Dios también hace el interior... Entonces todo será puro para vosotros

La rebelión de Lucifer

¿Si dios es bueno porque existe el mal?

Dios no hizo al diablo, dios creó un ángel de luz que libremente escogió el mal

Si Dios es bueno y existe ¿Por qué permite el mal? ¿Por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? Son las preguntas que muchas personas se hacen.

Comencemos diciendo que lo quieran o no, lo sepan o no, todo ser humano se encuentra envuelto en un conflicto, una guerra entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas, entre la salvación y la condenación. Tal conflicto nos envuelve a todos, como objeto y víctimas.

Ésta guerra tiene su origen antes del principio de los tiempos, antes de que el hombre y el universo fueran creados, cuando Dios creó a incontables espíritus puros, seres de luz e infinita belleza llamados Ángeles. Existe sin embargo un libro inspirado por Dios, un libro llamado Biblia, que nos permite reunir los cabos sueltos y conocer lo que pasó.

Pero antes de realizar su obra, Dios creó las leyes que regirían su creación, las leyes de la física que regirían el mundo material y las leyes naturales o morales que regirían el cosmos y a sus criaturas.

A éstos ángeles de luz se les dotó desde el principio de su creación de una ciencia infusa, es decir, los ángeles nacieron sabiendo todo lo que debían saber, todos los secretos del universo y las leyes que lo rigen. Tenían también conocimiento de su creador, conocían a Dios, pero no le podían ver, es decir, no gozaban de la visión beatífica de Dios. Antes debían pasar una prueba, la prueba de la SANTA OBEDIENCIA.

Todo rey en la tierra debe recibir el juramento de lealtad y obediencia de todos y cada uno sus súbditos. Así también los ángeles debían manifestar a Dios, a su creador; lealtad, obediencia y adoración. Pero entre todos ellos, entre todos los ángeles, había uno, que era el más hermoso, el más poderoso, el más bello, el predilecto de Dios. Ese ángel era el depositario de todas las gracias angélicas y a su vez, era él, el encargado de transmitirlas a todos los demás ángeles. Su nombre era LUZBEL.

Sin embargo, ese ángel, al verse tan hermoso, tan poderoso, al ver su belleza, su potencia, se enamoró de sí mismo. En lugar de mirar a su Dios, a su creador, se miró a sí mismo. Es que en su interior, había surgido el germen de la maldad, de la envidia, del pecado. No era tan fuerte aún, no como para revelarse. Así que al mirar a todos los incontables ángeles postrarse ante Dios y jurarle lealtad, obediencia y adoración, él también se postró, pero no por amor, no por obediencia, sino ¡PORQUE NO TENÍA OPCIÓN!

Pero no pienses querido lector, que todo esto tomó a Dios por sorpresa, Él que conoce los pensamientos de todas sus criaturas, en un arranque de amor infinito advirtió al hermoso ángel del peligro de sus pensamientos. Jesucristo diría posteriormente que Satanás es homicida desde el principio. Así que la Biblia nos revela lo que Dios le dijo al primer homicida, en la advertencia que le hizo a Caín, el primer homicida humano, antes de matar a su hermano Abel.

«¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar.» Génesis 4,6-7.

En un momento dado, Dios reveló a los ángeles la creación de nuevos seres, hombres, de naturaleza inferior a los ángeles, a los que Dios les daría el honor de ser “hijos de Dios”, pues los ángeles no tienen la gracia, el honor de ser hijos de Dios.

“En efecto, ¿a qué ángel dijo alguna vez: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy; y también: Yo seré para él Padre, y él será para mi Hijo? Hebreos 1,5.

También les reveló, que el hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, se haría hombre, y aún como hombre los ángeles tendrían que adorarlo.

“Y nuevamente al introducir a su Primogénito en el mundo dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios” Hebreos 1,6.

Adorar y postrarse ante una naturaleza inferior a la suya, era algo que Luzbel no pudo soportar. ¿Yo, adorar a Dios hecho hombre? ¡Jamás! Y gritó con voz luciferiana una exclamación que estremecería el cielo: ¡YO NO SERVIRÉ! Porque ¡¿QUIÉN ES COMO YO?!

Al fin el pecado surgido en el interior de Luzbel había adquirido la fuerza para rebelarse, porque Dios lo había hecho tan bello, tan excelso, que la Sagrada Escritura nos lo cuenta así:

“...Así dice el Señor Yahveh: Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza. En Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda; en oro estaban labrados los aretes y pinjantes que llevabas, aderezados desde el día de tu creación. Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego. Fuiste perfecto en tu conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló iniquidad en ti. Por la amplitud de tu comercio se ha llenado tu interior de violencia, y has pecado. Y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego. Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en tierra, te he expuesto como espectáculo a los reyes. Por la multitud de tus culpas por la inmoralidad de tu comercio, has profanado tus santuarios. Y yo he sacado de ti mismo el fuego que te ha devorado; te he reducido a ceniza sobre la tierra, a los ojos de todos los que te miraban. Todos los pueblos que te conocían están pasmados por ti. Eres un objeto de espanto, y has desaparecido para siempre” Ezequiel 28,12-19.

Inmediatamente, Luzbel comenzó a sembrar la discordia entre los demás ángeles, pintando a Dios como un opresor. Recordemos cómo Satanás, sembró la discordia entre Dios y el hombre al decir a la mujer: “Dios no quiere que coman porque el día que lo hagan, seréis como dioses” ¿Qué fue lo que Luzbel prometió a los ángeles si se rebelaban contra Dios y lo seguían a él?

“¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones! Tú que habías dicho en tu corazón: «Al cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré en el Monte de la Reunión, en el extremo norte. Subiré a las alturas del nublado, me asemejaré al Altísimo” Isaías 14,12-14.

Y una tercera parte de los ángeles de Dios lo escucharon y le creyeron. ¿Cómo fue posible, que seres de luz perfectos y tan inteligentes creyeran que Luzbel podía poner su trono por encima del trono de Dios y reinar sobre ellos (las estrellas de Dios)? ¿En qué momento se le ocurrió a Luzbel, que podría derrocar a Dios?

Ante todo debemos tomar en cuenta que Luzbel era muy querido, respetado y admirado por los demás ángeles, y que hasta ese momento los ángeles no tenían malicia y nunca habían escuchado una mentira. Con cuánta razón diría Jesucristo que, ¡Satanás es el padre de la mentira! Juan 8,44.

¿Cómo reaccionaría Dios ante la rebelión de su ángel predilecto?

Primero que nada, Dios experimentó un profundo dolor y decepción.

Él podía terminar la rebelión destruyendo a Lucifer, pero eso, lejos de solucionar las cosas, las empeoraría, y ante los ojos de los demás ángeles rebeldes, significaría que Luzbel tenía razón.

Obedecerían a Dios, no por amor, ni por propia voluntad, sino por miedo a las represalias. Y el amor, la lealtad, la obediencia, para que sean genuinos ¡tienen que ser libres! El libre albedrío es algo tan sagrado para Dios, que Él mismo, jamás violaría nuestra voluntad.

Si Dios quisiera exterminar la maldad, tendría que destruir a todos los seres humanos, pues en mayor o menor medida, tú querido lector, y yo, somos todos pecadores. La libertad es un don precioso que Dios nos dio, de lo contrario, sólo seríamos robots, siguiendo instrucciones programadas.

