La pobreza de Cristo
- 20 Agosto 2018
- 20 Agosto 2018
- 20 Agosto 2018
San Bernardo de Claraval
Celebrado El 20 de agosto
San Bernardo de Claraval, abad y doctor de la Iglesia
fecha: 20 de agosto
n.: c. 1090 - †: 1153 - país: Francia
otras formas del nombre: Bernardo de Clairvaux
canonización: C: Alejandro III 18 ene 1174
hagiografía: Vaticano
Memoria de san Bernardo, abad y doctor de la Iglesia, el cual, habiendo ingresado junto con treinta compañeros en el nuevo monasterio del Císter, fue después fundador y primer abad del monasterio de Clairvaux, donde dirigió sabiamente, con la vida, la doctrina y el ejemplo, a los monjes por el camino de los mandamientos del Señor. Recorrió una y otra vez Europa para restablecer la paz y la unidad e iluminó a toda la Iglesia con sus escritos y sus sabias exhortaciones, hasta que descansó en el Señor cerca de Langres, en Francia.
patronazgo: patrono de varias regiones y ciudades europeas, de los apicultores y fabricantes de velas; protector contra las obsesiones, las enfermedades de infancia, las enfermedades de los animales, contra las tormentas y el mal tiempo, y para invocar en la hora de la muerte.
refieren a este santo: San Balduíno, San Esteban Harding, Beato Eugenio III,Beato Gerardo de Clairvaux, San Malaquías de Down y Connor
Queridos hermanos y hermanas,
hoy quisiera hablar sobre san Bernardo de Claraval, llamado el “último de los Padres” de la Iglesia, porque en el siglo XII, una vez más, renovó e hizo presente la gran teología de los padres. No conocemos en detalle los años de su juventud; sabemos con todo que él nació en 1090 en Fontaines, en Francia, en una familia numerosa y discretamente acomodada.
De jovencito, se prodigó en el estudio de las llamadas artes liberales – especialmente de la gramática, la retórica y la dialéctica – en la escuela de los Canónicos de la iglesia de Saint-Vorles, en Châtillon-sur-Seine, y maduró lentamente la decisión de entrar en la vida religiosa. En torno a los veinte años entró en Cîteaux (Císter, n.d.t.), una fundación monástica nueva, más ágil respecto de los antiguos y venerables monasterios de entonces y, al mismo tiempo, más rigurosa en la práctica de los consejos evangélicos.
Algunos años más tarde, en 1115, Bernardo fue enviado por san Esteban Harding, tercer Abad del Císter, a fundar el monasterio de Claraval (Clairvaux). El joven abad, tenía sólo 25 años, pudo aquí afinar su propia concepción de la vida monástica, y empeñarse en traducirla en la práctica. Mirando la disciplina de otros monasterios, Bernardo reclamó con decisión la necesidad de una vida sobria y mesurada, tanto en la mesa como en la indumentaria y en los edificios monásticos, recomendando la sustentación y el cuidado de los pobres. Entretanto la comunidad de Claraval era cada vez en más numerosa, y multiplicaba sus fundaciones.
En esos mismos años, antes de 1130, Bernardo emprendió una vasta correspondencia con muchas personas, tanto importantes como de modestas condiciones sociales.
A las muchas Cartas de este periodo hay que añadir los numerosos Sermones, como también Sentencias y Tratados.
Siempre a esta época asciende la gran amistad de Bernardo con Guillermo, abad de Saint-Thierry, y con Guillermo de Champeaux, una de las figuras más importantes del siglo XII. Desde 1130 en adelante empezó a ocuparse de no pocos y graves cuestiones de la Santa Sede y de la Iglesia.
Por este motivo tuvo que salir más a menudo de su monasterio, e incluso fuera de Francia. Fundó también algunos monasterios femeninos, y fue protagonista de un vivo epistolario con Pedro el Venerable, abad de Cluny, sobre el que hablé el pasado miércoles. Dirigió sobre todo sus escritos polémicos contra Abelardo, un gran pensador que inició una nueva forma de hacer teología, introduciendo sobre todo el método dialéctico-filosófico en la construcción del pensamiento teológico.
Otro frente contra el que Bernardo luchó fue la herejía de los Cátaros, que despreciaban la materia y el cuerpo humano, despreciando, en consecuencia, al Creador. Él, en cambio, se sintió en el deber de defender a los judíos, condenando los cada vez más difundidos rebrotes de antisemitismo. Por este último aspecto de su acción apostólica, algunas decenas de años más tarde, Ephraim, rabino de Bonn, dedicó a Bernardo un vibrante homenaje.
En ese mismo periodo el santo abad escribió sus obras más famosas, como los celebérrimos Sermones sobre el Cantar de los Cantares. En los últimos años de su vida – su muerte sobrevino en 1153 – Bernardo tuvo que limitar los viajes, aunque sin interrumpirlos del todo. Aprovechó para revisar definitivamente el conjunto de las Cartas, de los Sermones y de los Tratados. Merece mencionarse un libro bastante particular, que terminó precisamente en este periodo, en 1145, cuando un alumno suyo, Bernardo Pignatelli, fue elegido Papa con el nombre de Eugenio III.
