“Él se refería al templo de su cuerpo”

El Papa, con las salesianas

El Papa recibe a las Hijas de María Auxiliadora al terminar su Capítulo
El Papa aconseja a las monjas evitar "envidias y celos"
Advierte de nuevo contra "el terrorismo de las habladurías" que desintegra las comunidades

Redacción, 08 de noviembre de 2014 a las 19:34

Sean misioneras de esperanza y de alegría, testimoniando los valores propios de su identidad salesiana

(RV).- Las salesianas están llamadas a ofrecer «el mensaje del Evangelio, que se resume en el amor del Padre misericordioso a todas las personas», recordó el Papa Francisco a las Hijas de María Auxiliadora, este sábado. Un encuentro cordial, al terminar el Capítulo general de estas religiosas sobre el tema «Ser hoy con los jóvenes hogar que evangeliza», cuya importancia y actualidad destacó el Obispo de Roma, recordando que se coloca muy bien en el contexto social y eclesial de hoy, marcado por tantas formas de miseria espiritual y material.

Ante el sufrimiento causado por la indigencia, pero también por la falta de amor y de relaciones, teniendo en cuenta las fragilidades de los jóvenes, a los que se dedican con compromiso amoroso, según el estilo y ejemplo de San Juan Bosco y de Santa Dominga Mazzarello, el Sucesor de Pedro dirigió una exhortación especial:

«Sean, en todos los ámbitos, testimonio profético y presencia educadora, mediante una acogida incondicional de los jóvenes, afrontando el desafío de la interculturalidad y encontrando caminos para que sean eficaces las intervenciones apostólicas de ustedes en un contexto - el juvenil - permeado por el mundo virtual y las nuevas tecnologías, en especial las digitales».

El Papa Francisco reiteró que en la vida religiosa Cristo debe ocupar siempre el centro, así como la importancia de buscar la unidad, superando envidias y celos. Y, poniendo en guardia, una vez más, contra el «terrorismo de las habladurías», que es como una bomba que destruye las comunidades, pidió a las salesianas que no se olviden de Patagonia, para luego alentarlas a contribuir con entusiasmo «en los ámbitos de la educación y de la escuela, de la catequesis y de la formación de los jóvenes al apostolado»:

«Sean misioneras de esperanza y de alegría, testimoniando los valores propios de su identidad salesiana, en especial en lo que se refiere al encuentro, aspecto fundamental de su carisma: es un manantial siempre lleno de frescor y vital, en el cual pueden encontrar ese amor que revitaliza la pasión por Dios y por los jóvenes. Que las inevitables dificultades, que se encuentran en el camino no ralenticen el entusiasmo de la acción apostólica de ustedes».

Tras recordar asimismo el gran aprecio de la Iglesia hacia la vida consagrada, que se coloca en el corazón mismo de la Comunidad y es elemento decisivo para su misión, el Papa encomendó el apostolado de las religiosas salesianas a la maternal ayuda de María Santísima, que ellas veneran con el título de Auxiliadora.

¿Cómo es nuestra religión?

El episodio de la intervención de Jesús en el templo de Jerusalén ha sido recogido por los cuatro evangelios. Es Juan quien describe su reacción de manera más gráfica:con un látigo Jesús expulsa del recinto sagrado a los animales que se están vendiendo para ser sacrificados, vuelca las mesas de los cambistas y echa por tierra sus monedas. De sus labios sale un grito: “No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”.

Este gesto fue el que desencadenó su detención y rápida ejecución. Atacar el templo era atacar el corazón del pueblo judío: el centro de su vida religiosa, social y económica. El templo era intocable. Allí habitaba el Dios de Israel. Jesús, sin embargo, se siente un extraño en aquel lugar: aquel templo no es la casa de su Padre sino un mercado.

A veces, se ha visto en esta intervención de Jesús su esfuerzo por “purificar” una religión demasiado primitiva, para sustituirla por un culto más digno y unos ritos menos sangrientos. Sin embargo, su gesto profético tiene un contenido más radical: Dios no puede ser el encubridor de una religión en la que cada uno busca su propio interés. Jesús no puede ver allí esa “familia de Dios” que ha comenzado a formar con sus primeros discípulos y discípulas.

En aquel templo, nadie se acuerda de los campesinos pobres y desnutridos que ha dejado en las aldeas de Galilea. El Padre de los pobres no puede reinar desde este templo. Con su gesto profético, Jesús está denunciando de raíz un sistema religioso, político y económico que se olvida de los últimos, los preferidos de Dios.

La actuación de Jesús nos ha de poner en guardia a sus seguidores para preguntarnos qué religión estamos cultivando en nuestros templos. Si no está inspirada por Jesús, se puede convertir en una manera “santa” de cerrarnos al proyecto de Dios que él quería impulsar en el mundo. La religión de los que siguen a Jesús ha de estar siempre al servicio del reino de Dios y su justicia.

