La tradición y la voluntad de Dios
- 17 Octubre 2018
- 17 Octubre 2018
- 17 Octubre 2018
Quien a Dios tiene nada le falta
Quien no tiene a Dios, aun teniendo todo, carece de todo
Es éste el penúltimo verso de la famosa oración-poesía de Santa Teresa que comienza por las palabras “Nada te turbe”. Este verso nos da, en su sencillez, claves importantes para la vida de oración y la vida espiritual. Comencemos por el “nada le falta”. No faltar nada en la vida es tener todo aquello lo necesario para ser feliz, para realizar la propia vocación y misión, para vivir en plenitud. Pero en relación a la sensación de plenitud, la experiencia humana está llena de paradojas. Muchas personas a las que no le faltaría nada en apariencia para poder ser felices porque tienen todo lo que humanamente parecería necesario para ser felices (dinero, poder, placeres, etc.), cuando se excava un poco dentro de ellas, aparecen como vacías, insulsas, llenas de angustias y de inquietudes. Todas sus “posesiones” del tipo que sean parecen vaciarlas.
¿Qué es lo que necesitamos para ser felices?
En lugar de la plenitud que se esperaría, con frecuencia encontramos desazón, inquietud, vacío, aburrimiento, incluso desesperación.
Por ello nos viene espontánea la pregunta como seres humanos: “¿Qué es lo que necesitamos para ser felices? ¿Qué es lo que anhela nuestro corazón? ¿Qué es lo que realmente nos hace falta?”. No es fácil dar una respuesta, pero lo que sí sabemos es que sí, necesitamos cosas materiales, pero podemos tener todo y ser infelices. Necesitamos cierto aprecio de los demás, pero esto tampoco es suficiente. Necesitamos el amor de las creaturas. Pero las creaturas solas no llenan un corazón que es infinito en su capacidad.
Aquí tuvo una gran intuición San Agustín, cuando al comienzo de su famoso libro Las Confesiones esculpió de modo lapidario esta expresión: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Nuestro corazón adquiere medida de lo infinito. Lo que es finito no le satisface por completo. Sí, le llena, lo entretiene, pero no lo satisface totalmente porque su fondo profundo va mucho más allá de él mismo: “El hombre supera infinitamente al hombre” (Pascal).
Sólo en Dios podemos descansar. Por eso quien “tiene” a Dios, tiene todo. Quien no tiene a Dios, aun teniendo todo, carece de todo. En el fondo quien no tiene a Dios es un pobre hombre o mujer aunque tenga muchas riquezas materiales. Y de nuevo nos surge otra pregunta: “¿Cómo es posible “tener” a Dios?” A Dios no se le puede “poseer” porque Él nos supera. Esto es cierto. Pero Él en su bondad ha querido hacerse pequeño, hacerse a nuestra medida, hacerse uno de nosotros, abajarse hasta nuestra nada. En realidad poseer a Dios es más bien ser poseído por Él, ser elevado por Él hasta sus alturas. Para que lo “poseamos”, Él viene hasta mí hecho uno como yo para que yo pueda en cierto sentido mirarle a los ojos y descubrir su belleza sin par.
En la oración, de modo simple pero admirable, saciamos nuestra sed de Amor, nuestra sed de infinito, nuestra sed de Dios. Sólo en la oración se aplaca ese deseo de plenitud radical que viene de Dios y que va hacia Dios. Sólo ahí encontramos “lo que nos falta”, o mejor dicho, “Aquel a quien nuestro corazón anhela”. Cuando una persona querida se aleja de nosotros, le escribimos diciendo: “te echo de menos”. Alejados de Dios, nuestro corazón lo echa de menos, a Él que, sólo, puede satisfacer los deseos íntimos de ser amado y de amar. En la oración ese “echar de menos” la presencia del Amado desaparece –en la medida en que esto es posible en esta vida-, porque Él está ahí, cercano a nosotros, hablándonos en la intimidad de corazón a Corazón, llenando de Amor las alforjas vacías, pobres y deshilachadas de nuestra existencia terrena.
El credo católico, ¿es bíblico?
En este tiempo de tanta confusión es importante descubrir que lo que los católicos creemos es la fe de siempre, es el Credo de la Biblia.
Cada Domingo proclamamos con gozo el Credo durante la celebración de la Eucaristía. Así lo hemos hecho por muchos siglos. En este tiempo de tanta confusión con iglesias y sectas apareciendo como un mercado religioso, es importante descubrir que lo que los católicos creemos es la fe de siempre, es el Credo de la Biblia.
• Creo en Dios. "Nuestro Dios es el único Señor" (Deuteronomio 6,4;Mc 12,29)
• Padre Todo Poderoso. "Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios" (Lucas 18,27).
• Creador del Cielo y la Tierra. "En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra"(Génesis 1,1).