Pero la libertad también tiene sus desventajas. Como que alguien decida rebelarse contra el orden establecido por Dios. La libertad lleva implícito el riesgo de la rebeldía. ¿Qué decisión tomaría Dios? Sin duda la más sabia…

“Los siervos del amo se acercaron a decirle: "Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?" El les contestó: "Algún enemigo ha hecho esto." Dícenle los siervos: "¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?" Díceles: "No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero."» Mateo 13,27-30.

Lucifer y sus ángeles no podían permanecer en el cielo para seguir sembrando la discordia y atentando contra el gobierno de Dios. Pero una cosa era clara, ellos no se irían voluntariamente. No quedaba sino un sólo camino… ¡LA GUERRA!

Cuando estuvo en la tierra, Jesucristo declaró ante Pilatos: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.» Juan 18,36 Y EN EL CIELO, EN SU MUNDO, EN SU REINO, SUS SERVIDORES FUERON A LA GUERRA POR SU SEÑOR, POR SU REY, POR SU DIOS...

¿Cómo se peleó, qué armas se utilizaron y cuánto duró? Son cosas que la mente humana no puede comprender, sólo sabemos que a diferencia de Lucifer, que se miró a sí mismo y se enamoró de su belleza. Otro ángel se despreció a sí mismo, miró a su Dios, a su creador y se enamoró de Él. Y exclamó con un fuerte grito, el que vendría a ser su nombre: MIGUEL, ¡¿QUIÉN COMO DIOS?! Y éste ángel ocupó el lugar que perdió Lucifer. San Miguel Arcángel, Príncipe de los ejércitos celestiales, comandaría a los ejércitos de Dios ¡en la Madre de todas las batallas!

“Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él. Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Ellos lo vencieron gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte. Por eso, regocijaos, cielos y los que en ellos habitáis. ¡Ay de la tierra y del mar! porque el Diablo ha bajado donde vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo»” Apocalipsis 12,7-12.

Satanás fue expulsado para siempre, y ese hermoso ángel de luz, privado de la gloria del resplandor de Dios, fue perdiendo su brillo, su esplendor, su belleza, y se convirtió en un ser que hoy en día sólo causa espanto y horror.

Dios dejó crecer el mal junto con el bien. Los ángeles ya tomaron su decisión. La decisión de un ángel es irrevocable, un ángel no se arrepiente, no cambia de opinión, por eso Dios no podría perdonarlos, porque DIOS NO PUEDE PERDONAR A QUIEN NO QUIERE SER PERDONADO.

Ahora corresponde al hombre elegir el bando en el que quiera servir. En adelante, los hombres serán, o los hijos de la luz, o los hijos de las tinieblas. Al final del mundo serán separados los malos de los buenos y cada quien recibirá lo que merece. No olvides que Lucifer ignoró a Dios y se miró a sí mismo, y Miguel se despreció a sí mismo y levantó los ojos hacia Dios.

Siempre que te olvidas de Dios y te miras a ti mismo, tus logros, tu autosuficiencia, debes tener mucho cuidado ¡porque estás pisando terrenos luciferianos!

¡GLORIA A DIOS EN EL CIELO Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD, ¡¿QUIÉN ES COMO DIOS?!

PAX ET BONUM

¿Quieres responder al llamado del Papa Francisco y no sabes cómo?

No estás solo, Hozana te acompaña en esta misión.

El llamado del Papa Francisco a todos los fieles: orar el Rosario en octubre para proteger la Iglesia en estos tiempos de crisis, bajo la protección de la Virgen María y de San Miguel Arcángel.

Este fue el tema central del comunicado de la oficina de prensa de la Santa Sede, el 29 de septiembre.  Desde entonces, medios de comunicación han ido difundiendo este pedido. Y la Red Mundial de Oración del Papa, ha animado a orar, a nivel internacional como local y a, responder de una manera excepcional.

¡Ante un llamado excepcional, una respuesta excepcional!

¿Cómo responder juntos?

No es fácil responder a este llamado sólo. Es por esto, que Hozana lanzó una gran comunidad de oración para que todos respondan a este llamado.

Es una propuesta muy sencilla: cada día, se orará una decena, acompañada de una bella meditación por cada misterio del Rosario y de una intención por la Iglesia.

PIDE EN SU 'VIDEO DEL PAPA' PARA OCTUBRE "QUE DESPIERTEN SU FERVOR MISIONERO"
Francisco, a los consagrados: "Necesitamos su entrega total al anuncio del Evangelio hoy más que nunca"

Ruega que "estén presentes entre los pobres, los marginados y con los que no tienen voz"

C.D./Vatican News, 15 de octubre de 2018 a las 19:11

Francisco saluda a un grupo de monjas

Fréderic Fornos sj: "El trabajo que los consagrados realizan en el mundo es inmenso y muy valioso, y lo fue a lo largo de la historia, pensemos en su aporte en la educación y en la salud, por ejemplo"

(C.D./AICA).- Que los consagrados y consagradas "despierten su fervor misionero", para que no se cansen de estar "entre los pobres, los marginados y con los que no tienen voz". Esa es la petición que ha hecho el Papa Francisco en una nueva edición de El Vídeo del Papa, la iniciativa llevada adelante por la Red Mundial de Oración del Papa, que mes a mes da a conocer las intenciones del Santo Padre. En el vídeo, el pontífice reconoció la tarea de los consagrados y subrayó que son esenciales para la vida de la Iglesia. Por eso, pidió que las personas consagradas puedan desplegar su trabajo generoso y entregado en todos los rincones del mundo. También resaltó la importancia de su labor en el día a día de la Iglesia, y exclamó: "¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero!". Según estadísticas del Anuario Pontificio del año 2017, en el mundo hay 188.229 religiosos, mientras que las religiosas ascienden a 670.320. Exceptuando casos concretos, las personas consagradas viven especialmente tres virtudes, también llamadas "consejos evangélicos": pobreza, castidad y obediencia. "Tanto religiosos, monjes, monjas, como otros laicos consagrados, en su encuentro personal con Jesucristo, ofrecen sus vidas por el Evangelio", reflexionó el Papa. "Más que nunca, con los desafíos de la humanidad de hoy, necesitamos esa entrega, su entrega total al anuncio del Evangelio en todos los rincones del mundo", agregó. "El trabajo que los consagrados realizan en el mundo es inmenso y muy valioso, y lo fue a lo largo de la historia, pensemos en su aporte en la educación y en la salud, por ejemplo. Muchos de ellos llegan a aquellos rincones adonde no llegan ni los estados ni las organizaciones", subrayó el padre Frédéric Fornos SJ, director internacional de la Red Mundial de Oración del Papa y del Movimiento Eucarístico Juvenil.

"Muchos hombres y mujeres que han consagrado sus vidas al Señor, han abierto caminos de santidad que son hoy para nosotros como una luz. Nos estimulan para ser más fieles al estilo de Jesucristo y estar particularmente presentes en las periferias existenciales -como suele mencionar Francisco. La oración de toda la Iglesia es de una gran ayuda", agregó.

Santa Margarita María Alacoque

Celebrado el 16 de octubre

Santa Margarita María Alacoque, virgen

Santa Margarita María Alacoque, virgen, monja de la Orden de la Visitación de la Virgen María, que progresó de modo admirable en la vía de la perfección y, enriquecida con gracias místicas, trabajó mucho para propagar el culto al Sagrado Corazón de Jesús, del que era muy devota. Murió en el monasterio de Paray-le-Monial, en la región de Autun, en Francia, el día diecisiete de octubre.