Por otra parte, hemos de revisar si nuestras comunidades son un espacio donde todos nos podemos sentir en “la casa del Padre”. Una comunidad acogedora donde a nadie se le cierran las puertas y donde a nadie se excluye ni discrimina. Una casa donde aprendemos a escuchar el sufrimiento de los más desvalidos y no solo nuestro propio interés. No olvidemos que el cristianismo es una religión profética nacida del Espíritu de Jesús para abrir caminos al reino de Dios construyendo un mundo más humano y fraterno, encaminado así hacia su salvación definitiva en Dios. José Antonio Pagola. 9 de noviembre de 2014. Juan 2, 13-22

Dedicación de la Iglesia de Letrán

LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN (9 DE NOVIEMBRE)
(Ez 47, 1-2. 8-9. 12; Sal 45; 1Co 3, 9c-11. 16-17; Jn 2, 13-22)

SENTIDO DE LA CELEBRACIÓN

De nuevo la liturgia da prioridad a una fiesta, y en vez de ofrecer las lecturas y oraciones del domingo correspondiente, el Papa invita a considerar los textos de la dedicación de una iglesia con motivo de celebrarse este día la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, iglesia catedral del obispo de Roma.

Cada diócesis celebra el día de la dedicación de la catedral propia como expresión de comunión con quien pastorea la grey del Señor en las parcelas de las iglesias particulares. Hoy, al celebrarse la dedicación de la iglesia del obispo de Roma, que preside todas las iglesias, como gesto de comunión, las comunidades católicas se unen en la misma liturgia, y escuchan las mismas lecturas, rezan las mismas oraciones, y tienen sentimientos de afecto con quien es el pastor universal, el Papa. En San Juan de Letrán se conserva la pila bautismal en la que se bautizó el emperador Constantino, en el siglo IV. Es la iglesia madre, y significa el corazón de la cristiandad.

MI CASA ES CASA DE ORACIÓN
Aunque la enseñanza de Jesús a la samaritana supera los localismos, “porque llega la hora, ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán a Dios en espíritu y en verdad”, como humanos sin embargo, necesitamos orar en algún lugar concreto.

Los lugares dedicados a la oración, los templos, y los monasterios consagrados a la alabanza divina, suponen una gran ayuda para cuantos desean tener unos tiempos especiales de encuentro con Dios, bien sea en soledad, bien en comunidad. Además, los lugares sagrados nos ponen en comunión con tantos que en generaciones anteriores dejaron en ellos sus súplicas y esperanzas. Este año, santa Teresa de Jesús nos invita a entrar en el santuario interior, en las moradas del castillo, donde podemos holgarnos en la relación amorosa con Dios. Y nos asegura que para ello la puerta es la oración. Atrévete a celebrar dentro de ti el culto más sagrado, el que merece quien te habita y te convierte en templo del Espíritu Santo.

Dedicación de San Juan de Letrán - Ez 47, 1-2.8,9-12; 1 Co 3-17; Jn 2,13-22

La liturgia de hoy es del todo especial. En lugar de seguir los textos que corresponderían a la secuencia ordinaria de los domingos durante el año, empleamos unos textos que hacen memoria de la dedicación de la Basílica de St. Juan de Letrán, en Roma. ¿Por qué? Esta Basílica, situada en el centro histórico de Roma, en la zona de los antiguos palacios imperiales, era primitivamente, y sigue siéndolo, la sede o catedral propia del Obispo de Roma, por lo que se consideraba en toda la Iglesia católica Romana como la madre y el centro de todas las demás iglesias, un poco como ahora consideramos St. Pedro del Vaticano. En aquellos tiempos antiguos, el Vaticano era más bien un santuario secundario construido en los alrededores de la tumba de St. Pedro en las afueras de la ciudad, y no adquirió centralidad hasta que los Papas, decidieron hacer residencia.

La memoria que hoy celebramos es, pues, como una afirmación de la fidelidad y unidad de toda la Iglesia en comunión con la Iglesia romana. Pero esta memoria no debería quedar limitada a una referencia historicista, sino que, como los textos litúrgicos sugieren, debería servir para actualizar y profundizar nuestro sentido de Iglesia como comunión de todos los seguidores de Jesús por todas partes ya lo largo de todos los tiempos.

Una Iglesia de piedras vivas. Cuando hablamos de Iglesia no nos referimos primariamente los edificios materiales en los que nos reunimos para alabar a Dios, sino que nos referimos sobre todo a la comunidad de los creyentes que reconocemos como Padre el Dios que anunció Jesucristo y que queremos vivir en la hermandad que esta confesión conlleva. Lo dice de una manera muy acertada la oración propia de la Misa de hoy: "Oh Dios, tomando estas piedras vivas y elegidas, que son vuestros fieles, os construya un templo digno de vos ..." Es una metáfora hermosa y bien expresiva: nosotros somos las piedras vivas y elegidas con las que Dios quiere construir su Iglesia, la comunidad de sus hijos reunidos por su Hijo Primogénito, que vino a revelarnos el amor salvador del Padre.