• Creo en Jesucristo. "El es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es" (Hebreos 1,3).
• Su unico Hijo. "Pues Dios amo tanto al mundo, que dio a su Hijo Unico, para que todo aquel que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna" (Juan 3,16).
• Nuestro Señor. "Dios lo ha hecho Señor y Mesías" (Hechos 2,36).
• Que fue concebido por obra y gracia del Espiritu Santo. "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo descansará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios" (Lucas 1,35).
• Nacio de Santa Maria Virgen. "Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: ‘la Virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel´ (que significa "Dios con nosotros")" (Mateo 1,22-23).
• Padecio bajo el poder de Poncio Pilato. "Pilato tomó entonces a Jesús y mandó azotarlo. Los soldados trenzaron una corona de espinas, la pusieron en la cabeza de Jesús, y lo vistieron con una capa de color rojo oscuro" (Juan 19,1-2).
• Fue crucificado. "Jesús salió llevando su cruz, para ir al llamado ‘lugar de la Calavera´ (o que en hebreo se llama Gólgota). Allí lo Crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado. Pilato mandó poner sobre la cruz un letrero, que decía: ‘Jesús de Nazaret, Rey de los judíos" (Juan 19,17-19).
• Muerto y sepultado. "Jesús gritó con fuerza y dijo: -¡Padre en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, murió (Lucas 23,46). Después de bajarlo de la cruz, lo envolvieron en una sábana de lino y lo pusieron en un sepulcro abierto en una peña, donde todavía no habían sepultado a nadie (Lucas 23,53).
• Desendio a los infiernos. "Como hombre, murió; pero como ser espiritual que era, volvió a la vida. Y como ser espiritual, fue y predicó a los espíritus que estaban presos" (1Pedro 3,18-19).
• Al tercer dia resucito de entre los muertos. "Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras, que lo sepultaron y que resucitó al tercer día" (1Corintios 15, 3-4).
• Subio a los cielos, y esta sentado a la derecha del Padre Todopoderoso. "El Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios" (Marcos 16,19).
• Desde ahi ha de venir a juzgar a vivos y muertos. "El nos envió a anunciarle al pueblo que Dios lo ha puesto como juez de los vivos y de los muertos" (Hechos 10,42).
• Creo en el Espiritu Santo. "Porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado" (Romanos 5,5).
• Creo en la iglesia que es una. "Para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado".(Jn 17,21; Jn 10,14; Ef 4,4-5)
• Santa. "La fe confiesa que la Iglesia... no puede dejar de ser santa(Ef 1,1). En efecto, Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama ´el solo santo´, amó a su Iglesia como a su esposa(Ef 5,25). Él se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo para gloria de Dios" (Ef 5,26-27). La Iglesia es, pues, "el Pueblo santo de Dios" (1 Pe 2,9), y sus miembros son llamados "santos" (Hch 9, 13; 1 Co 6, 1; 16, 1).
• Catolica. "Y yo te digo que tu eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi iglesia; y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla" (Mateo 16,18). Posee la plenitud que Cristo le da(Ef 1,22-23).Es católica porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del género humano (cf Mt 28, 19)
• Y Apostolica. El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá hasta la plena consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce con Pedro como su Cabeza (cf. Mc 3, 14-15); puesto que representan a las doce tribus de Israel (cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30), ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén (cf. Ap 21, 12-14). Los Doce (cf. Mc6, 7) y los otros discípulos (cf. Lc 10,1-2) participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte (cf. Mt 10, 25; Jn 15, 20). Con todos estos actos, Cristo prepara y edifica su Iglesia.2 Tim 2,2
• Creo en la comunion de los Santos. "Después de esto, miré y vi una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y delante del Cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos" (Apocalipsis 7,9).
• El perdon de los pecados. "A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados" (Juan 20,23).
• La resurreccion. "Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales" (Romanos 8,11).
• Y la vida eterna. "Allí no habrá noche, y los que allí vivan no necesitarán luz de lampara ni luz del sol, porque Dios el Señor les dará su luz, y ellos reinarán por todos los siglos" (Apocalipsis 22,5).
• AMEN. "Así sea. ¡Ven, Señor Jesús!" (Apocalipsis 22,20).
Para profundizar este tema te recomiendo el libro "Asombrado por la Verdad" el cual tiene 11 testimonios de ex-pastores y ex-lideres evangelicos que se han convertido a la Iglesia católica al descubrir la plenitud de la verdad. En el sitio www.defiendetufe.com lo encontrarás.
Dios te siga bendiciendo en abundancia.
Si eres católico, no olvides que como cristianos que somos, debemos de buscar como renovar nuestra vida en Cristo(Jn 15,1-7) e impulsar nuestro apostolado para traer a mucha gente a los pies de Jesucristo(Mt 28,18-20) y no dejar esa labor a las sectas o iglesias protestantes que no poseen la plenitud de los medios de salvación.