A pesar de los grandes santos y del inmenso número de personas piadosas que hubo en Francia en el siglo XVII, no se puede negar que la vida religiosa de dicho país se había enfriado, en parte debido a la corrupción de las costumbres y, en parte, a la mala influencia del jansenismo, que había divulgado la idea de un Dios que no amaba a toda la humanidad. Pero, entre 1625 y 1690, florecieron en Francia tres santos, Juan Eudes, Claudio de la Colombiére y Margarita María Alacoque, quienes enseñaron a la Iglesia, tal como la conocemos actualmente, la devoción al Sagrado Corazón como símbolo del amor sin límites que movió al Verbo a encarnarse, a instituir la Eucaristía y a morir en la cruz por nuestros pecados, ofreciéndose al Padre Eterno como víctima y sacrificio.

Margarita, la más famosa de los «santos del Sagrado Corazón» nació en 1647, en Janots, barrio oriental del pueblecito de L'Hautecour, en Borgoña. Margarita fue la quinta de los siete hijos de un notario acomodado. Desde pequeña, era muy devota y tenía verdadero horror de «ser mala». A los cuatro años «hizo voto de castidad», aunque ella misma confesó más tarde que a esa edad no entendía lo que significaban las palabras «voto» y «castidad». Cuando tenía unos ocho años, murió su padre. Por entonces, ingresó la niña en la escuela de las Clarisas Pobres de Charolles. Desde el primer momento, se sintió atraída por la vida de las religiosas, en quienes la piedad de Margarita produjo tan buena impresión, que le permitieron hacer la primera comunión a los nueve años. Dos años después, Margarita contrajo una dolorosa enfermedad reumática que la obligó a guardar cama hasta los quince años; naturalmente, tuvo que retornar a L'Hautecour. Desde la muerte de su padre, se habían instalado en su casa varios parientes y una de sus hermanas, casada, había relegado a segundo término a su madre y había tomado en sus manos el gobierno de la casa.

Margarita y su madre eran tratadas como criadas. Refiriéndose a aquella época de su vida, la santa escribió más tarde en su autobiografía: «Por entonces, mi único deseo era buscar consuelo y felicidad en el Santísimo Sacramento; pero vivíamos a cierta distancia de la iglesia, y yo no podía salir sin el permiso de esas personas. Algunas veces sucedía que una me lo daba y la otra me lo negaba». La hermana de Margarita afirmaba que no era más que un pretexto para salir a hablar con algún joven del lugar. Margarita se retiraba entonces al rincón más escondido del huerto, donde pasaba largas horas orando y llorando sin probar alimento, a no ser que alguno de los vecinos se apiadase de ella. «La mayor de mis cruces era no poder hacer nada por aligerar la de mi madre». 

Dado que Margarita se reprocha amargamente su espíritu mundano, su falta de fe y su resistencia a la gracia, se puede suponer que no desperdiciaba las ocasiones de divertirse que se le presentaban. En todo caso, cuando su madre y sus parientes le hablaron de matrimonio, la joven no vio con malos ojos la proposición; pero, como no estuviese segura de lo que Dios quería de ella, empezó a practicar severas penitencias y a reunir en el huerto de su casa a los niños pobres para instruirlos, cosa que molestó mucho a sus parientes. Cuando Margarita cumplió veinte años, su familia insistió más que nunca en que contrajese matrimonio; pero la joven, fortalecida por una aparición del Señor, comprendió lo que Dios quería de ella y se negó rotundamente. A los veintidós años recibió el sacramento de la confirmación y tomó el nombre de María. La confirmación le dío valor para hacer frente a la oposición de su familia. Su hermano Crisóstomo le regaló la dote, y Margarita María ingresó en el convento de la Visitación de Paray-le-Monial, en junio de 1671. La joven se mostró humilde, obediente, sencilla y franca en el noviciado. Según el testimonio de una de sus connovicias, edificó a toda la comunidad «por su caridad para con sus hermanas, a las que jamás dijo una sola palabra que pudiese molestarlas, y por la paciencia con que soportó las duras reprimendas y humillaciones a las que fue sometida con frecuencia». En efecto, el noviciado de la santa no fue fácil. Una religiosa de la Visitación debe ser «extraordinaria, en lo ordinario», y Dios conducía ya a Margarita por caminos muy poco ordinarios. Por ejemplo, era absolutamente incapaz de practicar la meditación discursiva: «Por más esfuerzos que hacía yo por practicar el método que me enseñaban, acababa siempre por volver al método de mi Divino Maestro (es decir, la oración de simplicidad), aunque no quisiese». Cuando Margarita hizo la profesión, Dios la tomó por prometida suya «en una forma que no se puede describir con palabras».

Desde entonces, «mi divino maestro me incitaba continuamente a buscar las humillaciones y mortificaciones». Por lo demás, Margarita no tuvo que buscarlas cuando fue nombrada ayudante en la enfermería. La hermana Catalina Marest, la directora, era una mujer activa, enérgica y eficiente, en tanto que la santa era callada, lenta y pasiva. Ella misma se encargó de resumir la situación en las siguientes palabras: «Sólo Dios sabe lo que tuve que sufrir allí, tanto por causa de mi temperamento impulsivo y sensiIde como por parte de las creaturas y del demonio». Hay que reconocer, sin embargo, que si bien la hermana Marest empleaba métodos demasiado enérgicos, también ella tuvo que sufrir no poco. Durante esos dos años y medio, Margarita María sintió siempre muy cerca de sí al Señor y le vio varias veces coronado de espinas.

El 27 de diciembre de 1673, la devoción de Margarita a la Pasión fructificó en la primera gran revelación. Hallábase sola en la capilla, arrodillada ante el Santísimo Sacramento expuesto y de pronto, se sintió «poseída» por la presencia divina, y Nuestro Señor la invitó a ocupar el sitio que ocupó san Juan (cuya fiesta se celebraba ese día) en la última Cena, y habló a su sierva «de un modo tan sencillo y eficaz, que no me quedó duda alguna de que era Él, aunque en general tiendo a desconfiar mucho de los fenómenos interiores». Jesucristo le dijo que el amor de su Corazón tenía necesidad de ella para manifestarse y que la había escogido como instrumento para revelar al mundo los tesoros de su gracia. Margarita tuvo entonces la impresión de que el Señor tomaba su corazón y lo ponía junto al Suyo. Cuando el señor se lo devolvió, el corazón de la santa ardía en amor divino. Durante dieciocho meses, el Señor se le apareció con frecuencia y le explicó claramente el significado de la primera revelación. Le dijo que deseaba que se extendiese por el mundo el culto a su corazón de carne, en la forma en que se practica actualmente esa devoción, y que ella estaba llamada a reparar, en la medida de lo posible, la frialdad y los desvíos del mundo. La manera de efectuar la reparación consistía en comulgar a menudo y fervorosamente, sobre todo el primer viernes de cada mes, y en velar durante una hora todos los jueves en la noche, en memoria de su agonía y soledad en Getsemaní.

(Actualmente la devoción de los nueve primeros viernes y de la hora santa se practican en todo el mundo católico). Después de un largo intervalo, el Señor se apareció por última vez a Santa Margarita, en la octava del Corpus de 1675 y le dijo: «He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, sin ahorrarse ninguna pena, consumiéndose por ellos en prueba de su amor. En vez de agradecérmelo, los hombres me pagan con la indiferencia, la irreverencia, el sacrilegio y la frialdad y desprecian el sacramento de mi amor». En seguida, pidió a Margarita que trabajase por la institución de la fiesta de su Sagrado Corazón, que debía celebrarse el viernes siguiente a la octava del Corpus. De esa suerte, por medio del instrumento que había elegido, Dios manifestó al mundo su voluntad de que los hombres reparasen la ingratitud con que habían correspondido a su bondad y misericordia, adorando el Corazón de carne de su Hijo, unido a la divinidad, como símbolo del amor que le había llevado a morir para redimirlos.

