Ha llegado a ustedes el Reino de Dios


Canonizados el 14 de octubre de 2018

Vidas y Milagros de los 7 nuevos santos

S.S. Francisco presidirá la ceremonia que se realizará en el Vaticano






Nazaria Ignacia March Mesa

En Buenos Aires, en Argentina, beata Nazaria de Santa Teresa March Mesa, virgen, nacida en España y emigrante con su familia a México, la cual, llena de celo misionero, consagró su vida a la evangelización de los pobres y necesitados en varias naciones de América latina y fundó el Instituo de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia († 1943).

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Milagro aprobado para su canonización

Pablo VI

En Castelgandolfo, Italia, Beato Pablo VI, en el siglo Giovanni Battista Montini, Sumo Pontífice († 1978).


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Milagro aprobado para su canonización


Oscar Romero

En San Salvador, República de El Salvador, Beato Oscar Romero, Arzobispo y defensor de los pobres, asesinado por odio a la fe (†1980).


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Milagro aprobado para su canonización


Francisco Spinelli

En Rivolta d’Adda, en la región de Crema, en Italia, beato Francisco Spinelli, presbítero, que, a pesar de vejaciones y dificultades persistentes, soportadas con paciencia, fundó y dirigió una congregación de hermanas dedicadas a la adoración del Santísimo Sacramento (†1913)

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Milagro aprobado para su canonización

Vicente Romano

En Tor Ottava, de Nápoles, en la Campania, Italia, beato Vicente Romano, presbítero, que, siendo párroco, se dedicó con todas sus fuerzas a la educación de los niños y a las necesidades de los obreros y pescadores († 1831).

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Milagro aprobado para su canonización

María Catalina Kasper

En Dernach, lugar de la Renania, en Alemania, beata María Catalina Kasper, virgen, que fundó el Instituto de las Siervas Pobres de Jesucristo, para servir al Señor en los pobres (†1898).

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Milagro aprobado para su canonización

Nunzio Sulprizio

En Nápoles, en la región de Campania, beato Nuncio Sulprizio, quien, después de haber quedado huérfano, con una pierna infectada por la caries y el cuerpo exhausto, soportó sus sufrimientos con ánimo sereno y alegre. Dispuesto siempre a ayudar a todos, y pobre entre los pobres, consoló en gran manera a los demás enfermos y alivió sus miserias († 1836)

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Milagro aprobado para su canonización
 




Nazaria Ignacia March Mesa, Santa

Virgen y Fundadora, 6 de julio

Por: n/a | Fuente: santopedia.com

Fundadora

Martirologio Romano: En Buenos Aires, en Argentina, Santa Nazaria de Santa Teresa March Mesa, virgen, nacida en España y emigrante con su familia a México, la cual, llena de celo misionero, consagró su vida a la evangelización de los pobres y necesitados en varias naciones de América latina y fundó el Instituo de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia († 1943).

Etimológicamente: Nazaria = Aquella consagrada a un fin, es de origen hebreo.

Fecha de beatificación: 27 de septiembre de 1992 por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 14 de octubre de 2018 por el Papa Francisco

Breve Biografía

La Madre Nazaria Ignacia nació el 10 de enero de 1889, en Madrid (España). Fue la cuarta hija (melliza) de 11 hermanos. A la edad de 9 años hizo la Primera Comunión y fue entonces cuando sintió la primera llamada del Señor: “Tú Nazaria, sígueme”. A la que Nazaria repondió: “Te seguiré, Jesús, lo más cerca que pueda una humana criatura”.



Pasando los años, esta llamada se hacía más fuerte, al mismo tiempo que Nazaria quería ser libre, vivir y gozar de su juventud. No obstante, fue generosa y dijo ¡Sí!



La familia pasó serias dificultades económicas y Nazaria Ignacia, solidaria con los suyos, buscó modos de ayuda aún a costa de su propia humillación. Por motivos económicos, la familia, March Mesa, tuvo que trasladarse a México. En el mismo barco en que viajaban, iba también un grupo de Hermanitas de los Ancianos Desamparados, coincidencia que posteriormente la determinó a ingresar con ellas en 1908.



Regresa a España para iniciar su Noviciado y en 1912 es destinada junto con 9 compañeras, para una fundación en Oruro-Bolivia. Durante más de 12 años formó parte de la comunidad de Hermanitas, dedicada con todo fervor a las obras de caridad propias de su Instituto, estando al cuidado inmediato de los ancianos, viendo en ellos los miembros doloridos del cuerpo de Cristo. Salió también a recorrer otras ciudades, pueblos y minas postulando limosnas para sus ancianitos. Allí de manera especial, sintió que “la mies era mucha y pocos los operarios” (Lc. 10,2); que el clamor de los pobres subía al cielo y esperaba una respuesta comprometida.



En los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, en el año 1920, en la meditación del Reino, ve plasmados sus ideales de trabajar con todas su fuerzas por la unión y extensión del Reino de Cristo, comprendiendo que sola poco podía hacer, sintió inmensos deseos de agrupar a otras personas “Bajo el estandarte de la Cruz”, concibiendo la Congregación religiosa como “una cruzada de amor en torno a la Iglesia”.



En 1920, acompañando a la Religiosas del Buen Pastor que buscaban casa para fundar en Oruro, llegó al Beaterio de las Nazarenas (antigua propiedad de los jesuitas, expatriados en 1767), sintió gran repugnancia interior y deseos de salir pronto, por su aspecto de miserable abandono. Allí en el templo, sintió que Jesús Nazareno le decía: “Nazaria, tú serás fundadora y esta casa tu primer convento”. Durante unos años más, luchó contra sus ansias de dar la vida por la predicación del Evangelio y su particular intuición del misterio de la Iglesia, la fue guiando hasta formar una nueva familia eclesial.



Las circunstancias históricas y ambientales del nacimiento en Bolivia de nuevas iglesias locales con escasez de sacerdotes y ausencia de Congregaciones religiosas nativas; la presencia de sectas enfrentadas con la Iglesia Católica y, la dura realidad económica, política y social del país, la motivaron a dar una respuesta audaz.



Mons. Antezana, primer Obispo de Oruro; Mons. Sieffert, Obispo de la Paz y Mons. Cortesi, Internuncio Apostólico en Bolivia, vieron en todo ello, la acción del Espíritu y alentándola, apoyaron este nuevo brote de vida en la Iglesia.



El 16 de junio de 1925, Nazaria sale de las Hermanitas, para iniciar en el Beaterio la fundación de la nueva Congregación, con un capital de 40 centavos entregados por la ex-abadesa de las Nazarenas. Diez jóvenes bolivianas de distintos lugares fueron sus primeras compañeras. Con ellas se iniciaron las primeras obras misionales en las minas: Uncía entre otras; en el campo: Toledo, Condo, Challapata y Poopó.



El 12 de febrero de 1927, se declara erigida canónicamente la Congregación religiosa diocesana de las Hermanas Misioneras de la Cruzada Pontificia, “hija primeriza, tierna, legítima de la Iglesia boliviana”, en palabras del Obispo, Mons. Antezana. El 8 de junio de 1935, la Congregación recibe el Decreto laudatorio y así ésta, pasa a ser de Derecho Pontificio. El día 9 de junio de 1947, el Instituto recibió la aprobación definitiva de las Constituciones y el nombre de Misioneras Cruzadas de la Iglesia, ya muerta Nazaria Ignacia.



Según las Constituciones, escritas por la Madre Nazaria Ignacia, “El Instituto de las Misioneras de la Cruzada Pontificia, tiende a realizar la acción social de la mujer, con la mayor perfección posible y tiene por fin especial la difusión del catecismo entre niños y adultos y quiere como distintivo característico suyo, ser reconocido por su particular unión con el Santo Padre”



La Madre dirá también: “Que en amar, obedecer y cooperar con la Iglesia en su obra de predicar el Evangelio a toda criatura, está nuestra vida, el ser lo que somos”. “Este es nuestro espíritu: guerrero, fiel, nada de cobardías, todos amores, amor sobre todo a Cristo y en Cristo a todos. Repartirse entre los pobres, animar a los tristes, dar la mano a los caídos; enseñar a los hijos del pueblo, partir su pan con ellos, en fin, dar toda su vida, su ser entero por Cristo, la Iglesia y las almas”



Y es así como, en fidelidad a su iglesia, a su pueblo y a su tiempo, las “pontificias”, con el carisma, impulso y vida de la M. Nazaria Ignacia, atendían en Oruro a niñas abandonadas, visitan a los presos, catequizaban en las parroquias y en los cuarteles, preparaban las visitas pastorales en las minas y en los campos. Buscaban la promoción de la mujer, a través de la profesionalización y la defensa de sus derechos, con la fundación, en Bolivia, del primer “Sindicato de obreras” de América latina. “Liga católica de Damas Bolivianas” que tenia por fin el mejoramiento religioso, moral, cultural y económico de la sociedad boliviana, especialmente de las clases pobres y obreras. Con publicaciones que ayudaban a que ocupen su lugar en la sociedad y en la Iglesia.