En esta circunstancia, Bernardo, en calidad de Padre espiritual, escribió a este hijo espiritual el texto De Consideratione, que contiene enseñanzas para poder ser un buen Papa. En este libro, que sigue siendo una lectura conveniente para los Papas de todos los tiempos, Bernardo no indica sólo como ser un buen Papa, sino que expresa también una profunda visión del misterio de la Iglesia y del misterio de Cristo, que se resuelve, al final, con la contemplación del misterio de Dios trino y uno: “”Debería proseguir aún la búsqueda de este Dios, que aún no ha sido bastante buscado”, escribe el santo abad “pero quizás se puede buscar y encontrar más fácilmente con la oración que con la discusión. Pongamos por tanto aquí término al libro, pero no a la búsqueda” (XIV, 32: PL 182, 808), a estar en camino hacia Dios.
Quisiera detenerme sólo en dos aspectos centrales de la rica doctrina de Bernardo: estos se refieren a Jesucristo y a María Santísima, su Madre. Su solicitud por la íntima y vital participación del cristiano en el amor de Dios en Jesucristo no trae orientaciones nuevas en el estatus científico de la teología. Pero, de forma más decidida que nunca, el abad de Claraval configura al teólogo con el contemplativo y el místico.
Sólo Jesús – insiste Bernardo ante los complejos razonamientos dialécticos de su tiempo – solo Jesús es "miel en la boca, cántico en el oído, júbilo en el corazón (mel in ore, in aure melos, in corde iubilum)". De aquí proviene el título, que se le atribuye por tradición, de Doctor mellifluus: su alabanza de Jesucristo “se derrama como la miel”. En las extenuantes batallas entre nominalistas y realistas – dos corrientes filosóficas de la época – el abad de Claraval no se cansa de repetir que sólo hay un nombre que cuenta, el de Jesús Nazareno. "Árido es todo alimento del alma", confiesa, "si no es rociado con este aceite; es insípido, si no se sazona con esta sal. Lo que escribes no tiene sabor para mí, si no leo en ello Jesús”.
Y concluye: “Cuando discutes o hablas, nada tiene sabor para mí, si no siento resonar el nombre de Jesús” (Sermones enCantica Canticorum XV, 6: PL 183,847). Para Bernardo, de hecho, el verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal, profunda, de Jesucristo y de su amor. Y esto, queridos hermanos y hermanas, vale para todo cristiano: la fe es ante todo encuentro personal íntimo con Jesús, es hacer experiencia de su cercanía, de su amistad, de su amor, y sólo así se aprende a conocerle cada vez más, a amarlo y seguirlo cada vez más. ¡Que esto pueda sucedernos a cada uno de nosotros!
En otro célebre sermón del domingo dentro de la octava de la Asunción, el santo abad describió en términos apasionados la íntima participación de María en el sacrificio redentor de su Hijo. “¡Oh santa Madre, - exclama - verdaderamente una espada ha traspasado tu alma!... Hasta tal punto la violencia del dolor ha traspasado tu alma, que con razón te podemos llamar más que mártir, porque en ti la participación en la pasión del Hijo superó con mucho en su intensidad los sufrimientos físicos del martirio” (14: PL 183,437-438).
Bernardo no tiene dudas: "per Mariam ad Iesum", a través de María somos conducidos a Jesús. Él confirma con claridad la subordinación de María a Jesús, según los fundamentos de la mariología tradicional. Pero el cuerpo del Sermón documenta también el lugar privilegiado de la Virgen en la economía de la salvación, dada su particularísima participación como Madre (compassio) en el sacrificio del Hijo. No por casualidad, un siglo y medio después de la muerte de Bernardo, Dante Alighieri, en el último canto de la Divina Comedia, pondrá en los labios del Doctor melifluo la sublime oración a María: “Virgen Madre, hija de tu Hijo/ humilde y más alta criatura/ término fijo de eterno consejo,..." (Paraíso 33, vv. 1ss.).
Estas reflexiones, características de un enamorado de Jesús y de María como san Bernardo, provocan aún hoy de forma saludable no sólo a los teólogos, sino a todos los creyentes. A veces se pretende resolver las cuestiones fundamentales sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo, con las únicas fuerzas de la razón. San Bernardo, en cambio, sólidamente fundado en la Biblia y en los Padres de la Iglesia, nos recuerda que sin una profunda fe en Dios, alimentada por la oración y por la contemplación, por una relación íntima con el Señor, nuestras reflexiones sobre los misterios divinos corren el riesgo de ser un vano ejercicio intelectual, y pierden su credibilidad.
La teología reenvía a la “ciencia de los santos”, a su intuición de los misterios del Dios vivo, a su sabiduría, don del Espíritu Santo, que son punto de referencia del pensamiento teológico. Junto a Bernardo de Claraval, también nosotros debemos reconocer que el hombre busca mejor y encuentra más fácilmente a Dios “con la oración que con la discusión”. Al final, la figura más verdadera del teólogo sigue siendo la del apóstol Juan, que apoyó su cabeza sobre el corazón del Maestro.
Quisiera concluir estas reflexiones sobre san Bernardo con las invocaciones a María, que leemos en su bella homilía: “En los peligros, en las angustias, en las incertidumbres – dice – piensa en María, invoca a María.