Nuestro Señor había dicho a santa Margarita: «No hagas nada sin la aprobación de tus superiores, para que el demonio, que no tiene poder alguno sobre las almas obedientes, no pueda engañarte». Cuando Margarita habló del asunto con la madre de Saumaise, su superiora, ésta «hizo cuanto pudo por humillarla y mortificarla y no le permitió poner en práctica nada de lo que el Señor le había ordenado, burlándose de cuanto decía la pobre hermana». Santa Margarita comenta: «Eso me consoló mucho y me retiré con una gran paz en el alma». Pero esos sucesos afectaron su salud y enfermó gravemente. La madre de Saumaise, que deseaba una señal del cielo, dijo a la santa: «Si Dios os devuelve la salud, lo tomaré como un signo de que vuestras visiones proceden de Él y os permitiré que hagáis lo que el Señor desea, en honor de su Sagrado Corazón». La santa se puso en oración y recuperó inmediatamente la salud; la madre de Saumaise cumplió su promesa. Sin embargo, como algunas de las religiosas se negaban a prestar crédito a las visiones de Margarita, la superiora le ordenó someterlas al juicio de ciertos teólogos; desgraciadamente esos teólogos, que carecían de experiencia en cuestiones místicas, dictaminaron que se trataba de meras ilusiones y se limitaron a recomendar que la visionaria comiese más. Nuestro Señor había dicho a la santa que le enviaría un director espiritual comprensivo. En cuanto el P. de la Colombiére se presentó en el convento como confesor extraordinario, Margarita comprendió que era el enviado del Señor. Aun que el P. de la Colombicre no estuvo mucho tiempo en Paray, su breve estancia le bastó para convencerse de la autenticidad de las revelaciones de Margarita María, por quien concibió un gran respeto; además de confirmar su fe en las revelaciones, el P. de la Colombiére adoptó la devoción al Sagrado Corazón. Poco después partió para Inglaterra (donde no encontró «Hijas de María, ni mucho menos a una hermana Alacoque») y Margarita atravesó el período más angustioso de su vida.

En una visión, el Señor la invitó a ofrecerse como víctima por las faltas de la comunidad y por la ingratitud de algunas religiosas hacia su Sacratísimo Corazón. Margarita resistió largo tiempo y pidió al Señor que no le diese a beber ese cáliz Finalmente. Jesucristo le pidió que aceptase públicamente la prueba, y la santa lo hizo así, llena de confianza, pero al mismo tiempo apenada porque el Señor había tenido que pedírselo dos veces. Ese mismo día, 20 de noviembre de 1677, la joven religiosa, que sólo llevaba cinco años en el convento, obtuvo de su superiora la autorización de «decir y hacer lo que el Señor le pedía» y, arrodillándose ante sus hermanas, les comunicó que Cristo la había elegido como víctima por sus faltas. No todas las religiosas tomaron aquello con el mismo espíritu de humildad y obediencia. La santa comenta: «En aquella ocasión, el Señor me dio a probar el amargo cáliz de su agonía en el huerto». Se cuenta que, a la mañana siguiente, los confesores que había en Paray no fueron suficientes para escuchar las confesiones de todas las religiosas que acudieron a ellos. Desgraciadamente, existen razones para pensar que no faltaron religiosas que mantuvieron su oposición a santa Margarita María por muchos años. 

Durante el gobierno de la madre Greyfié, que sucedió a la madre de Soumaise, santa Margarita recibió grandes gracias y sufrió también duras pruebas interiores y exteriores. El demonio la tentó con la desesperación, la vanagloria y la compasión de sí misma. Tampoco las enfermedades escasearon. En 1681, el P. de la Colombiére fue enviado a Paray por motivos de salud y murió allí en febrero del año siguiente. Santa Margarita tuvo una revelación acerca de la salvación del P. de la Colombiére y no fue ésa la única que tuvo de ese tipo. Dos años después, la madre Melin, quien conocía a Margarita desde su ingreso en el convento, fue elegida superiora de la Visitación y nombró a la santa como ayudante suya, con la aprobación del capítulo. Desde entonces, la oposición contra Margarita cesó o, por lo menos, dejó de manifestarse. El secreto de las revelaciones de la santa llegó a la comunidad en forma dramática (y muy molesta para Margarita), pues fue leído incidentalmente en el refectorio en un libro escrito por el beato de la Colombiére. Pero el triunfo no modificó en lo más mínimo la actitud de Margarita. Una de las obligaciones de la asistenta consistía en hacer la limpieza del coro; un día en que cumplía ese oficio, una de las religiosas le pidió que fuese a ayudar a la cocinera y ella acudió inmediatamente. Como no había tenido tiempo de recoger el polvo, las religiosas encontraron el coro sucio. Esos detalles eran los que ponían fuera de sí a la hermana de Marest, la enfermera y, probablemente, debió acordarse entonces con una sonrisa de la que fuera su discípula doce años antes. Santa Margarita fue nombrada también maestra de novicias y desempeñó el cargo con tanto éxito, que aun las profesas pedían permiso para asistir a sus conferencias. Como su secreto se había divulgado, la santa propagaba abiertamente la devoción al Sagrado Corazón y la inculcaba a sus novicias. En 1685, se celebró privadamente en el noviciado la fiesta del Sagrado Corazón. Al año siguiente, los parientes de una antigua novicia acusaron a Margarita María de ser una impostora y de introducir novedades poco ortodoxas, lo que suscitó nuevamente la oposición durante algún tiempo; pero el 21 de junio de ese año, toda la comunidad celebró en privado la fiesta del Corazón de Jesús. Dos años más larde, se construyó allí una capilla en honor del Sagrado Corazón, y la devoción empezó a propagarse por todos los conventos de las visitandinas y por diversos sitios de Francia. 

En octubre de 1690, después de haber sido elegida asistenta de la superiora por un nuevo período, Margarita cayó enferma. «No viviré mucho -anunció-, pues ya he sufrido cuanto podía sufrir». Sin embargo, el médico declaró que la enfermedad no era muy seria. Una semana después, la santa pidió los últimos sacramentos: «Lo único que necesito es estar con Dios y abandonarme en el Corazón de Jesús». Cuando el sacerdote le ungía los labios, Margarita María expiró. Su canonización tuvo lugar en 1920. 

En la biografía escrita por el P. A. Hamon, Vie de Ste Marguerite-Marie (1907), que es muy completa, hay casi treinta páginas consagradas al estudio de las fuentes y la bibliografía. Nosotros nos contentaremos con mencionar la semblanza autobiográfica, escrita por la santa cinco años antes de su muerte, a petición de su director espiritual, así como las 133 cartas suyas y las notas espirituales escritas de su mano. Existen, además, un interesante memorial escrito por la madre Greyfié y los testimonios de sus hermanas, con miras a la beatificación. El primer resumen biográfico de la santa fue publicado en 1691; el P. Croiset lo incluyó en forma de apéndice en su libro sobre la "Devoción al Sagrado Corazón". A este resumen siguió una cuidadosa biografía escrita por Mons. Languet, obispo de Soissons (1729). Generalmente se citan las obras de la santa, refiriéndose a Vie et Oeuvres, publicado por las religiosas de la Visitación de Paray-le-Monial en 1876. 

