Mayores cosas has de ver
- 29 Septiembre 2018
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Familia, Núcleo y Base de la Sociedad
Defender la familia, es defender nuestra felicidad
La familia se define como “la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida”.
El Papa Francisco nos dice: “Cuando nos preocupamos por nuestras familias y sus necesidades, cuando entendemos sus problemas y esperanzas, sus esfuerzos repercuten no sólo en beneficio de la Iglesia; también ayudan a la entera sociedad.” La ideología de género y la cultura del descarte, propone nuevas definiciones de familia, haciendo que las nuevas generaciones cuestionen su verdadero rol en la sociedad. Por esto, es de vital importancia trabajar en la formación de familias con bases sólidas y éticas donde el concepto quede claro para cada uno de sus miembros.
En primer lugar, la familia, es un microcosmo de la sociedad en general. Es la “sociedad natural”, donde, a pesar de no estar basada en reglas jurídicas, es un conjunto de personas que se relacionan entre si con un propósito común. Para los católicos, la familia es “la iglesia doméstica”, en la cual se nos da la oportunidad de formar con valores, ética y sentido a la vida. Resulta evidente que, si la sociedad actual se concentrara en formar familias con respeto y valor a la dignidad, hoy no tendríamos que defender lo obvio.
En segunda instancia, el concepto es claro al definir que la familia es entre “hombre y mujer”
La familia está fundada sobre la unión íntima de vida que es el matrimonio, complemento entre un hombre y una mujer, lazo indisoluble, libremente contraído, públicamente aceptado, y que está abierta a la transmisión de la vida. 3 Varias razones se dan para esto, sin embargo, entre el más importante encontramos la complementariedad que existe entre los dos sexos. Tanto de manera genética como emocional, ambos sexos poseen características diferentes que los hacen unirse de manera más personal por el anhelo de conocer más de lo que tiene el otro. Físicamente, el acto sexual que se realiza entre el hombre y la mujer es el único meramente biológico que no solo permite la perpetuación de nuestra especie, sino también la demostración más grande de que nuestra naturaleza fue diseñada para complementarse entre sí.
Según San Agustín, el amor es desear el bien del otro. La familia es el lugar donde Dios viene al mundo al encuentro con los hombres. Mediante la comunión entre personas es donde se aprende el valor de amar y ser amado. Iniciar una vida matrimonial es, por tanto, un “llamado al don de sí, en el amor”. Es un esfuerzo enorme, donde dos personas ajenas, inician un camino en común deseando el bien del otro. El hombre, al ser imagen y semejanza de Dios, ha sido creado para amar; es capaz, sin duda de un amor que genera comunión, ya que cada uno considera el bien del otro como propio. Es el don de sí, hecho a quien se ama, es donde se descubre y se actualiza la propia bondad.
Por último, la definición recalca la importancia del “don de la vida” en la familia. En el matrimonio es donde los esposos se unen en el acto sexual para formar vida. Actualmente, con la revolución tecnológica y médica, es vital reflexionar sobre las cuestiones cruciales de la defensa de la vida humana. Actuar, formar y educar en la promoción y valorización del don de la vida. Las exigencias éticas y sociales de la institución natural de la vida familiar nos alcanzan a todos. El Papa Pablo VI nos dio una defensa de la sociedad al defender la mujer, la familia y la vida en su Encíclica Humanae Vitae 5. En la comunión matrimonial es donde se consigue el clima para ofrecer educación en el amor, valorando el don de la vida.
En conclusión, hoy más que nunca el núcleo de nuestra sociedad está siendo atacado. Sin embargo, la solución a este torbellino de tragedias sociales en el que vivimos se encuentra en lo íntimo de la convivencia familiar, al educar su vocación y enseñando a trabajar con amor por sí mismos y por los demás. El matrimonio y la familia contienen dentro de sí todos los valores humanos necesarios para reconstruir una sociedad. Defender la familia, es defender nuestra felicidad.
¿Eres víctima o guerrero?
Los guerreros aprovechan las oportunidades para salir de si mismos
En el oleaje constante de la vida, se suscitan diversas situaciones en las que debemos responder con valor, inteligencia, honestidad y madurez. Sin embargo, en el mundo existen diferentes tipos de personas, con diferentes tipos de actitud y diferentes formas de enfrentar los retos, los problemas, las crisis o las tragedias.
Todos tenemos una historia triste que contar de nuestra vida. A todos nos suceden cosas que pueden provocarnos tanto dolor, que es muy difícil asimilarlas, procesarlas, vivirlas y superarlas. Pero todos tenemos la responsabilidad de hacerlo en orden de poder seguir adelante y continuar creciendo en estatura moral.
En general, hay dos grupos de personas: las víctimas y los guerreros. ¿En cuál de éstos podemos clasificarnos a nosotros mismos? Las víctimas son aquellas que sufren un daño, buscan al culpable, lo identifican, y se colocan en una posición doliente, sometiendo su voluntad a sus emociones. Las víctimas prolongan su sufrimiento y encuentran placer en responsabilizar a otros por éste. Buscan constantemente la oportunidad de redundar en el mismo punto, viven cómodamente atados a las experiencias del pasado, e intentan trasladar estas al presente.
Las víctimas anulan su resiliencia, cancelan sus facultades, atrasan su desarrollo personal y truncan su proceso de maduración. Necesitan que alguien sienta lástima por ellos. De ese modo se sienten valiosos, e imaginan que en esa posición estarán seguros. Las víctimas no renuncian a sufrir, entregan el control de su destino a otros, se someten a toda circunstancia, se rinden permanentemente y ahogan su voluntad. Las víctimas buscan quien las abuse, y encuentran placer en lamentarse.
