“Al actuar así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser compasivo”

Francisco, en las grutas vaticanas

Agencias

Oración en las Grutas Vaticanas
El Papa rezó por los pontífices fallecidos
Este lunes recordará a los cardenales y obispos muertos el pasado año

Las Grutas Vaticanas se sitúan bajo la Basílica de San Pedro. Allí están enterrados varios papas, entre ellos, Benedicto XV , Pablo VI , Juan Pablo I , y Juan Pablo II

El Papa rezó este domingo por todos los pontífices difuntos en las Grutas Vaticanas para conmemorar el día de Todos los Santos, según ha informado la Santa Sede.

Francisco acudió desde su residencia en Casa Santa Marta a las Grutas Vaticanas para recogerse en un momento de oración, en privado y sin cámaras, en sufragio de los papas allí sepultados y de todos los difuntos. Las Grutas Vaticanas se sitúan bajo la Basílica de San Pedro. Allí están enterrados varios papas, entre ellos, Benedicto XV , Pablo VI , Juan Pablo I , y Juan Pablo II. Este lunes, el obispo de Roma celebrará una misa para recordar a todos los cardenales y obispos muertos en el transcurso del último año en la Basílica vaticana. 

Evangelio según San Lucas 14,12-14. 

Jesús dijo al que lo había invitado: "Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!". 

San Gregorio Nacianceno (c.330-390), obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia, Padre de la Iglesia Oriental. Del amor a los pobres, 4-6; PG 35, 863

“Al actuar así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser compasivo.” (Sab 12,19)

El primer mandamiento y el mayor, el fundamento de la Ley y de los profetas (Mt 22,40) es el amor que, según mi parecer, da la mayor prueba de sí mismo en el amor a los pobres, en la ternura y la compasión por el prójimo. Nada honra tanto a Dios como la misericordia porque nade se le asemeja tanto. “La justicia y el derecho sostienen su trono...” (Sal 88,15) Prefiere la misericordia al juicio (Os 6,6). Nada como la benevolencia hacia los hombres atrae tanto la benevolencia de Dios, amigo de los hombres. (Sap 1,6) Su recompensa es justa, mide con la medida de la misericordia.

Hay que abrir nuestro corazón a todos los pobres, a todos los desgraciados, sea cual fuera su sufrimiento. Este es el sentido del mandamiento que nos exhorta a “alegrarnos con los que están alegres y entristecernos con los que lloran.” (Rm 12,15) Siendo nosotros también humanos, ¿no nos conviene ser misericordiosos con nuestros semejantes?

San Martín de Porres

San Martín de Porres, religioso

San Martín de Porres, religioso de la Orden de Predicadores, hijo de un español y de una mujer de raza negra, quien, ya desde niño, a pesar de las limitaciones provenientes de su condición de hijo ilegítimo y mulato, aprendió la medicina que, después, siendo religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres. Entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia austera y humilde, pero irradiante de caridad.

San Martín de Porres fue un mulato, nacido en Lima, capital del Perú, en 1579. Era hijo natural del caballero español Juan de Porres (o Porras según algunos) y de una india panameña libre, llamada Ana Velázquez. Martín heredó los rasgos y el color de la piel de su madre, lo cual vio don Juan de Porres como una humillación. Pero más tarde, tuvo el mérito de reconocer a Martín y a una hermana suya como hijos propios. A Martín lo dejó al cuidado de su madre, y el niño, que era despierto e inteligente, aprendió la profesión de barbero y adquirió conocimientos de medicina, mediante el trato con un cirujano. Durante algún tiempo, ejerció esta doble carrera, pero, sintiendo grandes deseos de perfección, pidió ser admitido como donado en el convento de los dominicos que había en Lima. Su misma madre apoyó la petición del santo y éste consiguió lo que deseaba cuando tenía unos quince años de edad. En el convento su vida de heroica virtud fue pronto conocida de muchos, y su humildad era tan ejemplar, que se alegraba de las injurias que recibía, incluso alguna vez de parte de otros religiosos dominicos, como uno que, enfermo e irritado, lo trató de perro mulato. Otra vez, cuando el convento estaba en situación económica muy apurada, Fray Martín espontáneamente se ofreció al P. Prior para ser vendido como esclavo, ya que era mulato, a fin de remediar la situación. 

