para darnos cuenta del dolor y el sufrimiento de los demás, para mirar que hay personas con hambre y maltrechas. Es la actitud fundamental de Jesús y de todo el que quiera ser discípulo suyo. Se requiere tener compasión y entrañas de misericordia. No levantar murallas para defenderse, aislarse y permanecer mirándose narcisistamente. Se comparte de verdad con Jesús cuando se empieza a acoger y a compartir con el hermano. Claro que hay riesgo en amar y en entregar la amistad, pero siempre es preferible salir lastimado por amar que acabar con el corazón entumecido y empedernido porque nunca se arriesgó en el amor. El amor siempre nos torna débiles y frágiles pero es cuando somos más fuertes en la vida.
Hoy escuchemos las palabras de Jesús dirigidas también a nosotros: “Ven conmigo”. Hoy busquemos sentirnos envueltos en la mirada cariñosa de Jesús, llena de ternura y en unos brazos abiertos a pesar de nuestras miserias. Nos acepta como somos, como hemos llegado del camino, como nos ha dejado la vida: maltratados, heridos, desconfiados. Su amor y su compasión son capaces de rehacernos y de devolvernos dignidad. Será éste un día especial para sentir su protección y cuidados. También esta oración, junto con Jesús, será una ocasión para mirar nuestras relaciones con los demás y nuestra capacidad para abrirnos y comprometernos con los otros. ¿Cómo y con quién comparto el regalo de la vida? ¿Con quiénes convivo y cómo me relaciono? ¿Hay alguien cercano a mí que se siente solo y no me he dado cuenta? Hoy nos dejamos amar por Jesús y abrimos nuestro corazón a los hermanos.
Señor Jesús, míranos con amor, hoy somos nosotros los que vagamos como ovejas sin pastor, haznos sentir tus cuidados amorosos, y toca nuestra mente y nuestros ojos para que nos compadezcamos y abramos nuestro corazón a los hermanos. Amén
"LOS TRES VERBOS DEL PASTOR: VER, TENER COMPASIÓN Y ENSEÑAR"
El Papa vuelve a pedir que la comunidad internacional evite "las tragedias" de las pateras en el Mediterráneo
También solicita a los políticos que garanticen "la seguridad, el respeto de los derechos y la libertad de todos"
José Manuel Vidal, 22 de julio de 2018 a las 12:47
Emigrante recogida en el Mediterráneo
Jesús mira siempre con los ojos del corazón...Su compasión no indica simplemente una reacción emotiva...es mucho más. Es la actitud y la predisposición de Dios hacia el hombre
(José M. Vidal).- Desde la cátedra de la ventana, el Papa Francisco lanzó hoy un nuevo sos, dirigido a la comunidad internacional, para que "evite que semejantes tragedias se vuelvan a repetir" y garatice "la seguridad, el respeto de los derechos y la libertad de todos".
Algunas frases de la catequesis del Papa
"Tras la experiencia de la misión, ciertamente entusiasimante, pero también labriosa, los apóstoles buscan el reposo"
"Jesús, lleno de comprensión, se preocupa por asegurarles un poco de sosiego"
"Pero la intención de Jesús no se puede realizar"
"Lo mismo puede psar hoy"
"A veces, no conseguimos realizar nuestros proyectos"
"Flexibilidad y disponibilidad ante las necesidades de los demás"
"Estaban como ovejas sin pastor"
"El evangelista fotografía los ojos del Divino Maestro en su enseñanza"
"Tres verbos de este fotograma: ver, tener compasión y enseñar"
"Son los verbos del pastor"
"La mirada de Jesús no es neutro ni frió y alejado"
"Jesús mira siempre con los ojos del corazón"
"Su compasión no indica simplemente una reacción emotiva...es mucho más. Es la actitud y la predisposición de Dios hacia el hombre"
""Jesús se puso enseñarles muchas cosas. El primer pan que ofrece a la multitud es el pan de la Palabra"
Sin la palabra de la verdad no es posible encontrar el justo camino en la vida"
"Con Jesús al lado se puede proceder con seguridad"
"Jesús se hizo don para los demás" Saludos del Papa tras el ángelus
"Dramáticas noticias de naufragios de barcazas cargadas de emigrantes en las aguas del Mediterráneo. Expreso mi dolor ante tales tragedias y les aseguro a los desaparecidos y a sus familias mi recuerdo y mi oración. Dirijo un apremiante llamamiento para que la comunidad internacional actúe con decisión y rapidez, para evitar que semejantes tragedias se vuelvan a repetir y para garantizar la seguridad, el respeto de los derechos y la libertad de todos" Saluda a los jóvenes de la diócesis de Sevilla.
