El reino de Dios está en medio de nosotros y dentro de nosotros

Alberto Magno, Santo

Memoria Litúrgica, 15 de noviembre

Obispo de Regensburgo, Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: San Alberto, llamado «Magno», obispo y doctor de la Iglesia, que ingresó en la Orden de Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino, uniendo maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona, desde la cual se esforzó asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, aunque al cabo de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores, y murió santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica († 1280)

Fecha de beatificación: 1622 por el Papa Gregorio XV
Fecha de canonización: 16 de diciembre de 1931 por el Papa Pío XI

Breve Biografía

Alberto nació en Lauingen, Baviera, a inicios del siglo XIII. A los 16 años se trasladó a Padua para cursar sus estudios universitarios. Fue allí donde conoció al superior general de los dominicos, el beato Jordán de Sajonia, que lo encauzó hacia la vida religiosa.

En el año 1229, vistió el hábito de los frailes predicadores y fue enviado a Colonia, en donde se encontraba la escuela más importante de la Orden. Enseñó en Hildesheim, Friburgo, Ratisbona, Estrasburgo, Colonia y París. Era tal la concurrencia de alumnos a sus clases, que se vio obligado a enseñar en la plaza pública, que todavía hoy lleva su nombre. Entre sus discípulos destaca Santo Tomás de Aquino, de quien san Alberto dijo: “Cuando el buey muja, sus mujidos se oirán en todo el orbe”. Con ellos, la escolástica alcanzó la plena madurez.

Elegido superior provincial de Alemania, abandonó la cátedra parisiense para estar constantemente presente entre las comunidades que se le habían confiado. Recorría a pie las regiones alemanas, mendigando alimento y hospedaje. Posteriormente fue nombrado obispo de Ratisbona y a pesar de su elevada dignidad, supo dar ejemplo de un total desapego de los bienes terrenos. “En sus cajones no había ningún centavo, ni una gota de vino en la botella, ni un puñado de trigo en su granero”.
Dirigió la diócesis durante dos años.

Posteriormente solicitó la renuncia a su alto cargo, y regresó a la vida común del convento y a la enseñanza en la universidad de Colonia. Para prepararse a la muerte, hizo construir su tumba ante la cual todos los días rezaba el Oficio de difuntos. Murió en Colonia el 15 de noviembre de 1280. Fue canonizado en 1931 y declarado patrono de los científicos. Mereció el título de “Magno” y de “Doctor Universal”.

La sencillez de la grandeza de Dios

Santo Evangelio según San Lucas 17, 20-25. Jueves XXXII de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame la gracia de descubrirte en mi corazón.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús siempre se ha caracterizado por su sencillez. Lo podemos ver en su nacimiento. Si bien se nos cuentan historias y, tal vez, hemos visto películas en donde aparecen luces que alumbraban desde el cielo el pesebre, con una canción de fondo que va subiendo en intensidad… Sabemos bien que es necesario hacerlo para remarcar la solemnidad del momento. Sin embargo, sabemos también que, muy probablemente, no fue así.

Más bien, fue un momento sencillo, sin luces en el cielo, sin canciones de fondo. Jesús se encarnó y lo hizo de la manera más sencilla. Aunque esta sencillez no anula la grandísima profundidad, al contrario, se complementan.

Este es tan sólo un ejemplo (y qué ejemplo) de cómo la sencillez ha acompañado siempre la vida de Jesús.

De la misma manera quiere anunciar la llegada de su Reino. Silenciosamente, no espectacularmente como nosotros podríamos esperar. Su Reino viene de la misma manera en la que Él llegó, sin luces, sin canciones de fondo. Su Reino llega de manera Real, pero sencilla. Su Reino llega de manera sencilla pero increíblemente profunda. Su Reino está ahí, dentro de cada hombre, dentro de cada corazón que desea amar y ama, que desea sufrir por los demás y sufre.

Su Reino está en aquellos que han conocido a Dios y viven de acuerdo con ello.