Si eres evangélico, mormón o testigo de Jehová te invito a que conozcas en serio lo que es la fe cristiana(Ef 4,13), la BIblia(2 Tes 2,15) y la Iglesia de Cristo(Ef 5,25). Estudia la historia del cristianismo y ora para que Dios siga actuando en tu vida. Dios te ama y espera en el redil de plenitud que ha dejado: La Iglesia católica(Mt 16,18).
Yo simplemente deseo cumplir la voluntad de Dios en plenitud.(Mt 7,21-23) ¿Y usted...?
Yo creo, Señor; en Ti
que eres la Verdad Suprema.
Creo en todo lo que me has revelado.
Creo en todas las verdades
que cree y espera mi Santa Madre
la Iglesia Católica y Apostólica.
Fe en la que nací por tu gracia,
fe en la que quiero vivir y luchar
fe en la que quiero morir.
San Ignacio de Antioquía
Celebrado el 17 de octubre
San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir
Memoria de san Ignacio, obispo y mártir, discípulo del apóstol san Juan y segundo sucesor de san Pedro en la sede de Antioquía, que en tiempo del emperador Trajano fue condenado al suplicio de las fieras y trasladado a Roma, donde consumó su glorioso martirio. Durante el viaje, mientras experimentaba la ferocidad de sus centinelas, semejante a la de los leopardos, escribió siete cartas dirigidas a diversas Iglesias, en las cuales exhortaba a los hermanos a servir a Dios unidos con el propio obispo, y a que no le impidiesen poder ser inmolado como víctima por Cristo.
San Ignacio, llamado Teóforo, «el que lleva a Dios», fue probablemente un converso, discípulo de san Juan Evangelista; los datos históricos fidedignos sobre sus primeros años son pocos. De acuerdo con algunos escritores antiguos, los apóstoles san Pedro y san Pablo ordenaron que sucediera a san Evodio como obispo de Antioquía, cargo que conservó por cuarenta años, y en el cual brilló como pastor ejemplar. El historiador eclesiástico Sócrates dice que introdujo o divulgó en su diócesis el canto de antífonas, hecho poco probable. La paz de que gozaron los cristianos al morir Domiciano (año 96), duró únicamente los quince meses del reinado de Nerva y bajo Trajano se reanudó lo persecución. En una interesante carta del emperador a Plinio el Joven, gobernador de Bitinia, se establecía el principio de que los cristianos debían ser muertos, en caso de que existieran delaciones oficiales; y, en otros casos, no se les debía molestar. Trajano fue magnánimo y humanitario; pero la gratitud que lo vinculaba con sus dioses por las victorias sobre los dacios y escitas, lo llevó posteriormente a perseguir a los cristianos, que se negaban a reconocer estas divinidades. Desgraciadamente, no podemos confiar en la relación legendaria sobre el arresto de Ignacio y su entrevista personal con el emperador; sin embargo, desde época muy remota, se ha creído que el interrogatorio al que fue sometido el soldado de Cristo por Trajano, siguió aproximadamente este cauce:
Trajano: ¿Quién eres tú, espíritu malvado, que osas desobedecer mis órdenes e incitas a otros a su perdición?
Ignacio: Nadie llama a Teóforo espíritu malvado.
Trajano: ¿Quién es Teóforo?
Ignacio: El que lleva a Cristo dentro de sí.
Trajano: ¿Quiere eso decir que nosotros no llevamos dentro a los dioses que nos ayudan contra nuestros enemigos?
Ignacio: Te equivocas cuando llamas dioses a los que no son sino diablos. Hay un sólo Dios que hizo el cielo, la tierra y todas las cosas; y un solo Jesucristo, en cuyo reino deseo ardientemente ser admitido.
Trajano: ¿Te refieres al que fue crucificado bajo Poncio Pilato?
Ignacio: Sí, a Aquél que con su muerte crucificó al pecado y a su autor, y que proclamó que toda malicia diabólica ha de ser hollada por quienes lo llevan en el corazón.
Trajano: ¿Entonces tú llevas a Cristo dentro de ti?
Ignacio: Sí, porque está escrito, viviré con ellos y caminaré con ellos.
Cuando Trajano mandó encadenar al obispo para que lo llevaran a Roma y ahí lo devoraran las fieras en las fiestas populares, el santo exclamó «te doy gracias, Señor, por haberme permitido darte esta prueba de amor perfecto y por dejar que me encadenen por Ti, como tu apóstol Pablo». Rezó por la Iglesia, la encomendó con lágrimas a Dios, y con gusto sometió sus miembros a los grillos; y lo hicieron salir apresuradamente los soldados para conducirlo a Roma.