Los guerreros, en cambio, sufren un daño, identifican al culpable, dejan aflorar sus emociones, luego procesan lo ocurrido, sopesan las circunstancias, aprovechan la oportunidad para salir de sí mismos, utilizan su inteligencia, se auto-protegen, toman las tijeras, cortan el cordón que los une a la persona o situación que les causó el daño, y como personas independientes, mediante una voluntad firme y el fortalecimiento de su fe, deciden luchar, perdonar, aprender, liberarse, luego caminan sin mirar atrás, dejan de lamentarse y se esfuerzan por sonreír.
Los guerreros sacan algo bueno de lo malo, toman aliento de su penuria, se sacuden la rabia y la vergüenza, se llenan los pulmones de aire, las manos de fuerza, la mente de ideas, y utilizan toda la creatividad posible para encontrar la forma de sobrevivir, correr muy rápido, dejar todo atrás e ir por su libertad.
Las víctimas aman ser víctimas de todos y de todo; los guerreros no soportan ser víctimas de nada ni de nadie. Las víctimas se aferran al dolor; los guerreros renuncian al dolor. Las víctimas crean culpables y entregan su destino a éstos; los guerreros se responsabilizan por su propio destino. Las víctimas se convierten en su propio dolor. Los guerreros usan su dolor para crear algo hermoso.
¿Tú qué quieres ser: víctima o guerrero?
Misión importante: Preservar la belleza
Papa Francisco: El arte une a Dios, al hombre y a la creación “en una sola sinfonía”
El Papa Francisco recibió esta mañana en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico Vaticano a los “Patrons of the Arts”, benefactores de los Museos Vaticanos, y les recordó que el arte “une a Dios, al hombre y a la creación en una sola sinfonía”.
El Santo Padre agradeció a los benefactores, cuya asociación cumple 35 años, pues “vuestra generosidad ha contribuido enormemente a la restauración de numerosos tesoros artísticos que se conservan en los Museos Vaticanos”.
“Habéis continuado así una tradición que atraviesa los siglos, imitando las gestas de quienes pasaron a la historia de la Iglesia por la puerta del arte, por ejemplo, subvencionando los frescos y sarcófagos en las catacumbas, las grandes catedrales románicas y góticas, las obras de Miguel Ángel, Rafael, Bernini y Canova”.
El Papa destacó que “el arte, en la historia, ha sido solo superado por la vida a la hora de dar testimonio del Señor. De hecho, ha sido y es un camino prioritario que permite el acceso a la fe más que muchas palabras e ideas, porque con la fe comparte el mismo sendero, el de la belleza”.
“Es una belleza, la del arte, que es buena para la vida y crea comunión”, dijo, y destacó que “conecta el pasado, el presente y el futuro” y “atrae en el mismo lugar e involucra en la misma mirada a gentes y pueblos distantes”.
El Santo Padre señaló que la celebración del aniversario de los “Patrons of the Arts” de los Museos Vaticanos “significa, pues, recordar con gratitud todo esto, pero también significa renovar la conciencia de una misión importante, la de preservar una belleza que es tan beneficiosa para el hombre”.
“Contemplar el gran arte, expresión de la fe, nos ayuda, en particular, a redescubrir lo que importa en la vida. De hecho, el arte cristiano nos conduce a nuestro interior y nos eleva por encima de nosotros mismos: nos devuelve al Amor que nos creó, a la Misericordia que nos salva, a la Esperanza que nos aguarda”.
“En nuestro mundo inquieto, hoy desafortunadamente tan desgarrado y afeado por el egoísmo y la lógica del poder, el arte representa, tal vez incluso más que en el pasado, una necesidad universal, ya que es fuente de armonía y paz y es una expresión de la gratuidad”, aseguró.
Los 3 Arcángeles, los únicos cuyos nombres constan en la Biblia
Martirologio Romano: Fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. En el día de la dedicación de la basílica bajo el título de San Miguel, en la vía Salaria, a seis miliarios de Roma, se celebran juntamente los tres arcángeles, de quienes la Sagrada
Escritura revela misiones singulares y que, sirviendo a Dios día y noche, y contemplando su rostro, a él glorifican sin cesar.
Breve Semblanza
Son los nombres con que se presentan en la Sagrada Escritura estos tres príncipes de la corte celestial.
Miguel aparece en defensa de los intereses divinos ante la rebelión de los ángeles malos; Gabriel, enviado por el Señor a diferentes misiones, anunció a la Virgen Maria el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su maternidad divina; Rafael acompañó al joven Tobías cuando cumplia un difícil encargo y se ocupó de solucionar difíciles asuntos de su esposa.
Actualmente, se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden "angelitos" de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres.
Hay que tener cuidado, pues se puede caer en dar a los ángeles atribuciones que no les corresponden y elevarlos a un lugar de semidioses, convertirlos en "amuletos" que hacen caer en la idolatría, o crear confusiones entre lo que son las inspiraciones del Espíritu
Santo y los consejos de los ángeles.
Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses.
A pesar de que están de moda, por otro lado, es muy fácil que nos olvidemos de su existencia, por el ajetreo de la vida y principalmente, porque no los vemos.
Este olvido puede hacernos desaprovechar muchas gracias que Dios ha destinado para nosotros a través de los ángeles.
Por esta razón, la Iglesia ha fijado dos festividades para que, al menos dos días del año, nos acordemos de los ángeles y los arcángeles, nos alegremos y agradezcamos a Dios el que nos haya asignado un ángel custodio y aprovechemos estos días para pedir su ayuda.
Misión de los ángeles
Los ángeles son seres espirituales creados por Dios por una libre decisión de su Voluntad divina. Son seres inmortales, dotados de inteligencia y voluntad.