La Iglesia es sobre todo comunión de hermandad: no venimos a la Iglesia a encontrarnos cada uno individualmente con Dios, como hacíamos en ocasiones cuando cada uno rezaba sus devociones en un rincón del templo. Está claro que cada uno puede hacer, y hará, su oración individual a Dios, pero siempre con la conciencia de que formamos parte de la gran familia de los hijos de Dios; que Dios no es sólo padre "mío", sino Padre de todos, Padre "nuestro", - cómos nos enseñó Jesús -, y que esto nos hermana, nos liga a todos con el vínculo fraternal, con las consecuencias que ello conlleva, como es la exigencia de amarnos, ayudarnos, acompañarnos, soportarnos, perdonarnos ... la Iglesia es como la gran "casa solariega" donde todos nos hemos de encontrar en casa y nadie no se debe sentir excluido ni menospreciado. Realmente es magnífica esta metáfora de los creyentes como "piedras vivientes" del edificio material de la Iglesia: Todas las piedras son necesarias para el edificio, todas cooperan a ser lo que debe ser, y como mejores y mejor dispuestas estén, mejor será todo el edificio.

Es por eso que necesitamos construir iglesias y acudir a encontrarnos en ellas. No bastaría la práctica individual de la piedad de cada uno en su cubículo privado. Nuestra relación con Dios quedaría falseada si no se realizara en la relación con los hermanos. Jesús nos enseñó que sólo podemos creer en Dios si lo creemos como Padre de todos. Y esto quiere decir que sólo creemos en el Dios de Jesús si efectivamente hacemos hermandad: no hay fe en Dios sin amor efectivo y práctico a los hermanos. La iglesia material donde nos reunimos debe ser, ante todo, símbolo y exigencia del hermanamiento que pide la fe: debemos ser, por el amor fraterno efectivo, "piedras vivas" que construimos la Iglesia viva como la gran familia que vive del amor del Dios Padre de todos.

La fuente de agua viva. Otra metáfora, la del agua viva que brota constantemente del santuario - de la que nos ha hablado la primera lectura (Ezequiel) - nos lleva hoy a considerar y agradecer los bienes de vida que nos venden por la Iglesia. Por ella somos hechos hijos de Dios en el bautismo, con una fuerza de vida que se renueva cada día en la Eucaristía. Para ella Dios nos da el perdón y las diversas gracias y ayudas que necesitamos en las diversas circunstancias de la vida. Ella nos comunica constantemente la divina palabra que nos asegura la voluntad salvadora de Dios y la fuerza de resurrección y de vida eterna que vienen de la resurrección de Jesucristo. Verdaderamente, como dice el texto que hemos leído, allí donde llega el agua de este río todo vivo y todo mujer fruto, mientras que sin el agua de la gracia de Dios que nos viene por la Iglesia nuestra vida permanecería como un desierto estéril. Demos, pues, gracias a Dios por esta agua tan abundante, y procuramos aprovechar de ello.

Santa y pecadora. Finalmente, los textos nos hablan también de algo que a menudo nos aflige, y contra la que siempre tenemos que luchar: los defectos dentro de la Iglesia. San Pablo nos dice que en la Iglesia vivimos como en el templo de Dios; pero este templo puede ser profanado por nosotros. El evangelio nos habla de cómo Jesús tuvo que purificar de mercaderes indignos del antiguo templo que prefiguraba la Iglesia.

A menudo criticamos los defectos que encontramos en la Iglesia: pero debemos pensar que la Iglesia sufre precisamente los defectos que aportamos todos y cada uno de sus miembros cuando nos hacemos indignos. En lugar de sólo criticar, lo que tenemos que hacer es, aprovechando hacernos los enormes bienes que siempre encontraremos en la Iglesia, intentar ayudar todo lo que podamos para mejorar lo que esté a nuestro alcance y orar para que los responsables de otros males que existan los reconozcan y pongan el remedio que sea necesario. La Iglesia es con la propia familia, en la que quizá sea inevitable que haya defectos, pero lo que hay no es precisamente airear los mismos, sino poner el remedio que se pueda sin negarnos nunca a amar, como ama Dios, aun quienes pueden desfallecer.

Que esta conmemoración de hoy nos lleve, pues, a ser más responsables en la Iglesia, a amar más, a pesar de sus defectos, y agradecer a Dios - y también a los hermanos - los grandes dones que Dios nos quiere hacer y nos hace por ella.