El 10 de diciembre de 1938, fundó en Buenos Aires, Argentina una Asociación de señoritas con el nombre de “Margaritas Pontificias del Pilar” su fin era formarse para trabajar después en la Acción Católica. Y otras muchas, largo de describir, Talleres y Escuelas para niñas pobres del pueblo… que tenían el mismo fin, la promoción de la mujer. Para ayudar a los obreros y desempleados, se quitaban de su propio pan, mendigaban para ellos, organizaban Asociaciones, “Comedores populares”, “Ollas del Pobre” donde, además del alimento, se buscaba junto con ellos, solución a sus problemas. Su preocupación por los últimos y no atendidos, la llevó a crear el “Hogar de pobres” que atendían a pobres desamparados que tocaban ya al fin de sus vidas; niñas paralíticas, dementes y ciegas abandonadas de todo auxilio; ancianitas inhábiles, defectuosas y ciegas, que necesitaban toda clase de ayuda para seguir subsistiendo los cortos días que le quedaban en la tierra. Los más desechados encuentran cariñosa acogida en él. Entre otras de sus preocupaciones destaca, los jóvenes y la unión de las familias, a los que dedicó, ella y las primeras hermanas, gran esfuerzo. También la unidad de los cristianos, llegando la Madre a pedir a todas sus religiosas que pidieran y trabajaran para que haya: “Un solo rebaño y un solo Pastor”



Durante los 10 primeros años, la Congregación estaba presente en: Bolivia, Argentina, España y Uruguay.



En Bolivia estaban presentes: En Cochabamba, La Paz, Potosí, y Santa Cruz, realizaban y ampliaban su labor, respondiendo a circunstancias concretas. En tiempos de guerra dejaron sus conventos para atender los “Hospitales de sangre” y, después, a los huérfanos de guerra, a quienes consideraban miembros de su propia familia. Nazaria Ignacia muere en Buenos Aires-Argentina el 6 de julio de 1943, dejando gran fama de santidad. Sus restos son trasladados a la casa Matriz de Oruro (Bolivia), según su deseo, el 18 de junio de 1972.



La Conferencia Episcopal boliviana, las Hermanas Misioneras Cruzadas de la Iglesia y el Pueblo de Bolivia, pidieron a S.S. Juan Pablo II, que la M. Nazaria Ignacia sea reconocida en su santidad y mostrada al pueblo de Dios como ejemplo posible de imitación e inspiración, para los jóvenes, familias y evangelizadores. Fue Beatificada por S.S. Juan Pablo II en Roma, el 27 de Septiembre de 1992.



El Sr. Nuncio de S.S. Giovanni Tonucci, se expresaba así al anunciar oficialmente al pueblo de Bolivia su Beatificación: “No dudo de que este primer fruto de santidad en tierras bolivianas abrirá el camino a tantas otras almas para seguir el ejemplo de la Madre Nazaria, VERDADERA PROFETA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN”.

El Papa Francisco firmó en la tarde del 26 de enero de 2018, durante la audiencia que concedió al Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el decreto que reconocía el milagro atribuido a la intercesión de la Beata Nazaria Ignacia.

Su devoción posee una gran fuerza en Bolivia, hasta el punto de que, aunque nació en España, se considera que es la primera santa boliviana.

Pablo VI, Santo

CCLXII Papa, 26 de septiembre


CCLXII Papa

Martirologio Romano: En Castelgandolfo, Italia, San Pablo VI, en el siglo Giovanni Battista Montini, Sumo Pontífice († 1978)

Fecha de Beatificación:19 de octubre de 2014, por S.S. Francisco


Fecha de canonización: 14 de octubre de 2018 por el Papa Francisco

Breve Biografía

Hijo de un abogado y de una piadosa mujer, Giovanni Battista Montini nació en Concesio, cerca de Brescia, el 26 de septiembre de 1897. Desde pequeño Giovanni se caracterizó por una gran timidez, así como por un gran amor al estudio.

Acogiendo la llamada sacerdotal, Giovanni ingresó a los 19 años al Seminario de Brescia. Ordenado sacerdote del Señor el 29 de mayo de 1920, cuando tenía cumplidos 23 años, se dirigió a Roma para perfeccionar allí sus estudios teológicos.

Allí mismo realizó estudios también en la academia pontificia de estudios diplomáticos y en 1922 ingresó al servicio papal como miembro de la Secretaría de Estado. En mayo de 1923 se le nombró secretario del Nuncio en Varsovia, cargo que por su frágil salud tuvo que abandonar a finales del mismo año. De vuelta en Roma, y trabajando nuevamente en la Secretaría de Estado de la Santa Sede, el padre Montini dedicó gran parte de sus esfuerzos apostólicos al movimiento italiano de estudiantes católicos (1924-1933), ejerciendo allí una importante labor pastoral. En 1931, a sus 32 años, le era asignada la cátedra de Historia Diplomática en la Academia Diplomática.

En 1937 fue nombrado asistente del Cardenal Pacelli, quien por entonces se desempeñaba como Secretario de Estado. En este puesto de servicio Monseñor Montini prestaría un valioso apoyo en la ayuda que la Santa Sede brindó a numerosos refugiados y presos de guerra.

Arzobispo y cardenal preparando el Concilio Vaticano II En 1944 , ya bajo el pontificado de S.S. Pío XII, fue nombrado director de asuntos eclesiásticos internos, y ocho años más tarde, Pro-secretario de Estado.

En 1954, el Papa Pío XII lo nombró Arzobispo de Milán. El nuevo Arzobispo habría de enfrentar muchos retos, siendo el más delicado de todos el problema social. Entregándose con gran energía al cuidado de la grey que se le confiaba, desarrolló un plan pastoral que tendría como puntos centrales la preocupación por los problemas sociales, el acercamiento de los trabajadores industriales a la Iglesia, y la renovación de la vida litúrgica. Por el respeto y la confianza que supo ganarse por parte de la inmensa multitud de obreros, Montini sería conocido como el "Arzobispo de los obreros".

En diciembre de 1958 fue creado Cardenal por S.S. Juan XXIII quien, al mismo tiempo, le otorgó un importante rol en la preparación del Concilio Vaticano II al nombrarlo su asistente. Durante estos años previos al Concilio, el Cardenal Montini realizó algunos viajes importantes: Estados Unidos (1960); Dublín (1961); África (1962).

Sumo Pontífice con apretado programa apostólico Su pontificado El Cardenal Montini contaba con 66 años cuando fue elegido como sucesor del Pontífice Juan XXIII, el 21 de junio de 1963, tomando el nombre de Pablo VI. Tres días antes de su coronación, realizada el 30 de junio, el nuevo Papa daba a conocer a todos el programa de su pontificado: su primer y principal esfuerzo se orientaba a la culminación y puesta en marcha del gran Concilio, convocado e inaugurado por su predecesor. Además de esto, el anuncio universal del Evangelio, el trabajo en favor de la unidad de los cristianos y del diálogo con los no creyentes, la paz y solidaridad en el orden social —esta vez a escala mundial—, merecerían su especial preocupación pastoral.

En torno al Concilio Vaticano II El Papa Pablo VI y el Concilio Vaticano II

El pontificado de Pablo VI está profundamente vinculado al Concilio, tanto en su desarrollo como en la inmediata aplicación.

En su primera encíclica, la "programática" Ecclesiam suam, publicada en 1966 al finalizar la segunda sesión del Concilio, planteaba que eran tres los caminos por los que el Espíritu le impulsaba a conducir a la Iglesia, respondiendo a los "vientos de renovación" que desplegaban las amplias velas de la barca de Pedro. Decía él mismo el día anterior a la publicación de su encíclica Ecclesiam suam: El primer camino «es espiritual; se refiere a la conciencia que la Iglesia debe tener y fomentar de sí misma. El segundo es moral; se refiere a la renovación ascética, práctica, canónica, que la Iglesia necesita para conformarse a la conciencia mencionada, para ser pura, santa, fuerte, auténtica. Y el tercer camino es apostólico; lo hemos designado con términos hoy en boga: el diálogo; es decir, se refiere este camino al modo, al arte, al estilo que la Iglesia debe infundir en su actividad ministerial en el concierto disonante, voluble y complejo del mundo contemporáneo. Conciencia, renovación, diálogo, son los caminos que hoy se abren ante la Iglesia viva y que forman los tres capítulos de la encíclica».

Sesiones del Concilio Vaticano II y varios viajes apostólicos Cronología del Concilio bajo su pontificado

El 29 de setiembre de 1963 se abre la segunda sesión del Concilio. S.S. Pablo VI la clausura el 4 de diciembre con la promulgación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia.

En enero de 1964 (4-6), S.S. Pablo VI realiza un viaje sin precedentes a Tierra Santa, en donde se da un histórico encuentro con Atenágoras I, Patriarca de Jerusalén.

El 6 de agosto de 1964, S.S. Pablo VI publica su encíclica programática Ecclesiam suam.

La tercera sesión conciliar duraría del 14 de setiembre hasta el 21 de noviembre de 1964. Se clausuraba con la promulgación de la Constitución sobre la Iglesia. En aquella ocasión proclamó a María como Madre de la Iglesia.

Entre la tercera y cuarta sesión del Concilio (diciembre 1964), S.S. Pablo VI viaja a Bombay, para participar en un Congreso Eucarístico Internacional.

El 4 de octubre, durante la cuarta y última sesión del Concilio, viaja a Nueva York a la sede de la ONU, para hacer un histórico llamado a la paz mundial ante los representantes de todas las naciones.

El 7 de diciembre de 1965, un día antes de finalizar el gran Concilio, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I hacen una declaración conjunta por la que deploraban y se levantaban los mutuos anatemas —pronunciados por representantes de la Iglesia Oriental y Occidental en Constantinopla en 1054, y que marcaban el momento culminante del cisma entre las Iglesias de oriente y la de occidente—.

