Mientras el novio está con ellos

¿Eres humilde?

20 señales te ayudarán a descubrirlo

Un autor católico decidió crear un listado para ayudar a los fieles en su camino hacia la santidad, identificando aquellas señales de falta de humildad que alejan al hombre de Dios.

Inspirado en las reflexiones de los santos, Angelo Stagnaro presenta su lista en un artículo publicado en el National Catholic Register, y recuerda que “nada destruye el crecimiento espiritual como un odioso caso de narcisismo” y que “Jesús es el mejor ejemplo para los cristianos que buscan seguir humildemente el plan de Dios para su vida”.

“La humildad es la virtud de dejar de lado nuestro orgullo, vanidad, narcisismo y arrogancia. Así como algunos dicen que el orgullo es la principal raíz de los siete pecados capitales, la humildad es su cura”, aseguró.

Aquí la lista con las 20 señales para detectar la falta de humildad. Las 12 primeras han sido tomadas del libro “Surco” de San Josemaría Escrivá.

1. Pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás.
2. Querer salirte siempre con la tuya.
3. Disputar sin razón o —cuando la tienes— insistir con tozudez y de mala manera.
4. Dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad.
5. Despreciar el punto de vista de los demás.
6. No mirar todos tus dones y cualidades como prestados.
7. Excusarte cuando se te reprende.
8. Oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti.
9. Dolerte de que otros sean más estimados que tú.
10. Negarte a desempeñar oficios inferiores.
11. Insinuar palabras de alabanza hacia uno mismo o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional.
12. Avergonzarte porque careces de ciertos bienes.
13. No estar dispuesto a admitir el error o la derrota.
14. Creer que no es necesario arrepentirse de los pecados del pasado y del presente.
15. Olvidar, a veces intencionalmente, que Dios ama a todos los seres humanos por igual.
16. Insistir en tener la última palabra.
17 .Estar más preocupado por tus propios sentimientos que por los de los demás.
18. Negarse a perdonar a los demás.
19. Mentir para obtener un beneficio.
20. Presumir de la “gran fortuna” obtenida en la vida.

¿Cómo me debo vestir para ir a Misa?

Era domingo por la tarde y me dirigía a Misa, al entrar a mi parroquia observé cómo una señora encargada de la liturgia reprochaba a una joven sobre el modo de vestir con el que acudía esa tarde al templo. La joven, por su parte, alegaba que a Dios no le importaban esos detalles, que Él miraba su corazón y la amaba, más allá de las apariencias. No puedo estar más de acuerdo contigo, le dijo la señora. Pero, también le dijo: pero no olvides que demostramos lo que hay en nuestro corazón con la manera en que vestimos. La joven, se quedó callada.

Quedé sorprendido por la respuesta de esta señora, pues tenía razón. Tantas personas que acuden cada domingo a Misa sin guardar un poco de respeto por la casa del Señor. Muchos son los que acuden con shorts, minifaldas, escotes pronunciados, gorras o, incluso, en chanclas, como si se tratara de una reunión sin importancia.

Me ha tocado ver en algunas parroquias anuncios que antes de entrar, recuerdan a los fieles que es la casa de Dios y, por lo tanto, se debe ingresar a ella adecuadamente vestidos. Pero pareciera que no muchos ponen atención a este recordatorio.

Dice El santo cura de Ars, San Juan María Vianney: “Sí supiéramos el valor del Santo Sacrificio de la Misa, qué esfuerzo tan grande haríamos por asistir a ella”. Y yo añadiría: asistir a ella “apropiadamente vestidos.” Y es que participar de la celebración eucarística no es para menos, es el acto más importante en la vida del católico.

Dios mismo se hace presente entre nosotros. El creador de cielo y tierra, nuestro Padre, baja del firmamento para convertirse en pan, alimento de vida. Y no sólo nosotros participamos de este momento, sino que también, junto con los ángeles y santos, somos testigos de este gran milagro único. Por lo tanto, ¿Sería correcto participar de este momento en short y chanclas? ¿No vale la pena vestirse bien por aquel que nos ha dado todo?