Que Ella no se aparte nunca de tus labios, que no se aparte nunca de tu corazón; y para que obtengas la ayuda de su oración, no olvides nunca el ejemplo de su vida. Si tu la sigues, no puedes desviarte; si la rezas, no puedes desesperar; si piensas en ella, no puedes equivocarte.
Si ella te sostiene, no caes; si ella te protege, no tienes que temer; si ella te guía, no te cansas; si ella te es propicia, llegarás a la meta...” (Hom. II super “Missus est”, 17: PL 183, 70-71).
San Buenaventura (1221-1274)
franciscano, doctor de la Iglesia
De la vida de perfección
«La pobreza de Cristo» (Trad. ©Evangelizo.org)
La pobreza es una virtud que hace cuerpo con la perfección, al punto de que nadie puede en lo absoluto ser perfecto sin ella; así lo atestigua la Palabra del Señor en el Evangelio: «si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres». Nuestro Señor Jesucristo fue tan pobre en su nacimiento que no tuvo siquiera vivienda, ropa, ni comida sino un establo como morada, un miserable pedazo de tela para cubrirse y una leche virginal como alimento. Él se dio como ejemplo de pobreza por su manera de vivir en este mundo. Fue pobre hasta el punto que, a veces, no pudo encontrar vivienda y tuvo que dormir con sus apóstoles en las afueras de la ciudad, e incluso afuera de las casas en el campo. El Señor de los Ángeles fue pobre no solamente en su nacimiento, y pobre en su estilo de vida, sino también extremadamente pobre en su muerte a fin de hincharnos de amor por la pobreza. Oh todos ustedes, que se han dedicado a la pobreza, consideren y vean cuanto el Rey de los Cielos fue pobre a causa de nosotros en el instante de su muerte.
En efecto, fue despojado de todo lo que podía tener: de su ropa por sus verdugos que se «repartieron sus vestidos echándolos a suertes» (Mt 27:35), de su cuerpo y de su alma cuando su alma fue violentamente arrancada de su cuerpo, de la gloria divina cuando por los sufrimientos de una muerte tan dolorosa en lugar de glorificarlo como Dios lo trataron como un malhechor, como lo afirma Job en sus quejidos: «me despojaron de mi gloria» (Job 19:9). ¡Oh Dios, rico para todos los hombres, oh buen Señor Jesús! ¿Quién puede dignamente expresar con su boca, concebir en su corazón, describir con su mano la gloria celestial que has prometido dar a los pobres? Por su pobreza voluntaria, ellos merecen contemplar la gloria de su Creador, entrar en el poder del Señor, en los tabernáculos eternos y en las moradas de luz. Ellos merecen convertirse en habitantes de la ciudad de la cual Dios es el arquitecto y el fundador. Tú mismo Señor, les has hecho esta promesa con tu bendita boca: «Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos » (Mt 5:2). ¡Ese Reino de los cielos no es otra cosa que Tú mismo, Señor Jesucristo, Rey de Reyes, Señor de Señores! ¡Te darás tú mismo a ellos para ser su salario, su recompensa y su alegría!¡ Ellos gozarán de ti, estarán felices de Ti, serán saciados de ti! ¡Amén!
Santo Evangelio según San Mateo 19, 16-22. Lunes XX de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, una vez más vengo a ponerme en tu presencia. Muchas veces he venido a pedirte cosas Jesús. Hoy solamente quisiera estar contigo. Quiero poner mi corazón junto al tuyo, escuchar tus latidos. Ya sabes todo lo que hay en mi interior. Lo pongo en tus manos. Me conoces mejor que yo y sabes que es lo que necesito. Concédemelo. Confío en Ti. Creo en Ti. Te amo y quiero estar contigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 19, 16-22
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un joven y le preguntó: "Maestro, ¿qué cosas buenas tengo que hacer para conseguir la vida eterna?". Le respondió Jesús: "¿Por qué me preguntas a mí acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno. Dios. Pero, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". Él le replicó: "¿Cuáles?"
Jesús le dijo: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, ama a tu prójimo como a ti mismo.
Le dijo entonces el joven: "Todo eso lo he cumplido dese mi niñez, ¿qué más me falta?". Jesús le dijo: "Si quieres ser perfecto, ve a vender lo que tienes, dales el dinero a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme".
Al oír estas palabras, el joven se fue entristecido, porque era muy rico.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús, he escuchado muchas veces este relato. Podría pensar mucho sobre virtudes como la generosidad o la grandeza de tu llamada, sin embargo, hoy quisiera preguntarte, ¿qué fue lo que pasó después con ese joven?
Quizás todo volvió a la normalidad, en medio de la administración de sus bienes. pero, ¿realmente se puede "regresar a la normalidad" después de encontrarte Jesús? En su corazón había una marca, algo que no podía "volver a la normalidad".
Probablemente pasó el tiempo, y no me parece inverosímil que supiera de tu muerte en la cruz. Quizás en ese momento, se alegró de no haber vendido todo por uno que terminó muriendo en una cruz. Pero, ¿verdaderamente terminó?
