Pidan y se les dará


San Juan XXIII

Celebrado El 11 De Octubre De

San  JUAN XXIII (1881-1963)

Nació en el seno de una familia numerosa campesina, de  profunda raigambre cristiana. Pronto ingresó en el Seminario, donde  profesó la Regla de la Orden franciscana seglar. Ordenado sacerdote,  trabajó en su diócesis hasta que, en 1921, se puso al servicio de  la Santa Sede.

En 1958 fue elegido Papa, y sus cualidades humanas y cristianas  le valieron el nombre de "papa bueno". Juan Pablo II lo  beatificó el año 2000 y estableció que su fiesta se  celebre el 11 de octubre.

Nació el día  25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, diócesis y provincia de  Bérgamo (Italia). Ese mismo día fue bautizado, con el nombre de  Ángelo Giuseppe. Fue el cuarto de trece hermanos. Su familia  vivía del trabajo del campo. La vida de la familia Roncalli era de tipo  patriarcal. A su tío Zaverio, padrino de bautismo, atribuirá  él mismo su primera y fundamental formación religiosa. El clima  religioso de la familia y la fervorosa vida parroquial, fueron la primera y  fundamental escuela de vida cristiana, que marcó la fisonomía  espiritual de Ángelo Roncalli.

Recibió la confirmación y la  primera comunión en 1889 y, en 1892, ingresó en el seminario de  Bérgamo, donde estudió hasta el segundo año de  teología. Allí empezó a redactar sus apuntes espirituales,  que escribiría hasta el fin de sus días y que han sido recogidos  en el «Diario del alma». El 1 de marzo de 1896 el director espiritual  del seminario de Bérgamo lo admitió en la Orden  franciscana seglar, cuya Regla profesó el 23 de mayo de  1897.

De 1901 a 1905 fue alumno del Pontificio  seminario romano, gracias a una beca de la diócesis de Bérgamo.  En este tiempo hizo, además, un año de servicio militar. Fue  ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904, en Roma. En 1905 fue nombrado  secretario del nuevo obispo de Bérgamo, Mons. Giácomo  María Radini Tedeschi. Desempeñó este cargo hasta 1914,  acompañando al obispo en las visitas pastorales y colaborando en  múltiples iniciativas apostólicas: sínodo,  redacción del boletín diocesano, peregrinaciones, obras sociales.  A la vez era profesor de historia, patrología y apologética en el  seminario, asistente de la Acción católica femenina, colaborador  en el diario católico de Bérgamo y predicador muy solicitado por  su elocuencia elegante, profunda y eficaz.

En aquellos años, además,  ahondó en el estudio de tres grandes pastores: san Carlos Borromeo (de  quien publicó las Actas de la visita apostólica realizada a la  diócesis de Bérgamo en 1575), san Francisco de Sales y el  entonces beato Gregorio Barbarigo. Tras la muerte de Mons. Radini Tedeschi, en  1914, don Ángelo prosiguió su ministerio sacerdotal dedicado a la  docencia en el seminario y al apostolado, sobre todo entre los miembros de las  asociaciones católicas.

En 1915, cuando Italia entró en  guerra, fue llamado como sargento sanitario y nombrado capellán militar  de los soldados heridos que regresaban del frente. Al final de la guerra  abrió la «Casa del estudiante» y trabajó en la pastoral  de estudiantes. En 1919 fue nombrado director espiritual del seminario.

En 1921 empezó la segunda parte de  la vida de don Ángelo Roncalli, dedicada al servicio de la Santa Sede.  Llamado a Roma por Benedicto XV como presidente para Italia del Consejo central  de las Obras pontificias para la Propagación de la fe, recorrió  muchas diócesis de Italia organizando círculos de misiones. En  1925 Pío XI lo nombró visitador apostólico para Bulgaria y  lo elevó al episcopado asignándole la sede titular de  Areópoli. Su lema episcopal, programa que lo acompañó  durante toda la vida, era: «Obediencia y paz».