La salvación no se compra, simplemente se entra en el banquete: "Bienaventurado quien coma en el reino de Dios". Y esta es la salvación. Yo me pregunto: ¿qué sienten estos que no están dispuestos a ir al banquete? Se sienten seguros, se sienten con una seguridad, se sienten salvados a su modo fuera del banquete. Han perdido el sentido de la gratuidad, han perdido el sentido del amor y han perdido una cosa más grande y más hermosa aún y eso es muy feo: han perdido la capacidad de sentirse amados. Cuando tú pierdes -no digo la capacidad de amar, porque esa se recupera- la capacidad de sentirte amado, no hay esperanza: has perdido todo.

(Homilía de S.S. Francisco, 7 de noviembre de 2017)

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy intentaré descubrir el Reino de Dios que está en mí haciendo un acto de caridad a un conocido con el fin de acercarlo más a Dios.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

La grandeza de lo sencillo

El conocimiento debe ser puesto al servicio del prójimo

La grandeza del intelecto humano encuentra su culmen no en la expresión glamorosa del pensamiento, sino en la claridad y sencillez de la exposición del mismo, las palabras logran su real sentido cuando encuentran el receptor no sólo comprensión sino también aceptación.

Para muchos intelectuales y líderes de opinión demostrar un uso casi inentendible del lenguaje es signo de conocimiento y prestigio, enterrando ideas bajo un sinfín de palabras cuya única utilidad es la de enaltecer el orgullo y la soberbia del autor.

Existe cierta responsabilidad para aquél que posee lucidez y claridad sobre hechos y situaciones que por su complejidad necesitan ser explicadas, éstos dones no deben ser utilizados para una vanagloria inútil y egoísta, por el contrario, deben ser puestos al servicio del prójimo y de la sociedad, el conocimiento no es poder,el conocimiento es SERVICIO.

El reconocer y comprender los signos de los tiempos es un don de DIOS, poner claridad donde la oscuridad ha hecho trinchera requiere sencillez y humildad, la palabra entreverada de soberbia termina oscureciendo aún más lo que supuestamente se quiere iluminar, al ser el conocimiento un don divino sólo puede alcanzar su culmen cuando la humildad destierre la soberbia.

Iluminar el pensamiento humano también debe ir en concordancia con la defensa de los más vulnerables, de aquellos que no tienen voz y por ende son excluidos, estar en una posición de privilegio frente a la opinión pública no debe ser confundida con una fama efímera y pasajera, la palestra debe convertirse en voz profética donde los sin voz encuentran representados sus anhelos.

El tratar de llenar de metáforas incomprensibles el conocimiento alejan la verdad y el entendimiento del destinatario, por ello es responsabilidad del poseedor de la palabra tender puentes en medio de la sociedad, compartiendo saberes y denunciando injusticias.

Una idea clara, enriquecida en sencillez e iluminada a la luz del EVANGELIO tiende a trascender en el tiempo, cumpliendo su misión de iluminar el conocimiento y guiar el entendimiento humano.

El conocimiento no es poder, el conocimiento es SERVICIO y en base a éste logra alcanzar su objetivo primario, ser luz en medio de la oscuridad y ser voz de los excluidos.

¿Qué es la verdad?

Papa Francisco: La revelación maravillosa de Dios.

El Papa Francisco dedicó la catequesis de la Audiencia General de este miércoles 14 de noviembre, celebrada en la Plaza de San Pedro del Vaticano, al Octavo Mandamiento del Decálogo: “No dirás falso testimonio ni mentirás”.

“Este mandamiento”, aseguró el Santo Padre, “prohíbe falsear la verdad en las relaciones con los demás”. En su catequesis, Francisco afirmó que “vivir de comunicaciones que no son auténticas es grave, porque impide las relaciones y, por lo tanto, el amor. Donde hay mentira no hay amor. No puede haber amor”.

El Pontífice subrayó que “la verdad es la revelación maravillosa de Dios, de su rostro de Padre, y de su amor sin límites. Esta verdad corresponde a la razón humana, pero la supera infinitamente porque es un don derramado sobre la tierra y encarnado en Cristo crucificado y resucitado”.

No decir falso testimonio significa vivir como hijos de Dios, dejando emerger siempre que Dios es Padre y que nos podemos fiar de Él. Yo me fío de Dios. Nuestra confianza con Dios, y de esta confianza con Dios que es Padre y me ama, te ama, nace mi verdad, el ser sincero y no mentiroso”.