Debido a su naturaleza espiritual, los ángeles no pueden ser vistos ni captados por los sentidos.
En algunas ocasiones muy especiales, con la intervención de Dios, se han visto y oído materialmente. La reacción de las personas al verlos u oírlos ha sido de asombro y de respeto. Por ejemplo, los profetas Daniel y Zacarías.
En el siglo IV, el arte religioso representó a los ángeles con forma de figura humana. En el siglo V, se le añadieron las alas, como símbolo de su prontitud en realizar la Voluntad divina y en trasladarse de un lugar a otro sin la menor dificultad.
En la Biblia encontramos algunos motivos para que los ángeles sean representados como seres brillantes, de aspecto humano y alados. Por ejemplo, el profeta Daniel escribe que un "ser que parecía varón" -se refería al arcángel Gabriel- volando rápidamente, vino a él (Daniel 8, 15-16; 9,21). Y, en el libro del Apocalipsis, son frecuente las apariciones de ángeles que claman, tocan las trompetas, llevan mensajes o son portadores de copas e incensarios; otros que suben, bajan o vuelan; otros que están de pie en cada uno de los cuatro puntos cardinales de la tierra o junto al trono del Cordero, Cristo.
La misión de los ángeles es amar, servir y dar gloria a Dios, ser mensajeros y cuidar y ayudar a los hombres. Ellos están constantemente en la presencia de Dios, atentos a sus órdenes, orando, adorando, vigilando, cantando y alabando a Dios y pregonando sus perfecciones. Se puede decir que son mediadores, custodios, guardianes, protectores y ministros de la justicia divina.
La presencia y la acción de los ángeles aparece a lo largo del Antiguo Testamento, en muchos de sus libros sagrados. Aparece frecuentemente, también, en la vida y enseñanzas de Nuestro Señor, Jesucristo, en la Carta de san Pablo, en los Hechos de los Apóstoles y, principalmente, en el Apocalipsis.
Con la lectura de estos textos, podemos descubrir algo más acerca de los ángeles: nos protegen, nos defienden físicamente y nos fortalecen al combatir las fuerzas del mal.luchan con todo su poder por y con nosotros.
Como ejemplo, está la milagrosa liberación de San Pedro que pudo huir de la prisión ayudado por un ángel (Hechos 12, 7 y siguientes). También, aparece un ángel deteniendo el brazo de Abraham, para que no sacrificara a su hijo, Isaac.
Los ángeles nos comunican mensajes importantes del Señor en determinadas circunstancias de la vida. En momentos de dificultad, se les puede pedir luz para tomar una decisión, para solucionar un problema, actuar acertadamente y para descubrir la verdad.
Por ejemplo, tenemos las apariciones a la Virgen María, a San José y a Zacarías. Todos ellos recibieron mensajes de los ángeles.
Los ángeles cumplen, también, las sentencias de castigo del Señor, como el castigo a Herodes Agripa (Hechos de los Apóstoles) y la muerte de los primogénitos egipcios (Exódo 12, 29).
Los ángeles presentan nuestras oraciones al Señor y nos conducen a Él. Nos acompañan a lo largo de nuestra vida y nos conducirán, con toda bondad, después de nuestra muerte, hasta el trono de Dios para nuestro encuentro definitivo con Él. Este será el último servicio que nos presten pero el más importante. El arcángel Rafael dice a Tobías: "Cuando ustedes oraban, yo presentaba sus oraciones al Señor", (Tob 12, 12 - 16).
Ellos nos animan a ser buenos pues ven continuamente el rostro de Dios y también ven el nuestro. Debemos tener presentes las inspiraciones de los ángeles para saber obrar correctamente en todas las circunstancias de la vida. "Los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente", (Lucas 15, 10).
Jerarquía de los ángeles
Se suelen enumerar nueve coros u órdenes angélicos. Esta jerarquía se basa en los distintos nombres que se encuentran en la Biblia para referirse a ellos. Dentro de esta jerarquía, los superiores hacen participar a los inferiores de sus conocimientos.
Cada tres coros de ángeles constituyen una jerarquía y todos ellos forman la corte celestial.
Jerarquía Suprema:
• serafines
• querubines
• tronos
Jerarquía Media:
• dominaciones
• virtudes
• potestades
Jerarquía Inferior:
• principados
• arcángeles
• ángeles
Serafines: Son los "alabadores" de Dios. Serafín significa "amor ardiente". Los serafines alaban constantemente al Señor y proclaman su santidad. (Isaías 6, 17)
Querubines: Son los "guardianes" de las cosas de Dios. Aparecen como encargados de guardar el arca de la alianza y el camino que lleva al árbol de la vida. Entre dos querubines comunica Yahvé sus revelaciones. "Se sienta sobre querubines". (Génesis, Éxodo, en la visión de Ezequiel, 1, 4 y Carta a los Hebreos, 9,5).
Potestades, Virtudes, Tronos, Principados y Dominaciones:
En la Biblia encontramos estos diversos nombres cuando se habla del mundo angélico. Hay quien interpreta los nombres de los ángeles como correspondientes a su grado de perfección. Para San Gregorio, los nombres de los ángeles se refieren a su ministerio:
• los principados son los encargados de la repartición de los bienes espirituales
• las virtudes son los encargados de hacer los milagros
• las potestades son los que luchan contra las fuerzas adversas
• las dominaciones son los que participarán en el gobierno de las sociedades
• los tronos son los que están atentos a las razones del obrar divino.
Existe, también, una jerarquía basada en los distintos nombres que se encuentran en la Biblia para referirse a ellos. A los arcángeles les podríamos llamar los "asistentes de Dios". Son ángeles que están al servicio directo del Señor para cumplir misiones especiales.