Seguramente los apóstoles predicaron tu resurrección en su poblado, cuando aquel joven de antaño era ya un hombre maduro y probablemente estable. Quizás sintió de nuevo arder ese llamado en su corazón gracias a la predicación de los apóstoles, y esta vez tuvo el valor de abandonar todo y predicar la buena nueva… o quizás, como antaño, volvió a quedarse triste, por no tener el valor de abandonar sus posesiones… las cuales, si esto último sucedió, pasaron irremediablemente a ensanchar las arcas de los romanos durante la destrucción de Jerusalén, quitándole por lo fuerza lo que él no quiso darte por amor… Sin embargo, de lo que sí estoy seguro, Jesús, es que haya pasado lo que haya pasado con ese joven, jamás dejaste de amarlo.
Tu mirada de cariño jamás se la retiraste. Él era amado por ti, y lo fue siempre… igual que yo. Ayúdame a darme cuenta Jesús de que tu amor por mí no depende de lo que haga o de lo que deje de hacer. Es verdad que mis obras no te son indiferentes, pero me amas no por lo que hago, sino por lo que soy: tu hijo.
Haga lo que haga, pase lo que pase, siempre me amarás y me darás la oportunidad de estar a tu lado, de amarte, de ser feliz contigo.
Gracias Jesús. Ayúdame a nunca perder de vista esta gran verdad: me amas y lo harás por siempre.
Cuando un cristiano está apegado a los bienes, da la mala impresión de una cristiano que quiere tener dos cosas: el cielo y la tierra. Y la piedra de paragón justamente es la que Jesús indica: la cruz y las persecuciones. Esto quiere decir a sí mismo, llevar cada día la cruz... Porque los discípulos al seguir a Jesús tenían esta tentación: ¿Será un buen negocio?
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2015, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy trataré de responder a los llamados que me hace Jesús para ser feliz con Él.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Precisamente porque se es bueno y amable Jesús exige mucho a los llamados. Meditación
MIRADA AMOROSA QUE PRESIDE EL LLAMADO Y LAS EXIGENCIAS DEL RENUNCIAMIENTO
"Cuando Jesús se ponía en camino, alguien corrió, se arrodilló delante de El y le dijo: - "Maestro bueno: ¿qué debo hacer para ganar la vida eterna?". Jesús respondió - "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solo Dios. Ya conoces los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre". El le contestó: - "Maestro, todo esto lo he cumplido desde mi juventud". Jesús fijando su mirada en él, lo amó, y le dijo: "Una sola cosa te falta: Anda, vende cuanto tienes, dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; ven después y sígueme". Pero al oír estas palabras se fue triste; tenía muchos bienes". (San Marcos X: 17 a 22).
UN ARRANQUE DE ENTUSIASMO
San Marcos no nos dice nada sobre la edad de esta persona rica; San Mateo (XIX-20) precisa que se trata de un joven. El entusiasmo que manifiesta parece confirmarlo ¿Acaso no hace falta ser joven de cuerpo y de alma para precipitarse hacia Jesús? En efecto el joven corrió y se prosternó ante el Maestro. Lo que provocó su fervor fue la bondad de Cristo de que fue testigo, pues lo llama de inmediato: "Maestro bueno".
Jesús ciertamente merece este entusiasmo. El amor que derrama a su alrededor es digno de conquistarle los corazones. El rasgo distintivo del Maestro es su bondad. Por esto se puede uno abandonar a El sin reserva, le puede entregar su vida con toda la confianza.
El entusiasmo por la persona amante de Cristo favorece la floración de una vocación.
EL DESEO DE LA VIDA ETERNA
¿Qué debo hacer para ganar la vida eterna? El fin que se propone este joven es muy alto: comprendió que no debía vivir sencillamente por el placer o por los goces terrenales, tan pasajeros, sino por la verdadera vida que es la que dura siempre, la vida eterna. Se muestra dispuesto a todo para alcanzar este fin. Diríase que está pronto para aceptar todo lo que Cristo le va a decir. Por su pregunta pone en manos del Maestro la orientación de todo su porvenir.
La disposición ideal para recibir la vocación es por un lado el deseo de una vida más alta que la vida terrenal, y por otro la voluntad de tomar todos los medios para alcanzarla.
BONDAD EXIGENTE
Jesús responde con bastante viveza: - ¿"Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solo Dios". El Maestro resfría el entusiasmo del joven porque su punto de vista es inadecuado. Sin duda el joven esperaba que la bondad de Cristo fuera menos exigente y más accesible que la de Dios. Jesús lo desengaña afirmándole que su bondad es idéntica a la de Dios, con las mismas exigencias y en particular que nada se quita a los mandamientos de la antigua ley.
El error del joven no consiste en dejarse llevar del entusiasmo, son más bien en una falsa esperanza, en contar que por razón de su bondad, Cristo lo dirigiría a la vida eterna, sin exigirle mucho, sin pedirle renunciamientos ni sacrificios. Precisamente porque se es bueno y amable Jesús exige mucho a los llamados.
LA MIRADA DE CARIÑO
Cuando el joven declaró haber cumplido los mandamientos, Cristo quiso señalarle un camino mas alto. Pero antes de hablarle le dirige una mirada de amor, mirada que llamo la atención de los testigos de esta escena. San Marcos lo dice claramente: "Jesús fijó su mirada sobre él y lo amó".