Tras su consagración episcopal, que  tuvo lugar el 19 de marzo de 1925 en Roma, inició su ministerio en  Bulgaria, donde permaneció hasta 1935. Visitó las comunidades  católicas y cultivó relaciones respetuosas con las demás  comunidades cristianas. Actuó con gran solicitud y caridad, aliviando  los sufrimientos causados por el terremoto de 1928. Sobrellevó en  silencio las incomprensiones y dificultades de un ministerio marcado por la  táctica pastoral de pequeños pasos. Afianzó su confianza  en Jesús crucificado y su entrega a él.

En 1935 fue nombrado delegado  apostólico en Turquía y Grecia. Era un vasto campo de trabajo. La  Iglesia católica tenía una presencia activa en muchos  ámbitos de la joven república, que se estaba renovando y  organizando. Mons. Roncalli trabajó con intensidad al servicio de los  católicos y destacó por su diálogo y talante respetuoso  con los ortodoxos y con los musulmanes. Cuando estalló la segunda guerra  mundial se hallaba en Grecia, que quedó devastada por los combates.  Procuró dar noticias sobre los prisioneros de guerra y salvó a  muchos judíos con el «visado de tránsito» de la  delegación apostólica. En diciembre de 1944 Pío XII lo  nombró nuncio apostólico en París.

Durante los últimos meses del  conflicto mundial, y una vez restablecida la paz, ayudó a los  prisioneros de guerra y trabajó en la normalización de la vida  eclesiástica en Francia. Visitó los grandes santuarios franceses  y participó en las fiestas populares y en las manifestaciones religiosas  más significativas. Fue un observador atento, prudente y lleno de  confianza en las nuevas iniciativas pastorales del episcopado y del clero de  Francia. Se distinguió siempre por su búsqueda de la sencillez  evangélica, incluso en los asuntos diplomáticos más  intrincados. Procuró actuar como sacerdote en todas las situaciones.  Animado por una piedad sincera, dedicaba todos los días largo tiempo a  la oración y la meditación.

En 1953 fue creado cardenal y enviado a  Venecia como patriarca. Fue un pastor sabio y resuelto, a ejemplo de los santos  a quienes siempre había venerado, como san Lorenzo Giustiniani, primer  patriarca de Venecia.

Tras la muerte de Pío XII, fue  elegido Papa el 28 de octubre de 1958, y tomó el nombre de Juan XXIII.  Su pontificado, que duró menos de cinco años, lo presentó  al mundo como una auténtica imagen del buen Pastor. Manso y atento,  emprendedor y valiente, sencillo y cordial, practicó cristianamente las  obras de misericordia corporales y espirituales, visitando a los encarcelados y  a los enfermos, recibiendo a hombres de todas las naciones y creencias, y  cultivando un exquisito sentimiento de paternidad hacia todos. Su magisterio,  sobre todo sus encíclicas «Pacem in terris» y «Mater et  magistra», fue muy apreciado.

Convocó el Sínodo romano,  instituyó una Comisión para la revisión del Código  de derecho canónico y convocó el Concilio ecuménico  Vaticano II. Visitó muchas parroquias de su diócesis de Roma,  sobre todo las de los barrios nuevos. La gente vio en él un reflejo de  la bondad de Dios y lo llamó «el Papa de la bondad». Lo  sostenía un profundo espíritu de oración. Su persona,  iniciadora de una gran renovación en la Iglesia, irradiaba la paz propia  de quien confía siempre en el Señor. Falleció la tarde del  3 de junio de 1963.

Juan Pablo II lo beatificó el 3 de  septiembre del año 2000, y estableció que su fiesta se celebre el  11 de octubre, recordando así que Juan XXIII inauguró  solemnemente el Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962.

Textos de L'Osservatore Romano

Pedir, buscar, llamar

Santo Evangelio según San Lucas 11, 5-13. Jueves XXVII de Tiempo Ordinario.




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, aumenta mi fe.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 11, 5-13

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: 'Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle'. Pero él le responde desde dentro: 'No me molestes. No puedo levantarme a dártelos porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados'. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite.

Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pescado, le dé una víbora?

¿O cuando le pide huevo, le dé un alacrán?

Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial les dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En el Evangelio de hoy podemos contemplar tres verbos muy importantes para tratar con Dios.

El primero es PEDIR. Jesús nos invita a pedir, a que salgamos de nosotros mismos, de nuestro orgullo y veamos que otros requieren nuestra ayuda y que necesitamos de las gracias que vienen de lo alto. Cuántas veces en nuestra vida cotidiana dudamos a la hora de pedir por respeto humano o porque vayan a creer que soy débil; pero para Dios el hecho de que verdaderamente necesitamos de su misericordia, y que sólo apoyados en sus manos seremos verdaderamente felices, es una señal de amor,

El segundo verbo es BUSCAR. Pensemos en las veces que creímos estar solos, que dijimos en nuestro interior nadie puede entenderme, estoy solo;pero en realidad jamás estamos solos, siempre está presente el Espíritu Santo, quien nos mueve a buscar la consolación en Dios Padre, a buscar la verdadera alegría que viene de saberse hijo en el Hijo.

El tercer verbo es LLAMAR. Estamos invitados a testimoniar con nuestros actos de la vida cotidiana que somos cristianos y que estamos llamados a ser evangelizadores y santificadores de nuestro entorno; a llamar con una voz fuerte, alegre y gozosa porque somos testigos de algo infinitamente grande, que es el amor de Dios.

Que el día de hoy podamos contemplar estos tres verbos en sintonía con María santísima, ella que es Reina de los Apóstoles y que nos acompaña siempre.

Preocupaos de manifestar, con las palabras y con las acciones, que la fe en Jesucristo nunca es sinónimo de cierre, porque es un don de Dios ofrecido a todos los hombres como un camino que libera del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento y fuente de un gozo del que nadie nos puede privar.
Para ello, no tengáis miedo de pedir con insistencia, en vuestra oración y con vuestra participación a los sacramentos, la ayuda del Espíritu Santo para que os sea dado "un espíritu de santidad que impregne tanto la soledad como el servicio, tanto la intimidad como la tarea evangelizadora, de manera que cada instante sea expresión de amor entregado bajo la mirada del Señor".
(Discurso de S.S. Francisco, 12 de mayo de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En algún momento del día rezaré alguna oración pidiendo la gracia de ser más generoso con mi tiempo, con mis haberes, con mi sonrisa.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Buscando a Dios

Cuando era joven leí un libro que me impresionó mucho. Se titulaba “Buscando a Dios”. El autor era Guy de Laurigaudie.



Transcurrieron los años y todavía hoy recuerdo algunos de sus pasajes y reflexiones. Me han servido para acercarme más a Dios.



“Muchos viven casi sin pecado. Su vida discurre sin tropiezos en el marco ordinario de su oficio, de su familia. Cumplen la voluntad de Dios a través de las principales obligaciones de su vida cotidiana. Pero su existencia parece vulgar, fría, sin luz; les falta amor de Dios. Son como hogares bien construidos, pero sin fuego. Son buenos, pero no santos.



Hay que tener el corazón totalmente lleno de Dios, como un novio tiene el corazón lleno de la mujer que ama”.



Hoy mientras conducía el auto hacia mi trabajo pensaba en esto.



Pasaron muchos años para entender a cabalidad esta reflexión.



Me habría gustado ser santo, agradar a Dios, vivir sumergido en su amor.



Soy de los que han vivido buscando a Dios, pero sin ir más allá, sin dar ese paso que nos acerca a su Amor. Sin la confianza plena, sin el abandono.



Comprendí lo que me falta:



“Tener el corazón totalmente lleno de Dios”.



Esa ha sido la diferencia entre un hombre bueno y uno santo... Un poco más de amor, un poquito más. Es como una frontera que no nos atrevemos a cruzar por la comodidad y el miedo, la incertidumbre, la desconfianza. Yo quisiera dar ese paso, ir más allá, confiar plenamente, vivir en las manos de Dios.