(Añadidos circunstancial)

Quizás alguien pensará que en el día de hoy es ineludible hacer alguna referencia al momento histórico tan singular (9N) que vivimos los ciudadanos de nuestro país. Desde aquí me parece que sólo puedo decir que no deberíamos esperar que la Palabra de Dios, ni la Palabra oficial de la Iglesia, nos dé inmediatamente soluciones concretas referentes a la forma en que debemos organizar nuestra convivencia política. Lo que sí pide la hermandad eclesial, de la que hemos hablado, es que todos intentamos responsablemente encontrar las formas de organización política que sean mejores para nuestro pueblo. Evidentemente, puede haber opciones y puntos de vista diversos, y nos tendremos que respetar unos a otros. Por eso, me parece que yo aquí sólo puedo decir que hoy cada uno debe ponderar seriamente qué es lo que puede ser mejor para el país, y debe actuar en consecuencia, intentando respetar también lo que puedan pensar los demás. Y sobre todo, en este momento, tenemos que pedir a Dios que a todos nos dé luz y limpieza de corazón para que veamos lo que hay que hacer para el bien de todos, y trabajamos para ponerlo en práctica.

Evangelio según San Juan 2,13-22. 

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.

Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio". 

Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. 

Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado. 

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 

Sermón Morin 3, 4; PLS 2, 664

“Él se refería al templo de su cuerpo”

Salomón, siendo profeta de Dios, construyó un templo de madera y de piedra […] al Dios vivo, que hizo cielo y tierra y permanece en el cielo […]. ¿Por qué ordenó que se le levantara un templo? ¿No tenía dónde residir? Escuchad lo que dijo el bienaventurado Esteban en el momento de su pasión: Salomón le edificó una casa, pero el excelso no habita en templos de hechura humana (Hech. 7,48). ¿Por qué, pues, quiso hacer un templo o que el templo fuese levantado? Para que fuera prefiguración del cuerpo de Cristo. Aquel templo era una sombra (Col. 2,17); llegó la luz y ahuyentó la sombra. Busca ahora el templo construido por Salomón, y encontrarás las ruinas. ¿Por qué se convirtió en ruinas aquel templo? Porque se cumplió lo que él simbolizaba. Hasta el mismo templo que es el cuerpo del Señor se derrumbó, pero se levantó; y de tal manera que en modo alguno podrá derrumbarse de nuevo. […]

¿Qué son nuestros cuerpos? Miembros de Cristo. Escuchad al Apóstol Pablo: ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? (1 Co 6,15) Quien dijo: Vuestros cuerpos son miembros de Cristo, ¿qué otra cosa mostró sino que nuestros cuerpos y nuestra cabeza, que es Cristo (Col 1, 18), constituyen en conjunto el único templo de Dios? El cuerpo de Cristo y nuestros cuerpos son el templo de Dios […].Edificaos en la unidad para no caer en la separación.

Dedicación de la basílica de Letrán
Fiesta de la dedicación de la basílica de Letrán en honor de Cristo Salvador, construida por el emperador Constantino como sede de los obispos de Roma. Su anual celebración en toda la Iglesia latina es un signo permanente de amor y de unidad con el Romano Pontífice.

Prefecto Rústico: -¿Dónde os reunís?
Justino: -Donde todo el mundo puede y prefiere; tú crees que todos nos reunimos en un solo lugar, pero no es así, porque el Dios cristiano, que es invisible, no se puede circunscribir a ningún lugar, sino que llena el cielo y la la tierra y es adorado y glorificado por sus fieles en todas partes. (actas del martirio de san Justino y sus compañeros)

Toda la Iglesia de Occidente celebra en esta fecha el aniversario de la consagración de la basílica de San Juan de Letrán, en cuya fachada se halla grabada la siguiente inscripción: «Omnium Urbis et Orbis Ecclesiarum Mater et Caput» (Madre y Cabeza de todas las iglesias de la Ciudad y del Mundo) . En efecto, dicha iglesia es la catedral de Roma y en ella se halla la cátedra permanente del Sumo Pontífice. Es superior en dignidad a la basílica de San Pedro y, en cierto modo, puede considerársela como la catedral del mundo.