Explicó que “cuando hablamos de comunicaciones entre las personas no sólo entendemos las palabras, sino también los gestos, las actitudes, incluso los silencios y las ausencias. Una persona habla con todo lo que es y lo que hace. Todos nosotros vivimos comunicando y estamos continuamente en equilibrio entre la verdad y la mentira”.

Ahora bien, “¿qué significa decir la verdad?”, planteó Francisco. “¿Qué significa ser sincero? ¿Tal vez exacto? En realidad, eso no basta, porque se puede estar de forma sincera en el error, o quizás se puede ser preciso en el detalle, pero no captar el significado del conjunto”.

“En ocasiones nos justificamos diciendo: ‘He dicho aquello que sentía’. Sí, pero has absolutizado tu punto de vista. O también: ‘Tan solo he dicho la verdad’. Quizás sí, pero has revelado hechos personales o reservados. ¡Cuántos rumores destruyen la comunión por inoportunidad o por falta de delicadeza!”.

Por lo tanto, “¿Qué es la verdad?”. El Pontífice destacó que “esta es la pregunta que hizo Pilato delante de Jesús”. “La verdad encuentra su realización plena en la persona misma de Jesús, en su modo de vivir y de morir, fruto de su relación con el Padre”.

“Preguntémonos qué verdad atestiguan las obras de los cristianos, nuestras palabras, nuestras elecciones. Los cristianos no son hombres y mujeres excepcionales. Son hijos del Padre celeste, el cual es bueno y no decepciona, y mete en los corazones de sus hijos el amor por los hermanos”, concluyó.

La pareja ideal

Recuerda que el amor real es aquel que se da entre dos personas reales, y por lo tanto imperfectas.

La mayoría de los hombres y mujeres expresan su deseo de encontrar al hombre o mujer ideal para compartir su vida en pareja. Hacen una lista de requisitos y cualidades que debe cubrir el otro, pero ¿realmente existe la pareja ideal?

Para tener a la pareja ideal es necesario dejar de buscar los atributos fantásticos que les dan a hombres y mujeres en los cuentos de hadas. Si buscas ese hombre perfecto, dulce, atento, romántico y con buena posición económica que salvará tu situación actual, o la mujer inteligente, guapa y atenta que te hará feliz para siempre, no lo encontrarás.

El hombre o la mujer ideal como prototipo no existen; existe un hombre o una mujer ideal para cada persona en particular, y me refiero a “ideal” no a ese estereotipo inalcanzable, sino a la persona que a pesar de sus defectos y errores cuenta con los valores y virtudes afines con los tuyos y que caminará a tu lado para construir una familia sólida y estable.

Sabemos que las relaciones amorosas no son fáciles y el éxito de estas dependerá en gran medida de las expectativas que nos formemos de ellas. En Red Familia te invitamos a que dejes a un lado los estereotipos de pareja y tomes en cuenta que el hombre o la mujer ideal es aquella que:

    Comparte ideales contigo.
    Tiene una educación similar a la tuya en cuanto a religión, valores y expectativas.
    Es capaz de luchar e involucrarse en todo lo referente a su familia.
    Se respeta y te respeta, porque esa es la base del amor.

Recuerda que el amor real es aquel que se da entre dos personas reales, y por lo tanto imperfectas. Platica con tu familia y eviten idealizar las relaciones de pareja. El verdadero amor está en el matrimonio de los abuelos, de los tíos o de tus padres que a pesar de las diferencias han permanecido unidos. Porque en la comunicación familiar y el amor comprometido y complementario, está la solución.

¿Qué hacer con imágenes religiosas quebradas o rotas?

Un desastre natural o un accidente doméstico puede dejarnos con un objeto religioso roto o deteriorado ¿Qué hacemos con él?

En muchos templos y santuarios se crea una seria dificultad con las imágenes de yeso, en mal estado, que los peregrinos dejan por diversos lugares.

Eso habla de un respeto por lo que la imagen representa y por lo sagrado que la imagen recuerda. Es como las fotos antiguas de los padres, las madres, los abuelos, los hijos ya fallecidos. Se guardan con respeto y cariño aunque estén dañadas o borrosas.