Esta mirada del amor de Cristo precede a la vocación. El Maestro mira al joven con una mirada penetrante que quisiera llegar hasta las profundidades del alma para decidirla a entregarse totalmente a El. Esta mirada está cargada de amor. En otros lugares del Santo Evangelio leemos que Jesús amaba a ciertas personas como Lázaro, Marta y María, o a Juan, "el discípulo que Jesús amaba". Aquí el Evangelista escribe: "Jesús lo amó". Es un amor que surgió en ese momento y que vieron pasar por los ojos del Maestro. Es pues, un amor muy especial, el que acompaña el llamamiento.
AMOR GRATUITO
Al leer por primera vez el texto, se pudiera tener la impresión que el amor de Cristo fue atraído por el hecho de que el joven había cumplido los mandamientos desde chico. Si hubiera sido así, este sería un amor de agradecimiento y de aprobación, una recompensa por la fidelidad del joven.
Sin embargo, el amor de su mirada reviste otro significado, precede y lleva en sí una invitación a una vida mas alta. Este amor de su mirada no se refiere a su pasado sino a su porvenir. El amor de Jesús es un amor nuevo que llama a una vida nueva. Es un don gratuito, un favor hecho al joven. Nunca hubiera podido merecer este favor ni este amor. Se podría preparar y disponerse a recibir la gracia de la vocación por el fiel cumplimiento de los mandamientos, pero nunca podría merecer el llamado en sí mismo, que viene del libre amor del Señor.
MAS ALLA DE LOS MANDAMIENTOS
"Una sola cosa te hace falta" le dice Cristo. Esta sola cosa tiene una importancia capital, aunque no sea un mandamiento. Según el Evangelio de San Mateo, Jesús dijo: "Si quieres ser perfecto"... Subraya que no se trata de un camino para practicar lo mínimo indispensable para la amistad con Dios, sino para conquistar la perfección. Este sentido estricto, este camino no es obligatorio: se propone a los que libremente quieren obligarse: "Si tú quieres..."
Después se llamó a este camino la vía de los consejos, para distinguirlo de la vía de los preceptos, por cuanto llama mas a la libertad personal y porque no es necesario para la salvación. El llamado a la vocación no se impone bajo pena de pecado. Viene de un amor especial de Cristo, que reclama una mayor espontaneidad de amor, una decisión mas libre, y quiere suscitar el deseo de una generosidad que vaya mas allá de lo prescrito.
LLAMADO A LA POBREZA
"Vende cuanto tienes". Cristo pide el renunciamiento a los bienes de esta tierra, al dinero. Si el joven quiere ser perfecto debe liquidar su fortuna y darla a los pobres. En cambio, tendrá un tesoro invisible, un tesoro en el cielo. Así podrá como pobre, seguir a un Maestro pobre.
Tal es la exigencia de la vocación. El llamamiento pone frente a una opción, como al joven del Evangelio; permanecer apegados a los bienes de la tierra, o entregarse a Cristo renunciando a estos bienes.
El joven rico probablemente esperaba conciliar el disfrutar de su herencia y alcanzar la perfección. Cristo le impone a escoger, porque "nadie puede servir a dos señores".
UNA OPCION CLARA Y LIBRE
Esta vez la elección de la vocación está claramente definida. El joven puede tomar una decisión con conocimiento de causa. Jesús no quiso aprovechar su entusiasmo pasajero para atraerlo a su lado. Al contrario, desea que lejos de seguirlo por un impulso emotivo, reflexione y pese el valor del sacrificio que le pide. Al enumerar los mandamientos le da tiempo de que recobre su sangre fría: después le ha manifestado las condiciones de una vida mas perfecta, sobre todo la pobreza, que era más difícil de aceptar para el joven.
El amor de la mirada de Cristo es realmente seductor, pero no quita la libertad a aquél a quien se dirige: por encantado que esté por este cariño , el joven responderá con entera independencia a la propuesta que se le hace.
EL RECHAZO
"Pero él al oír estas palabras se fue triste". No puede no manifestar la decepción que tuvo al oír las palabras de Cristo: no era lo que esperaba. Poseyendo una gran fortuna, no quiere sacrificarla. Entre la riqueza y Jesús, escoge la riqueza. Rechaza la invitación de seguir al Maestro.
"Se fue triste". Se le vio dar la espalda a Jesús y se fue hacia sus bienes. La opción que hizo no lo hace feliz. Está triste porque Dios es la única fuente de felicidad: el que se aleja del Señor para gozar de los bienes de este mundo, solo cosecha la tristeza.
El joven rechazó la mas grande de las gracias que le era ofrecida. Permanece como ejemplo del "No" dicho a la vocación, "No" que se opone a la mirada de amor de Cristo.
Si no cometió pecado al decir "No", sin embargo, perdió por su cobardía, el don tan precioso que se le ofrecía, y perdió la oportunidad de una vida mucho más noble: la participación al gran sacrificio de Cristo por la salvación de los hombres.
¿Por qué se resistían a reconocer a Jesús como el pan vivo bajado del cielo?