Todo sería diferente para mí. No me agobiaría la falta de dinero, ni los problemas cotidianos, porque tendría la certeza de un Padre bueno que vela por mí.



He visto algunas personas que se han atrevido. En sus miradas brilla la ilusión, derraman por doquier paz, esperanza, felicidad. Siempre están alegres. Y experimentas en su cercanía la presencia de Dios. Sabes que Dios está en ellos.



Ojalá te animaras también a cruzar esta frontera y te decidas por Dios.



Hagámoslo juntos. Crucemos en grupo, vivamos para Dios, en su Amor.



Imagina el rostro de Dios cuando una multitud se anime.



¡Vale la pena hacerlo!



Todo lo que se hace por Dios vale la pena.

 

¡Tú eres obra de Dios!”

El Papa Francisco recuerda que el aborto es asesinato: Es como contratar a un sicario


El Papa Francisco condenó con firmeza el aborto y recordó que no sólo no es un derecho, sino que incluso es un crimen: “Es como contratar a un sicario para resolver un problema”, advirtió.

El Santo Padre realizó esta afirmación en su catequesis de la Audiencia General de este miércoles 10 de octubre, dedicada al Quinto Mandamiento: no matarás, en la que insistió en que “no es justo acabar con una vida humana para resolver un problema, no es justo acabar con la vida humana de un pequeño para solucionar un problema”.

Este rechazo del aborto se produce en plena conmemoración del 50 aniversario de la Encíclica “Humanae vitae”, del 25 de julio de 1968, en la que el Papa Pablo VI, que será proclamado santo el próximo domingo 14 de octubre, hacía una defensa de la vida y de la moral sexual en plena ola de difusión de los métodos anticonceptivos y abortivos que llevó al momento actual antinatalista y de banalización de la sexualidad.

De forma especial, condenó a aquellos que empujan al aborto a padres cuyo hijo no nacido padece algún tipo de discapacidad. “Los padres, en estos casos dramáticos, necesitan una verdadera cercanía, una verdadera solidaridad para afrontar la realidad superando el miedo comprensible”.

Sin embargo, denunció que, en vez de ese apoyo, muchos padres que se encuentran en esta situación, “a menudo reciben consejos para interrumpir el embarazo”.

En su catequesis, Francisco señaló que “todo el mal que se produce en el mundo se podría resumir en esto: el desprecio por la vida”.

“La vida resulta agredida por las guerras, por las organizaciones que explotan a las personas, por las especulaciones sobre el medio ambiente y por la cultura del descarte y todos los sistemas que someten la existencia humana a cálculos de oportunidad mientras un número escandaloso de personas viven en un estado indigno”, aseveró.

Es en ese contexto, en el de la cultura del descarte, en el que situó el aborto. “Un enfoque contradictorio permite la supresión de la vida humana en el útero en nombre de la defensa de otros derechos. ¿Cómo puede ser terapéutico, civil o simplemente humano un acto que suprime la vida inocente e indefensa en su florecimiento?”.

“¿De dónde viene todo esto?”, se preguntó. “La violencia y el rechazo de la vida nacen del miedo. De hecho, la acogida del otro es un desafío al individualismo”.

“Un niño enfermo es como todo necesitado de la tierra, como un anciano que necesita de asistencia, como tantos pobres que luchan para salir adelante: ese al que se presenta como un problema, es, en realidad, un don de Dios que puede sacarme del egocentrismo y hacer crecer el amor. La vida vulnerable nos indica el camino para salir, el camino para salvarnos de una existencia replegada sobre sí misma y descubrir la alegría del amor”.

El Papa explicó que “los ídolos de este mundo: el dinero, el poder, el éxito”, son los que “llevan al hombre a rechazar la vida”. Aseguró que esos ídolos “son parámetros errado para valorar la vida. La única medida auténtica de la vida es el amor, el amor con el que Dios ama”.