El paso del tiempo, los temblores y otras causas hacen que en nuestras casas se nos destruyan las imágenes del Señor, de la Virgen y de los santos. Actualmente el yeso no es trabajado con materiales que lo refuercen (alambres, estopa, etc.), por lo tanto, al menor golpe tenemos en casa una imagen destrozada.

Pareciera que lo primero que surge en la mente es llevarlas a un templo. Sin embargo, en los templos hay que eliminarlas con respeto y cuidado. Es tarea a veces complicada, por la cantidad de yeso que se acumula.

Tampoco es bueno llevarla a los cementerios.

La Iglesia nos enseña:

“La veneración de las imágenes, sean pinturas, esculturas, bajorrelieves u otras representaciones, además de ser un hecho litúrgico significativo, constituyen un elemento relevante de la piedad popular: los fieles rezan ante ellas, tanto en las iglesias como en sus hogares. Las adornan con flores, luces, piedras preciosas; las saludan con formas diversas de religiosa veneración; las llevan en procesión; cuelgan de ellas exvotos como signo de agradecimiento; las ponen en nichos y templetes en el campo o en las calles”.

”Sin embargo, la veneración de las imágenes si no se apoya en una concepción teológica adecuada, puede dar lugar a desviaciones. Es necesario, por tanto, que se explique a los fieles la doctrina de la Iglesia, sancionada en los concilios ecuménicos y en el Catecismo de la Iglesia Católica, sobre el culto a las imágenes sagradas”.(Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, principios y orientaciones. Ciudad del Vaticano, 2002).

Es conveniente que desterremos de nosotros la idea, muy generalizada, de que una imagen dañada es algo mágico, que tenerla en casa trae mala suerte, que es malo tenerlas. No es malo ni ueno.

“Es necesario, sobre todo, que los fieles adviertan que el culto cristiano de las imágenes es algo que dice relación a otra realidad. La imagen no se venera por ella misma, sino por lo que representa. Por eso a las imágenes se les debe tributar el honor y la veneración debida, no porque se crea que en ellas hay cierta divinidad o poder que justifique este culto o porque se deba pedir alguna cosa a estas imágenes o poner en ellas la confianza, como hacían antiguamente los paganos, que ponían su esperanza en los ídolos, sino porque el honor que se les tributa se refiere a las personas que representan”. (Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, principios y orientaciones. Ciudad del Vaticano, 2002).

Así como nos enseña la doctrina de la Iglesia Católica, nos vamos acercando a la forma cómo debemos actuar con una imagen destruida. Nunca con miedo, nunca pensando o actuando como si nos fuera a pasar algo malo. Nada de eso. La imagen se destruyó, se rompió y nada nos va a pasar, fuera de la pena que a veces sentimos porque era imagen que teníamos desde niños.

¿Qué son las imágenes sagradas?

Según la enseñanza de la Iglesia, las imágenes sagradas son:

- Traducción iconográfica del mensaje evangélico, en el que la imagen y palabra revelada se iluminan mutuamente; la tradición eclesial exige que las imágenes estén de acuerdo con la letra del mensaje evangélico.

- Signos santos, que como todos los signos litúrgicos, tienen a Cristo como último referente; las imágenes de los Santos, de hecho, representan a Cristo, que es glorificado en ellos.

- Memoria de los hermanos Santos que continúan participando en la historia de la salvación del mundo y a los que estamos unidos sobretodo en la celebración sacramental.

- Ayuda en la oración: la contemplación de las imágenes sagradas facilita la súplica y mueve a dar gloria a Dios por los prodigios de gracia realizados en sus Santos.

- Estímulo para su imitación, porque cuanto más frecuentemente se detienen los ojos en estas imágenes, tanto más se aviva y crece en quien lo contempla, el recuerdo y el deseo de los que allí están representados; el fiel tiende a imprimir en su corazón lo que contempla en sus ojos: una “imagen verdadera del hombre nuevo, transformado en Cristo mediante la acción del Espíritu y por la fidelidad a la propia vocación”.

