Dicen pero no hacen

Católicos enganchados al móvil

La tecnología ejerce una poderosa atracción, nos dispersa y es un gran peligro para la vida espiritual

El gran poder de atracción que ejerce la tecnología y la adicción a los smartphones, tablets, redes sociales etc. son hechos evidentes en la sociedad postmoderna del siglo XXI. No es sólo cosa de adolescentes, muchos adultos son cada vez más adictos. Y de este apego y dependencia del móvil no están eximidos los católicos, ni quiera en los grupos más piadosos o incluso hasta en personas de mucha oración. Un servidor también entona el mea culpa por haberse dejado seducir por las redes de la redes. Al percatarme de los efectos nocivos de esta adicción, hice el firme propósito de usar el móvil lo estrictamente necesario. Y por supuesto de apagarlo en la iglesia, de no perder el tiempo en trivialidades, aunque la tentación siempre está ahí.

El demonio suele camuflarse bajo la capa del bien. A través del facebook se puede realizar mucho apostolado, contactar con personas alejadas de Dios, difundir excelentes videos, óptimos artículos…El whatsapp puede ser un canal eficaz para solicitar oraciones, para convocar vigilias de oración, para organizar actos de desagravio….Muchas órdenes religiosas y un buen número de sacerdotes usan estos medios modernos. Es ciertamente difícil el uso moderado de ellos y el recto orden. En cambio que fácil es engancharse y permanecer disperso todo el día, perder el tiempo, cuando no ponerse en ocasión de pecado. Y lo digo por propia experiencia. El que esté libre de las tentaciones informáticas que tire la primera piedra virtual.

Es muy desedificante observar a personas con el móvil en la Iglesia. Se esconden en los últimos bancos para chatear a hurtadillas. Es muy triste que suene el móvil en medio de la Santa Misa. A veces incluso tienen la desfachatez de contestar la llamada. Llevo tiempo fijándome y es una plaga cada vez más común. Todo esto contribuye a la pérdida del sentido de lo sagrado. ¿Cómo vamos a hacer oración si no podemos estar 10 minutos sin mirar el móvil? ¿Qué respeto tenemos a la presencia real de Cristo si miramos el móvil en la capilla como si nada?

Por eso la consigna es muy clara. Hay que cortar de raíz con esta tentación. Apaguemos el móvil al entrar en la Iglesia, tengámoslo en silencio cuando hagamos oración en casa y usémoslo lo estrictamente necesario. Tenemos que discernir si nos conviene estar en tantos grupos, tener tanta prisa en responder mensajes, perder tanto tiempo en memes, que aunque algunos no sean malos, incluso simpáticos y ocurrentes, dispersan y nos alejan de nuestro fin último.

La vida es algo muy serio, vivamos con gravedad

San Ignacio de Loyola nos dice en el Principio y Fundamento de sus Ejercicios Espirituales que nuestro fin es servir, alabar y reverenciar a Dios y mediante esto salvar el alma. Y que hay que usar de las criaturas tanto en cuanto nos ayuden a este fin y no usar de ellas tanto en cuanto nos separen del mismo. Pensemos seriamente si las vanidades, los compromisos vacuos, las superficialidades etc. nos acercan o nos alejan de nuestro fin último.

Meditemos sobre el día del juicio de Dios, donde tendremos que dar cuenta de toda palabra ociosa, del tiempo perdido, de lo que hayamos escandalizado. Querido lector, aunque te cueste mucho, te pediría que por amor a Cristo hagas el gran esfuerzo de desengancharte del uso del móvil y engancharte más a Dios en el recogimiento y en el silencio interior.

Las familias en espera del Papa Francisco

En Dublín ya están casi listos para recibir al Papa Francisco que llegará mañana para participar en el Encuentro Mundial de las Familias

Por: Alessandro Gisotti | Fuente: Vatican News 

La espera ya está por concluir. Después de que hace 40 años, llegó san Juan Pablo II, un Papa regresa a Irlanda. El país que encontrará Francisco es muy diferente del que encontró Karol Wojtyla. Pesan sobre todo los recientes escándalos de los abusos contra menores, no obstante, la Iglesia irlandesa vive ahora un momento de renovación con un compromiso particular del laicado católico.

Y serán justamente los laicos los protagonistas en el Encuentro Mundial de las Familias, que desde el miércoles han dado sus testimonios de una fe viva y concreta que tiene aún la fuerza de atraer también en un contexto secularizado como el irlandés.Hay 116 países representados en el Encuentro con 35 mil presencias, de los cuales seis mil son chicos, una señal que hace esperar en un futuro mejor.