“Vale la pena acoger toda vida porque cada persona vale la sangre de Cristo mismo. No se puede despreciar aquello que Dios a amado”, subrayó.

El Papa finalizó su catequesis afirmando que “debemos decir a los hombres y a las mujeres del mundo: no despreciéis la vida. La vida de los demás, pero también vuestra propia vida, porque también esa se incluye en el Mandamiento ‘no matarás’. A tantos jóvenes les digo: ¡no desprecies tu existencia! ¡Deja de rechazar la obra de Dios! ¡Tú eres obra de Dios!”.
 
¿Qué es la felicidad?

Vamos hacia la felicidad 



Imaginemos que estamos emprendiendo juntos una expedición. Antes de ponernos a dialogar sobre el por dónde vamos a ir, hemos de estar de acuerdo sobre el a dónde vamos a ir. Antes de aventurarnos por los caminos que conducen a la felicidad, nos conviene ver con claridad en qué consiste la felicidad a la que nos dirigimos. Elemental.



Por eso indagaremos brevemente qué es la felicidad. Así, conoceremos el objetivo al que nos dirigimos y nos resultará mucho más sencillo elegir con acierto el camino que nos guiará hasta él.



Vamos hacia la felicidad



Hay un montón de definiciones sobre la felicidad. Seguro que cada uno tiene la suya propia. Y más en los días que corren. Parece que hoy todos gozan del derecho de pensar y opinar sobre lo que quieran y como les venga en gana. ¡Qué bueno! No puedo decir que esté mal.



Pero, oye, esta libertad de pensamiento o de opinión podría precipitarnos en un subjetivismo tal, que asfixie cualquier comunicación y estrangule todo diálogo interpersonal. ¿No crees?



Si tú entiendes por felicidad una cosa y yo otra muy diversa, jamás lograremos comunicarnos ni entendernos sobre ese tema. Sería como tratar de dialogar con alguien en un idioma que no entiende. De aquí que gaste ahora un puñado de párrafos en precisar lo que es la felicidad.



Si logramos, por lo menos, estar de acuerdo en esa definición, nada nos impedirá continuar nuestra conversación. Estaremos hablando el mismo idioma.




Definir en base a la experiencia



Supongamos que a ti y a mí nos encanta practicar el esquí de montaña. Un día decidimos sentarnos a escribir la definición de `esquiar´. Nunca antes lo habíamos hecho. Se nos presentan varias opciones. Podemos echar mano de un diccionario o enciclopedia, copiar su significado y basta. Cabría incluso preguntar al profesor de Lengua o a algún compañero considerado suficientemente `empollón´ y tomar nota de sus sabias palabras (reconociendo, quizá, que ninguno de los dos jamás ha puesto su pie sobre un esquí).



Bien, pero disponemos también de nuestra experiencia personal fraguada durante horas y horas de esquí. Esa experiencia tan nuestra nos ofrece elementos de sobra para construir una definición de `esquiar´. Y seguro que esa definición será tan exacta y real como la de cualquier enciclopedia. Es más, me atrevería a decir que quizá mucho más rica, concreta y atractiva.


Te invito, entonces, a recurrir a nuestra experiencia. A ver qué sacamos en claro...




Nuestra experiencia



Seguro que tanto tú como yo hemos disfrutado de muchos momentos dichosos en nuestra vida.


La felicidad se ha posado en nosotros al conseguir algo que deseábamos con ansias; al desarrollar una actividad de nuestro agrado; al amar y recibir amor de otra persona.


La dicha se ha dignado tocar las puertas de nuestro corazón y visitarnos después de aprobar un examen difícil, al sostener en alto una copa de campeones, al obtener, por fin, un puesto de trabajo...



El gozo ha dejado su huella en nuestro interior al estrechar la mano amiga de aquel con el que hemos compartido experiencias inolvidables, al entregar algo de nosotros mismos a los demás, al dar gracias a Dios de rodillas por su perdón infinito después de una buena confesión.