En Seleucia, puerto de mar, situado a unos veinticinco kilómetros de Antioquía, se embarcaron en un navío que, por razones desconocidas, fue costeando por la ribera sur y occidental del Asia Menor, en lugar de dirigirse directamente a Italia. Algunos de sus amigos cristianos de Antioquía tomaron un camino más corto, llegaron a Roma antes que él, y allí esperaron su llegada. Durante la mayor parte del trayecto acompañaron a san Ignacio el diácono Filón y Agatopo, a quienes se considera autores de las actas de su martirio. Parece que el viaje fue sumamente cruel, pues san Ignacio iba vigilado día y noche por diez soldados tan bárbaros, que san Ignacio dice eran como «diez leopardos» y añade «iba yo luchando con fieras salvajes por tierra y mar, de día y noche» y «cuando se las trataba bondadosamente, se enfurecían mas».
Las numerosas paradas, dieron al santo oportunidad de confirmar en la fe a las iglesias cercanas a la costa de Asia Menor. Dondequiera que el barco atracaba, los cristianos enviaban sus obispos y presbíteros a saludarlo, y grandes multitudes se reunían para recibir la bendición de aquel mártir efectivo. Se designaron también delegaciones que lo escoltaron en el camino. En Esmirna tuvo la alegría de encontrar a su antiguo condiscípulo san Policarpo; allí se reunieron también el obispo Onésimo, quien iba a la cabeza de una delegación de Éfeso, el obispo Dámaso, con enviados de Magnesia, y el obispo Polibio de Tralles. Burrus, uno de los delegados, fue tan servicial con san Ignacio, que éste pidió a los efesios que le permitieran acompañarlo. Desde Esmirna, el santo escribió cuatro cartas.
La carta a los efesios comienza con un cálido elogio de esa iglesia. Los exhorta a permanecer en armonía con su obispo y con todo su clero, a que se reúnan con frecuencia para rezar públicamente, a ser mansos y humildes, a sufrir las injurias, sin murmurar. Los alaba por su celo contra la herejía y les recuerda que sus obras más ordinarias serían espiritualizadas, en la medida que las hicieran por Jesucristo. Los llama compañeros de viaje en su camino a Dios y les dice que llevan a Dios en su pecho. En sus cartas a las iglesias de Magnesia y Tralles habla en términos análogos y los pone sobre aviso contra el docetismo, doctrina que negaba la realidad del cuerpo de Cristo y su vida humana. En la carta a Tralles Ignacio dice a aquella comunidad que se guarden de la herejía, «lo que harán si permanecen unidos a Dios, y también a Jesucristo y al obispo y a los mandatos de los apóstoles. El que está dentro del altar está limpio, pero el que está fuera de él, o sea, quien se separa del obispo, de los presbíteros y diáconos, no está limpio». La cuarta carta, dirigida a los cristianos de Roma, es una súplica para que no le impidan ganar la corona del martirio; pensaba que había peligro de que los influyentes trataran de obtener una mitigación de la condena. Su alarma no era infundada. A esas fechas, el cristianismo ya había conseguido adeptos en sitios elevados. Había hombres como Flavio Clemente, primo del emperador, y los Acilios Glabrión que tenían amigos poderosos en la administración. Luciano, satirista pagano (c. 165 d.C.), quien seguramente conoció estas cartas de Ignacio, da testimonio de lo anterior.
«Temo que vuestro amor me perjudique» escribe el obispo, «a vosotros os es fácil hacer lo que os agrada; pero a mí me será difícil llegar a Dios, si vosotros no os cruzáis de brazos. Nunca tendré oportunidad como ésta para llegar a mi Señor... Por tanto, el mayor favor que pueden hacerme es permitir que yo sea derramado como libación a Dios mientras el altar está preparado; para que formando un coro de amor, puedan dar gracias al Padre por Jesucristo porque Dios se ha dignado traerme a mí, obispo sirio, del Oriente al Occidente para que pase de este mundo y resucite de nuevo con Él... Sólo les suplico que rueguen a Dios que me dé gracia interna y externa, no sólo para decir esto, sino para desearlo, y para que no sólo me llame cristiano, sino para que lo sea efectivamente... Permitid que sirva de alimento a las bestias feroces para que por ellas pueda alcanzar a Dios. Soy trigo de Cristo y quiero ser molido por los dientes de las fieras para convertirme en pan sabroso a mi Señor Jesucristo. Animad a las bestias para que sean mi sepulcro, para que no dejen nada de mi cuerpo, para que cuando esté muerto, no sea gravoso a nadie... No os lo ordeno, como Pedro y Pablo: ellos eran apóstoles, yo soy un reo condenado; ellos eran hombres libres, yo soy un esclavo. Pero si sufro, me convertiré en liberto de Jesucristo y en Él resucitaré libre. Me gozo de que me tengan ya preparadas las bestias y deseo de todo corazón que me devoren luego; aún más, las azuzaré para que me devoren inmediatamente y por completo y no me sirvan a mí como a otros, a quienes no se atrevieron a atacar. Si no quieren atacarme, yo las obligaré. Os pido perdón. Sé lo que me conviene. Ahora comienzo a ser discípulo. Que ninguna cosa visible o invisible me impida llegar a Jesucristo. Que venga contra mí fuego, cruz, cuchilladas, desgarrones, fracturas y mutilaciones; que mi cuerpo se deshaga en pedazos y que todos los tormentos del demonio abrumen mi cuerpo, con tal de que llegue a gozar de mi Jesús. El príncipe de este mundo trata de arrebatarme y de pervertir mis anhelos de Dios. Que ninguno de vosotros le ayude. Poneos de mi lado y del lado de Dios. No llevéis en vuestros labios el nombre de Jesucristo y deseos mundanos en el corazón. Aun cuando yo mismo, ya entre vosotros os implorara vuestra ayuda, no me escuchéis, sino creed lo que os digo por carta. Os escribo lleno de vida, pero con anhelos de morir.»
