Ser servidor

LA MADRE AGUEDA. MI MADRINA de Ordenación Sacerdotal en Huaraz.

"EL OBISPO ES ‘ADMINISTRADOR DE DIOS', NO DE BIENES, DE PODER, DE LAS CORDADAS, NO: DE DIOS"
El Papa reitera : "El obispo es un servidor y no un príncipe"
"Cuando se investiga para la elección de los obispos, ¿sería bueno hacer estas preguntas al principio?"

José Manuel Vidal, 12 de noviembre de 2018 a las 12:58

Solideo de un obispo

El obispo no debe ser arrogante, ni soberbio, ni enojado ni adicto al vino - uno de los vicios más comunes en la época de Pablo - ni tampoco un hombre de negocios apegado al dinero

(Vatican News).- Humilde, templado y no príncipe. Así es como el Papa Francisco describe como debe ser el perfil de un obispo, al comentar la Carta de San Pablo Apóstol a Tito en su homilía en la Casa Santa Marta de hoy.

Es la Carta del Apóstol San Pablo a Tito la que ha dirigido la reflexión del Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina en Casa Santa Marta y en la que el Papa ha diseñado con mínimo detalle un boceto de la figura del obispo; una definición de los criterios para poner orden en la Iglesia.

La Iglesia no nació completamente ordenada

Fervor y desorden son las dos palabras que el Papa usa para contar cómo nació la Iglesia, recordando incluso las "cosas admirables" realizadas. "Siempre hay confusión - afirma - la fuerza del Espíritu, desorden y no debemos asustarnos" porque "es un buen signo".

"Nunca la Iglesia ha nacido completamente ordenada, todo en orden, sin problemas, sin confusión, nunca. Siempre ha nacido así. Y esa confusión, ese desorden, debe ser arreglado. Es verdad, porque las cosas deben ponerse en orden; pensemos, por ejemplo, al primer Concilio de Jerusalén: había una lucha entre los judaizantes y los no judaizantes ... Pensemos bien: hacen el Concilio y arreglan las cosas".

Obispo, administrador de Dios y no de bienes

Por eso - subraya el Papa - Pablo deja a Tito en Creta para poner orden, recordándole que "lo primero es la fe". Al mismo tiempo, da los criterios y las instrucciones sobre la figura del obispo "como administrador de Dios".

"La definición que da del obispo es ‘administrador de Dios', no de bienes, de poder, de las cordadas, no: de Dios. Siempre tiene que corregirse a sí mismo y preguntarse: ‘¿Yo soy un administrador de Dios o soy un hombre de negocios?'. El obispo es administrador de Dios. Debe ser irreprensible: esta palabra es la misma que Dios le ha pedido a Abraham: ‘Camina en mi presencia y sé irreprensible'. Es una palabra fundadora, de un líder".

El perfil para la elección del obispo

Francisco también recuerda como no debe ser un obispo. En la definición, explica que el obispo no debe ser arrogante, ni soberbio, ni enojado ni adicto al vino - uno de los vicios más comunes en la época de Pablo - ni tampoco un hombre de negocios apegado al dinero.

Sería "una calamidad para la Iglesia - dice - un obispo como ese", incluso si solo tuviera uno de estos defectos. Por el contrario, el Papa señala que debe ser capaz de "dar hospitalidad", debe ser "amante del bien", "sensible, justo, santo, amo de sí mismo, fiel a la Palabra digna de fe que le ha sido enseñada": estas son las peculiaridades del servidor de Dios.

"Así es el obispo. Este es el perfil del obispo. Y cuando se investiga para la elección de los obispos, ¿sería bueno hacer estas preguntas al principio? Para saber si se puede ir adelante con otras investigaciones. Pero sobre todo, vemos que el obispo debe ser humilde, manso, siervo, no príncipe. Esta es la Palabra de Dios. "Ah, sí, padre, esto es cierto, esto después del Concilio Vaticano II debe hacerse ..." - "¡No, después de Pablo!". No es una novedad postconciliar esta. Esto es desde el principio, cuando la Iglesia se dio cuenta de que tenía que poner orden con tales obispos".