¡Limpio!

Santo Evangelio según San Lucas 11, 37-41. Martes XXVIII de tiempo ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Concédeme, Señor, la gracia de conocerme mejor, cada vez más.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Evangelio de hoy te invita a que veas tu vida y te des cuenta cómo estás realmente. El fariseo se sorprendió al ver que Jesús no hacía las abluciones (lavarse-purificarse), sin embargo, Jesús le hace ver que ellos, los fariseos, lavan por fueras las cosas pero por dentro… Y tú, ¿de qué te escandalizas? ¿De algún familiar o amigo(a) que ha faltado en algo, algún sacerdote o religioso(a) que ha sido medio de escándalo por actos delictivos o menos graves?

Ahora pregúntate cuántas veces has fallado en un mismo pecado, debilidad, en tus deberes para con tu familia, amistades e incluso tus deberes cívicos para con tu patria. Si te das cuenta, muchas veces el ser humano actúa como el fariseo que vive de apariencias, pretendiendo ser modelo de perfección. Jesús sabía bien a dónde le invitaban y conocía bien el corazón del fariseo, y aun así aceptó ir y comer en casa de este hombre. Dios no rechaza a nadie; sabiendo cómo es el hombre sale a su encuentro, por eso gustoso va contigo si se lopides.

Ten por seguro que si le invitas a ser parte de tu vida, poco a poco Él te mostrará aquello en lo que puedes mejorar y,así, sentirte amado por Dios. Piensa que, así como es agradable ingerir alimentos en una vajilla limpia por dentro y por fuera, de igual manera es agradable poder presentarse a los demás limpio tanto por dentro como por fuera.

Que san José y la santísima Virgen María te guíen en el proceso de conocer aquellas zonas de tu corazón que requieren ser purificadas.

"No dejarse contaminar de este mundo" no quiere decir aislarse y cerrarse a la realidad. No. Tampoco aquí debe ser una actitud exterior sino interior, de sustancia: significa vigilar para que nuestra forma de pensar y de actuar no esté contaminada por la mentalidad mundana, o sea de la vanidad, la avaricia, la soberbia. En realidad, un hombre o una mujer que vive en la vanidad, en la avaricia, en la soberbia y al mismo tiempo cree que se hace ver como religiosa e incluso llega a condenar a los otros, es un hipócrita. Hagamos un examen de conciencia para ver cómo acogemos la Palabra de Dios.

(Homilía de S.S. Francisco, 2 de septiembre de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación

Evitaré hacer juicios contra las personas con quienes me encuentre.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. ¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

¿Puedo limpiar mi corazón?

La confesión un verdadero encuentro con Cristo que purifica cualquier intención.

No hace mucho tiempo escuché en la predicación de unos ejercicios espirituales una frase que por su sencillez, dramatismo y realismo ejemplifica muy bien las consecuencias del pecado en nuestro corazón. “Hacer el mal produce placer. El placer pasa, el pecado queda. Hacer el bien produce dolor. El dolor pasa, el bien queda”.

Al pecar, nuestro corazón queda infectado. No solamente comete la falta, sino que queda herido en su naturaleza. Son huellas que quedan y que de alguna manera, le restan fuerza, claridad y vigor en la lucha constante por hacer siempre el bien, por conseguir la virtud que nos hemos propuesto alcanzar. Querámoslo o no, el pecado va debilitando la fuerza de voluntad. Imagínate tu corazón como esa bomba de amor que constantemente esta haciendo llegar una savia pura y fresca a todas las acciones de tu obrar cotidiano, que te impele a estar siempre obrando el bien con el fin único de alcanzar la santidad, el parecerte a Jesucristo. Los pecados son basuras que se van incrustando en la bomba y que no permiten que circule libremente la savia vivificadora. No es que el corazón se estropee. Es que al corazón se le van adhiriendo basuras, vicios, comportamientos que impiden que en todas las acciones que debe realizar brille la virtud que debes conquistar. Al paso del tiempo podemos muy bien preguntarnos: “... y bien, ¿por qué no soy lo que debo ser? ¿Por qué estoy retrocediendo en lugar de avanzar?”

Cuentan que Leonardo Da Vinci, buscaba modelos para su obra “La última cena”. Fácilmente encontró a Jesús: un joven florentino en la primavera de la vida: fuerte, alto, con la mirada fresca, envolvente y cautivadora. Limpia. Fue fácil invitarlo a posar. Pasó el tiempo y entre las distintas actividades del gran maestro el cuadro no quedaba terminado. Serían diez años desde que había comenzado el cuadro y para dar por terminada la obra faltaba otro de los personajes principales de la escena: Judas, el discípulo que traicionó a Jesús. No era cosa de otro mundo buscar una persona que pudiera servir de modelo, si bien a nadie le agradaba tal empresa, por las heridas que en la susceptibilidad personal pudieran causarse: eso de quedar inmortalizado en la historia como un traidor no era del todo halagador para nadie. Así las cosas, Leonardo buscó entre las peores tabernas a los posibles personajes que pudieran desempeñar el triste papel de Judas Iscariote. Buscando, buscando, lo encontró: un hombre, no muy grande, de unos treinta años pero con una mirada triste, perdida, el ceño fruncido y las espaldas ya algo cargadas por el paso del tiempo. Con todo respeto lo invitó a la osada empresa y el sujeto aceptó. Habría sido

en las primeras sesiones cuando nuestro modelo, sin notarlo, comenzó a llorar. Leonardo, tratando de congraciarse con él y admirando su exquisita sensibilidad le dijo:

-Pero hombre. No llores, no es para tanto. Tú no eres un traidor, tan sólo me estás ayudando en esta empresa. Es cierto que te ha tocado jugar un papel muy poco halagador, pero por favor, no lo tomes así.

A lo que el hombre respondió:
-No lloro por lo que tú me estás diciendo. Lloro por mí mismo. ¿Es que no me reconoces? Cuánto habré cambiado que al cabo de diez años tú mismo me pediste que posara como Jesucristo y ahora me invitas a ser Judas Iscariote...

El corazón también ha sido comparado por un gran maestro espiritual del siglo XX como una papa. Comparación poco elegante, ciertamente, pero muy efectiva. Una papa si se la deja en cualquier parte, es capaz de echar raíces ahí en donde se le coloca. Puede ser en la bodega, en la alacena de una casa, en lo oscuro de un diván. Echa raíces. De la misma manera, nuestro corazón se habitúa a actuar de cualquier forma. Si no estamos atentos irá adquiriendo tendencias malas de aquí y allá y al final no nosotros mismos acabaremos por reconocerlo.

Es por ello que debemos hacer de vez en cuando una purificación de nuestro corazón, una limpieza profunda para quitar esas manchas, esos virus que puedan haberse incrustado en el camino diario.

¿Signos con los que podemos detectar que ya necesitamos una purificación de nuestro corazón? Hay varios.