Los guardias se apresuraron a salir de Esmirna para llegar a Roma antes de que terminaran los juegos, pues las víctimas ilustres y de venerable aspecto, eran la gran atracción en el anfiteatro. El mismo Ignacio, gustosísimo, secundó sus prisas. En seguida se embarcaron para Troade, donde se enteraron de que la paz se había restablecido en la Iglesia de Antioquía. En Troade Ignacio escribió tres cartas más. Una a los fieles de Filadelfia, alabando a su obispo, cuyo nombre calla, y rogándoles que eviten la herejía. «Usad una sola Eucaristía; porque la carne de Jesucristo Nuestro Señor es una y uno el cáliz para unirnos a todos en su sangre. Hay un altar, así como un obispo, junto con el cuerpo de presbíteros y diáconos, mis hermanos siervos, para que todo lo que hiciereis vosotros lo hagáis de acuerdo con Dios.» En la carta a los de Esmirna encontramos otro aviso contra los docetistas, que negaban que Cristo hubiera tomado una naturaleza humana real y que la Eucaristía fuera realmente su cuerpo. Les prohíbe todo trato con esos falsos maestros y sólo les permite orar por ellos. La última carta es a san Policarpo, y consiste principalmente en consejos, como conviene a una persona mucho más joven que el escritor. Lo exhorta a trabajar por Cristo, a reprimir las falsas enseñanzas, a cuidar de las viudas, a tener servicios religiosos con frecuencia, y les recuerda que la medida de sus trabajos será la de su premio. San Ignacio no tuvo tiempo de escribir a otras Iglesias, ni dijo a san Policarpo que lo hiciera en su nombre.
De Troade navegaron hasta Nápoles de Macedonia. Después fueron a Filipos y, habiendo cruzado la Macedonia y el Epiro a pie, se volvieron a embarcar en Epidamno (el actual Durazzo, en Albania). Hay que confesar que estos detalles se basan únicamente en las llamadas «actas» del martirio, y no podemos tener ninguna confianza en la descripción de la escena final. Se dice que al aproximarse el santo a Roma, los fieles salieron a recibirlo y se regocijaron al verlo, pero lamentaron el tener que perderlo tan pronto. Como él lo había previsto, deseaban tomar medidas para liberarlo, pero les rogó que no le impidieran llegar al Señor. Entonces, arrodillándose con sus hermanos, rogó por la Iglesia, por el fin de la persecución, y por la caridad y concordia entre los fieles. De acuerdo con la misma leyenda, llegó a Roma el 20 de diciembre, último día de los juegos públicos, y fue conducido ante el prefecto de la ciudad, a quien se le entregó la carta del emperador. Después de los trámites acostumbrados, se le llevó apresuradamente al anfiteatro flaviano. Ahí le soltaron dos fieros leones, que inmediatamente lo devoraron, y sólo dejaron los huesos más grandes. Así fue escuchada su oración.