"En la Iglesia - concluye el Papa - no se puede poner orden sin esta actitud de los obispos". Lo que cuenta ante Dios no es ser simpáticos, predicar bien, sino la humildad y el servicio. Recordando la memoria de San Josafat, obispo y mártir, Francisco pide rezar por los obispos para que "sean así, seamos así, como Pablo nos pide ser".

San Estanislao de Kostka

Celebrado El 13 de noviembre

San Estanislao de Kostka, religioso

En Roma, san Estanislao de Kostka, el cual, polaco de origen, deseoso de entrar en la Orden de la Compañía de Jesús, escapó de la casa paterna y se dirigió a pie a Roma, donde, admitido en el noviciado por san Francisco de Borja, murió en fama de santidad, alcanzada en breve tiempo, realizando los más humildes servicios.

Nació en el castillo de Rostkow el 28 de octubre de 1550. Su padre era senador de Polonia y lord de Zakroczym, y su madre estaba emparentada con la nobleza. Tenía tres hermanos y dos hermanas. Pablo, el primogénito, era diametralmente opuesto a Estanislao. Éste disciplinado, sensible, amante de la oración y de las prácticas de piedad, con una gran inocencia evangélica que impulsaba a quienes estaban a su alrededor a respetar sus creencias. Y Pablo entregado a las diversiones mundanas. Tenían el privilegio de formar parte de una familia que por su manera de vivir la fe católica se había convertido en un punto de referencia importante para todos. En su hogar solo vieron piedad, modestia, honestidad y otros valores que adoptados por ellos debían ser motivo de descanso para el personal de servicio y para cualquier persona de su entorno. Sin embargo, como suele suceder con los hermanos, aunque recibieron la misma educación, cada uno la procesó de forma distinta.

Los dos recibieron clase en su propia casa siendo su tutor Juan Bilinsky. Pero una vez cubierta la primera etapa de su enseñanza, los padres juzgaron conveniente enviarlos a Viena. Tenían noticia del prestigioso centro regido por los jesuitas, y sabían que custodiados por ellos, su fe no correría peligro; al contrario. Estanislao tenía entonces 14 años. Era alegre, noble, austero, buen estudiante, muy estimado por todos. Pero apenas pudieron permanecer allí un año, ya que en 1565 el colegio fue clausurado por el emperador Maximiliano II. Así que ambos hermanos se alojaron en el domicilio de una luterana, junto a Bilinsky y otros jóvenes polacos. Pablo emprendió su particular ataque contra Estanislao, mofándose de su forma de vida marcada por la oración, ayuno, mortificación, disciplinas, y comunión, siempre que era posible. Bilinsky tampoco veía con buenos ojos al joven santo, y las hostilidades comenzaron a cebarse en él. Le hacían creer que era una presunción estimar la santidad como el ideal más elevado, y le recordaban su alta procedencia al objeto de tentarle en su modestia. Le aconsejaban vestir conforme a su rango y a obedecer a Bilinsky. Ignoraban que la vida le apremiaba misteriosamente. Pablo llegó a maltratarle, pero no logró llevarle a su territorio.

En diciembre de ese año 1565 el santo enfermó de gravedad, y la luterana se negó a acoger en su domicilio a un sacerdote para que le diese la comunión y el viático. Estanislao apeló a santa Bárbara creyendo que por su mediación se otorgaba el don de no morir sin recibir los sacramentos, y se le apareció rodeada de dos ángeles, uno de los cuales le dio la Sagrada Comunión. En medio de esta gracia sobrenatural vio también a la Virgen Inmaculada y al Niño que depositó en sus manos; se curó instantáneamente. Ella le advirtió que no había llegado su hora y que debía ingresar en la Compañía de Jesús. Y eso hizo. Pero dada su edad, precisaba el consentimiento paterno. Su progenitor se lo negó con rotundidad. Luego fracasó su intento de ingresar en Viena ya que el provincial no le admitió temeroso de las represalias que aquél podía tomar. Entonces, íntimamente una voz hizo ver al joven que debía acudir a Alemania y exponer su deseo a san Pedro Canisio. Salió vestido de peregrino, y de ese modo se desembarazó de su hermano y de Bilinsky en medio de situaciones de peligro, ya que cuando se dieron cuenta de su fuga, Pablo le siguió.

