Herodes tenia interés en verle
- 27 Septiembre 2018
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"INVITO A TODOS LOS CATÓLICOS CHINOS A QUE SE HAGAN ARTÍFICES DE RECONCILIACIÓN"
Francisco escribe a los católicos chinos: "La fe cambia la historia"
Pide a las autoridades "un diálogo sincero y una escucha sin prejuicios que permita superar las actitudes recíprocas de hostilidad"
Jesús Bastante, 26 de septiembre de 2018 a las 12:45
"Invito a todos los católicos chinos a que se hagan artífices de reconciliación"
La comunidad católica en China está llamada a permanecer unida, para superar las divisiones del pasado que tantos sufrimientos han provocado y lo siguen haciendo en el corazón de muchos pastores y fieles
- Francisco, rotundo: "El acuerdo con China lo he firmado yo, yo soy el responsable"
- Crece la probabilidad de un viaje de Francisco a China tras el acuerdo
(Jesús Bastante).- "La fe cambia la historia". Apenas cuatro días después del anuncio del acuerdo entre Pekín y Roma para el nombramiento de obispos, el Papa Francisco ha publicado un histórico mensaje "a los católicos chinos y a la Iglesia universal", en el que responde a las críticas planteadas por algunos sectores y explica las razones que le han llevado a la firma del convenio con el gigante asiático.
En una extensa carga, Bergoglio es consciente de las "dudas y perplejidad" que el acuerdo ha suscitado entre algunos católicos chinos, que se sienten "abandonados por la Santa Sede", así como las "expectativas y reflexiones positivas" de otros muchos.
"Siempre he considerado a China como una tierra llena de grandes oportunidades, y al Pueblo chino como artífice y protector de un patrimonio inestimable de cultura y sabiduría", subraya el Papa, citando a Mateo Ricci, para mostrar su "convicción de que el encuentro solo será auténtico y fecundo si se realiza poniendo en práctica el diálogo, que significa conocerse, respetarse y "caminar juntos" para construir un futuro común de mayor armonía".
Tras recordar que este acuerdo es fruto de un "largo y complejo diálogo institucional" que comenzó con Juan Pablo II y prosiguió con Benecixto XVI, el Papa afirma que Roma "no tiene otro objetivo" que "sostener y promover el anuncio del Evangelio, así como el de alcanzar y mantener la plena y visible unidad de la comunidad católica en China".
Poniendo el ejemplo de Abrahán, que se puso en camino sin poner "condiciones, sociales y políticas, ideales antes de salir de su tierra", Francisco invita a los católicos chinos a "superar los inevitables momentos de cansancio y tener el valor de seguir decididamente el camino que se abre ante nosotros".
En lo tocante a los nombramientos episcopales, la carta papal alude a que "la historia reciente de la Iglesia católica en China ha estado dolorosamente marcada por las profundas tensiones, heridas y divisiones que se han polarizado, sobre todo, en torno a la figura del obispo", que provocaron la creación de la Iglesia clandestina. "Quisiera daros a conocer que, desde que me fue confiado el Ministerio Petrino, he experimentado gran consuelo al constatar el sincero deseo de los católicos chinos de vivir su fe en plena comunión con la Iglesia universal y con el Sucesor de Pedro", agradece el Papa, que alude a la "fuerte e indebida presión externa" que también han padecido algunos católicos 'patrióticos'. "He reflexionado y rezado mucho buscando el verdadero bien de la Iglesia en China. Finalmente, ante el Señor y con serenidad de juicio, en continuidad con las directrices de mis Predecesores inmediatos, he decidido conceder la reconciliación a los siete restantes obispos 'oficiales' ordenados sin mandato pontificio y, habiendo remitido toda sanción canónica relativa, readmitirlos a la plena comunión eclesial", señaló el Papa.
"Invito a todos los católicos chinos a que se hagan artífices de reconciliación", prosigue Francisco, quien recuerda que "podemos iniciar un camino inédito, que confiamos en que ayudará a sanar las heridas del pasado, a restablecer la plena comunión de todos los católicos chinos y a abrir una fase de mayor colaboración fraterna, para asumir con renovado compromiso la misión de anunciar el Evangelio".
Así, el acuerdo provisional suscrito con China, "puede contribuir a establecer una nueva página de la Iglesia católica en China". "La Santa Sede desea hacer lo que le corresponde hasta el final, pero también vosotros, obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos, tenéis un papel importante: buscar de forma conjunta buenos candidatos que sean capaces de asumir en la Iglesia el delicado e importante servicio episcopal. No se trata, en efecto, de nombrar funcionarios para la gestión de las cuestiones religiosas, sino de tener pastores auténticos según el corazón de Jesús".
A nivel pastoral, añade, "la comunidad católica en China está llamada a permanecer unida, para superar las divisiones del pasado que tantos sufrimientos han provocado y lo siguen haciendo en el corazón de muchos pastores y fieles. Que todos los cristianos, sin distinción, hagan ahora gestos de reconciliación y de comunión".
En el ámbito civil y político, Francisco pide a los católicos chinos que "sean buenos ciudadanos, amen totalmente a su Patria y sirvan a su País con esfuerzo y honestidad". A obispos, sacerdotes y consagrados les invita a "que trabajemos humildemente por la reconciliación y la unidad", como señaló el Vaticano II.
Dirigiéndose especialmente a los jóvenes, les pide que "colaboréis en la construcción del futuro de vuestro País con los dones personales que habéis recibido y con vuestra fe joven. Os animo a llevar a todos, con vuestro entusiasmo, la alegría del Evangelio".
La carta también incluye un espacio para la Iglesia universal, en el que el Papa subraya que "todos debemos reconocer como uno de los signos de nuestro tiempo lo que está sucediendo hoy en la vida de la Iglesia en China". "Tenemos una tarea importante: acompañar con la oración fervorosa y la amistad fraterna a nuestros hermanos y hermanas en China", sostiene Bergoglio.
Finalmente, dirigiéndose a las autoridades chinas, el Papa invita a "continuar el diálogo iniciado hace tiempo con confianza, valentía y amplitud de miras. Deseo asegurar que la Santa Sede seguirá trabajando sinceramente para crecer en la auténtica amistad con el Pueblo chino".
"Es de suma importancia que también en China, a nivel local, se profundicen cada vez más las relaciones entre los Responsables de las comunidades eclesiales y las Autoridades civiles, mediante un diálogo sincero y una escucha sin prejuicios que permita superar las actitudes recíprocas de hostilidad", añade Francisco, quien aboga por "un estilo nuevo de colaboración sencilla y cotidiana entre las Autoridades locales y las eclesiásticas -obispos, sacerdotes, ancianos de las comunidades- de tal modo que se garantice el desarrollo ordenado de las actividades pastorales, armonizando las expectativas legítimas de los fieles y las decisiones que son competencia de las Autoridades".
"Esto ayudará a comprender que la Iglesia en China no es ajena a la historia china, ni pide ningún privilegio", concluye Francisco, quien convoca a la Virgen para pedir "para China días de bendición y de paz".
MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO A LOS CATÓLICOS CHINOS Y A LA IGLESIA UNIVERSAL
«Su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades»
(Salmo 100, 5)
Queridos hermanos en el episcopado, sacerdotes, personas consagradas y todos los fieles de la Iglesia católica en China: damos gracias al Señor, porque es eterna su misericordia y reconocemos que «él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño» (Sal 100,3).