En los primeros días del cristianismo, el culto se celebraba en casas particulares y se ofrecía el santo sacrificio en una mesa común (aunque posiblemente esa mesa no se empleara para otros usos). Pero, a principios del siglo III, se habla ya de un edificio de Roma destinado al culto cristiano y, a principios del siglo IV, existían muchos más. Naturalmente, a raíz del decreto de Constantino que concedía la libertad al cristianismo, se construyeron muchas otras iglesias. De acuerdo con los usos del Templo de los judíos y de los templos paganos, se solían consagrar las iglesias al servicio del Todopoderoso mediante una ceremonia de dedicación. Eusebio describe en su Historia Ecclesiástica la solemne dedicación de la iglesia de Tiro el año 314, y varios historiadores hablan de las magníficas ceremonias que se llevaron a cabo el año 335, con motivo de la dedicación de la basílica constantiniana de Jerusalén, en el aniversario de la «inventio Crucis» o descubrimiento de la auténtica cruz donde había sido crucificado Cristo. Durante mucho tiempo, el rito de dedicación consistía simplemente en la consagración del altar mediante la solemne celebración de la misa y se hacía también el depósito de las reliquias, si las había. Más tarde, cuando se empezaron a consagrar al culto cristiano los templos paganos, se introdujeron ciertos ritos purificatorios, consistentes en oraciones, abluciones y unciones. Pero el desarrollo de la ceremonia actual de dedicación, tan imponente y complicada, tal como la describe el Pontificale Romanum, no comenzó sino hasta el siglo VIII.

Probablemente, la celebración anual del aniversario de la dedicación de una iglesia es tan antigua como la dedicación misma; en todo caso, es mucho más antigua que el rito actual de la consagración. Se trata, indudablemente, de una práctica de origen judío, puesto que ya Judas Macabeo había instituido en el año 164 a.C. la conmemoración anual de la purificación del Templo, después de la profanación de Antíoco Epifanes. San Juan cuenta en su Evangelio (10, 22) que el Señor estuvo en el pórtico de Salomón durante la celebración de esa fiesta. Los judíos la observaban y todavía la celebran con una octava. La ceremonia no sólo tenía lugar en el Templo de Jerusalén, sino en todas las sinagogas, lo mismo que la celebración de la dedicación de San Juan de Letrán se lleva a cabo en todas las iglesias católicas de Occidente.

La casa de la familia Laterani (Letrán) pasó a poder del emperador Constantino a través de su segunda esposa, Fausta, y él la regaló a la Iglesia, que la consagró como templo cristiano, posiblemente en el 324. Desde entonces hasta la época del destierro en Aviñón, a principios del siglo XIV, los Papas establecieron allí su residencia principal. La «basílica» no era un edificio específicamente cristiano, sino que provenía de una tradición romana de tiempos antiguos, y era una clase de edificio destinado a usos cívico-religiosos. La basílica de Letrán posiblemente comenzó adaptando al uso litúrgico el salón principal de la casa, de suerte que sólo hubo que construir el famoso bautisterio, cuyas grandes líneas correspondían al que se conserva actualmente. La basílica fue dedicada al Santísimo Salvador y el bautisterio a San Juan Bautista (por supuesto que todas las iglesias están dedicadas exclusivamente a Dios; los nombres de los santos o de los misterios cristianos indican simplemente el deseo de honrar a esos santos o a esos misterios en particular; sin embargo, se admite ordinariamente hablar de iglesias «dedicadas a» tal o cual santo o misterio). La costumbre de dar a la iglesia el nombre de San Juan de Letrán, data de la época en que la atendían los monjes del monasterio de San Juan Bautista y de San Juan Evangelista, que estaba situado junto a ella. En sus casi 1700 años de historia cristiana, la basílica ha atravesado por numerosas vicisitudes, ya que fue saqueada por los bárbaros y destruida por los terremotos y los incendios; sin embargo, conservó su antigua forma basilical hasta el siglo XVII, época en que Francisco Borromini construyó la iglesia actual. En 1878, se llevó a cabo el ensanchamiento del ábside en forma de coro, cosa que la embelleció. El altar mayor, recubierto de mármol, es el único en la Iglesia de occidente que no está hecho de piedra sino de madera. Constituye una reliquia de la época de las persecuciones, y algunos autores opinan que fue empleado por san Pedro. En el cimborio que se halla sobre el altar están los supuestos cráneos de san Pedro y san Pablo.

Por supuesto, el auténtico sentido de celebrar la dedicación de un templo, incluso de uno tan importante como la basílica de Letrán, no está en las piedras y el mármol, sino en aquello de lo que muchos santos escritores hablaron, como san Agustín cuando enseña: «Como este edificio visible ha sido construido para reunimos corporalmente, de la misma manera construimos el edificio que somos nosotros mismos para Dios, que ha de habitarlo espiritualmente. El templo de Dios es santo, dice el Apóstol, y ese templo sois vosotros. Como éste lo construimos con piezas terrenas, de idéntica manera hemos de levantar el otro con costumbres bien arregladas. Este se dedica ahora, con motivo de mi visita; el otro, al final del mundo, cuando venga el Señor, cuando esto nuestro corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se revista de inmortalidad, porque nuestro cuerpo humilde se modelará según el cuerpo de su gloria. Ved, pues, lo que dice en el salmo de la dedicación: Tornaste mi llanto en gozo, rompiste mi saco y me ceñiste de alegría para que mi gloria te cante a ti y no me sienta triste. Mientras somos edificados, gime ante él nuestra humildad; cuando seamos dedicados, le cantará a él nuestra gloria, porque la edificación requiere fatiga y la dedicación pide alegría.» (Sermón 337,2)

Duchesne, Christian Worship (1919), pp. 399-418.  cfr. Eusebio, Hist. Ecl. X,3, y en especial el discurso, posiblemente pronunciado por el propio Eusebio, en la dedicación de la iglesia de Tiro, X,4.  Butler-Guinea, tomo IV, 9 de noviembre, que en su conjunto no era ya aprovechable.