Maestro, padre y guía.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Quiero estar contigo; necesito estar a tu lado; ahora puedo estar un momento en tu presencia. Tú me lo has dado todo. Quiero pasar un tiempo, aquí y ahora, para intentar amarte un poco más, con tu gracia, sé que lo lograré.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Quién puede llegar a ser un verdadero maestro, padre o guía por sus propias fuerzas, por los propios méritos? Hay gran cantidad de personas que trasmiten con ilusión su sabiduría; podemos encontrar expertos que guían hábilmente a través de cualquier terreno, y son muchas las personas que comienzan a vivir su vocación de padres.

Las palabras que Cristo nos dirige, hoy, están cargadas de un significado que nos permite entender la grandeza de la vocación personal.

Sin importar el trabajo que hagamos, sin prestar atención al lugar en donde estemos, Cristo nos da la misión de ser guías de las personas que no tienen la luz que se nos ha regalado. Estamos llamados a ser faros de esperanza para las personas que, en medio de la oscuridad de su vida, quieren encontrar un poco de aliento y acompañamiento para atenuar su soledad.

Así, también en la medida en que llevemos al Maestro dentro, podremos enseñar y transmitir la sabiduría que sobrepasa el entendimiento puramente racional. La sabiduría del amor que se enseña y aprende principalmente en el día a día, en cada obra que hacemos con desinterés, en los propios deseos y actividades por hacer el bien en mi prójimo.

Podremos llegar a ser verdaderos padres en la medida que sepamos ser hijos del Padre. Todos estamos llamados a la paternidad, llamados a encontrar en cada hombre y mujer al hijo que se siente necesitado de compañía y consuelo.

Seamos maestros, padres y guías a imitación del Maestro, Padre y Guía.

Vive la experiencia de caminar juntos, como Pueblo de Dios, esta es la base sólida e indispensable de todo: La escuela del pueblo de Dios donde el que enseña y guía es el único Maestro y donde la dinámica es la de la escucha mutua y del intercambio de dones entre todos.

(Cf Discurso de S.S. Francisco, 10 de mayo de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy rezaré especialmente por una persona a la que le esté enseñando, guiando o acompañando y que necesite mi oración paternal.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Hipócritas o servidores

Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer 

Mateo 23, 1-12

Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí". «Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar "Directores", porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.

Reflexión
En el Evangelio de hoy, Jesús ataca una vez más a los escribas y fariseos. Invita a los suyos a hacer y cumplir lo que enseñan, pero no imitarlos en su conducta. Son críticas duras que les hace a los dirigentes espirituales de su pueblo. En concreto les echa en cara lo siguiente:

- no cumplen lo que enseñan
- imponen cargas pesadas a la gente, pero ellos ni las tocan
- quieren aparentar ante los demás
- buscan los primeros puestos y los saludos en las plazas

Discurso de Jesús para todos los tiempos.
Ahora, uno podría pensar de que estas actitudes fueron propias de esta gente y que con su muerte se acabaron. Lastimosamente no es así. Este discurso de Jesús se dirige, por eso, también los cristianos de todos los tiempos. Se dirige a las autoridades de la Iglesia y se dirige igualmente a cada uno de nosotros.

Porque los fariseos no son una categoría de personas.

Se trata, más bien, de una categoría del espíritu de una postura interior.

Es un bacilo siempre dispuesto a infectar nuestra vida religiosa.

Todos somos fariseos:
- Cuando reducimos la religión a una cuestión de practicas espirituales, a un legalismo estéril;
- Cuando pretendemos llegar a Dios dejando de lado al prójimo;
- Cuando nos preocupamos más de “parecer” que de “ser”;
- Cuando nos consideramos mejores que los demás.

Amor o hipocresía.
Toda esta plaga tiene un único y solo nombre: hipocresía. Por eso, con toda justicia, fariseísmo se ha convertido para nosotros en sinónimo de hipocresía. Y al leer estos ataques tan violentos, uno comprende que la hipocresía sea el único pecado ante el cual el Señor se haya horrorizado de verdad.

Los hipócritas tienen una “doble cara”, una vuelta hacia Dios y la otra hacia los demás. Y, sin duda, la cara que mira a Dios es horrible, espantosa.