En este momento resuenan en mi interior las palabras con las que mi venerado Predecesor os exhortaba en la Carta del 27 de mayo de 2007: «Iglesia católica en China, pequeña grey presente y operante en la vastedad de un inmenso Pueblo que camina en la historia, ¡cómo resuenan alentadoras y provocadoras para ti las palabras de Jesús: "No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino" (Lc 12,32)! Por tanto, "alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro a Padre que está en el cielo" (Mt 5,16)» (Benedicto XVI, Carta a los católicos chinos, 27 mayo 2007, 5)
1. En los últimos tiempos, han circulado muchas voces opuestas sobre el presente y, especialmente, sobre el futuro de la comunidad católica en China. Soy consciente de que semejante torbellino de opiniones y consideraciones habrá provocado mucha confusión, originando en muchos corazones sentimientos encontrados.
En algunos, surgen dudas y perplejidad; otros, tienen la sensación de que han sido abandonados por la Santa Sede y, al mismo tiempo, se preguntan inquietos sobre el valor del sufrimiento vivido en fidelidad al Sucesor de Pedro. En otros muchos, en cambio, predominan expectativas y reflexiones positivas que están animadas por la esperanza de un futuro más sereno a causa de un testimonio fecundo de la fe en tierra china.
Dicha situación se ha ido acentuando sobre todo con referencia al Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y la República Popular China que, como sabéis, se ha firmado recientemente en Pekín. En un momento tan significativo para la vida de la Iglesia, y a través de este breve Mensaje, deseo, sobre todo, aseguraros que cada día os tengo presentes en mi oración además de compartir con vosotros los sentimientos que están en mi corazón.
Son sentimientos de gratitud al Señor y de sincera admiración -que es la admiración de toda la Iglesia católica- por el don de vuestra fidelidad, de la constancia en la prueba, de la arraigada confianza en la Providencia divina, también cuando ciertos acontecimientos se demostraron particularmente adversos y difíciles.
Tales experiencias dolorosas pertenecen al tesoro espiritual de la Iglesia en China y de todo el Pueblo de Dios que peregrina en la tierra. Os aseguro que el Señor, precisamente a través del crisol de las pruebas, no deja nunca de colmarnos de sus consolaciones y de prepararnos para una alegría más grande. Con el Salmo 126 tenemos la certeza de que «los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares» (v. 5).
Sigamos, entonces, con la mirada fija en el ejemplo de tantos fieles y pastores que no han dudado en ofrecer su "testimonio maravilloso" (cf. 1 Tm 6,13) al Evangelio, hasta el ofrecimiento de la propia vida. Se han de considerar como verdaderos amigos de Dios.
2. Por mi parte, siempre he considerado a China como una tierra llena de grandes oportunidades, y al Pueblo chino como artífice y protector de un patrimonio inestimable de cultura y sabiduría, que se ha ido acrisolando resistiendo a las adversidades e integrando las diferencias, y que tomó contacto, no por casualidad, desde tiempos remotos con el mensaje cristiano. Como decía con gran sutileza el P. Mateo Ricci, S.J., desafiándonos a vivir la virtud de la confianza, «antes de establecer una amistad, se necesita observar; después de tenerla, se necesita confianza mutua» (De Amicitia, 7).
Tengo también la convicción de que el encuentro solo será auténtico y fecundo si se realiza poniendo en práctica el diálogo, que significa conocerse, respetarse y "caminar juntos" para construir un futuro común de mayor armonía.
En este surco se coloca el Acuerdo Provisional, que es fruto de un largo y complejo diálogo institucional entre la Santa Sede y las Autoridades chinas, iniciado ya por san Juan Pablo II y seguido por el Papa Benedicto XVI. A lo largo de dicho recorrido, la Santa Sede no tenía -ni tiene- otro objetivo, sino el de llevar a cabo los fines espirituales y pastorales que le son propios; es decir, sostener y promover el anuncio del Evangelio, así como el de alcanzar y mantener la plena y visible unidad de la comunidad católica en China.
Sobre el valor y finalidades de dicho Acuerdo, deseo proponeros algunas reflexiones, ofreciéndoos además alguna sugerencia de espiritualidad pastoral para el camino que, en esta nueva fase, estamos llamados a recorrer.
Se trata de un camino que, como la etapa precedente, «requiere tiempo y presupone la buena voluntad de las partes» (Benedicto XVI, Carta a los católicos chinos, 27 mayo 2007, 4), pero para la Iglesia, dentro y fuera de China, no se trata solo de adherirse a valores humanos, sino de responder a una vocación espiritual: salir de sí misma para abrazar «el gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. ap. Gaudium et spes, 1), así como los desafíos del presente que Dios le confía. Por tanto, es una llamada eclesial para que nos hagamos peregrinos en los caminos de la historia, confiando ante todo en Dios y en sus promesas, como hicieron Abrahán y nuestros padres en la fe.
Abrahán, llamado por Dios, obedeció partiendo hacia una tierra desconocida que tenía que recibir en heredad, sin conocer el camino que se abría ante él. Si Abrahán hubiera pretendido condiciones, sociales y políticas, ideales antes de salir de su tierra, quizás no hubiera salido nunca. Él, en cambio, confió en Dios y por su Palabra dejó su propia casa y sus seguridades. No fueron pues los cambios históricos los que le permitieron confiar en Dios, sino que fue su fe auténtica la que provocó un cambio en la historia. La fe, de hecho, «es fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve. Por ella son recordados los antiguos» (Heb 11,1-2).
3. Como Sucesor de Pedro, deseo confirmaros en esta fe (cf. Lc 11,32) -en la fe de Abrahán, en la fe de la Virgen María, en la fe que habéis recibido-, para invitaros a que pongáis cada vez con mayor convicción vuestra confianza en el Señor de la historia, discerniendo su voluntad que se realiza en la Iglesia. Invoquemos el don del Espíritu para que ilumine la mente, encienda el corazón y nos ayude a entender hacia dónde nos quiere llevar para superar los inevitables momentos de cansancio y tener el valor de seguir decididamente el camino que se abre ante nosotros.
Con el fin de sostener e impulsar el anuncio del Evangelio en China y de restablecer la plena y visible unidad en la Iglesia, era fundamental afrontar, en primer lugar, la cuestión de los nombramientos episcopales. Todos conocéis que, lamentablemente, la historia reciente de la Iglesia católica en China ha estado dolorosamente marcada por las profundas tensiones, heridas y divisiones que se han polarizado, sobre todo, en torno a la figura del obispo como guardián de la autenticidad de la fe y garante de la comunión eclesial.
Cuando, en el pasado, se pretendió determinar también la vida interna de las comunidades católicas, imponiendo el control directo más allá de las legítimas competencias del Estado, surgió en la Iglesia en China el fenómeno de la clandestinidad. Dicha experiencia -cabe señalar- no es normal en la vida de la Iglesia y «la historia enseña que pastores y fieles han recurrido a ella sólo con el doloroso deseo de mantener íntegra la propia fe» (Benedicto XVI, Carta a los católicos chinos, 27 mayo 2007, 8).
Quisiera daros a conocer que, desde que me fue confiado el Ministerio Petrino, he experimentado gran consuelo al constatar el sincero deseo de los católicos chinos de vivir su fe en plena comunión con la Iglesia universal y con el Sucesor de Pedro, que es «el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de fieles» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 23). De este deseo, he recibido durante estos años numerosos signos y testimonios concretos, también de parte de los que, incluso obispos, han herido la comunión en la Iglesia, a causa de su debilidad y de sus errores, pero, además, no pocas veces, por la fuerte e indebida presión externa.