La purificación del Templo

Juan 2, 13-22. Tiempo Ordinario. Hoy sigue habiendo mercaderes en el Templo. ¿Qué está en mis manos hacer?

Oración introductoria
Padre mío, te pido guíes mi oración para que aumente mi fe y mi celo por estar siempre dispuesto a defender la verdad que me has revelado en la Sagrada Escritura. Sé que siempre me escuchas, dame la capacidad de percibir tu voz, Señor y Dios mío.

Petición
Señor, concédeme corresponder a tu inmenso amor siendo siempre fiel a tu Palabra.

Meditación del Papa Francisco
El templo es un lugar donde la comunidad va a rezar, a alabar al Señor, a darle gracias, pero sobre todo a adorar: en el templo se adora al Señor. Y este es el punto importante.

También, esto es válido para las ceremonias litúrgicas, ¿qué es más importante? Lo más importante es la adoración: toda la comunidad reunida mira al altar donde se celebra el sacrificio y adora. Pero, yo creo - humildemente lo digo - que nosotros cristianos quizá hemos perdido un poco el sentido de la adoración y pensamos: vamos al templo, nos reunimos como hermanos - ¡es bueno, es bonito! - pero el centro está donde está Dios. Y nosotros adoramos a Dios. ¿Nuestros templos, son lugares de adoración, favorecen la adoración? ¿Nuestras celebraciones favorecen la adoración? Jesús echa a los mercaderes que habían tomado el tempo por un lugar de comercio más que de adoración. (Cf. S.S. Francisco, 22 de noviembre de 2013, homilía en Santa Marta). El templo es un lugar donde la comunidad va a rezar, a alabar al Señor, a darle gracias, pero sobre todo a adorar: en el templo se adora al Señor. Y este es el punto importante. También, esto es válido para las ceremonias litúrgicas, ¿qué es más importante? Lo más importante es la adoración: toda la comunidad reunida mira al altar donde se celebra el sacrificio y adora. Pero, yo creo - humildemente lo digo - que nosotros cristianos quizá hemos perdido un poco el sentido de la adoración y pensamos: vamos al templo, nos reunimos como hermanos - ¡es bueno, es bonito! - pero el centro está donde está Dios. Y nosotros adoramos a Dios. ¿Nuestros templos, son lugares de adoración, favorecen la adoración? ¿Nuestras celebraciones favorecen la adoración? Jesús echa a los mercaderes que habían tomado el tempo por un lugar de comercio más que de adoración. (Cf. S.S. Francisco, 22 de noviembre de 2013, homilía en Santa Marta).

Reflexión
No deja de sorprendernos ver a Jesús enfurecido, sacando a los mercaderes del Templo a latigazos. Tenía que defender algo sagrado: la casa de su Padre. Es lógico que se enfade por una situación como esa. ¿Qué haríamos nosotros si entrásemos en la casa de nuestros padres y aquello se hubiera convertido en un mercado persa? Si no hiciéramos nada, ¡menudos hijos seríamos!

Lo más probable es que siguiéramos el ejemplo de Cristo. Porque Jesús amaba a su Padre infinitamente y no podía consentir aquel abuso. El amor apasionado le impulsaba a actuar de aquel modo. Hoy sigue habiendo "mercaderes en el Templo". Sabemos que cada hombre es "templo del Espíritu Santo" y hay muchos hombres y mujeres cuyos templos están siendo profanados con todo tipo de abusos morales y físicos. Este panorama debería "quemarnos" las entrañas y suscitar en nosotros una pasión por lo que es sagrado: cada ser humano. ¡Cuántos atropellos a su dignidad! Cada aborto, cada violación, cada acto de esclavitud es una verdadera profanación.

Propósito
Nosotros, como cristianos, deberíamos salir en defensa de todos esos hermanos nuestros que sufren, pues ahí está también Cristo sufriendo. ¿Qué está en mis manos?

Diálogo con Cristo
Espíritu Santo, te pido la sabiduría y la fortaleza para saber defender a la Iglesia. Que nunca acepte la mediocridad o la indiferencia. Frecuentemente dejo que la apatía o la flojera disminuyan mis ganas de trabajar, por eso te pido que enciendas en mí el fuego de tu amor para ser un apóstol, empezando por mi propia familia.