Parece haber suficiente fundamento para creer que los fragmentos que se pudieron reunir de los restos del mártir, fueron llevados a Antioquía y sin duda, fueron venerados al principio de un modo que no llamara demasiado la atención «en un cementerio fuera de la puerta de Dafnis». Esto lo refiere san Jerónimo, escribiendo en el 392, y sabemos que él había visitado Antioquía. Por el antiguo martirologio sirio nos enteramos de que la fiesta del mártir se celebraba en esas regiones el 17 de octubre, y se puede suponer que el panegírico de san Ignacio, hecho por san Juan Crisóstomo, cuando éste era presbítero de Antioquía, fue pronunciado en ese día. San Juan hace resaltar el hecho de que el suelo de Roma había sido empapado con la sangre de la víctima, pero que Antioquía atesoraba para siempre sus reliquias. «Ustedes lo prestaron por una temporada», dijo al pueblo, «y lo recibieron con interés. Lo enviaron siendo obispo, y lo recobraron mártir. Lo despidieron con oraciones y lo trajeron a su tierra con laureles de victoria». Pero ya en tiempo del Crisóstomo la leyenda había comenzado a tejerse. El orador supone que Ignacio había sido nombrado por el mismo apóstol san Pedro para sucederlo en el obispado de Antioquía. No es de maravillar que en fechas posteriores se fabricara toda una correspondencia, incluso ciertas cartas entre el mártir y la Santísima Virgen, cuando vivía en la tierra, después de la ascensión de su Hijo. Tal vez el relato más candoroso de todas estas fábulas medievales es la historia que identifica a Ignacio con el niño a quien Nuestro Señor tomó en sus brazos y que le sirvió para dar una lección sobre la humildad (Marcos 9,36).
Hay un marcado contraste entre la oscuridad que rodea casi todos los detalles de la carrera de este gran mártir y la certeza con que los eruditos actuales afirman la autenticidad de las siete cartas a que nos hemos referido antes, como escritas por él, camino de Roma. No es este lugar para discutir las tres ediciones críticas de estas cartas, conocidas como la «Más Larga», la «Curetoniana» y la «Vossiana». Una controversia secular ha dado por resultado una abundante literatura, pero en la actualidad la disputa está prácticamente terminada. En todo caso, puede decirse que, con rarísimas excepciones, la actual generación de estudiantes de patrística está de acuerdo en admitir la autenticidad de la «Curetoniana», que fue la primera identificada por el arzobispo Ussher en 1644, y cuyo texto griego fue impreso por Isaac Voss y por Dom Ruinart, un poco más tarde. No hay temor de exagerar la importancia que el testimonio de estas cartas aporta sobre las creencias y la organización interna de la iglesia cristiana, años después de la ascensión de Nuestro Señor. San Ignacio de Antioquía es el primer escritor, que, fuera del Nuevo Testamento, subraya el nacimiento virginal. A los de Éfeso, por ejemplo, les escribe, «y al príncipe de este mundo se le ocultó la virginidad de María y su parto y también la muerte del Señor». Se supone claramente conocido el misterio de la Trinidad, y se percibe un marcado enfoque cristológico, cuando leemos en la misma carta (c. 7), «hay un médico de carne y espíritu, engendrado y no engendrado, Dios en hombre, verdadera Vida en muerte, hijo de María e hijo de Dios, primero pasible y después impasible, Jesucristo Nuestro Señor». No menos notables son las frases usadas respecto a la Sagrada Eucaristía. Es «la carne de Cristo», «el don de Dios», «la medicina de inmortalidad», e Ignacio denuncia a los herejes «que no confiesan que la Eucaristía es la carne de Jesucristo nuestro Salvador, carne que sufrió por nuestros pecados y que en su amorosa bondad el Padre resucitó». Finalmente, en la carta a los de Esmirna, por vez primera en la literatura cristiana encontramos mencionada a «la Iglesia Católica». «Que doquier aparezca el obispo, allí esté el pueblo; lo mismo que donde quiera que Jesucristo está también está la Iglesia Católica». El santo habla severamente de las especulaciones heréticas -en particular las de los docetistas- que ya en su tiempo amenazaban con dañar la integridad de la fe cristiana. Ciertamente puede decirse que la nota clave de toda su instrucción fue la de insistir sobre la unidad de creencia y de espíritu entre los que pretendían seguir a Nuestro Señor. Pero a pesar de su temor a la herejía, recalcaba la necesidad de ser indulgentes con los que estaban en el error e insiste en la tolerancia y en el amor a la cruz. La exhortación a los efesios proporciona una lección a todos aquellos, para quienes su religión no es un título vacío: «Rueguen incesantemente por el resto de los hombres, porque hay en ellos esperanza de arrepentimiento, para que lleguen a Dios. Por lo tanto, instrúyanlos con el ejemplo de sus obras. Cuando ellos estallen en ira, ustedes sean mansos; cuando se vanaglorien al hablar, sean ustedes humildes; cuando les injurien a ustedes, oren por ellos; si ellos están en el error, ustedes sean constantes en la fe; a vista de su furia, sean ustedes apacibles. No ansíen el desquite. Que nuestra indulgencia les muestre que somos sus hermanos. Procuremos ser imitadores del Señor, esforzándonos para ver quién puede sufrir peores injusticias, quién puede aguantar que lo defrauden, que lo rebajen a la nada; que no se encuentre en ustedes cizaña del diablo. Sino con toda pureza y sobriedad vivan en Cristo Jesús en carne y en espíritu».