En cada una de esas circunstancias (y en otras muchas parecidas) hemos sido realmente dichosos. Hemos hecho la experiencia de la felicidad. Pues de esa experiencia sacaremos nuestra definición.




Felicidad es...



Todas esas situaciones felices encierran un denominador común. Han hecho brotar en nosotros un gozo o placer, una fruición, quietud o satisfacción que irrumpe en nuestro interior una vez que obtenemos y amamos algún bien deseado.



Y mira por dónde; con esta simple reflexión ya tenemos lo que estábamos indagando: la definición de `felicidad´. En una apretada síntesis -fruto, como has visto, de nuestra experiencia- rezaría así: la felicidad es el gozo (o placer) en la posesión y amor de un bien deseado.


Fíjate: nos ha bastado husmear un poco en las alforjas de nuestra memoria y descubrir algo común en unos cuantos recuerdos personales. Ya hemos sacado a relucir una pasable definición de felicidad.


Ese sumergirse en el gozo o placer que experimentamos interiormente al culminar una acción estimada y ansiada, ese suspenderse en la fruición o deleite que nos invade y se apodera de nosotros cuando adquirimos y amamos aquello que tanto anhelábamos. Eso es la felicidad.


Pero dejemos que la elocuencia de los hechos se manifieste y se confirme por sí misma con un ejemplo. Imagina que un buen día, pasando ante el escaparate de una tienda, tu vista tropieza con una moto deslumbrante. El último grito de tu marca preferida. Te has quedado extasiado contemplando ese aparato fenomenal.

Experimentas una atracción irresistible ante tal preciosidad... Mana espontáneamente en ti un deseo incontenible de llegar un día a hacerte con esa moto que has llegado a querer de verdad. Supongamos, por un instante, que tiempo después tu sueño se hace realidad: te has comprado la moto. Sólo entonces, cuando te has montado en la que ahora ya es tu moto, se aplaca tu deseo.

Únicamente ese día vives dentro de ti la felicidad de poseer y amar el bien que tanto anhelabas.


Y esto que nos sucede con una moto, se aplica igualmente a otras cosas mucho más sublimes e importantes en la vida.



Elementos de la felicidad



Como has podido notar, al definir la felicidad en base a la experiencia, hemos barajado unos cuantos elementos esenciales o constitutivos. Sin ellos simplemente la dicha no sería posible. Con enumerarlos concisamente será suficiente.



El primero es el bien con el que nos encontramos (una moto, un vestido, o cualquier bien...). Posteriormente está la atracción que surge en nosotros hacia ese objeto o persona, ya que se trata de un bien que nos apetece. Luego se despierta en nuestro interior el deseo de llegar a poseerlo. Y finalmente, alcanzado el bien querido, lo amamos y como consecuencia de ese amor brota el gozo o placer que nos invade por dentro empapando toda nuestra persona.



Consten ahí los componentes de nuestra definición de felicidad. Ahora no hay por qué dar más vueltas a este asunto. Si estamos de acuerdo con esa definición, nada nos impide proseguir nuestro coloquio con la certeza de entendernos recíprocamente.


El hijo, ¿don o derecho?

Los esposos deben comprender que buscar un hijo “a cualquier precio” no puede ser algo bueno.

Que unos esposos quieran tener un hijo parece lo más normal del mundo.

Que lo quieran tener “a cualquier precio” puede resultar problemático.


La técnica ofrece hoy muchas posibilidades para ayudar a quienes quieren tener un hijo. Pero no todas las técnicas son igualmente buenas. Conviene valorarlas según varios criterios: económicos, psicológicos, sociales, biológicos, éticos.


Si dos esposos no pueden tener hijos, lo primero que habría que buscar es curar las causas de la esterilidad (de él, de ella, o de los dos a la vez). Según estudios recientes, alrededor de un 70 % de parejas estériles pueden recuperar, con la ayuda médica, la fecundidad. Pero si esto no resultase posible, el recurrir a técnicas que implican sustituir a uno de los esposos con un “donante anónimo” (en las así llamadas técnicas heterólogas) no parece una solución adecuada, porque hiere, de un modo no siempre consciente y claro, a aquel esposo o esposa que se siente sustituido a la hora de lograr la concepción del hijo.