Por lo tanto, después de haber examinado atentamente cada situación personal y escuchado distintos pareceres, he reflexionado y rezado mucho buscando el verdadero bien de la Iglesia en China. Finalmente, ante el Señor y con serenidad de juicio, en continuidad con las directrices de mis Predecesores inmediatos, he decidido conceder la reconciliación a los siete restantes obispos "oficiales" ordenados sin mandato pontificio y, habiendo remitido toda sanción canónica relativa, readmitirlos a la plena comunión eclesial. Al mismo tiempo, les pido a ellos que manifiesten, a través de gestos concretos y visibles, la restablecida unidad con la Sede Apostólica y con las Iglesias dispersas por el mundo, y que se mantengan fieles a pesar de las dificultades.
4. En el sexto año de mi Pontificado, que ya desde los primeros pasos puse bajo el amor misericordioso de Dios, invito por lo tanto a todos los católicos chinos a que se hagan artífices de reconciliación, recordando con renovado empuje apostólico las palabras de san Pablo: «Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación» (2 Co 5,18).
De hecho, como escribí al concluir el Jubileo Extraordinario de la misericordia, «no existe ley ni precepto que pueda impedir a Dios volver a abrazar al hijo que regresa a él reconociendo que se ha equivocado, pero decidido a recomenzar desde el principio. Quedarse solamente en la ley equivale a banalizar la fe y la misericordia divina. [...] Incluso en los casos más complejos, en los que se siente la tentación de hacer prevalecer una justicia que deriva sólo de las normas, se debe creer en la fuerza que brota de la gracia divina» (Carta ap. Misericordia et misera, 20 noviembre 2016, 11).
Con este espíritu, y con las decisiones adoptadas, podemos iniciar un camino inédito, que confiamos en que ayudará a sanar las heridas del pasado, a restablecer la plena comunión de todos los católicos chinos y a abrir una fase de mayor colaboración fraterna, para asumir con renovado compromiso la misión de anunciar el Evangelio. En efecto, la Iglesia existe para dar testimonio de Jesús y del amor del Padre que perdona y salva.
5. El Acuerdo Provisional firmado con las Autoridades chinas, aun cuando está circunscrito a algunos aspectos de la vida de la Iglesia y está llamado necesariamente a ser mejorado, puede contribuir -por su parte- a escribir esta nueva página de la Iglesia católica en China. Por primera vez, se contemplan elementos estables de colaboración entre las Autoridades del Estado y la Sede Apostólica, con la esperanza de asegurar buenos pastores a la comunidad católica.
En este contexto, la Santa Sede desea hacer lo que le corresponde hasta el final, pero también vosotros, obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos, tenéis un papel importante: buscar de forma conjunta buenos candidatos que sean capaces de asumir en la Iglesia el delicado e importante servicio episcopal. No se trata, en efecto, de nombrar funcionarios para la gestión de las cuestiones religiosas, sino de tener pastores auténticos según el corazón de Jesús, entregados con su trabajo generoso al servicio del Pueblo de Dios, especialmente de los más pobres y débiles, teniendo en cuenta las palabras del Señor: «El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos» (Mc 10,43-44).
En este sentido, es evidente que un Acuerdo no es nada más que un instrumento, y por sí solo no podrá resolver todos los problemas existentes. En realidad, este resultaría ineficaz y estéril si no fuera acompañado por un compromiso profundo de renovación de la conducta personal y del comportamiento eclesial.
6. A nivel pastoral, la comunidad católica en China está llamada a permanecer unida, para superar las divisiones del pasado que tantos sufrimientos han provocado y lo siguen haciendo en el corazón de muchos pastores y fieles. Que todos los cristianos, sin distinción, hagan ahora gestos de reconciliación y de comunión. En este sentido, tomemos en serio la advertencia de san Juan de la Cruz: «A la tarde te examinarán en el amor» (Palabras de luz y de amor, 1,60).
Que, en el ámbito civil y político, los católicos chinos sean buenos ciudadanos, amen totalmente a su Patria y sirvan a su País con esfuerzo y honestidad, según sus propias capacidades. Que, en el plano ético, sean conscientes de que muchos compatriotas esperan de ellos un grado más en el servicio del bien común y del desarrollo armonioso de la sociedad entera. Que los católicos sepan, de modo particular, ofrecer aquella aportación profética y constructiva que ellos obtienen de su fe en el reino de Dios. Esto puede exigirles también la dificultad de expresar una palabra crítica, no por inútil contraposición, sino con el fin de edificar una sociedad más justa, más humana y más respetuosa con la dignidad de cada persona.
7. Me dirijo a todos vosotros, queridos hermanos obispos, sacerdotes y personas consagradas, que «servís al Señor con alegría» (Sal 100,2). Que nos reconozcamos como discípulos de Cristo en el servicio al Pueblo de Dios. Que vivamos la caridad pastoral como brújula de nuestro ministerio. Que superemos las contradicciones del pasado, la búsqueda de intereses personales y atendamos a los fieles, haciendo nuestras sus alegrías y sufrimientos. Que trabajemos humildemente por la reconciliación y la unidad. Que retomemos con fuerza y pasión el camino de la evangelización, como señaló el Concilio Ecuménico Vaticano II.
A todos vosotros os digo nuevamente con afecto: «Nos moviliza el ejemplo de tantos sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos que se dedican a anunciar y a servir con gran fidelidad, muchas veces arriesgando sus vidas y ciertamente a costa de su comodidad. Su testimonio nos recuerda que la Iglesia no necesita tantos burócratas y funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el entusiasmo de comunicar la verdadera vida. Los santos sorprenden, desinstalan, porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 19 marzo 2018, 138).
Os ruego con convicción que pidáis la gracia de no vacilar cuando el Espíritu nos reclame que demos un paso adelante: «Pidamos el valor apostólico de comunicar el Evangelio a los demás y de renunciar a hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos. En todo caso, dejemos que el Espíritu Santo nos haga contemplar la historia en la clave de Jesús resucitado. De ese modo la Iglesia, en lugar de estancarse, podrá seguir adelante acogiendo las sorpresas del Señor» (ibíd., 139).
8. En este año, en el que toda la Iglesia celebra el Sínodo de los Jóvenes, deseo dirigirme especialmente a vosotros, jóvenes católicos chinos, que atravesáis las puertas de la Casa del Señor «con himnos dándole gracias y bendiciendo su nombre» (Sal 100,4). Os pido que colaboréis en la construcción del futuro de vuestro País con los dones personales que habéis recibido y con vuestra fe joven. Os animo a llevar a todos, con vuestro entusiasmo, la alegría del Evangelio.
Estad dispuestos a acoger como guía segura al Espíritu Santo, que indica al mundo de hoy el camino hacia la reconciliación y la paz. Dejaos sorprender por la fuerza renovadora de la gracia, también cuando os pueda parecer que el Señor os pide un compromiso superior a vuestras fuerzas. No tengáis miedo de escuchar su voz que os pide fraternidad, encuentro, capacidad de diálogo y de perdón, y espíritu de servicio, a pesar de tantas experiencias dolorosas del pasado reciente y de las heridas todavía abiertas.
Abrid el corazón y la mente para discernir el plan misericordioso de Dios, que nos pide superar los prejuicios personales y antagonismos entre los grupos y las comunidades, para abrir un camino valiente y fraterno a la luz de una auténtica cultura del encuentro.
Muchas son las tentaciones de hoy: el orgullo del éxito mundano, la cerrazón en las propias certezas, la supremacía dada a las cosas materiales como si Dios no existiese. Id contracorriente y permaneced firmes en el Señor: «Él solo es bueno», solo «su misericordia es eterna», solo su fidelidad dura «por todas las edades» (Sal 100,5).
9. Queridos hermanos y hermanas de la Iglesia universal: todos debemos reconocer como uno de los signos de nuestro tiempo lo que está sucediendo hoy en la vida de la Iglesia en China. Tenemos una tarea importante: acompañar con la oración fervorosa y la amistad fraterna a nuestros hermanos y hermanas en China. De hecho, ellos deben experimentar que no están solos en el camino que en este momento se abre ante ellos. Es necesario que sean acogidos y ayudados como parte viva de la Iglesia: «Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos» (Sal 133,1).