- Una forma de catequesis, puesto que a través de la historia de los misterios de nuestra redención, expresada en las inturas y de otras maneras, el pueblo es instruido y confirmado en la fe recibiendo los medios para recordar y meditar asiduamente los artículos de fe.

No podemos olvidar que actualmente hay en el mercado muchas imágenes feas, decadentes, deformes. Hay que evitar esas imágenes para nuestras casas y comunidades. Las representaciones del Señor, de la Virgen y de los santos deben ser de materiales nobles y deben transmitir belleza.

¿Qué hacer con las imágenes en mal estado?

- No llevarlas a los templos, santuarios ni cementerios.

- Si se trata de telas (pinturas), hay que buscar una persona entendida que nos oriente en la forma de devolverle la belleza a esas pinturas. Algunas pueden ser muy valiosa.

- Cuando se trata de imágenes de madera, bronce, mármol o piedra, hay que conservarlasd en casa y buscar algún buen restaurador. Si no se tiene los medios para hacerla restaurar, hay que entregarlas a algún museo, de preferencia religioso (católico). O bien, a un convento o parroquia.

- Si son imágenes de yeso, hay que ver si es posible restaurarlas, porque se puede hacer, especialmente cuando se trata de imágenes con alambres o estopa al interior. Esas imágenes son valiosas. Hay que conservar con cuidado todos los trozos, de manera particular los rostros. Un buen artesano en yeso hace maravillas con esos pequeños trocitos. En el Santuario de Lourdes tenemos las direcciones de algunos artesanos que trabajan muy bien porque conocen las antiguas técnicas.

Cuando la imagen está totalmente destruida...

- Si es yeso, se coloca en un tiesto hasta que se deshaga, y con cuidado se vierte en algún lugar del jardín de la casa donde no haya cultivos de hortalizas, arboles frutales ni de flores ornamentales. Con el paso del tiempo se mezcla solo con la tierra. Tarda un poco el proceso.

- Si se da el caso de alguien que viva en departamento o en casa sin patio, pues se muele completamente la imagen, se reduce a polvo y se elimina en un lugar adecuado, coforme cada persona lo estime.

Se ha sabido que algunas personas hacen artesanías con el yeso molido. Lo mezclan con arena de diversos colores y hacen hermosos adornos en botellas blancas.

Consultado un fabricante de imágenes, nos ha señalado que el yeso ya procesado no sirve. No se puede reutilizar, no sirve para estucos, es material inútil que daña bastante la tierra. Por eso es bueno tratar de cuidar las imágenes, y las que pueden ser restauradas hay que repararlas para que duren mucho.

Rosarios, Libros y otros artículos bendecidos: Lo mejor es reparar o restaurar lo que se pueda reparar. Muchos Rosarios pueden ser desarmados de tal manera que sus cuentas terminen formando las de uno nuevo y listo;  sus cruces, también, son susceptibles de ser separadas para usarlas con una cadena. Con relación a los libros una nueva encuadernación puede ser la solución.

Cuando se reciclan Rosarios, puede que sobren partes, también puede que la restauración  de los libros sea mas costosa que comprar uno nuevo, algo similar puede ocurrir con las imágenes. Para estos casos, lo mejor es conseguir un recipiente de plástico lo suficientemente grande para contenerlos y colocar en él estos objetos o restos de los mismos. 

Siempre hay alguna Capilla, Templo, Colegio Católico, Centro de Atención Católico, etc. que esté en construcción. Pues habla con el sacerdote responsable de esta obra y ofrecele tu caja con los objetos para que sean colocados en los cimientos de la edificación. 

Recordemos que, aunque rotos o desgastados, siguen siendo benditos, por lo que seguirán bendiciendo esa construcción.

La excomunión

Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica más severa

La excomunión es la pena impuesta por ley canónica por la que un católico es parcialmente excluido de la vida de la Iglesia.

Por el bautismo, el cristiano es unido a Cristo y a su Iglesia, en la que El vive y se nos comunica. No puede haber cosa peor que perder esa unidad.

Los pecados veniales no rompen la comunión con Dios (aunque si la debilitan). Los pecados graves si nos quitan la gracia (la vida de Dios en nuestras almas). La persona en pecado mortal es como una rama seca, que aunque unida físicamente al árbol (Iglesia), no tiene vida. Por medio del arrepentimiento y el sacramento de penitencia, el pecador puede volver a la plenitud de la vida en la Iglesia.