Un joven que tiene su primera cita de amor, acude bien bañado y bien vestido para así demostrarle a la chica lo mucho que le interesa, pues de lo contrario, si decide presentarse con chanclas y short,  daría muestras de un poco o nulo interés. Igualmente, cuando acudimos a una fiesta o evento social, procuramos ir lo más presentables posible, nos gusta vernos bien. Además, de no acudir así, podríamos ser motivo de críticas y señalamientos. Y qué decir de una entrevista de trabajo. Mucho tiene que ver el cuidado que tengas en tu presentación personal para que decidan contratarte o no.

En consecuencia, si podemos vestir bien para ir a una fiesta o a un evento social, en definitiva también podríamos hacerlo para acudir a la casa de Dios. Y es que, nuestra forma de vestir, dice mucho de la estima que tenemos por los demás y por la que guardamos de nosotros mismos. Del mismo modo, cuando acudimos a Misa de tal o cual modo de vestir, demostramos cuánto aprecio y respeto guardamos a Dios y a nuestra relación con Él.

Con esto, no intento establecer un reglamento de cómo vestir para ir a Misa, sino que sólo quiero invitarte a que reflexiones en qué y cuánto amor guardas a Dios y se lo expresas en tu forma de vestir. Pues en definitiva, Él mira nuestro corazón y nos ama, pero ese amor se muestra también con actos externos.

Regina, Santa

Mártir, 7 de septiembre

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: En Alesia, en el territorio de los eduos, en la Galia, santa Regina, mártir (s. inc.).

Breve Biografía

Hija de un ciudadano pagano de Alise, en Borgoña, la santa -cuya madre falleció al dar la luz- fue entregada a una nodriza que era cristiana y que la educó en la fe. Su belleza atrajo las miradas del prefecto Olybrius, quien, al saber que era de noble linaje, quiso casarse con ella, pero ella se negó a aceptarlo y no quiso atender los discursos de su padre, quien trataba de convencerla para que se casara con un hombre tan rico.-

Ante su obstinación, su padre decidió encerrarla en un calabozo y, como pasaba el tiempo sin que Regina cediese, Olybrius desahogó su cólera haciendo azotar a la joven y sometiéndola a otros tormentos.-

Una de aquellas noches, recibió en su calabozo el consuelo de una visión de la cruz al tiempo que una voz le decía que su liberación estaba próxima. En el momento de la ejecución (decapitación), apareció una paloma blanquísima que causó la conversión de muchos de los presentes.

La devoción a la santa aumentó a partir del siglo VII.

Vino nuevo, odres nuevos

Santo Evangelio según San Lucas 5, 33-39. Viernes XXII de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, gracias por este momento de intimidad que podemos tener. Te agradezco por todo el amor que me has tenido al elegirme, ya desde antes de la creación del mundo para ser tu hijo, y llegar un día a gozar contigo en la eternidad. Tú conoces mi miseria y sabes cuánto necesito de tu ayuda para lograr el fin para el cual me has creado: ser feliz. Dame las gracias que necesito, en la medida en que las necesito.

Te pido que no me dejes caer en las tentaciones que el día de hoy tendré, y te suplico que acrecientes en mí el fuego de tu amor, de manera que lleve a los demás a encontrarse contigo y llegar así, todos juntos, a la felicidad eterna que nos tienes preparada. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 5, 33-39

En aquel tiempo, los fariseos y los escribas le preguntaron a Jesús: "¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oración, igual que los discípulos de los fariseos, y los tuyos, en cambio, comen y beben?".

Jesús les contestó: "¿A caso pueden ustedes obligar a los invitados a una boda a que ayunen, mientras el esposo está con ellos? Vendrá un día en que les quiten al esposo, y entonces sí ayunarán".

Les dijo también una parábola: "Nadie rompe un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque echa a perder el nuevo, y al vestido viejo no le queda el remiendo del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo revienta los odres y entonces el vino se tira y los odres se echan a perder. El vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos y así se conservan el vino y los odres. Y nadie, acabando de beber un vino añejo, acepta uno nuevo, pues dice: 'El añejo es mejor' ".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús, hoy te preguntan por qué tus discípulos no ayunan ni oran a menudo... y Tú les respondes diciéndoles que es porque el novio está con ellos. Tú eres el novio... ¡Y también estás conmigo!