En efecto, un hijo que nace de un donador extraño al matrimonio depende, biológicamente, de un padre o de una madre desconocidos, y ello puede influir muy negativamente en la vida de la pareja, aunque al inicio los dos digan que están de acuerdo con el método escogido.


A pesar de estos inconvenientes, hay hospitales que ofrecen la “solución” del recurso a los donadores anónimos de esperma o de óvulos, como si esto fuese algo “normal”. No parece, sin embargo, algo normal que un niño no pueda saber quién es su verdadero papá o su verdadera mamá. No pueden saberlo ni siquiera los padres legales (los que han pedido la fecundación heteróloga).


Alguno dirá que en el adulterio puede pasar algo parecido: nace un niño que proviene de alguien ajeno al matrimonio. Sin embargo, incluso en esos casos la mamá puede llegar a recordar de qué persona ha nacido su hijo. En la fecundación artificial heteróloga, sin embargo, sólo el hospital o las autoridades públicas, si llevan los registros adecuados, saben quiénes son los verdaderos padres de la nueva creatura.


El secreto acerca de un dato tan importante como el del propio origen genético no parece ni justo ni democrático en un mundo que quiere ser libre y que defiende, con numerosos acuerdos internacionales, los derechos del niño. Entre ellos encontramos el siguiente: “El niño será inscrito inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos” (Convención sobre los Derechos del Niño, Asamblea General de la ONU, 20 de noviembre de 1989, artículo 7).


En un nivel distinto del anterior, hay que recordar que no pueden ser justas aquellas técnicas que impliquen daños en los embriones, o, incluso, que planeen la destrucción de los que “sobren”. Esto suele ocurrir con frecuencia cuando se hace recurso a la fecundación “in vitro” (FIVET), en la que se fertilizan bastantes óvulos con el fin de asegurar un mayor porcentaje de éxito (éxito que consiste en que los padres puedan llegar a llevar en brazos al hijo nacido gracias a la técnica). Los embriones que sobran, o son congelados para ver si los padres tienen compasión de ellos y deciden acogerlos en un nuevo intento de embarazo, o son destruidos, si es que no son “vendidos” o regalados, como se regalan los alimentos que llegan a su fecha de caducidad en los grandes supermercados... No puede ser buena una técnica que toma a los seres humanos como un objeto sin valor o como un pobre animal minúsculo con el que se pueden hacer todo tipo de experimentos.


Los esposos deben comprender que buscar un hijo “a cualquier precio” no puede ser algo bueno, si en ese “precio” se incluyen desórdenes como los que hemos mencionado antes. El hijo es un don, es algo que se recibe, que no se merece. Los dones se aceptan con respeto, con cariño, con responsabilidad. Si el hijo se convierte en un objeto fabricado por la técnica o es conseguido de un modo injusto o violento, los padres corren el riesgo de verlo como una posesión más, como el abrigo que hoy se compra y mañana queda olvidado en un armario. Por lo mismo, técnicas como la FIVET o la ICSI, que implican una concepción de seres humanos en laboratorio, por la acción de los médicos que trabajan sobre las células reproductoras, implica un dominio sobre la vida que no puede recibir un juicio ético positivo (cf. la instrucción del Vaticano sobre el tema, Donum vitae).


El don, en cambio, implica la tarea de acogerlo con respeto, con amor. De este modo, si Dios así lo quiere, cada hijo también podrá llegar un día a ser un nuevo padre o madre en el mundo de los humanos. Podrá, además, respetar y querer a los padres que lo amaron como lo que era, y no que permitieron su producción según planes prefijados con la mirada atenta de científicos expertos, pero no siempre capaces de reconocer la dignidad de cada uno de los embriones que manejan en sus laboratorios.