El 8 de diciembre de 1965 confirmaba solemnemente todos los decretos del Concilio, y proclamaba un jubileo extraordinario, el 1 de enero al 29 de mayo de 1966, para la reflexión y renovación de toda la Iglesia a la luz de las grandes enseñanzas conciliares.

El Post-Concilio La aplicación del Concilio: la época post-conciliar Culminado el gran Concilio abierto al tercer milenio, se iniciaba el difícil periodo de su aplicación. Ello exigía un hombre de mucha fortaleza interior, con un espíritu hondamente cimentado en el Señor; hombre de profunda oración para discernir, a la luz del Espíritu los caminos seguros por donde conducir al Pueblo de Dios en medio de dificultades propias de todo proceso de cambio, de adecuación, de renovación... propias también de la furia del enemigo, cuyas fuerzas buscan prevalecer sobre la Iglesia de Cristo.

Lo que a S.S. Pablo VI le tocó vivir como Pastor universal de la grey del Señor, lo resume el Papa Juan Pablo II en un valiosísimo testimonio, pues él —como dice él mismo— había podido «observar de cerca» su actividad: «Me maravillaron siempre su profunda prudencia y valentía, así como su constancia y paciencia en el difícil período posconciliar de su pontificado. Como timonel de la Iglesia, barca de Pedro, sabía conservar una tranquilidad y un equilibrio providencial incluso en los momentos más críticos, cuando parecía que ella era sacudida desde dentro, manteniendo una esperanza inconmovible en su compactibilidad» (Redemptor hominis, 3).

Otras tareas y el primer Papa en América Otras labores de su pontificado

El Papa Montini tuvo también una gran preocupación por la unión de los cristianos, causa a la que dedicó no pocos esfuerzos, dando así los primeros pasos hacia la unidad de todos los cristianos.

Por otro lado, fomentó con insistencia la colaboración colegial de los obispos. Este impulso se concretaría de diversas formas, siendo las más significativas el proceso de consilidación de las Conferencias Episcopales Nacionales en toda la Iglesia, los diversos Sínodos locales y también los Sínodos internacionales trienales. Durante su pontificado los temas tratados en estos Sínodos episcopales fueron: el sacerdocio (1971); la evangelización (1974); la catequesis (1977).

Otro hito importante de su pontificado lo constituye el viaje realizado al continente americano para la inauguración de la II Conferencia general del Episcopado Latinoamericano, siendo ésta la primera vez que un Sucesor de Pedro pisaba tierras americanas.

Su peculiar doctrina Las enseñanzas al Pueblo de Dios

S.S. Pablo VI ha dejado un rico legado en sus muchos escritos. Dentro de esta larga lista cabe resaltar a la encíclica Populorum progressio, la cual trata sobre el tema del desarrollo integral de la persona. Esta encíclica fue la base para la Conferencia de los Obispos latinoamericanos en Medellín. También merece ser especialmente mencionada la exhortación Evangelii nuntiandi, carta magna de la evangelización, que pone enfáticamente el anuncio de Jesucristo en el corazón de la misión de la Iglesia. Para muchos, esta carta vino de algún modo, a completar y profundizar la Gaudium et spes. Además, constituyó el telón de fondo de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla.

La encíclica programática Ecclesiam suam –la primera que escribió— es asimismo, de gran importancia. Manifiesta que de la «conciencia contemporánea de la Iglesia —nos dice S.S. Juan Pablo II—, Pablo VI hizo el tema primero de su fundamental Encíclica que comienza con las palabras Ecclesiam suam; (...) Iluminada y sostenida por el Espíritu Santo, la Iglesia tiene una conciencia cada vez más profunda, sea respecto de su misterio divino, sea respecto de su misión humana, sea finalmente respecto de sus mismas debilidades humanas: es precisamente esta conciencia la que debe seguir siendo la fuente principal del amor de esta Iglesia, al igual que el amor por su parte contribuye a consolidar y profundizar esa conciencia. Pablo VI nos ha dejado el testimonio de esa profundísima conciencia de Iglesia. A través de los múltiples y frecuentemente dolorosos acontecimientos de su pontificado, nos ha enseñado el amor intrépido a la Iglesia (...)» (Redemptor hominis, 3).

Son muy significativas también todas las enseñanzas dadas con ocasión del Año Santo de la Reconciliación, en 1975, lo que queda manifiesto en una importante exhortación apostólica: La reconciliación dentro de la Iglesia. Por otro lado, es también de especial importancia El Credo del Pueblo de Dios. En el, el Papa Pablo VI hace una hermosa profesión de fe, que reafirma las verdades que el Cuerpo místico de Cristo cree y vive, tomando así una firme postura ante los no pocos intentos de agresión que sufría la fe cristiana. La herencia que ha dejado a la Iglesia con todos sus escritos es invalorable.

Iluminando la plenitud humana de vida próximo ya a su muerte .Su tránsito a la casa del Padre

Su Santidad Pablo VI, luego de su incansable labor en favor de la Iglesia a la que tanto amor mostró, fue llamado a su presencia por el Padre Eterno, el 6 de agosto de 1978, en la Fiesta de la Transfiguración (que curiosamente fue también la fecha de la publicación de la encíclica que anunciaba el programa de su pontificado). Acaso el Señor mismo, con este signo de su amorosa Providencia, quiso rubricar con sello divino aquello que el Santo Padre, pocos años antes, había escrito en una preciosa exhortación apostólica sobre la alegría cristiana: «...existen muchas moradas en la casa del Padre y, para quienes el Espíritu Santo abrasa el corazón, muchas maneras de morir a sí mismos y de alcanzar la santa alegría de la resurrección. La efusión de la sangre no es el único camino. Sin embargo, el combate por el Reino incluye necesariamente la experiencia de una pasión de amor (...) «per crucem ad lucem», y de este mundo al Padre, en el soplo vivificador del Espíritu» (Gaudete in Domino, 37). Y ciertamente, el Padre Eterno quiso que este hijo suyo, habiendo pasado por muchos sufrimientos y habiendo entregado ejemplarmente su vida en el servicio amoroso a la Iglesia, pasase "de la cruz a la luz" en el día en que la Iglesia entera celebraba la gran Fiesta de la Transfiguración, que indica esperanzada la meta final a la que conduce la muerte física de todo cristiano fiel. Y él —como dijera S.S. Juan Pablo I— había transitado ese camino de modo ejemplar: «(...) en quince años de Pontificado, este Papa ha demostrado no sólo a mí, sino a todo el mundo, cómo se ama, cómo se sirve y cómo se trabaja y sufre por la Iglesia de Cristo».

Él mismo, vislumbrando ya esta magnífica realidad, dejaría escrito para todos en su "Testamento":

«Fijo la mirada en el misterio de la muerte y de lo que a ella sigue a la luz de Cristo, el único que la esclarece; miro, por tanto, la muerte con confianza, humilde y serenamente. Percibo la verdad que ese misterio ha proyectado siempre sobre la vida presente y bendigo al vencedor de la muerte por haber disipado en mí las tinieblas y descubierto su luz.

»Por ello, ante la muerte y la separación total y definitiva de la vida presente, siento el deber de celebrar el don, la fortuna, la belleza, el destino de esta misma fugaz existencia: Señor, te doy gracias porque me has llamado a la vida y más aún todavía porque me has regenerado y destinado a la plenitud de la vida».

Su magisterio pontificio

Encíclicas:

Ecclesiam suam (6-8-1964), sobre los caminos que la Iglesia Católica debe seguir en la actualidad para cumplir con su misión.
Mysterium fidei (3-9-1965), sobre la doctrina y culto de la Santa Eucaristía.
Populorum progressio (26-3-1967), sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos.
Sacerdotalis caelibatus (24-6-1967), sobre el celibato sacerdotal.
Humanae vitae (25-7-1968), sobre la regulación de la natalidad.
Exhortaciones apostólicas:
Marialis cultus (2-2-1974), sobre la recta ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen.
Petrum et Paulum
Gaudete in Domino (9-5-1975), sobre la alegría cristiana
Evangelii nuntiandi (8-12-1975), acerca de la evangelización en el mundo contemporáneo.

Cartas apostólicas:

Octogesima adveniens (1971), con ocasión del 80 aniversario de la encíclica Rerum novarum.
Declaraciones:
Persona humana (29-12-1975), acerca de algunas cuestiones de ética sexual.
Inter insigniores (15-10-1976), sobre la cuestión de la admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial.

Otros:

Constitución apostólica Paenitemini (17-2-1966), sobre el valor de la penitencia individual.
El "Credo del Pueblo de Dios" (30-6-1968)

Milagro contra el aborto

"Un milagro acaecido en la vida de un niño dentro el seno materno es algo insólito que nos dice que hay una vida ahí y que Dios la quiere proteger desde la concepción", ha explicado el Padre Antonio Marrazzo, postulador de la Causa de Canonización del Papa Pablo VI.

El evento ocurrió en Florida, Estados Unidos, en el año 2001 y su protagonista es un niño que, en la semana 24 del embarazo, se encontraba en un estado crítico. Exámenes médicos habían revelado la ruptura de la vejiga, con ascitis –presencia de líquido en el abdomen–, y de oligohidramnios –ausencia de líquido en el saco amniótico–. Todo intento terapéutico resultó ineficaz para resolver su situación.