Arcángel San Miguel: es el que arrojó del Cielo a Lucifer y a los ángeles que le seguían y quien mantiene la batalla contra Satanás y demás demonios para destruir su poder y ayudar a la Iglesia militante a obtener la victoria final. El nombre de Miguel significa "quien como Dios". Su conducta y fidelidad nos debe invitar a reconocer siempre el señoría e Jesús y buscar en todo momento la gloria de Dios.
Arcángel San Gabriel: en hebreo significa "Dios es fuerte", "Fortaleza de Dios". Aparece siempre como el mensajero de Yahvé para cumplir misiones especiales y como portador de buenas noticias. Anunció a Zacarías el nacimiento de Juan, el Bautista y a la
Virgen María, la Encarnación del Hijo de Dios.
Arcángel San Rafael: su nombre quiere decir "medicina de Dios". Tiene un papel muy importante en la vida del profeta Tobías, al mostrarle el camino a seguir y lo que tenía que hacer. Tobías obedeció en todo al arcángel San Rafael, sin saber que era un mensajero de Dios. Él se encargó de presentar sus oraciones y obras buenas a Dios, dejándole como mensaje bendecir y alabar al Señor, hacer siempre el bien y no dejar de orar. Se le considera patrono de los viajeros por haber guiado a Tobías en sus viajes. Es patrono, también, de los médicos (de cuerpo y alma) por las curaciones que realizó en Tobit y Sara, el padre y la esposa de Tobías.
Los ángeles custodios
Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Afirma sobre este tema San Jerónimo: "Grande es la dignidad de las almas, cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia".
En el Antiguo Testamento se puede observar como Dios se sirve de sus mensajeros para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando a Elías lo alimentó un ángel, (1 Reyes, 19, 5).
En el Nuevo Testamento también se pueden observar muchos sucesos y ejemplos en los que aparecen estos seres: el mensaje a San José para que huyera a Egipto y los ángeles que sirvieron a Jesús, después de las Tentaciones en el desierto, entre otros ejemplos.
Se puede decir que los ángeles custodios son compañeros de viaje, que siempre estarán al lado de cada uno de nosotros, en las buenas y en las malas, sin separarse ni un solo momento. Está a nuestro lado mientras trabajamos, descansamos, cuando nos divertimos y cuando rezamos, cuando le pedimos ayuda y cuando le olvidamos. Y, lo más importante, es que no se aparta de nosotros ni siquiera cuando perdemos la gracia de Dios por el pecado. Nos presta auxilio para enfrentar de mejor ánimo las dificultades y tentaciones de la vida diaria.
Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como si fuera algo infantil. Pero, si pensamos que al crecer la persona se enfrentará a una vida con mayores tentaciones y dificultades, el ángel custodio será de gran ayuda.
Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro.
Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está muy cerca de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos.
Recordemos que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos ni deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios sabe lo que hay dentro de nuestro corazón. Ellos, en cambio, sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.
También podemos pedirle favores especiales a los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinados peligros o las guíen en situaciones difíciles.
¿Qué nos enseñan los ángeles?
Nos enseñan a:
• glorificar al Señor, proclamar su santidad y rendirle sus homenajes de adoración, de amor y de ininterrumpida alabanza.
• cumplir con exactitud y prontamente todas las órdenes que recibimos del señor y a cumplir su Voluntad sin discutir sus mandatos ni aplazando el cumplimiento de éstas.
• servir al prójimo, pues ellos están preocupados por nosotros y quieren ayudarnos en las diversas circunstancias que se nos presentan en la vida. Esto nos anima a compartir con nuestros hermanos penas y alegrías.
¿Quiénes son los ángeles caídos?
Dios creó a los ángeles como espíritus puros, todos se encontraban en estado de gracia. Pero algunos, encabezados por Luzbel, el más bello de los ángeles, por su malicia y soberbia se negaron a adorar a Jesucristo, Dios hecho hombre, por sentirse seres superiores. Así, rechazaron eternamente a Dios con un acto inteligente y libre de su parte.
A Luzbel -también denominado Lucifer, Diablo o Satán- junto con los ángeles rebeldes que le siguieron -convertidos en demonios- fueron arrojados del Cielo al infierno. Quedaron confinados a un estado eterno de tormento en donde nunca más podrán ver a Dios.
No cambiaron su naturaleza, siguen siendo seres espirituales y reales.
Lucifer es el enemigo de Dios. Jesús le llama “el engañador”, “el padre de la mentira”. Su constante actividad en el mundo busca apartar a los hombres de Dios mediante engaños e invitaciones al mal. Quiere evitar que lo conozcan, que lo amen y que alcancen la felicidad eterna. Es un enemigo con el que se tiene que luchar para poder llegar al Cielo.
Los demonios se encuentran organizados en jerarquías, tal y como fueron creados en un principio, subordinados los inferiores a los superiores.
Satanás y sus demonios comenzaron sus maléficas acciones con Adán y Eva y no se dan por vencidos en su labor. Aprovechan la inclinación del hombre hacia el mal por su naturaleza que quedó dañada después del pecado original. Son muy astutos, disfrazan el mal de bien. Su acción ordinaria en el hombre es la tentación. Por ello rezamos en el Padrenuestro: “...no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.”
¿Por qué creer en los ángeles?
Toda la Sagrada Escritura está llena de versículos y capítulos completos que hablan de los ángeles. Si creemos en la Sagrada Escritura, no podemos negar la existencia y la acción de los ángeles.
Además del testimonio de la Revelación, tenemos el de los Santos Padres de la Iglesia quienes nos dejaron bellas y sugestivas descripciones de los ángeles que fueron retomadas por Santo Tomás no sólo en el aspecto teológico sino en un dinamismo cristiano. La
Iglesia ha definido dogma de fe la existencia de los ángeles.