Hizo el camino a pie hasta Dilinga donde el P. Canisio le acogió, le encomendó varias misiones, la mayoría muy humildes, que desempeñó con fidelidad, alegría y obediencia. Después de probar su vocación, fue destinado a Roma donde llegó a pie recorriendo los Alpes y los Apeninos. Le recibió san Francisco de Borja. Allí le persiguió la ira de su padre que le envió una terrible y amenazadora carta. Le reprendía de forma implacable por haber tomado una «sotana despreciable y haber abrazado una profesión indigna de su alcurnia». Estanislao respondió, con respeto y firmeza, rogándole que le diese permiso para llevar adelante la vida que había escogido. Después, dejando en manos de Dios el grave problema familiar, se centró en su misión. Se propuso vivir la regla de principio a fin sin lesionarla lo más mínimo, con la gracia divina. Un día, el P. Manuel de Sá lo llevó a Santa María la Mayor y le preguntó que si amaba a la Virgen. «¿Y no la he de amar, si es mi Madre?». Por esa época, a sus 17 años, le veían entrar en éxtasis durante la misa y después de recibir la comunión. En los inicios de 1568 profesó. Ese mismo año la canícula romana le provocó súbitos y constantes desvanecimientos; fueron para él un aviso de su pronta muerte. Unos días previos a la festividad de la Asunción de María, comentó: «¡Qué día tan feliz debió ser para todos los santos aquél en que María entró en el cielo! Quizá ellos lo celebran con especial gozo, como lo hacemos nosotros en la tierra. Espero que estaré entre ellos en su próxima celebración».

Diez días más tarde, en la festividad de san Lorenzo, tuvo que guardar cama, y aunque no había elementos para pensar que pudiera morir, no hizo más que repetir que no volvería a levantarse. El día de la Asunción de 1568 vio a la Virgen rodeada de ángeles que le llamaba, y poco después falleció con suavidad, como si se hubiera quedado dormido. Tiempo atrás había dicho: «Yo nací para grandes cosas»; así era. Pasado un mes, llegó Pablo con indicaciones paternas expresas de llevárselo a casa, y se encontró con que había muerto. Impresionado, reconoció el mal que le hizo. Fue testigo en el proceso de beatificación, y a la edad de 60 años solicitó ingresar en la Compañía. Estanislao fue beatificado por Paulo V el 19 de octubre de 1605. Benedicto XIII lo canonizó el 31 de diciembre de 1726

De verdad somos pobres

Santo Evangelio según San Lucas 17, 7-10. Martes XXXII de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Permíteme escuchar tu voz, Señor, esa voz que llama a la santidad auténtica.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cada vez que leemos esto nos podemos sentir un poco incómodos; no pensamos que al terminar el camino en la tierra aún nos tocará trabajar en el cielo. De hecho, la expresión de los niños cada vez que decía esto era: "¿Qué?, pero si ya tengo mucho con hacer las tareas como para que aún no tenga tiempo para descansar…". Pero es interesante que la gente que encuentra un trabajo en el que se siente acogido, en el que hace lo que más le gusta, en el que la gente con la que convive suele ser amigable… piensa que ése es un sitio maravilloso.

De todos modos -decía un niño- "es mucho trabajo, uno se siente cansado, fatigado…" Claro, la percepción del niño es totalmente cierta, nos fatigamos y decimos "basta." Pero realmente en el cielo uno no se cansa, los santos son felices de seguir trabajando todo el tiempo por nosotros.

"¿Pero todo el tiempo? -pregunta otro niño que, para mi desgracia, estaba distraído- ¿qué no se cansan?" Sin embargo, esta pregunta me hizo reflexionar en ello. ¿Realmente no se cansan? Uno ve la piedad de la gente a tal o cual santo y, efectivamente, ellos trabajan intercediendo por nosotros; aunque algunas veces parece que no lo hacen. Es cuando vienen los antiguos Padres de la Iglesia que nos dicen: "son tres las razones por las que no alcanzamos gracia: no sabemos lo que nos conviene; no es el tiempo que conviene o no lo apreciaremos tanto como conviene". Es, pues, Dios quien da la gracia y el santo que intercede para alcanzarla; sólo seremos santos si sabemos llevar esa gracia a los demás.