Para Cristo, la ley no era un ídolo, sino que era un medio. Tenía la tarea de empujar al hombre hacia adelante, de ayudarle para crecer. La ley tenía que desembocar en el amor. El corazón del hombre no está hecho para la ley. Está hecho para el amor. Y una religión que no se traduzca en amor merece un solo nombre: hipocresía.

El desafío que hoy nos presenta Jesús es, entonces: amor o hipocresía. En el Evangelio de hoy lo expresa así: “Que el más grande de Uds. se haga servidor de los demás”. Porque amar significa servir. Quien ama realmente, sirve a los demás, se entrega a los hermanos.

Es la actitud de Cristo.
Toda su vida en esta tierra no fue sino un servicio permanente a los demás. Y al final entrega hasta su vida por nosotros, para liberarnos y salvarnos.

Y es también la actitud de María.
En la hora de la Anunciación se proclama la esclava del Señor. Nosotros muchas veces creemos que estamos sirviendo a Dios porque le rezamos una oración o cumplimos una promesa. Miremos a María: Ella le entrega toda su vida, para cumplir la tarea que Dios le encomienda por medio del ángel. Cambia en el acto todos sus planes y proyectos, se olvida completamente de sus propios intereses.

Lo mismo le pasa con Isabel. Sabe que su prima va a tener un hijo y parte en seguida, a pesar del largo camino de unos cien kilómetros. No busca pretextos por estar encinta y no poder arriesgar un viaje tan largo. Y se queda tres meses con ella, sirviéndola hasta el nacimiento de Juan Bautista.

Hace todo esto, porque sabe que en el Reino de Dios los primeros son los que saben convertirse en servidores de todos. Cuando el ángel le anuncia que Ella será Madre de Dios, entonces María comprende que esta vocación le exige convertirse en la primera servidora de Dios y de los hombres.

Queridos hermanos, pidámosle por eso, en esta Eucaristía, a Jesús y a María que nos regalen ese espíritu de servicio desinteresado y generoso, que ellos han vivido tan ejemplarmente. Sólo con ese espíritu podremos enfrentar los desafíos del mundo de hoy. Sólo con ese espíritu podremos ser instrumentos aptos para construir un mundo nuevo. ¡Qué así sea!

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Luis IX, Santo

Rey de Francia

Martirologio Romano: San Luis IX, rey de Francia, que, tanto en tiempo de paz como durante la guerra para defensa de los cristianos, se distinguió por su fe activa, su justicia en el gobierno, el amor a los pobres y la paciencia en las situaciones adversas. Tuvo once hijos en su matrimonio, a los que educó de una manera inmejorable y piadosa, y gastó sus bienes, fuerzas y su misma vida en la adoración de la Cruz, la Corona y el sepulcro del Señor, hasta que, contagiado de peste, murió en el campamento de Túnez, en la costa de África del Norte (1270).

Etimología: Luis = guerrero ilustre. Viene de la lengua alemana.

Fecha de canonización: El Papa Bonifacio VIII lo canonizo en el año 1297

Breve Biografía

San Luis, rey de Francia, es, ante todo, una Santo cuya figura angélica impresionaba a todos con sólo su presencia. Vive en una época de grandes heroísmos cristianos, que él supo aprovechar en medio de los esplendores de la corte para ser un dechado perfecto de todas las virtudes.

Nace en Poissy el 25 de abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su padre, Luis VIII, es coronado rey de los franceses bajo la regencia de su madre, la española Doña Blanca de Castilla. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra, para santos y fieles discípulos del Señor. Las madres, las dos princesas hijas del rey Alfonso VIII de Castilla, y los hijos, los santos reyes San Luis y San Fernando.

En medio de las dificultades de la regencia supo Doña Blanca infundir en el tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde, pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. «Hijo -le venía diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».

Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX, el 5 de abril de 1234. Ya rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza. Ella sería la compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los peldaños de la santidad.

En lo humano, el reinado de San Luis se tiene como uno de los más ejemplares y completos de la historia. Su obra favorita, las Cruzadas, son una muestra de su ideal de caballero cristiano, llevado hasta las últimas consecuencias del sacrificio y de la abnegación. Por otra parte, tanto en la política interior como en la exterior San Luis ajustó su conducta a las normas más estrictas de la moral cristiana. Tenía la noción de que el gobierno es más un deber que un derecho; de aquí que todas sus actividades obedecieran solamente a esta idea: el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus súbditos.