En este artículo presentaré una propuesta de esquema de todo el discurso del pan de vida que pronunció Nuestro Señor Jesucristo en la sinagoga de Cafarnaúm
El capítulo sexto del Evangelio de san Juan forma una gran unidad que desarrolla el tema del liderazgo de Nuestro Señor Jesucristo, como nuevo Moisés. Este capítulo consta de un importante discurso en la sinagoga de Cafarnaúm, que abarca del versículo 22 al 71.
El discurso consta de una introducción narrativa de los versículos 22 al 25. En ella sabemos que es entre Jesús y aquellos que, el día anterior, habían comido de los cinco panes y los dos pescados.
La primera parte del discurso abarca del versículo 26 al 34; en esta primera parte, Jesús trata de que las personas se enfoquen en interpretar la multiplicación de los panes como una señal milagrosa, y entonces trabajen por el pan que baja del cielo, que da vida eterna.
La segunda parte va del versículo 35 al 56, Jesús declara abiertamente que quien no come su carne y bebe su sangre, no tendrá vida eterna, esto provoca una reacción adversa, en primer lugar porque las personas se rehúsan a evolucionar en su relación con Jesús. Ellos murmuran diciendo que conocen su origen, y por ello no aceptarán su origen trascendente.
La tercera parte del discurso que va del versículo 59 al 66, y nos presenta la primera conclusión que pone puntos claros: Jesús dice que sus palabras son espíritu y vida, la carne no sirve para nada. Sus oyentes se escandalizan y lo abandonan.
La última parte del discurso abarca los versículos 67 al 71, y es la segunda conclusión donde Jesús confronta a los doce: “¿Ustedes también se van?”. Entonces Pedro declara su fe en el maestro, aunque el evangelista nos aclara que habría un traidor entre ellos.
En la segunda parte del discurso, El texto inicia con la frase “la gente murmuraba…”, esto nos hace referencia al camino del pueblo por el desierto, en el Éxodo, puesto que ante la gran cantidad de peligros y dificultades que debió afrontar, nos dice el autor sagrado que el pueblo “murmuraba contra Dios y contra Moisés” por haberlos sacado de Egipto.
Entonces, el hecho de que las personas se resistieran a reconocer a Jesús como el pan vivo bajado del cielo, es tomado como una forma de murmuración contra el nuevo Moisés. Jesús declara la meta de este nuevo éxodo: “quien crea en mí tendrá vida eterna” y esto se alcanzará en la medida que cada persona decida establecer una relación íntima de participación con Cristo, asumirlo como “el pan de vida”.
Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a su fiesta (19 al 27 de agosto)
Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
Oración inicial para todos los días.
Peregrino y enfermo, vuelvo a Ti, Dios mío, cansado de peregrinar fuera de Ti, y agobiado por el grave peso de mis males. Lo he visto; lo he experimentado: lejos de Ti no hay abrigo, ni hartura, ni descanso, ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.
Heme, pues, aquí, desnudo y hambriento y miserable, ¡oh Dios de mi salud!
Ábreme las deseadas puertas de tu casa; perdóname; recíbeme; sáname de todas mis enfermedades; úngeme con el óleo de tu gracia, y dame el ósculo de paz que prometiste al pecador contrito y humillado.
¿A quién, sino a Ti, clamaré, desde el profundo abismo de mis males, oh Dios mío y Misericordia mía?
Como el ciervo herido desea la corriente de las aguas, así mi alma corre a Ti, sedienta de tu amor, y desea tu rostro amabilísimo.
¡Oh Verdad! ¡Oh Belleza infinitamente amable de Dios! ¡ Cuán tarde te amé!, ¡cuán tarde te conocí! y ¡cuán desdichado fue el tiempo en que no te amé ni conocí!
Mis delitos me han envejecido; mis culpas me han afeado; mis iniquidades han sobrepujado, como las olas del mar, por encima de mi cabeza.
¡Quién me diera, Dios mío, un amor infinito para amarte, y un dolor infinito para arrepentirme del tiempo en que no te amé corno debía!
Mas, al fin, te amo y te conozco, Bien sumo y Verdad suma, y con la luz que Tú me das me conozco y me aborrezco, pues yo he sido el principio y la causa toda de mis males.
¡Conózcate yo, Dios mío, de modo que te ame y no te pierda!
¡Conózcame a mí, de suerte que sepa aborrecerme y no me busque vanamente en cosa alguna!
¡Amete yo, mi Dios, y suma Riqueza de mi alma, de modo que merezca poseerte! ¡Y aborrézcame a mí de modo tal que me vea libre de la gran miseria de mí mismo!
¡Muera yo a mí, que soy causa de mi muerte, para no morir con muerte sempiterna! ¡Y viva yo para Ti, Dios mío y Vida mía, de modo que Tú seas mi verdadera vida y mi salud perfecta para siempre! Amén.
Rezar la oración correspondiente al día:
Oración final para todos los días.
Gloríosísimo Padre San Agustín, Doctor sapientísimo de la gracia, Custodio fidelísimo de la fe, Patriarca dichosísimo de la gran familia agustiniana y de tantas familias religiosas que abrazaron vuestra apostólica Regla, como amplísimo camino de perfección y santidad! Acordaos, en la abundancia de vuestra gloria y en las eternas alegrías de la patria, de los que todavía gemimos en la tribulación y en el destierro; no os olvidéis en vuestro corazón, lleno ya de los deleites de Dios, de los hijos, de los amigos, de los pecadores, que os llaman y buscan como a Padre, como a Amigo. como a poderoso Mediador ante el Dios de las misericordias y de las justicias sempiternas.