El diagnóstico fue severo. Era muy probable que el niño muriera dentro del útero o que naciera con una insuficiencia renal grave. El ginecólogo ofreció a la madre gestante la opción de abortar, pero la mujer no aceptó la propuesta.

Siguiendo el consejo de una religiosa de la Caridad de Santa de María Bambina, que habían conocido al Papa Pablo VI, la abuela del niño colocó en el vientre de la madre una imagen del Pontífice con una reliquia e invocó la intercesión. Después de este evento las oraciones dirigidas al Pontífice se sucedieron en comunidad, primero en familia, y después en la parroquia.

A las 34 semanas de embarazo, nuevos análisis demostraron que el cuadro clínico del niño había mejorado y en el momento del nacimiento –un parto por cesárea en las 39 semanas–, el bebé demostró buenas condiciones y fue capaz de respirar y llorar.

“Fue un milagro en consonancia con el magisterio del Papa Pablo VI y la defensa de la vida, y muy interesante –continuó el P. Marrazzo-, porque nos dice que Dios nos protege desde el seno materno, desde el momento en que la vida comienza. Para Dios la vida humana es un valor no manipulable, no desechable, es un valor, porque Dios nos da un valor”.

En efecto, el Papa Montini pasará a la historia entre muchas cosas por escribir la Humanae Vitae, la visionaria encíclica sobre la defensa de la vida y la familia. El menor, del que se reserva su nombre y ubicación exacta por motivos de privacidad, ha sido seguido en el curso de los años por médicos expertos y ha demostrado un correcto desarrollo psicofísico y un funcionamiento normal de sus funciones renales. El 12 de diciembre de 2013 la consulta médica de la Congregación para las Causas de los Santos confirmó por unanimidad la curación inexplicable, mientras que el 18 de febrero de 2014 el Congreso de teólogos de dicha congregación reconoció unánimemente la intercesión del Papa Pablo VI.
 
Nuestra Señora del Pilar

Celebrado El 12 De Octubre De

Historia de la Virgen del Pilar

La tradición, tal como ha surgido de unos documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza, se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles, fortalecidos con el Espíritu Santo, predicaban el Evangelio. Se dice que, por entonces (40 AD), el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, predicaba en España. Aquellas tierras no habían recibido el evangelio, por lo que se encontraban atadas al paganismo. Santiago obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para su misión.

Los documentos dicen textualmente que Santiago, "pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso".

En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando "oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol". La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que "permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio".

Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio y, con el concurso de los conversos, la obra se puso en marcha con rapidez. Pero antes que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresarse a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.

Muchos historiadores e investigadores defienden esta tradición y aducen que hay una serie de monumentos y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen de Zaragoza.  El mas antiguo de estos testimonios es el famoso sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, cuando la santa fue martirizada. El sarcófago representa, en un bajo relieve, el descenso de la Virgen de los cielos para aparecerse al Apóstol Santiago.

Asimismo, hacia el año 835, un monje de San Germán de París, llamado Almoino, redactó unos escritos en los que habla de la Iglesia de la Virgen María de Zaragoza, "donde había servido en el siglo III el gran mártir San Vicente", cuyos restos fueron depositados por el obispo de Zaragoza, en la iglesia de la Virgen María. También está atestiguado que antes de la ocupación musulmana de Zaragoza (714) había allí un templo dedicado a la Virgen.

La devoción del pueblo por la Virgen del Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas, que la Santa Sede permitió el establecimiento del Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como "una antigua y piadosa creencia".

Numerosos milagros de la Virgen

En 1438 se escribió un Libro de milagros atribuidos a la Virgen del Pilar, que contribuyó al fomento de la devoción hasta el punto de que, el rey Fernando el católico dijo: "creemos que ninguno de los católicos de occidente ignora que en la ciudad de Zaragoza hay un templo de admirable devoción sagrada y antiquísima, dedicado a la Sta.y Purísima Virgen y Madre de Dios, Sta. María del Pilar, que resplandece con innumerables y continuos milagros".

El Gran milagro del Cojo de Calanda (1640)  Se trata de un hombre a quien le amputaron una pierna.  Un día años mas tarde, mientras soñaba que visitaba la basílica de la Virgen del Pilar, la pierna volvió a su sitio.  Era la misma pierna que había perdido. Miles de personas fueron testigos y en la pared derecha de la basílica hay un cuadro recordando este milagro.

El Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad particular de la Virgen del Pilar, pero ya desde siglos antes, en todas las iglesias de España y entre los pueblos sujetos al rey católico , se celebraba la dicha de haber tenido a la Madre de

Dios en su región, cuando todavía vivía en carne mortal.

Tres rasgos peculiares que caracterizan a la Virgen del Pilar y la distinguen de las otras:

1- Se trata de una venida extraordinaria de la Virgen durante su vida mortal. A diferencia de las otras apariciones la Virgen viene cuando todavía vive en Palestina: ¨Con ninguna nación hizo cosa semejante", cantará con razón la liturgia del 2 de enero, fiesta de la Venida de la Virgen.
2- La Columna o Pilar que la misma Señora trajo para que, sobre él se construyera la primera capilla que, de hecho, sería el primer Templo Mariano de toda la Cristiandad.
3- La vinculación de la tradición pilarista con la tradición jacobea (del Santuario de Santiago de Compostela). Por ello, Zaragoza y Compostela, el Pilar y Santiago, han constituido dos ejes fundamentales, en torno a los cuales ha girado durante siglos la espiritualidad de la patria española.
 
Simbolismo del pilar

El pilar o columna: la idea de la solidez del edificio-iglesia con la de la firmeza de la columna-confianza en la protección de María.

La columna es símbolo del conducto que une el cielo y la tierra, "manifestación de la potencia de Dios en el hombre y la potencia del hombre bajo la influencia de Dios". Es soporte de los sagrado, soporte de la vida cotidiana. María, la puerta del cielo, la escala de Jacob, ha sido la mujer escogida por Dios para venir a nuestro mundo. En ella la tierra y el cielo se han unido en Jesucristo.

Las columnas garantizan la solidez del edificio, sea arquitectónico o social. Quebrantarlas es amenazar el edificio entero. La columna es la primera piedra del templo, que se desarrolla a su alrededor; es el eje de la construcción que liga entre si los diferentes niveles. María es también la primera piedra de la Iglesia, el templo de Dios; en torno a ella, lo mismo que los apóstoles reunidos el día de pentecostés, va creciendo el pueblo de Dios; la fe y la esperanza de la Virgen alientan a los cristianos en su esfuerzo por edificar el reino de Dios.

Vemos en Ex 13, 21-22, que una columna de fuego por la noche acompañaba al pueblo de Israel peregrino en el desierto, dirigiendo su itinerario.

En la Virgen del Pilar el pueblo ve simbolizada "la presencia de Dios, una presencia activa que, guía al pueblo de elegido a través de las emboscadas de la ruta".

Liturgia Eucarística del Pilar:

Los textos utilizados son: en la primera lectura, 1 Crónicas 15, donde se recuerda a la Virgen simbolizada por el arca de la alianza, la presencia de Dios en medio de su pueblo, a través de María, lo cual es gozo para la Iglesia. La segunda lectura (He 1, 12-14) y el evangelio (Lc. 11, 272-28) nos hablan también de la presencia de la Virgen en la iglesia y de las alabanzas que el pueblo le tributa. El prefacio celebra las maravillas que Dios ha realizado en María, "esperanza de los fieles y gozo de todo nuestro pueblo". Durante la oración colecta se pide por intercesión de la Virgen "fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor", así como en la oración de las ofrendas, donde se muestra el deseo de "permanecer firmes en la fe".

Antífona de entrada: se piensa en la Virgen como "la columna que guiaba y sostenía día y noche al pueblo en el desierto", y en el salmo responsorial se recuerda "el Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado".

En el aleluya: "afianzó mis pies sobre la roca y me puso en la boca una cántico nuevo".

Domina en la liturgia la idea de la presencia de María en la Iglesia y de la firmeza que su intercesión y su devoción procura al pueblo de Dios.

El día 12 de octubre de 1492, precisamente cuando las tres carabelas de Cristóbal Colon avistaban las desconocidas tierras de América, al otro lado del Atlántico, los devotos de la Virgen del Pilar cantaban alabanzas a la Madre de Dios en su santuario de Zaragoza, pues ese mismo día, conocido hoy como el Día de la Raza, era ya el día de la Virgen del Pilar.

La Basílica de la Virgen del Pilar es la mas extraordinaria que tiene España como prueba de una antiquísima y profunda devoción por la Santísima Virgen María. Esa gran basílica mariana con sus once cúpulas y sus cuatro campanarios es famosa en el mundo entero, puesto que en el año 40 AD se apareció ahí la Madre de Dios al Apóstol Santiago. La Virgen vino mientras aún vivía en la tierra. Es decir apareció en carne mortal. Desde entonces, a través de los siglos, ha mostrado su protección especial con repetidas gracias, milagros y portentos, ganándose la piedad de los españoles, que le tributan culto con gran devoción.

El interior de la Basílica es de una gran belleza y una serena grandiosidad. Toda la traza del templo está acomodada a la idea, siempre defendida por el Cabildo del Pilar, de no mover de su sitio la Sagrada Columna de la Virgen.