Que cada comunidad católica local, en todo el mundo, se comprometa a valorizar y a acoger el tesoro espiritual y cultural específico de los católicos chinos. Ha llegado la hora en que probemos juntos los frutos genuinos del Evangelio sembrado en el seno del antiguo "Reino del Medio" y que elevemos al Señor Jesucristo el canto de la fe y de la acción de gracias, embellecido con auténticas notas chinas.
10. Me dirijo con respeto a los que guían la República Popular China y renuevo la invitación a continuar el diálogo iniciado hace tiempo con confianza, valentía y amplitud de miras. Deseo asegurar que la Santa Sede seguirá trabajando sinceramente para crecer en la auténtica amistad con el Pueblo chino.
Los contactos actuales entre la Santa Sede y el Gobierno chino se están revelando útiles para superar las contraposiciones del pasado, también reciente, y para escribir una página de colaboración más serena y concreta en la certeza de que «las incomprensiones no favorecen ni a las Autoridades chinas ni a la Iglesia católica en China» (Benedicto XVI, Carta a los católicos chinos, 27 mayo 2007, 4).
De este modo, China y la Sede Apostólica, llamadas por la historia a una tarea difícil pero apasionante, podrán actuar más positivamente a favor del crecimiento ordenado y armonioso de la comunidad católica en tierra china, y se esforzarán en promover el desarrollo integral de la sociedad, asegurando un mayor respeto por la persona humana también en el ámbito religioso, trabajando de forma concreta en la protección del ambiente en el que vivimos y en la construcción de un futuro de paz y de fraternidad entre los pueblos.
Es de suma importancia que también en China, a nivel local, se profundicen cada vez más las relaciones entre los Responsables de las comunidades eclesiales y las Autoridades civiles, mediante un diálogo sincero y una escucha sin prejuicios que permita superar las actitudes recíprocas de hostilidad. Se tiene que aprender un estilo nuevo de colaboración sencilla y cotidiana entre las Autoridades locales y las eclesiásticas -obispos, sacerdotes, ancianos de las comunidades- de tal modo que se garantice el desarrollo ordenado de las actividades pastorales, armonizando las expectativas legítimas de los fieles y las decisiones que son competencia de las Autoridades.
Esto ayudará a comprender que la Iglesia en China no es ajena a la historia china, ni pide ningún privilegio: su finalidad en el diálogo con las Autoridades civiles es la de «llegar a una relación basada en el respeto recíproco y en el conocimiento profundo» (ibíd.).
11. En nombre de toda la Iglesia, pido al Señor el don de la paz, a la vez que os invito a todos a invocar conmigo la protección maternal de la Virgen María.
Madre del cielo, escucha la voz de tus hijos, que humildemente invocan tu nombre.
Virgen de la esperanza, a ti confiamos el camino de los creyentes en la noble tierra de China. Te pedimos que presentes al Señor de la historia las tribulaciones y las fatigas, las súplicas y las esperanzas de los fieles que te rezan, oh Reina del cielo.
Madre de la Iglesia, te consagramos el presente y el futuro de las familias y de nuestras comunidades. Protégelas y ayúdalas en la reconciliación fraterna y en el servicio hacia los pobres que bendicen tu nombre, oh Reina del cielo. Consoladora de los afligidos, nos dirigimos a ti para que seas refugio de los que lloran en la hora de la prueba. Vela sobre tus hijos que alaban tu nombre, haz que lleven juntos el anuncio del Evangelio. Acompaña sus pasos por un mundo más fraterno, haz que todos lleven la alegría del perdón, oh Reina del cielo. María, Auxilio de los cristianos, te pedimos para China días de bendición y de paz. Amén.Vaticano, 26 de septiembre de 2018
Francisco
Vicente de Paúl, Santo
Memoria Litúrgica, 27 de septiembre
Sacerdote y Fundador
Martirologio Romano: Memoria de san Vicente de Paúl, presbítero, que, lleno de espíritu sacerdotal, vivió entregado en París, en Francia, al servicio de los pobres, viendo el rostro del Señor en cada persona doliente. Fundó la Congregación de la Misión (Paúles), al modo de la primitiva Iglesia, para formar santamente al clero y subvenir a los necesitados, y con la cooperación de santa Luisa de Marillac fundó también la Congregación de Hijas de la Caridad (†:1660).
Etimológicamente: Vicente = “vencedor”. Viene de la lengua griega.
Breve Biografía
Podemos titular la vida de este santo como la vida de los encuentros que fueron moldeando su personalidad hasta convertirla de pastor en el campo a fundador de una de las Congregaciones que más gloria y honra han dado y dan a la Iglesia con las “Hijas de la Caridad.”
Nació en Dax, muy cerca de la frontera española, en la región de las Landas. Sus padres eran muy pobres . Trabajó de pequeño en el campo como pastor.
Alguien que vio sus buenas cualidades, lo envió a estudiar a Zaragoza y a Toulouse. Tal fue su aprovechamiento que a los 19 años lo ordenaron de sacerdote. Una edad temprana para este ministerio.
Todo el mundo se le abría ante sus ojos como una forma de transformar la sociedad en la que vivía. Se entregó a los pobres de manera completa. En este ingente trabajo le ayudaba María Luisa de Marillac, también santa.
Con esta mujer, dotada de cualidades y de grandes virtudes, fundó la Sociedad de las Hijas de la Caridad (1632). Juntamente con esta Sociedad fundó otra para que se encargara de misionar a los habitantes del campo. Serían los “Sacerdotes de la Misión”(1625).
Por eso tuvo una gran preocupación por la formación de los apóstoles del Evangelio. Con este fin creó seminarios.
A cualquiera extraño a la obra de Dios en el mundo de las personas que se dejan permear por el Espíritu, esto les puede parecer algo extraño.
Vicente mantenía su calma en todo. Solía decir:"Estamos convencidos de que en todo y por todo somos un deshecho y de lo más apremiante, a causa de la oposición que ofrecemos de nuestra parte a la santidad y perfecciones de Dios".
Con esta actitud no tenía dificultades en ser amigo de los pobres y hasta del mismo rey Luis XIII.
Fue amigo y confidente de san Francisco de Sales del que aprendió – como D. Bosco – la dulzura en el trato con la gente. Murió diciendo estas palabras: ”¡Confianza! ¡Jesús!. Era el año 1660.
¡Felicidades a los Vicentes y a la Hijas de la caridad!
“¡Oh Señor que eres tan adorable y me has mandado amarte, ¿por qué me diste un solo corazón y tan pequeño?” (San Felipe Neri)
Otras celebraciones de hoy: Santos: Antimo, Leoncio, Euprepio, Adolfo, Juan, Florenciano, Hilario, Fidencio, Terencio, mártires; Elceario, conde, Fintán, confesores; Diosdado, abad; Sigeberto, rey; Cayo, obispo.
Jesús actúa en nuestro aquí y ahora
Santo Evangelio según San Lucas 9, 7-9. Jueves XXV del Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Mi alma tiene sed de Ti, Dios mío. Tu rostro busco, ¡no te ocultes!
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Herodes deseaba ver a Jesús. Así nos puede suceder también a nosotros, pues hemos escuchado tanto de Él, que a la larga se nos figura en la mente como un personaje histórico, un sabio de la vida a ejemplo de Sócrates, Aristóteles o Platón. En otro plano quizás, aunque repitamos que Jesús es nuestro amigo, nuestra relación verdadera con Él puede estar un poco fría y lo veamos como alguien tremendamente lejano a nuestra realidad, casi como si fuera un mito.