El fundamento de nuestra esperanza descansa en la fe en el poder de nuestro Padre Celestial. Él, que nos convoca a la entrega generosa y a darlo todo, nos ofrece las fuerzas y la luz que necesitamos para salir adelante. En el corazón de este mundo sigue presente el Señor de la vida que nos ama tanto. Él no nos abandona, no nos deja solos, porque se ha unido definitivamente a nuestra tierra, y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos. Alabado sea.

(Discurso de S.S. Francisco, 6 de julio de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Empeñarme en el trabajo de este día, sabiendo que del mismo modo en que llevo gracias, me llegarán gracias.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Actitud ante los pobres

Se debe vivir misericordia con el que padece necesidad. El orden social se hace abierto y misericordioso.

"Decía también al que le había invitado: Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la invitación y te sirva de recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, llama a pobres, a tullidos, a cojos, y a ciegos; y serás bienaventurado porque no tienen para corresponderte; se te recompensará en la resurrección de los justos" (Lc). Muchas pobrezas son fruto de las mil desgracias de la vida, y aún en el caso de que sean culpables, se debe vivir misericordia con el que padece necesidad. El orden social se hace abierto y misericordioso, sin afectaciones.

"Cuando oyó esto uno de los comensales, le dijo: Bienaventurado el que coma el pan en el Reino de Dios". Pero Jesús le dijo: "Un hombre daba una gran cena, e invitó a muchos. Y envió a su criado a la hora de la cena para decir a los invitados: Venid, pues ya está todo preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado un campo y tengo necesidad de ir a verlo; te ruego que me des por excusado. Y otro dijo: Compré cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlas; te ruego que me des por excusado. Otro dijo: Acabo de casarme, y por eso no puedo ir. Regresó el criado y contó esto a su señor. Entonces, irritado el dueño de la casa, dijo a su criado: Sal ahora mismo a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a los pobres, a los tullidos, a los ciegos y a los cojos. Y el criado dijo: Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio. Entonces dijo el señor a su criado: Sal a los caminos y a los cercados y obliga a entrar, para que se llene mi casa. Os aseguro, pues, que ninguno de aquellos hombres invitados gustará de mi cena"(Lc). Este "oblígalos a entrar" muestra el deseo ardiente de Jesús para que todos puedan gozar de la dicha de la salvación, las bodas eternas con Dios en el cielo y en la tierra. La invitación a todos es clara una vez más, no caben excusas, por muy justificadas que parezcan.

Desafíos para la humanidad

El Papa Francisco pide un mundo libre de armas nucleares

El Papa Francisco pidió un mundo libre de armas nucleares para lo que pidió colaboración a los científicos para “convencer a los gobiernos de la inaceptabilidad ética de dicho armamento”.

En un discurso ante los participantes en la Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, celebrada este lunes 12 de noviembre en el Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre advirtió de “los daños irreparables que las armas nucleares causan a la humanidad y al planeta”.

Insistió en “la necesidad de un desarmen del cual parece que hoy no se habla más que en aquellas mesas en las cuales se toman las grandes decisiones”.

En su discurso, el Pontífice señaló que “el mundo de la ciencia, que en el pasado asumió posiciones de autonomía y de autosuficiencia, con actitudes de desconfianza en la confrontación de los valores espirituales y religiosos, hoy, en cambio, parece haber adquirido una mayor conciencia de la cada vez más compleja realidad del mundo y del ser humano”.

“Ha surgido una cierta inseguridad y un cierto tiempo ante la posible evolución de una ciencia y de una tecnología que, si se abandona sin control a sí misma, puede dar a espalda al bien de las personas y de los pueblos”.

Aseguró que “la ciencia y la tecnología influyen en la sociedad, pero también los pueblos, con sus valores y sus costumbres, influyen, a su vez en la ciencia. Con frecuencia, la dirección y el énfasis que se aplica a determinados desarrollos de la investigación científica están influidos por opiniones ampliamente compartidas, y por deseo de felicidad inscrito en la naturaleza humana”.

No obstante, “tenemos necesidad de una mayor atención a los valores y a los bienes fundamentales que se encuentran en la base de la relación entre los pueblos, sociedad y ciencia. Tal relación exige un replanteamiento dirigido a promover el progreso integral de todo ser humano y del bien común”.