Cuántas veces, Jesús, he pasado por alto tu presencia. He vivido en una Cuaresma sin Pascua, en un constante círculo de humo que no me permite alegrarme por tu presencia. Me he dejado llevar por las dificultades, por los proyectos, alegrías, lágrimas y desilusiones, olvidando que siempre, y en todo momento, has estado a mi lado. Jamás me has dejado solo y nunca lo harás.

Me das el vino que es capaz de causar la mayor alegría de mi corazón: el vino de tu presencia en mi alma. Gracias, Jesús, por este inigualable don. Dame el odre de un rostro nuevo, alegre y radiante, que sea faro para este mundo tantas veces inmerso en la tristeza y el pesimismo o en las alegrías desechables, y ayúdame a vivir de tal manera, que las personas que me vean, puedan encontrar al menos un pálido reflejo de la felicidad que Tú nos tienes preparada.

Dios continúa poniendo en circulación el "vino nuevo" de su viña, es decir, la misericordia: este es el vino nuevo de la viña del Señor: la misericordia. Hay solo un impedimento frente a la voluntad tenaz y tierna de Dios: nuestra arrogancia y nuestra presunción, ¡que se convierte en ocasiones en violencia!

(Homilía de S.S. Francisco, 8 de octubre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy buscare vivir alegre por la presencia de Jesús en mi alma.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cuando el vino se hace añejo...o agrio

Casi sin darnos cuenta, aunque los que nos rodean sí lo perciben, nos vamos tornando indiferentes, egoístas, resentidos, malhumorados... en una palabra: agrios

Cuando el vino se hace añejo su sabor adquiere su total esplendidez.

Cuando el vino se hace añejo tiene la plenitud de su madurez.

Así es el vino de nuestra vida que empezó con uvas verdes y frescas, pero poco a poco se fue almacenando en nuestro corazón, poco a poco se fue llenando el ánfora de nuestra alma y dichosos serán los que permitan que ese vino alcance los bordes y llegue a derramarse para los demás.

Ese vino son nuestras vivencias, nuestros recuerdos, nuestra valiosa experiencia de la vida. Claro-oscuro de luces y sombras. Días luminosos, si la infancia fue feliz; días de adolescencia y juventud que nos dejaron un aroma de vino dulce y perfumado y otros recuerdos que son como una copa amarga que tuvimos que beber.

Así, en toda vida humana tenemos que gustar de una serie de acontecimientos tristes y gozosos que van tejiendo la urdimbre de nuestro existir y nos dejan el poso del vino reposado, dulce y noble o el poso de una amargura vivida. Los dos van a darle cuerpo y aroma a ese vino irrepetible de nuestro vivir.

Solemos ser buenos para el tiempo de alegría y bonanza, pero generalmente no sabemos o nos cuesta mucho comportarnos a la altura de las circunstancias cuando llega el tiempo de la prueba, el tiempo del dolor o del sacrificio. Y en el fondo es una cosa natural, pues el hombre fue hecho para la felicidad, para el amor, para la plenitud. Así fuimos creados, pero el mal se interpuso entre Dios y el hombre y nos llenó de malas inclinaciones y así supimos del dolor. Por eso en nuestro peregrinar por la tierra sabemos que tenemos que amalgamar alegrías y dolores, salud y enfermedad, contrariedades y dichas, éxitos y fracasos, todo como un buen vino añejado por el tiempo para darle de beber a los demás.

Un alma que no atesora, que pasa por la vida con la vaciedad de la inmadurez y del egoísmo, nunca podrá ser la fuente donde otras almas necesitadas y sedientas puedan apagar su sed.

Pero...cuando el vino se hace agrio...

Como tantas cosas en la vida encontramos que hay una contraparte o lo que pudiera ser "la otra cara de la moneda". Pues bien, no siempre el buen vino se mejora haciéndose añejo, también el vino bueno se echa a perder, se vuelve agrio... Según vamos avanzando en edad pudiera ser que algunas de las virtudes o las bondades de carácter que poseíamos se van debilitando y por el contrario los defectos casi incipientes que aparecían en nuestra personalidad van creciendo como la mala hierba.