Sin embargo, Jesús no es un mito porque es un hombre real que entró en la historia y entra en nuestra historia, y como Dios y hombre verdadero, trasciende la historia y actúa en nuestra vida, en nuestro aquí y ahora.
El gran error del cristiano es comportarse como Herodes, quedándose con lo que otros dicen de Jesús. Podemos tener muy buena disposición, querer conocerlo y escuchar lo que dice el Evangelio, pero hay que dar un paso más. Tenemos que vivir la experiencia íntima de Jesús; no sólo leer el Evangelio, sino buscar cómo me quiere hablar Dios a mí; no sólo tener buena disposición, sino reflexionar a qué me mueve el Evangelio y ponerlo en práctica.
El Jesús de la historia y el Jesús de la fe son uno solo, el Mesías, Dios y hombre verdadero que nos espera porque quiere cambiarnos la vida y llenar todo nuestro ser. Ahora es cuando decimos con el salmista: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? (Sal 41).
Jesús no habla de un conocimiento intelectual, sino de una relación personal, de predilección, de ternura mutua, un reflejo de la misma relación íntima de amor entre Él y el Padre. Esta es la actitud a través de la cual se realiza una relación viva y personal con Jesús: dejándonos conocer por Él. No cerrándonos en nosotros mismos, abrirse al Señor, para que Él me conozca. Él está atento a cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón profundamente: conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, los proyectos que hemos logrado y las esperanzas que fueron decepcionadas. Pero nos acepta tal como somos, nos conduce con amor, porque de su mano podemos atravesar incluso caminos inescrutables sin perder el rumbo. Nos acompaña Él.
(Regina coelide S.S. Francisco, 22 de abril de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Dedicaré un tiempo a orar de una forma más sencilla, hablándole a Jesús como Dios cercano que es, y no como una simple idea intelectual.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Para que se despierte en nosotros el deseo de Cristo, debe haber un trabajo intenso de su conocimiento.
El conocimiento de Jesús y de las diversas situaciones de su vida lo hallamos primero en el Evangelio.
Nadie ama lo que no conoce. Para tener un conocimiento de Cristo, de sus intereses, de sus miradas, de cómo era su trato con los hombres, es indispensable el conocerlo por medio del evangelio. Decía San Jerónimo queDesconocer las escrituras es desconocer al mismo Cristo. Por lo tanto debemos venerar las escrituras y darles una gran importancia, si estamos deseosos de que Cristo sea algo central en nuestras vidas. De lo contrario nuestro deseo por Cristo es algo engañoso y falso.
Para comprender esta realidad me parece muy esclarecedora la afirmación de Dom Columba Marmion, quién dice que como quiera que nadie busca una cosa que desconoce, ni la voluntad se va tras los bienes que no le hayan sido presentados antes por la inteligencia: ahora que Cristo nos tiene privados de su presencia sensible, ¿cómo llegaremos a conocer sus misterios, su belleza, su armonía, su virtud y su poder. Cómo, sobre todo, nos pondremos en contacto vivificador con dichos misterios para sacar aquellos frutos que paulatinamente transformen nuestras almas y operen en ellas la unión con Cristo, condición que nos es indispensable para ser contados en el número de sus discípulos? El conocimiento de Jesús y de las diversas situaciones de su vida lo hallamos primero en el Evangelio.
Sus páginas, sagradas e inspiradas por el Espíritu Santo, contienen la descripción y enseñanzas de la vida terrenal de Jesús. Bástanos leer esas páginas tan sencillas como sublimes, pero leerlas con la debida fe, para ver y oír a Cristo mismo. El alma piadosa que recorra con frecuencia en los ratos de oración este libro excepcional, llegará poco a poco a conocer a Jesús y sus misterios, a penetrar en los secretos de su Sagrado Corazón, a comprender aquella magnífica revelación de Dios al mundo que es Jesús: Este libro inspirado es luz y fuerza que ilumina y fortalece los corazones rectos y sinceros. ¡Dichosa el alma que le hojea cada día y bebe en el manantial mismo de sus vivas aguas .
Por lo tanto conocer las escrituras es más que conocer a Cristo. Es conocer a Cristo y conocer su Sacratísimo Corazón.
Amor a las Escrituras Santas
En el Obispo Van Thuan, gran confesor de la fe, tenemos un ejemplo “vivo” del amor a Cristo, presente en las escrituras: Cuando era yo alumno en el seminario menor de Annin, un sacerdote vietnamita, profesor, me hizo comprender la importancia de llevar siempre conmigo el Evangelio. Se había convertido del budismo y provenía de una familia mandarina; era un intelectual: llevaba siempre encima, colgado al cuello, el Nuevo Testamento, como se lleva el viático. Cuando dejó el seminario para desempeñar otro cargo me dejó en herencia ese libro, su tesoro más precioso. El ejemplo de este santo sacerdote, que se llamaba José María Thich, siempre vivo en mi corazón, me ayudó mucho en la cárcel durante el período de aislamiento. Aquellos años seguí adelante porque la Palabra de Dios era «antorcha para mis pasos, luz para mi sendero» (cf. Sal 119,105). Es sabido que san Jerónimo y santa Teresa del Niño Jesús llevaban el Evangelio siempre encima, cerca del Corazón .
¿Cuál es mi amor por los evangelios? ¿Soy consciente de que debo nutrirme de la palabra de Dios como me nutro de la Eucaristía?
La lectura de la Biblia un encuentro con Cristo
Pero para que la lectura de la Biblia no sea como la lectura de cualquier otro libro, sino que sea en realidad un encuentro con Cristo y sea una lectura fructuosa, se requieren cinco cosas a tener bien en cuenta:
1º La fe. La lectura de la Palabra de Dios recuerda los hechos salvíficos, pero la fe los hace particularmente presentes y operantes en el corazón de cada creyente. La verdadera fe -enseña San León Magno- tiene el poder de no estar ausente en espíritu de los hechos en que no ha podido estar presente con el cuerpo (Hom. Sobre la Pasión 19).
2º La veneración y la reverencia. Todo lo que dice las Escrituras lo dice el Señor, por lo que son más dignas de fe que el que un muerto resucite, o que un ángel del Señor baje del cielo (San Juan Crisóstomo, en Catena áurea).
3º La atención, porque el que es de Dios oye la palabra de Dios (Jn 8,47).
4º El hábito de lectura, tanto personal como litúrgica. Nos valemos de ordinario de la lectura asidua y de la meditación de las Escrituras, para procurar a nuestra memoria, pensamientos divinos (Casiano, Colaciones 1).
5º La oración. A la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo entre Dios y el hombre, pues, a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras (San Ambrosio, Sobre los oficios I, 20, 25).
El corazón de Cristo palpitando por nosotros
En el evangelio nos encontramos con Cristo vivo, con el corazón de Cristo palpitando de amor por nosotros. Nos encontramos con sus palabras que nos comunican vida. Continúa diciendo Van Thuan: El hecho es que las palabras de Jesús poseen una densidad y una profundidad que las demás palabras no tienen, sean de Filósofos, de políticos o de poetas. Las palabras de Jesús son, como a menudo se definen en el Nuevo Testamento, espíritu y vida. Contienen, expresan, comunican una vida, la plenitud de la vida . Los mismos apóstoles le dijeron en una ocasión Señor ¿a quién iremos? si tú tienes palabras de vida eterna (Jn. 6,68) .
La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo…
Para comprender la importancia que tiene la Palabra de Dios para la Iglesia no hay más que remontarse a la actitud bimilenaria de la Iglesia, que siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues, sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el Pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo .
Van Thuan nos recuerda algunas frases de los santos y de la tradición: A lo largo de toda la tradición cristiana se puede subrayar constantemente este vínculo entre Palabra y Eucaristía, ambas alimento del cristiano.
«Nosotros bebemos la sangre de Cristo —escribe Orígenes— no sólo cuando lo recibimos según el rito de los misterios, sino también cuando recibimos sus palabras, en las cuales reside la vida». Y san Jerónimo: «El conocimiento de las Escrituras es un alimento verdadero y una verdadera bebida que se asume por la Palabra de Dios». Por su parte, san Ambrosio dice: «Se bebe la sangre de Cristo, que nos ha redimido, como se beben las palabras de la Escritura, las cuales pasan a nuestras venas y, asimiladas, entran en nuestra vida». San Jerónimo afirma también: «Yo considero que el Evangelio es el cuerpo de Jesús y las Escrituras son su enseñanza. Las palabras de Jesús: “Quien come mi carne y bebe mi sangre” (Jn 6, 54), pueden entenderse tanto referidas al misterio [eucarístico] como al verdadero cuerpo y sangre de Cristo, que es la palabra de las Escrituras. [...]. La Palabra de Dios es esa carne y sangre de Cristo que entra en nosotros a través de la escucha». El pan de la Palabra —recuerda además la Dei Verbum— es alimento que da vigor, ilumina la mente, confirma la voluntad, enciende un ardor renovado, renueva la vida (cf. n. 23) .
De hecho, la Palabra sólo da fruto si encuentra una tierra fértil, o sea, cuando cae en un corazón bueno y recto (cf. Lc8, 15). Por medio de las escrituras adquirimos la mente de Cristo. El resultado es que ya no somos nosotros los que vivimos, sino que es Cristo mismo quien viene a vivir en nosotros. A través de las palabras de la Escritura, es el Verbo quien viene a habitar en nosotros y nos transforma en Él.
El Evangelio, en definitiva, nos devela el sentido profundo de nuestra vida, de modo que por fin sabemos para qué vivimos; la enseñanza de Cristo nos devuelve la esperanza .
Aplicación de lo meditado
Es importante que meditemos en la Sagrada Escritura y que apliquemos a nuestra vida lo que allí leemos penetrando en los secretos de su Sagrado Corazón: Si contemplamos con fe sus misterios, ya en el evangelio, ya en la liturgia de la Iglesia, producirá en nosotros la gracia que nos mereció cuando vivía...Esta contemplación nos enseñará cómo Jesús, nuestro modelo, practicó las virtudes y cómo hemos de asimilarnos los sentimientos particulares que animaron a su Corazón Sacratísimo en cada uno de aquellos estados .
Como dijimos, debemos leer las escrituras y aplicar a nuestra vida concreta y diaria lo que allí leemos para ir participando de la vida de Cristo: Siguiendo a Cristo en todos sus misterios, por la meditación del evangelio, y uniéndonos a El, vamos poco a poco y a diario participando de su vida Divina.
Mi amor por Cristo y las escrituras
Por último, me viene a la memoria y al corazón una pregunta: ¿me doy cuenta que en las escrituras puedo unirme con cristo, tener un contacto muy íntimo con él? ¿Cuál es mi amor por las escrituras? Mi amor se ve en el tiempo y en la dedicación que le otorgo a dicha lectura y meditación. Todos los días respiramos y comemos. También todos los días debo leer la Sagrada Escritura, al menos algunos minutos, aplicándola a mi caso concreto y singular. ¡Que hermoso entretenerse con Cristo presente en las Sagradas Escrituras de un modo misterioso, pero real!
El Papa Francisco hace balance del viaje a los países bálticos
En la Audiencia General celebrada este miércoles 26 de septiembre en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, el Papa Francisco hizo balance de su reciente viaje apostólico a Lituania, Letonia y Estonia con motivo del centenario de la independencia de estos países bálticos.
Explicó que la misión de este viaje “era anunciar nuevamente a aquellos pueblos la alegría del Evangelio y la revolución de la misericordia, de la ternura, porque la libertad no es suficiente para dar sentido y plenitud a la vida sin el amor, el amor que procede de Dios”.
El Pontífice destacó el gran sufrimiento de los pueblos de estos tres países durante estos cien años de independencia en que han sufrido la ocupación nazi primero, y la soviética después.
Durante el viaje, hizo referencia en muchas ocasiones a la necesidad de conservar la memoria de ese sufrimiento.
En la Audiencia resumió el homenaje que realizó en Vilna a las víctimas del genocidio hebraico en Lituania, cuyo máximo exponente fue la destrucción del gueto de la capital lituana, del cual se cumplen 75 años, y que supuso el inicio del asesinato de decenas de miles de judíos.
“Al mismo tiempo, he visitado el Museo de la Ocupación y de la Lucha por la Libertad: he rezado en las estancias en las que fueron detenidos, torturados y ejecutados los opositores al régimen”. “Conmueve ver hasta qué punto puede llegar la crueldad humana. Pensemos en ello”.
Señaló que “en Lituania los católicos son mayoría, mientras que en Letonia y en Estonia prevalecen los luteranos y los ortodoxos, aunque hay muchísima gente que se ha alejado de la vida religiosa”.
“Por lo tanto, el desafío es reforzar la comunión entre todos los cristianos, ya desarrollada durante el duro período de las persecuciones. En efecto, la dimensión ecuménica era intrínseca a este viaje, y he expresado expresiones de ella en el momento de oración en la Catedral de Riga y en el encuentro con los jóvenes en Tallin”.
En sus discursos, el Santo Padre puso de relieve también la importancia del diálogo intergeneracional. “He animado al diálogo entre las generaciones de ancianos y jóvenes, para que el contacto con las raíces pueda continuar fecundando el presente y el futuro”.
También los encuentros con sacerdotes, consagrados y seminaristas han tenido especial importancia. El Papa destacó ante ellos la importancia de la esperanza y de la constancia como virtudes de la vida religiosa y consagrada ya que permiten “estar centrados en Dios, firmemente enraizados en su amor”.
Como conclusión, el Papa Francisco señaló que los países bálticos son prueba de que “el signo vivió del Evangelio siempre es la caridad concreta. Incluso donde más fuerte es la secularización, Dios habla con el lenguaje del amir, del cuidado, del servicio gratuito a quien tiene necesidad”.
¿Podemos comulgar más de una vez al día?
¿Podemos comulgar el mismo número de veces que asistimos a Misa en un mismo día?
Hay muchos fieles que cada domingo, debido al servicio que prestan dentro de la Iglesia, participan de más de una celebración eucarística. Desde ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, el sacristán, los acólitos, los de los coros, etc. Ahora bien, ¿pueden ellos también comulgar el mismo número de veces que participen en Misa?
El Código de Derecho Canónico establece: “Quien ya ha recibido la santísima Eucaristía, puede recibirla otra vez el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe, quedando a salvo lo que prescribe el⇒ c. 921 § 2” (CIC 917). Decir “de nuevo” se debe entender como una “segunda vez”, no a cuántas veces se participe de la Misa en el mismo día. Por lo tanto, está claro que solamente se podrá recibir la comunión dos veces al día.
Así también, el Catecismo de la Iglesia Católica, reafirma lo anterior cuando dice: “Es conforme al sentido mismo de la Eucaristía que los fieles, con las debidas disposiciones (cf CIC, cans. 916-917), comulguen cuando participan en la misa [Los fieles pueden recibir la Sagrada Eucaristía solamente dos veces el mismo día. Pontificia Comisión para la auténtica interpretación del Código de Derecho Canónico, Responsa ad proposita dubia 1]” (CEC 1388).