Catecismo 1463:

Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos, y cuya absolución, por consiguiente, sólo puede ser concedida, según el derecho de la Iglesia, por el Papa, por el Obispo del lugar, o por sacerdotes autorizados por ellos. En caso de peligro de muerte, todo sacerdote, incluso privado de la facultad de oír confesiones, puede absolver de cualquier pecado y de toda excomunión. 

Mas allá de la pérdida de la gracia, la excomunión implica una ruptura con de los vínculos que nos unen a Cristo por medio de su Iglesia. La excomunión no pone a la persona fuera de la Iglesia pero si la separa de la participación de su comunión. Es posible también la auto-excomunión, cuando la persona rompe los vínculos de comunión con la Iglesia.

La excomunión automática (latae sententiae) "de modo que incurre ipso facto en ella quien comete el delito". Se trata de delitos sumamente graves: apostasía, herejía o cisma. (Canon 1364); la violación directa del sacramento de la confesión por un sacerdote (Canon 1388); el procurar o participar en un aborto o la cooperación necesaria para que un aborto se lleve a cabo (CIC 2272; Ley Canónica 1398).

En otros casos la excomunión ocurre por un proceso formal (ferendae sententiae) (Cánones 1314, 1341).

La ley canónica advierte algunos factores que quitan imputabilidad - ignorancia de la ley, falta de libertad, etc. (Canon 1323). Otros factores pueden disminuir la culpa, como el uso imperfecto de la razón e ignorancia de la pena envuelta por la violación. (1324.3).

Efectos de la excomunión
El efecto mas notable de la excomunión es la exclusión de la recepción o administración de los sacramentos, incluso de la confesión, ya que no puede haber reconciliación de algunos pecados mientras no hay arrepentimiento de uno que sea mortal. (cf. Canon 1331.1.2) Lamentablemente, con frecuencia personas que han incurrido excomunión automática continúan recibiendo los sacramentos sin arrepentirse. Estos cometen un sacrilegio y quien les aconseja a continuar en el error los está encerrando en el pecado.
Se les prohibe además ejercer oficios o funciones eclesiásticas. Si la excomunión ha sido impuesta públicamente, todo atento de ejercer un oficio eclesiástico es inválido

El fin de la excomunión es medicinal
Es el pecador, y no la Iglesia, quien rompe la comunión. La Iglesia, como madre y maestra, debe advertir sobre la seriedad de los males mortales para el alma y las consecuencias, con el propósito de atraer al pecador al arrepentimiento y el retorno a la comunión. Pero si este se obstina en el pecado, la excomunión le sirve para entender claramente su situación. En casos de pecado grave y público, la Iglesia tiene además la obligación de proteger a sus fieles del escándalo que ocurre cuando se aparenta que el pecado grave es compatible con la práctica de la fe. El arrepentimiento hace posible la absolución de la excomunión (cf. CCC 1463).

San Pablo:

Y ¡vosotros andáis tan hinchados! Y no habéis hecho más bien duelo para que fuera expulsado de entre vosotros el autor de semejante acción. Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente, pero presente en espíritu, he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obró: que en nombre del Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro, sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el Día del Señor. ¡No es como para gloriaros! ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? - I Corintios 5:2-6
El lenguaje de San Pablo parece duro para la mente moderna que no entiende la gravedad del pecado. En realidad San Pablo conoce mucho mejor la realidad del hombre y desea salvar del infierno tanto al que cometió el grave pecado como a la comunidad. Estima que sacar al hombre de la comunidad le servirá para comprender su mal y volver arrepentido. Quiere la "destrucción" de su carne (las tendencias de pecado) para que se salve para la eternidad.

Catecismo 2272: Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.

La pena de excomunión siempre ha existido en la Iglesia. Hay referencias a ella ya en los primeros concilios (ej. Nicea, 325d.C.). La pena de excomunión pública es poco frecuente. El caso mas notable después del Concilio Vaticano es el del Arzobispo Lefebre (m.1991), quien comenzó un cisma al consagrar obispos sin el permiso del Papa.

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