Desde el principio de su reinado San Luis lucha para que haya paz entre todos, pueblos y nobleza. Todos los días administra justicia personalmente, atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. Desde 1247 comisiones especiales fueron encargadas de recorrer el país con objeto de enterarse de las más pequeñas diferencias. Como resultado de tales informaciones fueron las grandes ordenanzas de 1254, que establecieron un compendio de obligaciones para todos los súbditos del reino.

El reflejo de estas ideas, tanto en Francia como en los países vecinos, dio a San Luis fama de bueno y justiciero, y a él recurrían a veces en demanda de ayuda y de consejo. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y de Raimundo de Tolosa, a los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra. San Luis combate contra ellos y derrota a los ingleses en Saintes (22 de julio de 1242). Cuando llegó la hora de dictar condiciones de paz el vencedor desplegó su caridad y misericordia. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus privilegios y posesiones.

Si esto hizo con los suyos, aún extremó más su generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento garantizara mejor la paz entre los dos Estados.

Padre de su pueblo y sembrador de paz y de justicia, serán los títulos que más han de brillar en la corona humana de San Luis, rey. Exquisito en su trato, éste lo extiende, sobre todo, en sus relaciones con el Papa y con la Iglesia. Cuando por Europa arreciaba la lucha entre el emperador Federico II y el Papa por causa de las investiduras y regalías, San Luis asume el papel de mediador, defendiendo en las situaciones más difíciles a la Iglesia. En su reino apoya siempre sus intereses, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que se entregaban algunos clérigos, coordinando de este modo los derechos que como rey tenía sobre su pueblo con los deberes de fiel cristiano, devoto de la Silla de San Pedro y de la Jerarquía. Para hacer más eficaz el progreso de la religión en sus Estados se dedica a proteger las iglesias y los sacerdotes. Lucha denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y hace por que desaparezca la herejía entre los fieles, para lo que implanta la Inquisición romana, favoreciéndola con sus leyes y decisiones.

Personalmente da un gran ejemplo de piedad y devoción ante su pueblo en las fiestas y ceremonias religiosas. En este sentido fueron muy celebradas las grandes solemnidades que llevó a cabo, en ocasión de recibir en su palacio la corona de espinas, que con su propio dinero había desempeñado del poder de los venecianos, que de este modo la habían conseguido del empobrecido emperador del Imperio griego, Balduino II.

En 1238 la hace llevar con toda pompa a París y construye para ella, en su propio palacio, una esplendorosa capilla, que de entonces tomó el nombre de Capilla Santa, a la que fue adornando después con una serie de valiosas reliquias entre las que sobresalen una buena porción del santo madero de la cruz y el hierro de la lanza con que fue atravesado el costado del Señor.

A todo ello añadía nuestro Santo una vida admirable de penitencia y de sacrificios. Tenía una predilección especial para los pobres y desamparados, a quienes sentaba muchas veces a su mesa, les daba él mismo la comida y les lavaba con frecuencia los pies, a semejanza del Maestro. Por su cuenta recorre los hospitales y reparte limosnas, se viste de cilicio y castiga su cuerpo con duros cilicios y disciplinas. Se pasa grandes ratos en la oración, y en este espíritu, como antes hiciera con él su madre, Doña Blanca, va educando también a sus hijos, cumpliendo de modo admirable sus deberes de padre, de rey y de cristiano.

Sólo le quedaba a San Luis testimoniar de un modo público y solemne el gran amor que tenía para con nuestro Señor, y esto le impulsa a alistarse en una de aquellas Cruzadas, llenas de fe y de heroísmo, donde los cristianos de entonces iban a luchar por su Dios contra sus enemigos, con ocasión de rescatar los Santos Lugares de Jerusalén. A San Luis le cabe la gloria de haber dirigido las dos últimas Cruzadas en unos años en que ya había decaído mucho el sentido noble de estas empresas, y que él vigoriza de nuevo dándoles el sello primitivo de la cruz y del sacrificio.

En un tiempo en que estaban muy apurados los cristianos del Oriente el papa Inocencio IV tuvo la suerte de ver en Francia al mejor de los reyes, en quien podía confiar para organizar en su socorro una nueva empresa. San Luis, que tenía pena de no amar bastante a Cristo crucificado y de no sufrir bastante por Él, se muestra cuando le llega la hora, como un magnífico soldado de su causa. Desde este momento va a vivir siempre con la vista clavada en el Santo Sepulcro, y morirá murmurando: «Jerusalén».