Ahora bien, hay que decir que esta “segunda vez” únicamente podrá hacerse dentro de la Misa, es decir, tras participar de toda la celebración eucarística, no solamente en el rito de la comunión. Así, por ejemplo, si alguien primero recibe la comunión en casa, porque cuida a algún enfermo, podrá recibirla de nuevo si participa después de la Misa entera. Lo anterior en ese orden, no al revés.
Como cita el numeral del Código Canónico, hay una excepción para recibir la comunión más de una vez fuera de la celebración eucarística, y esto es para las personas que se encuentran en riesgo de morir. “Aunque hubieran recibido la sagrada comunión el mismo día, es muy aconsejable que vuelvan a comulgar quienes lleguen a encontrarse en peligro de muerte” (CIC 921 § 2).
Estas disposiciones nos permiten cuidar y valorar el sentido real de la Eucaristía. No por comulgar más de una vez en un día, seremos superiores a los demás ni obtendremos el agrado de Dios. Lo verdaderamente importante es que, cuando participemos de la eucaristía, lo hagamos con el mayor respeto y veneración que merece a quien vamos a recibir. De modo que, debemos prepararnos para hacerlo, es decir, estar en gracia. Eso sí hará de nuestra comunión un mar de frutos abundantes para nuestra alma.
Evitemos caer en la rutina y la superficialidad al momento de comulgar. Seamos conscientes que vamos a recibir al mismo Cristo, a quien los ángeles y los santos alaban gozosos. Él que por puro amor nos hace convertirnos en uno mismo junto con Él.
El limpio de corazón, es aquel que en su corazón sólo tiene un amor y ese es Dios.
Pocos valores en nuestros días tienen menos defensores que la pureza. Es increíble como ya ni a los niños tienen resguardado este valor. Visto así la pureza de María nos sorprende y abruma por lo inimaginable.
Desafortunadamente nuestra cultura pansexista sólo entiende la pureza en materia sexual. No obstante, la pureza de María y a la que estamos llamados todos es una pureza profunda y radical, que abarca todo el ser. Su pureza consiste en que la obra creadora de Dios en Ella se trasluce perfectamente en toda su belleza original. Es un don ciertamente, pero es necesario pedirlo y corresponderlo. Así que también tiene mucho mérito.
Es necesario no poner el ego, la rebeldía humana a buscar otras formas de ser, vivir y ver distintas de las que Dios quiere. La pureza no sólo trata de evitar las situaciones que puedan mancharnos, sino que positivamente busca la luz de Dios en todo.Es así que es muy lógica la bienaventuranza que dice “bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios”. Y es que el limpio, el puro, no lo es sólo o principalmente en la piel, sino en el corazón.
Busca con todo su ser a Dios. cuando actúa trata de tener pureza de corazón poniéndose en un segundo plano, para que la voluntad de Dios sea realizada. Busca ver a las personas y a las cosas como Dios las ve, por eso no juzga, no se burla, no cosifica a nadie. Mira con ternura y verdadero interés, como nos ve Dios. El limpio de corazón, es aquel que en su corazón sólo tiene un amor y ese es Dios.
Por todo esto, es clarísimo que Santa María es purísima, pues ella como nadie ama a Dios y a nosotros como Dios nos ama. Eso la llevó a un comportamiento corporal irreprochable, pero es que ya era irreprochable en el corazón.
María ya alcanzó la meta de modo pleno y perfecto, pero nos anima a seguirla para alcanzar con ella esta plenitud. Tal vez no podemos imitarla en la pureza como decía un santo, pero podemos imitarla al menos en la humildad, y seguir intentando con paciencia y mansedumbre volver a empezar la ardua tarea de realizar el plan de Dios en nuestras vidas y poder reflejar y servir con la mejor versión de nosotros mismos.
Imitar a María en su pureza implica muchos sacrificios, pues el mundo justo ofrece lo contrario. Será necesario salirse de ciertos ambientes, no estar al ritmo de ciertas modas, ser modestos y no buscar tener los reflectores encima. Habrá que cuidar lo que se ve y se escucha en los medios. Implicará cierto martirio porque nos expondremos a ser ridiculizados, a veces por envidia. Sin embargo, al final de la vida Dios retribuirá al que trata de vivir en santidad y justicia y no se alegra en el mal, pero también, podremos gozar de verdaderos encuentros humanos porque la gente va poder sentir la presencia de Dios pasar a través nuestro porque sentirán el amor de Dios en nuestras palabras, en nuestras gestos y miradas y en todas nuestras acciones.
Demos gracias a Dios por habernos dado una mamá tan ejemplar que sólo con verla nos mueve a ser mejores y estar más cerca de Dios.
Novena a Santa Faustina Kowalska
Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (26 de septiembre al 4 de octubre)
En el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contricción:
Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre, Redentor mío, por ser vos quien sois, bondad infinita y por que os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido,también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Animado con tu divina gracia, propongo firmemente nunca mas pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta, para el perdón de mis pecados. Amen
Día I - El conocimiento del misterio de la Divina Misericordia
Jesús: "Su vida debe modelarse sobre Mí, desde el pesebre hasta la muerte en la cruz. Penetra en Mis secretos y conocerás el abismo de Mi misericordia para con las criaturas y Mi bondad insondable, y harás conocer ésta a todo el mundo” (Diario 438).
Santa Faustina: “Oh Dios, cuánto deseo que las almas Te conozcan, que sepan que las creaste por Tu amor inconcebible; oh Creador y Señor, siento que descorreré las cortinas del cielo para que la tierra no dude de Tu bondad.” ( Diario 483).
Oración: Santa Faustina, ayúdame a obtener la gracia de penetrar más profundamente en el misterio de la misericordia de Dios en la obra de la creación, la salvación y la gloria para que, como tú, puede hacerla a conocer a todo el mundo.
Día II - La contemplación de la Misericordia en la vida cotidiana
Jesús: “Cuando contemplas en el fondo de tu corazón lo que te digo, sacas un provecho mucho mayor que si leyeras muchos libros. Oh, si las almas quisieran escuchar Mi voz cuando les hablo en el fondo de sus corazones, en poco tiempo llegarían a la cumbre de la santidad.” (Diario 584).
Santa Faustina: “No busco la felicidad fuera de mi interior donde mora Dios. Gozo de Dios en mi interior, aquí vivo continuamente con Él, aquí existe mi relación más íntima con Él, aquí vivo con Él segura, aquí no llega la mirada humana. La Santísima Virgen me anima a relacionarme así con Él. “( Diario 454).
Oración: Santa Faustina, enséñame a cumplir con el Señor visitándolo en mi propia alma, para escuchar su voz y compartir con él todos los momentos de mi vida. Ayúdame a obtener la gracia de contemplar la misericordia en la vida cotidiana.
Día III - La actitud de confianza hacia Dios
Jesús: “Hija mía, te aseguro un ingreso fijo del cual vivirás. Tú empeño debe ser la total confianza en Mi bondad, el Mío, darte todo lo que necesites. Me hago dependiente de tu confianza; si tu confianza es grande Mi generosidad no conocerá límites” (Diario 548).
Santa Faustina: “Oh Dios único en la Santísima Trinidad, deseo amarte como hasta ahora ninguna alma humana Te ha amado; y aunque soy particularmente mísera y pequeñita, no obstante arrojé muy profundamente el ancla de mi confianza en el abismo de Tu misericordia, oh Dios y Creador mío. A pesar de mi gran miseria, no tengo miedo de nada, sino que espero cantar eternamente el himno de la gloria. (Diario 283).
Oración: Santa Faustina, ayúdame a conseguir la gracia de la confianza de un niño; para que pueda siempre y en todo cumplir fielmente la voluntad de Dios, que es la misericordia en sí para todos nosotros.