Advirtiendo los superiores de Fray Martín su índole mansa y su mucha caridad, le confiaron, junto con otros oficios, el de enfermero, en una comunidad que solía contar con doscientos religiosos, sin tomar en consideración a los criados del convento ni a los religiosos de otras casas que, informados de la habilidad del hermano, acudían a curarse a Lima. Bastante trabajo tenía el joven hermano, pero no por eso limitaba su compasión a los de su orden, sino que atendía muchos enfermos pobres de la ciudad. El día 2 de junio de 1603, después de nueve años de servir a la orden como donado, le fue concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad.

Juntaba a su abnegada vida una penitencia austerísima: se llagaba con disciplinas crueles o se maltrataba con dormir debajo de una escalera unas cuantas horas y con apenas comer lo indispensable. Añadía a esto un espíritu de oración y unión con Dios que lo asemejaba a otros grandes contemplativos. Se le vio repetidas veces en éxtasis y, alguna levantado en el aire muy cerca de un gran crucifijo que había en el convento. Se sabe que Fray Martín y santa Rosa de Lima, terciaria dominica, se conocieron y trataron algunas veces, aunque no se tienen detalles históricamente comprobados de sus entrevistas. 

Si es famoso el santo por sus virtudes, tal vez lo sea más por sus milagros y por la forma en que los hacía. Unas veces eran curaciones instantáneas, como la del novicio Fray Luis Gutiérrez, que se había cortado un dedo casi hasta desprendérselo; a los tres días tenía hinchados la mano y el brazo, por lo que acudió al hermano Martín, quien le puso unas hierbas machacadas en la herida. Al día siguiente, el dedo estaba unido de nuevo y el brazo enteramente sano. En cierta ocasión, el arzobispo Feliciano Vega, que iba a tomar posesión de la sede de México, enfermó de algo que parece haber sido pulmonía, y mandó llamar a Fray Martín. Al llegar éste a la presencia del prelado enfermo, se arrodilló, mas él le dijo: «levántese y ponga su mano aquí, donde me duele». «¿Para qué quiere un príncipe la mano de un pobre mulato?», preguntó el santo. Sin embargo, durante un buen rato puso la mano donde lo indicó el enfermo y, poco después, el arzobispo estaba curado. Otras veces, a la curación añadía la prontitud con que acudía al enfermo, pues bastaba que éste tuviera deseo de que el santo llegara, para que éste se presentase a cualquier hora. Muchas veces, entraba por las puertas cerradas con llave, como pudo comprobarlo el maestro de novicios, quien personalmente guardaba la llave del noviciado, pues, habiendo estado Fray Martín atendiendo a un enfermo, salió del noviciado y volvió a entrar sin abrir las puertas. El asombrado maestro comprobó que estaban perfectamente cerradas. Alguien le preguntó: «¿Cómo ha podido entrar?» El santo respondió: «Yo tengo modo de entrar y salir». 

Enfermero al mismo tiempo que hortelano herbolario, cultivaba las plantas medicinales de que se valía para sus obras de caridad y también desempeñaba el oficio de distribuidor de las limosnas que algunas veces recogía, en cantidades asombrosas, parte para socorrer a sus propios hermanos en religión y parte para los menesterosos de toda clase que había en la ciudad. Su amabilidad se extendía hasta los animales; hay en su biografía escenas semejantes a las que se narran de san Francisco y de san Antonio de Padua. Por ejemplo, cuando después de disciplinarse, los mosquitos lo atormentaban con sus picaduras, y fue a que Juan Vázquez lo curase, éste le dijo: «Vámonos a nuestro convento, que allí no hay mosquitos». Y Fray Martín respondió: «¿Cómo hemos de merecer, si no damos de comer al hambriento?» «¡Pero hermano, estos son mosquitos y no gentes!» «Sin embargo, se les debe dar de comer, que son criaturas de Dios», respondió el humilde fraile. Es típico el caso de los ratones que infestaban la ropería y dañaban el vestuario. El remedio no fue ponerles trampas, sino decirles: «Hermanos, idos a la huerta, que allí hallaréis comida». Los ratones obedecieron puntualmente, y Fray Martín cuidaba de echarles los desperdicios de la comida. Y sí alguno volvía a la ropería, el santo lo tomaba por la cola y lo echaba a la huerta, diciendo: «Vete adonde no hagas mal».