Primero: nos dejamos de doler por nuestras faltas, especialmente aquellas faltas que cometemos por culpa de nuestro defecto dominante. Ya no le damos la importancia necesaria como la solíamos dar al inicio de nuestro programa de reforma de vida. Nos hemos ido acostumbrado poco a poco a esas fallas. Nuestro corazón “ha aprendido a convivir” con esas fallas. Como los virus que ya no son detectados por los anticuerpos. Nuestro cuerpo se ha habituado de tal manera a convivir con ellos que ya no detecta su presencia. En la vida espiritual puede pasarnos algo semejante. No es que no le demos importancia a las fallas, pero ya no nos duelen tanto, no nos movemos tanto hacia una conversión fuerte, eficaz, ya no nos causa tanto dolor el haber cometido esas faltas. El pecado ha “obnubilado” la forma de ver las cosas. Lo que antes nos causaba gran dolor, ahora simplemente nos causa fastidio o flojera y podemos tener expresiones como las de “se ve que yo soy así y me va a ser muy difícil cambiar”. “Lo he intentado todo...” “Total: no es tan malo...” Si una alarma contra incendios no funciona bien, el día menos pensado que necesitemos de sus servicios nos fallará y entonces lamentaremos las consecuencias de no haberle dado un servicio de mantenimiento con la frecuencia con la que se lo habríamos de haber dado.

Otro de los signos con los cuales podemos detectar que las cosas no marchan ya muy bien en nuestro corazón es el hacernos esclavos de las circunstancias. Tengo mi programa de reforma de vida, pero yo mismo hago mis espacios mentales para no cumplirlo, porque las circunstancias indican otras cosa o son desfavorables, según nuestro propio y peculiar juicio. “Una vez al año, no hace daño.” “Ahora estoy con mis amigos.” “En estos momentos me siento tan cansado.” “Era muy difícil no haber caído: la tentación se me presentó en forma tan inesperada...” Y justificaciones similares. Las circunstancias son las que cada día se van enseñoreando más de nuestro corazón hasta dominarlo. Nos convertimos en hombre y mujeres de circunstancias, porque nos fuimos habituando a dejar que ellas fueran dictándonos los comportamientos de nuestro obrar. Y nuestro corazón, si bien seguía bombeando, la savia ya no pasaba porque había sido taponada por las circunstancias.

Confundimos la ilusión con la realidad. Creemos que ciertas cosas pueden hacernos bien y no nos damos cuenta del mal que nos provocan. Hemos trastocado los términos de todo. Lo bueno ya no lo vemos tan bueno y lo malo, por consecuencia, ya no lo vemos tan malo.

Un último signo es la justificación para no obrar el bien con la fuerza y la constancia con la que deberíamos hacerlo. Encontramos una respuesta fácil y cómoda para explicar nuestra falta de virtud. No nos preocupamos por alcanzar las cumbres de la santidad. Nos justificamos con que no somos malas personas y así, vamos tirando en la vida.

Cuando alguno de estos signos se presentan, señal es de que nuestro corazón comienza a atrofiarse, a ensuciarse. Es tiempo de una buena purificación, de una buena limpieza interior. Y esta limpieza debe ser profunda, debe ir a las raíces de las faltas. No quedarnos en la superficialidad, sino ir al fondo. ¿Cómo logra esta purificación? La Iglesia católica nos recomienda la confesión de nuestros pecados. Pero debe ser una confesión profunda íntima, llena de fe. Una confesión que mire más las actitudes por las que hemos cometido las faltas, que las faltas en cuanto tal.

Sabemos que la gracia actúa en el alma, porque la gracia es eficaz, actúa por sí misma. Pero las buenas disposiciones del alma, ayudan a que la gracia actúe con mayor profundidad, porque el individuo se presta para ello: prepara los lugares en donde la gracia puede actuar. Puedes confesarte con mucho sentido de arrepentimiento, con mucho dolor de los pecados, pero si no hay las disposiciones, los medios para cambiar, será difícil que la gracia actúe. Borrará los pecados, de eso no nos cabe la menor duda, pero que actúe en tu corazón, que lo disponga a actuar siempre para el bien, que lo fortalezca, que lo vigorice, eso dependerá de tus buenas disposiciones.
¿Cómo disponernos a una buena purificación de nuestro corazón para que actúe la gracia? ¿Cómo disponernos para que cada confesión sea un verdadero encuentro con Cristo que fortalezca nuestro corazón y lo lance a obrar siempre y de mejor manera el bien para vencer nuestro defecto dominante y alcanzar la virtud que queremos conquistar?

Te invito a conocer y saber cómo hacerlo, en el siguiente artículo. Por mientras, te dejo de tarea el que revises un poco cómo son tus confesiones. No te pido que revises únicamente la mecánica de tus confesiones o de qué pecados te confiesas con mayor frecuencia, sino que analices las actitudes de tus confesiones. ¿Cuál es la actitud fundamental por la que recurres al sacramento de la penitencia? ¿Cómo dispones tu corazón al sacramento de la confesión? ¿Qué pasaría si no pudieras confesarte? ¿Vivirías igual? ¿Cambia tu vida después de cada confesión? ¿O sigue más o menos igual? ¿Es para ti la confesión un verdadero encuentro con Cristo?

Pasión por la Paz

Papa Francisco: Las religiones, si no persiguen la paz reniegan de sí mismas

El Papa Francisco llamó a los creyentes a comprometerse con la paz, porque “las religiones, si no persiguen caminos de paz, reniegan de sí mismas”.

En un mensaje con motivo del Encuentro de Oración por la Paz celebrado en la ciudad italiana de Bolonia, el Santo Padre subrayó que las diferencias entre religiones ““no pueden enfrentar a unos hombres contra otros”.

Francisco señaló que el título elegido para este encuentro, “Puentes de paz”, “es una invitación a crear conexiones que lleven a encuentros reales, a vínculos que unan, a recorridos que ayuden a superar conflictos y asperezas”.

“En el mundo globalizado, donde, por desgracia, cada vez parece más fácil establecer distancias y encerrarse en los intereses personales, estamos llamados a esforzarnos juntos para unir a las personas y a los pueblos”.

Destacó que “es urgente elaborar juntos memorias de comunión que curen las heridas de la historia, es urgente tejer tramas de convivencia pacífica para el futuro”.

En este sentido, insistió en que “no podemos resignarnos ante el demonio de la guerra, ante la locura del terrorismo, ante la fuerza engañosa de las armas que devoran la vida. No podemos dejar que la indiferencia se adueñe de los hombres, convirtiéndolos en cómplices del mal, de ese mal terrible que es la guerra, cuya crueldad la pagan, principalmente, los más pobres y los más débiles”.

“Precisamente, me gustaría invitarles a involucrar a los jóvenes, de una forma audaz, para que crezcan en la escuela de la paz y se conviertan en constructores de la paz”.

“En estos días –señaló en referencia al Sínodo sobre los jóvenes– la Iglesia Católica se interroga de un modo particular sobre las generaciones más jóvenes. El mundo que habitamos se presenta con frecuencia como un lugar hostil a su futuro, y violento con el débil: muchos todavía no han visto la paz, y muchos no saben qué es una vida digna”.

Asimismo, afirmó que, “como creyentes, no podemos dejar de sentir la urgencia de acoger el fuerte grito de paz que surge de sus corazones y construir juntos el futuro que les pertenece”.

Por ello, “es necesario construir puentes entre las generaciones, puentes sobre los cuales caminar mano con mano y escucharlos”.

 “La pasión por la paz nos hace a todos más jóvenes donde realmente importa: en el corazón. Hoy en día, abrazados unos a otros, hombres y mujeres de diferentes credos y generaciones, muestras que, con la ayuda de Dios, construir juntos la paz es posible. Es el camino que hay que recorrer”, finalizó.