¡Volver a tratar de la santidad con el impío, de la justicia con el injusto, del orden y de la paz con los que imperan y gobiernan, del salario de la eternidad con los obreros del tiempo, del gozo y de la posesión del sumo Bien con todos los hijos del dolor y del trabajo.
¡Vuelva a caer sobre la tierra el rocío de vuestra palabra!
¡Vuelvan a florecer las soledades y los claustros de la santidad de vuestros monjes y de vuestras vírgenes!
¡Vuelva, como en días de triunfo, a respirar con alegría la militante Iglesia bajo la sombra de vuestro báculo!
Padre y Pastor amantísimo, que no queríais vuestra salvación sino salvando a vuestro pueblo: no os olvidéis ahora, que estáis en el lugar seguro, de los que nos hallamos todavía en medio de la batalla y del peligro; cobijadnos a todos bajo las alas de vuestra caridad y vuestro celo; guardadnos a todos en el redil del Divino Pastor, Cristo; conducidnos por la senda dichosa de su Ley, y llevadnos con vos a los eternos pasos de su gloria, donde juntamente con vos le veamos en la inefable compañía del Padre y del Espíritu Santo, y Él sea nuestro Dios, y nosotros seamos su pueblo por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA PRIMERO
Comenzar con la oración de todos los días.
Vocación divina.
Gloriosísimo Padre San Agustín, que por divina dispensación fuisteis llamado de las tinieblas de la gentilidad y de los caminos del error y de la culpa a la admirable luz del Evangelio y a los rectísimos caminos de la gracia y de la justificación para ser ante los hombres vaso de predilección divina y brillar en días calamitosos para la Iglesia, como estrella de la mañana entre las tinieblas de la noche: alcanzadnos del Dios de toda consolación y misericordia el ser llamados y predestinados, como Vos lo fuisteis, a la vida de la gracia y a la gracia de la eterna vida, donde juntamente con Vos cantemos las misericordias del Señor y gocemos la suerte de los elegidos por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA SEGUNDO
Comenzar con la oración de todos los días.
Conversión a Dios.
Gloriosísimo Padre San Agustín, que en la hora dichosa de vuestra conversión a Dios fuisteis iluminado de tal modo por la luz de la verdad divinamente revelada, que en vuestra inteligencia no quedó lugar alguno para las tinieblas que la oscurecían, ni en vuestro corazón escoria alguna de los amores de la tierra, y en aquel punto quedasteis hecho Doctor y Maestro de una ciencia divina que antes no comprendíais, y antorcha resplandeciente de una caridad tan nueva y tan divina que os hizo aborrecer todo lo que antes amabais: alcanzadnos del Dios de toda piedad y misericordia la gracia de convertirnos a Él de tal manera que no habite jamás en nosotros la ceguedad y corrupción del hombre viejo, y seamos vestidos totalmente de luz y de la gracia del nuevo Adán, Jesucristo Señor nuestro, el cual sea nuestra vida y nuestro amor por los siglos de los siglos. Amén
Meditemos unos instantes y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA TERCERO
Comenzar con la oración de todos los días.
Perseverancia.
Gloriosísimo Padre San Agustín, que desde el día dichoso de vuestra conversión supisteis ya correr y saltar con alegría por los caminos del temor del Señor, sin desfallecer jamás, ni volver los ojos a las antiguas sendas de vuestra juventud, porque en la escuela de aquel santo temor aprendisteis la sabiduría, la disciplina, la justicia y la equidad, que fueron corona de gracias para vuestra cabeza y collar de perlas preciosas para vuestro cuello: alcanzádnos del Dios de toda providencia y sabiduría aquella sagacidad que hace sabios a los niños, y aquel entendimiento que da prudencia a los adultos, para que sepamos volar en pos de vuestros altísimos ejemplos, como en pos del águila sus hijuelos, hasta conseguir, como Vos, el premio de los que vencen y la corona de los que triunfan en Jesucristo Nuestro Señor por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA CUARTO
Comenzar con la oración de todos los días.
Castidad.
Gloriosísimo Padre San Agustín, que, desde el día en que felizmente rompisteis las cadenas de la antigua servidumbre del pecado, de tal modo os consagrasteis a Dios y al estudio de la verdadera sabiduría, que no quisisteis otra esposa que la excelsa virtud de la castidad, y en ella supisteis encontrar la vena del contento y de la alegría de vuestro corazón, aborreciendo para siempre las turbias y corrompidas aguas de las cisternas de la tierra: alcanzadnos del Dios poderoso de las virtudes la gracia de saber desatarnos de todo vínculo, no santo, de carne y sangre, de modo que permanezcamos libres, puros y castos, como ángeles de Dios, sobre la tierra, para que seamos dignos, un día, de alcanzar, como vos, el premio de los limpios de corazón, que es ver a Dios, cara a cara, entre los increados resplandores de su gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA QUINTO
Comenzar con la oración de todos los días.