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Santo Evangelio según San Lucas 11, 42-46. Miércoles XXVIII de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, primero te doy las gracias por todo lo que me concedes y te pido que aumentes mi fe, mi esperanza y mi caridad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy en día, como católicos, debemos de estar completamente convencidos de nuestra fe para poder actuar de la mejor manera posible. El testimonio es lo más importante, pues podemos mover masas enteras con solo nuestro testimonio de vida coherente.
La convicción viene de un encuentro íntimo con Dios, y desde ese momento comienza nuestra conversión, que es de cada día, y en el que el convencimiento se renueva y se acrecienta también.
Un católico convencido de su fe es un testimonio muy fuerte para convencer a los demás viviendo solamente como lo que en verdad es. Irradia lo que tiene en el interior, irradia a Dios. Transmite paz, amor, alegría, etc.
Para no caer en el error de los fariseos y juristas, debemos de estar verdaderamente convencidos de nuestra fe, y así poder vivir como Dios quiere que vivamos.
Jesús de hecho quiere sacudir a los escribas y los fariseos del error en el que han caído, ¿y cuál es este error? El de alterar la voluntad de Dios, descuidando sus mandamientos para cumplir las tradiciones humanas. La reacción de Jesús es severa porque es mucho lo que hay en juego: se trata de la verdad de la relación entre el hombre y Dios, de la autenticidad de la vida religiosa. El hipócrita es un mentiroso, no es auténtico.
También hoy el Señor nos invita a huir del peligro de dar más importancia a la forma que a la sustancia.
Nos llama a reconocer, siempre de nuevo, eso que es el verdadero centro de la experiencia de fe, es decir el amor de Dios y el amor del prójimo, purificándola de la hipocresía del legalismo y del ritualismo.
(Homilía de S.S. Francisco, 2 de septiembre de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal.
El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar un tiempo para estar con Jesús Eucaristía para recordar todo su amor por mí y pedirle perdón por las veces en que he rechazado su amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
¿Preceptos o personas?
El Papa invita a los cristianos a no bajar la guardia frente a los fariseos de hoy
El Papa Francisco llamó a los cristianos a permanecer atentos frente a los fariseos de hoy,laicos, sacerdotes u obispos, más preocupados por los preceptos que por las personas.
El Papa señaló que aquellos doctores de la Ley, escribas, saduceos y fariseos, que seguían a Jesús para ver si conseguían atraparlo en un error que cometiera, “eran un verdadero ejemplo de formalidad. Pero les faltaba vida”.
“Estaban, por decirlo de un modo, ‘almidonados’. Eran rígidos. Y Jesús conocía sus almas. Esto nos escandaliza porque ellos se escandalizaban de las cosas que hacía Jesús cuando perdonaba los pecados, cuando curaba en sábado. Se rasgaban los vestidos y decía: ‘¡Oh, qué escándalo! Ese no es de Dios porque hace eso’”.
Francisco señaló que a esas personas “no les importaba la gente, sólo les importaba la Ley, los preceptos”.
Durante una discusión con uno de esos fariseos, Jesús recibe la invitación a comer en su casa. Como narra el Evangelio del día, el fariseo “quedó admirado” al ver que Jesús omitía las abluciones prescritas por la Ley judía para antes de comer.
La respuesta de Jesús fue demoledora: “Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad”.
“No son palabras bonitas, ¿verdad?”, destacó el Papa. “Jesús hablaba claro, no era hipócrita. Hablaba claro y dice: ‘¿Por qué miráis al exterior? Mirad lo que hay dentro’”.
En otra ocasión “dice a los fariseos: ‘Sois sepulcros blanqueados?’. Un buen cumplido, ¿no?”, señaló Francisco con ironía. “Por fuera, todo bonito, todo perfecto. Pero por dentro hay plenitud de podredumbre, de codicia, de maldad”.
“Jesús distingue la apariencia de la realidad interna”, afirmó el Pontífice. En cambio, “aquellas otras personas eran los ‘doctores de las apariencias’: siempre perfectos. Pero, ¿dentro qué tienen?”.
Este fragmento del Evangelio sirvió al Papa para advertir a los cristianos de hoy que estén “atentos ante los rígidos. Estad atentos frente a los cristianos, ya sean laicos, sacerdotes u obispos, que se presenten como ‘perfectos’, rígidos. Estad atentos porque el Espíritu de Dios no está en ellos. Les falta el espíritu de libertad”. Por último, también invitó también a “permanecer atentos con nosotros mismos”.
EL PAPA CRITICA EL INSULTO Y EL DESPRECIO, "UNA FORMA DE ACABAR CON LA DIGNIDAD DE LA PERSONA"
"No amar es el primer paso para matar; y no matar, el primero para amar"
¿Somos los guardianes de nuestros hermanos? ¡Sí, lo somos! ¡Somos custodios los unos de los otros!"