Casi sin darnos cuenta, aunque los que nos rodean sí lo perciben, nos vamos tornando fríos, indiferentes, egoístas, necios, resentidos, malhumorados,... en una palabra: agrios.

Pasaron los años y aquel gracejo, aquel buen humor, aquella sonrisa fácil, aquella ternura ... se fueron apagando hasta que solo de vez en cuando surgen algunos destellos de todo aquel caudal que hacía que nuestro vino fuese agradable de paladear por su sabor dulce y fresco.

¿Por qué somos así? ¿Por qué dejamos que la rutina y la falta de entusiasmo nos atrape hasta irnos despojando de todo lo que nos hacía ser gratos como personas y compañeros? En el matrimonio, hermanos, hijos, padres, nietos y amistades.
Nuestro vino hemos de servirlo cuando está fresco o cuando se añejó por los años y la experiencia. El ánfora de nuestra alma está llena de ese vino, sirvámosle antes de que se haga agrio. Porque no solo se sirven vinos añejos cuando han pasado los años, también hay vinos que saben a jóvenes, frescos y dulces. Los que están en los albores de la vida también han de cuidar que este vino no pierda su calidad y se torne insípido, ese vino con el que brindan con sus padres, sus hermanos o amigos puede volverse agrio ¡cuidado!.

Según pasan los años el caudal de nuestra existencia se torna más rico, no lo guardemos para nosotros solos, seamos generosos. Siempre encontraremos el momento preciso para dar de ese vino, que se fue añejando, pero que siempre tendrá un sabor nuevo y fresco para el que lo beba. Misión importante para los que hemos acumulado años. Si sentimos que nuestro vino ya se añejó es porque es la hora de brindar con nuestros seres queridos y amigos, es la hora de salir en el atardecer dorado, al camino para ofrecer al joven caminante un vaso de ese vino.
El vino requiere de ciertos cuidados para estar en optimas condiciones: reposo, temperatura, etcétera y así, nosotros, debemos cuidar con esmero nuestras actitudes y trato para los demás y muy especialmente para los seres que amamos y que nos rodean. Porque también es cierto que algunos dan el buen vino a los de afuera y dejan el de menor calidad y a veces el ya muy agrio, para los de la casa.
No dejemos que nuestro vino se torne agrio, renovémosle cada día.

Hoy podemos pensar qué calidad de vino estamos ofreciendo a aquellos con los que convivimos. ¿Tiene aromas de recuerdos, tiene color y calor de ternura y comprensión, tiene fuerza y energía para consolar y guiar a quién lo necesite?¿Cumple en fin, su verdadera misión, dar grato sabor a los que nos aman, conocen y tratan?.

Todo, todo nuestro empeño ha de ser día con día, ofrecer el mejor vino de nuestra existencia y nunca dejar que ese vino bueno se llegue a agriar.

¿Soy pecador?

El Papa pide acudir bien a la confesión: No como loros o como si nos maquillaran

En la Misa que presidió a primera hora de la mañana, el Papa Francisco habló de la importancia de reconocerse pecador y dio algunas claves para acudir bien al Sacramento de la Confesión.

En la capilla de la Casa Santa Marta, comentó el Evangelio de Lucas en el que Jesús pide a Pedro subir a la barca, y después de predicar, lo invita a echar las redes y se produce una pesca milagrosa.

Francisco destacó que Jesús cambia el nombre de Simón a Pedro, y “se sentía orgulloso porque de verdad amaba a Jesús”.

Recordó las palabras de Pedro que dijo: “Señor, aléjate de mí porque soy un pecador”. “Este es el primer paso decisivo de Pedro en el camino del discipulado, de discípulo de Jesús, acusarse a sí mismo: ‘soy un pecador’. El primer paso de Pedro es este y también el primer paso de cada uno de nosotros, si se quiere seguir en la vida espiritual, en la vida de Jesús, servir a Jesús, seguir a Jesús, debe ser esto, acusarse a sí mismo: sin acusarse a sí mismo no se puede caminar en la vida cristiana”.