Cuando no llega el don, cuando no es posible que nazca el hijo, no se priva a los esposos de algo a lo que “tenían derecho”. Podrán vivir entonces su amor de un modo especial, distinto del de la mayoría de los que sí pueden tener hijos. Pero eso no significa que deban considerarse como inferiores. Su vocación al amor les pide aceptarse hasta la muerte, “en la salud o en la enfermedad”, en la esterilidad o en la pobreza. Es cierto que fracasan matrimonios con hijos y que fracasan matrimonios sin hijos. Pero también es cierto que los unos y los otros pueden triunfar, pueden vivir el amor hasta el final. A todos se les pide una generosidad total, sin la cual no es posible el éxito de ningún matrimonio.

Así es el verdadero amor, sin condiciones. Así una pareja, con o sin hijos, puede llegar a vivir, con plena madurez, su mutua donación, quizá incluso más allá de la muerte...

Recemos el rosario en familia

5 tips para lograr rezar el Rosario en familia. (No importa que tengamos niños pequeños)




Como estamos comenzando el mes de octubre, mes del Rosario, me vino a la mente el compartirles mis 5 tips para lograr rezar el Rosario en familia. No importa que tengamos niños pequeños.

PRIMERO. Prepara unas flash card o tarjetas con los misterios en dibujos para niños.

Puede ser que alas dibujes y luego las ilumines o que busques en internet imágenes de cada misterio para que nuestros hijos ubiquen los misterios y los puedan aprender.

También es bueno ponerlos en la pared en orden para que sea más fácil para ellos saber en qué misterio están.

Es importante ponerles nombre y a todos los de un grupo ponerles el mismo color y a cada grupo un color diferente. Esto les ayudará a ubicarse.

SEGUNDO. Prepara hojas con los misterios más grandes para que las iluminen.

Si después hacemos horas tamaño carta para que nuestros hijos pequeños las ilumínenme entonces les estamos ayudando a concentrarse y a estar en sintonía con los demás.

Además les dará la paciencia que necesitan para aguantar el rezo del Rosario pero
también el conocimiento desde pequeñitos.

TERCERO. Explícales en que consiste el Rosario y su importancia

Si nuestros hijos no entienden la importancia del Rosario no pondrán de su parte para participar en esta devoción, pero si les explicamos seguro que les encantará entregarle un ramo de rosas a Mamita María.

También podemos ayudar a que entiendan esto con signos visibles como el poner una rosa en un florero por cada Ave María.

Para los más pequeñitos debemos tener material didáctico para que se entretengan y a la vez participen de la práctica del rezo del Rosario y si hacen ruido, debemos armarnos de paciencia y aún así tenerlos con nosotros porque de esta forma van haciendo el rezo del Rosario como algo cotidiano.

CUARTO. Busca la mejor hora del día para rezar en familia.

Si rezamos el Rosario al final del día, cuando nuestros hijos ya están cansados, seguro que no lo harán con gusto y estarán muy intranquilos e inquietos porque el sueño los pone irritables.

Pero si buscamos una hora adecuada, puede ser después de comer o a media tarde o antes de cenar, donde estemos toda la familia junta, es más fácil que se haga con gusto y devoción.

QUINTO. Que sea una experiencia única.

Si logramos que sea una experiencia de unión familiar y de testimonio de nosotros los papás seguro que nuestro hijos aprenderían a amar el Rosario, pero si ven que nosotros lo rezamos con pereza y sin ganas, ellos también lo harán así y cuando los invitemos a hacerlo seguro que nos repelarán y lo harán de mala gana.

Si cuando rezamos tenemos una imagen de la virgen, teniendo una buena iluminación y ventilación adecuada y si ponemos música católica de fondo o si entre un misterio y otro ponemos algo de música, estamos haciendo que sea algo muy agradable y una experiencia única.

No debemos olvidar que nuestros hijos nos observan en todo momento y si no ven en nosotros el gusto por rezar el Rosario, difícilmente ellos lo sentirán. Así que ayudemos a nuestros hijos a vivir esta devoción con nuestro testimonio.

PAXTV.ORG