Sus conocimientos no eran pocos para su época y, cuando asistía a los enfermos, solía decirles: «Yo te curo y Dios te sana». A los sesenta años, después de haber pasado cuarenta y cinco en religión, Fray Martín se sintió enfermo y claramente dijo que de esa enfermedad moriría. La conmoción en Lima fue general y el mismo virrey, conde de Chinchón, se acercó al pobre lecho para besar la mano de aquél que se llamaba a sí mismo perro mulato. Mientras se le rezaba el Credo, Fray Martín, al oír las palabras «Et homo factus est», besando el crucifijo expiró plácidamente. Fue canonizado el 6 de mayo de 1962 por el Papa Juan XXIII, quien profesaba gran devoción por el santo. El P. Van Ortroy empleó en el caso de Martín de Porres un método sin precedentes en Acta Sanctorum, ya que publicó su artículo, que es bastante completo, en idioma vernáculo, en vez de en latín: El P. B. de Medina testificó sobre Martín de Porres ante la comisión apostólica en 1683; su testimonio fue traducido al italiano para que pudiese usarse en la C.R.S. de Roma y, el P. Van Ortroy reprodujo esa traducción. Véase también With Bd. Martin (1945), pp. 132-168; Fifteenth Anniversary Book (1950), pp. 130-158 (publicaciones del «Blessed Martín Guild» de Nueva York, editadas por el P. Norbert Georges), donde se encontrará la traducción de las deposiciones de diez testigos en el proceso apostólico. San Martín es, en los Estados Unidos y en otros países, el patrono de las obras que promueven la armonía entre las razas y la justicia interracial; por ello existen varias biografías de tipo popular, como la de J. C. Kearns (1950).

fuente: Web de la Orden de Predicadores

San Martín de Porres es muy popular en toda América. No sólo ejerce el atractivo que han ejercido siempre los sencillos cuando el Señor ha querido glorificarlos, sino que su misma persona constituye todo un símbolo. Nacido en Lima (Perú) como hijo natural de un caballero español y de una mulata en 1579, representa entre los santos a los «coloured men» del Nuevo Mundo, a ese pueblo de gentes de color que se ven dolorosamente humillados por su condición de negros. Era Martín enfermero cuando entró como terciario laico en el convento de Dominicos de Lima, en el que fue recibido a la profesión (1603) siguió ejerciendo su profesión dentro del convento para con sus hermanos. El cuidado que ponía por los enfermos se extendía aun a los animales: perros, gatos, pavos, y aun ratones, eran objeto de su solicitud. A Martín le agradaba el ayuno y la oración: sobre todo el orar de noche, a ejemplo de Jesús. En la oración obtenía grandes luces que hacían maravillosas sus lecciones de catecismo. Su vida entera, oculta y radiante a un mismo tiempo se desarrolló dentro de un mundo lleno de ángeles y demonios en el que Martín conservó siempre una perfecta serenidad. Murió en 1639.

Oremos: Señor, Dios nuestro, que llevaste a San Martín de Porres a la gloria celestial, por medio de una vida escondida y humilde, concédenos seguir de tal manera sus ejemplos, que merezcamos, como él, ser llevados al cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

El Papa Francisco en el Sínodo

Reflexión de un padre de familia
¿Qué podemos esperar del Sínodo de la Familia?
Tratar las cosas con libertad y claridad, sin miedos

Ojalá que el aporte del Sínodo ayude a los padres y madres a dar ánimo a sus hijos y fortaleza para vivir situaciones nada fáciles como las que en el momento actual han de pasar muchos jóvenes

(Elías Pérez).- Con frecuencia hemos escuchado y leído del Sínodo de la Familia comentarios y noticias relativos a la sexualidad, de la apertura a la comunión de los divorciados que se han vuelto a casar y al tema de la homosexualidad.

Esas son las cuestiones que más eco han tenido en los medios de comunicación, hasta el punto de parecer los únicos temas abordados. Hace unos días, el Sínodo ponía fin a esta primera etapa del camino en la que ha destacado la nueva forma de tratar las cosas, con libertad y con claridad, sin miedos; y se abre a un tiempo para profundizar en la reflexión y el trabajo hasta el próximo encuentro de la Asamblea General Ordinaria en octubre 2015 de la cual esperamos los mejores frutos.