La Basílica de Nuestra Señora del Pilar es visitada por millares de personas cada día. Son los hijos que vienen a rezarle a su madre quien nunca los abandona.

Historia de la Basílica

Al principio del siglo XVI, el arzobispo Alonso de Aragón, hijo del rey católico, transformó en estilo gótico la iglesia anterior, erigida en el lugar mismo de la aparición de la Virgen, que quedó así incluida desde entonces dentro del templo; el lugar mas sagrado de esta capilla lo constituía y lo sigue constituyendo el que ocupa la santa columna, su mas preciada reliquia, en la que se asienta la imagen de la Virgen.

Por la necesidad que se vio de cobijar a las inmensas muchedumbres de peregrinos y poder atender mejor a los numerosos asistentes en los actos de culto, en 1681 se puso la primera piedra del nuevo templo, donde se incluyó también la santa capilla, conservando intacto el lugar de asentamiento de la columna de la Virgen. En 1872 se concluyeron las diversas capillas y cúpulas, mas tarde se añadirán las cuatro torres, la última se concluyó en 1961.

Los sitios de Zaragoza, (1808) durante la guerra de independencia, dieron notoriedad a la devoción de la Virgen del Pilar. Junto a su manto se reunía el pueblo buscando en ella protección y aliento; se le representaba velando el sueño de los soldados y se le nombró: "capitana de la tropa aragonesa". Un siglo mas tarde en 1908, la devoción a la Virgen del Pilar, afianzo su dimensión hispánica con el tributo que se le ofreció de todas las banderas de las naciones hispanoamericanas, que cuelgan actualmente en los muros del Pilar.

El Papa Juan Pablo II en 1984, al hacer escala en su viaje a Santo Domingo para iniciar la conmemoración del descubrimiento de América, reconoció a la Virgen del Pilar como "patrona de la hispanidad".

No nos podemos olvidar la importancia que tuvo en aumentar la devoción a la Virgen del Pilar, la guerra civil de 1936-1939. Las tres bombas que cayeron sobre el templo no estallaron y muchos vieron en este hecho un signo de la especial protección de la Virgen sobre las tropas nacionalistas. De toda España acudían peregrinos a pie a dar gracias a la Virgen por haberlos librado de los peligros de la guerra.  

A LA REINA DE LA PAZ Corredentora y Mediadora de todas las gracias

La Reina del cielo viene a traernos un mensaje de paz y de unidad


I. La Paz en el misterio pascual de Cristo

Después de la resurrección de Cristo, nos narran los evangelios que siempre que se aparecía a alguien, Jesucristo el Señor iniciaba su encuentro con este saludo: “La paz esté contigo”. Muy bien han comprendido nuestros hermanos judíos y musulmanes, que en este deseo de la paz están contenidos todos los dones y bendiciones de Dios que alguien puede otorgarle a su hermano; por eso, cuando se encuentran, se saludan con estas palabras: “Shalom” y “Salam Alaicum”. Quizá por eso San Francisco y los franciscanos, que se acostumbraron a convivir tanto tiempo con ellos en la tierra santa, adoptaron como saludo las palabras “paz y bien”. También en la liturgia eucarística, en sus ritos iniciales se comienza con el saludo -y de modo particular cuando la ceremonia es presidida por el Obispo-: “la paz del Señor esté con ustedes”.

“Cristo es el centro del cristianismo. Y el centro de la misión de Cristo es su muerte y su resurrección, por las cuales realiza la salvación del mundo. Este inefable misterio del sacrificio redentor es a la vez simple y complejo. Es simple si se considera la intención de donde procede y el fin que persigue. Guiado por un amor inmenso, amor al que se puede llamar según San Pablo “una locura” (1 Cor 1, 18-23; 2, 14). Cristo, hecho hombre, da su vida para unir en el amor a Dios ofendido y al hombre culpable. Pero este misterio, que deriva del amor y termina en el amor, es complejo en su realización y plantea problemas difíciles. No es cosa de tratarlos aquí. Recordemos sólo los datos dogmáticos fundamentales: la situación que Cristo vino a remediar, su cualidad de mediador, y el acto por el cual Él ejerce su mediación redentora” [1].

1. La situación que Cristo vino a remediar no es otra que la introducida por el demonio en el paraíso cuando incitó a Adán y Eva y les llevó a perder el estado de filiación y amistad con su creador. Dios había creado al hombre en un estado de paz y de unidad; bajaba todos los días a pasear con ellos en el Edén. El pecado, introdujo un proceso de corrupción, de disgregación y de turbación, que les afectó en su relación con Dios, con los demás y consigo mismo. De tal manera que el hombre afectado por esta herida y atacado por el diablo constantemente con sus insidias -para sembrar más discordia, desconfianza y enemistad entre él y Dios-, es incapaz de unírsele y de ofrecerle un homenaje apto para compensar la ofensa inferida a su infinita Majestad.

2. Mediador: La salvación, por tanto, no podía venir más que por iniciativa de Dios. Y es Dios en persona -en la segunda persona de la Trinidad- quien viene a restablecer y restaurar la humanidad. “Como no era posible al hombre, una vez vencido y roto por la desobediencia, rehacerse por sí mismo y obtener la palma de la victoria, como tampoco era posible al hombre caído bajo el poder del pecado, el recobrar la salvación (en tal estado), el Hijo realizó lo uno y lo otro: Él que es el Verbo de Dios, descendió del Padre, se encarnó, se anonadó hasta la muerte. Él consumó la economía de nuestra salvación” (San Ireneo, Adv. herexes III, 18, 2) El deseo de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre es el de reunir al hombre y a Dios, dar (dándole) a Dios la justa reparación de la ofensa y al hombre la gratuita reparación de la herida, reconciliándonos y restaurando por Él y en Él todo el universo, ya que solo Él junta en la unidad de su Persona la naturaleza humana y la divina.

3. Para verificar la salvación no bastó a Cristo ser el Hombre-Dios, sino que era necesario que realizase actos salvadores. Unos que destruyesen el pecado (aspecto negativo) y otros que devolviesen al hombre la amistad divina y la vida sobrenatural que lo uniese a Dios en la vida eterna (aspecto positivo). La acción que realiza este doble efecto es un sacrificio, que conocemos como el misterio pascual; es la consumación de la vida de Cristo y el principio de la vida de la Iglesia.
En conclusión, como muy bien entendió San Pablo, Cristo -mediante el sacrificio de la Cruz- destruye el pecado y la muerte (Rom 6, 6; 1 Cor 15, 6; 2 Tim 1.10). Obtiene la victoria que nos libra de la cautividad del demonio del pecado (Col 2,15; Heb 2, 15-16) Nos ha lavado en su sangre (Heb 6, 5). Se constituye como único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2, 5; Heb 10, 20). San Juan diría: “Él es la vida; nosotros sus sarmientos” (Jn 15, Apoc 1, 5; etc.) Nosotros estamos insertados en Él (Rom 1, 8). En fin, no es el caso multiplicar los textos bíblicos que presentan la Redención como efecto de nuestra inclusión “en Cristo” y de una suerte de identificación con su misterio pascual.

II. Lugar de María en el sacrificio de la Cruz

Cristo muere rodeado de pecadores y casi abandonado de todos. Al pie de la cruz, solo permanece un grupo de fieles incondicionales, en el que destaca María, su madre. Ahí, Jesús agonizante, le entrega y encarga a Juan su mayor amor en la tierra y le anuncia a su madre el alcance insospechado y misterioso que en los planes de Dios implicaba su maternidad.

“Cur Deus homo?” se ha preguntado San Anselmo y tantos teólogos con él a lo largo de la historia. ¿Por qué Dios se ha hecho hombre? “¿Cómo será esto posible?”, preguntó María al ángel. Cuando Dios envió al arcángel Gabriel para revelarle el designio de Dios sobre ella, María aceptó y engendró a Jesucristo, por obra del Espíritu Santo. Dice San Agustín, y después de él los Santos Padres, que primero lo engendró en la fe, pero también en la carne (Cfr sermón 191 y 214). Con palabras más sencillas, leemos en el catecismo del p. Astete que: “de las entrañas purísimas de la Virgen María, formó el Espíritu Santo un cuerpo”, el cuerpo que hace posible la Redención: “Por eso el Hijo de Dios al entrar en el mundo dice a su eterno Padre: Tú no has querido sacrificio ni ofrenda: mas a mí me has apropiado un cuerpo mortal. Holocaustos por el pecado no te han agradado. Entonces dije: Heme aquí que vengo: según está escrito de mí al principio del libro (o Escritura Sagrada): para cumplir ¡oh Dios! tu voluntad” (Heb 10, 5-7)

Como explica el concilio Vaticano II en su constitución sobre la Iglesia, la función maternal de María después del consentimiento de la anunciación no tiene ya fin (Cfr Lumen Gentium, 60 y 64). Y ese título se lo dio a María la Trinidad Santísima, ningún ser humano. (Lc 1, 30-33). La función de ser madre de la Iglesia, en cambio, se lo dio Jesucristo mismo, agonizante en la Cruz, como testamento en una de sus últimas palabras (Jn 19, 26-27). Esta función maternal de María hacia los fieles no disminuye la mediación única de Cristo, sino que muestra su eficacia. Cooperando a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la caridad, María es para todos Madre en el orden de la gracia. También la iglesia es Madre, porque engendra nueva vida a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios, y es virgen, en la integridad de pureza de la fe en su Esposo, que es Cristo.