En cuanto a los anteriores esfuerzos para rescatar los Santos Lugares, había fracasado, o poco menos, la Cruzada de Teobaldo IV, conde de Champagne y rey de Navarra, emprendida en 1239-1240. Tampoco la de Ricardo de Cornuailles, en 1240-1241, había obtenido otra cosa que la liberación de algunos centenares de prisioneros.

Ante la invasión de los mogoles, unos 10.000 kharezmitas vinieron a ponerse al servicio del sultán de Egipto y en septiembre de 1244 arrebataron la ciudad de Jerusalén a los cristianos. Conmovido el papa Inocencio IV, exhortó a los reyes y pueblos en el concilio de Lyón a tomar la cruz, pero sólo el monarca francés escuchó la voz del Vicario de Cristo.

Luis IX, lleno de fe, se entrevista con el Papa en Cluny (noviembre de 1245) y, mientras Inocencio IV envía embajadas de paz a los tártaros mogoles, el rey apresta una buena flota contra los turcos. El 12 de junio de 1248 sale de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen 40.000 hombres y 2.800 caballos.

El 17 de septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los cruzados. Allí pasan el invierno, pero pronto les atacan la peste y demás enfermedades. El 15 de mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. «Con el escudo al cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua hasta el sobaco», San Luis, saltando de la nave, arremetió contra los sarracenos. Pronto era dueño de Damieta (7 de junio de 1249). El sultán propone la paz, pero el santo rey no se la concede, aconsejado de sus hermanos. En Damieta espera el ejército durante seis meses, mientras se les van uniendo nuevos refuerzos, y al fin, en vez de atacar a Alejandría, se decide a internarse más al interior para avanzar contra El Cairo. La vanguardia, mandada por el conde Roberto de Artois, se adelanta temerariamente por las calles de un pueblecillo llamado Mansurah, siendo aniquilada casi totalmente, muriendo allí mismo el hermano de San Luis (8 de febrero de 1250). El rey tuvo que reaccionar fuertemente y al fin logra vencer en duros encuentros a los infieles.

Pero éstos se habían apoderado de los caminos y de los canales en el delta del Nilo, y cuando el ejército, atacado del escorbuto, del hambre y de las continuas incursiones del enemigo, decidió, por fin, retirarse otra vez a Damieta, se vio sorprendido por los sarracenos, que degollaron a muchísimos cristianos, cogiendo preso al mismo rey, a su hermano Carlos de Anjou, a Alfonso de Poitiers y a los principales caballeros (6 de abril).

Era la ocasión para mostrar el gran temple de alma de San Luis. En medio de su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una suprema resignación. Hasta sus mismos enemigos le admiran y no pueden menos de tratarle con deferencia. Obtenida poco después la libertad, que con harta pena para el Santo llevaba consigo la renuncia de Damieta, San Luis desembarca en San Juan de Acre con el resto de su ejército. Cuatro años se quedó en Palestina fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando con profunda piedad y devoción a los Santos Lugares de Nazaret, Monte Tabor y Caná. Sólo en 1254, cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.

A su vuelta es recibido con amor y devoción por su pueblo. Sigue administrando justicia por sí mismo, hace desaparecer los combates judiciarios, persigue el duelo y favorece cada vez más a la Iglesia. Sigue teniendo un interés especial por los religiosos, especialmente por los franciscanos y dominicos. Conversa con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, visita los monasterios y no pocas veces hace en ellos oración, como un monje más de la casa.

Sin embargo, la idea de Jerusalén seguía permaneciendo viva en el corazón y en el ideal del Santo. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa, pocas esperanzas les iban quedando ya a los cristianos de Oriente. Los mamelucos les molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. Por si fuera poco, en 1261 había caído a su vez el Imperio Latino, que años antes fundaran los occidentales en Constantinopla. En Palestina dominaba entonces el feroz Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con los cristianos. El papa Clemente IV instaba por una nueva Cruzada. Y de nuevo San Luis, ayudado esta vez por su hermano, el rey de Sicilia, Carlos de Anjou, el rey Teobaldo II de Navarra, por su otro hermano Roberto de Artois, sus tres hijos y gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los infieles.