Pero ¿qué podemos esperar los creyentes, los padres de familia y toda la Iglesia de este Sínodo? Los pastoralistas de familia y la iglesia entera van a iniciar un plan de trabajo que, en base a la reflexión sinodal, debería dar respuesta al acompañamiento pastoral y a los principales desafíos que tiene la Iglesia para con las familias. Entre esos desafíos se pueden destacar: Cómo podrá dar la Iglesia una palabra de esperanza y de sentido ante tantos problemas que presentan las familias del mundo: individualismo en las relaciones intrafamiliares, la soledad, la fragilidad de las familias "heridas", la educación de los hijos y otros desafíos para la concepción cristiana de la familia propios de contextos culturales concretos, como puede ser la poligamia en algunos países africanos.

Cómo potenciar la creación de planes concretos -caminos formativos- en la pastoral familiar en las parroquias y en las diócesis que alimenten la vida conyugal teniendo como base la consideración de que la familia es patrimonio de la humanidad y constituye uno de los tesoros más importantes de los pueblos.Cómo fomentar la concienciación de que los padres y madres son los primeros responsables de la educación en la fe y de la transmisión de los valores del evangelio.

Cómo favorecer la formación de los y las jóvenes que quieren vivir juntos un proyecto de pareja, con programas específicos para la preparación al matrimonio, ahondando en su dimensión espiritual y considerando esta unión como una decisión vocacional.

Cómo trabajar por la recuperación de la dignidad de la mujer y evitar las diferentesformas en que son objeto de violencia, injusticia y discriminación.

Cómo evitar actitudes de exclusión (¿Quién soy yo para juzgar?- que diría Francisco) para aquellas uniones y familias que se puedan encontrar, desde la doctrina de la Iglesia, en situaciones irregulares, favoreciendo el diálogo con ellas y subrayando el papel de Iglesia misericordiosa con quienes quieren volver a casa.

Ojalá que el aporte del Sínodo ayude a los padres y madres a dar ánimo a sus hijos y fortaleza para vivir situaciones nada fáciles como las que en el momento actual han de pasar muchos jóvenes; a ser padres cercanos, comunicativos y dialogantes sin olvidar su papel como educadores; a ser padres expertos en humanidad.

Estamos seguros también de que el Sínodo motivará a descubrir la Palabra de Dios, pues ella ha de ser el fundamento de nuestro compromiso cristiano; Palabra que deja ver cómo Dios expresa el cariño por su pueblo; Palabra que nos hace fijar la mirada en ese Jesús que nos presenta un modelo de familia nuevo y diferente. Así la pedagogía de Jesús orienta a ser familias abiertas, capaces de escuchar el grito de los desheredados; familias que viven de manera coherente, sin derroches, sino más bien siendo solidarios; familias en las que los padres sean faros de luz que guíen a sus hijos en la búsqueda de Dios.

En definitiva, esperamos que este Sínodo de la Familia sea para las familias y para la Iglesia entera un punto de anclaje para continuar la labor evangelizadora y el anuncio de la Buena Noticia.

Sobre la elección de los invitados
Lucas 14, 12-14. Tiempo Ordinario. Hay más felicidad en dar que en recibir, y el que menos cosas desea es el más feliz.

Oración introductoria
Padre, que comprenda que sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama.

Petición
Jesús te pido que encuentre la felicidad en dar más que en recibir, y que entre menos cosas desee, soy más rico.

Meditación del Papa Francisco
A quien quiere seguirlo, Jesús le pide amar a los que no lo merecen, sin esperar recompensa, para colmar los vacíos de amor que hay en los corazones, en las relaciones humanas, en las familias, en las comunidades, en el mundo. Hermanos cardenales, Jesús no ha venido para enseñarnos los buenos modales, las formas de cortesía. Para esto no era necesario que bajara del cielo y muriera en la cruz. Cristo vino para salvarnos, para mostrarnos el camino, el único camino para salir de las arenas movedizas del pecado, y este camino de santidad, es la misericordia. La que Él nos ha dado y cada día tiene con nosotros. Ser santos no es un lujo, es necesario para la salvación del mundo. Y esto es lo que el Señor nos pide a nosotros.

Queridos hermanos cardenales, el Señor Jesús y la Madre Iglesia nos piden testimoniar con mayor celo y ardor estas actitudes de santidad. (S.S. Francisco, 23 de febrero de 2014).

Reflexión
¿Te imaginas invitando a cenar a cien personas desconocidas? Si alguien hiciese eso hoy en día, lo mínimo que le pasaría es que saldría en el telediario del día siguiente. Lo "propio" es invitar a los amigos íntimos para pasárselo bien. ¿acaso está mal esto? No, ¡cómo va a estar mal convivir con los amigos!