“La divina maternidad de María es el fundamento de su especial relación con Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Él, y también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia; por ser madre de aquel que desde aquí, el primer instante de la Encarnación en su seno virginal se constituyó en cabeza de su cuerpo místico, que es la iglesia. María, pues, como Madre de Cristo, es Madre también de los fieles y de todos los pastores, es decir, de la Iglesia”. [2]
En la celebración de esta nueva fiesta que el Papa Francisco ha proclamado para la iglesia universal, escribí esta poesía:

A MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA

¡Alégrate, mujer! El que hace nuevas todas
las cosas, ha soplado en tu huerto y
exhala aromas de recién nacido.
No temas acoger a Juan como tu hijo,
póstuma entrega del agonizante Primogénito,
eco mensajero de una fresca anunciación.
¡Alégrate, mujer! La hora ha llegado;
en ella el dedo de Dios te ha modelado,
a vuelta libre del torno de tu vida.
Olvida ya todo dolor y tanto apuro,
Por el gozo del pueblo que al mundo ha venido,
en brotes de olivo y nuevo vino.
¡Alégrate, mujer! De nueva alianza Arca bendita.
El poder de su sombra te acompaña.
Primero abeja que en tu flor fecunda;
peristilo de apóstoles después rodea, el templo vivo de Dios, que eres Iglesia

III. Lugar de María en la victoria de Cristo sobre el pecado y en la obra de la Redención

San Ireneo de Lyon dice: “el nudo que hizo Eva con su desobediencia lo deshizo María con su obediencia”. Al llamar Cristo crucificado -el nuevo Adán- a su Madre al pie de la Cruz, le pide a la nueva Eva que represente a su lado los aspectos secundarios y accidentales de la humanidad, aspectos que no ha asumido Él, como son: la condición de simple creatura, de persona humana, de mujer, de rescatada y la actividad oscura de la fe.

“Estos cinco rasgos de la condición humana, que no asumió Cristo, son estrechamente correlativos. Lo que los resume a todos es la femineidad, si se da a esta noción el pleno valor que le otorga la teología bíblica y patrística. En efecto, cuando la Biblia y los Padres presentan las relaciones de Dios y de la humanidad rescatada, bajo los rasgos de un matrimonio, Dios es siempre el Esposo, y la humanidad la Esposa. El hombre representa la iniciativa, el poder y la autoridad de Dios; la mujer, la respuesta, la receptividad y la subordinación de la creatura” [3].

Leemos en Génesis 3, 14-15: “Dijo entonces el Señor Dios a la serpiente: por cuanto hiciste esto, maldita tú eres (o seas) entre todos los animales y bestias de la tierra: andarás arrastrando sobre tu pecho, y tierra comerás todos los días de tu vida. Yo pondré enemistades entre ti y la mujer, y entre tu raza y la descendencia suya: ella quebrará tu cabeza, y tú andarás acechando a su calcañar” (3; 14-15). La palabra de Dios dice que le pisará (o aplastará o quebrará) la cabeza, pero será María, no Cristo, aunque la enemistad es con Cristo -el Hijo eterno del Padre-. Y por eso en Apocalipsis 12, la antigua serpiente -convertida ya en un enorme dragón-: “se pone al acecho de la mujer que está por dar a luz, con ánimo de devorar al hijo en cuanto naciera” (v. 4). “Al verse precipitado en la tierra, el dragón comenzó a perseguir a la mujer que había dado a luz al hijo varón”. (v. 13)

Muchos teólogos se han preguntado cuál sería el motivo por el cual Satanás y sus secuaces se rebelaron contra Dios. Si leemos con atención Apocalipsis 12, podremos vislumbrar la hipótesis de que la rabia del demonio se debe a que Dios haya escogido una creatura: María, y su descendiente, para realizar su plan de redención. Y no a aquél, un ángel, a quien Dios había precipitado en los abismos por causa de su rebelión. Dios escogió a una mujer que su “fiat” habíase declarado su esclava y no al más bello de los ángeles. Ahora bien, sabemos que Luzbel -el príncipe de los demonios-, es muy envidioso y orgulloso.

Después de que “el que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue asimismo arrojado en el estanque de fuego” (Ap 20, 15), aparece en el cielo nuevo y la tierra nueva la nueva Jerusalén, al pie de la Cruz: María “stabat”, de pie a la derecha como una Reina enjoyada de oro (Cfr. Sal 44). Ahora “desciende del cielo por la mano de Dios, compuesta como una novia engalanada para su esposo” (Ap 21, 2). Como afirma Romano Guardini: “En María se compendia definitivamente el mundo redimido... Es la novia”. “El Espíritu y la novia dicen: Ven. Quien escucha diga también: Ven” (Ap 21, 17)

Por lo tanto, Cristo es el único Mediador y Salvador. Pero ha querido asociar a su Madre a su sacrificio como corredentora, como prototipo y realización suprema de la Iglesia, considerada en su sacerdocio de comunión con Cristo. Como muy bien ha explicado el teólogo Hans Urs Von Balthasar, se trata de una mediación siempre subordinada a la de su hijo Jesucristo.

“El ir al encuentro de las necesidades del hombre significa, al mismo tiempo, su introducción en el radio de acción de la misión mesiánica y del poder salvífico de Cristo. Por consiguiente, se da una mediación: María se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos”. (JUAN PABLO II, Redemptoris Mater 21)

Afirma John Henry Newman: “María no es en absoluto una pantalla que nos impide ver a Cristo. Ella es el espejo luminoso de sus grandezas; es escudo de las verdades de la fe; no es rival, sino la sierva de su Hijo”. Parafraseando a San Pablo en su carta a los corintios, podríamos decir que María es la carta escrita de puño y letra por Dios para expresarnos su Palabra.

IV. María corredentora con Cristo y mediadora de todas las gracias

En Lucas 1, 48, Dios revela una profecía con estas palabras: “todas las generaciones proclamarán a María bienaventurada por ser Madre de Dios”. No dice las primeras generaciones ni algunas generaciones, sino todas las generaciones. Por eso no debemos temer en afirmar que su mediación subordinada es universal y por eso la Iglesia católica promueve justamente un culto especial de la Virgen. El cual, sin embargo, se diferencia esencialmente del culto de adoración que se presta al Verbo encarnado, como el referido al Padre y al Espíritu Santo.

Todos los seres humanos existimos por el “sí” de una mujer. En el caso de María fue un sí a Dios, que la creó y preparó para una misión singular: la de ser hija del Padre, madre del Hijo, y esposa del Espíritu Santo. Al decir “sí” la “favorecida de Dios”, se encendió en su “corazón” una chispa de eternidad y hasta las “entrañas del mismo Dios” se conmovieron por no ser rechazada su propuesta de amor a esta doncella.

María está asociada a Cristo más que nadie en el orden de la fe y de la caridad, pero no en el orden del ministerio oficial y de la representación jerárquica. Aunque María no fue ordenada por Cristo en el ministerio del orden sacerdotal, representa a toda la Iglesia cuando, en la liturgia eucarística, ésta ofrece a su Hijo como sacrificio propio y de todos los fieles (“meum ac vestrum sacrificium”).

“Subordinada a los apóstoles en el orden de las funciones oficiales, los supera en el orden de la fe y caridad; por tanto en el orden de la comunión en el sacrificio. Ellos se le adelantan cuando se trata de representar a Cristo. Pero en el Calvario, donde se trata de unirse a Él, María desempeña un papel que sobrepasa al de aquéllos. Rescatada por adelantado, preservada de toda mancha, puede cooperar a la Redención sin empañarla. Y aquí, su condición de mujer, la hace particularmente apta para representar el lado del Hombre-Dios a la humanidad rescatada, cooperando a su propia salvación en el acto que la instituye. Dos expresiones tradicionales manifiestan su misión: Ella es la nueva Eva al lado de su nuevo Adán [3b]. Ella es el prototipo de la Iglesia[4].”

Por lo mismo, la cooperación de María en la Redención es análoga a la de Eva en la caída. Y así como las consecuencias de la participación de Eva en el legado universal afectaron a todos sus descendientes, en lo que conocemos como el dogma del pecado original, la cooperación de María debería ser reconocida como universal por su participación en la obra de la Redención a título de asociada y Madre de todos los vivientes. Como nueva Eva, María inaugura a toda la Iglesia. Ella es la realización personal de la Iglesia, considerada en su comunión con Cristo, es decir, en su aspecto femenino. En cuanto Madre y Esposa tiene parte en todos los bienes de Cristo y sobrepasa doblemente a la Iglesia. Porque ésta no empieza sino en Pentecostés, donde estaban todos reunidos en oración junto con María, la Madre de la Iglesia. Así Ella no sólo coopera a la difusión de los frutos de la Redención, sino también a su mismo cumplimiento. En María, la Iglesia ha cooperado al acto supremo de la salvación y de la comunión, realizada primordialmente entre Cristo y su Madre se prolonga en la Iglesia.

V. María, Puerta del cielo y Reina de La Paz

Uno de los títulos que más me gustan de María como Madre es éste: “puerta del cielo”. Ella es la puerta por la que entró Dios al mundo para enseñarnos lo que significa el amor. “Por María, la misma Vida fue introducida en el mundo, de manera que al dar a luz al Viviente es Madre de los vivientes” (San Epifanio, Panarion o Adversus Haereses 78). Pero también es la puerta por la que nosotros podemos ingresar al cielo. Sin duda es el camino más corto para conocer y amar a Dios.