Pobreza
Gloriosísimo Padre San Agustín, que, al sumergiros en las aguas purificadoras del Bautismo, de tal modo os desnudasteis, en aquel instante, del afecto a las cosas de la tierra, que ya no pensasteis sino en abrazaros con la apostólica virtud de la pobreza, y no contento con abrazarla vos y practicarla, con la increíble estimación de su hermosura, la persuadisteis a muchos y sobre ella fundasteis el edificio inmenso de vuestra admirable y Santa Religión: alcanzadnos, del Dios que os inspiró tanto amor a la perfectísima pobreza, la gracia de vivir y morir, como verdaderos pobres de Cristo, desposeídos de todo apego a las cosas perecederas de acá abajo, y fijo siempre el corazón y el pensamiento en los bienes eternos de allá arriba, para que, libres del peso inútil de aquellas, merezcamos, como vos, la posesión dichosa de éstos por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración final para todos los días.
DIA SEXTO
Comenzar con la oración de todos los días.
Obediencia
Gloriosísimo Padre San Agustín, que, desde el día para siempre memorable en que os incorporasteis a la Iglesia de Cristo, de tal modo reconocisteis su divina autoridad sobre los hombres, que confesabais no poder ser hijo de la Fe si no lo fuerais antes de la Iglesia, y con la palabra y el ejemplo confirmasteis a los fieles en la universal y absoluta sumisión a la cátedra de San Pedro: alcanzadnos, del Dios que se hizo a sí mismo obediente hasta la muerte, la gracia de no separarnos jamás de la unidad santa de su Iglesia y de rendir nuestro juicio y voluntad a los Prelados que en nombre de la Iglesia nos gobiernen, con aquella docilidad que es puerta infalible de la eterna vida, a fin de que merezcamos, un día, las victorias de los que dignamente obedecen y la gloria inmarcesible de los que sabiamente se humillan por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA SÉPTIMO
Comenzar con la oración de todos los días.
Humildad
Gloriosísimo Padre San Agustín, que, desde la cumbre misma de la santidad, y rodeado de los esplendores de la dignidad altísima de que os hallabais investido en la Iglesia de Dios, no os olvidasteis de mirar al abismo de la humana fragilidad y miseria, y, embriagado del vino generoso de la compunción por los pasados extravíos de vuestra juventud, los confesasteis a la faz del mundo, para vuestra humillación y justísima alabanza y glorificación de la gracia y de las grandes misericordias del Señor: alcanzadnos del Dios justísimo y misericordiosísimo, que abate hasta el infierno a los soberbios y ensalza hasta su gloria a los humildes, la gracia de adorar con reverencia sus tremendos juicios, reconociendo con verdadera luz nuestros pecados, y confesando con amor sus divinas misericordias, para que, libres de la confusión e ignominia de los soberbios. merezcamos, un día, ser ensalzados como los humildes, entre los verdaderos hijos de Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA OCTAVO
Comenzar con la oración de todos los días.
Santidad
Gloriosísimo Padre San Agustín, «bello sol» entre los Doctores de la Iglesia; «luna llena» entre los sabios de todos los tiempos, que de vos toman la lumbre de la sabiduría; «alto ciprés» entre los confesores, por vuestra magnanimidad y fortaleza; «fresco y fragantísimo lirio» entre los castos e inocentes, que no habéis manchado nunca la blanca estola del Bautismo que una vez recibisteis; «árbol de oloroso incienso» por la devoción y contemplación con que penetrasteis los misterios divinos; «arco iris» de paz entre Dios y los hombres en días calamitosos y terribles para todo el mundo; «hermosísima palmera, rodeada de renuevos y cargada de preciosísimos racimos», como Padre y Patriarca de una gran familia de monjes y de vírgenes; «rico vaso de oro, guarnecido de piedras preciosas», porque resplandecéis entre los Santos por la hermosura y variedad de vuestras virtudes y por el brillo de vuestra caridad indeficiente: alcanzadnos del Dios tres veces Santo y Amador de toda santidad la gracia de ser, a semejanza vuestra, sabios en la doctrina, magnánimos en la fortaleza, inmaculados en las costumbres, amantes de la oración y del retiro, pacíficos con todos nuestros hermanos, resplandecientes con la luz del buen ejemplo, y en toda virtud ricos, llenos y perfectos, conforme a nuestra vocación y estado, de modo que merezcamos, algún día, estar en donde vos estáis y reinar con vos entre los santos por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA NOVENO
Comenzar con la oración de todos los días.
Celo
Gloriosísimo Padre San Agustín, celosísimo defensor de la honra del Altísimo, que, inflamado en la llama de un celo abrasador y divino, quitasteis de la tierra las abominaciones de la impiedad; procurasteis de mil modos la salud de todas las gentes, y velasteis por la gloria del Señor, por el decoro de su templo y la santidad de sus sacerdotes: alcanzadnos del Dios santísimo y celosísimo de la gloria de su nombre, y que tiene por nombre «fuego abrasador», que se digne encender en nuestros corazones aquel sagrado fuego que abrasaba el vuestro, a fin de que arda siempre en nosotros aquel celo que purifica y no destruye, que corrige y no afrenta, que todo lo repara y edifica, mas nunca se envanece con el triunfo, porque da toda la gloria a solo Dios, a quien solamente se debe y a quien sea todo honor y toda la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración final para todos los días.