El culto a los ángeles de la guarda comenzó en la península Ibérica y después se propagó a otros países. Existe un libro acerca de esta devoción en Barcelona con fecha de 1494.
El Concilio IV de Letrán, en 1215, se señaló que Dios es creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles, de las criaturas espirituales y las corporales. Se señaló que a unas y a otras, las creó de la nada.
En 1870, debido al materialismo y racionalismo que imperante en esa época, el Concilio Vaticano I afirmó de nuevo la existencia de los ángeles.
Pablo VI volvió a poner de manifiesto la existencia de los ángeles en 1968, al formular el Credo.
En la reforma litúrgica de la Iglesia de 1969, quedó establecido el día 29 de septiembre para dar culto a los arcángeles San Miguel, San Rafael y San Gabriel y el día 2 de Octubre, para rendir culto a los ángeles custodios.
Oración a San Miguel Arcángel
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Ayúdanos a luchar contra el mal. Que Dios oiga tu voz y tú, como jefe del ejército del Cielo, combate y vence a Satanás y a todos los espíritus malos que andan por el mundo deseando la ruina de las almas. Amén.
Oración al Ángel de la Guarda
Ángel del Señor, que eres mi custodio,
Puesto que la Providencia soberana me encomendó a ti,
Ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname
en este día.
Amén.
Ángel de la Guarda, dulce compañía
No me desampares, ni de noche ni de día,
hasta que me encuentre en los brazos de Jesús y de María.
Veréis el cielo abierto y los ángeles de Dios
Santo Evangelio según San Juan 1, 47-51.
Fiesta Litúrgica de los Santos Arcángeles Gabriel, Miguel y Rafael.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, aumenta mi fe para poder ver la verdad que pones frente a mí.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 47-51
En aquel tiempo, cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: "Este es un verdadero israelita en el que no hay doblez". Natanael le preguntó: "¿De dónde me conoces?" Jesús le respondió: "Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera". Respondió Natanael: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel". Jesús le contestó: "Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver". Después añadió: "Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio de hoy presenta una promesa que sobrepasa los límites de la razón, pues dice Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre. Son palabras que tocan lo más sensible del ser humano pues expresan el encuentro entre dos mundos, el mundo mortal y el mundo celeste.
Es cierto que muchos han dejado de creer en las realidades invisibles y, como consecuencia, estas personas han perdido el horizonte en sus vidas, viven sin saber llenar el vacío que sienten; pero quienes creen en estas dos realidades se gozan en saber que ese momento de encuentro llegará. En la historia de los últimos dos siglos, se ven ejemplos de grandes hombres, como el padre Pio de Pietrelcina, que se comunicaban con su ángel custodio, o el papa León XIII quien, en una visión, escribió la invocación a san Miguel Arcángel que muchos conocen.
Pero para gozar de esta dicha hay que acercarse a Jesús, tal cual lo hizo Natanael,y este acercarse, con el tiempo, se convierte en amistad íntima con aquel que es el Señor de la Historia.Por otra parte, aunque hoy en día no les ves, estos arcángeles están pronto a auxiliar a todo aquel que invoca su protección.Así, cuando te encuentres en peligro, no dudes en invocar a san Miguel, él siempre llega en tu auxilio; o en los momentos de enfermedad invoca a san Rafael y obtendrás la sanación de aquello que más necesitas, si tu voluntad está unida a la de Dios puedes obtener lo que pides, y a san Gabriel, pídele siempre te ayude a comprender el mensaje que Dios tiene para ti, que te ayude en el camino de discernimiento de la voluntad de Dios.
Cuanto más íntima tu relación con Jesús, más serán las gracias que alcanzarás, por eso déjate guiar por san José y la Santísima Virgen María para que, al igual que ellos, tengas una legión de ángeles que siempre te acompañen.
Es oportuno notar que la Iglesia honra con culto litúrgico a tres figuras de ángeles, que en la Sagrada Escritura se les llama con un nombre. El primero es Miguel Arcángel. Su nombre expresa sintéticamente la actitud esencial de los espíritus buenos: "Mica-El" significa, en efecto: "¿quién como Dios?". En este nombre se halla expresada, pues, la elección salvífica gracias a la cual los ángeles "ven la faz del Padre" que está en los cielos. El segundo es Gabriel: figura vinculada sobre todo al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Su nombre significa: "Mi poder es Dios" o "Poder de Dios", como para decir que, en el culmen de la creación, la Encarnación es el signo supremo del Padre omnipotente. Finalmente, el tercer arcángel se llama Rafael. "Rafa-El" significa: "Dios cura", Él se ha hecho conocer por la historia de Tobías en el antiguo Testamento., tan significativa en el hecho de confiar a los ángeles los pequeños hijos de Dios, siempre necesitados de custodia, cuidado y protección. (San Juan Pablo II, Audiencia, miércoles 6 de agosto de 1986)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy rezaré la oración a san Miguel arcángel pidiendo su protección.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La Creación y los ángeles
Sólo los nombres de tres Angeles se nos han dado a conocer: Gabriel (Fortaleza de Dios); Miguel, (¿Quién como Dios?), y Rafael, (Medicina de Dios).
El Comienzo de la Creación
“Crear” significa “hacer de la nada”. Hablando con propiedad, sólo Dios, cuyo poder es infinito, puede crear.