Dedicación de la Basílica del Salvador

Es la catedral del Papa que, al tomar posesión de ella, muestra el supremo poder o potestad eclesiástica de Roma y del mundo

Basílica significa: "Casa del Rey"

De varias maneras se suele denominar este templo:Basílica "Constantiniana, "Del Salvador" y "De San Juan de Letrán". Es la catedral del Papa que, al tomar posesión de ella, muestra el supremo poder o potestad eclesiástica de Roma y del mundo; por ello a esta basílica se llama a sí misma en la escritura de su fachada "madre y cabeza de todas las iglesias de la Urbe y del Orbe".

El nombre de Letrán le viene del palacio que tenían los "Laterani" en el monte Celio desde el siglo I a quienes la autoridad confiscó sus bienes por atreverse a conspirar contra Nerón. Parece ser que pasó a ser propiedad de Fausta, la esposa de Constantino; aconsejada, según dicen, por Osio de Córdoba, lo donó a los Papas para su residencia habitual, como de hecho lo fue a través de bastantes siglos hasta el periodo de Aviñon.

Pero la longa historia no muy probada o la leyenda une esta basílica a la familia imperial también por otros motivos. Parece ser que el emperador que legalizó a la Iglesia contrajo el terrible e incurable mal de la lepra y fue curado milagrosamente por san Silvestre; en agradecimiento por la recuperación de la salud, entregó los terrenos necesarios para construirla y se prestó a dar la ayuda económica pertinente. Esta es la razón de llamarla también "Constantiniana".

Se sabe que ya en el año 313 hubo en ella un sínodo porque la esposa de Constantino lo cedió al papa Milcíades; que el papa Dámaso fue ordenado en ella y que se dedicó el día 9 de Noviembre del año 324, dándole Silvestre el título de "El Salvador", hasta que en el siglo XIII se le añadieran los de San Juan Bautista y de San Juan Evangelista.

Este augusto templo ha sido la sede de muchos concilios -más de veinticinco- desde el siglo IV al XVI y, de ellos, cinco han sido ecuménicos.

Allí se firmó, ya en tiempos más cercanos, el Tratado de Letrán, el 11 de marzo de 1929, con el que Pío XI logró la libertad del papa de todo soberano temporal y con ello el libre ejercicio de su misión evangelizadora, firmándolo con Mussolini.

Esta basílica podría contar una larga serie histórica de virtudes, pero también habla de sacrilegios, saqueos, incendios, terremotos e incluso el abandono de sus papas sobre todo el tiempo del destierro de Aviñon. Buscando un sentido a esos hechos, uno se pregunta si no serán las fuerzas del infierno que se ponen de pie, rabiosas, con la intención de acabar con el templo de piedras que es símbolo del poder espiritual supremo e indefectible en la Iglesia. También hay que decir que tanto el Renacimiento como el barroco dejaron en ella su huella artística perenne y restauradora, y que Sixto V y León XIII la hicieron realmente suntuosa, por no hablar de que hasta allí fue Francisco de Asís en 1210 a solicitar del Papa Inocencio III la aprobación de su Orden.

Cuando con su consagración se dedica a Dios y a su culto, se indica que pasa a ser propiedad y sede de la Majestad divina; con esa ceremonia se indica que pasa a ser "la morada de Dios entre los hombres".

A los católicos, mirándola a ella, se nos hace próximo el misterio de la salvación, pareciéndonos actual aquella escena evangélica en la que Jesucristo llamó a aquel Zaqueo, agarrado a la rama de la higuera, que se siente interpelado por Dios para habitar en su casa y comer con él a pesar de ser sólo un pobre publicano despreciable y pecador.
Es como si el mismo Dios quisiera darnos a entender que, por medio de todo el culto que allí se realiza la Misa, que es el sacrificio redentor de la Cruz, con los sacramentos, con la escucha de su palabra que se hace actual por la predicación-, quisiera recordarnos su vehemente deseo a los hombres de incorporarnos a Él haciéndonos piedras vivas, bien unidas por la caridad, de su Esposa mística -la Iglesia-como las piedras físicas se unen en la construcción material de la basílica. De hecho, esta idea ya está expresada en el Apocalipsis cuando presenta a la Nueva Jerusalén.

Y ¿por qué no decirlo? La Basílica, con su grandeza y su miseria, es también un símbolo de la Iglesia de todos los tiempos donde hubo, hay y habrá persecuciones y flaquezas, intereses humanos y divinos, política, arte, espíritu, dogma y santidad.

¡Prepárate para la fiesta del Rey del universo! Fiesta de Cristo Rey

Último domingo del Año Litúrgico

Cristo es el Rey del universo y de cada uno de nosotros.