En esta ocasión, en vez de dirigirse directamente al Oriente, las naves hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. Tal vez obedeciera esto a ciertas noticias que habían llegado a oídos del Santo de parte de algunos misioneros de aquellas tierras. En un convento de dominicos de Túnez parece que éstos mantenían buenas relaciones con el sultán, el cual hizo saber a San Luis que estaba dispuesto a recibir la fe cristiana. El Santo llegó a confiarse de estas promesas, esperando encontrar con ello una ayuda valiosa para el avance que proyectaba hacer hacia Egipto y Palestina.

Pero todo iba a quedar en un lamentable engaño que iba a ser fatal para el ejército del rey. El 4 de julio de 1270 zarpó la flota de Aguas Muertas y el 17 se apoderaba San Luis de la antigua Cartago y de su castillo. Sólo entonces empezaron los ataques violentos de los sarracenos.

El mayor enemigo fue la peste, ocasionada por el calor, la putrefacción del agua y de los alimentos. Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles. El 3 de agosto muere el segundo hijo del rey, Juan Tristán, cuatro días más tarde el legado pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo San Luis, que, como siempre, se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de reinado.
Pocas horas más tarde arribaban las naves de Carlos de Anjou, que asumió la dirección de la empresa. El cuerpo del santo rey fue trasladado primeramente a Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio, de París. Desde este momento iba a servir de grande veneración y piedad para todo su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1297, era solemnemente canonizado por Su Santidad el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).

EL GOBIERNO IRLANDÉS DICE QUE LA VISITA DE BERGOGLIO PROVOCA "EMOCIONES ENCONTRADAS"
Francisco aterriza en Irlanda: "Me gusta estar entre las familias y estoy muy contento"

El Papa afirma tener un "bello recuerdo" del país de cuando estuvo hace 38 años para practicar inglés

El Papa saluda al arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, a su llegada a IrlandaRD

Ministro de Sanidad irlandés: "Cualquiera que sea tu punto de vista, confiemos en que pueda comenzar durante este fin de semana el proceso de reconciliación y recuperación"

(C.D./EFE).- Con saludos personales a los 71 periodistas que le acompañaban a bordo del avión papal -incluido a uno que acababa esta mañana de enterarse de que se ha convertido en abuelo- y con un "bello recuerdo" que "le toca el corazón" de los tres meses que pasó en Irlanda hace 38 años aprendiendo inglés. Así es como el Papa Francisco ha empezado hoy su 24 viaje apostólico para el Encuentro Mundial de las Familias de Dublín. "Me gusta estar entre las familias y estoy muy contento", ha afirmado el pontífice.

Tras haber sido recibido en la pista de aterrizaje en Dublín por el vice-primer ministro irlandés, Simon Coveney, y por algunos de los obispos irlandeses -entre ellos, el arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin- Francisco se dirige en estos momentos hacia la bienvenida oficial en el palacio presidencial.

El primer acto de este viaje a Irlanda será la ceremonia en el "Aras An Uachatarain", el palacio presidencial irlandés donde el pontífice se reunirá con el presidente, Michael Higgins.

Después pronunciará su primer discurso en el Castillo de Dublín ante las autoridades y representantes del cuerpo diplomático y el primer ministro, Leo Varadkar.

El Papa, hoy, con el vice-primer ministro irlandés, Simon CoveneyEl Gobierno irlandés dice que la visita del Bergoglio provoca "emociones encontradas"

Mientras tanto, el ministro irlandés de Sanidad, el democristiano Simon Harris, afirmó hoy que la visita del papa Francisco a este país provoca "emociones encontradas" entre la ciudadanía.

El pontífice inicia hoy un viaje de dos días a Dublín para participar en el IX Encuentro Mundial de Familias, pero también se reunirá con el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, quien ha subrayado que le pedirá colaboración para aclarar todos los casos de abusos cometidos por el clero en este país.

"Un fin de semana de emociones encontradas. Para muchos es emocionante, para otros conlleva dolor", escribió el titular de Sanidad en su cuenta de Twitter.

Harris ha sido uno de los impulsores del plan de reforma de la ley del aborto, una de las más restrictivas de Europa que, no obstante, será suavizada después de que la mayoría del electorado irlandés votara a favor de esa medida en el referéndum del pasado mayo, en contra de las recomendaciones de la Iglesia.

"Cualquiera que sea tu punto de vista, confiemos en que pueda comenzar durante este fin de semana el proceso de reconciliación y recuperación, en que avance el viaje hacia la justicia en un país que respeta la libertad religiosa y de elección", señaló el ministro de Sanidad.

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