Francisco subrayó que “diálogo abierto y atento discernimiento son indispensables, especialmente cuando la ciencia se vuelve más compleja y el horizonte que se abre hace emerger desafíos decisivos para el futuro de la humanidad. Hoy, de hecho, tanto la evolución social como los cambios científicos se producen de una forma cada vez más veloz”.

“Estos cambios interconectados entre ellos exigen un compromiso sabio y responsable por parte de la comunidad científica”, reclamó.

“La bella seguridad de la ‘torre de marfil’ de los primeros tiempos modernos, ha dejado el lugar, en muchos casos, a una saludable inquietud, para lo cual el científico de hoy se abre más fácilmente a los valores religiosos y contempla, más allá de las adquisiciones científicas, la riqueza del mundo espiritual de los pueblos, y la luz de la trascendencia divina”.

La comunidad científica es parte de la sociedad y no debe considerarse como separada e independiente. De hecho, está llamada a servir a la familia humana y a su desarrollo integral”, defendió Francisco.

¿Qué es la Verdad?

Pregunta insoslayable pues no se puede prescindir de la verdad, ni cancelarla, ni evitarla

“La verdad os hará libres”, se escuchó por ahí. “Una mentira mil veces repetida se convierte en verdad”, replicaron por allá. “La verdad es relativa”, concluyeron otros con indiferencia. Pero ¿Qué es la verdad?” –preguntó confundido el alumno. Pregunta acuciante por la cual se han derramado ríos de tinta a través de los siglos. Pregunta insoslayable pues no se puede prescindir de la verdad, ni cancelarla, ni evitarla. Quien la niega, como han notado tantos grandes filósofos, inevitablemente pone la cuestión otra vez. “No hay verdad, la verdad no existe” –vociferan sus detractores muy seguros de sí mismos, y luego, con menos seguridad, susurran mordiéndose la lengua: “Esta es la verdad”.

Sócrates seguramente habría replicado “¿Por qué tendría que ser ésta la verdad y no otra, más aún cuando ustedes dicen en primer lugar que ella no existe?” El viejo griego los habría desenmascarado, mostrando la incoherente dictadura de un pensamiento único que se impone disfrazado de tolerancia y relativismo. Los habría forzado al sano silencio, ese que se postra ante la aporía, a través de la cual nos abrimos paso a la contemplación del misterio. Y es que de este callejón sin salida uno no escapa con más argumentos, por más finos y rigurosos que sean.

En los estratos más profundos de la existencia para alcanzar la verdad definitiva se requiere otra vía: una salida que nos permita ir más allá de los confines del mundo lógico y sus insolubles paradojas. Porque la verdad a estos niveles tiene más de místico que de lógico. Sin embargo, cuando la razón calla, ¿qué podemos decir entonces?, ¿cómo podemos demostrar la verdad? Es que tal vez, y este es justamente el punto decisivo, a estos niveles la verdad no se demuestra: aquí la verdad -la verdadera verdad, la verdad auténtica, la Verdad con mayúsculas- se “muestra”. Esta Verdad no se infiere, se manifiesta; no se abstrae, se toca, se oye, y se contempla, y luego se anuncia y se testimonia. «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos, acerca del Verbo de vida, pues la vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó» (1 Jn1, 1-2). Castellani en un párrafo cargado de cultura, campechana sensatez e ironía exponía el asunto así:

«¿Qué es la Verdad?” -dijo Pilatos. -“Est vir qui adest”- es el varón que tienes delante, podía haber respondido Jesucristo, con las mismas letras de la pregunta “¿Quid est veritas?” En la Edad Media un autor anónimo compuso este ingenioso anagrama: ¿Quid est veritas? – Est vir qui adest.” En realidad, Pilatos no preguntó en latín, sino en griego vulgar, koiné, y Jesucristo no contestó nada. Al que pregunta: ¿Qué es la verdad? sin muchas ganas de conocerla, la Verdad no le contesta nada. En suma, si Jesucristo hubiese sido criollo (y en parte lo fue) y Pilatos hubiese merecido que Cristo le contestara (que no lo merecía, por cobarde), a la pregunta: “¿Qué es la Verdad?”, Jesucristo debía haber contestado: “No te hagás el que no la ves…” Éste es un chiste de Ignacio Pirovano. Así como a mí me cuelgan chistes malos que nunca he hecho, que a veces me dejan bastante mal, así yo uso los chistes buenos de mis amigos».

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