Jesús Bastante, 17 de octubre de 2018 a las 10:23
El Papa critica el insulto y el desprecio, "una forma de acabar con la dignidad de la persona"Osservatore Romano
Si matar significa destruir, suprimir, eliminar a alguien, entonces no matar significará curar, valorar, incluir. Y perdonar"
(Jesús Bastante).- "No amar es el primer paso para matar; y no matar, el primero para amar". El Papa Francisco volvió a abordar el tema de la dignidad de toda vida, y del respeto a los demás, durante una multitudinaria audiencia en la plaza de San Pedro. Andaba Bergoglio resfriado, pero ello no impidió que clamara por la reconciliación "con aquellos que tengamos problemas", y que recordara que, lamentablemente, "estamos habituados a insultar, como a respirar".
"Jesús nos dice que el insulto hace mal, mata, desprecia. Esto es una forma de acabar con la dignidad de la persona", criticó Bergoglio, quien pidió a los asistentes: "No insulteis a ninguno. Sería un buen propósito. Jesús dice que si tú desprecias, si tú insultas, si tú odias... esto es homicidio".
"Pensemos en la importancia del insulto, del desprecio, del odio... Jesús lo coloca en la misma línea del homicidio", señaló el Papa, quien repitió que "nadie puede despreciar la vida de los demás o la suya propia". "El insulto y el desprecio también pueden matar".
Y es que "no amar es el primer paso para matar". Por eso, "Jesús nos invita a interrumpir la ofrenda del sacrificio en el templo si recordamos que un hermano está ofendido contra nosotros", para buscarlo y reconciliarnos con él. "Ofender la inocencia de un niño es suficiente como una oración inapropiada. Un gesto de frialdad es suficiente para lastimar a una mujer. Romper el corazón de una persona joven es suficiente para negarle la confianza. Para aniquilar a un hombre, simplemente ignóralo. La indiferencia mata".
Francisco puso el ejemplo de Caín, cuando el Señor le pregunta dónde está Abel. "Soy el guardián d emi hermano?", respondió el primer asesino de la historia. Ante esto, el Papa clamó: "¿Somos los guardianes de nuestros hermanos? ¡Sí, lo somos! ¡Somos custodios los unos de los otros!".
"No podemos prescindir del amor que perdona, que recibe incluso a quienes nos han hecho daño", insistió el Papa, que añadió que "ninguno de nosotros puede sobrevivir sin piedad, todos necesitamos el perdón".
Entonces, "si matar significa destruir, suprimir, eliminar a alguien, entonces no matar significará curar, valorar, incluir. Y perdonar", porque "nadie puede engañarse a sí mismo pensando: "Estoy bien porque no hago nada malo"".
"'No matar' es un llamada al amor y la misericordia, es una llamada a vivir de acuerdo con el Señor Jesús, quien dio su vida por nosotros y se levantó por nosotros", subrayó Francisco, quien concluyó sus palabras subrayando que "la palabra 'No matar' es el recurso más importante y esencial. 'No matar' significa una llamada al amor".
En su saludo en polaco, Francisco recordó que ayer se cumplieron 40 años de la elección de Juan Pablo II. "Un aplauso para San Juan Pablo II", pidió. "'No tengamos miedo', nos dijo. Que ese llamamiento nos anime a seguir fielmente a Cristo y a verle en todo hombre especialmente a los más pobres", señaló el Papa.
Saludo en castellano:
Continuamos hoy la catequesis sobre el quinto mandamiento del decálogo: «No matarás». Hemos visto cómo a los ojos de Dios toda vida es valiosa, sagrada e inviolable, porque somos su imagen y objeto de su amor infinito.
En el Evangelio que hemos oído, Jesús revela un sentido aún más profundo de este
mandamiento: la ira, el insulto y el desprecio contra los demás son también una forma de homicidio. Por eso, indica que si al presentar nuestra ofrenda nos recordamos de haber ofendido a alguien, debemos ir antes a reconciliarnos con esa persona.
¿Qué quiere decirnos Jesús con esto? Que lo importante es el respeto a toda la persona, no sólo a su dimensión física sino también a la espiritual, porque la indiferencia también mata. No amar es el primer paso para matar; y no matar, el primero para amar.
La vida humana tiene necesidad de amor auténtico, un amor como el de Jesucristo, lleno de misericordia, que perdona y acoge sin condiciones. No podemos sobrevivir sin misericordia, todos tenemos necesidad del perdón. Por eso, si matar significa destruir, suprimir o eliminar a alguien, no matar es, en cambio, cuidar, valorizar, incluir y perdonar a los demás.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica. Que el Señor Jesús, Autor de la vida, nos conceda comprender que el mandamiento «no matarás» es, ante todo, una llamada al amor y a la misericordia, una invitación a vivir como Él, que por nosotros murió y resucitó. Santa María, Madre de la Misericordia, nos ampare e interceda por nosotros. Muchas gracias.