No es esta la idea que nos quiere transmitir Jesucristo con el Evangelio de hoy. Aunque sea difícil verlo, Cristo nos está invitando en este pasaje a vivir la vida con una "elegancia superior", con la mirada puesta en el cielo. Porque quien invita a uno esperando recibir otra invitación sólo piensa en sí mismo, no tiene un horizonte que no vaya más allá de sus propios intereses. ¿Cómo se puede ser dichoso sin esperar una compensación material por lo que hacemos? Una vez oí hablar de un hombre que era inmensamente rico.

Tenía todo lo que un hombre puede materialmente necesitar. Un día en un viaje en avión se sentó junto a él un sacerdote muy santo y sencillo con el que se puso a conversar.

Al ver la santidad de este sacerdote y que las historias de sus riquezas no le impresionaban, sintió la necesidad de abrirle su corazón. ¿Saben qué es lo que le dijo al sacerdote? Que el momento más feliz de su vida había sido cuando había hecho un acto de fe sencillo, de ponerse en manos de Dios con lo que era, y no con lo que tenía. Este hombre confesaba que daría todo lo que tenía por volver a experimentar esa felicidad. ¿No será cierto que hay más felicidad en dar que en recibir, y que el que menos cosas desea es el más rico?

Propósito. Ayudar a una persona sin esperar que me lo regrese. Dar sin esperar nada a cambio.

Diálogo con Cristo. Humildad y generosidad para servir, confiar más en tu Providencia y crecer en el amor a los demás, son los ingredientes que cambiarían el sentido de mi vida. Me cuesta desprenderme de mi tiempo, de mis haberes y talentos, como si algo fuera mérito mío. Por ello pido la intercesión de tu Madre, María, para que sepa imitarle en su servicio delicado y lleno de amor.

CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS -Jb 19, 1.23-27; Ps 114; 1 Ts 4, 13-18; Yo 14, 1-6

2 DE NOVIEMBRE DE 2014

Caminaré los que viven, en la presencia del Señor. La muerte, con  su dimensión de drama y de misterio, nos afecta a todos. Bien lo sabemos, hermanos y hermanas. Ya sea por la muerte de las personas queridas, que hoy recordamos con un afecto particular, ya sea porque cada día los medios de comunicación nos hablan, ya sea ​​porque inexorablemente el tiempo pasa y un día la encontraremos en nuestro camino personal. Ante la realidad de la muerte y de la oscuridad que conlleva en nuestra comprensión, nos sentimos cuestionados y buscan algo donde agarrarnos para encontrar una explicación, un consuelo, una luz, y no tener que quedar en una especie de aceptación estoica del destino.

La Palabra de Dios que acabamos de proclamar nos enseña a vivir la muerte con dolor pero a la vez con confianza. Porque nos habla de la muerte no mirando atrás con melancolía por el recuerdo de los antepasados​​, sino mirando adelante con confianza. nos habla desde la certeza de que Dios nos otorga una vida plena más allá de la muerte corporal. Por ello, para los que creemos en Jesucristo, la vivencia de la muerte es una llamada a la esperanza. Lo sintetiza muy bien el versículo del salmo que hemos cantado cuando le iluminamos con la luz del Evangelio: Caminaré los que viven, a la presencia del Señor. Sí. Liberados de la muerte, podemos convivir con Dios, en la plenitud de la alegría y del amor, junto con todos los demás a los que Jesucristo ha preparado estancia, a la casa del Padre porque, según hemos oído en el Evangelio proclamado, allí hay lugar para todos.

Es muy humano que la muerte nos pueda dar miedo, que nos pueda hacer el adentrarnos en el ámbito desconocido que nos presenta, y que supone el final de una existencia, muy a menudo vivida en plenitud, que aparentemente se precipita en la nada. Pero la Palabra de Dios nos invita a una visión diferente. Nada de esqueletos bailando, ni de fantasmas que persiguen a los vivos, ni de almas en pena que buscan el cuerpo que dejaron, como nos presenta una tradición foránea que arraiga en nuestro país. La Palabra de Dios nos invita a vivir la realidad de la muerte con esperanza, y a vivir, también, la vida presente a partir de la esperanza que nos da saber que Dios nos abre un horizonte infinito después de la muerte (cf. Joseph Ratzinger, "El resplandor de Dios en Nuestro Tiempo". Barcelona, ​​2008, p. 299). Es una esperanza que se basa en aquella palabra de Jesús: yo soy la resurrección y la vida. Por eso, san Pablo exhorta a no entristecerse ante la muerte como lo hacen quienes no tienen esperanza; al contrario, quiere que ante esta realidad nos consolamos los unos con los demás, con palabras de fe, de serenidad, de confianza.