Hay científicos que se afanan hoy en día en los laboratorios tratando de “crear” vida en un tubo de ensayo. Una y otra vez, tras fracasos repetidos, mezclan sus ingredientes químicos y combinan sus moléculas. Si lo conseguirán algún día o no, no lo sé. Pero aunque su paciencia fuera recompensada, no podría decirse que habían “creado” nueva vida. Todo el tiempo habrían estado trabajando con materiales que Dios les ha proporcionado.
Cuando Dios crea, no necesita materiales o utensilios para poder trabajar. Simplemente, quiere que algo sea, y es. “Hágase la luz” dijo el principio, “y la luz fue...” “Hágase un firmamento en medio de las aguas”, dijo Dios, “y así se hizo” (Gén. 1, 3-ó).
La voluntad creadora de Dios no sólo ha llamado a todas las cosas a la existencia, sino que las mantiene en ella. Si Dios retirara el sostén de su voluntad a cualquier criatura, ésta dejaría de existir en aquel mismo instante volvería a la nada de la que salió.
Mucho se ha dicho en los últimos tiempos acerca de la relación entre la teoría de la evolución y la creación divina, y si una tendría que contraponerse con la otra.
Podemos afirmar que Dios pudo haber elegido el medio de la evolución para crear el cosmos y mantenerlo en cosntante cambio, esto sin que deje de regir su infinita sabiduría. Además, para Dios no hay tiempo porque va más allá de él porque es infinito, es decir
Uno, y no necesita el tiempo para obrar.
Los Ángeles, creaciones de Dios.
Las primeras obras de la creación divina que conocemos (Dios no tiene por qué habérnoslo dicho todo) son los ángeles. Un ángel es un espíritu, es decir, un ser con inteligencia y voluntad, pero sin cuerpo, sin dependencia alguna de la materia. El alma humana también es un espíritu, pero el alma humana nunca será ángel, ni siquiera durante el tiempo en que, separada del cuerpo por la muerte, espere la resurrección.
El alma humana ha sido creada para estar unida a un cuerpo físico. Decimos que tiene “afinidad” hacia un cuerpo. Una persona humana, compuesta de alma y cuerpo, es incompleta sin éste. Hablaremos más extensamente de ello cuando tratemos de la resurrección de la carne. Pero, por el momento, sólo queremos subrayar el hecho de que un ángel, sin cuerpo, es una persona completa, y que un ángel es muy superior al ser humano.
Hoy en día hay mucha literatura fantástica sobre los “marcianos”. Estos supuestos habitantes de nuestro vecino planeta son generalmente representados como más inteligentes y poderosos que nosotros, pobres mortales ligados a la tierra. Pero ni el más ingenioso de los escritores de ciencia ficción podrá nunca hacer justicia a la belleza deslumbradora, la inteligencia poderosa y el tremendo poder de un ángel. Si esto es así del orden inferior de las huestes celestiales del orden de los propiamente llamados ángeles -, ¿qué decir de los órdenes ascendentes de espíritus puros que se hallan por encima de los ángeles? Se nos enumeran en la Sagrada Escritura como arcángeles, principados, potestades, virtudes, dominaciones, tronos, querubines y serafines.
Es muy posible que un arcángel esté a tanta distancia en perfección de un Angel como éste de un humano. Aquí, por supuesto, bien poco sabemos sobre los Angeles, sobre su naturaleza íntima o los grados de distinción que hay entre ellos. Ni siquiera sabemos cuántos son, aunque la Biblia indica que su número es muy grande: “Millares de millares le sirven, y diez mil veces mil están ante ti”, dice el libro de Daniel (7, 10).
Sólo los nombres de tres Angeles se nos han dado a conocer: Gabriel, “Fortaleza de Dios”; Miguel, “¿Quién como Dios?”, y Rafael, “Medicina de Dios”. Con respecto a los Angeles, parece como si Dios se hubiera contentado con dejamos vislumbrar apenas las maravillas y la magnificencia que nos aguarda en el mundo más allá del tiempo y del espacio. Como las líneas de perspectiva de un cuadro conducen la atención hacia el asunto central, así los coros ascendentes de espíritus puros llevan irresistiblemente nuestra atención hacia la suprema Majestad de Dios, de un Dios cuya infinita perfección es inconmensurablemente superior al más exaltado de los serafines. Y, recordemos que no estamos hablando de un mundo de fantasía e imaginación.
Dios hizo a los Angeles con libre albedrío para que fueran capaces de hacer su acto de amor a Dios, de elegir a Dios. Só1o después verían a Dios cara a cara; sólo entonces podrían entrar en la unión eterna con Dios que llamamos “cielo”.
Dios no nos ha dado a conocer la clase de prueba a que sometió a los Angeles. Muchos teólogos piensan que Dios dio a los Angeles una visión previa de Jesucristo, el Redentor de la raza humana, y les mandó que le adoraran... Jesucristo en todas sus humillaciones, un niño en el pesebre, un criminal en la cruz. Según esta teoría, algunos Angeles se rebelaron ante la perspectiva de tener que adorar a Dios encamado. Conscientes de su propia rnagnificencia espiritual, de su belleza y dignidad, no pudieron hacer el acto de sumisión que la adoración a Jesucristo les pedía. Bajo el caudillaje de uno de los ángeles más dotados, Lucifer, “Portador de luz”, el pecado de orgullo alejó de Dios a muchos Angeles, y recorrió los cielos el terrible grito “Non serviam”, “No serviré” Y fue así como comenzó el infierno.