De modo análogo, las madres son la puerta que nos permite asomarnos a la verdadera vida, que no es otra cosa que aprender a amar. Desde que entramos al mundo, lo primero que descubrimos es una sonrisa y unos brazos que nos acogen y nos reciben con una inmensa alegría. Gracias por la vida. Gracias por ser mujer. Gracias por ser madre.

Todo el A.T. aspira a la paz, porque el pueblo de Israel ha sufrido tantas vicisitudes, opresión, persecución y rechazo. En realidad es Dios mismo quien sufre a través de su pueblo elegido. Israel sabe que la Paz viene de Dios, pero a veces ignora que la Paz es para todos. El Evangelio, en cambio, arraiga la Paz en una reconciliación, la que nos regaló Jesucristo crucificado con la certeza de la salvación dada por Dios para todos los hombres.

Jesucristo da la Paz, pero también provoca una crisis, que puede derivar en conflicto, porque es piedra de tropiezo, “la piedra que desecharon los arquitectos y se ha convertido en piedra angular”. El cristianismo está en lucha contra el poder de las tinieblas y su paz es siempre provisoria.

Cuando el soldado Longinos atravesó el costado de Cristo crucificado, Él ya estaba muerto. A quien le dolió como si la hubieran atravesado fue a María su madre. Ya le había profetizado el anciano Simeón: “Una espada de dolor atravesará tu corazón” ¿para qué? “Para que se descubran los pensamientos de muchos corazones.”

En la lucha contra el maligno y en las heridas que provoca el pecado, se descubren los pensamientos de los corazones. Así lo vemos en el texto de Apocalipisis 12, que se refiere en primer lugar a Israel. Pero el N.T. es un espejo del A.T. De hecho, la catequesis cristiana primitiva recurrirá constantemente a él (Cfr. 1 Co 5, 6-8; 10, 1-11). Según un viejo adagio, el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el Antiguo se hace manifiesto en el Nuevo: “Novum in Vetere latet et in Novo Vetus patet” (San Agustín, Quaestiones in Heptateuchum2, 73; cf. DV 16). Por eso, la mujer también se refiere a la Iglesia que Cristo fundó como nuevo Israel, sobre el fundamento de las 12 columnas (los apóstoles, que están prefigurados en las 12 tribus de Israel). Y en última instancia también se puede aplicar a María, que es figura, madre y “typos” de la Iglesia.

El primer mandamiento, que va acompañado de la promesa de la felicidad y la abundancia de vida, es éste: “Honra a tu padre y a tu madre” (cfr. Ef 6,1-2). Quien no honre a María, la Madre de Dios, desprecia al mismo Jesucristo y pone en riesgo la paz que llega a toda familia a través del amor de la madre.

La paz llega a las familias a través de la madre porque la mujer es la que acoge la vida y la alimenta con su propia vida, aporta la ternura y el calor del hogar, cuida la unidad y da armonía, a pesar de las diferencias que cada miembro aporta en una familia. “Mujeres del universo todo, cristianas o no creyentes, a quienes os está confiada la vida en este momento tan grave de la Historia, a vosotras toca salvar la paz del mundo.” [5]

Conclusión:

Según el Nican Mopohua, texto hagiográfico que recoge la narración de las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac, “... estando ya todo pacificado...” María de Guadalupe se presenta como “la Madre de Dios por quien se vive”. El término “por quien se vive” es mucho más profundo de lo que una mentalidad occidental entiende como “causa primera y final” porque para la cosmovisión precolombina se trata de la “causa práctica”, la que desde su fenomenología empírica y cruda, podríamos llamar existencial, que alimenta su cotidiano vivir.

María de Guadalupe manifiesta la armonía de paz entre día y noche, cielo y tierra, españoles e indígenas, blancos y negros, hombres y mujeres: “... y de todos aquellos que aquí concurran, en mi casita sagrada”. La Reina del cielo viene a traernos un mensaje de paz y de unidad, que más que originar división, está mandando un mensaje de comunión y de diálogo.

Su mensaje maravilloso para México y toda la humanidad es éste: “No se turbe tu corazón. No temas... ¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás en mi regazo? ¿De qué tienes necesidad?... No fue un privilegio exclusivo para el santo Juan Diego, sino el maravilloso regalo para todo ser humano”. Sin lugar a dudas con una Madre así, también nosotros somos podemos confiar y esperar un mundo mejor.

No por nada la Virgen de Guadalupe es reconocida como Emperatriz de toda América y es venerada por la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa, la Comunión Anglicana, la Iglesia Copta, e Iglesia Católica maronita. La misma comunidad judía que llegó a la Ciudad de México a principios del siglo XX ve con respeto la oficialmente llamada: Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe. Y hasta los musulmanes acaban de renombrar una mezquita en Abu Dabi, la capital de Emiratos Árabes Unidos (EAU), como ‘María, Madre de Jesús’.

En una conferencia que dio en Roma el Card. Ratzinger, se le preguntó sobre la proclamación del dogma de María como corredentora. El entonces Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, explicó que a pesar de que en el Concilio Vaticano II ya estaba de algún modo contenida la doctrina revelada y reconocida por la Iglesia respecto a este tema, todavía no estaban maduros los tiempos para su proclamación pública.

Sin embargo, a la luz de las consideraciones aquí expuestas, creo que somos muchos los que consideramos que ya han llegado esos tiempos. Y por eso, me uno a los 570 obispos de todo el mundo y más de 8 millones de fieles que han pedido a Roma la proclamación del quinto dogma mariano. Para que cuando la Iglesia lo juzgue prudente, podamos dirigirnos a María como corredentora y mediadora de la Gracia (Jesucristo) y por Él, de todas las gracias. [6]

Cuenta una leyenda que en un monasterio, uno de los monjes que aspiraba a ser santo, acudía en sus apuros y dificultades ante un ícono de Nuestra Señora y se dirigía a Ella con este grito: “Monstra te esse Matrem”(Demuestra que eres Madre). Era un grito de exigencia, de urgencia; pero respaldado por el instinto cristiano de la devoción a la Virgen. La leyenda dice que en una de estas ocasiones, Ella le contestó: “MONSTRA TE ESSE FILIUM” (Muestra que Tú eres hijo). Ojalá nuestro reconocimiento a la Reina de La Paz, nos permita descubrir este don que Dios le concedió de ser corredentora y mediadora de toda gracia.
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[1] RENÉ LAURENTIN, “La Virgen y la Misa” Al servicio de la paz de Cristo. Ed Desclée de Brouwer, pág 14. (Nota: algunas reflexiones de este artículo se inspiran en este opúsculo del gran teólogo mariano).
[2] Del discurso pronunciado por S.S. Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, en la sesión de clausura de la tercera etapa conciliar) (S.S. Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964)
[3] RENÉ LAURENTIN, “La Virgen y la Misa” Al servicio de la paz de Cristo. Ed Desclée de Brouwer, pág 46
[3b] Este pensamiento, de que María al pie de la Cruz toma el lugar que Eva, parece haber sido insinuado por el mismo San Juan evangelista.
[4] F. M. Baun, O.P., La Mére des fidèles, Essai de théologie johannique, París-Tournai, Casterman, 1953, pág 34, n. 1, pp. 82-96
[5] Mensajes del concilio Vaticano II a la humanidad. A las mujeres, número 11. (Las negritas son mías)
[6] Sugiero humildemente que al mismo tiempo que se proclame el dogma, se incluya dicha proclamación como un párrafo en el catecismo de la Iglesia católica, en la primera parte, segunda sección, capítulo tercero, artículo 9.

Para valorar el bien

Santo Evangelio según San Lucas 11, 15-26. Viernes XXVII de Tiempo Ordinario.





En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, quiero ponerme en tu presencia para que, tomando conciencia de lo que eres, te ame apasionadamente como Tú lo has hecho desde la creación del mundo hasta el momento de tu nacimiento, desde el pesebre hasta la cruz y desde la cruz hasta llegar a mi lado.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 11, 15-26

En aquel tiempo, cuando Jesús expulsó a un demonio, algunos dijeron: "Éste expulsa los demonios con el poder de Belzebú, el príncipe de los demonios". Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.

Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: "Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Belzebú. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo los demonios con el dedo de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.

Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo, y al no hallarlo, dice: 'Volveré a mi casa, de donde salí'. Y al llegar, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va por otros siete espíritus peores que él y vienen a instalarse allí, y así la situación final de aquel hombre resulta peor que la de antes".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hay un viejo dicho que dice: Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.

Juzgar y hablar mal sobre sucesos o personas tiene, regularmente, un efecto negativo. La tendencia natural que tenemos es pensar mal sin haber conocido todas las circunstancias. No se trata de dejar de ser críticos y nunca juzgar lo que es incorrecto, sino de hacer un esfuerzo por promover el bien que muchas veces queda en el olvido.

Cristo fue juzgado en el pensamiento de las personas que le veían y vio claramente la obra del demonio en estos actos aparentemente inapreciables. No dudó al corregir este defecto y fue radical en el momento de señalar el error. O promovemos el bien o promovemos el mal; no existe término medio. O recogemos el bien que encontramos en cada momento de nuestra vida o dispersamos en el olvido todo acto generoso que pudimos haber valorado.