El Papa reconoció que “no es fácil”. “Estamos muy acostumbrados a decir: ‘soy un pecador’, pero de la misma manera que decimos: ‘soy humano’ o ‘soy ciudadano italiano’. Acusarse a sí mismo es sentir la propia miseria: ‘sentirse miserable’, mísero, ante el Señor. Se trata de sentir vergüenza. Es algo que no se hace de palabra, sino con el corazón, es decir, es una experiencia concreta como cuando Pedro pide a Jesús alejarse de él pecador”.

La salvación que “nos lleva a Jesús” “no es una cosa cosmética”, remarcó. “Hay gente que vive hablando mal de los demás, acusando a los otros, y nunca piensa en sí mismo, y cuando voy a confesarme… ¿cómo me confieso?, ¿como los loros?”. “Bla, bla, bla. He hecho esto, esto…” Pero, ¿te toca el corazón lo que has hecho? Muchas veces no. Vas allí a maquillarte un poco para salir guapo. Pero no ha entrado en tu corazón completamente, porque no has dejado espacio, porque no has sido capaz de acusarte a ti mismo”.

El Obispo de Roma explicó que “una señal de que una persona no sabe, de que un cristiano no se sabe acusar a sí mismo es cuando está acostumbrado a acusar a los demás, a hablar mal de los otros, a meter sus narices en la vida de los otros”.

“Es una mala señal”, dijo. “¿Yo hago esto? Es una buena pregunta para llegar al corazón. Pidamos hoy al Señor la gracia, la gracia de encontrarnos delante a Él con este estupor que da su presencia y la gracia de sentirnos pecadores, pero concretos y decir como Pedro: ‘aléjate de mí porque soy un pecador’”.

Carta de un seminarista en defensa de la Iglesia

Iñigo de Alfonso Mustienes, seminarista de la Archidiócesis de Barcelona, envió esta carta a los medios

La Iglesia Católica está viviendo durante las últimas semanas momentos muy convulsos ante los escándalos de abusos por parte del clero, la participación de algún importante miembro de la Iglesia y el encubrimiento de otros.

Como en otras ocasiones se ha puesto el foco en el celibato como uno de los causantes de estos casos. Y así se han hecho eco distintos medios de comunicación. Para dar otra versión y ofrecer su testimonio en estos tiempos difíciles, Iñigo de Alfonso Mustienes, seminarista de la Archidiócesis de Barcelona, ha enviado una carta al director de algunos de estos medios. Y El Periódico o El País la han publicado. Esto es lo que dice:

Sobre el celibato

“Tengo 32 años y soy seminarista en Barcelona. Antes del seminario estudié Derecho y me dediqué a temas legales internacionales.

Llevamos unos años en los que se van haciendo públicos hechos asquerosos de obispos, sacerdotes y religiosos que han abusado de niños y adultos indefensos. Esos abusadores deben ser puestos, como muchos ya lo están, ante las autoridades judiciales para que recaiga sobre ellos todo el peso de las leyes. Y, por supuesto, como también se está haciendo, deben ser expulsados de los ministerios que desempeñan.

Es un error pensar que con abolir el celibato o permitir que las mujeres se puedan ordenar, como piensan algunos, se soluciona el problema. Hay muchos más abusos y violencia doméstica en un matrimonio y nadie piensa en poner celibato opcional entre los esposos, que ya lo es, según libertad de cada uno.

Yo sentí la llamada de Dios. Yo libremente escogí seguirle aceptando una decisión que sé que no se entiende. Es una vida de amor y entrega. Una vida en la que debemos ver, y para eso nos forman, a las personas que se nos encomiendan a través de la Iglesia como nuestra verdadera esposa.

Una vida de entrega que solo en la verdadera vida de piedad y entrega a los demás puede funcionar. Pero teniendo muy claro que el sacerdocio no es un derecho de nadie. Es la Iglesia quien debe discernir sobre si yo soy apto o no. Y soy yo quien debo ser 100% sincero para esta vida de entrega y de amor fraterno”.

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