¿Sirven las intenciones en la Misa?

¿Realmente produce efectos en las personas por las que se ofrecen las intenciones de las misas?

Desde pequeño he visto como muchos en mi familia han ofrecido misas por diversos motivos, en su mayoría, aniversarios o por aquellos familiares que se nos han adelantado. Pero ¿qué valor tiene hacer este acto? ¿Realmente produce efectos en las personas por las que se ofrecen las intenciones de las misas?

Ofrecer la misa por algún motivo o persona es una tradición muy antigua, en especial cuando se hacía por los difuntos. Desde solicitar alguna gracia en particular, el éxito de una operación o simplemente como acción de gracias por un sinfín de razones.

Hay que destacar que cada Misa se ofrece en acción de gracias a Dios por todo lo que ha hecho. Así lo explica el Catecismo de la Iglesia Católica: “La Eucaristía es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una bendición por la cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. “Eucaristía” significa, ante todo, acción de gracias” (CEC 1360).

Además, los efectos que tiene la Misa son purificadores y de reparación, esto lo encontramos en el mismo Catecismo: “En cuanto sacrificio, la Eucaristía es ofrecida también en reparación de los pecados de los vivos y los difuntos, y para obtener de Dios beneficios espirituales o temporales” (CEC 1414). Por lo tanto, estos motivos son por los que se ofrece cada Eucaristía que se celebra en el mundo.

Pero existe el llamado “fruto ministerial”, que propiamente son los beneficios que obtienen aquellos por quienes el Sacerdote ha ofrecido una Misa en particular. Por algún enfermo, difunto, alguna pareja de novios, por alguien que celebra su cumpleaños, etc. A través de ese ofrecimiento, el poder que tiene una Misa, por la misma gracia de Cristo que se ofrece por todos, se enfoca en especial hacia la intención que se presentó para gloria de Dios y en beneficio de toda la Iglesia.

En cada Eucaristía participamos todos de la oración colecta, ese momento en el que el Sacerdote recoge todas las intenciones presentes en la Misa. Cuando se ofrece por un motivo en especial, por un lado, pedimos a Dios que otorgue los frutos del sacrificio de Cristo a cada situación ya establecida por la Iglesia en cada Eucaristía y, por otro, pedimos incluir algunas en particular para que entre todos de los que participamos de ese momento nos unamos de manera especial a ellas.

El beneficio de este acto no es solamente para las personas por las que se ofrece, también es un consuelo para quien la ha encargado. Tal es el caso de la pérdida de un ser querido que, ante el dolor que produce su partida, se busca así su descanso eterno, por lo que, al encargar una Misa por ese motivo, conforta el alma. Asimismo, cuánto se agradece que alguien ofrezca una Eucaristía por una persona viva en razón de una ocasión especial.

Al pedir al Sacerdote que se tome nuestra intención en la Misa, es costumbre ofrecer un estipendio en agradecimiento y en apoyo al sustento de las necesidades que pudieran existir para la misma Parroquia o capilla“Los fieles que ofrecen una ofrenda para que se aplique la Misa por su intención, contribuyen al bien de la Iglesia, y con ella participan de su solicitud por sustentar a sus ministros y actividades” (Código de Derecho Canónico 946).

En ocasión de su canonización 

Monseñor Oscar Romero; Arzobispo y mártir

"La lógica de Dios desconcierta a los hombres"

Oscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel, República de El Salvador, el 15 de agosto de 1917. Su familia era humilde y con un tipo modesto de vida. Desde pequeño, Oscar fue conocido por su carácter tímido y reservado, su amor a lo sencillo y su interés por las comunicaciones.

Su padre era telegrafista y su madre de oficios domésticos. Al terminar sus estudios básicos se dedicó al aprendizaje de carpintería y a la música.

Ingresó al Seminario Menor de San Miguel Oscar avanzó en su idea de entregar su vida al servicio de Dios y del pueblo.

Estudió con los padres Claretianos en el Seminario Menor de San Miguel desde 1931 y posteriormente con los padres Jesuitas en el Seminario San José de la Montaña hasta 1937.

Fue elegido para ir a estudiar a Roma y completar su formación sacerdotal y seguramente su elección se debió a la integridad espiritual e inteligencia académica manifestada en el seminario.

Fue ordenado sacerdote a la edad de 25 años en Roma, el 4 de abril de 1942. Continuó estudiando en Roma para completar su tesis de Teología sobre los temas de ascética y mística, pero debido a la guerra, tuvo que regresar a El Salvador y abandonar la tesis que estaba a punto de concluir.

Regresó al país en agosto de 1943. Su primera parroquia fue Anamorós en el departamento de La Unión,  poco tiempo después fue llamado a San Miguel donde realizó su labor pastoral durante aproximadamente veinte años.

Dada su amplia labor sacerdotal fue elegido Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador y ocupó el mismo cargo en el Secretariado Episcopal de América Central.

Oscar difundió centenares de sermones emotivos y espirituales a través de la radio a lo largo y ancho del país, ganándose así el respeto de la comunidad católica.

En El Salvador la situación de violencia avanzaba, con ello la Iglesia se edificaba en contra de esa situación de dolor, por tal motivo la persecución a la Iglesia en todos sus sentidos comenzó a cobrar vida.

Luego de muchos conflictos en la Arquidiócesis, la sede vacante de la Diócesis de Santiago de María fue su nuevo camino.

El 15 de octubre de 1974 fue nombrado obispo de esa Diócesis y el 14 de diciembre tomó posesión de la misma. Monseñor Romero se hizo cargo de la Diócesis más joven de El Salvador en ese tiempo.

En junio de 1975 se produjo el suceso de "Las Tres Calles", donde un grupo de campesinos que regresaban de un acto litúrgico fue asesinado sin compasión alguna, incluso a  inocentes.

El informe oficial hablaba de supuestos subversivos que estaban armados; las "armas" no eran más que las biblias que los campesinos portaban bajos sus brazos.

En ese momento, los sacerdotes de la Diócesis, sobre todos los jóvenes, pidieron a Monseñor Romero que hiciera una denuncia pública sobre el hecho y que acusara a las autoridades militares del siniestro, Mons. Romero no había comprendido que detrás de las autoridades civiles y militares, detrás del mismo Presidente de la República, Arturo Armando Molina que era su amigo personal, había una estructura de terror, que eliminaba de su paso a todo lo que pareciera atentar los intereses de "la patria" que no eran más que los intereses de los sectores pudientes de la nación. Mons. Romero creía ilusamente en el Gobierno, éste era su grave error. Poco a poco comenzó a enfrentarse a la dura realidad de la injusticia social.

En medio de ese ambiente de injusticia, violencia y temor, Mons. Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador el 3 de febrero de 1977 y tomó posesión el 22 del mismo mes, en una ceremonia muy sencilla.

Tenía 59 años de edad y su nombramiento fue para muchos una gran sorpresa, el seguro candidato a la Arquidiócesis era el auxiliar por más de dieciocho años en la misma, Mons. Arturo Rivera Damas: "la lógica de Dios desconcierta a los hombres".

El 12 de marzo de 1977, se dio la triste noticia del asesinato del padre Rutilio Grande, un sacerdote amplio, consciente, activo y sobre todo comprometido con la fe de su pueblo. La muerte de un amigo duele, Rutilio fue un buen amigo para Monseñor Romero y su muerte le dolió mucho: "un mártir dio vida a otro mártir".