Día IV - La actitud de misericordia hacia el prójimo
Jesús: “Hija mía […] exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera – la acción, la segunda – la palabra, la tercera – la oración. En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio indiscutible del amor hacia Mi. De este modo el alma alaba y adora Mi misericordia.” (Diario 742).
Santa Faustina: “Jesús mío, penétrame toda para que pueda reflejarte en toda mi vida. Divinízame de modo que mis acciones tengan el valor sobrenatural. Haz que tenga para cada alma, sin excepción, amor, compasión y misericordia. Oh Jesús mío, cada uno de Tus santos refleja en sí una de Tus virtudes, yo deseo reflejar Tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra. Glorificar Tu misericordia es la tarea exclusiva de mi vida. "(Diario 1242).
Oración: Santa Faustina, intercede por mí ante el Señor para que mi vida, también, pueda transformarse con en misericordia hacia el prójimo y que pueda ejercerla a través de la palabra, la acción y la oración. Que mis ojos, oídos, boca, manos, pies y corazón, todo mi ser, sean misericordiosos.
Día V - Proclamar el mensaje de la Misericordia
Jesús: “En el Antiguo Testamento enviaba a los profetas con truenos a Mi pueblo. Hoy te envío a ti a toda la humanidad con Mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla a Mi Corazón misericordioso. Hago uso de los castigos cuando Me obligan a ello; Mi mano se resiste a tomar la espada de la justicia. Antes del día de la justicia envío el día de la misericordia.”(Diario 1588).
Santa Faustina: “Oh Dios mío, que Te adore todo lo que hay en mí, oh Creador y Señor mío, y con cada latido de mi corazón deseo glorificar Tu misericordia insondable. Deseo hablar a las almas de Tu bondad e invitarlas a confiar en Tu misericordia. Ésta es mi misión que Tú mismo me has confiado en ésta y en la vida futura.”(Diario 1325).
Oración: Siguiendo tu ejemplo, Santa Faustina, quiero anunciar al mundo el mensaje de la misericordia con el testimonio de mi vida y la palabra; para que pueda llegar a todos los pueblos de la tierra y llenar el corazón de la humanidad, de esperanza.
Día VI - Al implorar la misericordia de Dios para el mundo
Jesús: “Hija mía, he inclinado Mi Corazón hacia tus súplicas: tu tarea y empeño aquí en la tierra es implorar la misericordia para el mundo entero. […] Te nombro dispensadora de Mi misericordia.(Diario 570).
Santa Faustina: “Oh Dios mío, estoy consciente de mi misión en la santa Iglesia. Mi empeño continuo es impetrar la misericordia para el mundo. Me uno estrechamente a Jesús y me presento como víctima que implora por el mundo. Dios no me rehusará nada cuando le suplique con la voz de Su Hijo. (Diario 482).
Oración: Junto a ti, Santa Faustina, quiero pedir clemencia para el mundo entero, especialmente para los pecadores, así como para los sacerdotes y religiosos para que, viviendo en el mundo, puedan conducir al pueblo de Dios hacia los caminos de la salvación.
Día VII - El amor a la Iglesia - del Cuerpo Místico de Cristo
Jesús: “Hija mía, medita sobre la vida divina que se encuentra en la Iglesia para la salvación y la santificación de tu alma. Considera cómo aprovechas estos tesoros de gracias, estos esfuerzos de Mi amor.” (Diario 1758).
Santa Faustina: “Me esfuerzo por la santidad, ya que con ella seré útil a la Iglesia. Hago continuos esfuerzos en las virtudes, procuro imitar fielmente a Jesús y esta serie de actos de virtud cotidianos, silenciosos, ocultos, casi imperceptibles, pero sí cumplidos con gran amor, los pongo en el tesoro de la Iglesia de Dios para el provecho común de las almas. Siento interiormente como si fuera responsable por todas las almas, siento claramente que vivo no solamente para mí, sino para toda la Iglesia...(Diario 1505).
Oración: Agradecido/A por todos los dones de la misericordia que Dios pone en la Iglesia, a mi disposición, quiero hacer uso de ellos como tú, Santa Faustina, para alcanzar la santidad y así llevar a otras almas hacia las fuentes de la misericordia de Dios.
Día VIII - Encuentro con Jesús en los sacramentos
Jesús: “Oh, cuánto Me duele que muy rara vez las almas se una a Mí en la Santa Comunión. Espero a las almas y ellas son indiferentes a Mi. Las amo con tanta ternura y sinceridad y ellas desconfían de Mí. Deseo colmarlas de gracias y ellas no quieren aceptarlas. Me tratan como cosa muerta, mientras que Mi Corazón está lleno de Amor y Misericordia. Para que tú puedas conocer al menos un poco Mi dolor, imagina a la más tierna de las madres que ama grandemente a sus hijos, mientras que esos hijos desprecian el amor de la madre. Considera su dolor. Nadie puede consolarla. Ésta es solo una imagen débil y una tenue semejanza de Mi amor. (Diario 1447).
Santa Faustina: “Jesús, en mi vida hay un secreto más, el más profundo, pero también el más querido para mí, lo eres Tú Mismo bajo la especie del pan cuando vienes a mi corazón. Aquí mi corazón unido al tuyo se hace uno, aquí ya no hay ningún secreto, porque todo lo Tuyo es mío, y lo mío es Tuyo. He aquí la omnipotencia y el milagro de Tu misericordia.” (Diario 1489). Todo lo bueno que hay en mí es gracias a la Santa Comunión, le debo todo. Siento que este sagrado fuego me ha transformado totalmente. Oh cuánto me alegro de ser Tu morada, oh Señor; mi corazón es un templo en que permaneces continuamente..."(Diario 1392).
Oración: Santa Faustina, ayúdame a obtener la gracia de vivir la fe de modo que cada sacramento sea para mí un lugar privilegiado de encuentro con el Señor, y que la Eucaristía sea el centro mismo de toda mi vida, transformándola en amor.
Día IX - La devoción a Nuestra Señora
Virgen María: “Su vida debe ser similar a la mía, silenciosa y escondida; deben unirse continuamente a Dios, rogar por la humanidad y preparar al mundo para la segunda venida de Dios”. (Diario 625).
Santa Faustina: “Oh dulce Madre de Dios, sobre Ti modelo mi vida, Tú eres para mí una aurora radiante, en ti me pierdo extasiada. Oh Madre, Virgen Inmaculada, en ti el rayo divino se refleja. Tú me enseñas cómo amar a Dios entre las tormentas, Tú eres mi escudo y mi defensa contra el enemigo. "(Diario 1232).
Oración: Santa Faustina, la hija más fiel de la Madre de la Misericordia, permíteme esconderme junto a tí, bajo su manto; para que ella me lleva a Jesús y me enseñe a participar en su vida y en la misión de revelar al mundo la misericordia del Padre celestial. Como María, quiero dar a conocer a Jesús – la Misericordia encarnada - a todas las personas; y preparar al mundo para su segunda venida.
Oración final para todos los días
Santa María Faustina, nos dijiste que tu misión continuaría después de tu muerte y que no nos olvidarías (diario # 281, 1582). Nuestro Señor te concedió un gran privilegio cuando te dijo que "distribuyeras las gracias como tu quisieras, a quien tu quisieras y cuando tu quisieras" (diario # 31). Confiando en esta promesa, te pido tu intercesión por las gracias que necesito, especialmente por la conversión de todos los pecadores y ( intención tuya personal)
Ayúdame, sobre todas las cosas, a confiar en Jesús como tu lo hiciste y así glorificar su misericordia a cada instante de mi vida. Amén.
Se reza un Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Se repite tres veces: Santa María Faustina, ruega por nosotros.