El Diablo y el Infierno
El Infierno, como estaba siendo visto, comenzó con la negación de una de las creaturas de Dios a servirle. Porque el infierno es, esencialmente, la separación de Dios de un espíritu. Más tarde, cuando la raza humana pecó en la persona de Adán, daría Dios al género humano una segunda oportunidad. Pero no hubo segunda oportunidad para los ángeles rebeldes. Dadas la perfecta claridad de su mente angélica y la inimpedida libertad de su voluntad angélica, ni la misericordia infinita de Dios podía hallar excusa para el pecado de los Angeles. Comprendieron (en un grado al que Adán jamás podía llegar) cuáles serían las consecuencias de su pecado. En ellos no hubo “tentación” en el sentido en que ordinariamente entendemos la palabra. Su pecado fue lo que podríamos llamar “a sangre fría”. Por su rechazo de Dios, deliberado y pleno, sus voluntades quedaron fijas contra Dios, fijas para siempre. En ellos no es posible el arrepentimiento, no quieren arrepentirse. Hicieron su elección por toda la eternidad. En ellos arde un odio perpetuo hacia Dios y hacia todas sus obras.
No sabernos cuántos Angeles pecaron; tampoco Dios ha querido informarnos de esto. Por menciones de la Sagrada Escritura, inferimos que los Angeles caídos (o “demonios”, como les llamamos comúnmente) son numerosos. Pero, parece lo más probable que la mayoría de las huestes celestiales permanecieran fieles a Dios, hicieran su acto de sumisión a Dios y están con él en el cielo.
A menudo se llama “Satán” al demonio. Es una palabra hebrea que significa “adversario”. Los diablos son, claro está, los adversarios, los enemigos de los hombres. En su odio inextinguible a Dios, es natural que odien también a su criatura, el hombre. Su odio resulta aún más comprensible a la luz de la creencia de que Dios creó a los hombres precisamente para reemplazar a los Angeles que pecaron, para llenar el hueco que dejaron con su defección.
Al pecar, los Angeles rebeldes no perdieron ninguno de sus dones naturales. El diablo posee una agudeza intelectual y un poder sobre la naturaleza impropios de nosotros, meros seres humanos. Toda su inteligencia y todo su poder van ahora dirigidos a apartar del cielo a las almas a él destinadas. Los esfuerzos del diablo se encaminan ahora incansablemente a arrastrar al hombre a su misma senda de rebelión contra Dios. En consecuencia, decimos que los diablos nos tientan al pecado.
No sabemos el límite exacto de su poder. Desconocemos hasta qué punto pueden influir sobre la naturaleza humana, hasta qué punto pueden dirigir el curso natural de los acontecimientos para inducimos a tentación, para llevarnos al punto en que debemos decidir entre la voluntad de Dios y nuestra voluntad personal. Pero sabemos que el diablo nunca puede forzamos a pecar. No puede destruir nuestra libertad de elección. No puede, por decirlo así, forzamos un “Sí” cuando realmente queremos decir “No”. Pero es un adversario al que es muy saludable temer.
¿En realidad existe el Diablo?
Alguien ha dicho que incluso el más encarnizado de los pecadores dedica más tiempo a hacer cosas buenas o indiferentes que cosas malas. En otras palabras, que siempre hay algún bien incluso en el peor de nosotros.
Es esto lo que hace tan difícil comprender la real naturaleza de los demonios. Los ángeles caídos son espíritus puros sin cuerpo. Son absolutamente inmateriales. Cuando fijaron su voluntad contra Dios en el acto de su rebelión, abrazaron el mal (que es el rechazo de Dios) con toda su naturaleza. Un demonio es cien por cien mal, cien por ciento odio, sin que pueda hallarse un mínimo resto de bien en parte alguna de su ser.
La inevitable y constante asociación del alma con estos espíritus, cuya maldad sin paliativos es una fuerza viva y activa, no será el menor de los horrores del infierno. En esta vida nos encontramos a disgusto, incómodos, cuando tropezamos con alguien manifiestamente depravado. A duras penas podemos soportar la idea de lo que será estar encadenado por toda la eternidad a la maldad viva y absoluta, cuya fuerza de acción sobrepasa inconmensurablemente la del hombre más corrompido.
A duras penas soportamos el pensarlo, aunque tendríamos que hacerlo de vez en cuando. Nuestro gran peligro aquí, en la tierra, es olvidarnos de que el diablo es una fuerza viva y actuante. Más peligroso todavía es dejarnos influir por la soberbia intelectual de los descreídos. Si nos dedicamos a leer libros “científicos> y a escuchar a gente “lista”, que pontifican que el diablo es “una superstición medieval” hace tiempo superada, insensiblemente terminaremos por pensar que es una figura retórica, un símbolo abstracto del mal sin entidad real.
Y éste sería un error fatal. Nada conviene más al diablo que el que nos olvidemos de él o no le prestemos atención, y, sobre todo, que no creamos en él. Un enemigo cuya presencia no se sospecha, que puede atacar emboscado, es doblemente peligroso. Las posibilidades de victoria que tiene un enemigo aumentan en proporción a la ceguera o inadvertencia de la víctima.
El diablo puede hacer muchas cosas para tentarnos, Pero no puede hacernos pecar. No hay poder en la tierra o en el infierno que pueda hacernos pecar. Siempre tenemos nuestro libre albedrío, siempre nos queda nuestra capacidad de elegir, y nadie puede imponemos esa decisión. Pepe puede decir “iNo!” al compañero que le propone la juerga; Rosa puede decir “iNo!” a la vecina que le recomienda el anticonceptivo. Y todas las tentaciones que el diablo pueda ponernos en nuestro camino, por potentes que sean, pueden ser rechazadas con igual firmeza. No hay pecado a no ser que, y hasta que, nuestra voluntad se aparte de Dios y escoja un bien inferior en su lugar. Nadie, nunca, podrá decir en verdad “Pequé porque no pude evitarlo”.