Tres condiciones de la amistad
Los que tienen un amigo de verdad lo saben muy bien.
Aristóteles hablaba, hace ya muchos siglos, de tres condiciones para que exista la amistad.
La primera: querer el bien del otro, apreciarle por lo que es en sí mismo y desear que sea feliz, que triunfe, que se realice plenamente.
Esto parece algo sencillo, pero no resulta tan fácil. El mismo Aristóteles ponía el ejemplo del vino: un aficionado a los buenos vinos puede “amar” una botella, cuidarla, guardarla en el mejor lugar de la casa. Pero, en el fondo, todo su cariño queda explicado por la sencilla razón de que un día esa botella le podrá dar un gran placer. Ha amado la botella por lo que esperaba a conseguir de ella, no porque ella fuese digna de un amor desinteresado.
En otras palabras, no hay verdadero amor de amistad si éste se funda en el interés(“me puedes ayudar”) o sólo en la búsqueda de una satisfacción egoísta (“me haces sentir cosquillas en la barriga...”).
La segunda condición: que el otro quiera mi bien, me ame a mí como yo le amo a él.
Aquí las cosas se ponen más difíciles, pues es posible que yo ame a otro, pero el otro no tenga prácticamente el menor interés por mí. Es algo que ocurre muchas veces en el mundo de los enamorados: Francisco ama apasionadamente a Isabel, pero Isabel se siente como ante un poste de luz cada vez que encuentra o mira a Francisco. La amistad verdadera no puede ser unidireccional: tiene que ir de un lado a otro, y viceversa.
La tercera condición puede parecer banal: que haya conocimiento del mutuo afecto, que se sepa por las dos partes que hay amor.
Porque pasa, no sólo en novelas o películas, que un chico ame a una chica, que esa chica ame también al chico, y, sin embargo, por mucho tiempo no se dicen una palabra: les falta el valor para dar el primer paso que permite construir el puente sobre el que pueda pasar la corriente del amor descubierto y correspondido.
Son tres condiciones sencillas, que pueden llevar a preguntarnos: ¿tenemos muchos amigos verdaderos, profundos, incondicionales?
Volvamos a escuchar a Aristóteles. Para él, no es verdadera la amistad basada en el placer, como tampoco lo es la que se construye sobre la utilidad.
Porque, y no hay que ser filósofos para darnos cuenta de ello, el placer cambia como cambia el viento: hoy me produce placer una persona y mañana otra. Por eso fracasan tantos matrimonios y tantas amistades de artificio.
Tampoco hay verdadera amistad en las alianzas que buscan un beneficio mutuo. En este caso sólo habría unión de esfuerzos en tanto en cuanto sirven para los intereses mutuos. Lograda la meta, se rompe el motivo de la aparente amistad, que no era sino una alianza de egoísmos. Luego, cada quien sigue su camino, a no ser que se haya descubierto en la otra parte (en el “socio”) algo nuevo: no sólo me puede ayudar en un trabajo o negocio, sino que es bueno, que vale la pena amarlo por sí mismo.
Lo propio del amor verdadero consiste, por lo tanto, en ir a fondo, al centro del otro. Tiene que saber respetarlo con sus defectos y sus cualidades, apreciarlo por lo que es, aunque los años hayan cambiado el pelo, la piel o la silueta del esposo o de la esposa...
El camino para lograr la verdadera amistad que todos desearíamos es difícil y arduo. Inicia cuando uno deja de ser el centro de su vida y empieza a girar en torno al otro. Cuando uno, como repetía Aristóteles, llega a ser “virtuoso”, bueno, desinteresado, capaz de dejar egoísmos o avaricias para ganar y ser más gracias al amor.
El programa es difícil, pero vale la pena. Los que tienen un amigo de verdad lo saben muy bien. Quizá no son muchos, pero pueden serlo muchos más de los que imaginamos. Basta con que cada día dejemos de pensar en el propio bienestar, en los intereses coyunturales, para empezar a darnos, para amar y dejarse amar. El resto depende del tiempo y de la fidelidad, que es la corona del amor.