Su opción comenzó a dar frutos en la Arquidiócesis, el clero se unió en torno al Arzobispo, los fieles sintieron el llamado y la protección de una Iglesia que les pertenecía, la "fe" de los hombres se volvió en el arma que desafiaría las cobardes armas del terror.

La situación se complicó cada vez más. Un nuevo fraude electoral impuso al general Carlos Humberto Romero para la Presidencia. Una protesta generalizada se dejó escuchar en todo el ambiente.

Sus homilías se convirtieron en una cita obligatoria de todo el país cada domingo. Desde el púlpito iluminaba a la luz del Evangelio los acontecimientos del país y ofrecía rayos de esperanza para cambiar esa estructura de terror.

Los primeros conflictos de Monseñor Romero surgieron a raíz de las marcadas oposiciones que su pastoral encontraba en los sectores económicamente poderosos del país y unido a ellos, toda la estructura gubernamental que alimentaba esa institucionalidad de la violencia en la sociedad salvadoreña, sumado a ello, el descontento de las nacientes organizaciones político-militares de izquierda, quienes fueron duramente criticados por Mons. Romero en varias ocasiones por sus actitudes de idolatrización y su empeño en conducir al país hacia una

Revolución.

A raíz de su actitud de denuncia, Mons. Romero comenzó a sufrir una campaña extremadamente agobiante contra su ministerio arzobispal, su opción pastoral y su personalidad misma, cotidianamente eran publicados en los periódicos más importantes, editoriales, campos pagados, anónimos, etc., donde se insultaba, calumniaba, y más seriamente se amenazaba la integridad física de Mons. Romero. La "Iglesia Perseguida en El Salvador" se convirtió en signo de vida y martirio en el pueblo de Dios.

Este calvario que recorría la Iglesia ya había dejado rasgos en la misma, luego del asesinato del padre Rutilio Grande, se sucedieron otros asesinatos más.

Fueron asesinados los sacerdotes Alfonso Navarro y  Luisito Torres, luego fue asesinado el padre Ernesto Barrera, posteriormente fue asesinado, en un centro de retiros, el padre Octavio Ortiz y cuatro jóvenes más. Por último fueron asesinados los padres Rafael Palacios y Alirio Napoleón Macias. La Iglesia sintió en carne propia el odio irascible de la violencia que se había desatado en el país.

El sacerdote salvadoreño Octavio Ortiz, murió cuando un verdugo le había cortado el cuello con un cuchillo. Los grupos paramilitares que respaldaban la dictadura del general Carlos Humberto Romero Mena, lo habían acusado de darle apoyo y de pertenecer a la guerrilla del Frente Farabundo Martí. Con Ortiz, eran cinco los religiosos asesinados en 1979 bajo la consigna: ¡Haz patria, mata a un cura!

Resultaba difícil entender en el ambiente salvadoreño que un hombre tan sencillo y tan tímido como Mons. Romero se convirtiera en un "implacable" defensor de la dignidad humana y que su imagen traspasara las fronteras nacionales por el hecho de ser: "voz de los sin voz".

Durante la guerra civil de El Salvador, que comenzó en 1979, Monseñor Romero se convirtió en “el pastor del rebaño que Dios le había confiado” por su férrea defensa de los derechos de los pobres y marginados.

Muchas de los sectores poderosos y algunos obispos y sacerdotes se encargaron de manchar su nombre, incluso llegando hasta los oídos de las autoridades de Roma. Mons. Romero sufrió mucho esta situación, le dolía la indiferencia o la traición de alguna persona en contra de él.

El 11 de marzo de 1979, Monseñor Romero dijo:

"La Iglesia no puede ser conformista. La Iglesia tiene que despertar la conciencia de dignidad.  A esto le llaman subversión.

Esto no es subversión. La conciencia cristiana que nuestras comunidades van tomando a la luz del Evangelio, ante el pensamiento de que un hombre, aunque sea jornalero, es imagen de Dios, no es comunismo ni subversión, es palabra de Dios que ilumina al hombre y el hombre tiene que promoverse.

Esto no es provocar subversión, sino simplemente decirle a todos los que me escuchan, sean dignos, porque la condición del pueblo de Dios: es la dignidad y libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo".

Ya a finales de 1979 Monseñor Romero sabía el inminente peligro que acechaba contra su vida y en muchas ocasiones hizo referencia de ello consciente del temor humano, pero más consciente del temor a Dios a no obedecer la voz que suplicaba interceder por aquellos que no tenían nada más que su fe en Dios: los pobres.

Cuando Monseñor Romero se entrevistó en el Vaticano con el Papa Juan Pablo II, tres meses antes de su asesinato,  le contó la historia del origen campesino del cura, la tarde en que lo ordenó, el día en el que fue apresado por el gobierno sólo porque le estaba enseñando a los muchachos de un barrio humilde de San Salvador el evangelio. “Lo mataron con crueldad y hasta dijeron que era guerrillero…”

Monseñor intervino en los conflictos sociales  que estaban destruyendo a su país y a su gente. Monseñor Romero recurrió a las palabras de San Agustín y Santo Tomás para justificar a quien se levanta contra las leyes opresoras.

Uno de los hechos que comprobó el inminente peligro que acechaba sobre la vida de Mons. Romero fue el frustrado atentado dinamitero en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, en febrero de 1980, el cual hubiera acabado con la vida de Monseñor Romero y de muchos fieles que se encontraban en el recinto de dicha Basílica.

El domingo 23 de marzo de 1980 Mons. Romero pronunció su última homilía, la cual fue considerada por algunos como su sentencia de muerte debido a la dureza de su denuncia: "en nombre de Dios y de este pueblo sufrido... les pido, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, QUE CESE LA REPRESIÓN".

ÚLTIMA HOMILIA DE MONSEÑOR OSCAR ROMERO.

Ese 24 de marzo de 1980 Monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez fue asesinado de un certero disparo, aproximadamente a las 6:25 p.m. mientras oficiaba la Eucaristía en la Capilla del Hospital La Divina Providencia, exactamente al momento de preparar la mesa para recibir el Cuerpo de Jesús.

Fue enterrado el 30 de marzo y sus funerales fueron una manifestación popular de compañía, sus queridos campesinos, las viejecitas de los cantones, los obreros de la ciudad, algunas familias adineradas que también lo querían, estaban frente a la catedral para darle el último adiós, prometiéndole que nunca lo iban a olvidar.

Tres años de fructífera labor arzobispal habían terminado, pero una eternidad de fe, fortaleza y confianza en un hombre bueno como lo fue Mons. Romero habían comenzado, el símbolo de la unidad de los pobres y la defensa de la vida en medio de una situación de dolor había nacido.

En 1994 su sucesor en la archidiócesis de San Salvador, Monseñor Arturo Rivera y Damas, inició su proceso de beatificación.

En el año 2000 la Congregación para la Doctrina de la Fe comenzó el estudio de todos los discursos de Romero.

En 2005 el postulador de la causa, el obispo italiano Vincenzo Paglia, aseguró públicamente que “Romero no era un obispo revolucionario, sino un hombre de la Iglesia, del Evangelio y de los pobres”.

La mañana del 3 de febrero de 2015, el Papa Francisco recibió en audiencia al cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y autorizó a ese dicasterio a promulgar, entre otros, el decreto de martirio del Siervo de Dios Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, arzobispo de San Salvador (El Salvador), reconociendo así, de manera oficial que su asesinato fue por odio a la fe.

PAXTV.ORG