Es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del universo. Su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz.

Un poco de historia

La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925.

El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.

Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole un nuevo sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para todos los hombres.

Con la fiesta de Cristo Rey se concluye el año litúrgico. Esta fiesta tiene un sentido escatólogico pues celebramos a Cristo como Rey de todo el universo. Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace casi dos mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía.

Si quieres conocer lo que Jesús nos anticipó de ese gran día, puedes leer el Evangelio de Mateo 25,31-46.

En la fiesta de Cristo Rey celebramos que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento en que nosotros se lo permitamos, y así el Reino de Dios puede hacerse presente en nuestra vida. De esta forma vamos instaurando desde ahora el Reino de Cristo en nosotros mismos y en nuestros hogares, empresas y ambiente.

Jesús nos habla de las características de su Reino a través de varias parábolas en el capítulo 13 de Mateo: “es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas”;“es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que fermenta toda”;“es semejante a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta, y lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”;“es semejante a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra”.

En ellas, Jesús nos hace ver claramente que vale la pena buscarlo y encontrarlo, que vivir el Reino de Dios vale más que todos los tesoros de la tierra y que su crecimiento será discreto, sin que nadie sepa cómo ni cuándo, pero eficaz.

La Iglesia tiene el encargo de predicar y extender el reinado de Jesucristo entre los hombres. Su predicación y extensión debe ser el centro de nuestro afán vida como miembros de la Iglesia. Se trata de lograr que Jesucristo reine en el corazón de los hombres, en el seno de los hogares, en las sociedades y en los pueblos. Con esto conseguiremos alcanzar un mundo nuevo en el que reine el amor, la paz y la justicia y la salvación eterna de todos los hombres.

Para lograr que Jesús reine en nuestra vida, en primer lugar debemos conocer a Cristo. La lectura y reflexión del Evangelio, la oración personal y los sacramentos son medios para conocerlo y de los que se reciben gracias que van abriendo nuestros corazones a su amor. Se trata de conocer a Cristo de una manera experiencial y no sólo teológica.

Acerquémonos a la Eucaristía, Dios mismo, para recibir de su abundancia. Oremos con profundidad escuchando a Cristo que nos habla.

Al conocer a Cristo empezaremos a amarlo de manera espontánea, por que Él es toda bondad. Y cuando uno está enamorado se le nota.

El tercer paso es imitar a Jesucristo. El amor nos llevará casi sin darnos cuenta a pensar como Cristo, querer como Cristo y a sentir como Cristo, viviendo una vida de verdadera caridad y autenticidad cristiana. Cuando imitamos a Cristo conociéndolo y amándolo, entonces podemos experimentar que el Reino de Cristo ha comenzado para nosotros.

Por último, vendrá el compromiso apostólico que consiste en llevar nuestro amor a la acción de extender el Reino de Cristo a todas las almas mediante obras concretas de apostolado. No nos podremos detener. Nuestro amor comenzará a desbordarse.

Dedicar nuestra vida a la extensión del Reino de Cristo en la tierra es lo mejor que podemos hacer, pues Cristo nos premiará con una alegría y una paz profundas e imperturbables en todas las circunstancias de la vida.

A lo largo de la historia hay innumerables testimonios de cristianos que han dado la vida por Cristo como el Rey de sus vidas. Un ejemplo son los mártires de la guerra cristera en México en los años 20’s, quienes por defender su fe, fueron perseguidos y todos ellos murieron gritando “¡Viva Cristo Rey!”.

La fiesta de Cristo Rey, al finalizar el año litúrgico es una oportunidad de imitar a estos mártires promulgando públicamente que Cristo es el Rey de nuestras vidas, el Rey de reyes, el Principio y el Fin de todo el Universo.

QUE VIVA MI CRISTO

Que viva mi Cristo, que viva mi Rey
que impere doquiera triunfante su ley,
que impere doquiera triunfante su ley.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey!
Mexicanos un Padre tenemos
que nos dio de la patria la unión
a ese Padre gozosos cantemos,
empuñando con fe su pendón.
Él formó con voz hacedora
cuanto existe debajo del sol;
de la inercia y la nada incolora
formó luz en candente arrebol.
Nuestra Patria, la Patria querida,
que arrulló nuestra cuna al nacer
a Él le debe cuanto es en la vida
sobretodo el que sepa creer.
Del Anáhuac inculto y sangriento,
en arranque sublime de amor,
formó un pueblo, al calor de su aliento
que lo aclama con fe y con valor.
Su realeza proclame doquiera
este pueblo que en el Tepeyac,
tiene enhiesta su blanca bandera,
a sus padres la rica heredad.
Es vano que cruel enemigo
Nuestro Cristo pretenda humillar.
De este Rey llevarán el castigo
Los que intenten su nombre ultrajar.

 

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