Es difícil fijarnos siempre en lo bueno de las mil noticias que nos llegan. Pero, si hacemos el hábito de buscar el bien, podremos llegar al punto en que veremos la mano de Dios llena de bondad por detrás de cada desastre o incomprensión, porque todo contribuye al bien para aquellos que aman a Dios.(Rm. 8,28).

Siempre existirá el bien, pero es nuestra misión hacerlo resplandecer. Ayuda bastante dejar de lado los juicios e intentar ponernos sencillamente delante del sagrario, llevar al altar todo lo que no entendemos en el momento y esperar pacientemente, así como María lo hizo junto al pesebre, junto a la cruz y, hasta el día de hoy, junto al sagrario.

Hoy se es perseguido no solo por ser cristianos sino también porque se es imagen de Dios, y por esto el demonio persigue y los imperios continúan las persecuciones hoy. Nosotros no debemos permitirnos ser ingenuos. Hoy en el mundo no solo los cristianos son perseguidos: los humanos, el hombre y la mujer, porque el padre de toda persecución no tolera que sean imagen y semejanza de Dios. Y ataca y destruye esa imagen. No es fácil de entender esto, se requiere mucha oración para entenderlo. Que el Señor, hoy, nos haga entender mejor esta gran persecución cultural a través de las colonizaciones culturales, a través de la guerra, a través del hambre, a través de la esclavitud. Que el Señor nos haga entender: hoy el mundo es un mundo de esclavos; no es fácil ser libre, hoy. Que el Señor nos dé la gracia de luchar contra esto y restaurar con la fuerza de Jesucristo -porque Él ha venido para esto, para recrear, para restaurar- la imagen de Dios que están en todos nosotros.
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de junio de 2018, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy trataré de ver la mano de Dios en alguna persona o circunstancia concreta y buscaré hacer siempre el bien.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Qué es la Iglesia?

Lo descubriremos si, con un corazón sencillo, nos acercamos a Jesús y le preguntamos: Tú, ¿quién eres? 



Palestina, siglo I. Doce galileos acompañan a Jesús, un nazareno. Para ellos es un profeta. Hace milagros, predica con fuego, acaricia a los niños, limpia la conciencia del pecado.



Pasan los meses. Los fariseos rechazan a Jesús, lo persiguen y acosan con denuedo.



Jesús va a Jerusalén. Después de una cena íntima, densa, llena de misterios, el Maestro va a rezar al Huerto de los Olivos. Es arrestado, condenado a muerte, crucificado. Uno de sus seguidores le ha traicionado. Los otros escapan, huyen lejos.



Han pasado poco más de 50 días desde aquellos momentos dramáticos. Jesús ha resucitado, se ha aparecido a las mujeres, a Simón Pedro, a otros discípulos. Luego se elevó por encima de los cielos. En una casa de Jerusalén, de repente, se oye un ruido intenso y baja el fuego. Llega el Espíritu Santo. Los apóstoles, unidos a María, llenos de valor y de confianza, empiezan a difundir el mensaje cristiano. Ha nacido la Iglesia.



Planeta tierra, primeros años del siglo XXI. Las estadísticas nos hablan de una Iglesia grande, numerosa, presente en todas partes. Nos dicen que hay más de 1000 millones de católicos. Entre ellos, encontramos hombres y mujeres muy distintos: apasionados como san Pedro, fieles y entusiastas como san Juan, traidores como Judas...


¿Qué sabemos de la Iglesia? Podemos informarnos a partir de lo que nos dicen los medios de comunicación. Algunos presentan una Iglesia en decadencia, una institución que está “en peligro de extinción”.


Otros dejan hablar a los que critican a la Iglesia o al Papa, a los que querrían una Iglesia a su medida, a los que desearían que las mujeres católicas abortasen libremente... Otros sacan a la luz escándalos sin fin, como si la Iglesia fuese la sociedad más corrompida del planeta.


Otros, de un modo casi obsesivo, señalan con el dedo algunas páginas de su historia, no siempre estudiadas con justicia, para acusarla de enemiga de la humanidad, de la ciencia y del progreso: nos hablan de la Iglesia de la Inquisición, de la Iglesia que condenó a Galileo y que quemó a los herejes, de la Iglesia que organizó cruzadas y que discriminó a las mujeres...


Si nos quedamos con estos datos, parecería que la Iglesia es una institución que debería desaparecer pronto... ¿Es así la Iglesia? Preguntemos a los de dentro, a los que la sirven, al próximo Papa, a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos, a los millones de bautizados de los cinco continentes.


¿Qué es la Iglesia? Ellos nos dirán que es la continuación en la Tierra de la acción salvadora de Cristo; que es el único camino para llegar, con certeza y sin errores, a Dios Padre; que es una Madre y Maestra que enseña, con los sacramentos, con la oración, con la vida cristiana, a vivir en plenitud cerca de Dios; a amar, de corazón, al prójimo, incluso al enemigo.


Preguntemos a la historia: ¿qué es la Iglesia? Nació débil, pobre, en un rincón del imperio romano. Pocos se dieron cuenta de su riqueza, de sus energías, de su entusiasmo. En los primeros años, algunos poderosos quisieron aplastarla con la fuerza. Cientos, miles de mártires morían con una sonrisa, con un canto, con una esperanza.


Pronto empezaron las herejías, el engaño que divide y que separa a los creyentes.

No fueron pocos los que se alejaron, los que rompieron la unidad. Los siglos siguieron adelante, y la Iglesia, cada vez más libre, pudo reunirse en concilios para aclarar dudas, establecer criterios, promover el gran regalo del Evangelio.


El resto de la historia es un sucederse de aventuras. Amor que lleva a la santidad de los mártires, al servicio heroico de quienes ayudan al enfermo, a la generosidad de los que sostienen a los pobres, las viudas y los huérfanos. Odio que, fuera de ella, ha regado casi todos los rincones de la tierra con millones de mártires. Traición que, dentro de ella, ha apartado a muchos de la unidad en la fe, de la vida de amor, de la fidelidad al Papa y a los obispos.


Es una historia apasionante y dramática. Aun así, el estudio de los acontecimientos y protagonistas principales no nos dice todo lo que es este gran árbol que nació, humilde, en un rincón de Tierra Santa.


Si olvidamos la semilla no comprenderemos nada. Si dejamos a un lado a Cristo, al Padre, al Espíritu Santo, la Iglesia se nos hará similar a otros grandes movimientos culturales o religiosos que han tenido o tienen todavía su importancia en la historia del planeta. Intuimos que, en Ella, hay mucho más. Pero sólo lo descubriremos si, con un corazón sencillo, como la Virgen María, como Pedro o Juan, nos acercamos de nuevo a Jesús y le preguntamos: Tú, ¿quién eres? La respuesta nos dirá lo que es la Iglesia. Nos llevará a amarla con sencillez, con alegría, como un regalo magnífico que nos viene del cielo, y que nos permite caminar, seguros, de su mano, hacia la casa paterna.



¿Una varita mágica?

El Papa Francisco enseña cómo el cristiano debe insistir con la oración


Al presidir la Santa Misa hoy en la Capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco afirmó que el cristiano debe ser valiente cuando le pide algo al Señor en oración, y rezar siempre con coraje y sin dejarse vencer por el cansancio.

“Se reza con coraje, porque cuando rezamos tenemos una necesidad, normalmente, una necesidad. Un amigo es Dios: es un amigo rico que tiene pan, tiene eso de lo que nosotros tenemos necesidad. Como si Jesús dijera: ‘En la oración sean insistentes. No se cansen’. Pero, ¿no se cansen de qué? De pedir. 'Pidan y se les dará’”, dijo el Papa este 11 de octubre sobre el pasaje del Evangelio de San Lucas (11,5-13).

El Santo Padre dijo que si bien Dios es el amigo que nos puede dar lo que necesitamos, “la oración no es como una varita mágica”, porque no se trata de decir dos “Padrenuestros” y después irse.

“La oración es un trabajo: un trabajo que nos pide voluntad, nos pide constancia, nos pide ser determinados, sin vergüenza. ¿Por qué? Porque yo estoy llamando a la puerta de mi amigo. Dios es amigo, y con un amigo yo puedo hacer esto. Una oración constante, insistente. Pensemos en Santa Mónica por ejemplo, cuántos años rezó así, incluso con las lágrimas, por la conversión de su hijo. El Señor, al final, abrió la puerta”, recordó el Pontífice.

En otro momento de su homilía, puso de ejemplo la historia de un hombre que conoció en Buenos Aires (Argentina) y peregrinó 70 kilómetros hasta el Santuario de la Virgen de Luján para pedir por su hija, que estaba muriendo. El hombre rezó toda la noche y su hija despertó sin explicación médica alguna.

“Aquel hombre sabía cómo se reza”, dijo el Papa.

Luego, recordó las palabras de Jesús: “Si ustedes que son malos saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más su Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden”.

Finalmente, recordó que Cristo es un amigo que “siempre ofrece el bien” y siempre le “da más” a sus hijos: “yo te pido que resuelvas este problema y él lo resuelve y también te da el Espírito Santo”.

“Es más. Pensemos un poco: ¿Cómo rezo? ¿Cómo un papagayo? ¿Rezo precisamente con la necesidad en el corazón? ¿Lucho con Dios en la oración para que me conceda eso de lo que tengo necesidad si es justo? Aprendamos de este pasaje del Evangelio cómo rezar”, concluyó el Santo Padre.

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