Es cierto que la Palabra de Dios, en varios pasajes, nos dice que habrá un juicio sobre la veracidad de nuestra vida, en el que quedará descubierto todo lo que haya debido negativo en nuestra existencia.

Pero, esta Palabra sobre el juicio, no debemos vivir con miedo -como quizás en algunas épocas había pasado sino como una advertencia saludable -salvador- que nos llama a acertar bien el camino en la vida. En la casa del Padre, hay lugar para todos --dice Jesús- pero con nuestra libertad podemos renunciar a entrar si voluntariamente nos cerramos al camino ya la verdad que, tal como nos decía el evangelio que hemos escuchado, es Jesús mismo; prescindiendo de su palabra, vivimos mal y seguimos una ruta de egoísmo y de fidelidad a nuestros quereres. De hecho, Jesús mismo, en otro pasaje evangélico, nos dice sobre qué seremos preguntados en el examen final de la existencia; será un examen centrado en el amor a los demás por causa de Jesús: los que pasan hambre, los pobres, los enfermos, los que son marginados, a todos los que cerca o lejos nuestro se encuentran necesidades (cf. Mt 25, 31-40). El amor vivido ahora es lo que nos permitirá, en la vida futura, de poder caminar entre los que viven, a la presencia del Señor.

Vivir según el ideal que Jesús nos propone no es fácil, y la debilidad humana no siempre sabe corresponder a la gracia del Espíritu. No siempre sabemos amar como debiera, ni comprender, ni perdonar, ni servir, ni transformar nuestro entorno según la enseñanza evangélica. Pecamos por acción o por omisión. Pero tenemos un defensor, Jesucristo, que, si acudimos a él, por amor atestigua a favor nuestro porque comprende nuestra debilidad (cf. He 4, 15) y en la cruz llevó nuestros pecados en su cuerpo para perdonarnos-los (cf. 1 P 2, 24). Por eso la Iglesia ora cada día por los difuntos y anualmente dedica este día a conmemorarse los, pidiendo que Jesucristo los acoja con misericordia, los purifique de los faltas y los lleve al lugar que les ha preparado a la casa del Padre. Nosotros, sin cerrar el horizonte a todos los que han dejado ya esta vida a lo largo del tiempo, recordamos ante el altar del Señor nuestras personas amadas, familiares y amigos. Los monjes hacemos memoria particular de los hermanos que nos han dejado este último año: como Julio Feitosa y recordamos a MILA SAER, al PADRE PABLO URRUNAGA y a MONSEÑOR FERNADO VARGAS RUIZ DE SOMOCURCIO y a tantos SERES QUERIDOS QUE HEMOS AMADO Y CONOCIDO COMO AMIGOS Y BIENHECHORES. Por los familiares de las SISTERS como TERESA MOLINA DE MALPICA, TAUFIQ SANSOUR, y DON LUCHO BLEST, PAPA DE SISTER CECILIA SUPERIORA DE LA COMUNIDAD MISIONERA Y DIRECTORA DE PAX TV YA EN HD. Y de nuestras queridas MISIONERAS entro tantos recuerdos llenos de AMOR y recuerdos agradecidos.

La visión cristiana nos hace comprender que la nostalgia que sentimos en lo más íntimo de nosotros mismos de un mundo sin dolor ni muerte, que la nostalgia de vivir para siempre, no es un deseo absurdo. Dios existe y ama entrañablemente cada ser humano y no quiere que la muerte lo reduzca a la nada. Y por eso nos ha dado a Jesucristo. Unidos a él encontramos el camino de la vida; es decir, la manera más humana de desarrollar nuestra persona y de relacionarnos con los demás y, al mismo tiempo, la manera de superar la oscuridad de  la muerte, que él también atravesó. Confiamos a él sin temor, que nos llevará al lugar que nos tiene preparado en la casa del Padre. Y confiamos darle todos los difuntos para que, como defensor de la humanidad que es, por su muerte en cruz, también les acoja. Y todos podamos seguir caminando entre los que viven, en la presencia del Señor. Un cordial homenaje

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