Dios a nadie pide imposibles. Él no nos pediría amor constante y lealtad absoluta si nos fuera imposible dárselos. Luego ¿debemos atribulamos o asustarnos porque vengan tentaciones? No, es precisamente venciendo la tentación como adquirimos mérito delante de Dios; por las tentaciones encontradas y vencidas, crecemos en santidad. Tendría poco mérito ser bueno si fuera fácil. Los grandes santos no fueron hombres y mujeres sin tentaciones; en la mayoría de los casos las sufrieron tremendas, y se santificaron venciéndolas.
Hay algunos caso en las que el diablo ataca a la presonas más directa y violentamente, y estas son la posesión y la obstinación diabólica.
La primera se refiere al caso en que el diablo el diablo penetra en el cuerpo de una persona y controla sus actividades físicas: su palabra, sus movimientos, sus acciones. Pero el diablo no puede controlar su alma; la libertad del alma humana queda inviolada y ni todos los demonios del infierno pueden forzarla. En la posesión diabólica la persona pierde el control de sus acciones físicas, que pasan a un poder más fuerte, el del diablo. Lo que el cuerpo haga, lo hace el diablo, no la persona.
La otra forma de molestia es la obstinación.En ella, más que desde el interior de la persona, el diablo ataca desde fuera. Puede asir a un hombre y derribarlo, puede sacarlo de la cama, atormentarlo con ruidos horribles y otras manifestaciones. San Juan Bautista Vianney, el amado Cura de Ars, tuvo que sufrir mucho por esta clase de influencia diabólica.
Tanto la posesión diabólica como la obsesión, raras veces se encuentran hoy en tierras cristianas; parece como si la Sangre redentora de Cristo hubiera atado el poder de Satán. Pero son aún frecuentes en tierras paganas, como muchas veces atestiguan los misioneros, aunque no tanto como antes del sacrificio redentor de Cristo.
En caso de posesión, se puede expulsar el diablo del cuerpo de la presona a través de un rito especial llamado exorcismo.
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La jerarquía angélica
Descripción basada en los distintos nombres que se encuentran en la Biblia
Por: Luis Rojas Puigcercós | Fuente: Catholic.net
Se suele enumerar nueve coros u órdenes angélicos. Esta jerarquía se basa en los distintos nombres que se encuentran en la Biblia para referirse a ellos. Dentro de esta jerarquía ,los coros de ángeles superiores hacen participar a los inferiores de sus conocimientos. Cada tres coros de ángeles constituyen un nivel jerárquico y todos ellos juntos forman la corte celestial.
I. Jerarquía Suprema: – querubines – serafines – tronos
II. Jerarquía Media: – dominaciones – virtudes – potestades
III. Jerarquía Inferior: – principados – arcángeles – ángeles
Serafines
Son los "alabadores" de Dios. Serafín significa "amor ardiente". Los serafines alaban constantemente al Señor y proclaman su santidad. Para apoyar esto, se puede leer Isaías 6,2.
Querubines
Son los "guardianes" de las cosas de Dios. Aparecen como los encargados de guardar el arca de la alianza y el camino que lleva al árbol de la vida. Entre dos querubines comunica Yahvé sus revelaciones. "Se sienta sobre querubines". Se habla de ellos en el Génesis, en el Éxodo, en la visión de Ezequiel (1,4) y en la carta a los hebreos (9,5).
Potestades, Virtudes, Tronos, Principados y Dominaciones
En la Biblia encontramos estos diversos nombres cuando se habla del mundo angélico. San Dionisio interpreta los nombres de los diferentes grupos de ángeles como correspondientes a su grado de perfección. Para San Gregorio estos nombres se refieren a su ministerio: los principados son los encargados de la repartición de los bienes espirituales; las virtudes son los encargados de hacer los milagros; las potestades son los que luchan contra las fuerzas adversas; las dominaciones son los que participan en el gobierno de las sociedades, y los tronos son los que están atentos a las razones del obrar divino.
Ángeles
Su misión es ayudar a los hombres a llegar a la salvación eterna, guiándolos y protegiéndolos de los peligros de alma y cuerpo.
Arcángeles
Les podríamos llamar los "asistentes" de Dios. Son ángeles que están al servicio directo del Señor para cumplir misiones especiales.
- Arcángel San Miguel: Es el que arrojó del cielo a Lucifer y a los ángeles que le seguían y quien mantiene la batalla contra Satanás y demás demonios para destruir su poder y ayudar a la Iglesia militante a obtener la victoria final. El nombre de Miguel significa "quién como Dios". Su conducta y su fidelidad nos deben invitar a reconocer siempre el señorío de Jesús y a buscar en todo momento la gloria de Dios.
- Arcángel San Gabriel: En hebreo significa "Dios es fuerte", "fortaleza de Dios". Aparece siempre como el mensajero de Yahvé para cumplir misiones especiales y como portador de noticias felices. Por ejemplo, anunció a Zacarías el nacimiento de Juan el Bautista, y a la Virgen María la encarnación del Hijo de Dios.
- Arcángel San Rafael: Su nombre quiere decir "medicina de Dios". Tiene un papel muy importante en la vida de Tobías al mostrarle el camino a seguir y lo que tenía que hacer. Tobías obedeció en todo al arcángel Rafael sin saber que era un ángel enviado por el Señor. Él se encargó de presentar sus oraciones y obras buenas a Dios. Y les dejó como mensaje bendecir y alabar a Dios, hacer siempre el bien y nunca dejar de orar.
Se le considera patrono de los viajeros por haber guiado a Tobías en sus viajes por tierra y por mar. Es patrono de los médicos (enfermedades de cuerpo y alma) por las curaciones que realizó en Tobit y Sara, el padre y la esposa de Tobías.
Imagen: Ángeles de la Resurrección de Honorato Caldera Belloriru